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PABLO NERUDA EL POETA DE LA MADERA ELEMENTAL MAGDA JUÁREZ

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PABLO NERUDA EL POETA

DE LA MADERA ELEMENTAL

MAGDA JUÁREZ

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Copyright © 2,020. Magda Juárez.

Obra: Pablo Neruda: El poeta de la madera elemental.

fabiolajuarez657@gmail.com magdajuarez1969@outlook.es Guatemala, Ciudad.

Todos los derechos reservados. Este libro o cualquier parte del mismo no puede reproducirse ni utilizarse de ninguna manera sin el permiso escrito del editor, excepto por el uso de citas breves en una reseña de libro o revista académica.

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Índice

I 5

II 22

III 31

IV 53

V 60

BIBLIOGRAFÍA 62

BIOGRAFÍA 63

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Yo soy profesor de la vida, vago estudiante de la muerte y si lo que sé no les sirve no he dicho nada, sino todo.

Pablo Neruda. (No tan alto)

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PABLO NERUDA

EL POETA DE LA MADERA ELEMENTAL

I

Estar en el mundo consiste en tener a la mano una porción de cosas, una parte de objetos materiales de toda clase lo cual constituye el ámbito donde nos movemos y actuamos. El hombre realiza con las cosas una multitud de actos; plantamos árboles, comemos frutas, cortamos madera, trasponemos los mares, es decir, interactuamos con todo lo que hay a nuestro alrededor. Una de las actividades que hacemos con las cosas es pensarlas, tomamos una actitud reflexiva del pensamiento y entonces ese conjunto de cosas adquiere para nosotros un matiz completamente distinto. Ese matiz completamente distinto de las cosas, ese mirar con otros ojos, los ojos del alma, las cosas de la vida, lo obtuvo Neftalí Eliécer Ricardo Reyes Basoalto a muy temprana edad.

Yo tendría unos diez años, pero ya era poeta. /No escribía versos, pero me atraían los pájaros, /los escarabajos, los huevos de perdiz. (5:11)

Ante los ojos del niño-poeta ya las cosas estaban llenas de un significado deslumbrante; la casa de la infancia en Temuco, el baúl secreto lleno de tesoros fascinantes, al fondo del cual encontró el aleteo del amor en la enigmática figura de María Thielman una ilustre diosa sensual y desconocida que lo hizo apasionarse por primera vez. Soldado caído en una guerra de bellotas, sin más armas que la curiosidad ante lo bello y lo simple, satisface la urgente necesidad de poetizar la maravillosa bellota, verde y pulida, con su caperuza rugosa y gris. (5:16) Sin importarle el asedio feroz de aquellos forajidos de liceo que lo acribillan a bellotazos. Ante aquella guerra sin cuartel esgrime la única arma que sabe manejar; la poesía.

Crece en un ambiente duro y hostil en donde se hace hombre, pero también se hace poeta; le habla la lluvia, el pan duro, el frío, la luna de

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cuarzo, el crepúsculo azul, el viento con sus dedos fríos, el fuego apasionado, que más de alguna vez hizo arder su humilde casa como una cajita de fósforos (5:17) Sin embargo, es otro elemento de la vida que se impregna en su alma, una cosa muy simple, muy evidente, muy inmediata: la madera.

Olía a madera fresca en los pueblos. Por allá quedan aún versos míos escritos en las paredes. Me tentaban porque las tablas eran lisas como el papel, con venas misteriosas. Desde entonces la madera ha sido para mí un elemento natural de mi vida. (5:18)

En esa casa de madera fresca, olorosa a nuevo, pionero en la vida y en la poesía, vivía vestido de poeta, de riguroso luto. Va a la iglesia con su madre y allí de pie e irreverente ante el ritual piadoso, un chico de doce años se interroga si a los pioneros de esa región les hace falta Dios.

En un pueblo donde no existía la poesía escrita ni la religión, la soledad del niño-poeta se llena con libros. Las noches de lluvia son menos largas con las lecturas de Búfalo Bill, Julio Verne, Gorki, Felipe Trigo, Diderot, Vargas Vila. A través de las líneas de un poema le llega el conocimiento. La revelación de nuevos mundos y la vida de los hombres más allá de la frontera de Temuco lo deslumbran.

Una presencia decisiva en la infancia del poeta fue la mujer que lo hizo leer los primeros grandes nombres de la literatura rusa, las cuales reconoció más tarde el poeta, fueron grandes influencias en su vida:

Por ese tiempo llegó a Temuco una señora alta, con vestidos muy largos, y zapatos de tacón bajo. Era la directora del liceo. Se llamaba Gabriela Mistral. (5:25)

Devoró los libros que ella le entregaba, pero no se piense por eso que era un niño más aplicado, no, en realidad era un alumno promedio. Durante su vida estudiantil en el Liceo de Temuco, Neftalí sólo una vez obtuvo un distinguido –en francés en el segundo año (1914)- El resto son sólo aprobados, suficientes para seguir al próximo año. (10:3)

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Los primeros años de producción poética de Neftalí Reyes Basoalto, se ven marcados a los trece años con la publicación de un artículo intitulado Entusiasmo y perseverancia, en el diario La mañana de Temuco. Es quizá en este breve artículo donde se vislumbra la semilla de interés social que Neruda demostrará en su producción posterior. En el artículo hace ver su preocupación ante la precaria situación de la salud pública en la provincia.

Cuando corría el año 1916 el Hospital de Caridad tenía sólo 35 camas para hombres y 17 camas para mujeres. Temuco alcanzaba a 16 mil habitantes y en ese plazo, al terminar las dos epidemias podía advertirse que sólo había una cama por cada 350 habitantes. (10:3)

Estas tentativas literarias se ven plasmadas en el libro Cuadernos de Temuco, textos que escribió entre los años 1919 y 1920, cuando contaba con quince años.

Durante los años de pubertad y adolescencia, Neftalí sentía un vacío, un problema existencial que ya anidaba en su alma, un pensamiento que se distingue de los demás pensamientos claros y distintos. Y ese pensamiento único es el pensamiento de Dios, la idea de Dios. Una idea que jamás fue cultivaba por su padre o madre, pues vivía en un estado casi primitivista, entre bárbaros que levantaban la copa de sangre de cordero para beberla como un vino, y en donde el adolescente huraño y tímido mantiene una conversación mística con Dios.

¡No nos digas el cuándo, no nos digas el cómo, /pero dinos a dónde nos llevará la muerte! (10:3)

Yo encuentro en las quietudes de las cosas /un canto enorme y mudo. / Y volviendo los ojos hacia el cielo /encuentro en los temblores de las nubes /el ave que pasa y en el viento /la gran dulzura de la mansedumbre. (10: 3).

Un adolescente místico y romántico perdido entre gente muy descreída;

Mis padres, mis tíos, los innumerables cuñados y compadres, de la mesa grande en el comedor, tampoco se santiguaban. (5:20) De pie como un navegante en la proa de un barco que anuncia tierra, el poeta lanza al

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viento la frase ¡Dios a la vista! Ya la proa de su barco se dirige hacia un continente en cuyo horizonte se dibuja el alto promontorio de la divinidad.

No pensemos con esto que era un asceta dedicado a la contemplación del ombligo, al contrario, él está muy consciente de su condición terrestre y humana y prueba de ello es el poema Hombre, el cual no firma con su nombre sino con el de Pablo Neruda.

Resulta extremista y contradictoria la afirmación anterior puesto que a Neruda se le conoce como un poeta terrestre, sensual, que no busca una trascendencia hacia lo divino. Sin embargo, intentaremos demostrar que a pesar de la sorda voracidad de materia viva y de entrega a la tierra se buscaba un nuevo arraigo en lo divino en una búsqueda místico-sexual, quizá influenciada por las lecturas de D. H. Lawrence, como las de Lady Chaterley.

Las biografías de Pablo Neruda nos enseñan que desde la infancia el poeta sintió su destino individual ligado a las circunstancias históricas, políticas y sociales de la realidad que le tocó vivir. Desde niño se enfrentó a la presencia inquietante de la injusticia, la insatisfacción y la angustia de su pueblo sometido a la prepotencia y al abuso institucionalizado por el gobierno de su país.

Los chilenos continuaron lo que se llamó la “pacificación de la Araucanía”, es decir, la continuación de una guerra a sangre y fuego, para desposeer a nuestros compatriotas de sus tierras. Contra los indios todas las armas se usaron con gran generosidad: el disparo de carabina, el incendio de sus chozas, y luego, en forma más paternal, se empleó la ley y el alcohol. (10:3)

La inquietud política y su preocupación social lo introducen prematuramente a la realidad chilena y, después de una etapa individualista, su actividad intelectual así como su producción poética, se orientaría por una necesidad de denuncia social. Designo esa etapa individualista en el sentido de que el poeta se dedica a ser un contemplador de un mundo casi vacío y centra su acento lírico en los temas amorosos, pues los estímulos que le ofrece la realidad lo llevan a

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escribir –en función de estudio e interpretación de esa misma realidad- el entronque de su ser en el mundo. Esa necesidad de tomar conciencia de la realidad inmediata y personal está en la raíz de todo poeta, pues siempre se mantiene una insatisfacción vital y social que luego lo comprometería en la lucha por los ideales básicos del hombre; la libertad y la solidaridad.

Se aprende la poesía pero a paso entre las cosas y los seres, sin apartarlos sino agregándolos a todos en una ciega extensión del amor. (5:27)

No sorprenderá entonces que yo haya tratado de pagar con algo balsámico, oloroso y terrestre la fraternidad humana. (5:29)

Ahora bien Neruda plasma esa etapa solitaria y melancólica en el poema La canción de la fiesta con el cual gana un concurso organizado por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. Durante este periodo conoce a los poetas de la Generación del 27; Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, León Felipe, García Lorca, Pedro Salinas y otros. Ellos lo introducen al mundo de Quevedo, Góngora y poetas barrocos del siglo XVII.

Esta primera etapa de subjetivismo romántico corresponde a la iniciación de Neruda como poeta. Los poemas reunidos en Crepusculario (1923) y en El río invisible, poesía y prosa de juventud. (Póstumo) lo muestran con un dominio del verso y con un amplio vocabulario. Sin embargo, la obra cumbre de esta etapa es Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924). Es un libro de versos intensamente románticos traspasados de un dolor profundo, sabiamente hábiles en su aparente aire descuidado, pues manifiestan un alto poder creativo en cuanto a la utilización de imágenes. La concepción dramática del amor, combinada con el eterno estado agónico respecto a los problemas metafísicos encuentra la forma adecuada en el verso de arte mayor con un ritmo y cadencia irrepetibles. La abundancia de símbolos, comparaciones, metáforas e imágenes surrealistas apuntan todas a la angustia, a la desesperada tentativa de una comunicación con un ser humano ¿o divino?

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La primera interpretación que seguramente se realiza de Veinte poemas... nos enfrenta a la situación básica del amante y la amada que tuvo alguna vez entre sus brazos. Percibimos la hondura lírica con la cual le habla a la amada, describe la soledad –esa sombra extraña que no lo abandonará nunca- que proviene del sentimiento de abandono y desamparo que experimenta, lo cual lo inquieta y martiriza. La voz poética –no el poeta- se confiesa abandonada como los muelles en el alba, perdido, con un vacío existencial que lo succiona hacia el hoyo negro de la soledad y el abandono. El hablante se auto define como un ser solitario, indeciso, desventurado, sombrío, preso y encerrado en lo finito de su mortal destino, ante las cosas que lo perturban con falaces alegrías y lo llenan de destilante melancolía. Se halla en medio de las tinieblas y busca la luz, algo satisfactorio que pueda saciar la sed interior que lo calcina: Hoguera de estupor en que mi sed ardía.

Ante el estado de carencia se establece una relación vertical entre lo sideral y lo terrestre. Se despliegan dos planos; el hablante terrestre – solitario, triste, prisionero de su desconfianza, su dolor y tristeza. Aquí las imágenes subterráneas, las cavidades profundas son ejemplos del estado emocional y espiritual del hombre: Feroz cueva de náufragos. (5:49) Pozo abierto y amargo (5:51) El hombre es un túnel, una guarida oscura y estéril que está empantanado en el vacío:

¡Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso! /Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, /y la fatiga sigue y el dolor infinito. (5:7)

Esas horas perseguidas por la nostalgia de lo inaprensible se plasman en la búsqueda de lo infinito, del sentido profundo y metafísico de la vida y la muerte. De tal manera que acaba dirigiendo los ojos hacia el infinito. Y sólo Dios es –según los conceptos teológicos- lo infinito, lo inconmensurable, lo indefinible, lo innumerable.

Tú también estás lejos, ah más lejos que nadie (...) Tu presencia es ajena, extraña a mí como una cosa.

Desbocado, violento, estirado hacia el cielo. (5:41)

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Esta lucha interior del hombre enfrentado a su desesperación terrenal encuentra un punto de equilibrio en el hombre del cielo, el cual es permanencia y fundamento de la vida, así como un soporte firme hacia la libertad. Así pues, existe una dualidad terrestre-divina. La tierra, lo subterráneo es el polo negativo y el cielo es el polo positivo, donde el espíritu se mueve hacia un infinito para que el individuo se realice a plenitud. Entre ambos polos existen dos energías: 1. La energía celeste;

compuesta por la luna, estrellas, nubes, sol, luces y sombras. Y 2. El espacio terrestre; donde siempre hay un cambio constante, una transformación de las cosas y los seres.

La soledad cruzada de sueño y silencio. / Acorralado entre el mar y la tristeza. /Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles. (5:37)

Está atrapado, como todo ser humano, entre dos fuerzas inmóviles.

Continúa la búsqueda para saciar la sed de lo absoluto que lo atormenta.

La existencia de una realidad trascendente la proyecta a través de la abundante simbología sobre la naturaleza terrestre y celeste. Dios se encuentra presente en todas las cosas y las criaturas porque proceden de Él y se verían reducidas a la nada sin su presencia omnisciente. El cielo es el símbolo universal a través del cual se expresa la esencia de un ser divino, creador del universo. Esta es una manifestación directa de la trascendencia, de lo sagrado, lo que ningún ser vivo puede alcanzar.

Neruda lo sabe y por eso el cielo aparece en todos los versos:

Cielo desde un navío. (5:17) En mi cielo al crepúsculo eres como una nube.

(5:27) Y mis redes de música son anchas como el cielo. (5:39)

De esa forma la trascendencia divina se revela directamente en la inaccesibilidad, la infinitud, la fuerza creadora del cielo. (La lluvia).

El cielo es el símbolo complejo del orden sagrado del universo, que lo revela por el movimiento circular y regular de los astros y que lo esconde sugiriendo de él sólo la idea de órdenes superiores al mundo físico e invisible, el orden trascendente de lo divino y el orden inmanente de lo humano. (1:281)

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También perdura la idea universal de la existencia de un lazo primitivo entre el cielo y la tierra que fue roto. El resultado de esa polarización es que el Cielo es el principio activo masculino, que se opone a la tierra pasiva y femenina. Por la acción del cielo sobre la tierra todos los seres se producen. La penetración de la tierra por el cielo se contempla pues como una unión sexual. (1:282) Así pues el producto de esta unión es el hombre verdadero.

La luna también es otro símbolo que aparece en este libro, la cual simboliza el principio femenino y los ritmos biológicos. La luna vincula entre sí las aguas, la lluvia, la fecundidad de las mujeres, la de los animales y el destino del hombre después de la muerte. Es decir, la luna al ser fuente de fecundidad asimila todos los gérmenes del renacimiento cíclico, es la copa que contiene el licor de la inmortalidad. A la luna como símbolo astrológico se le asocia con la madre. Esa influencia maternal que ejerce sobre el individuo, en cuanto a la búsqueda de una madre-universo afectivo –recuérdese la muerte prematura de la madre del poeta- la madre- calor y caricia, es una idea que ronda por los versos del libro. Al asociar la luna con la madre domina la vida infantil, arcaica, artística y anímica. Es una zona nocturna, inconsciente, crepuscular de nuestros instintos. Es la parte de lo primitivo que duerme en nuestro interior, tal como dice el poeta su alma sola y salvaje, lo primitivo que vive en lo imaginario y a la vez modela la sensibilidad más profunda. Es la sensibilidad del ser íntimo librado a la embriaguez del instinto y abandonado al gusto de la aventura.

Por otra parte la luna y el crepúsculo expresarían la enlodadura del espíritu en la materia; la tristeza, la soledad, la falsa ruta, la conquista de la verdad, las decepciones y los extravíos del alma.

Soy el desesperado, la palabra sin ecos, / el que lo perdió todo, /y el que todo lo tuvo. (5:21)

Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas, /mi corazón da vueltas como un volante loco. (5:27)

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Pero la noche llega y comienza a cantarme. /La luna hace girar su rodaje de sueño. (5:44)

Sin embargo, a la luna se le ha considerado como poco confiable y conviene no quedarse en esas apariencias de orden cósmico, pues podría interpretarse con una significación más profunda. Tal es la idea de Plutarco al decir que la luna es la morada de los hombres buenos después de su muerte. Llevan allí una vida que no es divina, ni bienaventurada, pero sin embargo exenta de preocupación hasta su segunda muerte. (1:663) Es decir, el poeta espera una segunda muerte que preludie el nuevo nacimiento.

De tal manera que, al ser el cielo y la luna símbolos de sus preocupaciones metafísicas, también lo es la noche, la cual engendra igualmente al sueño y a la muerte, las ensoñaciones y las angustias, la ternura y el engaño. Aquí se toma como una imagen de lo inconsciente, la noche como símbolo de las germinaciones que surgirán en el día como manifestaciones de la vida.

El lejano hacia donde no hay más que la noche /y la ola del designio y la cruz del anhelo (...)/Pero quiero pisar más allá de la huella: /pero quiero voltear esos astros de fuego: /lo que es mi vida y es más allá de mi vida, /eso de sombras duras, eso de nada, eso de lejos. /El hondero entusiasta.

(6:22)

Es quizá en este poema de El hondero entusiasta donde se vislumbra con más claridad la búsqueda de Dios a través de la propia naturaleza imperfecta del hombre vista con una conciencia lúcida donde la luz y la sombra son valores complementarios del ser humano: Más allá de esos muros, de esos límites, lejos. / Debo pasar las rayas de la lumbre y la sombra. (6:24) Tal imagen significa que en un nivel de la vida humana, como en los planos cósmicos, existe una época sombría que va seguida de una luminosa y pura. Hay una época de decadencia y descomposición, de equilibrio precario en la condición humana: Era la negra, negra soledad de las islas.../Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos. (5:51-52)

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Pálido y amarrado a mi agua devorante/ cruzo en el agrio olor del clima descubierto, /aún vestido de gris y sonidos amargos. (5:23) Pensando, enredando sombras en la profunda soledad. (5:41)

Pero también surge el simbolismo de la luz-conocimiento que es percibida por el corazón, como la luz del verdadero sol que se percibe por intuición directa en el carácter de iluminación iniciática.

Juegas todos los días con la luz del universo. (5:33) Tú juegas con el sol como con un estero. (5:45)

La luz sucede a las tinieblas, tanto en los ciclos cósmicos como en el de la iluminación interior. Luz y tinieblas constituyen una dualidad universal que expresa también la dualidad del espíritu y el cuerpo, algo luminoso y oscuro que coexiste en el mismo ser.

La luz es pues un símbolo propio de ciertas experiencias místicas: más allá de la luz están las tinieblas; la esencia divina que no es conocida por la razón humana.

El anuncio en estrellas de la noche que viene. /Soy yo: pero es mi voz la existencia que escondo. /La dolorosa sed que hace próxima el agua. /La resaca invencible que me arrastra a la muerte. / ¡He aquí la noche absorta!

¡Mi alma grita y desea! / ¡He aquí los astros pálidos todos llenos de enigma!

/ ¡He aquí mi sed que aúlla sobre mi voz ya muerta! El hondero entusiasta.

(6:24)

Es oportuno mencionar que para el mundo la revelación más adecuada de la divinidad se efectúa a través de la luz. Todo signo sagrado está rodeado de un nimbo de luz pura por la cual se reconoce la presencia del más allá.

En una concepción mística la luz tiene su origen en el fuego, tal como dice el poeta en el verso: En su llama mortal la luz te envuelve. (5:9) En ese lento juego de luces, la luz es amable, dulce y fecunda. Luz divina que también se asocia al despertar del deseo y al amor realizado después de ser purificado por el fuego: He ido marcando con cruces de fuego/ el atlas blanco de tu cuerpo. (5:31) ¡Incendio en el bosque! Arde en cruces azules/

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Arde, arde, llamea, chispea en árboles de luz.../ Y mi alma baila herida de virutas de fuego. (5:42)

Así pues, esta revelación de luz no es más que el amor, pues la luz se desprende del fuego lo mismo que el deseo de amor se desprende de la voluntad de Dios. Recordemos que en la tradición cristiana la luz simboliza la vida, la salvación y la felicidad acordadas por Dios. Por tal razón la luz celeste nos alumbra el corazón, el cual está simbolizado en una lámpara, y es la conciencia iluminada por la luz del espíritu. De tal manera que cuando el poeta dice que su alma rodaba interminable. ¿Hacia dónde? ¿A qué lugar? Él mismo piensa y se dice sin esperanza que se encuentra enterrando lámparas en la profunda soledad. (5:42) para luego interrogarse

¿Quién eres tú? ¿Quién eres?, interrogante que nos remite de nuevo a la búsqueda de un ser que borre la soledad y la sed de infinito que siente.

Sin embargo, el verso gris nos indica que existe una total incomunicación pues aún no encuentra la luz, enterrada en lo oscuro de la tierra, y continua errando en las sombras en un estado depresivo y ansioso que se plasman en imágenes sombrías: Ahogando lamentos, moliendo esperanzas/ sombrías, / molinero taciturno, / se te viene de bruces la noche, lejos de la ciudad. (5:41)

El carácter celeste de la estrella es otro símbolo del espíritu y de los conflictos entre la luz y las sombras. Simboliza también el abrazo del espíritu y la materia: Surgen frías estrellas. (5:51) La noche está estrellada y tiritan, azules, los astros, a lo lejos. (5:47)

Como hemos apuntado anteriormente Neruda no es un contemplador místico, sino fue un filósofo ante sí mismo, iluminado desde su interior con la luz de la metafísica que apela a la intuición, a la experiencia íntima, a la meditación, a la comprensión de las cosas que rodearon su mundo. Es por eso que en Veinte Poemas y una canción desesperada da una respuesta muy personal a los problemas existencialistas de su ser y trata de atisbar lo que está más allá de la existencia del mundo físico.

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Sin embargo, el poeta insiste en comprender el orden lógico de las cosas materiales en relación con su ser. Cuál es la fuerza que los empuja a invadir, acorralar o trastocar el orden personal y concreto de su vida. De nuevo lo terrestre invade el espacio de su alma. Surge la eterna duda, la desesperanza, la soledad del alma proyectada en los diversos símbolos terrestres y marinos.

Surge el mar como símbolo de la dinámica de la vida, de las transformaciones y de los renacimientos. Yo soy un amateur del mar.

Desde hace años colecciono conocimientos que no me sirven de mucho porque navego sobre la tierra. (7:301) El agua en movimiento simboliza una situación de ambivalencia que puede ser la incertidumbre, la duda o la indecisión que pueden concluirse bien o mal. El río anuda al mar su lamento obstinado. Todo te lo tragaste como la lejanía, / como el mar, como el tiempo, ¡Todo en ti fue naufragio! (5:49)

El mar está simbolizado como un abismo terrible que se traga todo; la vida, el amor. Este no es más que el corazón del hombre en cuanto sede de las pasiones. El mar es también el muro que se interpone entre Dios y el hombre; unos se ahogan, otros lo cruzan, tal es el naufragio de la vida.

Para atravesar ese mar hace falta un navío sólido. Es necesaria la fuerza y la seguridad en la travesía difícil de vivir y la nave es la imagen de la vida cuyo centro y dirección sólo el hombre puede escoger:

Suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo. (5:34) A veces van mis besos en esos barcos graves. / Que corren por el mar hacia donde no llegan. O la cruz negra de un barco. De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste. /De pie como un marino en la proa de un barco. (5:43)

Dentro de ese mismo campo de significaciones se encuentran las imágenes relativas a la navegación; el faro, el cual es un símbolo de la iluminación y claridad del espíritu. Las linternas o lámparas que arden, pero enterradas en la profunda soledad, como un muerto, simbolizan la inmortalidad del alma más allá del cuerpo perecedero. La lámpara de mi

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alma te sonrosa los pies. (5:39) Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo imágenes, /enterrando lámparas. (5:41)

Este símbolo puede equipararse con la linterna o lámpara de Diógenes en la búsqueda de la verdad. Sin embargo, otra posible interpretación es que el faro representa a la mujer amada, pues ella es el rumbo que ha determinado, es la guía, la firmeza, la luz entre las tinieblas y el destino buscado. Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes que olean como el mar a la orilla de un faro. (5:19) Era la alegre hora del asalto y el beso /la hora del estupor que ardía como un faro. (5:49)

Aparte de toda la simbología que ya hemos estudiado, aparece un símbolo que es omnipresente, el más totalitario y hostil de todos en Veinte poemas de amor y una canción desesperada. El viento, una fuerza elemental violenta y destructora del hombre y la naturaleza. No obstante las características de inestabilidad e inconsistencia que posee el viento, se le considera un sinónimo del soplo divino, del influjo espiritual de naturaleza celeste. En la mayoría de las tradiciones bíblicas el viento es el soplo de Dios, un instrumento del poderío divino que da vida, castiga o enseña. Es la manifestación de un ser divino que comunica sus emociones, las cuales pueden ser desde la dulzura más tierna a la cólera más tempestuosa.

Así en horas profundas sobre los campos he visto /doblarse las espigas en la boca del viento. (5:11)

El viento de la angustia aún las suele arrastrar. /Huracanes de sueños aún a veces las tumban. (5:16)

Tempestad que enterró las campanas, turbio /revuelo de tormentas. (5:28)

Aquí vienen a dar todos los vientos, todos. /El viento. El viento. /Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los /hombres. (5:34)

El poeta sólo puede luchar contra la fuerza de los hombres, más no con las energías espirituales simbolizadas en el viento. De acuerdo con las tradiciones cosmogónicas El viento nace del espíritu y engendra la luz: El espíritu aguijoneado por el deseo de crear engendra el espacio. De la

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