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Desde la Puerta del Sol

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Academic year: 2021

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Desde la Puerta del Sol

La Puerta del Sol madrileña, en la que se encuentra el punto kilométrico 0 de España, creemos es un buen enclave para formalizar un juicio de lo que pasa en el país, lo que podemos alargar a Hispanoamérica y al resto del mundo. Con esa idea nos hemos situado junto el oso y el madroño, desde donde saludar a nuestros amigos

o cierto es que, preocupados profundamente por lo que pasaba dentro de casa, apenas nos molestamos en mirar por la ventana con la intención de respirar otros vientos distintos a los de la habitación

en la que desarrollamos nuestra actividad, obligados por la pandemia a la que estamos sometidos. Y no vemos lo que pasa en la ca-lle y mucho menos nos damos cuenta de lo que va apareciendo por el horizonte cuando las nubes permiten contemplar la lejanía. Es comprensible que la mente la tengamos más próxima a las cifras que nos dan las estadís-ticas respecto a nuestros hermanos contami-nados, los que van llenando las camas de las UCI, los que han emprendido el viaje al más allá, al tiempo que los más precautorios cui-dan cumplir todas las instrucciones que

transmiten las diferentes administraciones, aunque otros, insensatamente, rompen to-das las normas.

En esta clausura física y mental en la que estamos no nos hemos preocupado demasiado del enfrentamiento entre Donald Trump y su sucesor Joe Biden. Pienso yo que la mayoría de los que andamos por este lado del charco no teníamos porqués por los que valorar a uno u otro. Simplemente lo hacíamos según las simpatías o antipatías que uno u otro producían por sus comportamientos. Yo confieso que desde el primer día me cayó gordo Trump, considerándolo un patán con mucho dinero; a Biden no fui capaz de valorarlo pues su presencia de buen católico nos lo situaba en un lugar cercano. Pero, no obstante, creo que, en este caso, como en muchos otros, hay que echar mano del viejo refrán que nos asegura que «por los hechos no los conoceréis». Y es verdad. Si nos quedamos en

L

El orden mundial y el cincel de Ávalos, Emilio Álvarez Frías

Echando un cuarto de espadas, Gerardo Hernández

La gran estafa, Juan Van-Halen

Hablando de tacones, Manuel Parra Celaya La hiedra, Enrique del Pino

Gran reinicio, 1. La próxima revolución ha comenzado, José Javier Esparza

Illa o el no va más de la inmoralidad sanchista, Eduardo Inda

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lo que nos gusta o nos disgusta probablemente caeremos en el error en juzgar a las per-sonas.

Y nos enfrascamos en el comentario que pretendemos hacer hoy sin haber aclarado si podían entrar en la consideración de galgos o podencos tanto el presidente saliente USA, como el entrante. Ahí nos quedamos. Y damos el salto al comentario de José Javier Es-parza que hoy traemos a estas páginas. Porque, por aquello de no abrir la ventana de casa por culpa de la pandemia en la que no nos estamos parando en considerar los ru-mores y los comentarios que rondan el mundo entero sobre el Nuevo Orden Global. Hay quien los imagina bobadas como hay quién entiende que es un nubarrón enorme que se aproxima a nosotros, que nos traerá torrentes de agua difíciles de contener, nevadas que nos paralizará no pocas de las acciones que desarrollamos hoy día, sequías que inte-rrumpirán los medios de subsistencia de los que nos valemos para vivir, y plagas de todo tipo que cambiaran las costumbres, las normas, y la vida en el globo terráqueo. ¿Qué no hay que ser aguafiestas? Más juiciosos habría que decir que conviene ser precavidos, estar atentos a lo que pueda llegar después de la «nueva normalidad» que nos anunció Pedro Sánchez después de sus conversaciones con Soros. Lo estamos viendo cada día. Los bancos ponen comisiones sobre cualquier operación que se haga, prácticamente se cierran las ventanillas para toda gestión teniendo que recurrir al internet aun los que no sabes qué es, los «amazones» van creciendo y multiplicándose, los médicos, salvo casos excepcionales, los tenemos a través del teléfono, se va pendiendo la relación directa con los demás… Es bueno y recomendable leer a José Javier Esparza que nos traduce qué es el nuevo orden mundial o la revolución del gran reinicio. Será una revolución comple-tamente distinta a todo lo conocido y, probablemente, la confinación de la libertad del ser humano.

Incluso, a lo peor, se acaba con la artesanía del botijo, con toda artesa-nía, salvo que se consiga sacar adelante con los ordenadores, nada difícil cuando ya es posible hacer un brazo, un corazón, un hígado… ¿Pero ten-drá ese corazón la misma sensibilidad que el que recibimos al nacer, el que con su pálpito nos inclina hacia lo bueno y lo malo, el que nos habla de amor…? De momento yo me voy a solazar con un botijo de la precio-sista artesanía vidriada de Teruel. En los hechos por ordenador le faltará el toque del artista, aunque le sobre el perfeccionamiento de la máqui-na. Sobre el particular, me viene a la mente el comentario que oí un día

en el Valle de los Caídos en relación con la Piedad que figura sobre la puerta principal de entrada a la basílica. Decía el comentarista que Juan de Ávalos, tras ser tallada la figura por los canteros siguiendo su boceto, cogía el cincel o la granadina y ponía el toque que le daba sentido a la imagen.

n la colección de Desde la Puerta del Sol que obra en mi poder, hasta ahora no ha-bía visto –salvo error u omisión por mi parte– un contraste de opiniones en relación con alguno de los artículos debido a alguno de los muchos autores que hemos pasado por sus páginas, lo cual no dejaba de ser sorprendente debido a la diversidad de los temas tratados y a la comprometida naturaleza de algunos de ellos.

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Pero esta tendencia se ha visto quebrada en uno de los últimos números a propósito de las vacunas contra el Covid-19. Y hemos de entender que esto es saludable pues, entre otras cosas, se pone de manifiesto la atención y el interés que los lectores dedicamos a los contenidos del periódico y, además, que hay diferentes formas de considerar una cuestión y que dan lugar a controversias. Y ya se sabe que «de la discusión sale la luz». Uno de los riesgos que, a mi modesto saber y entender, tiene el escribir sobre la marcha acerca de acontecimientos y sucesos que se producen casi simultáneamente, es que no siempre disponemos del tiempo suficiente para releer y reposar lo escrito y reflexionar sobre ello debido a la urgencia e inmediatez de la publicación y, a veces, nos movemos por impulsos, aunque éstos puedan ser comprensibles.

En el tema de las vacunas es lógico que haya partidarios y detractores y cada uno tiene derecho a sostener su postura con argumentos y razonamientos, lo más rigurosos posi-ble, y a que sean respetados.

Las posturas favorables a la vacuna, en un número cada vez mayor de españoles, según las últimas encuestas del CIS, se sustentan, entre otras razones, en los avances de la ciencia y en que disponemos de mejores medios que en tiempos pretéritos, en la ya dila-tada experiencia en su aplicación y en cómo las vacunas han contribuido a erradicar de nuestras vidas un número importante de enfermedades que antes se llevaban por delan-te la vida de miles y hasta millones de seres humanos. Y parece lógico que, basados en estos argumentos, animen a la población a vacunarse contra esta que ahora nos golpea tan fuertemente.

Y parece lógico también que, un sector importante de esa población siga esas recomen-daciones ante el temor tan humano al contagio y a sus consecuencias, entre las que está la misma muerte y la gente tendría el

deber de vacunarse, para preservarse a sí y a sus semejantes. En realidad, la socie-dad no debe dejar de hacerlo ni dudar de las bondades de un medicamento siempre y cuando esté científicamente autorizado. Vivimos en unos tiempos en los que los avances de la ciencia son sobradamente demostrados y conocidos.

Por otro lado, a quienes discrepan también les asiste el derecho a tener sus propias opiniones porque, en definitiva y en este caso, cuando para tener otras vacunas fia-bles han pasado hasta años, resulta,

cuan-do menos sorprendente, que ésta, en una carrera desenfrenada de varios laboratorios o marcas y entre algunos gobiernos, se haya conseguido en pocos meses y eso hace que la gente (o parte de ella) tenga sus reticencias y sus legítimos temores. Y no me refiero a las teorías lanzadas por algunos «iluminados» con afán de protagonismo o de atemo-rizar a la población.

A estas reticencias se suma el hecho de que, por otro lado, resulta que ahora hay fallos en el suministro de estas vacunas, que hay carencia de las jeringuillas adecuadas, que de un solo frasco se sacan más dosis de las programadas en un principio, que hay farma-céuticas suministradoras que presuntamente desvían pedidos a países diferentes de aquellos con los que se habían comprometido, que hay personas que se han contagiado después de recibir la primera dosis, que en unos países se da prioridad para administrar

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la vacuna a los más mayores, mientras que en Alemania se aconseja que la vacuna de-sarrollada por una determinada marca no se administre a personas mayores de 65 años por evidencia científica «insuficiente» y un montón de cosas que, lógicamente, pueden suscitar una cierta reserva o desconfianza en las personas.

Es difícil que, en el caso de España, no se de esa desconfianza si el Gobierno, por medio de sus portavoces, y determinados medios de comunicación, en boca de sus «invitados y tertulianos», un día nos dicen una cosa y al siguiente la contraria.

Una cosa es la confianza que legítimamente se pueda reclamar para esta vacuna y otra la percepción que, a la vista de lo que está ocurriendo, puedan tener determinadas perso-nas. ¿En qué tenemos absoluta certeza para que en algún momento de nuestras vidas no hayamos dudado, aunque sea un poco? Es lógico, comprensible y deseable que se aspire a despejarnos las dudas y se haga con rigor y no con opiniones, algunas veces in-teresadas y sesgadas en ciertos medios de comunicación y en determinados programas en los que predominan los «comités de expertos» que nos hablan de «escenarios» y «protocolos», sin que muchas veces sepamos bien cuál es el contenido y a qué se refie-ren.

Al final y, en definitiva, como apunta uno de nuestros autores, aparte de confiar en los buenos sanitarios, los que participamos de determinadas creencias, la mayor confianza es la que hemos de depositar en la Divina Providencia.

(Tercera de ABC)

Escritor y académico correspondiente de la Historia y Bellas Artes de San Fernando

o pocos lectores compartirán que vivimos una realidad de engaño desde el poder. Antes no se había conocido un presidente de Gobierno que mintiera tanto. Se trata de una gran estafa política en tres tiempos –al menos– y con afectados va-rios. El primer afectado es el pueblo español en su conjunto desde un golpe parlamen-tario, que eso fue la moción de censura de Sánchez. Afectados son los afiliados al PSOE que se encontraron de pronto con un

partido diferente. Y no menos los votan-tes socialistas que al día siguiente de las últimas elecciones conocieron un pacto que seguiría un programa de gobierno distante al que habían dado sus votos. Un amigo ya sin tiempo con quien tanto quería, como escribe Miguel Hernández en la dedicatoria de su Elegía a Ramón Sijé, en instructivas conversaciones de sobremesa me reitero su opinión de que

la fortaleza de la democracia en España no se torcerá si el PSOE mantenía su alejamiento de radicalismos que a su juicio –y al mío– había conseguido Felipe González en una inteligente decisión política que a corto plazo su puso a su partido la más amplia mayoría absoluta que se ha conocido en nuestro país. A juicio de mi buen amigo, la Monarquía se mantendría en su papel constitucional pero sufriría acoso, a la par que la democracia

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como la conocíamos, si un día el PSOE desde el Gobierno resucitaba un largocaballerismo que podría poner en cuestión, incluso amenazar, lo conseguido en la Transición.

A aquel personaje entrañable, militar, jurista y hombre de bien, que había jugado un pa-pel importante en la Historia reciente de España cerca del Rey, y resultó decisivo en el golpe del 23-F que viví dentro del Congreso y él en atalaya bien alta, con el paso del tiempo le considero un anticipador. Al promover Zapatero la Ley de Memoria Histórica, a cuya ponencia en el Senado pertenecí junto al para mi inolvidable Alejandro Muñoz Alonso, estaba claro que los temores de mi sabio amigo se empezaban a cumplir. Esa iniciativa no figuraba en el programa del PSOE para las elecciones de 2004 ni fue men-cionada por Zapatero en su investidura, pero marcaba un camino que muchos años des-pués de la aprobación de la ley en 2007 llegaría a confirmar los augurios de aquellas largas conversaciones tan jugosas.

La falsificación histórica fue un paso evidente en el radicalismo del PSOE hacia el nuevo partido construido años después alrededor de Sánchez Pese a que Zapatero quiso apa-recer como el padre del reconocimiento de los vencidos en 1939, en los aspectos asis-tenciales, económicos y de calado social, se fueron promulgando desde la llegada de la democracia una serie leyes y decretos para tratar de compensar de alguna manera las situaciones sufridas en la guerra y en la posguerra por personas afectas al bando re-publicano, a la parte de España controlada en la guerra por el Frente Popular. Algunas de estas normas fueron el Decreto de 5 de marzo de 1976, la Ley de 15 de octubre de 1977, la Ley de 26 de junio de 1980, la Ley de 29 de marzo de 1982, la Ley de 22 de octubre de 1984, y la Disposición adicional decimotercera de la Ley de 29 de junio de 1990 de Presupuestos Generales del Estado. La cobertura legal para paliar, en lo posible. el sufrimiento de quienes padecieron desde la izquierda la guerra civil o sus consecuen-cias era un buen camino.

Esas normas fueron bien recibidas entonces y hubiesen podido ampliarse, hasta aquella pirueta táctica de Zapatero que fue la Ley de Memoria Histórica, corregida y aumentada por la Ley de Memoria Democrática que anuncia Sánchez. Los historiadores no podrán tratar con objetividad la Historia porque, por encima de ellos, la decidirán los políticos a su gusto ideológico bo-rrando de ella lo que quieran.

El giro radical de un nuevo PSOE, desde el marbete de sanchismo, ha supuesto la vuelta a los viejos tiem-pos de un partido histórico necesario. Sánchez asumió la responsabilidad –y el riesgo– de cogobernar con una coalición en declive cuyo líder era cuestionado por los suyos. Le salvó Sánchez. Iglesias no pensó, salvo en sueños, verse en un Gobierno. El nuevo extremismo ha reabierto la vía del resentimiento y de la división entre los españoles echando por tierra la reconciliación conseguida en el inicio de la democracia. La presencia en la primera legislatura de las Cortes Generales de personalidades del exilio tan signi-ficadas como Santiago Carrillo, Dolores lbárruri, Pasionaria, y mi admirado Rafael Alberti evidencian esa reconciliación. Los diputados juraron o prometieron entonces ante la ban-dera con el águila de San Juan que sería la legal y oficial de España hasta la Ley de 1981 aunque el otro día un periodista progre y poco leído llamaba «bandera franquista del

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aguilucho» a la que fue también bandera oficial hasta unos años después. Y no es el úni-co ignorante sobre este tema.

La realidad política radical que vivamos –iba a escribir padecemos– se apuntala, además, en otro engaño: la moción de censura que expulsó a Rajoy de Moncloa, basada en una sentencia que se utilizó torcidamente en el debate ya que no condenaba penalmente al partido entonces en el Gobierno. La moción fue manipulada y así lo patentizó la Justicia el pasado octubre. Lo escribí cuando la moción se produjo –«Golpe parlamentario». Tercera del 4 de junio de 2018–: la Justicia lo corroboró. La censura a aquel Gobierno no respondía, al menos, al motivo que se esgrimió en su planteamiento y debate. El tercer puntal de la estafa política a que me refiero es que la campaña electoral que dio lugar a una apurada victoria de Sánchez –de los peores resultados obtenidos por su partido– fue notablemente engañosa y en primer lugar para sus votantes. Sánchez pro-metió a los electores lo contrario de lo que hizo inmediatamente después: pactó un Gobierno con Pablo Iglesias –habla insistido en que eso le quitaría el sueño tanto a él como al conjunto de los españoles–. También mintió cuando aseguro una y otra vez que jamás pactarla con Bildu. No se puede mentir contra las hemerotecas, los tuits y las gra-baciones de televisión. León Trotsky, que no sé si será grato a Iglesias, dejó escrito: «Tal vez descubramos la verdad al comparar las mentiras».

Pero España es diferente y la mentira política reiterada, aunque llegue a convertirse en una estafa a los ciudadanos, no pasa factura: sencillamente se olvida. Padecemos una amnesia colectiva que parece no temer las consecuencias. Los socios de Sánchez siguen soñando nacionalizaciones masivas y el entierro del sistema del 78, incluida la Monar-quía, como ellos mismos proclaman Lenin predijo ya en 1920 que «el segundo país de Europa que establecerá la dictadura del proletariado será España». Y se lo han creído.

oy pido disculpas por anticipado, pues mi artículo de hoy roza –o cae de lleno– en lo procaz e impúdico. Pero, como me imagino que la mayoría de los lectores son mayores de edad (y, si no lo fueran, con lo que está cayendo, estarían al cabo de la calle), nadie se va a

escandalizar por mis palabras.

Tampoco –he de reconocerlo– me fío mucho de las fuentes consultadas, y a lo mejor se trata de una fake news histó-rica, o de una broma de las que corren por los medios informáticos, pero, como decía el otro si no e certo, e ben trova-to…

Leo que, allá por el siglo IV a.C., un tal Latácones, natural de Éfeso, escribió un tratado que se titulaba De las putas, en

defensa de esta antigua profesión y sus ventajas sociales; ese tratado fue traducido, en el siglo XIII, en la Escuela de Traductores de Toledo, bajo la dirección de Alfonso el Sa-bio. Con el paso del tiempo, se deformó intencionadamente el nombre del autor griego,

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y la inventiva popular, en épocas mucho más recientes, acuñó el desvergonzado refrán de Habló de putas la Tacones, en clara referencia a cuando alguien se permite afear a otro un defecto que, de manera pública y notoria, tiene el acusador.

Resulta que, en nuestro momento, ese conglomerado de siglas que forman los partidos y grupos separatistas, que están a partir un piñón con el gobierno español, pide que se investigue a los militares para averiguar la existencia de simpatizantes de ideas fascistas, pues, al parecen, crecen los aires golpistas en el seno de las FFAA. Los firmantes de la petición son, evidentemente, ERC, JxCat, EH Bildu, BNG y CUP, si es que no me dejo ninguno. Como era previsible, Podemos y el PSOE se han sumado a la solicitud.

Ellos son, evidentemente, demócratas desde su nacimiento y fieles defensores del Estado de Derecho y de la Constitución que lo preside; por esta razón, están escandalizados por esa supuesta contaminación ideológica en el seno del Ejército, les parece escuchar un alarmante ruido de sables y exigen el esclarecimiento de sus sospechas.

De entrada, hay que decir que son poco originales; exultantes por el cambio político en los EE.UU., su petición coincide en el momento justo en que los nuevos amos del Capitolio se han lanzado a la caza y captura de los llamados ultraderechistas (simpatizantes del depuesto Trump), presentes en la Guardia Nacional que acordonaba Washington el día de la toma de posesión de Biden y en otras instituciones.

Aparte de esta traslación de situaciones, en la petición de ese conglomerado de siglas que apoya al ejecutivo de Sánchez e Iglesias tiene total aplicación aquel refrán popular tan desvergonzado que he citado, basado en el supuesto estudio del escritor heleno. Porque, efectova-mente, cuando todos los firmantes de la petición alertan del peligro golpista de actitudes y pensamientos antide-mocráticos, todos sabemos que habló de putas la Taco-nes. Veámoslo con cierto detalle…

EH Bildu, con el hombre de paz al frente, es la heredera de la ETA, aquella organización criminal que se dedicaba a poner bombas en Hipercor o en el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza para matar paisanos y niños, o a pegar tiros en la nuca a quienes no le pagaban el impuesto revolucionario o a quienes se oponían a sus ideas y objetivos.

ERC y JxCat protagonizaron al unísono el golpe de Estado de la Generalidad de Cataluña contra la legalidad constitucional el 1-0 y llamaron a quemar las calles de Barcelona y Gerona en los días siguientes en enfrentamientos con las fuerzas de orden público; y no cesan de repetir que lo volverán a hacer cuando las circunstancias sean propicias, para instaurar una fantasmagórica república catalana. Por su parte, la CUP ha colaborado fielmente en este objetivo y siempre ha puesto por delante de su carácter antisistema su ferocidad separatista.

En estos últimos días, ha saltado la noticia de que un candidato de JxCat precisamente ha propuesto hacer limpieza de españoles, lo que resulta a todas luces muy demo-crático…

El BNG se mira con envidia en sus hermanos mayores de Vasconia y Cataluña, y se sube al carro de la nacionalidad gallega oprimida por el Estado español, exigiendo la inde-pendencia de Galicia con respecto a España.

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Es decir, todos los que están alineados en contra de la integridad nacional y hacen man-gas y capirotes del orden constitucional vigente, los que no han dudado en la lucha vio-lenta y asesina o en la sedición o en la algarada (esto va por barrios), y los que proponen acabar con los españoles, piden una investigación para detectar golpistas en el Ejército, entre cuyas funciones constitucionales está la defensa de la unidad de España. Para mear y no echar gota, y nuevas disculpas por la procacidad…

Confiemos en que la señora Robles –que no sabemos si ha oído ese refrán– haga oídos sordos a esta estupidez e hipocresía descomunal, y no desencadene una caza de brujas en las Fuerzas Armadas, que merecen el afecto y el reconocimiento de todos los ciudadanos bien nacidos.

De todas formas, me imagino que, en los cuarteles y dependencias militares, la noticia levantará, no oleadas de indignación (que no la merecen los firmantes de la petición), pero sí sonoras risas y cantidad de chascarrillos a los que siempre han solido ser tan afi-cionados nuestros soldados; y no se recatarán de repetir el refrán: Habló la puta de tacones.

l 16 de diciembre de 1931 don Ramiro de Maeztu publicaba a título editorial en la revista Acción Española, su primer número, un artículo donde tomaba España por sujeto de su hispanísimo pensar y fue tal su repercusión, entonces, que meses más tarde fue reconocido por el periódico ABC como ganador del prestigioso premio «Lu-ca de Tena». Es esta la o«Lu-casión que me invita a citar su comienzo, que entrecomillo en cursiva y servirá de impulso y argumento al que estoy pergeñando. Decía el pensador: «España es una encina medio sofocada por la yedra. La yedra es tan frondosa, y se ve la encina tan arrugada y encogida, que a ratos parece que el ser de España está en la trepadora, y no en el árbol. Pero la yedra no puede sostener por sí misma. Desde que España dejó de creer en sí y en su misión histórica, no ha

dado al mundo de las ideas generales más pensamientos valederos que los que han tendido a recuperar su propio ser...». Esto lo escribía ocho meses después de haber sido proclamada la II República, y siete, más o menos, de haber ardido una buena parte de los establecimientos religiosos del país.

El señor Maeztu sería asesinado en las tapias del cementerio de Aravaca cinco años más tarde por las hordas marxistas, quiero decir comunistas, por aquel tiempo mejor llamadas por la población «los bastardos rojos», o simplemente rojos. Un apelativo que desde posiciones conservadoras sirvió para identificar a las personas cuyo modo de pensar consistía en seguir las orientaciones de aquellos que en la Rusia soviética se alzaron con el poder en 1917, tras imponerse a sus

opo-nentes políticos llamados los blancos, contra quienes habían luchado en guerra civil anteriormente. Como tales rojos fueron tenidos en España después de la nuestra, duran-te la autarquía, y es esduran-te un término que siguió manejándose hasta, por lo menos, la

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«revolución político-cultural» de 1978. A partir de entonces, los nuevos usos de la demo-cracia lo relegaron casi al olvido. Hasta que, miren ustedes por dónde, estos muchachos, algún día se sabrá qué resortes utilizaron para lograrlo, se instalaron en lo más alto del

poder. Desde esa atalaya, sin duda ribeteada con aportaciones subsidiarias –institutos,

cargos, gente de consulta, proximidades inconfesables y alguna sinecura–, el pueblo

lla-no está percibiendo hasta dónde es capaz de llegar este ayuntamiento de personas, cu-yos méritos o deméritos son fácilmente descriptibles. No voy a entrar en esto, basta con apuntarlo. Pero en el Gobierno están.

En la encina. Porque nuestro malogrado intelectual tuvo la visión certera de establecer nada menos que el vínculo poderoso y universal de la nación con la tierra de la que es alma y espíritu, de emparentar el vegetal de tronco rugoso que se yergue a los vientos, por su naturaleza inerme, pero de sobria majestad, con las plantas trepadoras, parasi-tarias siempre, que se enroscan como boas a su cintura, hasta asfixiarla. No es una buena sensación contemplar cómo el árbol enhiesto y majestuoso está siendo acosado, atacado, medio sofocado decía el articulista, por una planta invasora, que nutre sus an-sias de la savia ajena. Pero así veía a España el señor Maeztu. Y era tan viva su tristeza que por momentos creía que el ser de su patria estaba en la trepadora y no en la encina. La razón profunda de su pensamiento estaba en la evidencia que tenía de la pérdida del ser de España, de su identidad. Porque la España de aquellos años había sojuzgado el nervio, había entrado en la vorágine devoradora de pueblos que se aficionan a dejarse tentar por el diablo. A querer ser otra cosa, distinta, para que nada turbe su amanecer tranquilo, a ser posible con tostadas y zumos de melocotón. No puedo evitar colegir semejanzas hostiles, incluso macabras, entre dos realidades que, siendo en esencia lo

mismo –aquella y la de hoy– se niega a aceptar que todavía tiene un horizonte de

espe-ranza a la vista, una misión que cumplir, una verdad que hacer valer. Un pueblo, cierta-mente untado con aceite malsano desde los despachos, adormecido, que sufre en silen-cio, tal vez porque fue educado en la filosofía de las dos mejillas. Lo siento. Confieso que duele escribir un artículo aquejado de estos dolores, pero nunca viene mal zarandear el tronco para descoyuntar y avivar a los apaciguados. Porque es posible que con su pasiva actitud ganen el reino de los cielos, pero habrán perdido el de la Tierra. Ténganlo en cuenta algunos, mientras ven la televisión oliendo a jazmín, que crece en la maceta y también es una planta, pero no engaña a nadie. De veras.

(Posmodernia)

a próxima revolución ha comenzado ya. Se llama «Gran reinicio» (great reset). Por definirlo en dos palabras, y según han declarado públicamente sus promotores, el gran reinicio consiste en reordenar el mundo según los criterios sentados por la elite financiera global, es decir, el Fondo Monetario Internacional, el Foro Económico Mundial y otras instituciones transnacionales. Reiniciar el orden del mundo como quien reinicia o resetea un ordenador. Es un proceso que lleva tiempo en marcha, pero la pan-demia de la Covid-19 ha acelerado los acontecimientos.

Ningún secreto

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Importante precisión: no se trata sólo de un reajuste económico. El objetivo declarado del Gran Reinicio es dibujar un modelo de sociedad nuevo sobre conceptos como la extinción paulatina de la propiedad, la desaparición de las fronteras nacionales, la circu-lación global de la mano de obra, la disolución de las identidades culturales y un nuevo modelo productivo basado esencialmente en la digitalización y las energías renovables. ¿Y si los gobiernos nacionales no quieren? Pues entonces tendrán que plegarse. Por eso es una revolución. Y es de una trascendencia innegable.

Primero, veamos la documentación: la primera que ha expresado abiertamente tanto el concepto de Gran Reinicio como su contenido es la actual directora general del Fondo Monetario Internacional, la búlgara Kristalina Georgieva, durante un discurso pronuncia-do en el marco de un acto organizapronuncia-do por el Foro Económico Mundial el 3 de junio de 2020. Toda la prensa internacional informó de ello, de manera que aquí no hay secreto alguno. Muy poco después se publicaba el armazón teórico del asunto: el libro Covid-19: el Gran Reinicio, escrito por el fundador y presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, y el economista Thierry Malleret, un habitual de los foros globalistas. Tampoco aquí hay secreto porque el libro en cuestión se ha publicitado en todas partes. Cabe aña-dir, además, que el mundo de la gran finanza trasnacional saludó el acontecimiento con las mayores alharacas. Por poner un solo ejemplo de andar por casa, la buena nueva y su evangelio laico fueron inmediatamente promocionados en la web del Banco de San-tander, y ahí sigue.

Predicciones que son prescripciones

¿Qué propone exactamente el programa del Gran Reinicio? La versión más divulgativa es un célebre vídeo del Foro Económico Mundial (quizá más conocido como Foro de Da-vos, por la ciudad suiza donde

orga-niza sus grandes reuniones anua-les), titulado «Ocho predicciones para el mundo en 2030», en el que nos enumeran sus objetivos:

 Uno, no tendrás propiedades y serás feliz: alquilarás lo que quieras y será entregado por un dron.

 Dos, Estados Unidos no será la superpotencia líder en el mundo; mandarán un

puña-do de países (no nos dicen cuáles ni cómo).

 Tres, no morirás esperando a un donante de órganos, porque ya no trasplan-taremos órganos, sino que imprimiremos órganos nuevos en su lugar (con impre-soras 3D).

 Cuatro, comerás mucha menos carne por el bien del medio ambiente y de nuestra salud.

 Cinco, mil millones de personas se desplazarán por efecto del cambio climático, habrá que trabajar mejor para acoger e integrar a los refugiados.

 Seis, los contaminadores tendrán que pagar por emitir dióxido de carbono, habrá un precio global para el carbono y esto hará que los combustibles fósiles pasen a la historia.

 Siete, hay que prepararse para ir a Marte, los científicos encontrarán la manera de habitar en el espacio. Es el inicio de un viaje para encontrar vida extraterrestre.

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 Ocho, los valores occidentales han alcanzado su punto de ruptura, y no hay que olvidar los controles y equilibrios que sostienen nuestras democracias (no termina de verse cómo encajan ambas afirmaciones, pero esto es lo que textualmente nos dice el vídeo del FEM).

Este es el texto literal del gran programa. En general, es la misma mezcla de utopismo progresista, futurismo tecnológico y globalismo político que viene alimentando las pro-clamas de las instituciones transnacionales desde hace no menos de cuarenta años. Luego, por supuesto, está lo que no se dice, lo que hay que buscar en la letra pequeña (pero no tanto como para que no se vea) de los propósitos del FMI y del programa de Schwab y Malleret, y que es lo siguiente: la condición implícita para que este mundo nuevo funcione es que las grandes decisiones dejen de estar en manos de los Estados y pasen al ámbito de instancias transnacionales, globales, capaces de gestionar fenómenos que exceden las capacidades de una soberanía nacional.

Es verdad que esto ya venía siendo una realidad de hecho. Todas las políticas «globales» recientes, desde la transformación de los inmigrantes socioeconómicos en «refugiados» hasta la reorientación de las políticas industriales en nombre de la «emergencia climá-tica», deben su impulso fundamental a las instancias económicas transnacionales. La gran novedad es que estas instancias, además de las funciones de naturaleza económica que hasta hoy desempeñaban, ahora desean además asumir funciones de carácter político y hasta moral. De ahí que se nos hable de reorganizar el orden mundial, decretar la aniquilación de facto de las fronteras nacionales, «desoccidentalizar» los valores políti-cos dominantes (lo cual, dicho sea de paso, no deja de ser una perspectiva muy occi-dental) y decretar la extinción de la propiedad como valor antropológico.

El dinero toma el mando

¿En nombre de qué nos quieren imponer semejantes cosas, con qué legitimidad, con qué derecho? En nombre de la su-perioridad de la técnica y la «ciencia», con la legitimidad del discurso del «progreso», con el derecho de quien invo-ca una sabiduría técniinvo-ca y ne-utra, supuestamente ajena al juego político, sólo interesada en el bienestar de la huma-nidad. Por expresarlo de un modo gráfico, es como si el Mercado quisiera ocupar hoy el lugar que ocupaba la Igle-sia en los siglos medievales: suprema instancia arbitral con potestad para dar y quitar legitimidades en nombre de un fin superior. Pero apresu-rémonos a precisar que eso que se llama «Mercado» no es el conjunto de los agentes en el circuito económico, sino muy concretamente los agentes tanto públicos como privados que gobiernan las políticas monetarias, es decir, los grandes bancos centrales, las ins-tituciones financieras supranacionales y la banca mundial de inversión. Son los amos de la circulación de moneda los que marcan el paso. ¿Por qué? Porque son los únicos que están en condiciones de pagar la fiesta.

¿Cifras? En 2019 la deuda mundial –deuda global de todos los sectores– era de 255 bi-llones de dólares, es decir, el 322% del PIB mundial. Y aún no había empezado la

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pan-demia de la Covid-19. Para junio de 2020, según cifras del Fondo Monetario Interna-cional, la deuda pública mundial ya superaba el 100% de PIB mundial, con especial incidencia en las naciones desarrolladas (media del 132%, frente al 105% de 2019). El déficit mundial, que en 2019 estaba en el 3,9%, en junio de 2020 se multiplicaba hasta el 13,9% según datos del Fondo Monetario Internacional. A partir de junio, con las políti-cas de gasto inherentes a la gestión de la pandemia, todas esas cifras se dispararon aún más. Es decir que todo el mundo debe dinero, mucho dinero, y necesita aún más dinero. No hay producción material que respalde semejante exigencia de numerario. La única opción es producir más dinero y endeudarse aún más. Como es literalmente imposible devolver toda esa deuda, el sistema entero queda en manos del acreedor. Un acreedor que no va a exigir que se le reembolse el dinero (no lo necesita, pues él es quien lo fa-brica y lo hace circular), sino tan sólo un mínimo interés que mantenga en funciona-miento la máquina.

Este es la gran receta mágica del nuevo capitalismo. Por eso el magnate George Soros proponía que el Banco Central Europeo prestara dinero a mansalva sin expectativa de retorno. Por eso el FMI y el BCE han

abierto tan pródigamente la mano a la hora de financiar agujeros. Por eso el director del Foro Económico Mundi-al ve en la pandemia una oportunidad extraordinaria para reordenar todo el sistema financiero mundial. Sencilla-mente, hemos entrado en una era nueva: la deuda se convierte en un valor en sí misma y el dinero no nece-sita más respaldo que el propio dine-ro. Se acabó el viejo mundo gober-nado por los capitanes de la industria

o de la banca comercial. Ha llegado la hora de los grandes financieros y de la banca de inversión.

Epifanía del orden global

En un primer vistazo, podría parecer que estamos ante la tópica pesadilla de la vieja izquierda: el gran capital dominando el mundo. Pero no, esto es sólo la parte económica del asunto. Porque, además, aquí hay una parte política, y esta es seguramente la más importante, la que más profundamente va a cambiarlo todo. Y es que este nuevo orden económico recupera buena parte de los tópicos ideológicos de la izquierda actual, la que nació de las cenizas del mundo soviético: traslación del sujeto político colectivo a las reivindicaciones individuales, renuncia a colectivizar los medios de producción, abolición de las fronteras nacionales, disolución de las identidades tradicionales, etc. Puede pare-cer contradictorio: ¿qué hace el gran capital pidiendo la abolición de la propiedad, como en el vídeo del Foro Económico Mundial? No lo es en absoluto y en sucesivas entregas explicaremos por qué.

La trascendencia radical del fenómeno se entiende mejor si lo ponemos en el contexto de los grandes procesos históricos del mundo moderno, procesos que van mucho más allá del alcance de una generación, de una clase dirigente o de unos regímenes políticos. Primer proceso: la emancipación de lo económico respecto de lo político, rasgo caracte-rístico de la modernidad desde la época de las revoluciones burguesas. Segundo proceso: la construcción de un orden mundial por encima de las soberanías locales, un orden que arranca de los famosos puntos de Wilson tras la primera guerra mundial, que encontró

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una primera formulación en los acuerdos de Bretton Woods de 1944, que ha ido desple-gándose de manera inapelable tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y que ahora encuentra el camino casi expedito. Tercer proceso: la evolución de la economía capita-lista hacia un orden basado cada vez más en el dinero y cada vez menos en la producción, cada vez más en la abstracción de la moneda y cada vez menos en el fruto concreto del trabajo, cada vez más en el ejercicio contable de la deuda y cada vez menos en la capa-cidad de venta del producto, en suma, cada vez más en los bancos y cada vez menos en la industria y en el trabajo.

Estos tres procesos son la auténtica médula de eso que antaño se llamó «estado mun-dial», después «nuevo orden del mundo» y hoy «gobernanza global». Mucha gente pare-ce haber descubierto ahora el gran plan. Eso es, al menos, una buena noticia. Por nuestra parte, es un asunto que venimos teorizando al menos desde 1995, cuando la revista Hespérides dedicó su número 8 al «Nuevo orden mundial». El hecho es que el proyecto mundialista, la idea de poner todo el planeta bajo un solo orden –por supuesto, siempre en nombre de la paz y el progreso–, ha encontrado hoy su plena consumación. El Gran Reinicio quiere ser su epifanía.

(OKdiario)

alvador Illa tiene pinta de buena gente. Pinta. Porque, visto lo visto en las últimas semanas, me apresto a concluir que estamos bien ante un individuo con cara de ángel y alma de diablo, bien ante un pobre mandado de Pedro Sánchez que ejecuta servilmente todos sus psicopáticos deseos. Hasta que entró en campaña me caía bien porque era la antítesis del payasesco Fernando Simón: austero en la verbalización, serio en el rictus, consecuentemente poco dado a la risa y empático. Formalmente, el hombre perfecto para una coyuntura trágica. El fondo es otro cantar.

El drama, su drama, es que en las últimas semanas se ha quitado la careta. Al punto que ya no sé si constituye un re-medo de Edward Mordrake, el in-glés que nació con dos caras, una de las cuales se reía de la otra, o ante el protagonista de una de las novelas de mi adolescencia, El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde del genial escocés Robert Louis Stevenson. ¿Un polí-tico con instinto asesino tras esa fachada benéfica?

Tal vez es que pasar tantas no-ches pernoctando, comiendo, ce-nando y desayuce-nando en Moncloa con Pedro Sánchez, cual tercer hijo de la pareja presidencial, han lobotomizado a un buen hombre inyectándole en el organismo no la vacuna que no llega sino maldad en cantidades industriales. ¿Qué calificativo le otor-garían al hecho de que aproveche una tragedia vírica que ha causado ya 90.000 muertos para montarse una candidatura a la Generalitat de Cataluña y encima con cargo al con-tribuyente?

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Hay que tener una catadura moral muy rastrera para, una vez haber aprovechado el tirón mediático que otorga la dirección de la lucha contra la pandemia, con ruedas de prensa urbi et orbi a diario, dejar tirados a los ciudadanos porque lo que te apetece ahora es ser president de la Generalitat. O tal vez porque te lo ha ordenado tu caudillo y no has tenido redaños ni decencia para mandarlo a esparragar, que es lo que se merece Pedro Sánchez. No hace falta que les recuerde cuál es el animal que primero salta de un barco que hace aguas. Por muy mala que haya sido la gestión de este licenciado en Filo-sofía y Letras, más que mala ha sido inempeorable, algo más que Carolina Darias ya sabe del asunto. Vamos, digo yo.

Su sucesora no es médico o investigadora, es una simple licenciada en Derecho que sabe de virus o de gestión sanitaria lo que yo de Física Cuántica, entre cero y nada. Nada nuevo bajo el sol: en democracia sólo ha habido dos médicos en Sanidad: Ana Pastor y esa Carmen Montón que fue un visto y no visto por su adicción al plagio. Fíjense lo poco en serio que se toman los presidentes este crucial Ministerio que hasta la indocumentada Celia Villalobos ostentó la cartera. A la desalmada malagueña, que calificó a los

disca-pacitados psíquicos de «tontitos», le sucedió lo mismo que a Illa: que como no tiene ni pajolera idea de la cosa, de nada en realidad, la lio parda. Ella con las vacas locas, acuérdense del caldito y los huesos de carne, él con el coro-navirus.

Que Pedro Sánchez es más malo que la quina, tan malo como no muy listo, ya lo sabíamos. Pero desconocíamos que tuviera tan buenos émulos. Si emplear el atril de ministro de Sanidad para for-jarte una enorme popularidad a cuenta de la tragedia del virus es repugnante, ¿qué calificativo endosamos al hecho de que hayan instigado la celebración de las elecciones en Cataluña el 14 de febrero, en el epicentro de una tercera ola que está siendo el doble de virulenta que la segunda y que cada día que pasa recuerda más a la primera?

A esta banda les dan igual sus administrados y respetar las más elementales normas de Salud Pública, en resumidas cuentas, les importa un comino que en las urnas se puedan contagiar miles de catalanes, muchos de los cuales acabarán falleciendo. Han forzado la máquina porque las encuestas les salen. Si no fuera así, no hubieran roto el pacto que cerró el resto de los partidos catalanes. Hay que ser muy chungo para anteponer tu inte-rés electoral a la salud de tus conciudadanos.

Y, como son malos hasta almorzar y después todo el día, Illa se ha despedido del Minis-terio con dos actuaciones que en cualquier democracia de calidad le costarían al menos una investigación penal: ha reenviado 30.000 vacunas a Andorra, lo cual estaría muy bien si aquí sobrasen por aquello de hacer un gesto a minipaíses que no tienen acceso al mercado persa que se ha montado a cuenta del antídoto del Covid. Pero no se crean ustedes que ha sido falsa o franca solidaridad, pero solidaridad al fin y al cabo. No. El motivo que ha movido al pollo a sisarnos tantas dosis lo captarán rápido si les desvelo que en ese paraíso fiscal a modo de Principado residen 13.937 catalanes con derecho a voto. Blanco y en botella.

Que esto tampoco fue una casualidad lo demuestra el tampoco inocente hecho de que se despidió del Ministerio del Paseo del Prado asignando a Cataluña un 12% más de va-cunas per cápita que a Madrid. Otro más que presunto delito de malversación de caudales

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públicos. ¿Qué carajo es, si no, emplear el parné del contribuyente para engrasar tu candidatura en Cataluña? Lógicamente, los votantes de las autonómicas premiarán este gesto, por mucho que a los madrileños en particular y a los españoles en general nos parezca una cacicada punible.

Ahora son los catalanes los que tienen la última palabra. Ellos son los soberanos que deben resolver si quieren que les mande un socialista cuya amoralidad se aproxima al infinito y un gestor que en cualquier nación seria estaría relevado hace 10 u 11 meses. Con él al timón de la nave, España cuenta con el vergonzante honor de ser el país con más muertos y más contagiados per cápita en el primer ataque del virus, además de ser

el número 1 en términos absolutos en sanitarios infectados, y de ostentar ahora en esta tercera acometida el la-mentable récord europeo en contagios y fallecidos por cada 100.000 habitan-tes.

He de recordar también a los ciuda-danos de la tierra de mis dos abuelas que éste es el pavo que se inventó un Comité de Expertos que sólo existió en su calenturienta memoria; el ministro que no confinó antes porque había que llegar como fuera a ese 8-M que degeneró en bomba vírica; el baranda que gracias a esa imposición de Irena Montera nos llevó a lide-rar el ranking negro a nivel mundial; el indeseable que aseguró en su día que las masca-rillas no eran necesarias para combatir la pandemia; el manirroto u otra cosa que se gastó 38 kilazos en 5 millones de test que tenían una fiabilidad del ¡¡¡30%!!!; el rumboso que compró 659.000 test antiCovid fakes a una empresa catalana especialista en cremas antiarrugas, en geles íntimos, afrodisiacos y óvulos vaginales; el indeseable que jamás ha querido blindar Barajas por las tan perogrullescas como criminosas razones que ima-ginamos.

Pero, por encima de todo, estamos hablando de un desalmado o, en su defecto, de un bondadoso pobre hombre que no se rebela y hace el mal por obediencia debida. La madre de todas las obscenidades la constituye la falsificación constante de las cifras de defun-ciones. La foto del cartel socialista en las autonómicas del Día de los Enamorados sigue manteniendo, erre que erre, con un par, que en España ha habido 50.000 muertos por la pandemia cuando mañana o el martes a lo más tardar estaremos en 90.000 reales, según el gubernamental Instituto Nacional de Estadística (INE). El mismísimo The New York Times le sacó los colores en mayo: «No conocemos otro país que haya quitado muertos». En fin, esperemos que el destino no premie a un hombre que sería civilmente un apestado en un país escandinavo, en Alemania, en Francia o en Reino Unido. Los ciu-dadanos de países serios no perdonan nunca tanta mentira, tanto error, tanta incom-petencia. La sentencia siempre es la misma: la muerte civil. Aquí a lo mejor hasta lo hacemos presidente de Cataluña.

Referencias

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