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Pérgamo. 2:12 17 La ciudad

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Pérgamo

2:12–17

La ciudad

A unos ciento diez kilómetros al norte de Esmirna y a veintidós del mar Egeo se encuentra la ciudad de Pérgamo (la actual Bergama). Su nombre ha quedado perpetuado en el término pergamino (en inglés,

parchment; en francés parchemin; en holandés, perkament). La palabra ilustra la industria de la antigua Pérgamo, donde, debido a un embargo comercial, sus habitantes, al no poder comprar productos de papel (hechos de hojas de papiro egipcio), preparaban pieles de animales para escribir sobre ellas. La ciudad no sólo vendía estas pieles sino que también construyó una biblioteca que, con el tiempo, llegó a albergar unos

doscientos mil rollos. Se convirtió en un centro de saber en el que amontonaba conocimiento para aplicarlo y difundirlo.

Situada a una altura de unos trescientos metros, Pérgamo servía como ciudadela que dominaba el territorio circundante. Fue una ciudad destacada en los siglos anteriores a la invasión de los romanos, quienes la

convirtieron en capital. Pérgamo era conocida como centro religioso, con templos dedicados a Zeus Sōtēr, Atena Niceforus, Dionisio Categemon y Asclepio Sōtēr. Construido sobre un saliente frente al templo de Atena, estaba el altar de Zeus. Era el más espléndido de los monumentos religiosos debido a su altura, de unos trece metros. Asclepio era el dios de la curación y atraía el interés de innumerables personas que sufrían

enfermedades físicas. Su símbolo era la serpiente, que en la actualidad sigue adornando emblemas médicos. Después de que los romanos conquistaran Pérgamo, construyeron un templo en 129 a.C. Luego lo dedicaron a Augusto y a Roma, e introdujeron el culto al César. Dedicaron templos a Trajano y Severo años más tarde. El culto al emperador tenía su centro en Pérgamo, y por algún tiempo la ciudad rivalizó con Esmirna y Éfeso, porque se le otorgó el privilegio de nombrar a un custodio del templo o barrendero (neokoros). También fue el primer centro administrativo romano en la provincia de Asia. El procónsul que residía en la ciudad tenía la potestad de la espada para determinar si una persona debía vivir o morir.

Nótese que la palabra griega sōtēr aplicada tanto a Zeus como a Asclepio significa «salvador». En vista de su salvador Jesucristo, era imposible para los cristianos reconocer a estos dioses como salvadores. Además, nunca podían pronunciar el lema el César es señor, porque para ellos el título Señor estaba reservado sólo para Jesús. En lugar de los doscientos mil y pico volúmenes en la biblioteca de Pérgamo, recurrían sólo a las

Escrituras. En lugar de los numerosos templos, no tenían ningún templo y decían que su comunión cristiana e incluso sus cuerpos físicos servían de templo del Espíritu Santo (1 Co. 3:16; 6:19). Y en lugar de la sanidad de Asclepio, los cristianos enseñaban que Jesús era su gran médico. En resumen, para los cristianos la vida en Pérgamo se había vuelto casi insostenible.

Debido a que se negaban a ceder, los romanos y otros se burlaban de los cristianos a los que llamaban «christiani», y los judíos los llamaban «nazarenos». Se los acusaba de infidelidad a Roma, de sedición, eran humillados, perseguidos y condenados a muerte. A pesar de la persecución e incluso debido a ella, la iglesia cristiana siguió floreciendo y aumentando en cantidad de seguidores.

En Pérgamo, los cristianos se enfrentaban a diario con las presiones de una sociedad pagana. Si se negaban a aceptar cualquier invitación para asistir a alguna fiesta en honor de una deidad pagana, no sólo eran marginados, sino que con toda probabilidad perdían sus puestos de trabajo y sus negocios. La gente los llamaba parias, indignos de vivir en esta tierra. Pero para los fieles creyentes nadie está más alto que su Señor, ninguna ley humana tiene precedencia por sobre la ley de Dios, y ninguna enseñanza puede suplantar el evangelio.

a. Violencia 2:12–13

12. «Y al ángel de la iglesia en Pérgamo escribe: quien tiene la espada afilada de doble filo dice esto: 13. Conozco donde vives, donde está el trono de Satanás. Pero permaneces fiel a mi nombre, y no renunciaste a tu fe en mí, ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel, quien sufrió muerte entre vosotros donde vive Satanás».

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Excepto por el saludo, la fórmula introductoria es la misma que en todas las otras cartas a las iglesias en la provincia de Asia. Jesús se identifica a sí mismo de un modo que recuerda la descripción de su aspecto (1:16). Aunque se emplean las mismas palabras «la espada afilada de doble filo», en griego aparecen en secuencia con artículos definidos para dar énfasis. Literalmente, la cláusula dice: «el que tiene la espada la de doble filo, la afilada». No era el procónsul ni el gobernador romanos quienes decidían en asuntos de vida o muerte, sino Jesús, con la espada afilada de doble filo de su palabra que salía de su boca. Jesús peleará de hecho con su espada en contra de sus enemigos (v. 16; 19:15, 21).

a) «Conozco donde vives, donde está el trono de Satanás». Plenamente consciente de la situación en Pérgamo, Jesús dijo a los cristianos locales: «Conozco donde vives». No se dirigía a extraños, transeúntes o viajeros (comparar con 1 P. 1:1), sino a residentes permanentes que habían nacido y crecido en Pérgamo y tenían sus raíces en esa ciudad. Dios los había sacado de su ambiente pagano para que fueran su pueblo.

Jesús explica la cláusula, «donde está el trono de Satanás» con las palabras «donde vive Satanás». El verbo

vive significa que su morada es permanente del mismo modo que los cristianos son residentes permanentes, pero son dos fuerzas opuestas. Satanás parece prevalecer hasta que caemos en la cuenta de que el

Apocalipsis contrasta a Dios y Satanás. Jesús está sentado en el glorioso trono de su Padre en el cielo (3:21) y Satanás gobierna en su reino de tinieblas (16:10). La palabra trono aparece cuarenta y dos veces en Apocalipsis: cuarenta se refieren al trono de Dios y dos al trono de Satanás y la bestia (2:13; 16:10). En otras palabras, no es Satanás sino Dios quien tiene el control.

¿Qué significa el trono de Satanás? Hay por lo menos cinco interpretaciones: - Pérgamo era un centro de religión pagana.

- Para el viajero que llegaba del este, la acrópolis tenía el aspecto de un trono. - El altar de Zeus Sōtēr parecía como un trono.

- Asclepio Sōtēr se identificaba con la serpiente. - Pérgamo era el centro del culto al emperador.

Primero, sin duda que Pérgamo era un centro religioso dedicado a ídolos paganos. Pero las ciudades en la provincia de Asia no eran diferentes de Atenas, porque el culto a los ídolos prevalecía en todas partes en el mundo pagano del siglo primero. Según Pablo, Atenas era una ciudad llena de ídolos y su pueblo era muy religioso (Hch. 17:16, 22).

La segunda interpretación sigue de cerca a la primera y difiere de ella sólo en el aspecto de la ciudad, que estaba ubicada en una meseta elevada. Aunque el simbolismo de su aspecto externo es sorprendente, tiene prioridad el predominio interno del gobierno de Satanás en las vidas de las personas.

Tercero, el altar de Zeus, colocado en forma prominente por encima de todo lo demás, era imponente. Pero se le rendía culto a Zeus como dios principal en toda Grecia, Macedonia y Asia Menor. Los romanos lo llamaban Júpiter (Hch. 14:12).

La cuarta explicación tiene fundamento, porque el símbolo de Asclepio era una serpiente y en la Escritura Satanás se tipifica con el símbolo de la serpiente (Gn. 3:1; Ap. 12:9; 20:2). Personificado en el dios Asclepio, Satanás demuestra ser el gran engañador como sanador del enfermo y salvador de la gente. La quinta explicación es incisiva. Mientras la cuarta centra la atención en el engaño de Satanás, la quinta subraya el poder destructor de Satanás en la persecución del pueblo de Dios. Los cristianos que se negaban a reconocer al César como señor y dios (dominus et deus) se enfrentaban con la confiscación de sus bienes, el exilio o la muerte. Si consideramos que Antipas fue condenado a muerte y Juan fue desterrado debido a su testimonio de Jesús, entonces esta quinta explicación armoniza con el contexto general.

b) «Pero permaneces fiel a mi nombre, y no renunciaste a tu fe en mí, ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel, quien sufrió muerte entre vosotros donde vive Satanás». A pesar de las dificultades que soportaban los cristianos en Pérgamo, permanecieron fieles a su Señor y salvador Jesucristo. Reciben alabanza por seguir fieles al nombre de Jesús. Esta acción conlleva más que confesar su nombre; incluye vivir en armonía con las Escrituras y caminar en las pisadas de Jesús (1 P. 2:21). Al llevar a las autoridades romanas a imponer el culto al emperador y su subsiguiente opresión, Satanás trató de explotar las

debilidades de los miembros de la iglesia que se pudieran sentir tentados a renunciar a su fe en Jesucristo. Los creyentes, sin embargo, se mantuvieron firmes y continuaron con su lealtad a su maestro.

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Era algo real la persecución que acababa en muerte, como resulta evidente en el caso de Antipas. Sabemos muy poco acerca de este personaje. Su nombre griego podía significar o «contra todos» o ser una forma abreviada del nombre Antipater, pero esto no tiene nada que ver con su vida y muerte. Su vida se caracterizó por la descripción «mi testigo fiel», que es el mismo término con que se conoce a Jesús (1:5; comparar con 3:14). Su muerte ocurrió algo antes de que se escribiera Apocalipsis, y Antipas pudo haber sido

representativo de muchos otros.

c) «Quien sufrió la muerte entre vosotros donde Satanás vive». Estas dos cláusulas juntas evocan temor en el corazón del pueblo de Dios. Al vivir cerca de donde reside Satanás, los seguidores de Jesucristo pueden esperar sufrir tanto persecución como muerte. Donde ellos viven y donde vive Satanás resultan ser el mismo lugar, de modo que el maligno siempre está presente. Pero Jesús dijo a sus discípulos que están en el mundo pero que no son del mundo (Jn. 17:14–18). Encarga a su pueblo llevar el mensaje redentor de salvación a todos los rincones de esta tierra perturbada. Como vencedor ha dicho: «¡Anímense! Yo he vencido al mundo» (Jn. 16:33). Este Jesús victorioso comparte su triunfo con sus seguidores, quienes salen al mundo con el conocimiento de que la palabra de Dios nunca regresa vacía, porque esta palabra nunca está

encadenada (Is. 55:11; 2 Ti. 2:9).

b. Reproche 2:14–16

14. «Sin embargo, tengo unas cuantas cosas en tu contra por cuanto tienes ahí a los que siguen la enseñanza de Balaam, quien enseñó a Balac a poner tropiezos frente a los israelitas para hacerlos comer alimentos ofrecidos a un ídolo y a cometer fornicación. 15. También están los que de igual modo siguen la enseñanza de los nicolaítas».

a) «Sin embargo, tengo unas cuantas cosas en tu contra por cuanto tienes ahí a los que siguen la enseñanza de Balaam». Habríamos esperado que de los labios de Jesús salieran palabras de estímulo; en su lugar

escuchamos palabras de reproche. Jesús censura a los cristianos de Pérgamo algunas debilidades que tenían. Las cuantas cosas no son necesariamente de poca importancia aunque no sean muchas. Jesús no las

enumera sino que menciona sólo una, a saber, la falta de resistencia a la enseñanza y conducta falsas dentro de la congregación. Los creyentes han tolerado a maestros que han difundido su doctrina y estilo de vida insidiosos, y no los han expulsado de la iglesia. Su influencia se está difundiendo como células cancerígenas en un cuerpo sano; y deben tomarse medidas radicales antes de que sea demasiado tarde. Mientras que la iglesia de Éfeso aplicó disciplina (2:2), la de Pérgamo no lo hizo.

Los servidores de Satanás ingresaron a la congregación local y trataron de influir engañosamente en los miembros con un estilo de vida incompatible con quienes seguían a Jesús. No tenemos información acerca de la identidad de los responsables. Las palabras tienes ahí a los que pueden significar que habían ingresado en la iglesia y habían sido aceptados como miembros de buena fe o que habían sido influidos por personas ajenas a la iglesia (2 P. 2:15; Jud. 11). Jesús trae a colación la historia de Balaam y Balac que se refiere en Números 22–25. Asumimos que los cristianos de segunda y tercera generación en Pérgamo estaban suficientemente familiarizados con el relato de la historia de Israel para que el escritor no necesitara entrar en detalles.

b) «[Balaam] quien enseñó a Balac a poner tropiezos frente a los israelitas para hacerlos comer alimentos ofrecidos a un ídolo y a cometer fornicación». Nos enteramos por inferencia que, después del triple fracaso de Balaam en maldecir a los israelitas, los atrajo a cometer adulterio con mujeres madianitas, a comer carne ofrecida a ídolos, y a adorar a dioses paganos (véase en especial Nm. 31:16 en el contexto de Nm. 25). Las enseñanzas de Balaam no eran tanto doctrina como práctica: caer en inmoralidad sexual con mujeres moabitas, comer alimentos sacrificados a ídolos y el culto a dichos ídolos (Nm. 25:1–3; Sal. 106:28). Este fue el tropiezo que Balac, siguiendo el consejo de Balaam, puso ante el pueblo de Israel para hacerlo caer en pecado.

Se invitó a los israelitas a participar en los ritos de fertilidad del pueblo moabita, cuyas mujeres sedujeron a los hombres israelitas para que realizaran actos sexualmente inmorales. Esta piedra de tropiezo se parecía a la trampa que se solía utilizar para cazar aves. Tenía una varilla movible, de manera que cuando el ave la

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tocaba se disparaba la trampa, de manera que quedaba atrapada y moría. Esta piedra de tropiezo trajo muerte a los israelitas: se desató una plaga que mató a unos veinticuatro mil (Nm. 25:9; 1 Co. 10:8).

En Pérgamo, quienes seguían las enseñanzas de Balaam constituían una trampa para los seguidores de Cristo para que buscaran su seguridad personal mediante la participación en las prácticas de quienes se reunían para rendir culto al emperador. Primero, sugerían que era perfectamente aceptable que los cristianos comieran carne que se sabía que había sido sacrificada a ídolos. Los creyentes sabían que no debían

preguntar por el origen de la carne que se vendía en el mercado (1 Co. 10:25), pero que su conciencia no debía permitirles participar en fiestas dedicadas a un ídolo si la carne se consumía en una de las salas del templo (1 Co. 10:19–22). Luego los nicolaítas sugerían que los cristianos realizaran actos sexuales

inmorales. Sin embargo, los cristianos sabían que la ley de Dios les prohibía establecer relaciones sexuales extramatrimoniales. Estaban muy al tanto de las numerosas prostitutas en los recintos del templo, que los seducían con pretextos religiosos. Y por último, los seguidores de Balaam los instaban a sacrificar animales en el culto al César. Este sacrificio, decían, sólo implicaba quemar una parte insignificante del animal y dejar el resto para fiestas que podían disfrutar los cristianos con sus familias y amigos. De nuevo, los seguidores de Cristo sabían que no podían adorar tanto a Cristo como al César.

Sabemos por la carta de Jesús a los efesios (ver mis comentarios acerca de 2:6) que las enseñanzas y prácticas de los nicolaítas eran abominables para Jesús. Aunque es escasa la información acerca de este grupo, asumimos que el estilo de vida de los nicolaítas se caracterizaba por pecados de inmoralidad sexual, por comer alimentos ofrecidos a ídolos y por pervertir enseñanzas apostólicas (2:14–16). Al insistir en la libertad humana, parece que enseñaban que las actividades físicas relacionadas con el sexo y los alimentos no eran pecaminosas. A los ojos de Dios, sin embargo, realizar actos sexuales con prostitutas del templo e ir a los templos paganos para comer alimentos consagrados a un dios pagano eran violaciones del Decálogo. Dios dijo:

- «No tengas otros dioses además de mí» (Éx. 20:3). - «No te inclines delante de ellos ni los adores» (Éx. 20:5). - «No cometas adulterio» (Éx. 20:14).

De igual modo Pablo advirtió a los corintios que el cuerpo no fue creado para inmoralidad sexual sino para el Señor, e instruyó al pueblo de Dios que no participara en sacrificios ofrecidos a ídolos (1 Co. 6:13; 10:20). Así como Dios es santo, así su pueblo debe procurar tener una conducta santa (Lv. 11:44–45; 1 P. 1:15).

c) «También están los que de igual modo siguen la enseñanza de los nicolaítas». Una vez más (v. 6) Jesús menciona a los nicolaítas. Aquí menciona que los habitantes de Pérgamo que practicaban los pecados de idolatría e inmoralidad sexual eran parecidos a los nicolaítas que los defendían. ¿Son los mismos los

seguidores de Balaam y los nicolaítas? Debemos ver a Satanás actuando como el gran embustero, porque las intenciones de Balaam y de sus seguidores y las de los nicolaítas eran idénticas: Balaam quería derrotar a los israelitas con un estilo engañoso de vida, y los nicolaítas ingresaron a la iglesia con enseñanzas y prácticas engañosas. «Además, los que sustentan la enseñanza de Balaam (2:14) son probablemente los mismos que los que siguen la enseñanza de los nicolaítas».

No sabemos hasta qué punto se extendió la influencia de los nicolaítas en la iglesia, pero sí sabemos que la iglesia era laxa en disciplina y permitía que estos antagonistas de la fe cristiana estuvieran en medio de ellos en detrimento espiritual de los creyentes. Debido a esta laxitud, la iglesia recibió reproche y se le dijo que se arrepintiera. Los nicolaítas y quienes habían adoptado su enseñanza y prácticas engañosas tenían que

encontrarse cara a cara con Jesús, quien vendría con la espada del Espíritu, es decir, la palabra de Dios. 16. «Arrepiéntete, pues. Si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la espada de mi boca». La palabra arrepentirse se encuentra doce veces en Apocalipsis. Ocho de ellas se dirigen a las iglesias en Éfeso, Pérgamo, Sardis y Laodicea como órdenes para que se arrepintieran; las otras cuatro están en tiempo pasado y se refieren a incrédulos que se negaban a hacerlo. Los cristianos de Pérgamo tenían que

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arrepentirse por no haber expulsado a los nicolaítas y a sus seguidores de en medio de ellos. Tenían que reconocer que se habían comportado mal, porque si Jesús odiaba las obras de los nicolaítas (2:6) también su pueblo debería odiarlas. Por esto invitó a los cristianos a que convirtieran su laxitud en vigilancia, a que impusieran disciplina espiritual y a que expulsaran de entre ellos a los nicolaítas y a sus adherentes. Si los destinatarios se niegan a obedecer, Jesús vendrá pronto (el griego tiene el verbo venir en tiempo presente; ver v. 5). La venida de Cristo se refiere no a la segunda venida sino a su juicio inminente que es rápido y seguro. Los nicolaítas no tendrían que esperar hasta la segunda venida para que Jesús hiciera realidad su amenaza. Así como los madianitas y Balaam experimentaron el juicio de Dios durante su vida, también los nicolaítas se encontrarían pronto con Jesús como guerrero durante su propia vida. Durante la batalla que Israel libró contra los madianitas por orden de Dios, los israelitas mataron a Balaam (Nm. 31:1– 8; Jos. 13:22).

Adviértase que el Señor llama a la iglesia al arrepentimiento pero declara la guerra contra los nicolaítas. Luchará contra ellos con la espada de doble filo que sale de su boca (ver v. 12), y con esta espada dará muerte a los malos. Y éstos incluyen a los nicolaítas y a sus adherentes. Quienes sirven a Satanás y están empeñados en destruir a la iglesia se encuentran con la espada de su guerrero y con su victorioso Señor. Las buenas nuevas son que Dios hace que todas las cosas sean para el bien de quienes lo aman y sirven (Ro. 8:28). Todos los que se vuelven al Señor y se arrepienten experimentan su amor, gracia y misericordia. Por el contrario, repudia a todos los que lo han rechazado (2 Cr. 15:2; Is. 1:28; 65:11–12).

El Señor honra sus promesas y anula sus amenazas al pecador arrepentido. Pero cuando no hay arrepentimiento, cumple esas amenazas.

c. Promesa 2:17

17. «Quien tenga oído que escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias. A todo el que triunfe, le daré maná escondido, y le daré una piedra blanca; y en la piedra está escrito un nuevo nombre que nadie conoce excepto quien lo recibe».

Después de la repetitiva exhortación a escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias, el triunfador escucha la promesa de recibir maná oculto y una piedra blanca.¿Qué significan estos dos dones?

Por cuarenta años, el maná fue el alimento de Israel en el desierto hasta que el pueblo cruzó el Jordán y entró a Canaán. Dios dio instrucciones a Moisés para que colocara una vasija de maná en «el arca del pacto», y así quedó oculto a la vista (Éx. 16:32–34; Heb. 9:4). Según el autor de 2 Macabeos 2:4–7, en la destrucción del templo de Salomón, Jeremías ocultó el tabernáculo con el arca y el altar del incienso en una cueva del Monte Nebo y selló su entrada.

Los judíos esperaban la venida de la era mesiánica cuando comerían el maná oculto. Los cristianos, sin embargo, reconocieron a Jesús como al Mesías que introdujo la era mesiánica. Desde la venida de Jesús, sus seguidores siempre han comido el maná oculto y disfrutado de sus bendiciones. Jesús se llamó a sí mismo el pan de vida y lo contrapuso al maná que los israelitas comieron en el desierto (Jn. 6:48–49). Este pan que da vida es en realidad el alimento espiritual y el maná oculto. Está oculto a los ojos del incrédulo pero está disponible para todos los que ponen su fe en Cristo (Mt. 11:25; Col. 2:3; 3:3).

El significado de la piedra blanca sigue siendo un misterio que los comentaristas han intentado resolver de muchas maneras:

- Piedras preciosas que cayeron del cielo junto con el maná. Se trata de una simple leyenda.

- En los tribunales se depositaban piedras blancas para significar exoneración del acusado y piedras negras para condenarlo. En el día del juicio, con una piedra blanca se señalaría la absolución del cristiano. Pero el texto no dice que el vencedor deposita una piedra blanca sino que recibe una piedra blanca. Asimismo, las piedras que se depositaban en casos judiciales no llevaban ningún nombre inscrito.

- Un objeto blanco hecho de hierro, madera o piedra llamado tessera otorgaba a quien la poseía ciertos privilegios en la sociedad. La durabilidad de estos materiales es, sin embargo, cuestionable.

- Se podía utilizar una piedra blanca como amuleto o dije. Pero esta costumbre forma parte de la práctica de la brujería, no de la doctrina de salvación.

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- Los edificios en Pérgamo en tiempo de Juan eran de piedra marrón oscuro. Las inscripciones en dichos edificios se esculpían en bloques de mármol blanco. Hemer observa: «Ciertos decretos honoríficos de la ciudad estipulaban repetidas veces que los nombres de sus benefactores debían esculpirse en [piedra blanca]». Se objeta que la palabra griega psēfos en el texto significa «guijarro» no «piedra».

- El pectoral del sumo sacerdote tenía doce piedras, cada una de las cuales tenía escrito el nombre de una tribu (Éx. 28:21). De igual modo, siempre está en presencia de Dios una piedra blanca con el nombre del creyente individual escrito en ella.

- La piedra puede ser una piedra preciosa, traslúcida como el diamante, en la cual está escrito el nombre de Cristo. El nombre de Cristo está escrito en la frente de los santos (3:12; 14:1; 22:4).

Las dos últimas interpretaciones son las más útiles. En el contexto de Apocalipsis, la última parece ser la más sólida y tiene apoyo en otros pasajes. El nombre de Cristo significa que los santos le pertenecen. Ya en esta tierra, los creyentes son conocidos como cristianos, es decir, seguidores de Jesucristo, en cuyas pisadas caminan.

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