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El libro de los muertos

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Academic year: 2021

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E l libro de los muertos, u n a de las o b ra s capitales d e la lite ra tu ­ ra relig io sa de tod os los tiem p o s, con stitu ye u n d o cu m en to de p rim e ra m ag n itu d p a ra a d e n tra rse e n e l co n o cim ien to de la religiosid ad d el a n tig u o p u eb lo egipcio.

L a o b ra está fo rm a d a p o r u n co n ju n to de tex to s y fó rm u la s m ágicas, m ed ia n te las cu ales los d ifu n to s (para q u ien es estaba d estin ad o tal libro) p o d ría n v e n c e r las dificultades y p eligros q u e les esp erab a n en el m ás allá.

El sen tid o p ra g m á tico d e la o b ra m o tiv ó qu e el El libro de los muertos fu ese co p iad o u n a y o tra vez, h ab ién d o n o s lleg ad o así m u ch o s eje m p la res, a lg u n o s b e lla m e n te ilustrados, circu n s­ tancia qu e h a d ificu ltad o el e sta b le cim ien to de u n a edición canónica.

Este lib ro, con su p ro fu n d o sen tid o aleg ó rico , sus im ág en es y su recrea ció n fan tástica en las situacion es de u ltra tu m b a , nos p e rm ite segu ir con to d o lu jo de d etalles e l p ro ceso religioso de la h isto ria egipcia.

L a p re se n te edición h a sido realizad a p o r el cated rático J o s é M a ría Blázquez M artín ez y el p ro fe s o r titu la r Federico L ara Peinado, am b o s de la U n iversid a d C o m p lu ten se de M adrid.

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EL LIBRO

D E LOS MUERTOS

Edición preparada por José M.a Blázquez Martínez

y

Federico Lara Peinado

EDITORA NACIONAL T o r r e g a lin d o , 10 - M ad rid -1 6

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Introducción de José M aría Blázquez M artínez T raducción y notas de Federico Lara Peinado © C opyright, 1 9 8 4

E D IT O R A N A C IO N A L . M adrid (España) ISB N : 8 4 - 2 7 6 - 0 6 6 7 - 2

D e p ó sito L egal: M - 2 1 0 0 4 - 1 9 8 4

Im p rim e U n ig ra f.S .A . F ite n la b ra d a M ad rid .

CLASICOS PARA UNA BIBLIOTECA CO N T EM PO RAN EA

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La l i t e r a t u r a e g i p c i a d e c a r á c t e r f u n e r a r i o

E l p u eb lo egipcio, a lo largo de su historia, estuvo profundam ente p r e o ­ cupado p o r la idea de la m uerte y p o r la vida d e ultratum ba. E llo originó una abundante litera tu ra de ca rácter fu n era rio, que hay que conocer, siq u ie­ ra sea someramente, p a r a valorar e l Libro de los M uertos y encuadrarlo en su contexto exacto. E sta litera tu ra fu n era ria , que ha llegado a nosotros, es numerosa y variada. A ella perten ecen p o r orden cronológico los Textos

de las Pirámides, redactados aproximadamente entre los años 2 5 00 y 2300

a. C. A lgunos investigadores, como E . D rioton, creen que la casi tota­ lid a d de los tex tos recogidos en las p irá m id es son anteriores a la p r im era Dinastía. Pertenecerían p o r lo menos a la época de la Dinastía d e Buto, o sea, a l cuarto milenio. E stos tex tos mencionan con frecu en cia la presen cia en el cielo de los reyes de B uto y de Nekhen. H acen frecu en tes alusiones a la época osírica, a los reyes hesitas y a los hechos d e la historia anterior a la p rim era D inastía.

O tros autores, p o r e l contrario, bajan su cronología hasta los años d e las D inastías III-V. Tales textos están grabados en las p a red es de las p ir á m i­ des de las D inastías Vy VI. L os Textos de los Sarcófagos, que siguen a los anteriores, se escribieron en tre los años 2 3 00 y 2 0 00 a. C. E l Libro

de los M uertos se fech a a p a r tir d el 1500 a. C., p e r o m uchas p a r te s r e ­

montan a los comienzos d e l Im perio A ntiguo.

No term ina con estos tex tos y con e l Libro de los M uertos la liter a ­ tu ra fu n era ria egipcia. Se conservan otros libros con e l mismo carácter, que

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son los sigu ien tes; E l Libro de lo que hay en el M ás A llá, el Libro de

las Puertas, e l L ibro de la Noche, e l Libro de los Cam inos y e l L i­ bro de las Cavernas.

D e la s p rim era s dinastías egipcias no se conserva litera tu ra alguna de ca rá cter fu n era rio. Con e l últim o rey de la V D inastía, d e nombre Unas, co­ mienzan las inscripciones a ap arecer sobre ¡a s habitaciones de la s pirám ides. E stos tex tos están destinados ex clusivam ente a l rey. A p a r tir d el p r im er interregno, también se inscribieron en ¡as p a red es internas d e ¡os sarcófagos, añadiendo tradiciones ¡ocales, que y a no eran d e ca rácter real. A estos s e ­ gundos textos se les llama, d el lu gar donde están escritos, Textos de los

Sarcófagos. Todos estos textos, con variaciones y añadidos fu ero n transm i­

tidos a l Im perio N uevo y a las dinastías p osteriores. A p a r tir de este momento fu ero n copiados en p a p iro s y depositados en la s tumbas, ju n to con e l ca d á ver; de a q u í su denominación d e Libro de los M uertos. No se tra ta d e un verdadero libro, con unidad interna, sino de una colección gra n d e de fó rm u la s heterogéneas. No se transm itió e l tex to con una escrupulosa ex a cti­

tud, como hacían los escribas ju d ío s y cristianos con la s Sagradas E scrituras, sino que evolucionó profundam ente desde la s p rim era s inscripciones de los sarcófagos hasta su redacción en e l Im perio Nuevo. E llo no se debe, como su ­ g ie r e S. M oren zx, a una deficiencia de los copistas, sino que obedece a causas profundas. Se trataba de un tex to mítico, que carecía d e sentido p a r a los lec­

tores, p a r a los que e l mito había p erd id o su significado y , p o r lo tanto, su im portancia. E n segundo lugar, los egipcios no tenían escrúpulos en a ltera r e l texto.

L os g rieg o s y ¿os cristianos se atrevieron a m odificar ¡a interpretación de los textos, y los egipcios, p o r e l contrario, añadían glosas.

E sta litera tu ra fu n era ria estaba a disposición d e todo e l mundo una vez que se prod u jo una especie de dem ocratización d e la doctrina sobre la m uerte. Sin embargo, se ordenaba no hacer p ú b lica s la s fó rm u la s m ágicas a los p rofa nos y estaba prohibida la transm isión directa d e generación en g en e­ ración en e l interior de ¡as fam ilia s. E n tiem pos d e revueltas, estas fó rm u la s m ágicas eran profanadas. L a litera tu ra fu n era ria era esencialm ente una l i ­ tera tu ra d e carácter mágico. P or ello había que rod earla de m isterio.

L os egipcios, en ios tiem pos más antiguos, creían en una p erviven d a d el espíritu d e l m uerto en relación con e l cuerpo. Sería una creencia en una vida ultraterrena, p a recid a a la de los babilonios, los fen icios, los etruscos, los ibe­ ros, y otros pu eblos de la A ntigüedad. E sta creencia queda dem ostrada fá cilm en te p o r la presen cia ju n to a los m uertos d e los ajuares funerarios.

1 L a religió n égyp tien n e, P arís, 197 7 , 285 ss. U n ex celen te m a n u al,so b re el E gipto an ti­

guo es el de E. D rio to n , J . V an d ier, H istoria d e E gip to, B uenos A ires, 1973. Sobre el tem a de este p ró logo sigue siendo fund am en tal A . H. G ard in er, T he A ttitu d e o f i h e A n cien t E gy p ­

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Junto a esta creencia, que p e rv iv ió m uchos siglos en e l V alle d e l Nilo, p ron to hizo su aparición una segunda, según la cu a l el m uerto lograba una nueva vida, una vez que e l cuerpo se hubiera descom puesto totalmente, o sea, después que se ha integrado a la tierra. E sta creencia está en relación con el culto a la diosa madre.

D esde los tiem pos m ás rem otos las ideas egipcias de ultratum ba s e vin­ cularon con ios cultos agrarios y , más concretamente, con Osiris, concebido como hombre que m uere y resu cita bajo la fo rm a d e un dios. O siris enseñó a los hombres la agricultura, la s leyes y la fa m ilia monógama. E l cu erp o de O siris perm an ece en la tumba, m ientras su espíritu se incorporaba a los res­ tan tes dioses. Isis había logrado recom poner e l cuerpo d e Osiris, que se d irigió en sú plica a R a, e l dios creador, que atendió su petición .

E l rey era enterrado como Osiris, y a que era d e esencia divina, m ientras su akh, su espíritu, como había sucedido con e l p ro p io Osiris, m archaba con los dioses. En el culto fu n era rio se asim ilaba el rey difunto a Osiris.

En una época d el Im perio A ntiguo, y con segu ridad entre las IIy V D i­ nastías, la teología sola r se asim iló a l culto osírico, hecho que influyó profundam ente en las ideas fu n era ria s egipcias. O siris es ahora asim ilado al d ios Ra, que se introdujo d e este m odo en e l culto osírico, lo que ocasionó que e l fa ra ó n difunto, asim ilado a Osiris, lo fu e r a también a Ra. E l fa ra ón muerto, a p a r tir de esta asim ilación recibe un doble culto, como m onarca d i­ fu n to y como asociado a Ra, en e l tem plo solar. E ste doble culto ex plica

satisfactoriam ente e l hecho d e que en las prox im ida des de la s p irá m id es se coloquen un tem plo sola r y uno d e ca rá cter fu n era rio.

A p a r tir de la V D inastía e l culto solar es m ás im portante que e l osí­ rico, que era e l más an tigu o2.

L os ritos fu n era rios que se hacían con el cadáver d el rey, reproducían el m isterio de Isis, cuando, ayudada p o r Thot y A nubis, volvió a O siris a la vida. P lutarco de Q ueronea, un autor que vivió en tre los siglos I y II de la E ra, ha transm itido la versión más com pleta d e l m ito de O siris en su T ra­

tado de Isis y Osiris. E ste era un rey legendario, fam oso p o r la ju s ticia con

que adm inistró E gipto. Su herm ano Seth le asesinó. Su esposa Isis lo g r ó que­ da rse en estado de O siris y a difunto; en terró su cadáver y se refu gió en el D elta d el Nilo, donde dio lu z a un hijo a l que p u so el nombre d e Horus. Cuando el niño se hizo mayor, p r ep a r ó un ataque contra su tío. Seth salió vencedor a l comienzo de la lucha y logró arran carle un ojo; p e r o la luch a ter ­ m inó con la victoria de H orus, que recu p eró su ojo y lo ofreció a O siris, que d e esto modo recobró la vida. Según la versión de Plutarco, Seth troceó e l ca­ dá ver de O siris en catorce p ed a z os y los desparram ó. Isis logró recogerlos, salvo los órganos sexuales, que se había comido un pez, y en terró cad a uno

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donde los había hallado. P or ello, diferentes santuarios creían p o seer la tu m ­ ba d e O siris. Seth f u e después convertido en barca y obligado a tra nsp ortar a O siris p o r e l Nilo. H orus descendió, después de la victoria, a l reino de los m uertos, a los que anunció la buena noticia y f u e procla m ado sucesor d e su p a d r e y coronado rey. D e este modo «puso en movim iento su alma», p u es O siris estaba aletargado y un sopor inconsciente se había apoderado de él. Una vez coronado Horus, le resu cita en cuanto que es alma. En e l fu tu r o ten dría la obligación de a segu ra r la fe r tilid a d a gra ria y e l crecim iento; p o r ello, se le com para con la tierra o con e l océano que ciñe e l mundo. O siris r e ­ p resen ta a lfa ra ó n difunto y H orus a l nuevo faraón. Un Texto de los Sar­

cófagos ex alta estupendam ente a O siris como e l origen y fun dam en to de

todo lo creado:

«Si v iv o , com o si m uero, yo soy Osiris. P enetro en ti y reaparezco a través de ti; desfallezco en ti y crezco en ti..., los dioses v iv en en m í, porque yo v iv o y crezco en el grano que los sustenta. Y o cubro la tierra; si v iv o , com o si m uero, soy la cebada; no se me puede destruir. Y o he penetrado el orden... He sido hecho señor del orden y emerjo en el orden».

Poco a p o co se convirtió en un modelo no sólo p a r a e l fa ra ón , sino p a r a cada hombre. Su culto se había prop a ga d o en e l Im perio A n tiguo y p o r eso aparece en los Textos de las P irám id es3. E l rito fú n eb re, en la época fin i­ ta, lo ejecutaba la fa m ilia rea l; después p a só a los sacerdotes. L a esencia d e l rito consistía en la ap ertu ra de la boca y de los ojos d e l difunto y de su esta ­ tua, ritu a l con el que quedaba asim ilado a O siris. E l fa ra ó n difunto reina­ ba, a l igu a l que O siris, en e l reino de los m uertos. L os Textos de las

Pirám ides no p erm iten a l lector hacerse una idea ex acta sobre la vida de

ultratum ba, p ero debían los m uertos ca recer d e las necesidades m ateriales de esta vid a ; estarían vecinos a la vida esp iritu a l de los dioses. E n la teología solar, la su perviven cia no estaba vinculada a la conservación d e l ca d á ver4.

L os Textos de las Pirám ides, como se indicó, tratan casi ex clusiva­ m ente d e la vida ultraterren a d elfa ra ó n difunto y repiten continuam ente que no p u ed e m orir. Según otras fórm u las, no conoce la corrupción. L a m ayoría d e los tex tos narran e l viaje celeste d e l fara ón , en fo rm a de pá jaro, y a sea oca, ga rz a rea l o halcón, de una langosta, de un escarabajo, etc., ayudado p o r los dioses, los vientos o las nubes. D urante el viaje elfa ra ó n es y a un dios.

Una gra n cantidad de Textos de las Pirám ides está dedicada a narrar la s d iferen tes eta pas de la asim ilación r itu a l d e l fa ra ó n m uerto a Osiris, como e l siguien te:

«D el mismo modo que él [Osiris] vive, vive también este rey Unis; del mismo m odo que él no muere, tampoco m uere este rey Unis; del mismo m odo que él no perece, tampoco perece este rey Unis.

3 M . E liad e, H istoria d e ¡a s creen cia s y d e la s id ea s religio sa s, M ad rid , 1 9 7 8 ,1, 113 ss. Sobre las p irám id es véase I. E. S. E d w ard s, T he P yra m id s o f E gyp t, M id d lesex , 1982.

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[El faraón m uerto recibe el tro n o de Osiris, y com o el dios, se co n vier­ te en rey de los muertos.] j

¡Ah, el rey N eferkere [Pepi II]! ¡Qué bello es! ¡Qué bello es esto que tu padre Osiris ha hecho p o r ti! T e ha dado su tro no , tú gobiernas a los de los lugares ocultos [los m uertos], tú guías a sus augustos, tod os los gloriosos te siguen»5.

E sta asim ilación era tan evidente que otro tex to hace sucesor d e O siris en la ultratum ba a l fa ra ón T eti:

«Tú estás en el tro n o de Osiris

Com o sucesor del Je fe de los O ccidentales [Osiris] Has asumido su poder

Y has tom ado su corona.

Oh, R ey Teti, qué m aravilloso es esto, qué grande es esto L o que tu padre O siris ha hecho p o r ti.

Te ha cedido su tro n o

Para que gobiernes a los que tienen sedes ocultas [los muertos] Y guíes a los V enerables [los m uertos] » 6.

L os epítetos que se aplican a l m onarca difunto son los m ism os que se dirigen a l p rop io O siris. A lgú n Texto de las Pirám ides, que H. F rank fort7 supone que se recitaba en e l momento d e la deificación d e l fa ra ó n m uerto, p resen ta a lfa ra ó n Unas como a O siris ante los dioses:

«A tum , éste es tu hijo, Osiris, a quien tú hiciste so b revivir y vivir.

El vive, y p o r eso Unas vive;

No ha m uerto, y p o r eso Unas n o ha m uerto; No ha desaparecido, y p or eso Unas no desaparece».

Un segundo texto, que identifica tam bién a l fa ra ón difunto — en este caso Pepi— con Osiris, describe la llega da d e l m uerto ante los dioses, en la que se rastrean varias huellas d e l mito d e Osiris, que se aplican a l fara ón. E sta asimilación, o m ejor iden tidad en tre O siris y Pepi, es confirm ada p o r el dios-sol, a sí como la sucesión d e l hijo d e l rey. E l tex to dice a sí:

«¡Oh Pepi, te has ido p ara co n vertirte en espíritu, para

hacerte tan poderoso com o un dios, tú que estás en el tro n o de Osiris! Ellos recitan: “¡Llega un dios! Llega Pepi [que estará] en el tro n o de

Osiris. Ese espíritu que está en Nedyt vien e, ese pod er en la provincia de Es­ te”. Isis te habla, Neftis te llora. Los espíritus vienen a ti, e inclinándose be­ san la tierra ante tus pies. 5 M . E liad e, op. cit., IV , 370.

6 H. F ran kfort, R e j e s j dioses, M ad rid , 1976, 135. 7 Idem , 135 ss. Sobre la resu rrecció n de O siris, 202 ss.

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Subes hasta tu m adre Nut; ella te tom a de la m ano y te dirige al H orizonte, al sitio donde está Re.

Las Puertas del cielo se abren para ti; Las Puertas del Lugar Frío se abren para ti. E ncuentras a Re de pie, esperándote.

El coge tu m ano, te lleva a las D os Capillas del cielo y te coloca en el tro n o de Osiris.

T ú te presentas [com o rey], oh Pepi, apoyado [vengado], dotado com o un dios, dotado con la apariencia de O siris, sobre el tro no de El que gobierna a los O ccidentales,

Y haces lo que él solía hacer, entre los espíritus, las Estrellas Imperecederas.

T u hijo se presenta [como rey] en tu tro no , dotado con tu aspecto, y hace lo que tú anteriorm ente solías hacer a la cabeza de los vivo s, por orden de Re el G ran Dios.

Hace crecer la cebada; cultiva «èscanda» para presentártela. Tu nom bre que está en la tierra, v iv e ; tu n om bre que está en la tierra, dura; no desaparecerás; no serás destruido p or toda la etern id ad »8.

E n los Textos de los Sarcófagos, O siris es j a e l m odelo d e todo hom ­ bre que espera su p era r a la m uerte:

«A h o ra eres un hijo de rey, un príncipe.

M ientras exista tu alma, contigo estará tu corazón. A nubis te recuerda en Busiris,

tu alma se alegra en Abidos, donde tu cuerpo se siente feliz sobre la A lta Colina.

Tu em balsam ador se alegra en todo lugar. ¡Sí, en verdad, tú eres el elegido!

Integro estás en esta tu dignidad que está ante mí,

el corazón de A nubis está contento de la obra de sus m anos y se ha conm ovido el corazón del Señor de la Sala D ivin a al v e r a este buen dios,

señor de los que han sido y dueño de los que han de ven ir» '·>.

P or esta razón, tanto en los Textos de las Pirám ides, como en los de los Sarcófagos, se celebra a l resurrección d e O siris y su conjuro:

«¡G loria a ti, oh Sapiente! G eb te ha creado de n uevo,

la D ivina Coyunda te ha producido de nuevo. H orus se alegra p o r su padre,

se goza A tó n de su progenie.

C ontentos están los dioses de O riente y O ccidente p or este gran suceso

8 H. F ran kfo rt, op. cit., 136 ss. 9 M . E liad e, op. cit., IV , 370,

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que ha ocurrido en virtu d de la acción de la Progenie Divina. ¡A h Osiris! ¡Mira! ¡Atiende!

¡Osiris! ¡Escucha! ¡A d vierte!

¡Ah! ¡Osiris! ¡Alzate sobre tu costado! ¡Haz lo que te ordeno! ¡Tú que odias el sueño! ¡Tú, sum ido en sopor!

¡Levántate, tú, que fuiste hundido en Nedit! ¡Toma con felicidad tu pan en Pë!

¡Recibe tu cetro en Heliópolis!

Este [que habla] es Horus, que actúa por su padre, dueño de la torm enta se ha m ostrado,

ha detenido los arrebatos de Seth, para que éste haya de llevarte,

pues a él toca cargar con el que de nuevo está completo. ¡Ay, desamparado!

¡Ay, desamparado y dorm ido!

He aquí que te he encontrado [caído] sobre tu costado, grande, pero insensible.

“A y , herm ana”, dice Isis a N eftis, “ Este es nuestro herm ano”, ven, levantem os su cabeza, ven, juntem os sus huesos, ven, reunam os sus miem bros, ven, pongamos térm ino a su desdicha,

y en lo que podam os nosotras, que cese su aflicción. Sienta este espíritu cóm o crece la humedad, que los canales a través de ti se llenen, que p or ti sean creados los nom bres de los ríos. ¡Osiris, vive!

¡Osiris, levántate, el gran insensible! Y o soy Isis.»

« Y o soy Neftis. Porque H orus te vengará, porque T oth te guardará,

tus dos grandes hijos de la G ran C orona Blanca. Irás contra el que fue con tra ti,

Porque G eb lo verá, porque la Com pañía lo oirá.

Entonces será n o torio tu poder en el cielo y causarás estragos entre los dioses [hostiles],

porque Horus, tu hijo, se adueñó de la G ran C orona Blanca, arrebatándola al que fue contra ti.

¡Entonces dirá tu padre A tó n “V e n ”! ¡Osiris, vive!

¡Osiris, levántate, el gran insensible!» 10.

E l ritu a l se concreta en la m entalidad egipcia en dos pla n os diferentes: uno en la tierra, e l segundo en e l cielo. L as acciones de los hombres en la vida terren a l tienen, pu es, su correspondencia en el mundo celeste de los dioses.

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E llo está m agníficam ente ex presado en un Texto de las Pirám ides, que comienza con una invocación de su sucesor a lfa ra ó n difunto, donde se d escri­ ben bien las diferentes p a rtes d e l ritu a l fu n era rio o p o r lo menos algunas, como son que e l difunto se vuelve p a ra coger la com ida y la bebida, o su p a so p o r A b id o s1 \ en los siguientes térm inos:

«O h padre m ío, levántate de tu izquierda, vu élvete a la derecha, hacia el agua fresca que te he dado.

O h padre mío, levántate de tu izquierda, vu élvete a tu derecha, hacia este pan caliente que he hecho para ti.

O h padre m ío, las Puertas del Cielo se abren para ti, abiertas están para ti las Puertas de los A rco s [celestiales],

[Un sacerdote celebrante (probablem ente) continúa:] Los dioses de Pe tienen com pasión (?);

V ien en hacia O siris [al oír] las voces de lam entación D e Isis y Nefitis.

Las A lm as de Pe bailan p o r ti, Se golpean su carne p o r ti, Se golpean los brazos p o r ti, Se tiran de los pelos p o r ti, D icen a Osiris:

“Te has ido, Has venido. Has despertado

[Después] de haberte dorm ido. Sigues v iv o ”.

L evántate y mira. L evántate y escucha

Lo que tu hijo ha hecho p o r ti, L o que Horus ha hecho p o r ti, El golpea al que te golpeaba a ti. El ata al que te ató a ti.

Le coloca debajo de su hija m ayor Que v iv e en K edem .

Tu herm ana m ayor la cual reunió tu carne, Cogió tus manos, te buscó.

La que te encontró,

Tum bado sobre tu costado al borde de Nedyt. El duelo cesa en las D os Capillas.

¡Oh dioses!, habladle, llevadle con voso tros».

También está descrito e l viaje d e l faraón, difunto a l cielo en los Textos

de las Pirám ides:

«Tus dos alas están desplegadas com o un halcón con espeso plumaje, com o el halcón que p o r la tarde se ve atravesando el cielo.

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V uela el que vuela. Este rey Pepi vu ela alejándose de voso tros, mortales. E l no es de la tierra, es del cielo... Este rey Pepi vuela como una nube hacia el cielo, com o un pájaro vigía. Este rey Pepi besa el cie­ lo com o un halcón, este rey Pepi llega al cielo com o el dios del horizonte (Harakhte).

Tú subes al cielo com o un h alcón, tus plumas son (las del) ánade. ¡El rey Unis sube al cielo, el rey Unis sube al cielo! ¡Sobre el viento! ¡Sobre el viento!

Le han puesto estrellas hasta el cielo, para que pueda subir por ellas al cielo.

El rey Unis sube p o r la escala que su padre Ra (el dios solar) hizo para él.

A tó n ha hecho lo que dijo que haría p o r este rey Pepi II, atando para él la cuerda de la escala, uniendo los peldaños de la escala de ma­ dera para este rey Pepi II; de este m odo, el rey se aleja de la abom i­ nación de los hombres.

“¡Qué herm oso de ver, qué grato de contem plar!”, dicen los dioses, “cuando este dios [se refiere al rey] sube al cielo. Su terro r está sobre su cabeza, su te rro r está a su costado, sus encantos mágicos están ante él”. G eb ha hecho p o r él lo que habría hecho p o r sí mismo. Los dioses y almas de B uto, los dioses y almas de H ieracóm polis, los dioses del cielo y los dioses de la tierra le salen al encuentro. Hacen un soporte para el rey Unis con sus propios brazos. T ú subes, oh rey Unis, al cielo. Sube a él en este su n om bre “E scala”.

[Una y o tra vez encontram os la afirm ación de que las puertas do­ bles del cielo se abren al paso del faraón.]

Abiertas están las dobles puertas del horizonte; sueltos están sus cerrojos.

[Los heraldos del rey se apresuran a anunciar su llegada al dios solar.]

M archan tus m ensajeros, corren tus veloces mensajeros, se apresu­ ran tus heraldos. A n u n cian a Ra que has llegado, este rey Pepi.

Este rey Pepi h alló a los dioses en pie, revestidos de sus orn am en ­ tos, con blancas sandalias en los pies. Ellos dejan caer en tierra sus blancas sandalias, se despojan de sus ornam entos. “Nuestro corazón no tu vo alegría hasta que tú llegaste”, le dicen ellos.

[Muchas más veces son los mismos dioses los que proclam an la lle­ gada del faraón.]

“¡Oh Ra Atón! Este rey Unis llega hasta ti, imperecedero, glorioso, señor de los asuntos del lugar de los cuatro pilares [el cielo]. T u hijo llega hasta ti. Este rey Unis llega hasta ti”.

[El faraón difunto se dirige sin m iedo al dios solar y le habla de este modo]:

“Y o, oh Ra, soy aquel de quien tú mismo dijiste: ‘¡Hijo mío!’. Tú eres mi padre, oh Ra (...). M ira al rey Pepi, oh Ra. Este rey Pepi es tu hijo (...). Este rey Pepi b rilla en O riente com o Ra, m archa por O cci­ dente com o K hep rer. Este rey Pepi v iv e allí mismo donde Horus (hijo de R a), señor del cielo, v iv e , p o r m andato de Horus, señor del c ie lo ”.

El rey asciende al cielo entre los dioses que m oran en el cielo. Está en pie sobre el gran (dado), oye (en sesión judicial) los asuntos (lega­ les) de los hombres. Ra te sale al encuentro a las orillas del cielo en

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este lago que hay en Nut [la diosa del cielo]. “¡V iene el que llega!”, di­ cen los dioses. El [Ra] te da su brazo en la escala que sube al cielo. “El que conoce su lugar ya llega”, dicen los dioses. “O h tú , puro, tom a tu tro n o en la barca de Ra y navega p or el cielo (...). N avega con las es­ trellas im perecederas, navega con las estrellas infatigables. Recibe el tribu to de la barca de la noche, de un espíritu que m ora en D ewat. V iv e esta vida placentera que v iv e el señor del h orizon te”» 12.

A n tes de llega r a la m orada d e los dioses, elfa ra ó n difunto debía de su ­ p e r a r unas pruebas. L a entrada estaba obstaculizada p o r un lago. E l

barquero era a la vez ju ez . E l fa ra ón no era adm itido a en trar en la barca, s i no cum plía los rituales d e pu rificación y había cum plido d e antemano con una fo rm a y a fija . E l fa ra ón a veces se veía obligado a defender su actuación en la tierra, a hacer amenazas, a em plear la magia, a im plorar a los dioses, o a solicita r que le lleven a los «C am pos d e los C añaverales». M. E lia d e13 señala, con ocasión de d escrib ir estas p ru eb a s a que es som etido el fa ra ó n en su viaje a l M ás A llá, que este tipo de p ru eb a s están docum entadas en num e­ rosas religiones arcaicas, que presu ponen una iniciación p revia , con d eter­ m inados ritos y enseñanzas y que son los m ás antiguos documentos escritos, sobre e l procedim ien to d e asegu rarse un destino p rivilegia d o. En opinión d el g ra n historiador de las religiones se tra ta de una herencia inm em orial com ­ p a rtid a igualm ente p o r las cu ltu ras neolíticas predin ásticas. A nota M.

E liade que estas p ru eb a s iniciáticas eran inútiles en E gipto, p u es e l faraón, como hijo d e l dios y dios é l mismo, no la s necesitaba p a r a p a rticip a r de la vida celeste.

E n otro tex to e l fa ra ón se va a las estrellas, y concretam ente a Orion, que es una encarnación d e O siris:

«O h Unas, tú eres esa gran estrella, la Com pañera de O rión, Que cruza el Cielo con O rión

Y navega p o r el Infierno con Osiris. Sales en el lado oriental del Cielo,

R enovado en tu tiem po, rejuvenecido a tu hora. Nut te ha dado a luz junto con O rión,

El año te ha adornado junto con O siris»14.

A lguna vez se identifica a l rey con algunas de la s estrella s p o la res:

«Tú eres esa estrella que aparece en el este del cielo y que no se rinde al H orus del Infierno».

A veces, a tra vés d el infierno llega elfa ra ó n a las estrella s:

«Vas al Lago y navegas corriente arriba hasta la Región de This.

12 M . E liad e, op. cit., IV , 368 ss. 13 Idem , 111 ss.

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Pasas p o r A bidos en esta tu transfiguración Que los dioses te ordenaron realizar.

Se te ha abierto una senda al Infierno, al lugar D onde está O rion.

El T oro del Cielo te coge del b ra z o » 15.

L os p a p iros fu n era rio s d e época p o sterio r proporcionan una serie de normas, p a ra evitar los p elig ro s en e l viaje a l M ás A llá. A lgún Texto de

las Pirám ides ex presa la m ism a preocupación.

L a concepción d e los egipcios sobre la ultratum ba, como señala H. F ran k fort16, es d e ca rá cter dinám ico; p o r ello, nunca se encuentra una des­ cripción d e l «Campo d e los Juncos» o d e l «Campo de las Ofrendas», donde viven los difuntos. L os egipcios creían que los m uertos se movían con e l sol y las estrellas, como se desprende d e l siguiente Texto de las Pirám ides:

«[Puesto que] v iv e quien v iv e p o r el orden de los dioses, tú vivirás. Tú sales, con O rion en la parte oriental del Cielo;

Te pones con O rion en la parte occidental del Cielo; El tercero de vo so tro s es Sotis, de los lugares puros. Ella es quien te guiará p o r los herm osos caminos Que están en el Cielo, en el «Campo de los Ju n co s»17.

E s posible, en opinión de este investigador, que e l «Campo de los Juncos» sea un nombre de la «C olina Prim igenia». A l igu a l que otras cosmogonías, la egipcia comenzaba con un m ontículo sobre las aguas prim ordiales, que no sólo significaba, en opinión de M. E lia d e18, la consolidación d e la tierra, sino la eclosión de la luz, de la vida y de la conciencia. E n H ierópolis se id en tifi­ caba la «Colina P rim ordial» con la «C olina de A ren a »; en H erm ópolis con su lago, llam ado «Islas de la s L lam as». O tros santuarios eran considerados como centros d e l mundo. E ste m ontículo era, a veces, la montaña cósmica, a la que subía e l fa ra ón difunto p a r a ascender a l dios-sol. H. F ran k fort19 ha reunido una serie de testim onios referentes a esta colina, con la que se id en ti­ fica n los dioses creadores, como Ptah, que en cuanto d ios-tierra era la colina

misma. Todos los tem plos estaban levantados sobre ella, como e l tolem aico de Philae, o e l de K arnak de H atsepsut. L a s aguas que rodeaban la «C olina Prim igenia» eran la s aguas d e l caos, que rodeaba la tierra y que se conver­ tían en las aguas de la muerte. L as aguas, que atravesaban los muertos, eran la s mism as en las que se bañaba R a antes de sa lir e l so l cada día.

is H. F ran kfort, op. cit., 142.

16 íd em , 143.

n Ibidem .

is H. F ran kfort, op. cit., I, 104. Sobre las cosm ogonías acu áticas, v éase: M . E lia d e, T ra ­

ta d o d e H istoria d e la s R eligion es. M orfología y d in á m ica d e lo sa gra d o , M ad rid , 1981, 2 0 0 ss.; E.

O. Ja m e s, L os d ioses d e l M undo A n tigu o, M ad rid , 196 2 , 235 ss. 19 Idem , 143.

(17)

C uando e l egipcio se im aginaba a su s m uertos como estrellas polares, ellos residían en e l Norte. Cuando se creía que la m eta d e l viaje d el difunto era la tierra, la m orada se localizaba a l Occidente. D e esta concepción se d e­ duce, como y a se ha indicado, que los egipcios no pensaban en una región f i j a como mansión d e los difuntos. No habitaban n i e l cielo ni e l infierno, p u es p a rticip a b a n d e l movim iento cíclico d e la N aturaleza. Podían su bir y bajar sobre la tierra, torn ar a la tumba, como p u n to d e p a rtid a , p u e s e l ba m an­ tenía su relación con e l cuerpo enterrado o con su estatua.

Un tex to ex p resa m agníficam ente esta doble supervivencia como ba y en la tumba, que son com plem entarias:

«Tú entrarás y saldrás, mientras se alegrará tu corazón, con el fa v o r del Señor de los Dioses, y en virtu d de tu funeral propicio después de una venerable ancianidad, una vez llegado el m om ento, tom ando tu lugar en el ataúd y reposando en tierra sobre la m eseta de Occidente.

T ú te vo lverás ba vivien te, que en verdad tendrá fuerza para obte­ n er pan y agua y aire, y tom arás la form a de una garza o una golo n­ drina, de un halcón o un avetoro, siem pre que lo desees.

Cruzarás en la barca y no retornarás, navegarás sobre las aguas de la inundación, y tu vida se m antendrá joven. T u fe no se apartará de tu cuerpo y tu ba llegará a ser d ivin o junto con los m uertos bienaventura­ dos. Los bas perfectos te hablarán, y tú serás su igual entre ellos al recibir lo que se ofrece en la tierra. Tendrás pod er sobre el agua, respi­ rarás el aire, y te hartarás con los deseos de tu corazón. Se te darán tus ojos para ver, y tus oídos para oír, tu boca hablará y tus pies cam ina­ rán. Se te m overán tus brazos y tus hom bros, tu carne estará firm e, tus m úsculos estarán ágiles y tú exultarás en todos tus m iembros. Exam i­ narás tu cuerpo y lo hallarás com pleto y sano, y ninguna enferm edad se te apegará. Tu verdadero corazón estará contigo, sí, tendrás tu p ri­ m er corazón. Subirás al cielo y penetrarás en el m undo in ferio r bajo todas las form as que quieras» 20.

Como afirm a una estela conservada en e l M useo d e l Louvre, citada p o r H. F rank fort2X, elfa ra ó n es e l rey d e los m uertos:

«Son todos tuyos, todos los que vien en a ti, G randes y pequeños, te pertenecen, Los que v iv e n en la tierra llegan a ti, Eres su dueño, no hay nada fuera de ti».

A unque los Textos de las Pirám ides se refieren únicam ente a la vida u ltra terren a de los fa ra on es difuntos, H. F rank fort22 alude a una serie de docum entos que p ru eb a n que la s creencias d e una vida u ltraterren a no sólo era p r iv a tiv a de los reyes, sino tam bién d e la m ayoría de la población egip ­ cia, como lo indican la s fr a s e s : «A n dar p o r los herm osos caminos p o r los que

20 M . E liad e, H istoria , IV , 371,

21 H. F ran kfo rt, op. cit., 229.

(18)

los venerables m uertos pasean», o esta otra d e tiem pos d e la VI D inastía: «que e l venerado que se ha unido con la tierra, atraviese e l cielo y suba hasta e l G ran Dios».

E l ritu a l y la vida d e la ultratum ba continúan en los form u la rio s d e las tum bas, como «llegando d e B uto y navegando vuelvo a l "C am po d e las O frendas"».

H. F rank fort23 term ina su ex celente capítulo sobre los Textos de las

Pirám ides referente a la vida d e ultratum ba d e los faraones, con un texto

m uy significativo. E n él, elfa ra ó n se une a l d ios-cread or A tum , con p o d e r de solucionar la s disputas d e l infierno. E ste tex to d e carácter sola r em pieza con e l descenso a los infiernos, donde e l rey, después d e p u rifica rse, se une a l sol. D ice así:

«T ú te desprendes de tu suciedad p o r A tu m en H eliópolis, y desciendes con él.

Juzgas la desgracia del Infierno [Naunet, anti-cielo] y eres rey donde están situadas las Aguas Prim arias [Nun], “Te haces” con tu padre A tu m . L a desgracia del Infierno disminuye para ti.

La com adrona de H eliópolis sujeta tu cabeza.

Te levantas y te abres cam ino a través de los huesos de Sju. El abrazo de tu m adre Nut te recibe.

Te limpias en el H orizonte y arrojas tu suciedad en los Lagos de Sju.

Sales y te pones; bajas con Re, sum ergiéndote en el crepúsculo con Nedy.

Sales y te pones, sales con Re y asciendes con la G ran C arroza de Junco.

Sales y te pones, bajas con N efitis, sum ergiéndote en el crepúsculo con el B arco V esp ertino del Sol. Sales y te pones, sales con Isis, ascendiendo con el Barco M atutino del Sol.

Tomas posesión de tu cuerpo, nadie se p one en tu camino.

Naces p o r causa de H orus [en ti], eres concebido p o r causa d e Set [en ti].

Te has purificado en la Región del Halcón,

y has recibido la purificación en la P rovin cia del G obernante A b so lu ­ to de tu padre, de Atum .

Has “ven id o a ser”, estás en lo alto, has sido transfigurado. Estás fresco en el abrazo de tu padre, en el abrazo de Atum . A tu m , deja que Unas ascienda hasta ti; abrázale.

Es tu hijo, de tu cuerpo, p o r toda la eternidad».

A l term inar la V I D inastía con P epi II, hacia e l año 2 2 00 a. C., E gipto se vio envuelto en una g u er r a civil. L a anarquía reinó p o r todas p a r ­ tes. E gipto se d ivid ió en dos reinos: e l d e l Sur, con la cap ital en T ebas y el

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d e l N orte, cuya cap ital era H erakleópolis. L a X I D inastía logró unificar e l p a ís nuevam ente con la victoria de Tebas. E s en este p erío d o de anarquía cuando la s ideas sobre la ultratum ba se dem ocratizan y los nobles comienzan a copiar en sus sarcófagos los Textos de las Pirám ides, que antes eran p riva tivo s d e los faraones. L a anarquía y la p érd id a de todos los valores h e­

redados de los antepasados ha quedado bien reflejada en una serie de com posiciones literarias, como en «L a disputa de un hombre abatido con su alm a», en «L as amonestaciones d e l p ro feta Ipu-w er», en «E l canto d e l a r­ p ista » , en «L as instrucciones p a r a e l rey M eri-K a -ré». E n «L as amones­ taciones d e l p ro feta Ipu -w er» hay algún dato de la profu n d a anarquía que agotó a E gipto, cuando alude a que las tum bas d e la s p irá m id es fu ero n sa ­ queadas: «E l rey ha sido sacado p o r los pobres. E l que ha sido sepultado como un halcón, y a c e ahora sobre una carreta. L a cám ara oculta de las p ir á ­ m ides está vacía... muchos m uertos son sepultados en e l río. E l río se ha convertido en una tumba».

E n «L as instrucciones p a r a e l rey M eri-k a -ré» se leen expresiones p a recid a s: «E gipto lucha hasta en las necrópolis y no he hecho lo m ism o... N o destroces el monumento de otro... N o construyas tu tum ba con ruinas». «E l Canto d e l A rpista» insiste en la m ism a idea d e l saqueo d e las tumbas, que era p a r a los egipcios e l m ayor índice de la intensidad d e la crisis. E stos tex tos están entresacados de la obra de M. E lia d e24, p e r o se p od ría n añadir otros muchos que p ru eb an e l desbarajuste que su frió E gipto en todos los ór­ denes.

A p a r tir de la X I Dinastía, la s inscripciones d e los sarcófagos señalan un fu e r t e m isticism o en las person as en ellos sepultadas y una preocupación p o r la vida ultraterrena. L as creencias sobre la vida fu tu r a se centran a lre­

d edor d e algunas divinidades principales, p roced en tes d e l B ajo o M edio E gipto, salvo Amón.

D urante la X II Dinastía, hace su aparición la creencia d e l pa so d e l d i­ fu n to p o r e l mundo inferior, la duat, donde le acecha una serie d e p eligros.

L a duat y a se mencionaba con cierta frecu en cia en los Textos de las P irá­

m ides. H ace su p resen cia en la cronología Geb, e l dios de la tierra, que

abre a los difuntos la s p u erta s de la duat. E l difunto, despojado de su cu er­ po, atraviesa el lago d el loto, y p u rifica d o en e l lago d e la duat, es adm itido p o r los dioses. E sta concepción es típicam ente agraria. L a duat es e l mundo

inferior, donde se opera la resurrección de los difuntos.

L a duat es también e l lu ga r donde im pera e l agua p rim ord ia l en la que se p u rifica e l alma. L a concepción de la ultratum ba su fre una profu nda transformación. A p a r tir de ahora, el cielo es la m orada de los dioses. L os m uertos se desem barazan d el cuerpo a l atravesa r la duat y llega r a l cielo

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j a como espíritus. O siris acompaña a l difunto en la duat j alcanza e l cielo en compañía de la estrella Orión.

A l p a recer, después se situ ó la duat fu e r a d e l mundo terrestre. H orus dom ina esta etapa j acompaña a los difuntos a la s estrellas. E l agua p r i ­ m ord ia l se localiza ahora en e l cielo.

H aj, pu es, una evolución bien m arcada j la duat acaba siendo e l mundo sideral. E l m uerto resucita en el cielo en una vida espiritual, si ha logrado p a sa r absuelto en e l ju icio divino.

En los Textos de los Sarcófagos se documentan algunas concepciones arcaicas sobre la ultratum ba, como los cultos a las diosas madres.

En los Textos de los Sarcófagos de la X II D inastía aparecen p o r vez p rim era citas, que después se recogen en e l L ibro de los M uertos j en e l Libro de la Duat.

En los Textos de los Sarcófagos se lee una g ra n d iversidad d e creen­ cias sobre la ultratum ba, agrupadas en un sistem a solar j en otro agra rio; en este últim o los difuntos viven en la duat; e l p rim ero se confunde con la d i­ vinidad. L os m uertos en la concepción a gra ria llevan una vida nadando en la abundancia en los «C am pos d e la lu », donde cultivan un ja rd ín , o en los «C am pos de las O frendas» con una m esa siem pre bien prepa rada .

L os que no han p a sa d o e l ju icio satisfactoriam ente son aniquilados m e­ diante espantosos suplicios. Una síntesis de estas dos concepciones, la d e la teología te b a n a j la de la menfita, se dio durante la X V III D inastía en el

L ibro de los M uertos j en e l Libro de la D uat, que se rastrea j a en los Textos de los Sarcófagos. E l difunto antes d e llega r a l reino de R a, o a

los «C am pos de la lu » d e O siris, debe atravesa r la duat, recorrida p o r las aguas prim ordiales, donde corre gra n d es p e lig r o s; a continuación es ju z g a d o en e l tribunal de Osiris. Si aprueba e l exam en p a sa a l reino de O siris, o, si lo p refiere, a vivir en la barca d e Ra.

Un resum en de la teología solar, ta l como se docum enta en la X II D i­ nastía, se encuentra en e l capítulo X V II d e l L ibro de los M uertos, que se escribió repetidas veces sobre los sarcófagos. E l alm a comienza en A bidos el camino que recorre R a p a r a alcanzar e l horizonte d e A tum, donde desem ­ barca cerca d e Osiris. L os m uertos resucitados ap ojan a H orus en su lucha contra el mal.

L as almas d e los m uertos se confunden con diferentes dioses, con A tum , con Ra, con Shu, con Nun, con H orus o con la p r o p ia Isis, todo lo cu a l es el resultado de una gra n corriente sincretística, q u e ja se localiza en la in tegra ­ ción d e los mitos en la teología solar. E l alm a convoca ahora a Osiris, que se concibe como e l alm a de Ra, que es el dios d el conocimiento supremo. Todas estas ideas se repiten en gra n núm ero de los Textos de los Sarcófagos25.

(21)

A sí, en un Texto de los Sarcófagos e l alm a se identifica con O siris y con la N aturaleza:

«Si v iv o o m uero, soy Osiris, a través de ti entro y reaparezco, en ti me m archito y en ti crezco, en ti perezco y caigo de costado.

U nen los dioses en m í porque v iv o y crezco en el g rano que sustente a los Venerables.

C ubro la tierra,

si v iv o o m uero soy yo la cebada. N o soy destruido.

He penetrado en el O rden, me apoyo en el O rden, me hago señor del O rden, m ayor en el Orden, hago definida mi form a,

soy el Señor del Chennet (¿granero de Menfis?). He penetrado en el O rden,

he alcanzado sus confines...»26.

En e l segundo, A tum es descrito como el dios suprem o:

« Y o soy A tó n , creador de los dioses más antiguos, yo soy el que dio el ser a Shu,

yo soy el gran él y ella,

yo soy el que hizo todo lo que le pareció bien, yo puse mi m orada en el lugar que quise, mío es el espacio de los que van pasando com o estos dos círculos serpentinos»27.

que tam bién reapa rece en otro Texto de los Sarcófagos:

«Y o era el [espíritu en ?] las aguas prim ordiales,

el que no tenía com pañero cuando mi nom bre empezó a existir. La form a más antigua en que yo empecé a existir era la de un ahogado. Y o era [también] el que empezó a existir com o un circulo, el que m o­ raba en su huevo.

Y o era el que dio principio [a todas las cosas], el que m oraba en las aguas primordiales.

Prim ero surgió de mi Hahu y entonces yo empecé a m overm e. Y o creé mis m iem bros en mi “ g lo ria”.

Y o fui m i hacedor, porque me form é conform e a mi deseo y de acuer­ do con m i corazón» 28.

E n este últim o tex to hacen su aparición las aguas p rim ord ia les y el huevo prim ord ia l, que contenía e l «pájaro de luz», o e l loto original, sobre el

26 M . E liad e, H istoria , IV , 206 s. 27 Id em , IV , 37.

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que reposa e l Sol niño, o la serpien te prim itiva , últim a imagen d e l dios A tu m 29.

H ay una p rofu n d a evolución d e l sistem a religioso, a l confundirse en el sistem a tebano a A m ón-R a con Osiris, que m uere p o r la tarde p a ra renacer p o r la mañana. D urante e l día recorre e l cielo. D urante la noche atraviesa la duat. R a y a no es e l p rin cip io inm utable d e l mundo, sino A tum , que es e l esp íritu pu ro. L a m uerte d e R a es la condición necesaria p a r a la salvación de los hombres, y m ientras atraviesa la duat, llena su barca con los m u er­ tos, que p o r la m añana renacen como espíritus. L a redención de los hombres está originada, pu es, p o r el sacrificio de un dios.

E n A bidos se celebraban con g ra n p om p a y solem nidad los m isterios de O siris, en los que se representaban la vida, m uerte y resurrección d e l dios.

M agníficamente está descrita p o r Ijernofret, representante en ellos d e l fa ­ raón Sen-U sert III, la procesión de O siris celebrada en A bidos:

«O rganicé la P rocesión de U pw aut cuando él fue a defender [vengar, apoyar] a su padre.

Rechacé a los que se rebelaron co n tra el barco de Neshemet y derroqué a los enem igos de Osiris.

O rganicé la G ran P rocesión y acom pañé al dios en su ruta. Hice que el barco d ivin o navegara, y T hot guió el viaje. A d o rn é el barco llam ado “El que brilla en la V erdad, el Señor de A b id o s” con una cam areta alta y puse sobre él [Osiris] hermosas joyas cuando fue a la localidad de Pequer.

Conduje al dios en su ruta hacia su tumba de Pequer. D efendí a U nnefer [Osiris] el día de la gran lucha y derroqué a todos sus enem igos en los ribazos de Nedyt. Le hice em barcar en el barco. T ransportaba éste su belleza. Hice que los corazones de los desiertos del Este se ensancharan de gozo y llevé el júbilo a los corazones de los desiertos del Oeste cuando viero n la belleza del barco de Neshemet. A tracó en A bidos y llev ó a Osiris, el Jefe de los Occidentales, el Señor de Abidos, a su palacio».

H. F rank fort30, a l com entar este pa saje, señala que los ritos descritos

son más p ro p ios d e l culto a un fa ra ón m uerto que de un dios agonizante. No se tra ta de la vuelta a la tierra de Osiris. No se representaba la m u erte d el dios. Todos ios ritu ales p a rten de la idea de que O siris está y a m uerto. No está presente, como es d e esperar, Horus. H. F rankfort cree que intervenía bajo alguno de los p a rticipan tes. Según este autor, la Gran Procesión no tra ­ taba d e l mito de Osiris, sino de los m itos y ritos d e la realeza. U pwaut es el

29 M. E liad e, H istoria, I, 104. S. M oren z, op. cit., 234 ss.

30 H. F ran kfo rt, op. cit., 225. Las trad u ccio n es que hem os utilizado están to m ad as de este lib ro , del de M . E liad e, H istoria , IV , o del de J . P irenne.

(23)

vengador p rin cip a l de Osiris, y es prob a b le que represen te a l faraón, que es

la encarnación de Horus. \

L a Gran Procesión term inaba con la vuelta de O siris a su palacio, no a su templo. Se supone que las alusiones a las estatuas, a los palanquines, a la cám ara alta y a los adornos, que debían ser p a r te esencial de la s ceremonias de A bidos, recuerdan los p rep a ra tivos de los sepelios reales.

L as maniobras d e los barcos, que tenían lu ga r en e l lago de A bidos, aludirían a las aguas que separan e l m undo de los vivos d e l de los muertos. Se ayudaba a l fa ra ó n difunto a obtener e l triunfo con sim ulacros de batallas, y a que era costum bre desde tiem pos d el E gipto antiguo em plear barcos en los fu n era les que transportaban los ataúdes hasta la necrópolis.

A l fin a l d e l festiva l, a l p a recer, en A bidos se tra ía la imagen de O siris en e l barco de N eshemet, desde la tumba d e P eq u er,y a que se volvía la esta­ tu a d e l dios a su templo.

En A bidos se enterraron los fa ra on es d e las I y II Dinastías. N ada tiene de ex traño este carácter fu n era rio de la G ran Procesión. E n A bidos se loca­ lizaba la p u erta d el infierno, citada en varios Textos de las Pirámides. L a tum ba de O siris estaría situada en esta necrópolis real. E n opinión d e J. P irenn e31, a quien seguimos, se abre ahora la era de los m isterios, en la que se inician los fie le s p a r a conocer la verdad que se esconde bajo los mitos reli­ giosos. E n la gra n masa d el pu eb lo es más profu n d a la influencia de la

religión 7'2, convertida esencialm ente en una m ora l y en una p rom esa d e vida religiosa. Se su fre un proceso de evolución profunda. Para alcanzar la vida u ltraterren a no es necesario el ten er una sepultura, sino la p u rez a de vida. E sta creencia debió gen eralizarse sólo en la s capas altas de la sociedad egip ­ cia. L a religión se convierte a s í en una religión d e salvación. Toda la población p ra ctica los mismos ritos p a ra la salvación ultraterrena. L a conti­

nuidad d el culto fu n era rio queda asegurada m ediante donaciones a los sa cer­ dotes. L os m uertos son momificados e inhumados en sarcófagos recubiertos de inscripciones. L as tumbas toman la fo rm a de pequeñas pirám ides. E n e l ex ­ terior se colocan las estelas con la im agen d el difunto recibiendo las ofrendas de la fa m ilia y un pequeño alta r p a ra la s ofrendas. E stas ofrendas y p in tu ­ ras presu ponen la creencia de que a l regresa r el alm a a visitar e l cuerpo

31 J . P iren n e, op. cit., II, 122 ss.

32 Sob re la relig ió n egip cia, adem ás de los lib ro s ya citad o s, son fu nd am en tales, en tre otros: A . E rm an , D ie R eligion d e r Á g yp ter, B erlín -L eip zig , 193 4 ; H. F ran kfo rt, A n cien t E g y p ­

tian R eligion , N ueva Y o rk , 1948; R -T . R un d le C lark , M yth a n d Sym bol in A n cien t E gy p t, L o n­

d res, 195 9 ; J . V a n d ier, L a religion égyp tien n e, P a ris, 1949. Los T ex tos d e la s P irá m id es han sido editad os, en tre otros ed ito res, por R . O. F au lk n er, T he A n cien t E gyp tia n P yra m id T ex ts, O x ford , 1969. L os T ex tos d e los S arcófagos, por A . de B u ck , T he E gyp tia n C offin T ex ts, I-IV , C hicago , 1 93 5 -1 9 50 ; R . O. F au lk n er, The A n cien t E gyp tia n C offin T ex ts 1, W arm in ster, 1974. L a bib liografía sobre la relig io n egipcia p uede verse en M . E liad e, H istoria, I, 4 1 4 ss.

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momificado, se alegra rá de recon stru ir fá cilm en te e l am biente en que se des­ a rrolló su vida sobre la tierra.

L a litera tu ra fu n era ria egipcia no com prende sólo los Textos de las

Pirám ides, los Textos de los Sarcófagos y e l Libro de los M uertos.

En fech a m uy p o sterio r se conocen e l Libro de A tm en y el Papiro

funerario Rhind. Junto a este conjunto, que es e l prin cip a l, hay un segundo

menos interesado en e l tex to que en las descripciones cartográficas y que es una especie de tex to-gu ía p a r a e l viaje a l M ás A llá, con indicaciones d e la ru ta que debe segu ir e l difunto y la descripción d e l viaje nocturno d e l m uerto hora tras hora. A esta litera tu ra p erten ecen los varios libros y a citad os: E l

Libro de lo que hay en el M ás A llá, e l Libro de las Puertas, e l Libro de las Cavernas y e l Libro de los Dos Caminos.

E l libro gu ía d e l viaje es e l Libro de los Dos Caminos, y algunos form u la rios d e l Libro de los M uertos (7, 14, 2 1 ), que tratan d e l viaje d e l difunto, de las p u erta s y de las entradas. E l segundo com etido lo llenan e l Libro de lo que hay en el Más A llá, el L ibro de las Puertas y el

L ibro de las C avernas33.

L os dos libros oficiales d e la doctrina amonita d e l Im perio N uevo son el

L ibro de las Puertas, redactado p o r los sacerdotes en e l momento d e la

restauración amonita, y e l L ibro de lo que hay en el M ás A llá, que, a l igu a l que e l Libro de los M uertos, tuvieron su redacción defin itiva du­ rante la X V III D inastía. Se docum enta en ellos e l tránsito en tre el dualism o entre e l bien y e l m a l a la cosm ología solar. E l mundo está form a d o p o r dos fu erz a s contrarias: e l bien y e l mal. L os dos p rin cip ios son O siris, el bien, y Seth, personificación d el m al; o, con otros términos, R a, el crea d or; A pofis, e l destructor. L a vida es, p u es, una continua lucha entre estos dos p olos opuestos. E l triunfo d el bien sobre e l m al no lleva a la supresión defini­

tiva d e Seth, sino a la conciliación de los contrarios en Dios. E l difunto, que ha ajustado su vida a las norm as d e l bien, será sim ultáneam ente H orus y Seth. L a idea de la lucha entre e l bien y e l m al está ex presada en e l m ito de O siris m uerto p o r Seth y en la s alegorías d el com bate en tre R a y A pofis, cuando atraviesa la duat, donde la serpien te p reten d e detenerlo. E sta idea d e la lucha conduce a una nueva concepción d e l mundo, distinta de la creación p o r la conciencia divina, ad m itida p o r la cosm ología solar. L a m uerte lib e­

raba a l hombre bueno de los lazos de la m ateria y engrosaba el ejército de Horus, como afirm a J. P iren n e34: «E l hom bre d e bien, gra cia s a su virtud, p a rticip a d el triunfo d el bien sobre el mundo. H ay en ello una idea g ra n d io ­

sa que asocia a todos los hom bres a la m archa d e l universo hacia e l bien y hacia la verdad».

33 S. M orenz, op. cit., 291 s s .;J . V a n d ier, op. cit., 91 ss. 34 J . P ien n e, op. cit., II, 437 ss.

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E l capitulo C X X V d el Libro de los M uertos determ ina los peca d os que debe evita r el hombre de bien, que son contra Dios, contra e l p rójim o y contra s í mismo. J. P irenn e35 recuerda a este respecto lo escrito en una estela d e T urin d el intendente de los graneros, de nombre Baki, que ex presa m ara­ villosam ente la bondad de éste y en qu é ha consistido:

«Fui justo y verídico. Habiendo puesto a D ios en m i corazón y tra­ tado de discernir sus deseos, obré sin malicia. He hecho el bien en la tierra, no he perjudicado a nadie, no he sido m alo, no he aprobado ningún acto de indignidad ni de iniquidad. M e he com placido en decir la verdad. No me he apoderado de los humildes. M i bondad y mi since­ ridad se hallaban en el corazón de mi padre y de m i m adre; mi afecto estaba en ellos. N unca lo he violad o en m i m anera de ob rar hacia ellos. C uando fui m ayor, obré com o si hubiese sido niño. Mi boca sólo ha hablado para decir cosas verdaderas y no he p ro vo cado querellas. He repetido lo que había oído tal com o me lo habían dicho».

E ste código de moral, sin embargo, como apunta J. Pirenne, no tiene nada que ver con e l ascetismo. A quí, en e l ju icio d e los m uertos se p rem ia o castiga. E n los Textos de las Pirám ides e l alm a d e l hom bre malo era d es­ truida. A hora aparece la noción d e l infierno, pob la d o de espíritu s m alos y dioses que atorm entan continuamente a los m alvados. E stos espíritu s malos acompañan a O siris en e l ju icio de los muertos. Se señalan 4 2 p ecados p r in ­ cipales, dependiendo cada uno de un dem onio; todos form a n e l trib una l de O siris. Son 4 2 verdugos de los p eca d ores e l día d e l ju icio. E l Libro de los

M uertos, en su capítulo CXXV, les p on e nom bres terroríficos: D oble

León, Ojos d e L lama, C ara de L lama, C om edor d e A lm as, Cabeza V uel­ ta, A lim ento d e Fuego, D evorador de Huesos, F uego d e piernas, D oble Víbora, D ueño d e l Patíbulo, C hupador de Sangre, D evorador de Entrañas, D ueño d e l doble C uern o...

L a fie r a A m m ut, en la s p rox im id a d es d e l tribunal, devoraba a los m uertos que han llevado una vida depravada. .

Thot, dios de la ju sticia , ayudado p o r A nubis y Horus, sostiene la ba­ lanza que p e sa e l corazón d e l difunto. M aat es la ju sticia . Como testigos p resen cia n el ju icio la felicid a d , Kenem tet, y la fa ta lid a d , Shai.

A n tes de com parecer a l ju icio , e l m uerto invocaba a los cuatro cinocéfa­ los, anim ales con cabeza de p erro, de Thot, a los que su plica que pu rifiquen la s fa lta s com etidas durante la vida. L e obligaban a p a sa r p o r un estanque p a r a que se p u rifica se de los pecados. Conceptos todos, como indica J. P iren ­

ne, que están m uy p róx im os a las ideas cristianas de cielo, infierno y p u rgatorio.

Todas estas ideas fu eron p u esta s p o r escrito durante la X IX D inastía en e l Libro de las Puertas, que las p on e en relación con e l ciclo osírico.

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A hora la duat se divide en doce regiones, correspondientes a las doce horas d e la noche. Cada región es separada d e su vecina p o r p u erta s defendidas p o r serpientes, que la s alm as deben atravesar, hasta alcanzar la región de

los espíritus. L as alm as de los m alvados son castigadas en la duat.

E l Libro de las Puertas y e l L ibro de lo que hay en el Más A llá se encuentran desarrollados en la tum ba d e Set i I y en las tumbas reales, lo que es un indicio de que sus creencias no gozaban d e gra n popu laridad. J. P i­ renne considera esta teología una tentativa abortada de sim plificación d el sistem a solar y de los distintos sistem as agrarios reunidos en un solo rito osírico.

Probablemente estas ideas fu ero n in terpretad as de diferentes maneras. E l p u eb lo creía en un ju icio d e l alma en e l trib una l de O siris y de los 42 demonios, m ientras que p a r a los más ilustrados se trataba d e un símbolo. E l p ro p io corazón d e l difunto era e l verdadero acusador en e l tribunal divino,

como indica el Libro de los M uertos en e l capítulo XXX.

L as concepciones sobre la ultratum ba d e la g en te más ilustrada, sin em ­ bargo, calaron en la m entalidad de la s clases popu lares. E n la a ld ea de D eir-el-M edinah, los cultos p ú b licos de los gra n d es dioses reunidos a lred e­ d or de O siris habían p en etra d o m uy hondamente y habían m arginado a los dioses locales.

Se mantuvieron, sin embargo, los dioses dom ésticos con un carácter a rca i­ co, prin cipalm en te e l culto a la diosa madre, vinculado a las alm as de determ inados difuntos, como los p a d res d e los m oradores. L a s almas d e los m uertos conservaban su person alidad, p a rticipab an d e la naturaleza d e l sol y navegaban en la barca solar acompañándoles. Cuando se hace un sacrificio sobre e l alta r doméstico, interviene e l alm a d e l difunto, que recibe las oracio­ nes y ofrendas.

En e l Libro de lo que hay en el Más A llá, redactado durante la X V III D inastía, se describe e l viaje d e R a durante la noche, que term i­ na cuando la barca que conduce a l escarabeo p a sa p o r debajo d e una serp ien ­ te, que arroja p o r su boca la barca d el nuevo sol.

E l Libro del D ía y e l Libro de la Noche son p osteriores a los años d e Seti I. H orus despierta a l fara ón , que y a c e en e l sarcófago y que, ayudado p o r O siris y p o r los otros dioses, coge la mano de la diosa d el cielo, Nut. E n­

cuentra las dos barcas solares, la d e l servicio d el d ía y la d e l servicio d e la noche. L a barca p en etra en los «C am pos de lalu», que están p rotegid os p o r m uros d e bronce.

L a región de la noche?,( se d ivide en doce barrios, a los que se entra p o r una pu erta . L a barca navega en e l río subterráneo cargada d e p a sa jeros en­ tre dos orillas, una llena de am igos; la otra d e malvados.

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