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M f f l N M O NACIONAL MAYOR DE S A I

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Emilio Romero

M f f l N M O NACIONAL MAYOR DE S A I

BIBLIOTECA C E N T R A

Historia económica del Perú

Presentación:

Rocío Romero

• Prólogo:

Carlos Contreras

UAP

U N I V E R S I D A D ALAS PERUANAS

F O N D O EDITORIAL U N M S M

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Universidad del Perú. Decana de América

(3)

ISBN: 9972-46-327-3 Hecho el Depósito Legal: 2006-9035

Primera edición: Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1949

© De esta edición:

© Familia de Emilio Romero

© Universidad Alas Peruanas

© Fondo Editorial de la UNMSM

Lima, septiembre de 2006 Tiraje: 1 000 ejemplares

Fotografías: Archivo personal familia Romero.

CENTRO DE PRODUCCIÓN FONDO EDÍTORIAL UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

Calle Germán Amézaga s/n Pabellón de la Biblioteca Central - 4"> piso - Ciudad Universitaria, Lima-Perú Correo electrónico: fondoedit@unmsm.edu.pe Página web: http://www.unmsm.edu.pe/fondoeditorial/

La universidad es lo que publica Director / José Carlos Bailón Vargas

—PRODUCCIÓN—

Editor I Odin R. Del Pozo O.

Diagramador / Gino Becerra Flores

- V E N T A S Y DISTRIBUCIÓN-

Edwin Matos Araujo 619-7000 (anexo 7530)

— DIFUSIÓN—

Miriam Castro Castañeda 619-7000 (anexo 7529)

— ADMINISTRACIÓN —

Errninia Pérez Vásquez 619-7000 (anexo 7529)

Universidad Nacional Mayor de San N

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E M I L I O R O M E R O

C A T E D R A T I C O D E L A U N I V E R S I D A D M A Y O R P E S A N M A R C O S D E L I M A

H I S T O R I A E C O N Ó M I C A D E L P E R O

E D I T O R I A L S U D A M E R I C A N A

B U E N O S AÍREÍi

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Universidad del Perú. Decana de America

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Universidad Nacional Mayor de San Marcos

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U N I V E R S I D A D N A C I O N A L M A Y O R D E S A N M A R C O S

—Decana de América—

D r . L u i s Izquierdo V á s q u e z Rector

D r . Víctor P e ñ a R o d r í g u e z Vicerrector Académico D r a . A u r o r a Marrou R o l d á n

Vicerrectora de Investigación

Esta e d i c i ó n ha sido posible gracias al apoyo e c o n ó m i c o de:

C O R P O R A C I Ó N F I N A N C I E R A D E D E S A R R O L L O

— C O F I D E -

Daniel S c h y d l o w s k y Rosenberg

* Presidente

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Universidad del Perú. Decana de América

U N I V E R S I D A D A L A S P E R U A N A S

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SERIE CLÁSICOS SANMARQUINOS H I S T O R I A E C O N Ó M I C A D E L P E R Ú

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

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Parte primera

E l Perú preincaico y la civilización incaica

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Universidad del Perú. Decana de América

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Universidad Nacional Mayor de San Marcos

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.

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Contenido

Presentación 13 Prólogo a esta edición 15

PARTE i

E L PERÚ PREINCAICO Y LA CIVILIZACIÓN DE LOS INCAS

Capítulo I

El paisaje peruano. Las regiones naturales, p. 25.— Los pueblos primiti- vos del Perú. Área que ocuparon y su edad, p. 30.— E l ayllu unidad social y económica, p. 40. — Formas económicas del ayllu, p. 44. — Pes- cadores de la costa del Pacífico, p. 45.— Los urus del Titicaca, p. 47. — E l cultivo de azada, p. 51.— Organización del trabajo. Herramientas, p. 54.— L a producción. Cultivo en andenes o terrazas, p. 56.— Domesti- cación de plantas y ardiñales, p. 58.— Otros aspectos de la producción, p. 61.

Capítulo I I

E l origen de los Incas. Paccaric-tampu, p. 65.— Paccaric-tampu, cuna de los incas, p. 66.— Superficie y población del país de los Incas. Los Mitimaes, p. 69. — E l ayllu en la época de los Incas, p. 72. — L a alimen- tación en el tiempo incaico, p. 78. — La organización del trabajo y la pro- ducción, p. 81.— L a minería y metalurgia, p. 86.— Los caminos incaicos.

Los chasquis, p. 87.— E l comercio, la navegación, la estadística, los

quipus, p. 90. — Consideraciones generales sobre el orden social y eco-

nómico de las culturas andinas, p. 94.

PARTE II

CONQUISTA Y COLONIZACIÓN ESPAÑOLA

Capítulo I I I

Diversidad de juicios sobre la conquista del Perú por los españoles, p. 103.— L a discutida población indígena, p. 104.— Adaptación de los españoles a la alimentación de los indios, p. 106.— Hechos básicos de la colonización, p. 108. — Las tierras laborables en el virreinato y la trans- formación de su propiedad, p. 110.— Encomiendas y repartimientos, p. 112.— Modificación y supervivencia debilitada del ayllu, p. 115.—

Haciendas y estancias, p. 119.

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Capítulo I V

Nuevas especies vegetales e introducción del arado, p. 121.— Destruc- ción del ganado autóctono y arraigo del importado de España, p. 122. — Introducción y producción del trigo, p. 124.— L a caña de azúcar, p. 126. — Aclimatación del olivo, p. 128. — Los plantíos de vid y las pro- hibiciones metropolitanas, p. 129.— Introducción clandestina del café, p. 131.— Los cultivos indígenas: papa, quinua, maíz y tabaco, p. 131.

Capítulo V

Las dos corrientes de carácter industrial, p. 135. — Los obrajes, p. 136. — Su organización y mecanismo, p. 137. — Su aspecto económico, p. 142. — E l artesanado, p. 144.— Las industrias del vestido, p. 145.— Las artes decorativas, p. 150.— L a industria naval, p. 152.

Capítulo V I

La explotación de minerales, p. 155. — Procedimientos de laboreo, p. 160.— Régimen de trabajo; carácter de la mita, p. 163.— Crítica del sistema, p. 165. — E l trabajo de los negros, p. 167.

Capítulo V I I

El tráfico de flotas, p. 171.— Comercio monopolista, p. 173.— E l contra- bando, p. 174.— Prosperidad de Lima, p. 176.— Características mercan- tiles de la colonia, p. 177.— L a navegación por el Cabo de Hornos, p. 179.— L a libertad de comercio y el fomento de la riqueza nacional, p. 180. — E l Tribunal del Consulado, p. 184. — Las limitaciones territo- riales del virreinato y sus imperativos económicos, p. 186.

Capítulo VIH

L a política monetaria colonial, p. 191.— L a legislación monetaria, p. 193. — Acuñación de moneda en el Perú, p. 197.

Capítulo IX

Las finanzas y los virreyes, p. 205.— E l tributo de los indios: Su funda- mento y percepción, p. 208.— Yanaconas y hatunrunas, p. 211.— Los quintos, alcabalas y demás impuestos, p. 213.— Los estancos, p. 217,—

Confusión entre las rentas fiscales y municipales; otros arbitrios, p. 219. — Las rentas de la aduana, p. 220. — Las entradas fiscales y los gastos, p. 222.— Administración pública, p. 226.— Las Cajas Reales, p. 228.—

E l ramo de correos, p. 230.— Montepío civil y militar, p. 231.— Juicio general sobre el sistema fiscal español, p. 232.

Capítulo X

Consideraciones sobre el orden social y económico colonial. La misión de España como continuadora de la obra de los Incas, p. 233.— La transfor- mación social y económica del Perú y el mestizaje , p. 234.— Las clases sociales y la preponderancia del cholo, p. 235. — La renovación de las ideas

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y de las creencias políticas y religiosas al finalizar el siglo, p. 236. — E l ais- lamiento del ayllu y del indio durante el coloniaje, p. 237.— Las ideas dominantes en materia económica. E l pensamiento de Baquíjano y Carri- llo, p. 239.

PARTE ra

L A INDEPENDENCIA DEL PERÚ Y LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA

Capítulo X I

Antecedentes de orden económico de la independencia del Perú. E l pen- samiento de Bravo de Lagunas. Las ideas sobre el comercio libre, p. 245. — Estado social y económico del Perú en los últimos años del virreinato, p. 248. — Las ideas de orden económico de los padres de la indepen- dencia, p. 251. — Las ideas liberales y la política comercial de los prime- ros años de la República, p. 257.

Capítulo XII

La cuestión agraria durante la revolución por la Independencia y la or- ganización de la República, p. 263.— Los decretos de Bolívar sobre la venta de tierras, p. 265. — L a ley de tierras de 1829, p. 267. — Lucha con- tra el latifundismo, p. 271.— Causas del atraso agrario, p. 274.— Los primeros intentos de política hidráulica, p. 280.— Esfuerzos de coloni- zación de la montaña, p. 283.

Capítulo XIII

El estado de la hacienda pública en la época de la independencia, p. 291. — El primer inventario de la riqueza nacional, el primer empréstito y el pri- mer papel moneda, p. 295. — La abolición teórica del tributo de los indios y otras disposiciones de San Martín, p. 298. — Las dos primeras constitu- ciones de la República, p. 300.— Los agobios fiscales después de Ayacucho y el localismo de los caudillos militares, p. 301.— E l primer presupuesto nacional de 1827, p. 304.— Intentos de saneamiento y orga- nización hacendaría, p. 306. — Entredicho económico con Chile, p. 314. — La Confederación Perú-Boliviana y la obra administrativa de Santa Cruz, p. 317. - Estado económico y financiero del Perú al terminar la Confede- ración y antes de la aparición del guano, p. 323.

Capítulo XIV

La quina y la coca, p. 327. — La navegación a vapor y William Wheelright, p. 329. — William Russell Grace en el Perú, p. 331. — L a industria mine- ra, p. 332. — La agricultura y la ganadería, p. 335.

Capítulo XV

El guano y su influencia en la historia peruana, p. 339. — E l sistema tri- butario de la época guanera, p. 342. — Intentos de reforma tributaria, p. 349.— La formación y el proceso presupuestal de la época, p. 351.—

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La centralización política y económica de todo el poder en Lima, p. 354. — La deuda nacional, p. 355.— La historia bancaria de la etapa guanera, p. 360. — La moneda en el mismo período, p. 366.

Capítulo X V I

El primer ferrocarril en Sudamérica y los ferrocarriles trasandinos, p. 369. — La navegación de los ríos amazónicos y en el Titicaca, p. 373. — El comercio del Perú en la época del guano, p. 375.— El progreso de Lima, p. 377. — La historia del salitre, p. 380.

Capítulo X V n

Azúcar y algodón en la Costa, p. 387.— Coca y alcohol en la Sierra, p. 391. — El desarrollo ganadero en la región andina, p. 392. — Explota- ción del caucho en el Amazonas, p. 393. — El petróleo, p. 395. — E l vanadio, p. 398. — La explotación del cobre y otros minerales, p. 399.

Capítulo X V m

El esfuerzo peruano por la reconstrucción nacional. La obra de los ins- titutos técnicos. La construcción de carreteras y establecimiento de lí- neas de aeronavegación, p. 403.— La obra financiera y económica de Nicolás de Piérola y de Augusto B. Leguía. Los gobiernos de la etapa de 1895 a 1935 y la actual situación peruana, p. 406.— El proceso de la deuda nacional y el cuadro presupuestal y tributario contemporáneo, p. 413.

Capítulo XIX

Consideraciones sobre el orden social y económico de la República. La etapa de la histórica republicana, p. 417. — Las formas democráticas de la política del siglo xix, p. 420.— Las orientaciones de la economía pe- ruana de la República, p. 425.— La evolución de la población y el por- venir del Perú, p. 427.

Capítulo XX

Resumen de la contribución del Perú a la economía del mundo y al bienestar de la humanidad, p. 429.

Títulos publicados en la serie Clásicos Sanmarquinos 433

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Presentación

L a primera e d i c i ó n de Historia económica del Perú fue publicada en 1949 por la recién f u n d a d a Biblioteca de O r i e n t a c i ó n Económica de la Edito- rial Sudamericana. L a serie f u e creada, s e g ú n Emilio Romero, para di- f u n d i r los estudios que se iniciaban en esa é p o c a , en diferentes p a í s e s latinoamericanos, sobre el proceso e c o n ó m i c o y el cambio social que se vivía en A m é r i c a Latina en los a ñ o s que siguieron a la segunda guerra mundial.

E m i l i o Romero nació en Puno en 1899 y recibió e d u c a c i ó n primaria bajo la t u t o r í a del profesor José Antonio Encinas en la escuela N.° 881 de Acora, en Chucuito. D e s p u é s de graduarse de Bachiller en Letras, por la U n i v e r s i d a d de San A g u s t í n en Arequipa, se t r a s l a d ó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos donde p a s ó gran parte de su v i d a . Allí inició su carrera docente universitaria en 1928, a cargo sucesivamente de las C á t e d r a s de G e o g r a f í a Económica del P e r ú , Historia Económica General y del P e r ú y G e o g r a f í a Regional. E n esta Universidad f u e Direc- tor interino de la Biblioteca Central (1934-1935), Director del Instituto de G e o g r a f í a de la Facultad de Letras (1954-1955), Decano de la Facultad de Ciencias Económicas (1961-1964), Director del Instituto de Investigacio- nes E c o n ó m i c a s (1962) y Rector interino (abril de 1964).

Esta larga permanencia en la U n i v e r s i d a d f u e sentida por Emilio Romero como una experiencia fundamental que le p e r m i t i ó dedicarse a los estudios de Historia y G e o g r a f í a , d e s p u é s de s u primer trabajo de investigación titulado Monografía de Puno (1928). L a c á t e d r a — decía Ro- mero — le h a b í a permitido gozar de «la independencia de la docencia para establecer los encadenamientos indestructibles con el pasado, pro- bando las plataformas de resistencia para la obra del f u t u r o » . C o n esta frase, s e ñ a l a b a la importancia del rescate de la memoria histórica para construir un espacio c o m ú n y cerrar las distancias entre lo que él descri- bía como dos sociedades coexistentes y profundamente divididas. L a U n i v e r s i d a d se c o n s t i t u y ó para él en el espacio de encuentro entre la e d u c a c i ó n y la construcción de una comunidad nacional como era ima- ginada por los estudiantes de todos los departamentos del P e r ú que con- f l u í a n en ella apostando, s e g ú n el autor, «por u n nuevo sentido y una nueva dirección en la e d u c a c i ó n y en la política p e r u a n a » .

Romero d e d i c ó su libro El descentralismo ( L i m a : Tarea, 1932) a desa- rrollar los planteamientos para cerrar esta distancia. E n él recogió las

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propuestas que planteó en 1932 como Parlamentario, entre ellas la nece- sidad de democratizar la organización, la administración y los recursos del Estado mediante una nueva demarcación política regional; la orga- nización de una gestión democrática y de la justa distribución de los recursos públicos, especialmente eí agua y la tierra; además del estable- cimiento de mecanismos de conservación del patrimonio ambiental en ejes longitudinales, adaptando la demarcación política a la configura- ción de las cuencas. Otros planteamientos, como aquellos que hizo Ro- mero sobre la educación rural y el reconocimiento por el Estado de las escuelas indígenas, se encuentran publicados en el libro Emilio Romero parlamentario, compilado por Fernando Lecaros (Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2002,2 tomos).

E n la Historia económica del Perú también están presentes ciertos pun- tos de partida de El descentralismo y de los estudios sobre Geografía que emprende posteriormente Emilio Romero. L a apreciación que tuvo de los importantes estudios de don Julio C . Tello sobre las bases geográficas de las antiguas culturas peruanas y su c o n e x i ó n con regiones naturales, abordada en la Historia económica, lo llevó a explorar en adelante algunas de las líneas que ya aparecían en su Geografía económica del Perú (1930) respecto a la lógica de poblamiento de los antiguos pueblos del Perú en círculos reducidos de montañas, m á s que en regiones extensas; ello co- rresponde a lo que hoy se puede considerar como subsistemas andinos de poblamiento, organización social y manejo de los recursos naturales a lo largo de las cuencas. Esta v i s i ó n acompañará sus estudios posterio- res sobre Geografía y descentralización política.

E l estudio del Perú en el contexto de la región andina también ocupó a Emilio Romero. A s í lo demuestran sus ensayos Geografía del Pacífico Sudamericano (1947), el Perú por los senderos de América (1955) y la Biogra- fía de los Andes (1965). E l último libro fue publicado por el autor en 1965,

siendo uno de los últimos trabajos que pudo sacar a la luz al final de su vida académica. Su obra literaria, de la cual son conocidos los cuentos publicados con eí título Balseros del Titicaca (1934) y la novela Memorias apócrifas del general Goyeneche (1971), ha sido parcialmente publicada; se mantienen inéditas tres novelas y una autobiografía del autor.

Rocío Romero Cevallos Lima, septiembre de 2006

* Este libro tuvo cuatro ediciones desde la primera en 1930, en 1936, 1953 y 1961. Una versión abreviada salió en 1968; el último libro publicado por Emilio Romero sobre geografía fue Perú: Una nueva geografía, en dos tomos (Editorial Universo, 1994.)

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Prólogo a esta edición

Carlos Contreras

Más de medio siglo d e s p u é s de su primera edición, la Historia económica del Perú de Emilio Romero sigue siendo única en su género, en el sentido de ser el único libro que presenta un informado y reflexivo panorama del desarrollo material del país a lo largo de todas sus épocas. No digo que no se haya publicado en décadas m á s recientes otros trabajos valiosos sobre la evolución económica peruana. Ahí están, por ejemplo, los de Rosemary Thorp y Geoffrey Bertram, Alfonso Quiroz, o Gianfranco Bardella, pero, con ser excelentes, éstos se limitan a períodos más restrin- gidos de nuestra larga historia, como el del siglo veinte, o cubren sólo alguno de sus aspectos. Esta excepcionalidad hace del libro de Romero no solamente un clásico de la bibliografía sobre el Perú, sino a d e m á s un volumen necesario en el mercado editorial, ya para el apoyo de la docen- cia, o como fuente de consulta para un amplio tipo de lectores.

La primera publicación sobre el tema es de 1937 (Historia económica y financiera), sobre la base de la larga experiencia del autor en la cátedra

del curso de Historia económica del Perú, en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de San Marcos. E n 1931, Emi- lio Romero había recibido el encargo de dictar esta materia, a raíz de que su titular, César Antonio Ugarte, fuera designado jefe de la Superinten- dencia de Banca y Seguros del Perú, una de las nuevas entidades que trajo a la vida económica nacional, el trabajo de la misión Kemmerer. Tal como lo recuerda el propio Romero en el prólogo de este libro, César A.

Ugarte había publicado en 1926, su Bosquejo de la historia económica del Perú, preparado asimismo sobre la base de sus apuntes del curso de Historia Económica, y centrado en el período del siglo xix. Varias déca- das antes, José Rodríguez dio a conocer sus Estudios económico financieros y ojeada sobre la hacienda pública del Perú (1895), que contiene largas re- flexiones sobre las finanzas republicanas, y Luis Esteves había publica- do unos Apuntes para la historia económica del Perú (1882), que representa-

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ron los primeros hitos en el reconocimiento de nuestro pasado económi- co. E n cierta manera, el libro que ahora prologamos, significó la culmina- ción de más de medio siglo de esfuerzos por hallar en el proceso econó- mico la raíz de nuestras claves y perspectivas como nación, tras la grave crisis de la guerra con Chile.

Emilio Romero entendió la historia económica del Perú como una vasta tarea de transferencia de un nuevo tipo de economía sobre un terri- torio que no estaba vacío, sino que contenía la herencia de un antiguo imperio indígena. E n la parte dedicada al período preeuropeo, el autor se da a la tarea de reseñar los vestigios del ayllu y el cacicazgo que lograron sobrevivir e integrarse como engranajes claves del nuevo orden impuesto por los españoles. Escribiendo en la época de oro del indigenismo en el Perú, Romero supo balancear, no obstante, una pre- sentación que encomiaba los logros del Perú autóctono, sin atacar o des- deñar las transformaciones del período colonial.

Las formas de organización social y la tecnología de los indígenas, debían ser entendidas en la interacción con el territorio andino, antes que ser clasificadas como inferiores o superiores en una escala pretendidamente universal, como postulaban en la época algunos cien- tíficos positivistas. L a organización colectivista del ayllu, el uso del ara- do de pie y no de remolque, el descarte del uso de la rueda, no debían ser enfocados como muestras de priimtivismo, sino de adaptaciones del hom- bre a un medio montañoso peculiar, que imponía sus propias reglas de juego. Adán y Eva no hubieran podido sobrevivir en los Andes, procla- ma en una figura didáctica. Nutrido de lecturas de estudiosos europeos, como Heinrich Cunow, Herman Trimborn y Carl Troll, a quienes leyó en su propia lengua y que representaban, junto con los peruanos Tello y Riva-Agüero, la vanguardia del conocimiento sobre las culturas andinas, Emilio Romero consiguió ese difícil equilibrio para los latinoamericanos cuando se trata de presentar la historia de la conquista y colonización.

Puso las cosas en su sitio, al polemizar con las tesis del «imperio socia- lista de los Incas» de Louis Baudin y con el «comunismo incaico» de José Carlos Mariátegui, que habían hecho furor en los años de entreguerras.

Atinadamente sostuvo que las prácticas económicas y sus instituciones deberían ser consideradas en sus contextos y no fuera del tiempo. De modo que calificaciones como «socialista», o considerar que los Incas ya practicaron el «comercio exterior» porque alguna balsa se alejó de la costa, estaban fuera de lugar.

Su retrato de la época colonial destaca por su ecuanimidad, como llevamos dicho. Mediante la consulta de las «Visitas» de Huánuco y Chuchito del siglo xvi, que sólo mucho más tarde recibieron el favor de la consulta de estudiosos extranjeros como John Murra, Emilio Romero juz-

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gó con dureza el favorecí miento a la minería durante el gobierno español que implicó la postergación de la economía agraria, junto con la explota- ción de la raza indígena, a la par que criticó la introducción de institu- ciones medievales, como los mayorazgos y el régimen de manos muertas, que dificultaron la formación de un mercado de tierras. Un soberbio retrato de la organización financiera colonial tardía, a la que elogia por su eficiencia para acomodar los tributos a una realidad social tan heterogénea, cierra la parte dedicada a la época virreinal.

La República no supo mantener algunas de las cosas buenas de la era pasada. Los curacas coloniales degeneraron, hasta convertirse en los caciques decimonónicos, en quienes el autor entrevio la encarnación de los mal llamados «gamonales». Las comunidades indígenas se empo- brecieron y la sierra, que tan gravitante había sido, se vio relegada. Ro- mero lanza amargas críticas a la generación de criollos de la Indepen- dencia, cuya estrechez de miras o ambición meramente personal, produ- jeron una situación de estancamiento económico por varias décadas.

Comparado con el retrato más bien amable sobre la época colonial (que contrastaba claramente con los bosquejos sobre «el coloniaje» que circu- laron antes, como el de José Rodríguez, Luis Valcárcel o José Carlos Mariátegui), el juicio sobre la época republicana puede percibirse más exigente. Ello es resultado del sesgo que tuvieron todos los recuentos históricos hechos tras la guerra con Chile en el Ferú. En general existió la idea de que hasta el momento de la independencia, Perú era «más» que Chile, y que si en 1879 fuimos tan claramente derrotados, debía ser por- que, evidentemente, entre la independencia y la guerra las cosas aquí se hicieron terriblemente mal. ¿Dónde estuvo ese mal? Comprenderlo fue la tarea que animó la historia económica que se escribió desde Esteves has- ta los más recientes trabajos de, por ejemplo, Heraclio Bonilla.

Por otro lado, con Romero ocurrió lo que suele suceder con los enfo- ques históricos en general, esto es, que los períodos más antiguos son evaluados en función de lo que había antes, con la lógica secuela de ver un «progreso», mientras que los períodos más recientes resultan evalua- dos desde el presente, por lo que terminan, lógicamente, pareciendo muy atrasados. Veamos, por ejemplo, el caso de las técnicas de molienda, tan decisivas en la agricultura y la minería. A I evaluar la época colonial será inevitable resaltar la innovación que, frente a la era prehispánica, signi- ficó la rueda de molino y la energía hidráulica o el trabajo de los anima- les de tiro en los trapiches. Sin embargo, vistos desde la tecnología del tiempo presente, los molinos y trapiches resultarán conmovedoramente primitivos e insuficientes. E l espacio colonial surcado por activas cara- vanas de muías transportando azogue, cecinas, tejidos, sal y botijas de

pisco, s e r á a h o r a el territorio r e p u b l i c a n o s i n f e r r o c a r r i l es n i c a m i n o s

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carreteros, donde las cosas d e b í a n trasladarse a lomo de bestia, como s i n i siquiera existiese la rueda. L o que antes fu e señal de i n n o v a c i ó n y progreso puede lucir, m á s tarde, como prueba de estancamiento y rusti- cidad. D e cualquier manera, l a p r e s e n t a c i ó n del siglo xix que hace la Historia económica de Romero, me parece l a m á s lograda del libro. Resalta los esfuerzos de algunos hombres del interior —de quienes José Domin- go Choquehuanca p o d r í a ser el mejor ejemplo— por sacar adelante sus circunscripciones en los tiempos a u r ó r a l e s de la R e p ú b l i c a . Y aborda con solvencia y p r o f u n d i d a d el episodio del guano en la e c o n o m í a na- cional, que fu e el c a p í t u l o m á s t r a g i c ó m i c o de nuestro pasado e c o n ó m i - co. Acerca de éste, presenta sus m ú l t i p l e s aristas: la tributaria, l a de l a inversión pública y la de los efectos desatados en el resto de la e c o n o m í a . Con frecuencia, he recurrido a citar s u tesis sobre el «sistema descentra- lizado de facto» que rigió en el P e r ú hasta la era del guano. Romero supo advertir que los booms exportadores que han jalonado nuestra e v o l u c i ó n e c o n ó m i c a , conllevaban u n profundo efecto centralizador de l a econo- m í a y la política. Hombre comprometido con la d e s c e n t r a l i z a c i ó n como una de las tareas pendientes de l a historia de la República, c a p t ó con agudeza que entre una e c o n o m í a dominada por l a renta generada por las riquezas naturales, y u n Estado centralista preocupado por el merca- do externo antes que por el interno, funcionaba u n í n t i m o compromiso, pernicioso para el desarrollo nacional.

«Las provincias t e n í a n dinero. L i m a estaba p o b r e » , s e ñ a l a Romero en s u retrato del P e r ú en v í s p e r a s de l a era del guano. L a s i t u a c i ó n se explicaba porque las provincias d i s p o n í a n del dinero de la c o n t r i b u c i ó n i n d í g e n a , mientras L i m a d e b í a consolarse con la r e c a u d a c i ó n de adua- nas de u n e s c u á l i d o comercio exterior. A s í aprendemos que lo malo, l a c o n t r i b u c i ó n i n d í g e n a , tenía u n efecto bueno, la descentralización efecti- v a de las finanzas p ú b l i c a s ; y que las medidas de 1854, que significaron abolir el tributo i n d í g e n a y hacer depender a l erario del guano — aunque aplaudidas en s u d í a e incluso hasta hoy— tuvieron un nefasto efecto en el largo plazo. Para l a é p o c a de l a primera mitad del

siglo

xx, con l a que termina el libro, Romero selecciona ciertos temas, como el del proceso monetario y la reforma fiscal. Acierta, sin duda, con ellos, porque l a re- c o n s t r u c c i ó n de la e c o n o m í a nacional tras el torbellino del guano y la guerra del Pacífico exigía importantes transformaciones en esos á m b i - tos, como en efecto ocurrieron. E m i l i o Romero fue, a d e m á s , u n actor en dichas reformas, por lo que s u conocimiento en esos aspectos se benefi- cia de s u experiencia directa como hombre público. Termina el libro con una nota optimista sobre la i n t e g r a c i ó n de l a población i n d í g e n a a l a v i d a e c o n ó m i c a peruana. Piensa que esa i n t e g r a c i ó n ha cobrado y a cur- so y que debemos pugnar por empujarla hasta s u conclusión.

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L a Historia económica de Romero es una historia, como d i r í a m o s aho- ra, amigable para el lector. Gracias a que por entonces l a e c o n o m í a se e n t e n d í a m á s como una ciencia social y humana que como u n saber técnico y m a t e m á t i c o , el autor no abusa de las cifras, n i las p á g i n a s se atiborran de f ó r m u l a s , tablas n i gráficos de líneas ondulantes. S u discur- so combina la d e s c r i p c i ó n amena y vigorosa, con el juicio reflexivo, claro y didáctico. L o s conceptos e c o n ó m i c o s brotan de la necesidad de enten- der lo que pasaba, no para organizar el relato de lo sucedido. L a conside- ración de las estructuras no aplasta l a f i g u r a de los hombres de carne y hueso. L a historia e c o n ó m i c a del P e r ú es, así, la historia de l a encomien- da, la m i n e r í a , el salitre y los desequilibrios de la balanza comercial, pero es t a m b i é n la de los conquistadores y los curacas, M a n u e l Pardo, H e n r i Meiggs y N i c o l á s de Piérola.

Comparada con l a s i t u a c i ó n actual, l a bibliografía que en los a ñ o s cuarenta existía sobre l a e v o l u c i ó n e c o n ó m i c a del P e r ú resultaba m u y incompleta, incluso m á s allá del castellano. S i acerca d e l p e r í o d o p r e h i s p á n i c o se p o d í a disponer y a de las m o n o g r a f í a s de varios estudio- sos, para las é p o c a s colonial y republicana se contaba con verdadera- mente pocos trabajos de investigación. Por ello Emilio Romero acometió, inclusive, la consulta de fuentes directas, como las y a mencionadas «Vi- sitas» del siglo xvi, las obras de los cronistas de la colonia, las « M e m o - rias» de los Ministros de Hacienda y otros impresos de l a é p o c a estudia- da. Para la segunda edición, de 1968, pudo y a aprovechar de los avances obtenidos para el p e r í o d o republicano, con las obras de Jonathan L e v i n sobre la experiencia del guano, y de l a Historia de la República de Jorge Basadre.

Conmueve, y sin d u d a admira, que este libro haya sido el fruto de una docencia ejercida seguramente de forma ejemplar, y no de alguna jugosa beca de las que hoy presiden las p á g i n a s de c r é d i t o s de los libros.

Así como que h a y a podido ser escrito en medio de una v i d a tan nutrida y agitada como la de s u autor. Seguramente la historia e c o n ó m i c a que ahora deba escribirse será distinta. D e b e r á prestar m á s a t e n c i ó n a l a evolución de las técnicas, a la marcha de la d e m o g r a f í a , a las cambiantes organizaciones e c o n ó m i c a s , a los efectos de la e c o n o m í a m u n d i a l y a los vaivenes del comercio, ahora sí, exterior; pero no es seguro que s u p ú b l i - co pueda ser tan amplio como el de este clásico de l a historia y la econo- mía del P e r ú .

Lima, mayo de 2006

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Capítulo I

El paisaje peruano. Las regiones naturales

E l Perú está formado por tres regiones naturales, diferenciadas por el clima, la altitud, la flora y fauna, el relieve del suelo y otros factores. Tales regiones se llaman hoy la costa, la sierra y las selvas. E l territorio perua- no, situado en la parte central de la costa sudamericana del Pacífico, tiene una extensa zona de litoral formada por grandes desiertos de are- na, desiertos de piedra o desiertos de tierra estéril. A veces estas plani- cies con ligero declive son anchas hasta 200 kilómetros al interior, como ocurre en el norte del país (Piura), hasta llegar a las faldas de la cordille- ra de los Andes; pero luego los contrafuertes de la cordillera avanzan hasta el mar, como en La Libertad, dejando apenas espacios planos abier- tos en la boca de los ríos, formando valles cerrados y alargados, como se presentan en Trujillo, Chimbóte y Casma. Los Andes irrumpen así, por todo el litoral, en formaciones de barrancos, acantilados y morros. Los ríos, formando valles de forma triangular con la base frente al Pacífico y la cúspide incrustada en los Andes, forman planicies que no pasan de 50 km, distancia aproximada de E l Callao a Chosica, en el valle del Rímac.

La costa vuelve a ser ancha en lea, formando una gran planicie de desiertos de arena caldeada, pero al sur del puerto de Lomas la cordillera de los Andes ha avanzado definitivamente al mar. Cordillera rota y hun- dida en el océano Pacífico, ha suprimido realmente la costa, para dejar algunos cañones estrechos y hondos por donde desaguan los ríos. En esa región el cultivo sólo es posible en la estrecha cinta ribereña de los ríos, en el misérrimo puñado de tierra, siempre expuesto al deslave; y a 50 metros debajo de la superficie de la tierra, cubierta por una extensa plataforma de rocas y de lavas, donde la vida vegetal y animal parece imposible.

E n la región de la costa peruana, la actividad económica sólo es posible a lo largo de los, aproximadamente, 52 ríos que bajan de las

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cumbres de la cordillera de los Andes, ríos viejos, de torrentera, con le- chos cascajosos, que sólo tienen agua abundante durante el verano.

La temperatura media de esa región fluctúa entre los 18° y 20° en la mayor parte del año. Solamente en el verano, de enero a marzo, la tempe- ratura sube gradualmente hasta 25° y en algunas localidades hasta 30°, cerca de la zona ecuatorial. E l clima tropical está completamente atemperado por la corriente de Humboldt, que hace bajar cerca de 5 °C la temperatura de la región, en comparación con otras latitudes iguales del continente. E n la costa no llueve nunca, debido al régimen de vientos adversos y al muro que forma la cordillera de los Andes marítimos. E n cambio se produce una intensa y prolongada formación de nubes y nie- blas que dura casi todo el año, oscureciendo sus costas. Por lo mismo, la humedad es fuerte, alcanzando hasta 85% a 95% en algunos valles, como el de Lima.

Los ríos riegan en la actualidad cerca de 600 mil hectáreas de tierra, no habiendo otro sistema de agricultura con riego artificial. Las posibili- dades de cultivar más tierras están limitadas por los escasos caudales de agua utilizable.

En cambio, de las grandes dificultades que ofrece la costa del Perú debido a las distancias que separan unos de otros valles, con más de 200 km de desiertos entre ellos, la falta de lluvias permite un aprovechamien- to técnico del riego, hecho importante que debe tenerse en cuenta al estu- diar la economía peruana.

La sierra es la extensa región formada por los Andes, los cuales se elevan hasta la máxima altitud de 6 768 metros sobre el nivel del mar, en el pico bifronte del «Huascarán». E l suelo aprovechable y habitable de la zona andina está formado por regiones muy dispersas y de variadas formas, como laderas de montañas, donde fue preciso construir terrazas escaleriformes para el cultivo; como las cumbres combeadas de altos cerros; desfiladeros, cañones y tierras en suave declive. Las zonas habi- tables y económicamente aprovechables tienen una altitud que varía entre los tres mil a cuatro mil metros sobre el nivel del mar.

Así como en la costa las unidades geográficas aprovechables están dispersas y distantes, así en la sierra las escasas unidades geográficas aptas para la vida están más dispersas aún, separadas por montañas nevadas excelsas, barrancos profundos, desfiladeros o planicies peladas, sin vegetación y desfiguradas por la erosión de las aguas y de los vientos.

Las únicas grandes planicies que tiene el Perú en las altas zonas andinas, son la del Titicaca y la de Junín, mucho más pequeña que la primera.

Suelos tan montuosos y tan altos tienen un clima frío, con estaciones lluviosas periódicas regulares de cuatro meses al año, pero con grandes interrupciones de largas sequías, tan dañosas como las frecuentes exce-

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sivas aguas. Ambos extremos hacen la vida animal y vegetal muy preca- ria en las zonas altas de los Andes. L a agricultura y la ganadería repre- sentan, por lo tanto, uno de los episodios más dramáticos de la vida de la humanidad en la tierra y una conquista de esfuerzos sobrehumanos.

Si bien la temperatura máxima en verano puede llegar a 15 °C a la intemperie, en las noches no baja de 16 °C bajo cero. Esa diferencia de casi 30 °C en 24 horas en la altitud de las pampas andinas es suficiente obstáculo para la vida. La sierra tiene cerca de diez millones de hectá- reas de pastos naturales, pero apenas dos millones de hectáreas cultiva- das con agua de lluvias.

La tercera región natural es la región de las selvas, que empieza al este de la cordillera de los Andes y se extiende en pronunciado declive hacia las penillanuras amazónicas. L a selva alta, que cubre las faldas de la cordillera, es la parte llamada por los peruanos «la montaña». Como en la región de la costa, son formaciones de valles y ríos que desembocan en el inmenso mar verde de las selvas amazónicas. Esa región montuosa y cubierta de exuberante vegetación tiene declives violentos hasta los 400 metros sobre el nivel del mar. E l clima es caluroso, las lluvias cons- tantes y las nieblas eternas. Si bien los suelos son ricos en humus, en cambio es una región pobre en minerales por las lluvias torrenciales, por lo tanto de dudosa bondad permanente para la agricultura, en las esca- sas zonas peniplanas. La mayor parte de esa región es intransitable por los obstáculos naturales, montañas, ríos, ciénagas, y por la fauna de insectos, en defecto de la fauna de especies grandes.

E n resumen, podemos afirmar que las bases geográficas del Perú son de las más difíciles del mundo. Tierras y aguas muy escasas en las zonas de la costa y de los Andes. Aguas excesivas en la zona de las selvas. Diferencias de altitud extraordinarias que levantan hasta los cin- co mil metros de altura en menos de 150 km de distancia a partir de las orillas del mar. Suelos destruidos por la erosión de las aguas y de los vientos. Territorio deformado por fenómenos de volcanismos. Costa rota, quebrada y hundida en el mar Pacífico, dejando apenas una cornisa arenosa sobre el mar. Conglomerados de roca y de nieve; de abismos y de cañones.

Es realmente admirable la epopeya del hombre de los Andes. L a historia del esfuerzo humano para construir una nación sobre semejante paisaje es realmente dramática. E l hombre tuvo que luchar contra el cli- ma laxante de la costa nublada durante la mayor parte del año, en los valles infestados de mosquitos generadores de la malaria. E n los Andes, debió adaptar el corazón y los pulmones a las más grandes altitudes del globo. E n cuanto a la selva, todavía no se ha resuelto el problema de su colonización.

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E l hombre apenas tuvo tierra, en puñados, en la margen de los ríos de la costa. Como en la costa no llueve jamás, debió el hombre arañar el lecho de los ríos para obtener riego de su empobrecido caudal. E n la sierra, la tierra de las laderas debió ser contenida, construyéndose mu- ros y terrazas de contención. E n otros parajes debió el hombre acomodar la tierra extraída del lecho de los ríos, en las terrazas escaleriformes o andenes. E n resumen, el hombre peruano tuvo que improvisar la tierra, domesticar el agua y adaptar su organismo a las más difíciles condicio- nes naturales. Y para no perecer de hambre tuvo que aguzar el ingenio e inventar métodos y sistemas, dominar a la naturaleza hostil, domesticar plantas salvajes.

L a importancia del conocimiento y la interpretación del paisaje pe- ruano es, pues, básica para el conocimiento e interpretación del hombre y su proceso en el tiempo. Los más notables investigadores de la antigüe- dad peruana así lo comprendieron.

Con sobrada razón el geógrafo francés Vallaux dice que «[.„] existe siempre una geografía que se anticipa a la historia. Los hombres han comido y han bebido, han labrado la tierra y construido casas, han bus- cado y fundido metales, han cazado y pescado, antes de que ningún documento histórico nos dé la prueba de ello».

E l primer arqueólogo peruano, Julio Tello, concede importancia de primer orden al factor geográfico. «El medio geográfico — dice — induce a pensar que la primitiva población, al ocupar el territorio peruano, sea por el mar o siguiendo las altas rutas de la cordillera, o sea ascendiendo de los llanos forestales, logró aprovecharlo en toda su amplitud, recorriéndolo en todo sentido. En sus migraciones utilizó, sin duda, pri- mero los senderos naturales, quebradas y desfiladeros, sea para ascen- der a las punas o para bajar de éstas a los llanos; sea para trasmontar las altas cordilleras; y después utilizó, al impulso de sus necesidades y de su ingenio, los senderos construidos a través de las mesetas o montañas, 0 a través de pampas arenosas o tablazos del litoral.»

Cook dice: «La forma de los valles del Este andino, profundos, cerra- dos o inaccesibles, determinó el aislamiento y restricción, obligando al habitante a proporcionarse en el mismo suelo lo necesario para vivir».

1 E l geógrafo Camille Vallaux (1870-1945) fue pionero de la oceanografía. Entre sus principales obras se encuentran La Basse Bretagne, étude de géographie humaine (1907, tesis de doctorado); Mers et Océans (1932) y Géographie générale des mers (1933). (N. del E.)

2 TELLO, Julio C. Antiguo Perú: primera época. Lima: Comisión Organizadora del Segundo Congreso Sudamericano de Turismo-Excefsior, 1929.

3 El botánico O. F. Cook fue integrante de la expedición científica que descubrió las ruinas de Machu Picchu. En sus textos («Peni as a center of domestications. Journal of Heredity, n° 16, pp. 33-46, 1925) menciona que en el siglo xvi existían más especies domesticadas en los Andes que en Asia o África. (N. del E.)

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Troll hace resaltar la característica notable de las civilizaciones agrarias andinas, por su unión extremada al suelo, dando una gran importancia al factor geográfico. E l complejo de influencias formado por los factores suelo, clima, altitud y otros, da la noción de «[...] zona de paisaje, funda- mental para poder esclarecer las conexiones existentes entre la naturale- za del terreno y la propagación de la civilización». E l Perú, como ya lo había anotado Cunow, es el país de los grandes contrastes. No existe un paisaje armónico dentro de cada zona particular, presentándose más bien, unas sobre otras, diversas fajas de diversa temperatura y grado de humedad y en consecuencia de vegetación diferente. Troll distingue por ejemplo, como característica de los Andes centrales, la puna; mientras en los Andes del norte el tipo es el de páramo o puna ecuatorial. Este pára- mo ocupa todo el ancho de la cordillera y la vegetación seca de puna sólo se presenta erí cuencas hondas y en los escarpados de los valles sembra- dos. L a distinción de estas dos zonas es fundamental porque determina una variedad de condiciones de vida de plantas, formaciones salinas de la llamada por Weberbauer «zona de la tola», que es base de formas económicas peculiares. Luego se presenta una zona de desiertos, «[...]

oblicuamente, por encima de las montañas, desde la costa peruana, so- bre la puna de Atacama, hacia la región del noroeste argentino».

Para reconstruir la vida económica del antiguo Perú, estas bases geográficas son capitales, pues las antiguas culturas peruanas se han desarrollado en íntima conexión con las zonas de paisajes, que podrían señalarse así:

Zona de puna, ambiente de la civilización arcaica y megalítica a la que correspondería una ola de cultura representada por los pueblos: 1.°

arwacs, uros y puquinas, correspondiendo al grupo de los uros, los chan- gos y los atacamas; 2 ° los aymarás, y 3.° los quechuas.

«Las tres zonas de paisaje uniforme: el desierto salado y la puna desierta, la puna seca de la zona de la tola y la puna normal, correspon- den más o menos a los territorios propios de estos tres grupos de pue- blos. De ello se desprende con rara y bella claridad el influjo de ía natu- raleza del suelo sobre la marcha y propagación de la civilización. L a

4 TROLL, Cari. «Los fundamentos geográficos de las civilizaciones andinas y del Imperio Incaico». Revista de Ibero-Amerikanisches, Archiv. Berlín- [También en Revista Universitaria, n.° 9, pp. 129-182, 1935. Arequipa. (N. del E.)]

s Heinrich Cunow (1862-1936) es autor de los primeros estudios modernos y sistemáticos de historia y antropología en la historiografía peruana. Sus estudios más importantes son: Las comunidades de Aldea y Marca del antiguo Perú (1890), El sistema de parentesco peruano y las comunidades gentilicias de los Incas (1891) y La organización social del imperio de los Incas (1896). Como intelectual socialista, Cunow insistió en sus investigaciones en la importancia del ayllu en la sociedad incaica. (Tomado de BURGA, M.

Historia y antropología en el Perú: tradición, modernidad, diversidad y nación. En

<http://www.fas.harvard.edu/-icop/nianueIburga-htmi>. [N. del E.])

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antítesis entre las poblaciones cazadoras y pescadoras, las criadoras de ganado y las dedicadas a ocupaciones agrícolas, no debe atribuirse a diferente altura de la civilización de estas razas; representa más bien una adaptación a la naturaleza de los territorios ocupados por ellas.»

A l desierto salado y a la puna desierta pertenecerían los pueblos arwacs, uros, changos y atacamas; a la puna seca de tola, los aymarás; a la puna normal, los incas quechuas, y finalmente la última ola de cultura representada por los españoles, que se extiende de norte a sur y que se detiene en los límites de los desiertos de puna.

Estas afirmaciones de un geógrafo ratifican muchos conceptos que había expresado hace años el eminente arqueólogo peruano doctor Tello.

Los pueblos primitivos del P e r ú . A r c a que ocuparon y s u edad

La prehistoria y la arqueología —dijo Spengler— constituyen ciencias preliminares para el historiador, y la historia es aquello que en tiempos pasados sucedió efectivamente. E n consecuencia, tratándose de la vida de los pueblos del Perú primitivo, estamos en la etapa de ios prelimina- res. Sobre los pueblos primitivos del Perú, el área que ocuparon y la edad de las antiguas culturas, no tenemos sino aproximaciones. Considera- mos hoy solamente la base geográfica de la dominación incaica, que fue la última etapa cultural de la antigüedad peruana. Los incas ocuparon el territorio comprendido entre el río Ancasmayo en Colombia, hasta el río Maule, y quizá hasta el Bío-Bío en Chile, según los datos de los cro- nistas españoles. Por el lado del Pacífico ocuparon las islas, y, por el

6 Emilio Romero se refiere a Augusto Weberbauer (1871-1948), botánico, geógrafo y naturalista Alemán que llegó al Perú en 1901. Ese mismo año Weberbauer inicia sus exploraciones por los alrededores de Lima y por los Andes. En 1922 obtiene su Doctorado en Ciencias por la Universidad de San Marcos con el tema «Estudios concernientes a las relaciones entre la estructura anatómica de las hojas y la altura sobre el nivel del mar».

En San Marcos dicta cursos de Botánica farmacéutica y Botánica sistemática. Colectó cerca de 8 100 muestras de plantas peruanas que se conservan en el Museo Botánico de Berlín, Museo Botánico de Breslau, Herbario de Candolle de Ginebra, Field Museum of Chicago, Gray Herbarium de Cambridge-Mass., United States National Museum of Washington y en el Herbario MOL de Lima. Entre sus obras se encuentran: Mapa fiíogeográfico de los Andes peruanos entre los 5a y 17a de ¡al. S. (1923); La influencia de cambios climáticos y geológicos sobre laflora de la costa peruana (1939); Principios de clasificación aplicables a las formaciones vegetales del Perú (1942); El mundo vegetal de los Andes peruanos (1945).

7 Oswald Spengler (1880-1936), filósofo y matemático alemán, se consagra con su obra La calda de Occidente (1918, 1923) en donde sostiene que el desarrollo de las civilizaciones sigue un modelo cíclico reconocible. Es autor también de obras como Prusianos y socialismo y Años decisivos. Spengler define el proceso de la historia a partir de los ciclos biológicos —nacimiento, juventud, madurez y muerte—a los que clasifica como «las cuatro edades de la cultura». (N. del E.)

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lado oriental, las m o n t a ñ a s ; s i n que se tenga certeza de l a r e g i ó n hasta donde pudieron abarcar espacio.

E n cuanto a los pueblos que ocuparon esas extensas tierras, consi- deramos que nada esclarece y sintetiza mejor lo hasta hoy conocido, que la tesis de Julio C . Tello sobre las principales culturas andinas:

E n el curso de las investigaciones arqueológicas se han designado in- distintamente a las culturas con nombres de tribus o naciones, de len- guas de regiones naturales o de sitios arqueológicos, o bien con el de ciertas características relevantes de la propia cultura. Las denominacio- nes en uso de Cultura Chimú, Chincha, Muchic e Inka, por ejemplo, provienen del nombre de las naciones que formaron parte del Imperio de los Incas; las de cultura Keshua, Aymará y Pukina, de las lenguas indias dominantes; las de Yunga y Kolla, de las regiones naturales ocupadas; las de Nazca, Chavín y Recuay, de sirios arqueológicos. Ha servido también como criterio de nomenclatura un aspecto predomi- nante del arte; el carácter lítico de éste y las modalidades tipológicas o estilísticas; tal es el caso de las denominaciones Cultura Paleolítica de Taltal, Megalítica del Cuzco, etc. Y para designar la posición de las culturas en el desarrollo cronológico de la civilización andina se usa- ron los afijos: Proto y Pre, Sub, -oíde, agregando el nombre de la cultu- ra, como por ejemplo: Proto-Nazca, Sub-Chimú, Recuoide, etc.8 Tello hace u n intento nuevo de clasificación teniendo en cuenta las grandes regiones geográficas del tiempo de los Incas: el Antisuyo, elKolla- Suyo; el Chinchay-Suyo y el Konti-Suyo. No solamente encuentra u n con- junto de datos que hacen g e o g r á f i c a y g e o l ó g i c a m e n t e de esas regiones paisajes naturales regionales, sino que encuentra u n paisaje cultural adecuado en esas grandes zonas del territorio, características comunes en el arte, l a e c o n o m í a , la religión y l a política. Pero esa división regional incaica corresponde a muchos siglos d e s p u é s de l a a p a r i c i ó n de las p r i - meras culturas andinas. Por esta r a z ó n es lógica l a clasificación prelimi- nar de los antiguos pueblos del P e r ú , no e n regiones g e o g r á f i c a s tan extensas, sino en círculos reducidos a las m o n t a ñ a s donde v i v i e r o n an- tes de desarrollar sus actividades. Y entonces la estructura de la cordille- ra de los A n d e s es el hogar natural, cuna y sepulcro de las antiguas civilizaciones. Encontramos así los A n d e s ecuatoriales, los A n d e s del sistema del nacimiento del río M a r a ñ ó n , los A n d e s formadores del U c a y a l i , el macizo andino, del Vilcanota, el gran círculo andino del Titicaca y los A n d e s Meridionales de Atacama.

8 TELLO, Julio C. «Origen y desarrollo de las civilizaciones prehistóricas andinas». Acias y trabajos científicos del xxvn Congreso Internacional de Americanistas, segunda sesión, vol. I , pp. 589-720. Lima, 1939. [Reimpreso en 1942 en Lima por Librería e Imprenta GiI.(N. del E.)]

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E n la región andina ecuatorial vivieron los Pastos, los Karas, los Kitus, los Latakungas, los Cañaris y los Paltas.

E n la región andina del P e r ú que f o r m a el sistema del río M a r a ñ ó n y sus afluentes, vivieron los pueblos Chirinos, Chacha-puyas, Wankapampas, Kaxamarcas, Wamachucos, Wajrachucos, Conchucos y Wanucus, sin conside- rar a los pueblos selváticos b á r b a r o s de otros ríos, como el Huallaga. E n la f a l d a occidental v i v i e r o n los Ayawacas, Chimús, Tumpis, Tallones, Muchicas, Waylas y Yungas.

E l sistema andino del U c a y a l i es el m á s extenso del P e r ú . S u cuenca h i d r o g r á f i c a nace de las vertientes de los bordes del gran altiplano del Titicaca y atraviesa casi todo el P e r ú de sur a norte. Colecta las aguas de los grandes valles del Cuzco, A p u r í m a c , Ayacucho y las de los c a ñ o n e s de Huancavelica y del valle del Mantaro. F u e l a patria de los AUka Wisas, Waylas, Pokes, Tampus, Sawaseras, Lares, Matas, Maskas y Kanchis, de los valles del Cuzco. De los Inkas del Urubamba y Paucartambo, de los Aymarás del valle de Santo T o m á s , de los Chancas y Wankas del A p u r í m a c y del Mantaro respectivamente.

E n el gran círculo del Titicaca v i v i e r o n los Uros u Ochuswnas, los Karangas, Lupacas y Pakasas, los Kollas. Y en los bordes occidentales de l a cordillera, los Puquinas, Kuntisuyos, Atacamas, Kollaguas y Kanas.

Y luego a l sur, en los macizos andinos meridionales, los Diaguitas, Calchaquies y Juries (noroeste argentino); y los Changos y Araucanos del Occidente.

E n cuanto a la edad de las culturas andinas, el profesor Tello propo- ne s u c o n s i d e r a c i ó n en cuatro edades o tipos de civilización, l a de los Andes orientales, Andes occidentales, del litoral Pacífico y la de los Incas.

L a primera civilización tiene como característica en s u arte l a técni- ca del grabador en madera trasladada a l a piedra y el barro y el aprove- chamiento de los recursos naturales de la floresta a m a z ó n i c a . E l expo- nente de esa civilización sería C h a v í n en el norte, Paracas en el centro y P u k a r á en el Titicaca.

L a segunda civilización se d e s a r r o l l ó en los Andes occidentales, m e z c l á n d o s e sus restos con las de la anterior. S u característica h a b r í a sido l a c o n s t r u c c i ó n de ciudades en las m á s altas cumbres de las monta- ñ a s del centro y sur andino; selección y d o m e s t i c a c i ó n de plantas ali- menticias, d o m e s t i c a c i ó n de la llama y alpaca; aprovechamiento del a l - g o d ó n en la zona central de la costa. Tipos de esa civilización s e r í a n H u a y l a s , Chancos, Kollao, Tiahuanacu, a l noroeste argentino.

L a tercera civilización de la costa del Pacífico corresponde a los valles del litoral m a r í t i m o , donde c u l m i n a el desarrollo agrícola del an- tiguo P e r ú , iniciado e n las culturas andinas, de la que son derivaciones.

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La cuarta edad corresponde al advenimiento de los Incas, que organi- zan una prodigiosa estructuración social y política, pero que es ya la últi- ma ola cultural decadente. Los grandes hechos de conquista animal y vegetal, de transformación del medio ambiente, habían sido logrados en las etapas preincaicas. Incluso el arte, la cerámica, la escultura, el dibujo, la pintura, había alcanzado en las anteriores etapas extraordinario presti- gio. E n la etapa incaica se observa una decadencia general del arte. Sin embargo, los Incas, debido a la organización social, llevan a sus extremos límites la producción de los recursos de alimentación y de vestido, y lo- gran, como raros pueblos en el mundo, solucionar el problema de la distri- bución sobre bases de justicia social. E l año 1532 de nuestra era cristiana llegaron los españoles al Perú conducidos por don Francisco Fizarro.

Algunos historiadores han opinado que la dinastía Inca duró algo más de 200 años. Las edades anteriores constituyen un problema muy difícil de resolver. Recordemos al respecto lo que escribió Oswald Spengler, en un ensayo titulado «La Edad de las Culturas Americanas» \

«Constituye el problema más difícil en la investigación de las culturas de la América antigua la verificación de su cronología absoluta. Pues no existe un verdadero saber histórico sin esta comprobación del desarrollo histórico según su tiempo y su duración». Para el historiador sólo hay culturas humanas, siendo aquellas otras con denominaciones locales o materiales, los restos de las formas y objetos útiles o de ornamento. «El despilfarro de las grandes cifras ha acabado hoy», agrega Spengler, co- mentando la sencillez con que se asignan millones de años a las edades pretéritas, tal como los astrónomos juegan con millones de kilómetros de distancia a las estrellas. De acuerdo con los estudios etnológicos y ar- queológicos, Spengler cree que no puede asignarse más de mil años como edad de las culturas americanas primitivas.

E l profesor Tello considera, por su parte, que se puede calcular un tiempo no menor de cinco siglos del año 800 d. de C. a 1321 para las culturas del litoral del Pacífico, cuyo decaimiento empieza con la con- quista de la costa por los Incas.

Para la etapa cultural de la civilización de los Andes occidentales, representada por Huaylas, Tello calcula 800 años, o sea entre el año 800 y el año 0 de la era cristiana.

Y, finalmente, para la más remota civilización, la de los Andes orien- tales, que logró las primeras etapas de domesticación de productos vege- tales, como la papa y el maíz, y creó las bases de la economía hortícola, comenzando por el cultivo rudimentario de azada, el profesor Tello le asigna mil años antes de Jesucristo.

S SPENGLER, Oswald. «La Edad de las Culturas Americanas». ¡bero-Amerikanisches Archiv, año vil, n.° 92.

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Así planteada la estructura del Perú primitivo en el tiempo, parece- ría innecesario insistir sobre la afirmación de que la civilización incaica, no fue, como muchos aún creen, la que logró los más altos puntos en la

agricultura y las artes. La idea de que Manco Cápac fue el civilizador, el

que sacó al pueblo peruano de la barbarie, ya no puede ser mencionada.

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Sin embargo, para aquellos que no han tenido oportunidad de revi- sar los Conceptos aprendidos años atrás, es conveniente señalar cuáles fueron las causas de la difusión tan amplia de las creencias de que antes de los Incas reinaba en el Perú la barbarie y el caos. L a mayoría de los cronistas españoles afirmaron que la época anterior a los Incas fue de Caos y de barbarie. Por eso llamaron behetrías a ese período anterior, aplicando impropiamente el nombre con que en España se caracterizó a los pueblos que en la lucha con los árabes se enfeudaban bajo un señor para tener protección y ayuda, en medio de las cruentas luchas por la independencia. Bernabé Cobo, Juan de Betanzos, Martín de Morúa, Pe- dro Cieza de León, Sarmiento de Gamboa, aparte de varias relaciones anónimas, afirmaron la idea de la anarquía y la barbarie preinca. A l contrario, un pequeño grupo de oposición, formado por Román Zamora, Blas Valera y el licenciado Fernando Montesinos, estuvieron de acuerdo en considerar que el incanato sólo fue el último acto de un largo drama.

Román Zamora hizo referencias a un gobierno primitivo de orden y de progreso. E l padre Blas Valera, profundo conocedor de la historia, habiendo vivido en las misiones del Titicaca, escribió la más interesante memoria al respecto, por desgracia perdida. Pero se dice que el licencia- do Montesinos conoció esa fuente, dejando sus famosas «Memorias An- tiguas Historiales y Políticas del Perú». Según Montesinos l a historia del Perú primitivo comenzó por una etapa de confusión, de migraciones de tribus ansiosas de encontrar un espacio para vivir, de hombres rudos y primitivos. Esto habría ocurrido algunos siglos antes de Cristo hasta el año 250 de nuestra era,

A continuación siguió una era de grandes

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pueblos habían logrado dominar el paisaje y producir alimentos, perfec- cionando la agricultura. Luego hubo una etapa de luchas entre los de la costa y de la sierra. Eso habría durado desde el año 275 a 500 d. de C.

E n la era siguiente se habría advertido un gran florecimiento cultu- ral. Palacios, fortalezas, caminos, obras de arte, música,

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bierno político habrían sido las características de esos tiempos, que abar- carían 400 años, desde el 500 al 900 de nuestra era.

E l encumbramiento de los pueblos del primitivo Perú fue el comien- zo de la decadencia. Los príncipes locales, debilitados por la abundan- cia y el fausto, perdieron su primigenio vigor. Surgieron ambiciones, luchas intestinas, guerras e intrigas. La decadencia fue total desde el año 900 al 1100 de nuestra era. A esa época se refieren los cronistas españo- les como de behetría, sin gobierno, de caos y de corrupción. Esa etapa oscura y confusa, terminó con el advenimiento de los Incas y su brillante carrera.

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