• No se han encontrado resultados

CUANDO LAS PIEDRAS VUELEN

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2021

Share "CUANDO LAS PIEDRAS VUELEN"

Copied!
16
0
0

Texto completo

(1)

Rocío Molina

DANZA (FLAMENCO) PREMIO NACIONAL DE DANZA 2010, en la modalidad de INTERPRETACIÓN otorgado por el INAEM del Ministerio de Cultura

CUANDO LAS PIEDRAS VUELEN

Duración aproximada: 80 minutos (sin intermedio)

Se estrenó en Gijón, 9 y 10 de octubre de 2009 en el Teatro de la Laboral

Se presentó en Madrid, 27, 28, 29 y 30 de mayo de 2010 en el Festival de Otoño en Primavera 2010 Coreografía y baile: ROCÍO MOLINA

Dirección de escena, escenografía e iluminación: CARLOS MARQUERIE

Dirección musical y arreglos de cante: ROSARIO GUERRERO “LA TREMENDITA” Música original: PACO CRUZ y JUAN ANTONIO SUÁREZ “CANO”

Siete treinta de la mañana. El sol comienza a derramarse sobre el Mediterráneo a través de una neblina que dificulta saber su exacta procedencia y parece extenderse sin fuente sobre la superficie del agua. El mar se nos muestra en calma y extraño: inmóvil. En su quietud nos habla de su fuerza, del movimiento latente que, en definitiva, es la vida.

El hombre intuye algo en la naturaleza de las cosas que no puede comprender, ni poseer, algo que siente está fuera de los parámetros que rigen nuestro devenir cotidiano, y este algo se nos hace importante, incluso necesario. Esto, de lo que hablo, es difícil de verbalizar y su expresión se nos aparece como privilegio del arte. Hablo de lo inmaterial del arte, no de su forma, ni de su apariencia.

Cuando ves sobre el escenario a Rocío Molina percibes una sensación similar. Su cuerpo emerge poderoso y débil al mismo tiempo, fuerte y delicado, nos revela aquello que soñamos o intuimos que debiera ser una vida plena. Al verla bailar hay un momento que crees no entender lo que sucede, cuando en realidad lo que sucede es que comienzas a comprender. Comprender aquello para lo que no existen palabras: un suspiro que nos conecta con la naturaleza de las cosas.

Doce y pico de la noche. El día se fue entre recuerdos del mar y del baile de Rocío, extrañamente unidos, y me voy a la cama con imágenes de grandes piedras, rocas que parecen palpitar, respirar y entre ellas es como si naciera la esencia del movimiento, como si estuvieran a punto de romperse en pedazos para alumbrar un baile: un baile hermoso.

(2)

Sobre el espectáculo

Rocío Molina nació en Málaga en 1984 y comenzó a bailar con tan sólo tres años. A pesar de su juventud, esta bailaora iconoclasta ha recibido ya el mayor reconocimiento del mundo del arte, la cultura y la danza en España: el Premio Nacional de Danza, en la modalidad de Interpretación, por "su aportación a la renovación del arte flamenco y su versatilidad y fuerza como intérprete capaz de manejar con libertad y valentía los más diversos registros, características que se expresan de manera especial en sus últimos trabajos Oro viejo y

Cuando las piedras vuelen", que otorga cada año el INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la

Música), del Ministerio de Cultura; aparte del Premio de la Prensa Mario Maya al Baile (2008), el Premio Giraldillo a la Mejor Coreografía (2008) y el Premio de la Cátedra de Flamencología de Jerez por Oro viejo (2009), entre otros galardones. Calificada por la crítica como “una bailarina superdotada e inteligente”, Rocío Molina une su talento al de Carlos Marquerie (autor, director de escena, pintor, escenógrafo e iluminador) para la creación de este espectáculo de flamenco que desborda fuerza visual y potencia estética. Dice Marquerie sobre Cuando las piedras vuelen: “Doce y pico de la noche. El día se fue entre recuerdos del mar y del baile de Rocío, extrañamente unidos, y me voy a la cama con imágenes de grandes piedras, rocas que parecen palpitar, respirar y entre ellas es como si naciera la esencia del movimiento, como si estuvieran a punto de romperse en pedazos para alumbrar un baile: un baile hermoso”. El cante de Rosario Guerrero “La Tremendita” y Gema Caballero, las palmas de Vanesa Coloma y Laura González y las guitarras de Paco Cruz y Juan Antonio Suárez “Cano” acompañan a Rocío Molina en este viaje lleno de modernidad, sentimiento y poesía.

(3)

Brevemente

Rocío Molina ha formado parte de la Compañía María Pagés. En 2005 estrenó Entre paredes, su primer espectáculo. Ese mismo año lideró la producción El eterno retorno en el Festival Málaga en Flamenco. En 2007 colabora con Miguel Poveda y Chano Lobato y entre 2007 y 2008 estrena con su compañía Por el decir de la

gente, Turquesa como el limón, Almario y Oro viejo y participa en Mujeres, Souleria y Goyescas, así como en la

última película de Carlos Saura, Flamenco hoy y en la gala flamenca Todo cambia, junto a Pastora Galván, Manuel Liñán y Belén López. Cuando las piedras vuelen es su último espectáculo.

Carlos Marquerie nació en 1954. Fue miembro fundador de La Tartana Teatro en 1977. De 1981 a 1985 dirigió el Encuentro Internacional de Teatro en la Calle de Madrid y en 1988 se hizo cargo, junto a Esteve Graset, de los Encuentros de Teatro Contemporáneo de Murcia. Este mismo año recibe el Premio Ícaro de Teatro de Diario 16. Durante 1985-86 dirige Movimiento Producción y Servicios Teatrales. En 1990 funda, junto a Juan Muñoz, el Teatro Pradillo de Madrid. En 1996 funda la Compañía Lucas Cranach. Como autor ha escrito y montado las obras: Otoño, El rey de los animales es idiota, Lucrecia y el escarabajo disiente, 120 pensamientos

por minuto, 2004 (tres paisajes, tres retratos y una naturaleza muerta), Que me abreve de besos tu boca y El temblor de la carne. Además, es colaborador habitual de creadores como Elena Córdoba, Carmen Werner,

(4)

No tan brevemente

Rocío Molina, bailaora, coreógrafa

Rocío Molina nació en Málaga en 1984 y comenzó a bailar con tan sólo tres años.

En 2001 entró a formar parte de la compañía de María Pagés, con la que monta una coreografía para Las cuatro estaciones que lleva de gira por Italia, Japón, Canadá y Estados Unidos; y participa en la Gala de Andalucía del Flamenco Festival USA en el City Center de Nueva York.

En 2002 se graduó en el Real Conservatorio de Danza de Madrid.

En 2003 volvió a participar en el Flamenco Festival USA, actuando como solista junto a Manuela Carrasco, Chocolate y haciendo un dúo con Israel Galván.

En 2005 estrena su primer espectáculo, Entre paredes, en el Teatro Principal de Vitoria. Ese mismo año, la Agencia Andaluza del Flamenco le encarga un espectáculo para la primera edición del Festival Málaga en Flamenco. De ahí nace El eterno retorno, basado en textos de Nietzsche, con dirección musical de Juan Carlos Romero, dirección escénica de Pepa Gamboa y la colaboración de Pasión Vega y Teresa Nieto.

En 2006 estrena en el Teatro Pradillo en Madrid Turquesa como el limón, junto a la bailaora Laura Rozalén. En la Bienal de Flamenco de Sevilla de ese año participa, junto a Belén Maya y Rafaela Carrasco en Andalucía, el Flamenco y la Humanidad, con el cante de Carmen Linares y bajo la dirección de Mario Maya.

En 2007 estrena en el Festival de Jerez Almario, dirigido por Miguel Serrano. En esta propuesta Rocío Molina desnuda su baile y muestra el flamenco como Dios lo trajo al mundo “más libre aún pies, cuerpo, mente y alma. Ya está aquí la siguiente generación, ya ha llegado una nueva escuela. (Silvia Calado, Flamenco-World.com)

(5)

En la Bienal de Málaga en Flamenco de 2007 estrena Por el decir de la gente, producción del festival encargada por José Luis Ortiz Nuevo, donde la artista además de presentar la idea original, se encarga de la dirección y la coreografía.

En 2008 participa en Mujeres, donde comparte cartel con artistas como Merche Esmeralda y Belén Maya. Presenta este espectáculo en varias ciudades de España y Estados Unidos, en Londres y París. También en este año participa en Goyescas, un proyecto de Pedro G. Romero para el Festival Suma Flamenca, en el Teatro Albéniz de Madrid, compartiendo cartel con Carmen Linares, Fernando Terremoto, Miguel Poveda e Israel Galván, entre otros; y estrena Oro viejo, en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, dentro de la XV Bienal de Flamenco, que presenta en España, varios países de Europa y diversas ciudades de Estados Unidos; llegando a escribirse de ella: “ha sido una de las más tremendas expresiones de flamenco contemporáneo que yo haya tenido nunca la suerte de ver. Esto es una forma evolucionada de flamenco, completamente fiel a sus orígenes. Expresivo, seguro y exuberante, es una muestra del talento de Rocio y un indicador apasionante de las aventuras por las que ella nos conducirá durante los próximos años” (Carole Eldrich, BALLET MAGAZINE).

En 2009 participa en el espectáculo Flamenco Hoy y graba su aportación a la película Flamenco, Flamenco, ambos trabajos de Carlos Saura.

En octubre de este mismo año estrena en La Laboral de Gijón Cuando la Piedras Vuelen, donde “todo sucede en armonía, con un ritmo escénico que no cesa, que empuja suavemente a gozar de una bailarina superdotada e inteligente” (Julia Martín, EL MUNDO), una nueva vuelta de tuerca a su trabajo coreográfico y escenográfico, uniendo su talento al de Carlos Marquerie (autor, director de escena, pintor, escenógrafo e iluminador).

Forma parte del proyecto de Pedro G. Romero para el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ¿La guerra ha terminado? Arte en un mundo dividido (1945-1968)

El año 2010 la afianza ante la crítica inglesa y norteamericana a su paso dentro de esta edición de Flamenco Festival, presenta su nueva producción en el Festival de Otoño en Primavera de Madrid y en la Bienal de Flamenco de Sevilla, , y le depara la sorpresa de recibir, a sus 26 años, el mayor reconocimiento del mundo del arte, la cultura y la danza en España: el Premio Nacional de Danza, en la modalidad de Interpretación, por "su aportación a la renovación del arte flamenco y su versatilidad y fuerza como intérprete capaz de manejar con libertad y valentía los más diversos registros, características que se expresan de manera especial en sus últimos trabajos Oro viejo y Cuando las piedras vuelen", que otorga cada año el INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música), del Ministerio de Cultura.

Además de consolidarse como una de las mejores bailaoras de su tiempo, Rocío investiga en el campo coreográfico realizando coreografías en las compañías de María Pagés, José Porcel, el Real Conservatorio de Danza de Madrid, Nuevo Ballet Español; y en Soulería, de Pitingo y Juan Carmona. Rocío Molina ha actúado como artista invitada de Antonio Canales (en Bohemio), Miguel Poveda (en Tierra de Calma), y Chano Lobato, entre otros.

A pesar de su juventud, esta bailaora iconoclasta ha recibido, entre otros, los siguientes premios: - Bailarina Sobresaliente del XI Certamen de Coreografía y Danza de Madrid (2002)

- Madroño Flamenco 2006, de Montellano

- Venencia Flamenca “El Baile”, del Festival de La Mistela 2006 de Los Palacios - Premio de la Crítica “Flamenco Hoy” a la Bailaora Revelación 2006

- Premio Revelación “El Público” 2007, Canal Sur Radio, Mejor Espectáculo, Turquesa como el limón - Premio de la Crítica “Flamenco Hoy” 2007 a la Mejor Bailaora

(6)

- Premio de la Crítica “Flamenco Hoy” 2008 a la Mejor Bailaora

- Premio de la Prensa de Sevilla “Mario Maya” al baile por Oro viejo (2008)

- Premio “Giraldillo”, XV Bienal de Flamenco de Sevilla 2008, Mejor Coreografía, por Oro Viejo - Premio Málaga Joven (2008)

- Premio de la Crítica otorgado por la Cátedra de Flamencología de Jerez por Oro viejo (2009) - Premio Nacional de Danza en la modalidad de Interpretación (2010)

- Escudo de Oro de Vélez-Málaga (201)

- Medalla de Oro de la provincia de Málaga (2011)

www.rociomolina.ŶĞƚ

Carlos Marquerie, autor, director de escena, pintor, escenógrafo, iluminador

Entre las numerosas obras teatrales de Carlos Marquerie algunas de las más recientes son: Entre las brumas

del cuerpo (Real Fábrica de Tapices de Madrid para la Noche en Blanco) y Maternidad y osarios (Escena

Abierta, Burgos) en 2008; El temblor de la carne (Gatoeira, Montemor-o-Velho, Portugal) en 2007; Que me

abreve de besos tu boca, Ruinas de la iglesiade S. Antonio, (Montemor-o-Velho, Portugal), El cantar de los cantares, El cuerpo y la arquitectura (intervención-instalación en Invertebrados, en la Casa de América) en

2005; 2004 (tres paisajes, tres retratos y una naturaleza muerta) (Compañía Lucas Cranach, Festival de Otoño de Madrid 2004, Teatro Pradillo); 120 pensamientos por minuto (Compañía Lucas Cranach, La Fundición, Bilbao) en 2001; Lucrecia, y el escarabajo disiente (Compañía Lucas Cranach, La Alternativa 2000, Sala Cuarta Pared) en 2000; Lucrecia, creación propia (Compañía Lucas Cranach, lectura del ciclo de la S.G.A.E.); El

(7)

ignorante y el demente, de Thomas Bernhard (Compañía Lucas Cranach) en 1995; Comedia en Blanco I. Infierno, primera pieza escénica del tríptico inspirado en La divina comedia de Dante Alighieri (Festival de

Otoño, Teatro Pradillo, Madrid) en 1994; El hundimiento del Titanic, texto de H. M. Enzensberger (Teatro Central, Sevilla) en 1992; Paisajes y voz, historia de un árbol, texto de Antonio Fernández Lera (Teatro Pradillo, Madrid) en 1991; Los hombres de piedra, texto de Antonio Fernández Lera (Teatro Pradillo, Madrid) en 1990. Marquerie es el encargado de crear el espacio escénico de todas sus piezas, con excepción de 1996.

Entre sus instalaciones, se encuentran Paisaje con 12 tumbas y una silla, de la obra Comedia en blanco I

(1994); Fragmentos de Atlántico Norte, de la obra Hundimiento del Titanic.

Entre los espacios e instalaciones para obras escénicas de otros autores están, entre otras, Memoria del

jardín, de Antonio Fernández Lera (2009); Todo es distinto de cómo tú piensas, de Carlos Fernández López

(2006); Bobo, de Elena Córdoba (2003); Los negocios acaban a las diez, de Elena Córdoba (2002); Sin correa, de Elena Córdoba (2001); El tiempo de un instante, de Carmen Werner (Provisional Danza) y Sueño de

cangrejo, de Enrique Cárdenes (Compañía Platanera) en 2000.

Entre sus exposiciones de pintura e instalaciones: Maternidad y osarios, instalación + acciones (Escena Abierta, Burgos, 2008); El cuerpo de los amantes (Curtiere deis artes, Montemor-o- Velho, Portugal, 2005);

Dibujos 2000-2002, Fundación Antonio Pérez, Cuenca, 2002.

Marquerie ilumina todas sus obras y las de muchos otros artistas: Elena Córdoba, Angélica Liddell, Rodrigo García, Antonio Fernández Lera, Carlos Fernández López, Lola Jiménez, Ana Buitrago, Roger Bernat, Félix Santana, Carmen Warner, etc. También ha publicado El temblor de la carne (Ediciones Contextos) y Políticas

de la palabra, recopilación de textos escénicos.

Rosario Guerrero “La Tremendita”, cantaora, directora musical

Rosario Guerrero (Sevilla, Triana, 1984) es nieta de la saetera “La Gandinga de Triana” e hija del cantaor José “El Tremendo”. Innovadora del flamenco, aporta y fusiona estilos musicales propios sin olvidar sus raíces ni su pureza. Debuta en solitario en 1993. Ha realizado giras internacionales y actuaciones en Reino Unido, Francia y Sudamérica. Destacan sus trabajos en el XV Festival Flamenco de Nimes, Festival de Jerez (2005 y 2006), Festival de Toulouse, el ciclo

Flamenco viene del sur, de la Junta de

Andalucía, para quien también realiza la III edición de sus talleres de flamenco en La Habana, México y Bilbao; así como sus trabajos con Rocío Molina, Andrés Marín, Juan José Amador, José Luis Ortiz-Nuevo, Belén Maya y Mario Maya, entre otros muchos.

Varios premios respaldan su trayectoria, entre ellos, el de la Soleá de Triana 1999, el Premio Joven del Festival Antonio Mairena 2002, finalista en el Concurso del Cante de las Minas 2002 y 2003 y el Premio Nacional Manolo Caracol del XVII Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba 2004.

En la XVI Bienal de Flamenco de Sevilla, 2010, presenta su espectáculo A Tiempo.

(8)

CUANDO LAS PIEDRAS VUELEN

FICHA ARTÍSTICA Y TÉCNICA

Coreografía y baile ROCÍO MOLINA

Dirección de escena, escenografía e iluminación CARLOS MARQUERIE

Dirección musical y arreglos de cante ROSARIO GUERRERO “LA TREMENDITA” Música original PACO CRUZ y JUAN ANTONIO SUÁREZ “CANO”

Guitarras PACO CRUZ y EDUARDO TRASSIERRA

Cante ROSARIO GUERRERO “LA TREMENDITA” y GEMA CABALLERO Palmas VANESA COLOMA y LAURA GONZÁLEZ

Actrices (vídeo) BASILISA PELITERO, CELIA RENDUELES y BAILARINAS PARABÓLICAS Realización de vídeo DANIEL ITURBE

Ayudante realización de vídeo TITO PERAITA Realización de escenografía CARLOS LORENZO Equipo técnico TEATRO DE LA LABORAL

Producción ejecutiva MÓNICA COFIÑO Dirección de producción GACHI PISANI

Cuando las piedras vuelen es un proyecto producido por Teatro de La Laboral-Gobierno del Principado de Asturias con la colaboración de la Comunidad de Madrid y Gachi Pisani Producciones.

Agradecimientos: Ernesto Junco, Zoológico La Grandera (Cangas de Onís), Departamento de Organismos y Sistemas (Zoología), de la Universidad de Oviedo, Gobitu Bode, Noegx y Belén Vega.

Producción en ruta ROCÍO MOLINA

(9)

CUANDO LAS PIEDRAS VUELEN

LA CRÍTICA

Hermoso vuelo poético

Qué hermosura: una pieza de esencias y filosofía sobre el baile mismo, sobre su cambiante naturaleza y su perpetua emisión de sensaciones. También, por supuesto, sobre lo umbilical y lo libre.

Para este vuelo, Rocío Molina se deja manejar por un director radicalmente contemporáneo, Carlos Marquerie, y consigue una comunicación venturosa de sensibilidad y de ideas. Minimalismo, abstracción, geometría se alían con su penetrante emisión y se hacen conductores de sensaciones y de belleza. Los elementos escenográficos aumentan la dimensión del baile con elegantes imágenes poéticas cuyo significado está en los cantes, en la sugerencia del movimiento. Y aunque no se descubran, se sienten.

Piel de gallina desde el primer baile de Molina, que emerge de un túmulo de piedras y se pone en faena, en top y braguita, sobre un diminuto recuadro. El espacio de un chotis le basta para desplegarse como un torrente de fuerza rítmica, de composturas nuevas. Todo ello súbito, fugaz y penetrante, entrelazado en una prodigiosa ligadura de acentos ortodoxos que apenas nos deja soltar el aire.

La pequeña gran bailarina bailará luego jonda y festera, se meterá en las pupilas por su salero o su filo, sus quiebros de cintura o su zapato de hierro. Bailará también en un taburete girante, redonda y dominante, con más proyección y volumen en el movimiento del que se pudiera pensar. Dejará sabor de azúcar.

Todo sucede en armonía, con un ritmo escénico que no cesa, que empuja suavemente a gozar de una bailarina superdotada e inteligente. Hay momentos impagables de baile, de cante, de baile al cante, de guitarra sola (aquí protagonista y no líquido para llenar pausas). Y se descubren recursos certeros y escenas canallas, como la de la Molina y “La Tremendita” mezclando cante y baile con un cigarrito bien fumado.

Molina y Marquerie han huido de los lugares comunes. Ella no volverá al final previsible, el lecho de piedra. La metáfora es otra: limpia el hueco de tierra y se va. Horror, baja una parrilla de bombillas y presentimos un efecto de borrón. Rocío Molina hace una entrada lenta, arqueada la espalda y con brazos desprendidos totalmente. La cantaora le da un abanico que son alas. Alivio, la concesión no llega. Ninguna hay. Llega el último soplo: Molina escapa por entre los finos barrotes de su liviano laberinto.

El Mundo, Julia Martín, 13/10/09 Rocío y sus alas

Ya es una de las grandes y se deja ver con cuentagotas, para que la buena colonia no se desparrame. Cuatro días en el Festival de Otoño (en primavera) y de nuevo la conciencia de que tenemos entre nosotros, los flamencos, a una bailaora, bailarina, artista y creadora superdotada.

“Cuando las Piedras Vuelen” es la propuesta de Rocío Molina y su gente, seis grandes artistas, seis, para la primavera del Canal. Espectáculo estrenado el pasado otoño asturiano que supone un mesurado avance hacia la estética contemporánea de la inquieta bailaora malagueña. Aún así lo que prima aquí es la vanguardia flamenca, rol que esta artista ha asumido desde que es quien es. Y no nos pongamos más pedantes ni pelotas, que no hace falta.

(10)

Cincuenta y cinco minutos donde el escenario acoge en toda su dimensión los diferentes y minúsculos soportes que dan vida a la increíble grandeza corporal de Rocío Molina. Bailaora de rotundas formas y delicada fortaleza, capaz de llenar con su tintineo el escenario más exigente.

Desde la escueta presentación con cante y baile casi desnudo (literal), el recorrido de la danza lleva diseccionadas las facetas del bailaor. Pies sobre metal, brazos sobre el aire, figura sobre taburete, flamencura por tangos, fiesta y compás por alegrías y bulerías, frivolidad cigarro en la boca… sin olvidar guiños a la escuela clásica (mucho S XVIII en algunos giros) y una constante contemporánea que se entrelaza a la perfección con sus antecesoras. Siempre con una Rocío consagrada como ave de la noche vigilante y a la vez vigilada por los avatares de una existencia que la golpea con cada cante. Y qué mejor acompañamiento que la música de Cano. Sus últimas producciones “Flamenco Crossover” y “Son de Ayer” modelan las estampas del espectáculo, reforzando nuestra convicción, la que habíamos puesto en este guitarrista quien, junto a Paco Cruz conforma el único momento masculino del cuadro. Nunca de relleno. Rocío hasta se viste sobre las tablas.

Dirigidos en lo musical por una espectacular Rosario “La Tremendita”, las escenas merodean desde lo trascendental a lo bucólico, desde la naturaleza primitiva al más cinematográfico de los artificios, para terminar felizmente en la sorpresa de lo imprevisible. Desechar la opción del polvo eres y en polvo te convertirás (en este caso piedra) por la vía de la esperanza es siempre de agradecer. Sobre todo si no te lo esperas.

Intensidad que no decae nunca, todos con los ojos como platos, compitiendo con los búhos y lechuzas que presiden las secuencias del montaje.

Dicen que el flamenco es una creación femenina difundida por hombres. En este caso, el misterio de la danza y el cante son obra y gracia de los espíritus femeninos, que se mueven como pez en el agua en el terreno de la noche creada por el gran Carlos Marquerie.

Rocío es piedra que vuela y golpea. Como le cantaron anoche… ”Qué dulce tiranía la de la Hermosura”

Deflamenco.com, Pablo San Nicasio, 31/05/10 El revoloteo del pájaro que vuela libre

Las piedras comenzaron respirando, exhalando la vida por la porosidad apretada de la dura piel. Y entre el cuerpo de las piedras, el cuerpo de la bailaora, naciendo o despertando. Casi desnuda comienza Rocío a aletear, a buscar la libertad del baile, como el pájaro que alza las alas recién alumbrado, con un instinto hambriento. La "Tremendita" y Gema Caballero la ayudan a desadormecerse entre pregones cálidos, hablando de las cadenas que unen y se arrastran, de las rocas que lastran e impiden alzar el vuelo. El ave ha nacido y ha dejado su silueta clavada entre las piedras del suelo.

Rocío solo usa un espacio cada vez, pero acabará usando todos los lugares escénicos. El pájaro sube al risco, mientras la pantalla nos cuenta historias a través de los ojos de las lechuzas, y Juan Antonio Suárez Cano colorea y da sombras al baile pausado de Rocío. Desde el impulso de vestirse hasta la caída de una mano, todo lo que hace es danza. Y por cantiñas y mirabrás Rocío va desprendiéndose de lo innato para acatar lo asimilado, el baile como se espera que sea el baile. Como metáfora, un pequeño espacio, apenas una baldosa de madera que paulatinamente se va hundiendo en el suelo. Y a pesar del espacio comprimido, Rocío crea un prodigio en el que baila con planta , punta y tacón, como obliga el canon. Pero al que añade el golpe a la madera que la oprime, la patada literal, no como figura flamenca, un nuevo sonido, una forma nueva. Y tras el prodigio decide sacar los pies del tiesto.

Cuando Rocio abandona la escena todo se queda en silencio, Cano y la "Tremendita" nos dan algo de aire hasta que la maravilla decide volver a las tablas en un banco giratorio. Y como quien dibuja un

(11)

lienzo Rocío va pintando con los pies y con el cuerpo una partitura sorda a la que dan voz Vanesa Coloma y Laura González, tacones en mano. Remachando en las piedras los sonidos que los pies de Rocío evocan en los ojos. Cuando vuelve el silencio se libera el cuerpo, todo es tensión y relax girando sobre una nueva y menuda dimensión circular.

En la pantalla se reflexiona sobre el paso del tiempo, sobre la llegada de lo inevitable, mientras Gema canta "la dulce tiranía de la hermosura, que triunfa y avasalla, mas poco dura".

Hay también algo cinematográfico en la picaresca danza, cigarro en boca, que provoca la "Tremendita" en la bailaora, algo que acarrea rumores de blues oscuro y tiempos de jazz. Hay algo de la libertad que se exige en las letras de tangos, un tango tan soberbio en sus formas flamencas que disipa el recelo que cualquier espectador neófito pudiera tener sobre Rocío.

Tan desmedido es el baile que al cierre la concurrencia aplaude interrumpiendo la obra unos minutos, hechizados. Rocío descubre que la silueta entre las piedras, la suya, era de un color más luminoso y que las alas siempre habían estado allí. Cuando las cien bombillas suspendidas de hilos rojos van bajando del cielo, sólo podemos escuchar el abanico aleteante. El revoloteo del pájaro que vuela libre.

Obviar el trabajo de puesta en escena de Carlos Marquerie sería casi una ofensa. El trabajo con la luz es uno de los mas bellos que estos ojos han visto. Y el ritmo dramático es tan palpable como oportuno.

Hablar solamente de buen quehacer en el reparto musical también sería un agravio, una labor sobresaliente por parte de un elenco oportunísimo para una ceremonia de este calibre.

Rocío abrió un itinerario muy exigente con "Oro Viejo" y ha escalado un peldaño más con su nueva propuesta.

Por el momento nos sigue haciendo observarla con pasmo.

Flamencoenvivo.net, Javier Prieto, 20/09/10 Un hermoso y cuidado ejercicio de libertad

El trabajo que anoche llenó a rebosar el Teatro de la Maestranza fue un encargo de esa maravilla de centro cultural que es la Laboral de Gijón para inaugurar su temporada 2009-2010. Un pieza que reunía a dos artistas completamente diferentes y que, para sorpresa de algunos, ha encontrado un hueco en la Bienal.

En Cuando las piedras vuelen Carlos Marqueríe, director teatral (entre otras cosas, fue cofundador del grupo La Tartana y director de la Sala Pradillo de Madrid), iluminador y artista plástico, se ha encargado de ordenar un enorme espacio, poblándolo de elementos que constituyen verdaderas instalaciones, y de iluminarlo en un auténtico alarde técnico. ¡Qué alegría ver espectáculos donde el sonido deja que la música se escuche, donde se utilizan las distintas partes que tiene el escenario, dejándolas envueltas en la luz o en la penumbra, según lo requiera la pieza, sin que el público se pierda detalle!

Y en medio de ese pequeño universo, presidido por una pantalla central en la que se proyectan algunas imágenes, está Rocío Molina, una de las bailarinas más completas de este siglo cuya historia empieza ya a pesar.

Rocío ha hecho lo que ha querido y lo ha hecho porque podía hacerlo. En primer lugar, porque con sus anteriores trabajos se había ganado ya la admiración incondicional del público, como se pudo comprobar anoche con la cerrada ovación con que la premió. Y luego porque, impregnándose como una esponja de todo lo que ve desde que tenía tres años, ahora, a los 26, su sabio cuerpo está en condiciones de escribir sus propias partituras y su mente, liberada de prejuicios, le da su permiso. Por eso, cuando decidió hablarnos de su necesidad de volar, de salir de la jaula en la que, como todos, a veces había vivido, pensó en su deseo y no en el efecto o en la estética. Para eso estaba Marqueríe,

(12)

con su rigor, su respeto por un flamenco que conoce poco, y sus imágenes, hermosas imágenes como la del final, cuando más de cien lucecitas bajan del techo mientras el abanico de Rocío aletea para levantar el vuelo. Y se desnuda, y se deja enterrar en un nicho de piedras, y acepta el reto -el obstáculo- de bailar dentro de un pequeño cuadrilátero. Pero cómo se eleva con su danza buscando el inestable equilibrio. Cómo se dirige a todas las direcciones buscando una salida -como los pájaros, como los búhos que aparecen en la pantalla- sin atreverse a desplazar su centro de gravedad Cómo cambia de temperatura cuando sus brazos flotan, o hienden el aire (¿se habrá encontrado ya con Rudolf Laban?), o cuando sus pies dan latigazos en el suelo.

Luego, superada la prisión espacial, se mide con el tiempo, con la velocidad de sus pies. Porque es joven. Porque puede. Y es capaz de fumar mientras baila dejando un halo de humo suspendido en la luz de los más de treinta proyectores laterales. Y todo ello sin descuidar la música que la acompaña, una multitud de ritmos que la inspiran, llámense alegrías, guajiras, tangos o cantes folclóricos asturianos para irse difuminando sin dejar que el público se implique, cambiando de registro antes de que éste pueda desahogarse con un ole. De este modo, con un ritmo a veces desigual pero siempre dulce, casi melancólico, se va completando un trabajo en el que cada uno aporta su grano de arena: la estupenda guitarra de Cano, la de Cruz, las voces femeninas y complementarias de La Tremendita y Gema Caballero, la de cristaliana garganta. Todos contribuyen a lograr un espectáculo cuidado y coherente pero el centro absoluto, el sentido último de este trabajo, es la danza de una bailarina extraordinaria llamada Rocío Molina.

Diario de Sevilla, Rosalía Gómez, 20/09/10 Con el vuelo de un abanico

El volar, además de privilegio de pájaros, es metáfora de liberación en muchas ocasiones. Y el vuelo, cuando es libre, puede implicar riesgo. La joven bailaora Rocío Molina representa uno de esos casos de genialidad precoz que la ha hecho madurar tempranamente, mientras alcanzaba el dominio del canon y la aceptación casi unánime por sus trabajos. Quizás por ello puede que sintiera ya las ganas de volar y de arriesgarse. Su necesidad se ha hecho virtud en una obra hermosa y desnuda, aunque no precisamente fácil; pero en la que no cabe duda que ha dado alas de libertad a sus necesidades expresivas más íntimas. Y lo hace con bailes flamencos, que es lo que la mueve y lo que se impone en su obra, con independencia de los atuendos con que los vista, y por más que los cantes, la música o la escenografía marquen unas pautas en algunos momentos muy determinantes.

Pongamos por caso el arranque, con prolongados minutos de cantes folclóricos antiguos mientras la protagonista yace entre piedras blancas. A este cuadro le seguiría su baile enérgico, percutido sobre tarima metálica y con la bailaora luciendo un escueto short negro y un top de igual color. No hay concesiones, pero su fuerza y el dominio de su cuerpo logran sacudir una atonía inicial que desemboca en el baile del mirabrás y de las cantiñas, punto de disipación de los sombríos presagios iniciales. Rocío baila con pantalones pirata y evoca, con su permanencia en la cuadratura de una losa, al mariscador atareado en mitad de una marea baja. También, ya se sabe, el cuadrado es metáfora de la jaula, la de esos pájaros (¡vaya elección, por cierto, la del búho!) cuyas imágenes se proyectan en una pantalla. Ni que decir tiene que la bailaora inicia aquí el proceso de su liberación para posarse en un túmulo de piedras.

Decididamente libre, la observamos sobre un taburete giratorio en el que el vuelo cobra una sorprendente plasticidad. Su forma de modular la figura sobre el artilugio, lejos de lo estrambótico, puede llegar a emocionar. Entre cantes que no lograron superar el plano tono inicial, a pesar de las sabias aportaciones melódicas de Cano y Cruz en las guitarras, todavía Rocío ofrecería dos bailes más: primero fue el garrotín, innovador y chulesco en sus formas (un cigarro siempre en la boca), y después los tangos, que tuvieron su gracia, pero que no lograron evocar la fiesta que pretendían.

(13)

En el último cuadro, en el que un inmenso firmamento de luces diminutas baja para enredar a todos los protagonistas en una suerte de jaula, se nos hace patente el trabajo del director Marquerie, que nos ha brindado un espacio escénico singular: desnudo y muy abierto, en el que la pequeña figura de la bailaora corría riesgo de perderse. No lo hizo. En cada espacio logró brillar de forma distinta, como en el esbozo final de la guajira, pretexto quizás para dejar en el teatro un aire de élitro, el producido por el sonido del abanico, imagen de un vuelo final y definitivo.

EL PAIS, Fermín Lobatón, 21/09/10 El baile transparente

Hubo una vez un país que creyó en la danza. Curiosamente también eran flamencos, pero de otro lugar. En 1959, el director del teatro de La Monnaie, Maurice Huisman contrató al joven coreógrafo de vanguardia, Maurice Béjart. Esta iniciativa originó la creación del «Ballet du XXième Siècle» convirtiéndose en la compañía de danza mas importante de Bélgica y de Europa. En 1970 Béjart creó la Escuela Mudra.

¿A qué viene esta introducción en una crítica de flamenco? A que aquellos otros flamencos se atrevieron, le financiaron a Béjart la creación de la Escuela Mudra y generaron el nacimiento de una nueva estética de la danza europea, surgiendo nombres como Jiri Kylian, Anne Therese de Keersmaeker, Alan Platel, Víctor Ullate, Nacho Duato, Carolyn Carlson..., y muchos más. Se atrevieron y financiaron la creación y el riesgo.

Y esto mismo hizo la Laboral Teatro de Gijón, cuando pidió a Rocío Molina que creara con riesgo y así, junto a Carlos Marquerie nació esta maravillosa obra que anoche el público del teatro Maestranza aplaudió a su final puesto en pie.

Dos apuntes antes de empezar a hablar de la obra, sobre el público de anoche: mucho extranjero, mucha gente joven, algunos directores de festivales europeos y sobre todo, compañeros de profesión, algo que siempre es notable y que denota el interés que se tiene por la obra de un artista. «Cuando las piedras vuelen» es danza con riesgo, sin tapujos, sin otra cosa más que el cuerpo de Rocío Molina que tampoco se «esconde» siquiera tras ropajes, pues sale con tops y pantalones cortos y va cambiándose en escena. No hay aditivos, no hay adornos, sino más bien todo lo contrario: lo escueto, lo sucinto marca a la bailaora.

Sobre el escenario, un túmulo de piedras y tres tarimas, un altar iluminado y una pantalla que proyecta imágenes de aves, sobre todo buhos con sus grandes ojos de color miel, y los propios movimientos de la bailaora.

Comienza la obra con el cante de Gema Caballero y «La Tremendita», a pelo, sin adornos. Rocío Molina está tumbada sobre un lecho de cantos rodados blancos, una cámara la proyecta en el fondo del escenario.

Rocío Molina toma el baile, o el baile la atrapa a ella. Sube a una tarima de metal y suenan sus pies que rebotan como si fueran piedras. Ahí comienza una especie de ceremonia poética que recorre sentimientos desde la tristeza a la soledad, y que pretende levantar el vuelo hasta la liberación.

La forma de bailar de Rocío estremece y emociona, no sólo por sus escorzos o por la limpieza de un zapateado que incluso realiza en el centro de una tarima encosertada en un baldosín, sino también porque no hace concesiones. Quiere contar algo, y va saliendo con crudeza, casi con dolor, poco a poco.

Los ritmos van cambiando. La música se desarrolla por entre los palos flamencos a los que se les buscan nuevas sensaciones tímbricas: martinete, farruca, mirabrás, alegrías, verdiales con el compás de las piedras, tangos..., la música de Cano invita a los palos a seguir por otros sonidos. Las guitarras recorren un camino musical natural igual que lo hacía la partitura de Cage sobre la coreografía de

(14)

Cunningham, en perfecta comunión. Son sólo dos guitarras pero a veces hasta suenan como marimbas.

Rocío baila sobre un taburete no pone los pies en el suelo; baila con descaro contemporáneo, pero no se engañen, también hace sus guiños a la danza española, a la más antigua, aquella del siglo XIX, cuando introduce las vueltas quebradas sobre sí misma. Exhibe además, la bailaora, unas facultades excelentes de técnica clásica, (sí, una flamenca), al mantenerse en cuclillas en relevé sobre tacones, o en los giros con un espléndido centro que nunca desplaza.

Pero, ¿saben?, las explicaciones técnicas sobran, aunque sean destacables y aunque deban introducirse en una crítica. Tal es la emoción de esta obra, que la belleza estética del montaje no nos deja ir más allá de cualquier elemento técnico, que los hay y muchos.

Baila Rocío descarada, con un cigarro encendido y le baila al cante de «La Tremendita». Baila por tangos, rotunda, su baile es más libre, va consiguiendo zafarse de las ataduras. Casi está consiguiendo volar.

Carlos Marquerie ha creado un espacio idílico para el baile de Rocío, ora opresivo, ora libre, pero Rocío lo va ocupando todo, y al final, un ascua de luces baja sobre sí, y por fin la cantaora le ofrece una especie de abanico, que no es tal, son sus alas, y así suenan, y la bailaora se entremezcla por estas estrellas que han bajado al escenario y lentamente, lentamente, levanta el vuelo desapareciendo.

ABC, Marta Carrasco, 20/09/10

PREMIO NACIONAL DE DANZA 2010

modalidad INTERPRETACIÓN

otorgado por el INAEM del Ministerio de Cultura

por "su aportación a la renovación del arte flamenco y su versatilidad y

fuerza como intérprete capaz de manejar con libertad y valentía los

más diversos registros, características que se expresan de manera

especial en sus últimos trabajos Oro viejo y Cuando las piedras vuelen".

(15)
(16)

CONTRATACIÓN Y DISTRIBUCIÓN EXCLUSIVA

www.rociomolina.net

Mónica Hamill / monica@rociomolina.net / +34 611 275 552

Magdalena Escoriza / mada@rociomolina.net / +34 693 413 621

Referencias

Documento similar

Where possible, the EU IG and more specifically the data fields and associated business rules present in Chapter 2 –Data elements for the electronic submission of information

The 'On-boarding of users to Substance, Product, Organisation and Referentials (SPOR) data services' document must be considered the reference guidance, as this document includes the

In medicinal products containing more than one manufactured item (e.g., contraceptive having different strengths and fixed dose combination as part of the same medicinal

Products Management Services (PMS) - Implementation of International Organization for Standardization (ISO) standards for the identification of medicinal products (IDMP) in

Products Management Services (PMS) - Implementation of International Organization for Standardization (ISO) standards for the identification of medicinal products (IDMP) in

This section provides guidance with examples on encoding medicinal product packaging information, together with the relationship between Pack Size, Package Item (container)

Package Item (Container) Type : Vial (100000073563) Quantity Operator: equal to (100000000049) Package Item (Container) Quantity : 1 Material : Glass type I (200000003204)

En el capítulo de desventajas o posibles inconvenientes que ofrece la forma del Organismo autónomo figura la rigidez de su régimen jurídico, absorbentemente de Derecho público por