Al detalle.
Retrato del marqués de la Vega‐Inclán, 1910, Joaquín Sorolla.
Arantxa Romero Máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual
Don Benigno de la Vega‐Inclán y Flaquer (1858‐1942), II marqués de la Vega‐Inclán es uno de los personajes más destacados de la España de principios de siglo. Su labor como mecenas, promotor de la cultura española y precursor de los museos especializados le colocan como uno de los primeros defensores contemporáneos del patrimonio español y sin duda entre los más internacionales.
Viajero incansable, recorrió medio mundo fascinado por la cultura y las artes, haciendo amistad tanto con la clase alta extranjera como con los más notorios intelectuales. Tuvo como uno de sus más cercanos amigos a Lord Huntington, fundador de la Hispanic Society of America, con quien compartió muchos de sus viajes, y esta no fue su única amistad, puesto que don Benigno se rodeó de los más ilustres compatriotas de su época, como Gregorio Marañón, Mariano Benlliure, el propio rey Alfonso XIII o Joaquín Sorolla, autor del retrato que aquí analizamos.
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Marqués de Vega-Inclán. Archivo Vega-Inclán. Museo del Romanticismo
De los muchos méritos que el marqués acumuló en su carrera como promotor del patrimonio español cabe destacar la restauración de la sinagoga del Tránsito y del Patio del Yeso en el Alcázar de Sevilla, su labor editorial (centrada en la divulgación turística a través de
publicaciones y folletos) y especialmente la dirección y gestión de tres instituciones que perduran hasta nuestros días: la Casa‐museo del Greco (1911), la Casa de Cervantes en Valladolid (1915) y el Museo del Romanticismo (1924).
A modo de reconocimiento por su inestimable labor, Alfonso XIII y el presidente del Consejo de Ministros José Canalejas (por cuyo partido liberal Vega‐Inclán había sido elegido diputado en la legislatura de 1910) le nombraron primer comisario regio de la Comisaría Regia del Turismo y la Cultura Artística y Popular, en virtud de un Real Decreto de 19 de junio de 1911.
Gaceta de Madrid, nº 171, 20 de noviembre de 1911
Desde esta institución, el marqués de la Vega‐Inclán priorizó la mejora de las infraestructuras y comunicaciones, creó una red de alojamientos rurales y urbanos asequibles, promocionó el rico patrimonio cultural español y ofreció información y asesoramiento que hoy llamaríamos
“turístico”1. Por desgracia, la comisaría nunca tuvo presupuesto suficiente y durante los
1 CABANILLAS GARCÍA, M., Introducción a la comisaría regia de turismo. La figura del marqués del a Vega-Inclán como comisario regio, p. 1.
http://museoromanticismo.mcu.es/web/archivos/documentos/comisaria_regia.pdf
dieciocho meses de funcionamiento incluso el marqués tuvo que responder con su propio patrimonio. A pesar de todo esto, don Benigno creó las Casas Baratas de Sevilla, las hospederías del barrio de Santa Cruz, así como la Red de Paradores Nacionales de Turismo, de entre los que destacan el de Gredos y Mérida, diseñados por su amigo y arquitecto Vicente Traver.
Como ya apuntábamos, uno de sus más importantes logros fue la fundación de la institución donde reside el retrato que tratamos, la Casa‐museo del Greco, hecho que le consagró dentro del panorama artístico. El proyecto surgió en una de las reuniones con su amigo Manuel Bartolomé Cossío: este le leyó parte de un texto sobre el Greco que por entonces preparaba2, donde indicaba, con ciertas dudas, que la residencia del pintor durante su estancia en Toledo se encontraría cerca del paseo del Tránsito, en un solar conocido como del Palacio de Villena.
El marqués quedó inmediatamente fascinado con la idea e imaginó la recreación del ambiente que podía conseguirse con materiales toledanos. Así, iniciando un modo de exponer pionero en España, las obras comenzaron de forma inmediata: adquirió todas las fincas del terreno y junto con el arquitecto Eladio Laredo recreó cámaras, capilla, estudio, galería, terraza y jardín, consagrando con estos ambientes el denominado “estilo español”. El éxito fue inmediato y contó con el asentimiento general, pese a que Cossío concluyó que esa no era exactamente la casa del pintor, sino otra situada a escasos metros pero de la que no quedaba señal alguna. La Casa del Greco apareció en las guías internacionales de viajero, y por todo ello don Benigno quiso agradecer a su amigo su total apoyo a través de una carta del 4 de Diciembre de 1907:
“(…) A usted debo y muy principalmente por usted conocí, emprendí y he realizado la salvación de la Casa del Greco, en Toledo. En el entusiasmo de usted de entonces comunicativo y contagioso por su descubrimiento, fie y con fe ciega sin limitaciones ni distingos, he volcado esta obra algunos años de mi vida y todo lo que sé y todo lo que valgo y todo lo que tengo. Por la fe y confianza que en usted siempre puse y por el alto y levantado espíritu con que me alentó, es hoy una realidad la Casa del Greco. Quién
2 Texto que se convertiría más tarde en su conocidísima monografía, El Greco (1908).
sabe si esta modesta obra precursora será punto de partida ejemplar para sacudir la indiferencia y miseria espiritual por la que hoy se desmorona y yace una gran parte de nuestra riqueza monumental. Ojalá también atraiga muchedumbres que acudan a rendir homenaje al Greco y a la cultura Patria favoreciendo los intereses de la sin par Toledo.
Reciba, pues, con mi admiración y mi entusiasmo y el recuerdo de una vieja amistad y vínculos familiares, un cariñoso abrazo de Benigno Vega.
Al Sr. Manuel B. Cossío.3”
Demostrando su generosidad con el Estado, el marqués donó la Casa en 1907 inaugurándose como museo en 1911, con el objetivo de conservar las obras toledanas del Greco que estaban en mal estado, al tiempo que se constituyó un patronato formado por personalidades de la cultura, el arte y la política: el rey Alfonso XIII, Ramón Mélida, Aureliano de Beruete, Manuel Bartolomé Cossío, Archer Huntington, José Villegas y Joaquín Sorolla, quien realizó un retrato conjunto a modo de conmemoración, el cual quedó sin terminar.
3 TRAVER, V., El marqués de la Vega-Inclán: 1er comisario regio de turismo y cultura artística popular, p. 93.
Patronato del Museo del Greco, Joaquín Sorolla, 1910. Hispanic Society of America
Este es pues uno de los primeros retratos que Sorolla realiza al marqués, quien como afirmábamos fue uno de sus más íntimos amigos. Don Benigno oyó hablar por primera vez del pintor valenciano con motivo de la Exposición Internacional de París de 1900 y gracias a Aureliano de Beruete, miembro del patronato, pudieron conocerse. Desde ese momento hasta la muerte del pintor en 1923, Sorolla y Vega‐Inclán forjaron una amistad demostrada en los varios retratos que el artista le pintó y en la implicación de don Benigno al crear la Casa‐museo Sorolla, siendo también vocal de su patronato.
Foto de Sorolla dedicada al marqués, 1916. Archivo del Museo del Romanticismo
De esta forma, el cuadro que nos ocupa, datado en 1910, forma parte de los numerosos retratos que amigos artistas hicieron al marqués de la Vega‐Inclán. De Sorolla conservamos el anteriormente citado del patronato del Museo del Greco y otros dos de 1916 sin firmar ni terminar pertenecientes (ambos tres) a la Hispanic Society of America, aunque también son dignos de destacar los realizados por William Turnet Dannat (1904) o Mariano Belliure (1930), amigo este último tanto del marqués como del artista y vinculado también a la Hispanic Society.
Retrato del Marqués de la Vega-Inclán, 1910, Joaquín Sorolla. Museo del Greco
Así pues, el retrato del Marqués de la Vega‐Inclán forma parte de la excelente producción que Sorolla realizó como retratista, la cual sin embargo ha quedado ensombrecida a pesar de su extraordinaria dimensión, en favor de su figura como pintor de escenas de playa. Aunque sea uno de sus pilares artísticos más sólidos, incluso él mismo renegó públicamente del retrato por considerarse todavía un género menor.
En términos generales, su producción retratística bebe de la gran tradición española, con base en la escuela valenciana, destacando su admiración por Ribera y especialmente por Velázquez.
A esto hay que sumarle la influencia de las modas del momento, acorde con los deseos del retratado. También es un género que, debido a su rentabilidad, comenzó muy pronto y practicó a lo largo de toda su vida, incluyendo autorretratos, de su familia, amigos y por encargo.
Centrándonos en el retrato del marqués, inmediatamente podemos comprobar la impronta que dejó el medio fotográfico en Sorolla, pues trabajó como iluminador, coloreando fotografías, en el estudio del que será su suegro y protector, el conocido fotógrafo Antonio García Peris. Este oficio proporcionó a los encuadres de sus retratos una importancia inusual, con originales puntos de vista y escenarios espaciales que suponen aportaciones verdaderamente novedosas en la tradición española del retrato de la época4. Por tanto, detectamos aquí el formato apaisado propio del medio fotográfico, apenas usado por los retratistas españoles, y que el pintor reservaba para su círculo de amistades más cercano, entre los que se hallaba sin duda don Benigno.
Por otro lado, aunque el fondo de este retrato no sea de los más ricos de Sorolla, sí que observamos su habitual articulación protagonista del espacio a través de mobiliario, en este caso, de la pared situada tras el marqués, que ayuda a situar su figura en el entorno. Al tiempo vemos que sobre ella hay una inscripción que reza: “A Benigno Vega para su Museo de Toledo.
J. Sorolla y Bastida 1910”, pues efectivamente se trata de un regalodel pintor valenciano a su buen amigo para celebrar el éxito de la Casa‐Museo del Greco.
4 PONS SOROLLA, B., Joaquín Sorolla: vida y obra, p. 81.
Detalle del retrato del Marqués de la Vega-Inclán, 1910, Sorolla
Siguiendo con el análisis, y si atendemos a la composición, no por calidad pero si por tratamiento espacial y formato, el cuadro del marqués nos recuerda a uno de los retratos maestros de Sorolla, el de Benito Pérez Galdós (1894), que precisamente inicia el citado formato apaisado. Así pues, hallamos la misma postura (el primero retratado de busto y el segundo de medio cuerpo pero ambos con el brazo derecho apoyado) y también un único elemento que sitúa a la figura en el espacio (pared y ventana respectivamente).
Retrato de Benito Pérez Galdós, 1894, Sorolla Retrato del Marqués de la Vega-Inclán, 1910, Sorolla
Por último, y respecto a la comparación con otros conocidos retratos del marqués, como los realizados por Mariano Benlliure o William Turner Dannat, es característico que los tres artistas enfaticen en un gesto de perspicacia y curiosidad en su rostro, a través de las cejas ligeramente arqueadas y la boca sutilmente entornada, como si quisieran reflejar la pasión conocedora de don Benigno. Desde luego ambos tres, como sus íntimos amigos, consiguieron materializar ese ímpetu defensor de las artes que hizo del marqués de la Vega‐Inclán uno de los grandes personajes de principios del siglo XX.
Arantxa Romero Máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual
Retrato del Marqués de la Vega-Inclán, 1930, Marian liure. Museo del Romanticismo
Retrato del Marqués de la Vega-Inclán, 1904, William Turner Dannat. Casa de Cervantes o Benl