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La desigual integración del este en la Unión Europea

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La desigual

integración del

este en la

Unión Europea

En la pasada década, los países del este fueron protagonistas de un

proceso de integración económica acelerada en los mercados

comuni-tarios, que recibió el impulso decisivo tras el colapso de los sistemas

de tipo soviético. La Unión Europea (UE)

afrontó, tras la caída del muro de Berlín, el doble reto de reorganizar el mapa polí-tico europeo y ampliar hacia el este el mercado único.

Los acuerdos de asociación constituyeron el fundamento jurídico para desarrollar las relaciones bilaterales entre la UE y los países del este. Uno de los objetivos cen-trales de los llamados acuerdos europeos era establecer una zona de libre comercio entre la UE y los países asociados de Eu-ropa central y oriental, eliminando

gra-GABRIEL FLORES

Economista. Miembro del Consejo de Redacción de Papeles del Este

FERNANDO LUENGO

Profesor de Economía Aplicada I. Universidad Complutense

dual y progresivamente las barreras que limitaban los intercambios comerciales, especialmente los de productos industria-les. Estos acuerdos fueron precedidos y acompañados de apoyos humanitarios, técnicos y financieros que pretendían im-pulsar la orientación occidentalista de las reformas y su viabilidad política.

Las decisiones de cooperación surgidas de las instancias estatales y comunitarias se desarrollaron al mismo tiempo que las de numerosas empresas occidentales y gran-des grupos multinacionales, que

multipli-caron los vínculos económicos entre am-bas partes al intentar aprovechar las opor-tunidades que brindaba la liberalización y la apertura de las economías del este. A esos factores externos hay que añadir la voluntad política de los gobiernos que sur-gieron del desplome de los sistemas de ti-po soviético, que impulsaron reformas económicas cuya finalidad estratégica era la integración de sus economías en el mer-cado capitalista mundial —preferentemen-te, en el espacio económico europeo— y la construcción de nuevas formaciones

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sociales y modos de producción, a ima-gen y semejanza de los que existían en los países occidentales vecinos.

La decisión de los socios del Consejo de Ayuda Económica Mutua (CAEM) de des-mantelar fulminantemente sus institucio-nes y acuerdos de colaboración, dando prioridad a las relaciones con la UE frente a las regionales con los antiguos socios, alentaron la nueva integración. Las crisis bélicas yugoslavas y sus consecuencias, en forma de bloqueo y desarticulación de relaciones comerciales regionales, contri-buyeron, especialmente en los Balcanes, al fracaso de posibles alternativas al pro-yecto de integración que encarnaba la UE. Una visión demasiado lineal del proceso de integración europeo ha contribuido a reforzar la impresión de que la inserción económica es la consecuencia casi auto-mática de una voluntad política comparti-da, capaz de concretar objetivos comunes y de generar políticas e instituciones para conseguirlos.

Sin embargo, la secuencia de los aconte-cimientos que han permitido desarrollar la integración europea, al igual que la mayor parte de los procesos de integra-ción económica regional que se han des-arrollado con cierto éxito en el mundo, muestran un complejo entramado de de-cisiones políticas y económicas tomadas por agentes privados e instituciones pú-blicas que impulsan la vinculación de las economías nacionales en mercados y en-tramados financieros y productivos su-praestatales. Más aún, las vinculaciones entre agentes económicos y empresas de diversos países responden más a la lógica propia de los negocios y de la actividad económica que a la presión que pueda ejercer o a las facilidades que pueda pro-porcionar cualquier acuerdo institucional. Tras lograrse unas mínimas condiciones de seguridad y estabilidad sociopolítica y antes de iniciarse las negociaciones para concretar la adhesión formal a un espacio económico común, incluso antes de que se atisben posibilidades mínimas de lle-var a cabo la integración institucional, los agentes económicos privados toman

me-didas para disminuir costes, ampliar mer-cados o, más en general, reforzar su posi-ción y mejorar sus resultados, que contri-buyen de forma decisiva a la integración económica.

Aunque, a efectos de exposición, convie-ne separar las diferentes formas que adopta la integración económica, no de-ben olvidarse la complementariedad y las múltiples interconexiones entre los as-pectos financieros, comerciales, producti-vos y tecnológicos de la misma. Todos esos ámbitos forman parte y constituyen un único proceso integrador que nunca es exclusivamente económico, pues com-prende un denso entrecruzamiento de as-pectos políticos, sociales y culturales. Los países de Europa central y oriental (PECOs) han experimentado una intensa y desigual transformación, que ha afecta-do tanto a la configuración de sus econo-mías como a los vínculos que los unen a los mercados globales. Ofrecen, asimis-mo, un complejo balance de regiones y sectores productivos desigualmente inte-grados en los mercados comunitario y mundial y de sectores económicos y so-ciales ganadores y perdedores.

La disparidad de situaciones existentes y de resultados obtenidos en la transformación sistémica de las economías poscomunistas no permite diferenciar de forma nítida, ni mucho menos permanente, agrupamientos estables de países con similares logros e insuficiencias. Las tipologías que, por ejemplo, distinguen entre países reformis-tas y no reformisreformis-tas, y que con tanta pro-clividad utilizan diferentes organizaciones internacionales, pueden dar cuenta de al-gunas diferencias estructurales entre los países que integran ambos grupos, pero no parecen las adecuadas para captar la complejidad y diversidad de dinámicas de transformación e integración en curso, cu-yo estudio requiere una aproximación sec-torial y regional y análisis transversales de las reformas desarrolladas y de los resulta-dos obteniresulta-dos.

En el primer apartado de este artículo se analiza cómo la integración en los merca-dos comunitarios y la transformación

sis-témica han producido una significativa diferenciación de los países del este can-didatos. En los cuatro apartados siguien-tes se estudian los ámbitos en los que la integración se ha desarrollado con más intensidad y que revisten mayor trascen-dencia: los intercambios comerciales, la subcontratación, la inversión directa ex-tranjera y la emigración de la fuerza de trabajo. En cada uno de esos apartados se presta especial atención al dispar desarro-llo de esos vínculos, tanto en términos es-paciales como sectoriales, y a los contra-dictorios resultados de una integración que siempre refleja un amplio abanico de situaciones, tanto en lo que se refiere a la intensidad de la inserción como a su cali-dad. En el sexto y último apartado, pre-sentamos unas breves reflexiones sobre las oportunidades y riesgos que aguardan al futuro de la integración económica de los países candidatos en los mercados co-munitarios y sobre sus potenciales costes y efectos positivos.

Integración,

transformación

y diferenciación

Los diez países del este candidatos a for-mar parte de la UE generaban en el año 2000 un 4,6% del PIB de la UE, lo cual su-ponía un 60% del producto español al tipo de cambio del mercado, y algo más, un 10,7%, en paridad de poder adquisitivo, que apenas superaba en un 15% la aporta-ción española al producto comunitario. La incorporación a la UE de los diez países del este candidatos supondría una dismi-nución del PIB por habitante comunitario del 18%, al pasar de 20.200 a 16.500 eu-ros, que en paridad del poder adquisitivo se concretaría en un retroceso menor, pues la disminución sería de un 13,5%, pero suficiente para que el efecto estadís-tico de la ampliación dejase a España al margen del Fondo de Cohesión, al supe-rar el 90% de la nueva media comunita-ria, y para que sólo Extremadura y Anda-lucía siguieran consideradas como regiones menos desarrolladas, con un nivel de

ren-30

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ta por habitante inferior al 75% de la nue-va media comunitaria, destinatarias de los fondos estructurales vinculados al des-arrollo de las regiones consideradas co-mo Objetivo 1.

La ampliación de la UE también implica-ría un notable aumento de las disparida-des regionales existentes en la actualidad, pues se añadirían, a las de la actual UE, las de los países candidatos: las diez re-giones comunitarias (NUTS nivel 2) más ricas disponen de 3,2 veces más ingresos por habitante que las diez más pobres; entre los países candidatos, las diez re-giones con mayor renta por habitante son 2,9 más ricas que las diez más pobres. El abanico de esa desigualdad regional en una UE ampliada a 25 socios aumentaría en paridad de poder adquisitivo hasta 7,3 veces. A los tipos de cambio del merca-do, las diferencias serían mucho mayores, tanto porque aumentarían las rentas de las regiones más ricas, en casi un 5%, co-mo porque disminuirían en mayor cuan-tía las de las más pobres del este, en casi un 70%.

Los países candidatos han aumentado, a la par que su integración en los mercados comunitarios, las diferencias que mante-nían entre sí cuando en 1989 comenzaron su transformación procapitalista. En el año 2000, el PIB por habitante era, en el país candidato más desarrollado, Es-lovenia, menor al de los países comunita-rios más atrasados, Grecia y Portugal, en un 16% y en un 13%, respectivamente, en euros y al tipo de cambio del mercado; sin embargo, en paridad de poder adqui-sitivo el producto esloveno es superior al griego, que ocupa el último lugar entre los comunitarios, en un 5%, y está próxi-mo al de Portugal.

La República Checa, el segundo país por nivel de renta por habitante, se situaba en el año 2000 en la mitad, aproximadamen-te, de los niveles de Grecia y Portugal, en euros y al tipo de cambio del mercado; en paridad de poder adquisitivo el pro-ducto checo era también inferior al grie-go y al portugués, pero tan sólo en un 14% y un 21%, respectivamente.

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GRÁFICO 1

PRODUCTO INTERIOR BRUTO POR HABITANTE EN PARIDAD DE PODER ADQUISITIVO

ECUS/EUROS

FUENTE: The Vienna Institute for International Economic Studies, 2002. 25.000 20.000 15.000 10.000 5.000 0

BulgariaEslovaquia Hungría PoloniaR. Checa Rumanía Eslovenia Estonia Letonia Lituania EspañaUnión Europea

1990 1995 1996 1998 1999 2000 2001

A continuación se sitúan Hungría y Es-lovaquia, y a mayor distancia Polonia y Estonia, que son precisamente los cua-tro países que muestran una evolución más positiva en su PIB por habitante a lo largo de la pasada década o, en el caso de Estonia, en la segunda mitad de la década. En el extremo opuesto, Bul-garia, Rumanía, Letonia y Lituania ocu-pan los últimos lugares y ofrecen la evolución del PIB por habitante más desfavorable.

A partir de 1993 o 1994, según los casos, las economías del centro y este de Euro-pa comienzan una etaEuro-pa de crecimiento y aceleran y diversifican su integración eco-nómica en los mercados comunitarios. La mayoría de los países del este candidatos mantienen desde entonces una senda de crecimiento relativamente fuerte y estable —con las excepciones de Bulgaria, Ruma-nía y, en menor medida, República Checa, Lituania y Letonia—, que se concreta en una gran diversidad de trayectorias, tanto por la desigual forma en la que el hundi-miento de los sistemas de tipo soviético y del producto afectó a cada país, como por la dispar suerte que corrió su integración económica en los mercados occidentales y la calidad de la estabilización macro-económica conseguida.

Desde 1994, sólo tres países, Bulgaria, Ru-manía y República Checa, han empeorado su posición relativa respecto al producto de la Unión Europea; los dos primeros, porque han disminuido su producto por habitante, y el tercero, porque creció en menor cuantía que el de la UE. La distan-cia sigue siendo, no obstante, muy impor-tante: de mantenerse las tasas de creci-miento medio anual conseguidas en el período 1995-2000, supuesto que implica que al menos tres países —Polonia, Esto-nia y Eslovaquia— asegurarían un diferen-cial de crecimiento de más de tres puntos respecto a la media comunitaria, sólo Es-lovenia alcanzaría y sobrepasaría en los próximos 30 años la media de los 15 países que hoy forman la UE (cuadro 1). En los países del este candidatos, las dife-rencias sectoriales en los niveles de pro-ductividad del trabajo son tan importan-tes como las desigualdades regionales. En 1998, tras cinco años de fuerte crecimien-to en la mayoría de las economías posco-munistas, la productividad media de la UE era 2,5 veces la del conjunto de los PECOs (cuadro 2).

La productividad del trabajo de los países candidatos suponía, como media, un 40% de la comunitaria, con notables

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diferen-32

cias entre los países: la productividad de los más desarrollados (Eslovenia, Hun-gría, República Checa y Eslovaquia) esta-ba tan alejada de los niveles medios de la UE como de la mínima productividad que reflejaban las economías más atrasadas (Bulgaria, Letonia, Lituania y Rumanía). De hecho, existía más proximidad entre la productividad de los países candidatos más desarrollados y la de las economías comunitarias periféricas (Portugal, Grecia e, incluso, España) que en el seno de los PECOs.

La menor productividad sectorial en los países candidatos la ofrece la agricultu-ra, sector en el que el valor de este indi-cador es 3,6 veces el de los países can-didatos. Las agriculturas que alcanzan la mayor productividad entre los PECOs, la eslovena y la checa, multiplican por 7 la de las más atrasadas, la letona y la pola-ca. En general, los países en los que el peso de la agricultura es mayor, por la población ocupada (Rumanía, Bulgaria, Polonia, Lituania y Letonia) o por el va-lor añadido (Bulgaria, Rumanía y Litua-nia), son los que muestran la menor productividad del trabajo (cuadro 3). Las diferencias que ofrecen los países candidatos en la productividad de los de-más sectores, siendo notables, no son tan importantes como en el sector primario. La productividad es mayor en los servi-cios que en la industria y, dentro del sec-tor secundario, mayor en la construcción que en el sector manufacturero, donde los países candidatos más productivos muestran mayor atraso relativo respecto a la media comunitaria, pese a lo cual, Es-lovenia y la República Checa se sitúan, respectivamente, por encima de los nive-les de Grecia y Portugal.

Esa menor productividad del sector manu-facturero, tanto respecto a los demás secto-res de cada economía nacional como en relación con la media comunitaria, podría explicarse por las dificultades para moder-nizar el tejido industrial que afrontan los países con menores niveles de renta, débil desarrollo tecnológico endógeno y limitada capacidad para invertir en la innovación de sus procesos productivos y productos.

Los datos relativos a la productividad del subsector financiero y de servicios a em-presas son ciertamente llamativos y pre-sentan rasgos tan contradictorios que no

permiten formular siquiera una hipótesis explicativa, pero ayudan a ilustrar la com-plejidad de los procesos de transforma-ción sistémica. En efecto, el subsector

fi-Polonia 137,2 5,4% 20 39 90 Estonia 133,8 5,0% 17 37 76 Eslovaquia 130,4 4,5% 17 48 86 Eslovenia 128,4 4,3% 44 71 120 Letonia 124,8 3,8% 15 29 42 Hungría 123,7 3,6% 22 52 72 Lituania 121,0 3,2% 15 29 36 UE-15 116,3 2,5% 100 100 100 R. Checa 110,8 1,7% 23 58 Rumanía 98,6 -0,2% 8 27 Bulgaria 96,6 -0,6% 7 24

(*) PPA = Paridad de Poder Adquisitivo. FUENTES: Eurostat (2001) y elaboración propia.

CUADRO 1

DISPARIDADES EN LA EVOLUCIÓN DEL PRODUCTO

Crecimiento PIB per cápita PIB PIB per cápita de 2030 PIB medio de 2000 per cápita (UE-15=100) en PPA (*) de 2000 anual (UE-15=100) de 2000 y mismas tasas de (1994 = (1995- tipos de cambio (UE-15=100) crecimiento que

Países 100) 2000) de mercado en PPA (*) en 1995-2000

UE-15 100 100 100 100 100 100 100 España 112 94 96 113 114 91 95 Grecia 63 55 105 88 130 77 72 Portugal 54 50 52 61 76 65 55 Eslovenia 94 58 72 80 82 86 71 R. Checa 88 53 72 63 54 54 58 Hungría 77 49 54 67 99 52 58 Eslovaquia 54 42 51 73 107 45 53 PECOs-10 28 41 58 69 66 47 41 Polonia 13 38 68 61 43 49 38 Estonia 46 26 41 55 44 38 37 Lituania 26 30 45 45 47 30 30 Rumanía 24 31 53 60 77 28 32 Letonia 12 29 39 42 31 27 27 Bulgaria 37 20 29 27 69 21 25

(*) Productividad del trabajo definida aquí como el valor añadido bruto, estimado en paridad de poder ad-quisitivo, que genera cada sector en relación con el empleo. Los datos que se ofrecen como PECOs-10 co-rresponden al conjunto de los países del este candidatos y a Turquía, cuya productividad es ligeramente su-perior a la media de aquéllos; por tanto, la productividad media de los 10 países del este candidatos resultaría ligeramente inferior a la que figura en el cuadro.

FUENTE: Eurostat (2002).

CUADRO 2

DISPARIDADES EN LA PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJO EN 1998(*)

Agri- Manu- Cons- Comercio, Finanzas, Servicios Conjunto cultura facturas trucción transporte, servicios públicos de la

comunica- a empresas economía

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nanciero es el único en el que un país

candidato, Eslovaquia, se sitúa por enci-ma de la productividad media comunita-ria y el único también en el que algunos de los países que ofrecen resultados más desfavorables, Bulgaria y Rumanía, se sitúan por encima de la media de los PECOs (cuadro 2).

La importancia de la agricultura en algu-nas de estas economías hace que, como media, el porcentaje del valor añadido bruto del sector sea en los países candi-datos cuatro veces mayor que en la UE. Si se compara el empleo sectorial, la di-ferencia aumenta a seis veces. Esos da-tos ponen de manifiesto los esfuerzos que todavía deben hacer varios países candidatos, los de mayor extensión y peso demográfico, para ajustar el em-pleo del sector y aumentar su eficiencia. La extensión de la política agraria co-mún (PAC) a los países del este, en los términos que finalmente se aprueben, deberá hacer compatibles la moderniza-ción del sector con la protecmoderniza-ción de los afectados por el necesario ajuste del empleo y por el previsible incremento del precio de los alimentos.

En los demás sectores productivos, la dis-tribución sectorial del VAB y del empleo guarda, en general, mayores semejanzas con las medias comunitarias, aunque las diferencias entre los propios países del este no dejan de ser importantes.

Integración comercial:

tendencias generales

y especialización

La integración comercial fue la primera en desarrollarse y la que ha conocido hasta el momento un crecimiento más in-tenso, especialmente en lo que se refiere a los flujos desarrollados con la UE. La expansión del comercio con los países comunitarios no se ha concentrado en momentos puntuales, antes bien ha sido permanente a lo largo de toda la década, intensa y muy significativa, tanto en canti-dad como, de forma más localizada, en la

Estonia 6,3 9,1 46 21,2 25,9 26 6,4 7,3 41 66,0 57,7 46 37 Letonia 4,3 17,6 12 23,4 18,4 29 6,9 6,1 39 65,4 57,9 33 27 Lituania 10,3 21,5 26 23,9 20,0 30 8,6 7,1 45 57,3 51,4 41 30 Bulgaria 21,1 26,2 37 24,9 26,5 20 3,7 4,1 29 50,2 43,2 39 25 Rumanía 16,1 38,1 24 30,4 26,3 31 5,9 4,4 53 47,6 31,2 55 32 Eslovenia 4,1 5,6 94 32,0 33,6 58 5,6 6,9 72 58,3 53,9 83 71 Eslovaquia 4,6 8,3 54 28,1 30,1 42 7,1 9,3 51 60,2 52,3 75 53 Hungría 5,5 7,5 77 28,2 28,0 49 4,6 6,2 54 61,7 58,3 57 58 Polonia 4,8 25,2 13 27,6 23,4 38 8,7 6,1 68 59,0 45,3 51 38 R. Checa 4,6 5,5 88 35,3 32,8 53 8,0 8,2 72 52,1 53,6 57 58 UE-15 2,6 4,8 100 23,8 20,3 100 5,4 6,8100 68,1 68,1 100 100 FUENTE: Eurostat (2002). CUADRO 3

DISTRIBUCIÓN SECTORIAL DEL VALOR AÑADIDO BRUTO (VAB), DEL EMPLEO (E) Y DE LA PRODUCTIVIDAD DEL TRABAJO (P), 1998

Agricultura Manufacturas Construcción Servicios Global

Países VAB E P VAB E P VAB E P VAB E P P

composición y la calidad de los produc-tos intercambiados.

Las estrategias de cambio sistémico colo-caron el objetivo de la estabilidad mone-taria en un lugar preeminente; el consi-guiente ajuste de la demanda interna favoreció la rápida expansión de las ex-portaciones y limitó el crecimiento de las importaciones, contribuyendo a mantener el equilibrio de las cuentas exteriores en los primeros años de la transición. La fir-ma de los acuerdos de asociación propi-ció un desarme arancelario generalizado —en la mayor parte de bienes industria-les— y asimétrico —la UE se comprome-tía a una liberalización más rápidaque consolidó e impulsó el comercio mutuo. La reorientación, primero, y el crecimien-to, después, del comercio exterior fueron consecuencias de esa voluntad política de abrir las economías del este a la compe-tencia internacional y facilitar los inter-cambios comerciales con los vecinos oc-cidentales, pero el papel determinante que jugaron los acuerdos de asociación no explica completamente el aumento de las exportaciones a los mercados comuni-tarios durante la segunda mitad de los años noventa.

El capital humano y la calidad de una par-te del aparato productivo legados por los sistemas de tipo soviético, que

general-mente se ignoran como factores explicati-vos, se encuentran en la base de esa capa-cidad para vender en los mercados comu-nitarios. Igualmente, el establecimiento de tipos de cambio, que depreciaron intensa-mente las monedas de los países del este respecto a las divisas occidentales, dio una ventaja comparativa a los productos ex-portados por las economías poscomunis-tas, que influyó de manera notable en la reorientación de sus ventas exteriores ha-cia los mercados comunitarios.

Posteriormente, en la nueva fase de cre-cimiento económico que se inició en tor-no a 1993, las muy diferentes formas de deslocalización de la actividad producti-va utilizadas por numerosas empresas comunitarias y las inversiones directas extranjeras, especialmente a partir de 1995, desempeñaron un papel clave en el desarrollo del comercio exterior y, más reciente y parcialmente, en la trans-formación cualitativa de la estructura de los intercambios.

Tendencias generales

Las economías de los PECOs muestran un grado muy notable de apertura externa, superior incluso al de la UE, excepto en los casos de Polonia y Rumania, los dos países con mayor tamaño relativo y, por tanto, con los mercados internos más

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am-plios y con mayores posibilidades de ex-pansión (cuadro 4).

En todos los países candidatos, el comer-cio exterior total supera ampliamente el 50% del PIB y, por ello, la evolución de las exportaciones y de las exportaciones netas determina en gran medida las posi-bilidades de crecimiento de su renta na-cional; en este sentido, PlanEcon Report estima que una progresión del 1% en la demanda agregada de la eurozona genera un crecimiento en las exportaciones de los países del este del 3,6%.

La proximidad cultural y geográfica, el desigual interés (o perspicacia) y capa-cidad de las empresas comunitarias para aprovechar las oportunidades que ofre-cen las economías poscomunistas, el apoyo institucional instrumentado en cada país comunitario por las autorida-des económicas para propiciar las rela-ciones económicas con los vecinos orientales y, como contrapartida, los obstáculos o las facilidades con que los gobiernos poscomunistas responden a las iniciativas de las empresas y gobier-nos occidentales son algugobier-nos de los fac-tores que explican la diferente evolu-ción de los flujos comerciales.

Junto a esos factores sociopolíticos y cul-turales, otras causas de naturaleza especí-ficamente económica, vinculadas a la evolución de costes, rentas, estabilidad macroeconómica, productividad o tipos de cambio, contribuyen a explicar los re-sultados exportadores obtenidos por cada una de las economías poscomunistas. Como consecuencia, algunos PECOs y al-gunos sectores y regiones presentan avances claros y notables en su comercio exterior; en otros candidatos, en cambio, el saldo de sus flujos comerciales con el exterior es más confuso y, en algunos ca-sos, estrictamente negativo.

La integración comercial no sólo ofrece resultados muy diferentes, presenta tam-bién rasgos de profunda asimetría. En el año 2000, el comercio entre la UE y los países candidatos alcanzó un valor total de 221.200 millones de euros. Mientras la UE es el socio comercial dominante de

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Estonia 67,1 79,9 96,5 78,6 90,4 100,8 -11,5 -10,5 -4,3 R. Checa 52,5 59,7 73,3 58,9 61,0 77,1 -6,4 -1,3 -3,8 Eslovaquia 55,2 61,2 73,5 66,8 72,2 76,0 -11,6 -11,0 -2,5 Hungría 38,9 50,6 62,5 39,9 52,7 66,7 -1,1 -2,1 -4,1 Eslovenia 55,8 56,6 59,1 56,8 58,2 62,7 -1,0 -1,5 -3,6 Bulgaria 62,9 48,0 58,5 59,8 50,9 64,1 3,1 -2,9 -5,6 Letonia 50,9 51,3 45,8 59,0 64,8 54,3 -8,1 -13,5 -8,5 Lituania 53,4 47,2 45,5 63,2 59,1 51,9 -9,8 .11,9 -6,4 Rumanía 28,1 23,5 34,1 36,6 31,5 39,9 -8,4 -8,1 -5,8 Polonia 24,3 28,2 31,2 25,8 33,4 38,1 -1,6 -5,2 -6,9 UE-15 30,1 32,1 35,6 28,1 30,4 34,9 2,0 1,7 0,7 FUENTE: Eurostat (2001). CUADRO 4

EVOLUCIÓN DE LA DEMANDA EXTERNA EN PORCENTAJE DEL PIB Exportaciones Importaciones Saldo comercial

Países 1996 1998 2000 1996 1998 2000 1996 1998 2000 Estonia 62,6 76,5 0,3 0,3 Hungría 58,4 75,1 2,1 2,5 Eslovenia 67,8 63,8 0,6 0,9 R. Checa 62,0 68,6 2,1 2,5 Polonia 61,2 69,9 2,3 3,6 Rumanía 56,6 63,8 0,7 0,9 Letonia 52,4 64,6 0,2 0,2 Eslovaquia 48,9 59,1 0,7 0,7 Bulgaria 44,0 51,1 0,3 0,3 Lituania 43,3 47,9 0,2 0,3 FUENTE: Eurostat (2001). CUADRO 5

CUOTA COMERCIAL DE LA UE Y DE LOS PAÍSES DEL ESTE CANDIDATOS EN EL AÑO 2000

Cuota (%) que representa Cuota (%) que representa la UE-15 en el comercio cada país candidato de cada país candidato en el comercio de la UE-15 Países Importaciones Exportaciones Importaciones Exportaciones

los PECOs, éstos apenas suponen el 11%-12% de los intercambios extracomunita-rios de la UE (cuadro 5), pese a lo cual se han convertido en el segundo socio co-mercial de la UE, tras EEUU, cuyo comer-cio con los países comunitarios dobla el valor del de los PECOs.

El principal socio de la UE entre los países candidatos es Polonia (25,6% del comer-cio total), seguido muy de cerca por la República Checa y Hungría (20,4% y 20,3%, respectivamente); entre los tres su-man dos tercios de las transacciones co-merciales globales de la UE con los PECOs. La concentración del comercio

comunita-rio en estos tres países es correspondida con la que se produce en la UE, donde Alemania representa en torno al 40% de los flujos comerciales con los países can-didatos, seguida muy de lejos por Italia (alrededor del 12%) y por Francia, Austria y Reino Unido (que no llegan en ningún caso al 10%).

Especialización comercial Una primera aproximación al cambio tructural que se ha producido en la es-pecialización exportadora de los países del este candidatos puede obtenerse al

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comparar la evolución de la composi-ción de las exportaciones en funcomposi-ción de la intensidad de los factores utilizados en su producción.

Los mayores cambios corresponden a Hungría, la República Checa y Polonia, que han reducido drásticamente el por-centaje de manufacturas intensivas en re-cursos naturales y en trabajo vendidas en los mercados comunitarios entre 1993 y 2000, 35 puntos en el caso húngaro y en torno a la mitad en los otros dos países. Esos mismos tres países son los que re-flejan las mayores ganancias en el peso de las exportaciones, lo cual sugiere avances significativos en su reestructura-ción industrial.

En Hungría, los mayores avances se con-centran en los sectores «basados en la ciencia» (industrias farmacéuticas, de componentes electrónicos, telecomunica-ciones y espacial), caracterizados por la innovación vinculada a altas inversiones

en I + D; en la República Checa y Polo-nia, las ganancias mayores se consiguen en las industrias denominadas de «oferta especializada», fundamentalmente, bienes de inversión.

El índice de contribución al saldo comer-cial (cuadro 6) permite caracterizar la cuantía del cambio estructural producido y apreciar las diferencias en la calidad de la especialización de cada país candidato a partir de los sectores que concentran las mayores ventajas y desventajas en sus relaciones comerciales con la UE. Algunas especializaciones actuales están directamente relacionadas con las infraes-tructuras y los equipos heredados de los regímenes de tipo soviético; así sucede con las ventajas de Bulgaria en metales no ferrosos (CUCI 68) y de Bulgaria y Es-lovaquia en el hierro y el acero (CUCI 67). En los productos manufacturados más intensivos en trabajo (CUCI 8, excep-to el capítulo 87), excep-todos los países

candi-datos muestran ventajas comparativas, concentradas especialmente en los sub-sectores de muebles, confección y pro-ductos de cuero; como era previsible, esa especialización se intensifica en los paí-ses de menor renta por habitante y más bajos salarios (bálticos, con la parcial ex-cepción de Estonia, y balcánicos), confir-mando un modelo exportador basado en las industrias intensivas en trabajo, que ha sido fomentado por la demanda co-munitaria y por las estrategias de desloca-lización e inversión directa de las empre-sas occidentales.

Las diferencias fundamentales entre los países candidatos no se establecen úni-camente por la importancia de las venta-jas comparativas en los productos más intensivos en trabajo y materiales, sino, sobre todo, por las tendencias que se ob-servan en su evolución. En unos casos (Hungría y la República Checa, clara-mente y, con menos intensidad y exten-sión, y mayores vacilaciones, Eslovenia,

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CUADRO 6

DESIGUAL ESPECIALIZACIÓN COMERCIAL: CONTRIBUCIÓN AL SALDO COMERCIAL (*) 1999

CUCI-Rev, 3 div. Eslovenia Hungría R. Checa Eslovaquia Polonia Estonia Letonia Lituania Bulgaria Rumanía

24-madera y corcho 7 6 72 97 13

28-minerales metalíferos 15 16

33-refino de petróleo 14 18 12

56-fertilizantes 13

63-art. madera y corcho 7 5 16 20

65-fibra textil -8 -12 -10 -6 -6 -19 -31

67-hierro y acero 11 -8 18 5

68-metales no ferrosos 7 20 6

71-maqu. gener. energ. 43 -9

72-maquinaria especializ. -7 -9 -7 -6 -9 -13 -8 -9 -11 74-maquinaria industrial -15 -11 -7 -13 -14 -11 -5 -5 75-equipos oficinas -6 17 -7 -5 -10 -5 -5 76-telecomunicaciones -7 11 -9 -7 37 -10 -9 -7 77-maquinaria eléctrica 15 -62 -14 -7 -6 78-vehículos de carretera 11 -26 26 40 -24 -19 -9 -16 -7 82-mobiliario 21 9 11 21 24 6 10 84-confección 15 16 6 18 13 27 25 36 42 55 85-calzado 7 6 15 87-material científico -6

(*) Sólo se ofrecen los datos cuando el indicador supera un 5 por 1.000 del PIB. La trama más clara indica el sector que presenta mayor ventaja comparativa en cada país; la más oscura, el que refleja mayor desventaja comparativa. La «contribución al saldo comercial» es la diferencia entre el saldo observado o real de una industria y el saldo teórico que le correspondería a dicha industria en función de su peso en el total de los intercambios: (xj - mj) - (x - m) * (xj + mj) / (x + m). La «contribución al saldo comercial» se expresa en milésimas del PIB para facilitar las comparaciones entre países y puede ser interpretado como un indicador de las «ventajas compa-rativas reveledas», porque permite medir el resultado (saldo comercial) de una industria en relación con el saldo comercial del conjunto de la industria.

(8)

Eslovaquia, Polonia y Estonia) dichas tendencias apuntan al parcial debilita-miento de esas ventajas y a su sustitución por una especialización en sectores más intensivos en capital y trabajo cualificado (equipos de transporte, maquinaria no eléctrica y componentes electrónicos). En los demás países, las ventajas en pro-ductos intensivos en trabajo y materiales, que exigen costes mínimos y basan su competitividad en los precios, se consoli-dan y ensanchan, hasta el punto de que deben considerarse un fruto del escaso y vacilante progreso de las reformas, pero también como un obstáculo añadido al proceso de modernización.

Los países bálticos han consolidado sus ventajas comparativas en materias pri-mas y energía, gracias a una localización y a unas facilidades portuarias que los han convertido en países de tránsito del petróleo y de las materias primas rusas, bielorrusas y ucranianas, a los que en al-gunos casos también añaden valor, espe-cialmente en los del refino de petróleo (CUCI 33), materias primas y manufactu-ras del corcho y la madera (CUCI 24 y CUCI 63).

Aunque todos los países candidatos muestran una relativa debilidad en la ducción de bienes de capital y de pro-ductos más intensivos en investigación y desarrollo, otra diferencia fundamental que aumenta en los últimos años es el surgimiento de nuevas ventajas compara-tivas en productos intensivos en tecnolo-gía, como los elementos de transporte o los productos eléctricos o electrónicos, aunque en el caso de estos últimos se lo-calizan preferentemente en Hungría y, en menor medida, en Eslovenia, la Repúbli-ca CheRepúbli-ca y Estonia.

El crecimiento del comercio intraindus-trial entre los países candidatos y la UE permite apreciar nuevas facetas sobre la calidad de la transformación de la espe-cialización productiva y comercial de al-gunos países del este en mercados y productos más intensivos en tecnología, de demanda creciente y menor exposi-ción a la competencia de los países con bajos salarios.

Se considera que existe comercio intrain-dustrial «vertical» en el intercambio del mismo tipo de productos cuando la dife-rencia en el valor unitario de exportacio-nes e importacioexportacio-nes supera el 15%. Gene-ralmente, los países del este ocupan la posición inferior en ese tipo de comercio intraindustrial, es decir, compran los pro-ductos caros y venden los baratos; por ello, si se pretende ponderar la calidad de la especialización comercial conviene, siguiendo la diferenciación que realiza K. A. Soós, analizar específicamente el co-mercio intraindustrial «no inferior», que incluye el de tipo «horizontal» (en el que las diferencias en los valores unitarios son inferiores a un 15%) y el de tipo «ver-tical no inferior» (en el que el país del es-te ocupa la posición superior, es decir, exporta los productos caros e importa los baratos, y deja la posición inferior a su socio comunitario).

Entre 1993 y 2000, el porcentaje del co-mercio intraindustrial «no inferior» respec-to al comercio respec-total con la UE-12 progre-só en todos los PECOs; de forma muy significativa en la República Checa, que aumentó en torno a 10 puntos el porcen-taje del 7% alcanzado en 1993; en Hun-gría, que sigue ocupando la primera posi-ción entre los países candidatos (algo más de un punto por encima de la Repú-blica Checa), tras experimentar un

incre-mento de 6 puntos; en Polonia, donde aumentó en casi 5 puntos, pero sigue ale-jada de los niveles de los dos anteriores, y en Eslovenia, donde un incremento de sólo 3 puntos le hizo perder la posición de cabeza, tras ser ampliamente rebasada por Hungría y la República Checa. Los progresos son también significativos en Bulgaria y Rumanía, que sobrepasan a Grecia, que revalida el último lugar en-tre los países comunitarios, tras sufrir una pérdida relativamente importante en ese período, y en Estonia y Lituania; aunque esos cuatro países, y especial-mente los dos bálticos, partían de nive-les muy bajos.

La adhesión a la UE tendrá múltiples con-secuencias en el comercio exterior de los países candidatos implicados. En primer lugar, es previsible que aumenten aún más los flujos comerciales, tanto con los países de la actual UE como con los nue-vos socios del este, a causa de la elimina-ción de obstáculos al libre movimiento de bienes y servicios, que tendrá especial in-cidencia en los productos agrícolas, sec-tor en el que se han conservado mayores niveles de protección.

En segundo lugar, y como consecuencia de la incorporación al mercado único, au-mentará la presión competitiva, que ten-drá, probablemente, consecuencias im-portantes sobre el nivel de empleo, reduciéndolo, y sobre la productividad, incrementándola, siempre que se concre-ten y aprovechen las economías de escala y la previsible reducción de los niveles de precios en la UE; aunque respecto a los precios hay que tener en cuenta que en los países candidatos el efecto reductor se verá contrarrestado por el efecto con-trario, de acercamiento paulatino a los ni-veles de precios comunitarios, siempre que aumenten sus niveles de productivi-dad y renta a un ritmo similar que en el pasado inmediato.

En tercer lugar, habrá una pérdida de ingre-sos, debida a la eliminación de las barreras arancelarias y a su reducción respecto a ter-ceros países, que algunas estimaciones si-túan en torno al 1% de PIB.

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Y en cuarto lugar, como probable conse-cuencia de los efectos anteriores, se agra-vará la delicada situación de la balanza corriente, tanto en los países candidatos que aceleren la modernización de su apa-rato productivo por la vía de las importa-ciones de bienes de capital o de las inver-siones directas, como en los países menos competitivos que no puedan compensar con mayores ventas en los mercados co-munitarios el previsible aumento de las importaciones y la pérdida de posiciones en sus mercados nacionales.

Algunos PECOs, los más desarrollados, tienen mayores posibilidades para apro-vechar las oportunidades de mayor acce-sibilidad a los mercados comunitarios y de reducción de costes que ofrece la ampliación; también para afrontar los re-tos que conlleva una mayor competencia en los mercados nacionales y la vulnera-bilidad asociada a su mayor dependen-cia de los mercados y redes productivas internacionales.

En otros PECOs, los más atrasados, esas posibilidades son mucho menores, y se han reducido aún más por la escasa ge-nerosidad mostrada por los negociadores comunitarios en temas claves, como la re-forma de la PAC, la libre movilidad de la mano de obra y la distribución de los fondos estructurales y de cohesión. Para los actuales países comunitarios, lo normal y lo más probable es que la am-pliación tampoco afecte de igual forma a todos los socios. En algunos países, los más cercanos, abiertos y con economías de menor tamaño, que favorecen una mayor incidencia del comercio exterior en el con-junto de la economía, el crecimiento po-tencial inducido por la intensificación de los flujos comerciales con los PECOs podrá concretarse en un aumento mayor del PIB real. Los trabajos que han estimado los efectos que sobre el crecimiento tendrá el redespliegue comercial propiciado por la ampliación señalan que serán positivos, aunque poco significativos en las econo-mías comunitarias, pues en el conjunto de los 15 países de la actual UE apenas oca-sionarían una ganancia anual de crecimien-to del produccrecimien-to de un 0,05%; con

impor-tantes diferencias entre los que se presu-men más beneficiados, Austria, Irlanda y Holanda, y los que podrían verse afectados negativamente, España y Reino Unido. Hay que señalar, no obstante, que los mis-mos estudios señalan que la ampliación del mercado único, cuya naturaleza y efec-tos son difícilmente desligables de los co-merciales, tendrá efectos mucho más be-neficiosos, ya que para el conjunto de la UE podrían generar un crecimiento anual del producto de casi cuatro décimas.

Tráfico de

perfeccionamiento pasivo

El vehículo inicial y, probablemente, el factor que más ha contribuido a desarro-llar la integración de las economías pos-comunistas en redes productivas interna-cionales ha sido el desarrollo de alianzas entre empresas y diferentes formas de co-operación. La heterogeneidad de esos acuerdos productivos entre empresas difi-culta su agrupamiento cuantitativo, el análisis temporal de su evolución y la comparación entre países. Por ello,

debe-mos centrar el análisis en el tráfico de perfeccionamiento pasivo, que es una forma específica de subcontratación inter-nacional de fabricación de la que existen datos de carácter sistemático gracias a su especial régimen aduanero.

Desde 1986 existe en el mercado comuni-tario un régimen aduanero particular para el «tráfico de perfeccionamiento pasivo de acabado», que sólo grava el valor añadido (diferencia entre exportación de la empre-sa comunitaria y reimportación de los bienes acabados por la empresa no comu-nitaria) y una modalidad específica para los productos textiles y de confección, es-pecialmente favorable si los productos son originarios de la UE y si el valor aña-dido por la empresa subcontratante no so-brepasa el 50% del producto final de la empresa ordenante.

Los acuerdos europeos con los países del este, al debilitar y eliminar restricciones cuantitativas, estimularon el tráfico de per-feccionamiento pasivo, especialmente en las industrias intensivas en mano de obra, y reforzaron la dependencia productiva y comercial de estos países con la UE.

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El país de la UE más implicado en el tráfi-co de perfeccionamiento pasivo es Ale-mania, que concentraba en 1997 el 60% de las reimportaciones procedentes de las economías del este. Al igual que en la UE, en los PECOs se da una mayor concentra-ción en el comercio vinculado al tráfico de perfeccionamiento pasivo que en el comercio total. Los países centroeuropeos que acaparaban buena parte del tráfico de perfeccionamiento pasivo han comenzan-do a perder cuota a favor de los Balcanes. En Polonia y Rumanía prevalecen los acuerdos en los sectores de textil y con-fección; mientras en la República Checa predomina en los productos eléctricos; Hungría ocupa una posición intermedia, con un mayor equilibrio entre productos intensivos en trabajo y los de cierto nivel tecnológico.

El tráfico de perfeccionamiento pasivo creció aceleradamente entre 1989 y 1993, pero a partir de ese año desacele-ró su crecimiento de manera regular, hasta 1997; como consecuencia, entre 1993 y 1997, el comercio vinculado al tráfico de perfeccionamiento pasivo dis-minuyó su peso en el comercio total en-tre la UE y los PECOs de un 9% a un 7%, aproximadamente.

En líneas generales, la subcontratación genera vínculos económicos verticales y, por tanto, dependencia de los inputs ma-teriales, organizativos y tecnológicos que aporta la firma principal; la empresa no comunitaria permanece subordinada a las normas de calidad y diseño que vie-nen determinadas y son controladas por la empresa occidental. Como contraparti-da, los acuerdos de tráfico de perfeccio-namiento pasivo pueden convertirse en un canal relativamente importante de transferencia de equipos productivos y tecnología, aunque al proliferar en sec-tores intensivos en trabajo, en los que son más apreciadas las diferencias en los costes laborales, la integración tecnológi-ca que propicia suele ser de bajo nivel y poca calidad.

El tráfico de perfeccionamiento pasivo se sitúa entre las dos vías tradicionales de penetración económica en los mercados

internacionales, la exportación y la inver-sión exterior, y puede considerarse como una modalidad que combina rasgos de las dos anteriores: es un acuerdo de pro-ducción que impulsa los intercambios ex-teriores, primero de exportación, por par-te del país de la empresa ordenanpar-te, y, tras el acabado, de importación de lo producido en el otro país. Es, por tanto, algo más que comercio exterior, ya que implica la existencia de instrucciones de-talladas, transferencia de tecnología y de «saber hacer» y la responsabilidad final so-bre el producto acabado y el control de su calidad por parte de la empresa orde-nante, pero algo menos que inversión directa, pues no supone desembolsos o compromisos de aportaciones de capital ni implica mayores responsabilidades o costes para la empresa occidental en ta-reas de dirección y gestión.

El tráfico de perfeccionamiento pasivo tiene claras ventajas frente a la inversión directa en el exterior para la empresa principal ya que, al no ocasionar inver-sión accionarial ni tareas directas de di-rección o gestión en la firma subcontra-tante, permite trasladar costes, disminuir precios, aumentar márgenes y disponer de capacidades adicionales de produc-ción que, de no utilizarse, no generan ningún coste.

Para las economías del este, el tráfico de perfeccionamiento pasivo ha sido un factor clave en la reestructuración de una parte significativa del sector indus-trial intensivo en mano de obra, ya que la cooperación con firmas occidentales favoreció el aprendizaje técnico e indus-trial, así como la asimilación de los mé-todos de gestión. También permitió transferencias de tecnología y una más fácil adaptación a la demanda occiden-tal, aumentó la competitividad y la su-pervivencia de parte del tejido producti-vo y contribuyó a que la pérdida de empleos no fuese mayor.

Pero, no todo puede considerarse positi-vo. En el balance global del tráfico de perfeccionamiento pasivo también hay que imputar algunos costes y reflejar di-versos efectos negativos o preocupantes.

Por ejemplo, la dependencia que genera con la red comercial de la empresa occi-dental y la más que probable destrucción y desbarajuste en las relaciones con sus anteriores proveedores nacionales. Los desajustes en las redes comerciales y pro-ductivas nacionales podrían consolidar las diferencias con los niveles de desarro-llo de los socios occidentales y, en defini-tiva, afianzar un tipo de integración que genere vínculos productivos y tecnológi-cos escasos y de baja calidad, que no permiten sostener el impulso inicial de las exportaciones ni un desarrollo econó-mico suficiente para impulsar la conver-gencia en los niveles de renta por habi-tante y en la productividad.

De consolidarse una integración produc-tiva de baja calidad, con mínima transfe-rencia de tecnología y débil impulso mo-dernizador, asentada en los bajos costes salariales, las posibilidades de que el trá-fico de perfeccionamiento pasivo actúe como factor de desarrollo sostenible son escasas, dado que la renovación de esos acuerdos de subcontratación depende en gran medida del mantenimiento de bajos niveles salariales que permitan se-guir compitiendo con otros países de ba-jos salarios.

En la UE han predominado las conse-cuencias positivas del tráfico de perfec-cionamiento pasivo. En primer lugar, ha permitido disminuir costes en sectores sensibles, especialmente en el textil, la confección y el calzado, pero también en otros de mayor calado tecnológico, como la construcción mecánica o el equipamiento eléctrico, mejorando su competitividad y rentabilidad. Y, en se-gundo lugar, ha contribuido a que nu-merosas empresas comunitarias cono-cieran, de primera mano y con costes mínimos, mercados en crecimiento y evaluaran las oportunidades y los ries-gos de instalarse en ellos.

El único y muy limitado efecto negativo que el tráfico de perfeccionamiento pasivo puede ocasionar a la empresa ordenante es la ayuda involuntaria al surgimiento de futuros competidores, posibilidad que au-menta al tratarse de países de desarrollo

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(11)

medio, con empresas y trabajadores capa-ces de asimilar con rapidez las técnicas y métodos de gestión que utiliza su socio occidental; aunque ese riesgo se minimiza cuando, como suele suceder, la marca y la diferenciación comercial suponen inver-siones inalcanzables para la mayoría de las empresas del este y los canales de distri-bución y venta están íntegramente en po-der del socio occidental.

En el futuro inmediato, y más aún tras la ampliación, es previsible que se afirmen las tendencias que en los últimos años han comenzado a percibirse y que el tráfico de perfeccionamiento pasivo siga desplazándose en una doble dirección: hacia países del este menos desarrolla-dos, en los que los costes laborales son menores y crecen en menor cuantía que la productividad, y hacia sectores que generan más valor añadido, sin limitarse a los sectores intensivos en trabajo. En todo caso, lo previsible es que ese se-gundo movimiento hacia sectores de mayor densidad tecnológica sea coyun-tural, ya que lo normal será que la in-versión directa extranjera gane peso, en detrimento del tráfico de perfecciona-miento pasivo, y que la subcontratación acabe siendo, en muchos casos, un paso previo y preparatorio para la instalación directa.

Inversión directa

extranjera

La integración productiva de algunas economías poscomunistas recibió su im-pulso más espectacular de la inversión directa extranjera procedente de la UE. Actualmente, los grandes grupos multi-nacionales del mundo están instalados en los PECOs.

En los primeros momentos de la transición y posteriormente también en los países con mayor riesgo, como Rumanía o Bul-garia, el predominio correspondió a los proyectos que, como las empresas con-juntas, minimizan costes y riesgos y faci-litan el acceso a mercados prometedores y el conocimiento de empresas y directi-vos locales.

La firma de los acuerdos de asociación, que liberalizaron la circulación de los flu-jos de inversión directa extranjera, y el avance de las reformas permitieron la in-tensificación de las inversiones foráneas en algunos de los PECOs. A partir de 1995 se intensifica la instalación mediante filiales o inversión accionarial mayorita-ria, fórmulas que exigen mayores desem-bolsos e implican asumir responsabilida-des plenas en la gestión y en la dirección.

A cambio, facilitan la puesta en pie de fórmulas más complejas de integración vertical en redes de producción interna-cionales orientadas hacia los mercados comunitarios y mundiales.

En términos generales, en los PECOs pre-dominaron las inversiones destinadas a la adquisición total o parcial de una empre-sa ya existente, especialmente por la vía de aprovechar las facilidades a la partici-pación extranjera en los procesos de pri-vatización de empresas públicas, que de forma muy desigual y en diferentes mo-mentos, otorgaron los nuevos gobiernos poscomunistas. Las inversiones de nueva planta, que necesitan mayores desembol-sos y compromidesembol-sos financieros previos, comprometen más recursos y esfuerzos y, en caso de terminar en fracaso, provocan mayores pérdidas, sólo en los últimos años y en algunos países han alcanzado una posición dominante.

La inversión directa extranjera ha sido alentada por las ventajas fiscales y de ins-talación que ofrecía el país de acogida y por los bajos costes laborales —respecto de los comunitarios—, factores que sin llegar a ser determinantes pueden frenar o impulsar las decisiones de inversión. Sin embargo, las cifras muestran de ma-nera evidente que las inversiones directas

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Polonia 2.797 2,9% 3.542 3,1% 4.328 3,4% 5.678 4,0% 6.821 4,7% Hungría 3.675 10,8% 1.803 5,1% 1.928 4,8% 1.815 4,3% 1.849 4,1% R. Checa 1.960 4,9% 1.125 2,5% 1.148 2,5% 3.303 6,5% 5.932 11,6% Estonia 154 5,7% 119 3,5% 235 5,8% 513 11,0% 284 5,8% Letonia 136 4,0% 301 7,4% 460 9,3% 318 5,8% 334 5,2% Lituania 55 1,2% 120 1,9% 313 3,7% 826 8,6% 456 4,6% Bulgaria 60 0,7% 86 1,1% 445 5,0% 479 4,4% 756 6,5% Rumanía 320 1,2% 207 0,7% 1.071 3,4% 1.812 4,9% 977 3,0% Eslovaquia 181 1,3% 279 1,8% 154 0,9% 504 2,7% 306 1,7% Eslovenia 235 1,6% 210 1,4% 414 2,6% 178 1,0% 78 0,4% Total PECOs-10 9.582 7.792 10.497 15.425 17.794

(*) En millones de ecus/euros y en porcentaje del PIB al tipo de cambio de mercado. Los datos de 1995 y 1996 corresponden a una serie diferente a la de los años siguientes, lo cual puede contribuir a una ruptura en la comparabilidad de los datos.

FUENTE: Eurostat (2002).

CUADRO 7

INVERSIONES DIRECTAS EXTRANJERAS ANUALES EN LOS PAÍSES DEL ESTE CANDIDATOS EN TÉRMINOS ABSOLUTOS Y COMO PORCENTAJE DEL PIB (*)

1995 1996 1997 1998 1999

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se concentran y desarrollan no en los países de menores salarios sino en los que ofrecen un amplio abanico de venta-jas vinculadas a su productividad y esta-bilidad socioeconómica, que se han visto reforzadas por la progresiva afirmación de la perspectiva de adhesión a la UE, potencial de crecimiento de sus merca-dos, proximidad cultural y geográfica, desarrollo de su capital humano o mejora de sus infraestructuras (cuadro 7). Los PECOs acumulan un stock de inver-sión directa extranjera que supone un 22% del PIB, porcentaje que se sitúa por encima de la media mundial, que era, en 1998, del 14%, y que es superior, incluso, a la media de la UE, 17% en 1998. En Es-tonia (36%), Hungría (33%), República Checa (26%) y Letonia (25%) esos por-centajes eran superiores al 21,5% que su-ponía en la economía española. En todo caso, a pesar de su relevancia, las inver-siones directas recibidas por todos los países de Europa central y oriental sólo suponían, en 2000, un 2% del total mun-dial (gráfico 2), un 2,5% de las recibidas por los países desarrollados y un 10,6% de las captadas por los países y economí-as en desarrollo.

Si el promedio anual de las inversiones directas recibidas entre 1990-1994 por los países del este fue de 2.540 millones de dólares, en el siguiente quinquenio, entre 1995 y 1999, ese promedio se mul-tiplicó por 5, alcanzando los 11.845 mi-llones de dólares. La capacidad crecien-te de los países poscomunistas para captar inversiones directas queda per-fectamente reflejada en el aumento sig-nificativamente inferior que experimen-taron en todo el mundo, que, en ese mismo período, entre 1995 y 1999, se multiplicaron por 3,5.

La mayor parte de esas inversiones, el 68% del total recibido por los PECOs, tu-vo su origen en la UE (68,4%). Por países, Alemania ocupaba a finales de 1999 el primer lugar, con un 19% del stocktotal, seguida de Holanda (14%), Estados Uni-dos (10,7%), Austria (7,1%), Francia (7%), Reino Unido, Italia,... hasta llegar en los últimos lugares al 0,5% de España, que se

orientó preferentemente hacia los países latinoamericanos (gráfico 2).

Las posibilidades de desarrollo futuro de la inversión directa extranjera en los países del este están directamente rela-cionadas con la expansión de sus mer-cados nacionales, el potencial que ofre-ce su adhesión a la UE y la escasa importancia relativa que todavía tienen los flujos de inversión procedentes de los países comunitarios, ya que, a pesar del fuerte crecimiento de los últimos años, la inversión directa extranjera en los PECOs sólo supone un 5% de la in-versión total extracomunitaria.

Tres países, Polonia, República Checa y Hungría, concentran las tres cuartas par-tes de las inversiones captadas por los países candidatos. En los tres, la produc-tividad del trabajo en el sector manufac-turero se incrementó de forma notable entre 1995 y 1998, sin que pueda acha-carse dicha mejora a la reducción del empleo, ni en la República Checa o en Polonia, donde esa reducción fue, res-pectivamente, de un 2% y un 1%, ni, mu-cho menos, en Hungría, donde el nivel de ocupación creció en un 5%. La mayor eficiencia en la utilización del empleo manufacturero se debió, en buena parte, a las ganancias de productividad

obteni-das por las empresas que contaban con participación extranjera. Entre 1998 y 1993, la distancia entre la productividad de las empresas que contaban con parti-cipación extranjera respecto a la de las empresas domésticas aumentó en un 31% en Hungría, un 15% en Polonia y un 12% en la República Checa.

La importancia de las exportaciones reali-zadas en 1998 por empresas participadas por capitales extranjeros refuerza el argu-mento anterior: en Hungría, el 85,9% de las exportaciones totales de manufactu-ras; en Polonia, el 52,4%, y en la Repúbli-ca CheRepúbli-ca, el 47%. Algo similar ocurría con las ventas totales del sector manufacture-ro, ya que dependían de las empresas con participación extranjera en un 70%, en Hungría; un 40,6%, en Polonia, y un 32,1%, en la República Checa.

Por sectores, las instituciones de crédito y seguros (17,4%) han sido el destino privi-legiado de los inversores extranjeros en los países candidatos; a continuación se sitúan el comercio, recuperación y repa-ración (12,5%), productos alimenticios, bebidas y tabaco (10%), material de trans-porte (7,8%), otros servicios destinados a la venta (7,1%), energía (6,2%), transporte y servicios anexos (4,8%) o minerales y productos no metálicos (4,8%)

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GRÁFICO 2

LA INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA EN LOS PECOs PORCENTAJE SOBRE EL TOTAL MUNDIAL

FUENTE: Unctad, 2001. 2,5 2 1,5 1 0,5 0

PECOs BulgariaEslovaquia Eslovenia Estonia Hungría Letonia Lituania Polonia R. Checa Rumanía

1989 1995 1999 2000

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En la Europa suroriental son los subsec-tores vinculados a recursos naturales (minas y petróleo) y ramas como maqui-naria y equipos los que parecen más atractivos a los inversores foráneos; en Europa central, en cambio, son las acti-vidades de mayor valor añadido, auto-móvil o aparatos eléctricos y el sector terciario, telecomunicaciones o bancario, los que concentran las preferencias. La inversión directa extranjera se ha con-vertido en un mecanismo fundamental de control exterior sobre sectores estra-tégicos (financiero y telecomunicacio-nes), de alta densidad tecnológica (pro-ductos eléctricos) y densidad media (productos mecánicos, automoción, ma-teriales plásticos).

Otros sectores, como el textil, la confec-ción, el calzado o el cuero, han experi-mentado una menor internacionalización mediante la inversión directa extranjera, privilegiando formas diferentes, como el tráfico de perfeccionamiento pasivo, pero ambas vías han conseguido que la pre-sencia exterior sea también significativa en algunos sectores maduros de tecnolo-gía débil.

La importancia de la inversión sectorial responde a muy diferentes razones y fac-tores. En unos casos ha primado la esta-bilidad y la importancia de los mercados regionales y domésticos, como en el de alimentos, bebidas y tabaco. En otros, la razón fundamental hay que buscarla en la posibilidad de reducir costes y, con esa ventaja, ampliar sus cuotas en los merca-dos del este y comunitarios. También la posibilidad de sortear barreras arancela-rias, actuales y futuras, o razones de pro-ximidad, por ejemplo, en los materiales de construcción, han contribuido, en oca-siones, a la implantación de empresas ex-tranjeras en los PECOs.

Los beneficios de la transferencia de tec-nología y de la difusión de cultura em-presarial y técnicas de gestión que gene-ran las inversiones directas son, en la literatura especializada, poco discutidos, al igual que las ventajas que impulsan al mejorar la calidad de la oferta y aumentar la productividad del trabajo, la

competiti-vidad y, en definitiva, la eficiencia de em-presas y sectores.

La inversión directa extranjera ha permiti-do financiar, en el períopermiti-do 1995-2000, los déficit corrientes cosechados por buena parte de los países candidatos: amplia-mente en Bulgaria, República Checa y Hungría, y en una cuantía menor en Esto-nia, Letonia y Eslovenia. En Eslovaquia, Rumanía, Polonia y Lituania, por el con-trario, el déficit corriente medio anual su-peró a la inversión directa extranjera; en torno a los 900 millones de euros, en el caso de los dos primeros, y en cantidades significativamente menores en los otros dos países.

La influencia de la inversión directa ex-tranjera en el crecimiento de las exporta-ciones ha sido muy notable. Algunas esti-maciones han intentado cuantificar su importancia en los resultados exportado-res: un incremento de 100 euros en la in-versión directa extranjera por habitante puede generar un crecimiento de las ex-portaciones del 5,3% en volumen. El ejemplo más notable de esta influencia es, entre los países candidatos, Hungría, país en el que las empresas

multinaciona-les desempeñan un papel esencial en las exportaciones. En el ámbito empresarial, pueden mencionarse, como botones de muestra, las filiales de Volkswagen en la República Checa (Skoda) y en Eslovaquia (VW Slovakia), que son los más grandes exportadores de sus países; algo similar ocurre con VW, Opel y Fiat en Polonia.

Respecto a otras variables, como la crea-ción de empleo, la incidencia de la inver-sión directa extranjera ha sido menor y menos positiva; pese a ello, las empresas controladas por capitales extranjeros ocupaban el 45% de la fuerza del trabajo en el sector manufacturero de Hungría; el 26%, en Polonia, y el 20%, en la Repú-blica Checa. La mayor propensión a par-ticipar en los flujos comerciales con el exterior de las empresas que cuentan con inversores foráneos ha sido un factor esencial en el desarrollo de las exporta-ciones e importaexporta-ciones y en la integra-ción comercial de estas economías en los mercados comunitarios.

Sin embargo, los beneficios que generan algunas inversiones directas son cuestio-nables y, en ocasiones, inferiores a los costes. Algunas grandes empresas

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nacionales que se han instalado en los PECOs han contribuido a reconstruir mer-cados oligopólicos, han utilizado su gran capacidad de presión para proteger sus mercados y han propiciado más las com-pras a sus proveedores occidentales que las exportaciones, contribuyendo así al aumento del déficit comercial. En el mis-mo sentido, dada la propensión de la in-versión directa extranjera a concentrarse en unos pocos países y a localizarse en las capitales de los mismos, ha podido contribuir de forma notable a aumentar las disparidades regionales y salariales, sin que su influencia en la creación neta de empleos pueda considerarse siempre positiva ni, desde luego, decisiva. Tampoco está claramente establecida la existencia de relaciones directas de causa a efecto entre inversión directa extranjera y crecimiento económico del sector o de la región implicados, alegándose a menu-do como razón la débil inserción en el te-jido industrial local que generalmente propicia la empresa de capital extranjero y su inclinación a mantener relaciones comerciales con la empresa matriz y con los proveedores occidentales.

El análisis de las interrelaciones entre in-versión directa extranjera y crecimiento económico en los PECOs revela vincula-ciones complejas y multidireccionales y situaciones muy diversas en los países que muestran los niveles más altos, tanto en términos absolutos de inversión di-recta extranjera como en inversión direc-ta extranjera por habidirec-tante. En Hungría el crecimiento económico ha recibido un fuerte impulso de la notable presencia de multinacionales extranjeras; en la Re-pública Checa, en cambio, la inversión directa extranjera ha tenido consecuen-cias más positivas en la modernización de la estructura productiva que en el crecimiento global del producto; en Es-lovaquia, con gobiernos renuentes, hasta finales de 1998, a facilitar la participa-ción de inversores foráneos en los pro-cesos de privatización, la inversión di-recta extranjera parece haber desempeñado un importante papel en el impulso tanto del crecimiento como de la modernización tecnológica.

Polonia sólo recibió sustanciales entra-das de inversión directa extranjera cuando su crecimiento económico co-menzó a ser robusto, lo cual no impli-ca, necesariamente, una relación causal inversa a la que parece existir en Hun-gría, pues podría indicar simplemente un cambio en la predisposición de las autoridades favorable a la venta de acti-vos públicos a inversores extranjeros. En Eslovenia, un crecimiento económi-co estable ha sido económi-compatible económi-con una presencia pequeña de inversión directa extranjera.

En el futuro inmediato, y más aún tras la adhesión, lo más probable es que se produzca, como en anteriores amplia-ciones, un nuevo impulso de la inver-sión directa extranjera. Los factores que respaldan esta previsión son numero-sos: ventajas de localización de algunos países y regiones en el eje de alto des-arrollo Londres-Milán, que implican me-nores costes en transportes y seguros, y economías de aglomeración que no pueden ofrecer países más alejados; sa-larios medios en el sector manufacture-ro situados en niveles muy bajos, que apenas representan un 16% de los espa-ñoles y un 11,5% de los de la UE; for-mación de la población, que en algunos países candidatos es similar a la de los más avanzados de la UE.

Unas instituciones económicas y unas po-líticas reguladoras crecientemente homo-géneas con las de la UE y el anclaje for-mal, como socios, en la UE representarán un respaldo que impulsará los movimien-tos de capitales hacia los nuevos socios y, en consecuencia, una competencia cre-ciente para captar esos capitales.

Flujos migratorios

La transformación sistémica ha generado cambios sustanciales en los mercados la-borales de los países candidatos, sin que los puestos de trabajo generados al calor del crecimiento económico compensasen los empleos perdidos durante la fase re-cesiva. Entre las principales transforma-ciones cabe mencionar, por su relevancia, la disminución, en algunos casos de ma-nera drástica, de la población activa, el aumento del desempleo abierto y del em-pleo sumergido y las modificaciones en la estructura sectorial del empleo.

La tasa de actividad (respecto a la pobla-ción en edad de trabajar) no llega actual-mente, en ningún país candidato, al 67,5% de la UE, y sólo en los casos de Rumanía, Lituania, Estonia y República Checa superaba ligeramente el 60% en 1998, mientras las tasas de desempleo do-blaban el 8,2% comunitario en Eslova-quia, Polonia y Bulgaria, y lo superaban ampliamente en los tres países bálticos. La libre circulación de factores producti-vos que propicia el mercado único hace tan inevitables las migraciones de trabaja-dores desde los países candidatos hacia los actuales comunitarios como el movi-miento de los capitales en sentido contra-rio. Si el fenómeno y el sentido de la mi-gración están claros, no lo están tanto su cuantía ni, menos aún, sus consecuencias económicas, sociales y políticas en los países implicados.

Al final de la década de los noventa, un total de 830.000 personas procedentes de los países candidatos residían legalmente en la UE, de las que sólo algo menos de 300.000 trabajaban con contratos en

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gla, cifra que apenas suponía un 5,5% del total de extranjeros que trabajaban en condiciones legales en la UE y un míni-mo 0,2% de la fuerza de trabajo total de la UE. Los trabajadores indocumentados originarios de los países candidatos po-drían alcanzar una cantidad mayor, alre-dedor de 600.000, que serían especial-mente abundantes en las regiones fronterizas, tanto en trabajos temporales como en labores que pueden suponer el paso de las fronteras, pero no exigen el cambio de residencia. Dos países comu-nitarios, Austria y, en cuantía muy supe-rior, Alemania, y dos países candidatos, Polonia y Rumanía, eran el destino y el origen, respectivamente, del 70% de los 830.000 residentes legales procedentes del este.

La limitada apertura ofrecida al movi-miento de personas por los acuerdos europeos posibilitó una reducida emi-gración hacia la UE procedente de los países del este, que apenas representó en la década de los noventa un 15% del total de inmigrantes recibidos por el conjunto de los países comunitarios y que sólo alcanzó cifras significativas en Polonia (435.000 personas) y Rumanía (155.000 personas). De los países bálti-cos, únicamente emigraron hacia la UE un total de 30.500 personas, y de Hun-gría, 77.000; cuantía esta última similar a la que en su conjunto procedía de Eslo-vaquia, Eslovenia y la República Checa. Los estudios y modelos que cuantifican el impacto potencial de las migraciones a la UE adolecen de cierta fragilidad, debido a la gran incertidumbre asociada a las pre-visiones y a las múltiples variables que incidirán significativamente en dicho im-pacto: evolución de las economías y de las diferencias en los niveles de renta y salario, condiciones del mercado de tra-bajo, distancia geográfica y cultural, rela-ciones amigables o conflictivas históricas y actuales con los países vecinos, política comunitaria de inmigración que final-mente se aplique, acuerdos entre la UE y los países candidatos sobre la libre circu-lación de trabajadores y la utilización del margen propio del que dispone cada país

de la UE para desarrollar normas regula-doras específicas (cuadro 8).

La mayor parte de las estimaciones se in-clinan por prever flujos migratorios limi-tados hacia los mercados laborales comu-nitarios y consideran muy probable que el impacto se concentre, como hasta aho-ra, en unos pocos países. Los estudios disponibles apuntan flujos de desigual cuantía, pero en todos los casos limitada, de entre 70.000 trabajadores anuales (200.000 personas, si sumamos a los tra-bajadores sus familias) y 240.000, en con-diciones de liberalización completa de los movimientos migratorios. El potencial mi-gratorio a largo plazo podría llegar a re-presentar un escaso 1% de la población actual de la UE, que sólo alcanzaría nive-les relativamente importantes en Alema-nia y Austria. No pueden menospreciarse, sin embargo, los efectos que una inmigra-ción, relativamente poco importante, puede ocasionar efectivamente en algu-nas regiones y en algunos aspectos rela-cionados con la degradación de los mer-cados laborales.

En todo caso, no conviene olvidar que la libertad de movimientos es una parte esencial de los derechos básicos de las personas y del propio acervo comunitario y que la transformación de las economías del este necesita que mercados exteriores más desarrollados absorban parte de la población trabajadora que no va a encon-trar, en sus propios países y a corto pla-zo, empleos sustitutivos a los que han

desaparecido en la pasada década y a los que aún deben ser destruidos por la in-evitable y pendiente reestructuración de sus entramados productivos.

El libre movimiento de las personas constituye uno de los capítulos funda-mentales, el segundo, en el que se ha di-vidido el acervo comunitario de cara a las negociaciones para la ampliación, y uno de los puntos que ha ocasionado mayores disensos y debates en las nego-ciaciones, incluso antes de que el refor-zamiento de la extrema derecha en algu-nos países comunitarios haya alentado un nuevo tratamiento del fenómeno de la inmigración.

Sectores significativos de la población eu-ropea perciben con temor los posibles efectos negativos que, a corto plazo, ten-dría un incremento de la inmigración so-bre sus empleos y salarios, soso-bre la capa-cidad financiera de sus Estados para sostener las políticas de bienestar social, sobre el debilitamiento del poder nego-ciador de los sindicatos o sobre la insegu-ridad ciudadana. El avance electoral de la extrema derecha xenófoba parece revelar la existencia en los países comunitarios de un bloque social emergente, que ya ha empezado a condicionar el contenido de las negociaciones y de los acuerdos sobre el capítulo del libre movimiento de las personas.

En los países del este, la propuesta co-munitaria de un período transitorio con

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Austria 103.000 1,3 40.547 30.020 17.739 5.107 286 Alemania 554.869 0,7 218.430 161.720 95.560 27.510 1.539 Italia 34.490 0,1 13.577 10.052 5.940 1.710 96 Reíno Unido 39.000 0,1 15.353 11.367 6.717 1.934 108 España 10.539 0,0 4.149 3.072 1.815 523 29 Total UE-15 853.128 335.843 248.649 146.926 42.297 2.366 FUENTE: Eurostat (2001). CUADRO 8

RESIDENTES EN LA UE PROCEDENTES DE LOS PECOs EN 1998 Y PROYECCIONES PARA 2002-2030 Residentes Residentes

de los de los Previsiones 2002-2030,

PECOs-10 PECOs-10 (% de en números absolutos

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