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La Guerra de Cataluña (1640-1652): algo más que un conflicto territorial.

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La Guerra de Cataluña (1640-1652): algo

más que un conflicto territorial.

Autor:

Guillermo Landa Sánchez

Director:

José Ignacio Gómez Zorraquino

Grado en Historia

Facultad de Filosofía y Letras 2019

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1 1. RESUMEN INICIAL:

En este Trabajo Fin de Grado pretendo contextualizar y analizar la Guerra dels Segadors o Guerra de Cataluña de 1640, enmarcada en un contexto político de pugna entre el absolutismo y el pactismo. Se repasarán los hechos que acabaron llevando al Principado a jurar lealtad al rey de Francia. Se analizará la situación de Cataluña durante este periodo bajo dominación francesa, y finalmente, se profundizará en las consecuencias que el conflicto tuvo para el Principado y su tradicional política pactista.

PALABRAS CLAVE: absolutismo, Cataluña, Conde-duque de Olivares, Felipe IV, Guerra de Cataluña, Guerra dels Segadors, pactismo, Paz de los Pirineos, Rebelión de los catalanes, siglo XVII, Unión de Armas.

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2 Índice

1. Introducción………...3

2. Desarrollo analítico………....5

2.1. Política estatal:………..…...5

2.1.1. Aumento del absolutismo………..…...5

2.1.2. El pactismo en Cataluña………..…....6

2.1.3. Guerras de los Treinta Años y de los Países Bajos……….…9

2.1.4. Validos: surgimiento y funciones……….………….10

2.2. El Conde-Duque de Olivares………12

2.2.1. La idea de centralización………...12

2.2.2. El proyecto de la Unión de Armas………...15

2.3. El conflicto en Cataluña………17

2.3.1. Las Cortes de 1626 y de 1632……….17

2.3.2 Guerra con Francia y los conflictos con el rey Felipe IV y su ejército……….……….18

2.3.3. El alzamiento rural………..21

2.3.4. Corpus de Sang y subordinación a Francia……….24

2.3.5. Los conflictos con Francia………..30

2.3.6. Hacia la batalla final………...………31

3.3.7. El papel de don Juan de Austria………..32

3.3.8. La postura diplomática de Aragón………..36

2.4. Consecuencias………...37

2.4.1. Tratado de los Pirineos………37

3. Conclusiones………39

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3 1. Introducción.

El objetivo planteado en este trabajo es realizar un repaso de los acontecimientos políticos sucedidos durante la Guerra dels Segadors o Rebelión de los catalanes (1640-1652), y a su vez, de los hechos políticos que llevaron a ella y las consecuencias más directas sobre el territorio.

Son unos hechos históricos con sentido nacionalista, y como desarrollaré a continuación, con interpretaciones partidistas y sensacionalistas. La intención en este trabajo es usar una corriente bibliográfica intermedia, entre lo que se denomina la visión catalanista y la españolista.

La contextualización del trabajo es el proceso de crecimiento del absolutismo, que durante la época moderna se fue produciendo en Europa. En España, este cambio político encontrará la oposición de la tradición pactista de los territorios de la Corona de Aragón. Esta tensión entre el pactismo y el absolutismo fue el detonante del conflicto, que culminó con el triunfo parcial del poder central. La victoria total del absolutismo llegó medio siglo más tarde, tras la Guerra de Sucesión, con la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, que puso fin a los derechos que las constituciones otorgaban a los distintos territorios.

Para realizar el análisis se tomará como punto de partida las guerras en las que la Monarquía hispánica se vio inmersa a lo largo del siglo XVII. El contexto bélico de estas prolongadas guerras llevó a que la idea, que ya existía previamente, de lograr la equitativa contribución por parte de los distintos territorios, ganara más fuerza en este periodo de necesidades económicas. A ello se suma la figura del Conde-duque de Olivares, dispuesto a hacer realidad la unificación legal y fiscal, como única opción para mantener el poder de la Monarquía hispánica.

A lo largo del trabajo se realizará un recorrido por los sucesos políticos ocurridos durante la Guerra dels Segadors, encuadrándolos en el conflicto existente entre España y Francia, así como en los intentos de desestabilización interna por parte de ambos. Todo esto, con los objetivos siguientes: observar cuáles fueron las causas que llevaron al Principado a jurar como soberano al monarca francés; los cambios políticos que implicó; y las consecuencias que tuvo el final de la guerra para el pactismo en Cataluña y sus instituciones, tras los pactos de los Pirineos y la capitulación de la ciudad de Barcelona. Antes de iniciar el análisis quiero exponer un repaso referente a los diversos trabajos realizados sobre la Guerra dels Segadors.

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La Rebelión de los catalanes ha sido ampliamente tratada por la historiografía. Al ser un tema con marcado carácter nacionalista, han surgido corrientes históricas con interpretaciones de ambos bandos. Muestra de ello son las distintas lecturas que se realizan sobre los motivos que acabaron desencadenado tales acontecimientos. El sector catalanista destaca el evento como un símbolo de la lucha de Cataluña frente al intento unificador de Madrid, considerando estos autores que el Conde-duque de Olivares fue el causante de la guerra con la finalidad de lograr llevar a cabo su ideario político absolutista. Por otro lado, el sector españolista, interpreta la Guerra dels Segadors como una rebelión separatista. Estas diferencias se evidencian, de igual manera, en que mientras un bando dilapida la figura de Olivares, para el otro sector, el villano de la historia fue Pau Claris.1 La politización de los hechos puede haber conducido a interpretaciones y conclusiones partidistas, como he citado previamente. Esto, a la vez, tiene como lado positivo que se hayan realizado gran cantidad de investigaciones y generado numerosos debates en torno a la cuestión, los cuales en mayor o menor medida han ido poniendo luz a los sucesos. El objetivo de este trabajo es realizar el estudio con las fuentes bibliográficas que se encuentren en un punto intermedio, buscando el máximo rigor histórico, entiendo esto, como las alejadas del partidismo.

Entre las obras más significativas sobre la Guerra dels Segadors se encuentran La acción de Francia en Cataluña en la pugna por la hegemonía de Europa (1956), de Josep Sanabre, y La rebelión de los catalanes (1963), de J. H. Elliott. El trabajo de Sanabre es un repaso minucioso por todos los hechos que se produjeron durante el conflicto. Mientras que, el estudio de Elliott plantea un análisis detallado de los factores más determinantes que llevaron a la guerra.

Además, se han publicado numerosas obras de síntesis de los acontecimientos, como La Historia de Cataluña. Siglos XVI-XVII de García Cárcel, que dedica unos capítulos de la obra a esta cuestión, o La Guerra dels Segadors de Eva Serra, donde se realiza una narración de los hechos, con una introducción sobre el contexto económico y demográfico en el que sucedió la rebelión.

A todos ellos hay que sumar las monografías que se van escribiendo acerca de los personajes más relevantes del conflicto, como la obra Pau Claris, La revolta catalana, de Ricardo García Cárcel, o el libro El Conde-duque de Olivares, de Elliott.

Entre los numerosos estudios temáticos publicados destacaré el estudio ideológico de Simon Tarrés, Els Orígens ideològics de la revolució catalana de 1640, o el trabajo

1 Simon Tarrés, A. “la revuelta catalana de 1640. Una interpretación”, en VV.AA. 1640: la monarquía

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acerca de los exiliados filipistas durante el conflicto, de Vidal Pla en Guerra dels Segadors i crisis social, els exiliats filipistes (1640-1652).

Existe también una interesante bibliografía acerca del contexto político en el que se enmarca el conflicto, destacando El Pactisme a Catalunya: una praxi política en la historia del país de Jaume Sobrequés o los diversos estudios realizados por Gil Pujol sobre el absolutismo en este periodo.

2. Desarrollo analítico. 2.1. Política estatal.

Como ya he avanzado, antes de adentrarme en el relato de los acontecimientos de la Guerra dels Segadors analizaré el marco político donde se inserta el conflicto catalán y el papel del Conde-duque de Olivares.

2.1.1 El Aumento absolutismo.

En definición de Jean Bodin, el poder absoluto es “en primer lugar, poder sin límite alguno (salvo la ley divina y el derecho natural) y, en segundo lugar, como soberanía legislativa indivisible ostentada en exclusiva y con carácter ordinario por el monarca”.2 Por lo tanto, la figura del monarca quedaba al margen de las leyes humanas y de los parlamentos, se convertía en un juez y legislador supremo. Sánchez Marcos describe la transformación del monarca como una figura que pasa de ser “el primus inter pares” de los otros nobles, para encumbrarse y pasar a encarnar, lentamente, una realidad superior, más amplia y abstracta, el Estado.”3

Es en los siglos XVI-XVII cuando, a nivel europeo, se percibe un crecimiento del absolutismo. Las Monarquías buscaban, cada vez más, lograr un fortalecimiento de sus dinastías y una mayor reputación. La capital se irá erigiendo como el centro de poder, desde el cual se dirigen el resto de territorios. Como muestra del absolutismo observamos un poder central que buscará lograr una unidad política y religiosa en sus dominios. Dos claros ejemplos de este intento de la Corte por lograr imponerse sobre las instituciones representativas tradicionales son: Richelieu en Languedoc y La Rochelle, y su homólogo Olivares en Cataluña. Ambas Monarquías mostraron también intentos de uniformización religiosa: contra los moriscos en España y contra los hugonotes en Francia.4 En general, no fue un proceso sencillo, pero lo cierto es que desde el siglo XVI la tendencia de los distintos estados modernos fue la de ir creando un sistema burocrático, militar y fiscal que permitiera establecer mayor control sobre los individuos y los distintos territorios.

2 Gil Pujol, X. Las claves del absolutismo y el parlamentarismo: 1603-1715, Barcelona, Planeta, 1991

p.13

3 VV.AA. Manual de historia moderna, Barcelona, Ariel, 2000 p.402 4 Ibidem.

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El pretexto y ambiente principal para lograr imponer este sistema centralizado fueron las situaciones de guerra, y la necesidad económica que estas generaban. Pero no fue el único. Así, en Inglaterra el aparato gubernamental se extiendió a través de la religión reformista. Pero volviendo a la expansión absolutista en tiempos de guerra, en el siglo XVII hubo un conflicto por excelencia: la Guerra de los Treinta Años. Este enfrentamiento es importante por los siguientes aspectos: su prolongación en el tiempo y la cantidad de países que abarcó. La guerra provocó la necesidad de la Monarquía de obtener recursos de todos los territorios para poder sufragarla. Además, también fue necesario obtener la fidelidad de las regiones fronterizas. Los conflictos bélicos acababan alterando la vida política y social del país, y no solo en aspectos como la fiscalidad y la carga de esta sobre los habitantes, sino que se produjo una militarización de los valores sociales. Es cierto que no en todos los países fue igual el grado de dificultad para lograr esta centralización. Aquellos en que el poder del gobierno era mayor, como Francia o Inglaterra, el Estado pudo actuar más directamente, a diferencia de los territorios en los que no lo era tanto, como en el Imperio.5 Como era de esperar, las asambleas de representantes mostraron en muchas ocasiones rechazo a dichos cambios, por considerar que ellos eran los garantes de las constituciones y tradiciones. Pero Gil Pujol indica que en muchos de estos casos, en los que la autoridad central iba penetrando su poder en las provincias, lo era por petición propia de las autoridades locales, las cuales recurrían a la Monarquía como poder arbitrario. Además, determina que en este crecimiento del absolutismo se produce una paradoja, por una parte es cierto que se fue desarrollando un crecimiento y concentración del poder en un núcleo central, pero a su vez, también creció la dependencia de esta autoridad central respecto a los poderes locales.6

2.1.2. El Pactismo en Cataluña.

En Cataluña, el sistema político tradicional que presentó resistencia frente a estos deseos absolutistas de la Monarquía fue el denominado pactismo.

El término pactismo, como referencia a la organización política de la Corona de Aragón, fue acuñado por Jaume Vicens Vives, en torno al 1950.7 Luis Legaz considera que el pactismo afecta a toda organización social, pero en concreto a la política, con dos ejes: la relación gobernante-súbdito y la precisa concepción de la ley.8 El pactismo por tanto es:

5 Gil Pujol, X. Tiempo de política: perspectivas historiográficas sobre la Europa moderna, Barcelona,

Publicacions i Edicions Universitat de Barcelona, 2006. pp.119-121

6 Gil Pujol, X. Tiempo de política: perspectivas… op. cit. pp.22-29

7 Baydal Sala, V. “Los orígenes historiográficos del concepto de “Pactismo”, en Historia y Política núm.

34, Madrid, 2015. [Consultado en: https://recyt.fecyt.es/index.php/Hyp/article/viewFile/29737/29811. Fecha: 2/06/2019] p.269

8 Legaz y Lacambra, L. “Filosofía del pactismo”, en VV.AA. El pactismo en la historia de España:

simposio celebrado los días 24, 25 y 26 de abril de 1978 en el instituto de España, Madrid, Instituto de España, 1980 p.29

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la práctica política que regula las relaciones entre la Monarquía y la clase dirigente local de un territorio mediante las leyes. Por lo que, en un momento dado, se puede convertir en un arma de defensa legal por parte de las élites locales frente a los intentos de la Monarquía por aumentar su poder sobre el territorio.

Según Jaume Sobrequés el pactismo en Cataluña fue una “concepció política, jurídica i doctrinal que regulà les relacions entre els habitants del Principat de Catalunya”.9 Para Sobrequés el pactismo estaba tan asentado en la sociedad catalana que no era únicamente el marco teórico sobre el que se basaban las relaciones entre el monarca y los súbditos del Principado, sino que la sociedad catalana lo aplicaba a todas sus relaciones sociales, no solo las políticas. Esta forma política del pactismo en Cataluña es explicada por Victor Ferro como que las cosas eran licitas o prohibidas, hechas de una forma o de otra, no por la coherencia teórica sino porque, en algún momento, se habían acordado de esa forma entre la potestad suprema y un individuo, una corporación, estamento o toda la comunidad política.10

Para entender la importancia del pactismo hay que observar su recorrido en el tiempo, y la relevancia que tiene en la historia de Cataluña. Vicens Vives considera que el pactismo catalán tiene una herencia medieval, del feudalismo que juntaba personas con personas, y no personas con la tierra. Además, el mismo Vives apunta a que fueron las necesidades económicas de la Corona, sobre todo durante la expansión por el mediterráneo, las que consolidaron el sistema pactista, debido a la necesidad del rey del apoyo militar de la nobleza por una parte y del económico y marítimo de la alta burguesía .11

Más concretamente, el pactismo parlamentario tuvo su irrupción en Cataluña en 1283, momento en el que, el monarca Pedro el Grande, ante los problemas externos que se generaron durante su reinado, tuvo que realizar una serie de concesiones a sus súbditos, para lograr hacer frente a los enemigos exteriores. En esta reunión celebrada en Barcelona, a la que asistieron los tres brazos (real, eclesiástico y militares), el monarca aceptó minimizar su poder sobre Cataluña. Estas concesiones fueron reafirmadas por su hijo Alfonso en 1289, lo que dotó de cierto sentido tradicional e inviolable a las Constituciones y privilegios concedidos en 1283.

En esa primera Constitución de 1283, el rey aceptaba que desde ese momento no podría hacerse ninguna otra Constitución sin la aprobación de los tres brazos de las Cortes, por

9 Sobrequés i Callicó, J. El Pactisme a Catalunya: una praxi política en la historia del país, Barcelona,

Edicions 62, 1982. p.7

10 Simon Tarrés, A. Els Orígens ideològics de la revolució catalana de 1640, Barcelona, Publicacions de

l’Abadia de Montserrat, 1999 p.46

11Vallet de Goytisolo, J. “Valor jurídico de las leyes paccionadas en el Principado de Cataluña“, en

VV.AA. El pactismo en la historia de España: simposio celebrado los días 24, 25 y 26 de abril de 1978 en el instituto de España, Madrid, Instituto de España, 1980 p.80

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lo que el rey perdía su poder legislativo. En adelante, como consecuencia de la Constitución, el monarca no podría legislar sin las Cortes, ni realizar pragmáticas que fuesen en contra de lo establecido en la Constitución.

Con la llegada de los Trastámara, tras la muerte sin sucesión de Martín el Humano, las tensiones entre la nobleza y la Monarquía fueron en aumento por las discrepancias que generó el pactismo. Posteriormente, en 1421, se celebraron las Cortes en Barcelona, marcando un momento determinante en el pactismo catalán. En ellas se aprobó que la Constitución y los Usatges de Barcelona estaban por encima de cualquier otro texto jurídico como fuente legal, y concediendo a la Diputación General la ardua tarea de controlar el poder del rey y sus oficiales, sin permitirles sobrepasar sus capacidades. Un primer enfrentamiento militar a causa del pactismo se produciría durante el reinado de Juan II entre 1462 y 1472. Se acusaba al rey de incumplir las “leyes de la tierra”.12

Jaume Sobrequés define el conflicto como “la oposición entre el ideario absolutista de Juan II y la mentalidad pactista radical de una buena parte de los grupos dirigentes de la sociedad catalana”.13 Dentro del grupo denominado “los pactistas” encontramos distintas

tendencias, unas más radicales y otras más moderadas, que se fueron poco a poco mostrando favorables a la dinastía Trastámara. No es acertado considerar que los enemigos de Juan II fueran los constitucionalistas y que sus aliados fueran los defensores del autoritarismo, dado que ambos consideraban que estaban defendiendo la correcta implementación de la Constitución. El conflicto terminó en 1472 con la conocida como Paz de Pedralbes. Paz calificada como un “autèntic monument jurídic del pactisme catatà” por Jaume Sobrequés,14 en la cual Juan II declaraba que no había habido ni vencedores ni vencidos, pero si se ponían fin a las capitulaciones de Vilafranca, las cuales se había acusado de incumplir a Juan II.

Con el reinado de Fernando el Católico se logró un régimen, calificado por Vicens Vives de “Monarquía preeminencial”, en el cual se establece un equilibrio entre las prerrogativas reales y el pactismo catalán.

Finalmente, en los siglos XVI y XVII, se fue produciendo un traspaso del poder. Las Cortes que habían sido el centro del poder pactista durante la baja Edad Media fueron cediendo su responsabilidad en la Diputación General y en los consejeros de Barcelona. En ese mismo periodo observamos cómo la tensión entre la Monarquía y las élites locales fue aumentando, hasta acabar estallando en la Guerra dels Segadors. Los dos primeros

12 Sobrequés Callico, J. “La práctica política del pactismo en Cataluña”, en VV.AA. El pactismo en la

historia de España: simposio celebrado los días 24, 25 y 26 de abril de 1978 en el instituto de España,

Madrid, Instituto de España, 1980 p.70

13 Sobrequés i Callicó, J. El Pactisme… op. cit. p.43 14 Sobrequés i Callicó, J. El Pactisme… op. cit. p. 44

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reinados de los Austrias, los de Carlos I y Felipe II, se caracterizan por un cierto equilibrio pactista, pero con Felipe III ya se deja latente que existió cierta ruptura entre los dos poderes. Es significativo que este monarca solo convocara Cortes en una ocasión (1599). Y será con Felipe IV cuando se acabe produciendo el conflicto militar.

2.1.3. La Guerra de los Treinta Años y en los Países Bajos.

Es necesario realizar un análisis sobre las guerras en las que estaba inmersa la Monarquía hispánica. Con ello se puede entender de dónde proceden las necesidades que tenía Olivares para aprobar la Unión de Armas, una cuestión que posteriormente trataremos. La Guerra de los Treinta Años es un conflicto armado que se inició en la región de Bohemia. Los checos se mostraban descontentos ante las políticas religiosas de Matías, de la familia de los Austria, y a causa de ello se inició una rebelión que se fue extendiendo a otros territorios. Con la muerte de Matías en 1619, fue elegido emperador su primo Fernando, pero los rebeldes eligieron como rey de Bohemia a Federico, de religión calvinista. Como apunta Eduard Escartín, lo que comenzó siendo un problema religioso en Bohemia se convirtió en una cuestión política que afectó a toda Europa y se mezcló con conflictos paralelos a él.15

En España existió la discusión de si se debía intervenir en el conflicto, ya que se acercaba el fin de la Tregua de los Doce Años que abría nuevos frentes bélicos a España. También fue motivo de debate si dicha Tregua debía ser renovada o no. Por una parte, se consideraba que era necesaria la guerra para así reestablecer el prestigio de la Monarquía y, además, por necesidad geoestratégica de cara al comercio. Por otro lado, se consideraba necesaria la renovación de la Tregua, debido a las necesidades económicas de la Corona. La resolución final del debate determinó que la Tregua solo se podría renovar si esta era revisada con unas condiciones favorables a España. Holanda por su parte, si mostraba interés por reiniciar la guerra.

Uno de los factores que nos interesa de estas guerras es el elevado coste que supuso para las arcas de la Monarquía. Se calcula que solo en 1622 la Monarquía hispánica se había gastado en Flandes 3.700.000 ducados.16 La larga duración de la guerra, y por tanto, el desgaste económico, provocó la necesidad de buscar el compromiso de todos los reinos de la Monarquía para mantener el nivel de gasto necesario para hacer frente a la guerra, es lo que se conocerá como la Unión de Armas.17

La guerra directa entre España y Francia, a partir de 1635, supuso pasar el frente de batalla de Alemania a las fronteras de los Pirineos y Países Bajos. Pero es cierto que ya desde

15 VV.AA. Manual de… op. cit. p.388

16 VV.AA. La España moderna: Siglos XVI-XVII Vol.3, Madrid, Historia 16, 1997 p.709

17 Rivero Rodríguez, M. El Conde-duque de Olivares: la búsqueda de la privanza perfecta. Madrid,

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mediados de la década de los años 20 ambos países se enfrentaban indirectamente, apoyando a los enemigos del rival, aunque sin declaración formal de guerra. En los años 40 la guerra fue llegando a su fin, con la derrota prácticamente general de la Monarquía hispánica y el Imperio.

Una parte de los conflictos generados con la Guerra de los Treinta Años culminaron con la Paz de Westfalia (1648). En el caso de Cataluña, se tuvo que esperar hasta 1659, con la Paz de los Pirineos. De los pactos surgidos a raíz de los conflictos de la Guerra de los Treinta Años y sus sucedáneos nació un nuevo orden europeo, basado en la aceptación de las particularidades de cada estado y en un equilibrio de poder entre todos ellos.18

Ante la cuestión de por qué la Monarquía hispánica se vio involucrada en distintos conflictos bélicos durante tan largo periodo de tiempo, con el desgaste que ello suponía, la respuesta planteada por Simón Tarrés es que la Corona se limitaba a defenderse de las constantes presiones que el resto de potencias ejercían sobre ella, y no que existiera un interés por lograr nuevos territorios en Europa. Si bien, había entre la élite gobernante hispánica la idea de que la única opción para mantener la integridad del Imperio era a través de una guerra preventiva.19

2.1.4. Validos: surgimiento y funciones.

Antes de entrar a analizar la figura del Conde-duque de Olivares, realizaré un repaso por el cargo de valido, para entender cuál era la posición que ocupaba el Conde-duque en el Gobierno de la Monarquía.

La figura del valido, encarnada en el Conde-duque de Olivares en el contexto previo a la rebelión de 1640 y durante los primeros años de esta, nació durante el reinado de Felipe III (1598-1621), asumiendo algunas de las funciones que tenían los secretarios de Estado. Ambos oficios co-existen, pero el de secretario de Estado quedó oscurecido y relegado al rango de los oficiales importantes. En cambio, la figura del valido se encuentra más cercana a las funciones del rey que a las funciones clásicas de un secretario.20 Muestra de ello es el poder de decisión que llegaron a tener los validos, algo que ningún secretario tuvo.

El cargo de valido suponía una amistad con el monarca. Tal relación solo se podía fraguar en la corte, conviviendo con príncipes y reyes. Por tanto, eran únicamente los eclesiásticos o los nobles los que podían tener esta capacidad. Esto provocó que las familias de la alta nobleza aceptaran la existencia del cargo del valido, viéndolo como un modo pacífico de

18 VV.AA. Manual de… op. cit 395

19 VV.AA. La España moderna… op. cit. p.706

20 Tomás y Valiente, F. Los validos en la monarquía española del siglo XVII: Estudio institucional,

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asaltar el poder político administrativo.21Igualmente había otras familias que estaban

interesadas en mostrar su apoyo a uno u otro candidato porque esto les podía reportar un virreinato o un alto cargo en palacio.22 Estos intereses familiares llevaron también a disputas entre los distintos linajes por lograr que el puesto recayese sobre un miembro de su familia.

Sobre la figura de los validos caerá el peso de las críticas al gobierno, debido a la mitificación de la figura del rey, al cual estaba censurado criticar. Este cargo cercano al poder real sí podía recibir críticas y ser el culpable de todas las malas acciones del gobierno. Si el gobierno acertaba en sus acciones, el mérito era del monarca, por su buena elección, en cambio, si el gobierno cometía muchos errores, el rey podía escudarse con una sustitución del valido.23

La aparición de estas figuras en Europa, no solo en España, es un indicativo más, según apunta Gil Pujol, de hasta qué punto se estaba burocratizando la sociedad del momento.24

Las funciones concretas del cargo de valido son difíciles de estudiar dado que no tenían unos objetivos y poderes delimitados, ya que conforme fueron sucediéndose tuvieron distintas funciones y diferentes formas de ejercer su poder.

En la figura del Conde-duque de Olivares observamos unas pretensiones de mandar y gobernar que las obtuvo a lo largo de su valimiento. Rivero Rodríguez lo califica como “dueño de todo”.25 Accedió al cargo en un momento en el cual el propio Felipe IV admitió

la existencia de un caos administrativo,26 por lo que era necesario el apoyo en un personaje reconocido por su experiencia y su inmensa capacidad de trabajo.

Olivares buscó que sus funciones de mando estuviesen principalmente centradas en ejercer el gobierno. No mostró especial interés por otras labores más cercanas a un privado del rey, como el reparto de mercedes, lo cual, podría no interesarle por dos cuestiones: como muestra de que no quería dar validez a su fama de estar acaparando mucho poder o porque era conocedor de la mala fama que estas acciones habían dado a sus predecesores.27 Este giro en las funciones del cargo se ve reflejado en el nombre con el que él mismo se refiere, no usando el término privado o valido sino que prefirió definirse como “fiel ministro”.28

21 Tomás y Valiente, F. Los validos… op. cit. p.55

22 Elliott, J. Trad: Lozoya, T. El Conde-duque de Olivares: el político en un una época de decadencia,

Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1998 p.168

23 Tomás y Valiente, F. Los validos… op. cit p.67 24 Gil Pujol, X. Las claves del absolutismo… op. cit. p.20 25 Rivero Rodríguez, M. El Conde-duque… op. cit.p.97 26 Tomás y Valiente, F. Los validos… op. cit p.83

27 Elliott, J. Trad: Lozoya, T. El Conde-duque… op.cit.p.164 28 Tomás y Valiente, F. Los validos… op. cit pp.84-85

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Como apunta Elliott, pese a la particular actitud del Conde-duque, su llegada al puesto de valido supuso una visión a largo plazo de la política española, lo cual implicó una novedad respecto a sus predecesores.29 Olivares buscó lograr una regeneración económica y social de España, pero para ello era necesario llevar a cabo una serie de reformas que sentaran unas bases sólidas en la economía de la Monarquía.30

2.2. El Conde-duque de Olivares

Una vez introducida la figura política del valido, con algunos apuntes sobre Olivares, voy a analizar más en profundidad las dos cuestiones que interesan para mi trabajo. Por un lado, el ideal centralizador que mostró el Conde-duque, que entró en conflicto con el tradicional pactismo de la Corona de Aragón. Y por otra parte, su famoso proyecto de la Unión de Armas que deterioró en gran medida la relación de la Monarquía con la oligarquía catalana.

2.2.1. La idea de centralización.

El gobierno de los reinos no castellanos fue uno de los problemas más importantes durante el reinado de Felipe IV. Las leyes, instituciones y privilegios de los distintos reinos provocaban una debilidad de la figura de la Corona, que chocaba con el intento de fortalecer su figura en los tiempos de crisis interna. Olivares se mostró muy crítico con sus predecesores, que habían permitido la división del poder de la Monarquía y el distanciamiento con los otros reinos, poniendo como una de las causas el desprecio de Madrid hacia los territorios no castellanos y sus gentes, tratándolos de extranjeros y privándolos de cargos, lo que consideraba que había limitado el potencial autoritario de la Corona.31

Este sería uno de los principales objetivos del Conde-duque, frente a esta división que consideraba que debilitaba a la Monarquía, pretendía lograr una unidad que la reforzase. Para lograr esta meta debía existir confianza entre los distintos territorios de la Corona, ya que en caso contrario, los reinos seguirían aferrándose a sus leyes y tradiciones por verse menospreciados por el monarca, al cual casi no tenían acceso, en favor de Castilla.32 La idea de unión política de todos los territorios de la Corona ya contaba con defensores desde la propia unión de los Reyes Católicos. Entonces, se pedía una supresión de todas las leyes del Reino de Aragón que confrontasen con las de Castilla. Estas voces se unieron durante el reinado de Felipe III, bajo la opinión de que las distintas leyes de los territorios eran un estorbo a la hora de distribuir equitativamente las cargas militares y fiscales para

29 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión de los catalanes: un estudio sobre la decadencia de

España: 1598-1640, México D.F., Siglo XXI, 1999 p.177

30 Rivero Rodríguez, M. El Conde-duque… op. cit. p.143 31 Elliott, J. Trad: Lozoya, T. El Conde-duque… op.cit.p.225 32 Elliott, J. Trad: Lozoya, T. El Conde-duque… op.cit. p.227

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hacer frente a las amenazas que tenía el reino.33 Por lo tanto, observamos que las

preocupaciones por la distribución de los gastos de la Corona ya existían antes de que entrara en acción la figura del Conde-duque de Olivares, considerando los castellanos que el resto de territorios debían participar también en los costes económicos de las guerras, ya que los resultados de estas también beneficiaban o perjudicaban al resto y no solo a Castilla. Un ejemplo de la desigualdad de contribución económica que existía es que, a finales del reinado de Felipe III, Castilla asumía dos tercios del gasto anual de la Corona, mientras que Cataluña representaba poco más del 10%. Fernández de Pinedo considera que en los años normales la contribución de Cataluña era poca, pero matiza que en tiempos de guerra esta se igualaba en proporción a la de Castilla.34 Trevor-Roper en cambio afirma que la contribución de territorios como Cataluña no era suficiente ni para asegurar su propia defensa.35

En su idea de unificar, Olivares partió de las siguientes premisas: debía lograr que existiera una concepción internacionalista de la idea del reino, que los cargos a los que podían optar las gentes no fueran en función de su lugar de nacimiento y que todos se sintieran parte de un todo. Estas ideas no eran nuevas, ya habían sido planteadas por el cardenal Granvela y el virrey de Sicilia, Marco Antonio Colonna, aunque fueron rechazadas por Felipe II. Para lograr esta reforma centralizadora era necesario hacer frente a los caprichos de los distintos territorios: por un lado, Castilla, que no pretendía ceder en la cuestión al acceso a los cargos, ni en los derechos exclusivos que mantenían sobre las Indias; y por otro lado, el resto de territorios, que no estaban dispuestos a renunciar a sus fueros. Para Felipe II afrontar estos riesgos solo tendrían sentido si el beneficio estuviese a la altura del riesgo.36 En cambio, Olivares consideraba que no se podía seguir

permitiendo que existiera esa desunión entre los reinos. Aunque, a su vez, era consciente de que debía combatir contra “la fuerza de la costumbre”.37

Elliott indica que las intenciones de Olivares de centralizar el reino no deben considerarse como una pretensión de castellanizar todos los reinos. El objetivo era exportar al resto de los reinos el modelo en el que el rey ejercía una mayor autoridad, para lograr ese poder en todo el territorio.38

El Conde-duque planteó tres métodos distintos para conseguir la uniformidad en el reino: -El primero de todos, y el más pacífico, consistiría en llevar a cabo una política de matrimonios entre las aristocracias de los diferentes reinos.

33 Elliott, J. Trad: Lozoya, T. El Conde-duque… op.cit. p.229

34 Torres i Sans, X. La Guerra dels Segadors, Lleida, Pagès, 2006 p.43 35 Lublinskaya. Crisis del siglo xvii y sociedad del absolutismo p.122 36 Elliott, J. Trad: Lozoya, T. El Conde-duque… op.cit. p.231 37 Ibidem

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-En la segunda opción, el rey debía negociar un acuerdo satisfactorio. Pero esta negociación no se haría desde un punto de igualdad, sino que el rey estaría acompañado de un ejército para así partir con ventaja en las negociaciones.

-Finalmente, la tercera opción, en la que el rey, bajo la excusa de la existencia de un tumulto popular organizado haría intervenir a su ejército e implantaría las leyes de Castilla con el objetivo de instaurar el orden.

Esta tercera vía es la que ha condenado a Olivares y su imagen en la posteridad. Digo esto porque la historiografía acusa a Felipe IV, y por tanto también a Olivares como ideólogo, de haber usado esta tercera opción para el conflicto catalán, que se materializó en la Rebelión de 1640. Sin embargo, Elliott indica que esto no deja de ser una suposición, y que no hay unas pruebas sólidas que sustenten esta afirmación.39

Para el Conde-duque la salvación de la Monarquía pasaba por superar los vínculos y divisiones regionales y anteponer la necesidad del todo. Pese a que considerara que dentro de la Península el predominio político pertenecía a Castilla por cuestiones históricas, él no se estimaba leal a ninguna nación, sino al Rey.40 Esta idea unificadora suponía que los distintos territorios deberían pagar lo mismo y ser gobernados con las mismas leyes que los castellanos. También implicaba recibir los privilegios y confianza de la que estos disponían. Ferran Soldevila, en cambio, apunta que el plan centralizador de Olivares encarna la agresiva mentalidad castellana, que sentía una gran hostilidad contra los catalanes.41

El Conde-duque era consciente de la dificultad que tenía su ambicioso objetivo de unificar a los territorios de la Monarquía española, pero consideraba que los logros que supondría serían lo suficientemente beneficiosos como para asumir los riesgos. Esta idea centralizadora pasaba por un cambio de mentalidad en la concepción que se tenía sobre la Corona. El propio Olivares resume esta labor como “tenga V. Majestad por el negocio más importante de su Monarquía el hacerse rey de España, quiero decir señor, que no se contente V. Majestad con ser rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, conde de Barcelona, sino que trabaje y piense con consejo maduro y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla”.42

Olivares intentó llevar a cabo estos cambios en un periodo convulso para la Monarquía hispánica (inmersa en graves guerras), lo que suponía que si no se lograba una racionalización de los recursos económicos y no se unificaba España, parecía que quedaban pocas posibilidades de salvar a la Monarquía española de todos sus enemigos.

39 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión… op. cit. p.180 40 Elliott, J. Trad: Lozoya, T. El Conde-duque… op.cit. p.234 41 Simon Tarrés, A. “la revuelta catalana…” op.cit. p.18 42 Simon Tarrés, A. “la revuelta catalana…” op.cit p.27

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15 2.2.2. El proyecto de la Unión de Armas.

La idea de unificación de Olivares era ambiciosa, pero a su vez lenta. Y la Monarquía española si de algo no disponía era de tiempo, debido a las guerras que la rodeaban, de las que Castilla en solitario ya no podía hacerse cargo. La Unión de Armas se convertiría en uno de los proyectos centrales del valido Olivares.

El proyecto que tenía en mente el Conde-duque se basaba en un programa común de defensa, sin suponer la más mínima alteración de sus leyes e instituciones, o así lo consideraba el Conde-duque. Por lo tanto, no representaba, inicialmente, una verdadera tentación de centralización política.43 La propuesta fue presentada por el propio Olivares el 13 de noviembre de 1625 en el Consejo de Estado. En él, el Conde-duque explicaba la ruta a seguir para lograr llevar a cabo su idea. Cada reino debería mandar un representante a Madrid, a los cuales se les explicaría cual era el estado de la Monarquía, los peligros que la rodeaban y las intenciones que el Gobierno tenía de tratar por igual a todos sus territorios. Una vez presentado el proyecto a los representantes de los distintos reinos se tendría que llegar a un acuerdo acerca de la cuota de soldados que aportaría cada reino. Olivares pensaba que la propuesta sería aceptada por ser positiva para todas las partes. Consideraba que todos verían con buenos ojos una ayuda militar en un momento en el que los enemigos amenazaban sus territorios.44 La idea de la Unión de Armas era planteada más que como un proyecto económico centralizador, como un plan sobre el esfuerzo necesario a realizar para sufragar los costes de las guerras que tenía la Monarquía.45

Sobre la originalidad de la idea de la Unión de Armas, la historiografía parece apuntar a que no sería una idea nacida por completo de la mente del Conde-duque. Así, Scribani hacía referencia a que, ya en 1615, un “gran hombre” proponía que un sistema de cuotas proporcional supondría una mayor sostenibilidad económica y militar, para así hacer frente a la guerra contra los Países Bajos.46

En el documento redactado por Olivares se establecía lo siguiente: las distintas regiones del reino deberían mantener un número fijo de soldados pagados, que estaría a disposición de la Monarquía. A Cataluña le correspondía aportar 16.000 hombres, la misma cantidad que otras regiones como Portugal, siendo únicamente superada por Castilla, incluidas las Indias, de un total de los 140.000 hombres que pretendía recaudar el proyecto.47

43 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.45

44 Elliott, J. Trad: Lozoya, T. El Conde-duque… op.cit. p.284 45 Rivero Rodríguez, M. El Conde-duque… op. cit. p.144 46 Elliott, J. Trad: Lozoya, T. El Conde-duque… op.cit. p.285 47 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.44

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El Conde-duque aceptó que en los territorios de la Corona de Aragón la propuesta de la Unión de Armas debería ser ratificada por las Cortes, porque así lo establecían las constituciones vigentes. La cuestión es que la propuesta realizada por Madrid no fue bien recibida, especialmente en Aragón y Cataluña. Ambas tenían un gran descontento con el monarca, porque aún no había ido a dichos territorios a jurar las leyes, lo cual era muy mal visto en los territorios con tradición pactista. Y además, acumulaban una gran cantidad de reivindicaciones, que solo podrían ser solventadas en unas Cortes con la presencia de la autoridad real. Esto supondría que las Cortes que se convocasen para aprobar la Unión de Armas se alargarían para tratar también el resto de cuestiones, y era un tiempo del que Olivares no disponía.48

Además, se produjo una interpretación distinta del encaje del proyecto en las constituciones de los distintos reinos. Mientras que Olivares consideraba que el proyecto no entraba en disputa con las constituciones por entender que: “lo que se pide no es pecho, ni contribución ni cosa contra fuero, sino conforme a todos los del reino”49. Sin embargo, en los distintos territorios, la opinión era contraria, ya que las constituciones eran muy estrictas con respecto a la utilización de las tropas naturales de los reinos de la Corona de Aragón. En Aragón y Valencia los vasallos no tenían obligación de marchar más allá de sus fronteras. Y en Cataluña tampoco, salvo con la excepción de si el dominio del rey estaba siendo invadido, es decir con un carácter defensivo y no ofensivo.50

Pese a estas dificultades que tenía el proyecto para ser aprobado, en Madrid eran conocedores de que la única forma de implantar la Unión de Armas era con la aprobación en las Cortes. Por ello, se convocaron las Cortes de Aragón en Barbastro, las de Valencia en Monzón, y las de Cataluña en un primer momento habían sido programadas en Lleida pero el revuelo que generó fue tal que se decidió trasladarlas a Barcelona.51 Tanto en

Valencia como en Aragón el proyecto de la Unión de Armas fue aceptado por las Cortes tras una resistencia inicial a él, y sin las cantidades de hombres que Olivares había planeado, sino unas contribuciones muy inferiores. Del reino de Aragón únicamente logró la aportación para cubrir el coste de 2.000 hombres, mientras que de Valencia tan solo consiguió 1.000 hombres. Por inferiores que fueran estas cantidades a las inicialmente propuestas, tampoco fueron bien recibidas por las gentes de los territorios, en Valencia se produjeron conatos de revolución social a causa de ello.52 Por su parte, Cataluña sí se mostró contraria al proyecto hasta el final.

48 Elliott, J. Trad: Lozoya, T. El Conde-duque… op.cit. p.289 49 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.45

50 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión… op. cit. p.185

51 Zudaire Huarte, E. El Conde-duque y Cataluña, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones

Científicas, 1964 p.38

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De la propuesta inicial a las contribuciones que se acabaron aportando por parte de los tres territorios, el proyecto de Unión de Armas puede considerarse un fracaso. Entre los tres territorios el Conde-duque había calculado recibir la contribución para 32.000 hombres, de los cuales solo recibió 3.000. Pese a ello, Rivero Rodríguez afirma que dicho fracaso era “más aparente que real” debido que desde Madrid ya estaba previsto dicho resultado.53

2.3. El conflicto en Cataluña.

Tras las Cortes de Aragón y Valencia, en las que el poder central había logrado recaudar unas cantidades muy bajas, tocaba dar comienzo a las de Cataluña. Unas Cortes que ya habían provocado disputas entre la ciudad de Barcelona y la Monarquía, por decidir en qué ciudad se debían celebrar, como he citado anteriormente.

2.3.1. Las Cortes de 1626 y de 1632.

El rey llegó a Barcelona el 26 de enero de 1626 y, dos meses más tarde, el 27 de marzo de 1626, juró las constituciones inaugurando al día siguiente las Cortes en el monasterio de San Francisco.54 Es en estas Cortes del año 1626 cuando podemos poner el punto de inicio de la crisis entre los poderes local y central de 1640.55 Los objetivos del rey eran varios, todos ellos de sentido económico, respondiendo a las necesidades de la Monarquía en ese momento: el obtener la contribución de la Iglesia a la Corona, conocido como “excusado”, y que en esos momentos, el estamento eclesiástico se negaba a pagar; imponer los quintos, un impuesto por el cual las ciudades del Principado debían pagar una quinta parte de su contribución anual a la Corona; y obtener la contribución de más de 10.000 hombres que tenía prevista la Unión de Armas.56 Unas peticiones fiscales que

Elogio Zudaire recoge en su libro El Conde-Duque y Cataluña.57 Tales pretensiones económicas no fueron recibidas con agrado entre los catalanes, muestra de ello es el Sindic de Vic que informaba a sus consejeros de “l’horrenda y espantable quantitat que Sa Majd. Demana de donatiu que ha de ser la total i perpétua destrucció de tot aquest regne”.58

Por su parte, los catalanes estuvieron constantemente paralizando las Cortes a través de los “dissentiments”. Había pasado mucho tiempo desde las últimas Cortes, en 1599, lo que había ocasionado que los agravios y las cuestiones jurídicas se fueran acumulando y salieran a la luz en estas Cortes para ser resueltos.

53 Rivero Rodríguez, M. El Conde-duque… op. cit. pp.147 y 256

54 García Cárcel, R. Historia de Cataluña: siglos XVI-XVII. Vol.2, La trayectoria histórica, Barcelona,

Ariel, 1985 p.136

55 Serra, E. La Guerra dels Segadors, Barcelona, Bruguera, 1966 p.28 56 García Cárcel, R. Historia de Cataluña… op. cit. p.136

57 Zudaire Huarte, E. El Conde-duque… op. cit. pp.75-96 58 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.47

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Pasaban los días pero las negociaciones no avanzaban, así que el 3 de mayo de 1626 el Conde-duque de Olivares forzó a que se realizara una votación de los brazos para la concesión de 3.300.000 ducados al rey. Ante esta decisión, los representantes del clero abandonaron la sala. Por el contrario, la reacción del rey fue tajante, el 4 de mayo de 1626 abandonó Barcelona sin clausurar las Cortes.59 Este hecho distanció aún más las posiciones entre Monarquía y Principado.

Unos años más tarde, en 1631, varias ciudades, entre ellas Barcelona, aprobaron contribuir donando 31.600 libras a la Monarquía para hacer frente la guerra de Mantua.60 Este gesto sería interpretado como una muestra de acercamiento, por lo que Olivares recomendó al rey volver a Barcelona para retomar las Cortes, que habían quedado sin clausurar. Así, el 3 de mayo de 1632 se reabrieron las Cortes.

En esta ocasión, entre los temas de discusión destacaron dos: el derecho de la cobertura de los consejeros ante el rey y la mecánica de la insaculación, además de la ya citada Unión de Armas. Dichas Cortes fueron un fracaso. En ellas se confirmó el divorcio entre el monarca y las instituciones del Principado.61 Materializada la ruptura entre las dos partes y sin expectativas de que las Cortes catalanas fueran a aceptar la Unión de Armas, el Conde-duque exclamaría la frase “si las constituciones embarazaran esto, que lleve el diablo las constituciones”.62 Simón Tarrés indica que la oligarquía de Barcelona fue la más contraria al gobierno durante estas Cortes, a diferencia de otros estamentos como el brazo real que era partidario de continuar las Cortes de 1632 para dar respuesta a los agravios y peticiones acumuladas.63

2.4.1. Guerra con Francia y los conflictos con el rey Felipe IV y su ejército.

En 1635, como he explicado anteriormente, se abrió una nueva fase de la Guerra de los Treinta Años. Tanto Richelieu como Olivares llegaron a la conclusión de que la forma de obtener una paz duradera era mediante la guerra, dado que las políticas de uno ponían en riesgo las del otro.64 Dicho conflicto hizo que el Conde-duque de Olivares centrase sus objetivos en el territorio francés de Languedoc. Richelieu, por su parte, tenía entre sus objetivos el Principado de Cataluña, en concreto el Rosellón.65 Este plan tuvo una consecuencia directa sobre el territorio catalán, en 1637 se aumentó la presencia de tropas

59 García Cárcel, R. Historia de Cataluña… op. cit. p.137 60 García Cárcel, R. Historia de Cataluña… op. cit. p.138 61 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.48 62 Sobrequés i Callicó, J. El Pactisme a… op. cit. 58 63 Simon Tarrés, A. “la revuelta catalana…” op.cit p.29

64 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión… op. cit. P.272 65 Serra, E. La Guerra dels… op. cit. p.36

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reales en el principado en 15.000 hombres y se impuso la contribución directa de 6.000 catalanes.66

El ejército real emplazado en Cataluña debía ser mantenido por los catalanes. Pero no por todos, la Junta había determinado que las constituciones eximían de esta responsabilidad a la aristocracia, los eclesiásticos y los ciudadanos, siendo por tanto la clase campesina la que llevase esta carga.67 Además, tampoco fue bien recibido en Cataluña que, desde Madrid, se acusase a los catalanes de negligencia y cobardía tras la pérdida de los emplazamientos de Salses y Opol en junio de 1639. La invasión francesa de estos dos emplazamientos en el verano del 39 marcaba, para Xavier Torres, el inicio de la Guerra dels Segadors.68 La caída de Salses supuso un paso más en el aumento de la tensión entre Principado y Monarquía. El rey llegó a amenazar a la Generalitat de quitarle el poder administrativo mientras durase la guerra, y con el pronotario Villanueva la amenaza iría a más, llegando a plantear la disolución de la Generalidad y el Consejo de Ciento si persistía el caos en la frontera.69

Un año antes, el 22 de julio de 1638, había sido elegido diputado Pau Claris, por el brazo eclesiástico, lo que por tradición le hacía presidir las sesiones de la Generalitat. Por esta época la situación de la Institución era muy precaria en el aspecto económico, existía exceso de funcionarios, un mal uso de fondos públicos y, en general, una mala administración.

La división entre la Corona y la Diputación se vería agrandada por dos edictos de 1635 y 1638, en los cuales se prohibía el comercio con Francia y se amenazaba con la confiscación de todos los productos importados ilegalmente.70 Esta medida afectó, por un lado, a los ganaderos de la zona pirenaica, pero también tuvo importantes consecuencia en la Diputación, que tenía en los derechos de aduana una de sus principales fuentes de ingresos. La tensión entre la Institución y la Monarquía estalló en un primer momento con la entrada del alguacil del virrey Santa Coloma en los almacenes de Mataró y Salses, lugar donde la Diputación guardaba, o escondía, los productos que confiscaba para posteriormente venderlos como reacción ante los edictos. Esta entrada en los almacenes fue declarada anticonstitucional por parte de los diputados.

Tras las pérdidas de Salses y Opol, en junio de 1639, el Conde-duque encontró el momento adecuado para hacer ver a los catalanes que en el triunfo de la Monarquía hispánica estaba también su interés. Salses fue recuperada en los primeros días 1640, tras una campaña de especial trascendencia por la distinta interpretación que se hizo desde

66 García Cárcel, R. Historia de Cataluña… op. cit. p.140 67 García Cárcel, R. Historia de Cataluña… op. cit. p.141 68 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.56 69 Serra, E. La Guerra dels… op. cit. pp.42-43

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Madrid y desde Barcelona. La capital consideraba que los servicios de Cataluña en la campaña habían sido insuficientes, mientras que en el Principado consideraban que el precio pagado había sido excesivamente elevado, y esperaban recibir premios y gratificaciones que nunca llegaron.71 Además, las amenazas recibidas para contribuir en ella no fueron olvidadas.

Pese a la recuperación de Salses, los territorios de Opol y Taltarull siguieron en manos francesas y el Conde-duque tuvo intención de recuperarlos. Pero la campaña para reconquistarlas debió esperar a la primavera de 1640. Esto supuso que el ejército debía mantenerse en Cataluña, y fue este problema, el alojamientos de estas tropas el detonante final del conflicto catalán. El romanticismo catalán ha relacionado este acontecimiento con el memorial secreto que Olivares elaboró para Felipe IV en 1624, en el que planteaba que el rey debía trabajar para reducir los reinos de Portugal, Aragón, Valencia y el condado de Barcelona a las leyes de Castilla. La tercera de las opciones planteadas para lograrlo era a través de generar en estas regiones un “tumulto general grande y con este pretexto meter la gente, y en ocasión de sosiego general y prevención de adelante, como por nueva conquista asentar y disponer las leyes en la conformidad de las de Castilla y de esta misma manera irlo ejecutando con los otros reinos”. Ferran de Sagarra apunta que este fue el camino que utilizó el rey Felipe IV para “aniquilar Cataluña”. Pero, por otra parte, Elliott considera que es natural relacionar las ideas de Olivares con los hechos sucedidos, pero que no dejan de ser suposiciones, y que nunca ha existido ninguna prueba clara.72

Los enfrentamientos entre los habitantes de Cataluña y el ejército alojado fueron constantes. Las poblaciones se negaban a alojar a los soldados por los desórdenes que estos generaban: destrucción de bienes, robos y asesinatos.73 Fue tras los sucesos del 1 de

febrero en Sant Esteve de Palautordera, cuando el caballero Antoni Fluvià fue asesinado por un regimiento napolitano, el momento en que el Consejo de Ciento se posicionó en contra de la ilegalidad que suponía el alojamiento de un ejército de 9.000 hombres en el territorio.74 El revuelo que generó el asesinato fue importante, tanto la Junta de Brazos como el virrey mostraron interés en que se aclararan los hechos.75 Pero lo cierto es que los conflictos entre ejército y habitantes siguieron sucediéndose, que junto con la guerra llegó a tener consecuencias catastróficas en algunos territorios, como es el caso de Sant Celoni con la pérdida del 82% de su población.76

71 Manuel Melo, F. Guerra en Cataluña, Madrid, Biblioteca Universal, 1878 p.41 72 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión… op. cit. p.180

73 Rivero Rodríguez, M. El Conde-duque… op. cit. p.257 74 García Cárcel, R. Historia de … op. cit. p.145

75 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.66 76 García Cárcel, R. Historia de… op. cit. p.145

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La postura de Madrid ante esta violencia y esta oposición por parte del Consejo de Ciento fue ir más allá con la tensión, exigiendo el alojamiento en todos los municipios, el reclutamiento de 6.000 hombres y confiscando las rentas de la Diputación para así hacer frente a las necesidades económicas que generaba la guerra.

Ante tales niveles de crispación, la Diputación intentó mediar para detener los excesos, lo hizo a través de Bernadí de Manlleu, pero sin éxito. Existe una discusión historiográfica sobre este momento del conflicto, producido en marzo de 1640, el historiador gerundense Pujol y Camps apunta que fue en estas fechas cuando, a través de Francesc Vilaplana, Pau Clarís inició los contactos con Francia, algo en lo que discrepa José Sanabre, autor de la obra La acción de Francia en Cataluña en la pugna por la hegemonía de Europa. Pujol toma en consideración los documentos encontrados en la Biblioteca Nacional de París, pero Sanabre cuestiona esa cronología, considerando que no existen argumentos sólidos para atribuírselos a Claris.77

Al margen de esta polémica, marzo fue un mes importante para el desenlace de la guerra, ya que se produjeron varias detenciones, entre ellas la del diputado Tamarit. La realidad era que en las primeras semanas de marzo el orden público estaba teniendo una mejora en la situación, pero la visión que existía en Madrid era que la tensión seguía en aumento y hacía peligrar la integridad del ejército. Fue entonces cuando, el 14 de marzo, el Consejo de Aragón decidió que Tamarit fuese arrestado, y que se reuniese información contra Claris, el cual parece que se habría librado de la detención por su condición de eclesiástico.78 La orden fue tan precisa que Santa Coloma, pese a considerar que no era necesaria tal acción, tuvo que acatarla el 18 de marzo.79 Los brazos y los consejeros se posicionaron y pidieron a Santa Coloma la liberación de Tamarit, pero este les indicó que cumplía órdenes de Madrid.

2.3.3. El alzamiento rural.

Finalmente, la tensión que se había ido acumulando acabó estallando y llevando al enfrentamiento directo entre los soldados del ejército y los habitantes de las poblaciones. En abril de 1640, Les Balbases, que era comandante de las tropas que se encontraban en Cataluña, decidió trasladar los tercios a los territorios de Girona, como contramedida ante las deserciones que se estaban produciendo. Pero los soldados destinados a Sant Felíu de Pallarols estuvieron durante 8 días a las puertas de la población sin víveres, mientras la población discutía si los alojaban. No corrieron mejor suerte los soldados destinados a

77 García Cárcel, R. Historia de… op. cit. p.146

78 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.69

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Santa Coloma de Farners, villa que llevaba fama de “estar fuera de la ley”80, en la que los

vecinos se habían negado completamente a alojarles.

Según X. Torres, el desencadenante del alzamiento fue un tiro en el pecho por parte de Monrodón a alguien que había protestado sus decisiones.81 Pero para Elliott se desconocen los hechos exactos. La realidad es que se produjo un levantamiento del pueblo contra el aguacil Monrodón, personaje que de entrada no tenía fama de ser pacífico, y que había ido a solucionar el conflicto. Los habitantes acabaron quemando la casa en la que se refugió Monrodón y morirían él y sus sirvientes. A la villa de Santa Coloma de Farners acudieron bandas de hombres armadas en señal de apoyo a los actos cometidos, esperando una más que posible respuesta monárquica. Las cifras son inexactas oscilando entre 800 y 4.000 hombres, según el día.82 Estas bandas de hombres armados decidieron atacar ellos primero a los tercios, sin esperar a la represalia de la Corona.

Ante la noticia de la muerte de Monrodón, el virrey Santa Coloma insistió en que el castigo debía ser inmediato. Pero la situación internacional de España lo desestimaba, el propio Consejo de Aragón mostraba su preocupación aconsejando retrasar la acción punitiva sobre Santa Coloma de Farners. La opinión del Consejo de Aragón no fue escuchada por el rey, que consideraba que debía castigarse a las poblaciones rebeldes, sin afectar al resto de la provincia. También se debía imponer un castigo ejemplar a las tropas que habían quemado la iglesia de Riudarenes.83 A estas tropas el obispo de Gerona las había excomulgado por ese acto,84calificando las acciones de las tropas reales como un sacrilegio.85

La tarde del 14 de mayo los tercios llegaron a la villa de Santa Coloma de Farners, para ejecutar el castigo, prendiendo fuego a todas las casas. La correspondencia epistolar confirma que, tanto Santa Coloma como los comandantes del ejército fueron instigadores para que la villa de Santa Coloma de Farners recibiera un castigo severo. El saqueo de Santa Coloma de Farners, lejos de calmar la situación en Cataluña la avivó. El Dr. Anglasell informó que “el que había sido un movimiento localizado se había convertido en un levantamiento general”.86

Elliott indica que aunque la causa principal de este levantamiento fue el saqueo en Santa Coloma de Farners hay que sumar a la coyuntura dos circunstancias más. Por un lado, una sequía prolongada, que amenazaba la cosecha de ese año, lo que implicó más dispendios a los ya causados por el mantenimiento de los soldados. Por otra lado, la

80 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión… op. cit. p.372 81 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.69

82 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión… op. cit. p.373 83 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión… op. cit. p.375 84 García Cárcel, R. Historia de… op. cit. p.147

85 Serra, E. La Guerra dels… op. cit. p.38

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excomunión, por parte del obispo de Girona, de los tercios que habían quemado la iglesia, lo que provocó una sensación de Guerra Santa entre las bandas de rebeldes que se oponían los soldados.87

La rebelión se iba extendiendo, y el clima de incertidumbre era tal que desde Madrid se ordenó a Santa Coloma que bajo ningún concepto dejara que las bandas rebeldes se apoderasen de la ciudad de Barcelona. Pero el 21 de mayo circularon rumores en la ciudad condal que apuntaban a que los tercios se dirigían a Barcelona. Ante tal rumor, los campesinos decidieron acudir en defensa de la ciudad y se empezaron a distribuir folletos en los que se indicaba que “acabarían con el virrey y con todos los traidores”.88 Estos rebeldes consiguieron entrar el 22 de mayo en Barcelona. Se desconoce quién o quiénes les abrió la puerta de la ciudad. Pero una vez dentro, lograron liberar, derribando la puerta de la prisión, a Tamarit, Vergós y Serra, y muchos otros delincuentes que también aprovecharon el momento para huir. Los obispos de Barcelona y Vic tuvieron que acudir a negociar con los rebeldes para calmarlos y lograr que salieran de la ciudad. Existe la teoría de que estos acontecimientos habrían sido dirigidos y premeditados por la Diputación, ante la posibilidad de que se ordenara la ejecución del diputado Tamarit como respuesta por la violencia entre campesinos y el ejército. Pero lo cierto es que resulta difícil afirmar que los rebeldes se dejaran dirigir, y por otro lado, las clases altas tampoco parece que tuvieran una gran confianza en ellos.89 Eva Serra apunta que la implicación de las gentes de la ciudad en estas acciones de los rebeldes fue pasiva, no participaron pero tampoco trataron de impedirlo, aunque en algunos casos se mostró hasta cierta solidaridad.90

Los rebeldes, conocedores de su fuerza tras lo ocurrido en Barcelona, decidieron volver a centrar su objetivo en los tercios, que se encontraban ubicados en Blanes, y que, ante la amenaza, se retiraron a Roses, una ubicación perfectamente protegida.

Como hemos visto, la rebelión que se había iniciado en una villa en particular se fue poco a poco extendiendo por toda Cataluña. Llegando incluso a grandes ciudades como Gerona, Lleida o Vic. En esta última se produjeron importantes disturbios, realizados, según citan las fuentes por gentes de clase baja,91 en los que incendiarían el hogar del consejero Antoni Illa, que a su vez fallecería por un disparo que recibió mientras intentaba sofocar las llamas de su casa.

Las gentes que protagonizaron estos disturbios eran tanto campesinos como gente de las ciudades. Pero lo que destacan los testimonios de la época es el carácter poco estable que

87 Ibidem

88 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión… op. cit. p.380 89 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.75

90 Serra, E. La Guerra dels… op. cit. p.49 91 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.77

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estas revueltas tenían, y los escasos recursos con los que contaban. Joan Bautista Sanz, cronista de Vic, indica que los causantes de todos los daños eran la plebe, en particular “aquells que sense treballar volen viure gastant molt per les tavernes i cases de joc”.92

Xavier Torres califica estas revueltas como “revueltas de doble corte” contra los soldados pero también contra las autoridades locales ricas y de clase alta.93

2.3.4. Corpus de Sang y subordinación a Francia.

Estas revueltas tuvieron como punto álgido el día del Corpus de Sang, que es como se conoce al día que entraron en Barcelona entre 400 y 500 segadores, que eran trabajadores temporales de la siega, pero entre los que se encontraban infiltrados insurgentes. Teniendo como punto final el asesinato del virrey Santa Coloma.

El día del Corpus de Sang tuvo lugar 7 de junio de 1640. Pese a la petición que el virrey había realizado al Consejo de Ciento para que se prohibiese la entrada de trabajadores de la siega, por miedo a que provocasen alborotos, dada la situación en la que se encontraba el territorio, esta fue desestimada. Elliott plantea que la no aprobación de esta petición pudo ser causada por simple temor a que las protestas se dirigiesen al Consejo y no por ningún tipo de teoría conspirativa.94

Cuando se acercaba la fecha del Corpus, el virrey Santa Coloma era consciente del peligro que corría dada la situación de crispación que había en la sociedad, “muy amenazada está mi vida el día de mañana”95 escribía el 6 de junio a Olivares.

Lo que dio inicio al motín, el 7 de junio, fue que un antiguo sirviente del aguacil Monrodon hiriera de muerte a uno de los segadores. Los insurgentes, enfadados ante tal acto, se dirigieron al palacio del virrey con intención de incendiarlo. Pero la intervención de los obispos de Barcelona, Vic y Urgell, según García Cárcel,96 y a los que Elliott suma

los consejeros y diputados,97 logró calmar a las masas y aliviar la tensión. Sin embargo,

no pudieron evitar el saqueo de otras casas de autoridades. Hay que matizar que el motor de los rebeldes no era el saquear, sino el deseo de castigo contra esos personajes.98 También remarcar los canticos y gritos de los insurgentes, entre los cuales encontramos los tradicionales “Visca la terra” y “Muiren los traïdors”, pero también “Visca lo rei”.99

Los diputados aconsejaron al virrey Santa Coloma que huyese de Barcelona por el clima que se estaba generando en la ciudad. Éste estaba dispuesto a embarcarse en una galera

92 García Cárcel, R. Historia de… op. cit. p.147 93 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.79

94 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión … op. cit. p.394 95 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión… op. cit. p.395 96 García Cárcel, R. Historia de… op. cit. p.148

97 Elliott, J. trad: Sánchez Mantero, R. La Rebelión … op. cit. p.395 98 Torres i Sans, X. La Guerra dels… op. cit. p.83

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