• No se han encontrado resultados

Desde la Puerta del Sol

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2021

Share "Desde la Puerta del Sol"

Copied!
15
0
0

Texto completo

(1)

Desde la Puerta del Sol

La Puerta del Sol madrileña, en la que se encuentra el punto kilométrico 0 de España, creemos es un buen enclave para formalizar un juicio de lo que pasa en el país, lo que podemos alargar a Hispanoamérica y al resto del mundo. Con esa idea nos hemos situado junto el oso y el madroño, desde donde saludar a nuestros amigos

o hace mucho comentábamos que los mayores intelectuales de la nación, tales como Javier Bardem, Penélope Cruz, Pedro Almodóvar y otros parecidos, no de-cían ni pío de cómo andaba el país con el coronavirus,

lo mal que lo estaban haciendo los políticos –curiosamente de su cuerda–, lo poco que aparecían para echar una mano con el fin de aportar ayudas, poniéndose a disposición de los que estaban en los hospitales o recluidos en sus casas, y que son los que les han proporcionado el bienestar del que dis-frutan viendo sus películas. No sabíamos si andarían por sus nobles viviendas de España, o por las que tienen por ahí en lugares idílicos, disfrutando de la vida o también encerrados entre cuatro paredes. Estábamos equivocados al pensar que les importaba una higa cómo andaban los españoles, o qué les sucedía a gentes de otros climas que tenían parecidos problemas. Hemos de pedir disculpas, pues ahora hacen acto de presencia demostrando toda su preocupación al respecto. Información que nos llega a través de OKdiario, de la siguinte forma expresada:

Los españoles Pedro Almodóvar, Penélope Cruz o Javier Bardem, además de Cate Blanchett, Julianne Moore, Robert de Niro,

Ma-donna y otros doscientos artistas de todo el mundo apoyan un movimiento que quiere redefinir nuestro comportamiento tras la crisis del Covid-19.

En el documento firmado por una veintena de premios Nobel se muestra la preocupación de los firmantes por la epidemia de coronavirus. «La pandemia de la covid-19 es una tragedia, una crisis que, sin embargo, nos invita a plantar cara a cuestiones esenciales. El balance es simple: los «ajus-tes» no son suficientes, el problema es estructural. La catástrofe ecológica en curso revela una meta crisis: la extinción de la vida sobre la Tierra está fuera de duda y todos los indicadores apuntan a una amenaza existencial directa. A diferencia de una pandemia, por muy grave que sea, se trata de un colapso global cuyas consecuencias no tienen parangón. Hacemos por eso un llamamiento

so-¡Toma ya!,Emilio Álvarez Frías

La cacerola y la corneta, Manuel Parra Celaya

Rumores versus certezas,

Constantino Quelle Parra

Este señor desconocido La sociedad cautiva…, Consuelo Madrigal Martínez-Pereda

Las otras barreras líquidas que nos separan, José Manuel Cansino Muñoz-Repiso

Et plus ultra, Enrique García Máiquez

La perversa inercia de la alarma,

Roberto Blanco Valdés

La verdad y el estado, Raúl Fernández

Otro bulo desenmascarado,

(2)

lemne a dirigentes y ciudadanos a sustraerse de la lógica predominante para trabajar en una reforma profunda de los objetivos, los valores y las economías.

Sin duda ellos han tomado el toro por los cuernos y van a arreglarlo con sus claras y lúcidas palabras. ¡Tienen la solución! Solo falta que los imbéciles que vivimos el problema nos pongamos en marcha de acuerdo con sus proclamas, las de los premios Nobel que no mencionan y la de sus excelencias. Echando mano, como ayuda, de la niña Greta Thunberg, por ejemplo, que de cambio climático sabe cantidad, o de Soros, ya que con la colaboración de las ONGs que controla se podrá llegar a dar de comer a todos los necesitados de los desiertos de África, más otros bien forrados que intentan globalizarnos para hacerse con el control del mundo mundial. Entre todas esas lumbreras seguro que se resuelven todos los problemas existentes en la humanidad. Y el Covid19, y todos los otros virus, les dirán amén y desaparecer como por arte de

ma-gia.

Sin duda nuestros notabilísimos cineastas son unos golfos. Y encima los aplaude el pueblo soberano que padece la pandemia mientras ellos disfrutan ampliamente de la vida. Si este pueblo soberano fuera consciente, cuando pase este trago tan duro que estamos viviendo, haría un profundo examen de conciencia y llevaría a cabo una buena limpieza entre lo que se arrastra por el suelo.

Para invitar a un trago a los mencionados intelectuales de estas y otras latitudes, nada mejor que hacerlo con un botijo Poseidón,

de la firma «Clareli, Unique & Artistic botijos», que puso a trabajar a alfareros y artistas del pincel para conseguir plasmar debidamente el tridente que suele portar el dios de los mares, ríos y océanos, rematándolo con tres pitorros.

l hecho se va repitiendo y, nunca mejor dicho, va por barrios; concretamente, por las callejuelas basatunizadas de varias localidades navarras y, hace pocos días, por la otrora Villa de Gracia, en Barcelona, casi devenida ahora en arrabal del separatismo.

Resulta que el personal sanitario de una residencia de ancianos de este lugar, en vista de que sus insistentes demandas y reclamaciones a los poderes municipales y autonó-micos eran respondidas con el vuelva usted mañana del funcionario incapaz, llamaron a la Unidad Militar de Emergencias para las urgentes tareas de desinfección. Allá fueron los soldaditos y llevaron a cabo su cometido, bajo el sonido innoble de una cacerolada

de algunos vecinos, indignados porque fuera el Ejército español el que evitara que cre-ciera, aun más, el número de ancianos fallecidos y abandonados a su suerte.

Repetitivo: lo mismo les hicieron a los Cazadores de Montaña que, armados con fregonas, aparatos de desinfección y miles de litros de lejía habían saneado la estación y el marcado de Pamplona, así como otras instalaciones civiles en diversos pueblos y ciuda-des. Otros vecinos, bien es verdad, los felicitaban, pero el sonido de las cacerolas se imponía a los parabienes. Se ve que la concordancia que existe entre los secesionistas

(3)

de uno y de otro lugar se transmite, a modo de consigna, entre sus delirantes mesnadas, con el común leit motiv del odio.

Odio y, a la vez, estupidez, pues las agresiones de las cacerolas iban destinadas a quie-nes les estaban prestando un servicio, en evitación de que el maldito Covid 19 hiciera mella en los abuelos, padres e hijos de quienes abollaban frenéticamente los utensilios de cocina. Odio, estupidez, fanatismo y villanía.

Nombrar simplemente al Ejército español, aunque sea para funciones de desinfección en esta grave crisis, es, para los separatistas, mencionar la bicha; los uniformes son, para estos energúmenos, el equivalente a la ristra de ajos para los vampiros; y los valores que encarna la milicia –patriotismo, abnegación, servicio, disciplina, sacrificio, honor…–

serían, de trasplantarse a la sociedad civil, equivalentes a la estaca en el corazón, en el caso de que lo tengan los balconeros de las cacerolas. Quizás, en el fondo, se trata de un miedo cerval a que esos valores –

de transmitirse– lograran la

desinfec-ción en España de otro tipo de virus:

el de la insolidaridad y el segregacio-nismo.

De ahí que haya encabezado estas lí-neas con dos símbolos contrapuestos: la corneta y la cacerola, por no decir la palangana. El primero de ellos evo-ca, en el ciudadano normal de cual-quier nación europea, la defensa co-mún, la convivencia en seguridad, la voz del mando que sabe lo que hay que hacer en cada momento (a diferencia de los políticos), la llamada al individuo para arrimar el hombre y pasar del yo al nosotros, la abnegación ante el peligro, en este caso, de un contagio.

La voz de la corneta es equivalente, mirando hacia atrás en el tiempo, al sonido de las campanas en los pueblos, cuando el reloj de la Plaza del Ayuntamiento no ejercía (también como los políticos); aquellos toques eran distintos para cada ocasión, e invitaban a orar, a acordarse de un difunto, a celebrar un nacimiento, a avisar de una emergencia, a cubrir los fuegos, para que no se provocaran incendios… como los que es-tán arrasando algunos de nuestros territorios, tanto en los cuerpos –el coronavirus–, como las mentes –el irracional separatismo–.

Los sones de la corneta, como los de aquellas campanas, son claros y diáfanos, exigentes y, también, alegres; invitan a actitudes recias, resueltas y entregadas. El soldado que tiene esta misión debe conjugar pulmones y labios, nunca desafinar ni equivocarse, y

acertar con la melodía; el beso del corneta en la boquilla insufla un aire de vida, de juventud y de esfuerzo común.

La cacerola golpeada, por el contrario, invoca el temor de quienes solo se sienten seguros tras sus balcones, para que no entre en sus casas y en sus almas este soplo vital, juvenil y esforzado que convoca a la unidad. Es miedo y destemplanza en su sonido, que hace chirriar los oídos y, en su anonimato cobarde, carece de melodía. En ocasiones, no es de extrañar que se trate de estómagos agradecidos, que no tienen el decoro de serlo ni el inconveniente de abollar los utensilios de cocina una vez han llenado sus asquerosas tripas.

(4)

Música de cacerolas se dice en el argot popular para desacreditar una mentira, una falacia, un argumento falso, una doble intención; y aquí todo cobra sentido cuando se golpean contra los soldados para reivindicar la sinrazón más absoluta.

Nuestro Ejército, el de todos, está dando, como siempre, una lección de disciplina, de servicio y de humildad. Como lo hacen los compañeros de estos soldados en Misiones Internaciones, cooperando en luchas comunes contra otros peligros y riesgos de nuestras sociedades. No merece que los que están ganados por el odio les vituperen desde la comodidad y el egoísmo.

Acordémonos también, cada atardecida, con los aplausos y las oraciones, de nuestros soldados que están de servicio permanente, junto a otros españoles de la primera línea

contra la pandemia. Y pidamos también a Dios, por otra parte, que aleje de nuestros corazones cualquier resquicio de odiar y de desear el mal a los energúmenos de las

caceroladas, como hacen ellos. Aún hay clases…

ntes de iniciar esta reflexión, una explicación: Soy cristiano, y como tal, buscador de la verdad. No soy de los que ya la han encontrado; soy de los que siempre es-tán en el camino, jamás en la meta: lo trascendente se encuentra en el horizonte de las posibilidades humanas.

Y por cristiano, soy católico, traduciendo este sintagma por amante de lo humano a nivel universal: El Evangelio no habla de cómo es Dios, eso lo hacen el resto de las religiones,

el Evangelio, quien lo lee, lo sabe, nos muestra cómo es el hombre que busca a Dios…

en el prójimo.

Desde esta perspectiva busco la verdad de lo que está sucediendo. Sin más ideología que la de intentar saber, con ánimo de discernir, teniendo presente las palabras del Papa cuando habla del discernimiento: «A veces, el discernimiento nos insta a hacer exactamente lo que tenías al principio pensado que harías más tarde». No juzgo si la actuación de ahora es la más correcta o debe-ríamos haberla iniciado antes (tiempo habrá). Lo cierto es que hoy escribo lo que pensaba escribir más tarde. Luis Buceta, en este mismo lugar, ha dicho que «los cris-tianos tenemos el fundamento para comprender y encu-adrar cosas y situaciones». Debo ser la excepción. Ni encuadro, ni comprendo. Y es desde esta situación des-centrada (palabra que tradujeron los cristianos de las olimpiadas griegas con el término «pecado» y que expli-caba el error de la flecha del tiro con arco al no dar en el centro), que escribo esta refle-xión Reflerefle-xión, no política, simplemente, humana. Y por humana, evangélica y tradicio-nal, como el Cantar de los Cantares o el libro de Ruth, textos, que de tan humanos, ele-van los cuerpos hasta las moradas celestiales.

(5)

Soy pecador, como nuestro querido Papa, y desde esta feliz culpa, que diría San Agustín, confieso los rumores que rondan en mi mente:

No he salido de casa; una vez más me viene a la cabeza la historia de las vírgenes prudentes, ahora los entendidos dirían que padecían del síndrome del mito de la caverna o de agorafobia. Las imprudentes salieron corriendo: ¿su síndrome era otro: la claustro-fobia? Las ingenuas, se quedaron compuestas y sin novio, las actuales, por insensatas ¿han vuelto a propagar el mal?

La insensatez no se habla con el discernimiento. Si es obligado llevar mascarillas en los autobuses, metros, etc. ¿Por qué estos miles de runers (claustrofóbicos), que han nacido por generación espontánea, van a pelo, sin protección alguna? ¿No son conscientes que tras uno o dos kilómetros corriendo, la respiración se vuelve más agitada y, como conse-cuencia, están expulsando miles de partículas que contaminan el aire por el que circulan?

Corran… corran… ¡a los corros! Tonto el último. Y al llegar se paran en tertulia. No es un

rumor, es una certeza.

Y el mal, como ayer, se sigue propagando ¿Por qué se ha per-mitido su expansión, callando las voces que estaban denuncián-dolo? Es sabido que el doctor Li Wenliang, alertó, en diciembre pasado, de esta pandemia, las autoridades de Wuhan le hicieron callar porque, al parecer, propa-gaba rumores; Li, murió por el coronavirus intentando salvar a los contagiados. No sabemos su creencia, pero confío en que él, junto a tanto sanitario y agentes del orden, que han entregado su vida por los demás, haya encontrado al final del camino, la añorada meta.

Los sanitarios piden menos aplausos y más protección ¿Por qué no pedimos todos más sensatez?

Los grupos sanguíneos 0 y A ¿son menos propensos a adquirir el virus?

A los diferente virus de la gripe, les cae mal el ácido acetilsalicílico, paracetamol e ibupro-feno, luego, cada año, nos ponen la vacuna contra el virus concreto. ¿El actual, no tiene familia? ¿Tan diferente es esta neumonía, que la vacuna para matar los neumococos de siempre, y que se pone una vez en la vida, no sirve para, al menos, ralentizar la expan-sión del COVID 19?

Tomar vitaminas D3/K2 para compensar la falta de rayos de sol que precisa el organismo, ¿es cierto, o no?

Parece ser que cuando llegue el verano el virus quedará aletargado hasta el retorno de los fríos. La gripe A (H1N1) en el año 2009, tuvo su mayor pico en el mes de Julio ¿Fake new?

¿Es una broma la sugerencia de algunos políticos (no me refiero a la locura de inyectar desinfectante), que fuera y dentro del país han dejado caer que es preferible sacrificar a los mayores, en aras de salvar a los jóvenes y a la economía? (mezclar estos sustantivos es cruel e inhumano) ¿Acaso los mayores no se han sacrificado para que los jóvenes

(6)

estén aquí y disfruten de la economía que han heredado? Si vuelve el coronavirus ¿se les pagará con la moneda del César o con los «talentos» (moneda antigua y discerni-miento nuevo), que de Dios hemos recibido?

¿Qué quieren decirnos con la paradoja de «la nueva normalidad»? Si es nueva, no sabemos cómo prepararnos para recibirla, al desconocer cómo es ¿no sería más lógico afirmar que vamos hacia una normalidad nueva, por tanto indeterminada (la normalidad, no la novedad)?

Tendremos vacuna, sí, pero ¿nos ocurrirá lo mismo que con el fiasco de las mascarillas, guantes, respiradores, etc.? Recordemos la fábula de la cigarra y la hormiga ¿estamos preparando su posible adquisición y/o distribución?

Y por no hacer esta reflexión más larga ¿controlando las aguas residuales, no podrían anticiparse a las pandemias, los microbiólogos ambientales? ¿Al detectarse el virus en las aguas, antes que los síntomas en los cuerpos, no nos adelantaríamos a los posibles rebrotes de la pandemia?

Estos y otros rumores o certezas circulan por las neuronas de un cristiano de a pie, que como tal, se preocupa por su prójimo. Ud. querido lector, creyente o no, seguro que tiene otras certezas de las que duda ante la presente crisis.

Esto no es política, es intentar, como cristiano, buscar la verdad en los signos de los tiempos, tal y como predicó Jesús hace veintiún siglos ¿será esta la razón por la que, tanto políticos como religiosos, en aquellos tiempos, que con Cristo siempre son éstos, aunaron fuerzas para quitárselo de en medio?

Este último interrogante excede la problemática del COVID 19, pero atañe, como él, a la entera humanidad.

es D. José Martín Corrochano, comandante de la UME y responsable de la puesta en marcha del Palacio de Hielo como morgue improvisada con su equipo de 150 personas. Ha participado y liderado despliegues en riadas, incendios y otros desastres naturales en los últimos años, y en esta ocasión se encargó de las tareas funerarias y traslado de los féretros.

A diario, leía uno por uno, los nombres de todos los fallecidos y rendían honores como si de soldados de sus propias filas se tratara, deteniéndose uno a uno frente a ellos, la mayoría de días con 150 fallecidos. Al ser un hombre creyente, él perso-nalmente hacía una oración por ellos, a diario, como el mismo dice, su único interés es que los familiares de los fallecidos sepan que los suyos no han estado solos en su adiós. Ordenó trasladar los féretros únicamente de 4 en 4 aunque hubiera que hacer el triple de viajes diarios, para que no fueran amontonados en las furgonetas, porque los muertos merecen un respeto. Su equipo dice que fue el primero en entrar y el último en salir del Palacio de Hielo.

Nuestro homenaje a él y los 150 miembros de su equipo, algunos de esos héroes sin capa de esta crisis.

(7)

(El Mundo)

Fiscal de Sala del Tribunal Supremo y académica de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación

l control de la acumulación de poder es el gran problema de la política. La democracia, único medio para alcanzar ese control, es la forma de gobierno de las sociedades abiertas que trajo la modernidad, en las que los individuos adoptan decisiones propias y participan en el ejercicio del poder, en contraposición a las sociedades arcaicas, tribales o colectivistas. Karl Popper jugó con la hipótesis incon-cebible de una sociedad abstracta en la que los hombres no se encontrasen nunca cara a cara, donde los negocios fuesen concertados telemáticamente por individuos aislados. En esa sociedad despersonalizada, la vida transcurriría en el anonimato, el aislamiento y el infortunio. Esa hipótesis inconcebible se ha hecho realidad: muerte, enfermedad, pérdida de seres queridos, temor al contagio propio y ajeno, inaccesibilidad al diagnóstico y al tratamiento, inexistencia de instrumentos de protección. A tanta aflicción se han sumado la impotencia del aislamiento y la amargura de la soledad. La tecnología propor-ciona recursos comunicativos e incluso impone una hiperconectividad, sustitutoria de la satisfacción emocional. Triste sustituto que ha sido –lo sabemos–, manipulado,

monitori-zado y pervertido desde el poder. Y aun con el alivio adictivo de la conectividad digital, los usuarios de internet, aislados y asustados, somos incapaces de vivir una vida común no monitorizada, incapaces de articular –más allá de la cace-rolada– un sujeto liberador, un no-sotros que haga valer su existencia y su libertad.

Por el confinamiento, muchos, de-masiados, han perdido, tal vez irremediablemente, trabajo, negó-cios y oportunidades. Algunos aún deben tributar por actividades no realizadas y ganancias no recibidas. Todos nos hemos empobrecido. Y, como siempre, unos pocos han hecho negocio. Pero el más sucio de los negocios es la apropiación ilícita de poder; la que aprovecha el miedo, el cautiverio y la postración de la sociedad.

En primer lugar, padecemos el tardío abordaje de una crisis sanitaria –que no de orden público– mediante la privación de libertad bajo una coerción policial, innecesaria sobre una ciudadanía mayoritariamente responsable; padecemos la exasperación de esas medidas en contra de la propia ley de estado de alarma que, como regla general, impone la libertad y sólo como excepción temporal, su restricción y cuyo artículo 1.2 somete to-da intervención a los principios de proporcionalito-dad y necesito-dad, que no han sido apli-cados a los ciudadanos sanos. Nos preguntamos por qué se carga el peso de los sacri-ficios sobre los profesionales y los ciudadanos, sin dotarles de los mecanismos de diag-nóstico y protección que hubieran minimizado la carga y aliviado el sacrificio. La pregunta es tan pertinente como el debate sobre las confusas y contradictorias respuestas que hasta ahora se han recibido.

(8)

Constituye un ejercicio antidemocrático de poder la imposición encubierta, y sin el control interno y europeo, de un verdadero estado de excepción, en el que se restringen severa-mente los derechos, bajo cobertura de la prórroga del estado de alarma que garantiza al Gobierno el mando único en la fase aguda de la excepcionalidad y en la vuelta a la ya imposible normalidad. Ante una sociedad cautiva, se han dictado sucesivas órdenes ministeriales, de inmenso calado económico y fuerte compromiso de derechos, y un sinfín de decretos leyes restrictivos de derechos fundamentales, frecuentemente oportunistas, sobre materias que poca o ninguna relación guardan con las razones sanitarias y de orden público que formalmente demandaron el estado de alarma.

En su cautiverio, la sociedad ha asistido al cierre del portal de transparencia del Gobierno, la imposición de filtros a las preguntas de la prensa, la financiación pública oportunista de medios de comunicación vasallos, la restricción en la difusión de mensajes y la eva-luación de la verdad o falsedad de las noticias y los enunciados. En nuestro mundo

relativista, la verdad se ciñe a la iden-tidad entre nuestro pensamiento sobre las cosas y la realidad de las mismas cosas. Algo que guarda relación con la investigación y el juicio y que se con-creta en la búsqueda de la verdad. A este uso común se añade un rasgo relacionado con la fe. Decir que una proposición, opinión o noticia es un bulo es invocar una norma que rige la fe y el juicio, para afirmar que esa proposi-ción, opinión o noticia es indigna de asentimiento, no debe ser creída. Pero, ¿quién se erige en autoridad normativa de lo falso para separarlo de lo verdadero que-debe-ser-creído? ¿Por qué y para qué lo hace? Las respuestas a estas preguntas se han tornado amenazas para quienes hemos asistido al impúdico reconocimiento oficial de la monitorización de redes sociales y escuchado en palabras de su máximo responsable en esta crisis, que la Guardia Civil destina parte de sus esfuerzos a minimizar la crítica al Gobierno, para comprobar después que los conte-nidos interveconte-nidos son los que guardan alguna relación, siquiera lejana o indirecta, con el cuestionamiento de la gestión y la versión oficial de la crisis.

Y, todo, al tiempo que los medios de comunicación vasallos nos martillean la represen-tación idealizada del heroísmo de los profesionales (esos que son enviados al trabajo sin condiciones ni protección) y los diversos formatos del mensaje, irisado y pueril, de que «resistiendo», «todo acabará bien».

Siempre debe frenarse la ilegítima apropiación de poder por parte de los poderes legíti-mamente constituidos. Algunos creen que esto solo es necesario cuando lo hace la dere-cha. Asumen acríticamente que la salud y la seguridad, exigen la restricción de nuestras libertades o minimizan su importancia, sin pensar que las amplias facultades ya otorga-das son peligrosas, pueden ser utilizaotorga-das equivocadamente y quizá ya lo están siendo. Los poderes del Estado deben gestionar la crisis y su recuperación, sí, pero han de hacerlo bajo estricto control de las instituciones democráticas, apoyadas por una ciuda-danía activa, cuya acción crítica, a riesgo de introducir malestar y tensión, contribuya a la construcción de la ética pública. Si descuidamos la vigilancia y si no fortalecemos las instituciones democráticas de control, dándole más poder a quienes ya lo ejercen, no viviremos ya en una sociedad abierta. Habremos perdido nuestra libertad y no será una pérdida temporal.

(9)

Al margen de las cifras manipuladas, la magnitud del desastre se mide ya en términos de derrumbe social, moral y económico. En la falta de credibilidad de un sistema que sí dejó atrás a muchos, a todos los mayores de 80 años a quienes, en residencias y domicilios, se negó la hospitalización, el tratamiento y las pruebas diagnósticas, sin dis-cernir situaciones concretas; que envió y mantiene en primera línea sin protección, a los profesionales de la salud y el orden público, cuyo heroico esfuerzo es en sí mismo el más elocuente reproche; que sigue sin ofrecer tests a los profesionales, a los enfermos y a la población confinada y sin reconocer las espeluznantes cifras de fallecimientos de las que dan cuenta los datos comparados del Registro Civil.

La recuperación es un apremio moral fundado en los apremios del dolor y el sufrimiento. Muchos creemos que la solidaridad guarda relación con la evolución humana y que vale la pena ejercerla a la hora de encarar –en el sentido genuino de visión de la cara de otro– el futuro deliberando juntos, sin exclusión alguna, sobre los hechos y el alcance de los deberes respectivos. Nuestra sociedad, pese a la estupefaciente industria del entre-tenimiento y la propaganda oficial, es capaz de elevar el punto de mira y repensar los grandes temas de la justicia social, la libertad personal y de empresa, capaz recuperar la actividad económica que pueda acabar con el paro y la pobreza. Los ciudadanos seguimos siendo la gran esperanza de la política pero ahora, más que nunca, hemos de luchar por el Derecho y por los derechos, amenazados por la enfermedad, la parálisis económica, la revolución tecnológica, la manipulación digital y los abusos del poder. Hemos dado muestras de compromiso y responsabilidad y estamos dispuestos pero los responsables públicos no deben engañarse.

Ningún sacrificio más podrá exigirse, nada será posible, sin un reconocimiento público de la magnitud de la tragedia, sin el duelo, la memoria y la honra de sus víctimas, sin un análisis serio de todas sus causas, de las acciones y omisiones concurrentes en cada caso, sin la investigación y evaluación de la imprevisión y las dejaciones, de las probables imprudencias y los posibles fraudes, sin la exigencia de las responsabilidades que en su caso resulten, sin la pronta rectificación de los errores, la reparación de los daños y la compensación del sufrimiento. Es lo mínimo que debe ofrecerse a ciudadanos libres dispuestos a asumir esfuerzos.

(La Razón Andalucía)

ace unos meses el Tribunal Administrativo de Navarra (TAN) anuló la exigencia de euskera como requisito para el acceso a varios puestos de la plantilla orgánica de 2018 del ayuntamiento de Berrioplano, al noroeste de Pamplona. Ahora el Juzgado Contencioso-Administrativo nº 2 de Pamplona ha desestimado el recurso inter-puesto por el Ayuntamiento de Berrioplano contra la resolución del TAN, ratificando la resolución de este Tribunal. El TAN no sólo aplica la ley con diligencia sino que, además, refleja perfectamente la realidad social navarra. A modo de ejemplo reciente, de un estudio sociolingüístico sobre la demanda de las familias con menores de 0 a 3 años en las escuelas municipales hecho a 1.000 familias pamplonesas, resultaba que el 66% de las familias optarían por el castellano con inglés, el 22% por el euskera y el 7% por solo el castellano.

A comienzos de año, poco antes de que la pandemia comenzara a cobrarse vidas en España, el Tribunal Superior de Justicia de las Islas Baleares declaró nulo el decreto que

(10)

regulaba el uso del catalán en la sanidad balear. Este decreto fue aprobado en marzo de 2018 por el Ejecutivo que entonces presidía ya el gobierno de Francina Armengol. El gobierno balear anunció que recurrirá esta sentencia pero, incluso con la vida de las personas en juego y la cantidad de residentes extranjeros en las Islas Baleares, el independentismo pancatalanista sigue regateando el acceso a la información sanitaria en lengua diferente del catalán. Es el caso de Hospital Mateu Orfila en la Isla de Mahón o la información de interés público divulgada por los Ayuntamientos de Es Mercadal en la Isla de Menorca. En el primero de ellos, por cierto, los sanitarios pudieron seguir trabajando gracias a los EPI donados por la familia Mascaró. Nunca será suficiente el agradecimiento a asociaciones como la balear «Mos movem» en la defensa de los derechos civiles.

En 2019 el gobierno de Galicia que preside el popular Alberto Núñez Feijóo lanzó convocatorias para contratar docentes en las que a éstos se les exige el dominio del gallego, precisamente, como «requi-sito» indispensable para optar a la plaza. Ocurre así que mientras el presidente del PP –Pablo Casado–

propone prohibir por ley que la len-gua cooficial sea un requisito indis-pensable a la hora de acceder a un empleo público, el presidente regio-nal de Galicia, también del PP, lo exige. Basta seguir la labor de de-nuncia de la plataforma «Hablamos Español» que lidera Gloria Lago para estar al tanto de la inmersión lin-güística en Galicia.

Ahora que nos afanamos en entender hasta dónde nos podemos mover según la fase de la desescalada en la que nos encontremos, hemos comenzado a valorar la libertad de movimientos. La libertad para visitar a familiares y amigos o, más llanamente, la libertad para ir a donde nos dé la gana. Se escribió con acierto que no hay nada más amado que lo que perdimos.

No siempre los tribunales de justicia españoles han puesto coto a las barreras líquidas que los nacionalismos nos han ido imponiendo. Zancadillas que han truncado proyectos vitales para desarrollar nuestra carrera profesional donde nos hubiera apetecido. Barre-ras que, cuando se denunciaban, los responsables políticos y, en no pocas ocasiones, la propia Fiscalía del Estado, miraba para otro lado mientras que la sociedad del resto de España no se distinguía mucho de la sociedad vasca que seguía jugando la partida de dominó mientras se esperaba a que el juez levantase el cadáver que yacía en el suelo de la taberna.

Escribía hace unos días el filósofo Fernando Savater y miembro del Foro de Profesores que «algún día se escribirá la historia de cómo el estado descentralizado y complaciente de las autonomías terminó pervertido en un insostenible Estado de los nacionalismos». Savater sabe cómo huele la carne quemada de las bombas de ETA.

Ahora que recuperamos progresivamente la libertad de movimientos, estaría bien que en este marco de puesta en valor de lo que se ha perdido, sentemos las bases de un borrado de las barreras líquidas que se nos fueron poniendo. Sus inspiradores no lo van a poner nada fácil. Hace sólo unos días, un detallado informe de la asociación «Impulso ciudadano» concluía que el 91,5% de la violencia política en Cataluña tras la Sentencia

(11)

del «procés» era obra de independentistas. Quienes con su voto o abstención han facilitado la prórroga del estado de alarma bien pudieran haber arrancado el compromiso de sacar adelante la Ley de la Alta Inspección del Estado. Dijo Gabriel Rufián que en política nada es gratis. En la próxima, a ver si se pone encima de la mesa esta Ley y con ella se abre un tiempo –reiteradamente aplazado– en el que desaparezcan las barreras sólidas, líquidas o gaseosas en una nación de españoles libres e iguales.

(Diario de Cádiz)

s muy extraña, fea e inquietante la poca presencia de los fallecidos por coronavirus en los medios. Pero son tantas las víctimas, que, por el boca a boca de la amistad, te va llegando el luto; también la alegría de los recuperados; y la pena de quienes se curan dejando atrás a su marido o a su mujer.

Soy tan conyugal que estas últimas historias me estremecen especialmente. Aquí he protestado otras veces de la tranquilidad con que se afirma que el matrimonio es sólo hasta que la muerte nos separe, amparándose en una sola contestación cortante que Jesús dio aburrido ya de los saduceos. Entiendo la caridad con los que se quejan de que

la indisolubilidad es una ley muy dura, pues a veces lo es; pero desazona la poca empatía con los que nos lamentamos de que la fatal disolubilidad sea una ley más dura y abso-luta. Hace a la muerte peor de lo que es, porque, además de parárnoslo, nos parte el cora-zón. ¿No tendría que causar esto mayor inquietud entre los creyentes? Como vemos estos días, el amor no acaba; y, ade-más, las almas son inmortales y, encima, los cuerpos resuci-tarán gloriosos. Un poema de Jiménez Lozano se apunta a mi presunta heterodoxia. Se titula Lauda, como es lógico: «Amó a Claudia hasta la muerte, / usque ad mortem, / se leía en el cipo funerario; / y Claudio escribió luego: / et plus ultra. / Crecieron rosas blancas».

Esta crisis nos ha permitido ver la cantidad de matrimonios mayores unidos que hay y cómo el amor había resistido y se había acendrado con el paso de los años. Roger Scruton no dejaba de advertir contra ese tic postmoderno de minimizar y desmitificar todo, destacando sólo lo triste y lo malo. ¿No habíamos olvidado un poco la existencia de tanto amor y tanta felicidad en tantas parejas durante todas sus vidas?

A favor de la indisolubilidad eterna tenemos el as en la manga de la memoria. Un recuerdo tendrá en el Paraíso más intensidad que aquí mientras lo vivíamos. Pero ni así me resigno. «Más fuerte que la muerte es el amor», se cantó, y lo estamos viendo ahora,

(12)

con esas historias que nos llegan y estremecen. «Non omnis moriar», avisó Horacio, convencido de que no moriría del todo gracias a sus poemas, como ha sido. Quevedo dio un paso más y afirmó que la llama del amor sabe cruzar la agua fría de la muerte. Los nuevos viudos y viudas han perdido muchísimo, pero no su amor ni la unión con sus esposos en alma y cuerpo. No los perderán nunca.

(La Voz deGalicia)

l estado de alarma bajo el que llevamos viviendo ocho semanas, y que ayer el Congreso prorrogó por la mínima hasta el día 24 de este mes, hizo posible un confinamiento general de la población española por virtud del cual se limitó muy seriamente el derecho constitucional a la libre circulación de las personas por el territorio nacional.

Pero la legislación de alarma, que el Ejecutivo utilizó para algunas cosas verdaderamente vergonzosas –por ejemplo, modificar la ley reguladora del Centro Nacional de

Inteli-gencia con la finalidad de colocar en él a Pablo Iglesias–, ha gene-rado una inercia tan peligrosa como cierta: ha acostumbrado al presidente del Gobierno y a sus ministros a hacer su caprichosa voluntad, a manifestar pública-mente con total tranquilidad sus más pintorescas ocurrencias y, en fin, a administrar los intere-ses generales sin tener en cuen-ta que las decisiones del Gobier-no, o su simple anuncio, afectan a los legítimos intereses y expec-tativas de millones de personas.

El último ejemplo de esa forma irresponsable de actuar lo ha protagonizado la ministra de Educación quien, sin encomendarse ni a Dios ni a los santos, acaba de descolgarse con un anuncio que ha puesto los pelos de punta a profesores, padres y autoridades autonómicas responsables de la gestión educativa. La ministra Celaá, que demostró ya su desparpajo cuando desempeñó la portavocía del Gobierno, ha anunciado que a partir de septiembre solo podrán asistir a las aulas el 50 % de los estudiantes españoles. Sin consultar con nadie tal anuncio –quizá ni siquiera con ese camarote de los hermanos Marx en que se ha convertido nuestro Consejo de Ministros–, Celaá se ha lanzado al ruedo sin darse cuenta, entre otras muchas cosas, de que el Gobierno al que pertenece no tendrá ya en septiembre las potestades jurídicas extraordinarias que le permitirían adoptar tal decisión. ¿O es que, sin decirlo, Sánchez y sus ministros piensan seguir estirando sine die el estado de alarma con el que, por lo que se ve, se encuentran como peces en el agua?

Porque, la verdad, es que, pese a la indiscutible dureza de la gravísima situación que el país viene atravesando, es creciente la sensación de que en el estado de alarma han

(13)

encontrado Pedro Sánchez y su vicepresidente Pablo Iglesias –desde hace meses, al parecer tanto monta, monta tanto– el instrumento que necesitaban para gobernar sin las molestas limitaciones de las democracias burguesas que el maestro (Pablo) ha ense-ñado a despreciar a Pedro, su discípulo.

Convencidos uno y otro de que frente a su misión providencial no hay más que una pandilla de fascistas, embozados o a cara descubierta, ambos parecen haber llegado a la conclusión de que, armados de la superioridad moral que sobre todos sus adversarios están convencidos de tener, necesitan gobernar sin las limitaciones que podrían interpo-nerse en su camino. El estado de alarma les ha ayudado a verlo con una claridad que antes no tenían. Y ese es, sin duda, el mayor de sus peligros.

(Acento Civil)

l objetivo último de un Estado justo es garantizar que sus actuaciones persiguen el bien común. La verdad es el cimiento de una sociedad democrática, formada por personas libres e iguales. En la verdad hunde sus pilares el Estado justo al servicio del bien común. Al derecho del ciudadano a la verdad, le corresponde el deber de veracidad

Cuando la verdad no importa, lo que vale es el relato y no la ciencia o el conocimiento. No importa que algo esté científicamente probado: si el interés particular lo pide, se obvian los hechos. Es la postverdad; la «distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales, en la que los hechos objetivos tienen menos influ-encia que las apelaciones a las emo-ciones y a las creencias personales»; es una mentira deliberada. Cuando la mentira es el sistema, el relato es el método; la realidad queda abolida y los derechos pasan a ser virtuales. Si se conculca el derecho a la verdad, los demás son papel mojado. Cuando la veracidad se sustituye por la mentira, el gobierno administrador del Estado pasa a ser agente de otro modelo: la opinión publicada. Esa creación de opinión priva a la sociedad de verda-dera libertad y sus autores pierden la legitimidad de ejercicio.

El gobierno de España ha preferido el relato a la verdad. Con la ocultación de la verdad, han desaparecido nuestros derechos y la mentira nos inunda. Sin basarse en la verdad, las decisiones que tomen seguirán siendo equivocadas.

Podría pensarse que la sociedad es la estéril. La realidad evidencia que no es el caso; numerosísimas iniciativas y actividades están fructificando a diario al margen o a pesar del poder. El otro «empoderamiento» de que hablaban ha resultado ser un huevo huero, vacío, barrido por un virus real.

(14)

Es difícil abolir por ley la verdad, y esta guerra no quieren perderla. El gobierno no quiere ser el pastor de la fábula de las ovejas y el lobo; se elige así el relato, no los datos; con verdades a medias se eliminan vestigios de le realidad, que en este mundo orwelliano, la gente cree lo que lo cuentan, no lo que ve. Nuestra debilidad facilita la credulidad; queremos creer lo que menos nos afecte y un empujoncito de algunos programas de televisión ayuda.

Se acabó el mundo feliz Huxleyano, sin enfermedad, dolor ni muerte a la vista. Ha acabado con él un virus, la mínima expresión de ser organizado, del que ni siquiera sabemos si es un ser vivo porque ni siquiera sabemos qué es la vida. El problema es que siguen siendo lo que eran y estando a lo que estaban: los derechos ficticios, la lenguaja inclusiva, el abordaje de la crisis desde la perspectiva de género, la eutanasia, el Estado conductor de los niños... y sufrimos decenas de miles de enfermos, tenemos miles de fallecidos.

Nadie nos va a ayudar. España soporta un cúmulo de deficiencias de las que somos responsables: un espurio sistema representativo, basado en listas cerradas; un Estado de Autonomías absurdo e ineficiente; corrupción generalizada; sistema educativo bajo mínimos; partidos políticos que son imanes para lo peor de la sociedad; desindus-trialización; sectores estratégicos en manos extranjeras y el gobierno más inepto. ¿Quién va a querer echamos una mano?

Reclaman unidad de mando con chulería, desconociendo las posibilidades y mecanismos del Estado, despreciando sus fortalezas e ignorando sus carencias. Aprovechan el estado de alarma para colar en el BOE chapuzas jurídicas a mayor gloria de su onanismo vacuo. Todo se basa en el relato. Ignoran que sin «auctoritas», sin ejemplaridad moral, sin credibilidad, no hay liderazgo para ejercer el mando.

Lo que aprendamos durante esta crisis cambiará el paradigma de la organización social. La pandemia modificará profundamente las prioridades y distribución de los recursos, Pero si desconocemos los datos, no podremos preparar planes ni reorganizar adecua-damente nuestros sistemas de salud, productivo, educativo y sobre todo político.

Desconocemos la verdad y tenemos derecho a ella. Somos españoles. O nos rebelamos o cuando acabe esto no habremos aprendido nada: volveremos a los intereses creados, pero con varios miles de muertos a nuestras espaldas.

(Diario de Sevilla)

as cifras del paro en el mes de abril harían saltar todas las sirenas si quedara alguna por saltar en esta España abocada no a la pobreza, directamente al ham-bre. El brutal y ruinoso estado de alarma sólo tuvo un fin legítimo, impedir el colapso del sistema sanitario, pero superado este peligro según todos los indicios, conserva otra finalidad nada despreciable: mantener anestesiada y paralizada a la nación para poder seguir operando al libre antojo y sin controles democráticos sobre el cuerpo inerme. A su amparo, mientras el Gobierno despliega cada día su asombrosa ineptitud, la desolación se instala en todos los sectores económicos, y de escalón en escalón empieza a llegar a los pueblos y a los barrios devastados.

(15)

Hace unos días, Diario de Sevilla publicaba un reportaje sobre la labor del párroco de La Oliva, don Jaime Conde, que, nos consta, ha golpeado muchas conciencias. La Oliva era una de esas alegres barriadas que hace treinta o cuarenta años ofrecían vivienda ase-quible y más que digna a una población de jóvenes matrimonios de clase trabajadora. Hoy va camino de convertirse en otro barril de pólvora de los que Sevilla está rodeándose concienzudamente. Al final, si nos fiamos del reportaje, resulta que es el cura el que debe visitar personalmente a los enfermos desvalidos para llevarles medicinas o acarrear las bolsas con comida a ancianos y familias desamparadas. Y eso no, simplemente no

me lo creo, no puede ser. Verán, por razones persona-les y laborapersona-les llevo toda mi vida rodeado de progres, lo que antes se llamaban más concretamente rojos. Los co-nozco, me conocen y hasta a veces nos llevamos bien. Sé que la idea de España les trae al pairo, pero también que son solidarios, amantes de su gente, generosos y de gran corazón. Por tanto, nadie me puede convencer de que en La Oliva, o en cualquier otro de los populosos barrios andaluces, quienes se ocupan de los necesitados de un buen escudo social no están siendo las nutridas agrupaciones y círculos de los partidos de izquierda, los sindicatos de clase con sus liberados y asala-riados a la cabeza, los concejales (y concejalas), los sublimes activistas de las oenegés, las aguerridas asociaciones feministas o las heroicas juventudes antifas. Que ha de ser el cura con cuatro voluntarios de Cáritas el que cubra el hueco. Que no, hombre, que no. Esto sólo puede ser otra trama de los medios de la derecha corrupta para ocultar tanto trabajo solidario de izquierdas. ¡Fascistas!

Referencias

Documento similar

Aunque se desconoce el mecanismo exacto que acciona la actividad tumorígena, se sabe que las exposiciones solares acumuladas a lo largo de la vida así como las

De este modo se constituye un espacio ontológico y epistemológico a la vez, en el que cada elemento (cada principio) ocupa un lugar determinado en la totalidad, y desde ahí está

diciéndonos Elsen-, todos los caminos, a la sazón, lle- vaban a la capital del mundo. La carretera central par- tía desde París, y, al igual que el palacio, se había cons- truido

A partir de los resultados de este análisis en los que la entrevistadora es la protagonista frente a los entrevistados, la información política veraz, que se supone que

Parece, por ejemplo, que actualmente el consejero más influyente en la White House Office con Clinton es el republicano David Gergen, Communications Director (encargado de la

Cualquier Estado ha nacido siempre en torno a un núcleo ori- ginario que a veces no es otra cosa que la Administración del Estado anterior, que en cierto modo supervive, y otras

If certification of devices under the MDR has not been finalised before expiry of the Directive’s certificate, and where the device does not present an unacceptable risk to health

In addition to the requirements set out in Chapter VII MDR, also other MDR requirements should apply to ‘legacy devices’, provided that those requirements