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MUÉSTRANOS SEÑOR TU MISERICORDIA Y DANOS TU SALVACIÓN! (Salmo 85, 8)

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¡MUÉSTRANOS SEÑOR TU

MISERICORDIA

Y DANOS TU SALVACIÓN! (Salmo 85, 8)

CARTA PASTORAL

A LOS SACERDOTES, RELIGIOSOS,

RELIGIOSAS, SEMINARISTAS Y FIELES

LAICOS DE LA

ARQUIDIÓCESIS DEL CUSCO

CON OCASIÓN DEL

JUBILEO EXTRAORDINARIO

DE LA MISERICORIDA

Con la apertura de la Puerta Santa en nuestra Iglesia Catedral el domingo 13 de diciembre, hemos dado inicio al Año Extraordinario de la Misericordia convocado por el Santo Padre Papa Francisco para vivir y experimentar la misericordia de Dios Padre manifestado en su Hijo Jesucristo y transformar nuestros corazones para ser

misericordiosos como el Padre.

En la Bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, “Misericordiae Vultus” del Papa Francisco, encontraremos una profunda fundamentación y explicación de lo que será la experiencia de la Misericordia del Padre a lo largo de este año jubilar, documento eclesial que será el

hilo conductor de todas las actividades y jubileos

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Arquidiócesis, acompañado también de los diversos subsidios pastorales que la Comisión Pastoral nos facilitará. Es mi intención con esta Carta Pastoral, señalar un itinerario

espiritual que ayude, anime y motive a todos los agentes

pastorales y fieles laicos de nuestra arquidiócesis a entrar en la dinámica del jubileo, que nace del corazón convertido a la misericordia del Padre y se proyecta al testimonio de la caridad para con el prójimo por medio de las obras de misericordia.

Les invito pues a leer, meditar, reflexionar estas orientaciones y así llegar a compromisos concretos para el bien personal, familiar, parroquial y social. Que la misericordia del Padre sea una luz que irradie al mundo de hoy por medio del testimonio de su iglesia, para que sea fermento de una cultura de la vida y de la Paz, fraternidad y solidaridad.

1. ¡SOMOS PECADORES!

He querido titular esta Carta Pastoral con el verso 8 del salmo 85: “Muéstranos Señor tu Misericordia y danos tu salvación”,

para enfatizar que el camino de la misericordia empieza por el reconocimiento sincero de nuestra condición de pecadores y la necesidad que tenemos de la misericordia del Padre. Es una

oración llena de humildad y confianza, que brota de nuestra condición humana del pecado y que se abre llena de esperanza de recibir el perdón y la salvación.

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Que este año sea una oportunidad permanente para mirarnos a nosotros mismos y con toda humildad y sinceridad reconocer nuestras debilidades e infidelidades. Por eso es necesario propiciar el examen de conciencia, la revisión de vida, las celebraciones penitenciales, iluminadas por la Palabra de Dios, que penetra hasta lo más hondo de nuestras vidas, un examen de conciencia que no se quede sólo en nuestras actitudes morales, sino que abarque también nuestros compromisos familiares y parroquiales, nuestros compromisos con nuestra iglesia arquidiocesana y con la sociedad.

El reconocernos pecadores nos abre las puertas a la compasión y comprensión con los demás, porque todos somos pecadores. No olvidemos la sentencia de Jesús “el

que esté libre de pecado que tire la primera piedra”1. Cuando perdemos esta condición nos volvemos en jueces y verdugos de los demás y vuelve la ya conocida historia de no ver la viga de nuestros ojos y querer

sacar la pelusa en el ojo del hermano2. ¡Seamos sinceros: somos pecadores!

Entremos en la dinámica de la conversión del corazón, propiciemos la experiencia del arrepentimiento y el dolor del corazón, busquemos las fuentes del amor misericordioso de Dios en el sacramento de la reconciliación.

1

Juan 8, 7 2

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Necesitamos una profunda conversión personal, pero también una conversión eclesial y pastoral. No podemos ya seguir manteniendo una pastoral de conservación, donde todo sigue la rutina de lo mismo y se reviste de un rostro triste y cansado, muchas veces con poco o casi nada de misericordia, que aleja a los fieles en vez de atraerlos. ¡Que el Señor cambie nuestro corazón de piedra en un corazón de carne!

2. UN PADRE MISERICORDIOSO

Si hay algo que caracteriza al Dios de nuestra fe es que es un Dios compasivo y misericordioso, un Dios que no nos rechaza por ser pecadores, sino que por el contrario se conmueve con entrañas de madre, perdona y no se cansa de perdonar. La lectura atenta y orante de la Palabra de Dios nos ayudará a redescubrir el verdadero rostro misericordioso de Dios.

El Papa Francisco ha descrito maravillosamente las actitudes que caracterizan la misericordia del Padre: búsqueda, acercamiento, compasión, afecto maternal, caricias, ternura, perdón, sanación, liberación, salvación. Estos rasgos deben ser meditados y experimentados en primera persona, se han de convertir en una experiencia personal

y comunitaria, para vivir la alegría de la fiesta del amor misericordioso y del perdón.

Perdón y fiesta deberían de ser las características del encuentro entre Dios y el pecador, sobre todo del que participa del sacramento de la reconciliación.

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Este testimonio festivo del perdón es el que debemos predicar y anunciar a los demás con ardor y convicción, un Dios que ha mostrado su amor misericordioso con nosotros y está dispuesto a hacerlo siempre con los demás. Un testimonio que invite a los demás a acercarse a este Dios Amor para el abrazo del perdón.

Durante todo el año jubilar y en todas nuestras actividades pastorales prediquemos las maravillas del amor misericordioso del Padre, desde nuestras celebraciones litúrgicas hasta el despacho parroquial, en todo el desarrollo de nuestro día, en cada contacto personal, siempre dar testimonio de su misericordia.

3. JESUCRISTO, ROSTRO DE LA MISERICORDIA DEL PADRE

La Bula Papal nos presenta a Jesucristo como el “rostro misericordioso donde podemos percibir el amor de la Santísima Trinidad”3. Jesús encarna todos los rasgos misericordiosos del Padre y los convierte en gestos y actitudes de misericordia para con los demás. Mirar a Jesús es entrar en la escuela de la misericordia, escuchar las parábolas de la misericordia es encontrar los modos concretos cómo debemos actuar frente a las miserias humanas y desafíos de la realidad social. Toda una enseñanza que se puede concluir en una

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sola frase: ¡Sean misericordiosos como el Padre es

misericordioso! ¡Misericordia quiero y no sacrificios!4

Jesús misericordioso debe ser la guía y el modelo de todo cristiano, de toda la iglesia en este año jubilar. El anuncio gozoso de la misericordia de Jesucristo nos abre las puertas a un encuentro personal y comunitario con Él, nos ha de permitir la experiencia de la reconciliación, con Dios y con los hermanos, nos proyecta a la fraternidad y a la solidaridad.

En este año jubilar debemos propiciar los encuentros con Jesucristo en su presencia eucarística, sobre todo en la adoración silenciosa en las capillas del Santísimo, así como en las celebraciones eucarísticas dominicales y en los grupos de oración comunitaria. ¡Jesús misericordioso en nuestros labios, en nuestro corazón, en las grandes devociones de nuestro pueblo!

4. UNA IGLESIA MISERICORDIOSA

El amor misericordioso del Padre que se ha manifestado en su Hijo Jesucristo, debe llegar a todos los hombres por medio de su iglesia, presente en todos los tiempos y en todos los lugares.

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La vocación y misión de la iglesia es comunicar la misericordia del Padre y en este año jubilar con mayor razón, la iglesia asume este papel protagónico en todos sus miembros, nadie se debe excluir de este compromiso. Todos estamos invitados a ser testigos de la misericordia del Padre. Esto implica dos actitudes muy importantes y que debemos asumir como iglesia arquidiocesana: nuestro ser y nuestro actuar.

Todos estamos llamados a ser “misericordiosos como el Padre”, que es el lema que motiva este año jubilar, un llamado que alcance a ser misericordiosos y actuar con misericordia, en todos los agentes y estructuras pastorales de nuestra iglesia, desde los organismos arquidiocesanos hasta las organizaciones parroquiales, incluyendo a la familia como iglesia doméstica.

“Misericordiosos como el Padre” significa:

- Para los sacerdotes, que sean los misioneros de la misericordia en el sacramento de la reconciliación con los fieles, instrumentos de comunión con sus hermanos sacerdotes, trato fraterno y amigable con sus fieles, llegar a “tocar las llagas de Cristo” en los que sufren la pobreza y las enfermedades.

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- Para la Vida Consagrada, ser testigos de la misericordia en su vida comunitaria y obras institucionales, despertando el carisma caritativo y misericordioso de sus fundadores, salir a las periferias territoriales y existenciales, en donde se encuentran los pobres y marginados y ser la caricia de la madre iglesia para sus hijos.

- Para los formadores y seminaristas, formar y formarse en la escuela de la misericordia como futuros pastores del pueblo de Dios, con una exigente conversión personal y pastoral, formarse para el servicio a los demás al estilo de Jesús y sus discípulos.

- Para los fieles laicos, ser fermento de misericordia en todos los ámbitos del mundo social, constructores de una cultura de la reconciliación y del perdón, que busca la paz y la justicia.

- Para las familias, hacer de cada familia una escuela de misericordia, en el amor compartido, respeto al don de la vida y la promoción de los valores cristianos en sus hijos para asegurar una sociedad reconciliada en el amor. 5. LOS SIGNOS DE LA MISERICORDIA

Para este Año de la Misericordia se han programado una serie de actividades de orden formativo y celebrativo, que serán como los signos de la misericordia: las peregrinaciones, los jubileos y las indulgencias plenarias.

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Hacemos un llamado a todos los agentes pastorales para que hagan el máximo esfuerzo para que cada jubileo sea verdaderamente una fuerte experiencia de encuentro con la misericordia del Padre, por medio de una buena formación, que lleve a la comprensión, oración y compromiso personal y comunitario con la misericordia del Padre.

Los Jubileos programados para el Año de la Misericordia son:

11 de febrero Jubileo de los enfermos y personal de salud

13 de febrero Día de la misericordia para el enfermo mental 14 de febrero al 01 de mayo Vivencia de la misericordia en la cuaresma y la pascua 04 y 05 de marzo

24 horas para el Señor (sacramento de la reconciliación)

22 de marzo Jubileo de los sacerdotes 16 de abril Marcha por la Vida

30 de abril Jubileo de la Vida Consagrada 02 de julio Jubileo de los maestros y educadores 10 de julio Jubileo de los catequistas

16 de julio Jubileo de los privados de la libertad 10 de setiembre Jubileo de los niños

14 de setiembre Jubileo de la Familia 24 y 25

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02 de octubre Jubileo de la creación

15 de octubre Jubileo de las personas con habilidades diferentes

22 de octubre Jubileo de los misioneros Durante todo el

año en los santuarios

Jubileo de los peregrinos

Cada Jubileo debe ir precedido de una peregrinación, como experiencia comunitaria del caminar del pueblo de Dios que va en busca de la misericordia del Padre y traspasa los umbrales de la puerta de la misericordia para recibir su perdón y volver con la alegría de la paz y la reconciliación para anunciarlo a los demás.

Para ser beneficiaros de las

Indulgencias Plenarias, que el Santo Padre ha concedido por este año jubilar, establecemos como lugares jubilares: la

iglesia Catedral, los santuarios y los templos parroquiales,

cumpliendo con los requisitos que pide la iglesia, como la confesión, la comunión y una oración por las intenciones del Santo Padre. Los enfermos y privados de la libertad, tienen la oportunidad de celebrar los jubileos en sus mismos centros.

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6. LOS FRUTOS DE LA MISERICORDIA

Todas la celebraciones jubilares en las cuales van a participar todos los miembros del pueblo de Dios, estarán orientadas a despertar el compromiso con las obras de misericordia, a favor de los más pobres y necesitados. Estos compromisos concretos,

como frutos del Año de la Misericordia, deben ser sostenibles en el tiempo, para lo cual cada comunidad parroquial se preocupará por establecer las “caritas parroquiales” a fin de promover la dimensión caritativa de la iglesia.

“Redescubramos las obras corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al

sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.”5

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7. CONCLUSION

Al iniciar esta Carta Pastoral, les dije que tenía la intención de proponerles un itinerario espiritual para vivir con intensidad este año jubilar de la misericordia.

Les vuelvo a recomendar seguir el proceso de la dinámica, no se trata sólo de cumplir con las actividades, sino de caminar el sendero de la misericordia, desde la condición de pecado, la conversión del corazón, el abrazo misericordioso del perdón trinitario, el compartir esta misericordia con los demás en la experiencia de la iglesia y desde la iglesia hacer llegar a los más necesitados la misericordia del Padre en el compromiso con las obras de la misericordia.

Finalmente acudimos a María, madre de misericordia para que nos anime y acompañe en este año jubilar y nos consiga las gracias necesarias para que sea un año fructífero haciendo de cada uno de nosotros “misericordiosos como el

Padre”.

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Referencias

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