Os invitamos a:
1. Tomar personalmente el tiempo suficiente para entrar en esta reflexión
2. Compartir la reflexión personal en el grupo
3. Enviar la síntesis de esta reflexión compartida al Comité Nacional para el 15 de mayo de 2010
4.El Comité Nacional hará llegar a Roma la síntesis fi‐
nal en la última semana de junio de 2010
Podéis enviar SUGERENCIAS, INQUIETUDES, etc.
VIVIR NUESTRA VOCACIÓN BAUTISMAL EN Y PARA EL MUNDO HOY
El tema del último Congreso de la Familia celebrado en 2002 fue
“Una Familia en misión”. Recordemos la fuerza que pusimos en la misión Sagrada Familia, una y la misma, vivida sin embargo de acuerdo con la llamada particular de las diferentes vocaciones de la Familia.
¿Cuál es, por lo tanto, nuestra misión común?
No es sino la misión del mismo Jesús, enviado por Dios; “Pues Dios amó tanto al mundo que le dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”.1 Jesús confirma esto cuando dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.2 En la Sagrada Familia entendemos esto como
“anunciar a toda la humanidad que, en Él, está llamada a ser la fa‐
milia de Dios…”.3 siendo y haciendo Familia.
Otra manera de expresar nuestra misión común es la Comunión:
ser personas que congregan, reconcilian, unen, en respuesta a la oración de Jesús: “Que todos sean uno…” 4 Así, nuestro compromi‐
so Sagrada Familia de hacer de todos los hijos e hijas de Dios dis‐
persos, una familia, se puso de relieve en la declaración del Congre‐
so de 2002: “La Comunión es don de Dios recibido y celebrado, y una misión a realizar”. 5
La llamada a la comunión está preciosamente simbolizada en el sueño de nuestro Fundador, cuyo punto central es la inclusión; ase‐
gurar el espacio para abrazar la totalidad; acogiendo la diversidad y celebrando la unidad y la unicidad, ¡allí donde la interrelación es la música de fondo!
•
¿Cuál es nuestra experiencia cotidiana de vida de vivir la misión común, en nuestras familias, en nuestro lugar de trabajo, en nuestra parroquia, etc.?La nueva visión del mundo
Hoy, concebimos una necesidad urgente de comprender nuestra misión común, a la luz de una nueva visión del mundo, que nos invi‐
ta a leer nuestra historia humana en el amplio contexto de la histo‐
ria del universo.
Como cristianos sabemos que la historia de la creación se nos da en los dos primeros capítulos del Génesis – Dios creando el mundo a partir de “un vacío informe y oscuridad caótica”; 6 y Dios vio que todo lo creado era ‘bueno’. Aunque la acción creadora de Dios está bien encajada en un período de siete días, sabemos que no hay que tomarlo en sentido literal, sino que se trata de un proceso evoluti‐
vo.
La nueva visión del mundo desarrollada por las nuevas ciencias, presenta nuestro universo con una larga historia de 13.700 millones de años y no como un producto final, no como una acción ya com‐
pletada en el tiempo. Es la historia de un universo que está en acto continuo de creación; un universo siempre en transformación, ex‐
tendiéndose y abriéndose hasta su pleno cumplimiento, en el que cada cosa está conectada y se relaciona con todas las demás.
¿Está esto de algún modo en contradicción con nuestra historia cristiana?
“Nuestra tradición de fe ha mantenido siempre que hubo un princi‐
pio, un momento en que empezó el tiempo, en el que un enorme poder se cernía, protegía y daba nacimiento a todo lo que existe.
Creemos que toda la creación ocurrió a través del movimiento del Misterio al que llamamos Dios. Creemos que no sólo inició Dios el acontecimiento de la creación, sino que su divina presencia procede en y a través de la experiencia de una continua creación. No obstan‐
te, el Creador no puede reducirse al acontecimiento de la creación del universo que se ha formado, ni Dios está aparte de todo ello. La presencia del Creador en la formación de la VIDA misma está tejida en la textura del universo evidente para quien se toma el tiempo de ver”.7 Si la Creación universo/cosmos contiene la propia Vida y Pre‐
sencia de Dios, en sus diversas formas de existencia, ciertamente revela el Misterio del amor de Dios para el mundo.
Así vemos que tanto la vieja narrativa como la nueva, del cosmos/
universo, se apoyan en Dios como fuente última de todo cuanto existe. La única diferencia está en que, de acuerdo con la nueva vi‐
sión del mundo, Dios en realidad no está “fuera” del universo, sino que está encarnado, habita en la creación, haciendo de ella UNA comunidad sagrada de amor. “Entonces, a pesar de las apariencias, todos compartimos los componentes esenciales de la vida que nos hacen más semejantes que diferentes. En este gran despliegue de vida, la humanidad constituye el universo consciente de sí mismo”.8 Esto subraya la realidad de las interconexiones, las inter‐relaciones de todo el cosmos, del cual la humanidad es solo una parte.
Mientras que la ciencia propone un mundo de relaciones constituti‐
vas, la teología mira hacia un Dios trinitario de relaciones mutuas.
Las personas‐en‐relación son lo que Dios es. Ello implica una con‐
cepción de Dios que es radical y esencialmente relacional y por tan‐
to, toda la realidad creada, es también radical y esencialmente rela‐
cional. 9
• ¿Qué pensamientos, sentimientos, evoca en nosotros lo que hemos leído?
• ¿Qué nueva luz recibimos para la comprensión de nuestro universo?
Nueva visión cósmica y misión común
Esta nueva visión del mundo se fundamenta en la aceptación de que el universo es la revelación principal de Dios (Rom 1, 20) un Dios que es AMOR.
A la luz de esta nueva comprensión, vemos cada forma de ser como parte de un todo más amplio. La conexión es entonces la médula de toda realidad. Considerando de este modo nuestro universo como movimiento dinámico de un todo interrelacionado, interdependien‐
te, estamos obligados a una nueva y más profunda comprensión de todo lo que existe; de cada forma de vida. Existe entonces la llama‐
da a comprender de nuevo nuestra vida como seres humanos, co‐
mo cristianos y como miembros de la Sagrada Familia, con la misión común de ‘vivir y ser familia’; de comunión. Así nuestra misión co‐
mún de comunión tiene que ir más allá de la relación con los seres humanos, de nuestro interés en promover la dignidad humana y nuestro compromiso por los derechos humanos, para abarcar la ex‐
tensa familia en la que San Francisco de Asís colocó “al hermano Sol y a la hermana Luna”. Nosotros, que hemos aprendido a pensar dentro del sistema de una ‘familia humana’, ‘raza humana’, nos vemos ahora impulsados a ampliar horizontes, a abarcar una familia cósmica, un universo familia, una comunidad tierra.
Ser persona‐en‐relación, es estar orientado hacia la comunión, conscientes de que todos los seres de la creación participan de la vida de COMUNION TRINITARIA y “sus diferenciadas relaciones” son un reflejo de esa comunión divina, aunque de manera limitada. 10
¿Acaso lo reflexionado hasta ahora, nos aleja de los problemas y cuestiones de la vida diaria? ¡No, al contrario! ¡Nos acerca más fuertemente y nos compromete en los desafíos y luchas diarias de nuestro pueblo! La experiencia de unicidad y la llamada a la inter‐
conexión/inter‐relación/, aunque limitada, es una experiencia de sanación, de reconciliación, de armonía, amor y paz. Y por lo tanto es una experiencia liberadora y que genera liberación. 11
“El Dios vivo es un Dios de relaciones, que vive en comunión con to‐
do lo creado, en un deseo de unión con todo ser humano. En la Tri‐
nidad descubrimos unas relaciones impregnadas de profundo respe‐
to mutuo, de unidad, diversidad y apertura” 12
• ¿Cómo reconocemos, a partir de nuestra experiencia, esta conexión en nuestra realidad cotidiana?
Nueva visión cósmica y nuestra vocación de Asociados Laicos Sagrada Familia.
“Los Asociados laicos viven su consagración bautismal en y para el mundo de hoy… Contribuyen a la construcción de una sociedad nueva...”13
¿Cuál es esa nueva sociedad que estamos llamados a construir? Es crear un lugar en el que las diferencias no sean causa de división, sino fuente de enriquecimiento. Vivimos en un mundo que parece promover los valores del consumismo, de la competición, del éxito y del logro. Pero la “nueva sociedad” (según palabras de nuestro Fundador) está donde el propio interés se vuelve hacia otros cen‐
tros y se entrega; donde el control y el ‘poder sobre’ dejan paso al servicio afectuoso a los demás; donde se trata a cada uno con res‐
peto y dignidad; donde se rechaza la discriminación y todos tiene las mismas oportunidades para tomar lo mejor para bien del con‐
junto.
En un mundo que ansía ser autosuficiente e independiente, se da la llamada a la interdependencia, confiando y valorando el don en el otro. Hoy día, cuando el mundo tiene sed de poseer, de tener más, la “nueva sociedad” constituye un lugar donde se quiere vivir el es‐
píritu de desprendimiento y del compartir. Éste fue realmente el ejemplo de vida de los Primeros Cristianos14, fuente de inspiración para nosotros en la Sagrada Familia y cuyo testimonio de acción es‐
Hasta ahora, habíamos aprendido a ver la creación como algo exte‐
rior a nosotros, algo que se utilizaba cuando hacía falta. Pero la nueva manera de comprender el mundo nos reta a vernos como formando uno con la creación la primera revelación del amor de Dios y, por eso, creados además ¡a su imagen y semejanza! En re‐
sumen, es apertura para ver en todo la “inspiración de la vida”, es‐
píritu de acogida y gratitud para asumir nuestra responsabilidad en el crecimiento del conjunto. . La “nueva sociedad“ es, por lo tanto, el lugar sagrado donde nos encontramos con nuestro Dios en todo lo que existe y cooperamos con el Creador en la transformación de la historia en el Reino de justicia y de amor de Dios.
“La vocación a la santidad, surge de la consagración bautismal y está íntimamente conectada con la misión de la Iglesia de consagrar el mundo entero a Dios, para transformarlo de acuerdo con la visión (de Jesús) del Reino” 15.
Hay en todo ello una primera llamada: revisar nuestras imágenes de Dios para ver si coinciden con la imagen que tenía Jesús de su Abba.
Porque para Jesús, su experiencia de Dios, no fue solo de sentirse uno con Dios, sino de sentirse amado y empujado a darse por amor.
Para Jesús, Dios siempre es más grande y sin embargo lo encontra‐
ba en lo pequeño, en el pobre y el oprimido.
Para los primeros cristianos la presencia del Resucitado fue un anti‐
cipo y una promesa de que la “nueva creación” es posible (2 Cor 5,17) El conflicto y sufrimiento de la creación no es el final, sino la posibilidad de un alumbramiento nuevo “pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto”
(Rom 8,22)16
Cuatro criterios de discernimiento como seguidores de Jesús:
• Discernir el deseo de Dios por la Vida (su voluntad) desde una opción a favor de los pobres.
• Amar con un amor efectivo
• Encontrar expresar ese amor en las dimensiones sociopolí‐
ticas de la vida.
• Aceptar que este tipo de amor conlleva el conflicto, en la esperanza de libertad y liberación.17
Proclamando el Amor de Dios por el mundo, Jesús nos introduce en un nuevo camino de relación con todo lo que vive. Por el Bautismo, todos estamos llamados a participar en el sueño de Dios.
• A la luz de esta reflexión, ¿qué significa para vosotros,
“construir una nueva sociedad” en vuestra vida concreta?
• ¿Qué impacto produce en nuestra comprensión de Dios?
• Desde vuestra propia reflexión y experiencia, ¿qué otros puntos consideráis importantes para vosotros en la cons‐
trucción de una “Nueva sociedad?”
• ¿Podemos escuchar una llamada a profundizar el Misterio, más allá de lo que vemos y oímos? ¿Cómo expresáis esa llamada?
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Citas 1. Jn 3,16 2. Jn 10, 10 3. Estatutos, Art. 1 4. Jn 17,21
5. Declaración del Congreso 2002 6. Gen 1,2
7. Judy CANNATO “Radical Amazement”, 8. Judy Cannato, o.c.
9. Cfr. Aliento de Vida, Una teología del espíritu creador, Dennis Edwards, pág. 212 ss
10. Cfr. o.c. pág. 222
11. Cfr. Albert NOLAN, Jesús hoy, Una espiritualidad de libertad ra‐
dical, pp 228‐231
12. Joy, mujer según el corazón de Dios, Carta Mayo 1995, pág. 16 13. Estatutos Asociados Laicos Sagrada Familia, Art. 4
14. Hch 2, 45; 4, 32
15. Estatutos Asociados Laicos Sagrada Familia, Art. 22 16. Cfr. Dennis Edwards, Aliento de Vida, o.c. pág. 182
17. Cfr. Jon Sobrino, El seguimiento de Jesús como discernimiento, o.c. en Dennis Edwards, pp. 253‐254