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Academic year: 2022

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E I sueno dC' Amay

Esta esperanzadora historia comienza así.

Amaya era un niña algo d~stinta a las demás: su piel era negra como el azabache, su pelo color verde manzana Y sus OJOS eran violetas como grandes amatistas brillantes, similares a estrellas. Todos los de~ás habitantes del planeta tierra tenían la piel blanca, los ojos verdes, azules o m~ones y diferentes colores de pelo como, amarillo, marrón, negro o incluso a veces naranJas.

Esta historia comenzó en casa de nuestra protagonista, en un día como otro cualquiera. Amaya se encontraba en su habitación mirando por la ventana, inmersa en sus pensamientos y ...

¡pum! de repente se oyó un ruido que retumbó en toda la habitación; al instante, se bajó de la cama para ver de dónde provenía aquel estruendo, y cuando lo localizó, se dirigió hacia allí lo más despacio que pudo. Pero apenas se había acercado, cuando el suelo empezó a retumbar bajo sus pies, y asustada gritó -¡¡¡mamá, papá!!! -sin respuesta, así que corrió a la ventana y pegó la nariz para ver si estaban allí, miró por encima de las fábricas, de los ríos de basura, hasta que a lo lejos divisó en la montaña pelada un gran cohete de hasta 100 m y supuso que podrían estar allí. Cerró la puerta de un portazo y salió lo más rápido que les permitió sus piernas. Ya quedaba poco para llegar, cuando de repente, el suelo empezó a agrietarse y a echar chispas. La niña las saltó todas ágilmente sin esfuerzo y después de un rato que le pareció una eternidad, llegó jadeando a la cima de la meseta.

El cohete era lo más alucinante que había visto nunca, era tan alto como dos elefantes uno encima del otro; de color azul acero, con puertas color albaricoque y una ojiva esculpida en diamante. Alucinando, se dirigió hacia la puerta y llamó con inquietud; entonces al instante, la puerta se abrió en un abrir y cerrar de ojos y de la niebla que provenía del interior ...

¡aparecieron su padre y madre! pero cuando pudieron ver con claridad, exclamaron a coro

¡vamos, corre Amaya!," e hicieron un gesto con la mano para que entrase.

Ya dentro, se sentó en una silla y mirando hacia la ventana preguntó -¿ por qué el suelo tiembla y nos tenemos que ir a yo que se dónde ... ? ¡guau! -no pudo terminar la frase cuando, el padre de Amaya, (que por cierto se _llamaba Enzo) había cogido la palanca de despegue por casualidad y había tirado de ella lo más fuerte que pudo hasta tal punto que la palanca se salió de los cables y en consecuencia, había empezado a zarandearse el cohete como si estuviera en medio de wrn tormenta huracanada. Sudando del esfuerzo y nerviosismo, Enzo, con escasos resultados intentaba encontrar el botón acertado. Mientras tanto, la madre de Amaya (llamada Celeste) miraba pacientemente esperando poder ayudar, pero de repente se levantó del asiento y se dirigió hacia el panel con rapidez, tocó el botón donde ponía despegar y de pronto el cohete dejó de moverse, y con estruendo se elevó hacia cielo.

Amaya se giró para ver el paisaje, y vio una imagen que recordaría toda su vida: de la tierra salían montones y montones de cohetes que se dirigían a todas direcciones, su planeta seguía

donde siempre, pero más horrible que nunca: el polo había desaparecido por completo, el

agua de color negro y los continentes eran de un color grisáceo oscuro, e incluso las luces se habían apagado.

Ella se iba a girar e ir al lado de sus padres cuando un sorprendente ruido sonó de lo más

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El SUl'n d Ar ay

~terrador. Era la tierra, _que

e?

un abrir y cerrar de ojos Je había empezado a salir fuego e mespe:adam~nte se desintegro. Incrédula, se quedó mirando hasta que Ja perdió de vista' desp~es se dio la vuelta en su asiento y les dijo -ya entiendo todo -añadió mientras c~í~

donmda .

.. .. · Aaaaaaah 1111 , ? · ·

-111, 11 • .. • ·, Geso que es• - gnto rmentras se incorporaba después de la siesta que se habia dado. Delan~e de ella se encontraba un pequeño personaje de ojos saltones parecido a una mosca que tema tres pelos en la cabeza.

-¡Capabublubisa na! -e}(clamó, mientras le enseñaba un libro de tapa dura con símbolos raros. Interesada le preguntó:

-¿Quién eres?

-Makamoko Lapa.

-Ya... -~n~onces Celeste se a~er~ó a A maya y le susurró al oído: -toma este traductor, y ponlo en 1d1oma aneh -ella asintió y en cuanto terminó le hizo decir otra vez lo que había dicho antes,

-Me llamo Makamoko, y yo seré quien os lleve

a el planeta adecuado para vivir, este es un libro de todas los planetas

del universo-.

Y dicho esto, se sentó en el sillón más cercano al de la niña y abrió el libro. De la páginas brotaron dos imágenes, cada cual más ensombrecidas e inquietantes; en unas de las fotos era un planeta parecido a la tierra, pero en medio tenía un enorme agujero negro que hacía que pareciera más terrorífico; en la otra foto había otro planeta más horrible aún porque este era tan pequeño como una casa, y además tenía mil anillos.

-El primero se llama Xuat y el segundo Ax24 -explicó, señalando las fotos.

-Ninguno -respondió ella diciendo que no con la cabeza.

-Bueno te voy a enseñar el libro entero, a ver si te gus_ta alguno -respondió. Pero por más que pasaba las hojas ninguno le parecía adecuado. Y al fin, se terminó el libro, lo cerró y se lo guardó.

-¿No te ha gustado ninguno?, bueno, habrá que buscar nuevos planetas -respondió mientras se incorporaba en el sillón. Luego se dirigió a los padres de Amaya y les gritó: -¡¡¡¡¡¡¡¡a toda velocidad!!!!!!!! -y allá que fueron a la velocidad de la luz ..

Llevaban ya un rato volando sin decir palabra cuando de repente un ruido de pisadas hizo que el silencio se interrumpiera. Extrañada, Amaya se levantó de su asiento y se dirigió hacia la salida; cogió el casco de astronauta y se ató a la cuerda, abrió la puerta y con la presión atmosférica se fue volando. Ya había llegado arriba, cuando de pronto, a sus espaldas apareció un conejito beige del tamaño de un aguacate, tenía un abundante pelo y unas enormes orejas que le llegaban al suelo; mirándola de arriba a bajo le preguntó con voz chillona: -¿qui, qui, eres una humana? -aterrada, Amaya se dio la vuelta para ver quién le había hablado, y al

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El su no d Am ya

darse cuenta que solamente era un conejo normal y corriente, suspiró y contestó... -puf, sí __

se agachó, claro, ¿qué sino? -y sonrió con una leve sonrisa -¿cómo te llamas?

-~e llamo Betsy,_ ¿el mundo donde tu vives se ha destruido? A mi me pasó, los que vivían en m1 planeta se monan de hambre, así que decidieron comérselo.

-Sí, a mí me ha pasado supongo que fue por el cambio climático, no supieron solucionarlo y escucha: a la naturaleza. Ahora estamos en un cohete en busca de un planeta para poder vivir.

-¿Ah s1? pues yo conozco un planeta enorme, súper bonito que está cerca de aquí y puedo llevaros.

-¿En serio?

· -¡¡¡Sí!!! -gritó Betsy mientras de sus orejas brotaban diferente plumas de bonitos colores. Y de un salto, las orejas se elevaron volando como un pájaro.

-Van1os, entra y condúcenos a un mundo mejor. -Cerraron la puerta y entró Arnaya con un gozo que le duró hasta la hora de dormir.

Al día siguiente no podía dar crédito a lo que sus ojos veían: delante de ella, en el cristal delantero del cohete, se alzaba un enorme planeta color zafiro con inmensos bosques espectaculares, que mostraban todos los verdes posibles. En el medio se encontraba un enorme lago fucsia con preciosos peces de colores.

Como copiloto estaba Betsy, mantenida en el aire y dando instrucciones de que descendieran.

Sonó un pitido que hizo que todos se_ estremecieran: habían aterrizado en la superficie de aquel planeta; se abrió la compuerta, y loca de entusiasmo salió a toda prisa por las escaleras.

Era verdad, aquel sería el sitio donde vivirían; pero de pronto un ruido de aleteos hizo que se diera la vuelta y echara a correr lo más rápido posible, porque detrás de ella, (pisándole los talones) una gran avalancha de mariposas Morpho azul se dirigían hacia ella tan rápidas como gacelas. Después de un largo rato corriendo se tiró al suelo y jadeando, cogió la fruta más rara que había visto hasta ese momento, era color rojo mermelada y similar a una luna de pequeñísimo tamaño.

Le resultó la fruta más rica del mundo, al poco tiempo se giró y vio en la espesura del bosque, pequeñas motas azules: eran las mariposas, así que como sus brazos no le respondían consecuencia del cansancio, se quedó allí, respirando eufóricamente y mirando al cielo color caléndula del atardecer. Pero al instante, las mariposas hicieron aparecieron justo cuando los ojos de Arnaya se cerraban poco a poco y al fin, antes de dormirse vio como delante de ella revoloteaban como pequeños pajaritos color baya y de un suspiro cerró los ojos. Mientras, no muy l~jos de allí camuflado en el árbol, se encontraba el ladrón de estrellas, agazapado y con una amplia sonrisa de oreja a oreja. El ladrón de estrellas tenía una cabeza similar a la de un corazón, su pelo era pelirrojo como el fuego y peinado hacia atrás con una coleta. Llevaba a menudo una careta blanca con hocico semejante a la cara de un zorro; además, sus botas eran color índigo, que, cuando volaba con ellas desprendía una nube de estrellas brillantes.

Bueno, volviendo a nuestra historia; el ladrón de estrellas se quedó allí esperando a que se durmiera, y cuando lo hizo saltó de la rama, se tiró al suelo y con una silenciosa voltereta aterrizó perféctamente. Cogió la mochila de su espalda, la abrió y sacó una gran red echa de telaraña. La extendió y tapó a Amaya, la levantó y con sus botas dio un salto tan alto que se

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fl u no d "1ayd

salieron de sus pies Y siguió volando como si nada hacia el cielo estrellado. En las nubes estaban los dos, cuando de repente tiró la red hacia arriba y junto a ella Amaya. Siguió volando hasta que de sopetón se giró erguida y de su espalda le empezó a crecer dos alas color amatista con forma de nubes.

Después de horas abrió los ojos, primero lentamente, pero cuando vio donde se encontraba los abrió súper rápido y se echó para atrás creyendo que podía haber algún árbol, pero com¿

no había nada cayó sin control; cerró los ojos, creía que iba matarse ... pero justo en ese momento, sus alas se movieron hacia ambos lados, como enormes pájaros violetas y junto

a

ella se quedaron suspensas en el aire, pero como si alguien le hubiera dado órdenes ias alas subieron a Amaya hasta arriba. Cuando terminó de subir, su piel se fue transformando marrón hasta que al fin se volvió blanca, su pelo violeta se volvió rubio y sus centelleantes ojos violetas, azules. No se conocía. A su alrededor vio como otros niños de su edad también se convertían en personas que no eran, y de sus espaldas les salían, al igual que a ella, grandes alas de diferentes colores. Entonces, de pronto comprendió que aquello que le hacía diferente le hacía ser única y que ella tenía que aceptarse tal y como era. Cerró los ojos y pensó en todo aquello que le hacía tan distinta, pero entonces sus alas empezaron a desaparecer, sus ojos a volverse violeta, su piel negra y su cabello verde. Abrió los ojos, pero al instante calló sin remedio hacia el vacío.

Cuando los pudo abrir no daba crédito: estaba en su casa. Se levantó de la cama y fue a mirarse, pero no vio ningún rasguño; precipitadamente se dirigió hacia su ventana, pero estaba como siempre, basura, montañas peladas, máquinas que echaban humo ... etc. Entonces bajó por las escaleras basta llegar al salón, y vio en un rincón a un conejito destartalado y decidió ponerle un nombre:

-Te llamaré Betsy, y al acabar la frase, Betsy dio un salto tan grande que sus orejas se elevaron en el aire y le salieron plumas de colores cada cual más bonita. Y entre dientes le susurró -hazlo. Amaya asintió y con cara de "a por todas" se acercó al interruptor y gritó a pleno pulmón:

-UNO, DOS Y ... ¡TRES! primero apagó la luz, cerró el frigorífico, recogió la comida, intentó no derrochar agua y salió al jardín, se sentó en su taburete favorito bajó la sombra del árbol electrónico más grande; puso su mano en la frente para hacer visera y vio muy orgullosa, con . los ojos fijos en la montaña pelada, que en la gran cima, un pequeño arbolillo crecía de un pequeño espacio de césped con lindas florecitas amarillas y rosas. Se levantó, cogió a Betsy y se encaminó hacia allí.

· Ya arriba, cogió una manzana y la metió en un agujero que había echo, la regó y al instante una planta enorme creció y luego otra y otra y otra más, así hasta que se perdió de vista.

Al día siguiente, cuando se levantaron todas las personas del mundo vieron como las calles estaban repletas de palos con hojas (árboles) y estrellas (flores). Amaya se sentía feliz, nunca había tenido un sentimiento tan verdadero y profundo, existía una esperanza para el planeta tierra si trabajaban todos unidos. Esa mañana consiguió que el mundo volviera a sonreír.

Y en alguna parte del universo, el ladrón de estrellas le sonreía de oreja a oreja ....

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