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El presente ausente de Isabel Arroyo Solá. - Nos vemos ya mismo. Te amo. Adiós. - dijo Hernán al teléfono sin

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Academic year: 2021

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El presente ausente de Isabel Arroyo Solá

- Nos vemos ya mismo. Te amo. Adiós. - dijo Hernán al teléfono sin saber que serían esas las últimas palabras que le permitirían decir. Tenía prisa y cortó la llamada antes de escuchar lo que Claudia le decía.

Hernán acaba de salir tarde del trabajo y se dirigía al restaurante italiano de la esquina para cenar con su futura esposa. El caminaba por la esquina de la acera para evitar la gente y llevaba los ojos posados en una pequeña libreta en la que había escrito lo que le quería decir a Claudia. Ya habían planificado lo que harían después del casamiento pero su inesperada promoción cambiaría mucho las cosas. Hernán buscaba la manera de decirle que la promoción conllevaba el mudarse lejos de su hogar y de las cosas que ya tenían planificadas.

De pronto le pasaron dos autos policías, una ambulancia y hasta un camión de rescate de bomberos que lo dejaron casi sordo por sus sirenas y con tremendo sobresalto debido a la cercanía con la que habían pasado de el.

Al llegar a la esquina del restaurante, se vio atrapado en la gran conglomeración que había causado un terrible accidente.

- Maldita sea, ¿y por qué Claudia no me avisó sobre este alboroto? Tal vez hubiésemos podido ir a otro lugar. ¿Cómo voy a hacer para decirle sobre la promoción en medio de éste reguero? - pensó Hernán no muy seguro de lo que allí había pasado. Sin darle mucha importancia y preocupado sobre la reacción de Claudia, se escabulló entre las personas que se conglomeraban

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para averiguar sobre el accidente y entró al restaurante.

No había nadie en el recibidor del restaurante y aparentemente todos adentro hablaban sobre el accidente. Los que estaban sentados cerca de las ventanas lo habían visto y horrorizados le contaban a las demás personas. El cuento se propagaba de mesa en mesa y aunque le daba curiosidad saber lo que había acontecido, Hernán se concentraba en las mesas buscando a Claudia. Finalmente la reconoció aunque llevaba la cabeza inclinada y se dirigió a ella. Mientras se acercaba a la mesa se percató de que había otra mujer sentada con ella. Era una mujer cuya belleza era inexplicable; en un intento malogrado podría ser descrita físicamente como una mujer de tez blanca, con cabellera marrón larga y ojos claros, casi amarillentos. Llevaba un traje negro que dejaba sus largas piernas al descubierto pero lo más que impresionaba no era su belleza, si no su presencia y mirada penetrante. Era una mesa para dos y la mujer había añadido una silla entre Claudia y la silla vacía donde se supone que estuviese Hernán. La mujer estaba cómodamente sentada, con las piernas cruzadas y portaba una sutil sonrisa mientras observaba la conmoción a su alrededor como si lo que estuviese pasando fuese ordinario. Al parecer, ésta ni siquiera se percataba, o tal vez no le importaba el hecho de que Claudia lloraba desconsoladamente a menos de un pie de distancia. Confundido por todo lo que estaba pasando, Hernán tomó asiento. Miró a la mujer y luego miró a Claudia.

- Mi amor, ¿Que pasó? - dijo Hernán inclinándose mientras trataba de

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encontrar el rostro de Claudia que estaba tapado por su pelo.

- ¿Que todavía no te has dado cuenta? No me digas que voy a tener que hacerle un mapa a este también. - dijo riendo la mujer volviendo los ojos y con cierto tono de incredulidad.

- ¿Darme cuenta de qué exactamente? Estoy consciente de que al instante hay muchas cosas sucediendo. - dijo Hernán mientras la miraba con sincera extrañeza.

- Tienes una mancha roja en la camiseta. - dijo la mujer señalándolo.

A Hernán le pareció extraño que de todas las cosas que allí sucedían la mujer señalara esa sencillez. Redirigió por un momento su atención de Claudia hacia su camiseta para verificar. No veía ninguna mancha roja. El restaurante tenía una pared de espejos a la que el se encontraba de espaldas y decidió verificarse allí. Al virarse, lo que no vio allí le causó un escalofrío que le corrió lentamente todo el cuerpo. Se quedó inmovilizado por unos segundos pero reaccionó. Tratando de disimular su asombro, volvió su mirada a la mesa y se encontró con la mirada de la mujer que le sonreía.

- Y ahora, ¿entiendes? - dijo la mujer que se desesperaba ante la ignorancia de Hernán. Ya era tiempo de que le preguntara si no entendía.

- No sé de qué habla. Y sin ofenderle, me podría decir ¿quien es usted?

¿Por qué está sentada en esta mesa? ¿Qué es lo que está pasando? - dijo Hernán a la mujer. Ya era evidente su inquietud y estado de alarma. No pudo contenerlo. Desesperado, fue a tomar a Claudia de las manos para

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preguntarle qué era lo que estaba pasando y por qué lloraba. Le volvió el escalofrío cuando al tratar de hacerlo, no hubo reacción por parte de Claudia.

La tomaba de las manos pero regresaban a la posición original en la que Claudia las tenía. Hernán observó lo que había pasado con gran nivel de asombro y confusión y quedo boquiabierto.

- ¡¿Qué carajo es lo que está pasando aquí?! - gritó furiosamente Hernán mientras se levantó de la mesa, tumbó una copa y tiró su silla.

Corrían las lágrimas de rabia por su rostro debido a su franca ignorancia ante la situación y se quedó perplejo mientras observaba como la copa que había tumbado, hecha pedazos en el piso, se ensamblaba de nuevo y se posicionaba en el lugar de la mesa en donde estaba originalmente y como la silla, por sí sola, se enderezaba y se colocaba de nuevo frente a la mesa.

Parecía como si lo que el hiciera, diera reversa y nunca sucediera. Observó su alrededor, todos alrededor continuaban en lo suyo como si nada, Hernán notó que la mujer reía a carcajadas mientras lo observaba. Cegado por la furia y el hecho de que la mujer se reía de el, Hernán fue a agarrar a la mujer por el cuello.

- Cuidadito con lo que haces amigo. Yo soy la de las respuestas aquí.

¿No querías saber qué es lo que está pasando? - dijo la mujer levantándose de la silla y haciéndole frente.

- ¡Acaba y dí si no quieres que te mate aquí y ahora mismo! - le gritó Hernán levantando el puño.

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- Te reto, trata de matarme. Te garantizo que no lo vas a poder hacer.

Podrías matarme, pero no voy a morir. ¿Que tal si usas tu sentido común? - le dijo la mujer con una sonrisa traviesa mientras caminaba hacia el como si estuviese tratando de seducirlo.

- ¡No entiendo! Vine aquí a cenar con mi mujer a discutir y lidiar con mis problemas y me encuentro con esto. Mi mujer llorando desconsoladamente, una mujer desconocida en la mesa, mis intervenciones dan reversa como si nunca pasasen en primer lugar, me miro al espejo y no me encuentro, no se que - se explicaba Hernán frustrado, más para el mismo, antes de ser interrumpido por la mujer.

- ¿Y por qué crees que todo lo que haces no tiene ningún efecto? ¿Por qué crees que Claudia no se da cuenta de que estás ahí? ¡Idiota, si tu reflexión no está en el espejo es porque no estás ahí! Más claro no te lo pude haber hecho saber. - dijo la mujer como si fuese obvio.

- Pero si no estoy aquí, entonces – dijo Hernán mientra realizaba lo que estaba pasando. Miró hacia afuera. Los paramédicos, policías y bomberos aún trabajaban en la escena del accidente, las personas aún comentaban sobre cuán horrible había sido y Claudia aún lloraba en la mesa desconsoladamente, acompañada solo por la presencia ausente de Hernán que mientras la observaba, lloraba también.

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