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TEMA 12: LA CONSTRUCCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL

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TEMA 12: LA CONSTRUCCIÓN Y

CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO LIBERAL

12.1 El reinado de Isabel II. La oposición al liberalismo: carlismo y guerra civil. La cuestión foral. Construcción y evolución del Estado Liberal.

I .- Introducción

la muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1833) quedó dueña del poder político su viuda Mª Cristina de Nápoles debido a que la heredera legítima, su hija Isabel, era menor de edad. A esto se debe a que estos años se denominen “de las Regencias” por que hubo dos: 1ª Mª Cristina de Nápoles, llamada la Reina Gobernadora, hasta 1840, y, 2ª, el general Baldomero Espartero, el vencedor de los carlistas, Regente de 1840 a l843 año en que fue declarada mayor de edad y, por tanto, comenzó el reinado de Isabel II.

En esta etapa se consolidó la división del liberalismo en dos corrientes principales, división que se mantuvo a lo largo de todo el reinado de Isabel II.

1- por un lado estaban los liberales moderados, partidarios de una fórmula intermedia entre el absolutismo y la soberanía popular. Consideraban que la corona debía tener amplios poderes y que el sufragio debía ser muy restringido (sufragio censitario)

2- Por otra parte estaban los liberales progresistas, partidarios de la labor legislativa de las Cortes de Cádiz y de unas reformas sociales y políticas que limitaran el poder del rey a favor del Parlamento.

La Reina Mª Cristina, contó con la ayuda de políticos liberales como Cea Bermúdez - ministro desde 1832 -, Javier de Burgos, que realizó la división provincial de España, creando la institución de los gobernadores civiles como representantes de la autoridad central, Francisco Martínez de la Rosa, Juan Álvarez Mendizábal (conocido por su segundo apellido), Istúriz, Calatrava y otros. De todas formas, los más importantes fueron: Cea Bermúdez, Martínez de la Rosa y Mendizábal.

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II.- El carlismo y la guerra civil

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El carlismo, o si se prefiere, los carlistas, son los partidarios de Infante don Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, y heredero del trono si Fernando VII no hubiera abolido la Ley Sálica que permitía reinar a su hija Isabel. Es decir, además de tío de la niña - reina, es su más feroz enemigo político.

Por oposición a los liberales, los carlistas son absolutistas.

Como tal, el carlismo es la derivación natural de los realistas del final del reinado de Fernando VII, los cuales consideraban que la abolición de la Ley Sálica no era conforme a la legalidad vigente porque dicha derogación no se había realizado en Cortes. Tenían parte de razón, ya que la tradición española imponía que las leyes se aprobaran y derogaran en Cortes (derogación, por cierto, que se hizo durante el reinado de Carlos IV, pero no se hizo pública, por ello Fernando VII consideraba que la abolición de la Ley Sálica era conforme a derecho). El problema comenzó al debatirse si la Ley Sálica estaba en vigor o no; es decir, si es rey el hermano de Fernando VII, que reinaría como

“Carlos V”, o lo es su hija primogénita Isabel que, a la muerte de su padre, contaba con unos tres años aproximadamente.

Las posturas irreconciliables llevaron a la guerra civil, las denominadas “guerras carlistas”. Hubo exactamente tres, dos durante el reinado de Isabel II y la 3ª durante la I República española; ahora bien, la guerra carlista por excelencia, es la primera, que se desarrolló entre 1833 y 1840.

La ideología carlista

Es muy sencilla. Se puede resumir en su “slogan” o grito de guerra: Dios, Patria, Rey, Fueros.

Dios: es el principio de todo, la base. No se puede ser español y no ser católico;

así lo reconocía la Constitución del 12. Como los liberales, por lo menos los extranjeros, defendían la libertad de culto, e incluso algunos se proclamaban agnósticos, o eran protestantes, los carlistas defendían lo contrario basándose en las tradiciones patrias.

Patria: es España, no hay duda. No se trata para nada de una cuestión de regionalismo o cosa por el estilo; no, por la Patria se da todo, terminando por la vida y defendiendo a muerte las tradiciones patrias.

Rey: no se puede ser español y no ser monárquico absolutista, quien desee otro sistema, que se marche; hay que defender las tradiciones patrias, ya que desde tiempos antiguos, siglo XVI - XVII, así fue y ha ido bien.

Fueros: se añadió después para ganarse algunas regiones españolas, como Cataluña, que habían visto perdidos sus privilegios legales con la implantación de la Nueva Planta por Felipe V.

Los carlistas, desde el punto de vista social, eran campesinos, pequeños industriales del norte y de Cataluña, nobles venidos a menos que se negaban a pagar impuestos, por ejemplo, o a ir a la mili; representan a la España tradicional, de ahí que en el siglo XX se les llame tradicionalistas. En la guerra civil de 1936 el himno carlista de los requetés (se llama así a los soldados carlistas o también chapelgorris porque llevan boina) era el Oriamendi, cuyo estribillo dice: “por Dios, por la Patria y el

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Rey, murieron nuestros padres, por Dios, por la Patria y el Rey, moriremos nosotros también”.

Puede decirse que el carlismo es el defensor del orden del Antiguo Régimen, más o menos suavizado, y el liberalismo el defensor del Nuevo. Es un enfrentamiento entre los dos modelos con el paso del tiempo se convirtió en mucho más, y, como veremos, a fines del XIX, más de un carlista se convirtió en nacionalista.

La guerra carlista. 1833 - 1840

Tras la muerte de Fernando VII, los dos bandos establecieron posiciones. Los partidarios de don Carlos no aceptaban a la reina - niña, y tampoco a su madre. Los liberales, a quienes se llamó también cristinos o isabelinos, no aceptaban a don Carlos por defender el absolutismo.

Hubo intentos de arreglar el problema sin necesidad de recurrir a una guerra abierta que a nadie apetecía; por ejemplo se intentó el matrimonio de la reina viuda con sus sobrino, el duque de Montemolín, o bien de la princesa Isabel con el mismo duque, que era el hijo de don Carlos.

En contra de lo que se puede pensar al hablar de una guerra civil, aquellas zonas de España en las que no había combates, casi ni se enteraron de que había guerra. Fue una guerra muy peculiar; se emplearon dos estrategias militares ya conocidas el sitio - por ejemplo el de Bilbao ciudad liberal que no se rindió -, la batalla campal - por ejemplo la de Luchana -, y se invento un nuevo modelo muy curioso: las expediciones; eran, como su propio nombre indica, expediciones de un ejército carlista por distintas zonas de España, reclutando voluntarios, ejecutando a liberales y cometiendo toda suerte de barbaridades, pero sin conquistar ni ocupar efectivamente territorio enemigo, después se volvían a su punto de origen: Navarra, Cataluña, el País Vasco. La más famosa e importante de todas se produjo el año 1837 y fue dirigida por el propio don Carlos - expedición real -, llegaron a Madrid. El efecto que produjo en el gobierno esta expedición fue fulminante, los políticos, entre ellos Mendizábal, decidieron acabar con la guerra para lo cual se hizo una leva masiva - la llamada “quinta de los 100.000” - que lucharía contra los carlistas. En pocos años la guerra quedó solucionada.

La paz se firmó en Vergara (Bergara) entre los generales Baldomero Espartero, desde entonces duque de la Victoria, y Rafael Maroto, carlista. Como ambos generales se dieron una abrazo e invitaron a los soldados a hacer lo mismo, se conoce este pacto como el abrazo de Vergara.

¿Qué se acordó? En primer lugar terminar la guerra, los carlistas reconocen a Isabel como reina y a su madre como Regente, en segundo, se permitió que los mandos y tropa carlista que quisieran se enrolaran en las filas del ejercito liberal y en tercer lugar no hubo represalias: se perdonó a todos.

En el Maestrazgo, comarca montañosa situada entre Teruel y Castellón, el general Ramón Cabrera siguió la guerra por su cuenta hasta que se rindió.

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III .- La vida política durante el periodo de las Regencias

La Regencia de Mª Cristina 1833 - 1840

Como se puede observar coincide temporalmente con la guerra carlista. Por tanto, los gobiernos, en mayor o menor medida, estuvieron condicionados por este hecho y el enfrentamiento de tendencias políticas.

Cea Bermúdez y Javier de Burgos prepararon la transición del absolutismo al liberalismo: amnistía de liberales, lo que supuso el regreso de los exiliados, por ejemplo.

La introducción del liberalismo, aunque fuera doctrinario, fue obra de Francisco Martínez de la Rosa, antiguo diputado liberal de las Cortes de Cádiz. La decisión más importante que se tomó durante su gobierno fue la redacción del Estatuto Real, ley fundamental que vino a reemplazar a la Constitución del 12. El Estatuto Real de 1834, no es una constitución, sino una carta otorgada ya que su redacción, contenido y aprobación fueron obra de un grupo de políticos expertos, sin que los ciudadanos tomaran en su elaboración o refrendo la menor parte.

Una carta otorgada es un documento que se asemeja a una Constitución en la que el rey concede ciertos derechos, limitando voluntariamente su poder, pero sin reconocer el principio de soberanía nacional

Características del Estatuto Real de 1834

• es una carta otorgada

• la soberanía recae en el rey o reina

• el régimen político es la monarquía

• el poder ejecutivo lo tiene el rey o reina

• el poder legislativo está repartido en dos cámaras: Estamento de los Próceres, todos de designación real y son vitalicios, los miembros de esta cámara que lo son por ser Grandes de España, ocupan el cargo de forma hereditaria. También forman parte de esta cámara los obispos y propietarios que la reina tenga a bien nombrar. El Estamento de los Procuradores es electivo, sólo pueden votar unas 16.000 varones de toda España. Ambas cámaras reunidas reciben el nombre de Cortes. No pueden elaborar leyes, sino pedir al rey que las redacte, es lo que se llama el derecho de petición. La única ley que elaboraban eran los Presupuestos.

• No hay declaración de derechos.

Desde septiembre de 1835, después de la creación de un amplio movimiento ciudadano en toda España contra el gobierno, que no quería convocar a Cortes para elaborar una nueva ley electoral y tampoco conceder la libertad de imprenta, la reina llamó al poder a Juan Álvarez Mendizabal o Mendizábal simplemente. Este político oriundo de Cádiz, liberal, se había exiliado a diferentes países europeos y en Inglaterra había conseguido amasar una considerable fortuna siendo reconocido como un importante banquero. En un primer momento ocupó la jefatura del gobierno llevando a cabo reformas, tan significativas para el liberalismo, como la nueva entrada en vigor de los decretos de las Cortes de Cádiz, creó las Diputaciones Provinciales, y consiguió reunir los efectivos militares suficientes para acabar con la

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guerra carlista (la llamada “quinta de los 100.000”), permitiéndose a aquellos mozos llamados a filas que pudieran rehuir el servicio militar mediante una redención en metálico (pago de una cantidad en metálico en lugar de ir a la guerra); Se debía dinero a media humanidad, no se pagaban los sueldos, ni las deudas, etc; para solucionarlo pensó en la desamortización de los bienes amortizados, cosa que levantó las suficientes suspicacias - sobre todo entre los militares, la mayoría nobles -, como para que fuera destituido y subiera al poder Istúriz, a mediados de mayo del 36, pero al intentar volver al moderantismo anterior, en septiembre de 1836, los sargentos del palacio de La Granja (sargentada de La Granja) se levantan en armas al grito de ¡Viva la Pepa!, exigiendo, por tanto, la reposición de la Constitución de Cádiz.

La reina Mª Cristina aceptó la situación, ordenó que se repusiera la Constitución, destituyó a Istúriz y nombro presidente del gobierno a Calatrava, que nombró como ministro de Hacienda a Mendizábal. Esto supuso la continuación de la obra de Mendizábal marcada por dos acontecimientos fundamentales en el XIX: la elaboración y posterior promulgación de la Constitución de 1837, y la desamortización eclesiástica.

A) La Constitución de 1837

Como ya se ha dicho antes, es la primera constitución, tras la de Cádiz, verdaderamente liberal. De todos formas, es conveniente volver a recordar que

“liberalismo” no significa lo mismo en el XIX que en el XX.

Características:

• es un intento de superar el Estatuto Real y la Constitución del 12.

La primera redacción del texto la realizó una comisión presidida por Argüelles, antiguo diputado del 12; esto lo que indica, es que hubo una auténtica evolución en el pensamiento político de los doceañistas.

• Por influjo del liberalismo doctrinario, imperante en Europa se intentó conseguir mantener parte de las prerrogativas de la Monarquía de A. R. adaptándolas a las nuevas circunstancias.

• Es una constitución breve

• Soberanía Nacional. Aunque reconocía el principio de la soberanía nacional, este se matizó, puesto que la potestad legislativa se atribuyó conjuntamente a las Cortes y al rey. Es por tanto una soberanía compartida característica del ideario de los moderados. La corona tenía además derecho a veto, es decir que podía rechazar una ley y podía disolver las Cortes.

• el poder ejecutivo lo tiene el rey. Nombra a los ministros

• el poder legislativo lo tienen las Cortes con el rey; Las Cortes son bicamerales:

el Congreso de los Diputados y el Senado. Los senadores los elige el rey a propuesta de los electores de cada provincia; la elección se realiza entre tres candidatos por provincia (es lo que se llama una terna). El Senado no es elegido por los ciudadanos. El Congreso lo eligen los ciudadanos con derecho al voto;

se pedían una serie de condiciones a los candidatos a diputados: edad, educación, nacionalidad, y un nivel de renta.

• el poder judicial lo tienen los jueces

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• hay declaración de derechos; el Estado no es confesional, aunque no existe una declaración taxativa de libertad religiosa, ni prohíbe la existencia de otros cultos.

• el sufragio es masculino, directo y censitario.

A) La desamortización eclesiástica, 1836

Entendemos por desamortizar, poner a la ventas bienes muebles e inmuebles, que hasta entonces habían estado retirados del mercado. Estos bienes en muchos casos provenían de siglos pasados : fincas, palacios, objetos de arte, aperos de labranza, animales, etc que había pertenecido a una familia y habían pasado de generación en generación sin poder dividirse, alquilarse o venderse, los heredaba el hijo mayor, son los bienes de mayorazgo. Podían ser propiedad de instituciones: la Iglesia, las Órdenes Militares, o de particulares que poseían un título nobiliario: el señor duque de Alba, o de burgueses enriquecidos que habían instituido, conforme a las leyes vigentes en siglos pasados, un mayorazgo.

Mendizábal, como ministro de Hacienda, consideraba que poner a la venta la gran masa de bienes vinculados iba a favorecer a la economía del país y a las arcas del Estado, exhaustas desde hacía años, y se iba a crear una clase social de propietarios medios que iban a apoyar con todas sus fuerzas a los liberales que había logrado acabar con estamentos, privilegios ancestrales y demás; por supuesto la Iglesia perdería la mayor parte, a ser posible toda, su riqueza y no tendría más remedio que agachar la cabeza ante el liberalismo. La nobleza, ya sin privilegios desde las Cortes de Cádiz, y con autorización para vender sus tierras desde el reinado de Fernando VII, perdería lo poco o mucho, según los casos que aun tuviera, además, los nobles ¡tendrían que trabajar para vivir!

Lo cierto es que las leyes de desamortización eclesiástica, que fue la primera y conocida como desamortización de Mendizábal (1836), solamente afectó a los bienes de la Iglesia y de las Órdenes Militares.

Había algunas excepciones en las instituciones que se desamortizaban, por ejemplo:

C) los bienes de las órdenes religiosas que se dedicaban al cuidado de los enfermos y los pobres

D) los de las misiones en Filipinas.

Para llevar a cabo el proceso desamortizador, primero se dictaron las leyes necesarias para suprimir la mayoría de las órdenes religiosas, excepto las mencionadas anteriormente, después se concentró a los monjes, frailes y monjas en pocos conventos o monasterios de su propia orden y así conseguir edificios vacíos que poder vender, después se confiscaron los bienes de la Iglesia que pasaron a ser bienes nacionales, y una vez repartidos en lotes y tasados, se fijaba el precio de salida en subasta pública.

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Consecuencias de la desamortización eclesiástica

1- Ruina del patrimonio artístico español

2- Los arrendatarios vieron como el precio del arrendamiento subía de año en año a gusto de los nuevos propietarios. Mayor empobrecimiento de los campesinos no propietarios

3- No se consiguió sanear la Hacienda, pero sí se consiguió armar la quinta de los 100.000

4- Abandono de inmensas extensiones de tierras de labor que no se pusieron en cultivo y que se convirtieron en cotos de caza o dehesas de ganado bravo.

5- No nació una nueva clase media agraria, sino que la burguesía de negocios, habitante de las ciudades, hizo “el negocio” comprando los conventos de las ciudades donde vivían y tras derribarlos, construir edificios de viviendas. En otros casos fueron los ayuntamientos quienes compraron el convento, lo derribaron y su lugar está ocupado por una plaza (en Madrid hay un montón: Tirso de Molina, Santo Domingo, Red de San Luis, Latina, ...).

6- El campesinado no pudo acceder a la compra de las tierras desamortizadas.

IV.- El embrión de los partidos políticos liberales.

Como se ha dicho anteriormente existen en Europa, y por tanto en España, dos corrientes liberales: los doctrinarios y los que aquí llamamos progresistas.

Los doctrinarios o liberalismo doctrinario

Esta corriente nació en Francia y se difundió por toda Europa; en España tiene algunos antecedentes en los postulados de los ilustrados del XVIII como Jovellanos.

Ideario:

• Defienden que los más capaces para gobernar, son aquellos que deben hacerlo.

Los más capaces son los que, teniendo razón (estando en posesión de la verdad), tienen capacidad (fuerza, pero no violencia) para imponerla. Evidentemente no todas las personas reúnen este requisito, con lo que ya van eliminando posibles aspirantes a gobernantes.

• Solamente podrán elegir a los más capaces los mejor preparados porque ellos son los que saben cuáles son las facultades más adecuadas para el buen gobernante. Por tanto defienden el sufragio censitario.

• La soberanía no reside en la Nación, conjunto de todos los habitantes de un país, sino en la inteligencia, en la élites. Es mejor para todos el gobierno de los mejores que el gobierno de todos.

• ¿Quiénes son los mejores?, los ricos, los cultivados. En 1844, según el Diario de Sesiones del Congreso un diputado expresó, sin que nadie se asombrara o discrepara, lo siguiente “la pobreza, señores, es signo de estupidez”

• Defienden, por consiguiente los partidos de cuadros: pocos afiliados pero selectos. Prefieren la calidad a la cantidad.

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Los progresistas

• Defienden un gobierno de los mejores, con sufragio censitario, porque la mayoría de los españoles - más de un 80% de analfabetos - no estaba preparada para decidir qué persona o personas debían asumir la dura tarea de dirigir los destinos de España.

• Defienden todo tipo de reformas políticas, sociales y económicas que beneficien a la burguesía, a las nacientes clases medias que siempre serán sus votantes más leales.

• La soberanía recae en la Nación sí, pero no en todos los habitantes de España, solamente en los votantes.

• Admiten un tímida libertad de culto, aunque muchos de ellos eran acérrimos anticlericales y bastantes pertenecían a la masonería.

• Son un partido de cuadros con una base más amplia que los doctrinario

Es ocioso decir que todo esto solamente se refiere a los varones, las mujeres desde la primera - la Regente, o su hija la reina Isabel II - hasta la última de las españolas son consideradas incultas per se para la vida política que “solamente es para los hombres”.

V .- La Regencia de Espartero

Desde 1837 a 1840 regresaron muchos exiliados políticos y se celebraron elecciones que dieron el triunfo a los moderados. Fueron 3 años de mucha inestabilidad. El poder militar estaba protagonizado por los generales mas prestigiosos: Narváez, liberal moderado, y Espartero, progresista. La rivalidad entre estos dos generales se prolongará durante todo el reinado de Isabel II.

Acabada la guerra carlista, el general Espartero fue considerado como el salvador de la Patria, la Regente, quedó algo relegada debido a la situación personal que vivía.

Mª Cristina había contraído matrimonio secreto con un sargento con el que tuvo 8 hijos.

Los últimos años de la Regencia de Mª Cristina fueron malos desde el punto de vista económico, además de la guerra civil, los ánimos estaban caldeados entre los españoles.

En el verano de 1840 la Regente con su hija Isabel marcharon a Barcelona. Estando allí se terminó de discutir en las Cortes la Ley de Ayuntamientos que pretendía, entre otras cosas, que el alcalde - que desde la Edad Media era elegido por los vecinos del lugar - fuera nombrado directamente por el rey. Las protestas y la crisis política se venía venir.

Espartero aconsejó a la Regente que no sancionara la ley, pero aquélla desoyó el consejo, sancionó la ley, y en toda España, pero fundamentalmente en Barcelona, se organizó un motín de tal categoría que obligó a la Regente y su hija a huir hasta Valencia, desde allí a Marsella y luego a París donde conspiró junto a los moderados contra el gobierno del general Espartero.

La regencia de Espartero empieza en octubre de 1840 y acaba tres años después.

Durante estos tres años los progresistas estuvieron en el poder, la Hacienda iba de mal en peor, las conspiraciones eran numerosas, incluyendo pronunciamientos militares

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como el del general Diego de León, y el Regente estaba convencido de que había que dirigir España como un cuartel - se habla de la dictadura de Espartero -. La gota que colmó la paciencia de bastantes españoles fue la reforma del arancel el 9 de julio de 1841. Los catalanes pusieron el grito en el cielo porque consideraban que aquello era la ruina para su industria. Los dueños de fábricas y comercios del textil catalán se vieron amenazados por la política librecambista de Espartero que permitía la entrada de tejidos británicos mas baratos y de mejor calidad. Se acusó al Regente de “haberse vendido a los ingleses” y comenzaron los alborotos y en 1842, Barcelona se levantó en armas contra Espartero. Allí lucharon unidos obreros y empresarios, campesinos y terratenientes. Para arreglarlo, Espartero prohibió las asociaciones obreras (es decir, que ya estaban organizadas) y amenazó con bombardear la ciudad. En diciembre, y ante la negativa de los barceloneses a rendirse, las baterías del castillo de Montjuich dispararon sobre la ciudad. Resultado: varios centenares de muertos y 400 edificios destruidos.

Aquello fue el principio del fin de Espartero, en las elecciones de 1843, el regente hizo todo lo posible para que sus partidarios - llamados los ayacuchos - fueran

“colocados” en puestos claves. Le salió mal, sólo consiguieron 70 escaños. Espartero ordenó disolver las Cortes recién elegidas, pero toda la clase política unida se lanzó contra él, de forma que el general don Baldomero Espartero, duque de la Victoria, Regente de España, comenzó a pensar en una posible renuncia a su posición política. La solución la puso el general don Ramón María Narváez que desembarcó en Valencia, atacó a los partidarios de Espartero en Torrejón, y el 30 de junio de 1843, don Baldomero se exilió rumbo a Gran Bretaña en medio de un profundo desprestigio. Se adelantaba la mayoría de edad de la reina Isabel que contaba solo con 13 años.

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