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Náutica del fuego. Alma Karla Sandoval. Antología ( )

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Náutica del fuego

Alma Karla Sandoval

Antología

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2

Prólogo

Si bien conozco algo o bastante de la persona existencial y de la persona poética que se entrelazan y entretejen en Alma Karla Sandoval, sus colecciones de poemas me han generado momentos de admiración, de identificación angustiante, de riesgo lingüístico compartido. La autora siempre ha sido para mí (como su presunto maestro) una especie de máquina de imaginar, cuyo combustible lo toma más de sí misma que de las percepciones ofrecidas por la realidad y por esa ampliación, imaginada también soñada en costosas vigilias, que denominamos mundo.

Pero Alma Karla, por medio de conjuros neblinosos, de invocaciones que casi tocan el origen de la verbalización poética, de certezas como iluminaciones que conllevan dolor, establece una comunicación, con los receptores, capaz de provocar resonancias golpeantes y sin anestesia.

Pero, ¿con qué procedimientos, de qué maneras escriturales? No es fácil, pienso, distinguir el recurso retórico en sí o las técnicas aplicadas en cuanto a tales, de la arrasante potencialidad creativa que empieza antes de cada una de las palabras y que se expande después fuera de ellas, como estallidos que buscan su centro. Aun así, diré rápidamente de las asociaciones insólitas entre dos o más términos; de periodos bi otri cuatrimembres; de un vocabulario asombrosamente libre y que, sin embargo, parece querer liberarse de sus propias cargas semánticas; de la conformación de un bestiario a partir de nomenclaturas directas o sugeridas y de zoologizaciones de afinada simbolización; de la fundación de topos diversos y cambiantes para plantear quizá un apoyo verbal con mayor peso de representación real/simbólica.

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3 sensoriales, de circunstancias mágicas y opciones eróticas recicladas desde un asomo de un futuro no resuelto. Lo que aporta la insinuación de una mezcla o sistema de tiempos por donde penetra el discurso metafórico (contaminado por a realidad y el mundo) para diferenciarse de una forma simultánea en un tempo sin antecedentes.

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5 Para borrar la sombra

Recoge luz del mediodía con su semblante albino, con navaja pelirroja a punto de caer.

La luz cabe en esta ánfora, en un sobre, en un ojal. la luz se derrite con el aire y se congela entre la lumbre.

Las sombras cuentan versos. La tuya es un obstáculo

si buscas el don de trocarlo todo en perlas.

Para borrar un rastro de luz pegado al piso,

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6 Para aniquilar a una mujer

Es preciso escribir sobre su espalda el nombre de un caballo,

concentrarse en el poder del dedo índice, ir por tijeras y dejarla sin cabello.

Será sencillo si raspas la mentira, si tu corazón no tiene aorta,

si un remolino de hielo es la mejor excusa.

Las mujeres se cabalgan, hay que susurrarles,

pero no te fíes de las que juegan ajedrez porque quieren matar primero

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7 Cinco más veinte

Hay un jardín a mis espaldas, estira su follaje húmedo

para que no me reseque la angustia. Hay una fecha como un barranco donde la voluntad se descompone y las ratas muerden los juramentos. Hay una calle sin más luz que la robada por una muerte que gira con mayor rapidez que la rueda de la fortuna,

con mayor vértigo para callarme. Pero hablo desde esta confusión cuyo remedio sigue a mis espaldas, desde este miedo como una mascota que fue un presente de cumpleaños. Veinticinco y aún enciendo todos los focos

y aún creo en los habitantes diminutos de los jardines y todavía trazo corazones en las banquetas

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8 que me irrita, me hace mal

como las buenas nuevas de los adultos, como sus gestos de vampiros,

como su inteligencia

recién plisada por una renuncia.

Veinticinco y he ganado tantas deudas, hacen fila para que les pague sus honorarios. Me pregunto si las dudas tienen deudas, si le dan la espalda a los árboles

o si fracasan por costumbre en ese arte tan complejo

de cerrar todas las puertas con candados. Veinticinco y todas la flores en llamas ya suplican que las salve,

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9 Para descubrir cualquier verdad

Debes toparte con el oráculo indicado,

pero cuando uno va en su búsqueda, se aparta. El porvenir no se talló en platino

ni se puede leer sobre la aurora.

La verdad es una flecha

con rumbo al calcio de los huesos.

La flecha mata por más buenas intenciones que haya criado cada puño.

Si no puedes llenar tu alforja con piedras lisas y pasto muerto; si no puedes descalzarte

en las veredas ardientes del terror, lo verdadero no es un arco para ti. El oráculo de luz

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10 Hay un camino de mármol

de aquí al hogar del hacedor de flechas. Muchos se colgaron en el viaje.

La verdad es un santo

con el desconsuelo bien ceñido en la profundidad de su palabra.

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11 El mundo se llama asfixia

El aire muerde, camaleón inmenso. Gracias a su piel las estaciones vibran, las mañanas cambian de color

para agitar los árboles. Alguna vez vi cómo danzaban las mujeres del ciruelo:

nereidas, soledades felices a colores. Alguna vez respiraba libremente en la casa de tu pecho.

Alguna vez conté la historia bebiendo de la tierra.

Pero el mundo se llama asfixia, lo bautizó el aire.

Recuerda que con la esperanza de las macetas rotas

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12 En lo profundo del follaje

la muerte es una lombriz astuta.

Te digo que el mundo no es un depredador en la cadena alimenticia.

El eco húmedo de esta idea no te toca, el eco de la necesidad de ti

que alimenta el estómago de un sueño y abre la imagen del corredor de la abuela donde el asma monta un triciclo

desde entonces.

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15 En el insomnio duermen puertas bruñidas

Ciertos dolores reverdecen,

regresan con marzo y sus campanas psicóticas. El insomnio es un círculo ardiendo

en el anular conectado a la angustia.

Van a dormir los vivos. Los muertos nos quedamos raspando el cielo hondo

cuando los meses se interponen, avanzan como el fuego,

asimilan vacíos, los devoran.

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16 Camino al oro

La luz no renacía en los pinceles,

se mantuvo expectante en otras manos ocultas. La niebla reveló su complejo

de bala expandida. Bogotá no era un abrazo, pero mataba el eco de los que dicen hola

pensando que no habrán de despedirse.

La luz no lograba revelarse y se puso a caminar sin cédula, sin boina de paramilitar arrepentido, sin la llama oblicua del tal vez.

Yo no advertía el amor como trucha loca

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17 Él no era un otoño bipolar

ni la violencia de mi abrigo; no lo advertía.

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18 Estacionamiento de avestruces

I

Multiplícate.

Ven a cantar un suicidio a lo Janis Japlin.

Vuélvete el ser sin pan ni sombrero, el vaso sucio donde repica la limosna. Corre entre calles fútiles

sin hijos de amor ni odio.

Transfórmate en el cerro de otra infancia porque no pudiste abrir el mundo

para el diablo.

Evoluciona y no te muevas, te crecerá el pico,

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19 y otro será quien dibuje niebla cálida.

Pierde la memoria,

recupera lealtad de prostituta. Vende toda la mentira

y compra misericordias en abonos. Sé veloz,

olvídate del corral,

de ti, de los mandatos y llaves absurdas. Esconde los ojos

debajo de la tierra, cava.

II

Este es un día para el silencio, te lo doy,

cuídate de él porque trae diábolos, puede andar de incógnito,

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20 y lluvia.

Día sin cucharas

para el jarabe curativo, el caldo tranquilizador y cereal de meteoros. Veinticuatro horas

en donde sólo se permite correr y callar,

aguantarse bofetadas –no sabemos

cómo funcionan los puños apretados– .

Te lo doy, insisto,

este día es todo tuyo,

dios nuestro, tirano invisible, idea nuestra tan sucia

de querer ser

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21 No tengo más que darte;

si me matan,

servirán mis plumas. Por ahora

acepta el dolor de la costumbre, este resentimiento

con retoños azulados, estos codos primitivos

donde escurre jarabe, cereal.

En cualquier lugar del mundo este día existe, se alarga

o se acorta según el cuchillo de la luz. Es todos los días,

es la historia del que perdió su sangre y las fronteras.

Lo llevo en caja de dulces con cicuta, pero no es tóxico,

acéptalo,

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22 el cañón de estos rifles.

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24 A semejanza de tu libertad se puebla el cielo.

Son golondrinas.

Les podemos hablar con nuestros ojos. Cuando eran humanas buscaron amapolas revolviéndose en la hiedra.

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25 Algunas espinas se rompen

confirmando lo perdido: infancia con barro verde donde poner los pies, dejar pasar la lluvia y el río limando el tiempo en abril

o bien, espinas eternas de las rosas quemándose despacio

ante el azoro del machete, de su luz abriendo el aire

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26 Desollaban al conejo con hambre.

Penetraban a la burra en lo oscuro; a la esposa, de mañana,

con fastidio.

Luego a espantar aves, cuidar el arroz y golpear, con más gritos,

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27 Este hombre joven que te lleva de la mano

abre el portal de una ciudad lejana donde los eucaliptos llamaban al viento y se mecían dibujando escalofríos. El futuro era gigante en la aventura. Te perseguía y después, como si la noche y el encaje de los deseos se multiplicara,

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28 En la noche jugábamos con besos a que ya no besaríamos.

En la muerte de la noche el polen nos hizo estornudar. Para la vida arrancamos un capullo de septiembre y algo dolió como mentira que el tiempo repite. Nos rodeaba la luz, su brama dulce.

Me le escapaba a la memoria,

al milagro porque hablaron las luciérnagas. Habíamos visto crisantemos en lo alto, el ritmo de la pólvora y las llagas del silencio. Habíamos reído para olvidar una metáfora. Ya era la aurora con su poder de ave, también el día de las constelaciones y el alfabeto de verdad en los poemas. Mis ojos dieron con un mapa de melancolías, por ello recordé la balada del futuro.

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29 No le gusta la sangre

ni el sonido de un revólver. Jamás perdería su tiempo diseñando alas para un gato. Ella se casó con las cuentas de un vestido para locas y todo el mundo

aplaude su cordura. Recoge miel contaminada que a ti y a mí nos debilita.

Tú sabes esconderte en pecados inéditos; comprar maquillajes, reputaciones, meter al horno el orgullo

y luego de una hora

sacar de ahí el cadáver del enemigo. Ella no destroza caracoles

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30 La expulsaste en febrero,

le hiciste ver el aire y se cubrió los ojos. Le hablabas de una flor invisible

y te pidió crayolas.

Nunca te inspiró un conjuro, pero es mi hermana.

En su cabellera

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32 Soplos de enero

I

De los lazos rotos nacían preciosas alas, giros de nubes y después la misma estrella. La luz, incendio de cuando amanece para que Dios se vuelva cinta.

Lo vi jugando con el hilo, con los nudos y con otro Dios que salía de la duda. Aquel lazo esencial no estaba roto.

II

Porque la noche no andaba a la deriva ni los alcatraces del cuadro lloraban. Porque el aire era casi rojo y el corazón una máquina del tiempo, crecieron lagunas en su música.

Así se disgregaba, así cerró la puerta de los años y abrió sólo el instante. Lo miré sacudirse niebla y viento,

ventanales silentes y un trago,

uno más, de oscuridad nutricia. III

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33 apuntando hacia el compás de un amor cintilante, hacia el acorde sordo del ayer, ¿acorde o jeroglífico?

Esta tarde y su espina son arqueólogas, apuestan contra el polvo.

IV

Son demasiadas buganvilias. Se hacen más con el silencio. No sé qué historia ofrendar para ellas ahora mismo.

Son demasiados colores y apareces.

También la tentación de una carta es el aire de las buganvilias.

Dios se está riendo y yo no me hundo como nutria en el aire.

V

La búsqueda culmina aquí, donde eclosionó la cobardía.

Remé contra la noche y llegué a la encrucijada. A una noche sin la noche que transformó en cristal los meses.

Tú querías un relámpago.

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34 en estas córneas.

Siempre duele

Es un hecho, siempre. Todos los días enterramos un poco de compasión, de gratitud,

de valor para volver. Siempre duele, es un hecho,

y no sé qué más decirte

con esta certeza líquida en los ojos, con esta confesión

que sepulto en el blanco de la página como hierro caliente sobre

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35 Oro negro

I

Sigo escuchando la canción de las rosas que se queman

en este umbral del sol donde el recuerdo se va junto a la lluvia

en la hora de la hierba santa, del monte que muere para que nazcan los venados y pueda alguien venir a quemar nuevas espinas.

II

Sigo contando tu pulso dentro de la jaula. Eres un tigre todavía.

III

Vienes a sumergir un ángelus en el patio de los nísperos, a salpicar una memoria oscura con el sudor de la tierra y entonces quieres volver a hablar del cielo.

IV

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36 de los pétalos que hace un año vimos caer en este purgatorio,

en la habitación de las jaulas donde crecen desmedidamente los canarios.

V

Lo que llevabas en el pecho era una campana de oro sucio.

VI

Era tu voz susurrando para los años ciegos,

para los jardines donde sepultar las cosas y las cartas, los viajes con bocas; las bocas con nubes

y ese camino de abrazos, de flores espurias, de canciones robadas que el viento trajo.

VII

Escucha, los árboles y su perfume nocturno. Escucha, el secreto agonizante del eucalipto. Escucha, son las montañas en mi mente.

VIII

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37 IX

Así es, escucho la lluvia que no volverá del mismo barco.

X

Y me quedo con el oído en el corazón de otro poema. Es la hora de la hierba santa,

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38 El prado

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39

De otro jardín

Esa muchacha despierta antes de las ocho para escribir un poema de amor. Lo trae caliente desde el sueño, lo arropa, lo examina.

Pero duda del mensaje y la nube aún con luciérnagas. Duda de la entrega dosificada y el trapecio de su número. Es otra quien mueve los dedos para disparar contra del destino. No yo.

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40

La luna estaba en Cáncer

Para Javier Payeras

El viento era el odio de una rosa apagando el ánimo

de inventar nuevas espinas. Yo te miraba de noche con la nota helada de un lucero que cantará

el peligro de este devenir de letras con tu silencio cuajado de altura como si volar significara

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41 a los amantes

ni a tu amigo lejano

en un bar con su cadena creciendo como un caballo joven,

manchado de lecturas y tu voz y su voz

y mi frontera que no sabe masticar eternidades ni inventar acuarios para que flote,

de nuevo, tu caída.

Nos precipitamos recordando, acercándole más pan azul al niño que vivió para morir con un lápiz roto de tristeza y la punta sofocada, indómita, con un planeta propio

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42 para el inventario de nuestras derrotas.

Yo no pude amar la ruta de las cuatalatas ni dejar de pensar en madrigueras,

mucho menos en la luna con un trampolín en cada cráter donde inventar el salto, la duda, la separación,

la cama con un cielo sombrío, harto de soledades aladas,

de Venus dándole mercurio a la clepsidra y Júpiter casándose con un vaso de ron, con el bestiario del instante

y todos los perros ladrando la cobardía del culo de Alfonso Reyes

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43 también la manecilla coqueta, delirante, nómada,

en la brújula de Dalton

y las huellas de nuestros detectives que se volvieron criminales y seguimos.

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44 Muertos

Esta noche, porque vienen,

el aire es una risa de fuego que da frío. La tierra se deja humedecer por memoriosa, por el maíz blando del perfume

y todo aquello que esta noche crece a la sombra de un latido de sal,

del trago de tequila dándole luz al fotorama. Vienen y el esqueleto danza en el paisaje,

en la bruma que nada sabe del volcán ni de los ríos. Qué viva es la eternidad y la escalera al cielo.

Qué amor por la nave de la noche brilla en su cuerpo de fantasmas. Qué corona de espinas y amuletos que no pueden tocar, ya no. No con su purgatorio ennegreciendo el útero

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45 que es caminar sobre los mares.

No más esta noche con chocolate y canela, con lengua dulce y besos amargos, no más.

La muerte nos creció donde se acaban las pestañas y el barro que fuimos se quiebra en el incesto. Hermanos todos, todos entrampados,

todos persiguiendo la carne del otro que es la nuestra, el sabor a cempasúchil, esa piel de la agonía,

el anís en el pan que nos consume.

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46 Versos para escribir en Jojutla

Para Juan Manuel Roca y Marco Antonio Campos

Sólo vine a dibujar luciérnagas,

a romper una sombra de amarillos desalmados, a descubrir que no retoñan ciertas líneas. La madrugada es este soplo,

esta decoloración de otro latido, recuerdo sin niebla en la ventana rota, en esa lámpara donde el panal resiste. Vine a escuchar los cerros

y la lengua de mi madre en ayuno. Acá la poesía es fuente taciturna. Huele a gitanos en la esquina y no saben que los vi

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47 y contar las rayas del tigre

que a veces cuida el universo, animal de estrellas en la tarde, felino protector de mariposas

aquí, donde la palabra inventa chispas. Vine para ver los patios,

a ser la huérfana,

la que desteje hilos mojados de un capullo. Llegué arrastrando estas visiones

y no se instalan por sí mismas,

son, en conjunto, un púrpura sin nombre, cera de abejas invernales en mi boca.

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48

Carta a Francesa

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49

Paolo ama el espejo

Siete alas no te van a servir entonces, cuando bajes del tornado sin Francesca y necesites golondrinas. Te ahorcarás, por ende, con una pañoleta de cisnes oscuros y te veré, fantasma cojo, persiguiendo la exactitud de mi astrolabio. Viajarás así todas las noches. Resignarás tu sombra. Buscarás un sitio junto a Judas y Jasón. No habrá musa que te rece ni alcohol puro, sólo un gris de hielo, de fosa que vio Dante.

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50

Escampa

Mira el firmamento sin tormenta,

el maíz con su altura poblando el sueño de la hija en un ciclo de cañaveral y aves aterrizando en el amor

con la fuerza invisible del río, del pueblo y su perfume creciendo. Aquí traigo el perdón,

en estas manos que aún no llegan a las nubes, son mariposas eternas. Las orugas reaccionan con el tiempo, empiezan a tejer un viaje largo, de vueltas sedosas y pasiones vagabundas,

pero he acá el perdón con un coro de musas y flores inmortales en los cuadros que fui a buscar para no verlos de nuevo en tus enciclopedias.

Tengo más que darte, pero ahora los ficus nos rebasan.

Pierdes pelo y yo me sumo a la extraña permanencia de nuevas gaviotas. Abro mi corazón migratorio para remodelar el nido

donde el anciano y la mujer de ojos idénticos no encuentran otro silencio para darse.

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y nuestras separaciones futuras.

Contábamos rocas, luego hablabas de un aguacero,

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53 Autorretrato imposible

Flaca para que me quiera. Flaca para que me luzca.

Flaca para que también me lleve el viento y su amor si no engordo,

si soy liviana, talla cero,

a la medida de lo que no existe, de lo que notan como adorno, calavera bonita, perfumada,

de mujer con hambre que la esconde,

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54 Astro Girl

Son las siete con quince y sí me acuerdo de Astro Boy y aunque no sirve para nada, sólo para decirte que me acuerdo, son las siete con dieciocho, Lucy, y debo caer desde mi corazón. Todos los noviembres te los dejo con un caracol en la boca del indígena, una lanza que lamió Atenea,

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55 Del club de las insomnes

Deberíamos tomar ese avión, esa maleta,

ese camino ciego, neblinoso.

Deberíamos decir lo que pensamos: “No me gusta”,

“no quiero”.

Deberíamos comprar

menos zapatos y refrescos de dieta, hacen daño

como los días sin luna y todas las veces

que nos comemos las palabras, la risa, la opinión,

el cereal sin frutas

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56 alejarnos de la prisa,

los gritos y el moretón.

Deberíamos vernos más seguido, decir lo que nos pasa,

que por más semillas que arrojamos,

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57 No conocimos a Bolaño

Para Álvaro No fuimos codo a codo

no llegaste a tiempo no conocí a tu padre

no sé qué hacer con la memoria no me quedé con el guapo ni con el feo ni el más joven no hablamos de Séferis ni de las terrazas pero conocimos a Lucy y a Pedro y a Javier y caminamos achispados

y le quité la puntuación a este poema aprendí que el vuelo de regreso debe ser temprano

que tu mamá tenía razón

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58 El páramo tibio

Esta niebla, Antonio, es preferible al dulce cautiverio de tu casa. No niego que lo extraño, tu pecho, nuestras bocas

y luego esas flores del durazno en la cadena. Sabes que me pusiste el mundo en claro, pero no podía salir a hacerlo mío.

Mejor estas neblinas,

este acoso del aire a campo abierto.

Sólo mis pasos que se hunden en otras arboledas, Tengo un abrigo,

una bufanda del color de tu caricia

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59 Museo del cuerpo

Ella, ahí en la fila, está esperando a que le pongan dos implantes. No pueden poner cerebro ni ganas de vivir a su manera. Ella, ahí en la fila, está buscando el modo de no morir de hambre. Quiere “salir cara”, que no la dejen al lado del camino.

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60 no será devorada por los tigres.

El mundo, si supiera,

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61 Insular

Que no me reproduzco, Que no muerdo el sebo. Rechazo la misma suerte,

el ardor en esa parte, la de todas. Que no me lacera este silencio. Lo que necesito es esta orilla, esta ausencia de amantes

que se van como los barcos llenos, ricos, con el brillo de mis propias gemas. Que no amo, así no.

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62 Un poema no es un listón

Un poema no es una cinta, ni un cable de luz,

ni una cola de rata

con que amarrar el viento.

Hay palabras que nacieron para putas. Otras, nidos glaucos.

Un poema, a lo sumo, le sirve a la piel

en la oscuridad que nos reúne. A nadie lo olvidan

con mayor rapidez o lentitud por escribir dos versos.

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63 decir que los perros que ladraban eran negros,

que la sal puede ser dulce,

que tú llegas a este cuarto en una hora donde te desplazas como profecía. Nada más.

Un poema es un raspón. Día de invierno.

Lluvia que se equivoca de techado. Flecha letal.

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64 Corredor con disfraz

Es sencillo este spleen: tacones, resma de hojas,

y el canto en otro día como todos, miserable, exacto,

puntiagudo,

hiriendo el suelo con su modo de mirar las cosas y que ellas te miren compasivas. Es simple,

les quiero decir, muy fácil:

un corazón adolorido y la certeza de que a nadie le incumbe la llama que te crece. Basta, entonces,

con agarrarse

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66 Poema en taxi

No dormiré ya nunca. Seré el alma de la nieve sin talismán para un aullido.

Si no rompes los hilos de saliva, el traje de mi llanto,

si no se derrite el paisaje de una vez por todas, no dormiré.

Crecerá una cárcel al sur de cada hora sin columna vertebral para la muerte.

Llama,

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67 que tu canto

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68 Poema mientras caminas

Quieta, no. Quieta jamás. Soñarlo fue tener

un péndulo de lava iluminándonos la vida.

Serena, pero como el aire antes del tornado

que cambia, en un segundo, la temperatura.

Llorando porque así crece la vigilia,

el juramento que le hiciste de no cerrar los ojos y mirar todo el horror cuando el deseo doliera.

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69 en los caminos–.

¿Quién apostaría

por un beso de escarcha?, ¿por la gota roja

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71 Poema con marisma

Que no, no será así, tanto y tanto amor no quemará sus naves antes de llegar a tierra. Lo sé, por descontado,

porque la semilla es invencible, hace cantar al lodo,

lo enseña a latir con y sin mesura porque no, nada se pudre. Este oro no estalla sin motivo

y nada hay en el viento que lo apague. Será, entonces,

la rendición del tigre, las armas depuestas por tanto y tanto amor

en un mundo con hidras y langostas, con pasto celestial

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72 y laberintos uniéndonos.

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73 Confesión a las once treinta y ocho

Tengo poco afecto por las cosas.

Prefiero pensar en nada que ir a comprar zapatos. No me importa lo que opinen de mis vestidos viejos ni de esta forma de mirar las nubes

o de temerle a lo invisible cuando me enamoro. No he aprendido a hablar con los ciclones,

a pedir que me aten al mástil en el momento preciso,

antes de las palabras que flotan y asustan al jardín mojado de julio. Tengo poco afecto por la vida como te la mostraron.

Siempre dudo.

Entre una magnolia y la verdad me quedo con la primera porque se marchita, porque es blanca

y no tiene pretensiones de salvarnos. Me gusta la ruina, es profundamente bella,

hay razones en su luz muy triste que me impulsan. Quise ser esto de niña.

(74)

74 Creo, sin embargo, que entenderás este poema.

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75 Por si acaso

Y si vinieran por nosotras, iríamos, como la Woolf,

con nuestros libros en la mente, con nuestro canto por delante.

Y si vinieran por nosotras,

iríamos sabiendo que soñamos lo imposible, que no dejamos de sangrar porque quisimos, que no abandonamos en la calle a ningún justo.

Y si vinieran por nosotras,

iríamos con las manos en la nuca, con el orgullo en alto,

meciéndonos como banderas con los senos libres de culpa.

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76 el caldero,

el agua del rebelde

y el consuelo en la agonía.

Y si vinieran por nosotras, con sus armas largas, sus uniformes del crimen,

sus puños de patriarcas psicópatas, iríamos porque entonces,

si vinieran por nosotras,

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78 Ucronía del ojo

Sucede que sí, es como si se hubiera detenido el agua que rodeó el volcán entrando por la niebla

en la mazmorra que hemos sido. Un día de asueto va soltándonos,

esas visiones son cobras de oro en otro mundo.

La memoria no es el álbum, sino una larga herida negra que nos cruza, un lagarto, tal vez, debajo de los músculos.

Es como si se hubiera vuelto llama lo que encuentra cada ojo:

hay una carretera, hay bosque, silencio que no siguen mariposas, sino esquirlas. También alguien está pariendo sombras,

de algún modo deben poblarse los acuarios

que son esta duda detenida al borde de un círculo de Dante, este saber que renuncia con su acorde a la compasión del búho y a la sangre que coagula en quien olvida.

Es la noción de los pájaros que romperían el huevo para regresar a su delirio, es el rostro sepia de la llaga cuando un ángel vuelve a recargarse en ella.

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79 Mesalina por las tardes

No es que camine como Emily

o esconda el espejo donde se adora Claudio. Trae, definitivamente, un áspid tatuado donde más peligrosa cae la espalda. No es que suceda el mal frío de la noche cuando saca a pasear a sus dos lobos. No es que tenga las entrañas de acero para recibir sin pausa a mil varones.

Resulta que Mesalina bebe sangre de una boa y su cuerpo es velo y mantra y carne

y le come los ojos a la hidra.

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80 Coatlicue responde

Voy en un taxi y te voy hablar del viento. Es camaleón, luego acaricia

cuando hay algo tuyo en la galerna, un soplo que desviste

lo que miro,

las cosas ciertas o irreales: abulia y dolor de los peatones, semáforos eternos cuando llueve. También dos ángeles.

Será que a penas nos sembraron el otoño

o porque tengo frío te converso. Tal vez el viento es madriguera de palabras con hocico,

silencio con pelambre rojo. El taxista también

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81 Sube el vidrio.

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82 El país extraño

Ven, están matando gente afuera.

Haremos de la sangre un recuerdo lejano. Soy tu mujer imaginaria.

La golondrina de mi nuca es lo que resta de las distancias antes de los frutos negados. Te puedo hablar de lo que nunca sucede

con mi chistera en medio del terror y la pólvora. Están matando gente afuera.

Deberías besarme y yo parar los juegos del granizo. ¿Quién va a salvarse de esta ceremonia oscura?, ¿con qué ojos sino los tuyos que alimentan la conversación en Comala?

Sueño que vienes como el poeta que nada quería más allá del adiós buscando

un país extraño y un río sucio.

(83)

83 Mi mano si nos movemos entre cadáveres de niños.

(84)

84 Hay quien saca hombres del lodo

Hay quien abre la tierra buscando el nido verdadero donde dejar salir sus plumas. Hay quien arroja semillas de sensuales jacarandas

con tal de no escribir un epitafio. Hay quien entierra un cuchillo

o su menstruo para ahuyentar la lluvia. Hay quien deja oro sucio y caracoles blancos en un cofre con papeles prohibidos.

Hay quien quema la columna de un pescado y esconde una llave ensangrentada.

Quien sepulta un cáliz.

(85)

85 El gato está muerto

La mujer lo busca

como a un rastro caliente en su añoranza,

una escritura libre

que se trepó en los muros. El gato está bajo tierra.

El hombre le dedicó unas palabras. No olvidará su baile, dice.

Esa fría, yerta coincidencia, los une como si fuera un astro que nació en par mientras el felino danzaba.

Como si morir viniera del amor más grande, de las primeras veces cuando niños

(86)

86 Nocturno de Pretoria

Hay en mi mente una jacaranda eterna en África. Un viajero que cruza el mundo para abrazarse a ella. Hay en esta esquina del insomnio mucho viento. He venido a verme con ese hombre junto al árbol. África resuena en todas partes:

en los cuadernos que cantan estíos broncos, en las noches de caballos blancos como nieve de otra historia para derretir el mundo en azabache. África es una promesa.

(87)

87 Álbum no dicho

Digamos que en el sueño ya no había más guerra. Volvíamos juntos a la infancia. Allá, con los guayabos.

Allí, con los huizaches. Nadie herido.

El viento soltaba las ciruelas. Las mirabas caer igual que música. Me dabas cinco que no quería gastar. Las guardaba para el futuro.

Yo sabía que los cuentos de la abuela, que los jinetes y los ángeles enloquecidos

llegarían cuando estuviéramos muy lejos. Cuando soñara con jardines,

cuando el desierto diera pánico y más melancolía.

Las ciruelas se pudrieron. Se mancharon los vestidos.

(88)

88 Pero alguien se quedó escuchando

(89)

89 Palimpsesto por la calle

Señorita K., hoy pudo ser feliz,

caminaba debajo de un cielo bellísimo. Hubiera pensado en oropéndolas,

en cómo es simple y bella la flor de jacaranda.

Pero hoy, a las seis con cuarenta y nueve minutos de la tarde, hizo una ponzoñosa elección:

fue abandonando los deberes,

cerrando los ojos ante los puños lilas de aquellas nubes. Caminó, caminó junto a la sombra vaga y corta que es.

Caminó y dijo que era buena idea que la historia terminara aquí, junto a las elecciones erradas, los tragos amargos, el filo de cada mes, las letanías, el polisíndeton oxidado

porque sabe cuánto cortan las fronteras

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90 Deuda pagada

Para Pilar ¿Y si la vida fuera el perro que criaste,

pero se escapó a otro lugar que ya no encuentras? ¿Y si anhela seguir a una jauría y luego abandonarla? ¿Y si renuncia a morder otra carne, que no la propia? ¿Y si la vida se queda con el amo?

Dirás que el criadero es al final la muerte: todos los rincones de la camada,

todos los gestos aullándole a la luna, todas las suertes que aprendiste persiguiendo un disco.

¿Así tiene que ser?,

(91)

91 los huesos de ti mismo.

Tienes cuidado de mantenerlos junto al otro, el que ladró como nadie ante el intruso que es la eternidad.

El otro, un vagabundo, un criollo, un adoptado, un recogido que mordía, un perro romántico cuya rabia aún te seduce. ¿Y si la muerte se acabara, como el amor,

(92)

92 Por la Panamericana

Alguien erosiona el monte que tomamos para contemplar palomas

y rostros amarrados con pañuelos. Viajábamos sin pasaporte,

más allá de la máquina Singer que nuestras madres pedalearon sin llevarlas a una esquina de la época. Queríamos cantarnos todos juntos

entre girasoles que cultivaron lo más viejos. Con todo, no éramos originales,

por más niebla que bebimos,

por más cerezas que arrojamos en la nieve, por más palabras hirsutas,

nos parecíamos a los ayer.

(93)

93 Pienso en un toro

En la cortina blanca que volaba con el verano, en la habitación

donde el trapecio era la vida.

Pienso en un parque

donde enterré cuerpos de duendes, en todo ese dolor

de fabula con zorros, uvas y cigarras. En los libros

que aún no llegan, pienso, con el ardor de los otoños imposibles en mis manos y la carpa del circo sin mi madre.

(94)

94 en unas páginas con lumbre

rumbo a las entradas de aquellos laberintos. En cada llave, pienso, de cada puerta,

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