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Variables pre disponentes de Burnout en cuidadores de Adulto Mayor y su incidencia en la calidad de vida y bienestar subjetivo.

Víctor Cabrera Vistoso* Jéssica Morales Gutiérrez** Paula Pavez Salinas***

*Psicólogo, Magíster en Psicología Social Aplicada. Académico, Universidad Autónoma de Chile. **Psicóloga, Magíster en Psicología Social Aplicada. Coordinadora de Prácticas Profesionales y Académica, Universidad Autónoma de Chile.

***Psicóloga, Magíster en Psicología Clínica. Coordinadora del Programa Violencia Intrafamiliar, Universidad Autónoma de Chile.

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Resumen

De acuerdo a los últimos estudios demográficos, existe una tendencia a la alza en Chile respecto al crecimiento poblacional del Adulto Mayor, lo que se traduce en focalizar la atención en las necesidades particulares de esta población, en especial lo relacionado con salud.

El síndrome de Burnout se asocia con variables de riesgo que se manifiestan particularmente en los profesionales que laboran en el ámbito de la salud, está manifestación se daría con mayor facilidad en estos profesionales dada la naturaleza del trabajo, y que cuyas implicancias afectaría la calidad de vida y atención, tanto al funcionario (cuidador) de la salud, como al paciente longevo.

Este articulo, pretende reflexionar sobre la evidencia que existe respecto a la problemática del síndrome de Burnout en cuidadores institucionalizados del Adulto Mayor y sus posibles efectos en la percepción de calidad de atención en salud de la población Adulto Mayor.

Abstract

According to recent demographic studies, there is an upward trend in Chile regarding Elderly population growth, resulting in focusing attention on the needs of this population, particularly related to health.

Burnout syndrome is associated with risk variables that occur particularly in the professionals working in the field of health, this demonstration would more easily in these professionals given the nature of work, and the implications of which would affect the quality of living and care, both official (caregiver) health, and patient longevity.

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Caracterización y desafíos en el cuidado del Adulto Mayor

Quienes transitan por los senderos de la tercera edad y cuarta edad i (Carbajo, 2008, 241), son sin

duda protagonistas de una verdadera conquistaii, en tanto beneficiarios de una expectativa de vida

que hoy puede llegar a los 80 u 83 años en promedio (informe Ethos, 2005). Este logro, en muchos casos, ha sido obtenido en gran medida gracias al mejor acceso de estas personas a tratamientos médico – hospitalarios, acceso a bienes materiales que le permitieron obtener un bienestar acorde con sus necesidades y condiciones demográficas y socioeconómicas, a un estilo o condiciones de vida saludables y a la capacidad de re significación de su historia de vida, entre otros.

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Esta segunda condición puede ser de mayor o menor intensidad en atención al contexto emocional con el que cuentan, constituido por la expresión de empatía, respeto y tolerancia de su grupo familiar inmediato, el contar con redes de apoyo asistencial, disponer de un nivel de ingreso económico suficiente para financiar la medicina y tratamientos necesarios para preservar la salud y la autonomía física y psicológica, contar con redes de contención emocional y socialización de sus

i categoría que cifra su origen en Aristóteles, quien en su retórica (libros II, XII, XIIIXIV, 3), refiere la senectud como cuarta y última etapa en la vida del hombre, caracterizada por el deterioro, ruina e inutilidad social, debilidades, dignas de compasión social. En la actualidad la categoría Cuarta Edad es usado para agrupar a las personas que superan los 80 años)

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intereses y necesidades (amigos, vecinos, grupos organizados de la tercera edad, programas de desarrollo comunitario diseñado para este segmento de la población, la labor de la iglesia, entre otras posibilidades).

Identificar y comprender el alcance y la incidencia de éstas y otras variables socio demográficas características del Adulto Mayor, pone de relieve de manera consistente e irrefutable, la importancia del rol que deberían ocupar los trabajadores abocados al cuidado de este grupo etario el que, a efectos de este análisis recibe el nombre de Cuidador Institucionalizado. Sin embargo, quiénes

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deberían tener esta denominación, al respecto las investigaciones ( Jara, 2009; Arroniz, L. Cirese, M. y Petrantonio, V.,2011; Hernández, Z. 2006), refieren una persona que trabaja al amparo de una institución o “casa de reposo”, no obstante, si se considera que un Adulto Mayor es sujeto de atención en un hospital o centros geriátricos especializados, las tareas y responsabilidades del llamado “Cuidador Institucionalizado” se hacen extensivas al personal de enfermería, auxiliares de enfermería, trabajadores sociales u otros cargos y profesionales cuya labor este directamente vinculada con la atención de éste grupo etario de la población (Hernández y Ehrenzweig, 2008).

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Por lo tanto, desde el punto de vista contextual y requerimientos asociados, el cuidador institucionalizado no está frente a una categoría social denominada Adulto Mayor, con todos los significados socioculturales implicados, sino está más bien ante personas que merecen ser protagonistas de su vida hasta el último respiro. Esto, indudablemente pone de relieve un conjunto de competencias técnicas y psicológicas, simultáneamente con un cuerpo normativo y protocolos de desempeño que preserven la salud mental del cuidador y el adulto mayor.

Por otra parte, en atención a la posición ocupada por nuestro país, respecto al camino recorrido por naciones industrializadas, donde el cuidado del Adulto Mayor es una consolidada institución de protección, como en el caso de Bélgica, Alemania, Japón o Estados Unidos, se justifica la evaluación de factores que podrían ser incidentes en la calidad de atención y en el bienestar subjetivo de este grupo etario y también en predisponentes de la aparición del Síndrome de Burnout en cuidadores institucionalizados, constituyéndose de esta forma en factores de riesgo para este trabajador.

Burnout en los Cuidadores Institucionalizados

Bien es sabido que la temática Burnout ha sido estudiada principalmente en profesionales del ámbito de salud, sin embargo en nuestro país existe escasa investigación relacionada con funcionarios, cuya labor se relaciona específicamente con la atención del Adulto Mayor institucionalizado.

Antes de abarcar el tema, será importante realizar un breve análisis de qué se entiende por este síndrome. La terminología Burnout fue acuñada particularmente por el psiquiatra H.Freudenbergeren1974, cuando se desempeñaba en una clínica en Nueva York, observó en sí mismo que a pasar de ser reconocido por su trabajo, no podía evitar tener sentimientos de fatiga y frustración, y que les ocurría lo mismo a la mayoría de los voluntarios. Freudenberger definió Burnout como: “Un estado de fatiga o frustración producido por la devoción a una causa, forma de vida o de relación que no produce el esperado refuerzo” (Freudenberger, 1974)

En el año 1976 con los estudios realizados por C. Maslach, sobre Burnout, fue cuando alcanza su mayor difusión, en un estudio realizado a 200 profesionales de Servicios Sociales, la autora

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describió al síndrome como: “Una situación de sobre carga emocional entre profesionales de servicios humanos que después de meses/años de dedicación terminaban“ quemándose”.

Año más tarde Maslach y Jackson (1981), utilizaron la terminología para describir las sintomatologías que evidencia una persona cuando manifiesta Agotamiento Emocional, Despersonalización y Baja Realización Personal. A través del tiempo, el síndrome ha referido una serie de denominaciones: “síndrome del estrés crónico laboral”, “síndrome de desgaste profesional”, “síndrome del quemado” o “síndrome del estrés laboral asistencial”, vale decir corresponde a un estado de agotamiento físico y emocional resultante de las condiciones del trabajo o sobrecarga profesional; quien padece este síndrome, además de encontrarse cansado, desilusionado, malhumorado y hasta agresivo, se convierte de forma progresiva en mal trabajador (Marín y Paredes, 2002).

El síndrome de Burnout se ha relacionado con variables de riesgo en los profesionales, en consecuencia quienes desempeñan en el ámbito de la salud, están expuestos a una serie de sintomatologías dadas por la naturaleza de su trabajo, tales como: dolores crónicos, fatiga crónica, pérdida de peso corporal, ulceras gástricas; también se ha evidenciado complicaciones mentales o emocionales como por ejemplo: estrés, depresión, sentimientos de pérdida de control, sentimientos de culpa, agresión entre otras (Hernández Zamora, 2006).

Los estudios han dado especial relevancia a la investigación de Burnout en trabajadores de la Salud, y su impacto o relación con los factores de riegos anteriormente señalados, los que en conjunto alteran o afectan la calidad de atención. En efecto, los cuidadores de la Tercera y Cuarta Edad, por su labor se encuentran expuestos a factores de riesgo que inciden con mayor facilidad al desarrollo de estrés laboral o Burnout, pues la población senil requiere una atención dedicada y especializada hasta en las más simples necesidades, cuyo acompañamiento puede resultar para los funcionarios (cuidadores) una tarea en extremo difícil y absorbente (Hernández Zamora, Ehrenzweig y Sánchez, 2008).

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De acuerdo a lo señalado por Hernández y Ehrenzweig (2008), durante los últimos años los estudios relacionados con cuidadores de adultos mayores se han centrado principalmente en las consecuencias que su labor supone en los distintos ámbitos de su vida. Para estos efectos los autores citan como ejemplo estudios que revelan problemas psicopatológicos, principalmente ansiedad y depresión en cuidadores (Bell, Araki y Neumann, 2001, Clyburn, Hadjistavropoulos y Tuokko, 2000; Jones y Peters, 1992; Martín, Ballesteros, Ibarra y cols., 2002; Moral, López y Pellicer, 2003, en Hernández y Ehrenzweig, 2008), como consecuencia de su trabajo con adultos mayores, o estudios destinados a identificar variables relacionadas con el cuidado de ancianos discapacitados y sus consecuencias emocionales en los cuidadores (Espinosa, Clemencia, Serrano y cols., 1996; Laserna, Castillo, Peláez y cols., 1997; Malonebeach y Zarit, 1995; Stuckey y Smyth, 1997, en Hernández y Ehrenzweig, 2008).

Con el propósito de añadir nuevos elementos de análisis a las causas del Burnout en este grupo de trabajadores, estos autores realizan una investigación que compara el nivel de Burnout de funcionarios de un hospital, mayoritariamente constituido por enfermeras y auxiliares de enfermería (medido a través del test Maslach Burnout Inventory) y la sobrecarga de trabajo en la atención de adultos mayores (medida a través de la escala de sobrecarga del cuidador de Zarit), gracias a lo cual obtiene las siguientes variables incidentes en el Burnout: trabajar más de ocho horas diarias, no descansar ningún día de la semana o solamente tener uno, tener menos de 15 años de antigüedad en el puesto, tener estudios de educación media completa, no tener pareja pero sí hijos y tener una evaluación de sobrecarga leve de acuerdo a la Escala de Sobrecarga del Cuidador de Zarit. Respecto a las variables que predominan para la presencia de sobrecarga leve del cuidador, éstas fueron las siguientes: tener 30 años de edad o menos, desempeñar el puesto de enfermera o auxiliar de enfermería, trabajar más de ocho horas diarias, no descansar ningún día a la semana, tener 15 años o menos de antigüedad en el puesto, tener estudios completos de educación media, no tener pareja pero sí hijos y tener un nivel de Burnout medio o alto como cuidador.

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para evaluar Burnout y sobrecarga laboral corresponden a la percepción que tiene el cuidador, existe poca evidencia que dé cuenta de los pres disponentes de tal percepción en cuidadores institucionalizados del Adulto Mayor. Al respecto Chacón, M., Grau, A.(2004), al relacionar variables de personalidad y burnout en enfermeros que trabajan en hospitales oncológicos obtiene antecedentes que van en dos direcciones fundamentales: la predisposición al Burnout de algunos rasgos del carácter y cualidades aisladas de las personas, y el papel que juegan determinadas subestructuras, cualidades complejas o patrones funcionales de la personalidad como aceleradores o inhibidores en el desarrollo del proceso de desgaste en el trabajo, por efectos directos o indirectos. Adicionalmente obtiene antecedentes respecto de la coherencia y la personalidad resistente, como orientaciones globales generalizadas de la personalidad estudiada en su acción amortiguadora en el proceso de estrés y en el mantenimiento de la salud y el bienestar.

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En un estudio realizado en el Hospital Nacional Psiquiátrico en Costo Rica, en donde se investigó la relación sobre la incidencia del Síndrome de Burnout en la calidad de la atención que brindan los(as) funcionarios(as) que laboran con personas Adultas Mayores, se revela que frecuentemente el Síndrome de Burnout, es ignorado por el equipo terapéutico que trabaja en cuidados de pacientes psiquiátricos, olvidando de esta forma que los efectos de la influencia negativa repercuten sobre la calidad en la atención afectiva que se entrega a las personas longevas, esta situación se manifiesta básicamente cuanto la persona (funcionario) no logra tener una adecuada adaptación de los estresores que producen sobre carga generando el Síndrome de Burnout (Jaral, 2009). Por otro lado, puede manifestarse alteraciones físicas como: dolor de cabeza, dificultad para conciliar el sueño, dolores articulares; alteraciones psicológicas: como irritabilidad, ansiedad, depresión; alteraciones sociales y/o alteraciones laborales con consecuencias a nivel económico.(Peinado y Garcés,1998).

Entre los resultados más importantes de la investigación realizada en el Hospital Nacional Psiquiátrico, fue que de un total de 33 funcionarios(as), 18 se encuentran en alguna de las fases del Síndrome; por otro lado quienes presentaban las características sociodemograficas de ser casada, tener hijo y ser de sexo femenino, mostraron mayor vulnerabilidad en la incidencia de la patología. Otras variables que favorecen la aparición del Burnout en la atención de calidad para este grupo etario, tiene que ver con: a) relación al número de personal de base por usuario atendido, b) coberturas profesionales respecto a las horas de mayor demanda de atención, c) implicación y funciones pautadas a lo largo de la jornada laboral, que sirvan como guía al personal, d) oferta de formación especializada y e) la existencia de un equipo multidisciplinario (Jara, 2009)

Calidad de Vida y Bienestar Subjetivo

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atención de los investigadores, que lo consideran como plataforma proporcionando espacios más significativos a la terminología, produciéndose su consolidación (Schalock & Verdugo, 2003 en Climent, 2004).

Qué significa Calidad de Vida, al igual que Burnout la terminología puede presentar un sin número de componentes, que estarán sujetos a los énfasis que pretendan focalizar el investigador; en efecto, la calidad de vida puede ser medible a través de instrumentos que buscan pesquisar subjetividades, de esta forma poder ordenar e interpretar la complejidad del constructo, por ejemplo las escalas de medición han entregados factores reconocibles como: la satisfacción laboral y educacional, la salud, el estido de vida, condiciones de vivienda, urbanización, accesos a servicios públicos, criminalidad, comunicaciones, contaminación ambiental, situación económica y otros que tengan influencia en el desarrollo humano de una comunidad (Guyatt, Fenny & Patrick, 1993 en Velarde & Ávila, 2002). Por lo tanto, la calidad de vida es un constructo que puede ser cuantificable, en donde la persona evalúa (o genera un juicio perceptivo) en base a elementos subjetivos que va construyendo con el entorno (Lara, Ponce de León & De la Fuente, 1995 en Velarde et al., 2002).

Desde lo fenomenológico, la conceptualización de calidad de vida se comprende como un indicador multidimensional del bienestar material y espiritual que se desarrolla en un marco social y cultural (Quintero, 1992 en Ardila, 2003). Corresponde a una valoración que hace la persona desde lo cualitativo y cuantitativo en relación a su percepción sobre el grado en que ha alcanzado el bienestar personal (que incluye la felicidad y satisfacción); así como también se relaciona estrechamente con indicadores biológicos, psicológicos y comportamentales (Diener, 1984 en Rodríguez & Neipp, 2008).

Desde lo descrito anteriormente, podemos evidenciar que la presencia del síndrome Burnout en un cuidador institucionalizado, puede llegar a repercutir no sólo la calidad de vida del él mismo, sino también la calidad de vida del anciano que acude a un servicio de salud por atención.

Conclusiones

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ello, los principales desencadenantes y facilitadores del burnout se han focalizado en la influencia de agentes del entorno social, del marco laboral y características personales. Variables de carácter demográfico (sexo, edad, estado civil, número de hijos), el tipo de profesión, la utilización de recursos técnicos en el trabajo, la ambigüedad y el conflicto de rol, el clima laboral, los contenidos del puesto de trabajo y características de personalidad, han sido estudiado como antecedentes o facilitadores del síndrome, y con frecuencia, los resultados de las investigaciones han mostrado su capacidad predictora en un porcentaje significativo de su varianza (Chacón & Grau, 2004).

Para efectos de orden, proponemos clasificarlos en dos dimensiones: estructurales y personales. Los primeros están constituidos por la formación profesional obtenida, las redes de apoyo institucional y profesional con las que cuenta esta labor, las políticas, normas y protocolos de atención de las instituciones, las características de la Administración de Recursos Humanos, el estilo directivo ejercido y la relevancia que esta labor tiene para los gobiernos. Respecto a los factores personales se cuenta el reforzamiento positivo, compromiso e involucramiento del cuidador para desempeñarse en este tipo de actividad, las competencias psicológicas y estructura de personalidad que poseen, las condiciones, exigencias y dificultades propias de la atención del Adulto Mayor, los aspectos psicosociales que demandan en ambos actores nuevas necesidades y expectativas.

Por otro lado, existen competencias psicológicas y estructura de personalidad de los cuidadores, que serán más propensas a la generación de psicopatologías, principalmente ansiedad y depresión, derivado de la alta exigencia que significa atender a un Adulto Mayor desvalido, hasta en sus más simples necesidades (Hernandez y Ehrenzweig, 2008). Por tanto es importante conocer la percepción y valoración que tiene el cuidador institucionalizado de los estresores, derivados del cuidado, aspecto que debiera informar de su nivel de ajuste a las exigencias del trabajo de acuerdo a la percepción de carga laboral y las habilidades expresadas. En tal sentido, es importante identificar la percepción del cuidador de su entorno laboral como factor desencadenante de Burnout y las características personales que permitan cumplir una función moduladora.

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el sentido de la coherencia y muchas más. Aunque la investigación sobre las mismas no deja lugar a dudas sobre su influencia en la salud, sigue resultando realmente problemática su ubicación en los procesos de estrés. No parece quedar claro cómo operan dichas variables, ni tampoco su medición o sus posibles interacciones. Tales inconvenientes ponen de manifiesto que el estrés, y en general la salud, no puede explicarse mediante un conjunto de relaciones lineales claramente establecidas, sino desde una perspectiva más amplia y menos determinista y generalizable en la que las variables personales desempeñan un papel fundamental (Peñacoba, 2001).

Bajo los antecedentes señalados y considerando los estudios demográficos que pronostican que para el año 2050, la población mundial mayor de 65 años se triplicará; Chile es un país que comparte estas tendencias, ubicando a nuestro país, en el mismo camino de envejecimiento que ya experimentan las naciones europeas (Senama, 2012). Reflexionando esta tendencia, surge la necesidad de focalizar la atención en las particularidades de la Vejez, esencialmente lo que dice relación con Salud. Desde esta perspectiva la labor que realizan los funcionarios o personal pertenecientes a la Atención de Salud, tendrá un rol fundamental en la atención y cuidado de los Adultos Mayores de nuestra sociedad.

Se ha planteado que una de las misiones principales del rehabilitador (cuidador) es velar por el nivel funcional de la persona Adulto Mayor o restar en la medida de lo posible cualquier deterioro en marcha (Aldaz y Vázquez, 1996,). Si este planteamiento revela correlación positiva de rehabilitación en la interacción social que se produce entre el anciano y el cuidador, estaríamos en la necesidad de generar atención especializada, con equipos multidisciplinares que deberían acceder a entrenamientos específicos para la atención de este segmento de la población; por otro lado, los programas psicoeducativos, además de entregar herramientas adecuadas para el desarrollo laboral, deben fomentar y entrenar en el autocuidado del funcionario.

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