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La tesis de Manuel Azaña

Autor: Arbeo Sánchez, Pedro (Sociólogo).

Público: Profesores y alumnos. Materia: Sociología e historia de España. Idioma: Español.

Título: La tesis de Manuel Azaña. Resumen

En Madrid, en Junio de 1900 defendió Manuel Azaña su Memoria doctoral, La Responsabilidad de las Multitudes. Francisco Giner de los Ríos y Gumersindo Azcarate, a finales del siglo XIX, hablan de sociología y publican sobre sociología lo que no les convierte en sociólogos, aún cuando forman parte de la historia del pensamiento sociológico español de finales del siglo XIX y principios del XX. Este probable interés de Azaña por la sociología, junto con el desarrollo y la utilización política de las masas por movimientos obreristas de la época, pudo influirle en la elección del tema de su Memoria doctoral.

Palabras clave: Sociología, Psicología social, historia de los movimientos sociales, la Responsabilidad de las multitudes, la masa, historia política y social de España, España, Manuel Azaña.

Recibido 2017-08-11; Aceptado 2017-08-29; Publicado 2017-09-25; Código PD: 087041

I - A PROPÓSITO DE AZAÑA

Manuel Azaña fue un gran español. Su figura y su obra, como en la de tantos otros casos de España y los españoles, han sido zarandeadas por unos y por otros. Finalizada nuestra última guerra civil le vilipendiaron con graves falsedades presentándole como un hombre resentido, maligno y poco capaz (1)

Más tarde, Miguel Maura, refiriéndose a su trato político con Manuel Azaña a lo largo de un mismo período - corto - que divide en tres etapas, nos transmite su visión de haber conocido “tres Azañas diferentes”. Un Azaña, trino, con virtudes y defectos descritos desde la opinión entre objetiva y subjetiva, interesada y desinteresada, y, en definitiva, poco fiable no ya en lo político sino también en lo humano de quien actuó como testigo - en algunos casos como protagonista - de unos hechos y situaciones de final traumático (2).

Este discurso de los “tres Azañas” ocupa durante décadas la posterior reflexión, sobre Manuel Azaña, de intelectuales, entre otros, como Juan Marichal, José Montero o Javier Tusell. Pero, ciertamente, sí ya es objetivo casi inalcanzable, en muchos casos, llegar al meollo del pensamiento profundo y la verdadera motivación en las acciones de un hombre a lo largo de su vida, estudiar y explicar no uno, sino “tres Azañas” –que son muchos Azañas- es harto difícil, por no decir imposible (3).

Pasamos de un simple Azaña-monstruo a un Azaña intrincado, cuya complejidad, eso sí, pudo sin más alimentar a unos y a otros, a amigos y a enemigos. Pero, apenas unos lustros después, dándose por finalizada también la “Transición” para Azaña, queda atrás el personaje trino, y comienza a construirse con grandes dosis de creación literaria el trasunto de un Azaña -uno, grande y libre - que nos hurta nuevamente la auténtica dimensión del hombre que, por encima de cualquier faceta y actividad pública, fue Manuel Azaña. También en él recayó esta triste y bárbara práctica española manipuladora con muchos de sus hombres ilustres y gran parte de su historia, creando y recreando héroes y villanos, conforme sopla el viento o, como neciamente hoy se dice: en la corriente - de aire - de lo políticamente correcto (de lo necio e inculto).

Manuel Azaña, fue un hombre de su tiempo y un digno hijo de la burguesía de raíz doceañista. Su familia, muy bien pertrechada patrimonial y económicamente, le facilitó una elitista educación privada y una vida desahogada de señorito un poco holgazán - incluso un poco crápula - hasta que se le agotó la herencia y para mantenerse optó por ser funcionario y, algo más tarde - siguiendo el camino ortodoxo de los de su clase - intentar entrar en la oligarquía parlamentaria española, presentándose, fallidamente, dos veces a diputado por el partido Reformista; un partido que según él mismo señala puede “aspirar a administrarhonradamente el caciquismo”(4).

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político de tribuna, llama tivamente despreocupado por las cuestiones económicas y sociales de España, y, aún hoy, último jefe electo del Estado como Presidente de la República, cuya elección fue bien urdida por largocaballeristas, comunistas y algunos republicanos y que supuso para Manuel Azaña un “retiro” que él mismo confundió con honores que, por soberbia, creyó merecer, y que le llevó a desinteresarse de la política real aún encontrándose el país en gravísima situación de sectarismo asesino y enfrentamiento civil.

Decía Azaña, que para guardar un secreto en España lo más seguro es escribirlo en un libro y, ciertamente, leyendo las miles de páginas que nos ha legado está clara y sinceramente mostrando sus secretos. Quién era, cómo era y qué pensaba.

La figura y el pensamiento de Azaña no requiere, por tanto, inexcusablemente, de intérpretes ni de lazarillos que, autoproclamándose “biógrafos oficiales” o analistas de lo profundo, expliquen qué fue y no fue, qué dijo o no dijo, pues basta con el Azaña neto que él mismo nos revela.

II- EL DOCTORANDO MANUEL AZAÑA Y SU MEMORIA DE DOCTORADO

Con poco más de veinte años, en Madrid, el 26 de Junio de 1900, defendió Azaña su Memoria doctoral, La Responsabilidad de las Multitudes, obteniendo la calificación de sobresaliente (5).

En el otoño de 1898, Azaña llega a un Madrid anímicamente desecho por el desastre colonial. No obstante para él

Madrid era el comienzo de la vida y de hecho vivió todo lo que pudo ofrecerle ese poblachón mal construido, en el que se esboza una gran capital (6).

La vocación de Manuel Azaña, lo cuenta y escribe él mismo en numerosas ocasiones, no es la abogacía, como tampoco la docencia, pues “la actitud docente y profesoral era contraria a su temperamento, a su gusto y a su capacidad“(7). Pero cursa el doctorado, por el simple hecho de culminar sus estudios universitarios o, lo más probable, porque ese era el

camino ortodoxo, y la elección de su tío y tutor D. Félix Díaz-Gallo.

Alterna las aulas de la Facultad de Derecho, con la “salita de la Universidad maloliente“- la Central, de Madrid - asistiendo como oyente a la clase de Francisco Giner de los Ríos, de quien dice Azaña, que fue “el primero que ejerció sobre mí un influjo saludable y hondo” (8). Y muy probablemente, Giner de los Ríos, en su salita, conversando con sus discípulos – “porque conversaciones eran sus lecciones” – interesó a Azaña en cuestiones de sociología y psicología, con influencias spencerianas y esencias krausistas.

Los krausistas españoles en general, y muy particularmente los encuadrados en la Institución Libre de Enseñanza, se interesaron vivamente por la sociología, una ciencia nueva que, desde la segunda mitad del siglo XIX, se expande por Europa principalmente mediante la obra y teorías de Herbert Spencer (9)

Francisco Giner de los Ríos, como Gumersindo Azcarate, a finales del siglo XIX hablan de sociología y publican sobre sociología, pero como complemento de su actividad y especialidad intelectual filosófica y jurídica, lo que no les convierte en sociólogos, aún cuando, junto con Adolfo Posada y Manuel Sales, indudablemente, forman parte de la historia del pensamiento sociológico español de finales del siglo XIX y principios del XX (10)

Este probable interés de Azaña por la sociología, junto con el desarrollo de los estudios de criminología social en Italia, y la utilización política de las masas por los partidos socialistas y movimientos anarquistas de la época, pudo influirle en la elección del tema de su Memoria doctoral. Y al respecto, Azaña, justifica esta elección del contenido de su Memoria, después de sus vacilaciones e incertidumbres, en dejarse llevar, “de mis aficiones, decidiéndome por el problema que encabeza este discurso”. Aficiones que no debían ser exactamente las más jurídicas (11)

Por otro lado, y antes de proseguir, conviene significar que este trabajo de Manuel Azaña debemos contextualizarlo en la época en que fue escrito, entre los años 1899 – 1900, como igualmente que el fin con que fue redactado era exclusivamente para cumplimiento académico.

En este trabajo, a modo de breve apunte, nos interesamos fundamentalmente del con

tenido sociológico y psicosocial de la Memoria doctoral de Manuel Azaña, no corres pendiéndonos valorar los aspectos jurídicos del mismo.

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III- LA RESPONSABILIDAD DE LAS MULTITUDES

La Memoria - incorporada en sus obras completas, citadas – tiene una extensión de 26 páginas, y está fechada el 3 de abril de 1900 (12). Encabeza el texto, la cita:

Misereor super turbam Marc. VIII

“Siento compasión de esta gente”; la divisa de Jesús, recogida en el Evangelio según San Marcos (8.2), y que puede resumir en este caso la respuesta y visión compasiva que, en general, los miembros de una burguesía enquistada en la oligarquía española del momento –finales del siglo XIX - mostraba con temor ante las ya cada vez más comunes reivindicaciones colectivas para alcanzar las mejoras económicas y sociales que alivien el estado en muchos casos de miseria y desesperación de las clases trabajadoras.

Esta Memoria doctoral interesa fundamentalmente a la ciencia penal, sin dejar de ocuparse de las contribuciones que sobre la cuestión de las multitudes pueden aportar y aportan la sociología, la psicología colectiva y social, y las teorías de la criminología de la época que desarrollan autores, principalmente italianos.

Es un trabajo académico principal y metodológicamente descriptivo; advirtiendo Azaña que no pretende hallar “soluciones nuevas ni plantear el asunto de diverso modo que el que hasta aquí acostumbrado; solo he tratado de exponer algunas ideas sobre asunto tan importante, acompañándolas con el criterio de la escuela positiva que es la que hasta ahora ha dado mayor importancia a estos estudios” (13).

Antes de introducirse en la cuestión vuelve a reiterar –posiblemente para que no lo olvide el tribunal -la advertencia hecha apenas una líneas atrás: “Poco entusiasta de las innovaciones peligrosas […] he partido siempre de doctrinas ya rancias [positivistas orga nicistas], y una vez más me ajustaré a ellas en la sencilla exposición de ideas que sigue” (14)

Para el estudio y conceptualización de multitud, Azaña acude a la psicología colectiva, ciencia naciente y apenas formada, que “tiene por objeto el estudio de las muchedumbres”. Y al respecto señala que históricamente los filósofos apenas se han ocupado de “las agrupaciones de hombres formando colectividades con un fin que cumplir, y que les sirven a la vez de medios para cumplir otros fines”. Y que corresponde a la ciencia “a la que se ha llamado sociología” los primeros trabajos - muy modernos - sobre esta materia. Una nueva ciencia sobre la que Azaña señala que “[…] ni aun acerca de la significación de su nombre y la extensión de su objeto han llegado a ponerse de acuerdo los tratadistas”. Pero, estos estudios sociales en los que se afanan los filósofosfilósofos sociales, llaman tanto Azcarate como Giner de los Ríos - ocupándose de “llenar el vacío que se notaba en este ramo de los conocimientos humanos […], y avanzando por este camino, deslindando los campos de las ciencias”, han dado lugar a “la psicología colectiva, ciencia con un objeto propio y definido y cuyos principios empiezan a aplicarse allí donde no alcanzan los de la sociología” (15).

Señala Azaña, que los agregados de hombres que estudia la psicología colectiva son heterogéneos e inorgánicos, y en las multitudes estos caracteres están claramente presentes, pues las constituyen diversos elementos, tales como “[...] personas de todo sexo, condición y edad, careciendo de una organización que los conduzca a un fin; el azar las forma casi siempre y se disuelven y desaparecen del mismo modo”. (16).

Presentado el marco general de las multitudes, nuestro doctorando acota su interés preferentemente en la multitud delincuente, para determinar su responsabilidad examinando “hasta qué punto conservan su albedrío los individuos que forman la multitud y en su consecuencia si deben o no imputárseles los delitos que cometan” (17).

Manuel Azaña, a continuación comenta, de pasada, la importancia que han tenido los acontecimientos históricos, políticos, sociales y económicos, principalmente después del “derrumbamiento de un mundo secular”, y “¡Tal y tan grande ha sido la revolución operada en las inteligencias¡", que de esas transformaciones y de las organizaciones que traen nuevas ideas y sentimientos, “ha nacido el inmenso poder de las multitudes”; un poder, que, como a continuación afirma, “ no es menester esforzarse en demostrar, con qué pocas dificultades, una vez exaltados los ánimos, llegan al delito cometiendo las atrocidades más horribles y los crímenes más sangrientos que se recuerdan por los hombres” (18)

No menciona ni cita Azaña a Le Bon, - que algunos consideran el padre de la psicología colectiva - ni a su trabajo La Psicología de las masas, publicado en francés en 1895 – la primera edición española es en 1903- pero ciertamente en lo

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Ya nos anticipa la Memoria lo rancio de algunas doctrinas en las que ajusta su estudio, y en este sentido hace ver que los positivistas, “en sus tratados de sociología siguen el famoso principio de Spencer, los caracteres del todo se determinan por los caracteres de las unidades que lo componen” y que, a juicio de Azaña, aplicando esta ley a los

agregados de hombres, presentan a las “colectividades homogéneas y orgánicas, sometidas a leyes semejantes a las que rigen al hombre aislado”. Y en esto, ve nuestro doctorando “el grave vicio en que los positivistas incurren de asemejar en un todo el mundo orgánico al inorgánico…” -principio de la sociología positivista - “…cuando de agregados de hombres se trata falla tantas veces que despierta vehementes sospechas sobre su exactitud “(20).

Abundando en su crítica a los positivistas, ya centrado en la ciencia penal y la criminología, muestra su desacuerdo con las explicaciones que, sobre las multitudes, el libre albedrío, la responsabilidad-irresponsabilidad y el delito, mantienen el criminólogo Enrico Ferri y el filósofo y pedagogo Arístides Gabelli (21).

Para Azaña, por tanto, la muchedumbre es efectivamente lo “heterogéneo e inorgánico por excelencia”, y refuerza su conclusión señalando la opinión de Tarde, que dice que la muchedumbre “es un agregado de elementos heterogéneos, desconocidos los unos de los otros y, sin embargo, no bien una chispa de pasión que brote de cualquiera de ellos, electriza a este montón de individuos, se produce súbitamente una especie de organización, algo así como una generación espontánea “(22).

La muchedumbre lleva dentro de sí misma “hombres honrados con bandidos y alborotadores de la peor especie”, pero para Azaña ni la tendencia imitativa ni en concreto la sugestión - incluso el hipnotismo, y la manifestación aguda de la receptividad,según Sergi - “bastan por sí solos a empujar al hombre hacia el delito”. No todas las multitudes se inclinan siempre al mal, y esa diferencia entre unas de furiosa criminalidad, y otras que demuestran sensatez, la determina el

factor antropológico. Al analizar los elementos componentes de una multitud observamos que los individuos, llevando a ella sus ideas y sus sentimientos, aportan en cierto modo su carácter especial resultado de su aglomeración, y añade Azaña, de seguido, que en este caso “no es absolutamente falsa e inaplicable la ley de Spencer” (23)

Apunta Azaña, que en las revueltas de julio de 1834, “en que Madrid presenció el saqueo e incendio de los conventos de frailes, los que realizaron los actos de barbarie más abominables, llevando hasta el extremo su furor y ensañamiento, fueron los desarrapados hijos del crimen y de la miseria, del alcohol y del vicio, aquellos hombres que encontraban en el asesinato el más [virtuoso] de los placeres”. Y este tipo dehombres, continua Azaña, están mezclados con multitud, “compuesta en la mayoría delamayoría de los casos por hombres que se hallan en una situación intermedia, colocados entre los primeros límites del vicio y una honradez hasta entonces no sometida a pruebas muy duras “(24)

Pero, ya hemos indicado, que para Azaña no todas las multitudes se inclinan siempre al mal, y que aún infringiendo las normas legales no cometen los delitos arriba señalados. Habla de aquellas que, generalmente, están formadas por

individuos trabajadores, y que cuando “alzan la voz es para reclamar algo que casi siempre se les debe en justicia (25). Azaña, desarrolla en la parte final de su Memoria aspectos jurídicos y de acción penal sobre la responsabilidad e irresponsabilidad, la temibilidad y la identidad personal, y las multitudes. Cuestiones sobre las que ya anticipamos dejamos a la opinión de los juristas (26)

No obstante, si cabe señalar que la conclusión jurídica y final de Azaña sobre la responsabilidad de las multitudes, se asienta en la “regla general de que la muchedumbre es siempre responsable, sin que pierdan los que la forman parte alguna de su libertad, y que es un dictado de justicia que se desprende del análisis minucioso de la psicología de la multitud “. Pero, el poder, que obrará con estricta justicia empleando todos los medios legales, debe marcarse unos límites, evitando un castigo “cien veces más terrible que el delito mismo”, y reclama Azaña un “sentimiento de sensatez y prudencia” y no llevar al último extremo el rigor del castigo (27)

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Bibliografía

(1) Azaña, M., y Arrarás, J. Memorias íntimas de Azaña. Ediciones españolas. Madrid, 1939. La edición manipulada, y notas sectarias, son de Joaquín Arrarás. Estas “memorias” de Azaña, son elaboradas a partir de documentos particulares robados en los años de la guerra.

(2) Maura Gamazo, M. Así cayó Alfonso XIII. De una dictadura a otra. Imprenta Mañez. Zaragoza, 1962

(3)Marichal, J. La vocación de Manuel Azaña. Alianza editorial. Madrid, 1982; Montero, J. El drama en la verdad de Manuel Azaña. Edit. Universidad de Sevilla. Sevilla, 1979; Tusell, J. “Los tres Azañas”, Historia 16 número 57, p. 115. Madrid, 1981. (4) Azaña, M. Obras Completas. (4 Tomos). Ediciones Giner. Madrid, 1990. p. 866. Tomo III

(5) Marichal, J. “Prefacio general”, en Obras completas de Manuel Azaña. Ob. cit. p. XXXIII. Tomo I (6) Azaña, M. (Obras completas). Ob. cit. p. 805. Tomo I

(7) Marichal, J. “Prefacio general”, en Obras completas de Manuel Azaña. Ob. cit. p. XXXII. Tomo I (8) Azaña, M. (Obras completas). Ob. cit. pp. 815-816. Tomo III

(9)Díaz, E. La Filosofía social del krausismo español. Editorial Debate. Madrid, 1989. Sobre la trayectoria y formulación general del Krausismo en España, es indispensable, ver: López Morillas, J. El Krausismo Español. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 1980.

(10)Saavedra, L. El pensamiento sociológico español. Taurus. Madrid, 1991 (11)Azaña, M. (Obras completas). Ob. cit. p. 615. Tomo III

(12)Azaña, M. (Obras completas). Ob. cit. pp. 613-646. Tomo III (13)Ídem. p. 615. Tomo III

(14)Azaña, M. (Obras completas). p. 616. Tomo III

(15)Ídem. p. 616. Tomo III. No vamos a entrar en el viejo debate de psicología colectiva y / o psicología social. Solo señalaremos que para Manuel Azaña, la psicología colectiva es una ciencia hija del progreso de los estudios sociológicos. (16)Idem. Ob. cit. p. 616. Tomo III

(17)Idem. Ob. cit. p. 617. Tomo III

(18)Azaña, M. (Obras completas) Ob. cit. p. 617. Tomo III

(19)Le Bon, G. La psicología de las masas. Ediciones Morata. Madrid, 2005. Scipio Sighele, criminalista italiano, autor de La folla delinquente (1891). La primera edición española de esta obra se publica con el título, La muchedumbre delincuente. Ensayo de psicología colectiva .Edit. La España Moderna. Madrid, 1892. Esta edición es a cargo de Pedro Dorado Montero, penalista y criminólogo, vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. Respecto a la paternidad de Le Bon de algunos principios expuestos en su Psicología de las Masas, son bastantes los autores que señalan su “inspiración” en Sighele, y otros. Freud, así lo expresa, ver: Freud, S. Psicología de las masas: más allá del principio del placer; el porvenir de una ilusión. Alianza editorial, 1984. pp. 20-21

(20)Azaña, M. (Obras completas). Ob. cit. pp. 618-619. Tomo III

(21)Azaña, M. (Obras completas)Ob. Cit. pp. 619-623. Tomo III. Enrico ferri, criminólogo y sociólogo italiano, autor de Sociología Criminal (1884)

(22)Idem. Ob. cit. p. 624. Tomo III. Conviene señalar, que la Memoria doctoral de Azaña, al menos en el texto inserto en sus obras completas, y que utilizamos, no hay ni notas ni citas bibliográficas. La mayor parte de la bibliografía de Gabriel Tarde, publicada a finales del siglo XIX, no tiene edición española hasta el siglo siguiente. No obstante, y aun cuando nos consta el conocimiento de la lengua francesa por parte de Azaña, en el tiempo de su doctorado, sí hay edición española de las siguientes obras de: Tarde, G. Estudios penales y Sociales. . Edit. La España moderna. Madrid, 1890; “Criminalidad comparada”. Adolfo Posado (ed.). La España moderna. Madrid, 1893.

(23)Azaña, M. (Obras completas). Ob. cit. pp. 625-630. Tomo III. Giuseppe Sergi, antropólogo italiano. (24)Azaña, M. (Obras completas). Ob. cit. pp. 630-631. Tomo III

(25)Idem. pp. 631-634. Tomo III (26)Idem. pp. 635-639. Tomo III (27)Idem. pp. 640-641. Tomo III.

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