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CUADERNOS TRIMESTRALES DEl INSTITUTO FILOSOFICO DE BALMESIAMA

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Año VU 1958 N." 26

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CUADERNOS TRIMESTRALES DEl INSTITUTO FILOSOFICO DE BALMESIAMA

Vol. VII

ee

SU M A R I O• EDITORIAL: El naturalismo desesperado de A. Camus. •

ANTONIO Dus RoJo, S •. I.: Mundos nucoos. MANU&L M1aA,

S. I.: Nuestra Meta/is/ca en el se, y en e/juzgar. -Ju AH Ro I o G IR o -

, i • L LA , S • I , : ¿ Puede fabricar•e un se, oit,ienle? • A . Es r s L L s R,

S. I .: El nuevo texto critico dt!Jl Rlgoeda. -Fa R NA No o M. ª PAL II É s, S. 1.: Schalle,.J -P. M, Sacerdote, Médico y Enfe,mo,·J. R, G.: Coples- ton, F., Contempora,y Philosophy ·J. M. V,: Fontan, P., Adhéslon et ,J.., pas•ement,• Jo • t M. • V i L B z: Pirlot, f., Destlnée et oaleu,, la phlloso- phie de René Le Senne, -J . M . V . : St,auer, S., Le orobleme de l'ame.-

CaóN1CA• Y NoT1c1AR10.

DIRECCION DE «ESPIRITU,: INSTITUTO FILOSOFICO DE BALMESIANA. - DURAN Y BAS, 9 • BARCEU>NA

ADMINISTRACION: IFIBA. MANDRI, 33

BARCELONA (ESPA:til'A)

Abril - Junio 1958 Núm. 26

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EDITORIAL

21 natu.tali1mo deJeJpetado de .f/. t!amu.l

ptemio A/ol,fll de ~itet11.tu.ta

Ya han pasado aquellos tiempos de la literatura superficial en que el público se adormecía con el ritmo cadencioso de los versos de Zo- rrilla, tiempos en que diluían una idea a veces sencilla, casi siempre de poca hondura, en un mar de palabras. Naturalmente no quiero decir que toda literatura del pasado haya sido superficial, pues para desmentir este temerario aserto bastaría con recordar .al gran Calde- rón, tan profundo en su exposición literaria del sentido intimo de la vida; y por otro lado bastaría con citar .algunos de los literatos de hoy día que hablan de «desesperación» por moda, revelando una es- candalosa desnudez ideológica. Pero si bien aquel aserto no puede sostenerse en toda su inversalidad, no ~bstante tiene algo de verdad si .se aplica a una nota predominante de la gran literatura de nuestro J;iglo, comparada con la inmediata del siglo XIX. Alberto Camus, :reciente premio Nobel de Literatura, seria un buen ejemplo de los literatos :«de ideas», que hoy día acaparan la atención del gran pú- blico. Sus dos últimas obras «La caída» y «El destierro y el reino»:

no escapan a esta apreciación de conjunto sobre la obra camusiana.

Es no obstante difícil, por no decir imposible, juzgar estas dos obras (a pesar de su contenido ideológico) si no se comparan con todo el conjunto de su producción anterior, porque las ideas están di'fu- minadas en los contornos vaporosos e imprecisos de la conversación libre, en que queda además al literato el eterno subterfugio de atri- buir al personaje (no al autor de la nGvela) las palabras que le ~on i¡ncriminadas por. los lectores.

Nacido en Mondovi (Constantina) el 7 de noviembre de 1913, re.;

cibió sobre todo el influjo de Malraux y de Gide. También parece in- negable que recibió durante cierto periodo de su vida el de Sartre, pero ¡no tanto como para que pueda llamársele «existencialista» (se- gún nota acertadamente Moeller), pues A. Camus realmente no es fi-· lót,pfo, :ni pretende serlo.

Su obra teatral «Caligula:. (escrita de 1937 a 1942, publicada en 1943 y representada en 1945) tuvo un éxito fácil en el mundo de la

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postguerra, al representar en la crisis del gobernante Caligula, orí,,;

mi,ariamente bueno y deseoso de evitar el sufrimiento de los demás, la crisis de la ideología que le hace buscar en el crimen la libera- ción de una vida sin sentido. El público que vió la representación de :esta obra en 1945 sentía aún bien al vivo el resultado de las filosofías que empujaron a los hombr:es a las armas. El ensayo «El Mito de Sí- sifo» (1942) plantea la temática del hombre que lucha por dar un sentido a una lucha que cree sin sentido: «es preciso imaginarse a Sísifo dichoso» es la frase final con la síntesis de este triste opti- mismo del pesimismo. «L'Etranger» (1942) es la novela en que salió más la palabra «absurdo», que hizo que catalogaran pre'maturamente a A. Camus 1:?n la estela de Sartre. Su personaje, Mersault, que asiste como un extraño (como alguien a quien no tocase el asunto) a la pes;aparición de su madre, a la muerte del infeliz árabe .a quien mata casi porque sí, finalmente a su propio proceso y condenación a muer- te, rechaza en cambio las ayudas de la religión y en esto cree hallar un consuelo: es el Sísifo que se indigna de que le llamen Sísifo. Pro- sigue su pesimismo con «El Equivoco» (1943), obra teatral en que Martha mata por. equivocación a su hermano y busca evasión en el suicidio. Más conocida es la obra de A. Camus, la novela «La Peste»

(1947) en la que bajo la descripción de una peste, se plantea el pro- blema más general de los «apestados», es decir, entendiendo por esta palabra a todos los que son cómplices de la muerte y del sufrüniento de los demás; con esto, dentro de un orden de ideas todavía general;

está latente el 1problema del mal moral y físico. Es patente el total

«naturalismo» que empapa la mentalidad camusiana: «Exactamente,

¿puede ser uno santo sin Dios? Este es el único problema concret.o que ,ahora me interesa». Este naturalismo se acentúa más aún en su pieza teatral «Los justos» (1949) con sus «mártires» de la «religión laica» de la «dicha» terrena. Dejando .aparte el ensayo «El hombre rebelado» (1951) cuyo naturalismo combate .tanto las soluciones vio- lentas ldel fascismo y del comunismo, como también todo lo que no sea !Una rebelión puramente personal, llegamos ya .a sus dos últimas inovelas, «La caída» (1956) y «El destierro y el reino» (1957).

«La caída» nos presenta lo que habla uno de los interlocutores de un diálogo, quedando para la imaginación del lector las respuestas del otro. El dialogante que habla es Jean-Baptiste Clamence, un abo- gado que dejó París para instalarse entre los brumosos canales de Amsterdam. Allí en un Café ejerce ·una curiosa profesión, que él mismo califica con las palabras de «juge-pénitent»: cuyo significado queda aclarado por lo que querría fuera su escudo: una cabeza de Ji>no, con la inscripción: «no os fiéis de mí»; o bien en su tarjeta de visita, que querría tuviese el subtitulo de «comediante». Efectiva- mente Juan Bautista Clamence se ha instalado en la falsía, en la do- blez: hace su confesión pública, pero en ~sto mismo hay falsía porque apareciendo como «penitent», preetende erigirse en «juez».

Empieza contando todos los actos de «altruismo» o filantropía, que

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EL NATURALISMO DESESPERADO DE A. CAMUS

ejercía ostentosamente con los ciegos, los pobres, los débiles; pero siendo ateo, encerrado en un triste naturalismo pagano sin más hori-

zonte que los de su pequeño espacio y limitadisimo tiempo, la prác- tica de la virtud por la virtud, se convierte en un buscar su ,satisfao- dón inmediata, como último fin; evidentemente esto es hipocresía.

Además de esta ficción de virtud hipócrita cae Clamence en otros y más graves desórdenes: se entrega a la vida carnal sin freno. Los párrafos en que ~í como eructa un borracho el vaho del vino .mal -digerido, sale el desagradable lenguaje de la carnalidad, son buena parte de la confesión del juez-penitente. El otro vicio es el alcohol:

la embriaguez rezuma en todas las palabras del pobre Clamence.

Aiiádase a esto el ateísmo, la total incredulidad, hasta la blasfemia respecto de _Jesucristo (pág. 129 a 132, etc.). ¿Por qué, pues, hace Cla- men.ce :esta, confesión a su interlocutor? Busca una satisfacción y no sabe cómo; busca dar un sentido a su vida y la encuentra absurda:

ansía la felicidad, pero viéndose sucio, miserable, entregado al vicio y sin ánimo para salir de él, teme el juicio de los demá!3 y de sí mismo. ¿Cómo salir de esta situación, sin renunciar (¡claro está!) a su vida de crápula?

Muy sencillo. Cuando estaba en París, una noche pasando por un puente del Sena oyó el ruído que producía el suicidio de una mucha;~

cha que se echaba al agua. Por cobardía y egoísmo la dejó morir, ~in prestarle ayuda: entonces descubrió de repente que había en su ser, a pesar de las apariencias altruístas, la doblez de que estaba infi- cionado: parecía honrado ante sus · clientes defendiendo como abogado a los pobres y necesitados; parecía compasivo acompañando a los cie- gos en la .calle, pero era vicioso, era vil, y aun en lo que parema, hacer bien se buscaba en el fondo a sí mismo, su propio egoísmo.

La infamia de esta vida se le presentó con una terrible alucina- ción: una carjada que de cuando en cuando salía del fondo del agua en las noches claras y le helaba la sangre. Cerró su bufete, huyó lejos, a Amsterdam, para resolver el problema de su vida ejerciendo el curioso. oficio de la confesión. Allí agazapado en un café, esperaba la venida de un desconocido. Entablaba conversación con él, le .acom- pañaba y empezaba a contarle su vida: «hacer oficio de penite,nte para poder terminar como juez» (pág. 160); así fabricaba «un retrato que es el de todos y de nadie en particular» (pág. 161); «paso en mi discurso del yo al nosotros. Cuando llego al he aquí lo que somOi,S, ya he jugado la treta, puedo decirles sus verdades. Yo soy como €llos, claro esta, todos nos cocemos en la misma salsa» (pág. 162). Y ¿qué sacaba con esto? Así había hallado la felicidad: «he aceptado la do- blez en vez de desolarme por ella. Al contrario me he instalado en su centro» (pág. 163).

Con una confesión, cínica a más no poder, declara: «Lo esencial es .poder permitírselo todo, aun a trueque de profesar de tiempo en tiempo a grandes voces su propia indignidad. Yo me lo permito todo de nuevo y siti reír esta vez. No he cambiado de vida, continúic,;

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[s]

EL NATURALISMO DESESPERADO DE A, CAMUS

:amándome a·mf mismo y sirviéndome de los otros. Sólo que la con- fesión de mis faltas me permite volver a empezar más ágilmente Y gozar dos veces: ante todo de mi naturaleza, y luego de un encanta.,..

dor arrepentimiento» (pág. ·164). «Desde que he encontrado mi solu- ción me entrego a todo, a las mujeres, al orgullo, al aburrimiento, al resentimiento, y hasta a la fiebre que deliciosamente siento cómo en este momento me sube» (pág. 164). En cambio «de vez en vez, cuando hay una noche realmente hermosa, oigo una carcajada a lo lejos, y dudo de nuevo. Pero pronto hundo todas las cosas, creaturas y creación, bajo el peso de mi propia debilidad, y héroe de nuevo .a punto de pavonearme» (pág. 164). Con esta técnica de la autoconfe- sión «leo la tristeza de la t:ondición común y la desesperación de no poder escapar. En cuanto a mí, compadezco sin absolver, comprendo sin perdonar y sobre todo, ¡oh!, siento por fin ¡que me adoran!»

(pág. 165). ¿Qué consigue con esto el juez-penitente? ¿acaso 'les feliz? «Soy dichorn, le digo que soy dichoso, le prohibo que crea que no soy dichoso, ¡soy dichoso hasta reventar!» (pág. 166), ,dice con una reiteración que revela todo el fondo real de amargura que palpita bajo esta afirmación. Por lo demás él mismo lo reconoce explícita- mente _pocas líneas después: «Mi solución ciertamente no es el ideal.

Pero· cuando uno no ama su género de vida, cuando uno sabe que ¡es preciso cambiar o no tiene elección, ¿qué? ¿qué hacer para ser otro?

¡Imposible!» (pág. 167).

La otra obra, «El destierro y el reino» está formada por un con- junto de pequeñas narraciones o novelitas, y en mi opinión es de c&lidad literaria muy inferior a la de «La caída». En la narración

«La mujer adúltera» parece querer justificar el adulterio encuadrán- dolo en unas circunstancias penosas. «El renegado o un espíritu con- fuso», describe la vida de un pobre tonto que pasando sucesivamente del protestantismo al catolicismo y a un ·seminario, escapa de ahí para cometer la imprudencia de internarse entre los negros de una mina de sal, 103 cuales lo someten a una vida de esclavo en $ervicio de su fetiche, después de trastornarle la cabeza y sometiéndolo a unas torturas indecibles, como la de cortarle la lengua. Plantear en serio el problema del apóstata a base del caso de un anormal y sin e,scudriñar el alma; es demasiado ligero para g_ue se tome en serio.

En «Los mudos» describe la reacción de unos obreros fracasados en una huelga, que se sumergen de nuevo en el pesimismo del vivir co- tidiano y agotador. «El huésped» pinta el desagradecimiento de que es víctima un militar, el cual favorece cuanto puede a un árabe, preso por homicidio, pero que a cambio de su acción sólo recibe la amenaza de muerte. «Jonás o el artista trabajando» es quizás el más logrado de estos ensayos; Hace ver. que la popularidad del éxito prematuramente logrado hunde a un hombre en la inutilidad y futili- dad de la vida social. El último boceto se titula «la roca que crece¡»:

presenta escenas que son una verdadera parodia de vida religiosa.

Describe la vida de cierta población del Brasil, en la cual los cristia-

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EL NATURALISMO DESESPERADO DE A, CAMUS (6]

nos invocando a San Jorge se entregan a una danza hipnótica que termina en el vicio; organizan una procesión supersticiosa; presen- cian el apuro de un voto absurdo (en realidad que no obliga po!rt

!absurdo e imposible) según• el cual un pobre· cocinero ha di! llevar hasta agotarse una piedra de cincuenta kilogramos, pero que no pu-

~liendo cumplir su voto es al fin asesinado; todo ello ante la incredu- lidad «superior» del ingeniero, que les enseña una «tolerancia»' laica ...

Es el ensayo que menoa favorece a A. Camus porque en él aparee.e el ~ectario. Es verdad que A. Camus había declarado en 1949 que él no supone que sea ilusoria la verdad cristiana, sino que sencilla- rr.ente . «nunéa he entrado en ella», - dijo. No obstante se adivina en sus páginas toda la lucha de un hombre lleno de los prejuicios laicos del ateístno francés del siglo pasado, que para halhr un sentido al sinsentido de tal vida, reacciona violentamente con tópicos a las

~estiones de un encuentro con Dios.

* * *

La actitud de A. Camus mirada en el orden intelectual es la , de un «naturalismo» ateo, fruto lógico del racionalismo. Siempre ha sido así. El niño paga muy caro su atrevimiento de sacar el resm:te que mueve su juguete, su muñeca; queda todo destrozado. Así el hombre hijo del neopaganismo progresivo de los últimos siglos, no se somete, es ¡soberbio, prefiere la ausosuficiencia; pero paga muy caro su natu- ralismo ateo, porque queda con una naturaleza absurda, sin sentido.

El :naturalismo de A. Camus no es, con todo, el de la deses.p,e¡na,- ción ,!::onsagrada y sin lucha; hay en él, junto c.on un fondo deses:'- perado, el afán de hallar salida a lo que sin Dios n:> la tiene; la re- ligión :natural de la dicha es imposible.

Moralmente su obra presenta protagonistas que han descendido muy bajo en la escala de la ley de Dios. Un crítico' dijo hace poctl que A. Camus en «La caída» había .dado su propia biografía. No ten\.' go µato;;; para afirmarlo; lo que puedo, sí, afirmar, es que su prota- gonista J. B. Clamence es un ser repugnante; y que imaginar a todo el mundo así es falso.

Er. medio de .todo se le escapan preciosas confesiones, de cuando en cuando, que hemos de recoger cuidadosamente. He aquí una de ellas;

referente ¡a la amargura de vivir sin Dios: «¡Ah, querido amigo! Para quien está solo, sin Dios y sin señor, el peso dé los días es terribl'el.

Es preciso, pues, escogerse '.Uil señor, no estando ya de moda Dios»

(pág. 154). Otra, referente .a la autosupresión de la libertad: el natura- W\ffiO que 11:;jos de Dios pone en su lugar la libertad como fin ,en sí, lacaba sin saber «para qué» la quiere, a qué fin digno sirve la tal H-

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{7] EL NATURALISMO DESESPERADO DE A. CAMUS

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bertad, con lo cual la suprime: «He aquí por qué, mi querido amigo, después de haber saludado solemnemente la libertad, decidí a hurta- dillru1 que era preciso devolverla sin tardanza a cualquiera» (pág. 158).

Lo ,único que le queda a A. Camus es la compasión por el . que sufre, el amor al prójimo, el respeto a la persona humana, el secreto afán de superación ... son lejanos frutos del árbol secular del catoli- cismo Pero ahora estos frutos desarraigados de la Fe que les dió vida, .sin la savia vivificadora que es dirigir la vida a la plenitud del

.. ,rr.ás allá» en Dios, van cayendo poco a poco con una agonía cruel. Si

en A. Camus aún no han caído del todo estos frutos (como han :caíd.o en manos del comunismo) es porque afortunadamente es poco con- secuente. Otros más consecuentes que él sacudirán el tronco muerto del liberalismo y caerán entonces al suelo estos últimos restos, plan- teando agudamente el dilem¡a: o vuelt'a a Dios, que .a través de tantos siglos de santos, de maravillosa unidad, de nobleza de doctrina, ha producido hasta en el aspecto humano estos frutos de que el natu- ralismo liberal alardea como de cosa que fuera propia y que le arran- ca, o condenarse a descender poco a poco, pero fatalmente en la náusea del absurdo, de la vida sin sentido, de la dicha imposible.

A Camus es, quizá sin pretenderlo y sin darse cuenta, como un símbolo de la Europa postrevolucionaria. Sus obras serán para mu-

chos, escándalo; para los más aumentarán la confusión; para el que esté bien preparado le serán una preciosa confirmación de la verdad.

Forcejea inútilmente ante una antimonia que el naturalismo con su rebelión se ha forjado: o sumisión a Dios (y esto suena a sus toídos

«renuncia a la lucha» y a la «felicidad») o autonomía racionalista,

~utonomía de la naturaleza y libertad total, proclamando como ley el egoísmo (pero esta salida se autodestruye, no es solución, pues lo finito no sacia la aspiración infinita del alma. humana; y en cambio la libertad como fin en sí, Y, el egoísmo, merecen el desd¿n y el des- precio que sentimos en lo hondo de nuestra conciencia).

Hay en medio una senda, 9ue A. Camus todavía no conoce: en- tregándose al Infinito, esta entrega am:,rosa resulta la verdadera po- sesión; este sacrificio es lucha, de otro género de conquista; este huir del pLacer es alcanzar la felicidad.

¿Llegará algún día A. Camus a dar este último paso?

Si algún día llega (como tan ardientemente deseamos), sus cua- lidades literarias se potenciarán y ganará su personalidad, como la gana el que pasa desde el absurdo de -un vivir sin sentido, al vivir con la plenitud de la esperanza.

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ESTUDIOS

Mundos nuevos

Se puede hablar de nuevos mundos en varios sentido: lo fué el:

continente americano para cuantos ignoraban su existencia antes de Cristóbal Colón; lo será probablemente en plazo breve la Antártida, llamada hoy «el continente desconocido», si se realizan los vastos planes que han llevado allá durante el presente Año Geofísico Inter- nacional a nutridas expediciones de observadores y técnicos, y lo son y serán mucho más las ingentes masas interestelares e intergalácti- cas, hasta hace poco insospechadas, que en nuestros días se están desc'Ubriendo en los espacios por los novísimos medios de observa- ción radioastronómicos. Pero no es esto todo: en la actualidad están siendo objeto de apasionada discusión entre astrónomos y físicos va- rios hechos notables recién observados que no solamente permiten hablar de astros nuevos o estrellas que están siendo formadas ante

¡nuestros mismos ojos, sino también de una verdadera y genuina crea- ción, en el sentido más riguroso de la palabra, por la que nace ¡de la nada la materia cósmica, de la que se formarán· a su vez otros as-

· tros futuros. Y por si ello fuera poco, por razones que vamos ~

ex-

poner aquí brevemente, todo el universo conocido, en opinión de la mayoría de los astrónomos, ha dejado de ser un mundo viejo, tal como antes se concebía, y mucho menos eterno, al asignársele una ,edad relativamente corta y un origen en el tiempo relativamente -cercano a nuestros días, que hacen de él un mundo joven y reciente:

'1(Uevo, en una palabra;

En frase de Hubble, la historia de la astronomía es una historia de horizontes que huyen: en los últimos siglos y sobre todo· desde principios del siglo actual, se suceden unos a otros los descubrimien- tos y se dilatan los límites del universo conocido, único del que se puede hablar con fundamento sólido y no como de algo meramente posible, sino realmente comprobado; para los antiguos, la Tierra era lo principal y los astros que la rodean eran algo .accesorio y secun- dl:'rio; desde Copérnico empezó el Sol a tener esta primacía y pasó la Tierra a depender de él, como uno de tantos planetas; vino luego una percepción más exacta de las proporciones, que también rele- garon al Sol a ser un pequeño astro entre otros innumerables que forman la Vía Láctea o Galaxia, con msyúscula, gigantesca nebulosa

ESPIRITU 7 (19S8) 56-64,

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MUNDOS !.UEVOS 5¡- oompuesta de estrellas, a la que se llamó universo sideral, y final-- mente se perfeccionaron simultáneamente los instrumentos de obser- vación y 103 métodos de investigación, cuyo resultado ha sido la vi- sión actual del cosmos, donde flotan como infusorios en un líquido,.

millares y millone\, no ya de estrellas, sino de galaxias, con minús- cula, agrupadas en .nidos o enjambres de ellas 'y rodeadas de enor- me¡:; masas de materia cósmica de diferente estructura hasta distan- cias, que al escribirse estas líneas, se calculan con sólida probabilidad:

en L800 millones de años-luz (cada año-luz equivale a 9,4 billones de km.), o sea unos 17 mil trillones de km., cifra ante la cual la ima- gi.nación se declara vencida.

Al mismo tiempo la física moderna ha proporcionado :a la astro- nomía medios .eficaces para deducir en buena lógica, por lo que re- gistra la cámara fotográfica de los potentísimos telescopios, las células fotoeléctricas, los novísimos dispositivos electrónicos y el espectró- grafo, los procesos físicos que tienen lugar en esos mundos lejanos, cuya evolución sucesiva constituye la vida de cada uno de sus ele-

mentos, desde su origen a partir del polvo cósmico hasta su desinte.- gración y muerte, que en sentido literal los convierte en ese mismo polvo de que fueron formados. Hemos subrayado el nombre genérico de elementos del universo, porque lo dicho se entiende lo mismo de los sistemas de galaxias que se agrupan y reaccionan unas con otras, como del proceso que sigue cada una en su estructura, del que une ;a las estrellas en enjambres, del que va marcando diversas fases en la vida estelar individual con la posible constitución de un siste- ma planetario cuyo centro sea la estrella, de la formación y dinamis- mo de las nubés de polvo cósmico (partículas mayores y moléculas) o de materia interestelar (partículas subatómicas o átomos más o menos completos); y hasta se ha podido determinar la duración probable de la vida de cada átomo, en cuanto se conoce lo que tarda en con- vertirse en otro diferente, ya . por escisión de los más complejos (como sucede en la bomba atómica), ya por fusión de los más simples (como ocurre en la bomba de hidrógeno). -Para todas estas investi- gaciones una de las armas más eficaces del astrónomo es la relación que existe entre lo que pasa en esos mundos remotos y las huellas que tales actividades dejan en su espectro, de suerte que del análisis del rayito de luz que llega a nosotros, se deduce la naturaleza, pro- piedades y múltiples actividades del foco de donde procede; más aún, uno de los descubrimientos más útiles para este fin ha sido el poder- oonocer por este medio el brillo real de ese foco, lo que permite de- ducir, por l::i. medida del briHo aparente que nos llega, la distancia a que se halla; la legitimidad de la conclusión se ha demostrado al coincidir la distancia así obtenida co:i la que se deducía de otros mé- todos diversos y a v~ces directos de determinarla.

L-Os descubrimientos más esuect~culares son en nuestros días los

· que hace una ~ueva ciencia recién nacida: la rad10astronomía, que ·al- guien ha llamado la astronomía del porvenir y que en realidad está

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ANTONIO DÚE ROJO, S, 1,

l10]

mejor definida como astronomía ciega, que siente y oye su objeto sin verlo, pero registra gráficamente y con pormenores insospechados la materia cósmica, invisible para lo, más poderosos instrumentos de pbservación óptica; así han entrado en el campo de los estudios cos- mológicos, no ya un mundo nuevo, sino una serie de mundos entre- verados y como superpuestos unos a otros. En 1944 ammciaba Van de Hulst la posibilidad, confirmada luego experimentalmente, de que el hidrógeno neutro, primordial componente del universo material, emi- tiese ,ondas radiofónicas en la banda de 21 cm. revelando así su pre- sencia, densidad y movimiento (éste último por las modificaciones

<le ,frecuencia); hace pocos años se han captado ondas de otras ban- das; que se espera ampliar en lo futuro, correspondientes a diferentes átomos, cuya actividad interna se manifiesta por este medio a medida que se perfeccionan los aparatos registradores; ha comenzado una es- pecie de «carrera de armamentos» en este terreno, en el que riva- lizan los técnicos para aumentar la potencia y sensibilidad de las an- ter..a.s. Baste citar un ejemplo a este propósito: en el observatorio de Harvard, Estados Un¿idos, se inauguró en 1956 uno de estos instru- mentos, .no de los mayores, con 18 metros de diámetro; un equ\po

~lectrónico de veinte ,filtros escalonados, equivalente a otros tantos receptores de radio que funcinaran en paralelo, recoge la observa- ción, que va recorriendo el cielo por partes sucesivas, y la traduce en números, que son automáticamente mecanografiados ·en veinte filas de v~inte columnas para cada banda de dos meg:1ciclos-segundo;

y todo esto lo hace el aparato sóLo, en 40 minutos, siendo así que

¡antes se empleaban 13 horas y 20 minutos en hacer la vigésima parte del trabajo. Es de notar que a diferencia de la observación óptica, QUe requiere noches claras y despejadas, sin luna, esta otra se hace

~ninterrumpidamente, aun en pleno día, sin que la estorben las nubes, así terrestres como cósmicas: el único obstáculo es el Sol, emisora potentísima en cuyas cercanías se notan fáciles interferencias.

Resulta, pues, que la antigua concepción del espacio, en el que se creía potaban los astros, nebulosas, etc... como objetos aislados, ha tenido _que ser modificada radicalmente: no es un espacio vacío e inerte, sino lleno y activo, hasta el punto de que a v,eces los objetos que :antes se creían ser lo principal, han descendido a un plano infe- rior y secundario; así, por ejemplo, la conocida nebulosa del Orión, cuya masa total equivale a mil soles como el nuestro, está rodeada de una nube de hidrógeno neutro de 60.000 a 100.000 masas solares, y la que circunda la región de la Cabellera de Berenice se estima en casi cien mil millones; en cuanto a

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energía desplegada por estos átomos emisores de ondas, baste decir que el más potente de los focos hoy conocido lo hace a razón de diez mil quintillones de kilo- vatios por segundo (número formado por la unidad seguida de 34 ceros). - Una de las causas de semejante irradiación se ha descu- bierto recientemente al comprobarse el hecho de la colisión o choque entre dos galaxias, fenómeno que antes se consideraba como posi-

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MUNDOS NUE\'0S 59 ble, pero sólo en el terreno de las hipótesis: al precisar cada vez con mayor exactitud la posición en el cielo de una de estas potentes emi- 1,<>ras de radio, F. G. _8mith, de la universidad de Cambridge, Ingla- terra, consiguió delimitarla a un área de menos de un minuto cua- drado de arco, y avisado de ello, W. Baade en Monte Palomar obtuvo una foto de ese lugar exacto; con gran sorpresa se vió entonces _que lo que en el campo de otras cámaras telescópicas menos poten~

¡aparecía como una nebulosa, en esta de 5 metros de diámetro eran

<los superpuestas, pero no por mero efecto de perspectiva, sino en contacto real, ya que sus núcleos estaban fuertemente deformados por acción mútua atractiva y como empotrados uno en otro. Esto sucedió en 1951, y durante varios· años las observaciones y medidas han per- mitido comprobar esta violenta interacción gravitacional y sus con- .~ecuencias: ,sometido al análisis espectral tanto el polvo cósmico mo- lecular como el gas interestelar atómico, se apreció en ellos una ele- vación ~e temperatura que oscilaba ,entre un millón y cien millones -de grados, excitación correspondiente ~ un choque con velocidades de cientos o miles de kilómetros por segundo; es decir, una verdadera catástrofe galáctica que se desarrollaba .ante nuestros mismos ojos, :aunque no en nuestros días, ya que por la desviación y caracteres de las rayas espectrales su distancia a la Tierra resultó ser de 270 mi- llones ~e años de luz, y por tanto veíamos ahora lo que ocurría ~ :esla fecha.

EL problema de la creación. - Hasta principios de este siglo la ac- titud de muchos astrónomos respecto del primer origen del universo material era de marcada indiferencia, por considerar la cuestión ajena a la ciencia experimental; a lo más aludían a ella vagamente y se parapetaban cómodamente tras el postulado fácil de una materia eterna y suficiente además por sí misma para evolucionar según leyes que todos admitían, pero sin preguntar por el nombre del legisla¡..

dor ... ; los que no llegaban a tanto, solían asignar fechas iniciales re- motísimas, sin adentrarse mucho en su discusión y valoración, para el comienzo de la formación de los elementos cósmioos; y en esa le- janía .cronológica, por una especie de espejismo sicológico o error de perspectiva, se atenuaban fácilmente y se esfumaban hasta perderse ,de vista los puntos flacos de una argumentación defectuosa y poco científica; hoy el panorama ha cambiado: se ha roto ese espejismo y

¡aquellos autores se han visto obligados a enfrentarse con el problema que antes rehusaban considerar o no guerían resolver.

En efecto, en estos últimos años, por caminos diferentes y por procedimientos completamente diversos e independientes unos de otros, han aparecido hechos (no teorías) que se oponen terminante- mente a las antiguas apreciacionés; y los hechos no se discuten: hay que explicarlos satisfactoriamente, so pena de edificar las teo- rías sobre terreno falso. - Los estudios sobre la radiactivi.J dad de los minerales terrestres probaron . que .su origen se :mnonta a cerca de unos tres mil millones de años, fecha coincidente,

(13)

60 ANTONIO DÚE ROJO, S, 1, (12}

ya se aplique el método del helio, del estroncio o del plomo; la me- cánica celeste calculó para la formación de los enjambres de nebulo- sas o de estrellas y para el proceso de unión de estas últimas en bi- narios o ternario3 una edad del mismo orden, aunque la primera cifra, en vez de tres, era de cuatro a cinco, cosa perfectamente lógica, puesto que es n.atural que fos soles hayan existido antes que sus sis- temas planetarios o al menos antes de ronsolidarse la corteza de los.

planetas, y para esta consolidación en la Tierra, así como para expli- car la cantidad actual de sal que contienen nuestros océanos, la cifra es también próxima a tres. Podría alargarse la lista, pero la conclu- sión final es que todos los elementos que integran el universo vienen a ser de una edad aproximadamente igual, sin salirse de esa suma de miles de millones de años que con diferencias pequeñas,_ se escribe ,siempre con una sola cifra; nos limitaremos a citar el más especta- cular de estos resultad03 coincidentes: el de la recesión de las ga- laxias, objeto de vivas discusiones en estos últimos tiempos. Cuando un foco emisor de luz o de sonido se acerca o aleja de quien lo per.-, cibe, la frecuencia crece o disminuye respectivamente, fenómeno que todos hemos notado cuando se cruzan dos trenes: el tono del sonido se hace más agudo al acercarse y más grave cuando se alejan; apli- cando este principio físico a la frecuencia de radiaciones registradas en el espectro de los astros, por la desviación de las rayas hacia -el rojo (alejamiento) o hacia el violado (acercamiento), se determina la velocidad de su movimiento relativo a nosotros. Varios años antes de que se observara este fenómeno en los espectros de las nebulosas, el abate Lemaitre, conocido · cosmólog:>, había predicho que se com- probaría una recesión o fuga de galaxias con velocidades proporcio- nales a su distancia, es decir, a mayor distancia, la huída tendría que ser más veloz; cuando 103 medios de observación lo permitieron y hubo ya una colección crecida de espectros nebulares, se vió que en efecto así sucedía, y una vez conocidas las velocidades y distancias, una sencilla operación aritmética demostró que hace uno3 seis mil _ millones de años todo el universo galáctico hubo de estar concen,-

trado prácticamente en un punto, a partir del cual empezó la ex- pansión universal, que continúa actualmente; antes de ese _momento, no se explica el dinamismo cósmico, ni se pueden aplicar al universo las leyes conocidas de la mecánica celeste. Se comprende la trascen- dencia de este hecho, que confirma de un modo global lo dicho ante\s:

sobre las unidades cósmica:, particulares y plantea crudamente la C'uestión de un principio de todas las cosas a plazo fijo y cercano, ;y marca así la «hora cero del mundo». No es extraño, pues, que se hayan excogitado teorías para desvirtuar este argumento de carácter general, el más impresionante de todos, y se intente explicar el he- cho de la desviación hacia el rojo de las rayas espectrales por otras causas distintas de la recesión efectiva de las nebulosas: tales han sido el llamado efecto Compton (choque de fotones contra iones o '

electrones), el efecto Einstein (acción de campos gravitatorios sobre la

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MUNDOS NUEVOS

luz) y hasta se ha inventado una ley nueva; inaudita y sin preceden, ..

teJ en física, la del cansancio de la luz después de recorrer tan enor- mes distancias: todo inútil, tales explicaciones no han resistido la dis- cusión de sus fundamentos y una tras otra han sido rechazadas y desautorizadas; últimamente los propugnadores de tales evasivas han recibido un rudo golpe con los resultados obtenidos en radioastrono-

mía, donde por métodos diferentes y en condiciones en que no valen aquellos efugios, se ha observado el mismo fenómeno de desviación de· frecuencia para 103 focos emiinres de ondas a grandes distancias, y las cifras ;:¡.sí logradas coinciden . bien con las que daban los ,espec- tros ópticos; ahora bien, para estas ondas no hay pantallas, como consta con certeza, y no ·cabe atribuir a estas la perturbación que desvía o modifica la frecuencia; por tanto el fenómeno no puede explicarse sino _porque realmente el foco emisor se aleja de nosotros.

Todos estos hechos y conclusiones convergen hacia una consecuen- cia manifiesta y única: que hace pocos miles de millones de años

«ocurrió algo» que marcó el comienzo de una nueva era, y si el munao no fué entonces creado, al menos fué reorganizado y empezó su actividad según las leyes hoy conocidas, que no valen para tiempos anteriores a la «hora cero»; ahora bien, es inconcebible y contrario al común sentir de los autores imaginar que la m:ateria o la energía hayan existido eternamente en un estado de letargo, para desatarse q_s_po;ntá;n.eamente y empezar a «vivir» ,en un momento dado; en otros términos, el principio de la actividad tiene que coincidir con el prin- cipio del ser. Es forzoso, pues, pronunciar la palabra creación en .as- tronomía; cierto que se ha pronunciado ya por muchos aúto~

eontemporáneos y n;tuchos de ellos la entienden en su verdadero y úr1ko sentido aceptable, el de una acción exterior al mundo, capaz de darle lo que él mismo no se puede dar; otros rehusan entrar a fondo en la cuestión y multiplicar los «porqués», aun a trueque de dejar incompleta la explicación de los hechos; .Y no ha faltado quien ha admitido el proceso de creación, pero... sin Creador: rasgo acaso (mico en la historia del pensamiento humano; son los partidarios del llamado proceso continuo, que al verse obligados a admitir la expan- sión del universo y consiguiente disminución de densidad de la ma- teria en ·él contenida, para mantener constante esa densidad proponen una ,creación contínua de materia nueva; en rigor, si no se tratase de una creación absurdamente anónima, no habría dificultad en admitir ese proceso sucesivo, al menos a partir del momento inicial antes citado, con tal de ofrecer al mismo tiempo una respuesta satisfactoria al problema general, y esta no puede ser otra que una .acción proce:- o.ente 'de fuera: dentro del universo material no la encontramos, ni

er. la materia existente, incapaz evidentemente de producir algo de 1nada, ni mucho menos en la que todavía no existe.

La creación segunda. - Al discutirse hoy las cuestiones cosmoló.:

gicas es frecuente oír hablar de creación en sentido menos propio~

refiriéndose a la evolución de las pártículas elementales para formar

,,

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ANTONIO DÚE ROJO, S. 1,

!astros o nebulosas; como apuntábamos antes, también los átomos tienen su historia y es lógico empezar por ellos al tratar aquí de lo que hemos llamado creación segunda o complemento y perfección del origen primero de la materia cósmica. Hay alguna diferencia en el modo de explicar la constitución de los átomos de diversas clases que hoy conocemos: a partir de la concentración inicial en la hora cero, antes ,de comenzar la expansión universal, las partículas elementales habrían de combinarse para formarlos y se ha calculado, según las probabilidades estadísticas, en qué proporción resultarían distribuí- dos si tal fuese su origen; y en efecto, el fruto de este cálculo coin;- cide bastante bien con la cantidad relativa de cada elemento en el universo: predomina _el hidrógeno como materia prima general en todos los procesos cósmicos; le sigue el helio, formado por síntesis del anterior, y los restantes cuerpos más pesados se agrupan para com- pletar la serie en proporciones muy pequeñas relativamente a la cantidad total.

Por razones obvias, se sabe muy poco con certeza sobre el modo como se verifica el paso desde los átomos y partículas que flotan en el espacio hasta las estrellas activas y las galaxias donde éstas se acumulan juntamente ron nubes cósmicas de diversa índole; la re- ciente .penetración más profunda de las grandes distancias y el aná- lisis de su naturaleza y propiedades físicas, ha permitido señalar etapas y grados en la vida de las nebulosas y astros diferentes. Com- parando el copioso material hoy disponible se ha salvado la gran di- ficultad nacida del largo espacio de tiempo que separa una de otras tales fas~s, imposibles de seguir directamente en los pocos años que la astronomía moderna lleva investigando el problema; se ha hecho lo .que haría quien· quisiese conocer el desarrollo de la vida humana si ~o dispusiese para ello sino de un par de horas: estudiar en ellas lo que ocurre en un recién nacido, en un niño, en un joven y en un viejo, y .deducir lógicamente el proceso total. Parece ser que la forma primitiva de las nebulosas corresponde a las llamadas amorfas o irregulares, hasta que la gravitación y movimiento propio de cada una da lugar a la formación de los brazos espirales característicos, que más tarde se van deshaciendo y sólo queda en la fase final ¡Uil núcleo esférico o elíptico; semejante sucesión se prueba porque eh cada una de estas partes predominan respectivamente las estrellas jó..:

venes ¡o las viejas y caducas, cuya energía se va agotando sensible- mente. Más fácilmente se ha podido reconstruir la vida de las estre- llas mismas y el mecanismo interno que la sustenta; pudiera decirse

que una estrella es una gigantesca fábrica de energía y radiaciones que emite a iu:n ritmo variable (la luz y calor del Sol son los que ha- cen posible nuestra vida en la Tierra), de suerte que allí el «com-, bustible» es el hidrógeno y las «escorias» el helio resultante de la reacción nuclear, como en 'una b:>mba de hidrógeno. Hay astros donde el rendi:mi:ento es notablemente mayor que en otros, o sea que se

~ e n muy aprisa, y como la duración total es proporcional a la

(16)

MUNDOS NUEVOS 63

velocidad del consumo, la oonsecuencia es manüiesta: empezaron a gastarse muy recientemente, hace pocos millones de añ-os, y son es- trellas jóvenes; por el contrario en otras la provisión de hidrógeno ha llegado a escasear hasta prov-ocar un colapso, al menos parcial, que.

se traduce en cataclismo3 siderales de los que hay abundantes ejem- plos en los datos y observaciones de estos últimos años: son las lla- madas estrellas nuevas, porque de repente vemos crecer su brillo en centenares y miles de veces el que tenían antes de la explosión; nor- malmente hay en ellas equilibrio entre la actividad interna de sus reacciones nucleares y la presión externa de las capas exteriores:.

pero al disminuir aquella falta de hidrógeno, se desploman éstas y se produce una ruptura que lanza al exterior parte de la materia

so-

metida antes en su seno a enormes temperaturas; tal se cree ser el origen de algunas nubes cósmicas que rodean hoy ciertas estrellas nuevas No han faltado hipótesis que abogan por una especie de reju- v.~ecimiento sideral y que consiste en la captación del hidrógeno interestelar, atraído por el astro a su paso e ,incorporado a su masa, con el que suple las pérdidas inevitables; pero es de notar que se- mejante abastecimiento no basta para mantener indefinidamente la [actividad propia: siempre es mayor el gasto que este ingreso, y tarde o temprano sobreviene la crisis final. No estará de más añadir .aquí, de paso, que a juzgar por la historia de la Tierra, el flujo solar, del que. dependemos, ha sido prácticamente constante durante muchos millones de años, y si hubiese habido en el Sol alguna irregularidad, se hubiera manifestado en el clima terrestre; por lo demás, las es- trellas sujetas a padecer los paroxismos mencionados suelen ser las azules o blancas, más violentas en su actividad, no las amarillas, más pacíficas y regulares, como es nuestro sol; se calcula que éste se halla ahora hacia la mitad de su vida, que ha durado unos cinco p

~eis mil millones de años; por lo tanto cabe esperar que servirá toda- vía para otros tantos.

En cuanto a los mundos nuevos radioastronómicos en :forma de ,aglomeraciones de materia de la que se forman las estrellas nuevas, puede decirse que su estudio no ha hecho más que comenzar; para cada frecuencia diferente en que emiten esas emisoras en intensidades variables según la densidad con que está distribuída en el espacio cada clase de nubes, el mapa del cielo es completamente distinto; si pudiéramos adaptar los ojos a esa diversidad, el espectáculo sería di- verso, como lo es en la radio lo que se oye en cada longitud de onda;.

hoy se trabaja con entusiasmo en establecer la correspondencia entre :esos .sonidos de los cielos y 1o que ,en ellos ven las cámaras telescó- picas; ya hemos visto que una de las fuentes radiofónicas se ha po- dido identificar con la colisión de dos galaxias y la consiguiente per- turbación operada en el seno de los gases que forman parte de ellas;

otra y muy principal es el hidrógeno neutro que en cantidades insos- pechadas llena los espacios; la wrcera hasta ahora conocida son los brazos espirales de las nebulosas en cuyas imágenes fotográficas apa.;.

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ANTONIO DÚE ROJO, S. l. [ 16]

-rece evidentemente el intenso dinamismo a que están sometidas, como torbellinos arrebatados por un ciclón. Al mismo tiempo se bus- can las causas de la excitación atómica capaz de dar a ,esas emisoras la gran potencia que permite oirlas a distancias tan desmesuradas, abriéndose así campos inexplorados a la investigación astronómica:

¡además de la gravitación universal que une y conjuga a las galaxias -como si fueran planetas o satélites de un sistema planetario, parece haber en juego ingentes campo¡¡ magnéticos intergalácticos a que -están sometidas las porciones de nebulosas, cuya relación mútua se manifiesta a veces visiblemente en lo que se ha llamado puentes ga- lácticos, a modo de girones desprendidos de una galaxia, que se en- lazan con los de otra; el nido de nebulosas a que pertenece nuestra

\Tía Láctea consta de siete galaxias mayores y nueve menores, a las qué posiblemente se añadirán otras nuevas aún no descubiertas, entre las cuales las dos más cercanas son las Nubes de Magallanes, situa-

·das a 150.000 años-luz; la mayor es de 5.000 millones de masas solar.ea y la menor de 1.500, otras deducidas de sus rotaciones respectivias;

ambas se alejan de nosotros, la primera a razón de 280 km. por se- gundo y la segunda a 160. Varios puentes galácticos nos unen a ellas,

~caso indicio de una colisión que tuvo lugar en tiempos pasados. Fi- nalmente una de Jas teorías más curiosas para explicar esta clase de sonidos captados desde tan remotas regiones es que se deben a una .:acción entre partículas en forma de «cuantos» de luz que podrían e;ngendrar electrones, de los que luego entrarán a formar parte de . futuros átomos, y entonces las ondas de radio que oímos serían como 'los primeros vagidos de la nueva masa cósmica recién nacida. - Hasta . se ha creído descubrir en el seno de algunas nebulosas lo que pudié-

ramos llamar embriones de estrellas o en términos más propios pro- toest reLlas, primera fase del nacimiento de los astros; en la región del cielo cercana a una de las componentes de la constelación denomi- nada Carina se han encontrado agrupados no menos de 65 de estos :núcleos, de un tamaño aproximado de 5-30 veces el diámetro de l:a .órbita terrestre, que es de 150 millones de km .• todos ellos relativa-

mente pequefios, entre una décima y una centésima de la masa solar.

Como se ve, \os descubrimientos se suceden unos a otros y acaso en

\plazo breve otros más sensacionales nos esperan.

Antonio DúE ROJO, S. I.

Director deL Observatorio de Cartuja (Granada):

(18)

Nuestra metafísica en el ser y e n e 1 j u z g a r f*)

Metafísica del conocimiento

He aquí una asignatura de actualidad. - La metafísica del conocí..:

miento como «problema de la esencia del conocer y de su · enraizar.:,;

miento en el .ser tanto del c.:ignoscente como de lo conocido» (1);

:equidista de la crítica y de la psicología.

Coincide con la crítica en tratar del valor del conocimiento.

Coincide con la psicología al fijar.se en la naturaleza del que oonoce.

«Con el nombre de metafísica del conocimiento se entiende no sólo el conocimiento de la adecuación entre el ser real y el acto cog..:

~oscitivo -en primer término el juicio-, sino también cierto conooi..:

miento de la esencia de las mismas facultades cognoscitivas -y en primer lugar el intelecto-» (2). Añadamos que por cualquiera de estos doi conceptos: el estudio de la estr~ctura del juicio se considera como una de las provincias más fecundas de la metafísica del conocí..:

miento; por <;'llanto el juicio es un efecto tanto del objeto que se co-;

noce, como de la peculiaridad oognoscitiva del sujeto que conoce.

El nombre de la asignatura parece provenir de N. Hartmann, que -er. 1921 publica «Grundzüge einer Metaphysik der Erkenntnis».

(*) Publicamos en ESPIRITU este estudio ( qu,e fué leído en la «Dis- puta tío Publica» de Metafísica de la Facultad Filosófica de San Cugat del Vallés el 23 de diciembre de 1957) porque compendia los puntos prí,ncíp'.a'les del temario de tes.is, que ofrece la novedad de una nueva sistématjzacíón en uu punto de twta actualidad e interés hoy día, como es la Metafísica del conocimiento. La traducción de todas estas tesis las hallará le lector en la.

CRONICA.

(1) WILLWOLL: Co,weimiento, en Diccionario de Filosofía, Brugger;

Barclona, 19 53.

(2)

J.

DE VrEs: Critica, Herder, ed. II; n<l 271, § 2.

f: S PI R I TU 7 t 1 9 5 .8) 6 5 • 7 6.

(19)

66 MANUEL MIRA, S. l. [18]

En cua.ato a los cultivadores, los hay en abundancia: Maréchal, Hoenen, de Vries, Fernández, Lotz, Sentroul, Rahner K., Marc, Fa- bro, ... (3).

Tantos y tales nombres hacen presumir que la metafísica _del conocimiento no ofrecerá una unidad compacta. - Así es en efecto:

dentro de las definiciones generales apuntadas caben divergencias en la materia que se escoja -juicio, aprioris, dinamismo de facultad ... - ; los supuestos de que se parta -pr.:>blema crítico resuelto o por resol- ver ... -; las metas que se pretendan -adaptación a nuevas corrientes filosóficas, nuevos procedimientos para la solución del problema crí- tico, simple compleción de los antiguos ... -.

Dejando para otra ocasión la crítica de las distintas actividades;

vamos ahora a ceñir la nuestra: nos atendremos tan sólo al análisis del juicio. - Pero inclu~o dentro de esta circunscripción pueden em- prenderse mucho.'> caminos. El nuestro es sencillamente mostrar cómo en cada uno de nuestros juicios condensamos toda nuestra metafísica.

Por consiguiente pos capítulo3: 1.0 Nuestra metafísica en el ser;

2.0 El ser en el juicio.

Nuestra metafísica en el ser

Pudiéramos caracterizar a nuestra metafísica como la construcción inmutable de nuestros conceptos ontológicos fundamentales.

Decir concepto ontológico es referirse a la trascendencia o extra- mentalidad del objeto metafísico. - Decir inmutable es referirse a la

~ecesidad o eternidad de tal objeto. - Decir construcción es referirse a la complejidad del mismo. Que puede descomponerse y tejerse en un todo disciplinado sin dejar por ello de reflejar la realidad. - (Decir ,«¡nuestro» es, en fin, hacer profesión de modestia intelectual. El valor absoluto dado hasta ahora a nuestra metafísica no excluye las defi ..

ciencias que esenciales o accidentales al que hace metafísica, se tras-

1\adan

irremisiblemente a ],a metafísica que hace).

En otras palabras: el ser debe ser inmutable. Por lo tanto cualquier

'3) MARECHAL: Le point de départ de la Métaphysique, 19 2 6.

HOENEN: La théorie du jugement d'apres St- Thomas d'Aquin, 1946.

FERNANDEZ: 'Metafísica del conocimiento en Suárez, 19 54.

LOTZ: Metaphysica cognitionis; Roma, 1954 (apu;ntes escolares). Das Vrteil 'Und das Sein; Pullach, 1957.

SENTROUL: Kant et Arisiote; Louvain, ed. II, 1913; capítulos co- rrespondientes.

J. DE VRIES, además de la Crítica ya citada, lo que equivale a eu traducci6n castellana: Pensar y .5i9r; ed. II, Madrid, 1953.

FABRO: Revue Thomiste; LVI (1956) 480.

E.n cuanto citelll-OS en lo suce:.ivo nos referimos a estas ediciones.

(20)

NUESTRA METAFÍSICA

cor.ocimiento que verdaderamente ancle en el ser tiene de derecho un valor de eternidad. Por consiguiente es necesario;

el ser debe ser trascendente. Hallado y no puesto por nuestra mente. Por lo tanto al alcance de derecho de cualquier facultad cog- noscitiva espiritual. Por consiguiente universal;

el ser debe ser en tercer lugar complejo. Es decir, que en or- den a construir en torno ai ser como fundamento el resto de la .cons;- telación, son necesarioa los juicios sintéticos a priori de la expe- riencia tal como los entendemos nosotros (4). Comenzamos por aquí.

I. - «Los principios son los medios que hemos de utilizar para el progreso en el conocimiento de la realidad. Puede cualquier principio general servir para el progreso en el conocimiento del ser?»

Para el progreso se requiere que «el predicado del principio ge- neral afiada al concepto del sujeto algo no contenido en éste». Para progreso en la construcción metafísica «lo añadido ha de ser un pre- dicado que no se pueda añadir al . concepto del sujeto fundándose en la experiencia», que, contingente, no explica la universalidad y nece- sidad requeridas.

Ahora bien, en tal caso «con qué derecho se hará la adición · del nuevo predicado?, ¿cómo se pueden obtener juicios universales in- ):nediatos?»

«Podemos obtener principios de valor general e inmediatamente inteligibles comparando entre sí las esencias dadas en los concep- tos abstractos. Las esencias han sido abstraídas originariamente de la realidad, pero no percibimos las relaciones neoesarias que hay en- tre ellas por la experiencia, sino por un acto del entendimiento (5)

~encialmente distinto de ellas. No se trata de una conclusión ni de un discurso, sino de una simple e inmediata inteligencia de la re-

;J¡ación esencial» (6);

«Nuestra metafísica ~s la de la síntesis a priori o necesidad sin- tética. La que añade de alguna manera al ser sus determinacion;~¡

pero concibiéndolas a la vez oomo c0nsecuencias intrínsecas, necesa- rias y :apriorísticas de aquel» (7).

( 4) Pertenece desde luego a este tercer aspecto de la complejidad dél ser, su analogía. Pero no interesa ahora directamente este interesantísimo téma.

(5) «Intellectus Principiorum>,, fras,e que nos habla en su latín de la tmtigüedad del tema.

(6) Las frases entrecomilladas estál!l condensadas de DE VRIES: Pensar y 5,J,; pág. 89 y siguientes. Lo milSmo se entiende de las que seguirán en ieste apartado sin cita especial.

( 7) LOTz: 'Metaflsica, en Dicciooario de Filosofía, Brugger.

BALMES ha dicho también en su Filosofía Fundamental: «La idea del ser engendra las ideas generales ... de cuya combinación naoe la ontolo-' gfa, y que además circulan por todas las demá'S ciencias como

,m

flufdo viv.i¡ficante».

(21)

68 M -\NUEL MIRA, S. l. (20]

A pesar de las conveniencias que hemos establecido hasta ahora, es importante la diferencia que nos separa de Kant en el punto de que tratamos. En Kant a la legitimidad del planteo del problema de los juicios sintéticos a priori, se añaden ideas mucho menoS1 exactas.

«Asi desde el principio supone implícitamente que en lo a priori la unión necesaria del sujeto y predicado se concibe como totalmente independiente de la experiencia», porque «los mismos conceptos no provienen de la experiencia ni pueden ser comprobados como reales»,

«de donde resulta por lo menos muy obvia la subjetivación de todo · lo a priori».

Kant concibe el elemento intelectual -universalidad y necesidad- del conocimiento como una añadidura.

«Podría muy bien ser que incluso nuestro conocimiento experi- mental fuese una composición de lo que recibimos de las impre- f:,iones sensibles y de lo que nuestro propio poder de conocer -sim- plemente excitado por las impresiones sensibles-, produce espontá- neamente. Adición que no distinguimos de la materia primera hasta que nuestra atención ha aprendido a separarlas tras un largo ejer-. dcio» (8).

Añadir. «En esta pequeña palabra estriba todo el subjetivismo. al que forzosamente debe ir a parar Kant» (9), aun en contra de sus mejores intenciones.

En el proceso cronológico kantiano el llegar a la incognoscibi- lidad de la co3a-en-sí, es en efecto posterior a su dificultad general :acerca del conocimiento universal por abstracción.

Sin embargo lógicamente es anterior. Y sólo puede mantenerse la teoría -kantiana del conocimiento con todas sus consecuenci,as, cu&ndo ni aun en el caso primario y fundamental del descubrimiento d.el ser en cuanto ser, se considere haber alcanzado el noumeno.

Kant dirá: «Cuando 1~ razón advierte a la sensibilidad que no pretenda alcanzar las ·cosas en sí y se atenga a las representaciones, piensa sin duda en algún objeto en sí, pero sólo como objeto tras..- cendental. Este objeto es concebid::> como causa de la representación, por lo tanto no es el mismo una representación. Por consiguiente se debe ignorar absolutamente si lo alcanzamos como estando en nos- otros o fuera de nosotros, si puede sobrevivir a la supresión de la iS,e,nsibilidad o si debe ser suprimido con ella» (10).

«Creemos que Kant s,e confunde en su teoría de la incognoscibi- lidad de la cosa en sí por lo mismo que le· señala la falsedad de su.

teoría sobre el conocimiento en general. Kant ha olvidado el objeto formal común de la inteligencia, es decir el ser» (11).

(8) KANT: citado por SENTROUL; op. cit.; pág. r5.

( 9) SENTROUL, ibid.

(ro) KANT: K. d. r. V.; p. 344. Citado por SENTROUL, op. cit. p, 167, (rr) SENTROUL, op. cit. pág. 306.

(22)

NUESTRA METAFÍSICA

Con ello nos ofrece Sentroul el paso a la segunda cuestión: la trascendencia o extramentalidad del ser. En ella precisamente se va a ventilar la razón o sinrazón de la postura kantiana ante la nuestra, iacerca del problema de los juicios sintéticos a priori.

II. - El problema crítico, entendido como la respuesta total a la pregunta que interroga en general sobre el valor de nuestros conoci-:- mientos, tiene muchas maneras diferentes de ser resuelto.

Sin embargo, entendido en concreto como la pregunta que in- terroga por el valor del copocimiento metafísico -conocimiento que atribuye una trascendencia al ser-, obtlene, dentro de nuestro campo, IUD.a respuesta unánime.

Las diferencias que separan la Crítica de De Vries, del Realismo Metódico de Gil<::on, de la Metafísica del Conocimiento de Lotz, etc ...

estriban en los re3p=ctivo3 supuestos o metas, y se manifiestan en la totalidad de la asignatur':l..

En punto al ser, todos, de acuerdo, utilizan el único resorte que es _irremediablemente eficaz.

Cuando Gilson afirma que «ab esse · ad nosse valet consequenUa»

y no al revés; cuando De Vries apela a la presencia real del actQ mental a la mente; cuando Lotz supone la solución de De Vries en orden a dar eficacia a su «positio» judicativa; ... están echando mano de los recursos con qué ya Aristóteles combatió él escepticismo, de la evidencia que hizo reflexionar a Jacobi o tanto preocupó a los idealistas absolutos postkantianos.

La evidencia la expresa así Garrigou Lagrange: «El realismo crítico concebido desde el punto de vista de Aristóteles y de Santo Tomás parte de esta evidencia primordial... de que no es solamente inconcebible para nosotros, sino que es realmente imposible en sí, que una realidad cualquiera exista y al mismo tiempo no exista» (12).

Esa es la evidencia que usamos cuando preguntamos a cualquier idealista si habla de cosas-en-si, de seres trascendentes, o no.

La clave de la invulnerabilidad de nuestra metafísica la da, en fin, el mismo Kant, en la real contradicción a que se ve abocado por la pcmcepción del nóumeno de que antes hablamos.

Y es que la pregunta por la posibilidad de la proyección catego- rial :del mismo ser, equivale a cualquiera de estas dos:

-¿es posible que todo sea sólo una apariencia? o bien:

-¿es posible un ser equívoco, que trascendente a mí, infleyese en mi por una caJJsalidad equívoca?

Así planteadas basta una reflexión .3.tenta para provocar la evi- dencia de la irremediabilidad de nuestra metafísica trascendente.

Ha dicho felizmente Ortega: «La nueva filosofía considera que la sw,picacia radical no es un buen método. El suspicaz se engaña a si

( I 2) GARRIGOU L.: Le Réalisme d#, principe de Finalité; París 193 2;

página 162.

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