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LEOPOLDO LUGONES LA MUERTE DE LA LUNA Y OTROS POEMAS

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Academic year: 2021

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EOPOLDO LUGONES

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A MUERTE DE LA LUNA

Y OTROS POEMAS

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Leopoldo Lugones

Nació el 13 de junio de 1874 en Villa de María del Río Seco, Córdoba, Argentina. Fue escritor, periodista, historiador, docente, traductor, filólogo, diplomático y político. Es considerado, junto con el poeta nicaragüense Rubén Darío, uno de los principales exponentes del modernismo hispanoamericano.

Inició la poesía moderna en lengua española y fue el primer poeta de la literatura hispánica en utilizar el verso libre. A partir de sus cuentos, se transformó en el precursor y en uno de los pioneros de la literatura fantástica y de la ciencia ficción en Argentina, así como en uno de los primeros escritores de habla hispana en producir microrrelatos. Colaboró con los diarios La Vanguardia, Tribuna y La Nación, obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1926 y fundó la Sociedad Argentina de Escritores en 1928. Entre sus poemarios destacan Los mundos (1893), Las montañas (1897), Los crepúsculos del jardín (1905), Lunario sentimental (1909) y Odas seculares (1910). En narrativa se distingue principalmente por sus relatos, los cuales se recogen en las obras Las fuerzas extrañas (1906), La torre de Casandra (1919), Cuentos fatales (1924) y La patria fuerte (1933).

Falleció el 18 de febrero de 1938 en San Fernando, Argentina. Posteriormente, la fecha de su nacimiento fue instituida para conmemorar el Día del Escritor.

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La muerte de la luna y otros poemas

Leopoldo Lugones

Christopher Zecevich Arriaga Gerente de Educación y Deportes Juan Pablo de la Guerra de Urioste Asesor de educación

Doris Renata Teodori de la Puente Gestora de proyectos educativos María Celeste del Rocío Asurza Matos Jefa del programa Lima Lee

Editor del programa Lima Lee: José Miguel Juárez Zevallos Selección de textos: María Grecia Rivera Carmona

Corrección de estilo: Claudia Daniela Bustamante Bustamante Diagramación: Ambar Lizbeth Sánchez García

Concepto de portada: Melissa Pérez García Editado por la Municipalidad de Lima Jirón de la Unión 300, Lima

www.munlima.gob.pe Lima, 2020

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Presentación

La Municipalidad de Lima, a través del programa Lima Lee, apunta a generar múltiples puentes para que el ciudadano acceda al libro y establezca, a partir de ello, una fructífera relación con el conocimiento, con la creatividad, con los valores y con el saber en general, que lo haga aún más sensible al rol que tiene con su entorno y con la sociedad.

La democratización del libro y lectura son temas primordiales de esta gestión municipal; con ello buscamos, en principio, confrontar las conocidas brechas que separan al potencial lector de la biblioteca física o virtual. Los tiempos actuales nos plantean nuevos retos, que estamos enfrentando hoy mismo como país, pero también oportunidades para lograr ese acercamiento anhelado con el libro que nos lleve a desterrar los bajísimos niveles de lectura que tiene nuestro país.

La pandemia del denominado COVID-19 nos plantea una reformulación de nuestros hábitos, pero, también, una revaloración de la vida misma como espacio de

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interacción social y desarrollo personal; y la cultura de la mano con el libro y la lectura deben estar en esa agenda que tenemos todos en el futuro más cercano.

En ese sentido, en la línea editorial del programa, se elaboró la colección Lima Lee, títulos con contenido amigable y cálido que permiten el encuentro con el conocimiento. Estos libros reúnen la literatura de autores peruanos y escritores universales.

El programa Lima Lee de la Municipalidad de Lima tiene el agrado de entregar estas publicaciones a los vecinos de la ciudad con la finalidad de fomentar ese maravilloso y gratificante encuentro con el libro y la buena lectura que nos hemos propuesto impulsar firmemente en el marco del Bicentenario de la Independencia del Perú.

Jorge Muñoz Wells Alcalde de Lima

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LA MUERTE DE LA LUNA

Y OTROS POEMAS

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La muerte de la luna

En el parque confuso

que con lánguidas brisas el cielo sahúma, el ciprés, como un huso,

devana un ovillo de bruma.

El telar de la luna tiende en plata su urdimbre; abandona la rada un lúgubre corsario,

y después suena un timbre en el vecindario.

Sobre el horizonte malva de una mar argentina, en curva de frente calva la luna se inclina,

o bien un vago nácar disemina como la valva

de una madreperla a flor del agua marina. Un brillo de lóbrego frasco

adquiere cada ola,

y la noche cual enorme peñasco va quedándose inmensamente sola.

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Forma el tic-tac de un reloj accesorio, la tela de la vida, cual siniestro pespunte. Flota en la noche de blancor mortuorio una benzoica insipidez de sanatorio, y cada transeúnte

parece una silueta del Purgatorio. Con emoción prosaica,

suena lejos, en canto de lúgubre alarde, una voz de hombre desgraciado, en que arde el calor negro del rom de Jamaica.

Y reina en el espíritu con subconsciencia arcaica, el miedo de lo demasiado tarde.

Tras del horizonte abstracto,

húndese al fin la luna con lúgubre abandono, y las tinieblas palpan como el tacto

de un helado y sombrío mono. Sobre las lunares huellas,

a un azar de eternidad y desdicha, orión juega su ficha

en problemático dominó de estrellas. El frescor nocturno

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y domina tu frente con peso taciturno el negro racimo del sueño.

En el fugaz desvarío

con que te embargan soñadas visiones, vacilan las constelaciones;

y en tu sueño formado de aroma y de estío, flota un antiguo cansancio

de Bizancio…

Languideciendo en la íntima baranda, sin ilusión alguna

contestas a mi trémula demanda. Al mismo tiempo que la luna,

una gran perla se apaga en tu meñique; disipa la brisa retardados sonrojos;

y el cielo como una barca que se va a pique, definitivamente naufraga en tus ojos.

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Historia de mi muerte

Soñé la muerte y era muy sencillo; una hebra de seda me envolvía, y a cada beso tuyo

con una vuelta menos me ceñía. Y cada beso tuyo

era un día;

y el tiempo que mediaba entre dos besos, una noche. La muerte era muy sencilla y poco a poco fue desenvolviéndose la hebra fatal. Ya no la retenía

sino por solo un cabo entre los dedos… Cuando de pronto te pusiste fría, y ya no me besaste…

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A ti, única

Piano

Un poco de cielo y un poco de lago donde pesca estrellas el grácil bambú, y al fondo del parque, como íntimo halago, la noche que mira como miras tú.

Florece en los lirios de tu poesía la cándida luna que sale del mar, y en flébil delirio de azul melodía, te infunde una vaga congoja de amar. Los dulces suspiros que tu alma perfuman te dan, como a ella, celeste ascensión.

La noche… tus ojos... un poco de Schuman… y mis manos llenas de tu corazón.

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Primer violín

Largamente, hasta tu pie se azula el mar ya desierto, y la luna es de oro muerto en la tarde rosa té.

Al soslayo de la luna recio el gigante trabaja, susurrándote en voz baja los ensueños de la luna. Y en lenta palpitación, más grave ya con la sombra, viene a tenderte de alfombra su melena de león.

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Segundo violín

La luna te desampara y hunde en el confín remoto su punto de huevo roto que vierte en el mar su clara. Medianoche van a dar, y al gemido de la ola, te angustias, trémula y sola, entre mi alma y el mar.

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Contrabajo

Dulce luna del mar que alargas la hora de los sueños de amor; plácida perla que el corazón en lágrima atesora y no quiere llorar por no perderla. Así el fiel corazón se queda grave, y por eso el amor, áspero o blando, trae un deseo de llorar, tan suave, que solo amarás bien si amas llorando.

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Violoncelo

Divina calma del mar donde la luna dilata largo reguero de plata que induce a peregrinar. En la pureza infinita

en que se ha abismado el cielo, un ilusorio pañuelo

tus adioses solicita. Y ante la excelsa quietud,

cuando en mis brazos te estrecho es tu alma, sobre mi pecho, melancólico laúd.

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Ausencia

Todo, amada, en tu ausencia siempre larga te llora: el silencio y la estrella, la sombra y la canción, lo que duda en la dicha, la que en la duda implora. Y luego… este profundo sangrar del corazón. Como no ha de llorarte todo lo que es hermoso y todo cuanto es triste porque es capaz de amar, si tu ausencia ¡tan larga! Se parece al reposo se la luna suicida que se ahoga en el mar.

Con tu ausencia anochecen la alegría y la aurora. La esperanza es angustia, sinsabor el placer. Y hasta en la misma perla del rocío te llora lo que tiene de lágrima toda gota al caer.

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De la musa al académico

Señor Arcadio, hoy es la fiesta, es la fiesta del carnaval.

Estalla al sol como una orquesta toda su cháchara jovial.

Lindos están el mar y el cielo; fermentan sátira y tonel; la mosca azul detiene el vuelo en tu saliva de hidromiel. Traza mi castañuela intrusa un loco vals sobre el tapiz, y mi ligero pie de musa un arco bajo tu nariz. Mi vino es pálido y valiente como un héroe, y va también, el flaco pollo decadente frito en mi mágica sartén.

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Mi sartén, reina de las ollas, porque es la luna —gran perol— donde frío como cebollas

cráneos sabios en luz de sol. Ven, que en la danza, las parejas te darán sitio principal,

porque tus plácidas orejas son la mitra internacional.

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Paradisíaca

Cabe una rama en flor busqué tu arrimo. La dorada serpiente de mis males

circuló por tus púdicos cendales con la invasora suavidad de un mimo. Sutil vapor alzábase del limo

sulfurando las tintas otoñales

del poniente, y brillaba en los parrales la transparencia ustoria del racimo. Sintiendo que el azul nos impelía algo de Dios, tu boca con la mía se unieron en la tarde luminosa, bajo el caduco sátiro de yeso. Y como de una cinta milagrosa ascendí suspendido de tu beso.

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El éxtasis

Dormía la arboleda; las ventanas llenábanse de luz como pupilas; las sendas grises se tornaban lilas; cuajábanse la luz en densas granas. La estrella que conoce por hermanas desde el cielo tus lágrimas tranquilas, brotó, evocando al son de las esquilas, el rústico Belén de las aldeanas. Mientras en las espumas del torrente deshojaba tu amor sus primaveras de muselina, relevó el ambiente la armoniosa amplitud de tus caderas, y una vaca mugió sonoramente allá, por las sonámbulas praderas.

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El picaflor

Run … dun, run … dun… Y al tremolar sonoro del vuelo audaz y como un dardo, intenso, surgió de pronto, ante una flor suspenso, en vibrante ascua de esmeralda y oro. Fue color… luz… color… A un brusco giro, un haz de sol lo arrebató al soslayo;

y al desaparecer con aquel rayo, su ascua fugaz carbonizó en zafiro.

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A la patria

Patria, digo, y los versos de la oda como aclamantes brazos paralelos, te levantan Ilustre, Única y Toda en unanimidad de almas y cielos. Visten en pompa de cerúleos paños su manto de Andes tus espaldas nobles, y sobre ellas encumbran tus Cien Años su fresca fuerza de leales robles.

Corcel azul de la eterna aventura, sobre la playa que se ablanda en seno, con su crin derramada en suave holgura se alarga el mar como a pedirte freno. Y la nube del cielo, y la severa

nieve del monte, y la marina espuma, en su elemento azul te dan bandera, con símil que la gloria al Bello suma. Sea en tu cielo y todo lo serene, tu Buena Voluntad estrella suave;

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y el sol la brasa de tu hogar que tiene del lado de venir puesta la llave. Brinda a los oprimidos tu regazo con aquel ademán largo y seguro, que designa en la estética del brazo una serenidad de mármol puro.

Prolongando en justicia tu honra de antes, cimenta así tus seculares torres,

y sea tu aderezo de diamantes el tesoro de lágrimas que ahorres.

A hombro de monte carga el riel; su acero audaz, evoque con alegre asombro, la epopeya en que el sable granadero, barra de luz viril cruzaba en tu hombro. Abre al peñasco su opulenta entraña donde mismo sangró el héroe recio, para acendrar en oro de montaña aquella sangre que no tiene precio. En fraternal progreso ese oro entrega más allá de tus lindes soberanos,

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cual corona la parra solariega el muro medianil de los hermanos. Enfrena al mar cruzándole tu escuadra en la boca de plata de tu río,

y al raudo hervor que el hélice taladra da tu escolta al pacifico navío.

Para henchir de riqueza el buque ufano, cuadra la ceba sus compactas reses. Y el calor germinal de tu verano, hecho sólida luz se logra en mieses. Dando su prez al laborioso empeño, te aduerme con eclógicos olores la profunda pradera, en fértil sueño de humedad, de luciérnagas y flores. Y en sencillez de juventud, serena con la perennidad que te atestigua el linaje solar, eres morena

como la grave Libertad antigua. Salta en ese color temple de raza. Previa ante el sol natal como una proa,

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la Libertad tu eterno rumbo traza y al verso exije su sonora loa. Así puesto a la forja de mis fraguas que estallarán su cántico en centellas, honraré, sean hombres, montes o aguas, tus personas mejores y más bellas. Y tú entre todas, si, genial maestro, digno de ti, formárate, divina,

la estatua que concibo, hija de mi estro, en tu metal epónimo, Argentina. A mis hermanos en tu amor la entrego, transubstanciando en líricos caudales mi tesoro filial, al hondo fuego que sintetiza fuerzas primordiales. Para que como signo de fortuna,

que inicia y colma las empresas francas, te evoquen, cincelada por la luna, en plata colosal de nubes blancas.

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Salmo pluvial

Tormenta

Érase una caverna de agua sombría el cielo; el trueno, a la distancia, rodaba su peñón; y una remota brisa de conturbado vuelo, se acidulaba en tenue frescura de limón.

Como caliente polen exhaló el campo seco un relente de trébol lo que empezó a llover. Bajo la lenta sombra, colgada en denso fleco, se vio el cardal con vívidos azules florecer.

Una fulmínea verga rompió el aire al soslayo; sobre la tierra atónita cruzó un pavor mortal; y el firmamento entero se derrumbó en un rayo, como un inmenso techo de hierro y de cristal.

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Lluvia

Y un mimbreral vibrante fue el chubasco resuelto que plantaba sus líquidas varillas al trasluz, o en pajonales de agua se espesaba revuelto, descerrajando al paso su pródigo arcabuz.

Saltó la alegre lluvia por taludes y cauces, descolgó del tejado sonoro caracol;

y luego, allá a lo lejos, se desnudó en los sauces, transparente y dorada bajo un rayo de sol.

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Calma

Delicia de los árboles que abrevó el aguacero. Delicia de los gárrulos raudales en desliz. Cristalina delicia del trino del jilguero. Delicia serenísima de la tarde feliz.

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Plenitud

El cerro azul estaba fragante de romero, y en los profundos campos silbaba la perdiz.

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Referencias

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