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"Juanito: Una Tonteria"

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Academic year: 2021

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"Juanito: Una Tonteria"

(*) Presentado En Las Jornadas De La Escuela Freudiana De Buenos Aires: Interpretación, Construcción, Intervención Y Acto En Psicoanálisis, En La Mesa: Intervenciones Del Analista En La Clínica Con Niños: El Caso Juanito. 31 De Octubre Y 1º De

Noviembre De 2008.

Elsa Coriat

Mi mamá nació en 1920, por ese entonces Juanito tenía 17 años.

La línea de descendencia de mi madre – que no ha sido especialmente veloz entre una

generación y otra – ya va por el nacimiento de sus bisnietos; no me es difícil deducir entonces que – si llamamos “Juanitos de hoy” a los actuales niñitos inteligentes de 4-5 años – los Juanitos de hoy vienen a ser los tataranietos del Juanito original.

Les sugiero que cada uno haga estos cálculos generacionales con los parámetros de su propia historia familiar. La distancia temporal entre Juanito y el tiempo actual se llena de otra manera si tenemos presente que han transcurrido cuatro generaciones entre él y los Juanitos que vemos hoy – choznos a su vez (1) del papá del Juanito original, ese joven señor que sentimos tan presente cuando leemos el historial.

Si comienzo por acá no es para subrayar todo lo que nos separa de Juanito sino más bien para destacar, pese a los cambios culturales y sociales del tiempo transcurrido, la actualidad de su problemática de niño, siempre fresca, tal como Freud nos la presenta.

Este Juanito Peter Pan se ocupa de recordarnos que todo niño necesita de un tercero para saber – para saber en sentido fuerte – que la madre, ese personaje omnipotente (al menos para él, hasta entonces) tiene prohibido reintegrar su producto, y que por lo tanto él, el niño, no será devorado.

El problema se le plantea en los tiempos en que comienza su participación activa en el campo del lenguaje, justamente porque la problemática edípica no existe por fuera de ese campo, y el niño sólo podrá encontrar una salida por los caminos del significante. La peste que el

significante, en su introducción, contamina, sólo será atemperada por el significante. En el seminario de Las relaciones de objeto, Lacan lo dice en estos términos:

El niño se introduce de golpe en el sistema del significante o del lenguaje, definiéndolo sincrónicamente, o en el sistema del discurso, definiéndolo diacrónicamente, pero no lo hace en toda la enverga¬du¬ra del sistema, sino de una forma puntual a propósito de las relaciones con la madre, que está presente o ausente. Pero esta primera experiencia simbólica es del

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todo insuficiente [...]. No podemos conformarnos con dos términos, se necesitan más.

Hay un mínimo de términos necesario para el funcionamiento del sistema simbólico. Se trata de saber si son tres o si son cuatro. [Aquí, como tres, cuenta al falo] El Edipo, desde luego, nos da tres, pero sin duda implica un cuarto término, porque el niño ha de franquear el Edipo. Por lo tanto, aquí ha de intervenir alguien, y éste es el padre (2).

Los términos son de Lacan, por supuesto, ¡y bien que ayudan esos términos para la

apropiación y transmisión del real implicado! pero de todas maneras, el campo es freudiano; un campo que efectivamente se abrió y legitimó para los niños a partir del historial de Juanito. Juanito hizo su aparición en sociedad – me refiero a la sociedad científica y a la sociedad psicoanalítica – antes de convertirse en Historial, incluso antes de que emergiera su síntoma fóbico. Estoy hablando de mediados de 1907, poco después de que Juanito cumpliera sus 4 años. Por esa época, el Dr. Fürst, interesado en la difusión de las teorías de Freud, le plantea a éste la pregunta de si, en general, debe facilitarse a los niños una explicación de los hechos de la vida sexual, y en caso afirmativo, qué edad ha de escogerse para ello y de qué modo ha de llevarse a cabo (3). Freud le responde con un escrito, que pasa a ser publicado en el boletín de la Sociedad Médica Vienesa bajo el título de La ilustración sexual del niño. Carta abierta al Dr. M. Fürst.

Freud menciona allí a un espléndido chiquillo, cuyos padres se cuentan entre sus amistades, y del cual relata varias de las anécdotas que más adelante figurarán entre las primeras del Historial, por ejemplo, aquellas en las que Juanito dice: “¿tienes tú una cosita de hacer pipí?”, “un perro y un caballo tienen una cosita de hacer pipí; una mesa y una silla, no”, “¡qué

pequeña tiene la cosita! ya le crecerá...”, etc (4).

Freud se vale de las preguntas y los comentarios del espléndido chiquillo para demostrar el interés intelectual del niño por los enigmas de la vida sexual.

Hace constar que Juanito no es un niño que presente una especial disposición sexual o patológica y continua diciendo: Lo que, a mi juicio, sucede es que no ha sido intimidado ni se ve atormentado por un sentimiento de culpa, y comunica, por tanto, con la mayor inocencia, sus procesos mentales. Previamente había dicho: “sus padres, muy comprensivos e

inteligentes, han renunciado a reprimir violentamente una parte del desarrollo de su hijo” (5). A la altura de ese escrito, no había aparecido en Juanito todavía su temor a los caballos, ¿se equivocó Freud al escribir estas afirmaciones? Las múltiples observaciones recogidas a posteriori por los más diversos analistas (empezando por el propio Freud), han demostrado que la ausencia de una represión violenta no salva al niño de que a posteriori aparezca el sentimiento de culpa, que este es el óbolo que necesariamente debemos pagar para acceder al territorio de la neurosis; pero si Freud, a esa altura, pecaba de un cierto exceso de

ilusiones, no se equivocaba en cuanto a que si la posición de los padres no es la de una represión violenta, queda posibilitada para el niño la libre expresión de sus ideas y fantasías, es decir, la posibilidad de hablar, tanto con sus progenitores como con otros. Ya volveremos a esto. A veces hace falta volver a lo más sencillo, a los principios fundantes, a lo que también podría llamarse “la tontería”.

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Dice Freud: ¿Qué puede significar el hecho de que Juanito manifieste al ir a acostarse su miedo a que el caballo entre en su cuarto? Se dirá tan sólo que es un miedo tonto de una criatura. Pero la neurosis no dice nunca nada sin fundamento ni sentido, como tampoco los sueños. Cuando no comprendemos una cosa, solemos calificarla de tontería. Es una manera muy cómoda de salir del paso(6).

Así como en La interpretación de los sueños Freud develó los misterios de los mismos, en el Análisis de la fobia de un niño de cinco años, Freud demuestra que el mecanismo de

formación de síntomas en un niño sigue las mismas leyes generales que se descubrieron en los sueños, y que el psicoanálisis tiene mucho para ofrecer, tanto en relación al tratamiento como a la educación de los niños. Había comenzado a sospecharlo y suponerlo desde el análisis de adultos, pero recién con Juanito pudo comprobarlo y demostrarlo. Es, en este sentido, un texto fundante.

Son curiosas las vueltas que da la palabra “tontería” en el Historial de Juanito. Apenas un párrafo después del que acabo de citar, dice Freud:

En mi entrevista con el padre convenimos en que dirá a Juanito que aquello del caballo es una tontería y nada más. Sin embargo, Freud no se limita a proponerle al padre que le diga que “lo del caballo es una tontería y nada más”, sino que continua proponiendo darle toda una explicación de por qué le pasa lo que le está pasando, a saber: La verdad es que quiere mucho a su mamá y desea que ésta le acoja en su cama. Si le daban miedo los caballos, es porque antes le había interesado tanto cómo tenían la cosita, y ahora se había enterado de que no estaba bien ocuparse tanto de la cosita, ni siquiera de la suya propia.

Además, sigue Freud, propuse al padre que iniciase el camino del esclarecimiento sexual. Ya que por el historial del infantil sujeto habíamos de suponer que su libido se hallaba adherida al deseo de ver la cosita de su madre, podía despojarle de tal fin comunicándole que la madre y todas las demás criaturas femeninas, como ya le era conocido por Hanna, no poseían una cosita igual que la suya (7).

Hago notar que Freud propone aquí que se iniciase ya el camino del esclarecimiento sexual, mientras que seis meses antes de esta conversación, Juanito había sido uno de los

protagonistas principales de un artículo que llevaba prácticamente ese mismo título. La “moral” de la época tenía una dimensión tal que hasta los progresistas padres del niñito mencionado no se habían animado todavía a responder verdaderamente a la pregunta

“¿tienes tú una cosita de hacer pipí?”. En ese texto anterior, decía Freud: Es necesario que lo sexual sea tratado, desde un principio, en la misma forma que cualquier otro orden de cosas dignas de ser sabidas (8).

Continuemos ahora con el recorrido del significante “tontería”, ya que la próxima vez que aparece es cuando el padre dice: «¿Sabes una cosa? La tontería -así llama él [Juanito] a su fobia- perderá fuerza si sales de paseo más a menudo. Ahora es tan intensa porque tu enfermedad no te ha dejado salir de casa». Juanito le retruca diciendo: “¡Oh, no! Es tan fuerte porque todas las noches le doy otra vez la mano a la cosita” (9).

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En su respuesta, Juanito le está devolviendo al padre los mismos argumentos que este utilizara el día anterior. Ese día, el día anterior, Juanito, – citando al papá de Lizzi, una

amiguita – , había dicho que en Gmunden – el lugar donde pasaba las vacaciones – había un caballo blanco que, si uno le acerca los dedos, muerde, y el padre le había respondido: “Me parece que de lo que estás hablando no es de un caballo blanco, sino de la cosita, que no se debe tocar con la mano” (10).

La lógica de Juanito, tanto en esta ocasión como en otras, y aún utilizando argumentos del padre, es más precisa que la de éste; es como si dijera: “No es que la tontería se vuelve más intensa porque no salgo de casa, sino que es más intensa porque me toco la cosita y es por esto que no puedo salir de casa”.

De todas formas, lo que me interesaba subrayar es que Freud le propone al padre nominar “tontería” al miedo de Juanito a los caballos, el padre se lo propone a Juanito y éste lo toma, es decir, toma la palabra “tontería” y la utiliza para el fin que le es propuesto.

Quienes trabajamos con niños sabemos que a veces les ofrecemos palabras, ideas, juegos, objetos, representaciones, tal vez, como señalaba Freud, en mayor medida que en el análisis de adultos, pero también sabemos que los niños no toman cualquier cosa, toman sólo aquello que, por algún motivo, despierta su interés– y tanto más es así en un niño como Juanito. Juanito tomó el significante “tontería” y este significante le vino bien. Le vino bien ¿para qué?, para hablar; y especialmente bien para hablar a la manera de un niño, es decir, para jugar con las palabras. – ¿Hubiera sido lo mismo, acaso, que en lugar de utilizar la palabra “tontería” se hubiera utilizado la palabra “enfermedad”, que es su sustituto en tantos párrafos del escrito de Freud?

Como el título de esta mesa es Intervenciones del analista en la Clínica con Niños, me pareció oportuno preguntarme si se podía considerar a esto – es decir, proponerle al padre que le dijera a Juanito que lo del caballo era una tontería – como la primera intervención del analista en este caso..., y me respondí que no, que había, como mínimo, una intervención anterior en la que el destino de Juanito se vería estrechamente implicado. ¿Qué intervención? Me refiero a la demanda, al pedido de Freud que recibe el padre de Juanito.

En mis Tres ensayos sobre una teoría sexual, publicados en 1905, hube ya de exponer tales hipótesis, tan singulares para el profano como irrebatibles para el psicoanalista. Pero también el psicoanalista puede confesar su deseo de hallar una prueba más directa y próxima de aquellos principios fundamentales. ¿Será acaso imposible averiguar (...) en el niño, en toda su frescura vital, aquellos impulsos y deseos sexuales que con tanto trabajo logramos extraer en el adulto, y acerca de las cuales, además, afirmamos que son patrimonio constitucional común a todos los hombres y que en el neurótico no hacen sino mostrarse intensificadas? [Párrafo reconstruido entre las dos traducciones].

Con tal propósito vengo excitando hace ya tiempo a mis amigos y discípulos a reunir observaciones sobre la vida sexual infantil.

Ese fue el pedido al que me refiero, que tuvo efectos, digamos, sobre el análisis de Juanito antes todavía de que el síntoma se iniciara, ya que: Entre el material que así ha ido llegando a

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mi poder adquirieron pronto importancia preponderante las observaciones relativas a Juanito. Sus padres, identificados con mis teorías, habían convenido educar a su primer hijo con el mínimo de coerción estrictamente preciso para mantener las buenas costumbres (...) (11). Y si los padres ya estaban identificados con la teoría de Freud es porque hubo una

intervención todavía anterior, a saber, como mínimo, la escritura y publicación de Tres ensayos... El análisis de niños, en la mayoría de los casos – no en todos – empieza con la transferencia de los padres. Entre Tres Ensayos y el Análisis de la fobia de un niño de cinco años, se funda el análisis de niños, con Juanito como punta de lanza.

En tren de preparar este trabajo volví a releer las maravillosas trece clases que Lacan le dedica a Juanito en el seminario de Las Relaciones de Objeto. Extraje páginas y páginas de citas: hasta ahora incluí una sola y voy a incluir una sola más. Son tres renglones que, en principio, había decidido deshechar porque me dije que se trataba de una tontería y es justamente por eso que decidí incluirlos, dicen así:

No se trata sólo de hablar, sino de hablarle a alguien. [...] Juanito manifiesta su sensación de fecundidad, favorecida por el hecho de que al fin y al cabo tiene con quien hablar. Sería asombroso que no nos diéramos cuenta en este caso de que lo precioso y lo eficaz del análisis es esto (12).

El papá de Juanito, a veces por cuenta propia, a veces siguiendo la orientación de Freud, a veces en broma, a veces en serio, dice unas cuantas tonterías. Tonterías o no, las palabras se van encadenando y el significante hace su juego de múltiples permutaciones. Por tratarse de un niño, notemos en especial que el juego significante se va haciendo con los objetos que tiene a su disposición: caballos y vagones que diariamente puede ver desde su ventana, jirafas arrugadas, plomeros y canillas, el bigote negro de papá, las bragas de mamá... Lo simbólico necesita de lo imaginario para realizar sus permutaciones, y lo imaginario se nutre de los objetos que encuentra a su disposición.

Juego que se pone en juego reordenando la angustia, sustituyendo un síntoma, en fin, produciendo un sujeto, con la única condición de que se haga presente un Otro hacia el cual dirigirse: a veces alcanza con un padre, a veces se necesita la intervención de un analista. Analistas de niños:

somos el viento que mueve las aspas del molino de los mitos. NOTAS:

(1) Para encontrar los nombres de lazos familiares tan distantes en el tiempo tuve que ir a consultar al diccionario; chozno quiere decir: Nieto en cuarta generación, hijo del tataranieto. Diccionario de la Real Academia Española.

(2) Jacques Lacan: Seminario IV: Las relaciones de objeto y las estructuras freudianas, Clase 15: Para qué sirve el mito, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1994, pág. 261.

(3) Sigmund Freud: La ilustración sexual del niño – Carta abierta al doctor M. Fürst, en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, pág. 1244.

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(4) Ibid, pág. 1246. (5) Ibid.

(6) Sigmund Freud: Análisis de la fobia de un niño de cinco años (Caso Juanito), en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, pág. 1376.

(7) Ibid, pág. 1377.

(8) Sigmund Freud: La ilustración sexual del niño..., op. cit., pág. 1247/8. (9) Sigmund Freud: Análisis de la fobia..., op. cit., pág. 1378

(10) Ibid.

(11) Ibid, pág. 1365/6.

(12) Jacques Lacan: Seminario IV..., op. cit., Clase 20: Transformaciones, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1994, pág. 344.

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