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LARA DE LOS INFANTES

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Academic year: 2020

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El acceso se efectúa desde un ramal que arranca en el km 458 de la N-234 (Sagunto-Burgos) y que conduce hasta la célebre iglesia de Quintanilla de las Viñas, a la vera de la localidad homónima, y aledaña a Lara de los Infantes, que dista unos 7,5 km del desvío.

Se trata de una pequeña población arrimada a la base del legendario cerro del picón de Lara, donde se alzan restos de una antigua fortificación que dominaba la calzada que condu-cía hasta tierras sorianas, controlando el alto Arlanza, las Mamblas y las elevadas cumbres de la Sierra de Mencilla, yacimiento privilegiado con abundancia de hallazgos prerromanos y romanos.

De la primitiva instalación medieval consta tradición epigráfica aludiendo a Gonzalo y Frinderico, que alzaron la más antigua localidad en 902; una inscripción de época moderna –quizá un traslado– instalada en el ángulo sudoccidental del atrio detalla, desarrolladas las abreviaturas: IN NOMINE DOMINI GONDISALVS/ET FRINDERICVS FECERUNT ISTAM/CIVITEM SVB REGE DON/ADEFONSO IN ERA DCCCC[…?…].

Lara fue corazón del viejo alfoz medieval donde algunos aseguran nació el conde Fernán González, responsable –junto a su madre Momadona– de otorgar los fueros en 931 a un amplí-simo territorio que iba desde la Sierra de la Demanda a Tornadijo y Valzalamio y desde Valde-carros –en los montes de Oca– hasta las tierras de Espeja, el cañón del Río Lobos y Vinuesa. Fue siempre solar del importante linaje de los Lara (vid. la inscripción moderna instalada en el mismo ángulo SO, complementaria de la anterior, ya recogida por el padre Flórez y que reza: LOS7INFANTES/QVE SEPTEM HEROAS/QVE SEPTEM FVLMINA BELLI/LARA OLIM GENVIT).

Desde estos pagos nos llegan ecos de la vieja leyenda de los Siete Infantes, puesta por escrito desde los orígenes de la épica castellana y exitosamente versionada en lo oral, pues

LARA DE LOS INFANTES

La iglesia de Lara y, al fondo, las ruinas del mítico castillo

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E

L TEMPLO DE LA NATIVIDAD, alzado sobre un mon-tículo hacia el este de la localidad, posee una sola nave con ábside semicircular, una sacristía del siglo XVIIIde planta cuadrangular con ángulo SE achaflanado y cierre cupulado, más un atrio –antaño porticado– hacia el mediodía. Es más que probable que el viejo templo contara con tres naves, estructura deducible del análisis de los formeros aledaños al triunfal, rematando las naves laterales en absidiolos no extradosados sino excavados en el muro, particularidad constructiva que vemos en al-gunas iglesias burgalesas (Butrera, Tabliega de Losa), so-rianas (Garray, San Vicente y San Miguel de Almazán, San Nicolás y San Juan de Rabanera de la capital, etc.), aragonesas (San Pedro de Siresa, Santa Cruz de la Serós, San Juan de Uncastillo) y la catalana de San Benito del Bagés, sorprendiendo la solución (como en los casos de la capital soriana y San Miguel de Almazán) en un edifi-cio de triple nave.

Iglesia de La Natividad de Nuestra Señora

maceró en poso popular que romanceado siguió palpitante hasta fines del siglo XIX, llegando a representarse en teatros populares de Lara, Salas, Valdegeña, Ágreda y Noviercas, además de prodigarse en forma de pliegos de cordel vendidos por los últimos ciegos de la guitarra. La tradición oral alcanzó hasta tierras de la comunidad de Pedraza, territorio propiedad de los Infantes, cuyo templo de Nuestra Señora de las Vegas presenta una galería porticada con siete vanos que antaño eran considerados por las gentes del común como los cruzados por los infantes para ser cristianados junto a su ayo; en las proximidades del mismo templo se locali-zan algunos pagos bautizados con topónimos tan serranos como Canicosa y Barbadillo (vid. Marqués de Lozoya, “La iglesia de Nuestra Señora de las Vegas de Pedraza y el romance de los Siete Infantes de Lara”, BRAH, CLIII, 1963, pp. 7-17; T. Calleja Guijarro, “La arqueología, la historia y la leyenda en torno a las Vegas de Pedraza”, Estudios Segovianos, 48, 1965, pp. 5 y ss.; Inés Ruiz Montejo, El románico de villas y tierras de Segovia, Madrid, 1988, pp. 328-329).

Alfonso VII ofrecía el derecho de montazgo en 1130 y confirmaba el Fuero de Lara de los Infantes en 1135, su fortaleza fue asediada por Fernando III en 1217, siendo entregada por Alfonso X a la ciudad de Burgos en 1255; cesión que todavía acarreó ciertos problemas en 1299, cuando los Lara se hicieron nuevamente con el castillo enfrentándose al concejo de Bur-gos, potente instancia que siguió controlándolo hasta el siglo XV, cuando las alcaidías eran repartidas entre los gerifaltes de las diferentes colaciones de la caput castellae, se turnaron así los Maluenda, Martínez de Bilbao, Martínez de la Mata, Cartagena, Guevara... (sobre su depen-dencia respecto a Burgos vid. Juan Antonio Bonachía Hernando, El señorío de Burgos durante la Baja Edad Media (1255-1508), Valladolid, 1988, pp. 51-61 y 83-110). Hacia 1516, consta que la fortaleza estaba completamente arruinada.

En los más antiguos diplomas de San Pedro de Arlanza consta que el cenobio estaba ins-talado in suburbium que ferunt Lara, ubi et ipse monasterio est fundatum super ripa fluminis Asilanza. Indica-ba Palomero que la iglesia parroquial de Lara podría corresponder al viejo cenobio familiar de San Pedro, que pasó a depender del monasterio de Arlanza, poseedor además del de Santa María de Lara. La cuestión no parece zanjada.

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Rodea el templo un potente murete del siglo XVIII, reventado a trechos, delimitando ámbito eclesial y exten-so campo santo. A la misma época debe asignarse un basa-mento de cruz, colocado hacia el costado SE, más allá del recinto eclesial, ornado con cuatro tondi que enmarcan mondas calaveras.

El ábside –lamido por acicalados líquenes de singular atractivo– presenta cinco paños pautados mediante se-micolumnas adosadas que arrancan de bloques prismáti-cos y basas áticas con alta escocia y acusado bocel supe-rior, coronándose con cestas de erosionados homúnculos y acantos calados que soportan un alero con perfil de escocia ornado de canes con placas rectangulares en pro-gresión.

El hemiciclo absidal cuenta con dos niveles separados mediante una imposta abilletada superpuesta a las semico-lumnas y que se prolonga hacia el presbiterio. El paño central está perforado con saetera de medio punto provis-ta de arquivolprovis-ta exterior sogueada e interior de flores tetrapétalas inscritas en el interior de círculos. Hacia el interior se cubre con bóveda de horno, reservando arque-rías ciegas para el hemiciclo y el tramo presbiterial.

El presbiterio, de planta cuadrangular, queda visible al exterior septentrional mostrando alero con canecillos de placas rectangulares idénticos a los del ábside, a los que debemos sumar otra pieza con un barrilillo y otras tres figurativas muy erosionadas, en una de las cuales fue talla-da con una pareja abrazatalla-da. El tramo presbiterial cuenta Detalle del ábside

Vestigios de la galería porticada

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Planta

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además con otro vano muy similar al abierto en el paño central del ábside y lo que debió ser un desaparecido osa-rio (quizá una pequeña sacristía) cubierta con bóveda de cañón de la que aún se aprecian las rozas.

A lo largo del muro septentrional de la nave –donde se abren dos vanos modernos– se distribuye una veintena de extraños canecillos de perfil cúbico y seis rollos –parecen de cronología temprana, quizá reaprovechados de otro edificio– más otra pieza con mascarón hacia occidente, junto a un moderno husillo pentagonal. Por encima del ni-vel de canes se aprecia un recrecido –parejo en el lado me-ridional– datable en época gótica que dejó un vano de medio punto hacia el norte y otros dos apuntados hacia mediodía, sector donde debió alzarse el granero. Parece evidente que los escultores activos en todo el sector orien-tal debían conocer perfectamente las secas fórmulas serra-nas que resultan familiares a otros artífices de Vizcaínos y Jaramillo de la Fuente.

La nave románica se cubre con bóvedas estrelladas alzadas hacia el siglo XVI, cúpula sobre pechinas adobada con yeserías en el crucero, rematando hacia occidente en co-ro alto alzado sobre arco escarzano que da paso a una cru-cería flamígera.

En el muro del atrio se conserva un ventanal sencillo y otros dos geminados con arcos de medio punto baqueto-nados –dotados de chambrana nacelada, que en el venta-nal más occidental apoya sobre mascarilla antropomórfi-ca– que reposan sobre cestas de crochets, flores lobuladas y pavos reales de cuellos entrelazados, lo cual permite suge-rir que su datación rondaría un mediado siglo XIII, siguien-do las modas inauguradas por Las Huelgas, posterior al resto de vestigios románicos existentes en el edificio. Los

Interior de la galería Arcada de la galería

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Alzado este

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Capiteles de la portada

Capitel de la portada Capitel de la portada

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vanos del atrio fueron cegados de antiguo, apreciándose entre el aparejo del más occidental la pieza superior de una saetera baquetonada. Por encima de los ventanales corre una línea de dieciocho canecillos nacelados. Hacia el lado oriental surge una cegada portada de medio punto de mayor antigüedad que los ventanales aunque muy deteriorada. Sólo conserva las roscas del lateral izquierdo, asomando una triple arquivolta amenizada con baquetón, motivos abilletados y con bolas –a modo de chambrana– que apoyan sobre cimacios de luengos abilletados carentes de cestas. Sobre el atrio se alza un recrecido paramento del siglo XVII, fecha en que pudo modificarse enteramente la misma galería, idéntica cronología asignable a la sacristía –cubierta con crucería– existente entre los restos de la por-tada del atrio y la torre románica.

Hacia el costado oriental del atrio se alza una torre de ángulos achaflanados cuyo nivel inferior es de cronología

románica, arranca de zócalo baquetonado y dispone con-trafuerte central (con saetera rasgada) mientras que el nivel superior parece obra del siglo XVII.

Hacia occidente se alza un hastial que da paso a la por-tada románica de acceso al templo, avanzada sobre el muro y enjalbegada, es de medio punto y posee cinco arquivoltas baquetonadas que apoyan sobre cimacios lisos y una doce-na de cestas de abigarrada faudoce-na con sabor silense –algudoce-nas vegetales y otras con arpías entre entrelazos, guerreros ar-mados con escudos, grifos, dragones y leones afrontados devorando un cuadrúpedo, más una Anunciación–, anima-les con características alas de meticuloso despiece, colas de crustáceo, pescuezos lanzados hacia abajo picoteando sus propias patas y acusadas guedejas, presentes también en Abajas o el atrio de Jaramillo de la Fuente (capiteles en los que no parece dejara huella el primer maestro de Silos tal y como propuso Pérez Carmona). Las cestas coronan

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lumnillas acodilladas que parten de basas áticas. Algunos autores han intuido una lectura psicomáquica, definitiva-mente superada por el mensaje redencional que trasluce el anuncio del arcángel (Cana). Desde nuestro punto de vista –coincidimos con Boto–, optamos por considerar que la Anunciación, remedando lo silense, resulta ajena a un des-pliegue zoomórfico de puro repertorio. A la izquierda de la portada se aprecia una semicolumna adosada que se alza hasta el nivel del alero.

El hastial –con zócalo baquetonado– delimita una especie de pequeño atrio cuya fachada, coronada a piñón, está perforada por una portada de medio punto, posee chambrana ornada con piezas cónicas estriadas, bolas y grupos de bayas esféricas, la arquivolta baquetonada apoya sobre cimacios de rasurado ornato que no sobresalen más allá del intradós. En las jambas se advierten espontáneos grafitos con cuatripétalas. Sobre la portada se alzó un

teja-roz a dos aguas del que se aprecia la teja-roza de fijación y una aspillera superior.

En el interior de la cabecera se han conservado algunos capiteles de tosca hechura cuyos fustes aparecen policro-mados con cierta bastardez; citaba Pérez Carmona los existentes sobre una doble columna a la derecha de triun-fal, con leones, bichas y hombrecillos del posible carácter psicomáquico bajo la que se aprecia una moldura taquea-da, amén de otras cestas coronadas por impostas en celdi-lla y temas de sencillos acantos, felinos compartiendo testa, gallos afrontados y máscaras barbadas.

Bajo el sotocoro tardogótico, en el lado de la epístola, se custodia una pila bautismal románica de 111 cm diámetro × 90 cm de altura; su copa hemisférica presenta ornamenta-ción cordada entrecruzada y basa circular con bocel anular.

Texto: JLHG - Planos: JGP - Fotos: JMRM/JLAO Absidiolo de la nave de la epístola Capitel del arco triunfal

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