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Watzlawick, Paul - La construcción del universo- Cap I

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Academic year: 2021

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Paul Watzlawick y Ceberio, Marcelo. La construcción del Universo. Herder. Barcelona. 1998.

Capitulo 1

El conocimiento del Mundo

HACIA UNA CIENCIA DEL CAMBIO (P.W.)

Resultaría dificil imaginar una meta tras la cual la humanidad ha empleado más pensamientos, sueños, palabras, esfuerzos desesperados, guerras y revoluciones, que el logro de la felicidad.

Ya Aristóteles aseveró lo obvio: «todos los seres humanos desean ser felices»; pero Terrentius Varro y, siguiendo su línea de pensamiento, Agustín, contabilizó 289 opiniones distintas sobre este concepto aparentemente tan simple. Uno debe suponer que ellos solamente entrevistaron a 289 personas, puesto que escasamente pueden encontrarse dos seres humanos que estuvieran de acuerdo finalmente en qué se supone que es la felicidad.

Pero este no es el único problema con esta naturaleza tan difusa. Dumby, uno de los personajes de la comedia de Oscar Wilde Lady Windermere'sfan señala:

«En este mundo hay sólo dos tragedias. Una es el no alcanzar lo que uno quiere, y la otra es alcanzarlo. La última es, lejos, la peor, la última es la tragedia real».

En otras palabras: nuestra idea de la felicidad es infinitamente deseable, sólo en tanto no la logramos. Cuando llegamos a ella, nos envuelve un llanto lejano por aquello que esperábamos, o al mismo tiempo nos invade una horrible desilusión.

Lo verdaderamente asombroso es que entonces no sospechamos que debe haber algo equivocado en la idea que poseemos acerca de la felicidad, para invariablemente concluir que cometemos un error, que alguien o algo nos decepciona, o que todavía no buscamos la felicidad en el lugar adecuado; y pronto salimos a una nueva búsqueda en una nueva (o más posiblemente la misma) dirección, para finalizar en un desengaño similar.

Si observamos las caras de la gente mayor, hay algo trágico en sus rostros, como si se sintiesen disgustados por la vida, defraudados por Dios, la naturaleza, o la existencia (o como quieran llamarlo), por haberles quitado alguna cosa que les hubiera hecho feliz.

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Algo menos trágico es lo que Catalina la Grande, tarde en su carrera, se supone le dijo a un hombre, con quien había estado por casualidad en la cama aquella noche: «sabes, yo debo haber tenido diez mil amantes y pienso, no hubo gran diferencia entre ninguno de ustedes». Se non é vero é ben trovato...

Pero esto aún no es de ningún modo la historia completa. La experiencia muestra que lo que hacemos para perfeccionar las cosas, para lograr la felicidad, puede ser la causa de nuestra infelicidad. Este instante, inesperado e impredecible, transformando a algo en su opuesto ya era conocido por Heráclito, quien lo llamó enantiodromia, pero después de él, Lao Tzu (si alguna vez existió) escribió en el capítulo II de su Tao Te King:

«Cuando todos en el mundo entiendan la belleza de ser bello, entonces la fealdad existe. Cuando todos entiendan la bondad de ser bueno, entonces la maldad existe».

Los mecanismos por los cuales creamos nuestra infelicidad, buscando la felicidad, son numerosos, pero parecen tener un denominador común: la llamada tendencia a hacer más de lo mismo; aunque nuestros esfuerzos todavía no hayan arrojado los resultados esperados. Cuando comenzamos a observar estos mecanismos, caemos en la cuenta que su importancia y sus efectos van más allá de nuestras vidas individuales y amenazan la supervivencia del planeta.

No cabe duda que la humanidad ha llegado a un punto totalmente inusual en su historia; el punto en donde nuestro modo tradicional de ver el mundo y de cómo mejorarlo no sólo resulta inútil, sino que se ha tornado contraproducente. Por ejemplo, no por mucho tiempo se puede sostener la creencia que si algo es malo, su opuesto debe ser bueno; o que si algo es bueno, el doble debe ser dos veces más bueno; o sólo porque A ha producido siempre B, se continuará obteniendo B hasta la eternidad.

Ciertamente estos ejemplos son triviales, y la falacia resultante de éstos ha sido señalada a través de los siglos. Sin embargo, estas técnicas de carnbio, aún son aplicadas una y otra vez -tanto en una relación conyugal, como por las altas esferas de un gobierno.

Nuestro mundo se ha vuelto tan complejo que no logramos escapar del mismo resultado, recurriendo a soluciones similares que surgen de nuestro sentido común durante mucho tiempo. Atrás quedaron los días en que la naturaleza absorbía pacientemente nuestros desechos y venenos, y era ella misma la que los purificaba. En la actualidad, el Mediterráneo se ha transformado en un albañal y los bosques del norte de Europa están moribundos.

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Nuestros esfuerzos por lograr una mejor y más feliz calidad de vida genera resultados igualmente desastrosos: los vertiginosos avances de la medicina han creado problemas humanos totalmente nuevos e inesperados; el grado elevado de seguridad social se asocia con las particularmente violentas formas de delincuencia; los medios de transporte, cada vez más rápidos, nos dejan con menos y menos tiempo; a pesar de la mayor riqueza, hay más gente que se suicida; y ello sin olvidar el dilema nuclear.

Los viejos intentos por solucionar problemas han alcanzado los límites de la inefectividad. En vez de buscar nuevas técnicas de cambio, continuamos aplicando la desastrosa receta de hacer más de lo mismo -un modo seguro de suicidio, como la ciencia de la evolución lo muestra convincentemente. «Plus Va change, plus clest la méme chose», dice la sabiduría del viejo proverbio francés.

Surge, entonces, la necesidad de construir nuevos métodos que obstruyan y reemplacen a las antiguas soluciones, en lugar de reforzarlas. Pero el lector tiene derecho a preguntar ¿cuál sería un ejemplo de semejante solución?

Imaginen que -siguiendo una breve idea mencionada por el matemático canadiense Anatole Rapoport en el libro Fights, Games and Debates (Combates, juegos y debates)- se introdujera una regla básica del proceder en el diálogo en todas las conferencias de las superpotencias: antes que el problema fuera discutido, cada delegación tendría que presentar el punto de vista de la otra delegación. En otras palabras, los americanos tendrían que exponer la opinión de los soviéticos, hasta que la delegación soviética estuviese completamente convencida de que su perspectiva de la situación había sido entendida correctamente. Sería entonces el turno de sintetizar el punto de vista de los Estados Unidos, hasta que los americanos estuviesen conformes.

Para cualquiera que se encuentre familiarizado con la abismal ignorancia de estos líderes del mundo en lo que respecta a sus puntos de vista, esperanzas, sospechas y, consecuentemente, las intenciones de sus contrapartes, esta idea cobra sentido de inmediato; el 50% del problema posiblemente habría desaparecido antes de que fuera alguna vez discutido.

Es verdad que, en este caso particular, la solución no puede funcionar, puesto que resulta improbable que dichas superpotencias estuviesen de acuerdo en acatar semejante regla.

Otro ejemplo que puede explicar esta idea es aquel tipo especial de sabiduría que ha salido a la superficie una y otra vez en el curso del milenio en incontables historias, fábulas, mitos y otros relatos del

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género. Por lo general, nuestro entendimiento moderno tiende a desestimar estas historias por ser fantásticas, imaginarias o irreales. Pero no debemos olvidar que, aún en nuestros días, tales conceptos imaginarios han mostrado su utilidad práctica.

Tomemos uno de los puntos embarazosos de la lógica matemática, como es la aparentemente ingenua ecuación X + 1 = 0. Trasladando el 1 (al otro lado de la ecuación), obtenemos X = -1, por lo tanto el resultado final será X = -1.

Los lógicos han realizado numerosos intentos para resolver esta contradicción -ya que nada multiplicado por sí mismo puede dar un valor negativo- y de este modo salvar a la lógica clásica de la irracionalidad de esta paradoja. Pero fisicos e ingenieros, que han quedado entrampados en este dilema, convinieron con ecuanimidad un número imaginario llamado «i», introduciéndolo en sus cómputos y llegando, por ende, a soluciones prácticas y concretas.

Quizás, el ejemplo más atractivo de este modo de resolver problemas es la historia oriental del padre que, después de su muerte, deja sus 17 camellos a sus tres hijos, con la siguiente instrucción: el hijo mayor debería recibir la mitad, el segundq, un tercio, y el más joven una novena parte de los camellos.

Frente al mandato del padre, ellos se encuentran con la imposibilidad de realizar tal división.

Eventualmente por el camino, un mullah (intérprete de las leyes y dogmas del Islam) viene cabalgando sobre su camello, y ellos le piden ayuda. «No existe una solución para esto», él asevera. «Pero puedo agregar mi camello a los de ustedes, y así tendrán 18 y podrán dividirlos. Ahora tú, el mayor, recibes la mitad, que es 9. A ti, el hijo segundo, te corresponde un tercio, o sea 6, aquí están. Y para ti, el más joven, un noveno, que son 2 camellos; así resta un camello, de mi propiedad».

Habiendo dicho esto, se subió a su camello y se fue.

En conclusión, necesitamos una nueva ciencia del cambio, que sea capaz de producir un giro, no sólo en las formas de abordar un problema en particular, sino también que resulte efectiva en el tratamiento del fenómeno como tal. Y cuando observamos alrededor, encontramos los comienzos de una ciencia semejante con diferentes áreas como biología, fisica, química, filosofia, semántica, sistemas sociales, ciencias empresariales (Management), medicina, y por último, pero no por eso menos importante, psicoterapia, y con ésta nos referimos a la reducción del sufrimiento humano y no al logro de la felicidad final.

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Lo cual nos lleva a retomar al punto de partida... QUE SE CONOCE COMO SE CONOCE

Para comenzar a pensar acerca de este tema, es necesario abrir con una reflexión: ¿alguna vez nos cuestionamos cómo se llega a conocer eso que llamamos externo a nuestra mirada? ¿En alguna oportunidad nos preguntamos acerca de los procesos que nos llevan a decir que los objetos son, en el sentido literal de la frase, y no tan sólo a discriminar su existencia, sino también a adjetivarlos, clasificarlos, revestirlos de un determinado juicio de valor?

¿Conocemos nuestra forma de conocimiento?, ¿Conocemos nuestro conocer?, ¿Cuál es nuestra epistemología?

El término epistemología deriva del griego episteme, que significa conocimiento, y es una rama de la filosofia que se ocupa de todos los elementos que procuran la adquisición de conocimiento, e investiga los fundamentos, límites, métodos y la validez del mismo. En este sentido es un escalón anterior a la estructuración de la teoría, ya que se ocupa de las reglas que gobiernan el funcionamiento de la cognición humana; por lo tanto, la epistemología establece «de qué manera los organismos o agregados de organismos particulares conocen, piensan y llegan a decisiones que determinan su conducta» (Bateson, 1979).

Dentro del contexto filosófico, se ha empleado el término epistemología para hacer referencia a un conjunto de técnicas analíticas y críticas, que definen los límites de los procesos de conocimiento. Pero más allá de la filosofia, existen dos ámbitos donde esta ciencia realiza su incursión: la biología experimental, a través de figuras como Maturana, Varela, McCulloch o Von Foerster, y el área sociocultural, que se traduce en cómo las personas conocen y de la forma en que conocen, es decir cómo se constituye y sostiene el hábito de la cognición.

Simon y colaboradores (1984) señalan que la epistemología: «( ... ) se refiere al desarrollo de la estructura de pensamiento, así como a la lógica interna de los procesos emocionales. La estructura de conocimiento de todo organismo puede verse como su modelo del mundo y como marco de referencia de su conducta. La organización del modelo del mundo depende de la comunicación que tenga un individuo con su ambiente, es decir, de las estructuras y condiciones dadas de ese mundo y el potencial del organismo para percibirlas. Se trata de un proceso dialéctico de adaptación interna y externa».

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De acuerdo con este planteamiento es imposible que un sujeto no posea epistemología. En tal caso podríamos afirmar que ese individuo no es consciente de cómo desarrolla su proceso cognitivo -la construcción del mundo- y esta falta de conciencia puede llevarle al caos, aseverando su verdad como irrebatible y rigidizando la estructura de su sistema de interacciones.

Bateson fue el que plasmó el ángulo sistémico y cibernético en el ámbito experimental epistemológico. Estos estudios llevados al plano de investigación en la terapia familiar se centran en la relación entre los fenómenos de interacción de la familia y los actos perceptivos erróneos que llevan a errores epistemológicos.

Dell (1985) distingue en Bateson cinco usos diferentes del término epistemología. En principio, según se utiliza tradicionalmente en la filosofia, como teoría del conocimiento; también como cosmología biológica, en referencia a las propiedades de la mente, definiéndola como un agregado de partes interactuantes impulsadas por la diferencia; como paradigma -la cibernética, la evolución, la circularidad, el ecosistema-; como estructura del carácter, los supuestos habituales que especifican el modo en que una persona comprende el mundo y se relaciona con él; y por último, como ciencia, en la cual la epistemología describe y explica la objetividad como un hecho imposible.

Es factible pensar la epistemología colocándola en un metanivel como paradigma de paradigmas, «como reglas usadas en el pensamiento de grandes grupos de personas para definir la realidad», según Averswald (1985), mientras que un paradigma se definiría como un subconjunto de reglas que definen un fragmento de la realidad. La epistemología -como forma de conocimiento- sería un suprasistema, un paradigma más abarcativo.

Acerca del término paradigma, dice Kulin (1975) que se trata de una realización científica universalmente reconocida, que durante un determinado período proporciona un modelo de solución sobre ciertos problemas a una comunidad científica.

En su investigación, el autor evidencia que el impacto de una variable epistemológica que se presenta como alternativa frente a una constante -el paradigma-, que se sostuvo tal vez durante siglos, inevitablemente da como resultado una crisis de las reglas que regían el conocer hasta el momento. Por lo tanto, siempre después de un determinado descubrimiento (más adelante hablaremos de invención), se transita por un período de asimilación de la variable incorporada al sistema.

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La historia de los cambios de paradigmas en la ciencia revela que los científicos se encontraban en condiciones de explicar un espectro más amplio de fenómenos naturales, y aún con mayor precisión aquellos que ya eran patrimonio de su conocimiento. Este avance sólo pudo lograrse descartando los significados, valores, creencias y metodología, previamente aceptados por el paradigma anterior, reemplazándolos por nuevos conocimientos.

Para Kulin, los descubrimientos no son las únicas fuentes de cambios de paradigmas, sino que, además, existen una serie de elementos que inciden en los factores constitutivos de una crisis del conocer. Considera también que la percepción de una anomalía cobra un papel relevante en la aparición de nuevos tipos de fenómenos. No obstante, a pesar de que el sistema percibe dicha anomalía, ésta puede permanecer durante mucho tiempo solamente señalada, mientras persiste el modelo de conocimiento instaurado como paradigma, afectando paulatinamente a diversos puntos del sistema, que se resiste al cambio de modelo epistemológico.

Así, el advenimiento de una nueva teoría -construida sobre una base epistemológica diferente- es precedido por un período de profunda inestabilidad e inseguridad, generado por la imposibilidad de dar respuestas satisfactorias a los enigmas que plantean las anomalías (consideradas como tales según el paradigma anterior). El paradigma que justifica y construye un sistema determinado fracasa en satisfacer los requerimientos que se presentan y es allí donde surge la crisis.

El fracaso de las reglas existentes conduce a la búsqueda de otras nuevas.

Si establecemos un paralelismo con la familia o la sociedad, ante la posibilidad de percibir una disfunción, que activa la marcha de mecanismos de cambio, o se revisan las reglas del paradigma que se venían instrumentando y se producen modificaciones, reacomodándose a una nueva dinámica del sistema (morfogénesis), o se desarrollarán mecanismos de resistencia al cambio y por ende se perpetuará la dinámica del sistema, fortaleciendo la utilización de sus reglas tradicionales (homeóstasis).

En el plano de las revoluciones científicas, Kulin nos brinda un ejemplo que puede resultar útil. Hace referencia a los astrónomos de la época anterior a Copémico, que eran capaces de eliminar cualquier anomalía que presentaba un sistema (que generaba discrepancias y confusiones), ajustándola de alguna manera a la epistemología imperante: el paradigma de Ptolomeo.

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Esto da cuenta de que cualquier evidencia observable puede explicarse acomodándose a las hipótesis que arroja el modelo epistemológico al que uno se adhiere. Para que se lograse el cambio del paradigma de Ptolomeo, el requisito previo fue el reconocimiento por parte de los mejores astrónomos europeos de que el paradigma astronómico vigente fallaba en sus aplicaciones a los nuevos interrogantes que se planteaban.

Las crisis, entonces, son una condición previa y necesaria para el nacímiento de nuevas teorías:

«( ... ) y preguntémonos, después, cómo responden los científicos a su existencia. Parte de la respuesta tan evidente como importante, puede descubrirse haciendo notar primeramente lo que los científicos nunca hacen, ni siquiera cuando se enfrentan a anomalías graves y prolongadas. Aun cuando puedan comenzar a perder su fe y, a continuación, a tomar en consideración otras alternativas, no renuncian al paradigma que los ha conducido a la crisis. 0 sea, a no tratar las anomalías como ejemplos contrarios, aunque en el vocabulario de la filosofia de la ciencia, eso es precisamente lo que son» (Kuhn, 1975).

La dificultad radica en que una vez que se ha alcanzado el status de paradigma, o sea, que se ha instaurado un código reglado y sistematizado, una teoría científica puede mostrar su invalidez únicamente cuando se encuentra un candidato alternativo para que ocupe su lugar. La decisión de rechazar y acordar un cambio de paradigma implica siempre, y de forma simultánea, la decisión de adoptar otro y el juicio que conduce a esta decisión emerge de la comparación de ambos modelos.

Estos modelos de conocimiento han variado de acuerdo con las épocas. Los diversos períodos en la historia del conocimiento han estado marcados por diferentes paradigmas epistemológicos que pautaron la forma de conocer.

Los modelos están determinados, como emergentes de variables que regulan los distintos contextos, por factores que van desde lo social, lo político y lo económico hasta lo cultural. Son estos factores los que crean el territorio para fundamentar y poner en crisis los paradigmas reinantes.

En la Grecia Antigua, el hombre, desde una visión antropocéntrica y organicista, explicaba por ejemplo los fenómenos de las enfermedades Mentales a través de los humores del cuerpo y de distintas localizaciones en lo que él llamaba «soma».

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El Misticismo fue una línea de pensamiento en la que se postergó lo que se consideraba científico hasta el momento, para explicar los fenómenos atribuyéndoles un significado divino, y polarizando lo bueno y lo malo a través de la moral eclesiástica; Dios todopoderoso era el creador y todo lo fijado como anormal era una desviación de su obra y debía castigarse. La Iglesia, durante todo el medioevo, fue el eje del poder y las figuras del clero ocupaban puestos clave en la política, la economía y la cultura en general, certificando así una ideología religiosa que explicaba el hecho observable desde una perspectiva teológica.

El Racionalismo se preguntó: ¿podemos conocer el mundo exterior por especulación, raciocinio, o intuición, tal como comúnmente se le atribuye a un artista o a un místico?

La filosofia proveyó un conjunto de respuestas acerca de cómo obtenemos el conocimiento: la primera señala que se produce íntegramente en la experiencia sensorial y a través de ella. La segunda postula que se consigue por medio del raciocinio.

Los filósofos racionalistas plantearon que la mente dispone -desde un comienzo- de un número de facultades o de principios idénticos en todos los hombres, y que para la obtención del conocimiento sólo se precisa razonar con estos principios, usando estas facultades. De la misma manera que un matemático podría deducir la matemática a partir de uno o dos axiomas fundamentales, por medio del razonamiento (con tal que dicho proceso fuese realizado en forma correcta, o sea que razonara bien), el filósofo, con tal de ser buen filósofo, podría descubrir la verdad acerca del universo por los mismos métodos. De ahí que se llamara filósofo racionalista al que opinaba que la razón misma, sin el auxilio de la observación, puede proporcionarnos el conocimiento del mundo.

Ahora bien, si el universo era entendido como un problema matemático, la pretensión de los filósofos racionalistas en favor de la razón, podía mantenerse. Pero el reino de lo que existe es diferente al de la matemática, y si bien contiene la clase de hechos que ocupan a los matemáticos y desde este aspecto puede ser explorado por la razón pura, no se reduce solamente a este tipo de fenómenos.

Por otra parte, contrapuesta con la anterior, la posición de los empiristas fue más rigurosa. Si el hombre quiere conocer el universo, el único procedimiento aceptable es observarlo, adoptando el método científico.

Después de repasar cada uno de los modelos que rigieron en la historia la forma del conocimiento humano, llegamos a la conclusión que en el acto de observar y trazar una hipótesis, es importante

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conocer cuál es el modelo que forma parte de nuestro patrimonio perceptivo; es más, cuando aseveramos lo que tenemos frente a nuestros ojos, lo que vemos da cuenta de nuestro modelo de conocer. La epistemología, desde un metanivel, pautará y revelará nuestra forma de conocer -nuestra forma de construir la realidad-; es de allí de donde emergen las teorías, partiendo de la observación/construcción del hecho observable. Así, se plantearán las hipótesis resultantes, que serán comprobadas acomodándose y ajustándose al modelo epistemológico que se emplee, con lo cual se puede comprobar lo que se quiera...

Desde esta perspectiva el hecho se constituye en un evento producido por el ojo del observador. No obstante, en todo este circuito opera la recurrencia; el resultado, como progenie observable, llevará a confirmar y reconfirmar nuestra teoría del conocimiento y ésta, a su vez, volverá a pautar nuestra mirada en la construcción del mundo.

Por otra parte, si deseamos cuestionar nuestro conocer, o sea cuál es nuestra epistemología, indefectiblemente nos envolvemos en la trampa de la paradoja: conocemos nuestro conocer a través de nuestro modelo conceptual, que arrojará como resultado nuestro modelo de conocer. Por lo tanto, podemos afirmar, por ejemplo, que nuestra epistemología es cibernética y es la misma cibernética la que nos lleva a conocer nuestra epistemología; así, es cibernético el proceso de conocer nuestra forma de conocimiento, como también es circular y recurrente el acto de la observación.

El auge de la Teoría General de los Sistemas llevó a la formulación de un nuevo paradigma que se contraponía con la epistemología tradicional y que explicaba los fenómenos desde una causalidad lineal: el concepto de circularidad o recurrencia.

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Las teorías de los sistemas son un grupo de propuestas que han causado impacto en las ciencias humanas, principalmente en la antropología.

Reynoso (1993) señala que estas teorías giran en torno a una clase de modelos y para su comprensión se hace necesario describir los diferentes tipos de modelos susceptibles de construirse en una ciencia empírica.

Fundamentalmente discriminaremos dos tipos de modelos, puesto que pueden diferenciarse tantas tipologías como criterios de articulación se elijan: los modelos mecánicos y estadísticos.

La mayoría de las teorías han utilizado ambas clases, principalmente la antropología, a pesar que las estructuras de cada uno difieren y cubren gran parte de las posibilidades de una teoría. En principio señalaremos que los modelos son entidades conceptuales y no pueden ser ni más ni menos simples que la realidad, puesto que son otra cosa.

Reynoso (1993) afirma que «un modelo es una construcción lógica y lingüística y a menos que se admita una teoría del lenguaje elemental y puramente nomenclatoria -el lenguaje como espejo de la realidad- no existe isomorfismo alguno (es decir, no hay ninguna correspondencia estructural punto a punto) entre enunciados y realidades. La escala de un modelo respecto de lo real es indecible, ya que la realidad puede ser casi infinitamente descompuesta y es analíticamente inagotable: una ameba puede ser tan complicada como un sistema planetario. No existe, entonces, una escala propia de los fenómenos: teorías que tratan de enormes conjuntos sociales son a menudo más sencillas que teorías que abordan la personalidad de sujetos individuales. La caracterización de los tipos de modelos debe fundarse en otras consideraciones».

Los modelos mecánicos describen mecanismos; están, por así decirlo, a la misma escala del fenómeno, y no necesariamente implican reducir las cosas a metáforas mecanicistas o a máquinas. Estos modelos desarrollan explicaciones tomando como base principios generales, y, de acuerdo a estos patrones, se realizarán inferencias a partir de la observación del hecho, es decir, que su naturaleza es deductiva. Son por lo general deterministas y explican los hechos en función de las leyes adecuadas a dicho proceso. Ciertos modelos cognitivistas son mecánicos, puesto que describen los procesos de la estructura intema de la mente que producen el efecto de una percepción.

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Describen, además, los mecanismos que pueden explicar el estado o funcionamiento de las cosas y son efectivos en la explicación cuando el objeto es comprensible en términos de una simplicidad organizada; es decir, los modelos mecánicos se adaptan a sistemas simples o procesos de complejidad escasa, para ser analizados en su totalidad.

Debemos aclarar que la simplicidad a que nos referimos es el resultado de un efecto teórico y no una cualidad empírica o patrimonio del objeto o sistema en sí mismo. Por lo tanto, un objeto llamado simple puede ser explicado distinguiendo un solo nivel de organización o relaciones lineales entre los diversos niveles.

En cambio, los modelos estadísticos inducen regularidades o correlaciones entre diversas series de fenómenos y están, de acuerdo a la perspectiva, a una escala más reducida o global. Es una forma de análisis que introduce las correlaciones y pone énfasis en lo cuantitativo, no preocupándose por la naturaleza de los mecanismos y sus causas. Su objetivo será determinar qué estímulos desencadenan cierto tipo de respuestas, sin explicar el porqué, es decir, que utilizan el modelo de la caja negra.

Inversamente a los modelos mecánicos, su planteamiento es inductivo, y por lo tanto consideran varios casos individuales y abstraen de ellos generalizaciones y regularidades. Es más, en numerosas oportunidades se utilizan cuando una ciencia no puede imponer leyes a su objeto de estudio, y podríamos decir que si existen leyes que rigen este tipo de modelos, son necesariamente probabilísticas. Los modelos estadísticos estudian fenómenos de alta complejidad para ser analizados, y al no poder ser totalmente cognoscibles, su abordaje se remite a un proceso sintético-inductivo. Como señalamos, las causas que provocan el fenómeno no son conocidas, por lo tanto la importancia radica en la observación del estímulo y la respuesta, de acuerdo al modelo de la caja negra.

Estos dos modelos se constituyeron en los paradigmas básicos, en términos de la investigación cientifica. Las ciencias modernas, a partir de los años 50, plantearon un modelo alternativo a los anteriores vigentes: los modelos sistémicos.

Reynoso (1993) afirma que aunque podria parecer a priori imposible, existe una alternativa a las teorias mecanicistas y estadisticas, una especie de paradigma básico, un arquetipo para producir teorias. Se trata de las teorias o modelos sistémicos, que en variadas ocasiones han ejercido influencia en la antropologia reciente, por su énfasis en los fenómenos dinamicos, en los universos totales abiertos a su entorno, en los procesos complejos y en las interacciones fuertes. Los modelos de esta clase se piensan, bien

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como de estructura diferente a la de las formas clásicas, o como la superación de éstas en una secuencia epistemológica de carácter evolutivo>>.

Este modelo se encuentra diferenciado, según distintas aportaciones, en cuatro formulaciones de la Terapia de Sistemas: 1. La Cibern&ica, por Norbert Wiener, en 1947.

2. La Teoria General de los Sistemas, por Ludwig von Berta- lanffy, en la década de los 50, (aunque la primera formulaci6n tuvo lugar en 1945).

3. La Teoria de las Estructuras Disipativas, por Ilya Prigoyine, en los principios de la década de los 60.

4. La Sinerg6tica, por Hermann Haken, en la década de los 80.

El objetivo de estudio de estos modelos son los sistemas complejos, que no obstante su complejidad, no son desorganizados, sino que, por el contrario, esta misma complejidad es la que crea la capacidad de autoorganización.

Tienen como finalidad organizar la complejidad a través de un conjunto de ecuaciones que describen los diferentes aspectos de los sistemas.

Por otra parte, de la misma manera que los modelos son entidades conceptuales, la complejidad no es patrimonio del fenómeno en si mismo, sino que es una escala de acuerdo a la perspectiva con que se observe y los conceptos que se utilicen.

Aqui y como veremos más adelante, los conceptos se centran en retroacción, feed-back, causalidad circular, etc., por lo tanto cualquier sistema puede ser observado desde esta óptica, desde una célula hasta una planta, desde un sistema solar hasta una colonia de hormigas.

Cualquier hecho observable puede ser objeto de estudio desde cualquiera de los modelos. Entonces, si la mirada es diferente (de acuerdo al modelo que se intemalice) las construcciones de hipótesis resultantes de la observación también tendrán perfiles diferentes, coherentes con la epistemología de la observación.

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El autor presenta un cuadro en donde sintetiza los tres tipos de modelos, anexando un cuarto, las propuestas fenomenológicas (también podríamos poner en su lugar las interpretativas), que completan el cuadro de las estrategias de abordaje posibles a un objeto de estudio. Señala que las teorías fenomenológicas, simbólicas e interpretativas en general tienden a romper con las generalizaciones, dándole preeminencia a un conocimiento local.

Si observamos el cuadro, el modelo sistémico se aparta de las estructuras clásicas de los sistemas deductivos, puesto que conceptos como homeodinamia, causalidad circular, multicausalidad, retroalimentación, entre otros, impiden aseverar que si sucede un determinado hecho ella implique la producción de un determinado resultado.

Lo que permite describir el modelo es un determinado proceso de acuerdo al fenómeno que se observa, por medio de la circularidad:

«En un estudio sistémico, lo que más puede hacerse es describir formalmente el fenómeno de que se trate (sea la estructura del sistema, sea su trayectoria), a través de determinadas ecuaciones. Técnicamente, estas ecuaciones acostumbran ser ecuaciones diferenciales no lineales, aunque otras expresiones matemáticas podrían aplicarse a la misma descripción. A menudo un sistema se describe mediante un grafo topológico o un diagrama de flujo, asociado o no a una caracterización matemática más precisa. A

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partir de la descripción se podrá, eventualmente, construir un modelo de simulación, manipularlo y derivar predicciones respecto de su comportamiento» (Reynoso 1993).

Por último, el autor aprovecha para desmitificar algunas creencias acerca del modelo sistémico que llevan a un error interpretativo de la teoría que lo avala.

En principio, se puede sostener que cualquier modelo más o menos axiomatizado o formalizado puede llamarse sistémico, o que los modelos sistémicos se reducen a estructuras matemáticas o computacionales, ya que muchos modelos formales son mecánicos o estadísticos, y también existen modelos sistémicos sin cuantificación.

La Inteligencia Artificial, la Teoría de los Juegos, la Informática y otras investigaciones, no necesariamente coinciden con la Teoría de los Sistemas o comparten sus principios.

La Teoría General de los Sistemas no es una concepción positivista, etiqueta con la cual -en los últimos tiempos- se pretende marginar las nuevas propuestas con aspiraciones de imponerse en el mundo científico, sin que se ponga en juego su comprensión, evaluando así su productividad. Categorizar como equivocado o erróneo al objeto de discusión priva al discurso de toda fuerza crítica.

Son numerosos los conceptos sistémicos que dan jaque al principio positivista de lo analítico y a la concepción reduccionista de las ciencias a la mecánica vulgar.

Por otra parte, hablar de sistemas no implica que la teoría con la que uno avala la observación sea sistémica. Sistema es un concepto indefinido, válido para un sinnúmero de posibles explicaciones, mientras que la Teoría General de los Sistemas constituye un modelo preciso y delimitado. Podemos hablar de un sistema familiar, un sistema social, y aplicar a su estudio otros modelos de análisis que distan de la perspectiva descriptiva de la recurrencia y la circularidad por lo cual se hace necesario acotar el concepto de Teoría Sistémica, las construcciones teóricas que fundamentan, sus postulados y con ceptualizaciones.

La diferencia principal que se establece con los demás modelos es la de la circularidad, mientras que la epistemología que subyace al resto desarrolla la linealidad de pensamiento.

En síntesis, la ciencia clásica determinaba, bajo un modelo analítico y lineal, que el conocimiento era objetivo.

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En contraposición a este punto de vista, las ciencias modernas relativizan y cuestionan el paradigma antedicho para proponer un modelo sistémico, donde la circularidad y la recurrencia sean la guía del pensamiento y el conocer, que como acto del observador, se convierte en una construcción, patrimonio de éste, imperando así la subjetividad.

LINEALIDAD Y LA BUSQUEDA DE LOS ORIGENES

Una relación causal se denomina lineal cuando una serie de proposiciones no regresan, cerrando un círculo, a su punto de inicio; esto implica que nunca el resultado de algo va a ejercer sus efectos sobre su propio origen. Por lo tanto, no intervienen procesos de retroalimentación y la secuencia de las causas y los efectos no retornan al punto de partida.

Esta línea de análisis abarca e involucra desde el carácter investigativo de los desarrollos científicos hasta la vida cotidiana. La tendencia al por qué, o sea, la relación causa/efecto, supone la evidencia de la explicación causal, adscribiéndose a una epistemología de corte lineal, aunque, como veremos más adelante, no necesariamente un porqué debe asociarse con la linealidad, sino que existe también un porqué que compete a la recurrencia.

Lineal es un término que a veces ofrece confusión, principalmente cuando se trabaja con un modelo cibemético, orientado hacia las matemática.

Bateson (1979) diferenció los términos lineal y linear, señalando que: «Linear es un término técnico de la matemática, que describe una relación tal entre variables, que cuando están representadas una con respecto a la otra en coordenadas cartesianas octogonales, el resultado es una línea recta. Lineal es la relación entre una serie de causas o argumentos, cuya secuencia no vuelve al punto de partida. El opuesto de lineal es no lineal. El opuesto de lineal es recurrente».

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En matemática, los gráficos lineares se representan con dos ejes de coordenadas: X e Y. En estas variables el cambio es continuo y ambas poseen una relación constante y proporcional con respecto al cambio cuantitativo, por lo tanto, el aumento o disminución de una implica un aumento o disminución de la otra.

Las respuestas de un sistema a la entrada de información pueden ser directamente proporcionales a dicha entrada -lineares-, o variar con respecto a la entrada de información -no lineares.

La no linearidad es una relación entre variables de un sistema de coordenadas cartesiano (de ángulos rectos) que no forman una línea recta. Existen relaciones no lineares continuas y relaciones no líneares discontinuas, y estas últimas son llamadas funciones escalonadas.

En matemática, las funciones escalonadas son la contrapartida de lo que en la Teoría General de los Sistemas se llama cambio de segundo orden. Tengamos en cuenta que dicha teoría sostiene la existencia de dos niveles de cambios posibles: de primer y segundo orden.

Vayamos ahora a relacionar estos dos tipos de cambio, cotejándolos con las funciones de los gráficos matemáticos.

En lo que llamamos cambios de primer orden, los parámetros individuales varían de manera continua, pero la estructura del sistema no se altera, puede mantenerse constante mientras se producen cambios cuantitativos. El sistema que sólo esté capacitado para ejecutar cambios de primer orden regulará su estabilidad con relativa continuidad, gracias al mecanismo de la homeóstasis. Por lo tanto, se basa en gran medida en un tipo de retroalimentación negativa, en cuyo proceso autocorrectivo se contrarresta la desviación que traspasa ciertos límites, en la dirección opuesta al cambio inicial que produjo la retroalimentación.

Bateson (1972), al referirse a esta dinámica, decía «que se trataba de una cadena circular de sucesos causales ( ... ) de manera que cuanto más hubiera de algo, tanto menos habría de lo siguiente en el circuito». Él mismo realiza una interesante observación, señalando que toda retroalimentación es negativa y cuando hablamos de un tipo de retroalimentación positiva es solamente un «arco o secuencia parcial» de un proceso más abarcador de retroalimentación negativa.

«La aparición de fugas intensificadas en los sistemas, deriva del marco de referencia que el observador ha puntuado: la ampliación del

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marco de referencia propio permite ver la "fuga" como un tema de variación ante órdenes de control superiores» (B. Keeney, 1983)

Fue Asliby en 1952 quien acuñó el término primer orden, refiriéndose a los cambios continuos y correctivos en un sistema, cuyos ejemplos son el mantenimiento de la temperatura del cuerpo por medio de la transpiración, o el termostato que opera equilibrando la temperatura en un ambiente. En el ámbito de los problemas humanos, las soluciones intentadas para resolver un problema suelen sostener (o mejorar) el estatismo y la no-evolución porque a menudo se hace más de lo mismo y cuanto más de lo mismo se repite, más del mismo resultado se obtiene.

En síntesis, todos los cambios cuantitativos que se efectúan dentro de un circuito conducen a un equilibrio estático (homeóstasis), no existe una modificación de corte cualitativo que permita un cambio en el funcionamiento, es la paradoja de cambiar para no cambiar.

Con respecto al cambio de segundo orden, el sistema cambia cualitativamente y en forma discontinua. Estos sistemas están mucho más capacitados para adaptarse a las alteraciones del ambiente que aquellos que son regulados por cambios de primer orden, y son los que tienen, como señala Bateson, «capacidad de aprendizaje»; o sea, que la estructura del sistema está preparada para acomodarse a todos los procesos del desarrollo que impliquen la modificación de la misma (morfogénesis).

Si bien Asbby describió este tipo de cambio, los primeros en introducirlo en el marco de la Terapia Familiar fueron Watzlawick, Weakland y Fisch en la década de los 60, y se considera uno de los soportes teóricos del modelo sistémico de Palo Alto, entendiendo que una pequeña intervención en un circuito de interacciones que rompiese con el más de lo mismo (en términos cualitativos) podría provocar modificaciones significativas en los sistemas, generando así una nueva estructura de pensamiento y acción.

El cambio de segundo orden se caracteriza por ejercer un cambio en el conjunto de reglas que organizan y dirigen el orden interno de la estructura de un sistema, podría decirse un cambio del cambio, y de ahí el término segundo orden. Se basa en un tipo de retroalimentación positiva que provoca una ampliación de la desviación, desarrollando nuevas estructuras.

De acuerdo con este aspecto, en un medio donde se efectúen cambios importantes, los mecanismos homeostáticos amenazan la supervivencia del sistema e impiden la posibilidad de crecimiento y adaptación a las nuevas situaciones. La retroalimentación positiva es

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elemental para pasar a un nivel más profundo de acomodación y para que el sistema logre su autoorganización.

A la vez, un sistema que no regule su desviación -0 mejor dicho, una retroalimentación positiva que no reequilibre al sistema- termina destruyéndose (fuga en lenguaje cibernético).

Watzlawick (1967) se refiere, como ejemplo análogo del cambio de segundo orden, a las velocidades y cambios de marcha de un automóvil. En la primera marcha la velocidad se limita hasta cierto punto; cuando se quiere alcanzar una velocidad mayor (diferencia cualitativa) es necesario modificar la marcha, o sea, realizar el cambio. El sistema entonces se recalibra y reorganiza, produciendo el efecto deseado, más allá de que este cambio esté íntimamente relacionado con otras estructuras intemas del sistema (como el mecanismo del embrague, caja, motor, etc.).

Este efecto, llevado al plano clínico representa un cambio en las soluciones intentadas por los pacientes. Es obvio que cuando nos consultan acerca de un problema, la exploración sobre los intentos de solución para resolverlo dan como resultado la inefectividad de los mismos, hasta tal punto que se han convertido en problema. Dichos intentos son los cambios cuantitativos -por lo tanto, cambios de primer orden-, que ayudaron a sostener la homeóstasis del circuito, apoyando el efecto sintomático.

Un giro copernicano sobre los mismos, por parte del terapeuta, implica efectuar un cambio del cambio, introduciendo entropía en el sistema, para que del desorden pueda establecerse un orden cualitativo distinto, de lo contrario el terapeuta formará parte del grupo de intentos de solución fallidos, colaborando con la no-evolución y estancamiento del sistema.

Como señalamos anteriormente, el concepto de linealidad corresponde al pensamiento científico clásico y, más concretamente en el plano de la psicoterapia, abarca todos aquellos modelos que parten del supuesto teórico de que las causas del pasado producen sus efectos y son generadoras de la situación presente; por lo tanto, los conflictos, las conductas sintomáticas y los comportamientos patológicos son explorados buscando sus orígenes en la historia de sujeto.

Indudablemente, esta línea de pensamiento refleja la herencia del enfoque médico tradicional, que parte del análisis de cualquier síntoma fisico (y a veces psicológico), tratando de encontrar su etiología y diseñando el tratamiento adecuado, para lograr eliminar la sintomatología observable (por ejemplo, aplicando la medicación correcta).

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Este tipo de pensamiento es trasladado isomórficamente al ámbito de la psicoterapia. Keeney (1983) se refiere, como ejemplo, a la nosología psiquiátrica y al modelo clásico de la psicopatología, calificando a esta epistemología de: «[ ... ]atomista, reduccíonista y anticontextual [ ... ] los terapeutas entienden que su labor consiste en tratar de corregir, disecar o exorcizar los elementos malos, enfermos o locos de sus clientes [ ... ] ejemplos dramáticos de este enfoque son los métodos bioquímicos, quirúrgicos y eléctricos de la terapia».

Estos son métodos que operan como correctores de desviación. Sin extendemos demasiado, uno de los signos con que se define la locura es el apartamiento de la realidad; sin duda, esta realidad está referida a las normas y pautas que rigen el funcionamiento social.

El transgresor o desviado de la norma debe ser reencauzado por el profesional de acuerdo con los baremos sociales vigentes; en este sentido, el terapeuta se convierte en un agente del orden y el manicomio en el lugar de la corrección. Este punto de vista fue seguido exhaustivamente por la mayoría de las corrientes contraculturales, fundamentalmente la Antipsiquiatría (1960) y la Desinstitucionalización psiquiátrica (1970). Estos movimientos introdujeron entropía frente a la homeóstasis social, pero no lograron generar el cambio del paradigma psiquiátrico clásico.

Pero una lectura lineal de una situación problemática (o no), no solamente remite a la historia de la persona:

1. Pueden buscarse en el pasado los elementos traumáticos que han podido generar la aparición de un síntoma en el presente.

2. También es lineal, en términos médicos, la búsqueda de la causa de una afección determinada (una fiebre alta puede tener diferentes etiologías).

3. Así mismo, pueden encontrarse lecturas lineales en un eje sincrónico -de tiempo presente-, buscando causas relacionales, como, por ejemplo, atribuir el origen de la angustia de una mujer a las malas contestaciones del hijo, sin dar el giro que produciría la recurrencia (¿qué genera ella para que éstas se produzcan?), puesto que así entramos en el terreno de las interacciones, y, por ende, en otra epistemología.

Este último punto significa que, en contra de lo que siempre se ejemplifica como epistemología lineal en psicoterapia, llámese encontrar los orígenes de un síntoma actual en el pasado de la persona, también encontrar un porqué relacional implica una linealidad de otro orden. La linealidad no sólo se posiciona en el eje

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de la diacronía, sino que pueden existir hipótesis lineales en el eje sincrónico.

La epistemología de corte lineal es la que rige y ha regido la forma de conocimiento humano, traspasó las fronteras culturales y de tiempo, e impregnó las investigaciones del saber científico, así como el acto cotidiano de la vida del ser humano.

Existe una tendencia natural a buscar el origen o la causa del hecho que sucede, trazando hipótesis, tal vez múltiples, pero que conllevan el paradigma lineal en su esencia. El modelo sistémico ha propuesto una epistemología diferente, que todavía no ha alcanzado el status de paradigma, no ha logrado suplantar y ni siquiera absorber el paradigma imperante, no porque no contenga los elementos conceptuales adecuados, sino porque la comunidad científica, es decir, el grupo de poder, no ha querido aún aceptar totalmente las nuevas reglas que propone la Teoría General de los Sistemas.

CIRCULARIDAD Y REVOLUCION CIBERNÉTICA

La otra variante epistemológica, base de la psicoterapia sistémica, es el concepto de recurrencia o de causalidad circular.

La circularidad expresa -al contrario de la linealidad- cómo en una secuencia de causa y efecto, éste impregna la causa primera, confirmándola o efectuando una modificación, y a través de esta recurrencia, la causa inicial -en la progresión y dinámica del procesose ve afectada.

La conceptualización del proceso circular es aportada por la Cibernética, cuyo modelo se constituye por una unidad básica: el mecanisino de retroalimentación. Pero, ¿cómo surge esta nueva epistemología, cómo se inventó esta nueva teoría?

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Por lo general, la mayoría de las grandes teorizaciones, modelos Psiquiátricos o psicológicos y las investigaciones en distintos campos, se cimentaron en una visión analítica que implicaba la primera ley de la Termodinámica. Esta primera ley ponía de relevancia los fenómenos de conservación y transformación de la energía. Su epistemología es lineal, y su método explicativo -a través de una diacronía y sincronía causal- aportaba los elementos necesarios para cumplir los objetivos.

A partir de los años 50, aparece una nueva epistemología, que se fundamenta en el concepto de información -basado en la segunda ley de la Termodinámica-; el discurso se estructura alrededor de términos como desorden, orden, entropia negativa, naturaleza retroactiva u organización, construyendo así lo que se llamó causalidad circular. La información se erige en el módulo central de las investigaciones, orientándose a procesos de comunicación más abarcativos y complejos, como son los sistemas humanos.

Así, la Cibernética (Wiener, 1948) tuvo como objeto de estudio los procesos de comunicación en sistemas naturales y artificiales, y es definida por su autor como «la ciencia de la comunicación en el hombre y la máquina». Etimológicamente deriva del término griego kybernetiké* que significa'el arte del timonel' o 'el arte de gobernar' y se utiliza ya en La República de Platón, donde su significado se emparenta con el de Política, en el sentido del arte de gobernar o dirigir. Según Keeney, si la palabra designa tanto el hecho de comandar una nave como el de ejercer el control social, esto nos revela que la Cibernética se ocupa tanto de los seres humanos como de las máquinas que ellos mismos crean.

La idea central del origen de la Cibernética es que existe una pauta que organiza los procesos fisicos y mentales. Si bien estas ideas se venían gestando largo tiempo atrás, sólo a mediados de este siglo cobraron mayor repercusión.

Sin apartarnos de la teoría, algunos hechos históricos nos permiten contextualizar su nacimiento. Fue en 1943 cuando aparecieron dos artículos que pueden considerarse como el nacimiento de la Cibernética. Uno de ellos se titulaba Conducta, finalidad y teleología, y en él sus autores, Arturo Rosenblueth, Norbert Wiener y Julian Bigelow, desarrollaron el concepto de finalidad e intencionalidad. El otro, Cálculo lógico infinitesimal de las ideas inmanentes en la actividad nerviosa, de Warren McCulloch y Walter Pitts, reveló el tipo de funciones que todo cerebro debe computar con el objetivo de percibir y describir. Estos escritos intentaban discernir las pautas de organización que subyacen tanto a la conducta intencional o teleológica como a la percepción respectivamente.

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Paralelamente, Gregory Bateson desarrollaba una concepción del proceso interaccional desde la Antropología, y Jean Piaget, estudiando la evolución de la inteligencia, identificaba los mecanismos del conocer.

En los años 40 comenzaron a producirse unos encuentros fomentados por la fundación Josiali Macy, que nucleaba a profesionales de distintas disciplinas. El primero se realizó en Nueva York en 1942 y allí se discutió acerca de los problemas de la inhibición central en el sistema nervioso, cuyo eje central fue la hipnosis, debatiéndose, además, informalmente las ideas de Rosenblueth.

El segundo encuentro tuvo lugar en 1944 y adquirió un carácter bianual. La preocupación de este grupo de científicos era encontrar la temática común que los uniera en sus investigaciones, a pesar de las diferencias de cada especialidad. Por lo general, los temas discutidos en los encuentros se referían a los mecanismos de retroalimentación y a la causalidad circular, tanto en sistemas biológicos como sociales.

Finalmente, Wiener acuñó el término Cibernética para designar a nuevo tipo de paradigma.

Ya a comienzos del siglo xx, Bernard había observado el isomorfismo entre la regulación de la máquina de vapor y los organismos vivos, frente a cambios internos o externos que podían alterar su metabolismo. Ciertas sustancias se conservaban en el cuerpo de una forma muy estable, lo que condujo a postular la estabilidad del medio interno, como uno de los elementos fundamentales para la vida.

Es Cannon el que introduce el término homeóstasis para designar la tendencia a mantener dicho equilibrio interno a través de mecanismos reguladores complejos que, por ejemplo, llevan a una constancia de la concentración de azúcar en sangre, de la presión osmótica y de la temperatura del cuerpo.

Pero fue a finales de los años 30 que el matemático Wiener se reunió con el neurofisiólogo Rosenblueth y con Cannon para discutir sus trabajos, pensando en la posibilidad de encontrar un lenguaje que los uniera frente a la similitud de sus investigaciones, y que les permitiera tender puentes ante cuestiones isomórficas.

«En esa época Wiener participa en las investigaciones que permitirán la creación de ordenadores modernos. Pero Norteamérica entra en guerra y, como los otros científicos, debe participar del esfuerzo común de lucha contra el enemigo. Los progresos de la

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aeronáutica, y en especial el aumento de la velocidad de los aviones, han dejado anticuadas las piezas de artillería antiaérea. Se encarga a Wiener que estudie la cuestión. Él se da cuenta que es necesario integrar en el aparato de control el tratamiento de todas las operaciones necesarias. Así, con la ayuda del ingeniero americano J. Bigelow, Wiener se aplica a construir un aparato que permita tener en cuenta el desplazamiento del avión blanco (y las características de previsión que esto necesita), así como la reducción del error de tiro. "Bigelow y yo mismo llegamos a la conclusión de que un factor muy importante de la actividad voluntaria es lo que los ingenieros del control llamanfeed-back (o retroacción). Cuando se desea que un movimiento siga un modelo dado (por ejemplo una trayectoria definida para que un misil alcance un blanco), la desviación entre este modelo y el movimiento realmente efectuado es utilizada como un nuevo dato (feed-back) para hacer que la parte que se desplaza siga una trayectoria más próxima al movimiento previsto por el modelo"» (Wittezaele, García, 1992).

La posibilidad de ingresar información nueva dentro de este circuito permite corregir la desviación, rectificando el error, y por lo tanto, modificar la comunicación de retorno (feed-back) implica lograr mejorar el objetivo.

Este fenómeno es comparado con los movimientos voluntarios humanos. Por ejemplo: cuando queremos alcanzar un objeto con la mano se introducen una serie de rectificaciones -conscientes o inconscientes-, que llevan a que el movimiento alcance su objetivo.

Rosenblueth observa análogamente -estimulado por Wiener- estos mecanismos en pacientes con afecciones en su sistema nervioso.

Ninguno de los tres científicos intenta analizar las organizaciones internas, sino el comportamiento, las reacciones observables, tanto los outputs como los inputs, tomando las propiedades internas como caja negra, y de esta manera afirman que

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el concepto de Jeed-back es la clave de la explicación de todo comportamiento intencional.

Este concepto fue trasladado al área de la psicología, aunque no con la precisión suficiente en que fue aplicado en la fisica. A posterior¡, Margared Mead señala en una entrevista personal que el concepto defeed-back fue utilizado por Kurt Lewin de una manera diferente:

«[ ... ] como cuando haces algo con un grupo, vuelves a hablar de ello más tarde y le dices lo que ha pasado [ ... ] así es como la palabra feed-back fue introducida de manera incorrecta en las conferencias tipo Unesco [ ... ] -no he recibido feed-back de tu parte, no puedo continuar sin un feed-back-. Esto no hubiera sobrevivido si Kurt no se hubiese muerto, sin duda se hubiese rectificado» (Wittezaele, García, 1992).

El concepto de feed-back es el módulo central de las ciencias de la comunicación. La comunicación de retorno es la esencia de la interacción; de la misma manera que el primer axioma de la pragmática de la comunicación humana sentencia «es imposible no comunicarse», siempre en la interacción, nuestra conducta pauta y delimita la respuesta de nuestro interlocutor y esta misma es la que regulará nuestra conducta y así en sucesión recursiva. Por lo tanto, el feedback aparece en las relaciones humanas como el sol cada mañana. No se trata de un concepto que depende de la voluntad de las personas, con lo cual esperar o pedir un feed-back sería convertirlo en una acción voluntaria, cuando en rigor es patrimonio de la comunicación.

De esta manera, la idea básica de la Cibernética es la de retroalimentación, que Wiener definió como:

«[ ... ] un método para controlar un sistema, reintroduciéndole los resultados de su desempeño en el pasado. Si estos resultados son utilizados meramente como datos numéricos para evaluar el sistema y su regulación, tenemos la retroalimentación simple de las técnicas de control. Pero si esta información de retorno sobre el desempeño anterior del sistema puede modificar su método general y su pauta de desempeño actual, tenemos un proceso que puede llamarse aprendizaje» (Wiener, 1954).

Por lo tanto, la acción de corregir la desviación se pone en movimiento por la diferencia, tal como lo define Bateson, con lo que es posible entender todo cambio como la necesidad de mantener cierta regularidad y esta misma, a su vez, podrá mantenerse a través del cambio. A esta estabilidad del sistema se le aplica el término

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homeóstasis, que no es una denominación muy afortunada ya que revela un equilibrio estático, un estado más bien estacionario.

Brand (1976) lo definió con el término homeodinámico, que ejemplifica el doble juego cibernético de estabilidad-cambio. Homeodinamia es el equivalente a lo que Maruyama llamó morfogénesis; esta propiedad es patrimonio de aquellos sistemas más permeables al entomo, con flexibilidad en las reglas de su funcionamiento, que le permiten, frente a situaciones de crisis (como introducción de entropía), modificar sus pautas y reacomodarse a la nueva situación.

Esto posibilita que el sistema madure, alcanzando niveles evolutivos superiores, acumulando experiencia que lo llevará a sortear nuevas dificultades con menor gasto de energía.

En ocasiones se señala que la diferencia que se establece entre el control de la desviación de la energía de un sistema (negentropía) o su amplificación (introducción de entropía) corresponde y se extiende a dos tipos de retroalimentación diferentes; M. Maruyama (1968) sugiere que existen sistemas que amplifican la desviación y otros que la contrarrestan, como si fuesen dos tipologías de sistemas:

• Los sistemas que contrarrestan la desviación son conducidos por un tipo de retroalimentación negativa que genera homeóstasis en el circuito.

• En aquellos que amplían la desviación, la retroalimentación es positiva, produciendo homeodinamia en el sistema.

No obstante, el problema que presenta esta discriminación es que lleva a construir compartimientos estancos de dos polaridades: la estabilidad y el cambio. Si esto es llevado al campo de la Terapia Familiar, se diferencian tipos de familias homeostáticas, homeodinámicas o que alternan en los dos procesos.

Pero esta división no tiene su origen en la epistemología cibernética, puesto que desde ésta es imposible separar la estabilidad del cambio, ya que ambas serían dos partes complementarias de un mismo proceso. No puede efectuarse un cambio si el sistema no posee un techo de estabilidad sobre él, y a su vez la estabilidad descansa en los procesos de cambio que están por debajo.

Wiener ya había propuesto que la estabilidad y el cambio pueden explicarse como diferentes órdenes de retroalimentación. De acuerdo con la retroalimentación, se deriva el éxito o fracaso de una acción sencilla, pero en un nivel más alto, la retroalimentación de la

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información, que corresponde a una pauta de comportamiento o a una modalidad de conducta, puede lograr que el organismo cambie su planificación estratégica de una acción futura. Esta retroalimentación se diferencia de otras más elementales, pertenece a un orden superior y suele ofrecer una manera de preservar y de cambiar una determinada organización social.

Vale decir que, si la retroalimentación simple, por así llamarla, no es controlada por una de orden superior -retroalimentación de la retroalimentación- se generará una intensificación de la ampliación de la desviación, surgirá el descontrol en el sistema y se producirá lo que Bateson llamó esquismogénesis. Dicho en otras palabras, se refiere al proceso que incrementa la intensidad en un circuito, que al no estar bajo control, genera un nivel de tensión tal que produce la fragmentación del sistema, destruyéndolo.

Repitiendo la afirmación de Bateson, lo que se denomina retroalimentación positiva o desviación o amplificación de la energía, no es más que un arco o secuencia parcial de un proceso de retroalimentación negativa mucho mayor.

«La Cibernética estudia de qué manera los procesos de cambio determinan diversos órdenes de estabilidad o de control. En esta perspectiva, el terapeuta debe ser capaz de distinguir no sólo la retroalimentación simple, que mantiene el problema presentado por su cliente, sino también la retroalimentación de orden superior, que mantiene esos procesos de orden inferior. El objetivo del terapeuta es activar el orden del proceso de retroalimentación que permita a la ecología perturbada, autocorregirse» (Keeney, 1983).

Si no se toma en cuenta el proceso de retroalimentación superior el profesional observa tan sólo una parte de la dinámica -el árbol que no deja ver el bosque-, desconociendo cuál es el techo con el que opera. Así el terapeuta quedará entrampado en el juego homeostático de la familia, siendo una parte más de dicha maquinaria.

En conclusión, el cambio adaptativo como proceso de aprendizaje con el objetivo del crecimiento surge del control del control y no del descontrol del sistema. Ya los griegos en el siglo V (A.c.). concibieron la creación del universo a partir del caos. Del desorden surgieron la tierra, el agua, el cielo, las estrellas, etc., se constituyó el cosmos, que en griego significa 'orden'.

A toda esta etapa de la concepción cibernética se la llamó Cibernética de primer orden.

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El concepto de caja negra en donde un observador se posicionaba delimitando la información de entrada y salida marcaba el perímetro de dos espacios: el del observador y el de la familia. Por lo tanto, estas investigaciones no involucraban al observador en el campo de observación. El ingreso del observador como un elemento más en el sistema representa la evolución de las ideas originales de la Cibernética, constituyéndose lo que se llamó Cibernética de la Cibernética o Cibernética de segundo orden.

Heinz Von Foerster (1974) diferencia a la Cibernética de primer orden como la de los sistemas observados y la de segundo orden como la Cibernética de los sistemas observantes, equivalencia de los términos Cibernética simple y Cibernética de la Cibernética, respectivamente.

En este período, la Cibernética se convierte en objeto de estudio de sí misma, de ahí el término acuñado por M. Mead (1968) (…) de segundo orden; de esta manera definitivamente se incluye al observador dentro del sistema.

Trasladado este campo a los sistemas de comunicación humanos, las ideas cibernéticas se comprendieron a través del concepto de caja negra; así la familia es metafóricamente comparada con ésta: los síntomas y las intervenciones son los mensajes de entrada y salida del sisiema, y el terapeuta sería el ingeniero que debe recalibrarlo.

Esta idea ha sido muy importante para entender el funcionainiento de la dinámica familiar y diseñar las estrategias adecuadas. Watzlawick (1967) asevera que el objetivo de la psicoterapia tradicional consiste en descubrir el inconsciente (tomado como caja negra), del cual solamente podemos realizar inferencias o hipótesis. únicamente podemos observar los inputs y outputs que el sistema acciona; por lo tanto el límite de la aplicación de las primeras ideas cibernéticas al campo de la terapia familiar radicaba en que esta concepción pragmática excluía al observador/terapeuta del campo de observación. Es la Cibernética de segundo orden la que integra los dos sistemas -el observante y el observado- como parte de un sistema recursivo total. Las investigaciones se distinguieron por dos fases predominantes:

1 En la primera, los investigadores se preocuparon por mantener la homeóstasis del sistema familiar, por lo que las intervenciones se referían a fortalecer reglas, mandatos y mitos familiares que contrarrestasen la desviación de energía como efecto negentrópico. 2. En la segunda, los temas predominantes oscilaron entre las necesidades de cambio, evolución y creatividad. Las intervenciones

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