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La tarde como símbolo en la poesía de Antonio Machado

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Academic year: 2022

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La “tarde” como símbolo en la poesía de Antonio Machado

Por Patricio Iturriaga

La “tarde” es un motivo recurrente en la poesía de Antonio Machado (Sevilla, 1875- Collioure, 1939) y muchas veces se ha considerado que posee un carácter simbólico en su obra. Si entendemos al “símbolo” en el sentido de Pierre Reverdy que Juan Eduardo Cirlot 1 retoma “símbolo es la expresión de una realidad inteligible, es decir, profunda, por medio de un objeto sensible; en este sentido, la forma de tal objeto es una explicación” podemos esperar en el análisis de su obra encontrar explicaciones del contenido profundo que entrañaba para el poeta. Con este fin proponemos observar los poemas VI, VII, XXXIX y Canciones a Guiomar 2 ya que es en ellos donde creemos que “la tarde” manifiesta todo su potencial simbólico.

El eje central desde el que se articulará este estudio, lo constituye el poema VII de

“Soledades”, originalmente publicado en la revista Helios (1903) con el emblemático título ”El poeta visita el patio de la casa en que nació”.

El limonero lánguido suspende una pálida rama polvorienta

sobre el encanto de la fuente limpia, y allá en el fondo sueñan

los frutos de oro...

Es una tarde clara, casi de primavera,

tibia tarde de marzo

que el hálito de abril cercano lleva;

y estoy solo, en el patio silencioso, buscando una ilusión cándida y vieja:

alguna sombra sobre el blanco muro, algún recuerdo, en el pretil de piedra de la fuente dormido, o, en el aire, algún vagar de túnica ligera.

La descripción de las primeras cinco líneas de la silva arromanzada3 presenta una gradación sobre un plano vertical en el que se distinguen tres niveles. El poeta conduce la

“mirada” del lector desde la altura (donde se encuentra la rama polvorienta) hasta la fuente mediante encabalgamientos suaves*, la coincidencia de la pausa sintáctica y versal** en el tercer verso quiebra la fluidez, destaca el cuarto verso (en esto colabora el cambio métrico) y enfatiza el tercer plano: la inmersión en la profundidad. Cada uno de estos planos está asociado a diferentes imágenes (el limonero y su rama, la fuente, los frutos) que en sus calificativos acompañan la gradación*** cargándola de aspectos valorativos. Así, el limonero es lánguido (no solo es “débil” sino también “falto de espíritu”4) y su rama polvorienta (que connota el paso del tiempo), la fuente es limpia (que contrasta con polvorienta) y posee

* Encabalgamiento: fenómeno métrico que resulta de la no coincidencia de la pausa versal y la pausa morfosintáctica. Se denomina “suave” a aquel en que la pausa morfosintáctica se encuentra después de la cuarta sílaba

** Pausa versal: interrupción que se realiza a final de verso salvo que se dé el encabalgamiento.

*** Gradación: figura que consiste en juntar en el discurso palabras o frases que, con respecto a su significación, vayan como ascendiendo o descendiendo por grados, de modo que cada una de ellas exprese algo más o menos que la anterior.

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encanto (no sólo “embelesa” sino que posee poderes “mágicos”5), y en la profundidad los frutos son de oro (“luz” e “iluminación suprema”6) y sueñan (que complementando a “oro” y bajo el poder del “encantamiento” de la fuente, se podría interpretar como conocimiento de un estado de consciencia, retorno al origen y causa de un “debilitamiento vital o moral”7). Es así que en pocos versos Machado compone un mundo simbólico surcado por dos planos, el cotidiano, temporal y aparente, y otro profundo, misterioso, donde reside la iluminación de los seres (o dicho prosaicamente: el autoconocimiento). La fuente, merced a cierto encanto comunica ambos planos existenciales, purifica, trasmuta a los limones en oro y a la tarde fugaz en intemporal.

Si la disposición tipográfica separa “los frutos de oro…” de “Es una tarde clara”, esto no necesariamente implica que constituyan versos independientes, hay varias razones que permiten conjeturar lo contrario8. Aceptar el prodigio de las dos líneas como constitutivas del mismo verso9 nos permite aceptar con mayor facilidad el influjo “encantador” de la fuente sobre la “tarde”: la “intemporalidad”. La detención del tiempo (o la objetivación de la profunda intuición perceptiva “heracliana” de la unidad de los contrarios “reposo” y “fluir”) permite la recuperación integra de la “tarde” del pasado, porque se identifica con la del “presente”.

Esto es lo que diferencia profundamente a este poema del VI donde la aprehensión del pasado revelador es voluntariamente negado (Adiós para siempre; tu monotonía, / fuente, es más amarga que la pena mía). La asociación entre los poemas no es caprichosa, son contiguos en “Soledades”10, los “motivos” son similares: la soledad en el patio - parque y la fuente, la convergencia temporal de las “tardes” (Fue esta misma tarde: mi cristal vertía / como hoy sobre el mármol su monotonía), la misma tarde evocada (…Del rubio color de la llama, / el fruto maduro pendía en la rama, / lo mismo que ahora…), la misma búsqueda (… ¿Te recuerda, hermano, / un sueño lejano mi canto presente?) y posiblemente el mismo recuerdo (Dijeron tu pena tus labios que ardían). Entonces, es posible que el contenido de la ilusión cándida y vieja, de algún recuerdo, en el pretil de piedra / de la fuente dormido, o, en el aire, / algún vagar de túnica ligera11 sea posible extraerlo del poema anterior; y más de lo que la fuente dice, es atendible lo que el “yo lírico” demanda Yo sé que tus bellos espejos cantores / copiaron antiguos delirios de amores.

Puesto en este ejercicio de intratextualidad*, las dos últimas estrofas de las “Coplas Elegíacas” (Poema XXXIX) nos pueden brindar elementos para delimitar el contenido simbólico de los frutos:

De quien el fruto prendido en la rama no alcanzó, de quien el fruto ha mordido y el gusto amargo probó!

¡Y de nuestro amor primero y de su fe mal pagada, y, también, del verdadero amante de nuestra amada!

La referencia al amor confirma la presunción señalada anteriormente y arroja luz sobre el motivo por el cual el “yo lírico” rehuye ante Dijeron tu pena tus labios que ardían; puesto que se trata de una decepción amorosa que seguramente ha calado en forma perenne en el alma del poeta (la fuente le advierte sed que ahora tienen, entonces tenían). Los ambiguos últimos dos versos de la última copla permiten contemplar una traición o infidelidad, pero no hay dudas del fuerte desengaño en el albor de la adolescencia (Y de nuestro amor primero / y de su fe mal pagada) que bien pudo consistir en la ausencia de la amada a la “cita” (ese aroma de ausencia12, único verso en que se altera la rima asonante** del poema VII). De allí la fe mal pagada y el conflicto entre la certidumbre que dice al alma luminosa: nunca, y el deseo y al corazón: espera13.

* Intratextualidad: relación de un texto con otros escritos por el mismo autor.

** Rima asonante: identidad de vocales en las terminaciones de dos palabras a contar desde la última acentuada, cualesquiera que sean las consonantes intermedias o las vocales no acentuadas de los diptongos.

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La “tarde” ha quedado para el poeta íntimamente asociada a esa honda tristeza, es el testigo de su amor junto a la fuente, también de su primer desengaño.

Que tú me viste hundir mis manos puras en el agua serena,

para alcanzar los frutos encantados

que hoy en el fondo de la fuente sueñan...

La apelación a la “tarde” como testigo de la violenta pasión se manifiesta en la alteración métrica del segundo verso que colabora en la tensión de agua serena con “hundir” y

“alcanzar”, tensión luego diluida en la coincidencia de su rima con “sueñan”. La confesión del deseo, del gesto furioso, le permite al “yo lírico” recuperar efímeramente el “amor” pero también el desengaño. Ahora es clara la metáfora* “gusto amargo” aplicada a los codiciados frutos que “arden” plenos de vitalidad y erotismo (… Del rubio color de la llama, / el fruto maduro pendía de la rama 14). Los limones encantados que deberían iluminar el alma del poeta, esas luces de la tarde que han sido “hilados en oro”, son inasequibles. El poeta accede a un estado de consciencia que le permite comprender que su melancolía y tristeza proceden de la insatisfacción por una vida que no es plena, por una vida que está signada por aquella originaria desilusión (frustración) amorosa. Lo que sucedió en el pasado (la desilusión) no solo condiciona sino que está en el presente (la frustración), presente y pasado se identifican, como las “tardes”, como en la fuente “reposo” y “fluir”. La “tarde” constituirá una de las imágenes preferidas del poeta, como escenario o metáfora de melancolía (poema XIII), soledad (poema XVII), angustia (poema LXXII), amargura (poema XLVI) y locura (poema CVI).

El mismo año que Machado publica “Soledades. Galerías. Otros poemas” (nueva edición de la ya citada de 1903) conoce a Leonor Izquierdo, una joven de 13 años, con la que contrae matrimonio dos años después. La joven muere a la edad de 18 años, y provoca una crisis poética en Machado. Tras publicar “Campos de castilla” (ese mismo año, 1912) su producción desciende notoriamente, encuentra refugio en el estudio de temas filosóficos (“la etapa final de su poesía recogerá sus inquietudes en este sentido”15). Cuando Machado ha pasado los cincuenta años conoce a la poeta Pilar de Valderrama, una mujer de 39 años de quien se enamora. En 1929 publica, bajo el seudónimo de su alter ego Abel Martín, “Canciones a Guiomar”16. En estos poemas Machado vuelve a abordar el tema del amor, pero no desde la

“añoranza” sino desde la “esperanza”, la nueva luz permite corroborar el pequeño universo de símbolos analizados.

No sabía

si era un limón amarillo lo que tu mano tenía, o un hilo del claro día, Guiomar, en dorado ovillo.

Con estos versos se inicia el primer poema, el “yo lírico” enfatiza en “No sabía” su perplejidad (y temor) ante “el amor” encarnado en Guiomar. Para ello explicita el contenido simbólico que presumimos encerraban los limones, contrapone el plano “real” y el “evocado” y despoja al símbolo de su contenido pues los limones pertenecen al pasado, al amor insatisfecho. No así su contenido, aquel “hilado en oro” que debía iluminar el alma del poeta (que explicite a “hilo” nos permite a su vez constatar que la “iluminación” refería a la

“conexión esencial”17 que se le adjudica al amor). El intento de separar el pasado con su carga de tristeza y frustración, del presente con Guiomar, se manifiesta junto a una desconfianza del

“yo lírico” frente al futuro amor:

Yo pregunté: ¿qué me ofreces?

¿Tiempo en fruto, que tu mano eligió entre madureces

*Metáfora: tropo que consiste en trasladar el sentido recto de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita.

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de tu huerta?

¿Tiempo vano

de una bella tarde yerta?

Los dos últimos versos nos remiten a aquella tarde que el poeta recuperaba en el Poema VII acuciado por la necesidad de re-conocerse, el oxímoron* “bella tarde yerta” nos indica que de la “tarde” sólo recupera el sentimiento de felicidad en la promesa del amor, mientras que al dolor intenta instalarlo definitivamente en el pasado. No menos significativo es

“madureces” aplicado a “Tiempo en fruto” donde reconoce que ya la esperanza de amor carece de la pasión juvenil (o de erotismo). Y si por una parte ello debía tranquilizar al poeta, no hay dudas de que toma consciencia de que Guiomar (o el amor que ella augura) puede ser sólo un sucedáneo

¿Dorada ausencia encantada?

¿Copia en el agua dormida?

Una ilusión, tal como lo fueron los inalcanzables frutos “encantados” en “el fondo de la fuente” aquella tarde con “aroma de ausencia”. Como vemos, el pequeño universo simbólico esbozado halla su correlato en este poema concebido casi treinta años después. La profundidad de la emoción experimentada aquella tarde sigue intacta y tiñe de temor y desconfianza al poeta. En la última de las canciones a Guiomar encontramos estos versos:

¡Oh tarde viva y quieta

que opuso al panta rhei su nada corre, tarde niña que amaba a su poeta!

¡Y día adolescente

-ojos claros y músculos morenos-,

cuando pensaste a amor, junto a la fuente, besar tus labios y apresar tus senos!

Hemos señalado la anulación del tiempo que el Poema VII entrañaba. Señalamos la confluencia temporal en la fuente encantada, la unidad de los contrarios “reposo” y “fluir”, y la percepción del tiempo al modo de Heráclito. Aquí el “yo lírico” lo explicita claramente mediante la cita textual de un fragmento apócrifo18 del filósosfo de Efeso (panta rhei, πάντα ρει, “todo fluye”) y su contrario “nada corre”, oxímoron ya anticipado en el contraste de “viva y quieta”.

Las referencias a la tarde evocada ya la hemos señalado, nos queda por señalar el carácter erótico de los “frutos” y el exorcismo final que reconquista a la tarde de la melancolía y la tristeza, y la personifica equiparándola al amor. El “yo lírico”, a través de la “tarde”, intenta recuperar al poeta para el futuro amor maduro pero no logra ocultar su profundo temor. “Un amor hondo, auténtico, pero refrenado por mil tirones paralizantes”19

(Octubre de 2008)

*Oxímoron: combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o expresiones de significado opuesto.

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NOTAS

1 Cirlot, Juan Eduardo. Morfología y arte contemporáneo, Omega, Barcelona 1955, pág. 71.

2 Los poemas analizados se reproducen en forma íntegra en Apéndice II Poemas

3“Todos los versos pares muestran la misma asonancia, como en los romances”. Baehr, Rudolf. Manual de versificación española. Ed. Gredos, Madrid, 1984. Pág. 383.

4 RAE. Diccionario de la lengua española. Vigésimo segunda edición. Edición electrónica V 1.0, 2003

5Ídem

6También “luz mineral” con la que el sol ha hilado la tierra, este último símbolo nos será sumamente útil más adelante. Cirlot, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Ed Quinto Centenario., Colombia, 1994.

Pág. 344

7“… agosta la vida”. Ibíd. Para “fuente” Pág. 211, para “sueño” Pág. 421

8 Ver Apéndice I, Ritmo y métrica en poema VII.

9 “En métrica, por ejemplo, se desligó cuanto le plugo de los esquemas tradicionales o introdujo en ellos variantes a su acomodo”. Ruibal, Elena. La poesía de Antonio Machado.

10 Incluso son cercanos en su fecha de composición, el poema VI debió ser de “1902 lo más tarde”.

Sánchez Barbudo, Antonio. Soledades, Galerías y otros poemas en Historia y crítica de la literatura española. Ed Crítica, Barcelona. Pág. 438

11 Nótese nuevamente el recurso del encabalgamiento referido a la fuente que contrasta con las pausas versales y sintácticas del resto de la estrofa, es notorio el énfasis en destacar la intimidad entre el recuerdo y la fuente, el hipérbaton en el adjetivo dormido (aplicado a recuerdo) provoca que afecte a fuente casi como una hipálage

12 Poema VII

13 Ídem.

14 Poema VI

15 Albistur, Jorge. Prólogo a Poemas. Antonio Machado. Ed Banda Oriental, Montevideo, 1983. Pág. 9

16 La identidad de Guiomar fue controvertida por los críticos durante años (a pesar de Antonio Machado a su grande y secreto amor de Concha Espina, 1950). En 1981, Pilar de Valderrama publicó su

autobiografía Sí, soy Guiomar y zanjó la disputa.

17 Cirlot, Juan Eduardo. Op. Cit. Pág. 240

18 Expresión adjudicada a Heráclito pero que no consta en sus fragmentos conservados, se supone que por su asociación con el fragmento 84a según el catálogo de Diels y Kranz “Su reposo es

cambiar”.Encuentra su expresión lógica en A = no A. Temporalidad = eternidad. Martínez Marzoa, Felipe.

Historia de la Filosofía. Ed. Itsmo, Madrid, 1984. Vol. 1, Pág. 61

19 Lázaro Carreter, Fernando. El último Machado en Historia y crítica de la literatura española. Ed Crítica, Barcelona. Pág. 453

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Apéndice I

Ritmo y métrica en Poema VII

La estructura rítmica en los versos en anális es la siguiente:

El limonero lánguido suspende ooo óo [ó]o oo óo una pálida rama polvorienta oo óoo óo oo óo sobre_el encanto de la fuente limpia, ooo óo oo óo óo y_allá_en el fondo sueñan o oo óo óo los frutos de_oro...

Es una tarde clara, ooo óo oo óo óo casi de primavera, óo ooo óo

tibia tarde de marzo óo óoo óo

que_el hálito de_abril cercano lleva; o óo oo óo oo óo y_estoy solo,_en el patio silencioso, oo óoo óo oo óo buscando_una_ilusión cándida_y vieja: o óo oo óo oo óo alguna sombra sobre_el blanco muro, ooo óo oo óo óo algún recuerdo,_en el pretil de piedra ooo óo oo óo óo de la fuente dormido, o,_en el aire, oo óoo óo oo óo algún vagar de túnica ligera. ooo óo [ó]o oo óo

Señala Baehr1 que A. Machado mostró especial preferencia por la silva arromanzada sobre la base de endecasílabos y heptasílabos, tal es nuestro caso. Si consideramos que las líneas 5 y 6 constituyen dos versos independientes nos encontramos con una alteración en esta polimetría, el primer verso sería un pentasílabo. Por el contrario, si los consideramos como hemistiquios de un mismo verso (la cesura permite la sinalefa) obtenemos un coherente endecasílabo. Esto parece indicado por el período tipográfico que antecede a la sexta línea.

Desechar nuestra hipótesis impondría, además, admitir que la rima se desplaza de los versos pares a los impares. Por otra parte, si atendemos a la estructura rítmica observamos la

predominancia de versos que reciben el acento constitutivo en la cuarta sílaba (tipo B según la clasificación de Henríquez Ureña y respetada por Baehr) sobre las otras disposiciones rítmicas.

El verso que propongo integraría esta serie, incluso en el tipo B se distinguen dos subclases, uno de ellos es el sáfico (o yámbico, acento en sílabas pares: 4, 8 y 10) del cual hay cuatro versos en el fragmento y como tipo rítmico específico constituye la mayoría. El verso analizado se incluye entre ellos (los otros son el 3º, el 11º y el 12º). Estas razones formales (métricas, melódicas y rítmicas) fundamentan la hipótesis, razones semánticas se exponen en el corpus central del presente trabajo.

Entre corchetes se han señalado los acéntos variables de los endecasílabos tipo B1 porque no existen formas puras del mismo, el acento entre las cinco sílabas del período comprendido entre la cuarta y la décima puede recaer el la sexta o séptima.

1 Baehr, Rudolf. Manual de versificación española. Ed. Gredos, Madrid, 1984. Págs. 138 -139.

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Apéndice II

Poemas VI

Fue una clara tarde, triste y soñolienta tarde de verano. La hiedra asomaba al muro del parque, negra y polvorienta...

La fuente sonaba.

Rechinó en la vieja cancela mi llave;

con agrio ruido abrióse la puerta de hierro mohoso y, al cerrarse, grave golpeó el silencio de la tarde muerta.

En el solitario parque, la sonora copia borbollante del agua cantora me guió a la fuente. La fuente vertía sobre el blanco mármol su monotonía.

La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano, un sueño lejano mi canto presente?

Fue una tarde lenta del lento verano.

Respondí a la fuente:

No recuerdo, hermana,

mas sé que tu copla presente es lejana.

Fue esta misma tarde: mi cristal vertía como hoy sobre el mármol su monotonía.

¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares, que ves, sombreaban los claros cantares que escuchas. Del rubio color de la llama, el fruto maduro pendía en la rama, lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?...

Fue esta misma lenta tarde de verano.

—No sé qué me dice tu copla riente de ensueños lejanos, hermana la fuente.

Yo sé que tu claro cristal de alegría ya supo del árbol la fruta bermeja;

yo sé que es lejana la amargura mía que sueña en la tarde de verano vieja.

Yo sé que tus bellos espejos cantores copiaron antiguos delirios de amores:

mas cuéntame, fuente de lengua encantada,

cuéntame mi alegre leyenda olvidada.

—Yo no sé leyendas de antigua alegría, sino historias viejas de melancolía.

Fue una clara tarde del lento verano...

Tú venías solo con tu pena, hermano;

tus labios besaron mi linfa serena,

y en la clara tarde dijeron tu pena.

Dijeron tu pena tus labios que ardían;

la sed que ahora tienen, entonces tenían.

—Adiós para siempre la fuente sonora, del parque dormido eterna cantora.

Adiós para siempre; tu monotonía, fuente, es más amarga que la pena mía.

Rechinó en la vieja cancela mi llave;

con agrio ruïdo abrióse la puerta de hierro mohoso y, al cerrarse, grave sonó en el silencio de la tarde muerta.

VII

El limonero lánguido suspende una pálida rama polvorienta

sobre el encanto de la fuente limpia, y allá en el fondo sueñan

los frutos de oro...

Es una tarde clara, casi de primavera,

tibia tarde de marzo

que el hálito de abril cercano lleva;

y estoy solo, en el patio silencioso, buscando una ilusión cándida y vieja:

alguna sombra sobre el blanco muro, algún recuerdo, en el pretil de piedra de la fuente dormido, o, en el aire, algún vagar de túnica ligera.

En el ambiente de la tarde flota ese aroma de ausencia,

que dice al alma luminosa: nunca, y al corazón: espera.

Ese aroma que evoca los fantasmas de las fragancias vírgenes y muertas.

Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara, casi de primavera,

tarde sin flores, cuando me traías el buen perfume de la hierbabuena, y de la buena albahaca,

que tenía mi madre en sus macetas.

Que tú me viste hundir mis manos puras en el agua serena,

para alcanzar los frutos encantados

(8)

que hoy en el fondo de la fuente sueñan...

Sí, te conozco, tarde alegre y clara, casi de primavera.

XXXIX

¡Ay del que llega sediento a ver el agua correr, y dice: la sed que siento no me la calma el beber!

¡Ay de quien bebe y, saciada la sed, desprecia la vida:

moneda al tahúr prestada, que sea al azar rendida!

Del iluso que suspira bajo el orden soberano, y del que sueña la lira pitagórica en su mano.

¡Ay del noble peregrino que se para a meditar, después de largo camino en el horror de llegar!

¡Ay de la melancolía que llorando se consuela, y de la melomanía

de un corazón de zarzuela!

¡Ay de nuestro ruiseñor, si en una noche serena se cura del mal de amor que llora y canta sin pena!

¡De los jardines secretos, de los pensiles soñados, y de los sueños poblados de propósitos discretos!

¡Ay del galán sin fortuna que ronda a la luna bella;

de cuantos caen de la luna, de cuantos se marchan a ella!

¡De quien el fruto prendido en la rama no alcanzó, de quien el fruto ha mordido y el gusto amargo probó!

¡Y de nuestro amor primero y de su fe mal pagada, y, también, del verdadero amante de nuestra amada!

Canciones a Guiomar I

No sabía

si era un limón amarillo lo que tu mano tenía, o un hilo del claro día, Guiomar, en dorado ovillo.

Tu boca me sonreía.

Yo pregunté: ¿qué me ofreces?

¿Tiempo en fruto, que tu mano eligió entre madureces

de tu huerta?

¿Tiempo vano

de una bella tarde yerta?

¿Dorada ausencia encantada?

¿Copia en el agua dormida?

¿De monte en monte encendida, la alborada

verdadera?

¿Rompe en sus turbios espejos amor la devanadera

de sus crepúsculos viejos?

II

En un jardín te he soñado, alto, Guiomar, sobre el río, jardín de un tiempo cerrado con verjas de hierro río.

Un ave insólita canta en el almez, dulcemente, junto al agua viva y santa, toda sed y toda fuente.

En ese jardín Guiomar, el mutuo jardín que inventan dos corazones al par,

se funden y complementan nuestras horas. Los racimos de un sueño -juntos estamos- en limpia copa exprimimos, y el doble cuento olvidamos.

(Uno: mujer y varón, aunque gacela y león, llegan juntos a beber.

El otro: no puede ser amor de tanta fortuna:

dos soledades en una ni aun de varón y mujer).

*

Por ti la mar ensaya olas y espumas, y el iris, sobre el monte, otros colores, y el faisán de la aurora canto y plumas, y el búho de Minerva ojos mayores.

(9)

Por ti, ¡oh Guiomar!...

III Tu poeta

piensa en ti. La lejanía es de limón y violeta, verde el campo todavía.

Conmigo vienes, Guiomar;

nos sorbe la serranía.

De encinar en encinar se va fatigando el día.

El tren devora y devora día y riel. La retama

pasa en sombra; se desdora el oro del Guadarrama.

Porque una diosa y su amante huyen juntos, jadeante

los sigue la luna llena.

El tren se esconde y resuena dentro de un monte gigante.

Campos yermos, cielo alto.

Tras los montes de granito y otros montes de basalto ya es la mar y el infinito.

Juntos vamos; libres somos.

Aunque el Dios, como en el cuento fiero rey, cabalgue a lomos

del mejor corcel del viento, aunque nos jure, violento, su venganza,

aunque ensille el pensamiento, libre amor, nadie lo alcanza.

*

Hoy te escribo en mi celda de viajero, a la hora de una cita imaginaria.

Rompe el iris al aire el aguacero, y al monte

su tristeza planetaria.

Sol y campanas en la vieja torre.

¡Oh tarde viva y quieta

que opuso al panta rhei su nada corre, tarde niña que amaba a su poeta!

¡Y día adolescente

-ojos claros y músculos morenos-,

cuando pensaste a amor, junto a la fuente, besar tus labios y apresar tus senos!

Todo a esta luz de abril se transparenta;

todo en el hoy de ayer, el Todavía que en sus maduras horas

el tiempo canta y cuenta, se funde en una sola melodía,

que es un coro de tardes y de auroras.

A ti, Guiomar, esta nostalgia mía.

Referencias

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