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El Arameo en el Titulus Crucis de Jesús

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Academic year: 2022

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Jesús Luzarraga, S.J.

P O N T I F I C I O I N S T I T U T O B Í B L I C O R O M A

R E S U M E N Se trata de clarificar el Arameo, supuestamente escrito en el Título de la Cruz de

Jesús. Tras presentar el status quaestions y las referencias al arameo en uso, así como lo con- cerniente al mismo Título, se examina cómo traducir al arameo el título presente en el Cuarto Evangelio. Una atención especial se dedica a las diversas interpretaciones de “el Nazareno”, así como al modo de traducir “de los judíos”. Al final, teniendo en cuenta el modo de escribir arameo en Qumrán, se presenta una inscripción gráfica de cómo sería el arameo en la cruz de Jesús.

P A L A B R A S C L A V E Título de la cruz, arameo, mandeísmo, Nazareno, Rey de los judíos.

S U M M A R Y The aim of this paper is to clarify the Aramaic words as they were supposedly written

on the Title at the top of Jesus’ Cross. After clarifying the status quaestionis and the reference to the Aramaic of the time, and also the meaning of the Title itself, the article examines how to translate into Aramaic the title as presented in the Gospel of John. Special attention is given to the different interpretations of “the Nazarene”, and to the rendering “of the Jews”. At the end, considering how the Aramaic was written in Qumran, a graphic inscription of the Aramaic part of the Title is displayed.

K E Y W O R D S Title of the cross, Aramaic, Mandaeanism, Nazarene, King of the Jews.

I . I N T R O D U C C I Ó N

1 . E S TA D O D E L A C U E S T I Ó N

El “Titulus Crucis” contiene las palabras que se exhibieron sobre la cruz de Jesús. En este artículo no se trata directamente de juzgar acerca del valor de algunas de las consideradas reliquias del Título de la Cruz de Jesús o de sus re- producciones, como por ejemplo la conservada en la romana Basílica de la

E S T U D I O S B Í B L I C O S L X X ( 2 0 1 2 ) 3 4 5 - 3 6 9

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Santa Cruz1. Ni siquiera se trata aquí de valorar los diversos intentos filológicos acerca de la inscripción semítica, que se hubiera grabado sobre la Cruz de Jesús, y que a lo largo de los siglos han apelado al arameo o al hebreo2. Tampoco se pasa revista a las varias inscripciones en caracteres semíticos, presentadas en diversas cruces; la grafía que no se acomode a alguna de las propias en la época de Jesús, necesariamente denuncia la representación como impropia. Sin em- bargo, todo ello quedará de algún modo sopesado, al presentar las conclusiones sobre el arameo en el Titulus Crucis. Clarificar el arameo escrito sobre la cruz de Jesús es la pretensión principal de este artículo. Por eso tampoco se estudian aquí los modos de “inscripción de la causa” de la muerte de Jesús (Mc 15,26a), tal como estarían presentados en latín3y en griego4, como afirma Juan en su evangelio que así lo hizo el procurador Pilato ( Jn 19,20b).

1 Sobre este tema ha defendido en la P.U.G. una tesis doctoral, diversamente valorada, MARIALUISARIGATOcon el título I.N.R.I.

Il titolo della Croce, publicada de nuevo en Bologna (ed. Dehoniane, 2010). La suposición es que el título se depositó en el sepulcro de Jesús, y después permaneció en Jerusalén hasta la llegada de Sta. Elena (a. 325), que dividiría la madera (por cierto mal) en dos partes; una de ellas la traería a Roma. La de Jerusalén la verían peregrinos entre los siglos IV-VII, entre ellos Egeria (a. 381-384), sin que nada conste de su contenido; cf. A. ARCE, Itinerario de la virgen Egeria (Madrid 2010) 37,1- 2. La parte romana muestra algunas letras en griego y en latín, y trazos de un supuesto texto superior semítico, que no asegura ninguna lectura. Si la prueba del C14 no se considera viciada por colorantes, ha dado como fecha para esta ma- dera de nogal entre 980 y 1146; esto hace del texto una presunta copia. Fue encontrada en 1492 en una urna de la romana basílica de la Santa Croce in Gerusalemme con el sello del Cardenal Gerardo (luego Lucio II), y datada de hacia el 1145; la reliquia la dio por válida Alejandro VI.

2 Quienes optan por la inscripción semítica en “hebreo” lo hacen pensando en su categoría como lengua de la elite. En el mo- mento del destierro la lengua hebrea, que el pueblo adoptó a su llegada a Canaán, pudo quedar en algunas aldeas de Judea (2 R 25,12) y más tarde la revitalizó el rabinato en su forma mishnáica; pero el escribir en hebreo en la época de Jesús era consecuencia de una opción nacionalista, o también religiosa de acomodación bíblica. Que Jesús entendiera el hebreo bí- blico no sería imposible (Lc 16,20), pero que hablara hebreo no parece probable.

3 El latín era la lengua del poder romano, ocupante de Palestina; en latín hablaban coloquialmente los soldados, aunque toda la correspondencia oficial con Roma había de hacerse en griego.

4 El griego como lengua de la cultura cobra fuerza en Palestina a partir de la conquista de Alejandro Magno (322 a. C.), y pasa a ser sobre todo en Galilea la lengua del comercio (cf. Mt 4,13-15; 9,9; Jn 1,44; 12,20-21); en griego se expresarían también en Judea los helenistas (Hch 1,6 cf. 21,37-39), y sobre todo quienes apreciaban la cultura sapiencial, a los que se opuso R. Aquiba (jSan 28a). El mismo Flavio Josefo escribió la primera edición de su obra sobre la guerra judaica en su lengua ma- terna, el arameo (BelJ. I,3), y luego fue ayudado para su puesta en griego, lengua que nunca dominó (CAp. 1,50; AntJ.

XX,263-265); cf. T. RAJAK, Josephus (London 1973) 230-232. Si Jesús y sobre todo Pedro, como oriundos de Galilea, en su conversación con extranjeros (Jn 18,23-19,11; Hch 10,23b-34a) pudieron hablar algo en griego, o necesitaron intérprete, no se puede dilucidar; de hecho, Eusebio cita la tradición que le considera a Marcos como el e`rmeneuth,j o intérprete de Pedro (HistEc. III,39.15.1).

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2 . E L A R A M E O E N E L T Í T U L O

La consideración básica es que una parte del Título estaba escrita en arameo. Aunque el Cuarto Evangelista afirma que la lengua semítica de la ins- cripción era el “hebreo” ( Jn 19,20), es sabido que para Juan “hebreo” significa

“arameo” ( Jn 5,2; 19,13.17b; 20,16b); lo mismo se observa en otros textos de la época (Hch 21,40; 22,2 cf. 2 M 7,21). Además, si Pilato quería que el texto fuera leído por muchos, y así aconteció porque “muchos judíos lo leyeron al estar cerca de la ciudad el lugar donde fue crucificado Jesús” ( Jn 19,20), es lógico pensar que el correspondiente texto semítico estaría escrito en la lengua franca de Palestina, que por aquel entonces era el arameo; pues la masa del pueblo se expresaba en arameo5, como lo reconoce hoy la investigación his- tórica6. Se trataba de que el pueblo en general cayera en la cuenta de lo que en el montículo, denominado en arameo Golgotá7, estaba aconteciendo ( Jn 19,27b).

Una cuestión previa a dilucidar es de qué arameo se trata; sin duda, el usado en Palestina durante el siglo I. Para reconstruirlo se apela a los docu- mentos disponibles de esa época; sin embargo, su pronunciación no se pueda fijar apodícticamente. La documentación más fiable de este “arameo occidental”

son los escritos arameos encontrados en Qumrán y en el desierto de Judea, que se puedan datar entre el 200 a. C. y el 200 d. C.; es el arameo judío de la época hasmonea y qumránica (37 a. C. - 135 d. C.), pues el denominado

“arameo galileo” es posterior al 200 d. C. Para el pequeño texto del “Título”

será útil también la confrontación con el arameo oriental del siríaco, al que

5 E. SCHÜRER, The History of the Jewish People in the Age of Jesus Christ (175 BC – AD 135), edición revisada por G. Vermes, F. Millar, M. Black (Edinburgh 1979) 28 n. 118.

6 El arameo, además de ser la lengua original de los Patriarcas, es la que trajo el pueblo a Palestina tras su regreso del des- tierro en Babilonia. Para que el pueblo entendiera la lectura del hebreo bíblico, realizada en la Sinagoga, se necesitaba la presencia de un traductor al arameo (el meturguemán). De Jesús, como hombre del pueblo, todas las expresiones semíticas que se conservan están en arameo (Jn 1,42; Mc 3,17; 5,41; 7,11.34; 14,36), y en arameo hablan sus interlocutores (Jn 20,26), lengua que pasa también al N.T. (1 Co 16,22b; Ga 4,6; Rm 8,15); en arameo se escribía incluso en Qumrán, donde además se tradujeron al arameo textos del AT (v. g. el hebreo de Dn). Muchas inscripciones funerarias y contratos de aquel tiempo están realizados en arameo, así como también en arameo se pronunciaban las oraciones populares. Incluso los rabinos se expresaban también en arameo, como consta por partes del Talmud; y este modo de proceder se prolongó hasta el Medioe- vo, cuando la obra exotérica de la Qabalá se escribió en arameo.

7 Para el correspondiente hebreo, cf. Jc 9,53; 2 R 9,35; 1 Cro 10,10.

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fueron traducidos los evangelios ya para el 135; esta tradición refleja las más primitivas expresiones cristianas en arameo. Y aquí no se puede dejar de men- cionar tampoco el Leccionario Palestinense; es la traducción en grafía siríaca de un leccionario griego al arameo occidental de Palestina en el siglo V, que conserva también términos tradicionales de la primitiva comunidad cristiana8.

3 . E L T Í T U L O E N L A C R U Z

Cuando se trata ya del “Título” mismo, se observa que los cuatro evan- gelistas tienen interés en presentarlo; y lo hacen con una cierta variedad. Todos coinciden (Mc 15,26 par.) en que en él estaba escrita la causa del suplicio (causa poenae) contra Jesús, acusándolo de haber pretendido ser “el rey de los judíos”9. Tanto Jn (19,19) como Mt (27,37) añaden a la causa de la condena el nombre del condenado: “Jesús”, sustituido en Lc (23,38) por “éste”; y sólo Jn completa el nombre con el gentilicio de “el Nazareno”, que es la determinación adjetival empleada para distinguir a este “Jesús” de otros (no pocos en Palestina) que llevaban el mismo nombre. Si se tiene en cuenta que la tradición juanea está respaldada por el discípulo amado, como testigo ocular en el suceso de la cru- cifixión ( Jn 19,26a; 21,20.24a), es razonable pensar que el “Título” estaría escrito según la formulación que aparece en el Cuarto Evangelio10; porque este evan- gelista concede además una notable importancia a este escrito, asegurando que su texto estaba inscrito en tres lenguas en señal de solemnidad11: arameo/he-

8 Para toda esta problemática, cf. J. LUZARRAGA, El Padrenuestro desde el Arameo (Roma 2008) 25-34.

9 Para la importancia del “reinado” en su sentido religioso y político, tanto en el proceso a Jesús como en su proclamación en la cruz, cf. los Comentarios exegéticos. Pero se ha de tener en cuenta que el reconocido sentido religioso de este tema no invalida su historicidad, tanto menos si aquel depende de ésta. Respecto al tema principal (“rey de los judíos”), y al mismo Título, su historicidad está confirmada (P. WINTER, On the Trial of Jesus [Berlin 1961] 108) porque se trata de una tra- dición presente en todos los evangelistas, independientes entre sí, y que responde a la situación y a la cultura del momento, sin que se conciba como creada por la comunidad cristiana primitiva.

10 La fiabilidad de la tradición juanea por encima de la Sinóptica la mantiene F. MILLAR, “Reflections on the Trial of Jesus” en:

P. R. DAVIES– R. T. WHITE(eds.), A Tribute to Geza Vermes. Essays on Jewish and Christian Literature and History (London 1990) 355-381.

11 R. E. BROWN, The Death of the Messiah (New York 1994) 965-966. Por otra parte, inscripciones políglotas no eran raras en la antigüedad; cf. C. K. BARRETT, The Gospel according to St. John (London 1955) 457.

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breo12, romano/latín13y griego14. Los otros evangelis tas han querido conservar sólo lo más esencial15. El texto completo es, pues, tal como lo formula el Cuarto Evangelista ( Jn 19,19b):

IHSOUS O NAZWRAIOS O BASILEUS TWN IOUDAIWN

Este es el texto griego, cuya formulación aramea se trata de fijar con cierta seguridad. Y “Pilato escribió el título” ( Jn 19,19aα), aunque no fuera él quien lo hiciera personalmente; él es sólo la autoridad que está detrás de la escritura, y quien tuvo interés en enfatizar la causa, por la que él había con- denado a Jesús. La escritura material la haría algún escribano suyo16, que na- turalmente no era ningún artista pictórico; y las letras debían ser suficiente - mente grandes, como para ser leídas a cierta distancia, pues además así ocurrió,

12 En muchas esculturas o pinturas aparece el título con la inscripción en hebreo, siguiendo la formulación del griego juaneo;

cf. M. WILCOX, “The Text of the ‘Titulus’ in John 19,19-20 as Found in Some Italian Rainaissance Paintings”: JSNT 27 (1986) 113-116. Esto mismo se observa también en el Medioevo; cf. v. g. la imagen del Crucificado del 1287 en Santa Maria No- vella de Florencia.

13 En el texto latino de la basílica romana de la Sta. Cruz, escrito tras el griego, la fuerza del iotacismo ha podido determinar que desde el griego NAZARHNOS (Mc 10,47, no el NAZWRAIOS de Jn), se lea NAZARINVS, en vez del NAZA- RENUS (de la Vulgata). Y esta forma latina, aunque en la antigüedad no sea raro el intercambio entre la épsilon y la eta (cf.

B. MONTFAUCON, Paleographia Graeca [Paris 1708] l.II, c.III), ha podido hacer también que se escriba el correspondiente grie- go (NAZARHNOS) comoNAZARENOUC, donde el diptongo final se ha usado para lograr la pronunciación de “u”

en vez de la “i” que correspondería a la Ugriega; aunque este diptongo (OU) pueda corresponder en ocasiones a una O (cf.

L. DECORRIERIS, De Sessorianis…Reliquiis [1830-Harvard 2008] 197-199), está escrito en la inscripción romana con una grafía ), que era desconocida en Palestina hasta época bizantina.

14 El orden señalado por Jn (arameo, latín, griego) ha sufrido diversas variaciones; así, por ejemplo, las Actas de Pilato (10,1c) lo presentan como griego, latín, hebreo, resaltando quizás las categorías de las lenguas. Y algunos manuscritos (A, Θ, Koiné, sy, lat), separándose de los mejores testigos, siguen este orden: hebreo, griego, latín, tal vez señalando la dirección geográfica de la evangelización y su culmen; es también el orden de la inscripción conservada en la Basílica de la Sta. Cruz de Roma. La inscripción juanea, dirigida a lectores griegos, mantiene el orden original con la primacía del mundo palestino (Jn 4,22bβ) y luego aparece la apertura a la universalidad (Jn 4,42bβ). Y esta lectura registra en primer lugar el arameo, con su interés en proclamar a los judíos el desdén de Pilato; luego viene el latín, como inscripción propia de soldados ro- manos; y por fin aparece el griego, como lengua oficial de la administración romana.

15 P. BENOIT, Passion et Résurrection du Seigneur (Paris 1966) 201-202. El Evangelio de Pedro (4,11) hacia el 150, con una clara teologización (Jn 1,49; 12,13), dice que estaba escrito “Este es el rey de Israel”; así se aparta de la real causa romana contra Jesús (Jn 18,33 par.).

16 Así lo dicen las Actas de Pilato 10,1c. Este escrito data probablemente del 424; cf. A.DESANTOS, Los Evangelios apócrifos (Madrid21963) 398.

(

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ya que “el Título lo leyeron muchos judíos, porque estaba cerca de la ciudad el lugar donde fue crucificado Jesús” ( Jn 19,20ab), aunque fuera de ella (Mc 12,8 par.; Hb 13,12): ante la puerta de Efraím17.

El “Título”, que contenía la causa de la muerte o elogium, se solía escribir sólo cuando se trataba de personas de cierta fama; y su formulación podía re- vestir alguna variedad. Sin embargo, el hecho de que un romano escribiera parte del Título en la lengua local, aquí el arameo, es novedad18. La escritura se hacía sobre madera, a la que se blanqueaba, cubriéndola de una capa de yeso; en ella por medio de un punzón o estilete (stylus) se grababa la inscripción con letras negras o rojas19. El Título lo llevaba al cuello el reo camino del suplicio20; si era excesivamente grande, alguien lo llevaba delante de él (bSan 43a), y luego se lo colocaba en el instrumento del suplicio. Como para grabar todo lo contenido en el Título de Jesús, la madera habría de ser larga y excesivamente pesada21, probablemente Jesús no iba cargado con el Título, ya que tenía que transportar también el patibulum o leño transversal de la cruz22. Al llegar al Calvario, el Título se “colocó sobre la cruz” de Jesús ( Jn 19,19ab; Mt 27,37a; Lc 23,28), es decir, por encima del hueco donde se había insertado el patibulum, que encajaba dentro del stipes o tramo vertical de la cruz, colocado ya de antemano en el Gólgota23. De todo esto se deduce

17 Ante la puerta de Efraím o Judiciaria estaba el Gólgota; de ella arrancaban dos caminos: uno hacia el norte, rodeando en parte el Calvario, y otro hacia el occidente. Mucha gente podía, al pasar por ellos, detenerse y leer el Título.

18 El hecho de que el Cuarto Evangelista haya usado en griego el latinismo técnico de ti,tloj(Jn 19,19), para referirse a este dato, confirma también la veracidad de su referencia al arameo como parte del “Título”; cf. J. GEIGER, “Titulus Crucis”: SCI 15 (1996) 203-206.

19 J. BLINZLER, The Trial of Jesus (New York 1959) 254.

20 R. BULTMANN, Das Evangelium des Johannes (Göttingen 101964) 518, nª 3.

21 Si se calculan las dimensiones del Título a partir del que aparece en la Iglesia romana de la Santa Cruz, se puede pensar que la dimensión de la tabla podía ser de unos 60cm de largo por 20 de ancho y 5 de grosor; así las letras también gozarían de cierta visibilidad.

22 “Jesús salió cargando con la cruz” (Jn 19,17). Salió del Pretorio hacia el Calvario, y tuvo que recorrer unos 600 metros. El leño transversal de la cruz venía a pesar cerca de 50 kilos; el reo lo llevaba en sus espaldas con las manos atadas a él en forma de cruz y con la misma cuerda que lo ataba también al pie. Las marcas en la espalda y en el pie aparecen en el cru- cificado de la Sábana Santa de Turín, y las de los pies apuntan además a un caminar descalzo; cf. M. SOLÉ, La Sábana Santa de Turín (Bilbao 21986) 314-315. Si los otros dos crucificados con Jesús (Jn 19,18) caminaron con él, la misma cuerda les unía a los tres.

23 B. REICKE, Neutestamentliche Zeitgeschichte (Berlin 1965) 138.

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que la cruz de Jesús fue la immissa o de tipo latino, y además sublimis: más alta que la de tres metros, la humilis; así convenía a un reo de nota, y de este modo el Título podía ser también leído a distancia ( Jn 19,20a).

I I . E L N O M B R E D E “ J E S Ú S ”

La inscripción semítica lógicamente sigue la dirección habitual de su grafía: de derecha a izquierda24. Lo primero que se inscribía en ella era el nombre del reo, y luego la causa de la condena; sólo si varios eran condenados por el mismo delito, la causa de la pena se mencionaba únicamente para el principal, mientras que en los otros iba sólo el nombre del ajusticiado. Como Jesús había sido condenado por una actuación del todo propia y singular, su nombre y la causa de la condena se mencionan de modo completo en su Título. El nombre de “Jesús” no presenta dificultad alguna, para darle su forma semítica completa en la época del N. T.:

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era su nombre; este nombre aparece así ya en la literatura bíblica (Esd 5,2), y se mantiene en documentos arameos anteriores al 135, y también en posteriores a esa fecha25, y como tal se registra además en la época rabínica26. El nombre propio de “Jesús” se escribió con la grafía consonántica plena (

[wXy

), ya que no se conocen en las inscripciones de Palestina abreviaturas de nombres propios.

24 Aunque en la antigüedad existan también algunos textos clásicos, raros, con grafía de derecha a izquierda (cf. B. BEDINI, Le Reliquie Sessoriane [Roma 1956] 47-49), no es pensable que la dirección del latín y del griego siga en el Título el estilo se- mítico, como lo presenta el texto romano de la Sta. Cruz de Jerusalén. A no ser que alguien del lugar lo pidiera expresa- mente (y esto parece extraño), no se puede pensar que un amanuense latino de Pilato escribiera en esa dirección, pues en Palestina no existe ningún texto latino escrito así, si se exceptúan algunos sellos. De hecho en Palestina sólo existe un nom- bre propio escrito en griego con dirección semítica; se encuentra en un osario (cf. J. B. FREY, Corpus inscriptionum Judaica- rum [Roma 1936-1952] II nº 1232), y su finalidad intenta probablemente una identificación.

25 K. BEYER, Die aramäischen Texte vom Toten Meer I (Göttingen 1984) 317, 348, 367; II (Göttingen 1994) 175, 177, 180-181, 183, 210.

26 M. JASTROW, A Dictionary of Talmud Babli, Yerushalmi, Midrashic Literature and Targumim (New York 1950) 600a.

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I I I . E L C A L I F I C AT I V O D E “ N A Z A R E N O ” Y S U S E N T I D O

Una mayor dificultad entraña la traducción al arameo de “el Nazareno”.

Al tratarse de un adjetivo, determinado en griego por el artículo, su forma aramea habrá de construirse en el estado enfático. Pero una primera controversia surge sobre el calificativo mismo de “Nazareno”, y sobre cuál es el sentido que este término tiene en cuanto aplicado a Jesús. Un hecho incon- trovertible es que la denominación de Jesús como “Nazareno” no depende de la Iglesia primitiva, sino que se remonta a la misma vida de Jesús27. Pero las formas, en las que se presenta tal calificativo en griego, son dos: Nazarhno,j (Lc 4,34; 24,19) y Nazwrai/oj (Lc 18,37); como se ve, en Lc se encuentran ambas. La primera es además la exclusiva de Mc (1,24; 10,47; 14,67; 16,6), mientras que la segunda es la exclusiva de Mt (2,23; 26,71) y de Jn (18,5.7;

19,19); es ésta también la que permanece entre los primeros cristianos (Hch 2,22; 3,6; 4,10; 6,14; 22,8; 26,9), y así aparece como la testificada por el ambiente más semítico del N. T. Por eso Nazwrai/ojse puede considerar como la forma más antigua, ya que Nazarhno,jrefleja una configuración de tipo más clásico e incluso latinizado (Nazarenus); y tal proceso quizás fuera el mismo Mc quien lo llevó a cabo28.

1 . N A Z I R E O

Uno de los intentos para explicar el adjetivo de “Nazareno” ha sido el vincularlo al término

ryzin'

en el hebreo bíblico; tal conexión, para interpretar el calificativo “nazareno” como aplicado primariamente a Jesús y luego a los

27 Jesús es denominado “Nazareno” por la gente extraña a su grupo (Mc 10,47; 14,67; Mt 26,71; Lc 18,37 Jn 19,19; Hch 6,14), y por sus mismos discípulos (Lc 24,19); también lo es en la época eclesial (Hch 2,22; 3,6; 4,10; 26,9), y además seres sobre- naturales aparecen nombrándolo así (Lc 4,34; Mc 1,24; 16,6). El mismo Jesús acepta tal calificación (Jn 19,5a.7-8a), incluso tras su resurrección (Hch 22,8); y la Iglesia tratará de explicarla (Mt 2,23).

28 Para H. H. SCHAEDER, “Nazarhno,j- Nazwrai/oj”: TWNT 4 (1942) 879 el Nazarhno,jmarcano representa la forma más antigua. La razón principal para considerar Nazarhno,jcomo más primigenio estriba en que Nazwrai/ojse co- necta peor con “Nazaret”; y por eso se lo considera como ulterior derivación, realizada sobre la del supuestamente primer evangelio: el de Mc. Cf. F. PARENTE, “Nazarhno,j- Nazwrai/ojAn Unsolved Riddle in the Synoptic Tradition”: SCI 15 (1996) 183-189.

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cristianos, es una hipótesis no infrecuente29. El trasfondo religioso para esta relación se basa en que la raíz hebrea nzr encierra un concepto de “separación vinculante”30, que se mantiene también en la literatura aramea del Targum (v. g.

Nm 6,2.18), y que se la puede referir fácilmente a Jesús y luego a los cristianos.

Pero una primera dificultad para esta relación es filológica: la

z

semítica puede transcribirse como zen griego (v. g. 2 S 10,16:

rz<[<d.d;h]

= Adaazar); pero no es fácil que el jireq gadhól (

ryz(n

) haya pasado en Nazarhno,ja una a, y menos en Nazwrai/oja una omega (w)31. Por eso también la traducción griega del AT ha mantenido constantemente el sonido “i” en los términos referidos al “nazireato”:

nazir( Jc 13,5) y nazirai/oj( Jc 13,7; 16,17). Se da además una dificultad con- ceptual: aplicar este concepto religioso a Jesús como “nazireo” es excesiva - mente complicado32, y además depende de una improbable comparación sobre todo con la discutible personalidad de Sansón33; además, aunque rasgos de la abstinencia de los nazireos se vean en Juan Bautista (Lc 1,15 cf. Nm 6,3- 4;

1 S 1,11), Jesús aparece disociado de esta ascética (Mt 11,18-19; Lc 5,33).

2 . VÁ S TA G O

Otra explicación ha pretendido para el término “Nazareno” la hipotética conexión con el sustantivo

rc<nE

(Is 11,1) o “vástago”34; aunque el arameo

29 L. SABOURIN, Il Vangelo di Matteo (Roma 1976) 239-240. Se arguye que el nazir (“consagrado”) representa el sentido original del término, y que la conexión con Nazaret es eclesial y tardía; cf. E. SCHWEIZER, “Er wird Nazoraer heissen (Mc 1,24 Mt 2,23)” en: W. ELTESTER(coord.), Judentum, Urchristentum, Kirche: Festschrift für Joachim Jeremias (ZNTW Beiheft 26;

Berlin 1960) 90-93; P. BONNARD, Evangelio según San Mateo (Madrid 1976) 49-50; G. ALLAN, “He shall be called – a Naziri- te?”: ET 95 (1983) 81b-82b.

30 F. ZORELL, Lexicon Hebraicum et Aramaicum Veteris Testamenti (Roma 1965) 507-508.

31 J.A. FITZMYER, The Gospel according to Luke (New York 1985) 1215.

32 Para comprender lo complicado que resulta aplicar el concepto de “nazireo” a Jesús, basta leer PARENTE, “Nazarhno,j”, 193-200. Concluye diciendo que el epíteto de “nazareno” se aplicó a Jesús en el judaísmo por el reconocido modo de haber sido Jesús concebido maravillosamente, como Juan el Bautista (nazireo), y se le entendió como “santo” por la inmersión del Espíritu en él; “and in this sense only”. Pero esto resulta histórica y religiosamente improbable.

33 Se suele establecer un paralelo entre el anuncio por parte del ángel en orden a la concepción de Jesús (Lc 1,26-31), y lo que ocurrió en la de Sansón (Jc 13,5.7); y se pone de relieve además la función salvadora de ambos (Jc 13,5; Mt 1,21). Para el pa- ralelismo se insiste también en la declaración de Jesús como “santo de Dios” (Mc 1,24; Lc 1,35; 4,34; Jn 6,69), comparándola con la de Sansón (Jc 13,5.7.17LXX), e incluso se suele equiparar la bajada del Espíritu sobre ambos (Jc 14,6; Mt 3,16).

34 P. BILLERBECK(Strack-), Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch I (München 1922) 92-94; W. CASPARI,

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mantiene en el término

ar"cnI

su sentido de “vástago”35, el Targum interpreta el término profético como “Mesías” (cp. Is 60,21; Jr 31,6), mientras que el griego lo traduce como a;nqoj36. Pero de nuevo la primera dificultad para esta conexión es filológica: la

c

, a pesar de su tendencia general a ser transcrita como s, puede aparecer como z en algunos casos37, y el sonido “e” (ṣeréo seghól) puede llegar a generar “a”38o incluso “o” (omicron)39; lo extraño es que los dos tipos de “e” simultáneamente se conviertan en “a” (

rc<nE

> Nazarhno,j) y que luego una de ellas pase a formar la (w) omega (

rc<nE

> Nazarhno,j >

Nazwrai/oj), y configure así el epíteto inscrito en el Título de la Cruz. Además, esta raíz (nr) como tal no ha llegado a determinar ningún derivado específico, aplicado a personas algunas: ni en hebreo, ni en arameo, ni en griego40. Por otra parte a nivel conceptual pretender una conexión religiosa entre el sustantivo “vástago”, referido en la profecía de Isaías a un sucesor de David, y aplicarlo luego a Jesús (Ap 22,16), no deja de exigir también un alambicado proceso intelectual41; éste sería totalmente ajeno a una comprensión popular42.

NAZWRAIOSMt 2.23 nach alttestamentlichen Voraussetzungen”: ZNW 21 (1922) 122-127; G. H. BOX, “The Value and Significance of the Old Testament in Relation to the New” en: A. S. PEAKE(dir.), The People of the Book (Oxford 1925) 440;

P. A. MADEBIELLE, “Quoniam Nazaraeus vocabitur (Mt II,23)”: StAns 27-28 (1951) 301-326; J. G. REMBEY, “Quoniam Nazaraeus vocabitur (Mt 2/23)”: SBFLA 12 (1961-62) 46-65.

35 J. LEVY, Chaldäisches Wörterbuch (Leipzig 1866) 126a.

36 Ya Justino en su “Diálogo con Trifón” (c. 158) aplicaba este texto griego de Is 11,1 a Cristo-Jesús (PG 6,684).

37 Cf. v. g. 1 S 14,4: #ceAB= Baze,j; Rt 4,18: !Arc.x,= Ezrwn; Gn 22,21:#A[= Wzetc. Cf. F. X. WUTZ, Die Transcriptionen der Septuaginta bis Hieronymus (Stuttgart 1937) 75; F. C.BURKITT, The Syriac Forms of New Testament proper names (London 1884) 404.

38 Cf. v. g. Jos 4,9: !Der.y;> vIo,rdanoj; Ex 6,20: db,k,Ay> vIwca,bed; Gn 4,18: $m,l,> $m;l"(TgOnq) = La,mec(LXX) etc.

39 Cf. v. g. 1 Cro 7,6: rk,B,> Boco,r(LXX).

40 Sólo aparece en la literatura rabínica (bSan 43a) un rc,ne-!B,(hijo de Netsar, o de Nassor) como supuesto discípulo de Jesús.

41 Como no hay un texto concreto en el AT que anuncie que alguien “se llamará Nazareno”, y esto en el Evangelio se aplica a Jesús (Mt 2,23), se ha pensado que tal aplicación puede ser genérica y responder en la mente del evangelista a una com- pilación profética, en la que se pudiera ver a Jesús no sólo como un “consagrado” (ryzin"), sino incluso como “el Siervo de Yahweh”; cf. M.-J. LAGRANGE, Evangile selon saint Matthieu (Paris 1923) 39; E. LOHMEYER, Gottesknecht und Davidsohn (Ber- lin 21953) 42-44; J. L. LEUBA, L’institution et l’évenement (Paris 1950) 32-34.; M. D. GRUNDMANN, Das Evangelium nach Mat- thäus (Berlin 1968) 89. Para esta aplicación se ha apelado también al verbo rcn(Is 42,6; 49,6), usado con referencia al “Sier- vo”; cf. B. GÄRTNER, “Die rätselhaften Termini Nazoräer und Iskariot”: Horae Soederblomianae 4 (1957) 5-36; D. B. TAYLOR,

“Jesus – of Nazareth?”: ET 92 (1981) 336b-337b. Por otra parte, que Mt aprovechando el nombre de Nazaret haya visto a Jesús como un “vástago” davídico (rc,ne), y mantenga la conexión de tal “vástago” con el de “Germen” (xm;c,) en línea con la literatura profética (Zc 3,8; 6,12; Is 4,2; Jr 23,5; 33,15), no deja de ser improbable por no probado.

42 La complicación que supone aplicar a “nazareno” los conceptos de “nazireo” o de “vástago” puede apreciarse leyendo tam-

(11)

3 . O B S E R VA N T E

Una ulterior consideración curiosa es la que interpreta el calificativo de

“nazareno” en su forma de Nazwrai/oj como aplicado para designar al miembro de una secta bautismal a orillas del Jordán. Este nombre se aplicaría originalmente a Jesús43, en cuanto conectado con Juan el Bautista; luego también los “cristianos” serían denominados “nazarenos”, por su vinculación con este Jesús “Nazareno”44. Tal epíteto habría calificado además a la secta de los “mandeos”, quienes se denominan a sí mismos en su cultura propia como

ayadnam

o mandeos45, pero recuerdan incluso una nomenclatura suya como

ayarwcan

o “nazoreos”.

A esta teoría se han opuesto diversos argumentos, también filológicos46. Por otra parte, querer hacer de Jesús un discípulo de Juan el Bautista47está eri- zado de dificultades obvias, deriva en fantasía y carece de consistencia histórica. Incluso las mismas teorías sobre los mandeos están envueltas en una densa penumbra; en primer lugar, porque la literatura mandea es muy posterior al comienzo del Cristianismo, y lo que en ella aparece es claramente un conglomerado religioso, donde se entremezclan elementos propios del ju- daísmo junto con los del gnosticismo (manda [

adnam

] significa “conocimiento”) y algunos del cristianismo oriental. No hay, pues, pruebas para considerar esta secta ya existente en el s. II a.C., como se intentó defender al alborear de los

bién a W. D. DAVIES– D. C. ALLISON, Commentary on Matthew (London 2000) 276-280. Este Comentario propone distinguir entre la derivación filológica de “Nazareno”, y su comprensión teológica; primariamente el término se entendería como “na- zireo” (Is 4,3), y secundariamente como “vástago” (Is 11,1).

43 Es una teoría, iniciada por M. Lidzbarski en 1920, y mantenida tanto por BLACKM., An Aramaic Approach to the Gospels and Acts (Oxford 31967) 198-200 como por SABOURIN, Matteo, 238s, y también por BEYER, Texte, I 57.

44 BEYER, Texte, I 113,3. Aquí Beyer afirma también que entender Nazwrai/ojcomo “oriundo de Nazaret” (Nazarhno,j) representa una mala interpretación de la Iglesia helénica.

45 BEYER, Texte, I 61. En el Benedictus se habla de que Dios ha de conceder a su pueblo gnw/sin swthri,aj(Lc 1,77), un binomio desconocido en la literatura de referencia, y que ha pasado a señalar a la figura principal de la secta mandea como

ayyxd adnam, donde “vida” equivale a “salvación”; como el presente término para indicar el “conocimiento” no es el pro- pio del mandeo, se lo supone tomado del arameo occidental. Por eso quizás ni siquiera los mismos mandeos orientales pu- dieron entender la referencia principal de su secta; cf. M. LIDZBARSKI, Das Johannesbuch der Mandäer (Giessen 1915) XVII.

46 SCHAEDER, “Nazarhno,j”, 881-883.

47 J. E. TAYLOR, The Immerser: John the Baptist within Second Temple Judaism (Grand Rapids 1997).

(12)

estudios acerca de ella48; hoy se afirma claramente que el mandeísmo tiene un origen fundamentalmente post-cristiano49.

La secta mandea pretende una vinculación suya con Juan Bautista en el Jordán50, desde donde habrían tenido que huir sus miembros perseguidos, y refugiarse luego en su hábitat actual: Irán e Irak. En su peculiar arameo oriental en algún momento se denominaron

ayarwcan

(nazoreos), como lo constata su libro Haran Gawaita; y este término, a partir del verbo hebreo

rcn

y con el típico sufijo -āy de pertenencia, se ha interpretado académicamente como de

“observantes”. Pero el correspondiente verbo arameo para este concepto sería

rjn

y esto mismo excluye ya una interpretación a partir del arameo y dentro del arameo oriental de los mandeos para el término “nazareno”, significando

“Beachten von Bräuchen”51. Tal nomenclatura de “nazoreos”, cuyo sentido sec- tario los mismos mandeos actualmente no lo saben interpretar, parece que ha- bría que conectarla con la aplicada a los discípulos de Jesús en la iglesia pri- mitiva; a éstos se denominó “nazarenos” (Hch 24,5) entre los judíos52, pero

“cristianos” en ambiente helénico (Hch 11,26; 26,28; 1 P 4,16). La terminología mandea de “nazoreos” quizás se podría asociar también con la de aquella secta eclesial, que continuó llamándose “nazarena”.

Sobre ésta y sobre los miembros de tal grupo se han expresado varios SS. PP.: Epifanio (+ 403), Jerónimo (+ 420) y Teodoreto (+ 460). Se trata pro- bablemente de un grupo de judío-cristianos, que antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70, se refugiaron en Pella a la orilla oriental del Jordán; de ellos se habla sobre todo con motivo de su Evangelio arameo (Evangelio de los Hebreos), y ellos mantuvieron una ortodoxia básica, aunque su mismo ais- lamiento les condujo a cierta separación dogmática53. A los miembros de este

48 W. B. SMITH, Der vorchristliche Jesus (Jena 21911) 42-70; W. BOUSSET, “Noch einmal der ‘vorchristliche Jesus’”: ThR 14 (1911) 373-385.

49 E. M. YAMAUCHI, “Mithraism and Pre-Christian Gnosticism” en: J. DUCHESNE-GUILLEMIN(ed.), Etudes Mitriaques (Leiden 1978) 545: “The conviction of the leading Mandaean scholars -E.S. Drower, Kurt Rudolph, Rudolph Macuch- that Mandaeanism had a pre-Christian origin rests upon a subjective evaluation of parallels between Mandaean texts and the Gospel of John.

The objective evidence does not indicate a date for an origin earlier than the second century A.C.”. Para la diferencia entre las concepciones mandeas y las de Jn, cf. R. SCHNACKENBURG, Das Johannesevangelium I (Freiburg 1965) 120-124.

50 G. WIDENGREEN, Der Mandäismus (Darmstat 1982) 8-9, 12-13.

51 BEYER, Texte, I 113.

52 “Nos Judaei Nazaraeos/Nazarenos appellant” (Tertuliano en el 207, AdvMarc. IV,8 cf. PL 2,372B).

53 SANTOS, Evangelios, 30.

(13)

grupo Epifanio los denomina Nazwrai/oi (PG 41,405A), y así también Teodoreto (PG 83,388s), mientras que Jerónimo usa una doble nomenclatura:

Nazaraei (v. g. PL 23,643B) y Nazareni (v. g. PL 26,80A). Epifanio en su Pa- narion (29,5s) cuenta la historia de estos Nazwrai/oi(“no Nazirai/oi, que sig- nifica ‘santificados’”), a quienes ve como un grupo judío; tras su conversión al cristianismo se denominaron con tal epíteto en atención a Jesús, el Nazwrai/oj, de Nazaret (Hch 2,22). Pero Epifanio habla también de otro grupo, los deno- minados Nasarai/oi, que fueron anteriores a Cristo y no se convirtieron a él.

Por eso se ha configurado la hipótesis de que este grupo como

ayarwcan

pudieran ser unos predecesores de los mandeos54, ya que también la semítica

c

puede generar la sgriega; sin embargo, esto no pasa de ser una mera po- sibilidad, sin base en pruebas o fundamentos algunos documentales.

4 . D E N A Z A R E T

Queda la posibilidad de vincular el Nazwrai/ojde Jesús con su ciudad de “Nazaret”55, de la que fue vecino ( Jn 1,45; Mc 1,9; Mt 21,11; Lc 2,39; Hch 10,38); que la calificación de Jesús como “nazareno” le vincula a la ciudad de Nazaret es opinión general56. Se ha pensado, sin embargo, que si Nazarhno,j se puede derivar de “Nazaret”57, esta referencia para Nazwrai/ojentraña una mayor dificultad58; y consiguientemente a éste se ha querido dar una signifi-

54 Así, por ejemplo, O. Cullmann en “The Interpreter’s Dictionary of the Bible” (New York 1962) III, 523.

55 S. Jerónimo (+420) en su “De Situ et Nominibus Locorum Hebraicorum” presenta a Jesús como Nazaraeus vinculado a Na- zaret (PL 23,991).

56 Cf. v. g. G. F. MOORE, “Nazarene and Nazareth” en: F. J. FOAKESJACKSON– K. LAKE(eds.), The Beginnings of Christianity (Lon- don 1920) 426-432; W. F. ALBRIGHT, “The Names ‘Nazareth’ and ‘Nazorean’”: JBL 65 (1946) 397-401; H. P. RÜGER, NAZAREQ/ NAZARA- NAZARHNOS/ NAZWRAIOS”: ZNW 72 (1981) 257-263.

57 W. O. E.OESTERLEY, “Nazarene and Nazareth”: ET 52 (1940-41) 410-412; para BILLERBECK, Kommentar, 94 sólo Nazarhno,j puede conectarse con “Nazaret”.

58 Para mantener que de Nazare,qpuede derivarse Nazwrai/oj, Albright (“‘Nazareth’”, 400) apela al Leccionario Pales- tinense, donde dice encontrar para “Nazaret” también la denominación de Nāzōrǎth, al que correspondería el gentilicio Nāzōrāyā, y cita para ello el Diccionario de Schulthess; afirma además que casi todos los lugares palestinos aparecen en este Leccionario en su forma aramea correcta. Pero en primer lugar el texto Palestinense no está vocalizado, sino rara vez con las matres lectionis, y para “Nazaret” usa 4x trZn(Naza(a)re,/a,t), 3x trWZn(Nazwre,t=Nazare,t), 2x tyrZn (Nazarh,q//t) y 1x hrZn(=Nazara,Lc 4,16); cf. F. SCHULTHESS, Lexicon syropalaestinum (Berlin 1903) 121b. Como se ve, es toda una gama, donde la mayor parte es transliteración, incluso en el paso de la a la z.

(14)

cación original, distinta a la de aquel, de modo que sólo al final ambos términos hubieran coincidido en significar: “de Nazaret”.

Prescindiendo de cómo concretamente Nazarhno,jse pueda conectar con “Nazaret”, la atención se centra aquí en Nazwrai/oj, que es la forma que aparece en el Título de la Cruz59; y para este término se han excluido ya las otras posibles conexiones. Para que luego a los cristianos se les denominara

“nazarenos” (Hch 24,5), basta el hecho de que a Jesús se le aplicara este epíteto con la significación original de “habitante de Nazaret”; sus discípulos serían designados por derivación con el mismo calificativo, que se aplicó a su Maestro. El calificativo Nazwrai/oj, aplicado a Jesús, en cuanto vinculado con la ciudad de Nazaret lo reconoce el Evangelio (Mt 2,23); y aunque la profecía, que se presenta como justificante del adjetivo, no pueda ser claramente reco- nocible, es cierto que el evangelista la conecta con “Nazaret”, y luego él mismo trata de descubrir un sentido religioso a esta conexión. También en el proceso de Jesús, cuando se le denomina “galileo”, la referencia es a su estado civil (Lc 23,5-7), que depende de su calificación como “nazareno”: de Nazaret, en Galilea (Lc 1,26; 2,39). Por otra parte, el mismo Jesús admite para sí el calificativo Nazwrai/oj = Nazareno ( Jn 18,5-8); y que a Jesús se le reconoce como “de Nazaret” es una tradición común en el NT ( Jn 1,45; Mt 21,11; Mc 1,9;

Hch 10,38). El problema surge cuando se trata de discernir cuál es el término arameo que subyace a Nazwrai/oj, en cuanto conectado con “Nazaret”.

5 . N A Z A R E T

En orden a resolver esta problemática, se impone en primer lugar una consideración sobre el mismo nombre de “Nazaret”, que con su propia etimo- logía se aplica a una ciudad. Pero tal ciudad no aparece nombrada en las fuentes judías, que pueden ser referentes para la época del N.T.; su nombre

59 Dos nomenclaturas diferentes pueden hacer referencia a la misma realidad; así, por ejemplo, los modos de nombrar a los Esenios en Flavio Josefo: vEssai/oi(AntJ. XV,371.2) yVEsshnoi,(BelJ. II,119.3). Para Parente (189) Nazwrai/ojsig- nifica “santo” y sólo por eso se puede aplicar a los “cristianos”; esto sería menos adecuado, si significara “hombre de Na- zaret”, y por eso también el Nazarhno,joriginal de Mc quedó sustituido en Hch por Nazwrai/oj; a éste se le puede ver también como una referencia midráshica al Mesías, que reconocida en la Comunidad fue luego aplicada a Jesús a pro- pósito de “Nazaret” (Mt 2,23); cf. CH. RABIN, “Noerim”: Textus. Annual of Hebrew Univ. Bible Project 5 (1966) 44-52.

(15)

sólo se constata en las fuentes cristianas del tiempo. Y este silencio indica ya su insignificancia civil en la Palestina de la época neotestamentaria60. Sin em- bargo, “Nazaret” tiene una larga historia. Algo sobre ella emerge ya en la época del neolítico (9.000 – 8.000 a. C.), cuando a tres kilómetros de la actual Nazaret las excavaciones arqueológicas han encontrado en el kibutz Kfar Ha-Haresh un centro de culto, que lógicamente se conecta con las ciudades vecinas61. Otras excavaciones, realizadas ya en la actual Nazaret, han llegado a la con- clusión de que esta ciudad tuvo alguna actividad en los años que van desde el 2200 al 586 a. C. Incluso se podría pensar que Nazaret fuera quizás una de aquellas “veinte ciudades en la tierra de Galilea, que el rey Salomón entregó a Jirán” (1 R 9,11), en pago por sus ayudas materiales para la construcción del palacio real y del Templo; al rey de Tiro no le agradaron mucho, pues eran más bien aldeas, aunque estuvieran de algún modo fortificadas62. Se observa también una pausa de actividad a partir del 720 a. C., cuando la invasión asiria destruyó notables construcciones en ese territorio.

Pero sobre todo a partir de la desaparición del reino de Judá en el 586 desaparecen las trazas de civilización en Nazaret, que reaparecen en la época hasmonea (s. II a. C.), y la testifica sobre todo la agricultura con sus cisternas, presas y cerámica; desde entonces, y para adelante, ya se puede afirmar que Nazaret era un fuerte enclave judío hasta bien entrada la época romana63. Se han encontrado además elementos pertenecientes al siglo I d. C., como son unas tumbas de estilo típico de la época64; e incluso se ha descubierto una mo- desta casa judía del tiempo de Jesús, situada cerca de la iglesia de la Anun- ciación65. Se puede afirmar, pues, con seguridad que Nazaret mantenía –antes y después de la primera revolución judía (66-70 d. C.)– una actividad carac-

60 J. D. CROSSAN, The Historical Jesus (New York 1992) 18.

61 A. N. GARING-MORRIS, “The quick and the dead: the social context of A ceramic Neolithic mortuary practices as seen from Kfar Ha-Haresh” en: I. KUIJT(dir.), Social Configurations of the Near Eastern Neolithic (New York 2000) 103-135; D. KEYS,

“Pre-Christian Rituals at Nazareth”: Archaeology 56/6 (2003) 10.

62 J. GRAY, I and II Kings (London 31977) 239-241.

63 J. FINEGAN, The Archaeology of the New Testament (Princeton 1992) 44-46; R. PESCH, Das Markus-evangelium (Freiburg 1977) I, 316: Nazaret “hat anscheinend bis zum 4. Jahrhundert eine rein jüdische Bevölkerung gehabt (Epiph. Adv. haer. XXX)”.

64 H. P. KUHNEN, Palaestina in Griechische-Roemischer Zeit (München 1990) 254-255.

65 Las excavaciones las llevó a cabo Yardenna Alexandre, como miembro dirigente del Israel Antiquities Authority, y la noticia de los primeros resultados la dio el Israel Ministry of Foreign Affairs el 21/XII/2009; la confirmación de todo el hallazgo puede verse en el periódico Haaretz del 20/V/2012.

(16)

terística66, la propia de un pequeño pueblo67; esto lo confirma el NT que presenta a Nazaret como una villa con sus habitantes (Mt 2,23; Lc 1,9;

2,4.39.51), entre ellos también un “artesano” (Mt 13,55; Mc 6,3), y tenía incluso una sinagoga (Lc 4,16).

Como el nombre de esta ciudad no se conoce hasta la época del NT, se puede lógicamente pensar que, si la nueva Nazaret es de la época helenística, también la formación de su nombre corresponderá a ese tiempo. Pero la única posibilidad para dar un sustrato de significación al nombre de “Nazaret” es hoy su conexión con el verbo hebreo

rcn

(“guardar-observar-vigilar”), a no ser que se postule también la existencia de tal raíz en un antiguo arameo, donde tuviera la misma significación que en hebreo68; pero tal sentido del hebreo lo mantiene el verbo

rjn

en arameo69, mientras que el

rcn

arameo reviste una sig- nificación que no parece se la pueda usar para explicar el nombre de

“Nazaret”70. Éste entraña, pues, un trasfondo hebreo, aunque en su configura - ción concreta pudieran haberse introducido elementos arameos de la lengua popular, sobre todo en la pronunciación; porque, si bien en Galilea tras la época hasmonea habitaba un judaísmo fuerte, se daba también una fuerte mez- cla cultural71, una de cuyas características era la peculiar pronunciación del arameo, que se hacía además fácilmente reconocible (Mt 26,73; bEr 53b).

66 Para la confirmación arqueológica de todos estos datos, cf. B. BAGATTI, Excavations in Nazareth I: From the beginning till the XII century. Jerusalem 1955-1969.

67 J. P. MEIER, A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus (New York 1991) 300-301; J. F. STRANGE, Archaeology, the Rabbis and Early Christianity (Abingdom 1981) 56-57.

68 F. BROWN– S .R. DRIVER– C. A. BRIGGS(= BDB), A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament with an appendix con- taining the biblical Aramaic (Oxford 1906/2003) 665.

69 LEVY, Chaldäisches Wörterbuch, 106-107.

70 El verbo nr por contaminación con el árabe y por su función onomatopéyica, tanto en siríaco como en el arameo babilonio y bi- zantino, y en el hebreo mishnáico, tiene el sentido de “chirriar” o “susurrar” y “gorjear/cantar”, e incluso “modular”. Cf. C. BROC-

KELMANN, Lexicon Syriacum (Göttingen 1928) 443-444; LEVY, Chaldäisches Wörterbuch, 126b; ID., Neuhebräisches und chaldäis- ches Wörterbuch III (Leipzig 1883) 431b; M. SOKOLOFF, A Dictionary of Jewish Palestinian Aramaic (Ramat-Gan 1990) 359.

71 Los asirios, tras conquistar Israel, deportaron parte de su población e importaron nuevos orientales, constituyendo así la

“Galilea de los Gentiles” (Is 8,23); en la época macabea muchos judíos de Galilea transmigraron a Judea (1 M 5,9-23), pero a partir de Aristóbulo I gran parte de Galilea se judaizó forzadamente (AntJ. XIII,318-320), aunque también una nueva gen- tilidad greco-romana se estableció allá, de forma que pudo seguir llamándose “Galilea de los Gentiles” (Mt 4,15); su juda- ísmo fue en ocasiones celoso (AntJ. XVIII,536), aunque en otras despegado de la Torah (jSab 15b; Ga 2,14b; Hch 15,10b).

Cf. S. HERRMAN, Historia de Israel en la época del Antiguo Testamento (Salamanca 1979) 320-329; REICKE, Neutestamentliche Zeitgeschichte, 88-89, 101-102; A. GEORGE– P. GRELOT(eds.), Introducción Crítica al Nuevo Testamento I (Barcelona 1982) 155-156, 217, 229-231; M. A. CHANCEY, The Myth of a Gentile Galilee (Cambridge 2002) 14-15.

(17)

Pero el caso es que en el NT el nombre de “Nazaret” aparece con dos formas diversas: Nazara,(Mt 4,13; Lc 4,16) y Nazare,t(Mt 2,23; Mc 1,9; Lc 1,26;

2,4.39.51; Jn 1,45s), e incluso la similar Nazare,q(Mt 21,11; Hch 10,38); sin em- bargo, tal alternancia se la considera normal72. Posteriormente su primera men- ción se encuentra en Sextus Julius Africanus (160-240), un historiador oriundo de Palestina, a quien cita otro historiador palestino, Eusebio, en el 325 y presenta la ciudad de Jesús como Nazara,(HistEc. I,7.14). Y cuando el nombre de Nazaret aparece ya en forma semítica,

trcn

es su grafía; así se registra en una inscripción hebrea de escritura cuadrada, descubierta en 1962 junto a la sinagoga de Cesarea Marítima, y datada como del 300 d. C. aproximadamente73. Se compone de tres fragmentos de mármol unidos74, en los que se mencionan los órdenes de familias sacerdotales (1 Cro 24,1-19; Lc 1,5): uno de ellos (el 18, de Happizzez) se refugió en Nazaret tras la primera revolución judía (70 d. C.), o más probablemente tras la segunda (135 d. C.); esto indica que Nazaret era ya en aquel tiempo una ciudad señalada y reconocida por su ju- daísmo75. A este nombre semítico hacen referencia también de modo uniforme todas las versiones siríacas, que no dejan de recoger y testificar una tradición primigenia; lo presentan como tܰrxܳncon la misma vocalización que usa el hebreo moderno para “Nazaret”:

tr;c.n"

(pronunciado Nārăt), y ésta es también la vocalización tradicional en el judaísmo clásico76.

72 A. DÍEZMACHO, “Jesús ‘ho Nazoraios’” en: Quaere Paulum: miscelánea homenaje a Monseñor Doctor Lorenzo Turrado (Bi- bliotheca Salmanticensis 39; Salamanca 1981) 10.

73 P. BARNETT, Behind the Scenes of the New Testament (Nottingham 1991) 42.

74 La unión de los tres fragmentos marmóreos (ciudades, órdenes, numeración) se ha logrado por medio de la comparación con una inscripción de Ashkalón; cf. J. B. FREY, Corpus Inscriptionum Judaicarum II (Roma 1952) nº 962.

75 M. AVI-JONAH, “A List of Priestly Courses from Caesarea”: IEJ 12 (1962) 137-139; ID., “The Caesarea Inscription” en:

E. J. VARDAMAN– J. L. GARRET(dirs.), The Teacher’s Yoke (Waco [Texas] 1964) 47, 49-50; R. HORSLEY, Archaeology, History and Society in Galilee (Norcross GA, 1996) 110.

76 DÍEZMACHO, “Nazoraios”, 13-14. Albright (“Nazareth”, 398) dice que “Nazaret” en hebreo “appears as Nāráth for older

*Nāeráth in the Syriac Bible”; pero las Fuentes no dan pie para esta distinción.

(18)

6 . N A Z A R E N O

La forma

trcn

coincide con la forma neotestamentaria Nazare,t/ Nazare,q, y así lo atestigua también S. Jerónimo77; pero la

t

semítica, a la que corresponde la t/qgriega, claramente configura sobre la raíz fundamental

rcn

una ulterior for- mación78, que es la que se encuentra tras el “et” de “Nazaret”79. Como la forma simple parece la más natural, Nazar-a, ([

h

/

a

]

rcn

) puede considerarse la más antigua80, porque además es la propia del hipotético y primigenio documento Q, pues se trata de un término no-marcano común a Mt (4,13) y a Lc (4,16); es además la forma menos frecuente, y como tal propia de la tradición más antigua81, ya que incluso sólo de ella tanto Nazwrai/ojcomo Nazarhno,jpueden ser correctamente derivados82. Por eso, si al nombre griego (Nazara, - Nazare,t/q) se lo quiere conectar con el nombre hebreo (

trcn

), como es natural, queda la posibilidad de considerar la t/qcomo dialectal83y que ha caído84en la pronunciación del arameo, pues la –et final hebrea puede convertirse en un –a arameo85, que incluso puede considerarse como una alternativa del femenino singular hebreo86.

77 Lo hace hacia el 390 en su Liber interpretationis nominum Hebraicorum (PL 23,886 cf. 890), donde reedita el Onomasticon de Eusebio.

78 J. JOÜON- T. MURAOKA, A Grammar of Biblical Hebrew (Roma 2006) 245.

79 S. MERRILL, Galilee in the Time of Christ (Jerusalem 1886, reimpr. London 1981) 116, 122-124; BDB, Lexicon, 665.

80 S. CHARRUTH, The Temptations of Jesus – Nazara (Leuven 1996) 417. También S. Jerónimo en su “De Situ et Nominibus Lo- corum Hebraicorum” reconoce en Galilea la presencia de un “Nazara”, que lo denomina “viculus contra Legionem” (PL 23,961), en alusión a su carácter “defensivo”.

81 B. CHILTON, God in Strength: Jesus’ Announcement of the Kingdom (Freistadt: F. Plöchl 1979) 120.

82 De Nazaret/qresultaría Nazaret/qai/ojo Nazaret/qhno,j; cf. J. S. KENNARD, “Was Capernaum the Home of Jesus?”: JBL 65 (1946) 131; ID., “Nazorean and Nazareth”: JBL 66 (1947) 79. R. E. BROWN, The Birth of the Messiah (New York 1993) 209 contraataca en favor de Nazarhno,j, apelando a Magdalhnh,de Magdala y a Gadarhno,jde Ga- dara; pero hay que tener en cuenta que estos nombres terminan en vocal y no así Nazaret, lo cual confirma también a Nazara,como original, de donde además fácilmente se deriva Nazarhno,j.

83 ALBRIGHT, “Nazareth”, 398. Aquí se interpreta la “t” como expresión del antiguo femenino, propia de muchos lugares gali- leos, y mantenida dialectalmente en fenicio. Cf. BEYER, Texte, I 95-97.

84 Originalmente a la tsemítica correspondía en griego la t, pero paulatinamente se da un paso del fonema explosivo al as- pirado y poco a poco se introduce la fricación, dando origen a la q; por otra parte, la caída de la tfinal se atribuye a que sea postónica en un término de acentuación oxítona. DIEZMACHO, “Nazoraios”, 10.

85 Cf. hebreo (Ex 16,16:) gulgolet (tl,Gol.Gu) > arameo (Jn 19,17:) golgota (atlglwg= at"lguulWg = atlwglwg/ aT"l.G:l.WG[TgJIEx

16,16] / at"l"G.l.WG[TgIIEst 3,9]). Cf. JASTROW, Dictionary, 221b; BEYER, Texte, I 544; SOKOLOFF, Palestinian Aramaic, 123a. Para el fenómeno de la disimilación, cf. G. DALMAN, Grammatik des jüdisch-palästinischen Aramäisch (Leipzig 21905) 166, nª 1.

86 JOÜON-MURAOKA, Grammar, 245-247.

(19)

Se ha pensado que filológicamente podría considerarse Nazara,como un plural neutro87, pero realmente ha sido entendido como un femenino singular (Mt 4,13), tal vez incluso también por su conexión con po,lij(Mt 2,23;

Lc 2,39). Como su determinante triradical tiene el sentido básico de “guardar, observar”88, sea en su forma activa (“defensora” >

rnAn

cf. Pr 28,7) o en la pasiva (“defendida” >

rWcn

cf. Ez 6,12), bien pudiera haberse aplicado en sus comienzos a una ciudad de algún modo fronteriza, que incluso tuviera algún altozano de vigilancia (Lc 4,29). Algo de esto podría valer también para la nueva Nazaret, reedificada en la época helenística tras la pausa del exilio y a la vuelta de los desterrados de Babilonia, si no se quiere que el nombre de la antigua ciudad haya permanecido en el recuerdo, y así haya servido también para dar nombre a la ciudad restablecida en aquel mismo lugar; de todos modos, su formación nominal puede entenderse como un qātl, indicativo de algo abstracto o general89: “defensa”.

El problema surge cuando se trata de ver cómo de [

h

/

a

]

rc.n"

se ha

originado Nazara,y cómo de aquí ha nacido Nazwrai/oj, para posteriormente llegar a discernir cuál es el término arameo que subyace a este calificativo. En primer lugar, se puede notar que la terminación de este adjetivo en griego no ofrece dificultad, pues Nazwr-a/ i/ojes como Galil-a/ i/oj(Lc 23,6); éste se origina del hebreo

lylg

(1 R 9,11; Is 8,23), completado por la terminación final (

h-"

):

hlylg

(2 R 15,29), cuyo correspondiente arameo es

alylg

(Tg 1 R 9,11) o

hlylg

(Tg 2 R 15,29). De aquí se desprende que también para Nazara,la alfa

final hay que considerarla como una adición al radical, que será: Nazar. Cómo de (

a

/

h

)

rc.n"

ha surgido Nazar(a,) representa la primera cuestión.

La pronunciación aramea prescinde del šewá’ y éste no influye en la pronun- ciación de la primera vocal de (

a

/

h

)

rc.n"

que se pronuncia como ā (

ar"cn"

– nārā), pero cabe preguntarse cómo el šewá’ semítico ha originado el sonido de la a medial en griego. A tal cuestión se responde diciendo que el šewá’ en su trans-

87 BROWN, Birth of the Messiah, 207.

88 BDB, Lexicon, 665-666. Apoyándose en los diversos sentidos del verbo rcn, se han pretendido varias conexiones a contex- tos bíblicos; por ejemplo, a la espiritualidad del Sal 119 para hacer de Jesús un “observante” de la Torah, y su calificación en hebreo se mantendría también para sus discípulos arameos; cf. J. MAIER, Jesus von Nazareth in der talmudischen Über- lieferung (Damrstadt 1978) 62-68, 138-143. Otra conexión es con la “vigilia” (Jr 31,6); cf. E. ZOLLI, “Nazarenus vocabitur”:

ZAW 49 (1958) 135-136.

89 Cf. JOÜON– MURAOKA, Grammar, 220-223; BEYER, Texte, I 428s.

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