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Mujer Sexo Fuerte La Otra Mirada

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MUJER

SEXO FUERTE

La otra mirada

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RIL

editores

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Mujer

sexo fuerte

La otra mirada

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612.6 Forés Vega, Rodrigo

F Mujer, sexo fuerte. La otra mirada / Rodrigo Forés Vega. – – Santiago : RIL editores, 2010.

130 p. ; 21 cm. ISBN: 978-956-284-731-5

1 conducta sexual de la mujer. 2 salud de la mujer.

Mujer, sexo fuerte La otra mirada Primera edición: mayo de 2010

© Rodrigo Forés Vega, 2010

© RIL® editores, 2010 Alférez Real 1464 750-0960 Providencia Santiago de Chile Tel. (56-2) 2238100ÊUÊ>ÝÊ2254269 ÀˆJÀˆi`ˆÌœÀiðVœ“ÊUÊÜÜÜ°Àˆi`ˆÌœÀiðVœ“ Composición, diseño de portada e impresión: RIL® editores

“«ÀiÜÊi˜Ê…ˆiÊUÊPrinted in Chile ISBN 978-956-284-731-5

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Introducción . . . .11

Capítulo I La mujer sana . . . .15

Mujer: el sexo fuerte . . . .17

El verdadero sexo fuerte: solo cuando la mujer está sana . . . .22

Aspectos que definen a la mujer sana . . . .27

Historia de avances y descubrimientos de la mujer como sexo fuerte . . . .34

Capítulo II La producción hormonal, eje de vida de la mujer sana . . . .39

Desórdenes hormonales . . . .41

Nociones mínimas del aparato genital femenino . . . .42

Ovario y hormonas, una relación fundamental . . . .46

Capítulo III Falla Ovárica Parcial (F.O.P.) . . . .51

Definición . . . .53

Clasificación de síntomas según edad . . . .58

Dificultades para interpretar f.o.p. y otra forma de observarla . . . . .65

Cómo evaluar la presencia de f.o.p. . . . .69

Experiencias reales . . . .74

Capítulo IV En busca de una sexualidad femenina plena a través de la producción normal de hormonas . . . .83

Frenación hormonal o anovulación . . . .85

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Dificultades de las mujeres con f.o.p. frente al sexo y la vida . . . . .93

Cuadros infecciosos en la infancia . . . .94

Las mamas . . . .96

La menstruación . . . .99

La menopausia . . . .100

¿Es lo recurrente característica de sanidad? . . . .103

Conductas de la mujer . . . .106

En camino a la sexualidad plena . . . .109

Dos consecuencias ineludibles a propósito de la cura de f.o.p.:la mujer sana y el mundo laboral . . . .113

Violencia intrafamiliar . . . .115

Capítulo V Experiencias para compartir . . . .117

Mitos que dificultan el tratamiento de f.o.p. . . . .119

Cambiando la vida: historias destacadas de pacientes . . . .119

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significa ser mujer y las enfermedades más frecuentes que las hacen perder sus condiciones innatas. Es para mí un enfoque de amor, admiración y respeto por todas ellas. Avanzar en este conoci-miento ha sido mi misión a lo largo de toda una vida profesional.

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Introducción

E

ste libro es fruto de mis reflexiones con respecto a la salud de la mujer contemporánea y las consecuencias de perderla. Esta circunstancia afecta tres aspectos centrales de su vida: 1. El equilibrio emocional.

2. La maternidad. 3. La sexualidad.

Después de más de treinta años de experiencia en el campo de la ginecología y la sexología, siento la imperiosa necesidad de compartir este conocimiento, en especial con las mujeres; aquellos seres fantásticos que permiten la vida. Creo también, que además de poner nuestra existencia al servicio de nuestros semejantes, venimos a aprender, y si esto lo hacemos con pa-sión, disciplina sin duda progresamos y sentimos la urgencia de compartir lo que hemos aprendido.

¿Existe alguien que no se alegre cuando se ha reparado algo que funcionaba mal? ¿Existe algún enfermo que no se ale-gre al recuperar la salud? ¿Existe alguna persona que no disfru-te sintiéndose bien física y emocionalmendisfru-te?

Como el fenómeno de observar depende naturalmente de cada observador, lo que haré es mostrar mi punto de vista mé-dico respecto de la mujer.

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Desde muy temprano aprendí a dudar de lo que me dije-ron mis profesores. Comencé a cuestionarme y a formular mis propias preguntas. Estas me llevaron más tarde a las primeras grandes dudas sobre lo que hasta hoy ha tratado la medicina de la mujer. Por esta razón, hoy propongo una mirada distinta con respecto a la manera tradicional de observar la salud de la mujer. A continuación presento el fruto de dichas observaciones tras décadas de trabajo en el ámbito de la ginecología, y la sexología.

Esta investigación plantea los trastornos de la mujer desde su infancia y ofrece las soluciones a problemas de salud, físicos y mentales, propone que debido al desconocimiento del origen de los trastornos sufridos por ellas se llega a un clima de desen-cuentro entre hombres y mujeres; se altera la vida en pareja, la vida familiar y laboral, y se frustran las legítimas aspiraciones de bienestar y salud de las personas. Profundizaremos en los trastornos que sufren muchas mujeres, los que no logran ser ex-plicados ni tratados adecuadamente con los métodos conocidos. Nos centraremos en el ovario y la producción hormonal como las fuentes más importantes de la salud de la mujer. In-troduciremos los conceptos de «mujer sana» y el de «Falla

Ovárica Parcial» (f.o.p).

Sin duda, los medios de comunicación han tratado de avan-zar en un concepto tan loable como es el de sexualidad plena. Los estímulos frente a lo sexual son de alguna manera despia-dados y muy fuertes para hombres y mujeres sanos; pero tibios y débiles para mujeres enfermas y hombres estigmatizados.

Hay muchachas que dicen, si esto es tan fabuloso ¿Por qué gasto mi vida sin probarlo? Pero si están enfermas, las pruebas se transforman en búsqueda, y la búsqueda en promiscuidad. En esas circunstancias lo más probable es que, si está enferma,

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13 introducción

no logre la sexualidad plena, y en cambio sí pueda adquirir una disfunción sexual.

De mis observaciones surgen muchos cuestionamientos:

õ ¿Qué cantidad de mujeres que inician la vida sexual están enfermas y no lo saben?

õ ¿Qué consecuencias tendrá esta situación en su vida futura?

õ ¿Cuántas mujeres no inician su vida sexual por

es-tar enfermas?

õ ¿Cuántas consultas a distintos especialistas en áreas rela-cionadas con la psiquiatría, sicología, sexología, medicina en general, o cuánta búsqueda en disciplinas esotéricas, místicas y otras, se realizan por no conocer lo que voy a desarrollar en estas paginas.

La cantidad de preguntas que uno puede formularse des-de este conocimiento escapa sin duda a la magnitud des-de este trabajo. Es realmente apasionante echar a volar la imagina-ción para tratar de visualizar cuántos problemas de la socie-dad moderna tienen su fundamento en el desconocimiento de esta nueva mirada de la mujer que propongo. Y lo más im-portante, ¿cuántas mujeres, hoy enfermas, y no conscientes de ello, recibirían una respuesta desde esta mirada?

¿Cómo cambiaría nuestra sociedad si un número impor-tante de mujeres enfermas fueran diagnosticadas y tratadas con esta nueva propuesta terapéutica?

En un comienzo puede que este libro resulte demasiado árido o técnico para algunos; sin embargo, a medida que avan-za se va manifestando su contenido simple y accesible a todos los lectores.

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Mujer: el sexo fuerte

S

egún mi experiencia clínica, el sexo femenino es sin lugar a dudas el verdadero sexo fuerte. Una mujer sana está más adaptada al mundo que cualquier hombre. Tiene la fuerza y po-see la capacidad de resolver todos los problemas que enfrenta, y manifiesta un comportamiento excelente en cualquier función que desempeñe. La mujer sana es la que permite que se genere y se perpetúe la vida. Es el pilar fundamental en la relación fa-miliar y de pareja, permitiendo que esta se desarrolle en forma plena. Basta observar el destino de la mayoría de los hombres solos para darse cuenta de la diferencia en este punto. Además, desde una perspectiva netamente biológica e instintiva la mu-jer lleva la delantera. La mumu-jer es la que manda en la relación sexual. Ella es la que determina los tiempos y las frecuencias.

La mujer, en el período de plena producción de hormonas, entre la pubertad y la menopausia es indiscutiblemente más fuerte que su compañero. Hay múltiples estadísticas que de-muestran que la mortalidad por infartos de corazón, cerebrales, muertes por cánceres y otras patologías es mucho más frecuente en hombres que en mujeres en esta etapa de la vida. Posterior a la etapa de la menopausia, y en mujeres que no son tratadas con hormonas, estas cifras tienden a equipararse.

En cualquier reunión de gente de tercera edad, el número de mujeres es siempre más del doble del número de hombres. La mujer tiene más sobrevida que el hombre en relación al tiempo de vida de ambos sexos.

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Es innegable que en la naturaleza, mientras más aprende-mos de ella más comprobaaprende-mos que las cosas están bien hechas y nadie podría pensar que es más duro lo que se le ha asignado al hombre como género, que lo que le toca vivir a la mujer.

Lo que observaba en el hospital y en mi consulta, después de examinar y conocer las trayectorias personales de tantas mu-jeres, me indicaba que la mujer era el sexo fuerte, pero… ¿es realmente el sexo fuerte?

Pronto mis observaciones me dieron una respuesta afir-mativa a tal cuestionamiento. He aquí algunos de los puntos en que reparé para concluir que definitivamente la mujer es el sexo fuerte.

Más longevas. El primer dato objetivo, incuestionable, que

tomé en cuenta es que la mujer es más longeva. Eso era indis-cutible. Casi no había necesidad de demostrarlo. Pero por si alguien necesitaba pruebas, una estadística que circulaba en-tonces por las aulas me indicó que nueve de cada diez personas que llegan a los 100 años son mujeres.

Más capacidad de sobrevivencia. No sólo cumplen más

años que los hombres cuando a ambos les llega la vejez. Cuando nacen también son más fuertes. Una investigación realizada en Estados Unidos estudió a 6.500 bebés nacidos prematuramente y, por consiguientes, con bajo peso. A los 3 días los varones estaban mucho más complicados que las niñas. Sus pulmones, por ejemplo, eran más débiles y necesitaban ayuda para respi-rar. Cuatro meses después, uno de cada cuatro varones había muerto. Sin embargo, sólo una de cada siete niñas había tenido un desenlace fatal.

No me hacía falta recurrir a estadísticas tan lejanas y ri-gurosas para darme cuenta de la mayor capacidad de

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sobrevi-19

capítulo i: la mujer sana

vencia de las bebés sobre los niños. Mi experiencia hospitalaria diaria me indicaba que los varones tenían una tasa de mortali-dad superior a la de las niñas.

Más capacidades prácticas y sociales que el hombre

Llegué a la conclusión, en coincidencia con aquellos que sostienen que la mujer domina mejor que el hombre la agresi-vidad, que tiene más desarrollada la sociabilidad y que su re-sistencia al estrés es mayor. Además, las mujeres son mejores comunicadoras, tienen mejor audición, más destrezas con las manos, pueden realizar más de una tarea en forma simultánea, tienen más desarrollada la inteligencia emocional, mejor vista periférica, perciben mejor el lenguaje corporal, los mensajes no verbales y tienen mucha más capacidad que los hombres para captar los detalles. Hasta estoy de acuerdo con aquellos que dicen que la mujer es mejor empresaria que el hombre. También pienso que la maternidad hace mejorar a las mujeres el tacto, el olfato, la memoria y su capacidad de aprendizaje, colocándolas en todas estas materias sobre el hombre.

Tienen más capacidad sexual. La mujer no necesita

descan-sar entre cada acto sexual. El hombre sí. La mujer puede tener orgasmos múltiples. El hombre no.

Además, la mujer es capaz, en este terreno, de usar «arti-mañas» con el macho con tal de conseguir el fin de la mater-nidad. Es también la que regula el ritmo y la frecuencia sexual en una pareja. Ella, normalmente, tiene la llave y el dominio en esta materia.

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Poseen la fortaleza del instinto maternal,

poderoso e incuestionable

Poseer este don maravilloso, vigoroso, y hasta heroico, sig-nifica que todo el organismo femenino se manifiesta en función de ese regalo de la naturaleza. Y cuando digo que es todo el organismo, incluyo tanto los aspectos físicos como los psico-lógicos. Por eso, la mujer está reforzada de poderes extras en todos los planos. El cerebro, la emotividad, la parte sicológica y todos sus órganos físicos reciben dosis extra de beneficios, de asistencia y de apoyo, lo que hace a la mujer más fuerte y más importante.

Tan constituida, tan preparada, tan «confeccionada» está la mujer para la maternidad que la oxitocina, una hormona producida por las neuronas encargadas de ello para facilitar el parto, no sólo cumple con esa función, sino que desencadena múltiples beneficios que posteriormente van a influir en la con-ducta materna. Capacidades como las sensaciones de euforia y recompensa que le producen los hijos, así como inhibición a la capacidad de crítica a sus retoños y el amor incondicional hacia ellos, tienen una base cerebral y ahí la oxitocina juega un rol decisivo.

Citas y refranes que refuerzan a la mujer

como sexo fuerte

Hay citas y refranes que recuerdo con mucho cariño, por-que de una manera divertida, ingeniosa y hasta pedagógica, reflejan y confirman que en materias realmente importantes para el curso de la humanidad son las mujeres las que llevan las riendas.

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capítulo i: la mujer sana

Algunas de ellas son:

õ «En mi casa mando yo, pero mi mujer toma las decisiones».

õ «El hombre reina y la mujer gobierna».

õ «Casa sin mujer y barco sin timón lo mismo son».

õ «Dios hizo a la mujer frágil para el hombre, pero fuerte para la vida, e hizo al hombre fuerte para la mujer pero frágil para la vida».

õ «Nuestra sociedad es masculina, y hasta que no entre en ella una mujer no será humana».

õ «La naturaleza ha preparado mejor a las mujeres para ser

madres y esposas que a los hombres para ser padres y ma-ridos» (los hombres tienen que improvisar).

¿Por qué era tan importante precisar que la mujer es el sexo fuerte? ¿Por qué este punto era tan decisivo, tan determi-nante para el nuevo enfoque, para la nueva mirada que a partir de mi práctica iba teniendo sobre la medicina?

Porque, si por alguna circunstancia una mujer dejaba de ser el sexo fuerte, significaba que algo decisivo andaba mal en ella. Que una mujer no ejercitara, que no profesara, que no hi-ciera uso de su fortaleza natural podía ser muy revelador. Podía

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El verdadero sexo fuerte:

solo cuando la mujer está sana

Por años, las observaciones me decían que si una mujer no ejercía de mujer, otorgándole a ese vocablo su más hondo signi-ficado y su más largo alcance, quería decir que estaba enferma y debía someterse a un tratamiento clínico.

Llegué a la conclusión de que si bien es cierto que algu-nas de estas mujeres podían presentar problemas psicológicos u otros síntomas, que daban para mil diagnósticos diferentes, no se sacaba nada con tratar la manifestación última del mal. Había que ir al origen de todo ese desarreglo para mejorar las demás manifestaciones. Y el origen está en un órgano que es el motor de todas las mujeres, que cuando está dañado, repercute en la capacidad de rendimiento de ellas. Reparado el mal, co-rregida la insuficiencia, subsanado el problema, los demás sín-tomas desaparecen como en un efecto dominó.

En el epicentro del cuerpo femenino residían unos órganos que eran su verdadero motor. Lo curioso era, que siendo tan importantes los ovarios pasaban un tanto inadvertidos. Medio ocultos, algo inaccesibles, aparentando modestia, calladamente camuflaban y enmascaraban infecciones que no se detectaban.

Una vez especificado que la mujer es el sexo fuerte, comen-cé a darle vueltas a otro concepto: definir qué se entiende por mujer sana.

Tan importante es el tema que si me tocara ser maestro de estudiantes de medicina, partiría precisando esta noción. En la primera clase comenzaría diciendo: «muchachos y muchachas, jóvenes estudiantes, futuros médicos vamos a establecer las características que debe tener una mujer para ser considerada

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capítulo i: la mujer sana

plenamente sana. Posteriormente iremos analizando las causas que consiguen sacarla de ese estado. Luego describiremos las enfermedades. Si no determinamos esto, nunca podremos tener una claridad precisa de lo que es una mujer sana y una mu-jer enferma».

Construir este concepto -el de mujer sana– me costó bas-tante. Fué muy difícil establecerlo, ya que el tema no sólo com-promete las causas de algunas enfermedades ocultas, indocu-mentadas, que afectan a la mujer y también las consecuencias que esto trae. Además cómo esas consecuencias son interpreta-das a la luz de las enfermedades, por las distintas disciplinas de la medicina.

Para mí era importante definir el concepto de mujer sana, que es muy diferente a lo que se ha considerado por siglos.

Mujer sana

Yo pienso que históricamente se ha considerado sanas a mujeres que no lo estaban y que, de esta manera, se les ha exigi-do rendimiento de sanas, sin saber que estaban enfermas, a mu-jeres que no tenían esa condición. Por lo tanto, no podían ren-dir como mujeres sanas, ni menos cumplir con los roles propios. En el nuevo concepto de mujer sana reuní las potenciali-dades que le son propias a todas las mujeres que gozan de ese estado, que no son pocas, y por las que, como hombre, no pude dejar de sentir más que admiración, ya que como se ha señala-do antes, ellas fueron abundantemente señala-dotadas de condiciones extraordinarias para cumplir a cabalidad los roles que les fue-ron asignados.

El tema fundamental para mí siempre fue rescatar la im-portancia del ovario para la mujer y cómo podía avanzar en el

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proceso de conocimiento íntimo de su función. El ovario que funciona mal se transforma en el protagonista fundamental de la gran cantidad de enfermedades de nombres diversos, que afectan la función femenina en numerosos aspectos, relacio-nados con los roles propios de la mujer, y que se ven compro-metidos en mayor o menor grado cuando su funcionamiento no es adecuado.

Es notable la cantidad de mujeres enfermas que sin saberlo se «camuflan» con las realmente sanas. Ellas están siendo es-tigmatizadas con una serie de condiciones propias de la mujer normal, pero la verdad no es así. Cuando tuve la oportunidad y después la osadía, de mejorar a alguna de mis pacientes, to-dos aquellos síntomas de la mujer tradicional desaparecieron por arte de magia. Es una paradoja, la mujer sana es la que no cuadra, porque la mujer en general es vista siempre con inesta-bilidades de todo tipo, y la mujer sana pasa desapercibida. En todo caso, toda mujer, en algún momento de su vida, en mayor o menor medida, presenta síntomas de alteraciones hormonales porque está expuesta a muchos cambios durante su vida, la cri-sis neonatal, puberal, a la cricri-sis de cada uno de sus embarazos y a la crisis menopáusica, que son propias de la mujer. Y a esto se agregan los desórdenes hormonales que, sin ser propios, son muy frecuentes. Así, es fundamental tener claramente definida a la mujer sana, para diferenciarla de los distintos niveles o gra-dos de enfermedad. Mi trabajo de años me llevó ha definir a la mujer sana y distinguirla de aquellas que no lo están.

Ahora, ¿cuándo una mujer está sana? ¿Se podrán estable-cer parámetros objetivos y universales para diagnosticar que una mujer está sana? ¿Se podrá considerar al aparato reproduc-tor de la mujer como un todo, como una unidad y no como se

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capítulo i: la mujer sana

está haciendo, que se le «desposta» por piezas? ¿No habrá un hilo conductor entre lo fisiológico y lo psicológico? ¿No estarán directamente relacionados los órganos sexuales con la sexuali-dad? ¿No estarán mucho más conectados de lo que se piensa los ovarios y las mamas, por ejemplo?

Establecer entonces qué era una mujer sana o cuándo una mujer era sana me pareció fundamental. Decisivo. Precisar qué era una mujer sana era una de las Madres de todas las Batallas que había que ganar, porque me di cuenta tempranamente que la luz que arrojaría la definición de este concepto impediría las confusiones y alumbraría las zonas que permanecían oscuras.

Mi experiencia profesional me indicaba que no todas las mujeres rendían sexualmente igual, y sin embargo a todas se les exigía lo mismo. Pero ¿por qué no todas rendían igual? ¿Sería que unas estaban sanas y las otras no?

Detrás de estas interrogantes, como un telón de fondo cada vez más visible, más invasivo y más molesto, surgía el cuestio-namiento a la medicina que yo y los demás médicos aplicába-mos. ¿Se estaban solucionando los problemas en forma com-pleta o solo se estaban dando respuestas muy sintomáticas a los motivos de las consultas?

Reparé en la importancia que implicaba establecer que la mujer es el sexo fuerte, porque así podía continuar avanzando en mis observaciones sobre el organismo de la mujer. Me daba sentido, descifraba y hacía coherentes muchos de los conoci-mientos nuevos que me iban apareciendo. Era el puntapié ini-cial para romper con una inercia paralizante.

Sin tener desarrollado este concepto de sexo fuerte, era cla-ro que el camino se enredaría. Entraría pcla-ronto en mí una nueva visión clínica en una zona repleta de curvas y de señalizaciones

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contradictorias. No tendría una explicación científica a una se-rie de fenómenos que sólo se producen en la mujer, sobre todo en la época que es fértil. Sin embargo, se esclarecía la posibili-dad de que la naturaleza hubiese dotado a la mujer de un sitial preponderante, único, que le trasmite una fuerza interna desco-munal y unas propiedades portentosas, casi milagrosas. Una se-rie de manifestaciones que yo iba detectando en el cuerpo de las mujeres aparecían con mucha nitidez. No sólo eso. Además, un campo rico, amplio y abierto se abriría para seguir explorando.

La misión, no menor, sino al contrario gigantesca de con-servar la especie, necesariamente la tenía que dotar, por parte de la naturaleza, de condiciones muy superiores o muy diferen-tes a las del macho. Tenía que ser necesariamente el sexo más fuerte o el más preparado para la misión más importante que tiene cualquier especie animal: la reproducción. Y si era el sexo más fuerte porque estaba llamada a perpetuar o a conservar la especie, entonces muchos principios que se aplicaban en la medicina con respecto a la mujer debían variar radicalmente. Uno de ellos, fundamental para avanzar en una nueva mirada clínica, era que a la mujer no se la podía «trozar por piezas», era una unidad. Todo funcionaba interconectado para cumplir su fin. No se podían examinar aisladamente sus órganos como si no tuvieran nada que ver el uno con el otro. Que si uno de ellos se enfermaba, no necesariamente la solución estaba en tra-tar sólo a ese órgano dañado. Había que ir a las causas de esa complicación y no a las consecuencias.

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capítulo i: la mujer sana

Aspectos que definen a la mujer sana

Para definir mujer sana recurriré a tres aspectos, a mi jui-cio, relevantes de las potencialidades propias de las mujeres y su relación en el transcurso del tiempo. Ella está sometida a múlti-ples crisis hormonales, propias de su ser que llevan a potenciar o complicar estos tres aspectos.

Al nacer la mujer, por venir de otra mujer, viene muy im-pregnada de hormonas femeninas, que le serán propias durante toda la vida y que son la causa de la crisis hormonal neonatal. Posteriormente, el ovario entra en un ciclo de calma, que se vuelve a activar con la pubertad, la que una vez realizada logra los cambios que la acompañaran durante su vida. Posterior-mente es sometida a niveles hormonales cambiantes y estabi-lizantes durante los ciclos menstruales, si estos son normales; para volver a cambiar con la crisis hormonal de cada uno de sus embarazos (sin considerar en esta relación los cambios que podrían agregar las enfermedades, que alteran la función del ovario y su producción hormonal), para terminar en la meno-pausia, su última crisis, cuando paulatinamente irá disminuyen-do en forma permanente la producción de hormonas.

Es difícil pensar que la mujer, por estar sometida a estos cambios, no tenga los mecanismos de regulación que le permi-tan de alguna manera balancear estos desequilibrios hormo-nales. Es esta suma de múltiples variables lo que complica el concepto que quiero presentar.

Los tres aspectos que definen a mujer sana son: 1. Estabilidad emocional a toda prueba.

2. Maternidad plena. 3. Sexualidad plena.

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1. Estabilidad emocional: quien la posee cumple en forma natural con todo lo que significa ser mujer en cualquiera de las etapas de su vida. La mayor dificultad para comprender este concepto de estabilidad emocional radica en que las que ha-cen más ruido con toda la sintomatología de inestabilidad son las que están más enfermas. Tienen múltiples consultas con di-ferentes especialistas y, por el hecho de que no están verdadera-mente identificadas las sanas de las enfermas, consideran la ines-tabilidad emocional como inherente a todas las mujeres. Resultó una experiencia importantísima poder recoger los dichos de mis propias pacientes, quienes manifestaban que cuando, después de tratadas hormonalmente funcionaban bien y todas las cosas que sentían antes de tratarse, se transformaron de inestabilidad «tan propia de las mujeres» en la estabilidad emocional real.

Lo más común es escuchar que las mujeres son difíciles de entender y «que sólo hay que quererlas», lo cual revela el pensamiento generalizado: que ser inestable es propio del ser mujer. Existe bastante literatura al respecto. En los libros actua-les, donde se profundiza en las características psicológicas de la mujer y las dificultades que experimenta para poder realizarse en la relación de pareja, reiteradamente se analiza lo impor-tante que es para la mujer el aspecto emocional, los sentimien-tos. El clima del encuentro y la gran cantidad de requisitos que necesita una mujer para estar dispuesta a una relación sexual, requisitos que, a veces, parecen imposibles de satisfacer por un mortal común y corriente.

Sin embargo, creo que poco se menciona la importancia de los desórdenes hormonales como causa fundamental de los trastornos femeninos, y la incapacidad para enfrentar una rela-ción sexual plena. Entonces pienso que lo que deberíamos

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capítulo i: la mujer sana

luar primeramente es el funcionamiento del ovario, ya que en mi experiencia, después de tratar mujeres con serios desequilibrios emocionales, trastornos de pareja y profundos trastornos de per-sonalidad, estos desaparecieron después de tratar su función ová-rica alterada, cuya causa generalmente era la falta de deseo sexual que motivaba un clima de tensión en la pareja y se transmitía a la familia. Luego del tratamiento todo mejoraba como por magia.

Tremenda fue mi sorpresa cuando descubrí que aquellas teo-rías de la mujer como ser en extremo inestable no eran inherentes al ser mujer. Por el contrario, como me referiré más adelante con los testimonios de ciertas pacientes, las mujeres con niveles hor-monales correctos, propios de una buena función ovárica, eran tremendamente estables, fuertes y sólidas. Todos hemos admira-do a mujeres que tienen estas características, y aunque no sean mayoría, no significa que esta no sea su condición normal.

2. Maternidad: Maternidad es poder ser madre y de-sarrollar, sin dedicación exclusiva a los hijos, sus otros roles, en el trabajo, como pareja, en la red social y en todo lo que le toca participar. La mujer posee una energía envidiable. Puede estar en distintos planos y con la misma motivación y entrega. Mientras más sana se encuentre, mejor será su desempeño. Su-cede, por el contrario, que cuando la mujer posee algún grado de enfermedad , f.o.p., su energía positiva es poca, se concentra en uno de sus roles quedando los demás rezagados y expuestos a sus cambios de humor, con las nefastas consecuencias para los seres que forman su círculo de relaciones, sean éstos pareja, hijos, parientes, amistades, colegas, etc.

Los cambios hormonales propios de la sobreproducción hormonal que trae el embarazo preparan a la mujer fisiológica,

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afectiva y psicológicamente para cumplir el rol que la natura-leza le asigna. Por lo tanto, ya sea sana o enferma, la mujer cumplirá este rol. El embarazo más la producción de hormonas placentarias, son garantes de esta situación. Al salir la placen-ta en el parto, la mujer termina con la abundancia hormonal. Debido a esta situación, las que se embarazan con problemas de carencia hormonal suelen caer en depresiones post-parto. Algunas acuden a sexólogos y comentan que durante el emba-razo han logrado sus primeros orgasmos, lo que es una clara constatación de f.o.p.; puesto que la suma en la producción hormonal del ovario y la placenta logran lo que el ovario enfer-mo no había logrado con anterioridad.

Sucede muchas veces en mujeres enfermas que, cuando lle-ga el primer hijo, la relación matrimonial se deteriora. Comien-za a surgir una relación enfermiComien-za con el hijo. Esta relación se vuelve tan absorbente que deja de lado sus demás roles.

3. Sexualidad plena: Sexualidad plena es disfrutar completamente y sin restricciones de esta función básica, es-timulante y gratificante del ser humano. Es imposible negar la importancia que tiene para la pareja una vida en común con una sexualidad plena. Por supuesto, considerando los altos y bajos por los que atraviesan las personas en sus relaciones sexuales. Este es un asunto que no se puede cuantificar; sin em-bargo, cuando se hace el balance, es importante que este sea satisfactorio para ambos; pues se trata de una energía necesaria para el cabal funcionamiento de la pareja. La sabiduría popular tiene un dicho difícil de refutar: «Todos los problemas de pareja se solucionan en la cama».

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capítulo i: la mujer sana

La sexualidad es la forma más completa de comunicación entre los seres humanos: involucra un compromiso de perfor-mance con la pareja que lleva implícito los recuerdos, el respeto a los tiempos de cada uno, gestos y movimientos, gustos per-sonales, experiencias anteriores, caricias y otros que logran la común-unión entre ambos. Yo creo que esta es la única forma de valorizar la sexualidad correctamente. La pareja que disfruta sexualidad plena garantiza la fidelidad, el crecimiento personal, el afecto y hasta la dependencia mutua, otorgándole solidez al vínculo. Evidentemente, la mujer que no está hormonalmente sana, no puede cumplir con este rol, pues su organismo no se lo permite. El placer se convertirá en dolor, y/o frustración, puesto que fallará la lubricación, el adecuado tamaño de la vagina, la impregnación hormonal cerebral, el deseo, la sensibilidad de la piel y sus órganos genitales. Es muy difícil, por no decir imposi-ble, que una mujer con f.o.p. pueda cumplir con este rol.

La mayor dificultad que encontré en las miles de consultas sobre sexualidad, me hizo ver que nadie tenía claro qué era una sexualidad plena. Muchas mujeres en su primera consulta, cuando les preguntaba sobre deseo y placer en sus relaciones sexuales, me confesaban que eran normales, pero después de tratadas, cambiaban y me decían que antes de tratadas lo pasa-ban mal o más o menos, pero creían que así debía ser.

Con el fin de ilustrar las situaciones, las clasifiqué en cua-tro categorías.

1. La que generalmente decía que no y si aceptaba lo pasaba muy mal.

2. La que decía «bueno ya», y no lo pasaba tan mal. 3. La que decía «bueno ya y lo pasaba más o menos.

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4. La que «pellizcaba la fruta». En otras palabras, la que to-maba la iniciativa y lo pasa de miedo.

Claramente, después de las confidencias de numerosas pa-cientes, las sanas son sólo las que «pellizcan la fruta».

El problema en la sexualidad era generalmente la falta cró-nica de deseo que motivaba un clima de tensión en la pareja y se transmitía a la familia. Mejoradas, los problemas se acababan y ellas cambiaban de categoría.

Debo recalcar también que si bien Freud abrió una gran ventana para estudiar las causas de las enfermedades mentales de las mujeres en general, en mi opinión hasta la fecha hemos pasado por alto el verdadero origen de las enfermedades que han padecido las mujeres, creyendo que la respuesta está en la psiquis, sin saber que el problema inicialmente ha sido siempre orgánico; es decir, un déficit de producción hormonal.

La mujer que se aleja de estas tres premisas fundamenta-les, o no puede cumplir con ellas, o manifiesta algún grado de dificultad en alguna, o en todas, es una mujer que debe ser con-siderada como enferma, puesto que no puede cumplir con lo esencial de ser sana.

Por distintos motivos o intereses, de tipo religioso, moral, económico, educacional o laboral, se puede posponer materni-dad y sexualimaterni-dad, aunque la mujer esté potencialmente apta. En muchas mujeres surgen dudas que las atormentan seriamente y se preguntan si serán capaces en su momento de cumplir con sexualidad y maternidad, ya que la estabilidad emocional senci-llamente la tienen o no la tienen. Todo esto me lleva a pensar que la mujer, para estar sana, debe cumplir estos roles a su completa satisfacción, y en forma interrelacionada, puesto que es difícil

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capítulo i: la mujer sana

pensar que una mujer sea una buena madre si tiene trastornos en su estabilidad emocional. Incluso pudo haber sido madre por accidente, graficando una niña con terribles irregularidades menstruales, con serios trastornos en su desarrollo personal y nula sexualidad, o que haya sido hasta violada y fecundada, y haya continuado adelante con su embarazo; es difícil que en estos casos pueda cumplir a cabalidad con todos sus roles.

El desconocimiento del concepto f.o.p., que describiré más adelante, impide ver a la mujer sana, y ha provocado que mu-chas mujeres hayan vivido la vida pensando o creyéndose sanas, estando, no obstante, enfermas, y han recurrido a todas sus re-servas físicas, morales, religiosas y económicas para sobrevivir, tratando de cumplir los roles que entienden como propios, con la tremenda dificultad de no tener desarrolladas las facultades para ello, por estar sin una producción hormonal completa.

Es difícil pensar, dada la maravilla de la naturaleza, que el género femenino, en una gran mayoría, fue condenado a vivir con desórdenes hormonales. Esto involucra una serie de sínto-mas y signos que, por ser frecuentes las mujeres, prácticamente los han asumido como parte natural de su condición de mujer, y han convivido cotidianamente con ellos. Además, en este mun-do globalizamun-do y exigente tienen el consuelo de que muchas padecen los mismos males, y terminan por aceptar aquellos sín-tomas como inherentes a su condición de ser, y piensan que los nuevos tratamientos que surgen en el mundo les asegurarán respuestas definitivas y eficaces a sus trastornos «normales».

Después de haber tratado por años a muchas mujeres que estaban enfermas, y luego de haber escuchado los cambios que conseguían después de mejoradas, he podido cambiar el concepto para evaluar a estas mismas mujeres, pero desde una

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perspectiva diferente, pues ellas mismas me han ido mostrando con qué facilidad pueden cumplir plenamente estos roles que hoy uso para definir a la mujer realmente sana.

Por otra parte, las mujeres enfermas desconocen los están-dares de bienestar que pueden dar cuenta de una mujer sana, pero cuando son experimentados, luego de ser sometidas a tra-tamiento, ellas logran esos niveles de bienestar en su estabilidad emocional, en su maternidad y sexualidad.

Doy gracias a las pacientes que me han mostrado lo que hoy describo, quienes a su vez no se cansan de agradecer lo que se ha hecho en su favor. Las afirmaciones más frecuentes que escucho son: «doctor, me cambió la vida», «qué habría sido de nosotros sin usted», y otras del mismo estilo.

Historia de avances y descubrimientos de

la mujer como sexo fuerte

Pronto en mi carrera surgieron interrogantes médicos que se convertirían inmediatamente en apasionantes desafíos. Me empezaba a incomodar el tradicional enfoque que de manera más o menos general estaba aplicando la medicina. Por ello, empecé la búsqueda de soluciones más globales, duraderas y efectivas, y no sólo a contentarme con atacar y solucionar los síntomas que planteaban mis pacientes. Reducirse sólo a eli-minar los síntomas no erradicaba el problema, no mejoraba de verdad a las pacientes; sus alivios eran momentáneos. Re-aparecían los mismos síntomas anteriores una vez que el tra-tamiento se suspendía, generalmente, más temprano que tarde. Lo que había que hacer era investigar la causa que provocaba esas molestias.

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capítulo i: la mujer sana

Así, para eliminar así la raíz del problema, empecé a distan-ciarme de los parámetros que se estaban usando para evaluar a las enfermas y comencé a buscar instrumentos más mensura-bles, más tangibles y más sólidos.

Fui descubriendo que había que aumentar el universo de síntomas y así ocupar una mayor cantidad de variables que estu-vieran más en consonancia con el complejo funcionamiento que tiene una mujer. Empezaría la exploración de caminos nuevos y novedosos para resolver problemas que, hasta ese momento, ni siquiera eran tratados como tales. Comenzaría a descubrir materias que nunca me enseñaron. Es más, que ni siquiera me las insinuaron. Aplicaría un ejercicio de replanteamientos cons-tantes para no estacionarme, para no quedarme dormido.

La dificultad para analizar el comportamiento de los seres humanos a pesar del desarrollo tecnológico alcanzado, y dada la complejidad del ser humano, nos obliga a involucrar aún más nuestro compromiso científico.

Con estas premisas, y por ser ginecólogo dedicado a la sexualidad femenina, y manteniendo la inquietud de mis prime-ros años de ejercicio profesional, me fui cuestionando en forma permanente, «por qué esto», «por qué aquello», «por qué lo otro», tanto así que en mi época de estudiante de medicina, un querido profesor me catalogó de ecléctico y me dio las nociones, que junto a mis valores, hicieron que me dedicara, sin mucha pasión en un comienzo a ésta, hoy, muy querida especialidad.

Me concentré entonces en los trastornos hormonales. Las interrogantes que me surgían desde el ejercicio profesional y que en un principio no encontraba respuesta eran entre otras, las siguientes:

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õ ¿Por qué nadie se inquieta por un papanicolau inflamato-rio inespecífico?

õ ¿Por qué a nadie le preocupa que haya pacientes que pier-den líquido vaginal permanentemente y que se acepte como algo natural o normal?

õ ¿Qué pasa con la mujer que le diagnostican un trastorno hormonal y queda sin respuesta médica?

õ ¿Qué hace una mujer después que le diagnostican que tiene

hipoplacia genital o «útero infantil?».

õ ¿Que pasa con una mujer que tiene ausencia de deseo sexual y le dicen que es lo más complicado y difícil de tratar?

õ ¿Qué explicación tiene una frigidez, anorgasmia, vaginismo o dolor en el acto sexual, en el momento o al día siguiente?

õ ¿Qué consecuencias tiene para la mujer el exceso o falta de tamaño de sus mamas?

õ ¿Qué pasa con aquella mujer de la que ya nos acostumbra-mos a decir «no la pesques, anda idiota»?

õ ¿Qué pasa con aquella creencia que justifica un com-portamiento inadecuado de la mujer debido a su perío-do menstrual, síndrome premenstrual, crisis puberal o menopáusica?

õ ¿O un desarrollo tardío?

õ ¿O una pubertad precoz?

õ ¿O una menopausia precoz?

õ ¿Qué hace cuando le comunican que tiene un

ova-rio poliquístico?

õ ¿O un síndrome premenstrual?

õ ¿Que le pasa a una mujer joven que es sometida a salpin-goligadura o ligadura de trompas, por haber tenido tres cesáreas, y por ese solo motivo es condenada? Todos

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tenía-37

capítulo i: la mujer sana

mos claro que iba a presentar trastornos hormonales y, tal vez, una menopausia precoz, con todo lo que eso significa, etc…, etc.

A partir del diagnóstico comienza un peregrinar que se ini-cia en la primera intoxicación con fármacos, ya que no tiene claro, ni nadie le ha aclarado tampoco, qué va a pasar con su futuro. ¿Será madre? ¿Será amante? ¿Será inmadura? ¿Será his-térica? Con una sola palabra le habrán comprometido su vida. Apartándonos del contexto físico, en el plano psicológi-co quedaban otras preguntas sin respuesta que se me presen-taban constantemente en las pacientes con problemas de tipo hormonal. Tras observar la relación entre estabilidad emocio-nal y trastorno hormoemocio-nal, iba comprobando que lo que en un principio fue sorpresa, sospecha o intuición, debían tener una explicación. Surgieron así las preguntas constantes:

õ ¿Qué relación existe entre madurez o estabilidad emocio-nal y producción hormoemocio-nal adecuada?

õ ¿Qué relación guardan las crisis hormonales propias de la mujer con trastornos psicológicos, como por ejemplo crisis puberales, depresiones post parto, y las relacionadas con la menopausia?

õ ¿Qué relación existe en mujeres jóvenes con desordenes hormonales severos y anorexia y bulimia?

En general, todos nombres lapidarios que comprometían, además de lo físico, la psiquis de las mujeres que consultaban, quedaban con este estigma de por vida. A ellas, normalmente sólo se les ofrecen soluciones paliativas, que les impiden

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aban-donar el tratamiento y crean una forma de dependencia con alguna terapia o fármaco.

Finalmente, todas estas interrogantes se remiten siempre a las preguntas fundamentales:

õ ¿Quién sabe cuál es la mujer sana?

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Capítulo II

La producción hormonal,

eje de vida de la mujer sana

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E

l concepto básico de mi teoría es la producción hormonal. Una secreción hormonal correcta va a significar todo un mundo de bondades para la mujer. La premisa fundamental, y absolutamente clara, por ser lo más evidente y que constato por las pacientes, es que un aparato genital femenino conveniente-mente estimulado e impregnado por hormonas en secreción co-rrecta, responderá al estímulo correcto para su función normal. Por el contrario, es prácticamente imposible lograr respuestas correctas en un aparato genital insuficientemente estimulado y

no impregnado por las hormonas sexuales femeninas.

La mujer no es solo su aparato genital, sus funciones invo-lucran sin ninguna duda cuerpo y mente.

La complejidad y la imposibilidad, a pesar de los avances tecnológicos, de aclarar las causas más frecuentes de las fallas de la función del ovario, nos han mantenido durante los últimos 50 años en una actitud pasiva. Pienso que no hemos realizado los esfuerzos suficientes para solucionar los conflictos de salud que afectan a la mitad de la población mundial, las mujeres. También creo que no nos hemos hecho cargo de sus sufrimien-tos en forma responsable. Y esto nos pasa la cuenta, ya que las mujeres con trastornos hormonales de causa desconocida, o provocados por acciones terapéuticas, son las encargadas en la mayoría de los casos de la educación de nuestros hijos. Lo que trae consecuencias negativas porque le estamos exigiendo a una mujer enferma un desempeño normal; es decir, le pedimos

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42 mujer, sexo fuerte

que rinda plenamente en todos los ámbitos: laboral, familiar, sexual, interpersonal y moral, cuando debido a su enfermedad no puede sino errar en su comportamiento.

Nociones mínimas del

aparato genital femenino

El aparato genital femenino esta compuesto por vulva, la-bios menores, mayores, clítoris, glándulas anexas, vagina, úte-ro, trompas y ovarios. Cada uno de estos órganos tiene fun-ciones propias y están sometidos a cambios hormonales. Esto les permite crecer para cumplir cada uno de ellos con su fun-ción específica.

La vulva

La vulva comprende los labios mayores, menores, el clíto-ris, el vestíbulo y las glándulas anexas. Con sus estructuras es la puerta principal en la sexualidad, por esto es necesario que deba tener buenas condiciones de tonicidad, textura, sensibili-dad, consistencia, temperatura, humedad y lubricación, entre otros requisitos para una óptima relación sexual.

Pero en el momento del parto debe de tener otras condicio-nes. En ese trance debe tener la capacidad de poder distender-se a su máxima potencialidad. Ambas funciones tan opuestas deben ser cumplidas por el mismo órgano y esa potencialidad o esa capacidad para cumplir papeles tan opuestos dependen fundamentalmente del momento hormonal en que se encuen-tra la mujer. Esto descrito para la vulva es igualmente válido

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para el resto del aparato genital femenino y para la mujer en su totalidad.

Una idea central que sostengo es que las hormonas ge-neradas por el ovario en cualquier momento de la vida de la mujer, no sólo actúan en el aparato genital de ésta, sino que en todo el organismo femenino. Por esto, al comprometer de alguna manera su producción, lo que se enferma no es sólo el aparato genital, sino la mujer.

Dadas las múltiples funciones que realizan las hormonas en los distintos órganos, pequeños trastornos de producción de éstas provocarán cambios significativos en el comportamiento de las mujeres. Una mujer que sufra una alteración en su fabri-cación de hormonas ya no será la misma. El problema es que no a todas las mujeres les afecta de la misma manera este cambio hormonal. No a todas les afecta el mismo órgano. Como con-secuencia de esto, se piensa que estas mujeres tienen diversos males, según el órgano que se ve dañado. Y estos diferentes ma-les reciben diversos nombres de enfermedades. Y estos distintos nombres de enfermedades suelen ser tratados y tutelados por diversos especialistas.

Labios menores y mayores

Le dan forma a la puerta de entrada de la vagina, para cumplir con la sensibilidad de la sexualidad. En la maternidad, más precisamente en el momento del parto, son dilatados al máximo. Además, son barrera para la infección, protegen a la mujer de contaminación rectal y general.

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44 mujer, sexo fuerte

Clítoris

Es un órgano análogo al pene masculino, que proporciona, por su gran cantidad de terminaciones nerviosas, mucha sensi-bilidad en esa zona genital. En el momento de la estimulación sexual se erecta, aumentando la superficie de sensibilidad.

Las glándulas anexas

Proporcionan la lubricación en el momento del estímulo sexual.

La vagina

También cumple un rol muy importante en la sexualidad al desempeñar dos funciones trascendentales al acatar la orden de la acción hormonal: sexualidad plena y vía de paso del feto en el parto. El cumplimiento exitoso de ambas capacidades es propio de una mujer sana.

Por lo tanto, un vaginismo, una anorgasmia, una sequedad vaginal, una dispareunia (dolores vaginales en el acto sexual), una dificultad para percibir las sensaciones propias del órgano y muchas otras patologías sexuales corresponden a trastornos de la impregnación propia del órgano con relación a las hor-monas. Es difícil pensar que el órgano normalmente estimulado por acción de las hormonas sea incapaz de cumplir con su fun-ción propia, con relafun-ción a lo sexual.

Con relación a la vía del parto, también es difícil pensar que no la puede cumplir. Calificar a algunas mujeres de «es-trechas» es una ligereza, así como catalogar a alguien por sus manifestaciones también lo es, sin determinar qué ocasiona esas

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manifestaciones. De la misma forma, no es conveniente por esto preferir la operación cesárea a la vía natural.

Útero

Órgano blanco principal. Recibe por excelencia la acción de las hormonas femeninas, lo que se expresa por la regla (que es la respuesta del útero a la acción de las hormonas). El útero ha sido, por la facilidad de su observación y por la evidencia de la menstruación, el que ha recibido, desde siempre, el protago-nismo para definir los conceptos de mujer sana o enferma. Esto lo determinan sus reglas. Si son regulares o no. Si hay faltas o no. Si hay algún tipo de anormalidad o no.

Desde el punto de vista sexual cumple funciones que fa-cilitan el orgasmo. A través de su gran movilidad permite la secreción de las prostaglandinas, que son las que participan en las contracciones musculares propias del orgasmo.

Con relación al embarazo, permite la nidación y el cre-cimiento del feto. Para cumplir con estos propósitos debe en-contrarse con la impregnación hormonal adecuada previa al embarazo. Si esto no fuera así, surgirán distintas dificultades de nidación, conservación y crecimiento adecuado del feto, ex-ceptuando las mal formaciones propias de cualquier órgano.

Trompas de falopio

La función de las trompas en la relación sexual tiene que ver con la participación, probablemente, con sus secreciones en la facilitación del acto sexual y luego en la fecundación, lubri-cando el trayecto que debe recorrer el espermio depositado en la vagina al encuentro con el óvulo.

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46 mujer, sexo fuerte

En la maternidad permiten la conexión entre el útero y el ovario, para que el óvulo y el espermio se encuentren y comien-ce el procomien-ceso de fecundación.

Ovario

El ovario cumple con la compleja función denominada ovulación. Esta consiste en la selección y crecimiento de un fo-lículo que termina en la producción del óvulo y su transforma-ción en cuerpo lúteo, es decir es una masa que se forma en el ovario al producirse la ovulación, siendo la responsable de la producción de progesterona. Esta masa desaparece lentamente dejando una cicatriz en el ovario, si se produce embarazo crece el cuerpo lúteo hasta el comienzo del tercer mes de gestación.

Ovario y hormonas,

una relación fundamental

Las hormonas son agentes químicos producidos por células o tejidos endocrinos específicos llamados glándulas. Provocan grandes cambios en determinadas células o sistemas, a pesar de su accionar en cantidades pequeñas. Los ovarios se encuentran ubicados a cada lado de la pelvis. Representan la fuente más importante de producción de estrógenos y progesteronas. Son dos cuerpos con forma similar al de una castaña. Cada ovario contiene dos tipos distintos de estructura glandular: los folí-culos de Graaf, que secretan estrógeno, y el cuerpo lúteo, que secreta progesterona y algo de estrógeno. Los estrógenos y la progesterona son responsables del desarrollo de los caracteres secundarios, que marcan las diferencias entre el hombre y la

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mujer; es decir, la contextura física, la grasa corporal, el timbre de voz y la distribución del vello, entre otras. En forma específi-ca, el estrógeno influye en el desarrollo de los caracteres y en la maduración de los órganos femeninos. La correcta producción de hormonas se encarga de mantener a ese órgano estimulado en plena función. Basta con mirar lo que sucede con la meno-pausia cuando en forma natural se producen los cambios de todos conocidos. El estradiol es el estrógeno principal encarga-do del desarrollo de los cambios observaencarga-dos en el cuerpo de la mujer, tanto en la pubertad como en la edad adulta, como tam-bién del desarrollo de los órganos diana o fundamentales del sistema reproductor: mamas, útero; del ensanchamiento de la pelvis, de la distribución y crecimiento del vello y la iniciación del ciclo menstrual. La progesterona influye en el desarrollo de las glándulas mamarias y prepara el útero para la implantación del óvulo. Desde el día catorce del ciclo menstrual aumenta sus niveles e induce en el útero cambios fundamentales para la im-plantación del óvulo si este ha sido fecundado. En el embarazo actúa en la preparación de las mamas para la lactancia.

La compleja función del ovario, que es la selección y creci-miento de un folículo que termina en la producción del óvulo, y su transformación en cuerpo lúteo, es el fenómeno conocido como ovulación, responsable de la íntima relación en la pro-ducción de hormonas femeninas. En otras palabras, ovulación y puesta hormonal son fisiológicamente un solo fenómeno que la enseñanza de la biología ha separado en dos para su mejor des-cripción. Estos dos fenómenos íntimamente relacionados, que no tienen independencia propia, y que dependen de múltiples factores, son las causas de un gran número de enfermedades, donde tenemos claro qué sucede, pero no podemos determinar

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48 mujer, sexo fuerte

cuál ha sido el proceso que ha fallado. Y hablamos de desórde-nes o desequilibrios hormonales, sin ponerle un apellido deter-minado. El avance de la ultrasonografía ha permitido observar el fenómeno de la ovulación y otros fenómenos en el ovario. Con estas imágenes no podemos, sin embargo, calificar por ejemplo, si un ovario poliquístico, un cuerpo lúteo persistente, un folículo lutenizado, un quiste folicular u otros, son entidades que tienen una base propia correspondiente a una enfermedad determinada, o no son más que muestras de una falla de fun-ción del ovario en un ciclo determinado o en ciclos sucesivos.

Esta producción inadecuada de hormonas ha sido, en el trans-curso del tiempo, muy difícil de cuantificar, ya que al no ser parte del conocimiento médico el concepto de mujer sana que quiero presentar, todas las mujeres han sido consideradas sanas, sin po-der discriminar a las enfermas de este universo. De estas mujeres no discriminadas han surgido las curvas hormonales y sus resul-tados, que son los que hoy utilizamos como medida de la función ovárica. A mi juicio, estos resultados sólo nos permiten determi-nar diferencias extremas, como menopausia establecida, pubertad no realizada o cualquiera de las otras patologías extremas.

En cambio, las pequeñas variaciones hormonales respon-sables de grandes trastornos funcionales, no podrán ser cuanti-ficadas con este procedimiento hasta no establecer nuevas cur-vas, donde se evalúe a partir de discriminar, entre mujer sana y mujer enferma y así construir nuevas curvas para sanas y otras para enfermas

Además, no contamos con un medio que nos permita cuantificar la función del ovario; ya que sólo podemos ver los resultados de su producción, que terminan por traducirse en términos simples, según mi propuesta, en una mujer feliz o una

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infeliz. Nuestra misión a futuro debería ser conocer el ovario para lograr una evaluación exhaustiva, y así determinar la mag-nitud exacta de su producción hormonal, para definir entonces las posibles patologías.

El ovario es el gran productor de hormonas en la mujer, y por esto es importante que se encuentre en óptimas condiciones para cumplir con la función que les es propia. Pero como toda función compleja, tiene infinitas posibilidades de fallar y no realizarse en plenitud. El ejercicio por el momento, para evaluar el ovario en sus distintas falencias de producción hormonal, es intentar unir los distintos síntomas con las fallas correspon-dientes, y de esta apreciación es posible dar una interpretación a los distintos cuadros que llevan a una conclusión diferente, pero siempre relacionada con «a mayor falla, mayor cantidad de síntomas». Para poder avanzar deberíamos dar una nueva interpretación más acabada de los síntomas que se producen por fallas hormonales.

En mi época de estudiante se daba la máxima importancia a la regulación de la función del ovario a través de las estimuli-nas, generadas en la hipófisis y los núcleos del túber en el hipo-tálamo, sin pensar que el gran protagonista no era el sistema de regulación sino el ovario, que podía responder bien o mal, mo-dificando, si no había respuesta, con aumento de estimulinas, y si la respuesta era excesiva, disminuyendo la estimulación.

Con esta visión particular, pienso que marginábamos el protagonismo fundamental que tiene el ovario en la produc-ción hormonal según su propio momento funcional. En otras palabras, poco o nada pueden hacer las estimulinas con estas modificaciones en su producción, si el ovario, por algún motivo desconocido, no es capaz de responder a estos cambios.

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50 mujer, sexo fuerte

Esto instituyó una serie muy compleja de explicaciones con relación a los cambios que hacía tremendamente difícil la comprensión del funcionamiento ovárico. Me di cuenta de que era muy obvio cómo el ovario que se expresaba en forma deficiente tenía consecuencias sobre órganos anexos hormono-dependientes. Estos se manifestaban de manera visible, es decir, con falta de regla, períodos alargados o más cortos, aumento de flujo menstrual o su disminución.

Con la aparición de los anticonceptivos hormonales ano-vulatorios se encontró una herramienta muy efectiva para hacer desaparecer la producción hormonal anormal que provocaba trastornos en una mujer determinada. Con una simple toma de pastillas lográbamos inhibir absolutamente la producción hormonal inadecuada, mediante lo cual disminuían o desapa-recían los síntomas que molestaban a la mujer. Pero esta receta no constituye de ninguna manera un tratamiento, sólo atenúa síntomas mientras la mujer sigue enferma. Yo pienso que esto fue una respuesta fácil, ya que la solución efectista puede ser conservada mientras se mantiene la frenación o anovulación con el uso y abuso de estas píldoras. La mujer no consultaba nuevamente y el problema parecía solucionado. La verdadera pregunta es, ¿qué trastorno tiene ese ovario que no puede ex-presarse con normalidad? ¿Qué consecuencias tendrá para las mujeres que se desconozca cómo se expresa un ovario sano?

No es mi intención plantearme en contra de un descubri-miento que significó para la mujer un control en su vida re-productiva, sino solamente establecer que el uso de la píldora frente a mujeres que no sabemos si están sanas o enfermas frenó o nubló el conocimiento mas profundo de la función del ovario.

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Definición

C

orresponde a una producción inadecuada de hormonas por el ovario, que es muy difícil de cuantificar con los ele-mentos habituales de la clínica ginecológica. Lamentablemente al no integrar el concepto propuesto «mujer sana», no puede discriminar a cabalidad quién es quién, y se confunden sanas y enfermas.

Sintomatología de

F

.

O

.

P

.

Los síntomas más relevantes los clasifico en: centrales, lo-cales y generales:

Los síntomas centrales: son trastornos que afectan a la

psi-quis y los centros reguladores centrales, provocando depresión, irritabilidad, agresividad e intolerancia y cansancio intenso. En el centro regulador de la temperatura provocan una inestabi-lidad frente al frío o al calor, que las vuelve muy friolentas o acaloradas, sin la regulación correcta frente a los cambios pro-pios del clima. Además, es muy frecuente un dolor de cabeza persistente y muy intenso que es inclusive invalidante.

Los síntomas locales: se presentan en forma de tensión y

dolor mamario, distensión abdominal, dolor de piernas, cola y espalda. También se manifiestan trastornos en la piel, como edemas, característicos en las zonas delicadas, como la parte baja de los párpados, dando origen a las ojeras, manchas y gra-nos en la piel, con caída del pelo y fractura de uñas.

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Los síntomas generales: fundamentalmente se presenta una

adinamia, falta de ganas de hacer las cosas habituales mínimas, y además una incapacidad o torpeza frente a lo que cotidiana-mente realizan.

Es como si se paralizaran y no fueran capaces de coordi-nar con precisión tareas habituales. Mis sugerencias siempre han sido que no tomen decisiones importantes bajo estas con-diciones, puesto que seguramente se arrepentirán. Estos sínto-mas se confunden con un síndrome nuevo llamado fatiga fácil, que está muy de moda, y tiene muchos elementos comunes con f.o.p. Otra sintomatología, que involucra a todos los nive-les, es una disfunción sexual severa, que guarda relación con la incapacidad para realizar con plenitud el acto sexual. Esta disfunción involucra: trastorno del deseo sexual, anorgasmia, frigidez, dolor en el acto mismo o al día siguiente, con una sen-sación de pesadez, que muchas veces escuché en mi consulta, como una desproporción entre la experiencia sexual y el daño o costo al día siguiente, descrito como «quedar machucada». Lo que acentúa la falta de deseo.

Otro síntoma general está relacionado con la asimilación alterada de los alimentos de respuesta energética inmediata, que les produce actitud compulsiva de consumir dulces, choco-lates, masas, lo que les puede provocar, cuando es frecuente y en casos extremos, dos cuadros dramáticos: las conocidas bulimia y anorexia.

La incapacidad de tolerar la problemática de la vida, hace que las mujeres enfermas reaccionen en forma desproporcio-nada a los estímulos. Por esto, se las puede «etiquetar» de per-seguidas, compulsivas, incluso histéricas o, como ellas mismas relatan, que «todo me supera».

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capítulo iii: falla ovárica parcial

f.o.p. es una enfermedad compleja que tiene distintos gra-dos de manifestación, dependiendo del estado del ovario. Di-cho de otro modo, a mayor dificultad del ovario para cumplir con su producción hormonal, más manifestaciones de f.o.p.; porque un ovario que tiene grandes dificultades para respon-der genera más desequilibrio hormonal, de tal manera que los signos se desplazan del premenstrual y son evidentes durante todo el ciclo; o si la falla del ovario es pequeña, se mantendrá con características premenstruales, más o menos intensas. Sin embargo, existe, entre estos dos extremos, una gran cantidad de estados intermedios, donde incidirá la duración de la falla del ovario, otorgando connotaciones distintas a la sintomatología.

Hay mujeres en edad reproductiva o fértil que tienen difi-cultades para producir las hormonas en cantidades adecuadas para un correcto funcionamiento de su organismo. Esta situa-ción es la responsable de muchos trastornos difíciles de cuan-tificar o calificar, que observamos en muchas mujeres en cual-quier momento de sus vidas y que les impiden cumplir sus roles. De alguna manera, este ovario no hace lo que debe, sino

sólo lo que puede, desde el punto de vista de la producción

hormonal. El desconocimiento del concepto f.o.p. ha impedido avanzar en el estudio del concepto mujer sana, y de las enferme-dades relacionadas con él. Hasta el momento, la ginecología se ha referido a «desórdenes hormonales», sin dar mayor impor-tancia ni acotar en detalles, por qué o a qué corresponde este amplio capítulo de la salud de la mujer.

El primer aspecto que ha dificultado el progreso en el cono-cimiento del ovario ha sido el Síndrome Premenstrual, descrito por Robert Frank en la década del 30 del siglo pasado. Frank no encuentra explicación para una serie de alteraciones

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femeni-nas, que se traducen en múltiples síntomas y signos que con el tiempo se fueron haciendo propios de la mujer. A nadie molestó el hecho de que en algunos casos lo premenstrual fuera anecdó-tico, ya que se manifestaba durante todo el ciclo o después del ciclo o en pleno período de ovulación.

El clásico síndrome premenstrual por todos conocido, du-rante muchos años ha sido el protagonista de múltiples trastor-nos de la mujer, que lo ha asumido como algo propio o normal. Incluso, en mis primeros años de ejercicio profesional fue una gran complicación, ya que sólo podía dar respuestas sintomá-ticas. Con el transcurrir del tiempo, y al comenzar a elaborar y definir el concepto de f.o.p., junto a la respuesta que con el tra-tamiento obtenía, dejó de ser un problema, porque el síndrome premenstrual dejó de existir para mí.

Otro gran obstáculo ha sido el tratamiento de

Compen-sación Hormonal: ya sea suministrando las hormonas o

mo-dificando su producción. Se suministra lo que falta en forma separada o en conjunto. Otra forma es mediante estimulinas o antagonistas de la acción hormonal, lo que modifica la produc-ción y utilizaproduc-ción de las hormonas propias. Con esto se logran resultados efectivos, que tienen la particularidad de ser depen-dientes del tratamiento por un tiempo determinado, y desapa-rece su efecto al suspender el tratamiento y retomar el ovario su función alterada en ciclos sucesivos.

Finalmente, el último obstáculo que ha impedido la com-prensión de la f.o.p. ha sido la frenación hormonal, que se lo-gra fácilmente con el uso de anovulatorios que además tienen el beneficio de controlar la fertilidad. Por lo tanto, su uso ha sido indiscriminado, porque tiene la ventaja de controlar un desorden hormonal y regular la fertilidad. Lamentablemente,

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capítulo iii: falla ovárica parcial

provoca gran tranquilidad ya que esconde funciones ováricas anormales o f.o.p. durante su uso. Esta práctica ha ocultado la real falla de ese ovario, que ha sido violentado y se le ha impedi-do su expresión anormal. Frenación hormonal y compensación hormonal serán descritos en los capítulos siguientes.

Si tuviera que jerarquizar entre los tres caminos que ocul-tan el concepto de f.o.p.: síndrome pre-menstrual, compensa-ción hormonal y frenacompensa-ción ovárica o uso de anovulatorio, yo diría que el que más ha cegado una nueva visión para rescatar el protagonismo del ovario ha sido el síndrome premenstrual. Este ha trabado las investigaciones para avanzar en una bús-queda de esquemas alternativos que superen esta problemática tan frecuente.

Al no existir una causa clara en las múltiples hipótesis so-bre el origen del síndrome, se ha justificado su presencia en un grupo de mujeres «especiales», como un hecho real, por lo tanto normal.

Desde el punto de vista de las mujeres es tremendamen-te traumático ser clasificada como portadora de síndrome premenstrual, ya que al desconocer su causa no es sometida a un tratamiento específico, y sólo recibirá, dependiendo de la magnitud, paliativos psicológicos o medicamentos sintomáti-cos que, supuestamente, le ayudarán a soportar su condición de enferma.

Al diagnosticar y tratar f.o.p. a muchas mujeres que con-sultaban por síndrome premenstrual en distintos grados de in-tensidad, pude comprobar que desaparecían los trastornos sin-tomatológicos. Por lo tanto concluyo que este síndrome nos ha mantenido ciegos, paralizados e inmovilizados para buscar una respuesta curativa.

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Clasificación de síntomas

según edad

Las inquietudes de las pacientes en la consulta varían según la edad. De ahí que resulte interesante presentar una clasifica-ción al respecto:

1. Las niñas entre 8 y 10 años, cuyas madres las llevan por-que presentan secreciones de distinto aspecto, consistencia y olor, manchando la ropa interior. Traen normalmente dos o tres estudios de secreciones donde lo único que aparece son gérmenes de la flora habitual de la vagina. Luego de indagar, surge una clara historia de infección crónica y fre-cuente del tracto respiratorio. Generalmente ya tienen una inflamación pelviana que va ser causa de problemas en el desarrollo puberal y de una vida llena de trastornos para los cuales no tendrán explicación. La mayoría de estas ni-ñas son hijas de pacientes que yo he tratado, que están muy sensibles y alertas a los síntomas de f.o.p., y que por ese motivo no quieren que sus hijas pasen por lo mismo. 2. Aquellas muchachas en proceso puberal que ya tienen

de-sarrollo del vello púbico. Han iniciando el dede-sarrollo de sus mamas. El síntoma es el mismo del caso 1. A la madre le sorprende que pierda líquido vaginal con color y olor. 3. Luego viene la muchacha en plena pubertad, a la que

ade-más de la pérdida de líquido se le han agregado algunos trastornos propios de una producción hormonal alterada por la f.o.p. Tiene reglas irregulares o muy abundantes o muy dolorosas, con exceso o falta de desarrollo mamario, y presenta en forma inicial algunos trastornos de la f.o.p.

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capítulo iii: falla ovárica parcial

descritos anteriormente. Muchas han tenido consultas pre-vias y algunas se encuentran en tratamiento con frenación de la función de los ovarios, ya sea con anticonceptivos o con los nuevos preparados con ciproterona, derivado de la progesterona con fuertes efectos antiandrógenos, que ayuda a disminuir el exceso de vello por el cuerpo, a me-nudo cuadros de acne y/o seborrea. Al detener la función ovárica más la acción de la ciproterona como antiandróge-no, logran hacer desaparecer completamente la expresión anormal del ovario que ahora «deja de gritar para enmu-decer». Lo más dramático es que las personas piensan que con este tratamiento han logrado solucionar el problema. Algunas lo toman por años, pero en algún momento por diversos motivos lo suspenden. Al tiempo comprueban que la sintomatología, lejos de desaparecer, se vuelve más evi-dente, y, por lo tanto, más difícil de comprender. Entonces experimentan una sensación de impotencia frente a lo que pensaban superado, y lamentablemente comprueban que están bajo una sintomatología exacerbada. Sucedió que durante el proceso de frenación el cuadro de base tuvo tiempo de evolucionar para empeorar y terminar manifes-tándose con un daño mayor, por no haberse diagnosticado la enfermedad en el momento inicial. El privar a la mujer de la expresión de sus secreciones hormonales anómalas del ovario por ese tiempo impidió la real manifestación de los síntomas. Estos se esconden al ser frenados con el pre-parado. De igual manera los anticonceptivos son un statu

quo para todo el aparato genital y los órganos blancos,

que son responsables de los caracteres sexuales femeni-nos secundarios (voz aguda, glándulas mamarias, caderas

Referencias

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