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ELEMENTOS GENERALES PARA EL DESARROLLO DE LAS CAPACIDADES DE LECTURA Y ESCRITURA

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ELEMENTOS GENERALES PARA EL DESARROLLO DE LAS

CAPACIDADES DE LECTURA Y ESCRITURA

Elaborado por: Rafael Antonio Fonseca Corredor

Septiembre de 2011

“Es posible imaginar una cultura en la que los discursos circularan y fueran recibidos sin que la función-autor apareciera nunca. Todos los discursos, cualquiera que fuera su estatuto, su forma, su valor, y cualquiera que fuera el tratamiento al que se les somete, se desarrollarían en el anonimato de un murmullo. (…) No se escucharía sino el ruido de una indiferencia: «¿Qué importa quién habla?» ”

(Foucault, 1999: 350, 351)

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La lectura y la escritura constituyen parte fundamental de la civilización y la cultura letrada. En el campo educativo, por sólo mencionar quizá el de mayor relevancia, los procesos de aprendizaje de la lectura y la escritura adquieren un lugar preponderante. Se entiende y se asume como cargado de incuestionable validez el hecho de que todo estudiante debe adquirir las destrezas mínimas que le permitan desarrollar, ojala con cada vez mayor amplitud, la capacidad de interlocución y expresión que se logran a través de la lectura y la escritura.

Por supuesto, la práctica de la lectura y la escritura, en la llamada sociedad del conocimiento, se encuentra mediada por el uso cada vez más complejo de las nuevas tecnologías y de los medios audiovisuales. Sin embargo, podemos señalar, como afirmación transitoria, que las competencias de lectura y escritura, independientemente de los medios utilizados para su concreción y puesta en práctica, continúan siendo parte esencial para los procesos de acceso a la filosofía, la historia, la literatura, la política, entre otros ámbitos de la vida social contemporánea.

En este breve ensayo he querido plasmar lo que he considerado como elementos importantes en términos de poder construir un proyecto de aula en el que se encuentren inmersos los procesos de lectura y escritura, como parte esencial y condición fundamental para el acceso al conocimiento crítico de la compleja y vasta realidad. Para tal propósito, he buscado articular los procesos y la práctica de la lectura y la escritura con algunos aspectos concretos tales como la actividad vital, la ubicación espacio-temporal, la realización y/o sublimación del deseo, la actitud crítica y creativa, la transformación subjetiva, intersubjetiva y objetiva.

Rafael Antonio Fonseca Corredor, autor del presente artículo, es Profesional de Trabajo Social, Especialista

en Análisis de Políticas Públicas y Magíster en Educación de la Universidad Nacional de Colombia. Se desempeña como Profesional de Incorporación en el proyecto de lectura, escritura y oralidad que lidera la Secretaría de Educación Distrital, como Docente Universitario y como Investigador Social.

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La escritura y la lectura como actividades vitales.

Más generalmente la lectura, aunque con mayor fuerza la escritura, se configuran en actividades vitales para hombres y mujeres. En el caso más extremo, de acuerdo con las condiciones en las que el ser humano se obliga a vivir, la práctica de la lectura y la escritura permiten o prohíben el acceso a la cultura, al conocimiento y a la posibilidad misma de existir bajo parámetros determinados de dignidad y libertad.

La lectura y la escritura se constituyen en una expresión concreta de la experiencia de vida, del modo de existencia y de las circunstancias de ser, vitales para la especie humana. Cernuda, por ejemplo, dentro del campo de la expresión poética, considera bastante certeramente que “...el poeta... tiene fatalmente que referir a su propia persona las experiencias poéticas que con sus medios limitados percibe...” (Cernuda, 1935). Sin la experiencia personal, sin la concreción de la vida y del espacio vital, por ilimitados que puedan ser los medios de percepción de que dispone el poeta, sería simplemente impensable la producción de la poesía y, por extensión elemental, la producción discursiva, la lectura y la escritura.

La realidad vital se convierte en el insumo de la creación literaria, es su base sólida y material. Por ello resulta pertinente la afirmación del poeta cuando confiesa que “El instinto poético se despertó en mí gracias a la percepción más aguda de la realidad, experimentando, con un eco más hondo, la hermosura y la atracción del mundo circundante.” (Cernuda, 1935). El mundo circundante, la realidad sensorial, el pensamiento y la práctica vitales son los referentes materiales para el desarrollo de la literatura en general, y de los procesos de lectura y escritura en particular.

En la labor de la enseñanza, relacionada con las capacidades de lectura y escritura, no debería subvalorarse o menospreciarse y, mucho menos, descuidarse este aspecto que resulta esencial. ¿Qué más relevante para el proceso de aprendizaje, para la lectura y la escritura como parte del mismo, que el reconocimiento de la experiencia personal, como material de conocimiento sobre el que se hace posible leer y escribir?

Ubicación espacio-temporal.

El punto anterior se relaciona indefectiblemente con la necesidad que se le plantea al ser humano de ubicarse en un espacio y un tiempo concreto. La vida, así como la posibilidad de su interpretación y comprensión, se desarrollan en el contexto espacio-temporal de lo fáctico. De acuerdo con Heidegger, lo fáctico se constituye en “...algo que «es» articulándose por sí mismo sobre un carácter de ser, el cual es de ese modo. Si se toma el «vivir» por un modo de «ser», entonces «vivir fáctico» quiere decir: nuestro propio existir o estar-aquí en cuanto «aquí» en cualquier expresión abierta, por lo que toca al ser, de su carácter de ser.” (Heidegger, 1999). El «ser» en su «existencia», en su «vivir fáctico», en el desarrollo o estancamiento de sus cualidades y potencialidades, a través del tiempo y el espacio, no es más que la actividad vital en movimiento, en conflicto, en contradicción, en despliegue dialéctico, en transformación constante, en la dimensión espacio-temporal.

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En Tiempo y narración Ricœur argumenta, a este respecto, que “...el tiempo se hace tiempo humano en la medida en que se articula en un modo narrativo, y la narración alcanza su plena significación cuando se convierte en una condición de la existencia temporal.” (Ricœur, 1996: 117). El hilo conductor, agrega Ricœur, del análisis de la

mediación entre tiempo y narración, es la articulación de mímesis I, mímesis II y mímesis

III. Tres momentos metafóricos de imitación que configuran el tiempo en su relación con la narración.

En mímesis I, plantea Ricœur, “...imitar o representar la acción es, en primer lugar, comprender previamente en qué consiste el obrar humano: su semántica, su realidad simbólica, su temporalidad. Sobre esta pre-comprensión, común al poeta y a su lector, se levanta la construcción de la trama y, con ella, la mimética textual y literaria.” (Ricœur, 1996: 134). No resulta probable, según esta tesis, el desarrollo de la poesía y de la lectura, y, más generalmente, de la narración oral y escrita, sin comprender de antemano (pre-comprender) en qué consiste el obrar humano. La pre-comprensión de la vida, de la forma específica en que se da su despliegue en el tiempo y en el espacio, es requisito sustantivo para el ejercicio de la lectura y la escritura. El poeta, el escritor, el filósofo, el historiador, etc., necesitan ubicarse en un tiempo y un espacio determinado.

Mímesis II se ubica en un espacio intermedio entre mímesis I y mimesis III. Afirma Ricœur que “Al situar mímesis II entre una fase anterior y otra posterior de la mímesis... quiero comprender mejor su función de mediación entre el «antes» y el «después» de la configuración. Mímesis II ocupa una posición intermedia sólo porque tiene una función de mediación.” (Ricœur, 1996: 135). Y para comprender esa función de mediación el texto nos impulsa a mímesis III.

En efecto, de acuerdo con Ricœur, mímesis III “... marca la intersección del mundo del texto y del mundo del oyente o del lector: intersección, pues, del mundo configurado por el poema y del mundo en el que la acción efectiva se despliega y despliega su temporalidad específica.” (Ricœur, 1996: 144). Es la síntesis del proceso: la prefiguración del espacio-tiempo, su figuración en la escritura y la lectura, y la posfiguración como resultado, por supuesto transitorio, de la creación y producción literaria.

En consecuencia, vale la pena señalar, las capacidades de lectura y escritura, aplicando la metáfora de Ricœur, adquieren un potencial mucho más expansivo e intensivo cuando las relacionamos con la necesidad que tiene el ser de ubicarse en un tiempo y en un espacio determinados, que se encuentran sometidos, naturalmente, al desarrollo constante y a la transformación dialéctica permanente.

Realización y/o sublimación del deseo.

La prohibición, la negación de la felicidad, la represión de las pulsiones del ser humano, el inconsciente, representan una serie poderosa de estímulos que compulsan el ejercicio de la escritura y de la lectura. El deseo y la prohibición del deseo son condiciones para el despliegue de la potencia movilizadora de las ideas y de la cultura en general. Ya Freud había planteado la relación que se configuraba entre el deseo y la sublimación del

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deseo con las expresiones culturales y científicas de los seres humanos. Había evidenciado, por esto mismo, que tanto las pulsiones eróticas como las pulsiones agresivas se presentaban como principios básicos para el desarrollo de la cultura y la civilización.

De nuevo el poeta nos refiere, con sus propias palabras, puntos aclaratorios sobre este problema, cuando señala que “... la esencia del problema poético, (...) la constituye el conflicto entre realidad y deseo, entre apariencia y verdad...” (Cernuda, 1935). Y este problema entre el deseo que buscamos satisfacer y la realidad que nos lo impide tozudamente, puede y es resuelto parcialmente a través de la escritura y la lectura, en un ejercicio autónomo, individual y personal. Por ello Cernuda explica que “... generalmente el poeta no puede suponer que le escucha un público. El poeta habla a solas, o con alguien que apenas existe en la realidad exterior.” (Cernuda, 1935). Es una actividad solitaria aquella de la sublimación y de la satisfacción parcial de las pulsiones que nos determinan tajantemente.

Es, como plantea Cernuda, una exigencia que alcanza, al menos generalmente, dimensiones colosales, una experiencia realmente dolorosa, incluso agónica, cargada hasta la saturación con la presencia del deseo, frente al cual la alternativa del ser radica en el “... reconocimiento tácito de su imposible satisfacción.” (Cernuda, 1935).

Actitud crítica y despliegue de la capacidad creativa.

Otro aspecto importante, en el contexto de los procesos de aprendizaje de la práctica de la lectura y la escritura, tiene que ver con el ejercicio de la crítica y la creación. La negación de la realidad, la contraposición del ideal y de la utopía frente al mundo material que nos determina, la deconstrucción y reconstrucción de la vida hacen parte también de los impulsos que se generan con el desarrollo de las capacidades de la escritura y la lectura.

Conviene escuchar a Cernuda cuando dice que “... ciertamente el poeta es casi siempre un revolucionario, yo por lo menos así lo creo; un revolucionario que como los otros hombres carece de libertad, pero que a diferencia de éstos no puede aceptar esa privación y choca innumerables veces contra los muros de su prisión. La mayoría de las gentes produce hoy la impresión de cuerpos amputados, de troncos podados cruelmente.” (Cernuda, 1935). Sin revolución, sin crítica, sin subversión no es posible la libertad, no es posible derribar los muros de la prisión. De aquí, en parte, se desprende el carácter peligroso que Foucault le atribuye al discurso.

En efecto, afirma Foucault, “... yo supongo que en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad.” (Foucault, 1987: 11). Por esto, siguiendo a Foucault, podemos observar en la sociedad diferentes procedimientos de exclusión, entre los que encontramos la confrontación entre la palabra prohibida vs. la palabra permitida, la separación entre la locura vs. la razón, y la oposición entre la voluntad de verdad vs. la mentira y falsedad.

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En este contexto resulta vital el despliegue de la actitud crítica y creativa. Para Foucault “Todo sistema de educación es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que implican.” (Foucault, 1987: 37). Estos saberes y estos poderes allí implicados son, precisamente, el objeto de la crítica y de la negación. La escritura y la lectura se encuentran avocadas a “... poner en duda nuestra voluntad de verdad; restituir al discurso su carácter de acontecimiento; levantar finalmente la soberanía del significante.” (Foucault, 1987: 43). El discurso no es neutro, imparcial, objetivo; por el contrario, se encuentra cargado de intencionalidad, parcialidad, subjetividad, deseo, temor, angustia, etc. El reto, en parte, consiste en restituir el carácter vital, existencial, concreto de la escritura y de la lectura, como acción evidentemente política, histórica y social.

Transformación subjetiva, intersubjetiva y objetiva.

El último elemento que considero fundamental y que no parece pertinente soslayar, consiste en el potencial que tienen la lectura y la escritura para llevar a cabo procesos de transformación de la subjetividad, la intersubjetividad y la objetividad. La realidad y la verdad no son condiciones eternas e inmutables. Se encuentran, por el contrario, sometidas al proceso dialéctico del devenir y del perecer. Todo lo que existe merece perecer, manifestaba Engels en varios de sus trabajos. Las palabras, dice Cernuda, “están vivas, y por lo tanto traicionan; lo que expresan hoy como verdadero y puro, mañana es falso y está muerto.” (Cernuda, 1935).

Los procesos de transformación de la subjetividad y de la intersubjetividad, a través del ejercicio de la lectura y de la escritura, representan un elemento potencial que hace parte de la dinámica compleja en que se desarrolla la sociedad contemporánea. El mundo circundante, la objetividad, lo fáctico, se encuentran de igual manera incursos en estos procesos de permanente confrontación y cambio. El ser humano es ser, precisamente, en virtud de su conciencia e inconciencia, en una palabra, de su subjetividad; su mundo interior, complejo y dinámico, es parte consubstancial del mundo exterior, igualmente complejo y dinámico; pero ambos, lo subjetivo y lo objetivo, el adentro y el afuera, se reconstruyen permanentemente, y la lectura así como la escritura juegan en este escenario un papel definitivamente preponderante.

Referencias bibliográficas:

CERNUDA, Luis. (1935). Palabras antes de una lectura. Edición digital.

FOUCAULT, Michel. (1987). El orden del discurso. Barcelona, España: Tusquets Editores. FOUCAULT, Michel. (1999). “Qué es un autor”, contenido en: Entre Filosofía y

Literatura. Obras esenciales, Volumen I, Barcelona, Buenos Aires, México,

Editorial PAIDÓS.

HEIDEGGER, Martin. (1999). “Vías de interpretación del existir en su ocasionalidad”, contenido en: Hermenéutica de la facticidad. Madrid, editorial Alianza.

Referencias

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