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Turquía ¿Se aleja de la democracia y de Europa?

Introducción histórica de la Turquía actual

Javier Jiménez Olmos Doctor en Paz y Seguridad Internacional Miembro de la Fundación “Seminario de Investigación para la Paz”

Tras la caída del imperio otomano, después de la I Guerra Mundial, Turquía se transformó en un estado y se constituyó en república. En 1923, el Tratado de Lausana, que revocaba el anterior de Svres, no aceptado por los turcos, definió las nuevas fronteras de Turquía como el estado moderno actual.

Fue Kemal Atatürk, el artífice de la Turquía moderna. Creó el Partido Republicano del Pueblo (CHP) para formar un estado al estilo europeo y con una política al modo occidental. Las reformas de kemalistas no fueron bienvenidas por todos los turcos. El partido de Atatürk reprimió con dureza a la oposición de tal forma que se convirtió en partido único desde 1924 hasta la II Guerra Mundial. Se puede decir que a partir de Atatürk se inició una revolución desde arriba, puesto que fueron los líderes los que tomaron la iniciativa del cambio.

En la década de 1920 a 1930 Turquía experimentó una profunda transformación, entre otras acciones políticas y sociales, se eliminaron la sharia (ley coránica) de la vida pública y la religión del curriculum académico, y se legisló a la manera europea. Las mujeres fueron el símbolo de la nueva Turquía con la proclamación de la igualdad de derechos, incluido el de voto (primero en las locales en 1930 y después en las generales en 1934). No obstante, como ha sucedido en otros tantos países con esa igualdad legal, la realidad es que en el ámbito privado Turquía continuaba siendo una sociedad patriarcal.

Tras la II Guerra Mundial se volvió al sistema de partidos políticos, abandonando el régimen de partido único anterior. Las élites dirigentes consideraron a Turquía un país más de la nueva Europa surgida de la guerra. En 1959 entró a formar parte del Consejo Europeo. Previamente, en 1952, había sido incluida dentro de la OTAN, por lo que entraba a formar parte del bloque occidental que apoyaba a Estados Unidos contra la Unión Soviética.

En 1961 tuvo lugar un golpe de estado que acabo con el ajusticiamiento del primer ministro Aduan Menderes. Los militares devolvieron el poder a los civiles al año siguiente. En 1980 otro nuevo golpe militar inició una época de represión contra los partidos de izquierda y los kurdos. En 1982 se aprobó una nueva constitución en la que se decidió que la religión debía de incluirse en la enseñanza general: la religión volvía a la escuela. Los nuevos dirigentes buscaban en el islam un elemento integrador ante la continua desunión civil.

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Aunque por ley los militares turcos deben dejar las fuerzas armadas para ingresar en la política, el ejército turco ha desempeñado, y sigue desempeñando, un papel muy importante en el desarrollo de la política turca. Pero, contrariamente a lo que ha sucedido en otros países, el ejército ha sido “un agente e instrumento modificador de la república”.

En 1983 volvieron las elecciones democráticas que ganó Halil Targut Özal, quien promovió una nueva época de apertura con relaciones económicas con países de Oriente Medio y Asia central, en las que al modo liberal compaginaba el libre mercado con la religión. Los años noventa fueron un periodo de inculcar un sentido de identidad euro-asiática.

Turquía en el siglo XXI

Durante la primera década siglo XXI los partidos islamistas ilegalizados evolucionaron hacia un conservadurismo demócrata renovador. Se pensaba en que podían ser el puente de unión entre el islamismo moderado y Europa. Se creó el Partido de Justicia y Desarrollo (AKP) que durante el periodo 2002-2007 se mostró muy activo en las reformas democráticas y en las negociaciones con la UE. Era la época de la Turquía equilibrada y mediadora de los primeros tiempos del liderazgo de Recep Tyyip Erdogan. Turquía era el ejemplo de la moderación y la democracia dentro del mundo islámico. No obstante, Ahmet Davutoglu inició una corriente, en los momentos actuales ya desarrollada, que presentaba a Turquía como futura gran potencia en la región por sus recursos y por su historia. Es el pensamiento que renueva las glorias del imperio otomano reflejado en el libro, del ahora primer ministro Davutoglu, titulado Estrategia

Profunda (2001) y que quizás fuera el principio ideológico de la deriva hacia las actitudes

menos moderadas de los últimos tiempos.

El partido Justicia y Libertad (AKP) llega al poder en el 2002. Durante la primera década de los 2000 tuvo un papel de mediador en toda la región. Sin embargo, después de los desórdenes producidos en la región tras la llamada Primavera Árabe su actitud ha cambiado. En primer lugar, su apoyo a los partidos islamistas no parece haber dado los frutos esperados; por otra parte, su imagen de modelo democrático dentro del mundo musulmán se ha deteriorado; y por último, y como consecuencia de lo anterior, Turquía ha perdido importancia geopolítica, lo que ahora intenta recuperar a través de la guerra de Siria.

A partir de 1999 trató de aproximarse a dos de sus enemigos clásicos: Grecia y Siria. Para consolidar su candidatura a la Unión Europea (UE) se presentó también como mediadora en el conflicto palestino-israelí. Aunque su lucha contra los separatistas kurdos continuaba sin contemplaciones. Ese mismo año fue detenido Abdullah Özalan, el líder kurdo fundador del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK). En 2001 era, junto con Israel un de los principales aliados de Occidente en Oriente Medio. Sin embargo, en 2003

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no apoyó la invasión de la coalición aliada, patrocinada y liderada por Estados Unidos, para invadir Irak.

Sin duda, los primeros años del siglo XXI fueron la edad de oro para la política exterior turca, basada en su papel de mediador en todos los conflictos de la zona: Israel-Palestina, Israel-Siria, Líbano e Irak. Además, estrechó sus relaciones con Irán, Siria y con Israel hasta finales de 2008 cuando los israelíes atacaron la franja de Gaza como operación de castigo contra los activistas de Hamas, relaciones que terminan en 2010 a causa del ataque con víctimas a un barco turco que portaba ayuda humanitaria a la Franja de Gaza. Durante esa década el comercio, tanto exportaciones como importaciones, con sus vecinos no dejo de incrementarse.

La deriva de Erdogan

Hacia final de la década de los 2000 tiene lugar la inflexión desde la ejemplaridad democrática de un país musulmán que quiere integrarse en Europa hacia otro más hostil en sus relaciones de vecindad y más autoritario interiormente. La influencia ideológica de la doctrina estratégica de Davutoglu ha sido significativa. La visión imperialista otomana de esa estrategia le ha hecho convertirse en un país con menos papel de mediador neutral y más de participante activo en los asuntos internos de sus vecinos. Efectivamente el libro de Davutoglu, Estrategia Profunda, editado en el 2001, achacaba a causas políticas y económicas la decadencia del Islam en general, y muy en particular la del imperio otomano. Su análisis coincide con el del islamismo clásico en el sentido de culpar de la decadencia al abandono de la identidad islámica y a los dictadores musulmanes serviles a los intereses extranjeros, como en Egipto, Siria o Libia, o a los regímenes monárquicos aliados de los norteamericanos en Arabia Saudí, las monarquías del Golfo y Jordania, todos ellos sin apoyo popular.

Antes de la primavera árabe, Turquía apoyaba a los regímenes islamistas de Al-Bashir en Sudán, a los Hermanos Musulmanes en Irak y a Hamas en la Franja de Gaza. No obstante, mantenía buenas relaciones con al Assad en Siria, Mubarak en Egipto y Gadafi en Libia. Sin embargo, Davutoglu supuso que la caída de Ben Ali en Túnez y Mubarak en Egipto en 2011 como consecuencia de las revueltas de la primavera árabe, significaban el comienzo de profundas transformaciones en Medio Oriente y África del Norte (La región conocida con siglas en inglés como MENA, Middle East and North Africa). Ahora el gobierno turco apoya a los Hermanos Musulmanes y al Ejército Libre en Siria en alianza con Qatar y Arabia Saudí, de este modo, siguiendo la doctrina islamista de Dovutoglu, la Turquía otomana suní se confabula con sus correligionarios del Golfo.

Después de 2011, los partidos islamistas de Egipto, Libia, Siria, Túnez y Yemen son considerados aliados naturales, no obstante que alguno de ellos, como el caso de los Hermanos Musulmanes egipcios, sean enemigos del régimen saudí. El apoyo turco a grupos extremistas violentos en la guerra de Siria ha despertado recelos entre los

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gobiernos occidentales y Estados Unidos. Mientras las relaciones con Israel siguen siendo distantes desde el asunto del ataque al barco con ayuda humanitaria ya mencionado.

La dificultad turca para el ingreso en la UE

El debate de la candidatura y posterior ingreso en la UE presenta una serie de condicionantes difíciles de abordar. Primero, el factor religioso cultural que asusta a la UE por lo que podría significar para la “Europa cristiana” la incorporación de una enorme e influyente comunidad musulmana (75 millones de habitantes) con voz y voto en las decisiones europeas. Segundo, su situación geográfica puente entre Oriente y Occidente, entre Europa y Asia. Tercero, la economía turca muy por debajo de la media de los países europeos, con graves problemas de desigualdades entre regiones y con una renta per cápita reducida en comparación con la de la UE tamaño (en el 2014 el PIB per cápita de la zona euro fue de 29.900 euros, mientras en Turquía lo era de 7.991). Cuarto, el fenómeno migratorio, en caso de una apertura de fronteras para la población turca, sería muy difícil de asimilar por los países más desarrollados de la UE, como ya sucede en la actualidad sin la incorporación de los turcos. Quinto, las instituciones turcas y su situación política más inclinadas en los últimos tiempos hacia un islamismo más radical, lo que influiría en las decisiones de la política exterior europea para producir más disensiones de las habituales en su seno.

Turquía se ha sentido infravalorada por los europeos, por lo que su reacción ha sido la de presionar con ese retorno al islamismo político reivindicativo y no al integrador de los primeros tiempos. Ese hacerse notar y valer ante la comunidad internacional, muy especialmente ante la UE, le hace enviar señales de poder con sus intervenciones en los asuntos de la región como participante activo y partidista en vez de su anterior contribución a la moderación y la mediación. Por último, hay que considerar siempre el estamento militar cuyo descontento puede provocar situaciones de inestabilidad o incluso golpes de estado, como ya ha sucedido a lo largo de la historia reciente de Turquía.

Las causas de ese giro en de los dirigentes turcos, con Erdogan y Dovutoglu a la cabeza, pueden encontrarse en el rechazo a su ingreso en la UE, manifestado explícitamente tanto por la primera ministra Merkel como por el presidente francés Sarkosy, además de factores de inestabilidad interna como el separatismo kurdo y el terrorismo, y el descontento de amplias capas de la sociedad turca más inclinadas a mirar hacia el oriente musulmán, principalmente en la parte central y oriental del país. Todo ello agravado por la guerra de Siria y la crisis de los refugiados que llegan a millares a las fronteras turcas. El gobierno de Erdogan, ante tales circunstancias ha optado por la represión de kurdos y disidentes izquierdistas, y por el discurso del miedo al cambio de gobierno, en la clásica manifestación de algunos políticos ante situaciones de

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inestabilidad: “o yo o el caos”. Erdogan, no obstante, trata de ganarse el favor de los kurdos conservadores y explota el miedo a la guerra civil en beneficio propio

Turquía es fundamental para la crisis de refugiados y para la seguridad europea, pero exige liberalización de visados para sus ciudadanos y retomar el proceso de integración en la UE. Erdogan dice haber gastado en los 2,5 millones de refugiados 7.000 millones de euros en residencias, sanidad y educación, pero la UE sólo le aportado 417 millones de euros, lo que ha provocado el descontento del dirigente turco que acusa a la UE de implicarle en el control de fronteras pero no de ayudarle.

Elecciones en Turquía

Erdogan fue elegido presidente en agosto de 2014

Resultado de las elecciones presidenciales de 9 de agosto de 2014

Recep Tayyip Erdogan (AKP) 51,8%

Ekmeleddm Ishonoglu

(partidos oposición) 38,4%

Selahattin Demirtas (Kurdo) 9,7%

En las elecciones generales de 7 de junio de 2015 resulto vencedor partido de Erdogan, el AKP, que, sin embargo, perdió la mayoría que gozaba desde 2002. No se consiguió formar un gobierno de coalición por lo que el presidente Erdogan encargó al primer ministro Davutoglu formar un gobierno de transición. Este, conformó un gobierno compuesto por veinticinco ministros pertenecientes a los partidos Justicia y Desarrollo (AKP), la democracia de los Pueblos (HDP), socialdemócratas (CHP), pero los nacionalista (MHP) rechazaron participar.

A partir de junio su estrategia fue la convocatoria de nuevas elecciones para noviembre de ese mismo año, pensando que podría recuperar la mayoría que le diera opción a poder reformar la constitución e incrementar el poder presidencial. Con tal fin se puso a trabajar para conseguir el voto nacionalista, que había perdido por el descontento del ejército y la policía, y sobre todo por el enfrentamiento con los kurdos, los cuales habían conseguido que sus representantes aumentaran su representación parlamentaria. Erdogan necesitaba 330 diputados para reformar la constitución mediante un referéndum que ampliara el poder ejecutivo del Presidente de la República.

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Resultados de las elecciones de 7 de junio de 2015

Partido Siglas Tendencia %votos junio 2015 Escaños junio 2015 Escaños 2011 Justicia y Desarrollo AKP Islamista moderado 40,82% 258 326 Partido Republicano del Pueblo CHP Laico, socialdemócrata 25,1 133 135 Partido del Movimiento Nacionalista MHP Ultraderecha religiosa 16,4 82 53 Partido de la Democracia de los Pueblos HDP Izquierda pro kurdo 12,6 80 36

Tensas relaciones con Rusia

Aviones rusos violaron el espacio aéreo turco: el 3 de octubre de 2015 un caza SU-30 y al día siguiente un Mig-29. Estos aviones formaban parte del contingente que ayudaba al régimen de al Asad a combatir a los opositores, aunque Rusia manifestaba que lo hacía contra el Estado Islámico. Por tal motivo, la OTAN convocó el Consejo Atlántico a petición de Turquía. Ahmet Davutoglu intentó rebajar la tensión manifestando “Rusia es nuestro amigo”. Por su parte el ministro de asuntos exteriores ruso, Serguéi Lavrov, manifestó que estaba dispuesta a ayudar a Turquía en materia terrorista y compensar por las violaciones del espacio aéreo.

Pero al mismo tiempo Turquía amenazó con cancelar la cooperación nuclear y gasística con Rusia, lo que suponía un volumen de comercio de 35.000 millones de euros. Hay que tener en cuenta que Turquía es el principal consumidor del gas natural ruso y que Rusia, a su vez, contribuía a la construcción de la planta nuclear de Akkuyu.

En octubre de 2015 Rusia comenzó una campaña aérea de bombardeos y de misiles lanzados desde buques situados en el Mar Caspio contra objetivos contrarios al régimen de al Asad. La OTAN mostró su preocupación ante las protestas turcas de violaciones de su espacio aéreo y la denuncia de que esos ataques iban contra fuerzas de la oposición apoyadas por Turquía y no contra el Estado Islámico como manifestaba Rusia.

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La escalada en la tensión ruso-turca alcanzó su zenit cuando las fuerzas aéreas turcas derribaron un caza-bombardero ruso S-24, que según el gobierno turco había violado su espacio aéreo, después de lanzarle las advertencias reglamentarias sin que el aparato respondiera adecuadamente y abandonara el espacio aéreo turco. Las fuerzas turcas están muy entrenadas, fruto de su continua tensión con Grecia, a reaccionar ante las violaciones aéreas. El presidente ruso Vladímir Putin lo califico de “ataque a traición”. El incidente, que costó la vida a uno de los dos pilotos del S-14, ha causado un distanciamiento entre Moscú y Ankara que se agrava por momentos dada la posición diferente que ambos países defienden en el frente sirio, Putin apoya a al Asad y ataca a sus opositores, mientras que Erdogan apoya a esas facciones contra el régimen sirio. Otra de las consecuencias del conflicto turco ha sido ayudar a incrementar la tensión Estados Unidos/OTAN-Rusia, junto con la derivada del conflicto ucraniano. La OTAN ha abierto bases de entrenamiento en Hungría y Eslovaquia, además de las que ya tenía en Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Bulgaria. La OTAN, también ha reforzado la frontera Sur de Europa formando una fuerza de 40.000 efectivos desplegable en 48 horas. El juego de la guerra fría se extiende de nuevo a esa zona tan inestable del planeta. Turquía se encuentra en primera línea por su situación geográfica y por ser miembro de la OTAN.

Atentados en Turquía

El 5 de junio de 2015, dos días antes de las elecciones generales, tuvo lugar un atentado en Diyarbakir, capital del Kurdistán turco, el gobierno de Erdogan atribuyó la autoría al Estado Islámico (EI), el ataque produjo cuatro muertos y más de trescientos heridos. Los kurdos lo atribuyeron a los servicios secretos del gobierno turco. El 21 de julio 2015, en Surug, junto a la frontera con Siria, otro atentado también atribuido al EI causó 33 muertos, lo que provocó la ruptura del alto el fuego convenido previamente entre el PKK y ejército turco. El 10 de octubre de ese mismo año, durante una manifestación pacífica de personas ligadas a partidos opositores de izquierda en Ankara, tuvo lugar el atentado más sangriento de todos causando 95 muertes y 243 heridos.

¿A quién benefició el atentado del 10 de octubre? Erdogan apeló al voto del miedo para las elecciones de noviembre de 2015. La inestabilidad turca era consecuencia de la imposibilidad de formar un gobierno de no conseguir una mayoría, del aumento de la insurgencia kurda, del peligro de la guerra de Siria, de la amenaza del Estado Islámico, de la crisis de refugiados, de la crisis económica y de la deriva autoritaria del propio Erdogan, todo podía volver a despertar el fantasma del golpe de estado.

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Resultado elecciones 1 noviembre Política Exterior Partido Tendencia Siglas % votos Escaños

1nov 2015 Escaños 7 junio 2015 Partido de Justicia y Desarrollo Islamista moderado AKP 49,5% 316 258 Partido Republicano del Pueblo Socialdemócrata, laico CHP 25,37% 134 132 Partido de Acción Nacionalista Ultraderecha nacionalista MHP 11,93% 41 82 Partido democrático del Pueblo Izquierda prokurdo HDP 10,69% 59 80

Con estas elecciones se terminaba un ciclo que se inició en 2014 con las elecciones locales y las presidenciales que llevaron a la jefatura del estado a Erdogan. Durante la campaña de las elecciones de noviembre Erdogan pidió el voto para el AKP, lo que, según la constitución turca, podía haber vulnerado la neutralidad exigida el Presidente de la nación. El objetivo de la campaña de Davutoglu, representante máximo del AKP por encargo de Erdogan, era conseguir una mayoría absoluta que permitiera reformar la constitución para transformar el estado en un sistema presidencialista que otorgara más poder al Presidente.

Toda la incertidumbre provocada por la inestabilidad causada por la violencia, la crisis económica y la protesta social han contribuido a que esa campaña dirigida por Dovutoglu haya tenido efectos favorables al partido de Erdogan. Los atentados terroristas han potenciado el voto de la seguridad o “del miedo” y hayan inclinado los nacionalistas voten a Erdogan y los prokurdos pierdan apoyos.

Los kurdos quieren su estado

En 1974, kurdos pertenecientes a grupos radicales de izquierda decidieron formar una organización para reclamar la independencia y crear un estado propio. Abdullah Ocalan fue el líder de esta iniciativa que en 1978 se transformo en el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK). Desde entonces no han cesado en su reivindicación, para la que no han dudado en usar la violencia, hasta el punto de ser incluido entre las organizaciones terroristas.

Pero con la guerra de Siria y la aparición del Estado Islámico (EI), Estados Unidos y sus aliados occidentales han encontrado en el PKK el mejor medio para combatir el EI. Así, han pasado de terroristas a combatientes por la libertad, en una transformación nominal

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muy corriente en la historia de las relaciones internacionales. Eso ha causado gran disgusto en el gobierno turco que sigue considerando al PKK y sus activistas como un grupo terrorista y un peligro para la estabilidad y unidad de Turquía. El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, ha manifestado tajantemente que el ejército turco combatirá a las Unidades de Protección Popular (YPG), la filial kurdo-siria del PKK, para impedir su avance en el norte de la provincia siria de Alepo. El líder de las YPG, Saleh Muslim, ha declarado que no piensan retroceder y seguirán hasta que tomen la ciudad de Azaz, que se encuentra a unos 5 kilómetros de la frontera turca.

El gobierno de Ankara ha manifestado su protesta ante Estados Unidos y sus aliados por el apoyo que están proporcionando a las YPG y al PKK. Sin embargo, los aliados occidentales los consideran los combatientes fundamentales y más efectivos para frenar el avance del Estado Islámico. Los rusos también están interesados en apoyar a los kurdos, lo que encona todavía más las ya deterioradas relaciones ruso-turcas.

El gobierno turco ha vetado la participación de los kurdos en las conversaciones de paz de Ginebra. Esa es uno de los factores por las que, una vez más han fracasado. El líder kurdo, Saleh Muslim, abandonó las conversaciones entre los representantes del régimen de al Asad y la oposición ya que por las presiones turcas la ONU no había invitado a los representantes kurdos. Estos tampoco gozan de la simpatía de los suníes apoyados por Arabia Saudí. A pesar de todo, son los únicos que hasta ahora han sido capaces de plantar cara con efectividad al temido estado islámico

El dilema turco: entre el islam y occidente

La Turquía que pudo haber sido y va camino de no serlo parece contribuir a enrarecer más todas las relaciones en el complejo y complicado mapa de Oriente Medio. Es difícil responder a las causas de la deriva turca desde los mejores tiempos del Erdogan amable e integrador hasta los actuales del sectario y hostil.

Puede que parte de esa responsabilidad se encuentre en el tratamiento que la UE le ha dado. Siempre ha habido una excusa para apartarlo del camino de su entrada en Europa. No exenta de razones la organización europea ha rechazado a Turquía por sus deficiencias en lo relativo a derechos humanos. Pero eso ha sido un pretexto, porque esas razones se aparcan cuando se trata con otros países que los respetan aún menos, y porque no es una buena razón política la exclusión en estos casos, en los que es más acertado la atracción hacia la órbita de la democracia que el rechazo.

Las verdaderas razones de la oposición a su adhesión a la UE son de índole más realista: demasiados habitantes, que además son musulmanes; deficiencias estructurales sociales y económicas que arrastrarían a la UE agudizar su propia crisis; y poca claridad de una sociedad que no tiene muy definido su sentido de pertenecía.

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Erdogan también tiene factores regionales que le impulsan a volcarse hacia la senda del islamismo. Turquía tiene una gran competencia para volver a liderar el islam como cuando lo hizo durante el imperio otomano. Arabia Saudí y las petromonarquías del Golfo tienen muchos recursos, o sea dinero, y por tanto mucho poder. Del mismo modo, Irán resurgiendo de su aislamiento gracias a la firma del tratado nuclear, que le impedirá fabricar bombas atómicas, y le proporcionara salir de su particular crisis económica, obtendrá mayores ingresos y como consecuencia más poder. El islamismo de Erdogan busca también el liderazgo en el mundo musulmán en competencia con árabes e iraníes. No se sabe si como rechazo o como sentimiento identitario, son cada vez más los turcos y sus dirigentes, los que miran hacia el islam como mejor opción para compensar su sentimiento de rechazo europeo. Lo hacen porque en el islam, son ciudadanos de primera, una gran potencia que se hace respetar. El islam es un signo de identidad y de recuperación del esplendor perdido, por eso también se fomenta a nivel interno, como forma de motivación e integración.

En su división interna, provocada por el conflicto con los kurdos, que siguen buscando un estado para su nación, ahora también se encuentran que sus aliados de siempre, como los Estados Unidos, apoyan a esos grupos considerados terroristas hasta hace poco tiempo, porque son combatientes útiles contra la expansión del Estado Islámico. Turquía se queja de que a Europa sólo le interesa como miembro de la OTAN y para frenar la crisis de los refugiados de la guerra de Siria. En su dilema entre occidente y el islam se encuentra no respaldada por sus aliados en la lucha contra los separatistas kurdos y con la hostilidad rusa que apoya a la oposición a al Asad. Sus aliados los encuentra en el islamismo y en las monarquías del Golfo.

El atentado del 18 de febrero de 2015 en Ankara contra unas instalaciones militares, que causó 28 víctimas mortales y 61 heridos, va a contribuir a incrementar las medidas represivas del gobierno de Erdogan. Los nacionalistas y los militares, van a exigir mayor contundencia contra los separatistas kurdos a quienes atribuyen esas acciones terroristas, lo que va a significar mayor represión contra las fuerzas opositoras sean o no simpatizantes de los presuntos autores de los atentados.

La decisión del Gobierno turco de tomar el control del diario Zaman, de tendencia opositora y el de mayor tirada en Turquía, es un síntoma de una deriva hacia más autoritarias por parte del Presidente Erdogan. De proseguir esta deriva, Turquía podría convertirse en un foco de inestabilidad para todo Oriente Medio y, por ende, para todo el mundo. La diplomacia aún está a tiempo de actuar antes de que Turquía se aleje de la democracia y por ende de Europa.

Zaragoza 13 de mayo de 2016

Observatorio Paz, Seguridad y Defensa.

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