Gabriel René Moreno se encuentra en el sitial máximo de la histo-
riografía boliviana por las dimensiones de su obra, por la exclusividad
de sus estudios en este campo, por su vocación
y
calidad de historiador
y
bibliógrafo.
1Tenía un gran valor civil
y
valentía para encarar la verdad histórica,
una extraordinaria probidad
y
espíritu de análisis penetrante, un pen-
samiento severo
y
de unidad estructural. Sin embargo, pocos escritores
han habido tan mordaces e hirientes, en el terreno personal, como Ga-
briel René-Moreno.
Llegó a poseer una recia ilustración histórica sobre cuestiones ame-
ricanas, sobre todo coloniales,
y
una excepcional cualidad de exposición
progresiva, organizada
y
metódica que daba a sus trabajos, además de
unidad lógica, el fundamento irrebatible de cuanto afirmaba o negaba
debido al uso de fuentes documentales. Añadía a esas cualidades, una
aptitud indiscutible para la selección de materiales, investigación, bús-
queda
y
cotejo de documentos; poseía un sentido sensorial agudo para
la bibliografía sistemática
y
científica.
Su estilo era brillante, con donosuras castizas que a veces quitaban
sencillez a su lenguaje; por su depurado conocimiento
y
riqueza lexico-
gráfica, las frases las lograba con belleza
y
profundidad. Mucho se ha
hablado
y
se habla del casticismo de Moreno. Fue un escritor de depu-
rada prosa que no admitía el uso de giros
y
vocablos extraños al idioma,
1 Hay quienes señalaron a Moreno como bibliófilo, el vocabloes
aceptable porcuanto se dedicó a formar una biblioteca, tal vez sin haber reparado que éste
es
el caso morboso del almacenador de libros por diletantismo y sin utilidad práctica. Tam- bién ha sido llamado bibliómano, posiblemente, por desconocimiento de lo que signi- fica este vocablo inaplicable a Moreno.fue, también, un artista de la justeza, pero quién sabe si a veces ampu- loso. Los escritores de su generación se caracterizaron por una relativa corrección sintáctica y semántica, procuraron someterse a las reglas académicas y fueron lectores de los clásicos españoles, no hicieron uso de neologismos ni fueron afrancesados, de entre ellos sobresale Moreno en sus descripciones que tienen una recia raigambre castellana.
Los críticos bolivianos aseguran casi unánimemente que fue castizo, lo fue si se da a entender -como decía Unamuno en su Ensayo "En torno al casticismo"- que era más español que otros. "Escribe claro el que concibe o imagina claro, con vigor quien con vigor piensa, por ser la lengua un vestido transparente del pensamiento; y hasta cuando uno preocupado con el deseo de hacerse estilo, se lo forma artificioso y pegadizo, delata un espíritu de artificio y pega, pudiendo decirse de él lo que de las autobiografías, que aún mintiendo revelan el alma de su autor. El casticismo del lenguaje y del estilo no son, pues, otra cosa que revelación de un pensamiento castizo". Castizo, para el autor de "La agonía del cristianismo", deriva de casta, así como del adjetivo casto, puro, sin mezcla de elementos extraños.
Sin embargo, hay algún extranjero que manifiesta que "su estilo ca- rece de brillo: la proligidad del lenguaje lo torna difuso, la frase carece de soltura, en ciertas ocasiones es oscura".2 Moreno, en "Ultimas días coloniales" o en "Introducción al catálogo de Moxos y Chiquitos", es, sin duda, un escritor brillante, aunque en algunas apostillas a sus libros no posee lenguaje simple, pareciera -para nuestra época- que preten- día adornar sus frases y hacerlas elegantes a riesgo de su sencillez.3
La crítica de Moreno nunca fue suave, al contrario, como dice Ig- nacio Prudencio Bustillo "ponía en ridículo a las gentes, aunque éstas
2 Gonzalo Bulnes. "Daza y las Bases Chilenas", pág. 129.
3 He aquí algunas opiniones: "Desde su más temprana juventud se señaló Mo- reno como un temperamento artístico nada común, como estilista y como crítico literario" (Enrique Finot "Literatura Bolivia", pág. 222). "Su labor, empero, nos ha sido muy provechosa y su ejemplo es edificante: él nos ha enseñado o enseñará cuando se lo conozca mejor, el culto flaubertiano del estilo" (Carlos Medinaceli. "Estudios Críticos", pág. 19). "Se diría estar viendo, en su prosa, el dibujo reposado ;y vi- brante, ágil, majestuoso, de la naturaleza. Nada de artificio, nada de forzado" (Fer- nando Diez de Medina. "Literatura Boliviana", pág. 247). "René-Moreno no sólo era un lector de papeles viejos y un memorialista, sino un cultor insigne del arte literario, un devoto del clasicismo en la mejor acepción de la palabra" (Alberto Gutiérrez. "Hom- bres representativos", pág. 76).
fuesen amigas suyas ... ", " ... su fino sentido crítico le hacía descubrir in- mediatamente deficiencias y flaquezas que él las hacía notar con cierta complacencia, aquilatando siempre los méritos en la balanza de las com- paraciones, en la cual quedaban desmedidos y empequeñecidos los hom- bres y las cosas".4 Moreno tuvo una increíble falta de respeto para juz- gar, no conocía autoridades que no las haya despojado de algo. Radical fue en la crítica, tal vez porque sabía que sus predecesores y coetáneos no habían ahondado en la investigación, conocía cómo se habían aco- gido a rumores para hacer historia. En esto podía compararse a Voltaire, el historiador que no respetó a nadie, ni a Tácito ni a Suetonio ni a Jeno- fonte, que tenía trazas de ejecutor de autoridades y plumíferos sin con- miseración, bien puede repetirse para ellos lo que Fueter dijo de la mor- dacidad de Sainte-Beuve: "estaba en su elemento cuando echaba por tierra una personalidad, sobre todo cuando podía malignamente poner en descubierto las debilidades del hombre que se oculta tras el artista".5
Esta intransigencia, puede ser que al servicio de la verdad, le acarreó muchos problemas. No tuvo amigos ni los habría tenido si su natural modo de vivir y trabajar no hubiera sido el del enclaustramiento del misántropo. Existen numerosos casos de enemistades personales, uno de ellos, quizás el más célebre, fue el de José Rosendo Gutiérrez, quien en 1869, estando de Encargado de Negocios de Bolivia visitó la Biblioteca del Instituto Nacional de Santiago de Chile, de donde se dice que ex- trajo el folleto del Obispo Aguirre "Dos Cartas" ( edición Lima 18 5 8). "Los empleados tienen la certidumbre moral acerca del biblio-pirata que consumó este abuso de confianza, no el único", escribió Moreno sin men- cionar a Gutiérrez, "El extraño ejemplar -dice Humberto Vázquez Ma- chicado- se encuentra en la Biblioteca Universitaria de La Paz, actual- mente poseedora de la Colección Gutiérrez".6
¿Tornóse en odio este hecho o hubo otro antecedente? Un desacuer- do personal, unas ideas encontradas entre los dos bolivianos residentes en
4 "Páginas Disperas", pág. 97.
5 "Historia de la Historiografía Moderna", Vol. II, pág. 43.
6 No hemos podido comprobar lo que alguna vez se ha escrito sobre la acusación que hizo Vicente Quezada, Director de la Biblioteca Nacional Argentina, a G. R. Moreno, en una entrevista con José Vázquez Machicado, Cuenta éste que un día compareció Moreno ante el Director de la Biblioteca, sindicado de robo de valiosos libros que los había tomado el ilustre escritor llevado por su pasión de bibliógrafo.
Chile, una emulación mal entendida, un desaire nunca perdonado, todo es posible. El hecho es que Moreno en la Revista Chilena7 escribió: "los padres Agustinos en Santiago que lloran sin consuelo en su biblioteca la ausencia de un volumen rarísimo, el de aquel buen padre Calancha, que salió del convento con permiso por unos días y se embarcó ¡tunante! dentro de unas maletas para no volver". José Rosendo Gutiérrez recibió el impacto y exhibió un certificado de los propios padres Agustinos que acreditaban haberle obsequiado un ejemplar de la obra de Calancha por tener dos, habiéndoles donado Gutiérrez, en recompensa, "La historia de Misiones" en cuatro volúmenes.8
La enemistad de los dos grandes bibliófilos estaba sellada, Gutiérrez la atribuye a que habiendo pregonado Moreno "con petulancia y subli- me desdén para los demás" sus publicaciones bibliográficas, le pareció "lícito y necesario hacer constar que el autor del proyecto de Bibliogra- fía Boliviana no era el primero ni el único"; habiendo él publicado en 1875 sus Datos, "la citada entrega cayó como una bomba ante los ojos del infatuado ... " y ante ese desencanto repitió la sindicación de traidor a la Patria de que era objeto Gutiérrez, por defender el pacto con el Brasil de 1869.
Los años pasando, vino Gutiérrez a señalar a Moreno "convivencia con el enemigo en épocas de guerra exterior" por la actuación de éste en el conflicto con Chile a que nos referiremos.
Existe una página en las "Adiciones" de Abecia, relativa a las obras de José Domingo Cortés (págs. 91 y 92), que muestra el carácter infle- xible de G. R. Moreno. Como comentario de la pieza 271 sobre "Par- naso Boliviano" del Primero de los nombrados, dice Enrique Barrenechea, editor de las "Adiciones": "La selección fue formada en Santiago por Carlos Walker Martínez y don Ventura Blanco Viel, quienes también formaron la selección del "Parnaso peruano", en servicio de Cortés, no sé si gratuita o remuneradamente. Véase Biblioteca Peruana, tomo I, pág. 3 3 5. Este último no estuvo en Sucre y acaso por esto no barrió con todos los versos allí compuestos. De todas partes de Bolivia los autores mismos se los remitían junto con pomposas biografías de sus personas.
7 No. 7, julio lo. de 1875.
De todos estos originales son los que tuvieron a bien desechar los autores de la selección".
"Don José Rosendo Gutiérrez, a quién el provincialismo paceño ha levantado con su admiración a las nubes, figuró entre los excluídos. La víctima vino a desahogar su pena negra a la Biblioteca del Instituto, y en uno de los cuadernos de originales suyos veo, con fecha y hora, ano- tada la escena en que el bardo de La Paz, en el colmo de la amargura al verse excluido de la inmortalidad por el "Parnaso" de Cortés, excla- mó: "Esta es, señor Moreno, una de las muchas fatalidades de la estrella con que nací".
Aunque el comentario anterior está señalado como del editor Barre- nechea, no cabe duda alguna que pertenece a la pluma de Moreno, a su peculiar manera de escribir con sorna y a su indiscutible antagonismo con J. R. Gutiérrez.9
Es que Moreno, por otra parte, hizo exhibición pública de su auto- ridad de historiador, con motivo de la aparición de los "Estudios sobre el Coloniaje en el Alto Perú, Alonso de Alvarado", etc. que publicó Gu- tiérrez le critica haciendo gala de su erudición y de un don natural irónico que despertaba animadversiones porque a su indiscutible autori- dad en materia histórica y a sus excelentes condiciones de escritor, aña- día la sorna terrible de sus comentarios.
No es del caso analizar ciertas referencias que hace sobre la produc- ción literaria boliviana, pero algunos ejemplos mostrarán mejor la índole de sus comentarios: Al catalogar la obra de Gelafio González "Cartas de un Miserable", dice que "son miserables"; a otra producción le puso este epitafio: "Curioso folleto por su suciedad tipográfica, gramatical e indigenal. Huele a chicha". Esta forma de expedirse la tomó sin duda de Sainte-Beuve, pues es conocida la fraseología del autor de Port Royal: de Lamartine dijo que era "el más sublime y el más encantador de los tontos" y de George Sand que era "un eco que duplica la voz".
9 La contienda fue implacable entre los dos escritores. En la Biblioteca Universi- taria de La Paz, la Colección Gutiérrez contiene el libro "Biblioteca Boliviana", de Moreno, ejemplar apostillado, con apuntes marginales de puño y letra de aquel, la pieza No. 658 (pág. 193) dice: "Colección Oficial de Leyes ... etc.", allí se lee sobre el comentario de Moreno: "mentiras garrafales". En la pieza 2865 (pág. 701) "Pro- yecto de Constitución" atribuída por Moreno a
J.
R. Gutiérrez, había anotado éste: "¡Bruto! fue tu cumpa Quijarro".Sobre Ricardo José Bustamante escribió un denso ensayo crítico, en el cual lo dejó mal parado. He aquí como corrige cuando trata del poe- ma "A la muerte de mi hija": "Prenda, la más querida de mi alma; mi Luisita, mi ángel, mi tesoro", es una trivialidad de puertas adentro -di- ce Moreno-, un concepto de recámara, que las abuelas prodigan a sus nietecitos". "La palabra lloró, para significar las lágrimas es impropia, debiendo en su lugar decirse llanto". "Congela no es voz poética y en sentido figurado se usa mejor el verbo helar, así se dice dolor o espanto que hiela el alma y no que congela el alma".
Bustamante se excusó de enviar a Moreno su biografía cuando éste acumulaba datos para los Estudios Biográficos que se propuso publicar Amunátegui, pero, un año después, le envió sus datos personales bastan- te abultados en la autopropaganda. Desde entonces ambos mantuvieron correspondencia cordial, eran amigos; sin embargo, esto no impidió el juicio vertical de Moreno con respecto al vate, la queja del criticado la encontramos en el siguiente párrafo: "Usted -dice Bustamante- an- duvo demasiado severo, no en la crítica, que acaso fue justa en orden a mis malos versos, sino en sus interpretaciones aventuradas sobre algu- nas de mis ideas y en algún ridículo bastante cruel y, por lo tanto, do- loroso que ha echado sobre mi humilde persona".
Y quizás el dolor de Bustamante fue el más leve. Moreno comprobó años más tarde, que en Bolivia no tenía amigos, tal vez Abecia le guardó la mejor consideración de entonces, sus cartas son afectuosas y los ob- sequios de ambos en libros no fueron raros.1
º
Para construir su obra, Moreno consultó fuentes de diversa índole. Durante toda su vida hizo acopio de libros, opúsculos, periódicos, hojas volantes, salvó archivos y valiosos papeles del olvido. Fue Director de la Biblioteca del Instituto Nacional de Santiago de Chile alrededor de 36 años, la organizó con el mismo interés que su biblioteca particular, sus catálogos de libros y de documentos. Su primera publicación la realizó
10 Un volumen conteniendo manuscritos de la época colonial, que se encuentra en la Colección Abecia del Rectorado de la Universidad Chuquisaca, dice: "que vuelvan estos viejos papeles a Chuquisaca, de donde salieron. Para el señor Valentín Abecia, René Moreno". Cuando el historiador cruceño sacó copia de su puño y letra de "Su- cinta expresión documentada de los nobles hechos, grandes servicios y padecimientos del Tte. General Marqués de Casa -Pizarro" del ejemplar que existe en la Biblioteca Mitre en Buenos Aires, le envió también como obsequio a Valentín Abecia.
en 1858, cuando contaba 22 años de edad, pudiendo considerárselo un publicista precoz; fue, se podría decir, un peregrino de la investigación. Estuvo en Buenos Aires huroneando archivos; en Sucre adquirió muchos documentos, recibió informaciones verbales de los últimos sobrevivientes de la revolución de 1809, conoció a Daniel Calvo, Mariano Ramallo, Manuel Cuéllar, Tomás Frías y otros personajes de esa época que gene- rosamente le obsequiaron documentos y le ayudaron a formar su valiosa hemeroteca;11 él mismo cuenta que sólo dos colecciones particulares se
le cerraron. Conoció a Valentín Abecia, con quien hizo amistad imper-
durable.12
Viajó a Europa y visitó varias ciudades en busca de datos y biblio- grafías para sus libros, habiendo encontrado preciosos documentos que le valieron para dar interpretación cabal a cuanto afirmó. Estuvo en Lima y Buenos Aires, fue amigo epistolar de Ricardo Palma, Mariano Felipe Paz Soldán, Bartolomé Mitre, Lamas y Carranza, Andrés Lamas, etc.13
En 1888 obsequió al Gobierno de Bolivia los documentos correspon- dientes al Catálogo de Moxos y Chiquitos, para que se conservaran en
11 Su peregrinaje tras viejos papeles ha sido relatado por Moreno en "Archivos Históricos en la Capital de Bolivia" (Revista Chilena, T. II, 1876). Cuenta que Calvo le regaló papeles valiosos, entre los que estaban "uno de los tres ejemplares autógrafos de la capitulación de Ayacucho, el original del Acta de la Independencia de Bolivia, firmada por todos los diputados del Alto Perú y el borrador autógrafo de una carta de Sucre a Bolívar en abril de de 18 2 5, donde contra todos los escrúpulos y designios de éste, aboga aquel vigorosamente en favor de la independencia autonómica del Alto Perú". Tomás Frías le entregó un gran cajón "de folletos, hojas sueltas y pe- riódicos, que durante cuatro años primitivos de la fundación y organización de Bo- livia había juntado él mismo con esa proligidad que le es característica". Manuel Cuéllar -añade Moreno- "puso en mis manos todos los folletos de Castelli". Ma- riano Ramallo también le dio otros documentos.
12 Estuvo en dos oportunidades en Sucre, en 1871 y 1874. Su amistad con Va- lentín Abecia fue conservada a través de la correspondencia epistolar que es conocida. Así como Abecia recibió "viejos papeles" de Moreno a que hemos hecho alusión ante- riormente, en "Bolivia y Perú, mlás notas históricas y bibliográficas" (pág. 179)
encontramos lo siguiente: "El desterrado (Moxo) compuso en el pueblo donde des- cansaba ( Cais a) el manifiesto prometido. Púsole su firma el 18 de septiembre de 1815.
Muy cerca de noventa años ha permanecido inédito. Con carta bondadosa (Sucre a 24 de julio de 1903) don Valentín Abecia, entonces Presidente de la Sociedad Geo- gráfica Sucre, hoy Vicepresidente de la República, me remitió uno de los primeros ejemplares".
13 Andrés Lamas le obsequió a Moreno, documentos sobre la revolución de 1809 ("Ultimas días coloniales", Vol. II, pág. 9).
el Archivo Nacional de Sucre; en cuarenta y un gruesos volúmenes que fueron empastados en Chile bajo su dirección, los envió al país, después de haberlo organizado y hecho la historia cronológica de los títulos, anotado y comentado éstos, con una brillante introducción que vale por un tratado.
En la obra de Moreno los nombres de sus libros, con dos o tres excep- ciones, son de heurística y de catalografía, todos hacen mención al pa- ciente y menesteroso afán de Archivo de Moxos, Biblioteca Boliviana, Anales de la prensa, Bibliografia, Notas y más notas, etc., pero, en cada volumen hay una historia, una biografía, un tratado de sociología, un esbozo psicológico, valiosos datos estadísticos y una reconstrucción del pasado de magníficas proporciones en la forma y en la profundidad del tema. Cada página tiene numerosas apostillas, pequeñas llamadas y observaciones que poseen un trascendente significado por las fuentes documentales, las reminicencias de hechos, personas, datos comprobados, duras ironías y observaciones que insuflan sabor especial a las áridas pá- ginas de la historia.
La diversidad de materias tratadas por Moreno en sus obras, lo cons- tituyen en literato, sociólogo, bibliógrafo, investigador. El bibliógrafo apreciará sus monumentales catálogos y archivos; el lingüista encon- trará formidables páginas de crítica sobre el idioma; el novelista descripciones que valen por una novela histórica, vívida y emocionante; el sociólogo se interesará por la interpretación de las clases sociales de la época colonial.
En el sentido intelectual que al "sanedrín" bonaerense daba Carran- za ("Bolivia y Perú, Nuevas Notas", pág. 296) y que era sinónimo de investigador y bibliógrafo, se llamaba así mismo "papelista" y solía decir que se había dado al oficio de colectador por su amor al acopio de do- cumentos impresos y manuscritos, los cuales eran catalogados, estudia- dos y, luego, insuflados de vida al servicio de la cultura. El "papelista" carrancista, por tanto, no era título modesto; al contrario fue sinónimo de bibliógrafo, anotador y comentador de obras y autores, erudito y téc- nico en el documento, sabedor de que por probidad no es posible hacer historia, ahondar el análisis de una materia, sin tomar conocimiento total
del
estado en que se encuentra; para ello necesitaba el acarreo y selec- ción de materiales, su cotejo y conocimiento total, es decir emprenderuna obra inmensa y tanto más agotadora si tomó la bibliografía en su aspecto descriptivo mostrando desde la condición física del libro, luego, el análisis de la materia y, finalmente, la fase crítica con juicios valo- rativos.
Moreno conoció indudablemente el juicio que Marcelino Menéndez y Pelayo emitió en 1879,14 sobre la bibliografía crítica, esa labor que
supera la descripción y análisis del libro y que, como los catálogos de la "Biblioteca Boliviana", muestra que "la crítica ha de ser la primera con- dición del bibliógrafo, no porque debe éste formularla con todo el rigor del juicio estético y de la apreciación histórica diestramente combina- dos, sino para que sepa indicar de pasada los libros de escaso mérito, en- tresacando a la par cuanto de útil contenga, y detenerse en las obras maestras, apuntando en discretas frases su utilidad, dando alguna idea de su doctrina, método y estilo, ofreciendo estractos si escasea el libro, reproduciendo íntegros los opúsculos raros y de valor notable y añadien- do sobre cada una de las obras por él leídas y examinadas un juicio, no profundo y detenido, como el que nace de largo estudio y atenta com- paración, sino breve, ligero y sin pretensiones".
Ninguna de las obras de los bolivianos puede compararse en el terre- no bibliográfico con la de Moreno. Sus registros son metódicos y orde- nados pacientemente, con "caritas" ese extraño amor que sintieron los benedictinos medievales; sus comentarios y anotaciones minuciosos son útiles y agradables. Su obra catalogada fue conservada en volúmenes empastados, sin que pueda aducirse que no empleó el sistema clasificato- rio Dewey, porque, en su época, aunque existía el repertorio decimal del bibliotecario norteamericano, fue aplicado por primera vez en 1873 y publicado en 1876, habiendo tenido adversarios que le negaron origina- lidad y universalidad, razón por la que no alcanzó en Sud América di- fusión sino después de 1900; hasta entonces fue más conocido el sistema Brunet creado por Jean Garnier y adaptado, por ejemplo, por Paul Groussac en la Argentina.
En la cita el escrúpulo de Moreno fue admirable, su honestidad cien- tífica sabía que para un trabajo metódico y sistemático, son previos los materiales recogidos por otros y cuyo valor radica en la ilustración atin-
14 "La ciencia española". Madrid. Imprenta Víctor Sáinz, 1879, 2da, edición, pág. 31.
gente al tema. Su criterio seleccionador le llevó a inclinarse por las citas de primera mano -"Non credam nisi viderim oculis meis"-, aunque en ocasiones cita excepcionalmente trabajos mencionados por otras per- sonas, no sin indicar la fuente con precisión y claridad.
El historiador cruceño explica muchas veces sus dificultades al cons- truir su obra. Dice, por ejemplo, al señalar las postrimerías coloniales de la época pre-revolucionaria, que es la parte más difícil de narrar "por referirse a la formación de las ideas, y no a la acción de las ideas". Este periodo que lo ha construido con tanto esmero y precisión en los "Ul- timas días coloniales", y donde ha calado en las pasiones, los sentimientos, los intereses y opiniones de la sociedad: "Después de la pesquisa analí- tico-sintética -dice Moreno- para llegar a lo cierto y al juicio sobre lo cierto, sería de necesidad y sin peligro que el arte expositivo de los hechos, antes que obstinarse por un camino, escabroso aquí, del esparci- miento, saliera más de una vez a término por el atajo de una compren- sión que estrujara el sentido inequívoco de los textos originarios. El fin sería obtener que estos proyectaran una luz con qué ver en el interior de los ánimos el conflicto de sentimientos inveterados, nuevas opiniones, nacientes intereses, próximos ya a saltar de las conciencias a la palestra política" .15
Fue Moreno discípulo y amigo de Victorino Lastarria y de Andrés Lamas. Este, aunque estuvo plegado al romanticismo uruguayo, en sus cuarenta últimos años de permanencia en Buenos Aires y en sus contac- tos con Alfredo Vásquez Acevedo, influyó en esa transición del espiri- tualismo metafísico al realismo que no se había definido todavía como de tendencia socialista. Era más bien la época del individualismo social, capitalista, progresista y liberal. No sabemos por qué el materialismo marxista y las tendencias nietzscheanas ni siquiera se insinuaron, no es bastante explicar este proceso porque "El Capital", la fundamental obra de Marx, apareció completa recién en 1894 y su traducción al español en el presente siglo.
Su primera juventud tiene una notoria influencia del romanticismo, indudablemente fue romántico como José Toribio Medina y, cosa rara, ambos dos colosos de la bibliografía, se iniciaron mediante el ensayo lite-
rario, no olvidemos que este último publicó en agosto de 1873 (Revista Sudamericana): "Maria, apuntes para un juicio crítico", de fuerte ten- dencia romántica. Cuenta Gabriel René-Moreno su íntima amistad con Arcesio Escóbar entre los años 1860 y 1862, época en que el ilustre his- toriador publicó sus primeras composiciones. Entonces Escóbar era un poeta romántico, escribía versos lamartinianos, estrofas plañideras que Moreno las recuerda con grave unción trece años más tarde, cuando todavía no han desaparecido en su espíritu las piezas líricas que ambos pusieron en los álbumes de sus enamoradas. "Corina" la llamó Moreno a la heroína de una página escrita por Arcesio Escóbar, digna de figurar entre las cartas del Wether.16
Las primeras composiciones de Moreno se remontan a 1858, cuando tenía veintidós años, aparecieron en La Revista del Pacifico;17 una de ellas, dedicada a María Josefa Mujía, muestra al joven crítico muy dis- tinto del que se perfilará años más tarde; hay diafanidad y sencillez en el lenguaje, tolerancia en la valoración y bastante romanticismo. Trans- cribe una opinión de Lamartine: "Nos servimos de la lira para expresar todos nuestros afanes y toda clase de sentimientos placenteros y tristes, a excepción, dice Lamartine, del dolor extremo que corta las cuerdas del instrumento, y que nos arranca un grito inarticulado, grito que no es ni prosa ni verso, ni canto ni palabra, sino el ruido que hace el corazón al destrozarse".
Poco más o menos el romanticismo le duró a Moreno hasta 1868. En el primer folleto que publicó ese año, sobre la poesía de Néstor Galindo, se puede encontrar conceptos como este: "Hay una pena congénita y habitual cuya íntima naturaleza es todavía un misterio. El mal moral es verdugo de una naturaleza tan ingeniosa y refinada, que en su encarni- zamiento contra la humana condición, ha inventado para ciertos hom- bres un suplicio aparte, donde secretamente o bajo engañosas aparien- cias, son torturadas sin tregua ni piedad algunas almas de generoso alien- to". Aquí se encuentra la justificación romántica de la vida, la desven- tura y el sufrimiento, y, al lado de ellos, el "misterio" que sostiene con
16 "Estudios de Literatura Boliviana". Parte segunda, pp. 93 y siguientes. 17 Enrique Finot ("Literatura Boliviana", pág. 226) señalan que "no fue un escritor precoz", probablemente porque no conocía su primera producción.
mucha frecuencia dentro de su método, como lo imprevisible, la intui- ción, el sentimiento, frente a la razón y el análisis.
Recordamos que Zurn Felde decía: "Vivir tranquilo y feliz, es el más grande pecado romántico; el sufrimiento, la desventura, es lo único que puede ennoblecer y justificar la vida". Cuando Moreno escribe sobre el poeta Néstor Galindo, parece que sintiera en carne viva el sufrimiento oculto del vate: "En vano es dejarse llevar por los seductores consejos de Fray Luis de León y de Rioja. Los placeres del campo, el retiro de una vida modesta, son ciertamente un puerto de refugio en el mar tempes- tuoso del mundo; pero no un asilo de sanidad para las íntimas dolencias. Al desgraciado que ya lleva en las entrañas la llaga de que vengo hablan- do, no le valen la quietud de la conciencia, la sobriedad del corazón, la guarda de los sentidos. Esta secreta tristeza es un gusano roedor, que acechando el momento en que duermen en paz las pasiones y reina un profundo silencio en el alcázar del alma, se desliza cautelosamente por el muro al través de alguna brecha o resquicio, penetra en las augustas moradas, desentraña, remueve y enturbia cuanto puede haber allí. .. ".
Fue ésta una época en que el Círculo de Amigos de las Letras servía de lugar de reunión alrededor de una figura que iría cambiando el ro- manticismo de los_ más adolescentes, entre los que figuraba Moreno, en un positivismo cada vez más acentuado. José Victorino Lastarria era la figura central, estaban también Blest Gana, los hermanos Amunátegui, Arcesio Escóbar, Sanfuentes, Pío Varas, Martín Lira, José Antonio To- rres, Rafael Santos y otros nombres que evoca el propio Moreno cuando se refiere al Alto-del-Puerto, que sino era "el parnaso de todas las musas ni el areópago de la sabiduría", fue una asociación que dio lustre a Chile. "Los hombres de acá más notables por su instrucción -dice Moreno, su talento y su literatura tenían asiento en la tertulia al lado de algunos jóvenes estudiantes, admirados como discípulos, para que en la nueva campaña de las letras hubiera, según el decir de entonces, "caudillos y soldados". Sin considerar algunos magnates de talento conferidos por la universidad o por el vulgo, y que, como los reyes de Escocia en la visión de Macbeth, aparecían a media luz envueltos en su augusta aureola en majestuoso silencio, es la verdad que no se hombreaba allí con autores de nombradía bien cimentada, con oradores y poetas célebres en los fastos contemporáneos de la lengua, con publicistas y escritores que son sin
disputa de lo más ilustre que ha producido esta América española. Jun- tábanse también muchos personajes acreditados del foro y de los nego- cios ... ".18
Es verdad también que el romanticismo de Moreno fue muy efímero y de juventud, tenía una clara inclinación hacia la cultura clásica y esto explica, en parte, su frialdad para juzgar a algunos poetas románticos bolivianos, a quienes no pudo comprender en sus plañideras estrofas. Esta segunda época de Moreno, puede encontrarse en sus sustanciosas páginas de recuerdos del grupo en que militaba "cuando huyendo de la sempi- terna cháchara vulgar, cansados del dogmatismo categórico del estilo didáctico... nos recogemos con ánimo de escuchar la buena y sencilla plática, plática entre los interlocutores de un libro, libro académico por el fondo y la forma, no niego que abriremos con provecho y agrado las conversaciones sobre la pluralidad de los mundos por Fontenelle y los Diá- logos de los muertos por Fenelón. Y más aún: si queremos a la vez pala- dear el espíritu y el atractivo del coloquio antiguo sin faltar a la regla infalible de las gradaciones, cuidaremos de escuchar en seguida al erudito contador de las Noches Aticas, dejando para los postres al abuelo legíti- mo de Voltaire, a Luciano. Pero si subido el pensamiento sobre el nivel habitual y campeando su vuelo en regiones todavía claras y resplande- cientes, caemos en la ilusión de querer terciar en una disputa académica conversando también nosotros mismos, no hay más que abrir en ciertos pasajes los opúsculos del orador romano, o leer por entero El Banquete, El Fedon, Protágoras", etc.
Después del Círculo de Amigos de las Letras, fundó Lastarria la Aca- demia de Bellas Artes en 18 7 3, posiblemente allí se comenzó a disc u tir el positivismo insinuado anteriormente. Los abanderados de la nueva doctrina fueron los más jóvenes: Valentín Letelier y, sobre todo, los hermanos Lagarrigue. Lastarria llegó al positivismo tardíamente y lo comprendió a medias, como dice Luis Oyarzún,19 a su lado estaban también Miguel Luis Amunátegui, Benjamín Vicuña Mackena y Diego Barros Arana. En este escenario vivió Gabriel René-Moreno, no sabemos si per- teneció a la Academia de Bellas Artes, pero sí que fue muy amigo de
18 "Estudios de Literatura Boliviana", 2o. parte, pág. 122. 19 "El pensamiento de Lastarria". E. Jurídica de Chile, 19 5 3.
todos ellos, discípulo de algunos y coetáneo de otros, tuvo oportunidad de conocer al grupo más beligerante y ortodoxo del positivismo chileno. Para tener una idea del fervor que despertaron Comte y Littré en aquella época, bastaría leer el Diario de Jorge Lagarrigue; hay allí una admiración hacia sus maestros que toca en la obsesión, habiendo conocido en París a Littré se decepcionó de éste, para seguir el camino ortodoxo señalado por Comte, al que guardaba una admiración exacerbada.
El positivismo en América creció rápidamente, en México apareció Gabino Barreda, y tuvo una decisiva influencia en la educación, la po- lítica y la cultura general; en Bolivia, como se ha anotado, se libró una dura contienda entre el positivismo universitario y el catolicismo intran- sigente; en la Argentina fue posiblemente Alfredo Ferreira la figura representativa al lado de Alejandro Korn y otros.
El ingreso de Moreno al campo del positivismo tuvo que realizarse en el momento en que esta doctrina llegó con su influencia a América. Esa influencia fue más notoria a partir de 1880, época en que Moreno se ocupaba exclusivamente de escribir historia, con abstracción de su labor de crítico del periodo anterior. Era este un periodo no muy definido, al positivismo comtiano y luego spenceriano se oponía el pesimismo meta- físico alemán y también, tenuamente, el materialismo socialista de Marx. Un poco más tarde insinuaron su influencia Tolstoy con su evangélico misticismo y Zolá con su naturalismo concentrado.
En el quehacer de historiador se produjo la reacción contra la histo- riografía del romanticismo, se comprendió que era fundamental consi- derar a todo el pueblo haciendo historia, sin limitación para las capas dirigentes, al mismo tiempo, se presentó el problema económico paralelo al político. El desatender las necesidades del pueblo correspondía a la espiritualización de la historia de los románticos, a esos conceptos de que el desarrollo histórico procedía de fuerzas inaccesibles a las que había que rendir culto, se opuso el esfuerzo por definirlas y analizarlas. Apa- recen los historiadores del realismo: John Richard Green en Inglaterra; Sybel de la escuela alemana que puso énfasis radical en la documentación; Jules Ficker, su contrincante, que ayudó a esclarecer la tendencia del realismo: Teodoro Mommsen que introdujo la epigrafía y la numismá- tica; los franceses Alejandro de Tocqueville y Fustel de Coulanges que remataron en la influencia de las ciencias naturales y los sistemas socio-
lógicos en la historia con el advenimiento del positivismo, cuyo aban- derado fue Buckle.
Nadie ha señalado, sino superficialmente, el ambiente de influencias en que se formó Moreno como historiador. No es posible limitar esa influencia al positivismo, si sabemos que no tuvo seguidores ortodoxos y que, precisamente, es a éllos a quienes hay que buscar en la vida de Moreno. Fueter dice que la historiografía liberal y romántica, anteriores al realismo, tuvieron un rudo golpe con la Revolución Francesa, "no podían imaginar que los movimientos históricos estuvieran dirigidos por otras manos que no fueran las de las clases superiores". Los liberales plan- tearon el bien del pueblo en la democracia representativa limitada a los mejores provenientes de las clases cultas. Los románticos hablaban del espíritu del pueblo que sólo era realizable cuando espíritus seleccionados comandaran el timón de la historia.
Sin embargo, la Revolución del año 1848 atrajo, en cierto modo, la mirada de los historiadores hacia los movimientos sociales provenientes del bajo pueblo; a fines del siglo xviii fue ya insostenible la idea de la historia proveniente de las fuerzas intelectuales, planteándose la defini- ción de las "fuerzas históricas" y su reducción a necesidades prácticas. Entonces aparecieron análisis de hechos políticos desde el punto de vista social, desechando las simples complicaciones políticas exteriores, apa- recieron los discípulos de Ranke como Heirich Sybel y, luego, Teodoro Mommsen; Alejandro de Tocqueville quien mejor había comprendido el extraordinario relieve del movimiento social en sus "Souvenirs" y Buckle que "forzó a los historiadores a ocuparse de las doctrinas de Com- te". En Chile, probablemente, influyó en Moreno la polémica que sos- tuvo Andrés Bello con Jacinto Chacón en 1847. Este fue el telón de fondo de las ideas sobre historia de Moreno.
En los "Ultimes días coloniales" se percibe claramente su decisión por estudiar los movimientos sociales, el ambiente que encubó la Revo- lución Americana, las reacciones de los grupos en disputa, las incidencias menudas que fueron proyectándose como el "gran angular" en la foto- grafía. Fue un aventajado discípulo de Sybel por el uso de materiales de los archivos de Ranke porque no se contentó con los documentos de segunda mano y, finalmente, de Taine porque supo insuflar a sus per-
sonajes vida y relieve, aplicando una innata condición de psicólogo para comprender profundamente el mundo interior de las gentes.
No se ha relievado bastante la formación de Moreno para el uso del documento. Tenía una rara y excepcional condición para penetrar en las fuentes documentales, combinaba los testimonios previo cotejo y selección de éllos hasta llegar a consecuencias que los historiadores boli- vianos no las habían captado. Hay una diferencia fundamental, por ejemplo, con Alcides Arguedas, historiador posterior a Moreno; mientras aquel se sirvió de las mismas fuentes -sin tener ni la erudición ni el mis- mo bagaje documental que Moreno- periodísticas para escribir la his- toria de Bolivia y se concretaba a afirmar o a negar las pasioncillas en pugna de la primera época republicana, Moreno buscaba las raíces de esas afirmaciones o negaciones, se metía a saber quién las había escrito y por qué razones, cuáles eran las ideas imperantes en aquel momento, y, por este método de procelosas circunstancias, difíciles y complicadas, a veces llegaba a consecuencias inesperadas. Leía entre líneas, y dudaba de lo que decían los documentos que habían sido escrito por simple pa- sión, tuvo en su tarea el aguijón de la duda, una especie de duda metó- dica cartesiana aplicada a la historia que la llamó espíritu crítico, des- confianza para demandar si hay alguien que quiere inducirnos al en- gaño.
Mucho se ha hablado y se habla del positivismo en la labor de More- no, que tuvo mucha influencia no cabe duda, pero, en nuestro modo de ver, hay otro aspecto que es más importante en su obra y se refiere a la problemática personalísima del historiador en tanto que historiador.
El concepto de la historia como conocimiento del pasado humano o como técnica documental, tiene que buscar su referencia en la labor de los grandes historiadores: Burckhardt, Ranke, Hampe, Meyer, quienes escribieron abundantes páginas sobre la teoría y método del conocimien- to histórico y repararon en el aspecto personal del historiador, en su manera de trabajar, en su intuición, en la forma de sobreponerse cuan- do los medios son deficientes, en "las cualidades del tacto científico de la intuición previsora" como diría Husserl.
Este es el aspecto que sobresale en Moreno. Su proceder no está ex- plicado en ninguna de sus obras, pero su práctica del método es peculiar, personalísima. Su inclinación al positivismo, en esto queda ensombrecida
y sobrepasada. Digamos, por ejemplo, que de acuerdo al positivismo cl hecho no observable no es real, haciéndose reuncia al "yo", para entrar en la experiencia pura y objetiva de lo que se puede constatar por todos, con abstracción total de la persona determinada; es decir que la ciencia era la forma de lo que se puede constatar, no importaba por quien.
Esta posición fría de la ciencia quedó anulada -en pleno reinado del positivismo en Bolivia- por Moreno. El pudo demostrar que los hechos históricos no son dados como los fenómenos naturales, sino que había que conocerlos e interpretarlos, debía intervenir el investigador y apostar su experiencia para reconstruir el pasado y para darle un sen- tido. Tal vez por eso se ha dicho que la riqueza del conocimiento histó- rico es directamente proporcional a la cultura del historiador. H. I. Ma- rrou presenta una ecuación de: historia igual pasado sobre presente. Po- niendo de manifiesto el rol decisivo que juega la intervención del pre- sente del historiador, de su pensamiento y de su personalidad.
El positivismo planteó el problema del conocimiento histórico aña- diendo la labor del historiador al pasado, o sea que la historia es igual al pasado más el historiador, como si éste fuera un elemento pasivo que sirviera para registrar el pasado a manera de una máquina. En este aspec- to, Moreno, escapó del positivismo porque su labor historiográfica no es el pasado más su persona como pudo haber sido cualquier otra, un sim- ple instrumento, sino el pasado en la medida en la que él pudo penetrar
y conocerlo, con su inquietud, curiosidad personalísima y angustia exis- tencial.
He aquí la posibilidad del historiador, de su genio para poseer ese pasado e interpretarlo. Siempre nos referimos a Moreno por la contra- partida de la personalidad, por el documento, que siendo importante, no dice nada sin el historiador. Para Ranke el documento da comienzo a la historia," aunque la frase se completaría si añadimos: con la interven- ción del historiador, porque no se puede olvidar que quien posee docu- mentos no es mejor historiador, sino quien sabe poseerlos, buscarlos, en- contrarlos, con sagacidad; quien encuentra los más reveladores y los más importantes, he ahí la heurística como arte.
Moreno no solamente supo realizar este oficio, sino que aprendió a
20 La frase de Ranke fue: "La historia comienza donde los monumentos devienen inteligibles o donde existen documentos dignos de fe".
conocer la existencia de la documentación atingente y necesaria, supo manejarla con técnica y método, tuvo condiciones para interpretarla y elaborar la historia de los hechos pasados.
Bacon recomendó poner en la tortura del análisis a los documentos, examinarlos, seleccionarlos, hacerlos hablar. Difícil es en verdad esta metodología en la que se libra -el "combate por la historia", según la fra- se de Lucien Febvre y se analiza al modo Moreniano la crítica externa ( de autenticidad y originalidad) y la interna ( de interpretación y cre- dibilidad) . Esta labor cobra mayor relieve, si nos fijamos que casi todos los historiadores bolivianos no han sabido hacer uso de los documentos, si bien es cierto que no hay un proceso homogéneo para apreciar su valor y para penetrar a través de ellos en el pasado; hay que familiarizarse, comprenderlos y proponerse un estudio exhaustivo.
Puede que el documento muestre el pasado con veracidad, entonces la labor se reduce a comprenderlo; pero puede ocurrir que lo que se desea es saber cuál fue el significado que su autor se propuso dar al do- cumento, entonces, la elemental lógica y moral del positivismo, con sus reglas de exactitud, precisión, prudencia, etc., no tienen la importancia que se le ha querido asignar, ya que el historiador, como persona, no aporta su experiencia, cultura y conocimiento. Aquí creemos que ha residido fundamentalmente el mérito de Moreno como historiador.
Ningún documento, por él mismo, prueba de manera indiscutible la existencia de un hecho: testis unus, testis nullus, es decir un sólo docu-
mento no lleva a la evidencia de un hecho, necesítase varios testimonios convergentes y autorizados. Se pretendía emular a las ciencias de la na- turaleza para hacer de la historia "la ciencia exacta que normalmente determinaran los acontecimientos". Pero los acontecimientos no se pro- ducían necesariamente y las investigaciones exactas, hechas a sangre fría, no pudieron hacer de la historia una ciencia natural. El método por el cual el sistema natural quiso tratar la historia, el derecho, la moral, era imperfecto, porque estaba determinado por el procedimiento matemá- tico, al extremo de que se quiso descubrir los derechos del hombre por el procedimiento de la mecánica.
Sin embargo, pese a esta cualidad personalísima de Moreno como his- toriador, por lo menos en un aspecto se basaba en las generalizaciones del sistema positivista, sabía de antemano donde iba, como si la historia fue-
ra la física con leyes y mecanismos. Buckle y Taine tomaron la obser- vación particular para formular principios generales, mirando "las vir- tudes y los vicios de las naciones como productos naturales, lo mismo que si se tratara de un producto cualquiera, azúcar o vitriolo".
Por un raro contrasentido no pudo zafar del concepto racial del po- sitivismo, cuando Moreno escribe sobre el mestizaje parece un químico hablando de los porcentajes de sangre mezclada y las induraciones en las vísceras del organismo social. Sabido es que Taine (1828-1893) tomó el medio ambiente (milieu) como factor determinante de los procesos his- tóricos, los que, por consiguiente, se someten a las mismas leyes que los fenómenos naturales. Sin embargo, hay algo que, pese a ese positivismo, no le impide realizar crítica histórica que no está encuadrada con su filosofía. La concepción histórica de Taine se basa en la morfología de la cultura, en la cual "el estudio de las condiciones externas se halla al servicio de una imagen histórica donde cada uno de los hechos de una esfera cultural en un periodo determinado, se encuentra en estricta co- rrespondencia formal con los hechos de las demás esferas de la misma época".
Moreno tuvo puntos de contacto con Alejandro Tocqueville (1806- 189 5), jurista como él, le aprendió el método de la exposición histórica mediante el análisis, desechando el simple relato. Moreno en sus "Ulti- mos Días Coloniales" y "Las Matanzas de Yáñez" sacó consecuencias de los análisis con ideas concretas y precisas. Tocqueville fue un maestro en la precisión, no escribió sobre el pueblo y la nobleza, distinguió las clases y los rangos, sus derechos y obligaciones, pareciera que Moreno tomó esta cualidad al describir la sociedad y diferenciar nítidamente los grupos que la formaban. Sin embargo, el estilo es muy diferente en ambos, Toc- queville tiene una expresión vigorosa y desprovista de adornos, Moreno, en cambio, si bien preciso, gusta de adornos literarios, sus frases son be- llas y galanas.
A pesar de no haber escrito obra especializada sobre sociología, en todos los libros de Moreno hay sociología, era un estudioso del medio social, aunque por su racismo, su convencimiento de la superioridad de la raza blanca sobre la mestiza y la india, fue duramente combatido en Bolivia, tal vez nunca perdonado, porque además el país en un gran porcentaje es de indios y mestizos, la tesis racista de Moreno ha sido su-
perada científicamente. En todas, o casi en todas sus obras se refiere a lo que el llama el "cholo altoperuano" y hace decir a la "doctrina po- pular cruceña": "los enemigos del alma son tres: colla, camba y portu- gués". Al hablar de Calancha dice: "nació de pura sangre española, sin mezcla perniciosa", y cuando se expande para clavar su estilete, hace preguntas tan brutales que deja confundido a su lector. Dice, por ejem- plo, "¿cabe alimaña más dañina en la sociedad que el cholo abogado, ni gato montés más rapaz y bravo que el cholo mandón?"21
Su parcial y atrevida tesis ha sido totalmente superada no sólo porque estuvo equivo- cada como lo estuvo la ciencia de entonces, sino porque la posición de Moreno fue tan excluyente que sólo dejó una disyuntiva para el cholo y el indio: desaparecer.
Según Toynbee, el racismo es un sentimiento, un prejuicio, surgido al contacto de la civilización occidental y en "nuestros días están muy en boga las explicaciones raciales del físico humano, miradas como in- mutables en sí mismas y como testimonio de diferencias raciales de la psique humana igualmente inmutables, dan razón a la diferencia entre las fortunas y logras de las diferentes sociedades humanas". "El moderno prejuicio racial occidental no es tanto una distorsión del pensamiento científico como un reflejo seudo-intelectual del sentimiento racial occi- dental".
Toynbee piensa que los blancos europeos, caucásicos, al relacionarse con otras razas se han impuesto a ellos, han abusado de su poder y les obsesiona el temor de que las posiciones se inviertan.22
Tal actitud ob- servada por un historiador contemporáneo muestra el camino equívoco que siguió Moreno.
Otro grande pensador, tan grande como Moreno en diferentes as- pectos, Franz Tamayo, se le puso al frente. La tesis de Tamayo con res- pecto al indio es diametralmente opuesta. Tamayo, idealiza al indio, Moreno lo empequeñece. Tamayo no sólo se le opuso en el libro, sino que lo denunció como a "difamador" en la Cámara de Diputados el año 1934. "Ya que es propicia la ocasión y se me obliga a ello -dijo- yo
21 Un planteamiento integral, de los conceptos "indio" y "cholo" en Ia estruc-
tura social boliviana, de acuerdo a las bases modernas de la ciencia, no ha sido logrado. Es común en todos hablar del indio o del cholo con un desborde imaginativo y lite- rario poco ajustado a un sistema real y humano.
denunció a Moreno como a difamador de Bolivia. Todo nuestro despres- tigio actual lo debemos a Moreno, es el autor de la frase clásica del "doctor altoperuano" y del "cholo altoperuano", y esa fama infame que arrastra el boliviano en el extranjero, se la debemos exclusivamente a Moreno".23
Además Tamayo pensaba que Moreno era un traidor,24
porque du- rante la Guerra del Pacífico, en los meses de abril y mayo de 1879, Luis Salinas Vega comunicó a Moreno que el Presidente de Bolivia, General Hilarión Daza, le confiaba realizar una misión diplomática ante el Go- bierno de Chile; pese a los recelos y evasivas que planteó con el deseo de no aceptar el encargo y ante la obstinación del agente Salinas Vega, Moreno tuvo que dejar trabajos de edición de la "Biblioteca Boliviana" y entrar en conversaciones con el Ministro de Relaciones chileno, des- pués de las cuales viajó a Arica llevando las "Bases" propuestas a Bolivia por el Gobierno de Chile para la cesación de la guerra. Esas "Bases" com- prendían la ruptura entre. las naciones aliadas: Perú y Bolivia, y la pres- cindencia de esta última mientras durase la guerra. El Presidente Daza las rechazó airadamente, no sin antes mostrar el papel desempeñado por Moreno, como si éste estuviera al servicio del gobierno chileno, y pro- testando la lealtad del país hacia su aliado el Perú.25
Moreno amargado y perseguido por las acusaciones, un año más tar- de, formuló pedido concreto para que se juzgara su conducta con rela-
23 Se refería a los prejuicios racistas de Moreno, a sus dogmáticas aseveraciones
sobre la inferioridad del indio y del cholo, tratados líneas antes. ¿Se puede decir por ello -y conste que no concedemos razón a Moreno- que fue un difamador de Bolivia. A lo más se podría sostener que su racismo no tiene vigencia hoy, ha sido superado, juntamente con las doctrinas del arianismo de su época. Moreno fue un enamorado de la verdad, pero le faltó, sin duda, sagacidad para decirla, se complacía en ser hiriente, demoledor, vertical como una roca. ¡He ahí su pecado!
24 amayo como todo gran pensador era apasionado y vehemente, de ideas verti-
cales y respuestas tajantes; en una conversación que sostuvimos con él en 1948, al hablar por casualidad de la obra de Moreno, pese a nuestros razonamientos que están expuestos en estas páginas, sostuvo que el autor de los "Ultimas Días Coloniales en el Alto Perú" fue un traidor en su actuación de la Guerra del Pacífico.
25 "Daza y las Bases chilenas" de 1879, La Paz, Ed. Universo 1938, muchas per-
sonas de esa época, después de la guerra han sostenido la traición de Moreno; Daniel Ballivián, nieto del General Ballivián, publicó en Valparaíso en 189 5 una "Contes- tación al artículo publicado por el señor Dn. G. R. Moreno bajo el título del General Ballivián ... " allí dice: "Y voz Gabriel René-Moreno, que soís un traidor y calum- niador".
ción a tales hechos, y un tribunal compuesto por magistrados de la Corte Suprema y el Arzobispo de La Plata, emitió su fallo indicando que la conducta de Moreno "no puede ser razonablemente censurada como desleal e infidente". El 17 de diciembre de 1880 el Ministerio de Rela- ciones Exteriores dictó una Resolución haciendo constar que "no es jus- to atribuir infidencia ni deslealtad para con Bolivia al señor G. René- Moreno".
Parece, sin embargo, que la declaración del gobierno no fue del todo satisfactoria para Moreno, pues, en su violento folleto "Daza y las Bases Chilenas", dice: "Mi reclamo no ha sido atendido. El gobierno de mi país me deniega la reparación que está en sus manos". - "Pública nota hoy tomo del rechazo al enderezar mis pasos de nuevo al exterior". - "En vez del único desagravio condigno, obtengo del gobierno una declara- ción solemne de mi justicia".26
En verdad Moreno en este panfleto demuestra que había perdido la serenidad. Se constituyó en acusador de la conducta del Gobierno y pue- blo boliviano: "El que era calificado de boliviano al servicio del gobierno de Chile contra el aliado de Bolivia, viene y ¿qué encuentra? a los boli-
vianos todos, pueblo y gobierno, constituidos en estado de imperturbable
poltronería espectante en favor de Chile contra el Perú. "En vano bus- qué mis jueces no he encontrado sino cómplices, traidores como yo ... ".21
Su violencia no tiene límites, no repara en el daño que podría cau- sar al país: "La prensa vocinglera proclama hoy Alianza Perú-Boliviana a la partija". Pero mientras cerca de Lima los ejércitos se avecinan para resolver o la partija o la alianza ¿dónde está la más leve demostración
bélica de Bolivia? Pueblo y gobierno ¿no están consagrados a las tareas
todas de estado de paz?"28
La publicación violenta de Moreno hizo que las autoridades políticas de Sucre lo acusasen de traidor y que la justicia ordinaria lo condenara a cuatro años de presidio "por haberse puesto al servicio de la República de Chile y por haber suministrado al enemigo, en su citado folleto, no- ticias acerca de la situación militar, política y económica de Bolivia".29
Las recriminaciones continuaron y, aún después de su muerte, las
26 "Daza y las Bases Chilenas de 1879". 27 Ob. citada.
acusaciones, producidas por odios personales contra el critico mordaz y demoledor, mostraron los doloridos resabios de heridas mal cauteriza- das y recordaron que no fue comprensivo. Pero su bolivianismo no es necesario probarlo, él dice: "la sociedad chilena me invadía por todos los lados, tendía a absorber mi persona, a asimilarse mis sentimientos, creo que no necesito demostrar lo que a todos consta y es que mi huraña soledad, en los libros que cubrían los muros de mi modesto gabinete, en los temas que dé preferencia ocupaban mi pluma, en servicios positivos que no está bien a mí recordar, he puesto sin descanso un dique a esta inmensa y generosa creciente, permaneciendo incontrastablemente boli- viano y negándome a tomar la carta de ciudadanía que me aconsejaban conveniencias de adelanto y bienestar. ¿Hice bien o hice mal? Dios lo Sabe. Y o solo sé que ni aquí ni allá tendré ya quizá una partia a quien
.
"
servir .
Un solo hecho puede comprobar el irrebatible bolivianismo de Mo- reno, no escribió más que sobre temas de su país, a pesar de haber vivido casi toda su existencia en Chile. Hoy día no hay quien deje de reconocer su calidad intrínseca, su juicio penetrante, su severidad para juzgar y su excepcional contribución a la bibliografía americana. No se puede es- cribir o saber historia nacional sin haber leído a Moreno, sin haber con- sultado sus obras, y en esto, su célebre frase de "autor solitario de escritos sin lectores" no se ha cumplido a través del tiempo.
La obra de Gabriel René-Moreno es extensa. 30
Sus primeras publica- ciones las realizó en la Revista del Pacífico de Val paraíso el año 18 5 8.
29 Samuel Oropeza con este motivo escribió: "La justicia ordinaria ha calificado ya la conducta del rebuscón literato, ha dicho que su corretaje se llama traición a la patria y que queda condenado a cuatro años de prisión y otros tantos de destierro" (Eufronio Viscarra, "Guerra del Pacífico", pág. 120). Según parece la opinión pú- blica fue conmovida por las calumniosas hablillas contra Moreno y su supuesta infi- dencia, a esto se añadió la acrimonia del folleto "Daza y las bases chilenas" que ter- minaron por exasperar el ambiente al extremo de que Emilio Finot (BSGS Nos. 15 5- l56·-157) habla de una "irrisoria sentencia de muerte, sentencia firmada por un juez suplente y un secretario accidental". Pero no se trató de una sentencia de muerte, sino de un juicio de imprenta por considerarse que Moreno, en su mencionado folleto, buscaba la ruptura entre Bolivia y Perú. El fallo fue de 4 años de prisión en la cárcel y otros tantos de confinamiento, la suscribió Salvador Oro como juez, el 6 de di- ciembre de 1881.
30 Para conocer la vasta producción de Moreno se puede consultar con provecho "Contribución a la bibliografía de Gabriel René-Moreno" por Juan Siles Guevara, Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, 1967, 33 pp.
Se trata de las biografías de poetas bolivianos como María Josefa Mujía, Manuel José Tovar y Daniel Calvo, que los escribió a los 22 años de edad. El primer folleto publicado es la "INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LOS POETAS BOLIVIANOS" en 1864, y que Enrique Finot creyó que era su primera publicación, por lo que dijo que "no fue un escritor precoz". En 1868 publicó la "BIOGRAFÍA DE NÉSTOR GALINDO" y, luego, en 1870 la segunda "BIOGRAFIA DE DANIEL CALVO • sto en o que respecta a
su labor como crítico literario que la abandonó para dedicarse a la historia y a la bibliografía.
Uno de sus primeros trabajos en este orden es "PROYECTO DE UNA ESTADÍSTICA BIBLIOGRÁFICA DE LA TIPOGRAFÍA BOLIVÍANA", ( 1874), luego
''BIBLIOTECA BOLIVIA" (Catálogo) de 1879. En 1881 se vio obligado a publicar "DAZA y LAS BASES CHILENAS" documento por el que pretende
explicar su conducta con respecto a la guerra del Pacífico y en el que ataca al gobierno y pueblo bolivianos por desleales con su aliado el Perú.
"LAs MATANZAS DE YÁÑEZ" fueron publicados en 1886, después de un silencio comprensible por los acontecimientos de la guerra. EL "cA-
TÁLOGO DEL ARCHIVO DE MOXOS y CHIQUITOS" que apareció dos años
después, contiene un erudito proemio donde traza la pintura más aca- bada de la tierra de misiones del Oriente boliviano. Posteriormente se dedicó a hacer conocer sus catálogos sobre documentos peruanos, con el nombre de ''BIBLIOTECA PERUANA", en dos volúmenes publicados
en 1896.
Cronológicamente siguen "ÚLTIMOS DÍAS COLONIALES EN EL ALTO PERÚ" (publicados en 1896 el primer volumen y en 1901 el que con-
tiene documentos inéditos sobre los que basó aquella obra) que lo constituye a Moreno en el más grande historiador boliviano. El es- tilo depurado, la pintura de la sociedad charquina, el uso de fuentes documentales, la profundidad del pensamiento, las observaciones psico- lógicas, la correcta exposición del tema, en fin, todo hace que esta obra tenga que figurar como la expresión más noble del pensamiento bolivia- no dentro de la historia continental. El primer volumen ha sido reedi- tado en 1940 por la "Biblioteca Boliviana" dirigida por Gustavo Adolfo Otero, infelizmente, las reediciones de Otero dejan mucho que desear y no incluyen documentos.
Las "Adiciones a la Biblioteca Boliviana de Gabriel René Moreno" 1602-1879 por Valentín Abecia, Imp. Chilena, Santiago de Chile 1899, 440 pp. más prólogo, contiene un Apéndice de Enrique Barrenechea, que añade a la obra de Abecia de 3 5 O inscripciones, 221 más, llegando el libro a 571 inscripciones. En este apéndice se consigna un erudito comentario de Moreno sobre Juan Ramón Muñoz Cabrera. El manuscrito de la obra de Abecia se encuentra en nuestro poder. Abecia le dio el título de "SUPLEMENTO A LA BIBLIOGRAFÍA BOLIVIANA DE GABRIEL RENÉ-MORE-
NO" y envió a Santiago de Chile en 1898.
Otras obras de Moreno son:
"PRIMER SUPLEMENTO A LA BIBLIOTECA BOLIVIANA", epítome de un
catálogo de libros y folletos, Imp. y Encuadernación Barcelona, Santiago de Chile 1900, VII más 349 más una pág.
"SEGUNDO SUPLEMENTO A LA BIBLIOTECA BOLIVIANA DE LIBROS Y FOLLETOS Y SUPLEMENTO A LA BIBLIOGRAFÍA DE PERIÓDICOS", Imp, y Encuadernación Universitaria, Santiago 1908, XVIII más 349 pp.
"BOLIVIA Y ARGENTINA", notas biográficas y bibliográficas, Imp.
Cervantes, Santiago de Chile 1901, 5 53 pp.
"BOLIVIA Y PERÚ", Notas históricas y bibliográficas, Imp. Cervantes,
Santiago de Chile, 190 5, II más 311 más 1 pp.
"ENSAYO DE UN A BIBLIOGRAFÍA GENERAL DE LOS PERIÓDICOS DE
BOLIVIA", Imp. y Litografía Universo, Santiago de Chile 1905, XV más
344 pp.
Hay mucho de imponderable en la labor del que podríamos llamar artesano bibliográfico de Moreno, Gutiérrez, Abecia y Acosta. Son los fundadores del género en Bolivia, podría decirse que infelizmente sin continuadores. Trabajaron en una época en que no existían normas es- tablecidas para este aspecto de la cultura, pues las nociones fundamen- tales como principios de investigación, transcripción y agrupamiento de publicaciones para los repertorios, eran fluctuantes y hasta contradic- torias. Se ha citado el caso de la "Grande Enciclopedia" ( 188 5) que "enuncia varios centenares de repertorios en orden poco racional o se- gún criterios que hoy en día se consideran erróneos".
Es cierto que el registro de libros es de antigua data, en forma de manuscrito nace en el siglo II con la "lista de obras" de Galeno, pero co-
bra impulso a consecuencia de la cantidad cada vez mayor de libros que produce el descubrimiento de la imprenta. Su nombre vino varios siglos después, no se lo usaba como bibliografía, sino como biblioteca, reperto- rio, index, catálogo, etc. Con el nombre de "Catálogo", como señalamos en la parte que corresponde a la Bibliografía de la Colonia, publicó su repertorio Juan Tritheim (1462-1516); el padre Allut llamó a su tra- bajo "Index" y Giovanni Nevizzano "Inventarium",
Como no es materia nuestra señalar el proceso histórico de la biblio- grafía, indicaremos solamente que en el siglo XVIII alcanzó un alto im- pulso, debido, sobre todo, a la Revolución Francesa que nacionalizó y confiscó los bienes de corporaciones universitarias y religiosas, apropián- dose el Estado de enormes cantidades de libros, manuscritos, publicacio- nes periódicas, etc.; ante este hecho no quedó otra alternativa que adop- tar disposiciones oficiales. sobre bibliotecas y repositorios. Y cosa rara, el vocablo bibliografía no figura en la "Enciclopedia" y bibliógrafo es si- nónimo de paleógrafo. Mas, sin embargo, Napoleón dice así de esta disciplina: "el conocimiento y elección de buenos historiadores, de bue- nas memorias y de legítimas crónicas de una época, es conocimiento útil y verdadero. Si en una gran capital como París hubiese una escuela es- pecial de historia donde se siguiera un curso de bibliografía, un joven, en vez de extraviarse durante meses en lecturas insuficientes o poco dig- nas de confianza, podría ir hacia mejores obras y conseguiría más fácil y más rápidamente, mejor instrucción". Ese es un criterio claro de los que representa y para lo que sirve esta labor tan tenida a menos en Bo- livia y que, arrancó brillantemente de Moreno y Gutiérrez al finalizar el siglo pasado. Los trabajos que se realizaron entonces fueron efectuados en forma aislada: Gutiérrez los realizaba en La Paz, Moreno en Chile, Abecia en Sucre. El método si bien no fue ajustado a principios y siste- mas determinados -hemos anotado que no eran definitivos ni en Euro- pa- se ceñían a ciertas condiciones generales, aunque se notan gustosos personales y un deseo de buena inspiración.
¿Cómo clasifica las obras Moreno en sus trabajos sobre bibliografía? En primer lugar, él los llama "Bibliotecas" o "Colección" Boliviana, Pe- ruana, etc., esto nos hace pensar que encontraba mejor este término que el de "bibliografía"; y no es raro, pues, podrían citarse muchas obras de esta naturaleza que con el nombre de Biblioteca se publicaron en el
siglo xvm, entre ellas tenemos a Jacques Lelong, J. J. Scheuchzer, Juán Alberto Fabricius, Linneo, Moreno adoptó el término de bibliografía para su ensayo sobre periódicos bolivianos. 31
Su forma de registro es sencilla, posee entrada alfabética de autores y títulos de obra y entrada cronológica por fecha de publicación. Su plan comprende la tarea selectiva: Primero, libros y folletos; segundo, impresos sueltos y gacetas; y, tercero, inventario razonado e informati- vo de manuscritos.
Este método es parecido al que empleó Charles-Jacques Brunet ( 1780- 1867) en su "Manuel du libraire et de l'amateur de livres" (1860) y es imposible que el historiador Moreno lo desconociera, lo mismo que la obra de Joseph-Marie Querard (1795-1865), "France Littéraire"; que posee aquel sentido erudito del comentario, las notas y apostillas sobre cada obra, quitando la aridez del simple repertorio o catálogo.
Tanto Brunet como Quérard y Theodor Graesse, en esa época, son figuras de relieve en este menester, supieron comentar las obras, insu- flarles vida, emitir opiniones, notas, apostillas, etc. En resumen, mues- tran el método que siguió Moreno a través de su vasta obra.
El volumen sobre libros y folletos fue publicado en Chile por More- no en 1789, gracias a la ayuda económica de Aniceto Arce, momentos en que estalló la guerra entre aquel país y Bolivia. Los otros dos volúmenes se retrasaron: el primer suplemento se publicó en 1900 y el segundo su- plemento en 1908, después de su muerte. De este modo la Biblioteca de libros y folletos, llega cronológicamente hasta 1907, con 6815 ítems.
Los materiales para completar su plan, de impresos sueltos, gacetas y manuscritos" no llegaron a ser publicados, debido a que su «biblioteca" pereció en un incendio el año 1882, ausente de Chile el dueño. Algunos amigos lograron salvar gran parte de la colección boliviana de impresos. Los manuscritos se quemaron en su totalidad33
y lo único que pudo pu- blicar a este respecto, son los manuscritos de Moxas y Chiquitos, en 942 ítems.
31 J. Rosendo Gutiérrez, a sus publicacicnes las titulaba "Bibliografía".
32 Moreno dice "La Biblioteca Boliviana consta de impresos ry de manuscritos. Los impresos están repartidos en tres secciones: Libros y folletos; hojas y pliegos sueltos; gacetas" (Biblioteca Boliviana", pág. VII).
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