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Desobediencia y subjetivación política en la crisis actual

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Academic year: 2020

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Las formas contemporáneas de movilización política colectiva, tanto si son revueltas urbanas como si son luchas sindicales (vio-lentas o no), presentan la misma problemática: la negación de la representación, experimentación e invención de las formas de or-ganización y expresión que se alejan de la tradición política mo-derna, fundamentada en la delegación del poder en los represen-tantes de la población y las clases sociales. El rechazo a delegar la representación de lo que nos separa (la propiedad, la riqueza, el poder, etc.) en los partidos políticos y en los sindicatos, y la repre-sentación de lo que compartimos (la ciudadanía, la comunidad) en el Estado, tiene sus orígenes en un nuevo concepto de acción polí-tica planteado por la “revolución” del 68.

Las movilizaciones que estos días se han desencadenado en todas partes del planeta afirman que “no hay alternativas” posibles den-tro de la democracia representativa. El rechazo y la desobediencia, que aumentan dentro de estas luchas, buscan y experimentan nue-vas acciones políticas dentro de la crisis. Pero, ¿de qué crisis esta-mos hablando y qué tipos de organización política encuentran una vía de expresión en la crisis?

Durante un seminario en 1984, Félix Guattari afirmó que la crisis que Occidente está atravesando desde principios de los años seten-ta no es seten-tanto una crisis política o económica, sino más bien una crisis en la producción de la subjetividad. ¿Cómo deberíamos en-tender esta afirmación? Alemania y Japón surgieron de la Segun-da Guerra Mundial completamente destruidos, ocupados duran-te un largo período, y social y psicológicamenduran-te devastados, y sin “ningún bien material: ni materias primas, ni reservas de capital de ningún tipo”. Entonces, ¿cómo podemos explicar su milagro eco-nómico? Ambos países fueron capaces de reconstituir un enorme “capital de subjetividad” (un capital de conocimiento, de inteligen-cia colectiva, de voluntad para sobrevivir…). De hecho, inventaron nuevas formas de subjetividad a partir de su propia devastación. Los japoneses, en particular, recuperaron elementos de subjetivi-dad arcaica y los transformaron en las formas más avanzadas de producción material y social: “una combinación de producción de la subjetividad que posibilitó el lanzamiento de una multiplicidad de procesos creativos, de los cuales, algunos eran ¡extremadamen-te alienan¡extremadamen-tes!”

Contemporary forms of collective political mobilization – wheth-er we are talking about urban riots or the struggles of labor unions, whether violent or non-violent – are fraught with the same prob-lematics: the refusal of representation and the experimentation and invention of forms of organization and expression that break away from modern political tradition, which is founded upon the delegation of power to representatives of the people and the class-es of society.

The refusal to delegate the representation of what divides us (property, wealth, power etc.) to political parties and labor unions, and the representation of what we share (citizenship, communi-ty) to the State, has its origins in a new concept of political action brought forward by the “revolution” of ’68.

The mobilizations breaking out a bit everywhere across the plan-et these days assert that “there are no alternatives” possible within representative democracy.

The refusal and disobedience that thrive within these struggles seek and experience new political actions within the crisis. But what crisis are we talking about, and what kinds of political organ-ization find expression in the crisis?

During a 1984 seminar, Félix Guattari asserted that the crisis the West was going through since the early ’70s was not so much an economic or political crisis as a crisis in the production of subjec-tivity. How should we understand this assertion? Germany and Ja-pan emerged from the Second World War completely destroyed, occupied for the long term, socially and psychologically devastat-ed, and without “a single material asset – no raw materials, no cap-ital reserves whatsoever.” How then do we explain their econom-ic miracle? They were able to reconstitute a tremendous “capital of subjectivity” (a capital of knowledge, of collective intelligence, of the will to survive…). In fact, they invented new kinds of subjec-tivity from the devastation itself. The Japanese, in particular, recu-perated elements of their archaic subjectivity and converted them into the most advanced forms of social and material production. “It’s a sort of combination of production of subjectivity that made

Desobediencia

y subjetivación

política en la

crisis actual

Disobedience

and political

subjectification

in the present

crisis

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Si el capitalismo “lanza modelos (de subjetividad) de la misma for-ma en que la industria automovilística lanza nuevos modelos de producción”, entonces el mayor reto de la política capitalista se-rá el vincular los cambios económicos, sociales y tecnológicos a la producción de la subjetividad, de esta manera, la economía políti-ca se transformaría en una “economía subjetiva”. Esta hipótesis de trabajo es merecedora de ser reavivada y extendida a la situación contemporánea en virtud de una observación: el neoliberalismo ha fracasado a la hora de articular esta relación.

No existe una nueva producción de la subjetividad que se corres-ponda con la desterritorialización neoliberal que ha destruido las antiguas relaciones sociales y sus modos de subjetivación (no só-lo la subjetivación de la clase trabajadora, comunista o socialde-mócrata, sino también la subjetividad nacional y la burguesa, etc.) La identificación neoliberal con el empresario, que Foucalt utili-zó para resumir que la movilización subjetiva necesita una forma de gestión de todas las actividades, no ofrece ninguna solución al problema, sino todo lo contrario. El capital siempre ha necesitado un territorio que no es ni el del mercado ni el de la empresa, y una subjetividad que no es la del empresario, puesto que el empresario, la empresa y el mercado pueden construir la economía pero des-truir la sociedad.

La generalización de la subjetivación empresarial que se expre-sa en el deseo de convertir al individuo en un negocio resulta pa-radójica. La autonomía subjetiva, la activación y el compromiso que se demandan del individuo constituyen nuevas normas de em-pleabilidad y por tanto, una heteronimia, propiamente dicha. Por otro lado, la imposición de actuar, de tomar la iniciativa, de asumir riesgos individuales, nos lleva a la depresión, a la enfermedad del siglo, a la expresión del rechazo a la hora de asumir la homogeniza-ción y el empobrecimiento de la existencia producida por el “éxito” individual del modelo de negocio.

Para la mayoría de la población, el transformarse en un sujeto eco-nómico (“capital humano”, “empresario de uno mismo”) no es más que una imposición para gestionar la reducción de los salarios y de los ingresos, la inseguridad laboral, el desempleo y la pobreza, co-mo si todo formara parte del balance final de la empresa. Y a cuan-ta más profundidad nos hundimos en la crisis provocada por la re-petición de los debacles “financieros”, el capitalismo poco a poco va abandonando su retórica de la sociedad del conocimiento y la información y sus subjetivaciones gloriosas (trabajadores cogniti-vos, manipuladores de símbolos, creadores combativos y ganado-res). La crisis sitúa en un primer plano la deuda y sus modalidades de sometimiento: el hombre endeudado.

Cuando las promesas de enriquecimiento de todo el mundo por mediación del crédito y las finanzas se colapsan, la única política que queda es la de proteger a los acreedores, a los propietarios de “títulos” de capital. La centralidad de la propiedad privada, el vín-culo entre la “producción” y la “producción de la subjetividad” se afianza a partir de la deuda y el hombre endeudado. En la econo-mía de la deuda, el capital siempre funciona como punto de subje-tivación, aunque no sólo con el propósito de designar a unos como “capitalistas” y a otros como “trabajadores”, sino también, y sobre todo, con la intención de designar a los “acreedores” y a los “deu-dores”. El hombre endeudado vive obviamente un sometimiento negativo; representa el síntoma de que los cambios de conocimien-to, actividad, y movilidad, aunque se buscan constantemente, só-lo conducen a una subjetivación regresiva y represiva. Ya no se tra-ta de una cuestión de innovación, creatividad, conocimiento o cultura, sino de una “secesión” de los propietarios del capital cu-yo “éxodo” se basa en el hecho de apropiarse con total libertad de los beneficios del Estado de bienestar sin tener que pagar impues-tos. Como resultado, lo que se puede inferir de lo inequívoco del concepto de producción es que la “crisis financiera” no es exclu-sivamente una crisis económica, sino también una crisis de la go-bernanza neoliberal, cuyo deseo de convertir a cada individuo en propietario, en negocio o en accionista, fracasó estrepitosamente

it possible to launch a multipicity of creative processes, some of which are extremely alienating!”

If capitalism “launches models (of subjectivity) the way the auto-mobile industry launches new production models,” then the major challenge of a capitalist politics is to link economic, technological, and social fluxes with the production of subjectivity, so that politi-cal economics becomes nothing but a “subjective economics.” This working hypothesis deserves to be revived and extended into the contemporary situation on the basis of one observation: that neo-liberalism has failed to articulate this relationship.

There is no new production of subjectivity that corresponds to the neoliberal de-territorialization that has destroyed the old social relationships and their modes of subjectification (working-class, communistic, or social-democratic subjectification, but also na-tional subjectivity and bourgeois subjectivity etc.). The neoliberal identification with the entrepreneur, which Foucault used to sum up the subjective mobilization that management requires in all ac-tivity, brings with it no solution to the problem. Quite the oppo-site. Capital has always needed a territory that is neither that of the market nor the company, and a subjectivity that is not that of the entrepreneur, since the entrepreneur, the company, and mar-ket may make the economy, but they unmake society.

The generalization of entrepreneurial subjectification expressed in the desire to turn every individual into a business leads to paradox. The subjective autonomy, activation, and commitment demanded of the individual constitute new norms of employability and there-fore, properly speaking, a heteronomy. On the other hand, the in-junction to act, to take the initiative, to take individual risks, leads to depression, the illness of the century, the expression of the re-fusal to assume the homogenization and impoverishment of exist-ence produced by the individual “success” of the business model.

For the majority of the population, becoming an economic sub-ject (“human capital,” “self-entrepreneur”) is nothing more than an injunction to manage the decrease in salaries and revenues, job insecurity, unemployment, and poverty, as if this was all part of a company’s bottom line. And as we sink ever deeper into the crisis created by the repeated “financial” debacles, capitalism is gradual-ly abandoning its rhetoric of the society of knowledge and infor-mation and its glorious subjectifications (cognitive workers, ma-nipulators of symbols, combative creators and winners). The crisis brings to the foreground the debt and its modalities of subjection, the indebted man.

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con el colapso de los títulos con respaldo hipotecario en los Esta-dos UniEsta-dos. El fracaso económico y el fracaso en la producción de imágenes subjetivas del propietario, accionista, y empresario van de la mano.

El origen de estos fracasos radica en el doble rechazo de las imá-genes subjetivas neoliberales: el rechazo a transformarse en “capi-tal humano”, y con la crisis, el rechazo a convertirse en un “hom-bre endeudado”.

Los partidos y los sindicatos de “izquierda” no tienen respues-tas ante estos rechazos proletarios y estosatolladeros capitalistas, puesto que éstos tampoco tienen un excedente de subjetividades que ofrecer. La población, la clase trabajadora, los obreros, los pro-ductores y el empleo ya no simbolizan la subjetividad, ni tampoco funcionan como vectores de subjetivación. Los obreros y los traba-jadores asalariados sólo representan categorías socioprofesionales para las estadísticas y las encuestas, en lugar de ser el caldo de cul-tivo de una subjetivación revolucionaria o incluso reformista. Asimismo, las teorías de crítica contemporánea fracasan a la ho-ra de articular la relación entre el capitalismo y el proceso de sub-jetivación. El capitalismo cognitivo, la sociedad de la información y el capitalismo cultural (Rifkin) representan sólo de forma reduc-cionista la conexión entre la producción y la subjetividad, porque por un lado, el conocimiento, la información, y la cultura no se aú-nan para cubrir la multiplicidad de “economías” que constituyen la “producción, y por otro lado, porque sus figuras subjetivas (traba-jadores cognitivos, manipuladores de símbolos, etc) no abarcan la multiplicidad de los modos de sometimiento y subjetivación que componen la “producción de la subjetividad”1. Su reivindicación para servir de paradigma hegemónico de producción y de produc-ción de la subjetividad se contradice por el hecho de que, como lo demuestra la crisis, el destino de la lucha de clases no parece que se desarrolle en torno al conocimiento, la información y la cultura. Si estas teorías conducen al empobrecimiento de la conexión entre la producción y la producción de la subjetividad, Rancière y Badiou lo desconocen por completo. Para dichas teorías, esta relación no tiene ningún significado. Al contrario, ambas afirman la necesidad de expresar una separación radical entre la “economía” y la “sub-jetividad”, con la consecuencia de que se formule una concepción económica de la economía y una concepción subjetivista o “idea-lista” de la política. Por tanto, podemos hacer hincapié, al igual que Guattari, en que la subjetividad no puede encontrar la mane-ra de o algo en lo que subjetivizarse: “Es una crisis seria. ¿Una crisis de qué? En mi opinión, es una crisis grave porque las palabras que casi todos estamos a punto de exclamar son: ¡Maldita sea, necesi-tamos una religión, una idea (…), no podemos permanecer así, en la incertidumbre!”

¿Cuáles son entonces las condiciones de una ruptura política y existencial en un momento histórico cuando la producción de la subjetividad constituye la primera forma y la más importante de producción capitalista? ¿Qué instrumentos específicos de produc-ción de la subjetividad son necesarios para impedir la producproduc-ción industrial en masa de los negocios y del Estado? ¿Qué formas de organización se deberían crear para que el proceso de subjetiva-ción hiciera posible que escapásemos al mismo tiempo de los gri-lletes de la esclavitud y del sometimiento?

En los años ochenta, Foucalt y Guattari, siguiendo caminos dife-rentes, designaron la producción de la subjetividad y la creación de la “relación con uno mismo” quizá como las únicas cuestio-nes de la política contemporánea que nos podrían sacar del calle-jón sin salida en el que nos encontramos atrapados. Descubrieron,

1. Si esta afirmación es cierta para la gran mayoría de los trabajadores y para la población, también puede tener validez entre los mismos cognitivos que, en su lucha, nunca se subjetivizan como “cognitivos”. Esta, al menos, ha sido mi experiencia con la Coordinations des intermittens et précaires d’Illede France (Coordinación de intermitentes y precarios de Ile-de-France)

The origins of these failures like in the twofold rejection of neolib-eral subjective images: the refusal to become “human capital” and, with the crisis, the refusal to become an “indebted man.”

The parties and unions of the “left” have no answers to these prole-tarian rejections and these capitalist impasses, since they, too, have no spare subjectivities to offer. The people, the working class, la-bor, producers, and employment no longer engage subjectivity, no longer function as vectors of subjectification. Laborers and sala-ried workers only represent socio-professional categories for sta-tistics and polls, rather than a breeding-ground of revolutionary or even reformist subjectification.

Contemporary critical theories similarly fail to articulate the rela-tionship between capitalism and the subjectification process. Cog-nitive capitalism, the information society, and cultural capitalism (Rifkin) only very reductively represent the connection between production and subjectivity, because on the one hand knowledge, information, and culture do not come close to covering the multi-plicity of “economies” that make up “production” and, on the oth-er, because their subjective figures (cognitive workers, manipula-tors of symbols, etc.) do not encompass the multiplicity of modes of subjection and subjectification that make up the “production of subjectivity.1 Their claim to serve as a hegemonic paradigm for production and the production of subjectivity is belied by the fact that, as shown by the crisis, the fate of the class struggle does not seem to be playing out around knowledge, information and cul-ture. If these theories lead to an impoverishment of the connec-tion between producconnec-tion and the producconnec-tion of subjectivity, Ran-cière and Badiou are totally unaware of it. For these theories, this relationship has no meaning at all. On the contrary, they assert the need to express a radical separation of “economics” from “subjec-tivity,” with the result that they work out an economistic concep-tion of economics and a subjectivist or “idealistic” concepconcep-tion of politics.

We can therefore insist, with Guattari, that subjectivity cannot find how or anything in which to subjectify itself: “It is a major cri-sis. A crisis of what? In my opinion, it is a major crisis because the question on almost everyone’s lips is the following: Goddamn it, we really need a religion, an idea (…) we can’t remain like this, in suspense!”

What, then are the conditions for a political and existential break at a historical moment when the production of subjectivity consti-tutes the first and most important form of capitalist production? What specific instruments of the production of subjectivity are needed to thwart its industrial mass production by business and the State? What forms of organization should be created for a pro-cess of subjectification that would make it possible to flee at once the clutches of subjection and those of enslavement?

In the 1980s, Foucault and Guattari, by different paths, designat-ed the production of subjectivity and the constitution of the “re-lationship to oneself ” as perhaps the only contemporary politi-cal questions that might lead us out of the impasse in which we are trapped.

They discovered, each in his own way, a new, irreducible dimen-sion to the relations of power and the relations of knowledge. The “relationship to oneself ” (Foucault) as a potential for self-posi-tioning and existential affirmation (Guattari), derives—in the dou-ble sense of flowing out of and bifurcating—from the relations of power and the relations of knowledge. Yet while the subjective

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cada uno a su manera, la dimensión irreductible de las relaciones de poder y las relaciones de conocimiento. La “relación con uno mismo” (Foucalt) como potencial de autoposicionamiento y afir-mación existencial (Guattari) emana, en el doble sentido de la co-rriente y de la bifurcación, de las relaciones de poder y de las rela-ciones de conocimiento. No obstante, ésta no dependerá de ellas, aunque la dimensión subjetiva se derive de las relaciones de poder y de conocimiento.

Para Foucalt, el “cuidado de uno mismo” (souci de soi) no signifi-ca la búsqueda ideal del dandi de una “vida bella”; sino el plantear-se la cuestión de la interrelación entre una “estética de la existen-cia” y su política correspondiente. Las cuestiones de “otra vida y otro mundo” surgen de una vida “militante” cuya condición previa se sustenta en la ruptura de las convenciones establecidas, los hábi-tos y los valores. El paradigma estético de Guattari no está orien-tado a la estetización de lo social y de lo político, sino más bien a convertir la producción de la subjetividad en la práctica y en el in-terés principal de una nueva forma de militancia y de organización política.

Los procesos de subjetivación y sus modalidades de organización siempre han dado pie a debates cruciales dentro de los movimien-tos obreros que fueron los que provocaron las rupturas y las divi-siones políticas entre los “reformistas” y los “revolucionarios”. No podemos entender la historia del movimiento obrero si nos nega-mos a ver las “guerras de subjetividad” (Guattari) que se han libra-do: “Un determinado tipo de obrero de la Comuna de París sufrió tal ‘mutación’ que la burguesía no tuvo más remedio que extermi-narle. La Comuna de París se liquidó de la misma manera que a los Protestantes de San Bartolomé en otra época”. Los bolcheviques se preguntaron explícitamente a sí mismos cómo podrían inventar un nuevo tipo de subjetividad militante en respuesta, entre otras co-sas, a la derrota de la Comuna. El análisis del proceso de subjeti-vación política, empezando por arrojar luz sobre las dimensiones “micropolíticas” (Guattari) y “microfísicas” (Foucalt) del poder, no nos exime de la necesidad de abarcar y reconfigurar la dimen-sión macropolítica; sino todo lo contrario: “O alguien produce nuevos instrumentos de producción de la subjetividad, ya sea bol-chevique, maoísta o lo que sea, o la crisis irá a peor”.

La transición a la macropolítica que Guattari invoca en la cita an-terior parece aún más necesaria puesto que ahora nos encontramos en una situación completamente diferente a la de los años setenta. En aquel período, la urgencia consistía en zafarse de la macropo-lítica petrificada y esclerótica y estar al corriente de los programas de los distintos partidos comunistas y sindicatos. En la actuali-dad, desde que esas fuerzas han desaparecido o bien se han inte-grado por completo en la lógica del capitalismo, lo importante es inventar, experimentar y afianzar una macropolítica que, por un lado, sea capaz de sacarnos de una democracia representativa (po-lítica y social) y nos conecte con lo que Guattari llama “revolución molecular”, y por otro, de reactivar el uso de la fuerza, el poder pa-ra bloquear y suspender los sometimientos y la esclavitud, algo que cumpla la misma función que las huelgas en el capitalismo indus-trial. En ausencia de la cual, el maremoto neoliberal continuará implementando su programa al completo: la reducción de salarios a un nivel de subsistencia, la reducción de los servicios del Esta-do de bienestar a lo mínimo, la privatización de toEsta-do lo que esté en manos del dominio público, todo esto mientras se arroja a la po-blación a la corriente regresiva del endeudamiento.

Guattari, a su manera, no sólo continúa siendo fiel a Marx, sino también a Lenin. Por supuesto, las herramientas de producción de la subjetividad creadas por el leninismo (el partido, la concepción de la clase trabajadora como una vanguardia, el “militante profe-sional”, etc.) ya no se pueden adaptar a la composición de la cla-se actual. Pero lo que Guattari concla-serva de la experiencia leninista es la metodología: la necesidad de romper con la “democracia so-cial”, de construir nuevos instrumentos de innovación política que

dimension derives from relations of power and knowledge, it does not depend on them.

For Foucault, the “care of the self ” (souci de soi) does not mean seeking the dandy’s ideal of a “beautiful life”; it means posing the question of the interrelationship between an “aesthetic of ex-istence” and a corresponding politics. The questions of “anoth-er life and anoth“anoth-er world” arise from a “militant” life whose pre-condition lies in the break with established conventions, habits, and values. Guattari’s aesthetic paradigm does not lead to an aes-theticization of the social and political, but rather to making the production of subjectivity the main practice and concern of a new form of militancy and a new manner of political organization.

The processes of subjectification and their modalities of organi-zation have always given rise to crucial debates within the work-ers’ movement that were the occasion for breaks and political divi-sions between “reformists” and “revolutionairies.”

We cannot understand the history of the worker’s movement if we refuse to see the “wars of subjectivity” (Guattari) it has waged. “A certain type of worker of the Paris Commune became such a ‘mu-tant’ that the bourgeoisie had no other solution than to extermi-nate him. The Paris Commune was liquidated the same way as the Protestants of Saint-Bartholomew’s in another epoque.”

The Bolsheviks explicitly asked themselves how they might in-vent a new type of militant subjectivity in response, among oth-er things, to the defeat of the Commune. Examining the process of political subjectification, beginning with shedding light on the “micropolitical” (Guattari) and “microphysical” (Foucault) dimen-sions of power, does not exempt us from the need to cover and re-configure the macropolitical dimension. On the contrary: “Either somebody, anybody, will produce new instruments of the produc-tion of subjectivity – whether Bolshevist, Maoist or what have you – or the crisis will continue to worsen.”

The transition to macropolitics invoked by Guattari in the above quotation seems to me all the more necessary as we are now in a completely different situation from that of the 1970s. At that time, the urgency was about getting out of the petrified, sclerotic mac-ropolitics informing the programs of the various Communist par-ties and trade unions. Today, since these forces have either van-ished or been completely integrated into the logic of capitalism, the important thing is to invent, experience, and assert a macropo-litics capable on the one hand of bringing us out of (political and social) representative democracy and connecting with what Guat-tari calls “molecular revolution”—and, on the other, of reactivat-ing the use of force, the power to block and suspend the subjec-tions and enslavements, something to fulfil the same function as the strike in industrial capitalism. In the absence of which the ne-oliberal tidal wave will continue to implement its program in full: to reduce salaries to subsistence level; reduce Welfare State servic-es to the minimum; privatize whatever is left of the “public” do-main, all while pouring the population into the regressive cast of indebtedness.

Guattari, in his way, not only remained faithful to Marx, but also to Lenin. Of course the tools of the production of subjectivity cre-ated by Leninism (the party, the conception of the working class as a vanguard, the “professional militant,” etc.) are no longer adapt-able to the composition of the current class. But what Guattari re-tains of Leninist experimentation is the methodology: the need to break with “social democracy,” to build new instruments of politi-cal innovation to be deployed around the modalities of the organi-zation of subjectivity.

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se desplieguen en torno a las modalidades de organización de la subjetividad.

Las relaciones de poder y de conocimiento se superan mediante las fuerzas del autoafecto, autoafirmación y autoposicionamiento que, desde que desarrollan formas establecidas de poder y conoci-miento, constituyen las condiciones previas para una ruptura y pa-ra el inicio de un nuevo proceso de subjetivación política y subjeti-vación como tal.

Para Guattari, la afirmación de esta autonomía política se expre-só por primera vez en función de la ruptura subjetiva creada por la Primera Internacional, que “literalmente” inventó una clase tra-bajadora que aún no existía (el comunismo de Marx contaba con el apoyo fundamental de los artesanos y de los miembros del gre-mio). En el capitalismo, los procesos de subjetivación deben unirse y liberarse a la vez de las fluctuaciones económicas, sociales, políti-cas y mecánipolíti-cas. Ambas operaciones son indispensables: empezar por el control que la esclavitud y el sometimiento tienen sobre la subjetividad y organizar la ruptura, que es siempre una autoinven-ción y una autodefiniautoinven-ción.

Las normas de la producción del “ser” son aquellas normas “opcio-nales” y orientadas a un proceso que inventamos mientras cons-truimos “territorios sensitivos” y una singularización de la subje-tividad a un nivel micropolítico y de las organizaciones colectivas de expresión a un nivel macropolítico (Guattari), al crear la otre-dad de “otra vida” y de “otro mundo” (Foucalt). De ahí parte el no recurrir a paradigmas e instrumentos cognitivos, informativos o lingüísticos, sino a instrumentos políticos y a paradigmas ético-estéticos: el “paradigma estético” de Guattari y la “estética de la existencia” de Foucalt.

Sólo cuando una mutación de la subjetividad tome forma, cuando una nueva existencia empiece a cristalizarse (Guattari) seremos ca-paces de experimentar una nueva relación con los cambios econó-micos, lingüísticos, técnicos, sociales y comunicativos. Para crear nuevas formas de discurso, conciencia y política, uno debe tras-pasar un punto innombrable, un punto inenarrable de absoluta in-consciencia, ignorancia e incultura. Es así como surge el dispara-te (tautológico) de concebir la producción como una producción de la conciencia por medio de la conciencia. Las teorías del capita-lismo cognitivo, la sociedad de la información y el capitacapita-lismo cul-tural, que afirman ser teorías de la innovación y de la creación, fra-casan precisamente al imaginarse el proceso mediante el cual la “creación” y la “innovación” se llevan a cabo, puesto que el lengua-je, la conciencia, la información y la cultura son en su mayoría in-suficientes para la consecución de estos fines.

Para que la subjetivación política tenga lugar, se tienen que atra-vesar necesariamente estos momentos en los que los significados dominantes están suspendidos y el control de la esclavitud mecá-nica está neutralizado. Las huelgas, la rebelión, las revueltas y la lu-cha en general establecen momentos de ruptura y de suspensión del tiempo cronológico, la neutralización de las formas de some-timiento y esclavitud, de donde no emergen nuevas subjetivida-des ni inmaculadas ni virginales, sino más bien caldos de cultivo, inicios, embriones de subjetivación cuya realización y prolifera-ción dependerán de un proceso de construcprolifera-ción que se debe arti-cular, sin recurrir a las técnicas de representación, la relación entre la “producción (deseada)” y la “subjetivación”.

Si en lo sucesivo la crisis sólo produce formas negativas y regresi-vas de subjetivación y de esclavitud (el hombre endeudado), si el capitalismo es incapaz de aunar la producción y la producción de la subjetividad de otra manera que no sea salvaguardando los rechos de propiedad del capital, las herramientas de la teoría de-berán demostrar que son capaces de prever las condiciones de una subjetivación política que sea además una mutación existen-cial opuesta al capitalismo que ya está experimentado una crisis de proporciones históricas.

new process of political subjectification and subjectification pure and simple.

For Guattari, the affirmation of this political autonomy was first expressed through the subjective break created by the First In-ternational, which “literally” invented a working class that didn’t exist yet (the communism of Marx’s day leaned essentially on craftsmen and guild members.) In capitalism, the processes of sub-jectification must at once come together and liberate themselves from economic, social, political and mechanical fluctuations. Both operations are indispensible: starting with the hold that the en-slavements and subjections have on subjectivity, and organizing the break, which is always a self-invention and self-definition.

The rules of the production of self are those “optional” and pro-cess-oriented rules that we invent while constructing “sensitive ter-ritories” and a singularization of subjectivity at the micropolitical level and of the collective organizations of expression at the mac-ropolitical level (Guattari), by creating the otherness of “another life” and “another world” (Foucault). From this comes the recourse not to cognitive, informational or linguistic instruments and para-digms, but to political instruments and paradigms that are ethico-aesthetic—the “aesthetic paradigm” of Guattari and the “aesthet-ics of existence” of Foucault.

It is only as a mutation of subjectivity takes shape, as a new istence begins to crystallize (Guattari), that we will be able to ex-perience a new relationship with economic, linguistic, technical, social and communicational fluxes. To create new forms of dis-course, consciousness, and politics one must pass through an un-namable point, a point of absolute non-narrative, non-knowledge, non-culture, non-consciousness. From this arises the (tautologi-cal) absurdity of conceiving production as the production of con-sciousness by means of concon-sciousness. The theories of cognitive capitalism, the information society, and cultural capitalism, which claim to be theories of innovation and creation, fail precisely to conceive of the process through which “creation” and “innova-tion” are realized, since language, consciousness, information and culture are for the most part insufficient to these ends.

In order to take place, political subjectification must necessari-ly pass through these moments where dominant meanings are sus-pended and the hold of mechanical enslavement is neutralized. Striking, rebellion, rioting, and struggle in general constitute mo-ments of rupture and the suspension of chronological time, the neutralization of forms of subjection and enslavement, where what emerges are not virginal, immaculate new subjectivities but breed-ing grounds, beginnbreed-ings, embryos of subjectification whose re-alization and proliferation will depend upon a process of con-struction that must articulate, without recourse to techniques of representation, the relationship between “(desiring) production” and “subjectification.”

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