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Ladra Vientos

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Academic year: 2021

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Nació en Pariamarca, provincia de Canta, departamento de Lima, el 15 de marzo de 1943, es un poeta, literato, historiador y docente peruano.

Sus padres fueron Adrián Huamán Velazco y Simona Cabrera Huamán. Está casado con Carmela y tiene 3 hijos y 3 nietos. Estudió primaria en la escuela de su tierra natal y

secundaria en el Colegio Nacional Mixto “Gabriel Moreno” de Canta. Curso la formación

superior en la Universidad Católica de Lima, Universidad de San Marcos y Universidad Nacional de Educación. Ha ejercido la docencia en muchas universidades. Actualmente TRABAJA en la Escuela de Postgrado de La Universidad de Educación. Pero su vida fue la literatura, en especial la narrativa; de ahí que sea autor de novelas, cuentos y poemarios Ha colaborado en muchos trabajos de investigación y juntamente con Carmela Abad su esposa ha elaborado textos escolares, históricos y didácticos con un afán de investigación  y aporte a la cultura y educación de las futuras generaciones Peruanas. También se dedica a la enseñanza del curso de Lengua. Su esposa es profesora de la Universidad Nacional de Educación "La Cantuta". Félix Huamán Cabrera es el autor de la lectura Altamar .Es profesor universitario y ha escrito muchas novelas. Como maestro ha experimentado, investigado y escrito tratados de estrategias metodológicas para la enseñanza y el aprendizaje de la lengua y la literatura en los campos de la creación artística y la información científica. Como escritor son de su autoría los siguientes libros:

Novelas:

El pedregal de Yaname, Agua encanta, Sierpe de acero y soles de oro, En las espigas de  junio, Candela quema luceros, Noche de relámpagos, Qantu, flor y Tormenta, Niños de

barro, El toro que se perdió en la lluvia, Ladraviento

Cuentos:

Agomayo, río de arena, Silbido en el maizal, Caballo verde en copa de oro, Cuentos peruanos para niños.

Poesía:

Del amor y sus días, Valle corazón. Actualmente trabaja como maestro en la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle” y en la Universidad Nacional del Centro

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LADRAVIENTO

Llegó muy pequeñito

Antes hubo otro: el Champoso no tengo muy claro su recuerdo pero conmigo nunca hizo buena amistad.

De Negrón si tengo el recuerdo como si fuera ayer, llegó muy pequeñito, con los ojos todavía cerrados, temblando de hambre o frio, lo vi en las manos de mi viejo que lo traía envuelto en un poncho.

Es un pastor dijo mi padre y cuando crezca será grande, lo he cambio por el pollino pardo, además me dieron tres borregos.

Color del carbón

El cachorro era negro, lloraba sacando la lengua, me ofrecí a darle leche y lo llame Negrón. Lo hice crecer y le enseñe a jugar conmigo desde pequeñito. Era negro como el carbón que utilizaba mi padre en su fragua. No era el color de la noche, porque la noche en mi pueblo, Pariamarca, era azul y clara. Su pelaje era brillante y su cuello era crespo. Con la cola levantada, aprendió a ladrar, correr y saltar haciéndose indispensable en la familia.

Negrón se salvó de la muerte

Cuando era pequeño, Yayo y yo lo llevamos abrigado al potrero, mamá nos había prohibido llevarlo. Para obedecer con los mandados, hicimos una especie de nido para protegerlo del frio, al otro lado del corral estaban dos toros peleando, y para espectar dicha pelea nos subimos a una roca, la cual para nuestra sorpresa se empezaba a resbalar hacia el nido donde dormía Negrón.

La piedra lo cubrió, una muerte segura, pero Negrón todavía vivía, Yayo y yo cogimos dos troncos duros y haciendo una palanca logramos sacra la piedra y rescatar a Negrón.

Así fue creciendo

Así fue creciendo, lo vi tomar cuerpo y su pelaje negro brillar, no era muy grande pero lo necesario para imponer respeto y acompañar en la soledad.

Él siempre estaba atento a cualquier movimiento, cuando cantábamos, Negrón levantaba el hocico a lo alto, mirando como si cantara con nosotros ladraba.

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Su cuerpo era bien caliente

Su cuerpo era bien caliente. Era la época del frio, las gripes y neumonías. Teníamos que ir cada día en las madrugadas a ver las vacas y las chacras sin tener ningún pretexto, era deber salir al campo.

Aquella vez fui a Pampaimarca, hacia un frio intenso, casi no podía caminar, llegue a las lomitas de Chilpata, me senté acurrucado para darme aliento, Negrón se acercó como oliéndome y se pegó a mi cuerpo, sentí su calor correr por mis venas. Me incorpore y seguí mi camino.

Las perdices color tierra

Cuando los vientecillos hacían bailar las hojas de los árboles, las perdices salían a buscar su alimento, se pasaban la voz con un trinar agudo unas aves grandes color de tierra, casi del tamaño del pollo, en nidal es debajo de matorrales dejaban sus huevos, los campesinos lo recogían y lo hacían crecer con los pollitos de las gallinas. Así en el gallinero y el patio teníamos polluelos de perdices, creciendo en familia, nosotros mirábamos como se alimentaban y corrían, Negrón también los miraba con entusiasmo.

Negrón cazador de perdices

En un año aparecieron puras perdices en los sembríos, a las cuales los pobladores espantaban de diversas maneras. Si no es la sequía, es la mangada, y si no, la peste, esta vez las perdices.

Fue aquella vez cuando Negrón me trajo en su hocico una tremenda perdiz del cogote, dejándola delante de nosotros y se fue nuevamente a los campos, no ladraba, observamos que se quedaba sin moverse debajo de las matas, esperando a que se acerquen las perdices para tomarlas entre los dientes y llevárnoslas.

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Negrón y yo miramos tus afanes

Con tus manos enciendes la leña y atizas la candela, tu cariño es el fuego que calienta mis días, Negrón y yo miramos tus afanes, me abrigas cuando hace frio, me das besos. En verano o en invierno tus afanes no acaban, siempre tienes tus palabras dulces que da aliento con el sol o con la lluvia, me imagino lo hermosa que te verás con la flor morada en tu cabello, bailando la herranza de ganado.

Una rama gruesa de eucalipto

Un día encontré una rama de eucalipto en la quebrada, la arrastre como pude hasta la casa. Negrón ladraba a mi lado, como pasando la voz para que nadie interrumpa nuestro avance, ayudaba mordiendo las hojas por delante.

Mi papá me dio el alcance diciendo que era muy pesado para mi esfuerzo, “Negrón también me ha dado la mano” respondí, el perro contento levantaba su hocico.

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Boca abajo bebiendo agua cristalina

Era negro de carbón, con sus ojos intensos mirando y remirando a todos lados. Sus padres tenían tradición de bravos y pastores. De esa raza descendía mi perrito Negrón, sencillo como los labriegos, cariñoso y juguetón, ponía atención cuando presentía algo malo, siempre atento, como buen guardián y compañero.

Era como un complemento de mi niñez. De la bajada que está en el manantial, los dos boca abajo, bebiendo agua cristalina hasta ver nuestros rostros en el espejo claro, luego saltar por los abismos de Warinwasi, para poder flamear nuestra cometa.

Aprendió a cuidar las reses

Pernoctaba en cualquier lugar donde estuvieran pastando las vacas. Era amo y señor de las noches en el campo. Desde el pueblo lo enviábamos hasta los pastizales más distantes, ladraba y cumplía con el mandato.

Las vacas lo querían, los becerros saltaban en la pampa al compás de sus ladridos. Cuando terminaba de aplacar la seda, nuevamente él los llevaba de retorno.

Cuando Negrón atrapó al abigeo

Se empezó a hablar sobre los abigeos que asolaban las comarcas. Se perdían toros y vacas sin hallar rastro y los campesinos se lamentaban.

Las autoridades no podían hacer nada. Una tarde, dejamos a las reses aseguradas, Negrón se quedó cuidando. Nos fuimos temerosos, esperando que nada pasara. A eso de la media noche, se acercó al corral con malas intenciones, el Chinganero. Era su costumbre hurtar vacas, toros, asnos y caballos.

Negrón, hecho una fiera, le mordió la espalda, la pierna, Negrón se le iba encima, ladraba sobre su presa. Cayéndose y levantándose, todo ensangrentado pudo escapar. A la mañana, encontramos a Negrón saltando y ladrando, nos dimos cuenta que había mordido a alguien. Encontramos el puñal y en el suelo rasgos de sangre, seguimos las huellas  y llegamos al rancho de chinganero, de cuyas malas habilidades se sospechaba.

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Las palomas revolotean en el patio

Negrón, como me agrada tener en los aleros de la casa muchas palomas. Cuando bajan al patio por sus granos de maíz, tú saltas con ellas, ladras; luego cuanto toco la quena, todos bailan.

Y tú ladras, Negrón. Ladras como si entendieras lo que estoy diciendo. Las palomas siguen revoloteando en el patio, en el jardín.

Esta mañana es alegría con el aroma de chinche, de la muña, del heliotropo, de las rosas silvestres junto a las retamas y el sauzal.

Por el color lo llamamos Negrón

Negrón es un lindo perro que va conmigo por todo sitio. Lo cabalgo como si fuera corcel. En la casa sabemos lo que dice porque desde pequeñito lo hemos criado. Por el color lo llamamos Negrón, Negroncito, negro lindo, bravo negro. Cuidaba los animales, arremetía contra zorros, pumas y sombras.

Negrón es nuestra propia niñez de campo, caminos y sueños.

Sucedió cierta vez

Cierta vez, teníamos que ir a cuidar el agua de regadío en la toma de Chacramito. Aquella vez nos tocaba regar en la chacra de Pampaimarca, por eso había que ir a cuidar el agua en las alturas.

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Como éramos muchachos, nos ordenaron que cuidáramos la toma. Subimos juntos a eso de las ocho de la noche.

Quilesh iba con su Petaco y yo con mi Negrón. Teníamos que llegar hasta la primera cima de la cumbre de Gollpampa. Conversábamos de todo, reíamos, mirábamos lontananzas. Éramos amigos.

Encontramos ocho hombrecitos pequeños

Un poco agitados ganábamos las escarpaduras, eso sí había que saber esquivar las espinas de tantar que en las noches se confundían con cualquier montal de peña. Ahora ya entrabamos a la pampa de Mishero .Se abrió el pajonal, pero, en ese instante, nos quedamos casi petrificados.

Ocho hombrecitos de unos sesenta centímetros de altura, bailaban haciendo un ruido ensordecedor. Sí eran ellos no había dudas, los Maquis, los cuidadores del tesoro de la

Mama Pacha, me había contado mi abuelo.

Hay que quedarse quietecitos y verlos, ellos no deben verte, porque si no mueres.

Si te topas con algún “Maqui”, te has sacado la suerte, hijo. Los hombrecillos seguían bailando

Nos quedamos quietos.

Los hombrecillos seguían bailando, nosotros mirábamos absortos. Cuando de súbito, silbo un viento intenso y choco con el roquedal, con tal fuerza que espanto a los hombrecillos. En su huida esparcieron un olor nauseabundo. Fue cuando nos dimos cuenta de que los hombrezuelos no eran tales, sino los zorrillos, que, en su época de celos, se ponen a bailar rascándose las costillas y cortejan a las hembras. En ese instante se nos fue el susto y el miedo, Negrón subido en una piedra ladraba como si quisiera espantar al mal. Los perros temen que les llegue a los ojos el líquido pestilente del zorrillo porque los dejan ciegos. Esperando que el mal olor se atenuara, proseguimos nuestro camino a la toma de agua de Chacramito.

Mi pueblo es pequeño

Mi pueblo es pequeño. Desde él salen los caminos a diferentes parajes. Mi terruño se llama Pariamarca. ”Pari” por el color amarillo de la tierra y “marca”, por poblado. Para mi es la palabra dulce de mi madre, los afanes de mi padre, es el ladrido de

Negrón saltando en el patio.

Es un arrullo mi pueblo. Todo es una niñez de sonrisa o el brillar de los ojos adolescentes cuando el amor es rocío de la alegría o suspiro.

Desde la plaza, una nube blanquísima se eleva y se posa en el azul del cielo. En esa nube estoy yo, murando a mi pequeño pueblo.

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Todo parece que naciera de nuevo

El aguacero llega sorpresivo por el lado de la loma y, resonando entre las hojas secas, lo vemos mojar el viento.

Todo parece que naciera de nuevo. No. Es la alegría que curiosea entre la tristeza seca. En la gotera, nos mojamos los cabellos, bebemos el agua del cielo, corriendo de un lado para otro, Negrón también. La lluvia pasa pero el olor queda. Todo queda en calma. Un airecillo suave azota cadencioso nuestros rostros, cuando contemplamos la distancia de la tarde.

La alegría entra por la puerta

Resuenan las calaminas. Negrón ladra y ladra, toda la casa es estrepito. Luz la pequeña correo por todo el patio, siguiendo a Negrón.

La lluvia ha llegado, la casa cobra una alegría tierna. La palabra de mi madre contenta, con su atado de leña, enciende el fogón para preparar la merienda. La alegría entra por la puerta del patio con su traje mojado. La alegría esta en las ventanas

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 y sube por la escalera con el silencio, está en la quena que Llawico toca, haciendo que la música corra por nuestras venas.

La lluvia nueva ha llegado. Ahora, a barbechar se ha dicho. Mañana de madrugada.

Negrón ladra espantando a las tórtolas

Cuando el aguacero moja la tierra, este hace resaltar las semillas escondidas. Es entonces cuando las palomas bajan a picotear los surcos.

Negrón ladra, espantando a las tórtolas con cascabeles. Luego vuelve, como jugando, por los molles de fruto colorado.

Algunos muchachos afilan sus tirachos, pero Negrón ladra y la parvada se espanta. Mañana volverán. El día se acaba, pero la vida continúa.

Solo le faltaba hablar

Solo le faltaba hablar, pero lo entendíamos por sus ladridos. Apenas lo llamábamos ya estaba al lado nuestro con sus orejitas paradas.

* ¡Arrea a las vacas hasta la aguada, que sacien su sed!

Ladrando, saltaba hacia el camino, rumbo al corral donde dormían las reses. Yayo y yo nos poníamos a tocar huaynos en pincullos de carrizo, cuando ya creíamos que era la hora, nuevamente silbábamos y sin pérdida de tiempo, observábamos a Negrón, delante de la punta de las reses.

Cuando menos lo pensábamos ya estaba a nuestro lado, con la lengua afuera, como diciendo

“He cumplido con el mando”, le traíamos agua en el sombrero para que bebiera su pasajero

cansancio.

Negrón había cavado la tierra

Corral Grande era una pampa inmensa. En medio de ella crecía un plantío hermoso de cantutas arco iris.

Cogiendo muchas flores, hice un ramillete grande y me puse a arrancar una mata de raíz para ver si prendía en el huerto de la casa. Yo jalaba y jalaba. Negrón muy atento, me miraba. Hice todos los intentos, poco a poco se fue haciendo un hoyo. Cuando ya había cavado algo, hasta el puquial para traer agua en mi sombrero, al regresar vi que Negrón había cavado la tierra con sus uñas, hasta lograr que la mata saliera entera. Deje el sombreo y el perro bebió su contenido como cansado. Yo lo agarre de la cabeza y lo abrace, en su lomo cargue la mata de la cantuta llena de flores, para luego sembrarla al lado del cerco de piedras. Allí crece todavía llena de flores con el sol de los días.

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La guitarra de mi tío

Mi tío julio, poeta y bohemio guitarrero, se había ido a tierras lejanas, pero nos había dejado su guitarra.

Mi madre la había colgado en la percha, advirtiéndome que no la cogiera. Cada vez que podía y sin que me viera nadie, pulsaba las cuerdas solo para escuchar el sonido. Me agradaba y soñaba con aprender a tocar.

Un día mi madre se había ido por una semana de visita a Canta, donde vive el abuelo y mis tíos, la desenfunde y empecé a tocar sus cuerdas con toda libertad.

Mi vecino Augusto me enseño a tocar la guitarra, hasta que se me ampollaron los dedos, se me rompieron las uñas y me salieron heridas en las yemas.

Mi madre me dio permiso

Tanto fue mi insistencia y mi querer que, para el retorno de mi madre, ya sacaba notas en la guitarra y acompañar el canto.

Para que no se diera cuenta, la colgué tal como ella la había dejado. Me dolían los dedos, pero trataba de ocultarlos para que ella no se diera cuenta, Me pregunto qué me había pasado.

El Pique mamá respondí, estuve jugando con los marranitos, pero Augusto me los ha sacado. No pasaron ni dos días y mi mamá le dio las gracias a Augusto y él respondió de nada, que tenía vocación y me gustaba la guitarra. Yo baje la cabeza, le pedí perdón y que me diera permiso para aprender a tocar la guitarra.

Primero se opuso, pero, a tanta insistencia, me concedió tocarla, de vez en cuando.

El perro cantor

Rasgando cuerdas, buscando notas, aprendía a tocar la guitarra cantando. Y Negrón, levantando el hocico ladraba como si me acompañara.

Ya no había dudas cada vez que cogía la guitarra, el perro estaba a mi lado con el

“guaguauuu” de su canto.

Pronto en toda Pariamarca, se comentó que Negrón, cantaba conmigo al compás de la guitarra. Llego un día Ángel Vicente, el mejor guitarrista y quiso ver si era cierto. Le alcance el instrumento y llame a Negrón, el can se volvió fiera y ataco a Ángel. El guitarrista presuroso me la devolvió.

Entonces arranque las notas, me puse a cantar y Negrón levantando el hocico, ladraba y ladraba.

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La actuación

Llegaron las fiestas patrias y en la velada, los escolares demostraban sus gracias. Cual mejor, cual peor, pero se trataba de participar en el proscenio, alegrando las fiestas del mes de julio.

Yo me apunte para tocar un huayno. Fue así cuando llego el momento y me anunciaron. Punteé la entrada, acompañándome con los bajos y luego toque la canción, pero el público empezó a pedir que cantara, y canté.

Negrón al escucharme empezó a raspar la puerta y pedí que lo dejaran entrar porque iba a cantar conmigo. Cuando abrieron la puerta, Negrón llego saltando hacia mí, mirándome alegre y moviendo la cola empezó a cantar, la gente se quedó en silencio Al terminar todos aplaudieron y Negrón ladraba como si agradeciera.

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Hicimos un remanso grande

Habíamos bajado hasta el fondo de la quebrada de Ayasura y nos pusimos de acuerdo para hacer una poza grande.

Éramos ocho muchachos. Ahí estaba Yayo, Chacho, Chiro, Biobío, Juañoco, Gandolfo, Pablo  y yo. Todos listos para empezar. Sin pérdida de tiempo, en un dos por tres, estuvimos cargando piedras y champas gruesas y de cuanta ciénaga había. Negrón, que estaba con nosotros, nos daba aliento, saltando a nuestro lado. Todo el día estábamos dale que te dale. Así estuvimos tres días, hasta que por fin terminamos a las tres de la tarde. Vimos como el agua se empozo, hasta formar un remanso grande. No había sido en vano nuestro afán. En ese mismo rato nos quitamos la ropa y nos pusimos a chapotear en el agua fría, temblábamos, pero eso no importaba, estábamos nadando en nuestra propia piscina.

Negrón salvó a un amigo

A la mañana siguiente de construida la poza, todos entusiastas estuvimos en el agua. En la orilla, Negrón y los demás perros nos miraban, esperando que los invitemos a zambullirse. Así fue, pero el único que acepto fue Negrón, estaba a nuestro lado, haciendo palomilladas entre la corriente. El único niño que no se animó a meterse era Juañoco. Tanto le insistimos que se paró, se lanzó desde la piedra como un diestro nadador. Entro al agua. Había tocado fondo. Pero no lo veíamos salir a flote, pablo se aventó a buscarlo, luego Yayo y tampoco lo encontró, Negrón se aventó y apareció por el otro lado con Juañoco todo desmayado, lo ayudamos y echamos en la orilla para socorrerlo. Para nuestra suerte, reaccionó y empezó a botar el agua, balbuceando nos dijo que no sabía nadar. Pronto Juañoco volvió a su ánimo y sonrió. No sabíamos cómo agradecer a Negrón.

Un torrente de agua barrosa

Los relámpagos y los truenos, salieron en el invierno. Y luego empezó a llover grandes goterones de agua. Las aguas se desbordaron, por eso los niños tenían cuidado al caminar. Detrás de ellos estaba Joshé Jille, quien llevaba consigo a sus becerros. Negrón se dio cuenta que un torrente de agua barrosa se acercaba a donde estaba Joshé, y ladrando le avisó que tuviera cuidado y que apartara del camino. Joshé se dio cuenta de lo que se refería Negrón, y se salvó. Luego Joshé se fijó que Negrón estaba guiando a sus becerros para que se salven, y no sean arrastrados por el légamo.

El légamo alcanzó a Negrón

La masa seguía arrastrando las piedras, los árboles, y luego tapó por completo a Negrón,  y el niño fue al rescate de su perro, entonces le tiró una cuerda, y Negrón, con toda su fuerza lo cogió con sus dientes, entonces Negrón se salvó. El niño se dio cuenta que Negrón

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tenía una herida en la pata izquierda y se la curó con llantenes. Mientras, la corriente se seguía llevando los cultivos, las chacras y los alfalfares.

Escuchamos el aullido de un cachorrito

Mientras cruzaban la quebrada de Agomayo escucharon unos aullidos de cachorritos que lloraban. Negrón se desesperó con encontrar quien era el que estaba ladrando, pero aun así siguió acompañando a los niños, aunque a veces regresaba de rato a rato. Luego fueron a la casa del niño para comer, pero no vieron a Negrón. Cerca de la cocina escucharon el llanto de un cachorrito. Vieron a Negrón que trajo un cachorrito, y la mamá del niño les contó que una perra había dado a luz a varios cachorritos, pero la dueña no los quería porque eran muchos. Negrón seguía trayendo más, y se dieron con la sorpresa de que probablemente eran hijos de Negrón. Entonces cuando los chorritos crecieron, la mamá del niño los repartió para sus vecinos, familiares y amigos.

Negrón se fue ladrando al viento

Cuando tuve quince años, deje mi pueblo. En él se quedó mi casa, mis palomas. Allí se quedó mi Negrón, el compañero de mi vida en la campiña y tantas travesías. Fue en el mes de diciembre. Me despedí de mis padre y de Negrón, tenía que estudiar en lima. Subí al ómnibus de la empresa.

A la semana más o menos, recibí una carta de mi madre y decía lo siguiente:

“Negrón, la misma tarde que te fuiste, empezó a ladrar mirando al cerro de Misane. Salto

el cerco del corral y se fue aullando por la plaza. Se fue y no ha vuelto más, no sé por dónde estará.”

Madre mía, en estas páginas de Ladraviento, estás tú, mi papá, mi Mesito, Pariamarca, esta Negrón ladra que ladra, entonando una canción.

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Mensaje de la obra

Valores encontrados en la obra

* Bondad * Obediencia * Educación * Amistad * Estima Vocabulario

1. Escarpadura: Declive áspero de cualquier terreno. 2. Mieses: Conjunto de sembrados de un valle.

3. Halar: Tirar hacia sí de algo.

4. Merino: Dicho de un carnero o de una oveja: Que tiene el hocico grueso y ancho, la nariz con arrugas transversas, y la cabeza y las extremidades cubiertas, como todo el cuerpo, de lana muy fina, corta y rizada.

5. Fragua: Fogón en que se caldean los metales para forjarlos, avivando el fuego mediante una corriente horizontal de aire producida por un fuelle o por otro aparato análogo.

6. Acaecer: Hallarse presente, concurrir a algún paraje.

7. Comarca: División de territorio que comprende varias poblaciones. 8. Lampo: Resplandor o brillo pronto y fugaz, como el del relámpago.

9. Apear: Desmontar o bajar a alguien de una caballería, de un carruaje o de un automóvil. 10. Estentóreo: Dicho de la voz o del acento: Muy fuerte, ruidoso o retumbante

11. Cubil: Sitio donde los animales, principalmente las fieras, se recogen para dormir 12. Amenguar: Disminuir, menoscabar

13. Ubérrima: Muy abundante y fértil 14. Ponderar: Determinar el peso de algo

15. Borbotar: Dicho del agua: Nacer o hervir impetuosamente o haciendo ruido

16. Heliotropo: Planta de la familia de las Borragináceas, con tallo leñoso, de muchas ramas, de cinco a ocho decímetros de altura, velluda y poblada de hojas persistentes, alternas, aovadas, rugosas, sostenidas en pecíolos muy cortos, flores pequeñas, azuladas, en espigas  y vueltas todas al mismo lado, y fruto compuesto de cuatro aquenios contenidos en el fondo

del cáliz.

17. Nevisca: Nevada corta de copos menudos.

Oraciones del Vocabulario

1. Las escarpaduras del campo impiden el paso libre de las personas. 2. No hubo buena época para las mieses.

3. Francis haló una piedra hacia unas palomas. 4. Los merinos corrían libremente por el campo.

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5. El señor utilizó una fragua para calentar el agua. 6. El niño no tenía ningún acaecer.

7. Las comarcas eran difíciles de transitar. 8. Los lampos del cielo eran hermosos.

9. Se apeado del caballo al inmediato ataque. 10. Fue un sonido muy estentóreo.

11. El cubil estaba formado de pequeñas pajas.

12. El día se amenguo muy rápido, y luego vino la noche. 13. Las ubérrimas plantas se movían con el viento.

14. Los gritos de los animales son ponderados, por el sufrimiento. 15. El agua se borbotó con gran rapidez y se evaporó.

16. Los heliotropos tienen un delicado aroma. 17. El campo estaba en nevisca por la noche.

Referencias

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