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El sacrificio

vivo y santo:

Un recurso de formación

para los ministros

extraordinarios

de la Sagrada Comunión

Arquidiócesis

de Cincinnati

(2)

Copyright © 2020, Arquidiócesis de Cincinnati.

Todos los derechos reservados.

(3)

Oficina del Arzobispo

100 East Eighth Street, Cincinnati, Ohio 45202 513-421-3131 Ext. 358 2810

20 de Junio del 2018 Estimados hermanos y hermanas en Cristo,

La cuidadosa preparación de ministros litúrgicos es un proyecto continuo en la vida de cada parroquia. Es importante que cada ministro conozca bien los requisitos de su función particular. Más aun, su formación continua los invita a reflexionar más a fondo en su ministerio dentro de la liturgia, permitiéndoles ejercer su rol en la liturgia con reverencia y

conocimiento. Estoy agradecido con todos los laicos quienes se desempeñan como ministros litúrgicos en la Arquidiócesis de Cincinnati.

Personas laicas quienes ayudan con la distribución de la Sagrada Comunión, tanto en la Misa como llevándoles la Comunión a los enfermos y a los confinados en casa, proveen un apoyo significativo a los sacerdotes y diáconos en las parroquias. Debido a su cuidado especial por la

administración de la Sagrada Comunión, la Iglesia establece requisitos específicos para su selección, su capacitación y su formación continua.

Con la publicación de El sacrificio vivo y santo: Un recurso de

formación para los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, me

alegro de ofrecerles una valiosa herramienta para su capacitación y formación continua. Incluye importante información práctica y teológica, además de normas diocesanas para la distribución de la Sagrada Comunión. Espero y esto manifieste ser un excelente recurso tanto para aquellos responsables de la capacitación, como también para individuos ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión.

Que la liturgia dominical parroquial sea fuente de fe para nuestra Iglesia local. Que todos aquellos que de manera generosa sirven en la mesa del Señor, unan continuamente sus vidas al sacrificio vivo y santo.

En oración y con mis mejores deseos,

Sinceramente suyos en Cristo,

Monseñor Dennis M. Schnurr Arzobispo de Cincinnati

(4)

Í

ndice

El sacrificio vivo y santo ...

1

Presentación ... 1

Liturgia:

Una obra de amor ...

1

Sentar las bases ... 4

Normas particulares ... 6

I.La comunión bajo las dos especies ... 6

II.La intolerancia al gluten ... 6

III.Las hostias para la Comunión para los enfermos ... 7

IV.La selección, formación e institución ... 8

V. Desempeñar esta función fuera de los límites parroquiales ... 10

VI. El procedimiento en la Misa ... 10

VII. Algunas cosas para tener en cuenta ... 11

Ap

é

ndice I:

Preguntas frecuentes ... 13

Ap

é

ndice II:

El cuidado y la limpieza de los manteles del altar

15

Ap

é

ndice III:

La formación teológica y litúrgica ...

18

1.La teología de la Eucaristía, Rev. Jeffrey Kemper ... 18

2.El desarrollo histórico de la celebración de la Eucaristía, Rev. Steven Walter ... 22

3.La presencia de Cristo en la Eucaristía, Rev. Lawrence Mick ... 25

4.La estructura básica de la Misa, Karen Kane ... 28

5.Signo y símbolo, Rev. Lawrence Mick ... 31

6.Este sacrificio, mío y de ustedes, Rev. Steven Walter ... 32

7.La Eucaristía y la misión social, Karen Kane ... 37

Notas finales ... 39

(5)

El sacrificio vivo y santo:

Un recurso de formación para los ministros

extraordinarios de la Sagrada Comunión

Presentación

Los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión (MESC) brindan un servicio importante a la Iglesia. Respondiendo a la gracia del Bautismo, ayudan a los sacerdotes y diáconos con la

distribución de la Sagrada Comunión a los fieles en la Misa y a aquellos que no pueden participar en la celebración de la comunidad. Llevan a Cristo a aquellos que desean compartir su sacrificio, su Cuerpo y Sangre entregados como alimento y bebida espiritual.

Debido a la naturaleza extraordinaria de este ministerio, los MESC son elegidos especialmente por el párroco y están autorizados por el arzobispo para desempeñar esta función. Los elegidos deben estar preparados para realizar este ministerio con comprensión y decoro adecuado, recibiendo

“suficiente ayuda espiritual, teológica y preparación práctica para desempeñar su papel con conocimiento y reverencia.”.1

El propósito de esta publicación es ayudar en la formación de los MESC, ayudándoles a

comprender su papel y los procedimientos básicos para el manejo cuidadoso del Santísimo Sacramento y a desempeñar sus funciones con reverencia para que la liturgia se celebre con dignidad e

intencionalidad. San Juan Pablo II, en su carta apostólica sobre el misterio de la Eucaristía, Mane nobiscum Domine, escribió sobre la importancia de celebrar la liturgia con cuidado y devoción:

¡Gran misterio la Eucaristía! Misterio que ante todo debe ser celebrado bien. Es necesario que la Santa Misa sea el centro de la vida cristiana y que en cada comunidad se haga lo posible por celebrarla decorosamente, según las normas

establecidas, con la participación del pueblo, la colaboración de los diversos ministros en el ejercicio de las funciones previstas para ellos...2

Las siguientes páginas sientan las bases para el ministerio de los MESC con documentación histórica, legislación vigente de la Iglesia, normas particulares de la Arquidiócesis de Cincinnati y detalles prácticos sobre su función como MESC. Además, esta publicación incluye artículos sobre la Eucaristía que están destinados a ayudarlos a apreciar más plenamente el misterio de la Eucaristía. Es nuestra esperanza que estos materiales formativos guíen a todos los MESC a responder al llamado de Dios al compartir el don del Cuerpo y la Sangre de Cristo con aquellos que desean “alimento espiritual y medicina espiritual” para el alma.3

Liturgia

: Una obra de amor

La liturgia de la Iglesia es una obra de amor. La palabra “liturgia” viene de la palabra griega,

leitourgia, que significa “obra al servicio del pueblo”. Es, ante todo, una obra de amor de Dios, ya que Dios actúa en nuestras vidas en y a través de la liturgia.4 A través de la proclamación de la historia de

nuestra salvación, Dios nos habla; y en el sacrificio de su Hijo, nos dio como alimento y bebida espiritual, la presencia continua de su Hijo, Jesucristo. Dios continúa su obra de amor al servicio de nosotros, el pueblo de Dios.

Sin embargo, no solo Dios actúa, sino que nosotros actuamos. A través de nuestra participación consciente y activa en la liturgia, rendimos culto a Dios en acción de gracias y alabanza por todo lo que

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ha hecho y continúa haciendo por nosotros. Todos los miembros de la asamblea litúrgica, siguiendo el ejemplo del mismo Cristo en su entrega generosa y desinteresada, participan en esta obra de amor: obispos, sacerdotes, diáconos, lectores, cantores, MESC y miembros de la asamblea. Hacemos esto cuando nos entregamos al acto de culto, cuando participamos interior y exteriormente en “el sacrificio vivo y santo”, la Misa. Por nuestra participación reverente e intencional en la liturgia, nos unimos a Cristo en su sacrificio eterno de alabanza a Dios.

Todos los ministros litúrgicos, incluidos los MESC, están llamados a participar de manera plena, activa y consciente en la liturgia. Sacrosanctum concilium nos relata la importancia de la participación de todos los fieles.

Al reformar y fomentar la sagrada Liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano...5

Además, todos los fieles deben acercarse a la liturgia con “recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano”.6

La participación en la liturgia es más que cantar, responder, pararse y sentarse, exige “una mayor toma de conciencia del misterio que se celebra y de su relación con la vida cotidiana”.7La

participación interior y exterior de los ministros litúrgicos no solo fortalecerá y profundizará sus vidas espirituales; fomentará la participación de la asamblea reunida para el culto. Junto con la realización de su ministerio con intencionalidad y cuidado, dan testimonio de la alegría de dar gracias y alabar a Dios.

Además de participar plenamente en la liturgia, es importante que los ministros litúrgicos comprendan que, en el fondo, nuestra

participación en el banquete eucarístico nos envía al mundo a proclamar la Buena Nueva al servir las necesidades de los más vulnerables entre nosotros. En su exhortación apostólica, Sacramentum caritatis, el Papa Benedicto XVI escribió:

No podemos acercarnos a la Mesa eucarística sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misión que, partiendo del corazón mismo de Dios, tiende a llegar a todos los hombres. Así pues, el impulso misionero es parte constitutiva de la forma eucarística de la vida cristiana.8

En su carta apostólica, Mane nobiscum Domine, San Juan Pablo II lo expresó así:

Nuestro Dios ha manifestado en la Eucaristía la forma suprema del amor, trastocando todos los criterios de dominio, que rigen con demasiada frecuencia las relaciones humanas, y afirmando de modo radical el criterio del servicio: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,35). No es casual que en el Evangelio de Juan no se encuentre el relato de la institución eucarística, pero sí el “lavatorio de los pies” (cf. Jn 13,1-20): inclinándose para lavar los pies a sus discípulos, Jesús explica de modo inequívoco el sentido de la Eucaristía. A su vez, san Pablo reitera con vigor que no es lícita una celebración eucarística en la cual no brille la caridad, corroborada al compartir efectivamente los bienes con los más pobres (cf. 1 Co

11,17-"La eucaristía nos lleva siempre al vértice de las acciones de salvación de Dios: el Señor Jesús, haciéndose pan partido para nosotros, vierte sobre vosotros toda la misericordia y su amor, como hizo en la cruz, para renovar nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con los hermanos".

- Papa Francisco, Audiencia general, Catequesis sobre la Misa - Misa como memorial, 22 de noviembre de 2017

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22.27-34).9

La liturgia es una obra de amor que se extiende más allá de los muros de nuestras iglesias. Nuestra obra de amor continúa mientras proclamamos la Buena Nueva del Evangelio por nuestras propias vidas.

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Sentar las bases para

los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión

Una breve historia

Desde la promulgación de Sacrosanctum concilium (Constitución sobre la Sagrada Liturgia) en 1963, la Iglesia ha publicado regularmente documentos que instruyen y alientan nuestra formación continua para la celebración de la Sagrada Eucaristía. Incluido entre estos hay La Institución General del Misal Romano (1975, 2002, 2011); Normas para la distribución y recepción de la Sagrada Comunión bajo dos especies en las diócesis de los Estados Unidos de América (2002); y Redemptionis

sacramentum (2004).

Junto con estos documentos litúrgicos, la carta encíclica de San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, la exhortación apostólica, Sacramentum caritatis del Papa Emérito Benedicto XVI, y otras publicaciones han dado más dirección a nuestro aprecio y comprensión del misterio de la Eucaristía.

Con la publicación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia por el Concilio Vaticano II, la Iglesia decidió examinar la práctica de la recepción de la Sagrada Comunión en la Misa. Por ejemplo, el Concilio alentó fuertemente la recepción de la Sagrada Comunión por parte de los fieles de las hostias consagradas en la misma Misa, junto con la distribución más frecuente de la Sagrada Comunión bajo ambas especies.10

En marzo de 1971, el Papa Pablo VI otorgó a los Estados Unidos un indulto autorizando a los fieles laicos a ayudar a los sacerdotes en la distribución de la Sagrada Comunión a los enfermos y en la Misa en ciertas circunstancias. En 1973, una instrucción emitida por el Papa Pablo VI, Immensae caritatis, expandió esta práctica y la extendió a toda la Iglesia. Esta instrucción reconoció la

importancia de facilitar la recepción de la Sagrada Comunión para el pueblo de Dios a fin de que “se entreguen con mayor generosidad y celo al servicio de Dios y al bien de la Iglesia y de los hombres”.11

Por lo tanto, se emitieron normas que permitían a los laicos distribuir la Sagrada Comunión cuando no había suficientes ministros ordenados para hacerlo.

Un valor que provocó la introducción de ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión fue el deseo de una distribución reverente de la Sagrada Comunión de manera oportuna que respetara el flujo general y la experiencia de la liturgia, sin hacer que la procesión de la Comunión fuese demasiado larga o desproporcionada con respecto al resto de la liturgia. Con el estímulo de la recepción frecuente de la Sagrada Comunión por el Papa Pío X, la práctica pastoral en las parroquias se emprendió felizmente. Para entonces, el número de comunicantes había crecido significativamente. Luego, a lo largo de los años, la recepción de la Sagrada Comunión bajo ambas especies por parte de los fieles laicos se expandió y se convirtió en una práctica común en muchos lugares porque es una señal más completa del misterio en el que participan los fieles. La revisada Institución General del Misal Romano de 2019 dice:

La sagrada Comunión tiene una expresión más plena por razón del signo cuando se hace bajo las dos especies, ya que en esa forma es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete eucarístico, y se expresa más claramente la voluntad divina con que se ratifica en la Sangre del Señor la Alianza nueva y eterna, y se ve mejor la relación entre el banquete eucarístico y el banquete escatológico en el reino del Padre.12

"Participar en la misa, en particular el domingo, significa entrar en la victoria del

Resucitado, ser iluminados por su luz, calentados por su calor. A través de la celebración eucarística el Espíritu Santo nos hace partícipes de la vida divina que es capaz de transfigurar todo nuestro ser mortal".

- Papa Francisco, Audiencia general, Catequesis sobre la Misa - Misa como memorial, 22 de noviembre de 2017

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Proporcionar el Pan de Vida y el Cáliz de Salvación a los fieles hace posible su participación en la plenitud del mandato de Jesús de comer y beber de su Cuerpo y Sangre. La expansión de la Santa Sede de ofrecer la Sagrada Comunión bajo ambas especies a los fieles lo hizo aún más necesarioque los laicos ayuden en la distribución de la Sagrada Comunión, particularmente cuando el número de fieles que desean la Comunión es grande y la procesión de la Comunión sería demasiado larga.13Aun

así, siempre es importante recordar que el ministro ordinario de la Sagrada Comunión es el sacerdote o el diácono, y un laico que desempeña este ministerio por necesidad es un ministro extraordinario de la Sagrada Comunión.14Por lo tanto, cuando hay suficientes ministros ordinarios para distribuir la

Sagrada Comunión, incluso si hay MESC programados para servir, los ministros ordinarios tienen prioridad de lugar.

Los ministros extraordinarios no solo distribuyen la Sagrada Comunión cuando no hay suficientes sacerdotes o diáconos en la Misa, sino que también puede ser necesario que ayuden en la distribución de la Sagrada Comunión a los enfermos cuando el número de enfermos es demasiado grande para que un sacerdote o diácono pueda proporcionar este ministerio solo.15La práctica de llevar

la Sagrada Comunión a los enfermos por los laicos tiene sus raíces en la Iglesia cristiana primitiva. Llevar la comunión a los miembros de la comunidad enfermos, moribundos o encarcelados se entendió como una extensión de la celebración de la Eucaristía y el alimento para el camino de la vida. De esta manera, los primeros cristianos se aseguraron de que se mantuviera una estrecha conexión entre la comunidad reunida y aquellos que no pudieron participar en la Eucaristía. Hoy esta práctica sigue siendo un papel importante de un MESC, particularmente a la luz de la reducción en el número de sacerdotes.

En 1972, en la Arquidiócesis de Cincinnati, el Arzobispo Joseph Bernardin adoptó las disposiciones establecidas por la Sede Apostólica y la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, las cuales permitieron ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión. Desde entonces, la Arquidiócesis de Cincinnati ha autorizado a hombres y mujeres laicos para ayudar a los ministros ordenados con la distribución de la Sagrada Comunión. En 1985, el Arzobispo Daniel E. Pilarczyk aprobó entonces las directrices arquidiocesanas, Special Ministers of the Eucharist: A Parish Formation Program [Ministros especiales de la Eucaristía:Un programa de formación parroquial], que fue desarrollado para asistir a las parroquias en la formación de los MESC. Entonces, treinta y tresaños después, y por encargo del Arzobispo Dennis

M. Schnurr, se proporcionó una revisión de ese programa con la edición de esta publicación en inglés que ahora se proporciona en español.

Los documentos litúrgicos del Concilio Vaticano II nos han llevado a una comprensión renovada de la celebración de la Eucaristía y el papel y la dignidad de los laicos en las diversas celebraciones

litúrgicas. Los documentos llaman a los laicos a vivir su identidad bautismal compartiendo el sacerdocio común de Cristo, distinto del sacerdocio ordenado, pero completo con las responsabilidades de ser miembros de los bautizados. Las necesidades denuestras parroquias de hoy requieren que los fieles laicos asuman su responsabilidad como personas bautizadas y ofrezcan sus vidas al servicio de los demás. Servir como MESC es una forma de cumplir con nuestro llamado bautismal.

Por tanto, en los signos del pan y del vino el pueblo fiel pone la propia ofrenda en las manos del sacerdote, el cual la depone en el altar o mesa del Señor, "que es el centro de toda la Liturgia Eucarística"(IGMR, 73). Es decir, el centro de la misa es el altar, y el altar es Cristo; siempre es necesario mirar el altar que es el centro de la misa... "la vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo" (Catecismo de

la Iglesia Católica, 1368).

- Papa Francisco, Audiencia general, Catequesis sobre la Misa - Liturgia de la Eucaristía, 28 de febrero de 2018

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Normas particulares para la distribución de la Sagrada

Comunión en la Arquidiócesis de Cincinnati

I. Comunión bajo las dos especies

Desde el Concilio Vaticano II, la recepción de la Sagrada Comunión bajo las dos especies se ha convertido en un valor importante en la celebración de la Eucaristía. La revisada Institución General del Misal Romano (2002, 2019) sugiere que el obispo local establezca normas para la distribución de la Sagrada Comunión bajo las dos especies.16En 2003, el Arzobispo Daniel E. Pilarczyk estableció la

siguiente norma para la Arquidiócesis de Cincinnati, y en 2009, el Arzobispo Dennis M. Schnurr la afirmó:

En la medida de sus posibilidades, cada parroquia debe ofrecer las dos especies en todas las celebraciones dominicales de la Eucaristía y, si es posible, en otras celebraciones de la Eucaristía cuando se pueda hacer con reverencia y dignidad.

En otras palabras, en la medida de lo posible, las parroquias deberían ofrecer la Sagrada Comunión bajo las dos especies en la Misa. Esta norma incluye funerales y bodas. Por lo tanto, el número de MESC debería ser suficiente para proporcionar dos cálices para cada copón en cada Misa en la que es posible ofrecer la Sagrada Comunión bajo las dos especies.

La Sagrada Comunión bajo las dos especies es un signo más pleno de compartir el sacrificio eucarístico de Cristo, y los fieles de la Arquidiócesis de Cincinnati se han acostumbrado y han crecido en el aprecio de esta práctica. Además, ofrecer la Preciosa Sangre a los fieles puede permitir que algunas personas con intolerancia al gluten comulguen bebiendo la Preciosa Sangre, especialmente si las hostias con una mínima cantidad de gluten no están disponibles o no son toleradas. Esta norma sigue vigente, siempre teniendo en cuenta la distribución cuidadosa y reverente de la Sagrada Comunión.17

II.

La Sagrada Comunión y las personas con intolerancia al gluten

Los católicos que tienen una reacción inmune al gluten, como la enfermedad celíaca u otra intolerancia al gluten, deben tener opciones para recibir la Sagrada Comunión, si es posible. El Comité de Culto Divino de la USCCB declara: “Dado el grave riesgo para la salud de quienes padecen de intolerancia al gluten, es importante que los párrocos y otros líderes de la Iglesia no solo sean conscientes de la realidad, sino que estén preparados para abordar la situación de los católicos con enfermedad celíaca que vengan a las parroquias y busquen recibir la Sagrada Comunión de manera segura, sensible y compasiva”.18

Por lo tanto, para que todos los fieles tengan la oportunidad de recibir la Sagrada Comunión, los párrocos, asistidos por otros ministros pastorales y el comité de liturgia parroquial, deben

desarrollar un plan para abordar este problema de salud no solo para sus feligreses, sino también para los visitantes que pidan una adaptación. El plan necesariamente deberá incluir la compra de hostias con una mínima cantidad de gluten, el procedimiento en el que se distribuirán y la comunicación con los diáconos, los MESC e incluso los ministros de hospitalidad.

Hostias con una mínima cantidad de gluten: Para que las hostias sean una materia válida, deben “estar hechas exclusivamente de trigo, contener suficiente gluten para obtener la panificación, estar libres de sustancias extrañas y no afectadas por ningún método de preparación o horneado que altere su naturaleza”. Estas hostias normalmente se denominan “hostias con una mínima cantidad de gluten”, ya que contienen solo una pequeña cantidad de gluten. Las “hostias sin nada de gluten” no son una materia válida.19 Las personas que no pueden tolerar ninguna cantidad de gluten pueden recibir la

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Sagrada Comunión bajo la sola especie de vino, recordando las enseñanzas de concomitancia de la Iglesia: se recibe el Cristo completo bajo la especie de pan o de vino.20

Permiso: Por ley, las personas que deseen recibir hostias con una mínima cantidad de gluten deben solicitar permiso al Ordinario local. Sin embargo, el Derecho Canónico establece que el

Ordinario puede delegar esta autoridad a los párrocos. En la Arquidiócesis de Cincinnati, el Arzobispo Dennis M. Schnurr ha delegado a los párrocos la autoridad para permitir el uso de hostias con una mínima cantidad de gluten. Es importante tener en cuenta que no se requiere ninguna certificación médica.

Para obtener más información, incluida información sobre dónde comprar hostias con una mínima cantidad de gluten, consulte la página de recursos al final de este documento o visite el sitio web de la Oficina Arquidiocesana de Culto Divino y Sacramentos.21

III. Obtener hostias para la distribución de la Sagrada Comunión a los enfermos

La obligación de visitar y confortar a quienes no pueden participar in la asamblea

eucarística se cumple en una forma viva y eficaz llevándoles la comunión del pan consagrado en la celebración eucarística comunitaria. Este símbolo de unidad entre la comunidad y sus miembros enfermos tiene un significado más profundo cuando se realiza en el día del Señor que es el día especial de la asamblea eucarística.22

La comunidad de fe tiene una conexión especial con aquellos que no pueden estar presentes en el culto. Es importante que crezcan en la comprensión que es el deber bautismal de la comunidad atender las necesidades de los enfermos; por lo tanto, es más apropiado para aquellos que llevan la Comunión a los enfermos y confinados en casa, que reciban hostias de la celebración misma de la comunidad y que sean enviados a visitar a los enfermos en nombre de toda la comunidad.

Los MESC deberían recibir su píxide (también llamada un relicario) con las hostias después de la Oración después de la Comunión, y no durante la misma procesión de la Comunión.

El procedimiento incluye los siguientes pasos:

1. Un MESC coloca una píxide vacía en la credencia (la mesita a un lado del altar) antes de la Misa, indicando el número de hostias necesarias.

2. Los acólitos llevan la píxide al altar durante el Cordero de Dios, junto con los otros vasos sagrados para el Rito de la Comunión. Se prepara junto con los otros vasos sagrados durante el Rito de la Fracción o inmediatamente después de la Comunión antes de que las hostias restantes se coloquen en el tabernáculo y antes de rezar la Oración después de la Comunión. Se puede colocar más de una píxide en el altar si se envían varios ministros.

3. Las píxides permanecen en el altar hasta terminar la Oración después de la Comunión. En este momento, el diácono o el sacerdote pide a los MESC que van a llevar la Comunión a los enfermos que pasen al frente. Por ejemplo, podría decir: “Que se acerquen, por favor, quienes van a visitar a los enfermos y llevarles la Sagrada Comunión”. Después de entregar las píxides a los ministros, el diácono o el sacerdote dice: “Por favor asegúrenle a N. que esta comunidad se preocupa y se interesa por él/ella/ellos”.

4. Los ministros pueden permanecer en el santuario y procesar con los otros ministros, o regresar a sus lugares para la bendición final y el canto de salida, o ir directamente a visitar a los enfermos.

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Misa para llevar a los enfermos son normativos en la Arquidiócesis de Cincinnati. Sin embargo, pueden adaptarse para acomodar a las circunstancias particulares de una parroquia, pero los ministros no deben presentarse en la procesión de la Comunión y extender su píxide pidiendo hostias. El procedimiento anterior tiene un doble propósito: 1) recuerda a todos que los enfermos y confinados en casa todavía están entre nosotros y que con razón merecen nuestras oraciones y cuidado pastoral, y 2) evita que personas desconocidas se presenten con una píxide pidiendo hostias adicionales. Si esto sucede, el ministro que distribuye la Comunión debe informar a la persona que vaya con el sacerdote o el diácono después de la Misa.

Si un MESC está llevando la Sagrada Comunión a los enfermos aparte de la celebración de la Misa, el ministro puede ir al tabernáculo para obtener hostias para su distribución si el párroco está de acuerdo.

IV.

La selección, formación e institución de los candidatos

La primera instrucción de la Iglesia que describe las normas para que los laicos desempeñen la función de ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión se llamaba, Immensae caritatis. No solo hablaba de las circunstancias apropiadas bajo las cuales los laicos podían desempeñar este ministerio, también fue claro acerca de las calificaciones requeridas. Por lo tanto, los párrocos deben considerar cuidadosamente a cada candidato que desee desempeñar este ministerio.

El discernimiento de los candidatos: Los párrocos deben consultar con el personal de su parroquia y la comisión de culto parroquial para determinar si existe la necesidad de tener ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, y, en tal caso, la cantidad de ministros necesarios. También deben discernir los nombres de posibles candidatos. Si se necesita más MESC, se deben solicitar más nombres de posibles candidatos. Los candidatos deben manifestar una práctica sincera y constante de la fe, especialmente en su fiel recepción de la Eucaristía. “El fiel designado...deberá distinguirse por su vida cristiana, por su fe y sus buenas costumbres”.23Además, debe mostrar una gran devoción y

reverencia hacia la Eucaristía, demostrar un deseo de crecer en la fe y la devoción, y servir como un ejemplo de discipulado fiel a la comunidad parroquial a través de su ministerio.24 Los MESC deben

ser católicos de rito romano de buena reputación y haber recibido su Primera Comunión. En la Arquidiócesis de Cincinnati, los que serán instituidos como MESC normalmente deberían haber recibido la Confirmación (o estar preparándose para la recepción del Sacramento). La experiencia ha demostrado que los estudiantes de secundaria y preparatoria cuidadosamente elegidos han sido MESC especialmente reverentes y conscientes y son una adición bienvenida a este ministerio en las Misas en las escuelas y las Misas dominicales.

La formación de los candidatos: Como se mencionó anteriormente, es extremadamente importante que las parroquias proporcionen formación espiritual, teológica y práctica para los MESC. Su formación debe incluir instrucción básica sobre la teología y la historia eucarística, formación espiritual y los detalles prácticos necesarios para desempeñar su ministerio. Es muy importante que la distribución de la Sagrada Comunión se realice de manera reverente y ordenada. “Todos los ministros de la Sagrada Comunión deberán mostrar la mayor reverencia por la Santísima Eucaristía con su comportamiento, su atuendo y la manera en que manejan el pan y el vino consagrados”.25 La

formación adecuada asegurará que la celebración de la Eucaristía, especialmente la distribución de la Sagrada Comunión, se lleve a cabo de manera digna.

Todos los MESC deben recibir formación en las siguientes áreas: •La historia de la liturgia, en particular la Eucaristía •La teología de la Eucaristía

•La estructura de la Misa.

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•El uso de signo y símbolo en la liturgia

•La presencia de Cristo en la liturgia (la asamblea, la Palabra, los elementos eucarísticos y el ministro)

•Cómo la Eucaristía lleva a la misión •Tardes/días de oración y reflexión

•Detalles prácticos relacionados con la práctica parroquial

Además, los MESC que son delegados para servir como ministros de cuidado pastoral a los enfermos y confinados en casa deben recibir capacitación específica para distribuir la Sagrada Comunión fuera de la Misa.

Para ayudar con la formación de los MESC, la Oficina de Culto Divino y Sacramentos (OCDS) ofrecerá oportunidades de capacitación varias veces al año. Además, hay varios recursos publicados en el sitio web de OCDS que incluyen enlaces a artículos, folletos, videos, libros y recomendaciones para presentadores que pueden ayudar en la continua formación teológica, litúrgica y espiritual de los MESC. (Vea los recursos al final de este documento).

La institución, solicitud de autorización e inscripción: Como se mencionó anteriormente, el papel litúrgico del ministro extraordinario de la Sagrada Comunión requiere autorización del

ordinario local, así como una institución por parte del párroco (o su delegado). Ningún otro ministerio litúrgico por un laico requiere autorización o institución, lo que refleja la naturaleza extraordinaria de este papel. El rito para la institución de los MESC se puede encontrar en el sitio web de la OCDS. Este rito se celebra más apropiadamente dentro de la Misa. (Véase Apéndice IV – Recursos).

El Arzobispo Schnurr ha solicitado que cada parroquia vuelva a instituir a los MESC en la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi) utilizando el mencionado rito de bendición. Este rito público anual de institución servirá como un recordatorio para los MESC y los feligreses de la importancia y reverencia de la Eucaristía. Se pueden hacer arreglos especiales para los MESC que no pueden participar en esta celebración de institución en Corpus Christi.

Cuando se hayan preparado nuevos candidatos para este ministerio, se enviará una carta solicitando la autorización para instituirlos al representante del Arzobispo, el director de la Oficina de Culto Divino y Sacramentos. La carta del párroco debe incluir la siguiente información: 1) los nombres de los candidatos a ser instituidos; 2) reconocimiento de que son católicos completamente iniciados y con buena reputación; y 3) han recibido la formación adecuada para este ministerio. Al recibir la solicitud, se enviará una carta de autorización al párroco. Entonces, se puede instituir a los nuevos MESC, que puede tener lugar en cualquier temporada del año.

Los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión que han recibido capacitación arquidiocesana han sido instituidos para distribuir la Sagrada Comunión en cualquier lugar de la Arquidiócesis cuando lo solicite un sacerdote o diácono en una parroquia para distribuir debido a una verdadera necesidad. Dichos ministros recibirán una tarjeta de autorización arquidiocesana que se puede mostrar al sacerdote. Si se le solicita su ayuda en una institución fuera de los límites

parroquiales, el director de cuidado pastoral en la institución debe solicitar ver su tarjeta de MESC. Si un ministro va regularmente a una institución fuera de los límites de su parroquia, se debe notificar a los párrocos de ambas parroquias.

Debido a que cada diócesis debe proporcionar información sobre la cantidad de MESC a la Santa Sede cada cinco años, la OCDS debe mantener un registro actualizado de todos los que desempeñan este ministerio. Por lo tanto, cada parroquia debe proporcionar una lista actual de los MESC a la OCDS cada primavera/principios de verano antes de la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi). Para simplificar el proceso, cada parroquia debe completar un archivo de Excel proporcionado por OCDS y luego actualizarlo de año en año. Esta será una

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ya no desempeñan este ministerio.

V.

Desempeñar esta función fuera de los límites parroquiales

Normalmente, los MESC solo distribuyen la Sagrada Comunión en su comunidad parroquial/región pastoral e instituciones dentro de los límites de su parroquia. Sin embargo, en ocasiones específicas, cuando surge una verdadera necesidad, el sacerdote celebrante puede instituir MESC sólo para esa ocasión. Se puede celebrar un rito para designar un ministro ocasional si el tiempo lo permite (véase Apéndice IV del Misal Romano, Tercera Edición).26 Aquellos que han

asistido a los programas diocesanos de formación y están instituidos para servir en cualquier parroquia o institución de la Arquidiócesis solo necesitan mostrar su tarjeta arquidiocesana de MESC. En este caso, no hay necesidad de una designación especial.

VI. El procedimiento básico para la distribución de la Sagrada Comunión en la

Misa

• Después de la Señal de la Paz o inmediatamente después de la Comunión del sacerdote, los MESC deben moverse al lugar donde recibirán la Sagrada Comunión. Esto puede estar en el pasillo central de la iglesia, en el santuario a cierta distancia del altar, o en algún otro lugar conveniente.

• La Comunión se distribuye a los MESC después de que el sacerdote (y el diácono) haya comulgado.

• El sacerdote (y el diácono) distribuye el pan y el vino consagrados a los MESC. Si hay una gran cantidad de ministros, el sacerdote y el diácono pueden dar la Comunión a unos pocos ministros, quienes, a su vez, distribuyen la Sagrada Comunión al resto de los MESC, permitiendo que el sacerdote y el diácono entreguen los vasos sagrados del altar a cada MESC de manera más oportuna. Tenga en cuenta que no se permite a un MESC quitar el copón o el cáliz del altar.27

• Los ministros se mueven a sus lugares asignados por costumbre parroquial. Es más apropiado que todos los ministros esperen para distribuir la Sagrada Comunión hasta que todos estén en su lugar. Los ministros deben caminar de manera reverente y cuidadosa. Si llevan la Preciosa Sangre, es apropiado colocar el purificador sobre el cáliz para evitar derrames mientras camina.

• El ministro que distribuye el Pan consagrado teniendo la hostia un poco elevada y dice: “El Cuerpo de Cristo”. No se pueden agregar otras palabras.28“El comulgante puede

recibir el Cuerpo de Cristo en la mano o en la lengua”.29

• El ministro que distribuye la Preciosa Sangre, con el cáliz un poco elevado, dice: “La Sangre de Cristo”. No se pueden agregar otras palabras. Después de que cada persona haya comulgado del cáliz, el ministro debe limpiar el borde interno y externo del cáliz con el purificador y girar el cáliz para que comulgue la siguiente persona.30

(15)

• Después de que todos hayan recibido la Sagrada Comunión, los ministros llevan sus vasos sagrados al altar o a una mesa aparte donde el sacerdote o el diácono pueden purificarlos (según la costumbre de la parroquia). Cualquier hostia restante debe ser consumida o inmediatamente reservada en el tabernáculo. Normalmente, el sacerdote o el diácono reservan las hostias restantes en el tabernáculo. Sin embargo, si el tabernáculo está a cierta distancia del altar (es decir, en una capilla del Santísimo Sacramento), entonces un MESC puede llevar el copón con

reverencia a la capilla y reservar el Santísimo Sacramento.31

• Si hay Preciosa Sangre restante se debe consumir de inmediato.32Sin embargo, si

queda una cantidad significativa de la Preciosa Sangre, los cálices pueden colocarse en la credencia y cubiertos. En este caso, los MESC adultos (mayores de 21 años)

consumen la Preciosa Sangre inmediatamente después de la Misa. La Preciosa Sangre no puede verterse en el lavabo de la sacristía o en el suelo.33Finalmente, los ministros

del cáliz deben esperar para consumir cualquier Preciosa Sangre restante en la credencia.34En otras palabras, que no deben caminar y consumir al mismo tiempo.

• Todos los ministros de la Sagrada Comunión deben tener mucho cuidado para garantizar que el Cuerpo de Cristo no caiga al suelo y que la Preciosa Sangre no se derrame. Si ocurriese un accidente, se debe utilizar el siguiente procedimiento: “Si la hostia o alguna partícula de la misma llega a caerse, se recogerá con reverencia. Si se derrama algo de la Sangre del Señor, el sitio en el que haya caído lávese con agua y luego échese esta agua en el ‘sacro’ situado en la sacristía”.35

• Se recomienda encarecidamente tener dos ministros de la Preciosa Sangre por cada ministro del Cuerpo de Cristo, y aquellos que sostienen los cálices deben estar a cierta distancia del ministro del pan para poder moverse con facilidad.36

• Después de la Misa, después de que el diácono o el sacerdote haya purificado los vasos sagrados, los vasos deben lavarse con agua y jabón en preparación para la próxima Misa. Los MESC pueden ayudar con el lavado de los vasos (no con la purificación).

• Después de la distribución de la Sagrada Comunión, toda la asamblea debería pasar tiempo en oración silenciosa o unirse al canto de un himno todos juntos.37

VII. Desempeñar la función de ministros extraordinarios de la Sagrada

Comunión:

Algunas cosas para tener en cuenta

Los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión reflejan al Pueblo de Dios la reverencia y la dignidad necesarias para desempeñar un ministerio tan exaltado. Hay algunos recordatorios para tener en cuenta:

Desempeñar un solo ministerio en la Misa, como es el caso de todos los ministros litúrgicos. En otras palabras, un MESC no debe ser también un lector o miembro del coro durante la misma liturgia.38

Es más apropiado que un MESC sirva solo en una Eucaristía dominical.

No ayudar a dividir el pan consagrado durante el Rito de la fracción. El Rito de la fracción está reservado al

sacerdote y al diácono.39

“No debemos olvidar que

celebramos la eucaristía para aprender a convertirnos en hombres y mujeres eucarísticos. ¿Qué significa esto? Significa dejar actuar a Cristo en nuestras obras: que sus pensamientos sean nuestros pensamientos, sus sentimientos los nuestros, sus elecciones nuestras elecciones. Y esto es santidad: hacer como hizo Cristo es santidad cristiana".

- Papa Francisco, Audiencia general, Catequesis sobre la Misa - Comunión, 4 de abril de 2018.

(16)

Lo más importante, ejercer su función “con la sincera piedad y orden que convienen a tan gran ministerio y les exige con razón el Pueblo de Dios”.40Cumplir su oficio con consideración

y reverencia.

Tener en cuenta su vestimenta para reflejar la dignidad de su papel dentro de la liturgia.

Usted es una señal para aquellos que se acercan para recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor. La reverencia se demuestra por la forma en que caminamos, en la forma en que manejamos los vasos sagrados, en la forma en que miramos a los fieles y en la forma en que nos vestimos. La manera en que los ministros de la Sagrada Comunión desempeñan su oficio afectará lo que otros creen sobre quién y qué están recibiendo.

(17)

Ap

é

ndice I

Preguntas frecuentes

Un recurso para los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión

¿Por qué se les llama a los laicos “ministros extraordinarios” de la Sagrada

Comunión?

La palabra, extraordinario, no se refiere al talento o los dones de una persona, sino que se refiere al hecho de que el “ministro extraordinario” no es el ministro habitual de la Sagrada Comunión. El “ministro ordinario” o ministro habitual de la Sagrada Comunión es el sacerdote (y el diácono), y el “ministro extraordinario” es un laico.

¿Qué pasa si un sacerdote concelebra o un diácono ayuda en la Misa, quién

tiene prioridad para distribuir la Sagrada Comunión?

Los ministros ordenados son los ministros ordinarios de la Sagrada Comunión, incluso si otros laicos están programados para distribuir. Puede haber ocasiones en que un sacerdote inesperado esté concelebrando en la Misa y, por lo tanto, un ministro extraordinario asignado deberá renunciar a su papel en esa liturgia en particular.

¿Se les permite a los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión ayudar

al sacerdote en el altar durante la fracción del pan?

No. La fracción del pan está reservada al sacerdote, asistido por el diácono. La fracción del pan se lleva a cabo durante el canto del Cordero de Dios y debe ser un signo claro para los fieles del pan partido para el mundo. Sin embargo, cuando hay una gran necesidad y hay varios vasos eucarísticos, un laico puede ayudar al sacerdote entregándole los vasos y organizándolos en el altar.

¿Se permiten a los ministros extraordinarios estar en el área del santuario?

Sí. Los MESC pueden ingresar al santuario para recibir la Sagrada Comunión y sus vasos sagrados. Se debe tener cuidado para que tal movimiento no interrumpa el gesto de “la fracción del pan”. Una vez en el santuario, deben estar a cierta distancia del altar para que no parezcan concelebrantes. Los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión no deben recibir la Comunión hasta después de que el

sacerdote, los concelebrantes (si los hay) y el diácono hayan comulgado.

¿Es apropiado que un ministro extraordinario de la Sagrada Comunión reciba

la Comunión bajo la sola especie de pan?

Si la Sagrada Comunión se distribuye bajo las dos especies, es más apropiado que el MESC reciba la Sagrada Comunión bajo las dos especies, a menos que él/ella no pueda hacerlo debido a su salud o alguna otra buena razón.

¿Está permitido usar el nombre de una persona al distribuir la Sagrada

Comunión?

Las palabras que se utilizarán al distribuir la hostia son, “El Cuerpo de Cristo”, y las palabras que se utilizarán al distribuir la Preciosa Sangre son, “La Sangre de Cristo”. No se agregarán otras palabras.

¿Qué es la intinción y está permitida?

La intinción es un método para distribuir la Sagrada Comunión bajo las dos especies. El ministro toma una hostia y la sumerge en la Preciosa Sangre y luego entrega la hostia alcomulgante que la recibe en la lengua. Nunca está permitido que un comulgante se dé la comunión a si mismo tomando la hostia y sumergiéndola en la Preciosa Sangre. Un ministro siempre

(18)

debe dar la comunión bajo cualquier especie. Si bien la intinción por un ministro está permitida, no es la forma preferida para la distribución de la Sagrada Comunión en la Arquidiócesis de Cincinnati.

¿Qué pasa si una persona se arrodilla para recibir la Sagrada Comunión?

La Institución General del Misal Romano establece que la postura para la recepción de la Sagrada Comunión en los Estados Unidos es de pie. Sin embargo, si un comulgante se acerca y se arrodilla, el ministro debe darle la Comunión a esa persona.

¿Es apropiado que el ministro extraordinario de la Sagrada Comunión

consuma la Preciosa Sangre restante?

Sí. La Preciosa Sangre debe ser consumida. Es preferible consumir la Preciosa Sangre restante inmediatamente después de la Comunión. Sin embargo, si queda una cantidad significativa, la Preciosa Sangre se puede colocar en la credencia con un purificador colocado sobre ella. Luego, inmediatamente después de la Misa, los ministros mayores de 21 años deberían ayudar a consumir la Preciosa Sangre restante.

¿Se puede reservar la Preciosa Sangre en el tabernáculo?

La Preciosa Sangre no puede reservarse en el tabernáculo a menos que esté reservada para una persona enferma que no puede recibir la hostia. Si este es el caso, sin embargo, la Preciosa Sangre debe colocarse en un recipiente bien sellado para evitar la posibilidad de derrame. Si queda Preciosa Sangre después de que la persona enferma haya comulgado, el ministro debe consumir el resto. El recipiente debe estar adecuadamente purificado.

¿Puede un ministro extraordinario de la Sagrada Comunión ayudar al

sacerdote colocando las hostias restantes en el tabernáculo?

Sí. Si el tabernáculo está a cierta distancia del altar (por ejemplo, en una Capilla del Santísimo Sacramento), un MESC puede tomar el copón de las hostias y colocarlas en el tabernáculo.

¿Qué debe hacer un ministro extraordinario de la Sagrada Comunión cuando

una persona no comulgante se presenta para “recibir una bendición”?

No hay una rúbrica o directiva que prevea que los no comunicantes se presenten en la procesión de la Comunión. Sin embargo, en la Arquidiócesis de Cincinnati por sensibilidad pastoral, un MESC puede trazar la señal de la cruz en silencio en la frente de las personas que se presentan, pero no pueden recibir la Sagrada Comunión. Sin embargo, el MESC no dice ninguna palabra mientras traza la señal de la cruz en la frente.

¿Qué pasa si alguien presenta una píxide y pide hostias adicionales?

En la Arquidiócesis de Cincinnati, los que llevan la Sagrada Comunión a los enfermos y confinados en casa deben ser llamados a pasar al frente terminada la Oración después de la Comunión. Los ministros reciben las píxides con el número apropiado de hostias en ese momento y son enviados por parte de la comunidad. Por lo tanto, las hostias no deben colocarse en una píxide en la procesión de la

Comunión.

¿Es apropiado que un ministro extraordinario de la Sagrada Comunión

niegue la Sagrada Comunión?

Nunca. No es el papel de un MESC determinar el mérito de un comulgante.

(19)

Apéndice II

El cuidado y la limpieza de los manteles del altar

Traducido de la USCCB, Comité de Obispos para la Liturgia de marzo de 2001. Usado con permiso.

El siguiente artículo, aprobado por el Comité de Obispos para la Liturgia en su reunión del 19 de marzo de 2001, se proporciona para la información de los encargados del cuidado de los manteles del altar.

Todo lo que se aparta para su uso en la liturgia adquiere un cierto carácter sagrado, tanto por la bendición que recibe como por las funciones sagradas que cumple. Por lo tanto, los manteles utilizados en el altar en el curso de la celebración eucarística deben tratarse con cuidado y respeto debidos a las cosas utilizadas en la preparación y celebración de los sagrados misterios.

Esta breve declaración reflexiona sobre la importancia de cuidar reverentemente los manteles del altar que, debido a su uso en la liturgia, merecen un respeto especial. Estos manteles deben ser “hermosos y finamente hechos, aunque se debe evitar el mero lujo y la ostentación”. Los manteles del altar, corporales, purificadores, toallas de lavabo y palias deben estar hechos de tela absorbente y nunca de papel.

Los manteles de altar están debidamente bendecidos de acuerdo con la Orden para la Bendición de las cosas que se destinan al uso litúrgico. La bendición de varios de estos artículos para uso litúrgico puede tener lugar “dentro de la Misa o en una celebración separada en la que los fieles deben participar”.

Manteles del altar

Así como el altar es un signo para nosotros de Cristo, la piedra viva, los manteles del altar se usan “por reverencia a la celebración del memorial del Señor y al banquete en que se distribuye el Cuerpo y la Sangre del Señor”. Por su belleza y forma se suman a la dignidad del altar de la misma manera que las vestiduras adornan solemnemente a los sacerdotes y ministros sagrados. Tales manteles también tienen un propósito práctico, sin embargo, al absorber lo que pueda derramarse de la Preciosa Sangre u otros elementos sacramentales. Por lo tanto, el material de los manteles del altar debe ser absorbente y fácil de lavar.

Si bien puede haber otros manteles además del mantel del altar en forma de cubiertos o incluso frontales, su forma, tamaño y ornamentación deben armonizar bien con la estructura del altar. A menos que los manteles del altar se hayan manchado con la Preciosa Sangre, no es necesario que se limpien en el lavabo de la sacristía. Sin embargo, se debe tener cuidado de que se usen métodos de limpieza

adecuados para preservar la belleza y la vida de los manteles del altar. Es apropiado para aquellos que cuidan los vasos sagrados, los manteles y otros instrumentos de la liturgia que acompañen su trabajo con la oración.

Corporales

Los vasos sagrados que contienen el Cuerpo y la Sangre del Señor siempre se colocan encima de un corporal. El diácono u otro ministro extiende un corporal en el curso de la preparación de las ofrendas y el altar. Cuando los concelebrantes reciben la Eucaristía del altar, se coloca un corporal debajo de todos los cálices o patenas. Finalmente, es apropiado que un corporal se use en una mesa

(20)

aparte y se coloque debajo de los vasos sagrados que se han dejado para ser purificados después de la Misa.

Debido a que uno de los propósitos del corporal es contener cualquier partícula pequeña de las hostias consagradas que pueda quedar al final de la Misa, se debe tener cuidado de que la transferencia delas hostias consagradas entre los vasos sagrados siempre debe hacerse sobre un corporal. El corporal debe ser de color blanco y de dimensiones suficientes para que al menos el cáliz principal y la patena puedan colocarse sobre él por completo. Cuando sea necesario, se puede usar más de un corporal. El material de los corporales debe ser absorbente y fácil de lavar.

Cualquier partícula aparente del pan consagrado que permanezca en el corporal después de la distribución de la Sagrada Comunión debe consumirse en el curso de la purificación de los vasos sagrados.

Cuando se limpian los corporales, primero deben enjuagarse en el lavabo de la sacristía y luego lavarse con jabones de lavandería de la manera habitual. Se debe planchar a los corporales de tal manera que su forma distintiva de doblarse ayude a contener cualquier pequeña partícula de la hostia

consagrada que pueda quedar al final de la celebración eucarística.

Purificadores

Los purificadores se llevan habitualmente al altar con los cálices y se usan para limpiar la Preciosa Sangre del borde del cáliz y para purificar los vasos sagrados. Deben ser de color blanco. Siempre que la Preciosa Sangre se distribuya del cáliz, se vierta en vasos auxiliares o incluso se derrame accidentalmente, se deben usar los purificadores para absorber el derrame. El material de los purificadores debe ser absorbente y fácil de lavar. El purificador nunca debe estar hecho de papel o cualquier otro material desechable.

Debido a su función, los purificadores se manchan regularmente con la Preciosa Sangre. Por lo tanto, es esencial que primero se limpien en el lavabo de la sacristía y solo después se laven con jabones de lavandería de la manera habitual. Los purificadores se deben planchar de tal manera que se puedan usar fácilmente para limpiar el borde del cáliz.

Toallas de lavabo

El Ordinario de la Misa exige el lavado de las manos (lavabo) del sacerdote celebrante en el curso de la preparación de las ofrendas y el altar. Dado que son sus manos y no solo sus dedos (como en el anterior Ordinario de la Misa) las que se lavan en el momento del lavabo, la toalla de lavabo debe ser del tamaño adecuado y suficientemente absorbente para secar sus manos. No se prescribe el color ni el material de la toalla de lavabo, aunque se deben hacer esfuerzos para evitar la apariencia de una “toalla de cocina”, “toalla de baño” u otra tela con un uso puramente secular.

Otros manteles

También se pueden usar otros manteles en la Misa. Se puede usar una palia para cubrir el cáliz en la Misa con el fin de proteger la Preciosa Sangre de los insectos u otros objetos extraños. Para que las palias se mantengan impecablemente limpias, se deben hacer con cubiertas removibles de un material digno que se pueda lavar fácilmente en el lavabo de la sacristía y luego lavarse. Los velos del cáliz, ya sea del color del día, o blancos, se pueden usar adecuadamente para cubrir el cáliz antes de que se prepare y después de que se haya purificado.

Eliminación de manteles del altar gastados

De acuerdo con la eliminación de todas las cosas bendecidas para su uso en la liturgia, es apropiado que los manteles del altar, que muestran signos de desgaste y que ya no se pueden usar, se desechen normalmente por entierro o quema.

(21)

Conclusión:

La manera en que tratamos las cosas sagradas (incluso las de menor importancia que el cáliz, la patena, los muebles litúrgicos, etc.) fomenta y expresa nuestra apertura a la gracia que Dios le da a su Iglesia en cada celebración de la Eucaristía. Así, con el cuidado diligente de los manteles del altar, la Iglesia expresa su alegría por los regalos inestimables que recibe del altar de Cristo.

(22)

Apéndice III

La formación teológica y litúrgica

Artículos sobre la Eucaristía:

1. La teología de la Eucaristía, Rev. Jeffrey Kemper

2. El desarrollo histórico de la celebración de la Eucaristía, Rev. Steven Walter 3. La presencia de Cristo en la Eucaristía, Rev. Lawrence Mick

4. La estructura básica de la Misa, Karen Kane

5. Signo y símbolo, Rev. Lawrence Mick

6. Este sacrificio mío y de ustedes Rev. Steven Walter 7. La Eucaristía y la misión social, Karen Kane

1.

La teología de la Eucaristía

Rev. Jeffrey Kemper

Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.

(1 Co 11,23-26)

Para los católicos, ningún acto de culto es tan sagrado como la celebración de la Eucaristía, ningún alimento más precioso que el Cuerpo y la Sangre del Señor. El significado y el valor de la Eucaristía es tan central en la vida cristiana porque es fuente y cumbre de toda la vida cristiana.41Es la

memoria del misterio pascual, el acto central de nuestra salvación, la muerte y resurrección de Jesucristo, y en este acto recibimos el Cuerpo y la Sangre del Señor como fuerza y compromiso para vivir en aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida. La comprensión más plena de este gran

sacramento ocurre solo cuando uno entiende la Eucaristía como un acto bajo la Cabeza que es Cristo y la Eucaristía como la presencia de Cristo. Uno informa el significado y el valor del otro.

El acto de hacer Eucaristía: La Misa

La palabra griega eucharistien significa dar gracias. Celebrar la Eucaristía, por lo tanto, significa dar gracias; hacer lo que hizo el Señor Jesús en la Última Cena. Sin embargo, es mucho más que simplemente obedecer una orden de dar gracias. Es unirnos como la Iglesia al continuo sacrificio de alabanza de Cristo al Padre, un acto lleno de grandes implicaciones para la vida cristiana.

Lo que para el ojo humano parece ser una obra de las personas es en realidad una obra de Cristo guiando a su pueblo en la oración. Cristo reúne a los miembros de su Iglesia de todos los ámbitos de la vida para celebrar la Eucaristía. Él nos habla en las Escrituras, y a través de la homilía revela su significado para nuestra época.

En el altar, una vez preparadas las ofrendas, la Iglesia, bajo la Cabeza que es Cristo y

animada por su Espíritu, reza la Plegaria Eucarística. En esta oración, damos gracias por la redención que nos ganó Jesucristo, recordando siempre la institución de la Eucaristía y culminando en la

(23)

memoria de la muerte y resurrección del Señor. Este acto de recordar no es simplemente un recuerdo de los acontecimientos pasados, sino unrecordar sacramental, mediante lo cual los actos de

salvación, especialmente el misterio pascual, se hacen presentes, trascendiendo el tiempo y el espacio. A través del poder del Espíritu Santo y la palabra de Cristo, el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre del Señor. En respuesta a las maravillas que Dios ha hecho por la

humanidad, la Iglesia ofrece al Padre el sacrificio perfecto de alabanza: Jesucristo. A través del Bautismo, nosotros que nos hemos unido a Cristo como miembros de su Cuerpo, somos parte de esta ofrenda también. La Iglesia pide estar unida más perfectamente a Cristo a través del poder del

Espíritu Santo. Un sacerdote ordenado, que tiene el poder del Espíritu Santo para consagrar y ofrecer de una manera única, dirige la Plegaria Eucarística, pero es la oración de todos los que están

reunidos. Esto es evidente por las palabras del que preside, tales como: “Demos gracias al Señor, nuestro Dios”, así como en el Gran Amén, por el cual las personas reconocen la oración como propia.

La fracción del Pan manifiesta la unidad que se encuentra en la Eucaristía. San Pablo escribe:

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan. (1 Co 10,16-17)

Lo que se simboliza en la fracción del Pan se hace realidad en la recepción de la Eucaristía. Al alimentar a su pueblo con su propio Cuerpo y Sangre, los que reciben están unidos a Cristo en la más profunda unión posible. Sin embargo, en este acto no solo estamos unidos a Cristo, estamos unidos a todas las personas que están unidas a Cristo. Porque solo hay un Cristo, y todos los que están unidos a él están unidos entre sí. Mientras que el acto de recibir la Eucaristía es el acto más íntimo con el Señor, también es el acto comunal supremo. Esto se revela en la enseñanza de Santo Tomás de Aquino de que la recepción de la Eucaristía establece la unidad con Cristo y la Iglesia.42

Comer y beber el Santo Sacrificio ratifica y confirma todo lo que se reza en la Plegaria Eucarística. Nos unimos a lo que hemos ofrecido y, por lo tanto, nos convertimos en parte de la Ofrenda. Recibir la Eucaristía significa conformar nuestras mentes, corazones, voluntades y acciones al corazón, mente y voluntad de Cristo. Esto es lo que significa participar en el Cuerpo de Cristo, como escribió San Pablo. Lo que le hemos ofrecido al Padre se convierte en un don de Dios para nosotros, para que podamos vivir más plenamente en Cristo.

Finalmente, iluminada por la Palabra de Dios, alimentada con su Cuerpo y Sangre, Cristo envía a la Iglesia al mundo, para vivir nuestro mandato bautismal más plenamente, para llevar la Buena Nueva de salvación a otros en la vida cotidiana. Este es el significado de la teología de San Agustín: La Iglesia hace la Eucaristía; la Eucaristía hace a la Iglesia.

La Eucaristía como presencia real de Cristo

Un elemento central de la teología eucarística católica es la creencia en la presencia real de Jesucristo en los elementos eucarísticos. Creemos que la realidad última, en teología escolástica tradicional el término es la sustancia, cambia del pan y el vino al Cuerpo y la Sangre del Señor, mientras se mantienen las apariencias, los accidentes, del pan y el vino. (El término utilizado para expresar este cambio es “transubstanciación”). Sin embargo, lo que recibimos no es simplemente el cuerpo humano de Cristo o su sangre humana; recibimos el totus Christus - “el Cristo total” como lo enseñó San Agustín. Recibimos a Cristo, cuerpo y alma, la eterna Palabra de Dios, tanto humano como divino, que sufrió, murió y resucitó a la vida nueva y ascendió a la gloria, y que, en su resurrección, existe en una nueva forma de ser, a la derecha del Padre y en su Iglesia.

(24)

Tal presencia se llama ‘real’, no por exclusión, como si las otras no fueran ‘reales’, sino por antonomasia, porque es también corporal y substancial, pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro.43

Al estar presente, Cristo no pretende simplemente estar con nosotros en el altar, sino ser recibido en nuestros mismos cuerpos a través de la recepción de su Cuerpo y Sangre para “crecer en todo hacia Cristo”.44La presencia eucarística de Cristo no es el único modo de estar presente en su

Iglesia:

...Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, “ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz”, sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta...45

Estos modos de presencia no compiten con la presencia eucarística; más bien llevan a la Iglesia a una comprensión más profunda de la presencia eucarística. La presencia de Cristo en aquellos

congregados en su nombre nos lleva a reconocer que Cristo, el Sumo Sacerdote, obra en y a través de su Iglesia. El reconocimiento de la presencia de Cristo en el ministerio de los sacerdotes nos lleva a

reconocer a Cristo, la Cabeza del Cuerpo. La presencia de Cristo en las Escrituras nos lleva a escuchar al Señor y discernir su voluntad en anticipación de la unidad que crea la Sagrada Comunión. De hecho, ignorar estos modos de presencia es debilitar el significado de las implicaciones de la presencia eucarística de Cristo, en la que está unido a todo nuestro ser: cuerpo y espíritu.

La Eucaristía: Símbolo y realidad

Grandes debates han ocurrido en la historia de la Iglesia, incluso en nuestros tiempos, sobre si la Eucaristía es símbolo de Cristo o la realidad de Cristo. De hecho, la Eucaristía es ambos. En su sustancia, su realidad última, el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre del Señor. No son solo indicadores o recordatorios de Cristo; ellos son su mismo Ser. En la Eucaristía, uno recibe a Dios hecho humano para salvarnos del pecado y la muerte.

Sin embargo, los elementos eucarísticos en sus accidentes, su apariencia, sabor, olor,

sensación, estructura molecular, son símbolos. Los accidentes del pan y el vino no son inconsecuentes para la comprensión de la presencia real de Cristo. Más bien, los accidentes revelan un contexto en el que Cristo se entrega a su Iglesia, y eso es alimento y bebida que da vida. En la cultura en la que vivió Jesús, como en muchos lugares hasta el día de hoy, el pan es el alimento principal, el alimento básico de la vida; el vino es la bebida diaria. El pan y el vino son productos de la naturaleza y del trabajo humano. El pan se parte y se comparte entre familiares y amigos no solo para la alimentación física, sino como fuente y signo de unidad. El vino es “espiritoso”, levantando los ánimos de los que beben. Desde la antigüedad, en casi todas las culturas, se ha entendido que el pan y el vino revelan el misterio de la vida y la muerte. Los elementos de la naturaleza, el trigo y las uvas, se destruyen moliendo y triturando, para transformarse en algo mejor: pan y vino. El trigo y las uvas “dan sus vidas” para que la vida humana pueda ser sostenida y nutrida. El acto de sostener la vida es uno de los mayores signos de amor, como lo revela una madre lactante que alimenta a su hijo con su propia leche o el símbolo cristiano del pelícano que alimenta a sus crías con gotas de su propia sangre.

Cristo viene a nosotros bajo las especies de pan y vino con un propósito deliberado: para que podamos darnos cuenta de que debemos ser alimentados y fortalecidos con él mismo, y que este es el mayor acto de amor. La Eucaristía, por lo tanto, es el símbolo y la realidad del amor divino y la presencia que no solo nos acompaña en el camino de la vida, sino que une nuestros seres al propio Ser

(25)

de Cristo. Como dijo San Agustín: “Eres lo que comes”.46En la Eucaristía, recibimos al Señor para que

podamos llegar a ser más plenamente Cristo para el mundo, miembro de su Cuerpo y morada de su Espíritu.

(26)

2. Algunos puntos destacados en el desarrollo histórico

de la celebración de la Eucaristía

Rev. Steven Walter

Es bueno para nosotros considerar la historia de la celebración de la Eucaristía. Es un desarrollo valioso y en ocasiones complejo que es difícil de limitar a estos pocos párrafos. Sin embargo, hay algunos aspectos que podríamos recordar, especialmente al pensar en la preparación de los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión y su capacitación y formación continua.

El fundamento sobre el cual se desarrolló la liturgia eucarística está enraizado en la vida y el ministerio de Jesucristo. Hay las comidas que comió con sus discípulos, y las comidas que compartió en la mesa de una variedad de personas mientras viajaba y predicaba el evangelio en esos pocos años de su ministerio. Y hay esos milagros de la multiplicación de los panes y pescados que leemos en los

evangelios. Todas estas comidas culminaron esa noche antes de morir en la cruz, cuando se sentó a la mesa en el cenáculo y compartió su última cena con sus discípulos.

Es en el contexto de esa comida pascual que les dio el mandato a ellos, y a todos los que vendrán después de ellos, de que “hagan esto en memoria mía”. Desde entonces, a lo largo de los siglos, los fieles cristianos han tratado de obedecer este mandato. Encontramos esta descripción en los Evangelios sinópticos y las cartas de San Pablo. (p. ej. Lucas 22,19 y 1 Corintios 11,24)

Al considerar los diversos desarrollos históricos y las decisiones tomadas por la Iglesia,

podemos estar seguros de que se tomaron con el deseo de ser fieles a este mandato de Jesús. Hacerlo en memoria suya significa más que imitar sus gestos o recrear un cuadro histórico de esa comida.

Recordar de esta manera significa estar presente y participar en esos mismos eventos de su pasión, muerte y resurrección, de tal modo que se nos hagan presentes, parte del tejido de nuestra propia vida aquí y ahora. El término técnico, teológico para este tipo de memoria es anámnesis.

Pero antes de continuar, se debe considerar una comida más de encuentro en las Escrituras: el encuentro del Señor resucitado con los discípulos en el camino a Emaús. Mientras estos discípulos se encuentran con el Señor Resucitado en el camino, él les revela el significado de las Escrituras, y luego, mientras se sienta a la mesa con ellos, pronuncia la bendición y parte el pan. Aquí tenemos una imagen de los elementos más importantes de la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía en su forma más antigua. Esta misma forma básica se relatará en la Primera Apología de Justino Mártir que data aproximadamente del año 150 d.C. Todavía seguimos esta forma básica de la liturgia eucarística hoy.

En su forma más antigua, parece claro que los elementos que constituyen la celebración de la Eucaristía, la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía, están claramente establecidos. El escenario de esta Eucaristía dominical semanal en los primeros siglos era distinto al nuestro, ya que generalmente era en un lugar doméstico, es decir el hogar de un miembro de la comunidad que era lo suficientemente grande como para acomodar la reunión. El idioma de la liturgia habría sido el

idioma común de las personas en ese tiempo, el arameo o el griego. Habrían participado fácilmente en himnos y cantos, diálogos y respuestas a oraciones tanto como lo hacemos hoy, y como cumbre de su participación en la Eucaristía dominical, habrían recibido la Sagrada Comunión bajo las especies de pan y vino.

En el 313 d.C., ocurrió otro evento importante en la historia de la Iglesia: El edicto de tolerancia del emperador Constantino. Con este edicto ya no era contra la ley del Imperio ser cristiano. Y la Iglesia, firmemente arraigada y sólidamente establecida durante esos primeros años de persecución, ahora encontraba posible el proclamar y vivir el evangelio libre y abiertamente. Ahora, con la afluencia de nuevos miembros, sucedieron varias cosas que afectaron la celebración de la Eucaristía. Se

necesitaban lugares más grandes para la asamblea dominical. El ámbito sencillo y los ritos domésticos comenzaron a ser más elaborados para acomodar el tamaño de la asamblea y los edificios más grandes utilizados para la reunión.

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