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LA MÚSICA EN KIERKEGAARD: EL ARTE DE LA SEDUCCIÓN Y DEL ENMASCARAMIENTO

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LA MÚSICA EN KIERKEGAARD:

EL ARTE DE LA SEDUCCIÓN Y DEL ENMASCARAMIENTO

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Bogotá, febrero 4 de 2009

Profesor

ALFONSO PLÓREZ Decano Académico Facultad de Filosofía

Pontificia Universidad Javenana

Esúmado profesor Fl6rez,

Reciba un cordial saludo. Tengo el placer de presentar el trabajo de grado La mísia: en Kierk"íJu",¿

E 1 arre de

la

S«bta:iLn Y del emuscamniento, realizado por la estudiante de la Carrera de Filosofía Angélica María Eljaiek Rodriguez, para optar al tÍtulo de Fil6sofa.

En este trabajo Angélica Maria examina con cuidado y delicadez los textos de Kierkegaard que

abordan de manera expresa su consideración sobre la música, pamculannenre el Don Giovanru

de Mazan. En su examen ella intenta mostrar los movimientos propios de

la

seducción, en

la

medida en que la esencia de la música es precisamente

la

seducciónj para ello se detiene a

observar a su personaje fundamental Don Giovanni. Este examen lo realiza teniendo también

presente como contraste la fuerza propia del caballero de la fe, Abraham

Una vez rev~ado el texto final de este trabajo considero que cumple a cabalidad con las exigencias metodol6gicas y de presentaci6n exigidas por la Facultad. Por ello, solicito que se dé inicio a los tr.ÍrnÍtes correspondientes para su evaluación y posterior sustentación pública.

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Pontificia

Universidad

JAVERIANA

'¡¡¡;(jQi¡~

- - -

Bogotá

-CALIFICACIÓN DEL TRABAJO DE GRADO

PROGRJU~A: _ _ __ ~CA~R=R=E~M~D~E~F~I=L~OS~O~F~U~ _ _ _ __ _ _

TÍTULO DEL TRABAJO: "LA MIlSlCA EN KIERKEGAARD. EL ARTE

DE LA SEDUCCION y EL ENMASCARAMIENTO"

ESTUDIANTE: ANGELICA MARíA ELJAIEK RODRíGUEZ

NOTA DEFINITIVA (Promedio de los examinadores) 5. O (Cinco, cero)

FECHA: 6 de marzo de 2009

Facultad de Filosofía

era. 5" N" 39-00 Edif. Mamlcl Briceiio. SJ. Piso 6" PBX: (57-1)320 83 20 Ex!.: 5800. Fax: (57-1) 338 45 32 -(57-1)320 83 20 EXl,: 58311. Bogotú, D.C., Colombia

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Contenido

Introducción 7

1- Un alma atormentada por la música 10 1.1 La partitura que canta una vida: una aproximación a Mozart 10

1.2 Il Dissoluto punito é nato 12

1.3 La música como disciplina de disolución 27

1.4 Don Giovanni: la nostalgia del caos encarnada 33

2- La seducción de una pasión o Kierkegaard se entrega a Don Giovanni 38      2.1 El seductor y el péndulo. La vida en la inmediatez 54 2.2 El susurro de las olas o la irrupción del Tifón 59

2.3 La bitácora de un seductor 63

2.4 El canto del coleccionista 66

2.5 La entrada a la cueva de Trofón 70

2.6 La carcajada romántica 82

3- El amor y el desvanecimiento de las máscaras 95 Bibliografía 116          

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A mi padre Ahora que no te puedo ver mi pasión es encontrarte, por eso,

sólo puedo aspirar a escucharte. Nueva presencia, nueva forma en la que me habitas. Escuchando espero tu revelación                                  

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Agradecimientos

Hace poco más de dos años que fue posible mi encuentro con Kierkegaard. Este encuentro estuvo marcado desde un comienzo por la pasión y asombro ante no sólo un contenido filosófico sino, sobre todo, ante una forma de vida sustentada en la filosofía; en un quehacer que más allá de ser un proceso académico, resultó ser la confesión de una vida entregada a la escritura. Ahora me es posible la culminación de un camino marcado por una pasión que me fue transmitida y por la que también fui afectada y esto es posible gracias a la guía de un maestro. Fernando Cardona no sólo supo cómo conducir el proceso de escritura y de pensamiento, sino también, la afección que determinó cada momento del camino. A él toda mi admiración y respeto.

Quiero hacer presente de manera muy especial a mi madre y a mi hermano, apoyos incondicionales durante toda mi vida y mi formación. A ellos debo lo que soy. Han sido presencias y referencias primeras en el proceso de construcción de mis sueños, soy en gran parte, producto de una vida que me permitieron vivir entre libros, música y libertad.

A mis amigos, Julián, Laura, Pedro y Carolina, compañeros indiscutibles junto a los que tuve el honor de compartir ésta, una de las grandes pasiones de mi vida. Quiero además, traer a la presencia a Ana Lucía que a pesar de su prematura partida, sé que determinó en muchos sentidos nuestro encuentro y nuestro camino. Sé que sus pasos siempre estuvieron muy cerca de los míos.

Y, Sergio, porque nuestro encuentro ha estado determinado por el lenguaje de la música. Porque tomada de su mano me he permitido sentir y comprender de una forma hermosa y diferente no sólo la música sino lo que ella es capaz de expresar. Gracias porque contigo mi vida es una melodía demasiado pura.

       

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Introducción

Nuestro encuentro no incidental con la obra de Kierkegaard, y con ella, con la pasión desbordante que la constituye a través de una escritura fluida y bellísima, determinó no sólo la idea que guía el desarrollo de este trabajo de grado, sino también la pasión que éste contiene en sí mismo. Seguir los pasos de Kierkegaard a través de una incursión por el lenguaje de la música, nos conduce no sólo por las diferencias con el lenguaje de las palabras, aquel que rige el discurso, sino también, y es este el punto de partida de nuestro trabajo, por la reflexión en torno a la genialidad sensual, esto es, el poder de la seducción y su dinámica apropiadamente expresadas sólo por la música y por sus condiciones únicas. Precisamente es esto lo que pretendemos rastrear aquí, a saber, la configuración de una vida inmediata como la de Don Giovanni, personaje que encarna la genialidad sensual, en la música y por ella únicamente. De esta manera, no sólo queremos hacer explícitas las condiciones de una vida puramente estética, sino también señalar su límite y consumación en la tragedia de su propia desaparición. En los desvanecimientos propios de la música, y en la complicidad que ella misma ofrece en la vinculación del oyente y la obra, nos sumergiremos en el remolino que constituye su centro de manera que nos conduzca hasta el poder mismo de lo carnal, hasta que por fin podamos encontrarnos frente a frente con la más poderosa alucinación sonora, con Don Giovanni.

En un primer momento abordaremos las características propias del lenguaje musical, nos adentraremos en el escenario sonoro del drama de Don Giovanni y revelaremos una primera construcción de lo que podría ser el personaje a la luz de este lenguaje particular. La música, sus condiciones y características constituyen el cuerpo del primer capítulo de manera que haga posible la comprensión no sólo del drama en el que nos introduce Mozart, sino también de la forma en que la estructura musical en sí misma esconde la forma de existencia de una presencia tan poderosa como la de Don Giovanni. En el segundo capítulo nos concentraremos en el encuentro de Kierkegaard con Mozart, en la manera en que a través de éste Kierkegaard aborda la música como lenguaje privilegiado para expresar completamente el poder de la seducción. Nos aproximaremos a la pasión que despertaron las notas del Don Giovanni en el alma aturdida y de poeta que se atribuye Kierkegaard;

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Allí donde no llegan los rayos del sol, llegan en cambio las notas. Mi habitación es sombría y lóbrega, un alto muro mantiene la luz del día casi alejada. Debe de ser del patio vecino, probablemente un músico ambulante. ¿De qué instrumento se trata? ¿De una zampoña?... ¿Qué estoy oyendo? – El minueto de Don Juan. Bien, pues ¡vamos! Llevadme una vez más con vosotras, fecundas e intensas notas, al corro de las jovencitas, al placer de la danza. – El boticario repica su mortero, la joven refriega su puchero, el mozo de caballos almohaza su alazán y sacude la almohaza sobre los adoquines; Sólo para mí suenan esas notas, sólo a mí me hacen señas. ¡Oh! ¡Gracias, quienquiera que seas, gracias! Mi alma es tan fecunda, tan saludable y está tan ebria de alegría (Diapsálmata, 50).

Teniendo como guía este encuentro no fortuito, trabajaremos así lo que constituye propiamente una existencia estética, una vida forjada en la inmediatez, de tal manera que avancemos a la configuración del personaje de Don Giovanni como tal y podamos confrontarlo con otras concepciones, otras formas en las que ha sido abordado.

El completo análisis de un tipo de existencia como la del seductor nos conduce por un camino que se diversifica y que nos abre a diversas posibilidades de comprensión, de manera que se hace necesario abordar no sólo las diferentes maneras en las que se ha comprendido al seductor en tanto Don Juan, sino también al seductor en tanto irónico. El juego de la seducción modifica su dinámica hacia la observación, hacia el encuentro con el vacío de la mirada dirigida a un fantasma, a una existencia escurridiza, a Sócrates como seductor en tanto ironista. El encuentro con la nada, con el vacío y de nuevo con las máscaras, pero esta vez de un Sócrates concebido a la manera de Aristófanes, nos presentan a un seductor sin método, a una existencia a mitad de camino que se va consumiendo a sí misma entre juegos y sonrisas que se escabullen en continuos cuestionamientos. Esta existencia como punto de inflexión en la historia se narra en la medida en que se desintegra sirviéndose como banquete para sí misma.

Ahora, adentrarnos en la ironía, en sus movimientos y en la posibilidad como categoría que la constituye esencialmente, nos conduce a su vez a su nueva aparición en la modernidad y en su posterior concepción entre los románticos. Pretendemos con esto presentar la forma en que la ironía se desarrolla propiamente en el estadio estético, bajo las condiciones que éste tiene y bajo la dinámica que determina una existencia de este tipo, surgida y consumada en la nada.

Abordar el límite de la existencia estética nos conduce necesariamente a la presentación y configuración del personaje que desborda este tipo de vida, a saber, Abraham. Esto permitirá entonces el paso no sólo de la seducción al amor, sino también de la música al

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silencio; la superación de las máscaras y de la ficción en un salto hacia el absurdo y hacia la fe en nombre de un amor que tiene su origen celado en Dios. El tercer y último capítulo se concentrará entonces en hacer manifiesto no sólo el límite, sino también el paso que supone el reconocimiento del abismo frente al que nos pone la vida estética. El desvanecimiento de las máscaras en el silencio y en la simplicidad y pureza de la existencia de Abraham ponen en contraposición al amor y la seducción. Pretendemos con ello poner en escena las existencias más opuestas y poderosas, contraponer la música y el silencio, la pureza de un rostro expuesto y la excentricidad de la máscara. Comencemos entonces y permitámonos presenciar las más increíbles acrobacias de lo sublime en la explosión musical de la mascarada de Don Giovanni, para al final simplemente callar ante la mirada de Abraham.

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Capítulo 1

Un alma atormentada por la música

1.1 La partitura que canta una vida: una aproximación a Mozart

¿Acaso he perdido la razón? ¿Será mi oído que, por amor a la música de Mozart, ha desistido de oír? ¿Quizás los dioses me recompensan ofreciéndome a mí, desdichado, apostado cual Mendigo a la puerta del templo, un oído que recita lo que oye?

Kierkegaard Acercarnos a Mozart y a su música no puede ser sino a través del abandono al flujo de las palabras, para lograr quizá extenderse mucho más allá de la simple reproducción de contenidos conceptuales y, poder de esta manera, escuchar a través de la escritura la exuberante ebriedad de sus sonidos y su cambiante significado, comprendiendo no sólo el poder de exaltación de la música de Mozart, sino también indicando que sólo se le puede escuchar y abordar a través del potente contenido sugestivo de su obra. Los sonidos, los silencios y su constante sucesión significante, crean el entorno sonoro y único de su música pues expresan el poder de Mozart como creador inmerso en el mundo que configuró su propia vida. No aspiramos con esto a construir una imagen de la persona de Mozart, ni mucho menos de reconstruir listas interminables de datos biográficos, intentando contener en ellos lo que fue y representó, más bien, se trata de un intento por permitir la aparición de la música y del retrato de Mozart contenido en ella y por ella.  

No obstante, la búsqueda principal que nos proponemos realizar es la de Don Giovanni, es decir, la de la pura potencia musical traída a la existencia por la mano de Mozart. Esto sólo será posible creando un entorno musical apropiado, que permita la vibración sonora del personaje que es en sí mismo la vinculación y explosión constante de pulsiones y movimientos eróticos. El acercamiento será en principio enteramente musical, de manera tal que nos aproximemos de la forma más adecuada a esta existencia particular y potente y, sobre todo, para que podamos con ello adentrarnos en dicha existencia a través de la escucha y de la comprensión de ese espacio extraño, enteramente sonoro al que nos exponemos.

Escuchar a Mozart implica adoptar un nuevo lenguaje diferente al de las palabras o, incluso, diferente a un tipo de pensamiento por imágenes; estos lenguajes, el de las palabras y el de las imágenes, se caracterizan por informar contenidos, conceptos, argumentos, etc. Además, este tipo de procesos mentales está de alguna forma

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determinado por una acción que tiene un tipo de efecto inmediato, ya sea en el plasmado de una imagen sobre un lienzo o en la escritura sobre un papel en blanco. Por el contrario, el pensamiento musical, además de ser un modo de lenguaje completamente diverso a los mencionados anteriormente y, que por lo tanto, requiere de códigos y competencias particulares, está caracterizado por la proyección de su pensamiento hacia una acción futura, que no tiene un efecto inmediato y que es diferente a las notas musicales escritas en el papel; esto es: pensar en notas musicales implica anticipar con el pensamiento su efecto en la ejecución:

Al contrario del pensamiento por palabras, imperfecto en cuanto reconoce dolorosamente sus propios límites en los del lenguaje (“de aquello sobre lo que cual no se puede hablar hay que callar” Wittgenstein), el pensamiento por música utiliza únicamente su material propio, sin recurrir a conceptos de categorías propias de otras disciplinas, sino únicamente a su patrimonio de notas, que se extiende y enriquece casi hasta el infinito mediante la combinación de timbres. Es un modo de pensamiento capaz de expresarse con extrema precisión, marcadamente diferenciado. (Hildesheimer, 2005, 50)

El efecto de la música del que aquí se está hablando se refiere a una experiencia real, es decir, a los efectos o influencias que puede tener sobre el oyente y, por lo tanto, a los diversos usos y aplicaciones que se le puedan adjudicar. En el caso de Mozart podemos decir, siguiendo en este punto a Hildesheimer, que “su música, es la predilecta de los moribundos, utilizada como consuelo y como ayuda durante el parto. En este caso, la aureola de música y el efecto que ella produce superan con mucho la función de lo que espera el “amante de la música”, lo que se replantea como experiencia profunda de ella y es su experiencia real”. (Hildesheimer, 2005, 51).

Podría decirse entonces que la música está no solo determinada por el manejo de un tipo de lenguaje, muy diferente y particular con respecto al lenguaje discursivo o al expresado a través de imágenes, sino también porque su contenido no es deducible a través de un trabajo conceptual o puramente racional. Es importante tener también presente que no es a través de las palabras que la música puede ser manifestada. Queremos aquí hacer un énfasis especial en este último aspecto: la manifestación en este caso sería propiamente traer a la existencia, a la presencia, ya sean panoramas musicales o personajes para los cuales la música y nada más que ella permite su intuición.

Acercarnos a Mozart, o por lo menos iniciar un camino que nos aproxime a su particularidad, nunca podrá estar escindido de un trabajo conjunto con lo que la música

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constituyó en su vida, más aún, es imposible desligar una biografía del genio austriaco de una biografía de su música como tal:

La diferenciación entre hombre y música, toda separación entre el genio como emblema y el artífice de la propia obra, da como resultado una comprensible perplejidad y es, sin embargo, algo apartado de la realidad y se contrapone en sentido anti didáctico a cualquier intento de análisis cuando adelanta la insinuación de que un aspecto nos sea más comprensible que el otro.(..) cada manifestación no musical del músico genial debe situarse en el campo de la estética o rozar los límites de la ética. (Hildesheimer, 2005, 66,67).

Así la presencia de la música resulta ser propiamente la presencia de Mozart y veremos cómo a través de la evocación y, propiamente de la potencia y el despliegue musical, se hará también presente Don Giovanni con todo su poder y contundencia. Por esta razón, nos detendremos ahora a examinar la ópera “Il dissoluto punito o sia Il Don Giovanni”, teniendo siempre en la mira su configuración musical.

1.2 Il Dissoluto punito é nato

La famosa Ópera de Mozart; Il dissoluto punito, osia il Don Giovanni, escrita por Lorenzo Da ponte en el año de 1787, es reconocida como una de las mejores versiones realizadas sobre la leyenda de este seductor y libertino. Mozart, a través de la música como potenciador de este poder de la sensualidad y de la carne, logra con su obra poner en escena al mítico Don Giovanni, junto con su drama y su fuerza que terminan por arrastrarlo a la oscuridad del infierno, en presencia de todos aquellos que alguna vez lo amaron y odiaron con igual vehemencia1. En un primer momento, se hace necesario detenernos en la trama interna de la opera, para después poder examinar con detalle el sentido del drama del seductor.

Ubiquémonos entonces, en el siglo diecisiete, en una escena nocturna que se desarrolla en el palacio del Comendador de Sevilla; don Giovanni y Donna Anna discuten mientras salen del palacio. Don Giovanni se refugia en la noche, en su oscuridad y cubre su rostro con una máscara. Donna Anna, que ha sido seducida por el enmascarado, reclama saber su identidad amenazando con darle muerte, si él no accede a responder a su exigencia. Don Giovanni ríe ante tal petición y asegura que su identidad nunca conocerá. La discusión es acalorada; se escuchan los gritos y las       

1

  La ópera que está construida en dos actos, el primero presentado en cuatro escenas y el segundo en cinco, narra la historia del seductor de miles de mujeres que se entregaron a sus falsas promesas de amor, que fueron arrastradas por un remolino. 

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amenazas. El Comendador, padre de Donna Anna, hace su aparición, y armado reta a Don Giovanni a batirse en duelo con él, de manera que los dos hombres protagonizan una encarnizada lucha que termina con la muerte del Comendador y la huída inmediata de Don Giovanni, acompañado por su sirviente Leporello. Donna Anna y Don Otavvio, prometido de Donna Anna, salen apresuradamente del palacio, encontrando el cadáver del Comendador tendido en el suelo.

En la segunda escena, tras la muerte del Comendador, Don Giovanni y su sirviente Leporello retoman la calma y caminan mientras discuten sobre las innumerables amantes de Don Giovanni, que han sido ordenadas cuidadosamente en una lista por el sirviente. Durante su camino, y con la intención de que sea añadida a dicho inventario, Don Giovanni se refiere a una mujer que asegura está perdidamente enamorada de él, y que ella espera ansiosa su reencuentro, que se llevará a acabo esa misma noche. Tras una extensa caminata, el amo y su sirviente se esconden en la oscuridad, mientras escuchan los lamentos y sollozos de Donna Elvira, que maldice al hombre que la ha seducido y posteriormente abandonado, destruyendo de esta manera su fe y su corazón. Ella clama desconsolada:

DONNA ELVIRA: Ah! ¿Quién podrá alguna vez decirme dónde está el hombre cruel? ¿Que para mi desgracia amara, que me quitó la fe? ¿Que me quitó la fe? 2

Don Giovanni se acerca a la desconsolada mujer; sin embargo, ésta, al reconocerlo, estalla en lamentos y reclamos. Donna Elvira se refiere al seductor como un nido de engaños, que tras haberla seducido a través de juramentos y de haberla declarado su esposa, la abandona y desaparece dejándola a merced del dolor y del llanto. Don Giovanni intenta justificarse asegurando haber tenido razones de sobra para su repentina partida, e incluso envuelve a su sirviente para que sea él el que dé los detalles de sus supuestas razones. No obstante, todo esto no es más que otro de los numerosos y acostumbrados artilugios del galán para poder escaparse en la confusión del momento. Leporello le explica a Donna Elvira que ella no es la primera ni será la última mujer que hará parte de la vida de su amo, y para hacer más clara esta condición se lo explica de esta manera:

       2

 DONNA ELVIRA: Ah! Chi mi dice mai, quel barbaro dov´è? Che per mio scorno amai, che mi mancò di fè? Che mi mancò di fè? (....). LORENZO Da Ponte, music by Wolfgang Amadeus Mozart, Opera in two acts, Don Giovanni or the libertine´s punishment, Acto 1, Escena 1. La traducción es mía.

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LEPORELLO: ¡Eh, consuélate! Tú no eres, no has sido y no serás, la primera ni la última; mira, éste no es un pequeño libro, está todo lleno de los nombres de las bellas; todas las casas, todas las villas, todos los pueblos, es el testimonio impreso de sus mujeres.

Madamina: éste es el catalogo de las bellas que amó mi señor. Un catálogo que he hecho yo. ¡Míralo, léelo conmigo, míralo, léelo conmigo! En Italia son ciento cuarenta; en Alemania doscientos treinta y una; cien en Francia, en Turquía noventa y una; pero en España son ya ¡mil tres! ¡Mil tres! ¡Mil tres!3

Donna Elvira, ante la terrible verdad del amor de Don Giovanni, huye desconsolada y llena de odio por la traición y el engaño del que fue víctima; ella, herida como las miles de mujeres que han hecho parte de las noches del seductor, sólo puede hacer parte de una interminable lista que continuará creciendo con el paso del tiempo.

En la escena tres, en las cercanías del castillo de Don Giovanni, se lleva a cabo la boda entre Zerlina y Masetto, dos enamorados que celebran su unión junto con varios invitados que cantan y bailan al rededor de los recién casados. Don Giovanni y Leporello, que tras su huida de los reclamos y exigencias de Donna Elvira se disponen a regresar al castillo, se encuentran ahora con esta celebración, en la que le llama particularmente la atención a Don Giovanni la belleza y juventud de sus mujeres, en especial, la de Zerlina. Sin dudarlo, Don Giovanni se aproxima a la pareja con grandes exclamaciones de alegría y regocijo ante su unión y felicidad. Los recién casados se presentan y Don Giovanni los llena de halagos y con la excusa de querer protegerlos los invita a continuar de fiesta en su castillo, junto con todos sus invitados. El anfitrión se interesa con mayor vehemencia en la diversión y comodidad de Masetto, ofreciéndole múltiples bocadillos deliciosos; le ordena a Leporello que lo guíe en su estadía por el castillo en búsqueda de su comodidad y diversión. Masetto intenta excusarse de tan amable invitación, pues le explica a Don Giovanni que él sin su amada Zerlina no puede ir. Su generoso amigo, como se ha hecho llamar Don Giovanni, lo tranquiliza y se refiere a sí mismo como un caballero en compañía de quien su joven esposa estaría sana y salva. Por esta razón, Zerlina confía en el hospitalario caballero y convence a su

      

3 LEPORELLO: Eh, consolatevi! Non siete voi, non foste, e non sarete nè la prima, nè l´ultima; guardate,

questo non picciol libro è tutto pieno dei nomi di sue belle; ogni villa, ogni borgo, ogni paese, è testimon di sue donnesche imprese.

Madamina: il catalogo è questo delle belle che amò il padron mio; un catalogo egli è, che ho fatto io; osservate, leggete con me! Osservate, leggete con me! In Italia sei cento e quaranta; in Almagna due cento e trent´una, cento in Francia, in Turchia novant`una; ma in Ispagna son già mille e tre! Mille e tre! Mille e tre!.

V`han fra queste contadine, cameriere, cittadine, v`han contesse, baronnesse, marchesane, principesse, e v`han donne d`ogni etá, d`ogni forma, d`ogni grado. Acto 1, Escena 1. 

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esposo para que se divierta en la celebración con la promesa de que ellos irían a su encuentro más tarde.

Así, una vez Leporello se ha llevado a Masetto, Don Giovanni no espera un segundo para comenzar la seducción de Zerlina, mostrándole que por fin están solos y que él siempre consigue de cualquier manera aquello que desea. Zerlina no comprende e intenta explicarle a Don Giovanni que ese hombre es su esposo al que ella le dio con amor su palabra de unirse a él. Es de suponer que para Don Giovanni la palabra nunca es un impedimento, ni mucho menos una condición a la que debe seguir el cumplimiento a cabalidad de lo que fue prometido. Por esta razón, le dice a Zerlina que ella no debe cumplir nada en absoluto, pues está destinada a ser algo más que una simple campesina dada su belleza comparable a la de la más bella flor. Pero, Zerlina duda, debido a que realmente considera a su esposo como un caballero de corazón noble y sincero. Sin embargo, Don Giovanni insiste asegurando que, para aquellos que pertenecen a la aristocracia, es muy sencillo parecer honestos, siendo toda su virtud tan sólo una máscara. Acto seguido, le propone matrimonio y la va conduciendo a una pequeña cabaña que también le pertenece para que puedan estar solos. Zerlina continúa dudando, y recuerda en el fondo de su corazón a Masetto; no obstante, Don Giovanni con suaves palabras la va seduciendo y ella siente que ya no puede resistirse más. Cuando Zerlina por fin se decide y camina con Don Giovanni hacia la cabaña, son alcanzados por Donna Elvira que estaba todavía por los alrededores intentado calmar su desasosiego. Cuando los ve corre hacia ellos para salvar, según ella misma dice, a Zerlina de ser engañada por Don Giovanni; por esto, exclama:

DONNA ELVIRA: ¡Detente villano! El cielo me obliga a mostrar tus mentiras. Estoy a tiempo de salvar a esta miserable de tus engaños.4

Por un instante Don Giovanni se queda sin palabras, en su mente tan sólo es clara la petición por ayuda que le eleva a Cupido. Cuando decide hablar se refiere a Donna Elvira con el fin de explicarle que lo único que pretende es simplemente su diversión. La mujer cada vez más indignada le habla a Don Giovanni con desprecio y dolor de lo mucho que conoce sus artimañas ágilmente empleadas por él para tal fin egoísta y cruel.

       4

 DONNA ELVIRA: Fermati, scelerato! Il ciel mi fece udir le perfidie; io sono a tempo di salvar questa misera innocente dal tuo barbaro artiglio!.Escena 3, acto 1.

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Zerlina, atónita, le pregunta a Don Giovanni si las duras palabras emitidas por esta mujer desconocida son ciertas. El seductor responde que él como hombre de corazón grande y desinteresado intentó entregarse a Donna Elvira, cuando se percató del inmenso amor que ésta profesaba por él, y que por piedad a ella pretendió amarla. Donna Elvira mira entonces a Zerlina y desesperada le pide que no le permita hablar más al hombre del que tan sólo brotan engaños y que aprenda de su sufrimiento, aquel que la hace temblar con la idea de que otra más pueda padecer igual dolor.

Don Giovanni se lamenta de lo que él dice es una mala jugada del demonio por interponerse en todos sus intentos en su interminable búsqueda de placer y satisfacción. Al parecer el demonio vuelve a lanzar los dados debido a que, para mayor sorpresa y empeorando la situación, hacen su aparición Don Ottavio y Donna Anna.

Don Ottavio se aproxima decididamente a Don Giovanni con duras palabras en las que desvirtúa sus quejas y lamentos y a través de las cuales quiere hablarle de venganza al ver a la desesperada mujer profiriendo grandes gritos. Donna Anna quien dice alegrarse con el encuentro le pregunta a Don Giovanni con mesura si tiene corazón o un alma generosa. Don Giovanni vuelve a atribuir su desgracia al demonio porque, según piensa, él debió haberle contado algo. Intentando parecer indignado, Don Giovanni dice sorprenderse de la pregunta e indaga sobre el motivo de ésta. Todavía con calma, pero sin ocultar su llanto, Donna Anna le dice necesitar de su amistad, frase que desestabiliza a Don Giovanni, dejándolo sin respiración, lo que lo hace preguntar de nuevo, pero siempre manteniendo su máscara de caballero, dispuesto a sacrificarlo todo por los allí presentes y a través de la cual modela su rostro con gesto de preocupación por lo que haya podido dañar a Donna Anna. Donna Elvira de pronto estalla en llanto y llamándolo monstruo se dirige a Donna Anna, suplicándole que no crea en ese hombre cruel que ya la ha traicionado, y que, está segura, busca lo mismo de nuevo pero ahora con ella. Ante estas palabras cargadas de dolor y dignidad, Donna Anna y Don Ottavio dicen sentir piedad. Aterrorizado, Don Giovanni intenta alejar a Donna Elvira y la toma de la mano llevándola con él mientras asegura que está loca y que se la deje con él mientras logra calmarse. Donna Elvira clama porque se le crea a ella y Don Giovanni insiste en que ella está irremediablemente loca. Donna Anna y Don Ottavio dudan y se sienten más cercanos a los lamentos de Donna Elvira y aseguran que en ningún caso ella parece estar loca, pues habla con cierta sensatez. Donna Elvira insiste en llamar a Don Giovanni traidor de alma negra y en desenmascararlo ante todos como el culpable de la

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pérdida de su prudencia. Don Giovanni le pide a Donna Elvira, en repetidas ocasiones, que se calme y que sea prudente cuando habla. Don Ottavio y Donna Anna reparan en la voz de Don Giovanni y en sus particulares cambios de tonos e intentan determinar a qué se asemeja, algo que aún no logran descifrar.

Don Giovanni, por fin, logra alejar de la escena a Donna Elvira; sin embargo, Donna Anna se siente desfallecer en un instante y le pide ayuda a Don Octavio, que se encuentra aturdido ante tan inesperada reacción que aún no comprende. Donna Anna abre los ojos como si aún no vislumbrara lo que ellos alcanzaron a ver… Donna Anna descubre tras la voz y la gallardía de Don Giovanni al despiadado asesino de su padre. Debajo de esa perfecta actuación, tras la máscara de amigo incondicional y absoluto caballero, se oculta una potencia tan destructora como hermosa.

Donna Anna comienza a reconstruir y a reorganizar los recuerdos de aquella noche dolorosa en la que escuchó susurros debajo de su ventana y con la esperanza de ver a través de la noche a su enamorado se aproximó apresuradamente hacia el balcón encontrando tan sólo oscuridad y una voz proveniente de un rostro oculto, de un desconocido, que con fuerza y decisión la aprisionó entre sus brazos. Sintiéndose entonces perdida y abrumada por el pánico, luchó intensamente hasta liberarse. El enmascarado corrió huyendo y ella lo siguió mientras le exigía mostrarse, sus gritos alarmaron a su padre que con valentía se batió en duelo con el desconocido, hasta que éste último le dio muerte. Ese asesino que intentó robarle su honor, y el que le arrebató a su padre, era el mismo que momentos antes había ofrecido dar su vida por la de ellos. Volviéndose a su amado le pide venganza por el crimen cometido en nombre del recuerdo de la sangre derramada y de un dolor demasiado intenso y profundo. Don Ottavio escucha el dolor proveniente de su amada y promete corresponder a su demanda con el fin de darle paz a ella y, de esta manera, alcanzar la suya propia.

En otro momento posterior de la escena, Don Giovanni se encuentra con Leporello que se queja y que se aproxima a su amo con el fin de contarle los últimos acontecimientos desde su despedida. Siguiendo a cabalidad las instrucciones dadas por Don Giovanni, Leporello se encarga de divertir y entretener a los invitados y, con mayor interés y dedicación, a Masetto, pero, mientras seguía a cabalidad las instrucciones de su amo, arribaron al palacio Zerlina y Donna Elvira cargadas con reclamos y maldiciones para Don Giovanni. Ante esta difícil situación, Leporello, con suaves palabras y mucha sutileza conduce a las mujeres a la calle y una vez allí cierra la puerta y la asegura

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dejándolas solas. Don Giovanni celebra la treta de su sirviente y cambiando de tema, le explica que todas las mujeres del país son muy cercanas e importantes para él, de manera que ha decidido divertirlas ofreciendo una fiesta a la que todas están invitadas. Don Giovanni pone en manos de Leporello la tarea de llevar consigo al palacio a todas las mujeres que encuentre a su paso y una vez allí, bailarán sin orden alguno, cualquier danza, cualquier melodía. Entre tanto, el seductor aparecerá con toda su fuerza y energía para seducirlas a todas y de esa manera aumentar considerablemente su lista para la mañana siguiente.

En la cuarta escena, Zerlina persigue a Masetto intentando explicarle lo ocurrido, mientras el ofendido esposo le reclama por el abandono en su noche de bodas y la traición tras caer en los brazos de un villano. Sin embargo, Zerlina corre tras él y le explica que Don Giovanni nunca logró tocarla; por esto, le ruega que le crea y que la perdone para poder volver a sus brazos y besarle las manos. Zerlina le insiste a Masetto rogándole por el perdón que permitirá que sean posibles todas las noches y los días que ella espera que sean compartidos. Masetto no se resiste más y abraza a su amada esposa. En ese momento se escucha la voz de Don Giovanni irrumpiendo mientras anuncia un gran festejo. En un principio, Zerlina no reconoce la voz del seductor y se interesa en el llamado, sin embargo, un momento después recuerda dolorosamente a Don Giovanni debajo del emocionado discurso y asustada insta a su amado a que se escondan rápidamente, temiendo lo peor para él, tal como Donna Anna lo había sugerido ya antes. No obstante, Masetto se niega a esconderse y, contra todos los ruegos de Zerlina, espera ansiosamente enfrentarse por honor al seductor.

Entre tanto, la invitación para la gran fiesta continua en la voz de Don Giovanni y en la de sus sirvientes que, haciendo eco de las palabras de su señor, invitan a todos en el pueblo para que se unan a ellos y los sigan a una tarde plena de atenciones, banquetes y diversión. Mientras Don Giovanni se pasea por las calles con su invitación, busca entre la multitud a Zerlina, que desde lejos descubre esta pretensión e intenta esconderse en vano, porque el seductor ya la ha visto y le pide que aguarde por él y que lo acompañe para hacerla infinitamente feliz y rica. Cuando logra tomar a Zerlina para conducirla a su aposento, aparece Masetto ante la sorpresa de Don Giovanni que, intentando ocultar lo sucedido, le pregunta la razón por la que se oculta, ya que su amada esposa no logró estar sin él. Masetto con evidente ironía le hace creer al despiadado hombre que no duda

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un segundo de sus palabras y, por eso, deciden los tres unirse a la celebración ofrecida ampliamente por Don Giovanni.

Donna Anna, Donna Elvira y Don Octavio, que le siguen los pasos a Don Giovanni, se apresuran para alcanzarlo mientras se dirige a su castillo acompañado por Zerlina y Masetto. Donna Anna se muestra ansiosa y temerosa ante lo que pueda ocurrir y le pide al cielo que su amor traicionado sea reparado tras haber reconocido al traidor; sin embargo, tomada del brazo de su prometido entra al castillo y con gran amabilidad y decoro saluda a Leporello y le agradece por todas las atenciones.

La quinta escena se lleva a cabo en el hermoso salón del palacio de Don Giovanni, donde éste ofrece su fiesta y donde con notable interés en las mujeres, les ofrece todo tipo de comodidades y placeres. Masetto aparenta disfrutar de la fiesta; sin embargo, espera que Don Giovanni cometa el error de acercarse a su amada, estado que logra percibir Zerlina, incluso el mismo Don Giovanni, pues alcanza a darse cuenta de la tensión que embarga a Masetto. La fiesta continúa y Don Giovanni intenta persuadir junto con Leporello a Masetto para que él baile con los demás invitados, y a pesar de la insistencia de sus anfitriones, éste se niega. Don Giovanni se aleja un poco de Masetto y de Leporello para buscar a Zerlina e invitarla a bailar, pero ante la negativa de ésta, la toma del brazo y la conduce con él, mientras Zerlina grita pidiendo ayuda.

De inmediato, Donna Anna, Donna Elvira y Don Ottavio reaccionan y se acercan a la pareja; sin embargo, Don Giovanni regresa a la escena con Leporello tomado por el brazo gritándole mientras simula que éste fue el culpable del agravio. Mientras lanza a su sirviente al piso, lo amenaza con su espada y lo condena a morir a manos de él. En ese momento, Don Ottavio desenfunda su arma y amenaza a Don Giovanni enfrente de todos los presentes; el traidor es desenmascarado por Donna Anna, Donna Elvira, Zerlina, Masetto y Don Ottavio, mientras todos ellos aseguran haber descubierto la verdad. Don Giovanni se encuentra confundido y desorientado. Todos aquellos que esperaban ansiosamente por la venganza se deleitan al ver a Don Giovanni sumido en el terror:

DONNA ANNA, DONNA ELVIRA, ZERLINA, DON OTTAVIO AND MASETTO: !Escucha el tronar de la venganza, que se cierne alrededor tuyo, alrededor tuyo, este día será tu fin, tu fin será!5

       5

 DONNA ANNA, DONNA ELVIRA, ZERLINA, DON OTTAVIO AND MASETTO: Odi il tuon della vendetta, che ti fischia in torno, in torno, sul tuo capo i questo giorno il suo fulmine cadrà, il suo fulmine cadrà!. Escena 5, Acto 1. 

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Sin embargo, Don Giovanni se escuda detrás de su sirviente y huye de la escena aturdido y desconcertado.

El segundo acto da inicio en los alrededores de la casa de Donna Elvira. Don Giovanni y Leporello discuten debido a que el sirviente ha decidido, aparentemente, dejar a su señor. Don Giovanni no comprende, irónicamente, la razón de la molestia e inconformidad de Leporello; éste le explica sarcásticamente que después de casi asesinarlo no puede continuar cerca a él. Don Giovanni intenta persuadir a su leal sirviente diciéndole que ese episodio tan sólo fue un momento de diversión al interior del festejo. Dada la gran indignación de Leporello y de su decisión de abandonar a Don Giovanni, éste desesperado le ofrece más dinero ante lo cual no puede resistirse el desgraciado sirviente. No obstante, Leporello le recuerda a Don Giovanni que todo lo que les ha sucedido hasta ese momento ha sido resultado de su vida dispersa y fragmentada en la multiplicidad de mujeres, su deseo más contundente y que, esta situación debe conducirlo a que tome la decisión de dejar definitivamente a las mujeres por el bien de ellos y sobre todo por el de ellas. Don Giovanni lejos de comprender lo dicho por Leporello, enfatiza en la única razón que tiene para no hacer algo así, e incluso alega un amor sincero y otorgado a todas por igual:

DON GIOVANNI: ¿Dejar a las mujeres? ¡Loco! ¡Dejar a las mujeres! Sabes que ellas son necesarias para mí más que el pan que como, más que el aire que respiro.

LEPORELLO: ¿Y tienes corazón para engañarlas a todas?

DON GIOVANNI: Es todo amor, quien es fiel a una sobre las otras es cruel; yo que siento un enorme sentimiento dentro de mí, las amo a todas ellas, y éstas no logran comprenderlo y lo llaman engaño6.

Habiendo convencido a Leporello de poseer un enorme corazón sincero y justo, continúa hablándole de su deseo más inmediato centrado en Donna Elvira, a quien quiere seducir, pero oculto bajo las ropas de Leporello. Por esto, mientras oscurece, Don Giovanni y Leporello cambian sus trajes y se refugian en las sombras de la casa de Donna Elvira y comienzan a escuchar los pasos de ella aproximándose.

Donna Elvira se aproxima al balcón mientras se lamenta por aquel traidor que no le da paz a su corazón y se mueve inquieta intentado ordenar sus pensamientos. Leporello,       

6 DON GIOVANNI: Lasciar le donne? Pazzo! Lasciar le donne! Sai ch`elle per me son necessarie più del pan che mangio, più dell´aria che spiro!

LEPORELLO: E avete core d´ingannarle poi tutte?

DON GIOVANNI: È tutto amore; chi a una sola è fedele, verso l´altre è crudele; io che in me sento sì esteso sentimento, vo`bene a tutte quante le donne poichè calcolar non sanno, il mio buon natural chiamano inganno. Escena 1, Acto 2

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dándose cuenta de lo que está ocurriendo, le susurra a su amo que la mujer se encuentra justo encima de ellos, Don Giovanni le ordena que guarde silencio mientras lo empuja hacia la luz lo suficiente como para que Donna Elvira lo vea y, haciéndose detrás de él, manipula sus brazos y simula su voz exclamando grandes adulaciones y pidiendo piedad. Donna Elvira alcanza a ver a Leporello, pero por su forma de actuar y vestir lo confunde con Don Giovanni; sin embargo, habiendo pedido éste piedad con suaves palabras de amor, provoca en ella una extraña sensación que no puede explicar. Inmediatamente, Don Giovanni, a través de Leporello, le ruega que baje para que él le pueda demostrar que es a ella a quien ama y por la que delira. Sin embargo, Donna Elvira le dice que no cree en las palabras de un bárbaro como él. Don Giovanni amenaza con darse muerte si ella no atiende sus ruegos, mientras Leporello amenaza a Don Giovanni con estallar en una gran carcajada ante semejante espectáculo.

Donna Elvira pide ayuda a Dios, porque la duda la embarga y desea tanto responder al llamado como quedarse bajo la protección de su habitación. Al mismo tiempo, Don Giovanni espera que la mujer ceda pronto así como también adula su plan y se refiere a él como una bella treta. Leporello se sorprende ante la duda de la mujer y la enorme sospecha de que ella caerá de nuevo en los brazos de su amo.

Donna Elvira entra de nuevo a la casa, entonces Don Giovanni se apresura a dar a su sirviente todas las indicaciones de lo que debe hacer en el momento en que Donna Elvira salga de la casa; le dice que debe aproximarse a ella y llenarla de todo tipo de halagos y bellas palabras y, mientras hace eso, debe conducirla a otra parte más alejada. Leporello teme ser descubierto; no obstante, Don Giovanni le asegura que eso no sucederá si él así no lo quiere. En ese momento se escuchan los pasos de Donna Elvira acercándose a la puerta.

Donna Elvira sale y se dirige a Leporello, diciéndole que no puede creer que su llanto haya vencido a ese cruel corazón y que ahora lo esté conduciendo de vuelta al amor que ella le ofrece. Leporello, intentado simular la voz de Don Giovanni, le responde afirmativamente y se acerca a ella jurándole que es cierta cada una de las palabras emitidas por sus dulces labios. En ese momento, Don Giovanni sale de la oscuridad donde se escondía y simula ser un asaltante, amenazando a la pareja. Sin embargo, y a pesar del susto de Donna Elvira, Don Giovanni toma la mandolina de Leporello y empieza a cantarle a la mujer; una vez terminada la serenata, se escucha en la lejanía la voz de Masetto junto con la de otros hombres que reciben la orden de escuchar con

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atención, porque está seguro de la presencia de un intruso. Masetto amenaza con disparar si el desconocido no se muestra, Don Giovanni decide simular la voz de Leporello y se identifica como él, Masetto le dice que precisamente se encuentra en búsqueda de su amo para ponerle fin a su vida, como retaliación por lo que intentó hacerle a su esposa. Don Giovanni le asegura a Masetto que él, como Leporello, también quiere ese final para su amo y le propone que sus hombres se dividan y en silencio lo busquen por toda la zona y que seguramente lo encontrarán con una mujer. A continuación describe con detalle la forma en que está vestido. Don Giovanni se mantiene en la oscuridad pero pretendiendo ser amigo de Masetto, expresándole que desea lo mismo que él; le dice que vaya en búsqueda del bandido en su compañía entre las sombras. Mientras caminan, Don Giovanni le pregunta si en vez de asesinarlo, no sería mejor darle una fuerte paliza; sin embargo, Masetto está decidido e insiste en que sólo logrará la paz una vez haya asesinado al seductor. Don Giovanni empieza a inspeccionar las armas del vengativo esposo y aprovecha la cercanía para golpearlo. Masetto se queja por los golpes recibidos y Zerlina alcanza a escucharlo, cuando acude a su llamado Masetto le dice que su agresor cree que fue Leporello. Zerlina ayuda a su esposo y lo conduce a otro lugar para curarlo de sus heridas.

En la segunda escena Leporello evitando que Donna Elvira vea bajo la luz su rostro, la conduce a una zona oscura de manera que pueda continuar con el engaño. Sin embargo, la mujer no se encuentra cómoda en un lugar tan oscuro y le pide a quien ella cree que es Don Giovanni que no la deje sola. Donna Anna y Don Ottavio hacen su aparición, Don Ottavio intenta consolar a su acongojada prometida, pero ella le ruega que permita que a través de su llanto una pequeña parte de su dolor se calme, porque sólo la muerte podría acabar con su sufrimiento.

Donna Elvira intenta encontrar a Leporello a través de la oscuridad, pero él intenta evitarlo a toda costa. Cuando el desesperado hombre busca escabullirse de la mujer, abre una puerta y se encuentra con que Masetto y Zerlina están entrando, empujándolo para evitar que éste escape. Así el desdichado cae a los pies de Donna Anna y de Don Ottavio, y de inmediato exigen que sea castigado como lo merece. Donna Elvira sale de la oscura cabaña sorprendiéndolos a todos. Aterrorizado, Leporello revela su identidad pidiendo perdón y piedad. Ninguno de los presentes comprende este engaño y se lamentan ante todos los terribles pensamientos que pasan por sus cabezas. Por fin, Leporello intenta explicar que la culpa no la tuvo él, sino que, por el contrario, su amo

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se aprovechó de su inocencia. Mientras dice esto, se levanta e intenta mostrar de qué manera llegó hasta allá y aprovecha para huir de esta comprometedora situación.

Una vez el desgraciado sirviente ha escapado, Don Ottavio toma la palabra y asegura que después de todos los desafortunados eventos de los que han sido partícipes, no queda duda alguna de que el asesino del padre de Donna Anna es Don Giovanni y que, por esta razón, no descansará hasta obtener la venganza que le dé un poco de consuelo a su amada y a todos los que han sido dañados por este despiadado seductor.

En la tercera escena Zerlina retiene a Leporello, que pide piedad y le ruega que lo deje ir; sin embargo la indignada mujer insiste en retenerlo y amenaza con decirle a todos dónde se encuentra el sirviente y cómplice del villano que todos buscan. Leporello le insiste y pregunta por el destino que le espera. Zerlina se ausenta un momento en búsqueda de Masetto y los demás, mientras Leporello desanuda sus ataduras con los dientes y rompiendo sus vestiduras, salta por la ventana. Una vez regresa Zerlina, seguida por Donna Elvira, Masetto y algunos otros acompañantes, se percata de la huida de Leporello. Sólo Donna Elvira se queda con la mujer deseando encontrar a los villanos para poder así calmar su necesidad de venganza.

En la cuarta escena Don Giovanni se encuentra a las puertas de un cementerio, donde alcanza a distinguirse la tumba del Comendador, y mientras ríe y se refiere a la bella y clara noche que se alza, muy apropiada para ir en búsqueda de alguna mujer, alcanza a ver a Leporello que a penas camina. Don Giovanni llama a su sirviente, que al principio no lo reconoce. Leporello le explica a su amo que a causa de él casi muere a manos de la multitud embravecida, que clamaba venganza por los crímenes cometidos por su señor. Don Giovanni, sin prestar atención a las palabras de Leporello, lo conduce por el cementerio, sin explicarle bien porqué se encuentran allí. Don Giovanni le cuenta a Leporello cuando tras haber visto a una hermosa mujer caminando por la calle la abordó y fue confundido precisamente con Leporello; sin embargo, fue reconocido y perseguido por haber continuado con el engaño, durante la fuga, cuenta Don Giovanni, que subió por una de las paredes del cementerio. Leporello se sorprende de esta historia que, según él, no está siendo contada por casualidad y le pregunta si esa mujer no era precisamente su esposa. Mientras estaban en esta discusión una voz resuena en el fondo advirtiendo que Don Giovanni ya no reirá más una vez nazca el siguiente día.

Don Giovanni y Leporello se asombran, y aquél se prepara mientras desenfunda su espada; no obstante, la voz amenazante se burla y le exige dejar a la muerte en paz.

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Leporello aduce que debe ser un alma que tras la irrupción en ese territorio santo ha despertado; Don Giovanni se burla de semejante ocurrencia y explica que debe ser algún bribón burlándose de ellos, pero mientras afirma esto se percata de la inscripción de una de las estatuas, que indica ser la del Comendador. Don Giovanni obliga a Leporello a leer la inscripción, que dice:

LEPORELLO: “Aquí espero la venganza para el malvado hombre que me condujo a la muerte”7.

Don Giovanni, se burla e irónicamente lo invita a cenar con él esa noche. Leporello se aterra y le asegura que esas palabras anuncian una terrible venganza de un alma que parece continuar entre ellos escuchando y que quiere hablar. Don Giovanni da la espalda a su sirviente mientras continúa burlándose; Leporello, en cambio, se voltea para observar a la estatua y entonces se percata que ésta tiene vida. Temblando, Leporello le ruega a Don Giovanni que observe; sin embargo, su amo se indigna y le ordena que no insista. El terror no le permite a Leporello guardar silencio y en cambio le asegura a Don Giovanni que es probable que la estatua quiera ir a cenar con él. En tono de burla, Don Giovanni pregunta en voz alta si es cierto eso y se escucha proveniente de la estatua una voz que responde afirmativamente.

Don Giovanni convencido entonces de lo que balbuceaba su atemorizado sirviente, que ahora está sin palabras y que a penas puede moverse, sólo puede referirse a esa escena como bizarra… el viejo asesinado ahora irá a cenar con él la noche que sigue, de modo tal que debe llevar a cabo todos los preparativos para recibirle.

La quinta escena da comienzo con Donna Anna y Don Ottavio, éste último consuela a su prometida prometiéndole que dentro de poco verán cómo Don Giovanni paga por todos sus crímenes. Donna Anna agradece el amor ofrecido tan desmesuradamente por este hombre que la acompaña y ruega porque un día tal vez un día encuentre consuelo para todo su dolor.

La última escena de la ópera da inicio con Don Giovanni ultimando los detalles de la cena con el Comendador y le exige a los músicos que lo diviertan, que eso es lo único que realmente le interesa. Don Giovanni y su sirviente se deleitan con los platos que se sirven uno tras otro, intentando satisfacer los deseos de los anfitriones que gozan del       

7 LEPORELLO: “Dell`empio, che mi trasse al passo estremo, qui attendo la vendetta” .Escena 4, Acto2.

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vino y de la buena música. Mientras los dos departen, irrumpe en el salón Donna Elvira cargada de palabras de amor para Don Giovanni; ella se rinde ante su amor y quiere olvidar los engaños y las mentiras. Pero, el seductor asombrado, hace que los músicos dejen de tocar y se aproxima a la mujer que está de rodillas en el centro del salón. Una vez al lado de ella le pregunta qué es lo que quiere y a esto Donna Elvira sólo tiene una petición que hacer:

DON GIOVANNI: ¡Cielos! ¿Porqué? ¿qué es lo que quieres querida? DONNA ELVIRA: Que tú cambies tu vida

DON GIOVANNI: ¡Buena niña! DONNA ELVIRA: !Canalla!

DON GIOVANNI: Deja que coma, deja que coma, y si quieres, come conmigo

DONNA ELVIRA: ¡Quédate así hombre cruel, espantoso ejemplo del mal, en tu sucio hedor!8

Don Giovanni continúa con su cena, sin siquiera percatarse de las fuertes palabras cargadas de dolor proferidas por Donna Elvira; simplemente brinda por las mujeres y el buen vino. Donna Elvira se dispone a abandonar la estancia, cuando tras al abrir la puerta, su rostro se transforma en una expresión de terror acompañada por un fuerte grito. Don Giovanni reacciona sorprendido y se dispone a averiguar lo que sucede. Leporello le ruega que no abandone la seguridad de su castillo; sin embargo, Don Giovanni, asegurando que su sirviente está realmente loco, ordena que la puerta sea abierta, debido a que alguien toca esperando ser atendido. Leporello corre para esconderse debido a que asegura que no puede resistir el temor que lo embarga. Cuando la puerta se abre, aparece la estatua que asegura está respondiendo a la invitación de Don Giovanni realizada la noche anterior. Don Giovanni se muestra extrañado debido a que no había creído posible algo así; no obstante, le ordena a Leporello que traiga otro plato para el Comendador. La estatua vuelve a hablar y explica que quien ha probado la comida celestial, no volverá a comer jamás de la comida terrenal y que asuntos más importantes lo han llevado hasta allá. Don Giovanni le pide a la estatua que le explique qué es lo quiere y que hable de una vez por todas.

      

8 DON GIOVANNI: Cielo! Perchè? Che vuoi, mio bene? DONNA ELVIRA: Che vita cangi!

DON GIOVANNI: Brava! DONNA ELVIRA: Cor pérfido!

DON GIOVANNI: Lascia ch`io mangi, lascia ch`io mangi, e se ti piace, mangia con me

DONNA ELVIRA: Restati, barbaro! Nel lezzo immondo esempio orribile d`iniquità! Escena 6, Acto2.

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La estatua le hace ver a Don Giovanni que tras haberlo invitado a cenar, tiene una obligación; a saber, la de ir a cenar con él y le pregunta si está dispuesto a hacerlo. Don Giovanni, que asegura no ser un cobarde, responde que no tiene temor en su corazón y que irá con él. El Comendador exclama que debe arrepentirse de su vida, cuando todavía está a tiempo; Don Giovanni, que había tomado de la mano al espíritu, lo suelta y responde decididamente que no lo hará jamás. La estatua se aleja un poco de Don Giovanni y enormes llamas empiezan a rodear al seductor, que se sorprende al sentir temor y dolor. Al tiempo que las llamas se hacen más fuertes, unas voces que surgen de ellas presagian un mal peor que el del dolor que sufre el cuerpo;

DEMON VOICES: ¡Todo esto no es nada comparado con tus crímenes! ¡Ven! ¡Hay un mal peor!

DON GIOVANNI: ¿Quién me lacera el alma? ¿Quién me agita las entrañas? ¡Que tormento! ¡Que desasociego! ¡Que infierno! ¡Que terror!9

Al final tan sólo queda el grito de Don Giovanni que es conducido al infierno y el de Leporello aterrorizado por la suerte de su amo.

Cuando Leporello aún se encuentra escondido debajo de la mesa, Donna Elvira, Zerlina, Donna Anna, Don Ottavio y Masetto entran al castillo, seguidos por algunos representantes de la ley, exigiendo que les sea indicado el sitio donde se esconde el vil seductor, porque buscan dar paz a su sufrimiento, poniéndolo tras las rejas. Leporello sale de su escondite, mientras explica que ya nunca busquen más a su amo, porque se ha ido a un sitio muy lejano, donde ya no lo alcanzarán. Asombrados todos piden al sirviente que explique lo que ocurrió. Leporello responde entonces que el Diablo fue en su búsqueda y tras encontrarlo se lo llevó; por esto, ante sus incrédulos interlocutores, asegura que esa es la realidad de lo que sucedió. Donna Elvira respalda lo dicho por el sirviente, asegurando haber visto a la aterradora aparición.

Don Ottavio se acerca a su amada y le pide que traiga paz a su corazón después de ver que el mismo cielo vengó el terrible asesinato e hizo justicia por todos los engaños de Don Giovanni. Donna Elvira decide terminar sus días en un convento y Zerlina y Masetto simplemente cenarán juntos de ahora en adelante. Leporello sólo puede aspirar a encontrar un nuevo amo que lo guíe, porque ya solo no puede vivir.

TODOS: Este es el fin de quien hace mal, de quien hace mal, de quien hace mal. Y la muerte del hombre malvado10.

      

9 DEMON VOICES: Tutto a tue colpe è poco! Vieni! C`è un mal peggior!

DON GIOVANNI: Chi l`anima mi lascera? Chi m`agita le viscere? Che strazio, ohimè, che smania! Che inferno, che terror! Escena 6, Acto2. 

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Una vez presentada la trama de la opera, se hace necesario ahora indicar el sentido dramático que encarna Don Giovanni, a saber, la fatalidad del seductor y su enigmático poder.

Pero, para que esto sea posible, nos parece importante hacer una aproximación general a la música y, más que a ella directamente, a su carácter estético, que permitirá más tarde la comprensión de sus características, alcances, cercanía con el lenguaje, en tanto un tipo diferente de lenguaje, y su aspecto primordialmente sensorial, que abrirá a la configuración del personaje de Don Giovanni en tanto existencia puramente musical.

1.3 La música como disciplina de disolución

“Siempre queda algo que no puedo pronunciar y que, sin embargo, Quiere hacerse oír. Es algo demasiado inmediato para ser captado en palabras” Kierkegaard Trabajar la música en búsqueda de aquello característico de lo denominado como forma musical es un trabajo arduo y extenso, que no podemos desarrollar en su totalidad ahora; sin embargo, intentaremos acercarnos un poco a lo que podría caracterizar a la estética musical y sobre todo, intentaremos desarrollar el trabajo desde la comprensión de la música como un lenguaje radicalmente diferente al de las palabras, para exponer sus posibilidades semánticas que lo vinculan necesariamente al carácter de Don Giovanni.

A lo largo de la historia múltiples estudiosos se han aproximado de diversas maneras a la música, a sus fuentes, también a la historia precedente a ellos, cada uno proponiendo numerosas perspectivas que se van abriendo cada vez más y que reconocen una vinculación necesaria entre el plano puramente científico, más exactamente el comprensible a partir de las causas físicas que explican la dinámica del sonido, con su percepción a través del oído, aspecto más ligado a la psicología en tanto que abre a un mundo sonoro directamente configurado por el que escucha y producido por aquello que escucha: “el análisis de las causas que han motivado la adopción del principio de la tonalidad y el examen de la correspondencia entre la estructura física del sonido y la psicológica del oído constituyen premisas necesarias para la estética del lenguaje y de la percepción de la obra”. (Tello, 2003, 226).

      

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Es posible ver cómo el estudio de la música abre panoramas múltiples de investigación, que no sólo atañen a una ciencia o quehacer especializado, sino que, más bien, permiten la aproximación a niveles más amplios, que tocan la existencia del hombre, de las comunidades configuradas por él y su forma particular de estar en el mundo. De esta manera, la obra musical abordada desde una perspectiva lingüística implica cierta comprensión de ésta como obra cargada de significado, que a su vez incide directamente en la percepción. Cuando la música es concebida de esta manera, el abordarla no será únicamente un estudio académico o teórico, sino que, por el contrario, tendrá repercusiones directas en la forma de comprender y a su vez de configurar mundo. Por ejemplo, los Pitagóricos fundaron su pensamiento y a su vez la forma de comprender el universo en la música, en la medida en que ésta, se encuentra determinada por la ley de consonancia, descubrimiento que les permitió proponer dicha ley como el estatuto a través del cual es posible explicar las dinámicas terrestres, fisiológicas y el universo entero:

La ley de las relaciones simples establecía la superioridad de la primera y la erigía en explicación del principio de orden. Una composición no es una suma de sonidos sino una sucesión de intervalos, es decir, de relaciones de cada tono con el anterior y el siguiente. El pitagorismo extendió la investigación a las otras artes, a la estructura y fisiología humana, a los ritmos planetarios y obtuvo el mismo resultado: la ley de consonancia fundamento del orden cósmico. En virtud de la correlación, desde la música apertura a la armonía universal” (Tello, 2003, 228).

La música es entonces armonía, esto es, el máximo exponente del orden y expresión del movimiento de los astros. En la música se vincula el hombre, la naturaleza y el cosmos, constituyendo todo esto una sinfonía que explica y funda la vida. Se ha llegado a trabajar la música comprendida ésta no como una representación más del mundo, de la naturaleza o de las Ideas (en sentido platónico), sino como representación directa de la voluntad en sí misma. Precisamente, Schopenhauer explora esta tesis explicando que la música es ella misma una Idea, una representación de la voluntad al mismo nivel de las demás Ideas:

En efecto, la música es una objetivación e imagen de la voluntad tan inmediata como lo es el mundo mismo e incluso como lo son las ideas, cuyo fenómeno multiplicado constituye el mundo de las cosas individuales. Así pues, la música no es modo alguno, como las demás artes, la copia de las ideas sino la copia de la voluntad misma cuya objetividad son también las ideas: por eso el efecto de la música es mucho más poderoso y penetrante que el de las demás artes: pues estas sólo hablan de la sombra, ella del ser (El mundo como voluntad y representación I, § 52, 313; 304).

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La música así comprendida presupone un mayor impacto sobre el oyente que se ve inmerso en una experiencia sonora que sin que tenga que apelar a la conciencia, está completamente comprendida. En la medida en que la música es ella misma una totalidad, en la que a través de la melodía se expresa la esencia del mundo, la música se dirige directamente al sentimiento, no como un estadio inferior al de la razón, sino como el escenario que permite la completa claridad frente a lo expresado como lo logra únicamente un lenguaje universal.

Aunque efectivamente todas las artes expresan, y las obras producto de ellas y de su creador, manifiestan un tipo de vida insuflada, que también llega hasta aquellos que son partícipes de su belleza, la música prevalece sobre las otras artes por varias razones; intentaremos ahora presentar algunas de ellas.

La música, comprendida por muchos como necesariamente vinculada al sentimiento, no basa dicha necesidad en una atribución arbitraria, sino más bien a una condición que según S. Langer, estudioso de las filosofías simbolistas y con claro reconocimiento en las corrientes iconológicas, determina la forma en que se proyecta la música, porque ésta guarda una enorme similitud en su estructura con la estructura del mundo emocional de aquel que compone. De igual forma, el compositor al enfrentarse a la creación se ve determinado por leyes que condicionan la forma en que objetivará su mundo siguiendo la objetivación de dichos estatutos, de esta manera, no se está vinculando tan sólo un sentir puramente individual, sino también está haciendo intervenir necesariamente a la razón, en la medida en que encuentra en las leyes universales explicaciones subyacentes y metodologías, que permiten su reconocimiento y la posterior emisión de un juicio universal sobre los contenidos que expresa:

El descubrimiento del sorprendente y admirable fenómeno de la disposición igual del orden de los armónicos en todos los sonidos confería argumentos científicos al uso del acorde perfecto mayor como base de la armonía y de la tonalidad y refería la estructura musical creada por el compositor a un principio universal. El músico objetiva su propio mundo, pero también su dependencia de estas “leyes eternas de la armonía”. (Tello, 2003, 232).

Entonces, podemos afirmar ahora que la música no debe ser únicamente abordada ni desde un empirismo radical, ni tampoco desde un racionalismo extremo, pues la música expresa y lo hace según por leyes que se ven determinadas por la concepción de la armonía y la consonancia. La particularidad de la música radica en que sus alcances son mayores que los de la palabra, que resulta limitada por la precisión que ella misma

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exige; ciertamente, la palabra expresa y puede a través de ella comprenderse y transmitirse un sentimiento, o el sentimiento al que ella misma refiere, sin embargo, la música logra la vivencia del sentimiento sin necesidad de recurrir a la palabra o a una imagen:

Como el escritor, el músico lo hace a través del sonido, pero articula sólo vibraciones en estado físico puro, sin previa determinación semántica como la sílaba y la palabra. En cambio, tensa hasta casi al límite de la audibilidad los parámetros sonoros de tono, intensidad y timbre y ordena con rigor las duraciones, lo que, como afirmaba el compositor F. Mendelsohn, permite la transmisión de una riqueza de vivencias afectivas, a la que la poesía no puede aspirar. (Tello, 2003, 234).

La música traspasa así el lenguaje, y no sólo el de las palabras, sino también el lenguaje encerrado en una particularidad que expresa infinidad de afecciones, pues éstas, al ser traducidas en la música adquieren la universalidad del sentimiento en sí mismo y posibilitan la experiencia, su vivencia plena. La manifestación que se logra a través de la música transgrede los límites de la palabra, porque ella no cabe dentro de la racionalización conceptual, y la palabra queda corta ante lo que se impone a través de la música. La “contemplación” de la Idea se logra en su forma completa y sin desvirtuar en la música bajo la forma del sentimiento, cuando la realidad en su completo dinamismo se hace presente; el hombre, la naturaleza, la sociedad no son ya simples imitaciones o representaciones sino que se “encarnan” o se manifiestan por completo en la música y por ella:

De ahí que no exprese esta o aquella alegría particular o determinada, esta o aquella aflicción, dolor, espanto, júbilo, diversión o sosiego, sino la alegría, la aflicción, el dolor, el espanto, el júbilo, la diversión y el sosiego mismos, en cierto sentido, in abstracto; expresa su esencia sin accesorio alguno y, por tanto, sin sus motivos. Sin embargo, la comprendemos perfecta en su quintaesencia abstraída. A eso se debe que nuestra fantasía sea tan fácilmente excitada por ella y tentada a dar forma a aquel mundo espiritual, invisible pero de vivo movimiento y que nos habla inmediatamente, a revestirlo de carne y hueso, esto es, a materializarlo en un ejemplo análogo (El mundo como voluntad y representación I, § 52, 317-318; 309).

La infinidad de sinfonías que son construidas al interior de la música manifiestan la misma infinidad de movimientos emotivos que constituyen al hombre y que lo caracterizan como ser impulsado por sus deseos y afecciones. La manifestación del complejo mundo interior del hombre es absolutamente lograda por la música como lenguaje que al no estar determinado por el lenguaje de las palabras no apela a la razón sino a las fibras más íntimas del hombre. Éste, sin saber de qué forma comprende estas verdades, se deja afectar profundamente y reconoce en lo que escucha la completa encarnación del sentimiento.

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Múltiples estudios han señalado de igual forma, una cierta vinculación no sólo emotiva, sino también fisiológica, que se impone en la composición de las obras musicales en los diversos pueblos y comunidades, porque el impacto afectivo y sus alcances expresivos están condicionados por las condiciones del cuerpo, como el pulso de las venas y la regularidad del aparato respiratorio, que marcan la organización rítmica y, por lo tanto, la posterior percepción y significación.

De esta manera es posible esclarecer la forma en que la música puede generar reacciones de todo tipo, desde las fisiológicas, hasta las afectivas, éticas e ideológicas:

Los efectos anestésicos de la experiencia estética pueden implicar reacciones en el comportamiento ético: se atribuye a cada escala, timbre instrumental, modo, tono, ritmo, tipo melódico y estructura formal la expresión de un ethos y un pathos determinado. En consecuencia, además del artístico, la partitura es objeto de juicio moral, impulso para el bien o para el mal (Tello, 2003, 249).

Los efectos generados a través de la música no sólo recaen en el oyente sino que determinan a aquel que escribe la partitura y sobre todo al personaje que encarna el

pathos expresado. Es a través del pathos que la música demuestra su poder, y no sólo

eso, sino que, en esa medida constituye al personaje determinándolo hasta el punto de ser la música misma la fuerza que potencia sus acciones y su esencia. La música tiene, como se explicó más arriba, una estructura similar a la de la estructura emocional del hombre que, como forma constitutiva de estar en el mundo se desenvuelve deseando, construye su existencia en la búsqueda de la satisfacción no sólo de sus necesidades básicas, sino también, en la búsqueda de la felicidad que cimienta en la consecución de los múltiples deseos:

La esencia del hombre consiste en que su voluntad aspira a algo, queda satisfecha y vuelve de nuevo a ambicionar, y así continuamente; incluso su felicidad y bienestar consisten únicamente en que aquel tránsito desde el deseo a la satisfacción y desde esta al nuevo deseo avance rápidamente, ya que la falta de satisfacción es sufrimiento y la del nuevo deseo nostalgia vacía, languor, aburrimiento; de igual manera, y en correspondencia con eso, la esencia de la melodía es una continua desviación y apartamiento de la tónica a través de mil caminos, no solo a los niveles armónicos de la tercera y la dominante sino a cualquier nota: a la séptima disonante, a los intervalos aumentados, pero siempre termina en un retorno al bajo fundamental (El mundo como voluntad y representación I, § 52, 316; 307).

Este punto será retomado más adelante cuando entremos a caracterizar a Don Giovanni como personaje entera y necesariamente musical. Para ello, concentraremos nuestro trabajo en la manera en que la música constituye a dicho personaje y no, en los efectos que podría tener en los oyentes, ya que sobre esto hay múltiples teorías que podrían desviar nuestra atención. Además es necesario advertir que no intentamos ahondar en

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