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Clase Especial Nociones Introductorias al Psicoanálisis (n 6)

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Clase Especial – Nociones Introductorias al Psicoanálisis (n°6) 26 de Agosto de 2013

Dr Fabián A. Naparstek

Buenas tardes, hoy trabajaremos el tema de las estructuras clínicas y los sexos. Dentro del psicoanálisis no se da por sentado cuál es la posición sexual de un sujeto o cuál es su elección sexual. Esto más allá de situaciones actuales como la que leía hoy, que decía que en Alemania empezaron a dar documentos de identidad en donde no se indica si el portador es hombre o mujer. Más allá del documento, lo que es claro es que cuando en el psicoanálisis hacemos un diagnóstico, entre las cosas que diagnosticamos está también lo sexual. Esto no se determina a partir de que alguien venga vestido como hombre o como mujer.

Lo diré con términos de Lacan, la posición sexuada que tiene un sujeto implica las dos alternativas que Freud ya indicaba y que son: la posición que tiene en la división de los sexos y el tipo de elección de objeto que hace. Alguien puede estar en la posición masculina pero eso no indica necesariamente qué tipo de elección de objeto hace para su deseo sexual. Puede elegir a un hombre, a una mujer, a un zapato, etc. Esto también es parte del diagnóstico que tenemos que elaborar.

Uds. tienen que saber que estar en una u otra posición no es sin consecuencias para la salud mental de ese sujeto. Por ejemplo, para Schreber no era lo mismo ser hombre que ser mujer. En el teórico expliqué cómo plantea Schreber la disyuntiva de su salud mental. En sus palabras textuales “loco como hombre, sano de espíritu como mujer”. Se ve muy bien que estar en una posición o en otra tiene consecuencias, no sólo en cómo se sale vestido a la calle, sino en la salud mental de la gente.

De paso, llama la atención que cada vez nos vestimos más de manera unisex, es decir que somos más indistinguibles por la ropa que usamos. La problemática sexual es central en los movimientos culturales, en ese sentido se hace fundamental para la psicopatología la cuestión de los sexos. Estoy planteando problemáticas para que ustedes vean la importancia que tiene el tema.

Freud sorprende, muy al comienzo de su obra, con el planteo de que puede haber histerias masculinas. Como ustedes saben, la histeria se pensaba del lado femenino, incluso el término deriva de útero. Les anticipo que Lacan es mucho más extremista que Freud. No sólo va a decir que puede haber histeria en los hombres, sino que en su pensamiento al final de su obra, las histerias son sólo de los hombres. En realidad, así está mal dicho, las histerias en Lacan son de los que están del lado macho. Esto no quiere decir que no haya mujeres que estén del lado macho. Se entiende que estamos separando la posición sexuada de alguien de la anatomía.

En la época de Freud no era tan claro como ahora que la anatomía no es lo que determina la posición sexuada de una persona. No pasaba como ahora que en los medios de información aparecen noticias sobre personas que quieren cambiar de sexo. Es decir, el psicoanálisis introduce la importancia de la sexuación en la clínica teniendo en cuenta que esto no está dado por el sexo anatómico.

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Hemos visto la importancia que tiene para Freud la noción del Edipo. Lo hemos visto especialmente cuando trabajamos la noción lacaniana de forclusión del nombre del padre, y la distinción entre neurosis y psicosis. Para decirlo en términos rápidos, ustedes ya saben que quien ha atravesado el Edipo está dentro de la neurosis, y quien no lo ha atravesado está del lado de la psicosis. También saben que al Edipo siempre se lo atraviesa mal. La distinción no está en quién lo atraviesa mal y quien lo atraviesa bien. Freud dice que el Edipo es una elección forzada porque uno querría no tener que elegir entre esas dos cosas, y que lo que uno verdaderamente eligió, le está prohibido.

En el caso de los varones la elección es entre su propio órgano y la madre. Si se queda con la madre pierde su órgano y si se queda con su órgano pierde a la madre.

Además, la idea freudiana, que retoma Lacan, es que atravesar el Edipo sirve, entre otras cosas, para dividir los sexos. Después veremos cómo los divide.

Atravesar el Edipo permite salir con una “credencial” de hombre o de mujer. La fórmula de Lacan para el caso de Schreber es que “a falta de ser el falo para la madre se transformó…”, que es lo mismo que decir que a falta de atravesar el Edipo tuvo que inventarse una posición sexuada delirante: ser la mujer de Dios.

Entonces, como decíamos, el primer razonamiento es que no hay neurosis sin Edipo. Hay algo más en esta relación entre el Edipo y la neurosis. La idea de Lacan es que el Edipo da respuestas, pero que son problemáticas. Son respuestas que no implican una solución acabada sino que son siempre problemáticas. Entonces lo que propone Lacan es que no sólo es que no hay neurosis sin Edipo, sino que la neurosis es el intento de resolver los problemas del Edipo.

Les leo lo que dice Lacan en el seminario 4 pág. 401:

“Toda la neurosis es para sustituir la dificultad del Edipo”…. “se supone que todo lo que sucede en la neurosis es para de alguna forma suplir alguna dificultad, alguna insuficiencia en la forma en que el niño se había enfrentado al Edipo”.

Como ven, Lacan lo dice con todas las letras. Uno podría decir que Edipo y neurosis son equivalentes. No está del todo mal, pero además hay una problemática que es la diferencia de los sexos. La respuesta a esa problemática está en el Edipo pero tiene dificultades, y esas dificultades se resuelven con neurosis. ¿Ven el razonamiento?

En el seminario 3 Lacan plantea estos temas de la siguiente manera: el problema del Edipo es que cuenta con un solo significante para dividir en dos. Ese significante es el falo, y entonces para dividir dice: falo, falo. En el campo de lo simbólico tenemos falo, no-falo.

Imaginen que yo los divido a ustedes en dos grupos: A y B o falo y no-falo. La pregunta que surge es: quién es de un grupo y quién es del otro. Lacan dice que la manera en que uno se ubica respecto de esto es a partir de una relación entre lo imaginario y lo simbólico, y va a decir que el pene tiene pregnancia imaginaria sobre lo simbólico del falo. Si la pregunta es, porqué unos van al grupo falo y otros a no-falo; Lacan dice: que el pene tiene pregnancia imaginaria sobre lo simbólico del falo. Lo que quiere decir que quien está del lado del pene en lo imaginario, se liga a falo, y quien está del lado del no -pene en lo imaginario, se liga a no falo.

Esto es algo que el psicoanálisis no inventa, en todo caso lo trata de explicar. Que el pene tiene pregnancia imaginaria sobre lo simbólico del falo es algo que ya encontramos en la antigua Grecia. Los griegos veneraban al dios de la fertilidad (falo) con la imagen de un pene erecto. Ya estaba presente en la cultura, al menos en la occidental.

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Subrayé en los teóricos que siempre hay un lazo entre imaginario y simbólico respecto del significante. Lo hemos trabajado cuando hablamos de los ideales. Un ideal es algo abstracto que cada uno imaginariza de cierta manera. Siempre hay un correlato entre una noción abstracta y una imagen. Pongamos por caso, alguien que por su historia tiene el ideal de ser un doctor; eso por sí mismo es abstracto, puede serlo de muchas maneras. Por ejemplo, yo tengo un doctorado pude haber cumplido con el ideal de ser un doctor. Sin embargo, ese ser doctor implica cosas diferentes para cada uno. Uno siempre imaginariza una noción abstracta. Alguien puede imaginar que ser doctor es andar por los pasillos con delantal blanco, para otro puede ser una imagen totalmente diferente. Es correlativa a cada uno, una imagen que podría tener que ver con el ideal del yo.

Quiero que comprendan que el falo es una abstracción total. El significante falo por sí mismo no significa nada. Como con el ejemplo del médico. A ese lugar del falo pueden ir a parar muchas cosas, entre ellas, por excelencia, el pene.

En este esquema del Seminario 3 ustedes pueden decirme que hay una falla, porque pueden preguntar ¿Dónde está lo Real? O ¿Por qué el pene tiene esa pregnancia imaginaria sobre el falo? Es algo que Lacan no responde en esta época, sino que más adelante dará algunas pistas, bastante freudianas. Dirá que el falo es más importante por su ausencia que por su presencia.

Freud dice que para que se instale la castración, no alcanza con que al niño le digan que se lo van a cortar, sino que además necesita ver a un ser vivo al que le falta. Es decir que recién cuando se encuentra una ausencia se instala la castración. En el historial de Juanito verán que Juanito creía que todo el mundo tenía la cosita de hacer pipí. Mientras creía eso, no había castración. Es lo que Freud llama la “premisa universal del pene”. El problema le aparece cuando hay ausencia.

Como dice Lacan, el falo es más importante por su ausencia que por su presencia y la dialéctica fálica se instala entre los polos presencia-ausencia. La dialéctica es si se lo tiene, si no se lo tiene; si se lo tiene se lo puede perder, si no se lo tiene se espera tenerlo.

La característica presencia-ausencia es un problema puramente simbólico. Teniendo en cuenta estas características simbólicas del falo; Lacan dice que lo que tiene que ver con lo real de un órgano, en tanto es un órgano que se podría decir que tiene movimiento independiente del cuerpo (en tanto es tumescente y detumescente), ese movimiento del órgano en tanto real, encaja muy bien con la lógica simbólica de presencia-ausencia.

Lo repito: del lado simbólico encontramos presencia y ausencia. Nos preguntamos: ¿Por qué el pene tiene pregnancia imaginaria sobre el falo? Más de diez seminarios después del seminario 3, Lacan dice que este órgano, tiene pregnancia imaginaria porque tiene tumescencia y detumescencia y eso encaja muy bien con la presencia y ausencia de falo. Cuando hay erección hay presencia de falo, cuando hay detumescencia, ausencia. Les digo que tiene movimiento independiente del cuerpo porque es vivido así por quien es portador del pene. Las primeras vivencias de un niño lo llevan a sorprenderse cuando tiene una erección. No es lo mismo que se le mueva el pene que mover una mano, lo sorprende. También puede sucederle al hombre experimentar que ese órgano no se mueve según su voluntad. Freud equipara el pene de los hombres con el clítoris femenino. Lo dice explícitamente. El punto central es la posibilidad de erección.

Bien; a la posición de los que están del lado hombre Freud la llama miedo a la castración, es decir miedo a perderlo. A la posición de las mujeres la llama: envidia del pene. Estas dos maneras de situarse a partir del falo ya implican posiciones subjetivas que marcan la vida del individuo. No es lo mismo estar en la posición de miedo de perderlo que

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de envidia por no tenerlo. Que uno caiga en un lugar o en otro le hace vivir la vida de manera distinta.

Ustedes podrán decir, siguiendo la lógica edípica, que quienes están del lado del miedo a la castración son los favorecidos. En un sentido es verdad y en otro no. Porque sigue la lógica del tener y no tener y el que tiene, también tiene los problemas del tener, tiene los problemas que eso implica. El que no lo tiene, anda libre por el mundo, no puede perderlo.

El acto sexual, si fuera entre uno de cada lado, siguiendo la lógica fálica es un acto sexual con un solo órgano; entonces en ese encuentro sexual, con esta lógica, el único que puede perder es el que lo tiene. Dicho de otra manera: el que está en la posición de miedo a la castración a partir de que se instala ahí, es alguien que siempre va a tener que calcular qué hacer con lo que tiene porque lo puede perder. El que está en la otra posición (del menos falo) es alguien que va a esperar tenerlo, mientras se queja por lo que no le tocó en suerte. Del lado de la envidia del pene se espera tenerlo, mientras se queja por lo que no le tocó en suerte.

Ambas salidas son salidas fálicas. Ambas salidas tienen el tinte masculino porque quienes lo tienen (y esto es independiente de la anatomía) están aferrados a lo que tienen y quienes no lo tienen, están aferrados a lo que van a tener.

Freud hace una ecuación diciendo que hay 3 salidas del Edipo para las mujeres (no me detendré ahora a nombrarlas), pero fundamentalmente dice que la envidia del pene es esperar que el padre dé un hijo que hará las veces de falo. Hablamos de ecuación cuando reemplazamos una cosa por otra, en este caso falo por niño. Nos encontramos que comúnmente se dice que la mujer cuando está embarazada está completa, cosa que no se ve tanto en la realidad, porque las mujeres se quejan que tienen vómitos, que están pesadas, etc. De todos modos hay que decir que si no interviene el Edipo y el falo durante el embarazo, y más aún en el nacimiento de un hijo, será muy dificultoso para una mujer. Lacan plantea que la castración sirve para que una mujer pueda recibir a su hijo como falo. La gente se pregunta, cuando nos enteramos que eso ocurre en algún caso policial, por qué una madre tiró a su hijo por la ventana y la verdad es que hay que preguntarse por qué no lo tiran, cuando los bebés lloran, no dejan dormir, etc. La madre no lo tira porque dice “que divino el bebé”, y eso es porque tiene ese brillo fálico.

El Edipo da una respuesta fálica a la división de los sexos, y genera fórmulas universales. Las mujeres se ubican como mujeres y hablan de hombres, los hombres se ubican como hombres y hablan de mujeres, las mujeres dicen que los hombres son todos iguales, etc. Son fórmulas universales, y eso se da gracias a pasar por el Edipo. Piensen que difícilmente Schreber se podría incluir en una conversación de hombres para decir que las mujeres son todas iguales, tendría que juntarse con otros para hablar de los dioses, cosa difícil de encontrar.

Entonces, lo que decíamos es que miedo a la castración y envidia del pene son una respuesta a la división de los sexos, una respuesta aunque no única. Es una respuesta que presenta un problema y, frente a eso, están los intentos de solución de las neurosis.

Lo más frecuente es que los hombres vayan a parar a la obsesión y las mujeres a la histeria (aunque no exclusivamente, claro). Y así como nos preguntamos por qué el pene tiene pregnancia imaginaria, nos podemos preguntar por qué es más común que se repartan las cosas así.

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Antes de intentar explicar esto quiero dejar planteado uno de los problemas del Edipo. Quizás el problema fundamental, y es que el Edipo no responde “qué es una mujer”.

El Edipo divide en dos: miedo a la castración y envidia del pene. Las dos son respuestas fálicas y dejan afuera “lo que no entra en el falo”. Insisto: no estoy diciendo la que no tiene falo; porque en ese caso está en la posición de envidia del pene, así que también está en referencia al falo, se orienta en el mundo por el falo y deja afuera a aquello que no tendría una orientación por el falo. Este problema es central para todo el mundo tanto hombres como mujeres.

En breve estudiarán el tema histeria y verán que lo que dice Lacan es que plantea una pregunta por la feminidad, la pregunta de “qué es una mujer”. Esto no quiere decir que los obsesivos no se pregunten por esto, pero van a ver que en los historiales se ve que qué hacer con una mujer es un problema central.

Alumna: No entiendo cuál es la relación entre que la mujer no tenga falo y que la mujer sea un problema. ¿Qué es un hombre también? ¿Hay una respuesta para eso?

F.N.: Es la respuesta fálica. Contesto desde el sentido común: los hombres, que están del lado del miedo a la castración, son gente simple. Se orientan en el mundo por lo que tienen y por el temor a perderlo, las mujeres dicen que los hombres no pueden mascar chicle y caminar a la vez, etc. La clínica muestra que los hombres llegan a análisis por dos temas centrales: o por su órgano o por el problema con una mujer, y a veces se juntan los dos problemas.

En aquellos que están del lado de la envidia del pene, en el caso de ser mujer, hay algo más. Una escena de todos los días es que un hombre se queje y le diga a la mujer: “al pan, pan y al vino, vino. No entiendo lo que me decís”. Hay algo de la complejidad propia de lo femenino que no deja de ser un problema tanto para hombres como para mujeres y que se articula especialmente en torno a la posición del falo.

En todo caso lo que deja fuera esto es preguntarse qué sería algo que no está orientado por el falo. Si quieren a eso lo podemos llamar mujer, pero en todo caso diríamos “aquello que no está orientado por el falo”.

Les voy a proponer una fórmula que no la plantea textualmente Lacan, pero que se puede extraer de la lógica de lo que dice.

A mi gusto no es que hay más hombres obsesivos y más mujeres histéricas, sino que hay una relación directa entre el miedo a la castración y la obsesión y la envidia del pene y la histeria. Si la neurosis es un intento de solución a la respuesta edípica de la diferencia de los sexos (y son soluciones hasta donde alcanzan), hay cierta relación preponderante entre la obsesión y el miedo a la castración y entre la histeria y la envidia del pene. Dicho de otra manera: La neurosis obsesiva es a la castración como la histeria es a la envidia del pene.

Freud se pregunta en los primeros textos, aunque no de esta manera, por qué las mujeres suelen estar del lado de la histeria. Él distingue obsesión de histeria de distintas maneras. Una forma es atender a cómo fue vivida la escena traumática. La escena pasiva queda del lado de la histeria, la escena activa queda del lado de la neurosis obsesiva. La clave de esta cuestión es entender a qué se refiere con activo y pasivo. Una alternativa se refiere a preguntarse quién fue el agente de la seducción. El agente es el que va hacia el otro. Un ejemplo, escuché al abogado defensor de un supuesto violador decir que fue seducido. Es un problema que suele aparecer en términos jurídicos cuando se trata de un

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abuso: que el juez se ve obligado a preguntar al abusador si ha sido seducido. Este problema no tiene ningún viso de solución en el “fango del problema imaginario” para decirlo en términos lacanianos. ¿Quién es el agente de la seducción? ¿El que se mueve? ¿El que se queda quieto no es el seductor? Alguna mujer podría decir que quedarse quieta en un rincón puede ser la mejor manera de seducir a un hombre. Una mujer puede activamente quedarse quieta. Pero por favor, no se entienda con esto que estoy diciendo que jurídicamente hablando no hay abusadores. Los hay, sin lugar a dudas.

La otra manera de distinguir activo de pasivo, que me parece mejor, es si se obtuvo o no placer en la escena. No importa quién es el agente sino si se obtuvo o no placer, lo que no quiere decir que no haya habido placer en esa escena. Pasivo es quien no obtuvo placer, sino que lo ubica del lado del otro diciendo “el otro me sedujo” y activo es el que ubica el placer del lado propio. Esto está muy claro en Dora y en El hombre de las ratas. Esto tiene consecuencias éticas dentro de la neurosis.

La histérica anda por el mundo quejándose de que el hombre es tal cosa y que obtuvo placer a costa de ella. El obsesivo en cambio, es aquel que anda por el mundo reprochándose el placer que obtuvo a costa del otro. No es que no hubo placer en la escena, es sólo que cambia el lugar. Esto es central porque lo que define la obsesión, tal como Freud la describe, es el autorreproche. Sólo puede haber autorreproche si uno vivió con placer aquella escena. La histérica no se puede reprochar nada a sí misma. Es lo que Freud llama la “Belle indiference” de la histeria La histérica por excelencia es la que anda por la vida sin tener nada que ver con lo que le pasa. Esto sitúa una posición: la histeria supone que el que goza es el otro, que el otro goza demás. El otro obtiene un plus a pesar de ella. Freud propone que la escena pasiva de la histeria tiene mucho que ver con las mujeres porque es más común que se aprovechen de ellas. A mi gusto es una explicación prejuiciosa propia de la época, pero que no explica demasiado.

Estoy intentando darles una respuesta estructural de la relación entre miedo a la castración y obsesión por un lado e histeria y envidia del pene por el otro. Hablaré ahora de miedo a la castración, aunque algo dije ya.

La posición de miedo a la castración es eminentemente calculadora. Debe calcular qué hace con su instrumento de goce. Es aquel que tiene todo para perder, especialmente en el acto sexual. A partir de esto Freud explica varios fenómenos clínicos. Por ejemplo: la impotencia, el temor a perderlo. Una de las explicaciones que él da es que, si la mujer con la que el obsesivo está se parece demasiado a la madre, pensará que mejor guardar el pene antes que perderlo.

Esta es la posición del Edipo. Lacan dice: es un mal menor frente a un posible mal mayor, como si dijera “no pude hacer el acto sexual, pero me volví a mi casa con lo puesto”

La posición obsesiva se reprocha la culpa por haber obtenido una satisfacción extra. Por eso está totalmente ligada con el cálculo, con la duda. Se la pasa calculando qué va a hacer. Vemos entonces que estructuralmente la obsesión se liga de una manera muy fuerte con el miedo a la castración.

Ahora bien, según Freud, ¿qué respuesta da el obsesivo a la pregunta acerca de qué es una mujer? En general se toma a la mujer como madre o como puta. En alemán, la palabra que usa Freud no refiere a la mujer que comercia con su cuerpo sino a la mujer fácil, la que se entrega fácilmente. Encuentran esto en textos como “Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre” “La degradación de la vida amorosa..”, y también en la vida cotidiana y en el saber popular. Fíjense que se suele hablar de hombres que quieren

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mucho a su mujer porque se parece mucho a su mamá, pero encuentran problemas con el deseo frente a esa mujer. La vida cotidiana muestra dos respuestas: ama a su mujer pero para coger busca otra o bien ama a su mujer, pero para coger tiene que degradarla un poco para poder acceder sexualmente a ella. Lo que nos interesa es ver que en esa disyuntiva, ninguna de las dos es una mujer. Una es una madre, y la otra es una puta. Se ve que en esa disyuntiva el hombre se las intenta arreglar lo mejor posible.

La próxima clase continuaremos con este tema y veremos la relación entre histeria y envidia del pene.

Desgrabación: Susana Japkin, Gabriela Scheinkenstel. Establecimiento del texto: Nicolás Bousoño

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