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Unidad 6. El arte prerrománico

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Unidad 6. El arte prerrománico 1. El contexto europeo.

2. Época visigoda. 3. Arte asturiano.

4. Arte mozárabe o de repoblación.

El contexto europeo

La caída de Roma no se produjo de forma repentina sino como final de un lento y agónico proceso. Al final de ese proceso Europa se ve convulsionada por la invasión de los pueblos bárbaros. Estos, en la mayor parte de los casos, recurrieron a las formas artísticas que encontraron en los lugares en que se fueron estableciendo, es decir, las manifestaciones propias del arte romano. Por ello, es bastante difícil delimitar dónde termina la Edad Antigua y cuándo podemos empezar a hablar de Edad Media. El peso de la tradición clásica se mantuvo latente durante todo el Medievo, pero es especialmente evidente en periodos concretos como el reinado de Carlomagno, que trató de reconstruir en su persona y en sus dominios el esplendor perdido tras la desaparición de Roma. La expresión arte prerrománico no abarca una realidad uniforme, ya que fue inventada en el siglo XIX para referirse a las manifestaciones artísticas que se suceden en Europa desde las invasiones bárbaras del Imperio romano hasta la formación del arte románico (s.V-X). En líneas generales durante este periodo que conocemos como época de las invasiones, la nota predominante fue la heterogeneidad y la falta de unidad desde el punto de vista estilístico.

El arte de los Visigodos.

A partir del siglo V el Imperio romano de occidente comienza a disgregarse por la presión ejercida por los pueblos bárbaros. Estos pueblos no poseían un elevado nivel cultural y artístico, de tal modo que terminaron por adoptar muchas de las costumbres constructivas de los romanos, mientras que sus máximas aportaciones vendrían del campo de la orfebrería.

En la península ibérica se asentaron los visigodos, los más romanizados de todos los pueblos bárbaros. Llegaron a la península desde el sur de Francia, en donde estaban establecidos de manera más o menos permanente. En el año 589 el rey visigodo Recaredo se convierte al cristianismo, abandonando el arrianismo, iniciándose un periodo artístico de gran personalidad.

Aunque los pueblos bárbaros y germánicos aportaron poco a la arquitectura es en este campo donde los visigodos lograron resultados más interesantes. Las características de la arquitectura visigótica son:

Planta basilical (San Juan de Baños) o cruciforme (San Pedro de la Nave, cruz griega).

Los elementos sustentantes fundamentales son las columnas (muchas veces reaprovechadas de construcciones romanas), sobre las que se colocan capiteles y sobre éstos, gruesos paralelepípedos pétreos que evidencian su conexión con el cimacio bizantino. Los capiteles son corintios, aunque han sufrido una tosca evolución respecto al capitel clásico.

Empleo de la piedra como material constructivo, con aparejo generalmente bien tallado a soga y tizón.

Utilización del arco de herradura, quizás de origen romano, adoptado luego por los árabes, al que se concede función constructiva y no solo decorativa.

Empleo de la bóveda de cañón y a veces la de arista (intersección de dos bóvedas de cañón). También aparecen techumbres de madera.

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Se huyen de los espacios abiertos y amplios, con compartimentación de espacios debido a la fuerte jerarquización de la liturgia visigoda. Se distinguen 3 espacios:

Las naves: donde se ubica el pueblo.

El transepto: se colocaban miembros de la alta jerarquía eclesiástica. El altar: sólo para el celebrante

Se pueden distinguir dos etapas:

Abarca de los siglos V y VI, hasta la conversión al catolicismo de Recaredo, en el 587.

Desde la unificación religiosa, 587, hasta la invasión árabe (711). A esta etapa pertenecen la mayoría de los monumentos conservados.

Las más notables se sitúan en la mitad norte peninsular:

San Juan de Baños (Palencia, 661), de planta basilical construida por Recesvinto, que se relaciona con modelos del paleocristiano oriental, construida sobre un antiguo templo romano (ninfeo) a cuyas aguas se les atribuía una extraordinaria salubridad. La planta, en origen, debió de tener una cabecera tripartita con capillas totalmente independientes. En el interior podemos ver los arcos de herradura sobre columnas reaprovechadas, posiblemente de procedencia romana.

La parte más antigua de la cripta de San Antolín en la Catedral de Palencia (VII) tiene origen visigodo. Es una compleja estructura construida sobre un primitivo edificio romano, de la que tan sólo se conservan tres arquillos de herradura sostenidos por columnas y un tramo rectangular abovedado. Según la tradición, el rey visigodo Wamba trasladó los restos de San Antolín desde Narbona a Palencia y mandó construir esta obra para albergarlos.

De fines de este siglo es Santa Comba de Bande (Ourense) con planta de cruz griega y bóveda de arista de ladrillo en el crucero, lugar en el que se abren cuatro ventanas con forma de herradura que solventa los problemas de iluminación.

Destaca la iglesia de San Pedro de la Nave (Zamora, SVII), con planta de cruz griega, cámara sobre la capilla mayor y con decoración de temas animales. Está construida con un perfecto aparejo de sillares de gran tamaño. Su esquema básico se ve complicado con estancias añadidas que podrían tratarse celdas conventuales.

Es uno de los pocos casos en los que conservamos decoración escultórica, con escenas sacadas del Antiguo testamento como el Sacrificio de Isaac y Daniel en el foso de los Leones, así como la figura de los apóstoles y otros santos. También existen algunos canceles decorados con columnillas, veneras, triángulos, aves y racimos de uvas; pilares decorados por todas o por alguna de sus caras y, finalmente, sarcófagos. Esta obra ha sido desmontada y trasladada con motivo de la construcción de un embalse y posteriormente restaurada.

Quintanilla de las Viñas (Burgos) es una obra de la que tan sólo conservamos la cabecera. Fue una iglesia de tres naves con crucero y cabecera rectangular.

Destacan las esculturas de difícil identificación iconográfica (ángeles que sostienen sobre sus cabezas imágenes del sol y la luna y un Cristo imberbe rodeado de dos ángeles), mientras que en el exterior se recurren a elementos vegetales como las hojas de vid.

En cuanto a la orfebrería destacan un buen número de fíbulas (piezas utilizadas para unir o sujetar algunas de las prendas que componían los vestidos) rectangulares, de puente y en forma de águila, y las coronas y cruces votivas del Tesoro de Guarrazar (corona de Recesvinto) y de Torredonjimeno, en las que se acusa la influencia bizantina.

Prerrománico asturiano:

Al ser invadida la Península Ibérica por los árabes en el 711, surgió en Asturias el más importante foco de resistencia cristiana, con la pretensión de resucitar la desaparecida monarquía visigoda. La capital se sitúa en Oviedo, que pretende ser una copia del modelo toledano en época de los visigodos. Y en esa

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región sin antecedentes artísticos, incomunicada, sometida a la tensión de la guerra, va a florecer un arte asombroso, considerado el antecedente del estilo románico.

En la creación del arte asturiano se funden formas tradicionales, tanto de raíces visigodas como romanas y protohistóricas, con las que se derivan de la influyente cultura carolingia, con la que mantuvo estrechas relaciones el reino asturiano. Esta arquitectura es la auténtica precursora del románico por sus elementos y más todavía por su tectónica, por los sistemas constructivos empleados, así como por la incorporación de la decoración del edificio. La proliferación de iglesias en esta zona se explica de la tensión de una sociedad en guerra contra el Islam, y los monarcas a la vez impulsaban la creación de minúsculos palacios, hospitales, baños y suntuosas villas de campo. Sólo conservamos los edificios religiosos y algunos de los palatinos, pero la arquitectura civil debió alcanzar una calidad notable. De una sociedad original que necesitaba reafirmar sus diferencias con el enemigo del sur, emergió un arte original.

Tres fases artísticas coincidiendo con tres reinados:

Periodo prerramirense, Alfonso II el casto (791-842). Se aprovechan fustes y piezas de edificios romanos y visigodos.

Ramirense, Ramiro I (842-850). Plenitud artística. La planificación de los edificios supone la existencia de talleres artesanales y de arquitectos que crean según las funciones a que se destina la construcción.

Postrramirense, Alfonso III el magno (866-910). Se aprecia la influencia árabe en la decoración y en algún elemento arquitectónico.

Rasgos característicos de la arquitectura asturiana:

Uso de la bóveda de cañón, a veces peraltada. En Europa no se generalizó hasta el siglo XI, pero en Asturias se utilizó con dos siglos de antelación. En los edificios de la etapa de Alfonso II son más usuales la cubierta de madera, y la bóveda se reserva para tramos pequeños, como los ábsides. Ya con Ramiro I aparecen bóvedas sobre arcos fajones (para contrarrestar el peso), que se apoyan interiormente en pilastras adosadas al muro y, exteriormente, en contrafuertes, cuya abundancia constituye una de las notas más llamativas.

El arco de medio punto frecuentemente peraltado (prolongación del arco por debajo de la línea de imposta), constituye otro rasgo esencial, rompiéndose con el arco de herradura visigótico.

Muros de mampostería o el sillarejo, con refuerzo de sillares en las esquinas y los contrafuertes. Para compensar la humildad de las piezas se emplearon elementos decorativos como los medallones, o el alfiz o moldura que enmarca la ventana, como harán los árabes, o la celosía, tomada de Roma. Medallones, alfices y celosías, sabiamente combinados, junto con las pinturas murales, casi en su totalidad perdidas, prestaban al edificio una sensación de riqueza sorprendente, si se tiene en cuenta la pobreza de un reino que carecía de todo.

Siguiendo la tradición paleocristiana son de planta basilical, sustituyendo las columnas por pilares que suelen carecer de capitel, de tres naves con crucero. Los ábsides son rectangulares (tres capillas en la cabecera), y el que corresponde a la capilla mayor tiene una cámara secreta con acceso solamente desde el exterior, probablemente para esconder el tesoro. Al cuerpo de la iglesia se le añade un pórtico lateral, anticipando características del románico castellano. Un cerramiento o iconostasio separa la cabecera del resto de la iglesia.

Influencia del arte carolingio: a los pies a veces aparece una tribuna situada en la zona alta de la iglesia donde sólo podía acceder el monarca, asistiendo a la liturgia sin ser visto por el resto de fieles. Principales ejemplos:

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Al reinado de Alfonso II corresponde la cámara santa (Catedral de Oviedo) y San Julián de los Prados (Santullano), construcción de proporciones amplias pero todavía cubierta con artesonado de madera. Tiene tres naves de tres tramos separadas con pilares de sección cuadrada sobre los que se elevan arcos de medio punto. En el interior un gran arco de triunfo que sirve para señalar el lugar hasta el que pueden acceder los fieles. Todo el edificio está decorado con pinturas murales cuyo significado aun sigue sin descifrarse, y que posee un tremendo parecido con la pintura pompeyana.

El reinado de Ramiro I, el llamado periodo ramirense, las construcciones son mucho más estilizadas, los edificios totalmente abovedados, el peso de la cubierta se contrarresta con contrafuertes y el paramento se trabaja con mayor minuciosidad. Destaca la obra magna de Santa María del Naranco, concebida inicialmente como palacio y consagrada después como iglesia. Edificio rectangular de dos pisos, con bóvedas de cañón y arcos fajones que se corresponden con contrafuertes exteriores, anticipando las soluciones románicas. En la cámara baja, la existencia de un baño es indicativo del carácter litúrgico del monumento, como los miradores del piso superior, el cuerpo saliente que tenía para el ara y la situación del edificio respecto al terreno que le rodea. En este edifico el deseo de decoración integrada en la construcción se hace notar en los medallones y en los motivos con forma de cuerda (funículos), en los fustes y en los bordes de los capiteles.

Al mismo periodo corresponde San Miguel de Lillo, importante por el sistema de contrarresto de empujes de las bóvedas mediante la contraposición de los ejes y, asimismo, es característica por el desarrollo en altura y por la disposición de la tribuna en alto a los pies, evocando modelos carolingios. Existen en su interior restos de pintura y una de las pocas muestras de decoración escultórica del arte asturiano, las jambas de la puerta que están labradas con escenas circenses, inspiradas en una obra de época romana: el díptico de Aerobindo.

Santa Cristina de Lena es de planta rectangular, con cámaras laterales y capilla mayor en lo alto sobreelevada, aislada del conjunto mediante iconostasio y canceles.

El Reinado de Alfonso III incorpora elementos del arte musulmán como el alfiz, los capiteles de influencia islámica y arquillos de herradura. Destaca San Salvador de Valdediós, adonde se retiró el monarca al ser destronado por sus hijos, introduce elementos mozárabes como los arcos de herradura y alfiz encuadrando el vano). De tres naves muy esbeltas, con pórtico lateral (precedente de las soluciones románicas castellanas), una cámara del tesoro sobre la capilla mayor y amplia tribuna con cámaras laterales sobre el ingreso, conforme a modelo carolingio.

En orfebrería destacan piezas singulares como la Cruz de los Ángeles que Alfonso II regaló en el 808 a la catedral de Oviedo, revestida de oro y decorada con piedras preciosas y camafeos romanos; la Cruz de la Victoria, donde la decoración incluye esmaltes en los que se representan pequeños animales y piedras preciosas que recubren la superficie de la misma; hasta la extraordinaria caja de ágatas (S X), con arcadas de oro, placas de esmalte en la tapa e incrustaciones de piedras preciosas.

Arte mozárabe o arte de repoblación (siglo X).

La rápida expansión del Islam por el territorio peninsular fue facilitada por la debilidad de las comunidades hispanogodas y por una política de pactos que los musulmanes fueron concluyendo con los jefes locales. Todo ello permitió la veloz ocupación conseguida por los ejércitos musulmanes.

El arte y la cultura mozárabes son el resultado de la fructífera relación establecida entre las comunidades cristianas y los nuevos ocupantes musulmanes.

En sentido estricto, mozárabes eran los cristianos que vivían en territorio musulmán, variando el grado de convivencia desde el mutuo respeto hasta el enfrentamiento y la persecución. Pero en un sentido más amplio también son mozárabes los cristianos que abandonaron los territorios situados bajo dominio musulmán y marchan a poblar tierras incorporadas por los reyes cristianos (conocido como repoblación).

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El periodo de esplendor de este arte corresponde al siglo X. Su importancia es grande por cuanto supone la introducción de formas y técnicas orientales.

Arquitectura mozárabe

La falta de unidad artística de los monumentos mozárabes se debe a su dispersión. Como características más importantes de este periodo encontramos:

Empleo de gran variedad de materiales constructivos y, en algunos casos, se reaprovechan materiales de construcciones anteriores.

Arco de herradura califal, más cerrado que el visigodo y que se enmarca en un alfiz según el gusto musulmán.

Bóvedas empleadas de nervios tipo califal (formada por arcos que se cruzan y sobre los que descansa el casco de la bóveda) y gallonada (como los gajos de una naranja).

Son característicos los modillones de rollo que sustentan los aleros y las cornisas que protegen los muros. Si su origen es musulmán, en su decoración se emplean temas de tradición visigótica.

Las iglesias suelen ser de tamaño reducido, lo que no impide que los edificios tengan estructuras complicadas dentro de una gran variedad de plantas (de una o varias naves, cruz griega, basilical, de ábsides contrapuestos….), normalmente con cabecera cuadrada al exterior y de herradura al interior. Muros gruesos con todo tipo de materiales (ladrillo, mampostería, sillares) aparejados de la forma más diversa.

Ejemplos:

Una de las primeras construcciones del siglo X es la iglesia de Bobastro (Málaga) que se ubica en territorio musulmán. Una parte de la misma fue excavada en la roca tiene tres naves separadas por columnas que sustentan arcos de herradura y una cabecera con tres capillas, la del centro en forma de herradura al interior y cuadrada al exterior.

En la zona del Duero se van a ir produciendo asentamientos de mozárabes y gentes del norte que encuentran en su camino antiguos templos y monasterios derruidos que en muchos casos van a intentar reconstruir. En León se encuentra el ejemplo más importante, la iglesia de San Miguel de Escalada, monasterio construido a principios del siglo X por monjes cordobeses huidos de la represión religiosa sufrida en esos años en tierras andaluzas, que aprovecharon los restos de una iglesia visigótica. Es de planta basilical con iconostasis, que separa la cabecera del resto de la iglesia, y magnífico pórtico lateral. Otros ejemplos son San Miguel de Celanova (Ourense) formada por tres cuerpos, cubierto el central con bóvedas de aristas y con arco de herradura, y alfiz en el ingreso de la capilla mayor, creándose al exterior un juego limpio de volúmenes; Santo Tomás de las Ollas (Ponferrada) con interesante bóveda gallonada en la capilla mayor que es lo único que conserva, o Santiago de Peñalba (León), de una nave dividida en espacios independientes por su abovedamiento y con ábsides contrapuestos, que reflejan la difusión del estilo por tierras del noroeste peninsular.

En Castilla destacan San Cebrián de Mazote (Valladolid), de planta basilical y ábsides contrapuestos, con exedras en el crucero y relacionado estrechamente con un modelo sirio; San Baudelio de Berlanga (Soria) testimonian con sus modillones, bóvedas nervadas y otros detalles el influjo cordobés. San Baudelio, aparte de sus pinturas, tiene una curiosa planta cuadrada en cuyo centro arranca una columna de la que parten ocho arcos de herradura que soportan la bóveda, como si fueran las ramas de una palmera, y que van a terminar sobre el muro, dando a la iglesia una enorme originalidad de reminiscencias islámicas. Sobre la columna existe una diminuta cámara del tesoro; San Millán de la Cogolla (Logroño), de dos naves con interesantes bóvedas de crucería que influirán en la catedral de Jaca.

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En el alto Aragón son ejemplo la actual iglesia subterránea de San Juan de la Peña de dos naves, y San Miguel de Cuixa, (Rosellón), de tres naves y original cabecera con gran capilla mayor exenta.

La miniatura

Dentro del arte mozárabe deben destacarse las pinturas de miniaturas que ilustran los comentarios del Beato de Liébana al Apocalipsis de San Juan, redactados hacia el 766 y que adquieren vigencia ante la proximidad del año mil. Estos códices que reciben el nombre de beatos se distinguen por la fuerte expresividad de sus fantásticas representaciones, con proliferación de monstruos y figuras diabólicas, lo que supone la gran aportación del mozarabismo a la iconografía románica. Estas obras se realizaban en los scriptoria de los monasterios, en los que, posiblemente, se conocían miniaturas de época visigoda y asturiana, que no han llegado a nosotros.

Se considera a Magio como el miniaturista creador de esta iconografía a quién corresponde el Beato Morgan y el de Tábara.

Los beatos se caracterizan por colores muy intensos y muy contrastados. Las figuras se distribuyen sobre los fondos de bandas cromáticas sin gradación tonal que generan una fuerte sensación de irrealidad. No existe el interés por las representaciones anatómicas correctas ni por la individualización de los rostros, caracterizados por ojos grandes de exorbitadas miradas. Los contornos de las figuras están muy marcados y todo está presidido por un intenso dramatismo y expresionismo. Aparecen animales fantásticos, híbridos de diferentes especies que aluden, generalmente, a los castigos y plagas que depara el Juicio Final a los pecadores. En estas representaciones encontramos el germen de la plástica romana.

Además de los beatos, se miniaron biblias como la de León, o libros que contienen textos conciliares como el Códice Albeldense y el Emilianense.

Referencias

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