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TEMA 1. ESTRUCTURA DE LA PALABRA Y ORIGEN DEL LÉXICO CASTELLANO. PROCEDIMIENTOS DE FORMACIÓN DE PALABRAS

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TEMA 1. ESTRUCTURA DE LA PALABRA Y ORIGEN DEL

LÉXICO CASTELLANO. PROCEDIMIENTOS DE FORMACIÓN

DE PALABRAS

1.

ESTRUCTURA DE LA PALABRA

La palabra, como signo verbal, lingüístico o comunicativo, está formada por la unión de significado y significante. El significante corresponde al aspecto material de la palabra, bien sea un conjunto de sonidos articulados oralmente o una sucesión de grafías escritas que los representan. Ej: ventana en español, window en inglés, fenêtre en francés… El significado es el concepto al que se refiere el significante, similar en cualquier idioma. En el caso de ventana, el significado común en todos los idiomas es el de «abertura, practicada en la pared de una construcción, para dar luz o ventilación». Sin emabargo, la palabra tiene otros significados que podemos determinar al observarla en su contexto. Ej. “Una ventana hacia el futuro”. La relación inseparable entre significante y significado es arbitraria, es decir, no existe razón por la que un significante se asocie con determinado significado.

Las palabras, desde el punto de vista de su estructura, se dividen en partes más pequeñas dotadas de significación a las que llamamos monemas. Hay palabras que constan de un solo monema (ej.: sol), mientras que en otras es posible distinguir dos o más monemas (ej.: sol-es). Así pues, los monemas son las unidades más pequeñas dotadas de significación, que resultan al descomponer una palabra en los elementos que la forman.

Podemos clasificar los monemas en dos grandes tipos:

1. Lexemas: Aportan el contenido léxico del signo lingüístico. Tienen significado pleno y

constituyen el núcleo o raíz de las palabras. El lexema o raíz es común a las palabras de una misma familia léxica. Ej: estudiar, estudiantil, estudioso, estudio…

2. Morfemas: Elementos gramaticales que se unen al lexema para aportar información

gramatical y nuevas significaciones. Los morfemas pueden ser de dos tipos:

2.1. Independientes o libres: no tienen significado léxico y poseen independencia ya

que no necesitan unirse a un lexema. Constituyen palabra por sí mismos. la preposición, la conjunción, el determinante, y el pronombre constituyen este tipo de morfemas

2.2. Dependientes o trabados: se unen al lexema para formar las palabras. Pueden ser

de dos tipos:

2.2.1. Flexivos o gramaticales: son una serie de morfemas

dependientes, que añaden una información de tipo gramatical (género, número, a determinadas palabras y se colocan al final de las palabras a modo de desinencias.

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2.2.2. Derivativos: operan cambios en el significado de las palabras. A un lexema o raíz se añade uno o varios morfemos derivativos constituyendo una nueva palabra con un nuevo significado. Estos morfemas necesitan otros elementos para formar palaras, puesto que ellos solos no pueden constituir una palabra. Según la posición que ocupen podemos diferenciar los prefijos (se anteponen a la raíz), los sufijos (se posponen a la raíz) e interfijos (se sitúan entre la raíz y el sufijo con la única finalidad de unirlos)

2.

ORIGEN DEL LÉXICO CASTELLANO

El castellano o español deriva del latín, esto es de la lengua hablada en el Imperio Romano; por eso, tanto al español como al resto de lenguas europeas que se originaron a partir del latín - portugués, gallego, catalán, francés, italiano y rumano- se les conoce con el nombre de lenguas románicas o neolatinas. Todas estas lenguas comenzaron por ser meras variedades del latín vulgar hablado en cada una de las zonas de lo que se conoce como “romania”; con el paso del tiempo esas variedades pasaron a ser dialectos. Por fin, tras siglos de evolución fonética, morfosintáctica y léxica ese latín dialectal fue transformándose hasta perderse y dar paso a nuevas lenguas, entre ellas el castellano, con un sistema fonológico y gramatical singular. Como toda lengua, el castellano desde sus orígenes no ha dejado de evolucionar, enriqueciéndose o perdiendo rasgos, debido a diversas influencias desde el árabe en plena Edad Media hasta el inglés en la actualidad

Por tanto, podemos decir que la situación lingüística actual española es el resultado de la historia y se remonta a los tiempos anteriores a la llegada de los romanos, cuando la Península era una tierra de paso y asentamiento de distintos pueblos que hablaban sus propias lenguas: precélticas, célticas, fenicias, tartesias o ibéricas, lenguas que convivieron con el latín hasta su completa extinción y que dejaron su huella tanto en el vocabulario como en la peculiar evolución del latín. A esa influencia lingüística se le conoce con el nombre de sustrato, es decir, las influencias léxicas, fonéticas y gramaticales que ejerce una lengua aborigen de un pueblo primitivo o conquistado (en este caso la lengua de los pueblos prerromanos) a otra del pueblo conquistador de mayor prestigio y que luego desplaza a la primera (en este caso el latín, la lengua del pueblo romano que acabó imponiéndose en la Península Ibérica).

La conquista y romanización de la Península Ibérica, comienza en el año 218. a. C., al iniciarse la segunda guerra púnica con el desembarco de los Escipiones en Emporion (hoy Ampurias, en la provincia de Gerona). Desde ese momento llegan a la Península Ibérica colonos, soldados, comerciantes de todo tipo, funcionarios de la administración, arrendatarios e incluso gentes de baja estima social, lo que evidentemente condicionó el latín hablado en esta nueva provincia romana como a continuación comprobaremos.

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Con respecto al latín, lengua que se acabó imponiendo en la Península Ibérica, coexistieron variedades: la clásica, que era la hablada por las clases cultas romanas desde aproximadamente el siglo II a.C. hasta aproximadamente el siglo II d.C., y la vulgar, que era el latín hablado por las clases bajas, y en particular por la mayor parte de los soldados que extendieron el latín por toda la geografía del Imperio Romano. Esta variedad vulgar, era la variante oral del latín, es decir, el latín que utilizaban los romanos (fueran cultos, semicultos o analfabetos) en la calle, con la familia y, en general, en los contextos relajados. Se trata, por tanto, de un latín que se aleja del latín clásico, sobre todo en aspectos fonéticos, morfológicos, sintácticos y léxicos, debido a la espontaneidad y viveza que le otorga su naturaleza oral y cotidiana. La variedad vulgar de la lengua latina es de vital importancia puesto que es de ella (y no del latín culto de la literatura y los registros formales) de donde van a proceder las lenguas romances o románicas, y más en concreto del latín vulgar del período tardío (S. II-VI).

El castellano, como lengua romance, tiene como base lingüística fundamental el latín, del que provienen tanto la estructura morfosintáctica como un importantísimo caudal léxico, ya que el porcentaje de palabras de procedencia latina se estima en un 73% del total de las que componen nuestra lengua. Ahora bien, no todas esas palabras han sufrido los mismos cambios, ni se han incorporado a la lengua de la misma forma. Se distinguen dos vías fundamentalmente: por una parte encontramos la vía patrimonial, compuestas por aquellas palabras que han estado presentes siempre en nuestra lengua, desde que los romanos llegaron a la Península hasta hoy. Nuestra lengua no es sino "latín del Siglo XX". Estas palabras han evolucionado fonéticamente (al igual que los otros

niveles de la lengua) hasta el punto de que, a veces, no se puede reconocer su "paternidad" latina1.

Por otra parte tenemos también la vía culta, compuesta por palabras que fueron introducidas en la lengua en diferentes épocas de la historia, generalmente por escritores cultos que necesitaban vocablos para designar conceptos nuevos o por necesidades expresivas o artísticas. Estas palabras se denominan cultismos, que frente a las palabras patrimoniales, no han sufrido evoluciones fonéticas,

conservando casi intactos los fonemas del latín2.

El siguiente paso en la formación y origen del léxico castellano lo encontramos en el año 409, momento en que los pueblos germanos llegaron a Hispania. Entre ellos estaban los vándalos, los suevos y los alanos, que se repartieron el territorio peninsular conquistado. Poco tiempo después llegaron los visigodos, un pueblo que ya había sido previamente romanizado y cuya lengua ya tenía influencia latina. Éstos aniquilaron a los alanos, arrinconaron a los suevos en el noroeste peninsular y obligaron a los vándalos a emigrar al norte de África. En un primer momento, la población visigoda se mantuvo alejada de la población romana. Así, por ejemplo, estaban prohibidos los matrimonios mixtos, debido a la distinta religión que practicaban (los visigodos profesaban el arrianismo, mientras que los romanos practicaban el cristianismo).

1 Así, la palabra latina hominem es nuestra actual hombre. En medio de ambas, hay toda una evolución y vacilación

entre diversas soluciones ( hominen> hom'ne> hombre ) que sólo se encontrarán si se estudian los textos medievales y renacentistas, pues estas palabras quedan fijadas, con su forma definitiva, hacia el siglo XVI/XVII en el mejor de los casos. Y ello es así porque en esta época queda "fijado" el sistema fonológico español en sus aspectos más importantes.

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Sin embargo, la situación cambia con la conversión al catolicismo de Recaredo, que eliminaba la barrera religiosa inicial. Asimismo, cabe destacar que la población visigoda que llegó a la Península era muy escasa, lo que favorecía su relación con la población autóctona. A pesar de esto, los visigodos lograron dominar casi la totalidad de la Península Ibérica y tuvieron una influencia fundamental en el derecho y en algunas costumbres, pero no así en la lengua y cultura, ya que ellos mismos prefirieron adoptar el latín (vulgarizado y dialectalizado) como lengua oficial renunciando a la suya, acentuando así la disgregación lingüística y la evolución de las variantes dialectales del latín como consecuencia del aislamiento de los territorios, que hasta entonces habían estado conectados gracias a la unidad política de Roma

De esta manera se produce una influencia lingüística de superestrato, es decir, la lengua del pueblo invasor (en este caso las lenguas germánicas) ejerce una influencia léxica, fonética y gramatical sobre la lengua del pueblo invadido (en este caso el latín), que es la que acaba imponiéndose. Así pues, a la vez que continúa el lento proceso de vulgarización y dialectalización del latín, que se diversifica en cada una de las regiones, sobre todo en el uso oral; se enriquece con préstamos de las lenguas germánicas. Se trata de germanismos referidos, sobre todo, a los campos de la guerra y de las relaciones feudales (guerra, guardar, guiar, espía, espuela, dardo, albergue,

galardón), del vestuario o del ajuar (ropa, ato, ataviar, tapa, aspa ) o de la onomástica o toponimia

(Álvaro, Alfonso, Adolfo, Fernando, Rodrigo, Elvira, Castrogeriz, Mondariz).

La llegada de los árabes rompió con todo el desarrollo histórico anterior: no fueron sólo una superestructura de poder, como había ocurrido con los visigodos, sino que pusieron en marcha procesos que dieron como resultado una realidad no continuadora de la Hispania visigótica. Así pues, con los conquistadores llegó, entre otras cosas, una lengua de naturaleza bien distinta a las románicas: el árabe, con sus diferentes manifestaciones escritas y orales, que se impuso como lengua oficial y de cultura.

De esta manera Al-Andalus se vio inmersa en un nuevo proceso cultural y lingüístico. Junto al árabe coloquial o al escrito, en la zona conquistada se continuaba utilizando el romance hispánico, conocido con el nombre de mozárabe. Esta variedad lingüística románica fue hablada en Al-Andalus, especialmente hasta finales del siglo XI, no sólo por los cristianos que permanecieron en territorio musulmán, sino también por los muladíes o conversos al Islam y, en menor medida, por parte de la

población conquistadora. Este periodo de convivencia3 entre la lengua árabe y el mozárabe da lugar a

una influencia lingüística de adstrato en la que una lengua (en este caso el árabe) influye sobre otra con la que comparte territorio (en este caso el mozárabe).

3 Podemos decir que se produjo una situación de diglosia entre ambas lenguas, ya que el árabe era la lengua de cultura y

mayoritaria entre la población peninsular, mientras que el mozárabe quedó relegado a contextos muy aislados, como pueden ser el ámbito doméstico y familiar.

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Sin embargo, el mozárabe fue perdiendo importancia progresivamente en el área musulmana en favor de la lengua árabe. La emigración de muchos mozárabes a los reinos del norte en épocas de represión hacia esa población, también disminuyó el número de hablantes. Hacia el siglo XII o XIII quedarían muy pocos hablantes de mozárabe, salvo en localizaciones muy aisladas. La conquista cristiana de las tierras musulmanas, hizo que los pocos focos mozárabes abandonaran el romance autóctono en favor de las lenguas romances de los reinos cristianos del norte, por lo que hacia el siglo XV o XVI puede darse por extinto o prácticamente extinto el mozárabe.

No puede pasarnos desapercibido el hecho de que parte de la población mozárabe, cuya lengua se encontraba muy influenciada por el árabe y presentaba diferencias sustanciales con el resto de lenguas romances del norte, emigrara a los reinos cristianos por la presión ejercida por parte de la población árabe. Este hecho provocó que entre los romances peninsulares (gallego-portugués, astur-leonés, catalán, navarro, aragonés y castellano) y el mozárabe se produjera una influencia lingüística de superestrato. En el caso del castellano, lengua que acabó convirtiéndose en mayoritaria sobre las otras hablas peninsulares, la influencia de la lengua árabe se aprecia unas 4000 palabras de origen árabe (arabismos) presentes en nuestro idioma. Además de eso, los árabes importaron también a nuestra lengua palabras provenientes de otros idiomas: ajedrez (sánscrito), naranja (persa) o arroz (griego). Sin embargo, por norma general, la mayor parte del vocabulario de origen árabe está relacionado con el ámbito doméstico y culinario, teniendo como rasgo característico la anteposición del artículo /al-/: ajuar, alcachofa, albornoz, almohada, almacén, babucha, taza, alfombra, azafrán,

azúcar, algodón…

El prestigio cultura que consiguió el castellano tras la reconquista de la Península y colonización de América hizo que se convirtiera en la lengua de moda en los círculos cultos y elegantes de Europa y en las relaciones diplomáticas. Esta apertura exterior lo convierte en una lengua muy permeable que aporta términos de su vocabulario a otras lenguas, al tiempo que se amplía con numerosos préstamos tomados del francés, del italiano y de las lenguas indígenas de América.

En el siglo XVI y XVII, dada la influencia de Italia en el gestación del movimiento renacentista, la lengua castellana se va enriqueciendo de términos procedentes de esta lengua, casi siempre relacionados con el ámbito de la literatura o las artes. Ej: piano, soneto, lira…

En los siglos XVIII se registra una fuerte influencia francesa, derivada del prestigio ideológico, social y cultural del país vecino, que se traduce en la introducción de numerosos galicismos, referidos a la moda, al mobiliario, la milicia. Durante esta centuria se manifestó un gran interés por la corrección lingüística y por la pureza de la lengua que fraguó en la creación de la Real Academia Española.

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El desarrollo del sistema capitalista en el siglo XIX con la revolución industrial, las innovaciones técnicas y los intercambios comerciales dará lugar a la incorporación de numerosos tecnicismos, a veces de origen griego o latino, pero casi siempre tomados de otras lenguas, y una proliferación de anglicismos, fruto de la hegemonía política y económica de Inglaterra en el siglo XIX y de Estados Unidos en el siglo XX.

De esta época son palabras como modista, galante, buró, neceser, bisutería, termómetro,

electricidad, microscopio, ciudadano, constitución, reforma, despotismo, fraternidad, chaval…

El español actual es el resultado de un proceso de evolución histórica desde el latín vulgar. Actualmente el español se ha convertido en una de las lenguas de comunicación y cultura más importante con cerca de 400 millones de hablantes repartidos por todo el mundo, aunque especialmente en América.

El español, como ocurre en otras lenguas, está fuertemente influido por otras lenguas, especialmente por el inglés. Se trata, en esencia, de la incorporación de anglicismos en varios ámbitos: deportivo ( penalti, surf, córner, basket), informático (software…), pero también sufrir

bulling, ir a un hotel de alto estanding, comprar un pack. Morfológicamente, se nota una tendencia a

prescindir de la preposición en las construcciones nominales (correo basura y no correo con basura) o a incorporar, normalmente con fines humorísticos o propagandísticos la terminación –ing a palabras castellanas (vueling, edredoning…).

Según sea el grado de adaptación de estas palabras podemos encontrar:

Extranjerismos o Xenismos: Se introduce la palabra del inglés sin adaptación: web,

chip, blog, e-mail, chat… Es la fórmula menos aconsejable.

Híbridos: Voces en las que el lexema pertenece a la lengua de origen del préstamo y el morfema gramatical a la lengua que lo recibe: printar, printear.

Adaptación: El préstamo adopta la fonética y morfología del español: resetear (to

reset: reiniciar), clicar (to click, pinchar).

Calco: Método recomendado por la RAE. Se traduce el término o se emplea uno castellano de significado afín: correo electrónico (e-mail), contraseña (password),

ratón (mousse).

Siglas, acrónimos, signos: Por ejemplo: www (World Wide Web), PC (Personal

Computer), modem (modulación y demodulación). La arroba, la barra y el punto son

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Además de lo anteriormente expuesto, el castellano ha A lo largo de su historia el español ha entrado en contacto con otras lenguas y numerosas palabras proceden de aquellas por la acción del adstrato (También es la influencia parcial de una lengua sobre otra por la contigüidad geográfica o por convivencia). Galicismos como monje, aval; italianismos como piano, violín, batuta; americanismos como huracán, chocolate, cacao; lusismos como macho, chubasco; anglicismos como confort, váter; galleguismos como mejillón, morriña; vasquismos como chaparro, aquelarre; catalanismos como anguila, escarola, capicúa; andalucismos como bailaor, cantaor…, forman el español de hoy, “lengua en ebullición”

3.

PROCEDIMIENTOS DE FORMACIÓN DE PALABRAS

Las lenguas son organismos vivos que deben adaptarse a las necesidades de la sociedad y del momento. Por ello, en todas las épocas ha sido necesario crear o introducir palabras para referirse a los descubrimientos, a las ideas y a las nuevas realidades que iban surgiendo. Estos términos o giros nuevos se denominan neologismos.

Los neologismos pueden formarse acudiendo a recursos externos de otras lenguas o utilizando los propios recursos de formación de palabras que posee la lengua. Estos recursos son los que vamos a detallar a continuación.

3.1.

COMPOSICIÓN

Procedimiento por el que se forman nuevas palabras a partir de la combinación de lexemas existentes en la lengua: LEX +LEX+ (morfemas flexivos): sacacorchos. También hablan se habla de palabras compuestas con la unión de dos morfemas gramaticales independientes: porque= por+que.

Existen varios tipos de palabras compuestas según los distintos grados de fusión y lexicalización:

Sintagmáticos o no consolidados: en ellos la fusión de los componentes no es total y podemos hablar de un sintagma, ya que se mantiene su separación gráfica y, fónicamente, cada uno sigue manteniendo su propio acento. Ej: estrella de mar, cajero automático. Hay distintos grados de consolidación: con o sin guion.

Ortográficos, propios o consolidados: en ellos la fusión es total, tanto gráfica como fonética, ya que se escriben sin ningún tipo de separación. El primer elemento está inmovilizado dado que no admite ningún tipo de morfemas flexivos, siendo el

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segundo el que admite dichas variaciones. Conservan un solo acento. Ej: limpiabotas, malapata

Cultos: formados por la unión de dos raíces cultas griegas o latinas. A diferencia de los compuestos propios no pueden funcionar como palabras simples ya que por separado no existen en castellano. Ej: tele- fono. Además, algunos de estos elementos pueden funcionar como afijos (prefijos, sufijos) cuando se unen a palabras castellanas. Ej: hidro- masaje

3.2.

DERIVACIÓN

Procedimiento que consiste en formar nuevas palabras mediante la adicción a la raíz de uno o más morfemas derivativos (prefijos o sufijos). Así pues, la derivación puede darse por prefijación (antitaurino) o sufijación (hermosura). La derivación cambia el significado de la palabra, lo que puede o no cambiar es la categoría gramatical de la palabra. (honesto- deshonesto, ambos son adjetivos; honesto-honestidad, cambia a sustantivo).

Así pues, podemos distinguir dos procesos:

1. Prefijación: Consiste en crear nuevos vocablos anteponiendo uno o más prefijos a la raíz.

Pueden tener distintos valores: Negativos a-, anti-, contra-, des-, in-… Locativos (lugar) ad-, ante-, entre-, hipo-, inter-, sobre-, sub-… Temporales ante-, post-, pre-, proto-…

2. Sufijación: Consiste en formar nuevas palabras añadiendo uno o más sufijos a la raíz.

Pueden tener varios valores: Diminutivos ito, ino, ete, ico Aumentativos acho, aco, -arro, -azo Despectivos o peyorativos -ucho, -ato, -astro

Teniendo en cuenta esto podemos distinguir:

• Derivación nominal: Se llama Derivación Nominal la que permite derivar sustantivos

de otras categorías. Teniendo en cuenta la base de la que se obtienen, los derivados nominales se agrupan en tres apartados.

1. Sustantivos deverbales.- Se forman a partir de verbos.

− comprar (verbo) --- COMPRA (sustantivo/derivación deverbal)

− dormir (verbo) --- DORMITORIO (sustantivo /derivación deverbal)

− jurar (verbo) --- JURAMENTO (sustantivo/derivación deverbal)

2. Sustantivos denominales.- se forman a partir de sustantivos.

− basura (sustantivo) --- BASURERO (sustantivo/derivación denominal)

− pelota (sustantivo) --- PELOTAZO (sustantivo/ derivación denominal)

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3. Sustantivos deadjetivales.- se forman a partir de adjetivos.

− bobo (adjetivo) --- BOBADA /BOBERÍA (sustantivo /derivación deadjetival)

− justo (adjetivo) --- JUSTICIA (sustantivo / derivación deadjtival)

− viejo (adjetivo) --- VEJEZ (sustantivo /derivación deadjetival)

• Derivación adjetival: La Derivación Adjetival es aquella que forma adjetivos a partir

de otro tipo de palabras:

1. Adjetivos Deverbales: proceden de verbos.

− Chillar → chillón

− Dormir → durmiente

2. Adjetivos Denominales: proceden de sustantivos.

Fenómeno → fenomenal

Centro → central

Calor → caluroso

3. Gentilicios: son los más recurrentes. Se usan para formar adjetivos a partir de

sustantivos (adjetivos denominales). Indican la procedencia u origen de una persona. Ej: Madrid/madrileño

• Derivación verbal: Entendemos por derivación verbal aquella que nos permite crear

nuevos verbos a partir de otras categorías de palabras. Las palabras que de manera más habitual suelen servir como base para la creación de verbos derivados son los sustantivos y los adjetivos. Ej: flor/florecer, rival/rivalizar

3.3.

PARASÍNTESIS

Son palabras que se han formado por la combinación simultánea de dos mecanismos de formación de distinto tipo: Se diferencian dos tipos de palabras parasintéticas:

• Parasíntesis por composición y sufijación: consiste en formar nuevas palabras

mediante la fusión simultánea de dos raíces y un sufijo. En este tipo de parasíntesis, los tres constituyentes (raíz+raíz+sufijo) se integran formando una unidad, de tal modo que es imposible encontrar en la lengua como vocablos independientes ni el primer segmento (raíz+raíz) ni el segundo elemento (raíz+sufijo). Ej: Gordinflón, formado por gordo+infl(ar)+on, es parasintética, pues los tres constituyentes se han unido al mismo tiempo , sin que exista con anterioridad en la lengua *gordinflar ni *inflón.

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• Parasíntesis por prefijación y sufijación; procedimiento que consiste en formar nuevas palabras mediante la adicción simultánea de un prefijo y un sufijo a una raíz. No todas las palabras que presentan la estructura prefijo+raíz+sufijo son parasintéticas. Para que esto ocurra es necesario que el prefijo y sufijo se hayan incorporado a la raíz de forma simultánea. Así pues, no pueden existir con anterioridad en castellano prefijo+raíz o raíz+sufijo. Ej: enloquecer, es parasintética porque no existe en castellano *enloco ni *loquecer. El prefijo en- y el sufijo –ecer se han añadido a la raíz de forma simultánea.

3.4.

SIGLAS Y ACRÓNIMOS

Una sigla es la pieza lingüística que resulta de unir las letras iniciales de las palabras que integran una secuencia sintáctica (generalmente un sintagma nominal): COI (Comité Olímpico

Internacional). Se escriben en mayúsculas, sin puntos y no varían en plural.

Se trata de un procedimiento que consiste en crear una nueva palabra con fragmentos de dos palabras ya existentes. De esta manera, un acrónimo sería una palabra nueva formada a partir el acortamiento de otras (ONU, sida; en muchos casos el hablante llega a perder la conciencia de que se trata en realidad de siglas). Según las reglas de la Academia los acrónimos puede incluso escribirse con minúscula, total o parcialmente (uvi, talgo, Unesco), pasando a poseer las misma propiedades que el resto de palabras de castellano y rigiéndose por las normas ortográficas comunes.

Referencias

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