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Las gramáticas del español y el español de las gramáticas en el Siglo de Oro

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Las gramáticas del español y el español de las gramáticas en el Siglo de Oro

l. HISTORIA DE LA LENGUA E HISTORIA DE LA GRAMÁTICA.

Hace treinta y cinco años C. García veía un modelo a seguir en el primer tomo de la todavía hoy inacabada obra de A. Alon- so, De la pronunciación medieval a la moderna en español. Decía:

Lo que él ha hecho sobre cuestiones fonéticas podría servir de modelo para efectuar una estructuración de las cuestio- nes morfológicas y sintácticas de nuestros primeros gra- máticos 1

Creo que esta sugerencia ha calado más en los historiadores de la gramática que en los historiadores de la lengua. Es verdad que no faltan estudios diacrónicos que han sabido aprovechar las noticias -sobre todo, morfológicas- que nos ofrecen algunos textos gramaticales; pero el despojo exhaustivo y riguroso de los textos lingüísticos con vistas a establecer la historia de la lengua codificada y usada por los gramáticos de nuestro pasado está todavía muy lejos de ser una realidad. Voy a dedicar a este

1

c.

García,

e

ontribución. a la historia de los COI!ceptos gramaticales.

La aportación de El Brocense, Anejo 71 de la RFE, Madrid, CSIC, 1960, pág. 24, n. 17.

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286 LAS GRAMÁTICAS DEL ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO

asunto las reflexiones que siguen, centrándome en algunas gra- máticas de los siglos XVI y XVII.

El caso es que los textos gramaticales -y, en general, lin- güísticos- de nuestro Siglo de Oro, utilizados como documentos de la morfología y sintaxis históricas del español, se nos presen- tan como la gran posibilidad de relatar una historia de la lengua que no sea necesariamente la historia de la lengua literaria. Si la lengua codificada en las gramáticas no coincide con esa lengua literaria ni siquiera con la lengua escrita, entonces hay una P9- sibilidad de hacer historia de los usos reales de la lengua. Las gramáticas del español y el español de las gramáticas están lla- mados a ser las fuentes imprescindibles de esa historia lingüística.

La historia de la lengua y la historia de las gramáticas están, además, condenadas a encontrarse por dos motivos que P. Swig- gers y S. Vanvolsem 2 han señalado para el italiano, pero que podemos aplicar sin distorsión al español: 1.0) no es casual que la gramática de una lengua -y éste es el caso del español y otras lenguas románicas- aparezca justo en el momento en que la evolución de la lengua ha alcanzado un punto de madurez; 2.0) aunque las lenguas no tienen necesidad de las gramáticas para evolucionar, lo cierto es que los gramáticos han influido decisi- vamente en su evolución.

No resulta muy difícil encontrar ejemplos españoles de es'ta curiosa relación de gramática histórica e historia de la gramática.

En cuanto al primer hecho, hay una evidente relación entre la Gramática castellana de N ebrija y el estado alcanzado por el es- pañol hacia 1492. Con independencia de que se admita o no un

"reajuste sintáctico" - similar al fonológico-, al final del si- glo xv tienen lugar algunos cambios morfológicos y sintácticos que cambian la faz del sistema gramatical español: se deja de emplear el verbo ser para formar los tiempos compuestós de los intransitivos; se deja de usar haber como verbo transitivo de posesión y se utilizan únicamente como auxiliar y como imper- sonal (hay, había ... ); como consecuencia de e?tos dos cambios,

2 "Les premieres grammaires vernaculaires de l'halien, de l'espagnol et du portugais ", en Anders Ahlquist (ed.), Les premieres grammaires des vernawlaires e!tropéens, Historie, épistémologie, "langage, 9 (1987), pági- nas 157-181.

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LAS GRAMATICAS DEL ESPAÑOL Y EL ESPAÑOL DE... 287

se consolida el sintagma ser

+

participio para expresar la voz pasiva (no discutimos ahora si ese sintagma está más o menos gramaticalizado), lo cual hace posible la concurrencia de los dos auxiliares, haber y ser, en un mismo tiempo (ha sido cantado) ; y ello viene a coincidir con el abandono ya consumado hacía más de medio siglo de un uso que, sin embargo, todavía re- cuerda Nebrija en 1492: la concordancia en género y número del participio de los tiempos compuestos con el objeto directo, sobre todo, en los casos en que éste estaba topicalizado o te- matizado en la oración: las batallas las avemos ganadas. Hay otros cambios que también colaboran a dar apariencia de rea- lidad a ese pretendido reajuste sintáctico, pero que para nuestro propósito actual son menos relevantes.

Los cuatro mencionados son cambios en serie, interrelacio- nados, que afectan a los significantes y a las oposiciones del pla- no del contenido. Sin embargo, resulta difícil hablar ele "reajus- te'', porque no son cambios coetáneos, en sentido estricto. Si to- mamos como parámetro la fecha emblemática ele 1492, tenemos que el empleo ele haber como único verbo auxiliar ele los tiempos compuestos y la consecuente pérdida de ser en esa función venían gestándose desde finales del siglo xrr ; que la pérdida ele la con- cordancia del participio con el objeto directo en los tiempos com- puestos se había consumado en los textos castellanos hacía unos cincuenta años (y un poco menos en los textos aragoneses); y.

en fin, que el uso ele haber como verbo transitivo ele posesión tardará todavía un poco más ele medio siglo en desaparecer de modo definitivo.

Ante estos hechos E. Riclruejo 3 cree que no hay "reajuste sintáctico" en sentido estricto, sino un cambio ele norma, una ''generalización ele las reglas que configuran las determinacio- nes sistemáticas", proceso sin eluda favorecido por los cambios culturales que trae consigo el siglo xv -entre los cuales no es el menor el aprecio ele la lengua vernácula frente al latín- y

3 "¿Un reajuste sintáctico en el español de los siglos xv y xvr? ·•. en R. Penny (ed.), Actas del pri:mer co¡¡greso anglo-hispalio. l. LiHgiiística.

Madrid, Castalia, 1993. págs. 49-60. V éas~ también J. L. Girón Alconchel,

"Nebrija y las gramáticas del español en el Siglo de Oro··, Historiographia LiHgnistica, XXII: 1/2 (1995), págs.· 1-26.

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288 LAS GRAMÁTICAS DEL ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO

por la movilidad social originada en las guerras de los Trastá- mara y en la conquista de Granada. Sea como sea, este cambio, aun entendido como diacronía de la norma dentro de la sincronía del sistema -lo cual es muy discutible, por otra parte- es el que hace posible algún adelanto concreto de la teoría gramatical.

Hace algún tiempo F. Tollis 4 ponía de relieve la gran impor- tancia teórica de la clase de palabra que Nebrija denomina "nom- bre participial infinito" y que no es otra cosa que lo que hoy lla- mamos participio de los tiempos compuestos. En efecto, Nebrija se daba cuenta de que esa palabra era activa e invariable (he CANTADO los himnos, hemos CANTADO la canción), mien- tras que cuando es participio resulta pasiva y variable (la canción CANTADA, los himnos CANTADOS), y se percataba, ade- más, de que era parte de la oración exclusiva de la lengua caste- llana, sin correspondencia en las lenguas clásicas (latina, griega, hebrea, árabe). Todo ello supone una gran novedad y una ori- ginalidad no menor en el análisis gramatical. Pero Nebrija no habría podido llegar a esa inferencia si la lengua de su época no hubiera presentado la especial trayectoria diacrónica dibujada por tres de los cambios gramaticales anotados antes: el cambio de soy venido a he venido, el de las batallas las hemos ganadas a hemos ganado las batallas y el de el Señor ha misericordia de mí a tiene misericordia de mí. La gramática surge en los momen- tos de particular inflexión de la evolución lingüística. La historia de la lengua es teatro de operaciones de la historia de la gramá- tica. De lo cual se puede sacar una útil consecuencia: así como las gramáticas del pasado fueron posibles únicamente en deter- minadas esquinas de la historia de la lengua, así también com- prender las gramáticas del pasado es iluminar importantes es- quinas de esa misma historia de la lengua.

Vayamos al segundo hecho. La lengua no necesita de las gra- máticas para evolucionar, pero la intervención de las gramáticas es decisiva en algunos momentos de la evolución lingüística. Y no sólo porque el arte gramatical evita la corrupción de la lengua,

4 "A propos des 'circunloquios' du verbe castillan chez Nebrija: le 'nombre participial infinito"', en A. Quilis y H. J. Niederehe (eds.), The History of Lingu.istics in Spain, Amsterdam y Filadelfia. John Benjamins, 1986, págs. 55-76.

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LAS GRAMÁTICAS DEL ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO 289

como pensaban los humanistas, sino también porque, a veces, las gramáticas pueden sancionar cambios que se han estado gestando durante largo tiempo, cambios que no alcanzaron la considera- ción de formas de prestigio hasta que aparecieron codificados en los textos gramaticales. Es lo que pasó con las desinencias esdrújulas de las segundas personas de plural de los imperfectos de indicativo y subjuntivo, del condicional y del futuro de sub- juntivo: cantábades, cantárades, cantássedes, cantaríades, can- táredes.

Rufino José Cuervo 5, que fue el primero que acudió a las gramáticas para documentar la historia de estas desinencias, ob- servó que perduraron en la lengua literaria hasta finales del si- glo XVII e incluso principios del XVIII, mientras que desde fina- les del siglo xv habían empezado a ser muy generales en la len- gua escrita -y también en la hablada a juzgar por las gramáti- cas---: la pérdida de la -d- y el consiguiente diptongo en las desi- nencias llanas de los presentes de indicativo y subjuntivo y del futuro de indicativo: cantáis, cantéis, cantaréis por cantad es, can- tedes, cantaredes. También observaba Cuervo que el diptongo analógico de la segunda persona del plural del perfecto, cantas- teis, empezó a sustituir a la forma etimológica, cantastes, por la misma época en que cantábades cambiaba a cantabais, aunque la Vtil y breve institvtion para aprender los principios y fundamen- tos de la lengua hespañola (Lovaina, 1555) -que Cuervo exa- mina-ya da algún ejemplo aislado de fuisteis, amasteis, ouisteis amado.

Cuervo conocía el Arte breve (1623) de Juan de Luna, gra- mática que registra cantabais y cantasteis de un modo sistemáti- co. Pero no dio demasiada importancia. a estos hechos. Para el filólogo bogotano estaba claro que el Arte breve era una excep- ción: una gramática escrita en el extranjero que codificaba el uso popular y familiar, pasando por alto la prestigiosa norma literaria, en vigor hasta finales del siglo barroco.

Después de Cuervo se han planteado dos problemas relativos

5 "Las segundas personas de plural en la conjugación castellana", Ro- mallia, XXII (1893), págs. 71-86. Consulto este estudio en R J. Cuervo, Obras inéditas, Bogotá, Editorial Librería Voluntad, S. A., 1944, pági- nas 321-350.

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290 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

al cambio cantábades, cantárades . . .

>

cantabais, cantarais ... : ]JOr un lado, el problema de por qué se mantiene la -d- en las desinencias esdrújulas y se pierde en las llanas: ]JOr qué cantá- bades y, sin embargo. cantáis; por otro lado, el problema cro- nológico. Ambos están relacionados. pero no se confunden. Na- die se ha cuestionado, en cambio, si en realidad la transformación de cantastes en cantasteis es coetánea del paso de cantábades a cantabais. Tampoco se han tenido en cuenta nuevos testimonios de obras gramaticales, como los contenidos en el Linguae His- panicae cornpendium, una gramática para daneses escrita por el madrileño Carlos Rodríguez en 1662 6

Para el primer problema -por qué el cambio cantades

>

can-

tais se consolida casi dos siglos antes que el cambio cantábades

>

cantabais- se han propuesto diversas soluciones. El mante-

nimiento de las desinencias esdrújulas en -des (sin la pérdida de -d- y sin diptongo) sería consecuencia del rechazo fonológico del español a los diptongos átonos decrecientes 7 Se han esgrimido también argumentos fonéticos: la pérdida de la vocal postónica en amáredes, amaríades da lugar a formas como amardes, ama- rides, en las que la -d- ya no es intervocálica y, por tanto, no tiene por qué desaparecer 8. Otra explicación es la necesidad de evitar la homomorfia de la segunda persona del plural y la se- gunda del singular: la pérdida de la -d- en amássedes, por ejem- plo, ocasionaba - a través de amassees- la forma amasses, que era también segunda persona del singular; lo mismo podía su- ceder - y no faltan testimonios- en otros muchos casos, con lo que resultaba imposible distinguir si se trataba de vos o de tú al interlocutor 9, cosa muy molesta, cuando no intolerable, para

6 Cf. M.a Luisa Viejo Sánchez, "Del Linguae Hispanicae compendium de Carolus Rodriguez Matritensis ", en R. Escavy, J. M. Hernández Terrés y A. Roldán (eds.), Actas del Congreso Internacional de Historiografía Lingüística. N ebrija V Centenario 1492-1992, vol. III, Murcia, Universidad de Murcia, 1994, págs. 619-628.

7 Cf. Y. Malkiel, "The contrast tomáis-tomávades, qtteréis-queríades in Classical Spanish ", Hispanic Review, XVII (1949), págs. 159-65.

8 Cf. P. M. Lloyd, Del latín al espaiiol, Madrid, Gredas, 1993, pág. 573.

9 Cf. R. La pesa, "Las formas verbales de segunda persona y los oríge- nes del voseo", en C. H. Magis (ed.), Actas del Tercer Congreso Interna- cional de Hispanistas, Méjico, El Colegio de Méjico, 1970, págs. 519-531.

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LAS GRAMÁTICAS DEL ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO 291

una sociedad en la que el tratamiento había llegado a ser una cuestión de vida o muerte (en el más literal de los sentidos, a ve- ces). Asimismo se ha intentado trasladar el problema a las for- mas originalmente llanas del presente: el meollo de la explica- ción estaría en la pérdida de la -d- y en el diptongo de cantáis, no en los mismos fenómenos de cantabais 10. Por último, no hay que descartar las razones morfológicas, tendentes a la creación de formas homogéneas -en un panorama muy heterogéneo de segundas personas de plural- y causantes, en última instancia, de los cambios fonéticos que vemos en la pérdida de la -d- y en la diptongación 11 No podemos detenernos ahora en esta discu- sión 12. Fijémonos, por consiguiente, en las explicaciones crono- lógicas.

La tesis de Cuervo ha sido rectificada por C. Blaylock 13, que a la vista de la Gramática de Tejeda, publicada en 1619, conje- tura que ya en la segunda década del siglo XVII debía de estar muy extendida la pérdida de -d- y la consiguiente diptongación en las desinencias originalmente esdrújulas; y valora el testimo- nio de gramáticos y profesores de español, como Tejeda y Juan de Luna, que en modo alguno podían permanecer ciegos o sordos ante los cambios que estaban teniendo lugar en la morfología verbal al comienzo del xvrr. Sin embargo, Blaylock no atiende a dos hechos.

El primero es que Tejeda no se limita a consignar el cambio cantábades

>

cantabais, sino que da las dos formas, primero la arcaica, luego la nueva, y añade que las formas que van en se- gundo lugar, es decir, las innovadoras, "nolas husa el Español cortisano sino el villano" 14. De este modo describe una varia-

1

°

Cf. W. Mat1czak, "Espagnol classique 'tomáis, queréis', mais 'tomá- vades, queríades'", K~vartalnik Neofilologiczny, 23 (1976). págs. 181-186.

11 Cf. S. N. Dworkin, "The Interaction of Phonological and Morpho- logical Processes : The Evolution of the Old Spanish Second Person Plural Verb Endings", Romance Philolog}', 42 (1988-89), págs. 144-155.

12 De la que se puede encontrar un buen resumen en el artículo de S. N. Dworkin citado en la nota anterior.

13 "Notes on the chronology of a morpho-phonological change in Gol- den Age Spanish : the loss of -d- in proparoxytonic forms of the second person plural verbs", Hispanic Review, 54 (1986), págs. 279-285.

14 Jerónimo de Texecla, Gramática de la lengua cspaii.ola, Ed. de

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ción sincrónica -es decir. un cambio morfológico en marcha-, con la precisa indicación de cuál es la forma más prestigiosa y cuál la menos en 1619.

Cuatro años más tarde -segundo hecho desatendido por Blaylock- esta precisión ya no interesa a Juan de Luna, que sólo consigna las formas diptongadas, como decíamos. Sin em- bargo, Correas en su Arte de la Lengua Española Castellana (1625) y en su Arte Kastellana (1627) da únicamente las formas esdrújulas; es más, considera una especie de desvío o licencia del verso el empleo de pedíais, podíais, pudierais 15 • • • Lo cual quiere decir que estas formas diptongadas no habían penetrado todavía en el estándar culto. Ello obliga a pensar que las gra-

máticas normativas son más conservadoras que las gramáti- cas comunicativas destinadas a los extranjeros. La gramática de Carlos Rodríguez de 1662 confirma esta distinción: sólo documenta las formas diptongadas. no sólo cantabais. cantarais, cantaseis. cantaríais, cantareis, sino también cantasteis.

Blaylock, por lo demás, participa ele la general desatención a la forma cantaste·is. Esta forma sólo había sido documentada es- porádicamente por la V til )' breve institution (Lovaina, 1555 ).

como señaló Cuervo. Después ya no aparece ni en la Gramática de Villalón, de 1558. ni en el otro Anónimo de Lovaina de 1559.

ni en las Re.qlas de Antonio del Corro de 1586, ni en las Insti- tuciones de Jiménez Patón de 1614. ni en las dos Artes ele Co- rreas, ele 1625 y 1627 : estas gramáticas sólo consignan la forma etimológica amastes. Es más, el maestro Correas añade que el diptongo de los perfectos, fuúteis, amasteis, venisteis, es "rre- zebiclo i comun en algunas tierras entre xente sin letras" 16Es significativo que tampoco aparezca en la Gramática de Tejeda de 1619, en donde es exclusiva la forma amastes. En cambio, sólo cuatro años más tarde. Juan ele Luna, según hemos dicho, da como forma única arnasteys, lo mismo que Carlos Rodríguez unos cuarenta años después. Creo que estos datos son suficientes para modificar levemente la cronología de Cuervo. N o son coe-

}. M. Lope Blanch, México. UNAM, 1979. pág. 100. La precisión de Te- jeda es comentada por S. N. Dworkin, ''The Interaction ... pág. 148.

15 Gonzalo Correas, Arte de la Lengua. Espmiola Castellana, Ed. de E. Alarcos García, Anejo LVI de la RFE, Madrid, 1954, pág. 315.

16 Artr de la Lengua Espaiio/a. Castellana, pág. 315.

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LAS GRAMÁTICAS DEL ESPANOL EN EL SIGLO DE ORO 293

táneos en sentido estricto cantabais y cantasteis ; el primero es anterior y foco de extensión analógica para el segundo. Pero las gramáticas de español para extranjeros apuestan desde el primer cuarto del siglo XVII por la forma que triunfará en la lengua moderna.

Sin duda, estas gramáticas (Tejeda, Luna, Rodríguez y antes el Anónimo de Lovaina de 1555) codificaban una lengua más viva y evolucionada que la de las gramáticas normativas; pero, al codificar usos de la lengua hablada que el estándar se resistía a aceptar y que la lengua literaria apenas reflejaba, estaban san- cionando la validez de los mismos y ayudando a liquidar la anti- gua contienda de unas formas más innovadoras y otras más an- tiguas ; estaban favoreciendo la solución de cambios que se ha- bían puesto en marcha hacía por lo menos un siglo, naturalmen- te, en los estratos socioculturales más bajos; estaban favorecien- do la evolución lingüística.

De todo lo que llevamos dicho se pueden obtener dos con- clusiones:

l.a) No se puede hacer la historia de la lengua sin acudir a la fuente documental de la historia de la gramática.

z.a) La fuente de la historia de la gramática puede permitir una historia de la lengua no escrita (complementaria, claro está, de la historia de la lengua escrita y literaria).

Pero hay que ver qué lengua es la que codifican las gramá- ticas y cómo la codifican.

2. LA LENGUA CODIFICADA EN LAS GRAMÁTICAS.

Esta cuestión se ha planteado explícitamente en Nebrija y Correas, pero en otros gramáticos hay declaraciones e indicios que nos permiten pronunciarnos sobre ella.

En el caso de Nebrija contamos, una vez más, con su distinto proceder en la gramática latina y en la castellana. Las I nstitu- tiones Latinae comienzan con un Suppositum que es una historia de la lengua literaria, de donde el gramático infiere el uso. Nada parecido hay en la Gramática castellana.

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294 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

Según F. Rico 17, Nebrija no consideraba digna la literatura castellana de su época, y abogaba por el castellano culto hablado, por el buen uso, en cuyas posibilidades expresivas encontraba un antídoto contra la latinización y un fundamento lingüístico del realismo artístico. Es decir, por razones lingüísticas y literarias N ebrija deja de codificar la lengua literaria de su época para recoger el habla culta.

J.

C. Zamora Munné 18 da un giro al razonamiento. Nebrija es más filólogo que gramático, está más preocupado por el uso (los textos) que por la razón (las reglas gramaticales subyacen- tes a los textos), justo lo contrario que el Brocense, más gramá- tico que filólogo. La filología le dice a Nebrija que el uso lite- rario castellano no ha alcanzado todavía la dignidad suficiente para ser considerado clásico y ser codificado en la gramática;

por eso, acude al uso culto no literario.

En los argumentos de Rico y Zamora hay un punto común:

la consideración nebrisense de la indignidad, o insuficiencia, del uso literario castellano. Es como si se hubiese visto obligado a hacer gramática de la lengua culta hablada ante la imposibilidad de hacerla de una lengua literaria que no había alcanzado un desarrollo estimable. Pero la interpretación choca con la afir- mación del prólogo de la Gramática: el castellano hacia 1492 había alcanzado tal altura que más se podía esperar su "descen- dimiento" que una nueva subida. ¿Dónde está entonces la in- dignidad del uso literario contemporáneo en verso y prosa?

Por otra parte, no conviene extremar la comparación de Ne- brija con el Brocense, y mucho menos forzando el binomio gramática-filología. No podemos entrar en esta cuestión ahora.

Pero permítaseme consignar un pequeño apunte: el filólogo Ne-

17 ··De Nebrija a la Academia··. en Thc faircst fhm•cr. Thc cmcrgc11ce of lill.rJ!IÍstic. 11atúmal collsciousllcss in Rrllaissai!CC Ew·opc, Florencia, Acca- demia della Crusca, págs. 133-138 (cito por F. Rico [director], Historia 3' Crítica de la Literatltra. cspaiíola. 2/1. Siglo de Oro: Re11acimicnto. Pri- mer Suplcmc11to [por F. López Estrada], Barcelona, Ed. Crítica, 1985, págs. 36-43).

18 "Ideología, filología y lingüística en la gramática española del Re- nacimiento··, Hispa11ia. 70 (1987), págs. 718-723. [Ahora recogido en su libro, Historiografía lingüística. Edad Media .\' Rcllacimiellto, Salamanca, Ediciones del Colegio de España, 1993, págs. 77-88.]

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LAS GRAMÁTICAS DEL ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO 295

bri ja da prueba de su racionalismo gramatical definiendo la con- cordancia como un universal lingüístico; por el contrario, el gramático racionalista que es el Brocense demuestra ser también un muy buen filólogo editando a Garcilaso. N o hay que exagerar.

¿Por qué entonces Nebrija actúa de distinto modo en la gra- mática latina y en la castellana? Tal vez se dio cuenta de que la gramática de una lengua clásica es una cosa y la de una lengua vulgar otra: la gramática latina tiene que ser necesariamente una gramática de la lengua literaria, porque la literatura es lo único que queda del latín; pero la gramática castelfana no tiene por qué ser una gramática literaria, o sólo literaria.

En gran parte, la gramática castellana de Nebrija es una gra- mática de autoridades, porque su autor considera que la condi- ción sine qua non para ser gramático es incluir la exposición y declaración ele "los poetas & otros autores" 19Niederehe enume- ra las obras literarias de las que el gramático andaluz saca los ejemplos: Alfonso X el Sabio, los "Romances antiguos", Gó- mez Manrique· y Jorge Manrique, acaso también Juan del En- cina, Enrique de Villena -censurado por su interpretación de Virgilio y por su sintaxis latinizante- , el Marqués de Santillana y Juan ele Mena. recomendado como "modelo del buen hablar y escribir" 20

Ahora bien, la gramática de N ebrija no es sólo una gramá- tica literaria. E. de Bustos Tovar 21, en un sugeridor trabajo pu- blicado once años antes que el recién citado ele Niederehe, ya señaló que los ejemplos literarios de Nebrija se encuentran úni- camente en la métrica del Libro II y en la sintaxis figurada del Libro IV, es decir, en lo que se puede considerar gramática lite- raria. Pero en los otros libros de la Gramática castellana la len- gua que se codifica es el español culto ele finales del siglo xv, un

19 H. J. Niederehe. "Los ejemplos de la «Gramática de la lengua cas- tellana» de Elio Antonio de Nebrija", en R. Escavy, J. M. Hernández Terrés y A. Roldán (eds.), Actas del Congreso Internacional de Historio- grafía Lingüística ... , vol. I, págs. 413-423: la cita en pág. 419.

20 H. ]. Niederehe, "Los ejemplos ele la «Gramática ele la lengua cas- tellana» ... ··. pág. 417.

21 "Nebrija, primer lingüista español", en V. García de la Concha, Actas de la !JI Acade-mia Renacentista. Universidad ele Salamanca, 1983, págs. 205-222.

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castellano de base toledana, pero no marcado ni diatópica, m diastrática ni diafásicamente.

La argumentación de esta tesis ocupa la mayor parte del tra- bajo de Bustos. Optar por la norma toledana en 1492 no signi- ficaba ninguna concesión dialectal, pues en esa época el habla de Toledo era aceptada por todo el mundo como modelo de correc- ción idiomática, como el estándar culto.

Dejados fuera los libros II y IV. tampoco se observa marca diafásica o de estilo literario. No aparecen los rasgos morfosin- tácticos característicos de la lengua literaria del siglo xv: los superlativos en -isimo, los participios de presente, el hipérbaton (del que hay una clara condena a propósito del verso de Juan de Mena. "a la moderna bohn:éndome rueda'·'), las construcciones latinizantes de dativo (como "dulce a los suios". "ser a" con el sentido de 'servir de'), las oraciones de infinitivo del tipo "no es dubda ser ... " : se emplea alguna vez el acusativo griego o de relación. pero en aquel uso ele acusativo de parte que se había sentido como patrimonial desde la Edad Media: ":vo compré un negro. crespo los cabellos, hlanco los dientes".

A estos rasgos morfosintácticos señalados por Bustos puedo añadir el cuidado con que Nebrija delimita el latinismo léxico y lo contrapone al término patrimonial, aunque después no sea éste el que tri un fe: dice que el derivado ele leer es leedor, y añade:

"o como en el latín, 'lector'" 22.

En fin. tampoco se observa en la lengua codificada por Ne- brija marca diastrática alguna. El registro que se identifica con la corrección idiomática es, sí. el habla de los doctos. fundada en los universales lingüísticos (así, la concordancia) y en las re- glas particulares del sistema castellano, pero refrendada por el uso general. por "el habla derecha y natural''. Esto quiere cleci r que la norma nebrisense no se identifica de manera plena con la norma c01·tesana : es una norma humanista, que se distingue

22 C.ramática de la. Lengua. Castcllmw. Ed. de A. Quilis, 3a ed .. Ma- drid. Centro de Estudios Ramón Areces, 1989, pág. 186. Como se sabe, pues ha sido objeto ele numerosos comentat·ios, más radical -aunque sin éxito- se muestra Nebrija en la castellanización de la terminología gra- matical: venidero por •· futuro ... passado 111<Ís IJII.c acabado por '' pluscuam- perfecto ... etc.

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LAS GRAMÁTICAS DEL ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO 297

de la cortesana por dos rasgos, muy bien definidos por Bustos:

1.0) "la existencia de una reflexión intelectual sobre el propio idioma; es decir, el humanista se hace cuestión de su propio len- guaje y sus usos son resultado de esa reflexión"; y 2.0) el "sa- ber general de carácter enciclopédico" a que responde el habla humanista 23

Del trabajo de Bustos se saca una conclusión muy clara: la lengua codificada por Nebrija no es la lengua literaria de su épo- ca; es un modelo lingüístico más complejo, abarcador en poten- cia de la variedad literaria y de cualquier otra variedad interna del diasistema, siempre que sea compatible con la razón y el uso general. Me explico. Hemos dicho que Nebrija trata de aplicar la razón al uso, es decir, los preceptos universales y particulares del sistema gramatical a los textos castellanos. Este proceder lo puede llevar -y de hecho lo lleva- a proponer soluciones que nunca llegaron a hacerse realidad.

Por ejemplo, califica de "intolerable vicio" la falta de con- cordancia de los tratamientos "vos sois bueno" (adjetivo singu- lar cuando debería ir en plural), "vuestra merced es bueno" (ad- jetivo masculino cuando debería ser femenino), aunque concede que "a la fin, como dize Aristóteles, avernos de hablar como los más, T sentir como los menos" 24. Otro ejemplo. A diferencia de Valdés y de Miranda, Nebrija no quiere darse cuenta de que en español dos negaciones no afirman y considera inaceptable una frase como no quiero nada, porque con ella "dizes, a la verdad, que quieres algo" 25En estos dos casos la historia le ha quitado la razón, y los usos que prescribía no tuvieron eco en los ha- blantes. Observaciones como ésta nos llevan a cuestionar la ausencia de marcas - sobre todo, diastráticas y diafásicas - que notaba Bustos en la lengua de Nebrija. ¿A qué variedad inter-

23 "N ebrij a, primer lingüista ... ", pág. 222.

24 Gramática Castellana, ed. cit., pág. 218. Cf M.a A. Soler Arechal- de, "Nebrija, Villalón y la concordancia gramatical en nuestra lengua", Amtario de Letras, 31 (1993), págs. 395-414: pág. 405.

25 Gramática castellana, ed. cit., pág. 231. Ya L Kukenheim, Contri- btttions

a

l'histoire de la grammaire italienne, espagnole et fran~aise

a

l'épo-

qzte de la Renaissance, Utrecht, H & S Publishers, 1974 [1932]. señaló la diferencia entre Nebrija, por un lado, y Valclés y Miranda, por otro, en el asunto ele la doble negación.

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298 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

na de la lengua hemos de asignar los usos prescritos para la con- cordancia de los tratamientos y la negación, nunca refrendados por el uso general ?

Un análisis más detallado y profundo de la norma descrita en las gramáticas y del uso de los gramáticos, y una comparación entre estas realizaciones y la lengua de los textos literarios y no literarios de la época, nos llevaría sin duda a conclusiones más matizadas. Tendríamos la oportunidad de observar si hay o no un arcaísmo significativo - y acaso inevitable- en la lengua co- dificada en las gramáticas y qué papel representa.

Veamos un caso. Al estudiar las oraciones adversativas en la gramática de Nebrija, D. Dietrick ha observado que nuestro gra- mático es conservador, es decir, evita usos que estaban ya muy extendidos en su época, como el de la conjunción pero. Incluso va más allá, al afirmar que:

Cuando N ebrija se enfrenta con la tarea de describir las conjunciones de la lengua española, hace caso omiso de lo que oye a su alrededor y de su propio idiolecto para ce- ñirse, aunque indirectamente, a los moldes clásicos 26.

¿Será verdad que "hace caso omiso" incluso "de su propio idiolecto"? Dietrick se basa en que el gramático andaluz pasa por alto el sistema adversativo ya en uso en sus días y a lo largo de los Siglos de Oro. Un sistema en el que se oponían un tér- mino negativo, mas (que podía tener valor 'excluyente' y 'res- trictivo') y dos términos positivos: uno formado por pero y em- pero (únicamente con valor 'restrictivo'), y otro constituido por sino (sólo con valor 'excluyente'), como se ve en el· siguiente cuadro 27:

26 D. Dietrick, "La adversatividad en gramáticas españolas (de Ne- brija a la Academia)", en R. Escavy, J. M. Hernández Terrés y A. Rol- dán (eds ), Actas del Congreso Internacional de Historiografía Lingüísti- ca ... , vo~. III, págs. 197-212.

2 7 D. Dietrick, "La adversatividad ... ", pág. 207.

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LAS GRAMÁTICAS DEL ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO 299

+

-

+

/'restrictivo'

1

/'excluyente'- /'excluyente'

1

'restrictivo'

1

pero, empero mas sino

En cambio, este mismo sistema. es el que se puede entresacar de "las lexías de significado adversativo" recogidas por la Vtil y breve institvtion (Lovaina de 1555). En una obra de la misma época, el Manual de escribientes (1552), de Antonio de Torque- mada, hay asimismo una percepción nítida del cambio que da lugar al sistema adversativo moderno, o sea, la sustitución de mas por pero y la creación de una oposición bimembre con un término restrictivo (pero) y otro excluyente (sino):

tanbién solíamo~ vsar des te adverbio: mas, el cual también se va perdiendo, de manera que muy presto no lo cono¡;e- remos; y en su lugar comen¡;aron a vsar empero; y agora hase perdido en, y paró en el pero y por cierto, yo no sé qué fundamento tubo para ynbentarse 28

Como se ve, la lengua de Nebrija es una construcción a ve- ces muy compleja, porque contiene variedades que a lo mejor sólo existen en su cabeza, y por su arcaísmo. Esta afirmación será mucho más pertinente en el caso de Gonzalo Correas, pero antes de acercarnos a la lengua codificada por el maestro sal- mantino debemos atender a Villalón.

La Gramática de Villalón se abre con el siguiente título:

Arte, o Gramática para saber hablar y escrevir en la lengua castellana: colegida de la auctoridad de los sabios, confor- me ala costumbre y vso comun de la lengua no corrom- pida 29.

28 Apud D. Dietrick, "La adversatividad ... ", p'ág. 203, n. 20.

29 Gmmática Castellana Por el Licenciado Villalón, Ed. de C García, Madrid, CSIC, 1971, pág. 11.

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300 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

La lengua que codifica Villalón no es, por tanto, ni la lite- raria, ni la cortesana, sino la lengua de los sabios ... de Castilla la Vieja. La referencia geográfica no es explícita, pero la pode- mos entender con facilidad. Cuando quiere autorizar el género femenino de puente, dice que ha oído "esta puente" -no "este puente"- a un sacerdote viejo "natural de Castilla la Vieja". Ahora bien, como marco del uso culto centropeninsular Villalón hace un esbozo de la lengua entera, en donde caben latinismos, dialectalismos y diferentes registros socioculturales, como el so- ciolecto ele esas "gentes no agudas ni miradas en el hablar cas- tellano" 30, que dicen conbusco, esto vos atañe, donde sodes, a esto soys tenudo, di.xon, di.xomn, c01nbreis ('comeréis'). Si con- dena estos usos, es porque se decían y acaso se escribían todavía en 1558.

Gonzalo Correas es el gramático más atento y sensible a la variedad interna del idioma 31. Tanto en su Arte de la Lengua Espaiiola Castellana (1625), como en su más reducida Arte Kas- te/lana (1627), documenta las más importantes variedades dias- tráticas (uso cortesano, aldeano, lenguaje ele niños, mujeres, có- micos): dibuja casi al completo el mapa dialectal de España (aragonés, navarro, andaluz, extremeño, vizcaíno) y recoge in- cluso el j ucleoespañol; registra variedades cliafásicas (uso poéti- co, estilo juríclico-aclministrativo. "como en las provisiones rrea- les, i sentenzias" 32) y no se olvida ele las diacrónicas (ele diver- sos a¡·caísmos o "antiguallas"). Pero su norma lingüística se guía por la propiedad - la verborum proprietas-, que encuentra en los usos tradicionales y aun populares, y en la razón. Por su tradicionalismo y su popularismo admite usos que la norma cor- tesana ele su época había desechado ya y que no prosperaron:

así, aboga por la mi casa, voime, lo qual, amávades, fuistes, cuan- do ya sus contemporáneos decían o estaban a punto de decir:

30 Gramática ... , págs. 51. 52, 56; y xxvrr-xxxr de la introducción.

3! Cf. A. Salvador Plans, "Niveles sociolingüísticos en Gonzalo de Correas", en M. Ariza, A. Salvador y A. Viudas (eds.). Actas del I Con- greso Internacional de Historia de la Lengtta Espaíiola, I, Madrid, Arco/

Libros, 1988, págs. 977-93, 'a quien sigo en este punto.

32 Gonzalo Correas, Arte Kastella¡w (1627), Ed. de M. Taboada Cid, Santiago, Universidad de Santiago de Compostela, 1984, pág. 131.

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LAS GRAMÁTICAS DEL ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO 301

. mi casa, me voy, lo que, amabais, fuisteis; y debido a su racio-

nalismo prescribe el leísmo como norma: el paradigma lejlajlo para el complemento directo y el indirecto es racionalmente per- fecto, adecuado correlato de otros paradigmas pronominales en los que es relevante la expresión de los tres géneros (estejesta/

esto).

Como vemos, también Correas -y más Correas que ningún otro- es un precioso documento para emprender una historia del español que no tenga que verse reducida a una historia del español literario. No estoy descubriendo ningiJn Mediterráneo.

Correas ya ha sido utilizado abundantemente como fuente de la morfología histórica. Pero no siempre se ha analizado teniendo en cuenta que una cosa es el uso que prescribe, otra el que des- cribe y otra el que escribe. Volveré enseguida a este asunto, pero antes es necesario ver qué lengua es la codificada por las gra- máticas para extranjeros.

La división de las gramáticas renacentistas en gramáticas nor- mativas o descriptivas y gramáticas comunicativas no es infun- dada, y la cuestión que estamos analizando es uno de sus pila- res 33 Las gramáticas normativas, como la de Nebrija, Villalón o Correas, buscaban, antes que nada, fijar la lengua vernácula, confrontar el uso con los parámetros de las lenguas clásicas, so- bre todo, del latín; en cambio, las gramáticas comunicativas per- siguen una finalidad práctica: que los extranjeros aprendan es- pañol o que los españoles entiendan otros idiomas. En conse- cuencia, no es extraño que las gramáticas comunicativas, en ge- neral, pretendan codificar la lengua realmente hablada por la sociedad española de la época y no la lengua literaria.

Sin embargo, no debió de ser fácil para los primeros gramá- ticos renacentistas discernir de un modo tan nítido los concep-

33 V éanse para este tema A. Sánchez Pérez, "Renaissance Methodo- logies for Teaching Spanish as a Foreign Language", en R. Sarmiento (ed.), La tradition espagtwle d'analyse linguistique, Histoire, épistémologie, langage, 9 (1987), págs. 41-60, y su libro Historia de la enseñanza del es- pañol CO'mo lengua extranjera, Madrid, Sociedad General Española de Li- brería, 1992; véase también J. L. Girón Alconchel, "N ebrij a y las gramá- ticas del español ... ", y D. Dietrick, "La adversatividad ... ", págs. 198 y 202.

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tos de lengua hablada y lengua literaria ni los de gramática co- municativa y gramática normativa. La Vtil y breve institvtion, que es una de las primeras gramáticas comunicativas, como he- mos visto en la temprana documentación de amasteis, ouisteis y del sistema adversativo puente entre el medieval y el moderno, empieza con una introducción en la que desarrolla -aunque muy brevemente- dos cuestiones típicas y tópicas de las gramáticas descriptivas o normativas: el nombre de la lengua y la relación del español con el latín en el marco de la teoría de la corrup- ción 34 Conforme entramos en el siglo xvu vamos viendo cómo los métodos comunicativos ganan terreno a los antiguos plan- teamientos filológicos en las gramáticas destinadas a extranje- ros; pero todavía en 1624 la Grammatica de Lorenzo Francio- sini no recoge "un estado de la lengua hablada", sino que copia a otros gramáticos, rastrea en textos clásicos y muy pocas veces da cabida a "huellas del habla coloquial" 35 •

El cambio de paradigma científico 36 que se dio en el trán- sito del siglo xvr al XVII tuvo mucho que ver con este progre- sivo auge de los métodos comunicativos y con la consiguiente atención a la lengua realmente hablada. Se pasa de un paradigma de la monumentalidad, que valora en las lenguas las notas de an- tigüedad y estatismo y favorece una gramática prescriptiva del latín, a un paradigma del dinamismo, que se centra en las notas de novedad y cambio y auspicia una lingüística descriptiva de las lenguas vulgares. El cambio no es brusco, sino gradual, y en los comienzos del siglo XVII conoce una etapa en que se solapan ambos paradigmas, lo que explica la curiosa figura del doctor López Madera y su teoría del "castellano primitivo", un intento de aplicación a la lengua vernácula del paradigma de la monu-

34 Véase Vtil y breve institvtion pa.ra aprender los pril1cipios .)' f1tn- damentos de la lengua H espaiiola (Lovaina, 1555), Ed. de A. Roldán, Ma- drid, CSIC, 1977, pág. xxxrx.

35 B. Periñán. "La Gram:matica de Lorenzo Franciosini ", Prohemio, I (1970), págs. 225-250: pág. 250.

36 Cf. L. Binotti, "La teoría del «castellano primitivo»: el método comparativo a partir de un mito", Romance Notes, XXXII (1992), pági- nas 221-230. Y ya de la misma autora, La teoría del "Castellano Primi- tivo". Nacionalismo y reflexión lingüística en el Renacimiento español, Münster, Nodus Publikationen, 1995.

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LAS GRAMÁTICAS DEL ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO 303

mentalidad latina. Pero el paradigma del dinamismo acaba por imponerse y se empieza a ver el cambio lingüístico, no sólo como corrupción de la lengua, sino como adaptación del sistema a nue- vas necesidades comunicativas. Bernardo de Aldrete es un buen representante de esta mentalidad.

Estas ideas nuevas tuvieron amplia repercusión, incluso fuera del ámbito de la filología y la lingüística de la época. Recuérdese que en el Quijote, por ejemplo, hay una preocupación muy hon- da y siempre presente por exhibir la lengua entera, en todas sus variedades y en su mismo proceso de variación, como cuando la Duquesa responde a Sancho con aquel "ceremonia o cirimonia, como vos decís" 37 Es lógico que las gramáticas comunicativas fueran también permeables a la nueva mentalidad. Desde este punto de vista, y de acuerdo con nuestros intereses de historia- dores del idioma, la documentación del habla real de la época que podemos encontrar en estas gramáticas - y en otras obras de lingüística aplicada de finalidad similar- va más allá del mero registro de variedades no literarias o no escritas. Quiero decir que estas obras documentan también el diasistema de su época, con al menos parte de la variación sincrónica y de los cambios en marcha que lo definen.

En conclusión, las gramáticas renacentistas - no sólo las co- municativas ; también las normativas- codifican una lengua que no es ni la lengua literaria ni la lengua escrita. No se limitan a una sola variedad interna; a veces contrastan la variedad que representa el ideal lingüístico del gramático con otras variedades diafásicas, diastráticas e incluso diatópicas ; con frecuencia se adhieren a variedades diacrónicas que ya son arcaísmos para sus contemporáneos. Las gramáticas, en definitiva, nos ofrecen la posibilidad de contemplar un complejo diasistema que, si no se puede identificar por completo con la lengua real o histórica de la época, sí se aproxima bastante a ella. Si el objeto de la his- toria de la lengua es, como quiere E. Coseriu 38, esa lengua real o histórica entendida como diasistema de variedades diatópicas,

37 Cf. J. L. Girón Alconchel, "Las ideas lingüísticas de Cervantes en el Quijote", Anales Cerva11tinos, XXVIII (1990), págs. 23-33.

38 Sinc.ronía, diacronía e historia. El problema del cambio lingüístico, z.a ed., Madrid, Gredos, 1973.

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diastráticas y diafásicas; si el objeto de la historia de la lengua es, como repite A. Varvaro 39, la coexistencia de sistemas en el individuo real plurilingüe, entonces no tenemos más remedio que admitir que las gramáticas del español constituyen un documento de capital importancia para poder contar esa historia que, por supuesto, ya no estaría condenada a ser sólo la historia de la len- gua literaria.

Pero nos falta precisar cómo puede el historiador de la len- gua orientarse en ese a veces complejo diasistema que documen- tan las gramáticas de los siglos XVI y XVII.

3. U SOS PRESCRITOS, USOS DESCRITOS Y USOS ESCRITOS.

El historiador de la lengua que se acerca al diasistema do- cumentado en las gramáticas ha de establecer una jerarquía de las variedades o usos que lo integran, porque una cosa es lo que el gramático dice que se debe decir, otra lo que dice que se dice y otra muy distinta lo que realmente dice el propio gramático.

En primer lugar está lo que el gramático dice que se debe decir: los usos prescritos. El gramático puede acertar o equivo- carse. Nebrija condena el hipérbaton de Juan de Mena y de Vi- llena, y acierta. Lo mismo hace Correas cuando condena en los versos de Góngora -"Estas que me dictó rrimas sonoras, culta, sí, aunque bucólica, Talía"-el hipérbaton, el empleo innecesario del adverbio ele afirmación y la ausencia de artículo en un sin- tagma que en castellano debería ser "la culta aunque bucólica Talía" 40 Pero Nebrija se equivoca en la interpretación de la concordancia de los tratamientos y de la doble negación, como veíamos. Y Correas también se equivoca cuando se empeña en mantener el sintagma artículo

+

posesivo o los arcaicos otre, vai, sei en lugar de las formas cortesanas otro, ve, sé, que terminaron imponiéndose.

En segundo lugar, hay que ver lo que el gramático dice que se dice: los usos descritos. En este punto se descubre una gran

39 "Storia della lingua: passato e prospettive di una categoria con- traversa", Ro:mance Philology, XXVI (1972-73), págs. 16-51 y 509-31.

40 Gonzalo Correas, Arte de la Lengtta Española Castellana, pág. 408.

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LAS GRAMÁTICAS DEL ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO 305

variedad. Correas, por ejemplo, consigna usos, sin comentarlos (se puede decir añadir, aiiedir, añidir); o simplemente indica la frecuencia de unos usos y otros (el plural aquessos es poco usa- do) ; o, lo que es mucho más interesante para el historiador de la lengua, comenta las variedades diatópicas, diastráticas, diafá- sicas y diacrónicas. Interesa sobremanera la documentación de las variedades diacrónicas, en las que podemos distinguir dos niveles: el arcaísmo ya desusado por completo en la época del gramático, lo que podríamos llamar dato histórico (así, los pre- sentes do, vo, está, so, que según el propio Correas en 1625 ya hacía más de un siglo que no se decían, sustituidos por doy, voy, estoy, soy) y el arcaísmo usable por el propio gramático o sus contemporáneos (así, la conjunción ca, arrumbada por Juan de Valdés, pero resucitada por el P. Mariana y reivindicada por Correas).

En tercer lugar, hay que examinar lo que el gramático real- mente dice o escribe: sus usos escritos. Esta es la dimensión me- nos aprovechada por la historia de la lengua, que a veces ha co- mentado lo que dicen los gramáticos sobre la lengua de su época, pero casi nunca ha estudiado la lengua con que se dan esas no- ticias. Y, sin embargo, el uso escrito del gramático es en ocasio- nes el único dato que podemos emplear para hacer algunos ca- pítulos de la historia lingüística de las gramáticas, como el de la oración compuesta, en donde hasta el siglo XIX no hay más que listas de conjunciones. Pero acaso la dimensión más interesante para la historia de la lengua, y también para la historia de la gramática, es la que se descubre en la comparación del uso es- crito y del uso prescrito. Los resultados que se pueden esperar de esta comparación son muy interesantes, tanto para iluminar problemas teóricos como para iluminar la historia de los cambios lingüísticos en marcha que a veces documenta el gramático mal- gré lui.

Ejemplificaré lo primero con un dato tomado de un reciente trabajo de M.a Pilar Díez de Revenga 41 en el que se ensaya una perspectiva similar a la aquí propuesta. Estudia esta profesora

41 "Nebrija y su gramática: norma y uso", en R. Escavy, ]. M. Her- nández Terrés y A. Roldán (eds.), Actas del Congreso lntcmacional de Historiografía Lingüística ... , vol. I, págs. 211-220.

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la norma y el uso en Nebrija; es decir, el uso prescrito y el uso escrito del propio N ebrija en el prólogo de su Gramática caste- llana. El resultado es que la mayoría de las veces el gramático adecua su uso a la norma que él mismo ha dado, adecua su uso escrito a su uso prescrito. diríamos; pero otras veces no. Y Díez de Revenga proporciona este ejemplo: Nebrija había prescrito el empleo del artículo masculino el delante de los nombres fe- meninos empezados por vocal ; sin embargo, según la profesora murciana, incumple esa norma al escribir la aráviga, refirién- dose, claro está, a la lengua aráviga. No hay tal incoherencia, puesto que ará.viga no es sustantivo, sino adjetivo, y el adjetivo, según Nebrija. puede acompañarse del artículo masculino. feme- nino o neutro. La anécdota tiene su importancia teórica, no obs- tante, porque el ejemplo ele Nebrija puede ser un argumento más para entrar en la discusión teórica ele parte de los que piensan que en la sustantivación ele sintagmas similares el núcleo es el artículo y no el adjetivo, que sigue siendo un adjetivo. Hace fal- ta finura en el empleo ele la teoría gramatical para llevar a cabo trabajos ele esta índole; pero también los elatos históricos nos pueden servir para hacer teoría gramatical.

Veamos - ya para terminar- cómo la comparación del uso prescrito y del uso escrito ilumina también un cambio lingüístico en marcha. A finales ele la Edad Media el objeto .directo consti- tuido por un nombre común de referencia personal todavía po- día construirse sin preposición: yo hyero el mo(o, yo mato el hombre son ejemplos de la Grammatica brevis (Burgos, 1485) ele Andrés Gutiérrez Cerezo y del C ompendium grammatice (Toulousse. c. 1495) de Juan de Pastrana, respectivamente 42;

con nombre colectivo de referencia personal, el uso de Nebrija en sus ejemplos es doble: io amo al próximo o amo el próxi- mo 43; si el nombre es plural. entonces no lleva nunca preposi- ción: amar las mugeres es siempre el uso escrito ele Nebrija 44

42 Cito por V. Calvo Fernández y M. A. Esparza Torres, "Una inter- pretación de la Gra-mática Castella11a de Nebrija a la luz de la tradición gramatical escolar .. , Cuadernos de Filología C /ásica. Estudios latinos, S (1993), págs. 149-180: págs. 176 y 177-178.

43 Gram.á.tica Castellana, pág . ..189.

44 Gramática Castellana, pág. 205.

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