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Academic year: 2021

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Luis Enrique Pineda

Proyecta tu vida

Estrategias para que te conviertas en el líder de ti mismo

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Introducción

Estamos en la era de los “proyectos”; gerencialmente, se habla de la importancia de los mismos. Es por eso que encontramos una gran oferta de programas en las universidades ofreciendo nuevos currículos y capacitación con nombres tan sugestivos como elaboración de proyectos, planeación y proyectos, gerencia de proyectos y evaluación de proyectos entre tantos otros.

Dicha conceptualización y terminología ha sido transportada y aplicada al ámbito de los Recursos Humanos, dando origen al concepto de proyecto personal de vida.

Para entender mejor este concepto, dilucidemos primero el significado de proyecto. Proyectar es un ejercicio mental o físico a través del cual establezco o elaboro un esquema, esbozo o maqueta con el máximo de detalles de algo que quiero construir. También puedo entenderlo como un “inventario de todo lo que necesito” para lograr “algo”: aspiraciones, sueños, metas.

Hablar entonces de proyecto de vida no es otra cosa que “inventariar”, en la medida de lo posible, todo aquello que necesitamos realizar tanto a nivel físico como psicológico para lograr todas las metas que me propongo o que me he trazado en mi vida. Sólo sabiendo a dónde queremos llegar sabremos elegir todos los medios y estrategias necesarios para poder llegar.

Este trabajo nace de la experiencia de trabajar con muchas personas y de los problemas que los aquejaban. Se pretende ofrecer algunas ideas, reflexiones o estrategias que considero herramientas esenciales desde el punto de vista psicológico, para lograr un mejor autocontrol y así conseguir el éxito en todo lo que nos propongamos en nuestra vida.

Y convencido de que la “materia prima” para cualquier proyecto de vida debe ser el propio sujeto quien la proyecta; ofrezco algunos contenidos organizados en cuatro capítulos: en el primero algunas estrategias para ayudar a “tomar conciencia” de que somos esencialmente humanos. En el segundo algunas estrategias para ayudar a desarrollar y optimizar el funcionamiento de nuestra mente; en el tercero, algunas estrategias para evaluar, optimizar, cambiar o reaprender toda una serie de aprendizajes desadaptativos que arrastramos a nuestras espaldas por la vida. Finalmente, en el cuarto capítulo, muestras vidas con la mirada puesta en nuestro destino ser felices.

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Si después de haber leído estas ideas te queda al menos la intención de cambiar “algo” en tu vida para mejorarla, estaré más que recompensado por el esfuerzo de hacer este trabajo.

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I Proyecta tu humanidad

Psicológicamente, el primer paso hacia la curación de la enfermedad es reconocer que se está enfermo. Así mismo, podríamos decir también que el primer paso para poder proyectarnos como humanos es reconocer que lo somos. El ser humano, a diferencia del animal, es capaz de una metacognición; de conocerse a sí mismo: ¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿Hacia dónde va? ¿Qué procesos realiza? ¿Cómo los realiza? ¿De qué es capaz? ¿De qué no es capaz?

Pero lo más grandioso de todo es que además de ser capaz de esa metacognición, es capaz de decidirse por ser mejor de lo que es, desarrollando potencialidades; deshaciendo y construyendo; haciendo y evaluando; proyectando y comparando. A diferencia del animal es capaz de decidir hasta dónde quiere llegar; construir lo que quiere ser, alcanzar lo que puede esperar. En síntesis es capaz de decidir y construirse a sí mismo.

En este capítulo encontrarás algunas “herramientas” que te ayudarán a ver lo que no has querido ver; a escuchar lo que no has querido escuchar; a palpar lo que no has querido tocar; a saborear lo que no has querido gustar y a olfatear lo que no has querido oler. Solamente cuando tú decidas aprehender con tus cinco sentidos serás más humano y así, serás feliz.

Las tres dimensiones del hombre

¿Has notado que toda persona que quiere tener una buena salud física, no solamente trata de alimentarse en forma sana y equilibrada, sino que también establece horarios para el ejercicio físico? Igualmente ¿te haz dado cuenta de que toda persona que quiera mantenerse al día en su profesión u oficio asiste a seminarios, cursos, congresos, y además lee revistas especializadas?

Pues bien, eso indica la necesidad que tenemos de desarrollar nuestra dimensión física y nuestra dimensión mental, intelectual. Pero acá nace una pregunta fundamental: ¿acaso es el hombre exclusivamente dimensión física y dimensión intelectual? ¡No! Nos convertimos en “discapacitados esenciales” cuando prescindimos de la dimensión espiritual, trascendente. Todo ser humano “padece” necesidades físicas e intelectuales, pero también espirituales o trascendentales. De ahí, la afirmación de que tú eres tridimensional.

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Ciertamente la necesidad de que cultives y desarrolles los valores espirituales, tu dimensión espiritual y trascendente, no es tan obvia como la de satisfacer las necesidades físicas y mentales, pero no por eso deja de ser menos importante.

Puedes decir: “hay personas que no han desarrollado esa dimensión y sin embargo, han sido y son felices y de exitosas”. Y dices bien, “no han desarrollado...”. Depende de lo que tú entiendas por felicidad y por éxito. Dinero, prestigio y poder no son sinónimos de felicidad y de éxito. Más aún, ¡cuántas personas que han vivido y viven sus vidas “saboreando” estos dones, pero con inmensos vacíos interiores que producen dolor en sus vidas!

Para estar bien es necesario alcanzar el equilibrio entre lo mental, lo físico y lo espiritual. Son las cualidades espirituales las que nos “engrandecen” a nosotros mismos, a las personas que nos rodean y por ende a la sociedad dentro de la cual nos desenvolvemos.

Gail Sheehy, escritora estadounidense, en su libro Pathfinders1 comenta que en un estudio realizado por ella, para determinar qué era lo que caracterizaba a las personas que se sentían satisfechas consigo mismas y con sus vidas, descubrió que las personas más satisfechas eran también las más religiosas. Igualmente, encontró que la dimensión religiosa era el motor motivacional en la dedicación a ciertas causas que orientaban todas sus vidas. El bienestar que reflejaban estas personas, era directamente proporcional a lo noble del propósito que orientaba sus vidas.

Una dimensión religiosa equilibrada -la fe-, es el principio unificador de la vida, lo que le da sentido, definición y dirección. La fe nos unifica como individuos y mantiene nuestra vida enfocada hacia unas metas y hacia un futuro. La fe es ese misterio que hace “vivible” nuestras vidas. Es una especie de actitud que origina nuestra capacidad de creer en nosotros mismos y en nuestro futuro.

La fe es el primer paso para desarrollar nuestra dimensión trascendente pues nos da una sensación de confianza. Es ella la que le agrega a nuestra vida el sentido de definición y propósito.... Es ella, la que nos hace creer en todo lo que es posible... Es esperanza con credibilidad.

El individuo que ha desarrollado su dimensión espiritual, es consciente de que el mañana puede traer dificultades, pruebas y angustias; pero está seguro (fe) de que Dios estará siempre ahí y por tanto habrá soluciones. Así como la fe es nuestra respuesta al misterio de Dios, es también el primer peldaño en la escalera del éxito.

Recuerda siempre…

El valor inestimable de las piedras preciosas está en su cualidad de durar y de subsistir tal como son. Igualmente el valor inestimable de las joyas del espíritu: fe, esperanza y amor, está en que perduran. Estos tres elementos le dan a tu vida las cualidades de permanencia y fortaleza que te sirven como cimientos para

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el éxito. Sócrates decía que la belleza de un alma se mide por el equilibrio existente entre el interior y el exterior.

Dale valor a tu vida

¡La vida en si misma no tiene valor!, podría pensar alguien no creyente. Es más, podría pensar que el hecho de estar aquí, no significa que nuestras vidas tengan valor. Ya un gran filósofo existencialista, Jean Paul Sastre, decía que no somos más que un “esputo” de la madre naturaleza y que un día aparecimos porque ella se indigestó y nos vomitó. ¡Triste concepción del hombre!

Una cosa sí es cierta: Somos nosotros únicamente, quienes decidimos si nuestra estadía aquí en la tierra, es un privilegio para nuestra alegría y felicidad o por el contrario una sentencia al fracaso, al sin sentido, a la miseria y a la desesperación; somos nosotros quienes tomamos la decisión dependiendo de si centramos nuestra atención y conciencia en cada cosa que hacemos: es decir, en degustar cada experiencia de la vida cotidiana.

La vida no es triste. Existen simplemente tristes personas, que miran su mundo a través de turbios y sucios anteojos. ¡Qué tristeza cuando las personas mueren a los veinte o treinta años, pero son sepultados únicamente hasta cumplidos los ochenta o los noventa! Sin embargo, hay algo paradójico: muchas personas ven hermosa y mágicamente todas las cosas que perciben, mientras otras permanecen absolutamente impasibles ante las maravillas de la vida…

Recuerda siempre…

Sin importar cuánta belleza y magia has disfrutado hasta ahora, tú puedes elegir adquirir más del día de hoy. Cada día es un tiempo de elección. La vida no es triste, será triste dependiendo del lente con que la mires.

Conviértete en un hombre de oración

Seguramente, le dedicas un buen tiempo a “rezar” o a orar. También puede ser cierto que pertenezcas a ese otro grupo de personas a las que no les interesa ni el rezar, ni el orar..., es más, puede ser que esas cosas te sean absolutamente indiferentes o que las consideres actitudes anticuadas.

De todas maneras, es posible que alguna vez te hayas cuestionado sobre la efectividad del rezar o de la oración: ¿Tiene sentido? ¿Vale la pena? Si tiene sentido, ¿qué tan efectiva puede ser? ¿Es quizá sólo una manera de encontrarle “sentido” a todo lo que hago y a lo que pasa en mi vida? ¿O lo hago simplemente porque lo aprendí desde pequeño y ahora hace parte de mis costumbres? Veamos dos cosas:

Ante todo, debes saber que “rezar” y “orar” no son la misma cosa. El rezar puede ser algunas veces oración, y la oración puede consistir algunas veces en rezar, pero no siempre la oración es rezar. El rezar puede ser un comportamiento

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simplemente mecánico, harto y aburridor; mientras que la oración es siempre un comportamiento “activo” e intencional, dinámico y comunicativo.

En segundo lugar, ¿sabías que la oración es algo esencial y no accidental en el ser humano, independientemente de que nos interese o no? Desde el momento en que la capacidad craneal del ser humano comenzó a crecer –hasta alcanzar la que tenemos en la actualidad- y pudo aprender a manejar sus facultades superiores (pensar, amar, hablar) empezó a sentir la necesidad de comunicarse con un ser superior. Y esa comunicación ha sido, es y será de formás muy diferentes. Es ahí en donde se ubica la “esencialidad” de la oración como una forma de comunicación entre el hombre y la divinidad.

No ha existido una sola cultura sobre la faz de la tierra, en la que no aparezca ese elemento relacional. Esto explica también el principio de que no pueden existir las personas propiamente “ateas”. Es más, hagamos un ejercicio: imagina que eres ateo. Será muy fácil para ti decir que Dios no existe. Bien, ¿eso en qué le afecta a Dios? Pues aunque tú proclames convencido que nada tienes que ver con Dios, Él nunca te abandonará. Has de saber que aún cuando lo niegues jamás, podrás separarte de Él. Y has de saber también que si Dios retirara su mano, tú desaparecerías en la nada como una estrella fugaz. Por eso, aun cuando quisieras negar a Dios, nunca podrías “degustar” la victoria de haberlo eliminado, sino solamente la amargura de no poder negar al que es el Innegable. Pero volvamos a la oración. Desde pequeños se nos enseñó que orar es “levantar” el corazón a Dios para adorarlo, amarlo y darle gracias por todo lo que nos concede, pedirle sus gracias y su perdón... En una palabra, que orar es comunicarse con Dios.

San Agustín decía que “la oración es la respiración del alma”. Con tal afirmación estaba sugiriendo dos dimensiones: La primera que la oración, al igual que la respiración, es algo connatural al hombre. Y la segunda, que el hombre no puede prescindir de ella, ya que de hacerlo, moriría. Es por eso que la oración se vuelve entonces espontánea y al mismo tiempo indispensable. ¡Cuánta profundidad de pensamiento! Y de ahí, nuestra afirmación inicial: La necesidad de que te hagas hombre de oración. La “fuente” de la oración es un corazón que ama. Y si no amas, significa que estas “muerto” en vida. ¡Ojo! ¡Ya sería una terrible tragedia!

La oración no es algo subjetivo, irracional y etéreo. En EEUU, algunos científicos se han interesado por estudiar empíricamente la efectividad o pragmaticidad de la oración. Y lo han hecho con pacientes enfermos en hospitales. Hace poco leía sobre un experimento con tres grupos: Uno de pacientes que hacían mucha oración, o que tenían a personas que hacían oración por su pronta recuperación; un segundo grupo de pacientes que no creían, ni tenían a nadie quien hiciera oración por ellos o simplemente a quienes no les interesaba y finalmente un grupo control. Después de un seguimiento, los resultados fueron más que sorprendentes: Se encontró que definitivamente los

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pacientes del primer grupo fueron los que presentaron índices mucho más altos de recuperación.

Y más curioso aún que científicos hayan encontrado la “anatomía” de la oración, mediante experimentos que conduce un médico estadounidense llamado Newberg, acerca de las zonas cerebrales que se activan cuando una persona esta haciendo oración o meditación. Así como la conducta del comer y del beber tienen una zona cerebral desde donde se activan o se controlan, también han encontrado que sucede lo mismo con el orar. Pero por más que los científicos llegaran a demostrar que la “vivencia religiosa” en el hombre, fundamenta su explicación exclusivamente en conexiones neuronales, la pregunta de fondo más importante para cualquier ser humano permanece intacta: ¿Quién es el “electricista” que las formó y las programó?

Recuerda siempre…

Aunque quisieras negar a Dios, nunca podrías “degustar” la victoria de haberlo eliminado, sino solamente la amargura de no poder negar al que es el Innegable por excelencia. La oración, entendida como “la respiración del alma”, enfatiza dos dimensiones: la connaturalidad y la imprescindibilidad. De ahí la necesidad de la espontaneidad y al mismo tiempo la indispensabilidad de la oración. La “fuente” de la oración es un corazón que ama. Y si no amas, significa que estás “muerto” en vida.

Todo lo que hagas hoy es decisivo

Hoy estás en el lugar hasta donde te han traído tus pensamientos de los últimos años. Y donde quiera que estés en los próximos diez o veinte años, estarás influenciado por lo que hagas hoy. Tus amigos, tu familia, tu trabajo, tu estabilidad económica... todas las cosas que hagas donde estés, serán moldeadas por lo que elijas hacer hoy.

La vida es una construcción de procesos. Lo que hagas hoy afecta lo que serás y lo que tendrás mañana. La vida no sucede en veinticuatro horas de compartimentos aislados. Es una cadena de compartimentos comunicantes e interdependientes. El esfuerzo de hoy te crea los resultados del mañana. Por eso, si decides eliminar un horrible hábito, si gastas una hora con tu familia, si te colocas algunos objetivos o metas, si ahorras o desperdicias, si ejercitas tu cuerpo, si expandes tu mente, será siempre tu decisión la que establezca la diferencia. Sólo la gente inteligente, astuta, optimista, positiva y con ganas de triunfar sabe eso. El ignorante, el perezoso, el inconstante jamás se dará en cuenta de ello.

Sé siempre serio en tus decisiones. De todas maneras, recuerda que eres libre y, si quieres, puedes ignorar todo esto, y decidirte a “deambular” desprevenidamente por la vida, pero tarde o temprano, será la misma vida quien te pase la “cuenta de cobro” por tu falta de seriedad en tus decisiones. Tarde o

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temprano, un día el mundo se te vendrá encima y entonces te preguntarás: ¿por qué no soy alegre con mi vida, con mi trabajo? ¿Por qué económicamente no poseo nada para vivir? ¿Por qué nadie es amigable conmigo? ¿Por qué no he logrado las metas que me he propuesto? ¿Por qué no he conseguido nada en la vida? ¿Por qué no soy feliz? Y muchas preguntas más. La vida tiene un efecto acumulativo y puedes llegar a sufrir las consecuencias de tus decisiones pasadas.

Ciertamente el pasado, el presente y el futuro son tres conceptos que gravitan a nuestro derredor o alrededor del cual gravitamos. Y es curioso, ver como evaluando muchos de los pacientes que solicitan nuestros servicios, encontramos que debido a sus experiencias, algunos se han quedado patológicamente anclados al pasado, mientras que otros viven sólo de ilusiones en un futuro... Curiosamente casi todos olvidan el Ahora. ¿Y tú, en dónde crees estar viviendo? ¿Te haz preguntado alguna vez qué tanto eres capaz de vivir el momento presente?

Pues bien, debes saber que esa capacidad es la medida de tu salud mental y de tu efectividad personal. El AHORA es lo único que tienes. Desde esta perspectiva la clave de la felicidad y de la satisfacción personal es la focalización de nuestra mente en el momento presente. Eso no significa que ignoremos completamente el pasado y el futuro: nuestro presente ha sido construido a partir del pasado y nuestro futuro lo estamos construyendo con el presente.

¿Haz observado la manera fascinante como los niños se absorben totalmente en el momento presente? “Se las arreglan” para involucrarse totalmente en las cosas que están haciendo. Ya sea amasando la plastilina, jugando con la arena, construyendo una torre de cubos, haciendo una pintura, haciendo todo aquello en lo que han decidido aplicar sus energías. Como adultos hemos aprendido el “arte” de preocuparnos acerca de varias cosas al mismo tiempo. Hemos permitido el amontonamiento en el presente, de problemas pasados y de expectativas futuras, convirtiéndonos así en personas estresadas, tristes e inefectivas.

Igualmente hemos aprendido a posponer nuestros “placeres” y nuestra felicidad viviendo la ilusión de que en el futuro las cosas serán “mejor” que ahora. Y por eso, seguramente cuando estabas en el bachillerato pensabas: “¡Qué grandioso cuando salga del colegio y no tenga que hacer todo lo que ahora debo hacer!”. Pero terminaste el colegio y nuevamente pensaste: “¡Qué grandioso cuando haya terminado la universidad!”. Terminaste la universidad y pensaste una vez más: “¡Seré feliz sólo cuando encuentre trabajo y pueda independizarme!”. Curiosamente obtuviste el empleo y necesitaste comenzar de nuevo. Es decir, que no has podido ser feliz todavía…

En la medida en que los años van pasando, hemos ido posponiendo la paz interior y la felicidad hasta el matrimonio. Continuamos construyendo una casa; formamos una familia, tratamos de buscar un mejor trabajo, llevamos los hijos al colegio; terminan los hijos el colegio, nos pensionamos… y posiblemente nos

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sorprenda la muerte antes de que seamos completamente felices. Todos nuestros momentos presentes han sido desgranados y mal gastados en la planeación de un maravilloso futuro que posiblemente nunca llegará.

Para alcanzar la felicidad, se debe estar completamente involucrado con el presente. Es necesario ser felices aquí y ahora, y no esperar que hayamos alcanzado nuestro “destino”. Pero, igualmente, podemos desperdiciar tiempo posponiendo nuestra felicidad para con las personas que nos son más significativas.

Hace algunos años se hizo un estudio en los EU., para determinar la cantidad de tiempo “cualitativo” que gastaban algunos padres con sus hijos pequeños. Los participantes tenían micrófonos incorporados en sus vestidos que permitían monitorear qué tanta comunicación mantenían estos padres con sus pequeños durante el día.

El estudio mostró que el promedio de tiempo cualitativo que los padres gastaban con sus hijos era sólo de treinta y siete segundos por día. ¡Difícil de creer! No cabe duda entonces, que muchos de esos padres seguramente tenían grandes “planes de tiempo” para gastar con sus adorados hijos “cuando la casa estuviera terminada”, “cuando terminara la presión del trabajo”, “cuando hubiera más ahorros en el banco”... y así sucesivamente. Pero, nadie tiene la garantía de que vamos a estar mañana. Solamente el ahora es todo lo que podemos tener en nuestras manos, como arena escapándose por entre los dedos.

Vivir en el ahora significa igualmente disfrutar cualquier cosa que estemos haciendo por el simple hecho de estarlo haciendo, y no exclusivamente por el resultado final. Es decir: si estás barriendo tu casa, sal de la rutina y disfruta cada pasada de la escoba al son de un vallenato, por ejemplo. Si estás cortando el césped o arreglando el jardín, disfruta el ruido de la podadora o el sonido de las tijeras; disfruta ese momento que te permite la frescura de la brisa que pasa por tu cara, la hermosa sensación de las gotas de sudor que resbalan por tu piel, los pájaros que cantan en los árboles y tantas otras las cosas que están sucediendo a tu alrededor…

“Vivir el ahora”…

es ampliar nuestras expectativas para transformar los tristes, lúgubres y aburridos “momento a momento” de nuestras vidas, en más dulces, deliciosos y sonoros.

No significa que nunca tengamos temores frente a nuestras expectativas. Siempre tendremos temores, especialmente respecto a nuestro futuro. Es posible que muchos de esos temores puedan ser casi hasta “paralizantes” y desadaptativos; estarás expuesto a tales temores solamente cuando estés inactivo y desprogramado. En el momento en que inicies una actividad o comiences a hacer algo, los temores desaparecerán como por arte de magia.

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Significa acción sin miedo a las consecuencias. Significa esforzarse por algo que nos involucre sin preocupaciones e incluso a sabiendas de que no habrá ninguna remuneración.

La manera más fácil de implementar tu salud mental es haciendo algo... involucrándote en algo. Hacer algo es mejor que estar sin hacer nada. Involúcrate llamando a un viejo amigo o a uno que acabas de conocer, ve a hacer algún deporte, lleva el perro al parque, ayuda a tus vecinos, vete al cine, lee un buen libro; ponte a hacer algo que sea productivo.

Recuerda siempre…

El tiempo realmente no existe. Existe solamente su concepto en nuestra mente de forma completamente abstracta. El presente es lo único que tenemos. Haz algo en este momento. Mark Twain decía que había pasado en su vida más de una vez por cosas terribles.... y algunas de ellas realmente sucedieron. Tendemos normalmente a colocar infiernos en nuestra mente contemplando lo que nos podría suceder, pero si miramos el presente que es lo único que tenemos constatamos que realmente no tenemos grandes problemas. Otras personas tienen peores problemas que los nuestros. Vivamos en el ahora. Donde quiera que estés, es el lugar para comenzar. El esfuerzo que hagas hoy marcará siempre la diferencia en el mañana. El ignorante, el perezoso, el inconstante no caen en cuenta de eso. Sólo la gente astuta, optimista, positiva y con ganas de triunfar lo sabe. ¡Lo que hagas hoy es decisivo!

El dolor es necesario

Todos nosotros tendemos a buscar todo aquello que nos es agradable y a evitar todo lo que nos causa dolor. Ciertamente todos nosotros hemos percibido o percibimos el dolor única y exclusivamente como experiencia negativa.

No cabe duda de la dificultad para apreciar lo positivo del dolor, después de habernos quemado las manos con una plancha caliente o la lengua con un sorbo de café hirviendo. No obstante, hagamos un ejercicio: Asumamos que frente a esas experiencias no sentimos ningún dolor. Es más, vayamos más allá y supongamos que distraídamente metiste tu mano dentro de un recipiente lleno de ácido. De pronto observas que donde una vez existió una mano, ahora tienes un negro y carbonizado muñón. Absurdamente te sucedió toda esa tragedia y ni siquiera te diste cuenta.

Dentro de ese mismo “loco” ejercicio de imaginación (y que en algunos enfermos de lepra parece que solía suceder), imagínate que llegas a tu casa y al momento de doblarte para colocarte tus sandalias observas que algo extraño te ha sucedido en un pie: “¿Cómo? ¡He perdido un pedazo o la mitad de mi pié izquierdo! ¡Debí haberlo perdido en alguna parte! ¡Posiblemente haya sido durante el momento del tropezón o quizás se haya quedado engarzado en la puerta del autobús, al bajar! ¡Entiendo ahora porqué me sentía un poquito

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extraño al caminar...!”.

Aunque esos ejemplos sean un poco sosos, nos ayudan a entender que el dolor como tal, tiene siempre una razón de ser: una continua retroalimentación para informarnos qué hacer y qué no hacer. Siempre que hacemos cosas en contra de nuestro organismo o siempre que hay algo “que no va” en él, ese maravilloso y automático “sistema de alarma” que es el dolor, nos lo hace saber.

Con el dolor emocional sucede exactamente lo mismo. Si nos sentimos emocionalmente heridos, esa es una “señal de alarma” o mensaje de que necesitamos cambiar nuestra manera de aproximarnos a las cosas, a la vida, a las personas o simplemente que es necesario mirarlas en forma diferente. ”.

El mensaje de fondo es: Si tu casa se ha quemado, derrumbado o destruido; si han robado tu carro; si ha quebrado tu negocio o has perdido la mujer de tus sueños; si has perdido un ser querido y tantas cosas más, es lógico que sientas dolor y que te sientas emocionalmente herido. Recuerda entonces que eso es normal, es humano. Anormal sería que no lo sintieras... Sin embargo, ¿has pensado en todo lo que puedes aprender de experiencias como esas? Podrías “descubrir” que puedes vivir felizmente sin las cosas a las que estabas tan apegado: lujos, mansiones, carros, dinero... Recuerda siempre que un malestar emocional te puede estar recordando simplemente cuáles son tus “prioridades” en la vida y frente a la vida ¿No te parece?

El mensaje no es a que vivamos sin casas y sin carros. Lo que quiero relevar es que mucha gente y especialmente la gente exitosa, aprende de experiencias similares y que gracias a sus valores y personalidad, los infortunios de sus vidas se vuelven menos dolorosos. Es esa una de las razones por las que afirmamos que el dolor es necesario.

Recuerda siempre

El dolor te permite “retroalimentar” para que cambies de dirección. Te dispone a ver las cosas en forma diferente. Si continúas haciendo “cosas estúpidas”, continuarás sintiéndote siempre herido ya sea a nivel físico o a nivel emocional. Cuántas veces decimos: “Eso no me afecta ni me afectará”. Más aún, “no quiero que eso me afecte o me hiera”. Y sin embargo, eso y tantas otras cosas continúan hiriéndonos. No nos damos cuenta de que ya es hora de retirar la mano de la plancha o del ácido... Y tú, ¿cómo afrontas tus sufrimientos y tus dolores?

Lo que te rodea te afecta

Tú “afectas” a las personas y a las cosas que te rodean y en igual forma ellas también te afectan a ti. Cuando tú eres amable, los demás también se vuelven mucho más amables contigo; las personas y las cosas también te “observan” tristemente, cuando tú lo estás. Todos nosotros somos muy “susceptibles” a las influencias de todo lo que está a nuestro alrededor y especialmente a las

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influencias de las personas. Por ejemplo: Es posible que hayas conocido a alguien que, habiendo ido al exterior por un período de tiempo, ha regresado con un acento especial. Igualmente habrás conocido o conoces algún niño encantador de tres o cuatro años quien comienza a “hacer pinitos” en el jardín o en la escuela y que de manera inocente e ingenua, en muy breve tiempo, ha aprendido a usar un lenguaje grosero gracias al reforzamiento de sus compañeros o de las personas de su entorno, que todo se lo congracian.

Esos ejemplos nos están diciendo: nos volvemos parte “activa” del ambiente que nos circunda. Y por lo mismo, ninguno de nosotros es inmune a las influencias de nuestro propio ambiente o mundo que nos rodea: amigos, familia, compañeros de trabajo, TV, periódicos, radio, libros, revistas y todo aquello que leemos, miramos, palpamos y oímos. No seamos ingenuos creyéndonos inmunes a las cosas y a las personas que nos rodean. Nuestros pensamientos, sentimientos, metas, expectativas y acciones, están constantemente siendo “moldeadas” por todo aquello con lo que convivimos.

Igualmente podemos asumir comportamientos o maneras de pesar muy parecidos a los de las personas con los cuales interactuamos: si nos mezclamos con personas criticonas, aprenderemos a criticar; si nos mezclamos con personas alegres, aprenderemos mucho acerca de la felicidad; si nos mezclamos con personas de mala reputación, sin duda algo se nos “pegará” y si nos mezclamos con gente de bien, seguramente mucho bien haremos. Mézclate con personas desordenadas y no hay duda de que tu vida se volverá un desorden. Mézclate con gente entusiasta y te volverás persona entusiasta.

Necesitas decidir primero que todo, qué es lo que deseas de la vida. Una vez hecho eso, elegir tus amistades de acuerdo con ese objetivo. Ahora frente a decisiones como estas, podrías decir: “Valdría la pena hacer un esfuerzo. Pero si lo hago, podría ofender a algunos de mis amigos”. Pero esa es la vida y no hay alternativas... ¡O tú o tus amigos!

De lo que sí podemos estar seguros es que si queremos mejorar la calidad de nuestra vida y transformarla para alcanzar el éxito, la primera cosa que necesitamos hacer es reconocer lo que “ha sido” en todos estos años.¡El primer paso para curarse es reconocer la enfermedad!

Recuerda siempre

Si un día decides cambiar tu vida seriamente, cambia primero todo lo que te circunda. Pues, si después de un mes de no bañarte decides hacerlo, pero vistes las mismas ropas, ¿de qué te sirve? Mézclate con personas desordenadas y no hay duda de que tu vida se volverá un desorden. Mézclate con gente entusiasta y te volverás persona entusiasta. Gente maravillosa te ayudara a convertirte en persona maravillosa y prosperas personas te inspiraran también para ser próspera persona.

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Cada mañana, al abrir los ojos, nunca serás el mismo

Heráclito, un famoso filósofo griego, decía que “nadie se baña dos veces en un mismo río”. Se refería precisamente a esa cualidad de continuo cambio en la naturaleza de las cosas y lógicamente dentro de ti mismo.

Una ley del universo es el cambio. Se va el día y llega la noche; las estaciones vienen y se van… Nada permanece ni permanecerá igual. Es ley universal y sin embargo, parece que lo olvidamos algunas veces y con mucha frecuencia, proporcionándonos dolor y desengaños innecesarios.

Tú tampoco puedes ser el mismo ayer, hoy ni mañana. Porque cada día vives experiencias nuevas que consciente o inconscientemente pueden cambiar la óptica de ti mismo, del mundo y de los demás. Todas las “vivencias” diarias nos “afectan” para bien o para mal…

Es realmente fascinante el noveno de los diez compromisos del éxito de Mandino: “Siempre examinaré, cada noche, mis hechos del día que toca a su fin”. Si te propusieras ese ejercicio, como estrategia para el éxito, muy pronto constatarías no sólo que no eres el mismo, sino no puedes serlo. La vida es dinámica y las cosas cambian. Y que es precisamente eso, lo que la hace más dinámica, más impredecible y por lo mismo más excitante. ¿No te parece? Es el cambio el que nos introduce dentro de la acción y nos permite crecer y fortalecernos como las encinas.

Recuerda siempre

Recuerda siempre que la vida es dinámica y las cosas cambian. Y es eso lo que la hace más impredecible y más excitante. Es el cambio el que nos introduce dentro de la acción y el que nos permite crecer y fortalecernos como las encinas. Un maestro budista decía: “todo sufrimiento de la humanidad es producido por los aferramientos a previas condiciones de la existencia. Cuando eliminamos las expectativas de cómo nuestro futuro podría ser una continuación de nuestro pasado, estamos garantizándonos a nosotros mismos más paz interior”.

El secreto: la disciplina

Si odias la disciplina, cierra este libro y renuncia desde ya a tus propósitos y a leerlo.

La disciplina es la herramienta más importante para el éxito y la felicidad de cualquier persona. Y esto parece intuirlo instintivamente muy bien los niños pequeños. Pues en algunas encuestas realizadas en EEUU se ha encontrado que en algunos casos de separación, cuando se le da al niño a escoger con cual de los dos padres vivir, la mayor parte ha elegido a quien era más firme y exigente con él. Es decir, quien le exigía más disciplina. Disciplina no significa hacer cosas que alguien me exige y me impone autoritariamente. Eso es autoritarismo o tiranía.

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Disciplina es diferenciación y uso de espacios y de tiempos. Es decir, que así como no hacemos en el comedor lo que hacemos en el baño, tampoco hacemos en el baño lo que hacemos en el comedor... En la vida tenemos espacios y tiempos para dormir, para comer, para divertirnos, para estudiar, para trabajar y para hacer tantas otras cosas.

Ciertamente la palabra disciplina es una de las palabras más aversivas. Pero tienes que aprender e interiorizar que esta palabra no significa castigo ni algo desagradable, sino que tiene un propósito positivo: formar personas correctamente, evitando faltas y desventajas que obstaculicen su máximo desarrollo. Hoy más que nunca y dadas las condiciones de nuestra sociedad y de nuestro país, la disciplina, se desea, se necesita y se exige.

La disciplina es la clave del éxito. Una persona disciplinada es la que hace lo que se necesita hacer, cuando se necesita hacerlo y donde se necesita hacerlo. Una persona disciplinada es una persona pragmática y práctica, que hace las cosas necesarias y no simplemente las que le gustan. La disciplina tiene un único propósito: entrenarnos en el aprendizaje de nuestro autogobierno.

La disciplina nos conduce a la adquisición de hábitos poderosos de trabajo, dirección y buen juicio. Ella es la variable más importante que contribuye en la formación de nuestro carácter, del que se deriva toda nuestra capacidad de amor y de sacrificio. La sana disciplina produce fortalezas, no debilidades; creatividad, no banalidad; responsabilidad, no desenfreno y menos libertinaje. Que se sepa, ningún hombre ha llegado a ser “grande” haciendo lo que se le da la gana.

Recuerda siempre

Si has decidido renunciar a la disciplina, renuncia también al éxito. “Muéstrenme a alguien que haya logrado alguna cosa significativa, y yo les mostraré a una persona disciplinada”. Ni siquiera los más grandes bandidos, delincuentes y asesinos han podido prescindir de la disciplina para llegar a ser lo que son.

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II. Proyéctate a ti mismo

La supervivencia psicológica de una persona exige necesariamente la autoestima. Hace parte esencial de nuestras emociones y dependiendo de ellas, nuestras emociones serán más adaptativas o menos adaptativas. La vida a cualquier ser humano, sin cierta dosis de autoestima, puede resultarle enormemente penosa, aún más, puede impedirle la satisfacción de las necesidades básicas más elementales.

La autoestima no es otra cosa que la capacidad de juicio sobre ti mismo. Tienes la capacidad de definir quien eres y después decidir si te gusta o no tu identidad. Ciertamente habrás notado que te pueden gustar o no ciertos colores, sabores, ruidos, figuras o sensaciones sin el mayor problema; pero si decides rechazar parte o partes de ti mismo porque no te gustan, comienzan entonces a dañarse las estructuras sicológicas que te “mantienen” vivo.

Es por eso que has experimentado un enorme dolor cuando te rechazas a ti mismo. Y es por eso igualmente, que en forma natural y a veces inconscientemente has tratado de librarte y de evitar todo lo que te produce ese dolor, perdiendo incluso, muchas posibilidades de éxito en tu vida. Eso se habrá manifestado una progresiva dificultad para relacionarte con los demás, para enfrentarte a una entrevista de trabajo o simplemente bloqueos para perseguir y conseguir todas aquellas metas que te permitirían triunfar. Habrás encontrado igualmente, limitaciones para abrirte a los demás, para expresar tu sexualidad, para atender y enfrentar las críticas, para pedir ayuda o resolver tus problemas y tantas cosas más.

Todo eso es apenas lógico, si tenemos en cuenta que para evitar los juicios negativos y auto rechazos, casi siempre levantamos barreras defensivas: nos inculpamos y encolerizamos, tratamos de volvernos perfeccionistas, fanfarroneamos o buscamos cantidad de excusas. Y lo que es más grave, en muchos casos simplemente recurrimos al alcohol, a las drogas o nos escudamos en tantas otras cosas.

En los siguientes apartes, encontrarás una serie de “píldoras” que te ayudaran a poner fin a toda esa clase de juicios negativos que estableces acerca de ti mismo. Notarás que puedes cambiar la forma de percibirte y de sentirte, notarás que todas las “áreas de ajuste” de tu vida afectiva, sexual, social, familiar, laboral

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e incluso religiosa cambian; procurándote y experimentando cada vez más una “extraña” sensación de paz y de libertad. Es cuestión de tu decisión personal.

Ese “parqueadero” llamado autoestima

Desde niño has venido construyendo autoconceptos, autoimagenes, autopercepciones, auto reconocimiento, autodeterminaciones, auto..., auto..., auto..., que podemos resumir en una sola palabra con mayúscula: AUTOESTIMA. ¡Ése es tu “parqueadero”! Ahora bien, gracias a ese “parqueadero”, ¿sabías que el mundo es un reflejo de ti mismo?

Pues sí, cuando nos amamos y nos aceptamos tal como somos el resto del mundo “se vuelve” espléndido y maravilloso. Así los días sean fríos y grises, los percibimos bajo un matiz especial de aceptación y felicidad. Y al contrario, que en medio de un día esplendoroso y cálido, nos sentimos desgraciados y odiados.

Pues bien, esas diferencias se deben precisamente a qué tan alta o baja autoestima poseemos. La autoestima o autoimagen es como la “fotocopia” que determina exactamente el cómo nos comportamos, con quién nos mezclamos, lo que intentamos y lo que evitamos. Nuestros pensamientos diarios y nuestra acción diaria son el reflejo de la valoración que establecemos sobre nosotros mismos y por ende, del cómo nos percibimos.

La autoimagen que poseemos ha sido elaborada a partir de nuestras experiencias, de nuestros sucesos y de nuestros fracasos. Son producto igualmente de los pensamientos que manejamos y de los juicios que establecemos y de las reacciones de otras personas hacia nosotros. De ahí, que sea nuestra autoimagen la que determina qué tanto nos gusta el mundo y qué tanto nos gusta vivir en él. Siempre somos y seremos lo que “creemos que somos”. Y es eso lo que determina exactamente todo lo que realizamos en nuestras vidas.

Si te percibes a ti mismo como un “incapaz”, tu vida estará llena de incapacidades. Si te percibes así en matemáticas por ejemplo, siempre vas a encontrar dificultad con los números. Si te percibes “incapaz” para el diseño, jamás harás un garabato. Entre más te lamentes con los demás y te “castigues” a ti mismo pensando que eres un inútil y “caso perdido” en determinada habilidad, mayor será tu creencia y convencimiento de eso, y más profundamente quedarás enraizado dentro de la cárcel de tu autoimagen negativa.

El primer peldaño hacia el éxito en tu vida, es cambiar tu manera de pensar y de hablar hacia ti mismo. Un lento aprendizaje puede transformarse en un rápido aprendizaje tan pronto como cambies tus ideas acerca de tus propias capacidades. Si las “voces inconscientes” de tu autoimagen te dicen que tu coordinación y ejecución es excelente, entonces aprenderás un nuevo deporte o habilidad rápidamente. Pero si esas voces te dicen que eres torpe, ignorante,

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inseguro; seguramente gastarás mucho más tiempo y energías únicamente preocupándote por eso, antes de intentarlo siquiera. Igualmente si te percibes a ti mismo como a alguien que siempre está en “banca rota”, siempre te vas a encontrar en situaciones personales de iliquidez. Si te percibes como un financiero emprendedor y vencedor, siempre serás una persona próspera, emprendedora y de mucho éxito. Como ves es un ejercicio de pensamiento.

Algunos autores consideran que nuestra autoimagen hace las veces de una especie de termostato y que por eso continuamente estamos actuando dentro de los rangos prescritos por él. De ahí que los resultados obtenidos en nuestra vida dependan siempre de los “grados” que él nos asigne. Como ves, somos nosotros quienes decidimos nuestra propia autoimagen. Somos nosotros quienes decidimos nuestra propia dignidad y somos nosotros quienes decidimos día a día que tanta felicidad queremos y esperamos. ¿No te parece todo eso maravilloso? ¡Necesitamos sólo estar convencidos!

Rika Zaraï, en su hermoso libro titulado Las emociones que curan2 nos regala algunas reglas claves para mejorar nuestra autoestima. Analízalas:

Ten muestras de ternura y comprensión para contigo mismo.

Para de menospreciarte interiormente a causa de los fracasos del pasado.

Rechaza los menosprecios y faltas de respeto que provienen de los demás. Cuando te humillen, reacciona.

Cuando te sientas atormentado por el ansia de la depresión, no dejes que cunda el pánico.

Confía siempre en ti mismo. Cree firmemente que eres capaz de resistir los golpes duros, porque eres más fuerte de lo que crees.

Felicítate siempre cada vez que obtengas un triunfo, por más insignificante que sea. Repítete siempre: “Estoy orgulloso de mi”.

Para curar el corazón herido y darle un sentido a tu vida, plantéate preguntas como: ¿Por qué estoy en este mundo? ¿Cual es el motivo que me anima a vivir? ¿Tiene mi vida una razón de ser?

Recuerda siempre

La construcción de la autoestima es la piedra angular que nos permite a todos desarrollar con plenitud todo lo que llevamos dentro. Si quieres saber cuánto vales, analiza cuanto te estimas. Branden decía: “Lo más trágico es que la mayoría de las personas buscan la autoconfianza y el autorespeto en todas partes menos dentro de sí mismos y por ello fracasan en su búsqueda”. El primer peldaño hacia el éxito en tu vida, es cambiar tu manera de pensar y de hablar hacia ti mismo

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Cuando nos sentimos mal, automáticamente tendemos la mayor parte de las veces, a “desquitarnos” con nosotros mismos. En otras palabras a autocastigarnos. Una forma puede ser con el consumo de alimentos, especialmente comida chatarra en forma desordenada; otra forma con accidentes y en algunos casos también con enfermedades. Otras veces lo hacemos “complaciéndonos” con el alcohol, las drogas o simplemente privándonos de alimentos y así sucesivamente. Puede ser que todos esos actos los comencemos de manera consciente, pero llega un momento en que definitivamente se vuelven comportamientos inconscientes. De ahí la necesidad de que tomemos conciencia de que todo ese tipo de comportamientos nos están diciendo que la manera como nos tratamos a nosotros mismos está reflejando automáticamente el trato que nos gustaría recibir de los demás.

Hay evidencias que sugieren que muchas de las personas a quienes les ocurren accidentes automovilísticos y otros tipos de accidente, parecen haber estado sintiéndose mal emocionalmente en el momento mismo en que ocurrieron. Dicho en otras palabras: parecería ser que muchos de esos accidentes son parte de un “plan inconsciente” ejecutado por los mismos sujetos para castigarse y lastimarse. De ahí la enorme importancia de que nos mantengamos siempre con pensamientos sanos y optimistas. Eso asegurará que seamos siempre personas positivas.

La vida es una continua cadena de aprendizajes y todos los días se nos presentan “pequeñas” posibilidades de éxito o de fracaso que sumadas son las que marcan las diferencias de nuestra actitud ante la vida. Cada vez que se nos presenten oportunidades para descansar o para aprender nuevos conocimientos o habilidades, debemos aprovecharlas siempre. Ellas constituyen los mejores “valores agregados” a nuestra vida.

¿Cómo saber acerca de las razones conscientes o “inconscientes” que determinan opciones fundamentales en nuestra vida?, ¿te gustaría saber si vives conscientemente o “inconscientemente” tu vida?

Pues bien, las formás pueden ser muchas. Sin embargo, te sugiero un test que te permitirá sondear si vives conscientemente tu vida o no. Se trata de que respondas honestamente a cada una de las siguientes preguntas:

¿Eres honesto y fiel a tus principios?

¿Vives el presente y te adaptas a la realidad? ¿Piensas detenidamente lo que debes hacer? ¿Eres capaz de confrontarte a ti mismo? ¿Buscas la claridad a toda costa?

¿Afrontas la realidad, sea cual sea?

¿Tratas de ser independiente con respecto a tus propios juicios? ¿Actúas movido por los dictámenes de tu razón?

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¿Tratas de ver tus errores y de corregirlos? ¿Eres valiente para correr riesgos razonables?

¿Respetas y amas la verdad haciéndola tu fiel compañera?

Cada respuesta negativa te permitirá evaluar hasta que punto vives de manera “inconsciente” tu vida. Respóndete con honestidad a cada una de esas preguntas. Las respuestas te darán una “clave” para saber si tu vida es congruente y responsable o “inconscientemente” irresponsable. Califícalas de uno a cinco si quieres y haz buenas opciones con los resultados.

Recuerda siempre

Branden decía que “la autoestima es la clave para comprendernos, para comprender a los demás y para proyectarnos hacia el éxito o hacia el fracaso”. Recuerda que jamás encontraremos ni consciente, ni “inconscientemente” justificadas razones por las cuales no debamos aprender cosas nuevas que nos ayuden a crecer como personas y como seres humanos.

Fortalece tu autoestima

Honestamente, quien diga que no necesita fortalecer su autoestima es un mentiroso. Hay razones más que suficientes para que cada uno de nosotros sienta la necesidad de trabajar continuamente en el mejoramiento y fortalecimiento de una autoestima positiva y saludable. Si no estás convencido todavía, analiza los siguientes rasgos comportamentales que te pueden servir de test para la justificación de tal afirmación. Al mismo tiempo analiza algunos “consejos” prácticos que te pueden servir de guía para subir el ánimo y sentirte mejor.

¿Eres demasiado celoso(a)? Recuerda que los celos son simplemente inseguridad. Posiblemente no te sientes seguro del amor de tu pareja. Debes saber que si alguien te ama, te debe amar por quien eres y por lo que eres y no por lo que tienes.

¿Te expresas en forma negativa acerca de tí mismo? Aprende que “de las personas se habla bien o no se habla” y con mayor razón si se trata de ti mismo. Si no tienes nada bueno qué decir de ti mismo, mantén la boca cerrada.

¿Te acompañan con frecuencia sentimientos de culpa? Trata de separar e independizar tus comportamientos y tus actos de la tu realidad esencial. En otras palabras, concientízate de que tus comportamientos no son esencia de tu propia dignidad. Si haces algo torpemente, no significa que seas “mala persona” y mucho menos estúpido por esencia; simplemente cometiste un error o no fuiste lo suficientemente cuidadoso. De ahí la aseveración: “odiar el pecado, pero amar al pecador”.

¿Olvidas decirle gracias a los demás y darles reconocimiento? Regala cumplidos o “peluches”. Una de las maneras más fáciles de sentirse bien es reconociendo la

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dignidad, belleza y grandeza de los demás, a pesar de que no sean perfectos. Di siempre “gracias” o palabras que produzcan los mismos efectos. Las actitudes son igualmente importantes. Una sonrisa, un saludo, un rostro afable, un gracias no te hacen rico ni pobre y en cambio pueden hacer “milagros” haciendo sentir dignos a los demás.

¿Sientes dificultad para aceptar los cumplidos de otras personas? Elógiate a ti mismo y cada vez que hagas algo correcto, bríndate una “palmadita en la espalda”, ofrécete un premio, porque te lo mereces. Esos son “peluches” o “sanas zalamerías” para contigo mismo que te ayudan a reforzar el concepto que tienes de ti mismo. ¡Reconoce siempre tu valor y dignidad!

¿Te sientes carente en habilidades sociales para interactuar con los demás? Pues bien, las habilidades sociales se aprenden como se aprenden todas las demás cosas. Y si no te las enseñaron de niño, nunca es tarde para aprenderlas. Comienza ya, ojalá con la ayuda de un profesional.

¿Te cuesta mucha dificultad expresar tus sentimientos a los demás? Deja que la gente “conozca” cómo te gustaría ser tratado. Comunica las cosas que te hacen sentir mal y las que te hacen sentir bien. Muestra un rostro amable y da un fuerte abrazo a un amigo tuyo, que se de cuenta de que eres sensible y cálido y no un pedazo de hierro o de hielo. Demuestra tu calidez al estrechar la mano y al mirar a los ojos cuando saludas...

¿Desconoces con frecuencia tus propias necesidades y jamás te cuestionas acerca de lo que realmente quieres? Si eres de las personas que no piden favores o no reconocen sus propias necesidades por vergüenza, estas en un problema serio. Recuerda que los problemas no son problemas sino oportunidades disfrazadas de problemas. Y las privaciones oportunidades y desafíos a la creatividad. ¿Cuáles son tus necesidades o limitaciones y cuáles son tus aptitudes o capacidades, tus sueños y tus quimeras?

¿Te privas de las cosas absolutamente necesarias o te excedes en las cosas suntuosas o superfluas? Recuerda que todo extremo es vicioso y de ahí la necesidad del sano equilibrio o como dice el refrán: “ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”. Reconoce todas aquellas cosas que hacemos y tenemos pero que no necesitamos para vivir, y de todas aquellas que no tenemos pero que realmente necesitamos para comenzar a buscarlas y a obtenerlas. Pero siempre controlando la compulsividad y manejando el autocontrol.

¿Te sientes carente y fracasado en la expresión y recepción de afectos? Da afecto y recibe afecto. Recuerda que todo ser humano necesita amar y ser amado. ¿Quien no se siente bien cuando le dicen: “te quiero”, “me caes muy bien”, “me gusta compartir contigo”, “te admiro”, y quién no se siente mal cuando se siente rechazado por alguien o cuando sabe que no es “bienvenido” ante los demás? Intenta expresar tus afectos, otros los necesitan y estarán siempre

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dispuestos a aceptarlos.

¿Siempre estás criticando a los demás o a ti mismo? Una sana crítica será siempre válida y además necesaria. Pero la crítica destructiva, además de ser un lastre, es nociva, dañina y te cerrará siempre las puertas hacia los demás. Analiza siempre los juicios de valor que estableces contigo mismo.

¿Vives comparándote compulsivamente con otras personas? Recuerda que eres único, irrepetible y diferente. Ni siquiera en los gemelos monocigóticos encontramos porcentajes de igualdad. No fuimos hechos en serie, gracias a Dios, y por eso el gran valor de nuestra dignidad.

¿Te sientes débil y enfermizo tanto a nivel físico como mental? Recuerda que en toda enfermedad física existe un porcentaje muy alto de componente psicológico. En tu caso ¿qué porcentaje crees que existe? Trata siempre bien tu cuerpo. Recuerda que es el único que tienes. Todo lo que hacemos nos afecta para bien o para mal. Por eso ejercítalo y aliméntalo bien: “Cuerpo sano en mente sana”. Muchas de las enfermedades están solo dentro de tu cabeza

¿Posees hábitos y comportamientos desadaptativos? Recuerda que todo comportamiento comienza a ser psicológicamente patológico cuando comienza a ser desadaptativo. De ahí la necesidad de que los conozcas, los aceptes y busques sus raíces: en la infancia, en la familia, en el trabajo, poniendo el remedio a tiempo y en la medida de lo posible con la ayuda de un profesional.

¿De qué clase de personas normalmente te rodeas: deshonestas, criticonas, negativas, intransigentes, intolerantes...? Nunca olvides la sabiduría popular cuando dice: “el que con perros anda a aullar aprende... Mantén como propósito de tu vida rodearte siempre de gente buena y positiva.

¿Vives inconforme, amargado y aburrido con lo que haces? Trabaja placenteramente sin culpabilidad y recuerda siempre que la única forma de no percibir el trabajo como un “castigo” es disfrutándolo. Usa muchas afirmaciones positivas como: “soy digno”, “puedo”, “soy capaz”, “soy inteligente”, “tengo aptitudes”... y no te limites a pronunciarlas solamente; colócalas por escrito. Es más: usa imágenes creativas “siendo” lo que estas pensando. Así estarás usando los dos lóbulos de tu cerebro al cien por ciento.

¿Te sientes “simple”, aburrido y poco creativo? Recuerda que es nuestra autoimagen la que determina cómo somos y cómo nos sentimos. Lee siempre libros, revistas o artículos que te suministren buenas ideas e inspiración. Observa con atención la naturaleza en general: ella es la mejor fuente de inspiración. Recuerda igualmente que así como tu cuerpo necesita alimento, también tu mente necesita buenas ideas y buenos pensamientos.

¿No tienes claro y definido lo que quieres de la vida y hasta dónde quieres llegar? Colócate metas y elabora un proyecto de tu vida a corto, mediano y largo plazo. Recuerda siempre que quien no sabe de dónde viene tampoco sabe para dónde va y corre el riesgo de perderse. ¡Nunca te pierdas antes de iniciar tu

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viaje!

Como ves, podríamos agregar muchas más preguntas y consejos y la lista se haría interminable. Ciertamente cambiar es difícil, pero no imposible. La acción y repercusión de una pobre autoestima será siempre perpetuada por sí misma. Eso explica el “por qué” tan pronto como iniciamos el camino hacia una autosuperación, la tendencia es a mantenernos siempre anclados y replegados a viejos patrones de ceguera, culpabilidad y la desintegración de nosotros mismos.

Trabaja siempre en tu mente imágenes o cuadros imaginativos de cómo te gustaría ser, no de como eres. Y así gravitarás siempre en la misma dirección de tus pensamientos dominantes para alcanzar todo lo que te propongas.

Recuerda siempre…

Mirarnos internamente y tratar de conocernos no es fácil porque casi siempre tratamos de “evitarnos” a nosotros mismos. Recuerda que nuestro “clon” es el único que nos dice siempre la verdad, aunque no la aceptemos. A veces, yo mismo soy mi mayor enemigo, a quien no quiero enfrentar. Trabaja siempre en tu mente con imágenes o cuadros imaginativos sobre cómo te gustaría ser, no sobre lo que eres. Así, avanzarás hacia la consecución de todo lo que te propongas.

Los demás son tu “espejo”

¿Coincide la imagen o concepto que poseen los demás de ti, con el autoconcepto o imagen que tienes de ti mismo? ¿Cómo te perciben realmente las personas que te rodean? ¿Es una la autopercepción que tienes de ti mismo y otra la que poseen los demás de ti?

Si queremos evaluar un poco nuestro propio autoconcepto, tenemos que mirarnos en un “espejo” muy especial: las personas con las cuales nos rodeamos. Ellas son nuestro reflejo. Y a esas personas las hemos elegido y las elegimos nosotros mismos y son las que llamamos amigos. Pero, ¿te has puesto a pensar alguna vez cómo has elegido casi siempre, como amigas a personas que te tratan de la misma manera como “desearías” ser tratado? Pues bien, si te consideras una persona con un sano autoconcepto, sin duda elegirás y exigirás ser respetado por esos amigos que optaste para que te circunden. Es más, esas personas seguramente te tratarán muy bien, porque se quieren, se respetan y se tratan también muy bien a ellas mismas.

Por el contrario, si alguien tiene un mal autoconcepto de sí mismo, siempre tenderá a establecer relaciones con toda clase de gente y será abusado por todas aquellas personas de las que se rodea. Su mente siempre estará procesando pensamientos como “no me importa”, “soy yo”, “siempre me han tratado mal”, “eso es lo que me merezco”, “nadie me quiere”, “no valgo nada”.

¿Hasta cuándo continuarán esas personas con su maltrato y autocastigo? Hasta cuando esas personas mantengan una opinión negativa sobre sí mismas.

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No cabe duda de que las personas nos tratan en la misma forma en que nos tratamos a nosotros mismos. Si observas atentamente notarás que todas aquellas personas a quienes encontramos y con quienes nos relacionamos en nuestras vidas, lo primero que hacen es “evaluar” rápidamente qué tanto nos respetamos a nosotros Si perciben que no nos respetamos, posiblemente tampoco lo harán.

En las relaciones de pareja, aquellas personas con baja autoestima casi siempre tienen desastrosas relaciones emocionales, una detrás de otra y casi siempre en cada relación, su pareja ha sido o bien un borracho, un irresponsable, infiel, maltratador y tantas cosas más. Y lo peor de todo es que no han tomado conciencia de que ese patrón continuará repitiéndose tanto cuanto persistan en mantenerse dentro ese mismo autoconcepto negativo.

Esa misma dinámica explica que muchas personas que han sufrido abuso, maltrato y malas maneras, exijan y esperen malos tratos de sus amigos, parientes y compañeros de trabajo. Lo más triste de todo es que no se han dado cuenta y posiblemente jamás tomen conciencia de que las personas respondemos dependiendo de nuestras expectativas. Por eso el mejor espejo para mirarnos interiormente y saber qué tan dignos somos y qué tanto nos respetamos a nosotros mismos, es el trato que nos dan los demás.

Recuerda siempre

Las personas te tratarán en la misma forma en que te trates a ti mismo. Todos aquellos con quienes te relaciones en la vida, “evaluarán” rápidamente qué tanto te respetas a ti mismo. Si te respetas, ellos también harán lo mismo. Hazte respetar sin pisotear a los demás y menos permitir que los demás lo hagan contigo.

Libérate de tus embrujos

Había una vez una codorniz que merodeaba en un trigal; al ver los granos de trigo, bajó a comer, con tan mala suerte que fue a caer en una trampa que había puesto el dueño del trigal. Aprisionada allí, se lamentaba la pobre diciendo: “¡Pobre de mí!, yo que antes era libre, que cantaba y volaba por los aires, que iba de acá para allá, ahora me encuentro aquí cautiva. ¡Qué pena la mía! He perdido mi nido en donde están mis hijos. ¿Quién los alimentará ahora. ¡Lo he perdido todo! Y me pregunto ahora: ¿Por qué sufro tanta desdicha? ¿He sido acaso imprudente? ¡Estoy presa por unos simples granos de trigo! ¿He cometido un grave error? ¡Qué caro me ha costado!”. Y continuaba llorando y lamentándose...

¡Cuántos de nuestros errores son ahora nuestras prisiones! La solución no está en el llanto y en las lamentaciones. Está en la lectura que hagamos de ellos y en lo que estemos dispuestos a ganar con ellos. Los problemas no son problemas, sino oportunidades disfrazadas de problemas. Recuerda igualmente que el

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problema no son las catástrofes en sí mismas, sino la actitud que tomemos frente a ellas.

Imagínate que estas metido dentro de la “jaula de tus problemas”,de la cual quieres y necesitas salir. El trabajo del sicólogo consiste exclusivamente en ofrecerte algunas “llaves” o “herramientas” para abrir esa jaula... Eres tú y solamente tú, quien debes tomar las llaves y abrir la jaula. ¡El terapeuta nunca te la abrirá!

En el mito griego de Eco y Narciso, se dice que Eco era una bella ninfa que un día ofendió a Juno, reina de los dioses. Juno entonces inventó un extraño y curioso castigo para la ninfa: Eco nunca podría iniciar o participar una conversación, sino repetir lo que le hablasen.

Un día en que Eco triste y afligida vagaba por los bosques, un bello joven llamado Narciso la vio pasar, y quedó inmediatamente cautivado por su belleza. Decidió llamarla y ¡oh sorpresa! escuchó de sus labios solamente la repetición de sus propias palabras. Le habló por segunda vez, pero de nuevo ella le respondió, imitando su tono, su timbre y las últimas palabras de cada frase.

Creyendo que se burlaba de él, Narciso se alejó, dejando a la pobre ninfa bañada en lágrimas. Muy pronto todos los que estaban a su alrededor, rehuyeron su compañía y Eco quedó completamente sola. Con el pasar del tiempo se fue debilitando más y más, hasta que su voz hoy, no es más que un grito hueco y burlón que brota de las cavernas y de los pasajes solitarios.

Pero por haber tratado tan duramente a Eco, Narciso sufrió también un singular castigo. Un día pasó frente a un estanque de aguas cristalinas, y se vio reflejado en ellas. Y creyendo que se trataba de una maravillosa joven trató de apoderarse de ella. Pero extrañamente esa imagen lo eludía y todos sus esfuerzos por atraparla eran vanos. Consumiéndose de amor por lo que en realidad era su propio reflejo, languideció y murió. De la tierra que cubrió su tumba, nació una bella y fragante flor que hoy llamamos narciso.

¡Cuántas cosas “que creemos”, “nos creemos” y “nos embrujan” son simplemente espejismos, y trastocan todo nuestro sistema de creencias y hacen que nuestra vida se vuelva una tragedia! ¿Has pensado alguna vez en tus propios espejismos?

Existe una fábula oriental que tiene un profundo significado para nuestra reflexión. Esta fábula está relacionada con la autoimagen. Floralia era una joven que vivía encerrada dentro de un castillo, víctima de un viejo hechizo que continuamente le recordaba su horrible fealdad. Un día pasaba un apuesto príncipe muy cerca del castillo en donde ella se encontraba y viéndola quedó inmediatamente prendado de su belleza. Tan pronto como ella se sintió frente a su presencia trató de evadirlo, pero el príncipe quien era muy inteligente, logro “retenerla” hablándole dulcemente de su belleza. Al cabo de un buen rato, ella dejo caer a través de la ventana de la torre sus lindas trenzas de oro, de tal

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manera que el príncipe pudo escalar la torre a través de ellas y rescatarla.

Como podrás darte cuenta no era ni el castillo ni mucho menos el hechizo los que la mantenían prisionera, sino su propia creencia en su fealdad. La prisión estaba solamente en su sistema de creencias o pensamientos. Solamente cuando Floralia vio y reconoció reflejada en la cara de su príncipe encantador su propia belleza, descubrió entonces que podía ser una persona completamente “libre”.

Necesitas tomar conciencia del “embrujo” o los “embrujos” que existen dentro de ti mismo y que te impiden romper las ataduras y ser una persona verdaderamente “libre...”. Para ello necesitas “tomar las llaves” y abrir esa jaula en la que se encuentran la mayor parte de tus limitaciones.

Recuerda siempre

La libertad es el instrumento que puso Dios en tus manos para que realices tu propio destino. Necesitas tomar conciencia del “embrujo” o los “embrujos” que existen dentro de ti y que te impiden romper las ataduras y ser verdaderamente “libre”. ¿Cuántos de tus errores son ahora tus prisiones? ¿Has pensado alguna vez en tus propios espejismos? ¿No será quizás tu propio sistema de creencias el que no te deja ser lo que quieres? Recuerda que la mayor parte de tus prisiones están solamente en tu mente y en tus pensamientos.

Considérate siempre digno

Manuel Vincent, un periodista, nos presenta una hermosa fábula que nos ayuda a entender el concepto de dignidad. Veamos:

Se trata de alguien quien deseaba tener una limpia habitación, un pequeño armario donde colocar sus pocas pertenencias, una cama blanda en donde poder descansar, y una mesa con una lámpara en donde poder trabajar. Pero debía asesinar a alguien. Soñaba también con sentirse protegido por el Estado, tener acceso a los libros, a campos de deporte y porque no, a un jardín con lindas flores. Pero para lograr eso necesitaba solamente de una buena pistola y el dinero suficiente. Él era un sujeto con hambre y desamparado, que iba como un perro por los semáforos con la mano tendida pendiente de la caridad automovilística. Sabía que si lograba realizar aquella hazaña, toda su miseria acabaría de repente. Lo único que deseaba era “recobrar su dignidad”. No creía exigir demasiado.

Y para recobrar esa dignidad pedía comida, trabajo, tiempo libre, aseo personal, un pequeño espacio para soñar, algún compañero de fatigas con el que pudiera compartir el pasado, el presente y el futuro. Pero ese paraíso estaba lejos de allí. Si quería lograr todo eso tenía que liquidar a un prójimo y un día por fin se decidió a hacerlo.

Este infeliz pordiosero, primero cometió un atraco logístico a un estanco, sacó el pasaporte y compró un billete de avión con destino a Suecia. No llevaba la pistola consigo todavía. La consiguió en el mismo aeropuerto de Estocolmo y

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después de pasar la aduana, puestos ya los pies en una tierra tan amable, disparó a un nativo y no mató a uno sino a tres, porque sabía que cuantos más crímenes cometiera, más “firme” sería su porvenir. Se entregó enseguida, lo metieron a una cárcel del país y, al instante allí le fueron “reconocidos” sus “derechos”. Esa noche durmió en una celda con calefacción; al día siguiente tomó varias sopas humeantes, luego lo atendió un psicólogo y, a continuación inició una vida “respetable” dentro de los muros de la prisión. Tampoco le faltaba cada dos semanas una mujer que le ofrecía un poco de “amor” durante una hora de visita. Su sueño ya nunca tendría final. Era esa la “dignidad” que buscaba: tener lo mínimo que puede tener un ser humano…

Veamos ahora el mismo concepto de dignidad desde otra perspectiva. Supón, que te encargan el cuidado de un bebé de tres meses de nacido. Seguramente no lo alimentarías teniéndolo atado de brazos y manos con una cuerda. Aún más, tampoco le dirías: “pues bien... ¡te doy el tetero siempre y cuando hagas algo cómico y gracioso!”, o bien, “¡a no ser que te sientes y cuentes: uno, dos y tres o me hagas reír, te doy el tetero!”.

Por el contrario, alimentarías al bebé por el simple hecho de que él merece ser alimentado, porque te inspira ternura y porque merece amor, cuidado y tratamiento cariñoso, porque al igual que tú, es un ser humano. Tú mereces exactamente lo mismo. Tú mereciste eso cuando naciste y continúas mereciéndolo también ahora.

No será raro encontrar personas que consideren a los inteligentes, simpáticos, bien remunerados, graciosos u ocurrentes, como los únicos seres merecedores de amor y respeto. ¿Y los demás personas? ¡Tú mereces amor y respeto precisamente porque eres tú y sólo tú! ¡Porque eres un hijo de Dios único e irrepetible creado a imagen y semejanza de Él!

Es una lástima que casi nunca nos centremos en nuestra belleza interior y en nuestros propios “poderes”. ¿Recuerdas por ejemplo haber visto alguna película, o haber vivido alguna experiencia que te haya despertado enormes cargas emocionales, tales como rabia, dolor, llanto, compasión, mientras las experimentabas y las vivías? Pues bien, eso es debido a que en lo más profundo de nuestro ser sentimos, amamos, sufrimos, odiamos; en lo más profundo de todos nosotros existe “algo” que es maravilloso: nuestras emociones. Son estas las que nos permiten ser humanos y diferentes unos de otros.

La emociones también se aprenden. Es decir, que dependiendo de qué tanto hayamos sido amados, respetados, heridos u odiados, seremos capaces de exteriorizar o de exponer ante los demás nuestros profundos sentimientos y emociones. Si aprendiste a amar amarás, si aprendiste a respetar respetarás, si aprendiste a odiar odiarás. Es decir: la mayor parte de las cosas en nuestra vida son aprendidas y las emociones no son una excepción. El manifestarnos de determinada manera y el ser distintos, únicos, irrepetibles e individuales es lo que

Referencias

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