SEPHARAD
Colección Puerta del Mar. Diputación de Málaga.
(Málaga, 2000)
Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aún llorábamos, acordándonos de Sión.
Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas.
y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo:
Cantadnos algunos de los cánticos de Sión.
¿Cómo cantaremos cántico del Señor en tierra de extraños?
(Libro de los Salmos 137.1-4)
TESTAMENTO
Más de una noche llegan a mi tienda los olores del río
y el naranjo las voces de los tilos,
el sabor de los cánticos y el rezo apacible de las mujeres.
Entre sueños, despierto
con el presentimiento de que no volveré a compartir tu mesa.
La distancia nos parte el corazón y la sangre se torna como adobe sabiendo que otras manos disfrutan de tus pechos y que otros pies profanan
la tierra prometida a nuestros padres.
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HACE TIEMPO CREÍ TENER A DIOS
O tal vez, hace tiempo Dios pensó que podía tenerme. A fin de cuentas a los dos nos embarga
el mismo miedo a tanta soledad.
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DIOS DE ISRAEL
Si esta noche llegaras invencible, si de tu mano
tomara las victorias,
entonces otra vez mis carnes ya resecas como una letanía se tornarían tiernas
como las carnes jóvenes de los niños. Entonces mi pecho como un huerto atravesado de canales,
brindaría las arras de sus frutos y cantaría tus justicias.
Pero hace mucho tiempo que mis labios ajados
de tanto pronunciarte, no recuerdan más milagro que el eco de tu nombre.
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ENTRE LAS DUNAS
“El reloj que no da la hora más que de sesenta en sesenta minutos”
(ARDENGO SOFFICI)
Entre las dunas
las horas pasan lentas, el espacio eterniza
la mirada
y el sol
reseca la boca y los sueños.
El eco del balido
de un rebaño de cabras,
es el único signo de vida que trastorna la quietud de la tarde.
Aguardo una señal, un ángel que descienda la escalera dorada de Jacob y pronuncie mi nombre.
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SALMO 137
Mis enemigos me dicen todo el día
¿dónde estaba tu Dios cuando pasaron
a espada a nuestros hijos, cuando entraron desnudos
a nuestras sinagogas deshonrando el pacto y la liturgia?
Y me piden que olvide las promesas que quebrante tus leyes
maldiciendo tu nombre.
Si de ti me olvidare, Sefarad, en el día de mi quebranto
que se pegue mi lengua al paladar, y que pierda mi diestra su vigor si tú no fueses
el motivo de todas mis alegrías.
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A PESAR DE LAS DERROTAS
“Hay una dignidad que el vencedor no puede alcanzar”
(JORGE LUIS BORGES)
Me hallarás muerto
como mueren los hombres, mi sangre derramada
y mil veces muerto. Sin preguntar
por qué tu hierro
atraviesa, no ya los años, sino todas mis ilusiones;
tu mano firme, sin temblar, arrastrará mis carnes, desecho de los hombres junto a los otros muertos.
Sentirás el orgullo de la victoria sin haber visto
que mis ojos brindaban transparentes bocanadas de dignidad.
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CAE LA NOCHE
Cae la noche sobre el campamento, todos duermen; yo miro a las estrellas, su número es ingente
como las dunas
que dócilmente cubren las puertas de la mar.
Mirar a las estrellas:
un pequeño tesoro para los que no tienen más fortuna que el tiempo.
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BARRIO GÁLATA
Desde la Torre Gálata el Bósforo parece
un alfanje que corta el corazón de Estambul. A lo lejos
se adivinan las voces de los muecines sobre los alminares.
Aquí,
en este barrio antiguo los ancianos dialogan en un gastado castellano:
son el signo de aquellos sefardíes que en una noche de locura lloraban su destierro.
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MÚSICA
“El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla”
(R.BROWNING)
Suenan dulces las notas
y mi exilio se puebla de regresos.
Los instrumentos lloran, derramando un gentío de voces
que llegan incesantes en sones de salterios,
panderos, címbalos y cuerdas.
Es el canto de Sefarad, como el sabor
de una torta de pasas dulces copando los rincones de mi tienda, mientras danzo como un derviche entre ritmos y acordes.
La música me abraza, en su resurrección se agrupan las victorias.
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¿HASTA CUÁNDO, OH YAVÉ?
Tu bálsamo he buscado como la cierva
que brama entre corrientes de agua.
Todos mis miembros
se cubren de tumores y cilicios, mis ojos perdieron la luz
y no encuentro palabras para invocar tu nombre.
Me inundan las cenizas y mi rostro se desvanece del llanto, derramando
mis quejidos por todos los lugares de la ciudad.
Mis heridas no son de alfanjes o catanas
ni es mi causa la mano de los hombres.
Gimo como una parturienta y mi dolor
no halla socorro. ¿Hasta cuándo te olvidarás, Yavé, de mí?
¿hasta cuándo el quebrantamiento?
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GERANIOS ROJOS
De todos los desahucios sólo conservo dos macetas:
el último vestigio de mi origen sureño.
En los días de brumas su color nos indulta por entre la rendija
de una ventana mal cerrada y proclama la gracia
que ha de venir.
Siempre he creído
tener la sensación de que al final nos quedaría el rojo
de los geranios
y el sustento de sus victorias.
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CANCIÓN DE LA AMADA
(Sefarad habla de su Amado)
“Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, que le hagáis saber que estoy enferma de amor”
(CANTAR DE LOS CANTARES DE SALOMÓN)
Por entre la rendija del deseo observaba la desnudez de tu cuerpo en las termas.
Nunca vi torre
más fuerte que tus muslos ni valles tan ingentes como tu espalda.
Mi amado es blanco
como el mármol de las efigies su piel como los lirios entre cedros del Líbano y sus ojos
dos palomas que beben en las fuentes de En-gadi.
Miel y leche debajo de su lengua encuentro cada vez
que sus labios reposan en mi boca.
Por mi vientre fluye la mirra al saberme buscada
y en mis pechos prendieron flores de alheña.
Vendré a la media tarde hasta tu alcoba
ataviada con sedas y perfumes de jazmines y nardos
para ofrecerte
los frutos que en mis viñas guardaba para ti.
Yo os conjuro doncellas de Israel, que no desveléis,
hasta que quiera, el sueño del amor.
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VEGA DE ANTEQUERA
Hoy requiero Señor
mi reino de manzanos, membrillos y granados, reposar bajo su cobijo,
escuchar el murmullo del agua entre las peñas, el zumbido de la cigarra, el canto de los pájaros, y dejarme morir
sobre la tierra, ¡tantas veces mía!
Hoy requiero Señor ser la causa de tu justicia y emprender el camino
de regreso a la vega de Antequera.
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SEFARAD
Se me fueron perdiendo entre tus brazos los años, de la misma forma
en que desaparecen las estrellas y todo su fulgor.
Se perdieron las risas de los que fueron niños,
y con ellos los juegos y las voces, aquella casa blanca
del sur, sus huertos
frondosos, el sonido de la noria llevada por el agua
y la paz de saber
que a este lado del mar también existe la tierra prometida.
Poco a poco murieron los días de abundancia cuando nos congregábamos gozosos a la mesa
y cantábamos cánticos del Señor. Los días felices
cuando nuestra la tierra y su heredad teníamos por patria
la extensión de este sur que siempre portaremos
como el mayor de los tesoros.
A los hijos de nuestros hijos daremos tu memoria
en éste errar por todas las naciones para volver de nuevo en ellos hasta ti, por justicia, Sefarad.
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GÉNESIS
Me llamaron. Me llamaron con sus alargadas sombras de milenios. Pronunciaban mi nombre como sirenas ansiosas de marineros.
Son mis padres y sus padres y legiones de otros padres izando tanto vestigio a través de mis arterias.
Yo, la voz de sus silencios, su acallado resistir
en este pequeño patio del camposanto de Córdoba donde afloran las conquistas de siglos y de promesas.
Cubriéndome los cabellos, para que todos me escuchen apacible les recito:
“Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es el Señor”.