• No se han encontrado resultados

La Historia como memoria y la memoria como Historia. La unicidad entre Historia y memoria a partir del presente medieval

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2021

Share "La Historia como memoria y la memoria como Historia. La unicidad entre Historia y memoria a partir del presente medieval"

Copied!
12
0
0

Texto completo

(1)

MEDIEVAL

Israel Sanmartín

Universidad de Santiago de Compostela1

En los últimos años la agenda de la memoria ha estado vinculada a la política. No es algo nuevo. La utilización de las memorias individuales y colectivas por parte de los diferentes épocas históricas para justificar el presente ha sido una constante a lo largo de la historia. En ese sentido, las memorias no están sólo vinculadas a las historias oficiales instruidas desde el poder sino también a los diferentes “contrapoderes”, incluso los más alternativos. La Edad Media no es ajena a todo esto. Las diferentes Crónicas, Anales e Historias fabricaban unas historias a partir de los hechos que podían recopilar y difundían unas memorias que iban directas a una “lucha de relatos” contra otras memorias ya fueran orales, dinásticas o escrituras de otras épocas.

Las relaciones entre la historia y la memoria siempre han estado basadas en la infidelidad. Muchos autores conciben la historia y la memoria como algo solidificado aunque sean conceptos que operan de formas diferentes. De tal forma, la memoria sería una fuente más para la historia y, además, desde la historia, con el tiempo y la oralidad, se generan memorias. Por otro lado, existen otras tendencias que ven la historia como un proceso intelectual objetivo y la memoria como una actividad emocional subjetiva. Es decir, que, al menos hay dos posturas “fuertes”. Aquellos que defienden la interrelación de la historia y la memoria y los que consideran que son dos conceptos que operan independientemente

En este pequeño trabajo nos haremos eco de este debate teniendo en cuenta los

llamados usos públicos de la historia y también de la memoria2. En ambas, el historiador

tiene una presencia importante, y más en la Edad Media, donde tanto el creador de historias (monjes) como los generadores de memorias (los mismos monjes, el poder y el pueblo) son esenciales para entender que historia y memoria tienen que ver con la posición del individuo en la sociedad. De esta forma, las sociedades medievales que crean relatos vinculados a una determinada geografía, escriben historias que pasan a ser memorias, unas memorias que pasan a formar parte de la historia con la participación del historiador como sujeto activo y como parte del sujeto colectivo.

En buena medida, las reflexiones entre las relaciones entre historia y memoria nos llevan a la llamada “nueva historia política” donde la memoria sirve de contexto, lo cual nos eleva a una cuestión historiográfica de calado más profundo. En esas relaciones caben la memoria (historia individual), memoria colectiva (historia colectiva) y el olvido (historia silenciada).

Historia y memoria, por tanto, serán presentadas aquí más como conceptos con muchos vínculos. De tal forma, tomaremos distancia de las construcciones historiográficas que presentan a la historia y a la memoria como términos separados o incluso diferentes. Los puentes entre historia y memoria pueden encontrar no sólo en conceptos como el de                                                                                                                          

1 Este trabajo está insertado en el marco del proyecto de investigación “Milenarismo plenomedieval

(siglos XI-XIII): historia, historiografía e imagen” (EM 2012/046) financiado por la Xunta de Galicia.

2 CARRERAS ARES, Juan José y FORCADELL ALVAREZ, Carlos (eds.), Usos públicos de la historia,

(2)

  42  

“memoria histórica” o “memoria colectiva”, sino también a partir de la propia historiografía, donde se aúnan historias y memorias tanto a nivel empírico como teórico. La memoria abarca lo individual y lo colectivo y, como hemos señalado más arriba, afecta tanto a la historia como al historiador en sí mismo. Al introducir al sujeto, en este caso el historiador, en el análisis mismo de la memoria también entra a formar parte de las construcciones historiográficas de la memoria. Es decir, cuando el historiador, hace uso de la memoria y de la historia para construir sus relatos e investigaciones, ese ejercicio arrastra sin ambages a la historiografía. Estas operaciones intelectuales son realizadas desde esas historias y memorias de una forma individual, por la formación del propio científico, como colectiva, al recurrir al conjunto de ideas compartidas, consciente o inconscientemente, por la comunidad científica. Así, la historiografía también forma parte de la relación de infidelidad entre la historia y la memoria. Por un lado, porque el historiador trabaja con acontecimientos, con sus memorias y con sus propias construcciones historiográficas, y por otro lado porque la historiografía es un espacio de construcción a partir de esas historias y memorias.

Por último, las memorias tanto históricas como historiográficas no son nada sin la existencia de recuerdos o de olvidos reales o inventados puestos a disposición en un presente concreto. Los hombres y las mujeres sienten la necesidad de volverse hacia el pasado en base a las memorias individuales y colectivas en conexión con las historias y las historiografías pertinentes.

La Memoria

La memoria como una actividad psíquica que conlleva la capacidad de conservar informaciones, es una operación intelectual que realiza el individuo para actualizar

impresiones o informaciones pasadas o que se imagina como pretéritas3. Como punto de

partida4, el estudio de la memoria nos lleva a la psicología, a la parapsicología a la

neurofisiología, a la biología y a la psiquiatría; pero al mismo tiempo nos conduce a la memoria histórica, la memoria social, la historia y la historiografía. Pese a todas estas dimensiones de la memoria, todos los debates actuales están desplazados hacia las discusiones sobre la memoria colectiva, también denominada, para algunos, memoria

histórica5. La rememoración aparece plagada de conflictos y controversias. La memoria

puede ser invocada como un recurso de los vencidos y los postergados por la historia, pero también se usa al servicio de los vencedores, las clases dominantes o los Estados que utilizan el recuerdo del pasado para difundir sus valores y propagar su visión de la

sociedad6. Los problemas relacionados con la memoria colectiva tienen una dimensión

académica (científica) y mundana (cívico-político) pero también interpretativa (historiográfica), la cual no podemos desdeñar.

                                                                                                                         

3 Ver AAVV, Memory improvement. Implicantions for Memory Theory, Springer-Verlag, New York,

1992 y AA.VV, Comparative perspectivas on the development of Memory, LEA, London, 1984.

4 Ver LE GOFF, Jacques, Histoire et mémoire, Gallimard, Paris, 1977.

5 Ver JUAN-NAVARRO, Santiago y TORRES-POU, Joan (eds.), Memoria histórica, género e

interdisciplinaridad, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008; CARRETERO, Mario, Documentos de identidad.

La construcción de la memoria histórica en un mundo global, Paidós, Buenos Aires, 2007; ÁLVARO, Francesc, Memoria histórica, entre la ideología y la justicia, Inehca, Barcelona, 2007; PÉREZ GARZÓN, Sisinio y MANZANO MORENO, Eduardo, Memoria histórica, Catarata, Madrid, 2010.

6 Erice, Francisco, Guerras de la memoria y fantasmas del pasado. Usos y abusos de la memoria colectiva,

(3)

  43  

Historiar e “historiografiar” la memoria es tener en cuenta que el pasado se puede reinterpretar.. Existen diferentes tipos de memoria, aunque tradicionalmente nos centramos en la individual y la colectiva. La individual está más vinculada a los estudios más personales. En cuanto a la memoria colectiva, es pública. Hay un uso público de las memorias que está sometido a las hegemonías ideológicas y a la propia elaboración del

historiador7. No es ningún secreto el pensar que las memorias tienen una dimensión de

conflicto político, judicial e historiográfico. En ese sentido, podemos establecer ciertos vínculos entre la memoria con la Historia y la historiografía a través del concepto de” memoria colectiva” (extraído en su momento de Holbwachs). Los acontecimientos afectan a la historia que sucede, a los acontecimientos interpretados y a la memoria, reescritas y reelaboradas a partir del concepto de generaciones: hay una generación apropiada y otra

vivida8. Todo este andamiaje teórico no se sostiene sin la memoria individual. Existe

memoria colectiva porque existe una memoria individual que la sostiene, ya sea inducida o espontánea.

Como muchos otros conceptos, habitualmente, la memoria es explotada con fines

políticos incompatibles con los hechos rememorados9. En las sociedades actuales hay, para

algunos autores, un abuso de la memoria10. Los riesgos de la confusión de historia memoria

son claros. La memoria lleva a reflexionar sobre los usos sociales del pasado Hay una sobresaturación de pasado y memoria. El fenómeno es algo supranacional. La izquierda ha incidido largamente en la memoria antifascista y la nueva derecha en los 80 hacía referencias a pasados gloriosos como la época victoriana por parte de Margaret Thatcher. También el socialismo real o el tercermundismo etc. buscaron reivindicaciones de los descolonizados durante varios lustros. Por tanto, podemos hablar de múltiples batallas por

la memoria dentro de las denominadas guerras culturales vinculadas a las identidades11. En

Francia la memoria ha estado vinculada a la Gran Revolución, a Vichy la cuestión “secreta” del colaboracionismo, y también, por supuesto, a la descolonización de Argelia. En Italia el fascismo y la resistencia han sometidos al acoso del revisionismo. Alemania no se ha podido libra de la memoria del Hololocausto, y el conjunto de Europa con el socialismo real y sus ribetes revisionistas (El libro negro del comunismo). En América Latina (Argentina o Chile) se crearon esferas públicas para la memoria real que contrarestaron la política de los regímenes posdictatoriales que persiguieron el olvido a través de la reconciliación y la amnistía. La oleada vindicativa que recorrió los países del Cono Sur desde los 80 ha dado lugar a la creación de Comisiones de la Verdad y a enmarañadas políticas de memoria, en la que la lucha por la dignidad de las víctimas se mezcla con propuestas de reconciliación de diversa índole. En cuanto al mundo medieval, la reivindicación de la idea de Europa basada en el pasado medieval; el recurso a la “reconquista” como acto generador de la nación cristiana hispana o la explosión comercial italiana y del norte de Europa como orígenes del capitalismo. Todo fueron y son memorias que se quieren tergiversar para darle sentido a un presente determinado con unas ideas concretas.

                                                                                                                         

7 Ver PASAMAR, Gonzalo., Formas tradicionales y formas modernas de la "Historia del Presente".

Historia social, Nº 62, 2008, pp. 147-169.

8 Ver HARTOG, François, Régimes de historicité. Présentisme et expériences de temps, Éditions do

Seuil, París, 2003

9 Ver TRAVERSO, Enzo, La passé, modes d´emploi. Histoire, mémoire, politique, La fabrique éditions,

Paris, 2005.

10 TODOROV, Tzvetan, Memoria del mal, tentación del bien. Indagación sobre el siglo XX, Península,

Barcelona, 2002.

(4)

  44   “Historiografiando” la Memoria

Vayamos unos años atrás y veamos cuáles han sido los ditirambos de la memoria en los años recientes. Haciendo un repaso historiográfico, el concepto de memoria todavía no

aparecía en los libros Hacer la Historia de Le Goff y Pierre Nora en el año 1974. En cierto

sentido, era una consecuencia de esa desconfianza tradicional de los historiadores hacia la

memoria. Unos años después, en 1978 en los volúmenes de la Nueva Historia ya aparece el

término “Memoria colectiva”. Allí se explica la importancia de las memorias (lugares simbólicos), el pensamiento social y la memoria colectiva, término que se debe a Maurice

Halbwachs en su libro Memoria colectiva, donde divide memoria e historia12. La historia es

“una” pero las memorias colectivas varias. El concepto de memoria colectiva surge en la década de los 20 con Halbwachs que recoge aportaciones de la filosofía de Bergson, el psicoanálisis o la sociología francesa del siglo XIX. Eso después se ha desarrollado en el siglo XX bajo los condicionamientos sociales del recuerdo, el papel activo de la memoria y los procesos de distorsión de la misma, los usos del pasado en el presente, etc. El historiador es excluido de la memoria en estos inicios historiográficos del término. Y la historiografía es escorada totalmente como mediadora entre ambos.

Unos años más tarde, en 1978, Pierre Nora hablaba de los “lugares de la memoria”13

para colocarse entre la memoria y la historia, en la idea de no oponerlas pero tampoco confundirlas, servirse de una y de la otra. Recurrir a la memoria para ensanchar el campo de la historia. Así surge la historia de la memoria. Se puede decir que la memoria está relacionada con la individualización, la psicologización social y con los lugares. Y también se puede apuntar que la memoria sirve para la reminiscencia de las vivencias en forma presente y como soporte de lo histórico en oral. En esta concepción, las memorias y las historias son separables. No hay historia sin memoria pero son autónomas.

Desde las corrientes postmodernas se pone en cuestión esa diferenciación entre historia y memoria, con la apertura de todo esto hacia el lenguaje y el discurso llegando a

convertirse la memoria en un discurso que reemplazaría a la historia14. Estos debates se dan

bajo la presencia de los tres grandes giros operados en las últimas décadas, el lingüístico, el hermenéutico y el subjetivo. En las últimas décadas todo se ha centrado en la nueva historia oral, en los llamados “lugares de la memoria” franceses (Pierre Nora) y en la relación de acontecimientos notables y traumáticos de las sociedades o identitarios.

La Historia y la Memoria a través de la historiografía

Con el marco del debate que hemos dibujado, hay que precisar que en ámbitos no académicos se suele confundir historia y memoria. Algunos autores, para estudiar ambos conceptos, tuvieron primero que disociar ambos planos para luego recuperar sus interrelaciones, algo que se hizo gracias a la cirugía proporcionada a través de la historiografía. Es evidente que hay críticas hacia los historiadores profesionales en el

sentido que colaboran en la ocultación cómplice de determinados aspectos del pasado15.

No es ningún secreto en ese sentido que el historiador es un sujeto humano y como tal                                                                                                                          

12 Ver HALBAHWS, Maurice, La memoria colectiva, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2004 y Los

marcos sociales de la memoria, Barcelona, Anthropos, 2004.

13 Ver Pierre NORA sobre Les lieux de mémoire en Gallimard

14 SÁNCHEZ LEÓN, Pablo y IZQUIERDO MARTÍN, Jesús (eds.), El fin de los historiadores : pensar

históricamente en el siglo XXI, Madrid, Siglo XXI, 2008.

15 Ver BERMEJO BARRERA, osé Carlos, Moscas en una botella : cómo dominar a la gente con

(5)

  45  

actúa en sus investigaciones16. La separación entre historia y memoria. La memoria sería la

vida vinculada al recuerdo y sometida a la amnesia y a lo vulnerable. Su contenido tendría que ver con los recuerdos. La historia, por el contrario, sería una reconstrucción del pasado resultado de una operación intelectual y crítica. Para Nora, por ejemplo, la memoria brotaría de un grupo al que proporciona cohesión y habría tantas memorias como grupos. La historia, por su parte, sería una y universal y objetiva. La memoria se enraizaría en lo

concreto, en el espacio17, en el gesto, la imagen y el objeto y la historia no se ata más que las

continuidades temporales. La historiografía, por su parte, es tanto un instrumento para diseccionar teóricamente la historia y la memoria como un elemento de unión/desunión entre ambas.

Siguiendo el argumentario de Nora, a la historia le correspondería mantener una posición exterior a los acontecimientos mientras que la memoria se ubicaría en el interior

de los mismos. “El objetivo de la historia sería la verdad y el de la memoria la fidelidad”18.

Así se establecen tres relaciones posibles entre historia y memoria: la memoria como fuente para la historia, la memoria como objeto de estudio para los historiadores y el papel de la investigación histórica para corregir memorias equivocadas o falsas. Pero también existen

diferentes concepciones de esta relación19. Por ejemplo, en los medios de comunicación

historia y memoria mantienen relaciones “osmóticas”. La memoria asimila los contenidos, informaciones y resultados de la investigación histórica, mientras que esta se alimenta de testimonios y recuerdos. Donde se da mejor eso es en la historia del presente donde historia y memoria tienden puentes entre pasado, presente y futuro. Por ejemplo, las historias nacionales tienen una configuración fundamental para la configuración de memorias y de legitimación identitaria. Estas historias oficiales son un vector de la memoria junto con la conmemoración, la creación literaria, y artística. Enzo Traverso señala que los recuerdos son continuamente elaborados por una memoria escrita en el espacio público, sometidos a modos de pensar colectivos pero influidos por paradigmas científicos, así

como habla del papel fundamental de la memoria con respeto a la historia20.

En nuestro tiempo también la memoria individual y colectiva se presenta, en algunas ocasiones, como algo más auténtico que la historia, que es algo que podríamos entender como una memoria muerta, el frío producto del positivismo de la ilustración. Entre los que más han defendido esta idea, asociada a la propia historiografía, está Paul

Ricoeur21, que defiende la continuidad entre historia y memoria (a través de la

historiografía) y que diferencia la imaginación, orientada a la ficción o la fantasía, de la memoria, que para él requiere fidelidad. Con otras palabras, la memoria también es un espacio de creación. La memoria también pertenece al pasado con lo que el análisis de la memoria y el tiempo se superponen, siendo ésta la última la matriz de la historia, y constituyendo el “testimonio” la transición entre historia y memoria.

                                                                                                                         

16 BARROS, Carlos, "Hacia un nuevo paradigma historiográfico", Memoria y civilización, Pamplona, nº

2, 1999, pp. 223-242.

17 GOFFART, Walter, Barbarians, Maps and historiography, Farnham, Ashgate, 2009.

18 Ver ERICE, Francisco, Guerras de la memoria y fantasmas del pasado. Usos y abusos de la memoria

colectiva, Oviedo, Eikasia, 2009, p. 78.

19 Una versión más sofisticada la podemos encontrar en: CUBITT, Geofrrey, History and Memory,

Manchester University Press, Manchester, 2007.

20 TRAVERSO, Enzo, El pasado, instrucciones de uso. Historia, memoria, política, Madrid, Marcial

Pons, 2007.

(6)

  46  

La incorporación de la historiografía a las relaciones entre historia y memoria

obligan a replantear el tema. Dosse22 señala que es un falso dilema el de la historia como

verdad y la memoria como fidelidad. La nueva postura sería la búsqueda de una conjunción de fidelidades múltiples a la prueba de la verdad expresadas por una historia social de la memoria y una historiografía de la misma. “Al primer movimiento que asegura la primacía de la mirada crítica, el distanciamiento, la objetivación y la desmitologización, sigue un segundo momento, complementario, sin el cual la historia sería puro exotismo: el de una recuperación del sentido que apunta a la apropiación de las distintas sedimentaciones de sentido legadas por las generaciones precedentes, y de las posibilidades no verificadas que

tapizan el pasado de los vencidos y los mudos de la historia”, escribe Dosse23, quien afirma

que frente al experto historiador que privilegia la verdad y deja a la memoria la función de la fidelidad podemos preguntarnos qué valor tendrían una verdad sin fidelidad y una fidelidad sin verdad. Para articular ambas tenemos que recurrir al relato ya que la historia y la memoria son un modo de selección en el pasado, una construcción intelectual e historiográfica.

Como bien podemos concluir, con el tiempo se han ido desarrollando puentes entre historia y memoria. Las dos se necesitan mutuamente. La historia necesita de la memoria porque está vinculada a ella puesto que forman parte del legado individual y colectivo que manejan los propios historiadores. En el mismo sentido, la memoria necesita de la historia para que pueda ser abordada con una metodología y un rigor epistémico. Por lo tanto, es complicada su separación, ya que están profundamente relacionadas. Y más si las consideramos en el presente medieval, cuando se están activando, reactivando, olvidando y recordando a cada instante en estos tiempos que vivimos de aceleración histórica. Nos

encontramos ante una memoria histórica activa24 vinculada a la historiografía. La lucha por

la memoria es también, por tanto, una lucha historiográfica. Se puede preservar la memoria y también la historia, pero con el arbitrio de la historiografía. La memoria es un valor social y cultural, y es redundancia de un pasado que se quiere impedir que pase. La historia es todo eso aplicado a una actividad científica, con lo que es un discurso objetivizado sujeto a un método.

No hay memorias inocentes, memorias colectivas vinculadas a un nosotros, pero

tampoco hay historias objetivadas, sin presencias subjetivas (y memorias)25. La historia ve

los acontecimientos desde fuera y desde dentro, por eso se asocia a la memoria. Conservar la memoria está íntimamente relacionado a la construcción de la historia, aunque, claro, la

memoria puede historizarse26. La memoria es tanto una fuente como parte de la historia. La

historia puede restituir la memoria del pasado pero puede rectificarla porque la memoria retiene el pasado pero la historia es la que la explica. La historia es compleja y siempre se

está reelaborando como la memoria27.

Las memorias y las historias en el presente medieval

                                                                                                                         

22 DOSSE, François, Història, entre la ciència i el relat, Universitat de València, València, 2001

23 DOSSE, François, La historia: conceptos y escrituras, Nueva Visión, Buenos Aires, 2004 pp 217-218. 24 Ver conferencia de Carlos Barros en Montevideo en el año 2007 al respecto en www.h-debate.com 25 Ver TODOROV, Tzvetan, La memoria, ¿un remedio contra el mal?, Arcadia, Barcelona, 2009. 26 Para mayor profundidad, ver: RICOEUR, Paul, La memoria, la historia, el olvido, Trotta, Madrid,

2003.

27 FERNÁNDEZ DE LARREA, Jon A. y DÍAZ DE DURANA, José R., Memoria e historia. Utilización

(7)

  47  

El tiempo perteneciente al presente feudal concedía determinados privilegios al pasado. Era un tiempo de la memoria que desarrollaba las potencialidades del cristianismo como religión de la memoria. Ésta, nos lleva como casi toda actividad intelectual de la época, a lo eclesiástico. La eucaristía (“Haced esto en memoria mía”) significaba una de las primeras relaciones con la memoria en el día a día de la sociedad medieval. Además de esto, las conmemoraciones de los difuntos, los aniversarios de muertos o las celebraciones litúrgicas eran parte de la memoria del presente. Todas estas actividades memorialistas volvían al presente por medio de las celebraciones y de sus palabras. En un sentido similar, también las memorias eran referidas a las iglesias o altares que contenían objetos litúrgicos. El clero, sobre todo el regular y al que pertenecían los historiadores (cronistas) de la época, era los grandes especialistas de la memoria. Sus miembros tenían la obligación de conmemorar el pasado y seleccionaban aquellos acontecimientos “dignos de ser recordados”. La memoria laica se vinculaba más a genealogías, cancioneros de gesta o censos de tierras. Y había otro tipo de memorias que eran las memorias trascendentes vinculadas a las mentalidad y a las imágenes creadas a partir de lo imaginado y los imaginarios. Estas tres memorias, clerical, laica y trascendente van a configurar tres puntos decisivos en las diferentes memorias puesto que cualquier relato memorialístico tiene como referencia las propias sagradas escrituras, generan a sí mismo una serie de narraciones en la población tanto culta como popular y eso crea toda una serie de imaginarios y mentalidades que han sido muy debatidos por su veracidad o no.

Las memorias colectivas medievales, como también las individuales, a partir de “lo visto”, “lo escuchado” y “lo leído”. Así, recuerdos vividos o transmitidos de forma repetitiva son presentados como específicos de la comunidad idealizando el pasado. En esa “interpretación” de lo acontecido, el olvido es fundamental para la memoria, y puede ser natural o una ocultación premeditada. De tal forma, para el presente medieval la oposición entre una memoria colectiva (popular y oral) y una memoria historia (erudita y escrita) no

es pertinente28. El cronista o historiador introduce la memoria nacional que se hace desde

las instituciones pero tiene mucho en común con las memorias colectivas orales: simplificación, olvidos, tergiversaciones, etc. El clero regular es el gran depositario de la memoria, que no dejaba de ser uno de los pilares agustinianos del ser humano, junto con la inteligencia y el amor. El núcleo de la obligación memorial monástica es la liturgia, que era el centro de la actividad monástica, donde las imágenes tendrían una importancia fundamental, puesto que harían presente lo ausente y amueblarían espacios y tiempos. De tal forma, las representaciones de los juicios finales, etc., serían algo más que un intento de compresión de un paisaje bíblico, si no una muestra de las preocupaciones intelectuales y

temporales de los eclesiásticos29. De todos modos, las memorias medievales también están

depositadas en los diferentes linajes genealógicos para justificar los diferentes Señores y también en la propia historiografía que reelabora pasados y presentes según hemos visto

más arriba. Es decir, como señala Zumthor30, lo oral se escribe, lo escrito se ve como una

imagen de lo oral y la voz tiene una autoridad, con lo que habría que matizar esa distinción entre oral/popular y escrito/culto. La cultura medieval es en buena medida un mundo donde lo oral, el testimonio, etc., tiene preeminencia sobre lo escrito. Los textos adquieren

                                                                                                                         

28 Chabannes, Adémar de, Ademari Cabannensis Chronicon 989-1034, Brepols, Turnhout, 1999

29 Ver LE GOFF, Jacques y SCHMITT, Jean Claude, Diccionario razonado del Occidente Medieval,

Madrid, Akal, 2003, pp. 527-537.

30 ZUMTHOR, Paul, Introduction a la poésie orale, Seuil, Paris, 1983 y ZUMTHOR, Paul, La Letra y la

(8)

  48  

importancia porque son leídos, recitados y entendidos, y así registrados en las memorias

individuales y colectivas medievales31.

La historia medieval como memoria

Como hemos explicado más arriba el concepto de memoria colectiva los hemos vinculado a la historia (sea política o de las mentalidades). Difuminemos la línea entre historia y memoria. Las memorias colectivas han sido adquiridas a partir de la oralidad y en muchos casos convertidas en historia, como es el caso de muchas crónicas. De esta forma, recuerdos vividos y transmitidos de forma repetitiva son presentados como específicos de

la comunidad32. Se idealiza el pasado. Y el olvido también forma parte importante de la

memoria. Un olvido que puede ser debido a un proceso natural o al de la ocultación. En ese proceso, el tiempo retenido por la memoria colectiva es simple, binario. Y allí el desenfoque cronológico es la regla, salvo cuando se establece una relación concreta, por ejemplo cuando es con una genealogía familiar. De tal forma, si ignoramos fechas el recuerdo se agarra al escenario, al paisaje. En este sentido, la oposición entre una memoria colectiva (popular y oral) y una memoria histórica (erudita y escrita) no es pertinente. El historiador introduce la memoria nacional que se hace desde instituciones monásticas y eso se va articulando tanto hacia arriba como hacia abajo. Tenemos que recordar que el clero, sobre todo el clero regular, es el especialista en la memoria. Sus miembros tenían la obligación de conmemorar el pasado y seleccionaban aquellos acontecimientos dignos de ser recordados. El núcleo de la obligación memorial monástica es la liturgia, que era el centro de la actividad monástica. La liturgia es el ejemplo perfecto que representa el recuerdo del pasado y la anulación del pasado y el presente. Como hemos señalado más arriba, la consagración de la misa no evoca el recuerdo del sacrificio del Calvario, sino que es ese sacrificio mismo.

La liturgia convierte a los profesionales monásticos en especialistas de la memoria al conmemorar la memoria de los vivos y difuntos. Era una actividad de memoria oral y ceremonial. Hay ciertos recursos a los textos que permitía que la memoria fuera transportada y transmitida. También estaba la lista de nombres que estaba sobre el altar y la música. Paralelamente, había una memoria laica, que llevaba la permeabilidad de la memoria escrita y oral. El pasado se recordaba por medio de nombres propios. Había oralidad, tradiciones genealógicas, canciones de gesta, censos de tierras. Se concedía más importancia al testimonio que a otra cosa, como en el caso de las genealogías.

Al mismo tiempo, había una memoria transcendente. Para San Agustín, la memoria era la primera facultad mental que se refleja en la idea de la trinidad divina. Su importancia aparece, para San Agustín, en De Trinatate, que es la memoria psicológica. Aristóteles y Averroes ya había entendido la memoria como algo psicológico. La memoria crea la imagen de la Phalyfiasma

La historiografía medieval y la memoria

                                                                                                                         

31 Ver también SPIEGEL, Gabrielle M., The Past as Text. The theory and practice of Medieval

Historiography, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1997.

32 Un ejemplo serían las conexiones existentes entre, por ejemplo, San Brandán: navegación y visión,

Madrid, Doce Calles, 2006 y GLABER, Raúl, Historias del primer milenio, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2004.

(9)

  49  

En cuanto a la propia historiografía medieval, el historiador-cronista aparece en su obra constantemente y explica objetivos, métodos, etc., aunque después no los llega a

realizar33. Como la liturgia y otras actividades medievales, la historia no es más que otro

instrumento para las memorias. Lentamente, la historiografía medieval, fue registrando selecciones de lo que acontecía como guerras, acciones de los príncipes, combinadas con las vidas de los Santos y todo al servicio del verdadero motor de la historia y la historiografías medievales, que era Dios. No tenemos que olvidar que la historiografía medieval está producida en un esquema doctrinario con todo lo que supone la inserción de los diferentes acontecimientos en la historia de la salvación (donde la Biblia tenía mucha importancia). La biblia es una de la referencias esenciales en la construcción de los relatos medievales. Los reinos cristianos asumían las sagradas escrituras reconociendo la preeminencia de la escritura y oratoria contra el olvido. En la Alta Edad Media la oralidad era esencial. Lo oral era la fuente fundamental para todas las creaciones literarias y memorialísticas de la Edad Media. La Biblia era un libro en crecimiento de difusión. La biblia era leída en monasterios y conectada en escuelas catedralicias en el siglo XI (no era seguro que todos tuvieran biblias: párrocos, etc.). En este sentido hay que matizar que no hay una oposición entre Biblia de los sabios y del pueblo, que es un fantasma postromántico.

Siguiendo a Zumthor, se debe de romper la dicotomía entre oral-popular y escrito-culto (en la universidad del siglo XV había ejercicios orales). En el siglo XIII, la cultura popular estaba vinculada a los proverbios. Desde el siglo XII al XIV no se elimina el valor de la memoria, la oralidad, las gestas, los objetos simbólicos Se confía más en el sello que en la firma, más al testimonio de mensajero que a la tinta (puesto que podría ser cambiada). Las leyes se hacen públicas por el pregón y las cartas se leían en voz alta. En las escuelas la maestra leía y los demás escuchaban, los sermones eran copiados después de ser leídos. Y

había una recepción de la literatura por el oído. Jean Claude Schmitt34 habla de la

gestualidad en el texto. Es el momento en el que el texto es leído, recitado, y entendido, gustado, registrado en la memoria de la gente.

Volviendo a lo escrito, la historia se escribía con la idea de ser comprendida y sin buscar las relaciones causa-efecto, con algunas excepciones como la de Guillermo de Poiters. El historiador medieval se ocupaba de lo contingente creía que no se podía invadir lo especulativo porque era labor de teólogos y filósofos. El gran objetivo de los cronistas era adivinar a Dios como seña de la misma en base a un desarrollo lineal con dos períodos cortados por el nacimiento de Jesucristo. Según San Agustín, la historia sería un proceso dual entre la ciudad de Dios y la de los hombres hasta alcanzar la Jerusalén Celeste. Aunque hay que tener en cuenta que en el mundo medieval no hay distinción entre lo verdadero y lo posible, además que la relación entre lo real y lo imaginario es muy tenue porque existe un paradigma cristiano referente a las sagradas escrituras y una aprehensión de la realidad

diferente a la de la época contemporánea o moderna35.

El historiador aparece en su obra constantemente36 y explica objetivos y métodos.

Como la liturgia, la historia es un instrumento de la memoria. Es una práctica construida                                                                                                                          

33 ORCÁSTEGUI, Carmen y SARASA, Esteban, La historia en la Edad Media, Madrid, Cátedra, 1991,

pp. 15-57.

34 SCHMITT, Jean-Claude, Le corps, les rites, les rêves, le temps: Essais d’anthropologie médiévale,

Gallimard, Paris, 2001 y La Raison des gestes dans l’Occident médiéval, París, Gallimard, 1990.

35 GUENÉE, Berrnad, Politique et histoire au moyen-âge, Paris, Publications de la Sorbone, Sorbone,

1981.

(10)

  50  

sobre la tradición, el pasado y la memoria. La historia conservaba la memoria de lo que había pasado. La memoria olvida y recuerda, la historia selecciona y construye. El olvido es aspecto fundamental de la memoria. En el mundo medieval pensaban que el diablo ejercía de “olvidador” porque los monjes no cumplían las tareas (En la tradición aristotélica, el olvido es la juventud, la vejez o la inteligencia).

Por tanto, La memoria olvida y recuerda guerras, acciones de príncipes, santos y Dios. El historiador componía su narración con lo que había visto, oído y leído. Prefería lo oral a lo escrito, como Flodoardo de Reims (siglo X). En el siglo XII hablaban de reconstruir el pasado a partir de tradiciones orales y en el siglo XIII Gautier Map habla de memoria oral de 100 años y separan los tiempos modernos de los antiguos.

Creencias y representaciones medievales y memoria

Las creencias, las mentalidades y las representaciones son actitudes individuales y colectivas que complementan la cultura de los autores y las obras. Para estudiar lo individual y lo colectivo es preciso recurrir a la ayuda de la sociología, psicología, antropología y a la historia de las sensibilidades o de las emociones.

Ahí nos encontramos con todo lo relativo a lo mágico, lo milagroso y lo maravilloso. Lo milagroso está basado en la biblia. Es una lección, un aviso, es algo ejemplificante en contra del esquema no cristiano de paganismo y reliquias. Se da en curaciones de enfermedade, etc. y a medida que pasa el tiempo cada vez se va restringiendo más.

Si lo milagroso es sobrenatural, lo maravilloso es natural y está vinculado a la rareza y a la admiración. Lo maravilloso está vinculado a lo bíblico, al paraíso, al Arca de Noe, a la Torre de Babel, al Apocalipsis. También a cuentos como la Bella durmiente, las Hadas y a lugares (Islas, ciudades). Su función es está vinculada a lo compensatorio (fábulas sobre países, contestación a la ideología cristiana, en contra del orden cristiano y a romper el ideal bien/mal). Así la desnudez, la libertad sexual y el milenarismo como esperanza son habituales. Por último, también completa el mundo. Lo real es completado con estos pasajes maravillosos.

Otro elemento importante en el ámbito de las creencias y las representaciones son las imágenes. Warburg y sus discípulos (Panofsky) entienden la imagen según el arte. Belting entiende la imagen como algo más amplio que el concepto de arte. La imagen es un

concepto más amplio37. Hay objetos figurados (retablos, esculturas, vidrieras, miniaturas,

etc.), imágenes del lenguaje (metáforas, alegorías) e imágenes mentales de la meditación y la memoria, de los sueños, de las visiones, en relación con las imágenes materiales. La imagen hace presente lo ausente, visible lo invisible, Dios en los humanos, el pasado en el futuro, la memoria en la historia y la historia en la memoria.

La imagen aun cuando aparece con un texto no es una imagen para leer y no hay que leerla. El sentido de la imagen hay que buscarlo más allá de lo que parece representar, ilustrar o decir. Debemos de encontrar la relación entre la imagen mental y la imagen mental, el sueño. Por ejemplo, a partir del año 1000 asistimos a la “revolución de las imágenes”. Así asistimos a la representación tridimensional de Cristo en la Cruz, la pintura                                                                                                                          

37 Un método posible de estudio iconográfico desde la perspectiva del historiador se encuentra en:

(11)

  51  

en tablas. En el siglo XIII aparecen los primeros retablos. Lo mismo sucede con la estatuaria monumental.

Las imágenes medievales se dirigen no solo a los laicos sino también a los clérigos, por eso aparecen en libros. También son importantes para el culto a los santos tanto en élites laicas como en clérigos. Y, por supuesto, en el marco de la liturgia y los sacramentos.

Además contribuyen a legitimar el poder temporal38.

La memoria y el tiempo

El mundo medieval es la intersección de dos tiempos, el circular y el lineal. Repasemos esto. Al tiempo de los dioses le siguió el tiempo del dios único, al calendario romano siguieron otros calendarios con nuevas divisiones. San Agustín ordenó el tiempo medieval de forma lineal hacia el Juicio Final y la Salvación, que sería la última de las siete edades en las que se divide la evolución del universo. Pero esa idea rectilínea convivió con el tiempo litúrgico, articulado a partir de las estaciones. El adviento es la espera del nacimiento (desde el siglo IV el 25 de diciembre), la resurrección (Pascua) y la ascensión de Cristo y descenso del Espíritu Santo. El tiempo cristiano es un tiempo lineal creado por Dios. Es un tiempo histórico pero basada en la memoria.

El tiempo feudal concede privilegios al pasado39. Es un tiempo de la memoria que

desarrolla las potencialidades del cristianismo como religión de la memoria. La memoria de Jesús, de muertos ejemplares (mártires) y de Santos. El tiempo dinástico recurrirá a las genealogías y distingue antecesores. El tiempo medieval tiene diferentes estratos. Tiempo monástico, tiempo campesino, tiempo guerrero, urbano y señorial. Los monjes aportan dos grandes novedades para dominar el tiempo, los campanarios y el arreglo a la regla. El dominio sobre el tiempo y el espacio es un instrumento de dominación importante. Y ahí la iglesia ha sido la gran vencedora. En ese sentido, hay que precisar que la Edad Media no

conoce un tiempo unificado y universal40

Conclusiones

El concepto memoria, como decíamos al princpio, ha sido uno de los más controvertidos en el mundo académico en los últimos tiempos. Podemos concluir que podemos pensar la memoria como individual y colectiva, pero también la memoria como supervivencia y la memoria como reconstrucción. Es decir, la memoria es un ejercicio subjetivo y como práctica social es una actividad retrospectiva que pone en conexión la propia memoria con la historia. Las relaciones entre historia y memoria pueden ser de

diferentes tipos41. Podemos estudiar el rol de la memoria en el proceso histórico, en el

proceso en el que los acontecimientos han sucedido. También la memoria se puede estudiar como parte del propio estudio histórico. Y también puede ser estudiada como formas de conocimiento que hacen que los relatos resultantes sean una mezcla de historia y

memoria42.

                                                                                                                         

38 SCHMITT, Jean-Claude, Le corps des images. Essais sur la culture visuelle au Moyen Age, Gallimard,

París, 2002.

39 GOETZ, Hans-Werner, “The Concept of Time in the Historiography of the eleventh and twelfth

centuries” in ALTHOFF, Gerd, FRIED, Johannes and GEARY, Patrick, Medieval Concepts of the Past. Ritual, Memory, Historiography, Cambridge University Press, Cambridge, 2002, pp. 139-167.

40 POMIAN, Krzysztof, L´ordre du temps, Gallimard, Paris, 1984.

41 PARAVICINI, Agostino (ed.), La mémoire du temps au Moyen Age, Edizioni del Galluzzo, Firenze,

2005.

(12)

  52  

Para algunos la memoria es algo personal e individual; para otros está conectada a instituciones sociales y culturales, y para unos otros, es el residuo de la experiencia pasada; por último, para muchos otros es la reconstrucción de esas experiencias desde un presente determinado.

Hemos defendido la historia y memoria como una relación intelectual que se desarrolla conjuntamente, aunque sean conceptos o términos que tengan recorridos y esencias diferentes. Pese todo, los hemos entendido como conceptos próximos y que navegan en territorios similares. Para ello hemos hecho una genealogía historiográfica del reciente concepto de memoria, así como hemos definido sus relaciones y sus interacciones en el mundo medieval, tanto el o relativo al tiempo como a la propia escritura de la historia como a sus representaciones. La conclusión es que historia y memoria no se pueden separar y que ambas se retroalimentan. Y mucho más en el mundo medieval donde el gesto, lo oral y el relato son esenciales para entender ese mundo. A esto le debemos de añadir la importancia tanto de la Biblia como libro generador de realidades y el propio sistema cristiano, basado también en las propias memorias. Recurramos a memoria individual, memoria colectiva, memoria social o memoria cultural todas están irremediablemente conectadas con la historia.

Referencias

Documento similar

En suma, la búsqueda de la máxima expansión de la libertad de enseñanza y la eliminación del monopolio estatal para convertir a la educación en una función de la

lack of the authority of voice, dissociation, regression, overlapping, prevailing of images and sensations, continuous flashbacks of memory, etc. As an example of

Es decir, a la cuestión acerca de si las propiedades narrativas son esenciales en la escritura de la historia o, lo que es lo mismo, sobre si es posible definir a un

En esta memoria se presenta el “Máster en Operaciones e Ingeniería de Sistemas Aéreos no Tripulados”, un máster interuniversitario con la Escuela Politécnica Superior del

«Condado de Huelva» amparaba 17 términos municipales de la provincia de Huelva: Almonte , Beas, Bollullos par del Condado, Bonares, Chuce- na, Hinojos, La Palma del Condado , Lucena

Por su posición entre didáctica, memoria e historia, la literatura infantil y juvenil se define como punto cruce para la memoria histórica y para un entendi- miento de la Guerra

A lo largo del curso académico 2012/2013, la representación de los Profesores Tutores en el Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas fue

Imparte docencia en el Grado en Historia del Arte (Universidad de Málaga) en las asignaturas: Poéticas del arte español de los siglos XX y XXI, Picasso y el arte español del siglo