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UNA FAMILIA, UNA CASA, UN HOGAR

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Infancia y pobreza

Escritos para dEbatir, opinar y actuar

UNA FAMILIA, UNA CASA, UN HOGAR

1Familias que puedan hacer de familias 3

2Aspectos de la familia que es necesario preservar

en cualquier situación 4

3El hogar: un lugar físico, un espacio emocional 5

4Ayudar pensando en el techo 6

5Nuevas y viejas fragilidades 8

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Infancia y pobreza

Escritos para dEbatir, opinar y actuar

Ayudan a un grupo familiar que se siente impotente sin convertirlo en incompetente. Se trata siempre de ayudar para que encuentren un lugar como familia que puede cuidar a sus hijos.

Cuando la preocupación es la infancia debe tenerse mucho cuidado al definir por qué nos ocupamos de sus familias. Familias ricas que no funcionan hay tantas como familias pobres. Muchas familias pobres funcionan extraordinariamente bien como grupo familiar hasta donde les llegan sus fuerzas, sus recursos. La pobreza monetaria no genera automáticamente otras pobrezas.

1 Familias que puedan hacer de familias

Resulta muy fácil describir una vida familiar bajo las privaciones como una vida poco adecuada, etiquetar a padres y madres que no tienen recursos como progenitores que no desarrollan bien su papel. No podemos hablar de las familias pobres porque no educan bien, ni porque generan hijos que acabarán siendo problemáticos. Siempre que hablamos de la familia y la pobreza que afecta a los niños repetimos una frase: “Ayudan a un grupo familiar que se siente impotente sin convertirlo en incompetente.” Se trata siempre de ayudar para que encuentren un lugar como familia que puede cuidar a sus hijos, no se trata de decir e imponer lo que deben hacer (que tendrán que aceptar porque dependen de las ayudas o los informes que realiza el profesional).

La reflexión sobre grupo familiar y pobreza debe precisar siempre por qué consideramos que esta es importante en la vida de un niño o niña. Después tiene que describir cómo las privaciones pueden alterar estas funciones básicas, de modo que con la ayuda puedan preservarse y compensarse, suplir si es necesario sin inhabilitar.

Se atiende a las familias hablando siempre desde los derechos del niño y adolescente, reconociendo que tienen derecho a tener un grupo familiar al que pertenecer, tienen derecho a descubrir permanentemente que importan a alguien, que sus vidas no están desamparadas. Necesitan tener y mantener una familia que pueda hacerles de familia, a pesar del empobrecimiento económico. Nos ocupamos de las familias para que las familias puedan ocuparse (de formas

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Infancia y pobreza

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diversas y con distintos apoyos) de sus hijos e hijas.

Debe tenerse mucho cuidado al pensar en cómo se ayuda a las familias. Tal y como se advierte en diferentes documentos, la pobreza también provoca que vuelvan discursos conservadores y uno de sus puntos fuertes suele ser el de las políticas de familia. Vuelve fácilmente un viejo/nuevo familismo, que considera “la” familia uno de los fundamentos de la sociedad, ubica el cuidado en las mujeres y considera a los hijos una parte más del grupo. La pobreza recuerda que una sociedad es injusta. Aquí, además, recordamos que no pueden pagarlo los niños. No se les puede privar de su derecho a tener adultos que garanticen su desarrollo, su construcción emocional, el descubrimiento de su lugar en el mundo.

No se trata de recuperar viejas políticas de familia sino de hacer real la parte de las políticas de infancia que tiene que ver con las familias. Incluso las ayudas monetarias para familias con hijos a su cargo como paliativo de la pobreza tienen que estar definidas como prestaciones asociadas al niño y no como derecho de sus padres.

2 “Aspectos de la familia que es necesario preservar en cualquier

situación

Pensando en la infancia, un grupo familiar debe ser, fundamentalmente, una fuente estable de estímulos, seguridad y afecto. Lo que ellos y ellas necesitan es un entorno favorable donde sentirse acogidos, bienvenidos y acompañados, sin que las personas adultas esperen de ellos, directamente, nada a cambio. Todo lo demás, la conformación del grupo, el número de miembros (incluso las rupturas bien gestionadas), puede ser relativo, compensable y sustituible de un modo u otro.

Sea como sea el grupo familiar, los niños y niñas necesitan personas adultas para sentirse queridos, para saber que importan a alguien, para recibir el conjunto de estímulos educativos que precisan para madurar y llegar a formar parte de la sociedad. Para eso sirven las madres y padres, de antes y de ahora.

Lo que necesitan los niños es un entorno favorable donde sentirse acogidos, bienvenidos y acompañados. Los niños y niñas necesitan personas adultas para sentirse queridos, para saber que importan a alguien, para recibir el conjunto de estímulos educativos precisos para madurar y llegar a formar parte de la sociedad.

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Infancia y pobreza

Escritos para dEbatir, opinar y actuar

El hogar es un espacio físico en el que se construye buena parte de la infancia, se desarrollan las vivencias de seguridad, se toma conciencia de la singularidad y la intimidad. Todo ello ha entrado masivamente en crisis con el impacto de la pobreza sobre la vivienda.

Estímulos, seguridad y afectos, en medio de la vivencia de sentir que su vida está vinculada, que importa, a un adulto (“Mi casa es un poco desoladora porque mi madre nunca está”). Eso es lo que proporciona un grupo familiar y hay que evitar que la pobreza lo destruya o haga imposible que la familia lo proporcione. Eso es lo que tendremos que compensar de distintas formas, con diferentes apoyos a la familia y a los niños. Un grupo familiar es, o se vuelve, inadecuado cuando no existe un clima afectivo positivo básico que les haga sentir a todos útiles e importantes, cuando no se dan los estímulos de todo tipo para el aprendizaje, el desarrollo y la socialización, cuando todo es precario y amenaza permanentemente de crisis.

3 El hogar: un lugar físico, un espacio emocional

La vida de un niño y la de su familia están asociadas a un clima de relación en el que tiene su lugar singular. Pero, antes o a la vez, su vida personal y familiar está asociada a un lugar físico: un techo bajo el cual vivir. Pueden tener un lugar afectivo y un “no lugar” material. Justamente la pobreza agudizada actual ha tenido especial impacto en la vivienda, y pocas veces la evaluación de lo que hay que hacer en justicia ha puesto por delante los derechos de cada niño o niña que el hecho de que su entorno más próximo no se vea destruido. El hogar es un espacio físico en el que se construye buena parte de la infancia, se desarrollan las vivencias de seguridad, se toma conciencia de la singularidad y la intimidad. Y todo ello ha entrado masivamente en crisis con el impacto de la pobreza sobre la vivienda.

Los informes sobre pobreza insisten en diferenciar cuatro situaciones de diferente “techo” para los niños y niñas. Todas ellas, en aumento y en cambio en el periodo de crisis.

1 Chicos y chicas, familias con hijos, sin techo, que están en la calle. La pobreza genera nuevos habitantes de la calle. Algunos de ellos son, por ejemplo, adolescentes fuera de cualquier sistema de atención, en el límite entre la emancipación legal y la soledad social.

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2 Chicos y chicas, familias con hijos sin hogar. No tienen “casa” y son acogidos en diferentes espacios de acogida institucional (singularmente espacios de acogida por violencia de género o de acogida por protección). No tienen un sitio donde regresar.

3 Familias alojadas en infraviviendas. En una habitación de realquiler, compartiendo pequeños espacios con otras familias, en lugares sin salubridad, etc. Infancias sin espacio familiar donde crecer y estar, en las que la calle se convierte en el espacio vital predominante.

4 Familias que tienen casa y hogar pero en total inestabilidad e inseguridad durante mucho tiempo, pendientes de que sean desahuciados, de que sean expulsados de un sitio ocupado, de que tampoco puedan mantener una vivienda más barata...

4 Ayudar pensando en el techo

En todas estas situaciones debemos tener en cuenta las vivencias infantiles del cambio, de la “novedad” y la provisionalidad de un alojamiento social y de cómo la familia se reconstruye en el nuevo hogar (en otro barrio, otro entorno, potenciales nuevas relaciones).

Tampoco podemos olvidar los reagrupamientos familiares forzados. Vivienda y hogar son ahora los de otro familiar. Las reglas de convivencia son marcadas por otro (unos abuelos, unos parientes) y buena parte de la autonomía conquistada puede entrar en crisis.

Pensar en las respuestas significa tener en cuenta las realidades de los “techos” bajo los que se cobijan los niños y niñas. Cómo cada una de estas realidades condiciona los estímulos educativos, los afectos, las seguridades personales. Podemos ayudar a una madre en cómo debe estimular el desarrollo

psicomotor de su bebé, pero deberemos hacerlo sin olvidar que la familia tiene escasos metros de vivienda para sobrevivir. Podemos ayudar en la vinculación

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pero deberemos tener presente que cada uno de sus días está repleto de inseguridades.

La consideración de los impactos debe hacerse sin olvidar el sentido de la familia hoy y la diversidad de relaciones familiares. Al hablar de las diferentes crisis y cambios acelerados en los que se inscribe la realidad de la pobreza hemos puesto en relieve, por ejemplo, que ayudar a una familia monoparental no es lo mismo que apoyar a quien ahora forma parte de una familia extensa porque el hogar es en casa de los abuelos.

Así mismo, debemos tener presente cómo han cambiado las lógicas de los agrupamientos familiares (del mismo sexo o distinto). Mayoritariamente ya no son puerocentristas (los posibles hijos ya no forman parte de la lógica central de la relación) y, para una importante parte de las parejas, los pactos incluyen la realización personal de ambos miembros y la vida económica compartida a partir de dos salarios.

Por ello, el análisis de cómo afecta la pobreza a lo que un niño o niña necesita de la familia, o cómo tenemos que facilitar los apoyos para que sea posible, debe tener siempre presente estos dos aspectos: la diversidad familiar y las lógicas a partir de las cuales se organiza la familia, así como el lugar que ocupa en ella el niño o niña. Tampoco podemos olvidar que la pobreza monetaria es especialmente diferente según el tipo de familia (más de la mitad de los niños y niñas en situación de pobreza monetaria viven en un hogar con solo un miembro adulto). O que las posibles ayudas para ejercer la maternidad están asociadas a ser un sujeto ocupado. Curiosamente, por ejemplo, las ayudas económicas (mantenimiento de sueldo con baja) por maternidad solo puedes disfrutarlas si eres una madre que trabaja y dejas de hacerlo mientras te ocupas un tiempo del bebé. Puesto que el hijo no es lo que importa si eres una madre sola, sin trabajo y que vive en una habitación de alquiler, no tendrás apoyo monetario alguno.

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5 Nuevas y viejas fragilidades

Quizás, para considerar qué ocurre con las familias con hijos cuando la pobreza está presente, la propuesta respetuosa de análisis es valorar qué fragilidades introduce. Si suma nuevas fragilidades a otras existentes, si las va agravando. Si pone impedimentos (más) para cumplir las funciones que, en relación con los hijos, debe ejercer. Intentemos realizar un resumen de ello.

1 A pesar de que la “cultura” familiar dominante dice que los hijos tienen que pasar ante todo, la pobreza puede hacer pasar a un segundo plano parte de la preocupación por ellos. Cuando la lucha es por la supervivencia la educación, por ejemplo, puede pasar a segundo término (“No se lo puedo dar todo, me paso el día trabajando; debería estar por ellos, ¿pero cómo?”).

2 La pobreza afecta de manera muy universal a las disponibilidades. Puede reducir los tiempos disponibles (es necesario trabajar o buscar trabajo mucho más tiempo) o los afectos (la desesperanza de no encontrar trabajo a veces arrincona los abrazos). Quizás acorta las diferentes actividades y manifestaciones paternas y maternas en las que los hijos pueden sentir que tienen padres. Son menores las disponibilidades para ayudar cuando los necesitan (para seguir la escolaridad, para estar presente en otras actividades de su tiempo, para escuchar y responder...). En la percepción de un niño que ve el sacrificio de sus padres vendría a ser un sentimiento de este tipo: “Tienen que abandonarme para darme de comer.”

3 Pueden ser significativos los cambios en los climas afectivos y de relación, en la convivencia. Las realidades que día a día impone la pobreza crean tensiones, generan varias formas de estrés no siempre controlables, relaciones en las que se agudiza la dificultad (quizás nuevas violencias), nuevos conflictos intrafamiliares. La pobreza monetaria puede acabar siendo también pobreza afectiva. La descalificación personal que los adultos van sintiendo por su nuevo estatus vital puede convertirse en degradación de los modelos personales que pueden ofrecer a sus hijos e hijas.

La pobreza afecta de forma muy universal a las disponibilidades (“Tienen que abandonarme para darme de comer”). Puede construir climas afectivos complejos, convivencias en dificultad.

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4 La pobreza pone en riesgo parte de las funciones parentales1. Puede empobrecer a los padres y madres para hacer de padres y madres (saber qué hacer en cada situación, mantener unas pautas de crianza coherentes, dar respuestas a las incertidumbres, etc.). Pueden aumentar las delegaciones en hermanos u otros adultos y complicarse las referencias adultas de los niños. Per ello, el peor empobrecimiento será sentirse solos educando. Sentir que desean hacerlo todo por sus hijos pero el hito es insuperable y, además, están solos.

6 Mucha valoración y poca ayuda

En otro texto ya explicamos cómo ayudar a ser un buen padre, una excelente madre, cómo intentar revertir los efectos de la pobreza sobre la familia que necesita el niño o niña. Ahora queremos insistir en destacar que no es preciso indagar en lo que están haciendo mal sino en lo que la pobreza potencia o invalida. Buscar primero lo bueno para los niños que siempre tiene cualquier familia.

A veces se valora que el entorno familiar no es el adecuado, que los padres no lo hacen bien, y todo ello sin tener en cuenta ninguna de las complejas realidades diarias que genera la pobreza en una familia. La conclusión suele ser que es mejor proteger separando. Se opina que en otro lugar se llevará a cabo mejor la educación del niño. Se termina por considerar que siempre será mejor un buen centro que una mala familia. Todo menos pensar en cómo ayudar, con los apoyos precisos, a construir parentalidades positivas, a complementar, a suplir cuando sea necesario, a ayudar al niño a situarse en la realidad de su familia.

Algunas ayudas para la pobreza han expandido una especie de derecho a la intromisión en las familias pobres. Si desean su correspondiente prestación deben dejar que alguien valore si educan bien a sus hijos. Olvidamos que la mayoría intenta hacerlo lo mejor que ahora sabe y puede. Olvidamos que tienen dos

Una madre desbordada no necesita valoraciones. Tiene derecho a que alguien esté a su lado para ayudarla a descubrir de nuevo que puede ser importante en la vida de sus hijos.

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derechos. El de recibir la ayuda que les permite subsistir y el de poder contar, si lo desean, con los apoyos necesarios para cuidar de sus hijos e hijas.

Una madre desbordada no necesita valoraciones. Tiene derecho a que alguien esté a su lado para ayudarla a descubrir de nuevo que puede ser importante en la vida de sus hijos (este derecho incluye recibir ayuda y descubrir que otras madres tienen dificultades similares, y compartir las formas positivas de superarlas).

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El proyecto Reflexiones: La pobreza vista desde la infancia es una iniciativa del Palau Macaya y CaixaProinfancia

Organización: Palau Macaya Dirección científica: Jaume Funes

Redacción: Jaume Funes a partir de las reflexiones y debates de los seminarios “La pobreza vista desde la infancia”, coordinados por Anna-Bel Carbonell, Marta Comas, Josep Torrico y Jordi Bernabeu, que también han hecho aportaciones a las redacciones finales.

Estos agrupan temática y libremente ideas aportadas por una sesentena de profesionales, a lo largo de veinticinco encuentros de debate. Igualmente resumen ideas de las investigaciones

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