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El concepto de autonomía en la fundamentación de la metafísica de las costumbres de I. Kant

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El concepto de autonomía en la fundamentación de la metafísica de las costumbres de I. Kant

Carlos Andrés Moreno Urán Katherine Esponda Contreras

Departamento de Filosofía Universidad del Valle

Cali, Colombia keclucas@gmail.com

Resumen

El objetivo central de este artículo es indagar por el concepto de autonomía que Immanuel Kant ha expuesto en su libro Fundamentación de la metafísica de las costumbres. En aras de alcanzar dicho objetivo dividiremos el ensayo en tres momentos principales: el concepto de autonomía en relación con el concepto kantiano de dignidad; el concepto de autonomía en relación con la idea de heteronomía; y por medio del concepto de libertad explicaremos cómo la voluntad recibe la caracterización de ser autónoma. De esta manera, abordaremos el concepto por separado en estas tres relaciones, para, al final, sintetizar las principales ideas que presentó Kant en su libro.

Abstract

The main objective of this article is to inquire of the concept of autonomy outlined by Immanuel Kant in his book Grundlegung zur Metaphysik der Sitten. In order to achieve this goal, we will divide the article in three moments: the concept of autonomy in relation to the Kantian notion of dignity; the concept of autonomy in relation to the idea of heteronomy; through the concept of freedom we will explain how to get the characterization of autonomy. In this way, we will address the concept in three different relationships, separately, to synthesize, in the end, the principal ideas presented by Kant in his book.

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Presentación

Este ensayo tiene por objeto indagar en torno al concepto de autonomía que Immanuel Kant ha expuesto en su libro Fundamentación de la metafísica de las costumbres1. Para lograr este objetivo dividiremos el ensayo en tres momentos principales: (1) el concepto de autonomía en relación con el concepto kantiano de dignidad; (2) el concepto de autonomía en relación con la idea de heteronomía; y (3) por medio del concepto de libertad explicaremos cómo la voluntad recibe la caracterización de ser autónoma. De esta manera, abordaremos el concepto por separado en estas tres relaciones, para, al final, sintetizar las principales ideas que presentó Kant en su libro.

1. Introducción: la Fundamentación y Kant

El punto de partida de la reflexión kantiana es, necesariamente, la moralidad común. Es indiscutible la existencia de valoraciones morales de los hechos, actos y situaciones que se dan entre los seres humanos. Teniendo en cuenta lo anterior, el objetivo de la Fundamentación consiste en hallar el principio moral que subyace a la razón humana. Su método de investigación es analítico, ya que parte del concepto común de moralidad y propende por una reflexión en torno a un concepto de “razón” que le resulta evidente: el llamado al respeto de la dignidad humana. Dado que Kant tiene la pretensión de defender una idea universal sobre aquello que subyace a nuestros juicios morales de la cotidianidad, no puede partir de un hecho particular como lo es su propio contexto histórico-político. Entonces, busca un punto de partida con validez universal, un hecho de razón previo a la experiencia moral. Kant supone a priori este hecho de razón y afirma que siempre está allí y que desde éste vemos, experimentamos y juzgamos el mundo. Por ello, según Kant, cuando emitimos un juicio moral, debe existir por necesidad un parámetro con el que medimos el mundo, a saber, el imperativo categórico.

Si nos preguntamos cuál sería el interés que tuvo Kant para llevar a cabo esta investigación, es necesario afirmar que el autor tuvo el interés práctico de dar acceso y duración al precepto moral. Así, la formulación del imperativo categórico significa

1 KANT, I., Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres (Edición Bilingüe), Ariel, Barcelona,

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determinar de manera teórica las intuiciones morales que están presentes en la cotidianidad, es decir, pasar de un plano intuitivo a un plano reflexivo aquello por medio de lo cual juzgamos nuestras acciones morales. En la Fundamentación, brevemente, Kant se propone encontrar el principio supremo de la moralidad, y su método será el siguiente: partiendo del análisis del conocimiento moral vulgar, buscará el Principio de la moral, de manera sintética2, esto es, considerando el imperativo categórico en relación a la voluntad, pero no como algo derivado de ésta. En últimas, la investigación servirá para dilucidar el concepto de moralidad, concepto que hace parte de un aspecto importante en nuestras vidas.

Una de las principales tesis que podemos rastrear aquí tiene que ver con el análisis que hace Kant de la necesidad que tiene la filosofía moral de establecer con claridad los conceptos que tienen relevancia en nuestros actos; tal necesidad no sólo consiste en enseñarnos el contenido de la ley moral (nuestros derechos y deberes) puesto que ya los conocemos, ni en mostrarnos qué es lo bueno y qué es lo malo, sino que procura que el ser humano se haga consciente de la existencia de la ley moral y de que ésta se origina en nuestra propia persona que, siendo libre y autónoma, hace uso de su razón. Con ello, al hacernos conscientes de la ley moral, sería natural que quisiéramos actuar por mor de ella misma. De esta forma encontramos en la Fundamentación la reflexión kantiana sobre la máxima moral que debe guiar nuestra acción, en la cual la autonomía tendrá un lugar especial. De este modo, el concepto de autonomía será abordado a continuación desde la relación que establece éste con otros tres conceptos, a saber: dignidad, heteronomía y libertad.

2. Concepto de autonomía en relación con la dignidad del ser humano

2 El método sintético también suele llamársele progresivo y se caracteriza por dos aspectos muy

particulares: primero, porque va del fundamento a lo fundado; segundo, porque no tiene apoyo en ningún hecho (Faktum) y por lo tanto en su base sólo encontramos la razón misma. Claramente se distingue del método analítico tal como lo expone el mismo Kant en sus Lecciones de Lógica: “[e]l método analítico se opone al sintético. Aquél comienza con lo condicionado y fundamentado y continúa hacia los principios (a principiatis ad principia). Éste, en cambio, va de los principios a las consecuencias o de lo simple a lo compuesto. El primero podría denominarse regresivo, el segundo progresivo. Observ. El método analítico se llama también el método de la invención. El método analítico es más adecuado al propósito de la popularidad, el método sintético es más adecuado, sin embargo, al propósito de la elaboración científica y sistemática del conocimiento”. KANT, I., Lógica, Un manual de lecciones, Akal, Madrid, 2000, §117, p. 180.

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Partamos de la siguiente reflexión kantiana:

La autonomía es, pues, el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza racional3.

Cuando Kant explica la tercera formulación del imperativo categórico afirma que es la voluntad humana aquella que se auto-legisla. Esto quiere decir que la voluntad no se somete a una ley exterior, sino que está en capacidad de darse a sí misma la ley moral: sólo en la medida en que es una voluntad auto-legisladora está “sometida” a su propia ley. Teniendo presente esto, Kant nos dice que la razón por la cual dicha voluntad es capaz de auto-legislarse es que ésta no depende de ningún tipo de interés ulterior que la lleve a actuar moralmente, sino que es independiente de cualquier resorte como fundamento subjetivo. Esto conduce a que el imperativo categórico sea incondicionado puesto que “no se funda en ningún interés”. En síntesis, el ser humano en tanto que es un ser racional, no está constreñido por el deber a leyes impuestas externamente, sino que, por el contrario, “está sometido a su propia legislación”4

. Esto lo constituye precisamente como ser racional y lo diferencia de otro tipo de seres vivos. Su voluntad, en tanto que es autónoma, se da su propia ley, por lo que el imperativo categórico, en su tercera formulación, determina que el ser humano (en uno mismo y en los demás) debe tratarse siempre como un fin, nunca meramente como un medio. Esto en últimas quiere decir que nunca se debe instrumentalizar a la persona en sí misma ni ella debe instrumentalizar a otros para conseguir fines ulteriores o intereses subjetivos.

Al considerar al ser humano como una voluntad auto-legisladora, es decir, autónoma, debe tratársele siempre como un fin y no meramente como un medio. Esto permite pensar en la posibilidad de que exista, aunque sea en términos ideales, un “enlace sistemático de seres racionalmente unidos por leyes objetivas comunes”, en otras palabras, un reino de los fines, un reino de voluntades autónomas que deben ser consideradas siempre como fines en sí mismos y nunca meramente como medios. El argumento de Kant llega a considerar la existencia de este tal reino de los fines en donde el cumplimiento del deber es autónomo, porque el sujeto moral se auto-legisla y las leyes morales hacen referencia a, y tienen por fundamento, ese fin último que es el ser

3 Ibídem, (§436) p. 203. 4 Cf. Ibídem, (§432) pp. 193-4.

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humano como ser racional. De esta manera Kant afirma: “[l]a moralidad consiste, así pues, en la referencia de toda acción a la legislación únicamente por la cual es posible un reino de los fines”5

. Lo anterior se entiende como que sólo el imperativo categórico debe concebirse como ley moral, y ello conlleva a que sólo el ser racional es capaz de auto-legislarse a la luz de este imperativo categórico; por tanto, se hace persona moral o actúa moralmente. En este sentido, sólo para la humanidad es posible la moralidad.

Como ya lo habíamos mencionado, el actuar moral, de cara al imperativo categórico, no tiene como fundamento ningún resorte o interés subjetivo sino que su fin último es la misma voluntad racional. Kant nos menciona antes de §435 que en la ley moral subyace la idea de la dignidad del ser racional. El ser humano, en tanto que es un ser racional, es una voluntad autónoma, puesto que está en capacidad de darse su propia ley moral, ley que puede considerarse como objetiva. En últimas, es un sujeto moral porque se somete a la ley de la moralidad. Considerar al ser humano bajo las categorías anteriormente expuestas le confiere dignidad a su existencia y esencia.

Veamos qué significa para Kant tener dignidad: Kant plantea una diferenciación entre precio y dignidad. Ambos son valores que se refieren a dos órdenes totalmente distintas. Aquello que tiene precio puede ser sustituible por otra cosa que sea su equivalente en valor. Por el contrario, hay otras existencias que no tienen precio y se encuentran por encima de esas otras cosas que sí lo tienen; no tienen equivalentes en valor, por lo cual no son sustituibles, y, en este sentido, poseen dignidad. La dignidad es pues aquel valor interior que posee todo ser racional en tanto que se constituye a sí mismo como un fin último, como auto-legislador de su voluntad y como un ser capaz de autonomía moral. En palabras de Kant: “aquello que constituye la condición únicamente bajo la cual algo puede ser fin en sí mismo no tiene meramente un valor relativo, esto es, un precio, sino un valor interior, esto es, dignidad”6

.

Para Kant lo único que tiene dignidad es la humanidad en tanto ésta es capaz de moralidad. El sujeto moral posee dignidad y en pro de ella debe ser tratado del modo como se expresa en la segunda formulación del imperativo categórico:

5 Ibídem, (§434) p. 199. 6 Ibídem, (§435) pp. 199-201.

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Obra de tal modo que uses la humanidad en tu propia persona como en una persona de cualquier otro siempre a la vez como fin, nunca meramente como medio7.

El ser racional, así como la humanidad en general, posee dignidad en tanto se auto-legisla bajo leyes morales objetivas. Esta auto-legislación (llamada moralidad) a su vez posee dignidad, es decir, un valor interior que es incondicionado y no relativo. La actitud que debe tomar el ser humano dotado de razón frente a la ley moral es una actitud de respeto de su dignidad. Así, para que el ser racional tenga dignidad es necesario que esté en capacidad de auto-legislarse autónomamente, que sea miembro del reino de los fines y que se conciba como un posible legislador universal. La autonomía constituye aquello que nos hace pertenecer al reino de los fines y participar de la moralidad universal, puesto que nos sometemos a la ley moral a la vez que nos la damos a nosotros mismos desde un ejercicio puro de la razón práctica. Ésta es, en últimas, la que nos confiere dignidad y nos hace acreedores de respeto.

3. Concepto de autonomía en relación con el de heteronomía

Ahora partamos de una segunda reflexión kantiana:

Si la voluntad busca la ley que ha de determinarla en algún otro modo que en la aptitud de sus máximas para su propia legislación universal, y por tanto si busca esa ley, saliendo de sí misma, en la constitución de cualquiera de sus objetos, resulta siempre heteronomía. La voluntad no se da entonces la ley a sí misma, sino que se la da el objeto por su relación a la voluntad. Esta relación, descanse en la inclinación o en representaciones de la razón, deja que se hagan posibles sólo imperativos hipotéticos: debo hacer algo porque quiero otra cosa8.

Kant afirma que es la voluntad humana aquella capaz de auto-legislarse. Esto quiere decir que la voluntad no se somete a una ley exterior, sino que está en capacidad de darse a sí misma la ley moral a través de un uso exclusivo de la propia razón práctica. Sólo en la medida en que es una voluntad auto-legisladora está sometida a su propia ley, expresando así la supremacía de la razón. De igual manera, Kant afirma que dicha

7 Ibídem, (§429) p. 189. 8 Ibídem, (§441) p. 213.

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voluntad se auto-legisla porque no depende de ningún tipo de interés ulterior que la lleve a actuar moralmente, como lo dijimos anteriormente, es independiente de cualquier resorte como fundamento subjetivo. De este modo, el imperativo categórico es incondicionado puesto que “no se funda en ningún interés”, y el ser humano, en tanto que es un ser racional, no está constreñido por el deber a leyes externas, sino que “está sometido a su propia legislación”.

Debemos decir entonces que la autonomía es el principio por medio del cual la voluntad se hace partícipe de la moralidad, es en virtud de lo cual es posible que ésta (la voluntad racional) formule un imperativo categórico. Cuando la voluntad toma por ley alguna que no está dada por su propia razón práctica sino por un objeto exterior que la determina, ésta actúa moralmente por motivos subjetivos e intereses particulares (conforme al deber), más que por mor del deber mismo. Debemos entender que la heteronomía significa una falta de autoridad imperativa, que es la fuente de todos los principios espurios.

Para poder entender el concepto de autonomía desde su diferencia con el de heteronomía, es necesario explicar en qué consiste la supremacía de la razón en Kant; nos remitimos aquí a las explicaciones que ofrece Rawls sobre la filosofía moral kantiana9. Es importante aludir a la diferencia que propone Rawls sobre lo racional y lo razonable a propósito de los rasgos de los agentes morales ideales. Éste explica: “Kant usa la expresión vernünftig para expresar una concepción completa de la razón que abarca los términos razonable y racional tal como nosotros a menudo los usamos”10

los cuales caracterizan dos formas de la razón práctica: pura y empírica. La primera, la razón pura práctica, es expresada en el imperativo categórico, mientras que la segunda, la razón empírica práctica, se expresa en los imperativos hipotéticos. Para Rawls, “los términos razonable y racional nos recuerdan lo completa que es la concepción kantiana de la razón práctica, una concepción que comprende las dos formas de la razón”11

. Así, podemos asociar el imperativo categórico con el uso de la razón pura práctica, lo

9 RAWLS, John, Lecciones sobre la historia de la filosofía moral, Paidós, Barcelona, 2001. 10 Ibídem, p. 181.

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razonable, y los imperativos hipotéticos con el ejercicio de la razón práctica empírica, lo racional.

La voluntad es autónoma cuando ejerce su poder imperativo sobre la acción, es decir, cuando actúa por mor del deber, otorgándose a sí misma las máximas de acción derivadas de un uso exclusivo de la razón pura práctica, sin dependencia de ningún otro objeto. Por el contrario, la heteronomía se da cuando la voluntad no es capaz de ejercer esa autoridad imperativa y la acción depende de influjos externos, ulteriores. ¿Cómo expresar la supremacía de la razón desde esta perspectiva? Para Kant ello se expresa en la autoridad imperativa que posee la razón práctica como voluntad autónoma, en un uso superior, pero a la vez único de la razón pura práctica, sin depender de objetos de la razón externos para legislarse sobre la base de la ley moral.

Tenemos dos usos de la razón: el racional y el razonable. La supremacía de la razón se da cuando prima la razón pura práctica, a la hora de guiar la acción, sobre la razón empírica práctica, es decir, cuando la ley moral es previa a cualquier concepción de lo bueno y de lo malo para cualquier voluntad particular. Para Kant, la ley moral es una idea de la razón (a priori) anterior a cualquier idea que el sujeto moral conciba como lo bueno o lo malo. Rawls hace referencia a la siguiente cita de Kant:

el concepto de lo bueno y lo malo tiene que ser determinado, no antes de la ley moral (para lo cual ese concepto parecía deber ser colocado como fundamento), sino sólo (como aquí ocurre) después de la misma y por la misma12.

Lo que se quiere resaltar aquí es que la ley moral está antes que cualquier objeto de la razón que exprese una concepción particular de lo bueno y de lo malo. Así se da la autonomía de la razón práctica y no la heteronomía, que es cuando se piensa en la posibilidad de una concepción del bien previa o anterior a la concepción de lo justo. En otras palabras, la supremacía de la razón se da cuando la voluntad es capaz de crear el precepto moral desde un uso exclusivo de la razón pura práctica sin dejarse influir por otros objetos de la razón (concepciones de lo bueno) en un uso de la razón práctica empírica. De ahí que Kant considere el imperativo categórico de manera universalmente

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válida como la única expresión de la ley moral. La autonomía sería, pues, el principio supremo que posibilita auténticas acciones morales, mientras que la heteronomía es la fuente de todos los principios que, pretendiendo ser morales, resultan ser para Kant espurios.

4. Autonomía en relación con la idea de libertad

Después de pensar el concepto de autonomía en relación con otros dos conceptos, a saber, dignidad y heteronomía, resulta necesario pensar una última relación, la relación entre la autonomía y la idea de libertad. En Kant encontramos que por medio del concepto de libertad es posible explicar cómo la voluntad recibe la caracterización de ser autónoma. Así afirma: “la voluntad es un tipo de causalidad de los seres vivos en tanto que son racionales y la libertad sería la propiedad de esta causalidad de poder ser eficiente independientemente de causas ajenas que la determinen”13.

Líneas atrás hemos explicado cómo la voluntad es autónoma, si por ella comprendemos que los sujetos, al ser racionales y razonables, guían sus máximas de acción por medio del imperativo categórico, y actúan moralmente. El concepto de libertad nos permite comprender qué significaría entonces el actuar autónomo, en tanto Kant considera a la libertad como la característica esencial de la voluntad autónoma. Kant lo sugiere preguntándose lo siguiente: “¿[q]ué podría ser entonces la libertad de la voluntad sino autonomía, esto es, la propiedad de la voluntad de ser una ley para sí misma?”14

. Por lo cual, libre es la voluntad que dictamina su propia ley de acción moral. A través de un uso exclusivo de su razón, la voluntad autónomamente encuentra la ley moral bajo la cual determinará sus máximas de acción. Esto quiere decir también que su acción tampoco estará determinada por leyes ajenas a las dadas desde el propio uso de la razón. Así, “una voluntad libre y una voluntad bajo leyes morales son lo mismo”15

.

Ahora bien, en tanto que estamos hablando en torno a la idea de la ley moral, y teniendo presente que ésta es una idea universal, es necesario que pensemos la libertad como algo

13 KANT, I., Op. Cit (1999), (§446) p. 223. 14 Ibídem., (§446) p. 223.

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atribuible a todos los seres racionales. Teniendo en cuenta que la ley moral es una ley universal, puesto que se considera desde la perspectiva de todos los seres racionales, y en tanto la voluntad se encuentra en capacidad de autolegislarse, lo universal de la moralidad debe ser pensado a su vez en la idea de libertad. Así, la libertad debe ser entendida como la propiedad que tiene la voluntad de todos los seres racionales, y no solamente como la experiencia particular de uno o de cualquier sujeto moral. Recordemos que Kant propuso desde el inicio de la Fundamentación que el conocimiento debe provenir desde las más puras fuentes de la razón práctica y no derivarse de experiencias particulares.

En virtud de lo anterior, todo ser racional que posea una voluntad tal como se ha descrito, debe ser pensado en relación con la idea de libertad, idea bajo la cual ha de ceñir sus máximas de acción a la ley moral. La voluntad libre es aquella que se considera a sí misma autora de sus principios de acción, los cuales se encuentran en total independencia de influjos ajenos, de intereses particulares o ulteriores que motivan su actuar y se considera como “libre en cuanto a razón práctica”16

. Pensar la voluntad autónoma en los términos anteriormente expuestos implica pensar lo libre que ésta es, es decir, la voluntad de un ser racional y consciente de que es él mismo la causa de todo aquello que tiene que ver con sus acciones. Desde un uso exclusivo de su razón hallamos las causas de su actuar, su interés práctico de la ley moral.

5. Conclusiones

Nos gustaría recoger las ideas que hemos presentado en estas pocas líneas a propósito de la concepción kantiana del concepto de autonomía. Si bien es éste un concepto clave en cualquier reflexión ético-política en la cual se pretenda defender las ideas del respeto al ser humano, en su dignidad como ser dotado de razón, es un concepto que adolece de cierta oscuridad en el esbozo hecho por Kant en la Fundamentación. Sin embargo, hay ciertas ideas que después de hacer un ejercicio de reflexión podemos decir nos han

16 De esta manera, la definición de la voluntad propiamente dicha, pasa por la necesidad de considerar la

idea de libertad: “la voluntad de éste [de todo ser racional] puede ser una voluntad propia sólo bajo la idea de la libertad”. Ibídem, (§448-20) p. 227.

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quedado ciertamente claras. Serán éstas las que sintéticamente esbozaremos aquí con el fin de redondear todo lo expuesto y proponer una posible definición concreta.

Primero, debemos recordar que Kant relaciona el concepto de autonomía con el uso que hace la voluntad de la razón pura práctica sobre la empírica práctica para encontrar la ley que gobierna y con la cual mide sus acciones y valoraciones morales. Un uso de la razón que resulta ser libre en tanto no se ve motivado, influido o constreñido por intereses egoístas, particulares o ajenos a una actitud propiamente razonable del ser humano. Ahora bien, el imperativo categórico, siguiendo a Kant, está conformado por tres modos diferentes17 de representar la ley moral, tal vez no los únicos modos, pero sí refieren a la única ley moral. Cada una de estas formulaciones se presenta a sí misma, pero a su vez a las otras dos, de tal modo que en cada formulación se expresa el carácter universal del imperativo categórico. Formular el imperativo categórico en tres representaciones distintas se podría explicar en lo siguiente: teniendo en cuenta que esta ley moral es una idea de razón y no de la experiencia, la pregunta pertinente se referiría a cómo hacer para que todo sujeto racional la entienda y la haga suya por medio de la propia razón. Si se quiere hacer asequible al entendimiento humano esta idea de la razón

17 Con el fin de obtener mayor claridad, consideramos pertinente explicar de manera muy breve y concisa,

en qué consiste la formulación del imperativo categórico, a la cual estamos haciendo referencia, intentando responder a la pregunta: ¿por qué presentar el imperativo categórico en tres formulaciones? Textualmente Kant responde que lo hace así para acercar una idea de la razón a la intuición y así al sentimiento (§436). De esta manera Kant nos explica que las tres afirmaciones del imperativo categórico que propone constituyen tres analogías de la ley moral: la primera, compara la ley moral con leyes de la naturaleza, resaltando el carácter de universalidad de la ley moral; poner una máxima de acción como ley universal válida para todo ser racional. La segunda compara al ser humano, en tanto que ser racional, con un fin en sí mismo, un fin último, fundamento de la misma ley moral y fundamento de todo fin ulterior y/o subjetivo. Es decir, el fundamento de la acción moral es la dignidad de la ley moral, por un lado, y el ser racional, por el otro. La tercera nos dice que existe la posibilidad de constituir un reino de los fines, si nosotros como humanidad estamos en capacidad de constituirnos como seres auto legisladores autónomos, cuyas máximas de acción deben concordar con una legislación universal: este reino de los fines como un reino de la naturaleza. Entendemos pues que hacerlo más inteligible no es otra cosa que el ser racional compare su acción con estas tres formas para saber si sus acciones son moralmente aceptables, puesto que el mismo Kant afirma que el enjuiciamiento moral debe hacerse desde la fórmula universal del imperativo categórico. Proporcionar a la ley moral acceso significa que sea inteligible, comprensible, aceptable, convenible para el sujeto moral. De esta forma, sugerimos una muy intuitiva interpretación de lo anterior, atreviéndonos a decir que las tres formulaciones sirven para evaluar la acción moral desde tres diferentes perspectivas; es como si en cada caso uno tuviese que preguntarse: ¿la máxima que elijo para determinar mi acción, puede ser elevada para ser considerada como ley universal? ¿En la acción que llevo a cabo para satisfacer un interés personal o subjetivo instrumentalizo a los otros a me instrumentalizo como mero medio y no como un fin? ¿Autónomamente yo elijo la máxima sobre la cual guío mi acción? O ¿la acción que realizo es por deber o conforme al deber?

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pura práctica, debe formularse desde estas tres perspectivas para hacer más inteligible lo que el imperativo categórico expresa.

Pero volvamos al concepto sobre el que estamos reflexionando aquí. Cuando decimos que el ser dotado de voluntad es libre en el uso que hace de su razón, cuando encuentra la ley moral a través de la reflexión que hace desde sí mismo, queremos aludir entonces a que tal voluntad es autónoma. Ahora bien, cuando no se ve libre de los influjos ajenos y constriñe la acción a una egoísta, decimos en consecuencia que tal voluntad es heterónoma. La heteronomía se expresa cuando la voluntad hace suyas leyes derivadas de objetos externos a sí misma y guía su acción con base en ellas, lo cual no da muestras del carácter racional (en sus dos usos de la razón, siguiendo a Rawls) que debe definir por naturaleza al sujeto moral tal como ha sido descrito por Kant. Y es que este uso exclusivo de la razón que debe hacer el ser humano para encontrar la ley moral es algo que le hace distinto y distinguible de otros seres vivientes, es aquello que le confiere la dignidad de ser persona, aquella capacidad de autolegislarse autónomamente.

Para cerrar, en Kant encontramos la expresión de lo que deberíamos ser como sujetos morales. El hecho de enunciar esta idea en los términos del “deber ser” no demeritaría o empañaría la labor hecha por el autor al tratar de reflexionar en torno a ese principio moral que subyace a las acciones, valoraciones y consideraciones morales que en la misma cotidianidad experimentamos. Antes bien, como idea regulativa funciona para cualquier marco de reflexión de corte constructivista, en tanto ello permite fijarse una idea de lo que debería ser el mundo social para, comparativamente, llegar a construirlo en la medida de las posibilidades. Es cierto, no actuamos siempre así, de manera autónoma o razonable, para utilizar el término acuñado por Rawls, sin embargo, debemos decir que tampoco Kant creyó ciegamente que fuese así; creemos que fue consciente de la fragilidad de la voluntad humana, de lo “humanos” que somos, de lo sensible pero igualmente de lo egoísta que puede llegar a ser el hombre, de cuán lejos podemos estar de ser tan virtuosos como deberíamos. Esto tampoco significa que la abstracción que nos presenta Kant sea aceptable en su totalidad; hay que ser conscientes de que la vida humana, en tanto es contingente, debe tener un campo de reflexión que posibilite pensar ciertas situaciones complejas que se salen de los parámetros de lo

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normal. Tal vez Kant se queda corto para ello, para las situaciones extremas, fuera de la norma, los casos que se salen de lo convencional. Sin embargo, esto viene por consecuencia de un pensamiento que se dedica a construir formalmente la manera adecuada de cómo debemos vivir; por ello Kant no pierde validez.

Bibliografía KANT, Immanuel, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres

(Edición Bilingüe), Ariel, Barcelona, 1999.

KANT, Immanuel, Lógica, Un manual de lecciones, Akal, Madrid, 2000.

RAWLS, John, Lecciones sobre la historia de la filosofía moral, Paidós, Barcelona, 2001.

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