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El malestar de Maqroll el Gaviero con su tiempo

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Academic year: 2020

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Gaviero con su tiempo

María Camila Palacio Chiriví

Monografía de grado para optar al título de literata

Dirigida por

Mario Barrero Fajardo

Universidad de los Andes

Facultad de Artes y Humanidades

Departamento de Humanidades y Literatura

Bogotá

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Índice

1. Introducción 2

2. La voz de Maqroll el Gaviero en La Nieve del Almirante 9 2.1La poesía: “Oración de Maqroll” y “La Nieve del Almirante” 9

2.2La Nieve del Almirante: El diario de Maqroll 14

3. El malestar de Maqroll con su tiempo 21

3.1El sueño, el pasado y el porvenir 22

3.2El viaje, la errancia y el habitar: Chateaubriand el vizconde y

Maqroll el Gaviero 25

3.3El sentido de la vida y del habitar 29

4. Maqroll y sus estrategias discursivas para habitar su tiempo 33

4.1Maqroll y el relato histórico 33

4.2El relato como forma de habitar y evitar la muerte 36

5. Conclusiones 46

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1. Introducción

La novela de Álvaro Mutis La Nieve del Almirante (1986) es significativa en la construcción del personaje y la voz del Maqroll el Gaviero en su tránsito de los dominios de la poesía al ámbito de la narrativa. Está escrita en la forma de un diario en el que Maqroll empieza a tener una voz propia, aun cuando sigue estando mediada por una voz introductora, y en el que expresa sus pensamientos, sueños y desventuras. Por medio de esa voz propia visible en el diario, que no se veía tan claramente delimitada en las obras poéticas de Mutis, el Gaviero hace explícito un malestar con la época en la que le corresponde habitar. Así, a través del diario la figura de Maqroll el Gaviero se perfila como una voz que se siente ajena al presente en que habita, y que a causa de tal malestar, tiene una forma particular de habitar su tiempo.

En su texto “Autobiografía y conciencia histórica” (1991) Karl J. Weintraub plantea que, si bien el diario es un género autobiográfico, difiere radicalmente de la autobiografía principalmente por el momento en el que está escrito y las implicaciones que dicho momento tiene sobre la escritura: “Cada anotación en el diario tiene el valor en sí mismo de ser reflejo de un momento breve en determinadas situaciones vitales a las que se les atribuye una importancia primordial” (Weintraub 21). En este sentido, el diario sería una forma de ver y construir la vida en el que la distancia entre el hecho y la escritura es menor, por lo cual las mediaciones de la memoria y la reflexión no tendrían el mismo impacto que tienen en otros géneros autobiográficos como las memorias y las autobiografías.

Más aún, Weintraub plantea que el valor del diario radica precisamente en ese pasado inmediato, casi presente, en el que son escritos: “En cierto sentido son una ayuda pues traen, por medio de una mirada retrospectiva, el pasado al presente. En la historia y la autobiografía, por el

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contrario, el pasado queda subsumido dentro de una visión desde el presente” (21). Así, en el diario no hay una vista del presente hacia el pasado, sino que permite traer el pasado al presente, y en ese sentido contraer ambos tiempos.

Sin embargo, al ser un género autobiográfico, los diarios también suponen los problemas teóricos de las autobiografías. Ángel G. Loureiro hace un recorrido por los problemas de lectura, escritura e interpretación de las autobiografías en su texto “Problemas teóricos de la autobiografía” (1991). En éste Loureiro plantea que hubo tres etapas de comprensión y problematización teórica de la autobiografía caracterizadas por el énfasis en la bio, la autos y la grafé, respectivamente (Loureiro 3).

Sobre la primera retoma a teóricos como Wilhelm Dilthey, filósofo e historiador alemán del siglo XIX, que veía el valor de la autobiografía desde un punto de vista histórico (2). En este sentido, Loureiro propone que en esta primera etapa la autobiografía se ve como una escritura personal que, al ser escrita por un sujeto de determinado contexto socio-histórico, da cuenta de una época.

La segunda etapa de comprensión de la autobiografía ocurre en el siglo XX y se refiere más al problema del yo que se escribe en la autobiografía (el autos). En consecuencia, Loureiro plantea que “… la memoria ya no sería un mecanismo de mera grabación de recuerdos sino un elemento activo que reelabora los hechos, que da «forma» a una vida que sin ese proceso activo de la memoria carecería de sentido: la memoria actúa como redentora del pasado al convertirlo en un presente eterno” (3).

Sin embargo, esa elaboración del yo que es la autobiografía, está mediada por la escritura, y es por esto que comprensión de la autobiografía pasa a hacer énfasis en la grafé: “…el

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desdoblamiento del yo en yo narrador y yo narrado, y la multiplicación del yo narrado en su recuento nos dejan ver que el texto autobiográfico es un artefacto retórico y que el artificio de la literatura lejos de «reproducir» o «crear» una vida, produce su desapropiación (6). El problema de la mediación de la escritura se convierte entonces en un elemento esencial para el análisis de la autobiografía, pues si bien permite que el autor recree una vida y tenga una voz por medio de la escritura, también a causa de la escritura ésta se convierte en artificio. La autobiografía es entonces una estrategia retórica para hablar sobre un yo, que no es ni quien escribe la obra, ni quien está escrito en la obra. Pero entonces ¿quién es? Loureiro retoma como una posible respuesta a este interrogante lo propuesto por Jacques Derrida en L´oreille de l’autre (1982): “… el destinatario de la autobiografía escribe en lugar del emisor: la oreja del otro firma por mí, me dice, constituye mi yo autobiográfico” (7).

De esta manera, una posible interpretación de la autobiografía implica que el yo recreado o auto creado, se construya por el lector y no por el autor ni por el yo escrito, pues la autobiografía está hecha para ser leída por un otro. En este orden de interpretación el diario supondría un problema, pues no está necesariamente escrito para que otro lo lea. No obstante, en el caso del diario que se reúne, junto con otros textos sobre Maqroll, en La Nieve del Almirante, esta lectura sí podría darse, pues éste es un diario que se concibe para que Flor Estévez, la mujer con quien el Gaviero vivió un breve tiempo de felicidad en la tienda ubicada en un páramo de la cordillera de los Andes y llamada La Nieve del Almirante, lo lea.

En su libro Regímenes de historicidad (2002) el historiador François Hartog propone el concepto de régimen de historicidad que se entiende como la experiencia del tiempo que tienen los sujetos dentro de determinadas sociedades. Es decir, la manera en la que conviven con el tiempo y, por consiguiente, la forma en la que habitan el mundo. Cabría preguntarse entonces qué

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régimen de historicidad marca la vida del Gaviero y hace que pertenezca a un tiempo al que se siente ajeno, pero también de qué manera Maqroll logra habitar su momento histórico. Conviene entonces hacer un recuento de los que para Hartog han sido los regímenes de historicidad dominantes en la historia de Occidente, y que son pertinentes para estudiar el malestar que vive la figura de Maqroll el Gaviero con su época.

En primer lugar, cabe aclarar que el concepto de regímenes de historicidad surge de la propuesta del historiador alemán Rienhart Koselleck quien plantea, en su libro Futuro pasado (1993), que la forma en la que un sujeto dentro de un contexto determinado, habita con el tiempo depende de la tensión y distención entre sus horizontes de experiencia (lo ya vivido) y expectativa (lo que está por venir). (Koselleck 334). Partiendo de esto Hartog plantea que la primera ruptura en el régimen de historicidad predominante en las sociedades occidentales, y que hace que se salga del tiempo cíclico o mítico, es el judeo-cristianismo. En el Antiguo Testamento hay una promesa de Dios al pueblo judío, promesa que hace que el tiempo se vuelva lineal, pues aparece un horizonte de expectativas. Más adelante, en el Nuevo Testamento, se instaura la expectativa del fin de los tiempos o segunda venida del mesías, que se acentúa aún más en el momento en el que el tiempo de espera para el regreso del mesías empieza a prolongarse indefinidamente. Es entonces cuando se vuelve necesario escribir una historia eclesiástica, que se establece como autoridad, para tener registro de ese pasado de salvación ya ocurrido (Hartog 88). Para Hartog, es en este proceso en el que la historia se vuelve maestra de la vida, pues las respuestas y ejemplos para habitar el presente se encuentran en la repetición de las actitudes del pasado.

Con la Revolución Francesa ocurre una segunda ruptura del régimen de historicidad en Occidente, pues hay una transición entre el modelo antiguo (el monárquico avalado por Dios) y la

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modernidad (ascenso de las democracias sustentadas por la razón). El régimen monárquico empieza a entenderse como algo del pasado, como una experiencia que no sirve para habitar el presente y proyectarse hacia el futuro. Es entonces cuando, para Hartog, empieza a prevalecer el régimen del tiempo moderno, en el que el hombre ya no se remite a la experiencia para habitar, sino que habita a partir de la expectativa (131). Se entra entonces en el régimen de las sociedades del progreso, la evolución y el positivismo.

No obstante, en el siglo XX comenzarán a convivir dos regímenes de temporalidad: el futurismo o régimen moderno y el presentismo. Mientras aún se cree que las sociedades deben mirar hacia el futuro para habitar el presente, empiezan a ocurrir ciertas rupturas de pensamiento que apuntan a que dicho futuro es incierto. Hartog propondrá que la ruptura total con el régimen de temporalidad moderno se dará con la caída del muro de Berlín, punto a partir del cual primará el presentismo en las sociedades occidentales. En éste experiencia y expectativa se contraen en un solo tiempo: el presente. Así, los sujetos comienzan a habitar en un régimen en el que el presente es lo único real y el pasado y el futuro no existen.

En este orden de ideas, esta monografía se preguntará dentro de qué experiencia de tiempo podría habitar Maqroll el Gaviero, quien se declara fuera de su tiempo, pero no puede salirse de algunos pensamientos y actitudes del siglo XX. Si Hartog propone que el siglo XX está en una constante tensión entre el régimen moderno y el presentismo; el presente trabajo propondrá que Maqroll habita en esa misma tensión y asiste a ese tiempo de rupturas entre regímenes de historicidad.

Cabe también mencionar algunos de los textos que estudian la configuración de la voz de Maqroll el Gaviero, y la relación que éste tiene con la vida y el mundo en el que habita, pues estos se tendrán en cuenta como referentes críticos para la elaboración de esta monografía. En

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primer lugar, Consuelo Hernández plantea en su libro Álvaro Mutis: una estética del deterioro (1996) una lectura de la obra del Mutis desde “… la visión del arte y la poesía que pueden ser hallados en la decadencia y el desgaste” (Hernández 15). Como parte de este trabajo Hernández realiza un estudio del paso de la poesía a la prosa en Mutis, y plantea que, mientras que en la poesía ya había elementos de la prosa, sus novelas pueden leerse como novelas poéticas, pues no se ajustan al principio de sucesión planteado por Vladimir Propp (según el cual la narración debe seguir en orden siguientes pasos: “apertura con situaciones de equilibrio”, “degradación de la situación”, “observación del estado de desequilibrio por parte de los personajes; «búsqueda de lo que causó el desequilibrio”, y finalmente “recuperación del estado inicial”), pero sí a las características de la novela poética planteadas por Todorov (como la “naturaleza de las acciones” y el uso de “narrativas de segundo grado”, “paralelismos” y “alegorías”) (175). De esta manera, Hernández propondrá que en parte, la manera en la que Marqroll y otros personajes del universo mutisiano habitan en el mundo y conciben la vida, hacen que las novelas de Mutis puedan leerse desde la perspectiva de la novela poética.

Por su parte, Martha Canfield en su entrevista con Mutis, titulada “Mutis y Maqroll entre la historia y el universo de la creación” (2005), discute con el autor aspectos como su paso de la poesía a la narrativa, la relación que tiene Maqroll con la voz introductora, y la concepción de la esperanza, el progreso y la historia que tiene la figura Maqroll. Finalmente, en el libro Las huellas de lo trascendental. La obra de Álvaro Mutis (2002) William Siemens hace un recorrido

por la obra del autor colombiano buscando huellas de la tradición literaria latinoamericana y universal. En el capítulo “La Nieve del Almirante (1986). Maqroll en el papel de Ulises” Siemens ve una huella de un Ulises posmoderno en Maqroll y su viaje hacia los aserraderos del Xurandó.

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En este capítulo de su libro Siemens aborda, entre otros aspectos, una manera de ver la relación de Maqroll con la historia y con su vida a través del tema del destino.

Así, teniendo en cuenta los referentes teóricos y críticos anteriormente mencionados, el propósito de esta monografía será, en un primer momento, estudiar cómo se configura, mediante el diario, la voz de Maqroll el Gaviero en La Nieve del Almirante. En un segundo momento, se estudiará cómo se enuncia el malestar que tiene la figura de Maqroll con su tiempo. Y finalmente, se analizará de qué forma éste habita el tiempo a través de estrategias discursivas. Cabe aclarar que para este estudio no se dejará de lado que esta novela dialoga con otras obras poéticas y narrativas de Álvaro Mutis.

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2. La voz de Maqroll el Gaviero en La Nieve del Almirante

Maqroll el Gaviero, como personaje y voz, se encuentra en gran parte de la obra poética y narrativa de Álvaro Mutis. Aparece por primera vez, con nombre propio, en el poema “Oración de Maqroll” en el libro Los elementos del destre (1953)1, y empezará a estar cada vez más presente en poemarios como Reseña de los hospitales de ultramar (1959), Caravansary (1981) y posteriormente en Los emisarios (1984). Caravansary contiene la narración o poema en prosa que llevará el mismo título de la primera novela de Mutis: “La Nieve del Almirante”. Por su parte, Los emisarios contiene los relatos o poemas en prosa “La vista del Gaviero” y “El cañón de Aracuriare”, que se reunirán, junto con “La Nieve del Almirante”, dentro del anexo “Otras noticias sobre Maqroll el Gaviero” en la novela La Nieve del Almirante. Sin embargo, la voz de Maqroll el Gaviero no es siempre igual; incluso podría hablarse de una transformación de la misma, en cuanto a que se hace cada vez más independiente de la voz que la introduce. Maqroll el Gaviero pasa de estar presente como una voz mediada en la poesía de Mutis, a tener una historia y voz propia en la narrativa de este autor. El Gaviero empezará entonces a ser narrador de su propia historia y la de otros, y a través de esto, se recreará y creará un autos a través del relato.

2.1 La poesía: “La oración de Maqroll” y “La Nieve del Almirante”

El poema “Oración de Maqroll” constituye la primera ocasión en que aparece nombrada la voz del Gaviero en los poemas de Mutis. En éste surge también la mediación de una voz que introduce a Maqroll. El poema comienza: “No está aquí completa la oración de Maqroll el Gaviero. Hemos reunido sólo algunas de sus partes más salientes, cuyo uso cotidiano recomendamos a nuestros amigos como antídoto eficaz contra la incredulidad y la dicha

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Una primera versión del poema “Oración de Maqroll” fue publicada antes en La balanza (1948), poemario que recopila textos de Álvaro Mutis y Carlos Patiño.

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inmotivada. Decía Maqroll el Gaviero…” (Mutis, Los elementos del 45). Sobre este fragmento cabe señalar varios aspectos importantes de esa voz introductora que se enuncia por primera vez. Por un lado, ésta dice que la oración introducida aparece incompleta; sólo se han transcrito “sus fragmentos más salientes”, es decir, que ha habido un proceso de edición de la oración de Maqroll. Ahora bien, tampoco es claro quién ha realizado ese procedimiento de recorte, pues la voz introductora se enuncia como una voz plural que deja al lector con la duda de quiénes han sido aquellos que editaron esta oración. Por otro lado, cabe resaltar que esa voz introductora plural hace una recomendación sobre la utilidad del texto que aparecerá a continuación. Así, se da un proceso de edición de la voz del Gaviero que va más allá de seleccionar los fragmentos más salientes, pues pasa a ser también un proceso de juicio crítico sobre la obra. Finalmente, cuando la voz introductora escribe “Decía Maqroll el Gaviero” se muestra cómo la voz de Maqroll no se enuncia, en este caso, por medio de la escritura sino por medio de la oralidad. De esta manera, Maqroll se perfila en este primer poema en el que aparece, como un poeta oral del que se recuperan, por medio de la escritura de otro, algunos fragmentos de su obra.

En una entrevista con José Balza y José Ramón Medina, titulada “Maqroll y las batallas perdidas” Mutis habla sobre su relación con Maqroll el Gaviero y dice:

El Gaviero, ya lo he dicho otras veces, era una necesidad para mí. En el momento en que escribí esos poemas había una visión del mundo, despojada ya de toda ilusión humana que, atribuida a un hombre joven, resultaba extraña. Maqroll me fue de una inmensa utilidad, por eso él aparece desde el tercer poema que yo escribo, y que publico… sirviéndome para respaldar esa visión del mundo. Después, el Gaviero se complica, a medida que va aumentando su presencia en mi poesía también empieza a aparecer en mis poemas en prosa, que finalmente no son poemas en prosa sino, en verdad, pequeñas narraciones. (Balza y Medina 71)

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Así, en un principio Maqroll el Gaviero es una voz que se utiliza como medio para poder expresar una visión de mundo particular. Dicha visión de mundo que se pone en la voz de Maqroll tendrá algunas continuidades a lo largo de la poesía y la narrativa, pero el Gaviero cambiará a través de la obra de Mutis, pues empezará a tener una historia propia y, en ese sentido, será cada vez más independiente. Sin embargo, aún en “Oración de Maqroll”, sobre la que se reconoce que Maqroll es un medio de expresión, la voz introductora es también un medio para que aquella voz sea retomada. De esta manera, incluso desde la primera aparición de Maqroll en la poesía mutisiana hay una relación de interdependencia, puesto que la voz de Maqroll no nos llega sin la mediación de la voz introductora, pero ésta última no aparece si no es por esa mediación que establece.

Ya en el poema “Oración de Maqroll” esta voz empieza a tener unas características y una historia propia; en este poema se le da el nombre de Maqroll y el oficio de gaviero. En el ensayo “La raíces de Maqroll” (2005) Giulio Guarducci plantea:

Se dice, preferentemente, que Maqroll es un nombre inventado que no se identifica, aparentemente, con ninguna lengua ni con ninguna nación. Es un exiliado, un desarraigado de cualquier forma terrestre; su único hilo conductor parece estar en el agua, génesis benigna de su existencial errar. Él es un Gaviero, es decir un marinero de cofa, aquel que está por encima y ve antes que los demás… (Guarducci 155)

Así, en el nombre en Maqroll el Gaviero están resumidas las características esenciales de esta voz y que derivarán en una visión de mundo particular. Es un hombre cuyo nombre no puede identificarse ni siquiera con una lengua específica, y quien no tiene apellido sino un calificativo que hace referencia a una profesión de hombre errante; su identificación está precisamente en esa falta de origen específico que le da ese nombre.

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Adicionalmente, la profesión con la que se le identifica, además de relacionarse con el errar que supone la vida de un marino, también implica un anacronismo, pues el del Gaviero ya no es un oficio necesario en el siglo XX: “Este es el entramado en el que emerge Maqroll el Gaviero, una apuesta aparentemente extemporánea, un marinero-poeta con raíces decimonónicas condenado a nacer en medio de un siglo XX signado por la tiranía de las “manadas” que promueven un bullicio colectivo que acalle todo canto particular” (Barrero 32). Esto puede verse en la “Oración de Maqroll” cuando dice: “Recuerda Señor que tu siervo ha observado pacientemente las leyes de la manada” (Mutis, Los elementos del 46), pues se ve cómo Maqroll el Gaviero hace parte y ha vivido pacientemente dentro de esa manada en la que le tocó habitar.

En el poemario Caravansary, publicado más de veinte años después de la primera aparición de Maqroll el Gaviero, se incluye un poema o narración poética que dará origen a la novela La Nieve del Almirante y que lleva el mismo título. En este poema aún persiste la mediación de una voz introductora que cuenta un fragmento de la vida de Maqroll el Gaviero. Sin embargo, esta narración surge de lo que otros han dicho sobre Maqroll. Ya no es esa voz introductora la única que tiene noticias del Gaviero, pues ya otros lo han visto y lo han contado. En este sentido, Maqroll ya ha empezado a tener una existencia propia que no depende exclusivamente de la voz introductora:

…Al tendero se le conocía como el Gaviero y se ignoraban por completo su origen y su pasado. La barba hirsuta y entrecana le cubría buena parte del rostro. Caminaba apoyado en una muleta improvisada con tallos de bambú. En la pierna derecha le supuraba continuamente una llaga fétida e irisada, de la que nunca hacía caso. Iba y venía atendiendo a los clientes al ritmo regular y recio de la muleta que golpeaba en los tablones del piso con un sordo retumbar que se perdía en la desolación de las palmeras.

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Era de pocas palabras el hombre. Sonreía a menudo, pero no a causa de lo que oyera a su alrededor, sino para sí mismo y más bien a destiempo con los comentarios de los viajeros… (Caravansary 158)

Nuevamente Maqroll aparece como alguien que ve aquello que otros no ven, alguien que no se ríe por los comentarios de los viajeros, y que incluso lo hace a destiempo con dichos comentarios, como hubiese una distancia entre esa “manada” y el Gaviero. Adicionalmente, en esta narración se nombra una herida que Maqroll tiene en la pierna, tal vez es la herida de la que se recuperaba en la tienda La Nieve del Almirante, pero también es una herida que ya ha aparecido en otros poemas y que continuará nombrándose en las novelas. Michèle Lefort planteará en su libro Álvaro Mutis et Maqroll el Gaviero (2001) que esa herida es un signo textual de la evolución de

Maqroll: “C´est l’un des signes, dans le texte, de l´évolution du personnage qui, d’alter ego qu´il est dans la poésie, devient peu à peu, dans la narration, l´Autre” (Lefort 41). Para Lefort esta herida marca el paso de ser un alter ego de Mutis, es decir un medio para expresar una visión de mundo, a ser otro, un ser independiente de esa voz introductora y de la voz poética de Álvaro Mutis.

La primera parte del poema en prosa “La Nieve del Almirante” introduce a la voz de Maqroll el Gaviero, que aparecerá representada en la segunda parte del poema por las diferentes frases que Maqroll escribió en el mingitorio de ese establecimiento. Cabe resaltar que el Gaviero escribe esas frases, por lo que pasa de ser una voz oral a una voz escrita. Ya no se transcribe únicamente lo que Maqroll dice, sino también lo que escribe. Aquí continúa siendo importante la voz introductora para que la voz del Gaviero perdure por escrito, pues a pesar de que él escribió las frases, éstas se borraron con el paso del tiempo. Sin embargo, ya no es sólo la voz introductora quien da cuenta de esa escritura, sino que hay otros que la recuerdan: “… Algunas de las que persistieron con mayor terquedad en la memoria de la gente, son las que aquí se

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transcriben” (Mutis, Caravansary 159). La voz escrita de Maqroll es conocida y empieza a vivir en la memoria de otras personas. Así, empieza a adquirir una autonomía discursiva, pues la voz introductora continuará mediando el discurso del Gaviero, pero ya no será la única que conoce esa voz como sí parecía serlo en el caso del poema “Oración de Maqroll”.

2.1 La Nieve del Almirante: el diario de Maqroll

En la novela La Nieve del Almirante, la voz introductora está más alejada del discurso de Maqroll el Gaviero. Por un lado ya no es una voz plural como en el caso de “Oración de Maqroll”, sino una voz singular y de la que se intuye una historia propia. Por otro lado, ya no está siguiendo el rastro de Maqroll pues cree ya haber encontrado todos los documentos y relatado todas las noticias sobre el Gaviero. Esta voz introductora, que parece estar viviendo una vida independiente de buscar relatos de la vida de Maqroll, encuentra por casualidad un nuevo registro escrito de Maqroll: su diario de viaje por el río Xurandó. Esto ocurre cuando encuentra y compra en una librería de viejo barcelonesa un libro que buscaba desde hacía años: Enquête du Prévôt de Paris sur l´assassinat de Luis Duc D´Orléans (1407)2 escrito por P. Raymond. Su interés por el libro cambia cuando encuentra, en el interior del bolsillo destinado a guardar mapas y cuadros genealógicos, lo que él llamará el “Diario del Gaviero”, compuesto por “un cúmulo de hojas, en su mayoría color rosa, amarillo o celeste, con aspecto de facturas comerciales y formas de contabilidad” (La Nieve del 17) en las que Maqroll escribe el día a día de su viaje por el río Xurandó. Sobre el texto del Gaviero la voz introductora dirá: “… empecé a leer los abigarrados papeles en donde, en forma de diario, el Gaviero narraba sus desventuras, recuerdos, reflexiones, sueños y fantasías, mientras remontaba la corriente de un río, entre los muchos que bajaban de la serranía para perderse en la penumbra vegetal de la selva inmensurable” (La Nieve del 16). Así,

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Este libro da cuenta de la investigación del preboste de París sobre el asesinato de Luis I, Duque de Orléans, a manos de Juan sin Miedo, hecho ocurrido el 13 de noviembre de 1407.

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en esta novela será ahora Maqroll quien se narre a sí mismo por medio de la escritura, aunque la voz introductora continuará siendo necesaria para que se conozca ese diario, cuya destinataria original debía ser Flor Estévez, quien financió su viaje y fue su amante durante su paso por el establecimiento La Nieve del Almirante, del cual era su propietaria. Es la voz introductora quien ordena, nombra y complementa el diario del Gaviero con otras noticias, ya escritas y publicadas con anterioridad, pero que pueden ser de interés para el lector de ese diario.

En su entrevista con Álvaro Mutis, titulada “Mutis y Maqroll entre la historia y el universo de la creación”, Martha Canfield le pregunta al autor si no es precisamente el distanciamiento que implica muerte de Maqroll que se intuye en el poema “La visita del Gaviero” (Caravansary) el que marca su paso (y el de Maqroll) de la poesía a la narrativa. A esto Mutis responde: “Ya con esa distancia, y sabiendo que está ausente, o en fin que se alejó, quiero, puedo contar la historia… Esa separación es fundamental: Ya no es el Maqroll pegado a mí durante toda la poesía. Vino, me contó sus últimas cosas, todas muy claves, por lo que me estoy dando cuenta ahora, y se va” (Canfield 224). Así, el mismo Mutis reconoce que se puede contar la historia de Maqroll el Gaviero en el momento en el que hay una distancia entre ambos, es decir, cuando la voz introductora y Maqroll adquieren una autonomía discursiva. La autonomía discursiva de Maqroll el Gaviero se hará especialmente evidente en La Nieve del Almirante en la que el formato del diario permite que éste se convierta en su propio narrador. Si bien es cierto que aún necesitará de esa voz introductora para que su diario sea conocido por el lector, es ahora Maqroll quien se crea (crea su autos) mediante el discurso del diario.

La autora Françoise Simonet-Tenant estudia, a través de la lectura de diversos diarios, algunas características y constantes mediante las cuales los diaristas expresan su mundo interior en su libro Le journal intime. Genre littéraire et écriture ordinaire (2004). Una constante que

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Simonet- Tenant ve en los diarios íntimos, es el intento de los autores de expresar lo inexpresable: “Le journal est le réceptacle de cette parole intime, tendue vers l’expression de ce qui apparaît au diariste impossible à dire, vers l’expression de ce qui est à conquérir sans fin dans la succession des notes et du silence” (Simonet-Tenant 102). Por medio del diario, Maqroll trata de explicarse, o explicar a Flor Estévez, aquellas acciones suyas que le parecen absurdas pero que aun así realiza, como su constante necesidad de embarcarse en empresas fallidas. En la primera entrada del diario Maqroll escribe: “Todo esto es absurdo y nunca acabaré de saber por qué razón me embarqué en esta empresa. Siempre ocurre lo mismo al comienzo de los viajes. Después llega la indiferencia bienhechora que todo lo subsana. La espero con ansiedad” (Mutis, La Nieve del 19). Este fragmento es premonitor en cierto sentido: a través del diario Maqroll reconoce nuevamente lo absurdo de su viaje a los aserraderos, duda constantemente de la viabilidad de dicha empresa y finalmente, cuando ya está casi convencido de que la empresa será fallida, se siente indiferente ante su resultado. Desde la enunciación de la pregunta por el motivo del viaje Maqroll sabe que no tendrá una respuesta absoluta, y sin embargo la transmite por medio de la escritura. Así, esta escritura le sirve para expresar aquello de su personalidad que no puede explicar y que sabe que tampoco logra cambiar. Más aún, no hay una necesidad de cambio, sino un deseo de que los hechos ocurran como siempre han ocurrido.

En las entradas en las que Maqroll se cuestiona sobre los motivos de su viaje empiezan a colarse fragmentos de su vida, no necesariamente de aspectos específicos de su pasado, aunque también ocurre, sino conclusiones generales sobre su existencia a las que ha llegado a través de sus experiencias. Un ejemplo de esto es el fragmento final de la entrada de “Marzo 24”:

Me intriga sobremanera la forma como se repiten en mi vida estas caídas, estas decisiones erróneas desde su inicio, estos callejones sin salida cuya suma vendría a ser la

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historia de mi existencia. Una fervorosa vocación de felicidad constantemente traicionada, a diario desviada y desembocando siempre en la necesidad de míseros fracasos, todos por entero ajenos a lo que, en lo más hondo y cierto de mi ser, he sabido siempre que debiera cumplirse si no fuera por esta querencia mía hacia una incesante derrota. ¿Quién lo entiende? (La Nieve del 23)

Nuevamente hay un intento de poner por escrito aquellos aspectos de su interior que no logra explicase pero, más allá de esto, puede apreciarse cómo Maqroll ve y describe su vida como un todo compuesto por repeticiones. Hay una consciencia de una historia propia, de una “historia de su existencia” que no se construye a partir de los cambios en su vida, sino a partir de las constantes. Así, Maqroll se recrea, o se crea, en el diario a partir de eso que no logra entender del todo, pero que sabe que es la condición de su habitar en el mundo. Ahora bien, también se construye como alguien que se siente ajeno a su propia existencia, alguien que sabe que está viviendo una vida que no le pertenece, y que sin embargo no logra cambiar de curso porque su propia voluntad, su querencia hacia la derrota, se lo impide.

Sin embargo, a pesar de Maqroll expresa en el diario que ve su pasado como una constante, también recuerda y narra algunos aspectos de su pasado que son únicos, pues tienen que ver específicamente con aquellas personas significativas en su vida. Así, en la entrada del 18 de abril narra un fragmento de su pasado con Flor Estévez en el que ésta le entrega el dinero para emprender el viaje hacia los aserraderos; habla sobre esta mujer y lo que significa para él: “Flor Estévez. Nadie me ha sido tan cercano, nadie me ha cuidado tanto a mí con ese secreto tacto suyo en medio de la selvática y ceñuda distancia de su ser dado al silencio, a los monosílabos, a los escuetos gruñidos que ni niegan ni afirman” (La Nieve del 46). Por su parte, en la entrada del 13 de junio Maqroll recuerda a su amigo Abdul Bashur y narra la historia de su primer encuentro: “Abdul, qué personaje. Conviven en él el amigo caluroso e incondicional, dispuesto a perderlo

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todo por sacarnos de un aprieto y el negociante de astucia implacable, empeñado en venganzas laberínticas a las que quede dedicar lo mejor de su tiempo y de su fortuna. Lo conocí en un café de Port Said….” (La Nieve del 66). Estos viajes hacia el pasado, y esa necesidad de retomar y narrar la historia de esas personas queridas, también hacen parte de la creación que Maqroll hace de sí mismo en su diario. Sus amigos e historias se retoman porque algo en el presente del lanchón se los recuerda, y no sólo permiten que Maqroll narre a otro sino que se narre a sí mismo por medio del otro, pues tanto Flor Estévez como Abdul hacen parte de lo que él es.

En el mismo diario también aparece la necesidad de narrar al capitán del lanchón que está haciendo parte de su presente. Así, en la entrada de “Mayo 27” Maqroll el Gaviero reescribe un diálogo con el Capitán en el que éste último le narra la historia de su vida. Así como se narran partes de la historia de Abdul y Flor Estévez, se hace importante narrar la historia de ese capitán y posteriormente la historia de su muerte, pues éste se ha vuelto importante en la vida del Gaviero: “Cada uno evocaba a su manera y con su particular dotación de recuerdos al compañero que por fin halló reposo después de haber vivido, como él mismo dijo tantas veces, la vida que no le correspondía. Mientras nos dirigíamos al lanchón para seguir el viaje, supe que dejaba allí a un amigo ejemplar en su solidaria discreción y en su cariño firme y sin aristas” (La Nieve del 68). Maqroll ve en el Capitán un espejo y un par, dado que comparte con él la sensación de estar viviendo la una vida que no le pertenece; la sensación de que su vida es como la del Capitán. De esta manera, narrar al Capitán, a Flor Estévez o a Abdul es narrarse también a sí mismo y construirse a partir de retazos de la existencia de los otros. Maqroll el Gaviero adquiere una autonomía discursiva en este diario porque se vuelve narrador de sí mismo y de aquellos en quienes se reconoce.

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Sin embargo, Maqroll también narra a algunos personajes que están siendo parte de su presente en el lanchón, pero en quienes no se siente identificado: Ivar, el práctico, Ignacio (el segundo práctico) y la indígena, entre otros. Es importante aclarar que Maqroll no relata el pasado de estos personajes ni se interesa por su historia, sino que los narra como parte de ese presente que está viviendo. Así, por ejemplo, narra el asco que sintió al tener una relación sexual con la indígena, pero no le preocupa su pasado: “La india estaba mirándome fijamente y sonriendo con malicia que tenía algo de carnívoro, pero al mismo tiempo de una inocencia nauseabunda. Se acostó a mi lado. Al entrar en ella, sentí cómo me hundía en una cera insípida que, sin oponer resistencia, dejaba hacer con una inmóvil placidez vegetal” (La Nieve del 21).También narra sus impresiones sobre Ignacio: “El nuevo práctico se llama Ignacio y tiene una cara llena de pálidas arrugas que le dan un aspecto de momia fresca. A través de los pocos dientes que le quedan salpica saliva mientras habla sin parar. Lo hace más consigo mismo que con los demás” (La Nieve del 41), pero éstas están ancladas en ese presente inmediato de la vida en el lanchón y no trascienden más allá de esto. Por su parte a Ivar y al práctico los narra, también desde el presente, pues le permiten relacionarse con su propio pasado y definirse desde lo que no es:

Como buena parte de mi vida he perdido en tratos con infelices de pelaje semejante, no es preocupación lo que siento, sino hastío al ver acercarse un episodio más de la misma, repetida y necia historia. La historia de los que tratan de ganarle el paso a la vida, de los listos, de los que creen saberlo todo y mueren con la sorpresa retratada en la cara: en el último instante les llega siempre la certeza de que lo que les sucedió es, precisamente, que nada comprendieron ni nada tuvieron jamás entre las manos. Viejo cuento; viejo y aburrido. (La Nieve del 33)

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Ivar y el práctico se convierten en personajes anónimos; en un tipo de hombre más que en individuos, pues su historia es siempre la misma historia con la que Maqroll se ha relacionado varias veces pero con la que no siente una identificación. Ellos no permanecerán en la memoria del Gaviero, sino que harán parte de ese catálogo de hombres listos como El Rompe Espejos, en Abdul Bashur soñador de navíos (1991), con los que Maqroll se seguirá encontrando.

Los sueños son otro aspecto importante de la narración de ese presente que realiza Maqroll en su diario. Para Simonet-Tenant una característica de los diarios es la narración de los sueños, que en ocasiones se escriben para buscarles un significado (Simonet-Tenant 91), y en otras se narran simplemente con el fin de expresar su singularidad (92). En cualquier caso, para esta autora la narración del sueño es un signo de la interioridad del diarista: “Quel que soit le ton du récit, celui-ci est le signe de la personnalité du diariste qui y reconnait l’affleurement d’une profondeur inconnue de lui- même” (Simonet-Tenant 93). En La Nieve del Almirante, los sueños permiten la configuración individual de la voz de Maqroll el Gaviero, pues son parte de una interioridad que se expresa primero en los sueños y que luego se trata de analizar y comprender por medio de la escritura.

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3. El malestar de Maqroll con su tiempo

En la entrada del 2 de abril, que aparece en el diario transcrito en La Nieve del Almirante, Maqroll escribe: “Meditar el tiempo, tratar de saber si el pasado y el futuro son válidos y si en verdad existen, nos lleva a un laberinto que, por familiar, no es menos indescifrable” (La Nieve del 25). En gran medida, Maqroll se dedicará en el diario a “meditar el tiempo”, a enunciar su malestar con el tiempo en el que habita (el siglo XX), y a establecer qué entiende por pasado, presente y futuro. A pesar de que en el diario no se hace referencia a un año específico de escritura, hay algunos detalles que hacen posible situarlo en algún momento de la primera mitad del siglo XX. Michèle Lefort plantea que la aparición de elementos como el hidroavión Junker y el altavoz propiedad de los militares, o el motor diesel con el que se mueve el lanchón, permiten situar temporalmente la novela, pues son inventos de las primeras décadas del siglo XX (Lefort 43). Así, Maqroll escribe el diario de viaje por el Xurandó en la primera mitad del siglo que, según los planteamientos de François Hartog en Regímenes de historicidad, es el escenario en el que el futurismo (régimen de historicidad en el que el presente se vive desde la expectativa del futuro) prevalece pero empieza a ser reevaluado por el presentismo (régimen en el cuál experiencia y expectativa se contraen en el presente). De esta manera, el “meditar el tiempo” en el diario de Maqroll puede entenderse como la enunciación de un malestar con la época en la que le toca habitar, en el que su escritor no puede sentirse plenamente identificado con ninguno de los regímenes de historicidad predominantes en el siglo XX3.

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Este planteamiento implica una lectura con un énfasis en la bio de la autobiografía, que es planteada por Loureiro en “Problemas teóricos de la autobiografía”, como una etapa de comprensión de este tipo de textos. Así, en este análisis, es posible “…estudiar la configuración histórica de una época tomando como modelo y punto de partida el estudio de las autobiografías, las cuales le ofrecerán las formas peculiares en que el ser humano ordena su experiencia en un momento histórico determinado” (Loureiro2).

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3.1 El sueño, el pasado y el porvenir

Como se expresó en el anterior apartado, en el diario de Maqroll los sueños se relatan, se meditan y se les busca un sentido. Consuelo Henández planteará que la importancia que Maqroll le da a los sueños tiene que ver con la forma particular en la que concibe el mundo:

Los sistemas de referencia del Gaviero se apartan completamente de lo rutinario lógico: un sueño, los presagios de la naturaleza… suelen ser los que le revelan su porvenir. Nada más lejos del Gaviero que la lógica cartesiana o geométrica, o la lógica simbólica que excluye la posibilidad de que una proposición pueda ser positiva y negativa simultáneamente (contradicha por la poesía). Su sistema de pensamiento es de casualidades más que de causalidades o cálculos racionales. (Hernández 174)

De esta manera, el sueño se vuelve un sistema de referencia para habitar el mundo y develar su significado es una forma de revelar el porvenir. No obstante, Maqroll no entiende el porvenir dentro de un sistema causal en el que el sueño pueda revelar un futuro de progreso, sino que el futuro se convierte en una repetición: “Son mis viejos fantasmas ya rancios que, con diversos ropajes, con distinto lenguaje, con nueva malicia escénica, suelen presentarse para recordarme las constantes que tejen mi destino: el vivir en un tiempo por completo ajeno a mis intereses y a mis gustos, la familiaridad con irse muriendo como oficio esencial de cada día…” (Mutis, La Nieve del 45). El sueño revela entonces la forma en la que el Gaviero habita el tiempo que le tocó y con

el que no puede sentirse identificado. Así, detrás del sueño no se esconde una clave para el futuro, sino que muestra cómo su presente, pasado y futuro se convierten en lo mismo: un ir muriendo a cada instante.

El segundo sueño que se narra en el diario es significativo porque, por medio de éste, Maqroll analiza su presente y la forma en la que éste se relaciona con su pasado. El sueño se

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narra en la entrada de “Abril 10”, fecha en la cual el Gaviero nota que se están alejando paulatinamente del clima de la selva y entrando a lo que él llama la tierra caliente:

Esta madrugada tuve un sueño que pertenece a una serie muy especial. Viene siempre que me aproximo a la tierra caliente, al clima de los cafetales, plátanos, ríos torrentosos y arrulladores, interminables lluvias nocturnas. Son sueños que preludian la felicidad y de los que se desprende una particular energía, una como anticipación de la dicha, efímera, es cierto, y que de inmediato se transforma en el inevitable clima de derrota que me es familiar. (La Nieve del 31)

En este sueño Maqroll participa en un momento histórico en el que intenta cambiar el rumbo de acontecimientos ya pasados al aconsejar a Napoleón escapar a América. Al final Napoleón desconfía de su consejo y el rumbo de la historia no se modifica. La narración del sueño permite que Maqroll exprese y medite sobre dos aspectos característicos de su habitar en el mundo y que hacen parte de su pasado y su presente: la recurrente sensación de alcanzar una felicidad efímera, y ese clima de derrota que viene al constatar que el destino es inamovible.

El Gaviero tiene la misma sensación de derrota después de meditar por dos días el significado del sueño que narra en la entrada del 18 de abril, y que para él tiene un carácter premonitorio que desea develar. Este sueño es más personal en la medida en que el escritor sueña con Flor Estévez, la mujer que lo cuidó, con quien vivió un tiempo de breve felicidad en la tienda La Nieve del Almirante, y quien patrocinó esa empresa que Maqroll ve de antemano fallida. En la entrada del 20 de Abril escribe su sensación tras meditar sobre ese sueño revelador: “Como siempre me sucede después de la visita de los sueños reveladores, he caído en un estado de marginal indiferencia, al borde de un sordo pánico. Lo percibo como un inevitable atentado contra mí ser, contra las fuerzas que lo sostienen, contra la precaria y vana esperanza, pero esperanza al fin, de que algún día las cosas serán mejores y todo comenzará a resultar bien” (La

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Nieve del 47). Puede verse cómo aquí la sensación de derrota tras los sueños premonitorios se vuelve más honda, íntima y melancólica, pues ya no se habla de un clima de derrota, que está en el ambiente pero no necesariamente en la interioridad, sino de una sensación que cala más hondo al afectar las fuerzas que sostienen su ser. Este sueño ya no se refiere a un pasado histórico que no se puede cambiar, sino al presente del Gaviero, que como su pasado, tampoco puede cambiarse y estará siempre marcado por la disolución de toda esperanza. En la entrevista con Canfield, “Mutis y Maqroll: entre la historia y el universo de la creación”, Álvaro Mutis habla sobre su concepción de la esperanza y que podría también ser la de Maqroll: “Toda esperanza… es finalmente un leurre…, un señuelo, que nos ponemos a nosotros mismos, para nada, porque nada tenemos que esperar, lo único que podemos esperar, lo único que podemos esperar es lo que vivimos y la autenticidad con que lo vivimos. Ahí está la clave de una cierta felicidad. Pero ni vamos a ser mejores, ni hay progreso, ni hemos progresado en nada” (Canfield 209).

Maqroll no sólo enuncia su malestar con la creencia en el progreso típica de su tiempo (el régimen moderno) a partir de los sueños y sus reflexiones sobre los mismos, sino también a partir de experiencias que va teniendo durante el viaje. Una de estas experiencias son las conversaciones que Maqroll sostiene, y luego transcribe, con el capitán del lanchón a quien llegará a considerar su amigo. Incluso, Siemens plantea que el Capitán es un doble de Maqroll pues es un “hombre cuya vida se parece a la suya de muchas maneras significativas” (Siemens 192). En la última conversación que Maqroll y el Capitán sostienen éste último plantea: “Aquí no hay nada, no habrá nunca nada. Un día desaparecerá sin dejar huella. Se llenará de caminos, factorías, gentes dedicadas a servir de asnos a esa aparatosa nadería que llaman progreso. En fin, no importa, nunca he jugado con esos dados” (Mutis, La Nieve del 53). Maqroll da al Capitán la autoría de esas palabras, pero su percepción del ideal del progreso no es muy lejana a la de este personaje. Adicionalmente, ya se ha visto cómo el Gaviero se narra a sí mismo por medio del

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Capitán y su historia. Del mismo modo, el gesto de trascribir ese fragmento de conversación con el Capitán, convierte dicha afirmación en parte de su discurso, y de esta manera, en parte de la construcción del yo que Maqroll realiza por medio de la escritura del diario.

3.2El viaje, la errancia y el habitar: Cheteaubriand el vizconde y Maqroll el Gaviero

François Hartog plantea que Chateaubriand es un autor que habita el tiempo de ruptura entre el régimen antiguo y el moderno, y que, a través de sus viajes y su escritura, trata de entender la experiencia de tiempo en la que le toca habitar. Hartog analiza las obras de Chateaubriand para mostrar cómo éste se halla en una encrucijada entre dos temporalidades:

… el tiempo es río: del Ensayo [de la historia] a la conclusión de las Memorias [de ultratumba], las referencias y variaciones de ese tema no faltarán. “Cada época es un río,

que nos arrastra según la inclinación de los destinos cuando nosotros mismos nos abandonamos a él. Pero me parece que nosotros estamos fuera de su curso. Unos (los republicanos) lo han atravesado con impetuosidad, y todos se abalanzado sobre el borde opuesto. Los otros han permanecido de este lado, sin querer desembarcar”: Está ahí la especificidad del momento. Unos “se adelantan a nuestra edad”, mientras que los otros “quieren permanecer como hombres del siglo XVI en el año 1796”. Nadie, en todo caso, se sitúa en el curso del río: entre las dos riberas o entre los dos regímenes de historicidad. (Hartog 105)

Así, Chateaubriand en los siglos XVIII y XIX y Maqroll en el XX, vivirán en la incertidumbre de las corrientes de dos ríos o temporalidades, una que se impone y otra que empieza a verse revaluada. No es gratuito que el Gaviero en una ocasión afirme: “Yo soy un chuan4 extraviado en el siglo XX” (Mutis, Amirbar 381); un hombre como aquellos a los que Chateaubriand se refería

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Los chuanes fueron campesinos franceses que, durante la Revolución Francesa, defendieron el modelo monárquico.

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en sus textos. Maqroll no se siente dentro de su tiempo, pues, al igual que el vizconde francés, habita un momento en el que pasado, presente y futuro son indescifrables, inhabitables e imprevisibles.

Cabe recordar además que en La Nieve del Almirante es el viaje por un río el que suscita la reflexión sobre el tiempo en el diario. La figura del río ya ha estado presente en varios de los relatos y poemas sobre Maqroll, como en Reseña de los hospitales de ultramar, y continuará siendo relevante al punto que una de las versiones sobre la muerte de Maqroll el Gaviero, en el apéndice de Un bel morir (1989), sugiere que éste muere estancado en los manglares. Así, en La Nieve del Almirante el río que atraviesa la selva puede entenderse como una metáfora de la

temporalidad sobre la que Maqroll medita y enuncia un malestar a través de un diario. Por su parte, en Un bel morir el tiempo puede entenderse también como un río, pues la muerte llega cuando el fluir por el río se detiene, es decir, cuando ya no hay tiempo. De esta manera, Maqroll el Gaviero, a pesar de sentirse por fuera del cauce del río temporal en el que le tocó habitar, no podrá escapar al tiempo.

La voz introductora señalará en el “Apéndice: las lecturas del Gaviero”, anexo de la novela Amirbar (1990), que una de las lecturas indispensables de este personaje eran las Memorias de ultratumba: “Otro libro que le vi con regularidad que indicaba ser uno de sus

favoritos de siempre, era Mémories d´Outre-Tombe de Chateaubriand” (Amirbar 469). En este libro en común la similitud entre el vizconde francés y Maqroll se hace más evidente: “Maqroll es un aristócrata al que acompaña necesariamente una prosa real, la de las Memorias de ultratumba de Chateaubriand, ese avatar de la época barroca que estalla en la Europa

romántica… Fuera de su época se sitúa también la prosa ondulante del vizconde…” (Lepape 147). Las Memorias no son sólo una lectura indispensable para el Gaviero, sino que, según Hartog, fueron la única conclusión posible de las constantes reflexiones sobre el tiempo que

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Chateaubriand, ese francés de familia noble y partidario de la monarquía constitucional, pudo conseguir: “Cuando se está entre las dos riberas, aunque se nada de una a otra, lo único que se puede escribir son las Memorias de ultratumba, pero no una historia de Francia, que implicaría el manejo de una “escala rectificada”. Se escribe sobre la brecha del tiempo y se escribe a partir de ella. Se está entre dos regímenes de historicidad” (Hartog 119). La misma lectura que Hartog hace sobre la obra de Chateaubriand podría aplicarse a las Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, ese compendio de memorias, relatadas por él y por otros, en el que trata de

esclarecerse la forma en la que el Gaviero logra habitar en su tiempo: en esa tensión entre los regímenes de historicidad presentista y futurista (régimen moderno) ocurre en el siglo XX. En Las empresas y tribulaciones se relata una historia incompleta y fragmentaria del Gaviero y del

siglo XX, pues al igual que en el caso de las Memorias de ultratumba, relatar una historia completa y única implicaría tener una escala rectificada, es decir, una forma determinada de ver el tiempo. Por el contrario, estos relatos no son más que lo que su título indica: un compendio de los proyectos fallidos y adversidades por las que pasan este personaje y sus amigos a través de habitar en un tiempo que les es incierto.

Durante su vida Chateaubriand fue un exiliado, un viajero obligado a los Estados Unidos, donde entre otros acontecimientos, conoce a George Washington y el proyecto democrático, basado en el régimen moderno de ese país. Años después de su exilio, éste escribe el Ensayo de la historia y poco antes de morir las Memorias de Ultratumba, en las que Hartog ve la síntesis de

su comprensión del tiempo. Maqroll también se siente como un perpetuo exiliado; es un personaje que viaja constantemente en busca de proyectos y del que, a pesar de algunos datos biográficos de su infancia en la “tierra caliente”, no es posible establecer su nacionalidad. Muchas de sus empresas son relatadas tiempo después de que ocurrieron, pero el diario de La Nieve del Almirante (otras memorias en las que se pueden leer una perspectiva sobre las

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experiencias del tiempo) es escrito en el presente en el que ocurrió. El presentismo en este texto se evidencia desde su momento de escritura, y en él se lee cómo Maqroll de hecho habita una experiencia del tiempo en el que el presente es el único porvenir. La gran conclusión que el Gaviero escribe sobre su travesía por el Xurandó es la siguiente: “Algo ha terminado. Algo comienza. Conocí la selva. Nada tuve que ver con ella, nada llevo. Sólo estas páginas darán, tal vez un desteñido testimonio de un episodio que dice muy poco de mi malicia y espero olvidar lo más pronto posible” (Mutis, La Nieve del 83). Puede verse cómo este es un viaje que desde que comenzó se entiende como infructuoso; la experiencia no deja un porvenir, y lo ya vivido (el pasado) tampoco deja ningún aprendizaje para el habitar de Maqroll.

Así, el viaje por el Xurandó, como las otras empresas del Gaviero, es un viaje del presente; los proyectos del Gaviero, que pertenecen al orden del tiempo futurista en el que el presente se vive para el futuro, resultan siendo presentistas. Éstas, como la caravana, agotan su significado en el mismo presente: “Una caravana no simboliza ni representa cosa alguna. Nuestro error consiste en pensar que va hacia alguna parte o viene de otra. La caravana agota su significado en su mismo desplazamiento. Lo saben las bestias que la componen, lo ignoran los caravaneros. Siempre será así.” (La Nieve del 26) El Gaviero no espera nada del futuro, no existe para él, y cuando se proyecta hacia uno, no logra más que decepciones. Sin embargo, las decepciones son parte de su habitar; el viaje termina no teniendo más finalidad que el mismo viaje, y el presente de éste se convierte en una forma de seguir viviendo. En la conversación que se transcribe entre Abdul Bashur5 y el Gaviero en Abdul Bashur soñador de navíos, se concluye que esos sueños (horizontes de expectativas) jamás se cumplirán, pero el perseguirlos se 5

Amigo incondicional del Gaviero. Fue marinero, comerciante, estafador y dueño de barcos, entre otros oficios. Maqroll narra su primer encuentro con Abdul en su diario transcrito en La Nieve del Almirante (1986). En la novela

Ilona llega con la lluvia (1988) Abdul ayuda monetariamente al Gaviero, aunque tampoco se encuentre en las mejores condiciones económicas. La novela Abdul Bashur soñador de navíos (1991) narra cómo éste persigue un Tramp Steamer arquetípico, pero nunca logra conseguirlo. En Tríptico de mar y tierra (1993) se narra cómo Maqroll conoce y vive con un Jamil, el hijo de Abdul, después de que éste ha quedado huérfano de padre.

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convierte en la única forma de habitar: “Ya aprendí y me acostumbre a derivar de los sueños jamás cumplidos sólidas razones para seguir viviendo. Por cierto Marqroll, que en eso usted es maestro. Qué le voy a contar, por Dios. Mi tramp steamer arquetípico no es menos ilusorio que sus aserraderos del Xurandó o sus pesquerías en Alaska.” (Abdul Bashur soñador 581) De antemano ambos amigos saben que sus sueños y proyectos se verán frustrados, pero se convierten en la razón de seguir con vida. De esta manera, los dos habitan en un limbo entre dos regímenes de temporalidad; por un lado está el futurismo, que son esos sueños y empresas que les dan el deseo de vivir, y por el otro está el presentismo, que es esa certeza de que esos sueños futuros no se cumplirán, de que ese futuro no existe, pero el presente de perseguirlos se convierte en su forma de habitar el mundo.

3.3El sentido de la vida y del habitar:

El sentido del habitar en el mundo para Maqroll es entonces un tipo de presentismo que se alimenta de una expectativa del futuro. Entonces, el vivir para este Gaviero no significa nada más que habitar las decepciones y buscarlas:

Si bien termino siempre consolándome pensando que en la ventura misma estaba el premio y que no hay que buscar otra cosa diferente a la satisfacción de poder probar los caminos de mundo que, al final van pareciéndose sospechosamente unos otros. Así y todo, vale la pena recorrerlos para ahuyentar el tedio y nuestra propia muerte, esa que nos pertenece de veras y espera que sepamos reconocerla y adoptarla. (La Nieve del 73) Puede verse cómo Maqroll vive en un presente del que no espera ningún futuro, su presente sólo es la forma de espantar el tedio y también su propia forma de vivir, es decir, de no morir. En su última conversación con el capitán de la lancha que lo guía por el Xurandó éste le dice a Maqroll: “Usted es inmortal, Gaviero. No importa que un día se muera como todos. Eso no cambia nada.

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Usted es inmortal mientras esté viviendo.” (La Nieve del 63) La inmortalidad de Maqroll no es una experiencia futura, pues éste sólo es inmortal en la medida en la que viva y habite en ese presente que es todo el tiempo posible. No es entonces un vivir para siempre, pues esto implica la existencia de un horizonte de expectativas. Por el contrario su inmortalidad radica en ese vivir en el presente; en ese viaje que agota su sentido y su vida en el movimiento: “El corolario de pareciera ser que una persona vive únicamente cuando está en movimiento, esto es, cuando realmente está viviendo. En el mundo de Maqroll, la éstasis (sic) significa el fin de la existencia” (Siemens 196).

Ya se ha visto cómo Maqroll no se siente identificado con el régimen moderno o futurista. Sin embargo, tampoco logrará sentirse del todo identificado con el presentismo, pues, como ya se ha dicho, la condición de su habitar está marcada por el habitar entre dos corrientes de historicidad. De esta manera, Maqroll no se sentirá identificado con el tiempo de los medios masivos de comunicación, la presión del trabajo y la obsesión por la juventud. Sobre los medios de masivos de comunicación en la era del presentismo Hartog plantea: “En la carrera cada vez más acelerada a lo directo, producen, consumen y reciclan siempre cada vez más rápido más palabras e imágenes, y comprimen el tiempo: cualquier tema, cosa de minuto y medio por treinta años de historia” (Hartog 140). Esta perspectiva de vida no concuerda con la de Maqroll, quien vive en un presente lento, en el que el movimiento se da por el mismo movimiento y no por un intento de acelerar y comprimir el tiempo. Por su parte, sobre el tema de la juventud en el régimen presentista Hartog propone: “La negación a envejecer… sería otro indicio de ello, que acompaña la valoración de la juventud como tal, en las sociedades occidentales que empiezan a envejecer…” (141). Hay en Maqroll en una búsqueda de permanecer siempre joven, pero ésta no corresponde a la búsqueda de juventud que ocurre en el imperio del tiempo presente, sino un salirse del tiempo y el deber ser convencionales. Maqroll no busca ser joven físicamente (de

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hecho su cuerpo está en permanente desgaste y tiene siempre el aspecto de un hombre viejo), sino una espiritual que se refleja en su forma de concebir la vida: para él nacer, crecer, reproducirse, envejecer y morir, no son la regla. Así, Maqroll no pertenece al deber ser de un régimen de historicidad que ve en el futuro y el progreso la posibilidad de habitar el presente, pero tampoco puede sentirse plenamente identificado con una época en la que el presente acelerado sea el único punto de referencia.

Finalmente, el trabajo es un elemento importante del régimen moderno, pues se entiende como una forma de proyectarse hacia el futuro: en el trabajo está el progreso. Para Hartog la inestabilidad de empleo que se vive en las sociedades occidentales del siglo XX está directamente relacionada con el acenso del régimen presentista:

Ese tiempo [el del acenso presentismo] coincide también con el del desempleo en masa al que entraron entonces las sociedades europeas. Para el desempleado, un tiempo día a día, sin proyectos posibles, es un tiempo sin futuro. Para esos “hombres sin porvenir”, como los nombraba Pierre Bourdieu, “el tiempo parecía aniquilares", pues “el trabajo asalariado es el soporte, si no es que el principio, de la mayor parte de los intereses, de las expectativas, de las exigencias, de las esperanzas y de las inversiones en el presente, así como en el porvenir o en el pasado involucrado” (Hartog 140).

Para Maqroll la falta de esperanza y de expectativa no se relacionan con la falta de trabajo, pues, por un lado, la pérdida de toda esperanza es una condición de su existir, y por el otro, el empleo estable no es para él una opción de vida. A través de sus historias se ve cómo él y sus semejantes no viven de tener un trabajo estable, sino de la realización de oficios que les permitan la subsistencia. Maqroll no consigue dinero para proyectarse en un futuro (tener una casa y una familia), sino para vivir y de continuar en movimiento.

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En las Empresas y trubulaciones el Gaviero pasa por varios oficios, como el de minero en Cocora durante la novela Amirbar, contador en el barco de Wito y proxeneta en Panamá durante Ilona llega con la lluvia, contrabandista de armas, aunque en principio no sabe que ese es el

trabajo que está realizando, en la novela Un bel morir, estafador junto con Abdul Bashur en

Abdul Bashur soñador de navíos y comerciante de maderas en La Nieve del Almirante, entre

otros. Bien porque no sabe en qué se está embarcando, o bien porque no está dispuesto a quedarse estancado en un solo oficio, estas empresas fallidas dejan la sensación de que no es el indicado para realizar esos trabajos. El Mayor6 de La Nieve del Almirante describe acertadamente esta condición de Maqroll al decirle: “usted no es hombre para permanecer aquí mucho tiempo” (Mutis, La Nieve del 39). Finalmente, el de gaviero es el oficio que mejor describe a Maqroll. Aunque nunca se le narre realizándolo, Maqroll continúa siendo un gaviero pues sigue teniendo la capacidad de otear el horizonte y ver más allá de lo que otros ven. Tal vez por esto, de los que realiza, el oficio más idóneo para Maqroll es el de contador, no sólo en el barco de Wito donde lleva el balance de un barco quebrado, sino en el lanchón de La Nieve del Almirante en el que, sobre las formas de contabilidad del Capitán, lleva el balance de su travesía por el Xurandó, de su vida y, de alguna manera, de su particular forma de entender la condición humana.

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Este personaje es el mayor de la estación militar de la selva por la que viaja Maqroll. Se refieren a él como el Mayor.

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4. Maqroll y sus estrategias discursivas para habitar su época

En La Nieve del Almirante Maqroll dice: “leo y escribo por turnos” (La Nieve del 44). En estas dos actividades ocupará el Gaviero gran parte del tiempo de su viaje por el río Xurandó, pues le permitirán tomar distancia del presente que está viviendo. Así, la lectura y la escritura son distracciones, tanto de su presente inmediato en el lanchón como del presente de la época en la que habita. Mediante la lectura y la narración de sus historias Maqroll el Gaviero encuentra una forma de meditar y sobrevivir al malestar que le produce esa época en la que le tocó habitar y con la que, como ya se ha visto, no logra sentirse identificado. La lectura le permitirá encontrar constantes en el destino de los hombres, y leerse de alguna manera en las historias de otros vencidos. La escritura por su parte, le permitirá encontrar una forma de soportar su presente, exorcizar sus derrotas, e incluso, después de relatar a otros sus historias, llegar a ser inmortal en el relato del otro.

4.1 Maqroll y el relato histórico

Gran parte de las entradas del diario del Gaviero en La Nieve del Almirante tienen que ver con el libro que está leyendo sobre el asesinato del Duque de Orléans, y los pensamientos que esta lectura le suscita. Pero también, la lectura se convierte en una forma de distraerse y escapar momentáneamente del ambiente de la selva y el lanchón en el que viaja. En la entrada de “Marzo 18” dirá:

He leído hasta conciliar el sueño. En la noche el calor no cesa y, tendido en la hamaca, pienso largamente en las necias indiscreciones del Duque de Orléans y en ciertos rasgos de su carácter que irán a repetirse en otros miembros de la branche cadette, siempre de distinto tronco, pero con las mismas tendencias a la felonía, las aventuras galantes, el placer dañino de conspirar, la avidez por el dinero y una deslealtad sin sosiego. Habría que pensar un poco en las razones por las que tales constantes de conducta aparecen de

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forma implacable, casi hasta nuestros días, en estos príncipes de origen tan diferente. (La Nieve del 20)

Se ve cómo la lectura cumple para el Maqroll una doble función; por un lado lee para poder quedarse dormido (en la novela Un bel morir leerá la vida se San Francisco de Asís con el mismo propósito), y por el otro, la lectura le permite meditar sobre la vida y la historia de Occidente: “Este variopinto conjunto de itinerarios literarios pone en evidencia la obsesión mutisiana de

emprender una fuga ético-estética hacia lejanos ámbitos espacio temporales, pero no con la intención de borrar de su obra todo referente al mundo contemporáneo, sino de matizar y acentuar la crítica a éste al contrastarlo de forma metafórica con los universos geográficos e históricos evocados en su particular conjunto de escritos” (Barrero 306-307). Así, la lectura de relatos históricos permite que el Gaviero analice el presente en el que vive y, en este caso, medite sobre los motivos por los cuáles la monarquía desapareció (Maqroll se ha descrito como un “chuan perdido en el siglo XX”).

Adicionalmente, la lectura de relatos históricos hace que Maqroll logre ver críticamente el presente histórico en el que habita. Por esto Pierre Lepape planteará en su ensayo “Victorias de Ultratumba” (2001):

Si los libros alejan momentáneamente al Gaviero de las vicisitudes de lo real y de las obligaciones de lo inmediato, también le proporcionan muchas armas intelectuales en la lucha que ha emprendido contra la pesadez del mundo, ya sea designada como la Naturaleza, la Razón, la Sociedad o el Destino. Los libros no son paréntesis ni riquezas culturales que convendría poseer, ni tampoco espejos ante los que descubriríamos quienes somos. Son las armas personales que junta cada uno para esa batalla física y espiritual que constituye la práctica de la vida, incluida la muerte. (Lepape 147)

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La lectura se convierte entonces en una herramienta para enriquecer la visión de mundo mediante la cual el Gaviero enfrenta y se relaciona con su presente histórico. En la entrada del 30 de mayo Maqroll escribe una reflexión sobre el libro que está leyendo y cómo éste le habla de la vida: “En cualquiera de las miserables rancherías que hemos ido dejando atrás, conviven un Juan sin Miedo y un Luis de Orléans y a éste le espera otro oscuro rincón semejante a de la Rue Vieille-du-Temple, en donde tiene cita con la muerte. Hay una monotonía en el crimen que no es aconsejable frecuentar ni en los libros ni en la vida” (La Nieve del 55). Maqroll encuentra en la historia de Occidente y el comportamiento de los hombres algunas constantes, y a partir de éstas observa y habita el mundo. Dichas constantes le muestran que el pasado, el presente y el futuro no difieren radicalmente y que ningún tiempo fue mejor que el otro porque siempre ha existido una “monotonía en el crimen”. Así, el Gaviero no es anacrónico únicamente porque no se sienta identificado con ninguno de los regímenes de historicidad del siglo XX (régimen moderno y presentismo), sino porque siente hastío por las constantes que han marcado el destino humano en cualquier época. La lectura del relato histórico se convierte en una confirmación, de su condición de exiliado en el mundo.

Cabe analizar qué tipo de relatos históricos le interesan al Gaviero. Ya se ha visto cómo uno de los libros que siempre lleva consigo son las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand, en las que lee la visión de mundo de un hombre que, como él, no logra sentirse identificado con los regímenes de historicidad del momento en el que habita. En La Nieve del Almirante lee la historia del asesinato del Duque de Orléans7 a manos de Juan sin Miedo, del cual le sorprende “la completa inutilidad del crimen, la notoria ausencia de consecuencias en el curso de este magma

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Luis de Valois (Duque de Orléans desde 1392 hasta su muerte en 1407) y Juan I de Borgoña o Juan sin miedo, se disputaron la regencia de Francia constantemente. Luis de Valois tenía sangre real pero era muy impopular entre el pueblo. Juan sin miedo fue nombrado guardián real de los hijos de Carlos VI, posibles herederos del trono, y regente de Francia por decreto. Esto hizo que la enemistad de ambos creciera hasta volverse pública. En 1402 Juan sin miedo ordena el asesinato del Duque de Orléans.

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informe y ciego que avanza sin propósito ni cause determinados y que se llama la historia” (La Nieve 55). En Un bel morir lee la vida de San Francisco de Asís y un libro del Príncipe de Ligne.

En el apéndice de Amirbar titulado “Las lecturas del Gaviero” se dice que siempre llevaba en el bolsillo del chaquetón marinero las Mémories du Cardinal de Retz8 y que lo llevará siempre consigo porque: “Nadie ha mentido con tanta lucidez para defenderse ante la historia y, al mismo tiempo, relatar las más desvergonzadas y peligrosas intrigas con una claridad y distancia que hubiera envidiado Tucídides” (Amirbar 469). Sobre el hecho de que Maqroll lea las Memorias del Cardenal de Retz Pierre, Lepape plantea:

Las Memorias de los vencedores están gangrenadas por su éxito presente. Creen haber ganado porque lo han merecido. Porque eran los mejores, porque tenían razón, porque Dios, el bien, el progreso o el sentido de la historia estaban con ellos. Su victoria tiene el alcance moral de una ecuación. Los vencidos son los que han luchado pese a todo. De su lucha no queda más que esto: su lucha. (Lepape 145)

El Gaviero lee entonces historias de vencidos y derrotados; historias de hombres cuyas acciones no cambiaron el curso de la historia como ellos deseaban. Maqroll lee esos relatos históricos pues se siente identificado con la derrota de sus protagonistas, porque le permiten tomar distancia de sus propias derrotas, porque los protagonistas de estos relatos son, como él, derrotados y exiliados de su momento histórico, y también porque reconoce en ellos la imposibilidad del hombre para cambiar su destino.

4. 2 El relato como forma de habitar y evitar la muerte:

En La Nieve del Almirante la escritura de Maqroll tiene un componente práctico que le permite sobrevivir al día a día. El Gaviero escribe su diario para dejar registro de lo que le ocurre en el

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Jean-François Paul Gondi, Cardenal de Retz fue un escritor y político francés del siglo XVII que se distinguió por participar en diversas conspiraciones siempre fallidas.

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