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Introducir a la celebración del misterio. La dimensión mistagógica del ministerio de la presidencia litúrgica

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INTRODUCIR A LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO. LA DIMENSIÓN MISTAGÓGICA DEL MINISTERIO

DE LA PRESIDENCIA LITÚRGICA

INTRODUCING TO THE CELEBRATION OF THE MYSTERIOUS. THE MYSTAGOGICAL DIMENSION OF THE PRESIDENT’S

LITURGICAL MINISTRY

Patricio Fuentes Benavides*

Universidad Católica de la Santísima Concepción. Concepción, Chile

Resumen

Según la enseñanza del Concilio Vaticano II (SacrosanctumConcilium 7), la presencia de Cristo en la liturgia se manifiesta de modo especial en la celebración de la Eucaris-tía, en los sacramentos, en la proclamación de la Palabra, y en la persona del ministro cuando ejerce la presidencia litúrgica. En el presente artículo nos detendremos princi-palmente en el signo particular de la presidencia litúrgica del ministro, y específica-mente en cuanto este ministerio está llamado a ser una mediación simbólica, con la misión específica de guiar la acción ritual de la asamblea, para que la celebración sea una auténtica vivencia del Misterio de la presencia salvífica de Cristo.

Palabras clave: Liturgia, celebración, asamblea litúrgica, reforma litúrgica, presi-dencia litúrgica, mistagogía.

Abstract

According to the teaching of Concilio Vaticano II (Sacrosanctum Concilium 7), the presence of Christ in the liturgy, is demonstrated in a special way, in the celebration of the Eucharist, in the sacrifices, in the preaching of the Gospel, and in the person of the ministry, when they exercise the presidential liturgy. In the current article we will mainly be held back in the particular character of the liturgical presidency of the minister, and specifically as soon as this ministry is named to be a symbolic mediation, with the

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specific goal of guiding the ritual action of the meeting, so that the celebration is an authentic experience of the Mystery of the saving existence of Christ.

Key words: Liturgy, celebration, liturgical assembly, liturgical reform, liturgical presidency, mystagogical.

I. Introducción

La presidencia litúrgica, especialmente de los sacramentos, es el más noble y difícil ministerio que se le ha confiado al presbítero. Quien preside está “delante”, con toda su persona, con su rostro, con sus gestos y palabras, todos ellos manifiestan su fe y capacidad de hacer comunión y de involucrar en la celebración, pero por sobre todo está llamado a ser signo de la presen-cia viva de Cristo.

Exponer el don y la responsabilidad que el ejercicio de la presidencia litúrgica supone, es el objetivo del presente artículo. Lo hacemos a partir de la misma liturgia de la Iglesia, del ars celebrandi, expresado en los princi-pales libros litúrgicos.

Como marco de referencia del presente trabajo usamos los siguientes documentos magisteriales y litúrgicos:

1. Constitución “Sacrosanctum Concilium” del Concilio Vaticano II1:

1.1. La liturgia es acción de toda la Iglesia, significada en la asamblea litúrgica, nos dice el concilio:

Actiones liturgicae non sunt actiones privatae, sed celebrationes eclesiae, quae est “unitatis sacramentum”, scilicer plebs sancta sub Episcopis adunata et ordinata. Quare ad universum Corpus Ecclesiae pertinent illudque manifestant et afficiunt; singula vero membra ipsius diverso modo, pro diversitate ordinum, munerum et actualis participationis attingunt2.

1 Cf., CONCILIUM OECUMENICUMVATICANUM II, Constitutio de sacraLiturgia

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1.2. La sacramentalidad de la acción litúrgica, ella es actualización en el hoy de la obra redentora de Cristo:

Ideoque, sicut Christus missus est a Patre, ita et ipse Apostolos, repletos Spiritu Sancto, misit, non solum ut, praedicantes Evangelium omni creaturae, annuntiarent Filium Dei morte sua et resurrectione nos a potestate satanae et a morte liberasse et in regnum Patris transtulisse, sed etiam ut, quod annuntiabant, opus salutis per Sacrificium et Sacramenta, circa quae tota vita liturgica vertit, exercerent3.

1. 3. El ministro ordenado es parte de la sacramentalidad de la liturgia, signo de Cristo:

Ad tantum vero opus perficiendum, Christus Ecclesiae suae semper adest, praesertim in actionibus liturgicis. Praesens adest in Missae Sacrificio cum in ministri persona, ‘idem nunc offerens sacerdotum ministerio, qui seipsum tunc in cruce obtulit’, tum maexime sub speciebus eucharisticis. Preasens adest virtute sua in Sacramentis, ita ut cum aliquis baptizat, Christus ipse baptizat. Preasens adest in verbo suo, siquidem ipse loquitur dum sacrae Scripturae in Ecclesia legentur. Preasens adest dinique dum supplicat et psallit Ecclesia, ipse qui promisit ‘Ubi sunt duo vel tres congragti in nomine meo, ibi sum in medio eorum’ (Mt 18,20)4.

In Liturgia enim Deus ad populum suum loquitur; Christus adhuc Evangelium annuntiat. Populus vero Deo respondet tum cantibus tum oratione. Immo, preces a sacerdote, qui in persona Christi praest, ad Deum directae, nomine totius plebis sanctae et omnium circumstantium dicuntur5.

A este número 33 de Sacrosanctum Concilium, por su fundamental im-portancia, harán referencia, de manera implícita o explícita, los documen-tos magisteriales posteriores que traten el tema de la presidencia, pues da la clave para entender el ministerio de la presidencia litúrgica como un

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terio que hace posible el diálogo entre Dios y su pueblo, un ministerio fun-cional y al mismo tiempo sacramental.

Quien preside, en nombre de la comunidad, presenta a Dios la plegaria pero no permanece sólo como un “portavoz” de la asamblea, sino que su persona y sus acciones evocan la presencia de Jesucristo, cabeza de la Igle-sia, como ha sido expresado en la fórmula tradicional “in persona Christi”. Así el que preside llega a ser símbolo de Cristo sacerdote y guía de su pue-blo, en sentido pleno y eficaz.

De igual manera el ministerio de la presidencia en la liturgia es visto en los dos aspectos ascendente y descendente que son propios de la liturgia. Por un parte, el presidente recoge las oraciones de la asamblea y en su nom-bre las presenta al Padre, dimensión ascendente, y por otro lado, el mismo se hace signo de presencia del Señor en medio de su pueblo, dimensión des-cendente6.

2. Missale Romanum

La enseñanza del Vaticano II sobre la Iglesia y la liturgia tiene en el Misal de Pablo VI7 una traducción ritual. Su primera edición típica aparece en 1970,

mientras que la segunda edición típica, con el fin incorporar reformas in-troducidas, se publicó en 1975. Para nuestro trabajo nos interesa de manera especial la Institutio generalis Missalis Romani 8 (IGMR), pues en ella

en-contramos interesantes referencias al tema de la presidencia litúrgica. El primer número de la IGMR que nos interesa es el número 93:

Etiam presbyter, qui in Ecclesia sacra Ordinis potestate pollet sacrificium in persona Christi offerendi, exinde populo fideli congregato praeest, eius

6 Cf., F., TRUDO, “Dal ‘sacerdote celebrante’ al ‘Presidente dell’assemblea’. Il ministero e l’arte della presidenza liturgica nel magistero dal Concilio Vaticano II a oggi”, Liturgia 30 (1996) 902-903.

7Missale Romanum ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum

auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, Editio typica altera, Typis Polyglottis Vaticanis 1975. 8Missale Romanum. Ex decreto Sacrosanctum Oecumenici Concilii Vaticani II

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orationi praesidet, illi nuntium salutis proclamat, populum sibi sociat in offerendo sacrificio per Christum in Spiritu Sancto Deo Patri, fratribus suis panem vitae aeternae dat, ipsumque cum illis participat. Cum igitur Eucharistiam celebrat, debet Deo et populo cum dignitate et humilitate servire, et in modo se gerendi et verba divina proferendi praesentiam vivam Christi fidelibus insinuare9.

Este número de la IGMR, siguiendo una perspectiva teológica, nos pre-senta las características del presbítero presidente. Su ministerio deriva de la potestad del Orden que lo capacita para actuar in persona Christi: él es signo sacramental del Señor con toda su persona, con su capacidad comu-nicativa y expresiva, pues en el modo de comportarse y de pronunciar las palabras divinas debe hacer sentir a los fieles la presencia viva de Cristo10.

Es un servicio hacia Dios y hacia la comunidad que ha de ser ejercitado con dignidad y humildad, consciente de ser signo de Cristo, su instrumento y no el protagonista de la celebración.

De la configuración teológica derivan las funciones que el presidente cumple en la celebración: ofrece el sacrificio en la persona de Cristo, asocia a sí mismo y a Cristo a la asamblea en la oferta eucarística, guía la asamblea en la oración, coordina el desarrollo de la celebración y comunica la Palabra y la Eucaristía.

En el número 30, de la IGMR, nos encontramos con la descripción de los textos propios11 que el sacerdote debe pronunciar en la celebración

eucarís-tica, y que manifiestan su carácter de presidente de la asamblea.

A propósito de las moniciones y fórmulas introductorias, que el presi-dente puede realizar, se detiene IGMR 31, explicitando los lugares de la ce-lebración en que es posible su realización12.

9 IGMR 93. Corresponde al número 60 de la Institutio del MR1975, que ha pasado casi igual a la nueva edición, sólo se han cambiado algunos términos, p.e. en vez de coetui apare-ce ahora populo fideli.

10 Cf., F., TRUDO, “Dal ‘sacerdote celebrante’ al ‘Presidente dell’assemblea’. Il ministero e l’arte della presidenza liturgica nel magistero dal Concilio Vaticano II a oggi”, o.c., 905.

11 IGMR 30: “[...]Prex eucharistica, quae culmen est totius celebrationis. Accedunt deinde orationes, idest collecta, oratio super oblata et oratio post communionem.” Este número de la IGMR sigue casi textualmente el número 33 de SC que ya hemos mencionado.

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La preocupación por los aspectos comunicativos, en el ejercicio de la presidencia, lo encontramos señalado en el número 32, donde se solicita un modo claro de pronunciar los textos13, modo exigido por la misma

naturale-za de presidencial de ellos. Toda la asamblea debe poder escuchar clara-mente y con atención pues trata de palabras dichas para ella y en su nom-bre. Al número 38 se continúa a subrayar la necesaria correspondencia en-tre la voz, el género literario, el tipo de celebración y su solemnidad. Con estas indicaciones se quiere superar la uniformidad del tono de voz típico de un modo de celebrar en el cual la comunicación entre quien preside y los fieles es casi inexistente. Lo que se pretende no es sólo favorecer un diálogo, sino sobre todo valorizar cada intervención de palabra según su naturaleza, prestando atención a la asamblea14.

En el número 111 encontramos la preocupación por la preparación prác-tica de la celebración. Es una de las tareas del presidente, que comienza antes de la celebración misma, él debe proyectar, programar y coordinar en primer lugar con todos los que tienen una directa responsabilidad en la ce-lebración, pero también se ha de escuchar a los fieles, en favor de quienes se prepara la celebración. Esta preparación se ha de hacer según los libros litúrgicos15.

El número 352 una vez presenta el criterio que debe guiar al presidente: el servicio a la asamblea. La celebración litúrgica no es una devoción parti-cular que el presidente puede programar según sus gustos personales, su rol es de guía, de mistagogo, funcional y sacramentalmente, de la comuni-dad convocada16.

Un último texto de la IGMR relacionado con la presidencia litúrgica lo encontramos en el número 310. El hace referencia al carácter simbólico de toda la celebración, también los lugares, y en este caso la sede de

presiden-participantium captui respondeant; curet tamen sacerdos ut sensum monitionis quae in libro liturgico proponitur ipse semper servet eamque paucis verbis exprimat” IGMR 31.

13 “Natura partium ‘praesidentialum’ exigit ut clara et elata voce proferantur et ab omnibus cum attentione auscultentur”; Cf., IGMR 32.

14 Cf., F., TRUDO, “Dal ‘sacerdote celebrante’ al ‘Presidente dell’assemblea’. Il ministero e l’arte della presidenza liturgica nel magistero dal Concilio Vaticano II a oggi”, o.c., 907.

15 IGMR 111 explicita que la preparación se ha de hacer “iuxta libros liturgicos”, explici-tación que no estaba en la anterior edición.

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te. Ella evoca el valor sacramental del presidente y de su ministerio, en cuanto manifiesta su misión de presidir la asamblea y de guiar su plegaria17.

3. Ordo Lectionum Missae

Un documento importante para nuestro tema lo constituye los prenotanda al Ordo Lectionum Missae18, que en los números 38-43 presenta una

sec-ción titulada “De munere praesidis in liturgia verbi”. En general vienen citados y aplicados a la liturgia de la palabra elementos ya citados por docu-mentos anteriores, especialmente de la IGMR, así por ejemplo en el núme-ro 39 se pide al presidente un conocimiento perfecto (“optime”) de la es-tructura de la ordenación de las lecturas19, esto con el fin de saber percibir

la coherencia y conexión de los diversos textos con los otros momentos de la celebración, de manera que se comprenda adecuadamente “el misterio de Cristo y su obra de salvación”20. El número 43 insistirá en esta necesaria

armonía entre las varias partes de la celebración, invitando no sólo a la co-nexión temática, sino también a cuidar la tensión y acentuación celebrativa entre las moniciones, lecturas, homilía, oración universal, con la liturgia eucarística21.

La función mistagógica de que quien preside viene señalada, a propósito de la homilía, en el número 41:

Munus propium et ministerium verbi Dei praeses exercet etiam cum homiliam pronuntiat. Ipsa enim fratres suos ad sapidam intellegentiam

17 IGMR 310 “Sedes sacerdotalis celebrantis debet munus eius praesidendi coetui atque orationem dirigendi signifacare”.

18Missale Romanum ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II

instauratum auctoritate Pauli Pp. VI promulgatum, Ordo lectionum Missae, Editio typica altera, Typis Polyglottis Vaticanis 1981. Los prenotanda, de esta segunda edición han esta-do ampliamente renovaesta-dos en relación a la primera edición (1969), sobre toesta-do en la parte doctrinal.

19 Missale Romanum. Ordo Lectionum Missae (OLM) 39. Valiosa indicación que tam-bién puede ser ampliada al necesario conocimiento de todos los libros litúrgicos.

20 OLM 39.

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Scripturae sacrae ducit, fidelium animos gratiarum actioni aperit circa Dei mirabilia, praesentium fidem circa verbum quod en celebratione per Spiritum Sanctum fit sacramentum alit, eos denique ad communionem fructuosam praeparat, eosdem ad postulata vitae christiniae assumenda inivitat22.

El que preside tiene por misión guiar a sus hermanos a entender y gus-tar la Sagrada Escritura, suscigus-tar las actitudes necesarias para una adecua-da participación litúrgica, como son, por ejemplo, la acción de gracias por las maravillas obradas por Dios, la acogida en la fe de la Palabra que se hace sacramento, y la expresión en la propia vida del misterio celebrado en la liturgia.

3. Directorium pro presbyterorum ministerio et vita

Publicado por la Congregación para el clero23, dos son los textos que hacen

referencia a este ministerio, el número 49, sobre la celebración de la Euca-ristía, y el número 64, sobre el respeto de las normas litúrgicas.

Después de señalar la necesidad de prestar atención a los elementos que favorecen el decoro y sacralidad de la Eucaristía, el número 49 hace una interesante referencia al significado de la vida interior del presbítero y al carácter educativo, en favor de los fieles, de una buena celebración:

Etinem parva cura aspectuum symbolicorum liturgiae et, plus etiam, neglegentia ac properatio et levitas atque inordinatum, eius significationem vacuefaciunt et munus minuunt incrementi fidei. Qui male celebrat, fidei suae infirmitatem ostendit nec alios educat ad fidem. Bene celebrare ex contrario est prima gravisque catechesis de sancto Sacrificio24.

Por su parte, el número 64, preocupado de evitar abusos, exhorta al

ple-22 OLM 41.

23 CONGRETATIOPROCLERICIS, Directorium Dives Ecclesiae pro Presbyterorum ministe-rio et vita, 31 martti 1994. Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1994.

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no respeto de las normas litúrgicas25. La fundamentación eclesiológica es

recordada a propósito de que los sacramentos son actos de Cristo y de la Iglesia, administrados por el sacerdote “in persona Christi” a nombre de la Iglesia y a favor de los fieles.

II. Las intervenciones presidenciales en la celebración litúrgica

Consideremos ahora la presidencia en su manifestación en la celebración litúrgica. Con este fin nos detenemos en las intervenciones presidenciales más relevantes en el desarrollo de la celebración, a saber: las oraciones pre-sidenciales, por ejemplo la plegaria eucarística, la homilía, y las moniciones y didascalias presidenciales. Por último, nos detendremos en el tema de la adaptación y creatividad en celebración con relación a la presidencia litúrgica.

1. Las oraciones presidenciales

En la celebración litúrgica una de las tareas que compete a quien la preside es aquella de guiar, sostener y animar la oración de la asamblea reunida26.

Esta tarea se manifiesta de manera especial a través de un conjunto de ora-ciones reservadas a él, y que por este motivo reciben el título de oraora-ciones presidenciales. La introducción al Misal Romano señala al respecto:

Inter ea quae sacerdoti tribuuntur, primum locum obtinet Prex eucharistica, quae culmen est totius celebrationis. Accedunt deinde orationes, idest collecta, oratio super oblata et oratio post communionem. Hae preces a sacerdote, qui coetui personam Christi gerens praeest, ad Deum diriguntur nomine totius plebis sanctae et omnium circumstantium. Merito igitur ‘orationes praesidentiales’ nominantur27.

25 Sigue, textualmente, lo ya señalado en SC 22.

26 Cf., A. SORRENTINO, “Le preghiere presidenziali”, Rivista di Pastorale Liturgica 192 (1995) 44-54.

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Invitando a la comunidad a orar, y expresando en una fórmula sintética una oración a la cual la asamblea expresa su adhesión con el Amén, quien preside no sólo realiza lo que se podría considerar una función técnica en el cuadro de la conducción de una acción colectiva, sino que expresa la cuali-dad de segno visibile ed efficace de la presidencia litúrgica, signo-memoria de Cristo Cabeza, Pastor y Presidente de la comunidad convocada en su nombre. El ministro presidente se convierte en signo de Cristo orante que continúa a interceder por su pueblo ante el Padre, que continúa a dirigirnos su palabra, a bendecirnos y actualizar el memorial de su Pascua.

En razón de este fundamento cristológico, el ministerio de la presiden-cia, en la oración de la asamblea, expresa también una connotación eclesio-lógica, pues la oración presidencial es ante todo un acto eclesial, en la cual el presidente no ora por sí sólo, sino que en nombre de todos y por todos28,

de manera que su plegaria no es sustitutiva de la plegaria de la asamblea sino su expresión y la actitud de ésta no es pasiva, sino de escucha atenta y de sintonía, ayudada por las aclamaciones e intervenciones con que a su debido tiempo expresa su asentimiento a la oración del que preside29. Por

este carácter eclesiológico de la oración presidencial, quien preside es tam-bién signo de la unidad de los fieles fundada en la persona de Cristo y reali-zada por el Espíritu30.

El sujeto de las oraciones presidenciales será siempre el “nosotros” eclesial, “nosotros” que no es una simple fórmula gramatical, sino el sujeto real de una acción salvífico-cultual manifestada en la oración litúrgica. Al presidente, en su ministerio de signo de Cristo Cabeza en medio de la asam-blea, es solicitada siempre esta clara conciencia de saberse portador en el “nosotros” del “nosotros” de toda la Iglesia, de todas las asambleas que se reúnen en el nombre de Cristo para celebrar y orar.

Como consecuencia de lo anterior, las oraciones presidenciales no pue-den ser consideradas como la suma de las oraciones de un cada uno de los miembros de la asamblea, ni la tarea del presidente como el portavoz de la “suma” de dichas oraciones. Al contrario, la plegaria presidencial es la voz

28 Cf., SC 33.

29 Cf., SECRETARIADONACIONALDELITURGIA, El presidente de la celebración. Directorio

litúrgico – pastoral, Madrid 1988.

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de una unidad “mística”, de una comunión de personas significada y actua-da in mysterio, en el signo de una asamblea visible reunida en el nombre de Cristo. La oración personal, individual, no es sacrificada a favor de un “co-lectivismo”, sino que más bien es exigida, solicitada, pero siempre en cuan-to surge de personas que están presentes y actúan como miembros del Cuerpo de Cristo. Participando todos, en el mismo Espíritu, al mismo Cuerpo, los miembros de la asamblea litúrgica llegan a ser “cuerpo”, es decir Iglesia, y su oración llega a ser oración del cuerpo-Iglesia.

El rol del presidente, entonces, se cualifica no por una posición de supe-rioridad sobre la plegaria de la asamblea, él es parte de la asamblea, sino como un servicio, que se caracteriza por ser un servicio de representativi-dad: la oración presidencial es hecha en nombre de la asamblea, la cual reconoce en ella su propia oración; es también un servicio de mediación: la oración presidencial es hecha por la asamblea, en cuanto es signo visible y eficaz de la oración mediadora de Cristo por su pueblo; es un servicio de unificación: la oración presidencial une y hace una la oración de la asam-blea, no solamente en cuanto a la forma, sino sobre todo en cuanto al espí-ritu, pues ella es expresión de la respuesta de la fe común ante los misterios que se celebran; finalmente es un servicio de animación: explicitando los motivos de alabanza, de acción de gracias, de súplica, etc., la oración presi-dencial suscita y educa en un espíritu y estilo eclesial la oración de los fie-les31.

La oración presidencial se sitúa después de una invitación: Oremus, y a veces después de un diálogo: Dominus vobiscum, y constituye así una ac-ción simbólica, pues su funac-ción es “hablar con Dios”, constitutiva de rela-ción, hace de puente para que la comunicación se traduzca en comunión.

Sobre la base del contenido y a la forma de estos textos eucológicos, se distinguen dos tipos de oración presidencial32: la primera está unida con la

celebración de la Eucaristía y los otros sacramentos, prevaleciendo en ella la alabanza, la anámnesis de las obras salvíficas de Dios, para llegar a la Epíclesis en la acción simbólica sacramental. En este primer tipo de oración presidencial, la formulación del texto es coesencial al gesto sagrado, signo

31 Cf., A. PISTOIA, “Il servizio della preghiera presidenziale”, o.c., 14-21.

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de la realidad trascendente evocada y hecha presente. El segundo tipo de oración presidencial, llamada de petición, caracteriza las demás situaciones rituales, y se introduce normalmente con la breve fórmula: Oremus.

Por lo tanto, las oraciones presidenciales no son solamente fórmulas para ser recitadas, sino gestos y acciones que realizar, porque, tal como están situadas en el contexto sacramental de la celebración, implican también movimientos del cuerpo como expresiones de una dinámica de fe33.

1.1. La plegaria eucarística

Entre las oraciones presidenciales ocupa el primer puesto la plegaria euca-rística34, ella es el centro y culmen de toda la celebración35, es el

componen-te cualificancomponen-te de toda la Eucaristía. Ella no es sólo plegaria, sino sobre todo actuación del sacrificio redentor de Cristo, sus palabras no sólo evocan un “hecho”, sino que hacen presente el evento salvífico de la muerte y resurrec-ción Cristo, y por esto expresan la más alta acresurrec-ción de gracias y la más pro-funda súplica al Padre por Cristo en el Espíritu Santo.

La plegaria eucarística, al ser la plegaria presidencial por excelencia, pro-clamada haciendo las veces de Cristo Cabeza como oración de toda la asam-blea reunida, se le pide al presidente que la pronuncie de distinta manera a las oraciones privadas o en secreto36, debe ser recitada con voz clara y audible37. Si

33 Cf., A. LARA, “La oración presidencial. La eucología dicha por el presidente”, Phase 180 (1990) 473-480. En efecto, al observar por ejemplo la rúbrica que acompaña la oración collecta, vemos que son cuatro los momentos de esta acción ritual: desde la invitación con las manos juntas, silencio introductor, recitación del texto con los brazos alzados, conclu-sión cristológico-trinitaria con la clausura de las manos. Obviamente esta secuencia ritual necesitará una técnica oral y vocal, para pronunciarla con claridad y sosiego.

34 Cf., IGMR 30. 35 Cf., IGMR 78. 36 Cf., IGMR 32-33.

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participan concelebrantes su intervención debe ser submissa voce38 para

no cubrir la voz del presidente.

Como oración presidencial, la plegaria eucarística no es oración privada del presidente, ella exige la participación activa de la asamblea, ella es lla-mada a dar su respuesta en el diálogo del prefacio, al Santo, a la aclamación mysterium fidei y a la doxología final39. Al mismo tiempo se ha de tener

presente que toda la plegaria eucarística se dirige al Padre, es la Iglesia que está ante Dios y proclama las maravillas de su gracia, suplicándole de conti-nuar su obra salvífica. Con este fin el presidente, que tiene la delicada tarea introducir a la asamblea en la celebración del misterio dando vida al texto de la plegaria, estará atento a no transformar la plegaria eucarística en na-rración dirigida directamente a la asamblea, o en una repetición: el presi-dente habla a Dios, y la asamblea a través de su ministerio es invitada a entrar en el dinamismo del Memorial40.

1.2. Oración Colecta, sobre las ofrendas y después de la comunión

Junto a la plegaria eucarística, en la celebración de la Misa, corresponden al sacerdote, en su ministerio de presidente, tres clásicas oraciones, cada una al término de una secuencia ritual: a la conclusión de los ritos iniciales la oración collecta; después de la presentación de la los dones la super oblata, y al final el rito de comunión la post communionem. Son tres textos breves, pero densos, que como tres columnas sostienen el edificio y el dinamismo de la celebración eucarística41.

La collecta, derivada del verbo colligere, en su significado actual viene señalada como la oración del presidente que recoge y une en una única

fór-38 Cf., IGMR 218.

39 Cf., OM 27, 126. Diferente es el caso de las misas con niños, en las cuales consideran-do que los principios de participación activa tienen una mayor fuerza cuanconsideran-do se trata de las misas con niños, para hacerlas más vivas y profundas en ellas se ha aumentado el número de las aclamaciones en las plegarias eucarísticas, pero sin que se descuide el carácter presi-dencial de la plegaria eucarística. Cf., ‘Preces eucharisticae7, Notitiae 11(1975) 4-12.

40 Cf., ASSOCIATIONEUROPÉENNEDESSECRÉTAIRESNATIONAUXDELITURGIE, “Présidence liturgique et formation au ministère”, Notitiae 294/295 (1991) 207-224.

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mula sintética todas las intenciones de los participantes y las presenta a Dios42. Su función específica tiene un marcado carácter mistagógico, pues,

al igual que el canto inicial, ella quiere introducir a los fieles en el misterio del tiempo litúrgico o de la festividad43 y expresar el carácter de la

celebra-ción44. Como en todas las otras oraciones en la liturgia, el presidente se

pre-senta a Dios a favor del pueblo manifestando así su ministerialidad que lo hace actuar in persona Christi e in persona ecclesiae45.

Los gestos que acompañan esta oración por parte del presidente son46:

Invitación a la oración con las manos juntas, manibus iunctis, diciendo al plural Oremus, luego se hace una pausa de silencio en la cual se toma con-ciencia de la invitación recibida y de estar en la presencia del Señor47. Sigue

la recitación, o canto, del texto, con voz alta y clara de modo que pueda ser escuchada fácilmente por todos los presentes. La oración la proclama el pre-sidente con los brazos extendidos48. Finalmente la asamblea toma parte en

la oración, haciéndola suya con el Amén, fórmula que manifiesta la unidad de la asamblea como sujeto de la celebración, y también la diversidad de sus ministerios.

La oración super oblata, ella tiene una doble funcionalidad: concluir la preparación de los dones y preparar la oración eucarística49. El ministro en

cuanto presidente de la asamblea pide al Padre aceptar los dones que son

42 Cf., IGMR 54. La pausa de silencio después de la invitación del sacerdote a orar tiene precisamente el objetivo de dar a los fieles la posibilidad de presentar interiormente tam-bién sus súplicas.

43 Cf., IGMR 47. 44 Cf., IGMR 54.

45 Cf., V. RAFFA, Liturgia eucaristica. Mistagogia della Messa: dalla storia e della

teologia alla pastorale pratica, Centro Liturgico Vicenziano, Roma 1998, 249-258; IGMR 30.

46 Cf., OM 6.

47 Este espacio no debe ser ni excesivamente breve, impidiendo a los fieles de concen-trarse, ni excesivamente largo para no interrumpir el ritmo de la celebración. Es un mo-mento valioso en cuanto estimula y fomenta la participación activa, en particular la no me-nos fundamental participación interior.

48 La oración con los brazos extendidos es la disposición tradicional en la oración en el A.T. y después entre los cristianos. S podría atribuir a este gesto un triple significado: Orien-tación hacia el cielo, símbolo de la sede de Dios; evocación de la oración de Cristo en la Cruz; “el abrazo” del presidente hacia todos los presentes, a quienes involucra en la oración que hace en su nombre. Cf., V. RAFFA, Liturgia eucaristica. Mistagogia della Messa: dalla storia e dalla teologia alla pastorale pratica, o.c., 249-258.

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“fruto del trabajo del hombre” y transformados en sacramento de Cristo, reconociendo así la unidad entre el orden natural y el orden de la reden-ción50.

El rito de la comunión viene concluido también con una oración presi-dencial, la oración post comunionem. Con un lenguaje generalmente inspi-rado en la Sagrada Escritura y haciendo referencia a la Eucaristía ya cele-brada, y específicamente a la comunión recibida, se pide a Dios de obtener los frutos del misterio celebrado51.

Finalmente con las oraciones presidenciales de bendición y “super populum”, el presidente concluye la celebración de la Eucaristía para que cada uno vuelva a sus trabajos, alabando y bendiciendo al Señor52.

2. La homilía

La homilía ha sido siempre objeto de gran atención en la Iglesia, desde la época apostólica hasta hoy, testimonio de esta preocupación son las gran-des homilías de los padres y hoy, junto a los congresos sobre el tema, las publicaciones, están los numerosos documentos magisteriales que afron-tan el argumento53.

La constitución conciliar, Sacrosanctum Concilium, al tratar de la ho-milía en su número 35, estableció un principio fundamental: la hoho-milía como parte fundamental de la celebración litúrgica, y como tal viene prescrita especialmente en la Misa de domingo y solemnidades54. La instrucción Inter

Oecumenici precisa aún más al señalar que la homilía se ha de tener en todas las misas con participación de fieles, ya sean conventuales, cantadas o pontificales. En los días feriales es recomendada, especialmente en el

tiem-50 Cf., A. SORRENTINO, “Le preghiere presidenziale”, 44-54. 51 Cf., IGMR 89.

52 Cf., IGMR 90.

53 Cf., R. DE ZAN, “Dalla Scrittura alla sua applicazione”, Rivista di Pastorale Liturgica 72 (1992) 31 – 37. El autor clasifica unos treinta documentos magisteriales, que después de la Sacrosanctum Concilium, que describen la homilía en su fisonomía teológica y litúrgica, y su ubicación en la celebración.

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po de Adviento y Cuaresma, y en aquellas ocasiones de gran participación de fieles55.

La IGMR, siguiendo las afirmaciones magisteriales precedentes, señala-rá la necesidad de la homilía como parte integrante de celebración litúrgica, necesaria para alimentar la vida cristiana y por esto no se ha de omitir, sin causa grave, en los domingos y fiestas de precepto56. Ella es tarea que

com-pete ordinariamente al sacerdote celebrante57.

En la introducción al Ordo lectionum Missae encontramos importantes afirmaciones acerca de la homilía. Ante todo ella es una responsabilidad que compete a quien preside la celebración, es él a quien primero se le ha confiado la función de anunciar la palabra de Dios58 pues al hacer la homilía

ejerce su función propia y el ministerio de la palabra. Este ministerio tiene una clara dimensión mistagógica, ya que debe guiar a los fieles a una com-prensión de la Escritura, abrir el corazón a la acción de gracias, alimentar la fe de los presentes, prepararlos para una provechosa comunión y ayudarlos a asumir las exigencias de la vida59. Exige del presidente un conocimiento,

mediante el estudio y la oración, de la ordenación de las lecturas, de la co-nexión entre ellas, y de las distintas posibilidades que le ofrece el leccionario. Al tratar explícitamente sobre la homilía, la introducción al leccionario60

volverá sobre las afirmaciones de Sacrosanctum Concilium y de la intro-ducción al Misal Romano.

Los distintos rituales de los sacramentos también insistirán sobre la ne-cesidad y oportunidad de la homilía en su celebración. El Ordo initiationes christianae adultorum señala los momentos en los cuales es adecuado

te-55 Inter Oecumenici. Instructio ad exsecutionem Constitutionis de sacra Liturgia recte

ordinandam 53. 56 Cf., IGMR 65.

57 Cf., IGMR 66. La insistencia sobre la prerrogativa presidencial de la homilía viene atenuada a propósito de las Misas con niños, en la cual es permitido que un fiel adulto, después del evangelio, dirija a los niños la palabra, especialmente si al sacerdote le es difícil adaptarse a su mentalidad. Cf., DMP 24.

58 Cf., OLM 38.

59 “Munus propium et ministerium verbi Dei praeses exercet etiam cum homiliam pronuntiat. Ipsa enim fratres suos ad sapidam intellegentiam Scripturae sacrae ducit, fidelium animos gratiarum actioni aperit circa Dei mirabilia, praesentium fidem circa verbum quod en celebratione per Spiritum Sanctum fit sacramentum alit, eos denique ad communionem fructuosam praeparat, eosdem ad postulata vitae christiniae assumenda inivitat”; Rituale Romanum. Ordo initiationis christianae adultorum 41.

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ner una homilía: rito de entrada al catecumenado61; rito de la elección o

inscripción del nombre62; en cada uno de los escrutinios63; para la entrega

del símbolo64; entrega de la “oración del Señor”65 y los ritos para la

prepa-ración inmediata66.

El Ordo baptismi parvulorum recomienda una breve homilía que ayude a los participantes en la celebración a profundizar en el misterio del Bautis-mo67. Por su parte, el Ordo confirmationis no sólo la recomienda sino que

presenta un texto modelo68. El Ordo celebrandi matrimonium indica que

se tenga la homilía sobre el texto sagrado ilustrando el misterio del matri-monio cristiano69. El Ordo paenitentiae aconseja que también para la

for-ma individual se proclame una breve lectura de la palabra de Dios e invita al sacerdote a dirigir al penitente oportunos consejos para iniciar una nueva vida70, pero sobre todo para la celebración comunitaria, que comporta una

liturgia de la palabra, prescribe la homilía para la cual se indican los objeti-vos a perseguir71. Para la celebración de la Unción de los enfermos, el Ordo

unctionis infirmorum eorumque pastoralis curae sugiere una breve expli-cación después de la lectura72, con mayor razón se hará cuando el

sacra-mento es dado a varios enfermos en una celebración comunitaria73.

El Ordo exsequiarum aconseja tener presente, para la homilía, la perso-na y circunstancias de la muerte del difunto, el dolor de los familiares y el nivel de fe de los presentes en la celebración, evitando el estilo o forma de elogio fúnebre74.

El Pontificale Romanum, para cada celebración, que normalmente es presidida por el obispo, no sólo indica el momento de la homilía, sino

tam-61 Cf., OICA 91. 62 Cf., OICA 142. 63 Cf., OICA 161, 168, 175. 64 Cf., OICA 185. 65 Cf., OICA 195. 66 Cf., OICA 196.

67 Cf., Rituale Romanum. Ordo Baptismi Parvulorum (OBP) 45. 68 Cf., OC 39.

69 Cf., Rituale Romanum. Ordo celebrandi matrimonium (OCM) 57. 70 Cf., Rituale Romanum. Ordo Paenitentiae (OP) 18.

71 Cf., OP 25.

72 Cf., Rituale Romanum. Ordo unctionis infirmorum eorumque pastorales curae (OUI) 72. 73 Cf., OUI 82.

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bién los motivos a desarrollar, presentando una homilía tipo75. También en

el Ordo benedictionum se da para cada tipo de bendición indicaciones para una intervención de tipo homilético76. Finalmente, para la celebración de la

liturgia de las horas, en laudes y vísperas con participación del pueblo, la Institutio generalis señala la posibilidad de una breve homilía para explicar la lectura proclamada77.

Esta constante recomendación de realizar la homilía, efectuada por el presidente78, en todas las celebraciones litúrgicas, nos viene a indicar que

no es un elemento periférico de la celebración, sino una parte fundamental de ella, y que tiene como primer objetivo, junto con las lecturas de la liturgia de la palabra, el anuncio de misterio pascual de Cristo, que viene actualiza-do en el sacrificio de la Misa79.

Siendo parte integrante de la misma acción litúrgica, la homilía no pue-de ser confundida una predicación “moralizante”, una retórica, o elucubra-ción erudita. Al ser anuncio del misterio pascual, de las maravillas obradas por Dios en la historia de la salvación, la homilía tiene un carácter típica-mente mistagógico, de guía al misterio celebrado, de una ayuda a los fieles para que puedan profundizar en el misterio celebrado80. Este misterio no

está circunscrito sólo al momento litúrgico sino que toca también la vida cotidiana de los creyentes, por esto en la homilía también se da espacio a la explicación y a la alabanza del misterio cristiano, celebrado precisamente para que sea acogido por los fieles en su vida y testimoniado en el mundo81.

75 Sirva como ejemplo: Pontificale Romanum. De ordinatione Episcopi, Presbyterorum

et Diaconorum ( OEPD) 75; 123; 199.

76 Cf., Rituale Romanum.De Benedictionibus (DB) 21.

77 Cf., Institutio generalis de Liturgia Horarum (IGLH) 47. Se presenta también como posibilidad una homilía en las vigilias que prolongan el oficio de lecturas y que comporta la proclamación del evangelio Cf. IGLH 73.

78 Cf., IGMR 66. 79 Cf., OLM 24.

80 Esta dimensión de la homilía ha quedado especialmente manifestada en el recorrido que hemos hecho pro los diversos libros litúrgicos, en gran parte de ellos al señalar el obje-tivo de la homilía es el lograr en los fieles una mayor profundización de misterio que se celebra. A modo de ejemplo Cf., OBP 45; OC 22; OM 57.

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3. Moniciones presidenciales

En la celebración litúrgica, la palabra dirigida por el presidente a la asam-blea tiene también la forma de breves moniciones o didascalias, éstas son realizadas a fin de favorecer en los fieles una mejor participación y com-prensión en la celebración. Este tipo de intervención del presidente, y en algunos casos también de otros ministros como el diácono o el comentador, ha sido el punto de llegada de experiencias promovidas por el movimiento litúrgico al interior de la celebración en lengua latina, pues era necesario introducir a los fieles a las fórmulas y significado de algunos ritos. También fue una necesidad que se hizo presente en las transmisiones radiofónicas, apareciendo así la figura de “comentador”82. El Concilio Vaticano II, en su

constitución sobre la liturgia, señalará al respecto:

Etiam catechesis directius liturgica omnibus modis inculcetur; et in ipsis ritibus, si necessariae sint, breves admonitiones, a sacerdote vel competenti ministro, opportunioribus tantum momentis, praescriptis vel similibus verbis, dicendae, praevideantur83.

La introducción de la lengua vernácula en la celebración y la simplifica-ción de los ritos han eliminado en gran parte la necesidad de “comentarios” en la celebración, pero en los casos donde es necesario los libros litúrgicos atribuyen al presidente esta tarea, así por ejemplo lo hace IGMR señalando las características y momentos de estas intervenciones84. Son

intervencio-82 Cf., L. DELLA TORRE, “La predicazione nella liturgia”, Nelle vostre assemblee. Teologia

pastorale delle celebrazione liturgiche, en: L. DELLA TORRE, D. SARTORE, F. SOTTOCORNOLA

(eds), Queriniana 19863, 222-254. 83 SC 35.

84 “Item ad sacerdotem, munere praesidis coetus congregati fungentem, spectat proferre quasdam monitiones in ipso ritu praevisas. Ubi a rubricis statuitur, celebranti licet eas aliquatenus aptare ut participantium captui respondeat; curet tamen sacerdos ut sensum monitionis quae in libro liturgico proponitur ipse semper servet eamque paucis verbis exprimat. Sacerdoti praesidi etiam spectat verbum Dei nuntiare, necnon benedictionem finalem impertire. Ipsi insupere licet, brevissimis verbis introducere fidelis in Missam diei,

post salutationem initialem et ante ritum paenitentialem; in liturgiam verbi, ante lectiones; Precem eucharisticam, ante Praefationem, numquam vero intra Precem ipsam; necnon universam actionem sacram, ante dimissionem, concludere”, Cf., IGMR 31.

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nes efectuadas en cuanto presidente de la asamblea, son breves, realizadas donde lo establecen las rúbricas, pueden ser adaptadas a fin que respondan a las condiciones de los participantes, procurando siempre que se conserve el sentido de la monición propuesta en el libro litúrgico, pues ésta permane-ce siempre como modelo a seguir. Podrán ser dichas al inicio de la permane- celebra-ción, después del saludo litúrgico, a fin de introducir a los fieles en la Misa del día; en la liturgia de la palabra, antes de las lecturas; en la plegaria euca-rística, antes de iniciar el prefacio y antes de la despedida, para concluir la celebración.

El anterior elenco de momentos donde es posible el uso de moniciones y didascalias85 nos permite establecer una tipología de ellas86:

Monición ambiental: Con ella el presidente87 toma contacto con la

asam-blea, el objetivo de esta monición es ambientar a los fieles en la asamblea y la asamblea situarla en la celebración. Esta intervención, por parte del pre-sidente, requiere de él una particular habilidad, pues debe interpretar el “sentir” de la asamblea, darle una expresión y al mismo tiempo “informar” a la asamblea sobre la celebración, evitando obviamente de agotar, en este primer contacto, todo el significado de ella.

Las moniciones introductoras a las lecturas bíblicas: con ellas quien pre-side busca ayudar a la asamblea a una escucha más atenta e inteligente de

donde las rúbricas la permiten y procurando siempre que se conserve el sentido de la moni-ción presente ya en el libro litúrgico. Los abusos que al respecto se han dado es lo que segu-ramente ha llevado a estas precisaciones.

También se puede confrontar al respecto Eucharistae Participationem. Litterae circu-lares ad coferentiarum episcopalium praesides Eucharistiae participationem de Precibus eucharisticis (EP) 14.

85 Entre monición y didascalia, buscando una precisión, se podría establecer que la monición hace referencia a un tipo de exhortación, de invitación, de introducción, parece más dirigida al “sentir” de los participantes. Mientras que la didascalia tiene un carácter de explicación y va dirigida más a la inteligencia, de modo que pueda entender el sentido de un texto, de un gesto. La IGMR usa indistintamente ambos términos.

86 L. DELLA TORRE, “La predicazione nella liturgia”, Nelle vostre assemblee. Teologia

pastorale delle celebrazione liturgiche, en: L. DELLA TORRE, D. SARTORE, F. SOTTOCORNOLA, (eds), o.c., 222-254.

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los textos que serán proclamados. Al ser una ayuda que prepara no puede ser una información que adelanta el contenido de lo que será proclamado.

Las moniciones mistagógicas: son aquellas que tienen como objetivo ayudar a los fieles a mirar desde la fe un signo litúrgico y a participar cons-cientemente en una acción común comprendiendo su significado específi-co. En la celebración eucarística un ejemplo típico de este tipo de monición, y expresión del ministerio presidencial, es aquella que el presidente puede dirigir a la asamblea antes del prefacio y el diálogo con el cual éste se inicia. En la carta de la Congregación para el Culto divino, Eucharistiae Participationem88, sobre las plegarias eucarísticas, se señala la posibilidad

que el sacerdote pueda introducir la plegaria eucarística con breves pala-bras, mediante las cuales propone a los fieles las razones de la misma acción de gracias, de manera que la asamblea pueda experimentar su propia vida íntimamente marcada en la historia de la salvación y pueda obtener mayo-res frutos de la celebración89. Esta monición mistagógica permite así

rela-cionar la celebración con la vida y vincular la Eucaristía con la Palabra de Dios, actualizando el misterio pascual celebrado en el hic etnunc de la Misa. Un último tipo de monición sería aquella de tipo conclusivo, que da con-tenido a la fórmula de despedida, proyectando a la asamblea hacia la vida cuotidiana.

La eficacia de todas estas moniciones dependerá en gran medida de la capacidad comunicativa del presidente, y de la brevedad, sobriedad e incisi-vas que éstas sean, por ello la misma IGMR sugiere que sean preparadas con especial esmero90.

4. Adaptación, creatividad litúrgica y presidencia litúrgica

Al ministro que preside, los libros litúrgicos le otorgan una vasta gama de posibilidades de adaptaciones, modificaciones y elecciones al interior de la

88 SACRACONGREGATIOPRO CULTODIVINO, Litterae circulares ad coferentiarum

episcopalium praesides Eucharistiae participationem de Precibus eucharisticis, 27 de aprilis 1973; AAS 65 (1973) 340-347.

89 Cf., EP 8; El directorio para las Misas con niños da la misma posibilidad de monición, como exposición de motivos de acción de gracias, Cf. Directorium Pueros bapptizatos de Missis cum pueris (DMP) 22.

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celebración litúrgica. Posibilidades ofrecidas siempre en vista a las condi-ciones de la asamblea91, a la cual debe guiar y ayudar en la profundización

del misterio celebrado.

La adaptación y la creatividad litúrgica puede ser descrita como la capa-cidad de la liturgia para adecuarse a la personas que celebran, con sus ins-tancias concretas, sintetizando los elementos rituales que transparentan el Misterio y los culturales que alimentan la ritualidad92. La creatividad se da

a tres niveles graduales y complementarios: traducción de la liturgia al len-guaje inteligible para los que celebran; elaboración de los libros litúrgicos y reinterpretación del misterio celebrado en los cauces de la cultura ambien-tal, sirviéndose de símbolos, gestos, actitudes corporales, etc.

Es en el último nivel, donde el presidente de la celebración tiene una especial responsabilidad, pues teniendo en cuenta siempre el despositum fidei o la originalidad del misterio cristiano y la asamblea concreta que pre-side, deberá “recrear” el misterio celebrado. Punto de obligada referencia en esta tarea de adaptación y creatividad litúrgica ha de ser la constitución conciliar sobre la liturgia93, los libros litúrgicos que en sus respectivas

in-troducciones señalan los distintos niveles de competencia al respecto94, y

constituyen el primer proyecto creativo práctico. Un buen presidente como primer paso deberá conocer la globalidad de facultades, posibilidades y opor-tunidades que los mismos libros litúrgicos le ofrecen, luego seguirá la gus-tosa puesta en práctica de tales recursos con criterio y espíritu litúrgico.

Entre las múltiples facultades de adaptación litúrgica que ofrecen los libros litúrgicos al ministro, e intentando una síntesis, podemos mencio-nar95:

91 Cf., IGMR 352.

92 Cf., R. GONZÁLEZ, “Adaptación, inculturación, creatividad. Planteamiento, problemá-tica y perspectivas de profundización, Phase 158 (1987) 129-152.

93 Especialmente en lo que corresponde al tema Cf. SC 37-40.

94 Entre los niveles de competencia, la mayor responsabilidad corresponde a las respec-tivas conferencias episcopales y a cada obispo diocesano, el rol del ministro es siempre se-cundario. Cf., SC 22. En referencia a lo anterior es particularmente interesante el nuevo IX, de la nueva edición de la IGMR dedicada a la adaptación en cuanto responsabilidad de los respectivos y obispos y conferencias episcopales.

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Adaptaciones de tipo general que se pueden aplicar a cualquier celebra-ción litúrgica, por ejemplo al señalarse adaptaciones que se han de hacer según las circunstancias del lugar y de las personas96; adaptación mediante

la elección de elementos como lecturas y textos eucológicos97; adaptación

mediante reducciones u omisiones98; adaptación mediante ampliación99;

adaptación mediante sustitución y cambios100; adaptación mediante

cam-bios en los textos ya existentes o composición de nuevos textos (moniciones, oración de los fieles, diálogos)101. Otras posibles adaptaciones dependerán

del criterio de los ministros, a quienes hará bien recordar siempre la reco-mendación presente en la IGMR:

Efficatitas pastoralis celebrationis profecto augebitur, si textus lectionum, orationum et cantuum necessitatibus et praeparationi animi et ingenio participantium apte, quantum fieri potest, respondebunt. Quod abtinetur congrue adhibita multiplici facultate electionis, quae infra describitur102.

Si los ministros que presiden la asamblea son conscientes de su respon-sabilidad de animación en el campo litúrgico-celebrativo, se preocupan por adquirir una adecuada formación, partiendo por lo que el mismo libro litúr-gico les ofrece, y procuran preparar las celebraciones de modo adecuado, podrán hacer sentir la presencia viva del misterio de Cristo a todos los par-ticipantes en la acción litúrgica103, ayudándolos a acrecentar su vida

cristia-na104.

96 Cf., OBP 35 (prenotanda generalia); OP 40.

97 Cf., IGMR 353-355; 364-365; 371-373; OLM 78; OBP 22; IGLH 244-245. Los ejem-plos al respecto son abundantes.

98 Cf., OE 24; OICA 67; DMP 42, 43.

99 Cf., Rituale Romanum. Ordo initiationis christianae adultorum (OICA) 67; IGLH 188; IGMR 358.

100 Cf., OE 24; OICA 276; OP 26; OUI 41.

101 Cf., IGMR 31; OLM 42; OICA 67; OBP 53; 68; OE 46; 65; OUI 54; 70. 102 IGMR 352.

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III. Presidencia litúrgica y celebración del Misterio

1. Mediación simbólico-sacramental de la presidencia litúrgica

Sacramentalidad de liturgia

La doctrina del Concilio Vaticano II, recogiendo la tradición eclesial y los frutos de la reflexión teológica que antecedió al Concilio, recuperó el carác-ter simbólico-sacramental de la liturgia. Sacramentalidad entendida en el contexto de la sacramentalidad general del existir cristiano que deriva del “acontecimiento Cristo”: en el hombre histórico, Jesús de Nazaret, se ha hecho visible y concreta la salvación de Dios Padre de manera definitiva105.

Así como Cristo fue enviado por el Padre, él a su vez envió a los apóstoles, llenos del Espíritu Santo. No sólo los envío a predicar el evangelio, sino también a realizar la obra de salvación mediante el sacrificio y los sacra-mentos106. La Iglesia, con sus sacramentos, es la prolongación del cuerpo

del Señor, el primer sacramento por el que se hace presente en visibilidad histórica el don escatológico de Cristo resucitado.

Desde esta concepción, la historia de salvación llevada a plenitud en Cristo y actualizada hoy por la Iglesia arranca la concepción de liturgia que propo-ne la SC, ella es la presencia ritual-sacramental de esa historia de salvación, de manera especial del misterio pascual de Jesucristo que es recapitulación de toda la historia salvífica. Antes de ser obra del hombre que rinde culto a Dios, es acción de Dios sobre el hombre, santificación del hombre por la acción presente de Dios. Esta nueva manera de concebir la liturgia permite al Concilio hacer dos afirmaciones audaces e iluminadoras: la multiforme presencia de Cristo en las acciones litúrgicas107, llamada a enriquecer

so-bremanera la experiencia religiosa del pueblo cristiano, y la liturgia como “culmen ad quod actio Ecclesiae tendit et simul fons unde omnis eius virtus emanat”108.

105 Cf. SC 5-6; S. DEL CURA, “La sacramentalidad del sacerdote y su espiritualidad”, en: COMISIÓNDEL CLERO, Espiritualidad Sacerdotal, EDICE, Madrid 1989, 73-117.

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Sacramentalidad de la presidencia litúrgica

Lo anterior nos permite ahora situar correctamente la mediación simbóli-co-sacramental de la presidencia litúrgica. El presbítero que preside es par-te de la sacramentalidad litúrgica, es decir, es responsable de un modo de presencia de Señor que visibiliza y se manifiesta en la palabra, en los gestos y toda la persona del que “hace las veces de Cristo” ya desde el inicio de toda celebración109.

El ministerio del presidente en la celebración no encuentra su justifica-ción básica en una cierta jerarquía de rangos o dignidad dentro de la Iglesia, ni en la competencia profesional, por importante que ésta sea, ni en la nece-sidad de “compartir” las diversas funciones al interior de la celebración. La fundamental razón de una presidencia en cada celebración litúrgica reside en el hecho que una asamblea litúrgica no puede existir como tal si no en el nombre de Cristo, convocada y reunida por El110. La misión del ministerio

presidencial será precisamente manifestar que quien convoca, reúne y ani-ma la Iglesia, hecha presente en la asamblea litúrgica, es precisamente Cris-to, Sacerdote y Mediador de la nueva Alianza111.

Presidencia in persona Christi

Al actuar el presidente in persona Christi, no es otro Cristo, no lo sustituye, sino que es signo visible y eficaz de Cristo, verdadera cabeza y presidente de la asamblea. Es Cristo, que sirviéndose del ministro, permanece siempre como el Presidente presente y operante, Pastor que ofrece su palabra y su persona. La misión y preocupación del ministro presidente será de transpa-rentar la presencia y la presidencia efectiva de Cristo, ministerio que ha de ser ejercido con la necesaria conciencia que siempre entre el signo y la rea-lidad significada existe una fundamental continuidad, esencial por la mis-ma existencia del sacramento, pero también existe una inevitable fisura,

109 Cf. IGMR 7; 28.

110 ASSOCIATIONEUROPÉENNEDESSECRETAIRESNATIONAUXDELITURGIE, “Presidence liturgique et formation au ministère”, Notitiae 294/295 (1991) 210.

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que nos habla de una presencia comunicada en la ausencia, del todo ofreci-do en la nada, del divino ofreci-donaofreci-do en la debilidad y limitación humana112.

Presidencia in nomine Ecclesiae

La presidencia es un ministerio que nace en la Iglesia y para la Iglesia, quien preside es ante todo un miembro de la comunidad y de la asamblea litúrgica, su pertenencia al pueblo de Dios, verum Christi corpus, signo privilegiado de la presencia de Cristo, es una realidad que antecede el servicio que reali-zada en medio a la asamblea. El ministro preside in persona Christi por la potestad que le está dada en la ordenación pero al mismo tiempo lo hace por el mandato que ha recibido de la Iglesia que le ha confiado la guía de una comunidad113.

La celebración litúrgica, como nos lo ha recordado el concilio Vaticano II en su constitución sobre la liturgia, es un acto eminentemente eclesial, obra de toda la Iglesia, de la cabeza y del cuerpo, no de individuos o círculos privados114, lugar epifánico de su naturaleza e identidad. Este principio, de

la doctrina conciliar, debe iluminar el ministerio de la presidencia, en cuan-to éste se despliega como un servicio en función de la comunión de la asam-blea con su Señor, celebrada per ritus et preces en la liturgia.

La liturgia, que es diálogo entre Dios y el hombre, don y respuesta, es un movimiento que va de Dios a la comunidad celebrante y de ésta a Dios. En el centro de este movimiento está la figura de Jesucristo Mediador. En el movimiento descendente que va de Dios a la comunidad congregada en la fe, el ministro actúa y preside in persona Christi. En el movimiento

ascen-112 F., TRUDO, “Dal ‘sacerdote celebrante’ al ‘Presidente dell’assemblea’. Il ministero e l’arte della presidenza liturgica nel magistero dal Concilio Vaticano II a oggi”, o.c., 923.

113 Esta presidencia, in nomine Ecclesiae en el caso de presbítero, se manifiesta espe-cialmente en la necesaria comunión con el propio obispo en una Iglesia local determinada, y por él con la Iglesia universal, que la presidencia pone en evidencia. El presbítero preside como colaborador de su obispo, del cual es su enviado, como signo de la comunión eclesial, pues el obispo ‘debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey’ (SC 41). Esto ha de tenerse especialmente presente en las celebraciones con grupos homogéneos o reducidos, ‘tentados’ a veces de olvidar que son parte de una comunidad más amplia, la Iglesia univer-sal, a la cual también se unen en la celebración litúrgica. Cf. SC 42; LG 21; IGMR 92.

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dente que va de la comunidad a Dios el sacerdote se halla en relación espe-cial con toda la asamblea litúrgica y actúa in nomine Ecclesiae, represen-tándola en las oraciones presidenciales115, siendo su personificación

repre-sentativa, en el órgano sacramental de la asamblea orante y creyente116. Así

manifiesta la raíz eclesiológica de su ministerio y la dimensión eclesial de su actividad.

2. Presidencia litúrgica y mistagogia. Introducir a la celebración del Misterio. Retorno a la Mistagogia

Una de las consecuencias de la reforma litúrgica querida por el Concilio Vaticano II ha estado el redescubrimiento de la mistagogia. Redescubri-miento que ha estado ligado al impulso dado antes y después de concilio al estudio de los Padres de la Iglesia, para quienes la mistagogia consistía en la introducción progresiva y gradual en la vida litúrgica de la comunidad cris-tiana, en los sacramentos o misterios sagrados, en los que se realiza la obra de nuestra salvación117. A diferencia de la Catequesis, la mistagogia era

diri-gida a los que ya habían recibido los sacramentos de la iniciación cristiana. Otro elemento que ha ayudado a la recuperación de la mistagogia ha sido la aparición en el año 1972 del Ordo initiationis christianae adultorum118. Éste

señala que la mistagogia viene realizada como una de las partes del camino de iniciación; ella es el último de las cuatro etapas de la iniciación cristia-na119, y tiene por objetivo el lograr en el iniciado una más plena y fructuosa

inteligencia de los misterios, inteligencia que se logra con la catequesis y especialmente con la experiencia de los sacramentos recibidos120.

115 Cf., SC 33; LG 10; IGMR 30.

116 Otro ámbito en la cual el presbítero actúa in nomine ecclesiae es el relativo a la cele-bración del oficio divino. Es ésta una tarea con carácter público, oficial y eclesial. El presbí-tero celebra el oficio divino en cuanto instrumento sacramental de la alabanza de la Iglesia a Dios, representando a los fieles en su conjunto. Cf., p.e. SC 85; PO 5.

117 Cf. J. LÓPEZ., La liturgia de la Iglesia, BAC, Madrid 19962, 335.

118RITUALE ROMANUM ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II

instauratum auctoritate Pauli PP. VI promulgatum. Ordo initiationis christianae adultorum, Typis Polygliottis Vaticanis 1972, 19742.

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Mistagogia y liturgia

La recuperación de la mistagogia, como parte del ministerio evangelizador de la Iglesia, se hace especialmente necesaria hoy al observar que tantos cristianos, que han recibido los sacramentos, deben ser ayudados a una más profunda inteligencia de la fe, a una inserción más profunda en el misterio de Cristo. En este ámbito la liturgia tiene un papel fundamental, pues en toda celebración litúrgica se produce un enriquecimiento de la fe, en efecto los sacramentos, y con ellos todos los signos sacramentales, no sólo supo-nen la fe y la expresan mediante palabras y gestos, también la fortalecen y la alimentan, confieren la gracia, disponen a los fieles a recibir la misma gra-cia con fruto, a dar culto rectamente a Dios y a practicar la caridad121. Esta

función nutritiva y enriquecedora de la fe por parte de la liturgia es mista-gogia.

El presidente un mistagogo

Si la celebración litúrgica posee esta dimensión mistagógica, resulta inne-gable que quien la preside tiene una especial responsabilidad en el ayudar e introducir en la celebración del misterio de salvación. El presidente tiene la tarea de enseñar a la asamblea a tomar parte en la celebración con las nece-sarias actitudes interiores y con una adecuada participación exterior. Para ello serán de gran importancia el prestar atención a la claridad y transpa-rencia de los signos y palabras efectuados y proclamadas en su calidad de presidente de la asamblea122. Pero la misión del presidente no se limita sólo

121 “Sacramenta ordinatur ad sanctificationem hominum, ad aedificationem Corporis Christi, ad cultum denique Deo reddendum; ut signa vero etiam ad instructionem pertinent. Fidem non solum supponunt, sed verbis et rebus etiam alunt, roborant, exprimunt; quare fidei sacramenta dicuntur. Gratiam quidem conferunt, sed eorum celebratio fideles optime etiam disponit ad candem gratiam fructuose recipiendam, ad Deum rite colendum et ad caritatem exercendam”; Cf., SC 59.

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evoca-en el conducir a la asamblea a tomar parte de la celebración adecuadamevoca-en- adecuadamen-te, o a que entienda la estructura y sentido de la misma, su tarea es sobre todo guiarla dentro del misterio celebrado, para que cada uno pueda encon-trarse con Cristo en la liturgia.

Un ejemplo de este ministerio de guiar a la asamblea a la celebración y de suscitar en ella la auténtica participación litúrgica123, son las diversas

moniciones que el presidente puede decir en el transcurso de la celebra-ción, moniciones que tienen una función pedagógica y mistagógica. Si mis-tagogia quiere decir conducir a una vivencia profunda del misterio de la salvación evocado y representado en la acción ritual, la meta del presidente mistagogo no será otra que ayudar a su comunidad a entrar en la comunión con el Padre, en Jesucristo, en la presencia del Espíritu Santo, y toda cele-bración, en cuanto es epifanía del misterio salvífico, será la oportunidad para ejercitar esta misión.

3. Presidencia litúrgica y mistagogia: Un servicio en y para la asamblea celebrante

Presidir en y para la asamblea

El ministerio de la presidencia es un ministerio ejercido siempre en rela-ción a una asamblea, es en medio de ella que viene a expresar sacramental-mente la guía de Jesucristo, Pastor y Mediador de su pueblo. Es un servicio en y para una asamblea litúrgica concreta, verdadero sujeto de la celebra-ción124, y que con toda propiedad puede ser llamada una asamblea

cele-brante. Como cabeza de la comunidad, él es ante todo un miembro de ella, ejerce su ministerialidad como parte del cuerpo eclesial, su “ser para”, se entiende a partir de su “ser en”. De esta forma el ministerio de la presiden-cia de la asamblea litúrgica ha de ser situado en la totalidad de la

experien-rán mucho mejor el misterio de la celebración que tantas explicaciones vagas en el intento de esconder la mediocridad de los signos. Cf. ASSOCIATIONEUROPÉENNEDESSECRETAIRES NATIONAUXDELITURGIE, “Presidence liturgique et formation au ministère”, o.c., 216.

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cia comunitaria, donde la presidencia litúrgica va ejercida como parte de la presidencia pastoral de la comunidad eclesial que se le ha confiado al pres-bítero.

El anterior aspecto nos permite clarificar que el ministro ordenado no está simplemente en función del culto, a él le viene confiada una misión pastoral que encuentra en la liturgia su “fuente y la cumbre”125, pero que no

agota su misión pastoral126. Se preside también en la vida de la comunidad,

en el trabajo pastoral con la predicación y la caridad pastoral. Es “verdade-ro” presidente quien es buen pastor. El sacramento está siempre en rela-ción a la vida, de la cual debe ser expresión y alimento. La cumbre de la presidencia está en la celebración litúrgica, pero no puede estar separada del servicio pastoral.

Servidor, guía, animador y mediador de una asamblea concreta

Toda celebración litúrgica, por ser experiencia del Misterio, es acción con-junta del Espíritu y del hombre. La presidencia también debe ser considera-da bajo esta categoría de “sinergia”, don y gracia de Dios recibiconsidera-da por la fuerza del sacramento del Orden, y al mismo tiempo un arte que se apren-de, que se educa y que requiere de parte de quien lo ejerce una gran respon-sabilidad. Sólo considerando estos dos fundamentales aspectos la presidencia se manifiesta como una auténtica memoria de Cristo.

En cuanto acción del hombre la presidencia significa siempre un servi-cio, que se presta a una comunidad concreta. Ella no puede referirse sólo a una realidad general y abstracta, sino que debe traducirse en un servicio a una asamblea concreta, que con características propias se reúne para una determinada celebración. La concreta asamblea será un criterio, no exclusi-vo, pero sí determinante que el presidente deberá considerar a la hora de ejercer su ministerio. Muchas de las posibilidades de adaptación y creativi-dad reservadas al presidente están en función de hacer de la asamblea con-creta una asamblea celebrante127. El presidente permanecerá siempre como

125 Cf., SC 10. 126 Cf., SC 9.

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un diácono de la Iglesia manifestada en una comunidad concreta, como un promotor del sacerdocio común de todos los bautizados128.

Junto a la cualidad de servidor, el presidente está llamado a ser guía de la asamblea litúrgica, en el sentido que la conduce en la oración litúrgica. Es guía cuando actúa como representante de la asamblea, su “portavoz” ante Dios, cuando la invita a la oración y a la escucha de la Palabra, y cuando favorece la respuesta a esta Palabra. En cuanto guía él es responsable, en gran medida, de dar una organización, legibilidad y fuerza comunicativa a la celebración, procurando así hacer crecer la asamblea celebrante hacia un auténtico espíritu de oración y de comunión siempre más profundo, y hacia una más profunda y transparente expresión exterior de este espíritu129.

La función de guía conlleva la de animación. Ésta consiste en el crear y favorecer aquellas condiciones, internas y externas, por las cuales la asam-blea pueda responder a las llamadas del animador por excelencia que es el Espíritu Santo. Sólo él puede dar un “alma” a la celebración, pues con su acción abre al ser humano al don de salvación de que se le comunica. Ha-ciéndose portador de esta animación “pneumática” el presidente suscita en los fieles el espíritu de fe y de oración que debe culminar en el testimonio de vida130. Otro aspecto de la función de animación tiene que ver con la

nece-saria coordinación de los diversos ministerios al interior de la celebración. Animación y coordinación que pretenden que los diversos servicios expre-sen la ministerialidad de Iglesia manifestada en una celebración coherente y armónicamente significativa.

La categoría de mediación está en relación a Cristo y su mediación úni-ca, de la cual el sacerdote es signo sacramental. Como “mediador” tiene la misión de ser signo visible de Cristo pastor de la Iglesia, y como tal conducir la asamblea litúrgica a un crecimiento del sensus fidei que le permita acoger en la celebración los signos de la presencia de Dios. Por esto a él se le pide

128 Cf., F. RAINOLDI., “La presidenza nella celebrazione”, Rivista Liturgica 72 (1985), 444.

129 Cf., L. SEBASTIANI., “Compiti, ruoli e responsabilità nelle diverse componenti dell’azione liturgica”, en: GOFFI, T., PIANA, G. (eds.), Corso di Morale. Liturgia. Etica delle religiosità, Queriniana, Brescia 1995, 478.

Referencias

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