CULTURA CLÁSICA (3º DE ESO) CULTURA CLÁSICA (3º DE ESO) CULTURA CLÁSICA (3º DE ESO) CULTURA CLÁSICA (3º DE ESO)
PROFESOR: Óscar Pedrido López PROFESOR: Óscar Pedrido López PROFESOR: Óscar Pedrido López PROFESOR: Óscar Pedrido López
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CONVOCATORIA DE SEPTIEMBRE CONVOCATORIA DE SEPTIEMBRE CONVOCATORIA DE SEPTIEMBRE CONVOCATORIA DE SEPTIEMBRE
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Cultura Clásica - Convocatoria de septiembre - Tarea 5 (fecha límite de entrega: lunes 24 de agosto) Nombre y apellidos:...
A continuación tienes dos capítulos del libro La vida cotidiana en Grecia y Roma, escrito por Ian Jenkins. El primer capítulo se titula El matrimonio y la muerte, y el segundo capítulo se titula Los niños y su educación. Esta tarea consiste en que leas los dos capítulos del libro y respondas a una serie de preguntas sobre las lecturas. Las preguntas aparecen en este mismo archivo al final de cada capítulo. La puntuación total de esta tarea, que incluye las preguntas de los dos capítulos, es de 10 puntos.
La vida cotidiana en Grecia y Roma de Ian Jenkins - Capítulo El matrimonio y la muerte
En Grecia resultaba normal el hecho de que fuera en el día de la boda cuando muchas novias se encontraran por primera vez con su marido. El matrimonio se negociaba como una transacción comercial y únicamente los padres y sus respectivos testigos tenían que estar presentes. Así, cuando el día de su boda, al anochecer, la novia se veía obligada a abandonar el ambiente familiar de la casa donde había transcurrido su infancia y a dirigirse a la casa de su marido, el matrimonio, lejos de ser un acontecimiento feliz, podía llegar a ser algo espantoso e incluso una experiencia traumática.
Antes de la boda, quizá el día anterior, la novia sacrificaba sus juguetes infantiles a Ártemis, una diosa virgen y, por tanto, adecuada para que una doncella le ofreciera aquellos objetos asociados con su propia pureza. Probablemente, también en ese mismo día, en una vasija llamada λουτροφόρος (loutrophoros) se traía el agua para el baño ritual que debía tomar la novia (y, según parece, también el novio). En las pinturas de muchas cerámicas que representan escenas de bodas podemos reconocer la peculiar forma de esta vasija, de cuello largo, boca amplia y asas delgadas; aunque podría tratarse también de una escena fúnebre, pues algunas veces se colocaba un λουτροφόρος (loutrophoros) sobre la tumba de aquellos que morían antes del matrimonio. Los griegos, como muchos otros pueblos, creían que el alma de quienes habían muerto sin contraer nupcias permanecía en un limbo poco deseable:
en el caso de las mujeres estas no habrían podido desempeñar su rol social como esposas y madres; en el de los hombres, no habrían podido engendrar hijos ni proporcionar un hogar a sus ancianos padres. Por eso el λουτροφόρος (loutrophoros) constituía un símbolo sustitutivo de esa vida matrimonial que les había negado la muerte.
El mismo día de la boda se celebraban sacrificios y banquetes en la casa de la novia y en la del novio. El encuentro de la pareja nupcial se producía al anochecer, cuando el novio, acompañado por sus "mejores hombres", iba a buscar a la novia. En las cerámicas pintadas aparecen con frecuencia escenas que recogen este momento: se representa a los novios, especialmente si se trata de una pareja divina, montados en un carro; sin embargo, en la vida real estos vehículos se utilizaban solo en las bodas más aristocráticas, mientras que en el resto de las bodas solía usarse simplemente una carreta de labor tirada por mulas o bueyes.
Como hemos dicho antes, en el momento de cruzar el umbral de su casa y subir al carro, los sentimientos de la novia podían no ser particularmente alegres. Quizá podamos tomar como punto de comparación las lamentaciones que aún hoy día siguen haciendo las novias en las ceremonias nupciales griegas: "Ocúltame, ocúltame madre, para que este extraño no me lleve consigo". Las madres replican: "¿Cómo podría ocultarte, querida mía, si ya le perteneces?".
El carro nupcial se dirigía ya de noche hacía la casa del novio, donde la recién casada se encontraría con la madre del novio, que la esperaba fuera con antorchas para iluminar el cruce del umbral. El novio conducía a la novia a través de la puerta hasta el interior del hogar y, al llegar al lugar que constituiría el centro de su futura vida doméstica, los dos se arrodillaban e inclinaban sus cabezas bajo una lluvia de nueces y golosinas (καταχύσματα - katakysmata), símbolos de la prosperidad que su enlace debía llevar a la casa. A los nuevos moradores se les recibía con una ceremonia en el interior de la casa y se les ponía bajo la protección de los dioses del hogar.
Tras la ceremonia de la καταχύσματα – katakysmata, la novia era conducida hasta la puerta de la cámara nupcial entre canciones obscenas. Se consumaba el matrimonio y al día siguiente la novia volvía a aparecer, ahora ya como un miembro más de la nueva familia. Ese día, las dos familias se reunían en casa del novio (según parece por primera vez durante todas las ceremonias nupciales) para participar en una fiesta común. En ella los familiares de la novia aportaban regalos y, si no lo había hecho ya la novia el día antes, también la dote, en dinero o especias, como garantía de su vida matrimonial. Si el marido moría prematuramente o el matrimonio terminaba en divorcio, la novia podía disponer de su dote con vistas a un segundo matrimonio.
En caso de que se celebrara un segundo matrimonio, no se volvían a repetir las ceremonias y ritos realizados en el primero, pues era entonces cuando se producía ese acontecimiento trascendental en la vida de la novia de perder su virginidad para convertirse en mujer.
Los autores griegos hablaban de la novia como un ser salvaje que debía ser domado por el matrimonio y la cerámica pintada representaba con frecuencia a novias cogidas por la muñeca como si se tratara de prisioneras. En Esparta era donde se manifestaba de manera más acusada esta idea de considerar a la novia como cautiva. Así es cómo describe Plutarco una ceremonia nupcial espartana: Las mujeres eran llevadas al matrimonio por la fuerza, no cuando eran pequeñas e incapaces de contraerlo, sino cuando eran jóvenes completamente desarrolladas.
Una vez que la mujer había sido entregada, la dama de honor, por llamarla de alguna manera, la tomaba a su cargo, le cortaba el pelo, le ponía un manto y unas sandalias de hombre y la tumbaba en un jergón en el suelo, sola y en la oscuridad. Entonces el novio, después de haber cenado en su mesa, como solía hacer, ni borracho, ni debilitado por los excesos, sino en plena forma, se deslizaba silenciosamente en la habitación, le hacía perder la virginidad y la llevaba en sus brazos al lecho nupcial. Después, tras pasar un corto espacio de tiempo con ella, regresaba tranquilamente a sus aposentos particulares para dormir allí con el resto de los hombres jóvenes.
Esta idea de secuestro ritual también aparecía en el ceremonial romano, que, en sus líneas generales, seguía un modelo similar al de los matrimonios atenienses. En el momento de marchar con el novio, la novia se refugiaba en los brazos de su madre, de los que era arrancada a la fuerza. Una vez más el ritual se consideraba como un rito de iniciación mediante el que la novia pasaba de un estado de su vida a otro. Lo mismo podría decirse del adorno de las novias romanas: su vestido consistía en una túnica de forma arcaica, puesta de una forma especial; sobre la cabeza llevaban un velo naranja especial y su cabello se peinaba según una moda antigua en seis crenchas separándolas previamente con una punta de lanza.
El paso de doncella a mujer solía resaltarse mediante una serie de ceremonias celebradas ante el umbral de la casa de su marido: cuando llegaba la procesión nupcial, la novia rociaba las jambas de la puerta con aceite y sebo y las rodeaba con lana. Después, como en los matrimonios modernos, cruzaba el umbral en brazos.
Por otro lado, en la antigüedad el hecho de quedar insepulto y no recibir las honras fúnebres se consideraba una desgracia mayor que la muerte misma. Los ritos funerarios podían ser caros y complejos cuando se trataba de ciudadanos ricos, o modestos y sencillos si se trataba de gente pobre, pero en ambos casos su finalidad era exactamente la misma: asegurar al alma del difunto su tránsito a la otra vida. Según la mitología, Hermes/Mercurio, el dios mensajero, era quien llevaba el alma hasta la orilla de la laguna Estigia, que marcaba la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Allí el barquero Caronte se encargaba de conducirla hasta el Hades o, en el caso de las más afortunadas, a la Isla de los Bienaventurados.
Resultaría excesivamente simplista pensar que tuvieran un concepto tan ingenuo de la vida y de la muerte. Ni los griegos ni los romanos tenían una idea clara y uniforme sobre la otra vida, más allá del hecho de que los muertos formaban una comunidad de almas que, para su supervivencia, necesitaban las plegarias de los vivos. Tanto en Grecia como en Roma se creía que los muertos permanecían vivos y en determinadas fechas tras el funeral y a lo largo del año les ofrecían libaciones y les llevaban alimentos. Por ello resultaba normal que los sepulcros dispusieran de un conducto a través del cual pudiera introducirse comida y bebida en la cámara funeraria. A través de esta ofrenda de alimentos se incorporaba el recuerdo del difunto a la vida diaria de la familia a la que había pertenecido.
Las poesías y los epitafios dedicados a los jóvenes que morían pronto, antes de poder contraer matrimonio, normalmente hacen referencia de forma simbólica a un matrimonio en el más allá. Además, en términos generales, las ceremonias fúnebres, con el aseo y vestido del cuerpo, las guirnaldas y las antorchas, los cantos y el viaje en carro a un nuevo "hogar", parecen haber seguido unos modelos parecidos a los que regían en las ceremonias matrimoniales. Los mismos antiguos eran conscientes de este paralelismo y veían el matrimonio y la muerte, la boda y el funeral, como experiencias similares. El momento en que el alma abandonaba el cuerpo, como aquel en el que la novia abandonaba la casa paterna, se consideraba como un momento de iniciación a través del cual se producía el paso de una etapa de la vida a la siguiente.
Los ritos fúnebres (como también los matrimoniales) no eran necesarios solo para el
"iniciado", sino que también eran precisos para canalizar el dolor y el sentimiento de pérdida de aquellos a quienes había dejado tras de sí. Los familiares se encontraban íntimamente asociados con el hecho mismo de la muerte por la que se consideraban contaminados, en particular, por el contacto físico con el cadáver, que marcaba con un estigma a los vivos. De la misma manera que la muerte había separado al difunto de la vida y de los vivos, el contacto con él, y aquellos sentimientos que la muerte producía en el corazón y la mente de sus familiares, los situaban a ellos al margen del resto de la comunidad. Las vestiduras negras, el corte ritual de cabellos, los llantos, el desfile de los parientes y los lamentos estentóreos servían para relajar la tensión de los familiares y, al mismo tiempo, para marcar su separación del resto de la sociedad. A través de los ritos funerarios los familiares experimentaban su "rito de la separación", sufriendo una etapa de aislamiento y regreso a la comunidad de los vivos.
Los propios familiares del difunto eran quienes oficiaban las ceremonias fúnebres.
Normalmente eran las mujeres de la casa quienes se encargaban de la tarea de preparar el cadáver: lo lavaban, lo ungían y luego lo envolvían en la mortaja, que en el caso de los ciudadanos romanos solía ser la toga. Se colocaba una guirnalda en su cabeza y, tanto en Roma como en Grecia en el último período, una moneda en la boca para pagar a Caronte.
Una vez dispuesto, el cadáver se colocaba sobre una cama, ritual conocido en Grecia como πρόθεσις (prothesis) y en Roma como collocare. El objetivo era permitir que tuvieran lugar las lamentaciones fúnebres durante las cuales los parientes del difunto desfilaban por su casa para manifestar su condolencia. En Grecia, la πρόθεσις (prothesis) solía durar un solo día, pero en Roma podía llegar a durar siete y, una vez terminada esta, se llevaba el cadáver a la tumba en una carreta o sobre unas andas portadas por sepultureros. El lujo que se desplegaba en el cortejo fúnebre variaba según la fortuna y posición del muerto, pero en la antigüedad clásica se promulgaron una serie de leyes destinadas a evitar que en los funerales se gastasen unas cantidades de dinero que las autoridades consideraban excesivas. Así, por ejemplo, en Atenas las mujeres, recluidas normalmente en el interior de sus casas, aprovechaban este tipo de acontecimientos para mostrar sus mejores galas y ha quedado constancia en un proceso legal de cómo se iniciaron unos amores ilícitos cuando la viuda de un tal Eratóstenes, durante los funerales de su marido, atrajo la mirada de un admirador.
Los funerales daban también la oportunidad de hacer una demostración pública de solidaridad familiar. En este sentido parece que se desató una fuerte rivalidad entre las diferentes familias que competían entre sí en ostentación de riqueza y periódicamente resultaba necesario prohibir los lujosísimos trajes de las plañideras profesionales por los problemas que creaban.
Las leyes suntuarias se dejaban en suspenso en el caso de determinadas personas para honrar al difunto con funerales públicos. En época imperial romana los funerales públicos estaban reservados normalmente solo al emperador, pero durante el período republicano, cuando moría algún miembro de las familias nobles, resultaba frecuente que su cadáver se expusiese en el foro. Las familias patricias acostumbraban también a conservar las mascarillas de sus antepasados, que, en los funerales, eran llevadas por los miembros del cortejo. Esta costumbre se mantuvo durante el Imperio y en las honras fúnebres del emperador Vespasiano participó en el cortejo un figurante con el rostro cubierto con su mascarilla y representando su papel con palabras y gestos.
Preguntas sobre el capítulo El matrimonio y la muerte, que forma parte del libro La vida cotidiana en Grecia y Roma de Ian Jenkins
Responde a las siguientes preguntas a medida que vas leyendo el capítulo del libro. Cada pregunta suma 0.3 puntos, excepto la pregunta 4, que suma 0.6 puntos
1.- ¿A qué se parecía el matrimonio en Grecia? Justifica tu respuesta.
2.- ¿Qué sacrificaban y en honor a quién lo hacían las novias griegas antes de la boda?
3.- ¿Qué era un λουτροφόρος y qué forma tenía?
4.- Menciona brevemente los diferentes acontecimientos que tenían lugar el propio día de la boda en Grecia (no hables sobre lo que sucedía en Esparta):
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5.- ¿Cuál era la finalidad básica que tenían los ritos funerarios en la Antigüedad?
6.- ¿Quién se encargaba de conducir las almas de los muertos hasta la orilla de la laguna Estigia? Una vez que los muertos estaban allí, ¿qué función tenía Caronte? ¿Qué había que
"darle" a Caronte para que cumpliese su función?
7.- ¿Por qué los griegos y los romanos hacían ofrendas a los difuntos? ¿Cómo les hacían llegar esas ofrendas a los difuntos?
8.- Indica tres acciones que formaran parte habitualmente de las ceremonias fúnebres en Grecia y en Roma:
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9.- ¿Cómo relajaban su tensión los familiares de los difuntos?
10.- ¿En qué consistía el ritual de la πρόθεσις y para qué se hacía?
11.- Indica el significado de la palabra plañidera.
12.- En los tiempos de la República romana, ¿qué personas podían recibir funerales públicos? ¿En qué consistían esos funerales públicos?
13.- Las familias nobles romanas conservaban unos objetos que les recordaban a sus antepasados y que solían sacar a la calle en los cortejos fúnebres. ¿Qué objetos eran esos?
La vida cotidiana en Grecia y Roma de Ian Jenkins - Capítulo Los niños y su educación
Uno de los aspectos más chocantes del arte y la literatura de la antigua Grecia es el interés que muestran por representar a niños y jóvenes. En el texto que reproducimos a continuación, perteneciente a la segunda de las tres obras dedicadas por Esquilo a la Orestíada, Orestes, el hijo del rey de Micenas, ha muerto de miedo y esto sirve a su vieja nodriza para hacer la siguiente reflexión sobre el pasado:
Yo lo crie, lo cogí, recién nacido, de los brazos de su madre.
¡Y ooooh!, en un tiempo me llamaba durante la noche, me hacía levantarme y me mareaba con esto y con aquello.
¡Y todas mis esperanzas en vano! ¿Por qué no lo entiendes?
Un niño no sabe qué es lo mejor; hay que cuidarlo, al contrario que a cualquier animal, que, por torpe que sea,
siempre parece saber qué es lo bueno.
Un niño en la cuna no puede decir lo que le preocupa: comer, beber u orinar.
El interior de un niño no admite órdenes; es demasiado joven.
Con frecuencia puedo hablarle; a menudo, también, preveo las cosas malas y luego puedo conjurarlas.
Una nodriza y una lavandera tienen un mismo par de manos.
Por eso yo tuve un trabajo doble; sí, yo presenté a Orestes a su padre. Y ahora, oír esto, ¡Orestes muerto!
Estos versos constituyen una de las manifestaciones más emotivas de los sentimientos que el tema del niño pequeño podía despertar en el mundo griego. Nosotros hemos encontrado un testimonio visual de ello en las escenas infantiles pintadas sobre las cerámicas de figuras rojas y especialmente en las representadas en un grupo de copas de vino llamadas χόες. Estas copas se daban a los niños durante una fiesta denominada las Antesterias. Parece que se entregaban, concretamente, a los niños de una edad determinada, quizá para significar que acababan de abandonar la infancia. Una de estas copas muestra a un niño sentado dentro de un orinal de barro que hace sonar su sonajero ante alguien situado a su izquierda, quizá para indicarle que ha acabado y que quiere ser sacado de allí para jugar con el andador que se encuentra a la derecha, apoyado sobre la pared. En los años cincuenta de nuestro siglo apareció un tipo de orinal semejante en unas excavaciones que se hicieron en el mercado de Atenas.
El artista ha representado el orinal con pinceladas rápidas y su inmediatez contribuye de manera notable al éxito de la imagen. Otra escena de tema infantil, pintada sobre una vasija conocida como πελίκη, está mucho más elaborada, pero resulta más confusa. Muestra cómo una mujer, la madre o la nodriza del niño, le anima para que se alce sobre sus pies y aprenda a caminar. El hombre que se encuentra de pie es, quizá, el abuelo del niño, que, retirado ya de la vida pública, se encuentra más inclinado a interesarse por los progresos de la nueva generación. Por el contrario, el padre del niño, en este momento, se ocuparía muy poco de su hijo, delegando la tarea de educar al niño en su mujer, mientras que él se ocupaba de los asuntos fuera de casa. El hombre de edad representado en la cerámica podría ser considerado también como el παιδαγωγός, casi siempre un esclavo al que eventualmente se encomendaba la misión de supervisar la educación del niño.
Los romanos se preocuparon más que los griegos por conseguir representaciones precisas de los diferentes tipos humanos; ellos perfeccionaron el arte del retrato y nos han legado las imágenes más evocadoras del mundo infantil que se hayan creado en todo el mundo.
Estos temas encantadores no deberían, sin embargo, oscurecer los aspectos más desagradables de la actitud de los antiguos frente a los niños. Leemos, por ejemplo, que los espartanos miraban atentamente si los recién nacidos presentaban síntomas de poseer alguna enfermedad mental o física y, si descubrían alguna, mataban al niño arrojándolo desde lo alto de un acantilado. Esparta, hay que admitirlo, representaba un caso extremo de una sociedad totalitaria en la que la vida familiar se encontraba rígidamente subordinada a las necesidades del Estado. El espíritu militar de los espartanos no era, sin embargo, el único responsable de estas prácticas infanticidas, aunque los métodos que se empleaban en otros lugares de Grecia eran probablemente menos violentos. El más común solía consistir en abandonar a un niño, perdido, en un remoto lugar para dejarle morir, aunque también podía ser abandonado en un lugar público donde alguien pudiera encontrarlo y educarlo, normalmente como un esclavo.
En los mitos las historias que se centran en el tema del niño abandonado tienen a menudo unas consecuencias imprevistas. La más famosa de todas es la de Edipo, que creció con el destino de matar a su padre y casarse con su madre, mientras que en la tragedia Ion Eurípides narra la historia de un niño abandonado como tal, pero encontrado y criado como un servidor del santuario de Apolo en Delfos. El drama termina con la reconciliación entre la madre y el hijo, no sin que antes Ion estuviera a punto de cometer un matricidio involuntario. La propia ciudad de Roma se dice que fue fundada por dos niños abandonados, Rómulo y Remo; según la historia, los bebés fueron arrojados al Tíber, pero las aguas los depositaron a los pies del monte Palatino, una de las siete colinas en torno a las que se fundó Roma, donde los encontró una loba que los cuidó.
En este tipo de historias se narran una serie de circunstancias extraordinarias que determinan el abandono del niño: la más normal, que quizá esconde un verdadero antagonismo en las relaciones entre padre e hijo, es la de una profecía que anuncia que, cuando crezca, el hijo será más poderoso que el padre. Al llegar a la vejez, los padres debían esperar el socorro de sus hijos, ya que en el mundo antiguo no había nada semejante a las actuales pensiones de jubilación y los hijos constituían una especie de seguro. En la literatura el lamento de "¿Quién cuidará de mí cuando llegue mi vejez?" es un grito que se repite a menudo entre los padres aturdidos y acongojados que han visto morir a sus hijos antes que ellos. ¿Acaso hay padre más desgraciado que Príamo, el rey de Troya, que crio cinco hijos, el mayor de los cuales murió combatiendo contra el héroe griego Aquiles? El propio Príamo murió violentamente a manos de Neoptólemo, hijo de Aquiles. La cerámica pintada que representa la muerte de Príamo añade también la de Astianacte, hijo de Héctor y nieto de Príamo. Neoptólemo enarbola el cuerpo de Astianacte como una porra con la que golpea hasta la muerte al pobre viejo, que había buscado refugio en el altar de Zeus. La fuerza de esta imagen y de su peculiar horror radica, para el pensamiento griego, en la extinción simultánea de dos generaciones:
Príamo, el venerado patriarca, resulta destruido por el cuerpo de Astianacte, en quien se encarnaba la esperanza del futuro.
Las relaciones entre abuelo y nieto resultaban especialmente estrechas en el mundo antiguo.
En Grecia los niños recibían, normalmente, el nombre de su abuelo y se les daba mediante una ceremonia conocida como ἀμφιδρόμια, pues las mujeres de la casa llevaban al niño corriendo alrededor del hogar. Así, el recuerdo de las viejas generaciones permanece vivo en las nuevas y tanto en Grecia como en Roma la ceremonia en la que se daba el nombre marcaba la aceptación del niño por parte del grupo familiar. Entre el nacimiento y la imposición del nombre transcurrían entre siete y diez días, durante los cuales los padres podían decidir si el niño tenía posibilidades de sobrevivir y si querían criarlo o no. En Roma la aceptación física del niño por parte de sus padres tenía lugar mediante la ceremonia del sublatus, cuando el padre levantaba al bebé en sus brazos. Este tipo de actos rituales se encuentran documentados en el relieve de un sarcófago en el que se representan varias fases
En el mundo antiguo la escolarización resultaba un hecho mucho menos habitual que en la actualidad y únicamente los hijos de familias acomodadas recibían algo que pudiera considerarse como una educación completa. A los pedagogos podía contratárseles con un sueldo o elegir para ello a alguno de los esclavos de la casa. No había unas normas fijas sobre cuándo debía comenzar la instrucción escolar, pero lo más habitual, tanto en Grecia como en Roma, era que esta comenzara en torno a los siete años de edad.
La educación tradicional había consistido en una preparación para la guerra. Aquiles, el héroe homérico, que en muchos sentidos constituye el arquetipo del joven aristócrata perfectamente educado, había aprendido música y atletismo con su preceptor, el centauro Quirón. Las competiciones atléticas fortalecían el cuerpo y desarrollaban el espíritu de competición que resultaría tan necesario para un guerrero victorioso; por su parte la música, de la que formaban parte la poesía y la danza, constituía un medio de asimilación de los valores culturales de la aristocracia. En el siglo V a. C. cada ciudadano era un soldado en potencia. En torno a la edad de dieciocho años todo joven ateniense se encontraba sometido a un entrenamiento militar intensivo y en Roma, durante los últimos años de la República y los primeros del Imperio, el haber cumplido el servicio militar era una condición previa para desempeñar un cargo político. Sin embargo, no había ningún lugar en el que la educación se orientara de manera más dirigida hacia la guerra que en Esparta. Allí a la edad de siete años se arrebataba a los niños de sus familias y se les llevaba a vivir a unos austeros barracones en los que se encontraban sujetos a una disciplina rigurosa. Incluso siendo niños, los espartanos eran endurecidos continuamente por sus educadores. Así es cómo el escritor Plutarco describe el trato que estos niños recibían de sus insensatas nodrizas:
No fajaban a los niños y les dejaban libres los miembros y el rostro; además pensaban que los hacían felices enseñándoles a prescindir de
golosinas en sus comidas, a no tener miedo a la oscuridad ni a la soledad, y haciéndoles despreciables las rabietas y los lloriqueos.
Estas son las razones por las que algunos extranjeros contrataban a veces a nodrizas espartanas para sus hijos, y, por ejemplo, sabemos concretamente que Amycla, la nodriza del ateniense Alcibíades, era espartana.
La instrucción militar espartana culminaba con la κρυπτεία, una etapa en la que se obligaba a los jóvenes espartanos a vivir aislados de la comunidad, retirándose a vivir solos en el campo. Hambrientos y solitarios su existencia era similar a la de los λυκανθρῶπος, viéndose obligados a sobrevivir a base de su astucia, robando comida y capturando durante la noche esclavos espartanos (hilotas), de los que, al menos, debían matar a uno. Este tiempo durante el que se encontraban al margen de la vida normal podría ponerse en relación con los ritos iniciáticos que en muchos otros pueblos marcaban el paso de la infancia a la vida adulta.
Ni siquiera las mujeres espartanas se encontraban libres de esa obsesión nacional por la preparación física y las futuras madres de los guerreros espartanos competían entre sí en pruebas atléticas. Esta era una costumbre que resultaría inconcebible en Atenas, donde las niñas, como sus madres, se encontraban recluidas y aparentemente no recibían la misma educación que los niños. Las niñas atenienses eran educadas para ser unas buenas amas de casa; en el caso de que recibiesen una educación más esmerada, lo más habitual era que la recibieran de una de las esclavas de la casa.
También los niños, como el heroico Aquiles, podían tener un preceptor particular, pero en el siglo V a. C. se establecieron en Atenas un buen número de maestros profesionales que abrieron escuelas especializadas en diferentes materias. El γραμματιστής enseñaba los
rudimentos de la lectura, la escritura y quizá también de la aritmética; el κιθαριστής enseñaba música; y el ταιδοτρίβης se ocupaba de la formación física. Ningún padre ateniense podía permitirse enviar a su hijo a las tres escuelas y es muy probable que la mayor parte de los muchachos solo recibieran las lecciones del γραμματιστής, ya que este era el que enseñaba las disciplinas más útiles para la vida. Sin embargo, entre las clases acomodadas se consideraba indispensable una formación atlética y musical.
En las últimas fases de la adolescencia los hijos de las familias pudientes solían recibir una educación más profunda en distintos campos de la filosofía. Normalmente se trataba de clases de retórica, puesto que quienes deseaban dedicarse a la política o la abogacía necesitaban aprender a exponer sus argumentos de forma plausible y metódica. Había también algunos pedagogos que enseñaban materias más abstractas, como geometría o filosofía moral. Entre estos últimos se encontraba Sócrates, cuya insistencia en la búsqueda de la verdad y en el cuestionamiento de las opiniones tradicionales le valió un proceso judicial y su posterior condena y ejecución (por impiedad).
El poeta romano Horacio decía que "Grecia, conquistada, acabó conquistando a su propio conquistador". La mejor prueba de que esta afirmación era verdad es el hecho de que ya a principios del siglo I d. C. la pedagogía evolucionó entre los romanos ya completamente helenizada. La conquista del Mediterráneo oriental por Roma marcó el inicio de la profunda influencia de los griegos en Italia; muchos de ellos habían recibido una educación superior a la normal, y sus conocimientos y sus sistemas de enseñanza, sobre todo en lo relativo a la literatura, transformaron rápidamente los métodos utilizados por los romanos. Los niños romanos crecieron siendo bilingües en latín y griego y, al llegar a los niveles más altos de su educación, la posibilidad de acceder a los escritores griegos les abrió unas perspectivas inconmensurablemente más amplias que las que habían tenido hasta aquel momento.
Como su colega griego, el alumno romano tenía que comenzar su formación aprendiendo las cosas más elementales. El litterator, equivalente romano del γραμματιστής, enseñaba los rudimentos del saber; pero, sin embargo, en este caso, parece que a sus lecciones podían asistir también las niñas. Para denominar a estas escuelas se utilizaba la palabra ludus, la misma que se empleaba para darle nombre al juego. Festus, un etimologista romano, pensaba que se había elegido este nombre para engañar a los niños y hacerles pensar que ir a la escuela era algo más divertido de lo que era en realidad; sin embargo, una hipótesis más moderna y, probablemente más exacta, supone que el término se originó en aquellos tiempos en que los juegos, entendidos como una forma de entrenamiento físico para la guerra, constituían el núcleo de la educación romana. El ejercicio físico siguió constituyendo entre los romanos una parte fundamental de la educación infantil, que incluía también la música y la danza, aunque le daban menos importancia de la que tenía entre los griegos, dotados de un temperamento más artístico.
Preguntas sobre el capítulo Los niños y su educación, que forma parte del libro La vida cotidiana en Grecia y Roma de Ian Jenkins
Responde a las siguientes preguntas a medida que vas leyendo el capítulo del libro. Cada pregunta suma 0.3 puntos
1.- ¿Qué eran las χόες en la antigua Grecia? ¿A quiénes se les daban estas χόες durante las Antesterias? ¿Qué representaba el hecho de dárselas?
2.- ¿Qué era un παιδαγωγός? ¿Qué función tenía?
3.- ¿Qué grave riesgo corrían los niños recién nacidos en la antigua Esparta?
4.- Además de lo que les podía suceder a los niños en Esparta, ¿a qué otra peligrosa situación se enfrentaban los niños en otras ciudades griegas? ¿Cómo vivirían los niños que sobreviviesen a esa peligrosa situación?
5.- ¿Qué catástrofe provocó Edipo en su familia?
6.- Según la leyenda Roma fue fundada por dos niños abandonados. ¿Cómo se llamaban esos niños? ¿Con qué animal se criaron?
7.- ¿Cómo se llamaba el hijo de Aquiles? ¿Y el de Héctor? ¿Qué le sucedió al hijo de Héctor?
8.- Los niños griegos solían llevar el nombre de un miembro de su familia. ¿Quién era ese familiar?
9.- ¿Qué era la ἀμφιδρόμια? ¿Cuándo se celebraba? ¿En qué consistía? ¿Qué representaba para un recién nacido?
10.- ¿Qué nombre recibía la ἀμφιδρόμια en Roma?
11.- ¿A qué edad comenzaba en Grecia la educación escolar de un niño?
12.- La educación tradicional griega formaba a los niños básicamente en dos disciplinas.
¿Cuáles eran esas dos disciplinas? Una de esas dos disciplinas implicaba a su vez la formación en otras dos materias. ¿Cuáles eran estas otras dos materias?
13.-¿Qué requisito se exigía en Roma para poder dedicarse a la política?
14.- ¿A qué edad comenzaban los niños espartanos su formación militar?
15.- Explica brevemente en qué consistía la κρυπτεία espartana.
16.- ¿A qué edad empezaban a ir al colegio las niñas espartanas?
17.- ¿Qué les enseñaban a un niño ateniense del s. V a. C. los siguientes maestros?
• El γραμματιστής:
• El κιθαριστής:
• El παιδοτρίβης:
18.- ¿Qué disciplina estudiaban los niños griegos al final de su proceso educativo?
19.- ¿Cómo se llamaba el equivalente romano del γραμματιστής griego?
20.- ¿Cómo se llamaban las escuelas en Roma y por qué tenían ese nombre?