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La producción agraria en el sur de Aragón (1660-1827)

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La investigación sobre la historia económica anterior a la revolución industrial ha quedado prácticamente olvidada en los últimos años debido al predominio, entre los modernistas, de las investigaciones centradas en lo político, social o cultural. Desde la historia económica tampoco se ha abordado este período, pues sus análisis raramente van más allá del siglo XIX. El auge de la historia económica durante los años setenta y ochenta ha finalizado, pero quedan importantes cuestiones por resolver. Esto es espe-cialmente cierto en Aragón, donde en su momento no hubo una gran producción de investigaciones centradas en lo económico. El mundo agrario aragonés, a pesar de su importancia en el pasado, sigue sumido en un ambiente de penumbra, de escaso conoci-miento. Más raros son los trabajos relativos a la producción agraria, a su estructura y evolución a largo plazo1. Cuestiones de capital importancia por cuanto nos indican el

grado de bienestar o de miseria que hubieron de soportar nuestros campesinos, cuya vida estuvo muy marcada por el nivel de las cosechas que lograban arrancar a la tierra. Hablar de la cuantía de las cosechas y de su tendencia no es un juego meramente esta-dístico, es referirse a una cuestión que formó parte de la vida cotidiana de los hombres del pasado. Por ello pretendo abordar el estudio de la producción agraria y su evolución desde mediados del siglo XVII hasta comienzos del siglo XIX en la parte sur de la comu-nidad aragonesa, la más desconocida de todo Aragón. A partir de las series de diezmos

La producción agraria en el sur de Aragón

(1660-1827)

José Manuel Latorre Ciria

José Manuel Latorre Ciria es profesor titular de Historia Moderna. Dirección para correspondencia: Universidad de Zaragoza, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Departamento de Historia Moderna y Contemporánea, Ciudad Escolar s/n, 44003 Teruel. jlatorre@unizar.es

Fecha de recepción del original: Julio de 2006. Versión definitiva: Noviembre de 2006.

1 Los únicos trabajos sobre la evolución de la producción agraria son MORENOALMÁRCEGUI(1984),

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del obispado de Teruel se pretende arrojar luz sobre el final del período de crisis del siglo XVII y la fase de expansión agraria del Setecientos, estableciendo su ritmo, fases y ago-tamiento final, comparando los resultados con lo acaecido en otras partes de España. Asimismo, pretendo aportar nuevos datos al debate sobre el crecimiento agrario en la España moderna, donde el papel de la demanda parece relevante (Carmona y Simpson, 2003). La creciente especialización agropecuaria del territorio estudiado enlaza con lo acontecido en el resto de Aragón (Torras, 1982) y con los procesos de especialización regional señalados por Marcos Martín (2000).

1. EL DIEZMO ECLESIÁSTICO

La fuente sobre la que baso mi investigación es la serie de diezmos del obispado de Teruel, construida a partir de los diezmos totales en especie de setenta y seis locali-dades (Figura 1)2. Se trata de pueblos ubicados a gran altura, a un promedio de 1.161

metros3. La inmensa mayoría son pueblos de realengo, agrupados bajo el marco

institu-cional de la Comunidad de aldeas de Teruel, siendo únicamente once los que dependían de señores eclesiásticos y laicos4. Se trata de una zona poco poblada, con una densidad

que no llega a los 12 habitantes por kilómetro cuadrado en 1786, tras haber experimen-tado un crecimiento notable a lo largo del siglo XVIII5.

Antes de analizar las series estadísticas resultará de utilidad recordar algunas cuestiones relativas al diezmo eclesiástico y su validez como indicador de la evolución de la producción agraria. El diezmo era una tasa pagada por los fieles que servía para sostener a la Iglesia. En los primeros siglos del cristianismo su abono no estaba regula-do por la ley sino que era una práctica voluntaria que obligaba únicamente en concien-cia (Latorre Ciria, 1992: 35 y ss.). A partir del siglo XIII se transforma en un impuesto obligatorio sancionado por las leyes del poder civil y pasará a ser una de las formas esenciales de acumulación de rentas por parte del clero. Este paso de prestación volun-taria a tributo obligatorio pudo darse por la especial vinculación de la Iglesia con el poder feudal dominante, que le garantizó durante toda su vigencia su percepción mediante los oportunos mecanismos de coacción. De hecho, el diezmo estuvo en vigor mientras el feudalismo se sostuvo en pie, para desaparecer con el triunfo de las revoluciones bur-guesas y la extensión del liberalismo.

2 En la Figura 1 –elaborada por Mª. Victoria Lozano– se han situado las localidades que formaban

parte del obispado de Teruel en el momento de su creación (1577), aunque de algunas (Teruel, Concud, Castralvo, Nogueruelas, Cuevas del Rocín, Campos y Olba) no se tienen datos. Tampoco se consideran los diezmos de Libros y Villastar, dado que sus series comienzan en 1738 y 1732 respectivamente. En Cella, Orrios y Villel las series manejadas incluyen diezmos y primicias, pero dado que también la primicia es proporcional a la cosecha, tal hecho no afecta a la calidad de los datos.

3 El pueblo situado a menor altura es Villel (823 m) y el de mayor altura Valdelinares (1.693). De las

localidades consideradas únicamente veinte se sitúan por debajo de los 1.000 m.

4 Alfambra, Orrios, Riodeva y Villel eran de la Orden de S. Juan, mientras Manzanera dependía del

Monasterio de S. Miguel de los Reyes de Valencia. Alcalá de la Selva, Cascante, Escriche, Mora de Rubielos, Valacloche y Valbona eran de señorío laico.

5 La población del partido de Teruel, que incluye algunas localidades ajenas al obispado, alcanza los

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Una vez conseguido, el diezmo fue administrado por la Iglesia, aunque también se producen cesiones o concesiones papales de una parte de su importe a los monar-cas –monar-caso de las tercias reales o del escusado–, a los señores feudales y a las órdenes religiosas. Algunos nobles percibían diezmos, cedidos por la Iglesia junto al patronato de las iglesias de determinadas parroquias, lo cual implicaba la obligación del noble de mantener al clero de las mismas y de dotarlas económicamente (Muñoz Dueñas, 1988: 67-68). Esta presencia del diezmo entre las rentas de algunos señores ha llevado, junto a otras razones, a considerar al diezmo como un tributo feudal más, cuyo origen estaría en el poder civil (Canales, 1982: 16).

FIGURA 1. POBLACIONES DEL OBISPADO DE TERUEL

La masa decimal de cada localidad solía estar repartida entre distintas entidades eclesiásticas, cada una de las cuales se llevaba su correspondiente porcentaje. En el obispado de Teruel el diezmo está también fragmentado entre los distintos grupos del clero, pero, como ocurría en toda España, la mayor parte acaba en las ciudades sede de obispado, donde el numeroso clero residente drena en su propio beneficio un porcentaje

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importante del total diocesano. Según un informe sobre las rentas del obispado de 1753, más del cincuenta por ciento del monto decimal se encaminaba hacia Teruel, donde aprovechaba al numeroso clero allí residente (Latorre Ciria, 1990 y 1991).

Un aspecto relevante de los diezmos es la tasa, el porcentaje que este tributo representa sobre el total de la cosecha del campesino. En el obispado de Teruel se paga un diez por ciento en concepto de diezmo y un dos y medio por ciento en razón de la pri-micia (Latorre Ciria, 1990: 30 y 1992: 55-56), tasas que no sufrieron variación a lo largo del período estudiado. Un caso especial es el del ganado trashumante, del cual se abo-naba la mitad del tributo decimal en tierras turolenses y la otra mitad en las parroquias de los lugares donde pasaban el invierno. Respecto a la tasa, es posible que algunas de las roturaciones de tierras llevadas a cabo hacia el final del período disfrutasen de algu-na tasa menor durante cierto tiempo –como en otros lugares6– para compensar los

gas-tos de puesta en cultivo de las nuevas tierras. Esa podría ser la explicación de que en algunas localidades, a partir de 1818, aparezcan diezmos de «novales», diferenciados del resto de los diezmos de cada localidad7.

El peso conjunto del diezmo y la primicia era una pesada carga tributaria para los campesinos, sin duda la mayor de todas, y procuraron aliviarla en lo posible con diversos subterfugios, pero no se aprecia una resistencia general a su pago, ni que los tributos se recaudasen irregularmente. Ocasionalmente se producen pleitos en torno al pago del diezmo de un determinado producto –normalmente cultivos recientes– o a la tasa que ha de pagarse por algunas producciones en áreas concretas. Estos conflictos suelen ser locales y se acaban resolviendo con acuerdos entre los campesinos y las entidades eclesiásticas interesadas en esos diezmos8.

La recaudación del tributo está bien organizada y queda poco margen para el fraude o el incumplimiento de la norma, entre otras razones porque en todos los pueblos residían eclesiásticos, obviamente interesados en que el diezmo se recaudase íntegra-mente. Las disposiciones sinodales indican que en cada localidad existía un colector a cuyo cargo estaba la obligación de recoger la masa decimal. Este colector era el encar-gado de anotar en un libro el nombre de los que entregaban el diezmo y la cantidad que aportaban de cada una de sus producciones. Este libro debía estar a disposición de las personas o instituciones eclesiásticas interesadas en el diezmo. Una vez recogido se procedía a su medición en presencia de todos los que tenían derecho a una parte del mismo y se anotaba el resultado, que era comunicado al baile del obispado. Éste era un eclesiástico nombrado por el prelado y tenía como función dividir el monto de los diez-mos de los distintos pueblos entre sus beneficiarios; su labor queda plasmada en los libros de la «cuarteación», donde quedan registrados los diezmos íntegros en especie de cada localidad y los repartos del producto diezmal entre sus beneficiarios.

6 En tierras de Huesca, durante el siglo XVI, se establecieron acuerdos para reducir la tasa del

diez-mo temporalmente a la mitad en las tierras recién roturadas (LATORRECIRIA, 1992: 75-76).

7 Aparecen diezmos de novales, siempre a partir de 1818, en El Castellar, Cedrillas, Gudar,

Mosqueruela, Argente, Camañas, Corbalán, Visiedo, Alba y Torrelacárcel.

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Las dudas en cuanto a la eficacia de la percepción del diezmo han surgido res-pecto a su etapa final, sobre todo a partir de los años iniciales del siglo XIX9. Para

eta-pas anteriores los diezmos son razonablemente fiables, con las adecuadas precauciones metodológicas. En el obispado de Teruel no se han hallado testimonios que revelen una resistencia al pago en el período estudiado, aunque durante los años de la guerra de la independencia el desorden debió afectar al diezmo, y es posible que tras ella no se recu-perasen por entero las prácticas antiguas. No obstante, estamos en un territorio interior, relativamente aislado, donde las ideas liberales llegaron tarde y el carlismo arraigó en las zonas rurales.

El uso de los diezmos como indicador de la evolución de la producción agraria fue habitual durante un tiempo y los trabajos se extendieron sobre los problemas metodoló-gicos que las series decimales plantean, por lo que no cabe aquí reiterarlos. Lo funda-mental para que una serie de diezmos tenga validez es que sea una serie uniforme den-tro de un ámbito uniforme. Nuestras series cumplen estos requisitos, pues corresponden siempre a los mismos pueblos, recogen el diezmo total en especie de cada localidad –antes de su reparto entre las distintas entidades eclesiásticas interesadas en él–, la tasa no cambió a lo largo del período estudiado y nada indica que el nivel de fraude en el pago oscilara significativamente a lo largo del período; además, al tratarse de un grupo tan numeroso de localidades, el fraude o disputa legal en torno al tributo que pudiera darse en alguna no tendría incidencia sobre el conjunto de las series, precisa-mente por su volumen. El período que abarcan las series es amplio, comienzan en 1660 –los datos para fechas anteriores son escasos– y finalizan en 1827, con sólo dieciséis años sin datos, lo que permite ver la evolución a largo plazo10. Quedaría la duda sobre la

validez de los datos a partir de los inicios del XIX, especialmente a partir de 1808, pues la guerra de la independencia pudo afectar a la recaudación normal del diezmo. De hecho, existen algunas referencias a la incautación de una parte del producto decimal en algunas localidades por parte de los ejércitos, franceses o españoles, y de la justicia.

El tratamiento estadístico de los datos se ha centrado en los procedimientos más sencillos, siguiendo las pautas habituales. Se han representado gráficamente las series con las cantidades reales, sin elaboraciones previas de los datos primarios que podrían enmascarar los comportamientos cíclicos (Anes y Le Flem, 1965:14). La aproximación a la tendencia secular se realiza a través de las medias móviles, utilizadas profusamente en este tipo de trabajos. Se ha elegido una media móvil de trece años, tiempo que viene a representar un ciclo agrario, según Labrousse11, y que se adapta bien a nuestras

series.

9 ANES(1974: 165), CANALES(1982: 147-156), ARDITLUCAS(1989: 391), LLOPISAGELÁN(1983: 139) y

(2002: 174-175), RODRÍGUEZLÓPEZ-BREA(1995: 286), MUÑOZDUEÑAS(1994), MORENOALMÁRCEGUI

(1984: 486), MATEO DELPERAL(1976: 290-291).

10 Los años para los que no se dispone de datos son 1671, 1699, 1700, 1703, 1724, 1725, 1726,

1727, 1728, 1737, 1750, 1751, 1758, 1813, 1821 y 1822.

11 LABROUSSE(1973: 92). ANES(1974) también utiliza medias móviles de trece años. Cuando nuestra

serie presenta lagunas, la media móvil se calcula promediando los años documentados dentro de cada período de trece.

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2. LA PRODUCCIÓN AGROPECUARIA Y SU EVOLUCIÓN

La producción agraria en las tierras del obispado de Teruel se centra en los ce-reales, de entre los cuales destaca el trigo. Los libros de diezmos distinguen varios tipos de trigo: trigo, trigo común, trigo royo, trigo puro y candeal, aunque no siempre se regis-tran separados unos de otros, por lo cual se ha optado por ofrecer todas estas varieda-des englobadas bajo el mismo título de trigo12. Cuando aparecen definidas las distintas

clases, el puro y el candeal son minoritarios frente al llamado simplemente trigo, que es siempre el dominante. Ocasionalmente se incluyen variedades de trigo denominadas como trigo centenoso, morcacho –mezcla de trigo y centeno– o espeltoso, lo que sugie-re mezcla de simientes.

El trigo, en sus distintas variedades, es el cereal dominante durante todo el perío-do de estudio, alcanzanperío-do un promedio del 73,61% del total de los cereales. Las desvia-ciones con relación al promedio son poco significativas y los porcentajes están casi siempre entre el 70 y el 80% (Gráfico 1). Se aprecia un período inicial (1660-1679) donde la participación media del trigo desciende ligeramente sobre la media y se sitúa en el 72,11%. Algo más pronunciado es el descenso a partir de 1771 y hasta el final del período estudiado, donde la participación del trigo baja hasta el 71%. Probablemente se produjo una cierta sustitución del trigo por otros cereales menos exigentes, como res-puesta al agotamiento de las tierras después de una centuria de explotación cada vez más intensa y a los rendimientos decrecientes de las nuevas roturaciones. Por otra parte, la caída del diezmo del ganado no permite vincular el crecimiento de los cereales inferio-res con la necesidad de pienso para los animales. El trigo alcanza en el sur de Aragón un peso superior en el conjunto de la producción de cereales al que se detecta en otras zonas de Aragón y de España13.

El centeno ocupa el segundo lugar en importancia relativa, pero a una gran dis-tancia del trigo, pues sólo alcanza un porcentaje medio del 11,80%. La participación se mueve casi siempre entre el 10 y el 20% (Gráfico 1), pero se aprecia una ligera menor importancia al principio de la serie, mientras en el período 1771-1827 se sitúa en el 12,63%. El centeno, un cultivo menos exigente desde el punto de vista de los nutrientes de la tierra, sin duda sustituyó en algunas tierras al trigo durante el último tercio del siglo XVIII y primeros años del XIX.

La cebada representa una media del 7,73% de los cereales, pero su producción mantiene una evolución diferenciada de la de trigo y centeno. En el primer período

12 Las medidas de capacidad eran la fanega, el cuartal y la cuartilla (1 fanega = 4 cuartales; 1 cuartal

= 4 cuartillas). Hemos prescindido de los cuartales y las cuartillas porque complican los cálculos sin añadir mayor precisión. Considerar los cuartales y las cuartillas sólo hubiera supuesto que se añadiese alguna fanega más, pero esto no alteraría las series. La fanega de Teruel y Albarracín tenía una capacidad de 21,40 litros.

13 En Huesca el trigo no llega al 50% del total de cereales mientras en Ejea la situación es similar a la

de Teruel (LATORRECIRIA, 1989: 143; MORENOALMÁRCEGUI, 1984: 490). El trigo en Valencia represen-ta un porcenrepresen-taje menor (CASEY, 1983: 56-57), mientras en tierras de Segovia su importancia relati-va desciende desde finales del XVI hasta los últimos años del XVIII (GARCÍASANZ, 1977: 108-109).

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(1660-1679) su participación media es del 9,07%, aunque en descenso desde 1660, para situarse después en una cota media del 6,45%. A partir de 1761 cobra nuevo impul-so su cultivo y alcanza una media del 9,14% de los cereales. La avena participa en el producto total con una media del 6,06%, aunque presenta unas fluctuaciones superiores a las del centeno y la cebada. La cosecha de cereales se completa con la espelta y el mijo, pero su participación en el monto total es insignificante. Si se contempla la evolu-ción del conjunto de los cereales inferiores, todos menos el trigo, se observa que su evo-lución es opuesta a la de éste, es decir que estos cereales entran en rotación con el trigo y adquieren un mayor protagonismo en las décadas finales del período estudiado, aun-que su ascenso es poco significativo. Junto a los cereales aparecen ocasionalmente pro-ductos como el panizo14, pero no se contempla por ser un producto minoritario, sin

ape-nas incidencia.

GRÁFICO 1. RELACIÓN ENTRE CADA CEREAL Y EL TOTAL DE LOS MISMOS,

1660-1827

El vino sólo aparece en pueblos y años muy concretos, pero no hay continuidad ni cantidades significativas, lo cual es coherente con un territorio poco apto para su cul-tivo debido a su altitud media y al frío. El olivo, por idénticas razones, tampoco aparece como cultivo de la zona, aunque pudiera darse residualmente en el fondo de algún valle. Además, ocasionalmente aparecen garbanzos, guijas, judías, cebollas, cáñamo, estopa, seda y alfalfa. Junto a estas producciones se ha de mencionar la ganadería, la actividad

14 Grano de una planta gramínea originaria de Oriente. Se habla de blanco y negro; a veces también

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dominante en muchos de los pueblos aquí estudiados. Una ganadería mayoritariamente ovina y que practicaba masivamente la trashumancia hacia el Levante español, favoreci-da, entre otras razones, por la privilegiada posición de acceso a los pastos levantinos de que gozaba desde la Edad Media (Castán Esteban, 2002: 176-181).

2.1. Evolución de la producción de cereales

La curva del diezmo total de los cereales (Gráfico 2) presenta los rasgos propios de la época, es decir, una fuerte oscilación de las cosechas en el corto plazo. La irregu-laridad de las cosechas es una característica de las agriculturas del Antiguo Régimen. La existencia cotidiana del labriego está condicionada por el corto plazo, el cual le da la conciencia de su empobrecimiento y es el socialmente más discriminador (Vilar, 1964: 94), pues el campesino acomodado puede resistir mejor las variaciones interanuales. Estas circunstancias podían darse incluso en períodos considerados buenos. Las fuertes oscilaciones de las cosechas pueden verse en 1729, con un diezmo de 38.462 fanegas, y en 1731, cuyo diezmo asciende a 92.820 fanegas. Esta es la realidad que vive el cam-pesino, el cual no se alimenta de medias (Vilar, 1974: 42). La tendencia secular es la expresión de las expectativas de buenas o malas cosechas calculada retrospectivamen-te (Anes y Le Flem, 1965: 15).

Las oscilaciones en el corto plazo frecuentemente son debidas a factores climáti-cos y a las plagas, entre las que juegan un papel importante la langosta y el garapatilo15.

Sea como fuere, las cosechas insuficientes se sucedían con relativa frecuencia, de manera que en todas las décadas hay uno o dos años de malas cosechas. Destacan como peores las de 1660, 1661, 1663, 1664, 1668, 168016, 1682, 1683, 1729 (la peor de

todas), 1803, 1811, 1812 y 1824. Entre los años de mejores cosechas están los de 1690, 1731, 1738, 1754 (la mejor de todo el período), 1759, 1760, 1779, 1781, 1786, 1787, 1790 y 1809. Algunas de estas malas cosechas son comunes a otras zonas de Aragón y a otros territorios de la monarquía hispana17. Una buena parte de los malos años

segura-mente guardan relación con la desfavorable metereología o con las plagas, pero otros

15 Garapatilo: voz aragonesa con la que se conoce a un insecto que ataca a los trigos.

16 En 1680 se realizaron rogativas para pedir la lluvia en mayo y septiembre (POLORUBIO, 2005:

270-271).

17 Las malas cosechas de 1660, 1661, 1663, 1664 y 1729 se dan también en la Comunidad de

Daroca; en Huesca los años ochenta del siglo XVII fueron malos, igual que en Barbastro y en otras partes de Aragón: DIARTELORENTE(1993: 154-155), LATORRECIRIA(1989: 127), SALASAUSENS

(1981: 184), COLÁS YSALAS(1977: 54). Los comienzos del XIX, 1803, 1811, 1812 y 1824, presentan bajas cosechas en Huesca y Ejea (MORENOALMÁRCEGUI, 1984: 498). En 1661 y 1668 hay también deficientes cosechas en Murcia y en 1668 en Málaga (LEMEUNIER, 1982: 404; BENÍTEZSÁNCHEZ -BLANCO, 1982: 306). Las pobres cosechas de los años ochenta del Seiscientos se aprecian en Valencia, Castilla, Mallorca, Cataluña, Andalucía o Galicia: CASEY(1983: 75), DOMÍNGUEZORTÍZ

(1973), LÓPEZ-SALAZAR(1986: 119-146), LÓPEZ-SALAZAR YMARTÍNGALÁN(1981: 39-53), RUBIOPÉREZ

(1986: 46-48), VIDAL(1978: 89), SERRA(1978: 138-145) y (1988: 205-244), PONSOT(1972: 309), EIRAS(1975: 74), PÉREZGARCÍA(1979: 188 y ss.). En el conjunto de España GONZÁLEZENCISO

(1999: 223) considera como malas cosechas las de 1723, 1734-35, 1737-38, 1752-54, 1765, 1770, 1784, 1789, 1798, 1804, 1809 y 1812, algunas de las cuales coinciden con las del obispado de Teruel.

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pueden achacarse a las guerras que afectaron al territorio objeto de estudio, concreta-mente la guerra de sucesión (1701-1714) y la guerra de la independencia (1808-1814), la cual tuvo una incidencia mayor sobre la producción agropecuaria que la primera.

Centrando el análisis en la tendencia de larga duración, se observa que la pro-ducción total de cereales creció desde el inicio del período hasta alcanzar su techo en 1794, con un incremento total del 43%. A partir de allí se inicia un descenso que llega al 15% en 1804, fecha a partir de la cual baja todavía algo y parece estabilizarse. Observando la curva de tendencia se aprecian varias fases intermedias, que revelan un crecimiento en forma de peldaños que requieren de un rellano intermedio para seguir subiendo. Al principio parece existir un crecimiento que se frena en 1676 y permanece estable hasta 1690, donde inicia un nuevo ascenso hasta 1700. Sigue un período de relativa estabilidad, donde se acusan las caídas de los años de la guerra de sucesión, hasta 1722. Entre esta fecha y 1756 se puede hablar también de estabilidad, aunque se producen ligeras fluctuaciones al alza, para retornar al punto de 1722 en 1756. Los años siguientes, hasta 1762, suponen un nuevo impulso hacia arriba, donde se alcanza prác-ticamente el techo de todo el siglo. La estabilidad, con un ligero valle intermedio, preside el período 1762-1794. A partir de esta última fecha se produce un rápido descenso hasta 1804, que prosigue en los años siguientes de manera más suave para estabilizarse hacia el final del período.

GRÁFICO 2. DIEZMO DE LOS CEREALES, 1660-1827 (EN FANEGAS)

El cereal dominante es el trigo y, por tanto, su evolución (Gráfico 3) marca la del total de cereales, sin que puedan apreciarse diferencias significativas entre la tendencia de éste y la del conjunto de la producción cerealera, aunque sí matices diferenciales. La subida en la producción de trigo alcanza su techo en 1762 y es mayor que la del conjunto de los

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cereales; el trigo, desde 1672 hasta 1762 crece en torno al 51%, mientras el conjunto de los cereales lo hace en un 43%. El punto máximo de subida se alcanza antes y descien-de más hasta alcanzar una caída descien-del 32% en 1822, con respecto al máximo alcanzado en 1762. La explicación radica en la mayor importancia relativa de los cereales inferiores al inicio y al final del período estudiado, los cuales suplieron parcialmente la menor pro-ducción de trigo.

GRÁFICO 3. DIEZMO DEL TRIGO, 1660-1827 (EN FANEGAS)

El centeno (Gráfico 4) muestra una fuerte subida del 57% desde 1672 hasta 1727, con alguna caída intermedia en los años de la Guerra de Sucesión. Posterior-mente emprende un descenso, salpicado de repuntes intermedios, que le lleva hasta 1775, fecha en la que ha caído en torno al 23% su producción. De ahí a 1794 se produ-ce un nuevo impulso alcista que recupera lo perdido e incluso sube algo más hasta alcanzar el máximo secular en esa fecha. A partir de ese máximo se inicia un nuevo des-censo que llega a 1804, donde inicia una tendencia errática que le lleva de nuevo casi a máximos en 1827.

La cebada (Gráfico 5) presenta una sinuosa evolución que comienza con un des-censo del 20% hasta 1710, permaneciendo estable en los siguientes años para empren-der un ascenso del 37% entre 1722 y 1734. Un nuevo descenso lleva la curva a una caída del 26% hasta 1756, fecha de comienzo de un fuerte remonte del 63% hasta la cima de 1780. A partir de allí todavía se aprecia un período de estabilidad, con final en 1802, un descenso hasta 1814 y un nuevo ascenso que supone la recuperación del máximo alcanzado en 1780. La cebada y el centeno contribuyen a paliar la caída de la producción de cereales inducida por el descenso del trigo.

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GRÁFICO 4. DIEZMO DEL CENTENO, 1660-1827 (EN FANEGAS)

GRÁFICO 5. DIEZMO DE LA CEBADA

, 1660-1827 (EN FANEGAS)

La avena (Gráfico 6) representa un porcentaje bajo de la producción total de cere-ales y presenta una evolución alcista hasta 1678. A partir de allí el diezmo oscila en torno a las 4.000 fanegas, con un valle que tiene su fondo en 1692 y su punto más alto en 1726, desde donde inicia un pronunciado descenso hasta 1752. Durante los siguien-tes treinta años el cultivo de la avena crece un cien por cien, hasta alcanzar el máximo

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en 1784, hecho que ayuda a contener la caída global de los cereales por el efecto de la leve caída del trigo. De ahí hasta el final del período desciende de manera paulatina hasta completar una caída del 33% en 1827.

GRÁFICO 6. DIEZMO DE LA AVENA, 1660-1827 (EN FANEGAS)

Finalmente, la espelta y el mijo, irrelevantes en el conjunto de los cereales, pre-sentan una tendencia claramente descendente a lo largo del período estudiado, llegan-do incluso a desaparecer prácticamente el mijo a partir de 1750.

2.2. Evolución de la ganadería

La ganadería ovina tenía una gran importancia en las tierras del obispado de Teruel desde la Edad Media, predominando la que realizaba anualmente la trashuman-cia hatrashuman-cia tierras levantinas18. Las series de diezmos no separan los corderos

proceden-tes del diezmo de los trashumanproceden-tes –abonan medio diezmo en Teruel y medio en los lugares de invernada– del proveniente de los ganados estantes –pagan todo el diezmo en la diócesis de Teruel–, sino que se da todo en conjunto, aunque las fluctuaciones de la curva del diezmo del ganado estarían determinadas por el movimiento de los trashu-mantes, sin duda mayoritarios. En definitiva, la serie de los corderos está reflejando el importe del medio diezmo abonado en Teruel por los ganados que trashumaban más el diezmo entero de los ganados que permanecían todo el año en tierras del obispado. Los picos de la serie pudieron estar motivados por las enfermedades del ganado, las

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sequías, heladas o por dificultades que no podemos determinar para la llegada de los trashumantes19.

GRÁFICO 7. DIEZMO DE LOS CORDEROS, 1660-1827

La curva de tendencia del diezmo de los corderos (Gráfico 7) muestra una direc-ción bastante estable a lo largo del período, salvo en los años finales. Habría unos años iniciales de cierta estabilidad seguidos de un pequeño valle que comienza en 1694, toca fondo entre 1700 y 1706 –probablemente influyó en esta caída la guerra de sucesión, además de la sequía y las heladas20–, para remontar seguidamente hasta 1744, con una

subida en torno al 30%. A partir de allí la curva presenta ligeras ondulaciones dentro de la estabilidad hasta que de 1800 en adelante inicia un descenso relativamente acusado en el que se pierde toda la subida de la primera mitad del siglo, hasta 1823, el peor año de la serie junto a 1699 y 1700. La guerra de la independencia influyó en la caída de

19 En Castilla hubo mortandades extraordinarias de ganado en los inviernos de 1750 a 1751 y de

1752 a 1753 (PÉREZROMERO, 2005: 19). La curva del diezmo de los corderos de Teruel también presenta una inflexión durante esos períodos, aunque se desconoce la razón.

20 En el valle del Ebro hubo una fuerte sequía en 1694 y fuertes heladas en el invierno de 1694-95

que causaron una fuerte mortalidad, sobre todo en las crías: Archivo Municipal de Zaragoza, serie Facticia, Caja 7.905, sign. 148-1. Este hecho mueve a la Diputación del Reino, en mayo de 1695, a decretar la prohibición de exportar ganado durante cinco años (noticias facilitadas por J. A. Mateos Royo, al que agradezco su generosidad).

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comienzos del siglo XIX. No obstante, estamos hablando de oscilaciones pequeñas, pues la curva de tendencia se sitúa durante casi todo el período entre los 8.000 y los 10.000 corderos, es decir que entre los máximos y los mínimos hay una fluctuación de en torno al 25%. Esta evolución se asemeja a la castellana hasta mediados de la centu-ria, pero durante la segunda mitad se aleja de ella, pues en Castilla se observa un estan-camiento o disminución de la cabaña ganadera en el último tercio del XVIII21. Respecto

a la zona valenciana, próxima a la provincia de Teruel, cabe resaltar que la ganadería tenía un escaso peso en el conjunto de la producción agraria (Casey, 1983:72-73; Marcos Martín, 2000: 488-489).

Conviene resaltar la estabilidad que muestra a lo largo del período la relación entre el total del diezmo de los cereales y el número de corderos diezmados (Gráfico 8), relación que muestra una tendencia lineal casi plana, con una ligera alza al final del perí-odo –más acusada a partir de 1800 como consecuencia del descenso de los ganados–, pero siempre muy cerca de la media, que se sitúa en 7,87 fanegas por cordero. Esto revela que el equilibrio entre las actividades agrícolas y las ganaderas se mantuvo esta-ble durante siglo y medio, sin que en ningún momento se rompiera significativamente en beneficio de la agricultura o de la ganadería. Esto pudo ser posible por la baja densidad demográfica –a pesar del crecimiento del XVIII– y por la fuerza social de los ganaderos que lograrían mantener el peso de la ganadería frente al avance de las roturaciones.

GRÁFICO 8. RELACIÓN CEREALES/CORDEROS, 1660-1827

21 FLORISTÁN(2004: 682), GONZÁLEZENCISO(1999: 235 y 238), MARCOSMARTÍN(1989: 154) y (2000:

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3. EL CRECIMIENTO AGRARIO (1660-1827)

La crisis del siglo XVII en tierras de Teruel finalizó antes de 1660, pues desde esa fecha la producción global de cereales aumentó de manera constante. La curva de los corderos, además, parte ya de unos niveles altos, reveladores de que si hubo alguna cri-sis ganadera en el siglo XVII, ésta ya estaba superada en 1660. Esto significa que la crisis, cuya profundidad y cronología desconocemos, se superó antes que en Huesca, según los escasos datos disponibles para esa parte de Aragón22. El modelo turolense

parece asemejarse, en cuanto al momento de la recuperación tras la crisis, a lo aconteci-do en el área mediterránea, aconteci-donde se aprecian signos de progreso en la segunda mitad del Seiscientos. Esto tampoco debe extrañar, pues las relaciones económicas del área de estudio se establecen con Valencia, centro de referencia para la economía turolense. En el centro peninsular la recuperación de la producción agraria, salvo casos aislados, parece ir más lenta. La excepción se encuentra en el norte –zona cantábrica y Galicia–, donde se da un magnífico comportamiento de la agricultura a lo largo del siglo XVII23.

La recuperación que sigue al período de crisis del siglo XVII se ha explicado aten-diendo a reajustes de corte maltusiano, los cuales, sin embargo, han sido puestos en cuestión (Marcos Martín, 2000: 509-510). A la hora de explicar las causas del crecimiento a largo plazo de la agricultura española, cobran nueva fuerza los planteamientos que en su día realizó Boserup, recuperados por Carmona y Simpson, y que se alejan del modelo maltusiano, donde el crecimiento de la población está subordinado a la producción de ali-mentos. Para Boserup, sin embargo, el crecimiento de la población es la «variable inde-pendiente de mayor peso en la determinación del desarrollo de la agricultura» (1967: 18-22). Carmona y Simpson consideran el crecimiento demográfico como el principal factor que determina el crecimiento agrario, pero también consideran el papel de la demanda urbana y del comercio internacional (2003: 20-22). En definitiva, adquiere importancia el conjunto de la demanda como elemento estimulador del crecimiento agrario.

Este modelo puede explicar la importancia de la cabaña ganadera turolense, la cual sólo pudo mantenerse a un nivel alto merced a la demanda sostenida de lana y carne, pues es evidente que no se trata de una ganadería de subsistencia, para la mera satisfacción de las necesidades campesinas. Detrás de las amplias cabañas ganaderas trashumantes24está la demanda de lana por parte de la industria local, que alcanzó cier-22 La recuperación en tierras de Huesca parece verificarse en torno a los años setenta y ochenta:

MORENOALMÁRCEGUI(1984: 490-491) y LATORRECIRIA(1989: 153). En tierras de la Comunidad de Daroca las cosechas muestran signos de recuperación en el último tercio del XVII: DIARTELORENTE

(1993: 151-152).

23 FLORISTÁN(2004: 392-393), GONZÁLEZENCISO(1999: 98-99), MARCOSMARTÍN(2000: 476-478,

483-487), CASEY(1983: 68), ANES(1974: 428-438), GUTIÉRREZALONSO(1989: 201-202). En el arzobis-pado de Toledo se da el caso excepcional del arciprestazgo de Buitrago, en el cual la tendencia durante la segunda mitad del siglo XVII fue alcista (LÓPEZ-SALAZAR YMARTÍNGALÁN, 1981: 49-53).

24 Los datos del diezmo difieren de los de CASTÁN(2002: 359-361) sobre el volumen de ganados

tras-humantes hacia Valencia, que descienden en la segunda mitad del siglo XVII. Sin embargo, este autor indica las limitaciones de sus fuentes que, a la luz de la evolución del diezmo, quedan confir-madas. El volumen de ganados trashumantes lo calcula tomando como base las declaraciones de los propios ganaderos, los cuales a veces tenían incluso que desplazarse a determinadas localida-des para manifestar sus ganados. Además, estas declaraciones carecían de consecuencias, pues los ganados turolenses estaban exentos de pagar al entrar en Valencia, razón por la cual ninguna autoridad tenía gran interés en controlar este flujo de ganados.

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to grado de desarrollo, aunque a fines del XVII parece estar en crisis (Tomás Laguía, 1965: 29; Colás Latorre, 1974: 122-123). Más determinante es la demanda de los merca-dos valencianos e italianos, esenciales desde la Edad Media25, así como la demanda de

carne en los mercados levantinos y locales, merced al crecimiento sostenido de la pobla-ción durante el Setecientos. Estos fenómenos precisan de una investigapobla-ción a fondo, pero no parece descabellado pensar que el motor de la ganadería turolense está en la demanda de esos mercados. Particularmente la demanda del reino de Valencia, territo-rio con el cual los naturales del sur de Aragón comerciaban habitualmente. Estas activas relaciones comerciales propiciaban que la moneda valenciana circulara de forma habi-tual en el sur de la provincia de Teruel, hasta el punto de que la Comunidad de Teruel, en las Cortes de 1677, solicita al rey que les permita pagar los tributos en moneda valencia-na porque es la habitual en la tierra, dada la proximidad con Valencia y al hecho de que el comercio se realiza todo con ese Reino26.

Desde Teruel se exportaba trigo, harina, cebada y paños, recibiendo a cambio vino, arroz o judías27. A lo largo del siglo XVIII también viajó hacia Valencia y los

arsena-les de Cartagena una parte de la madera de los bosques turolenses28. La relación

conti-nuó durante todo el Setecientos y así lo confirma un informe del ayuntamiento de Teruel, fechado en 1777, el cual recuerda las estrechas relaciones comerciales de la ciudad con Valencia (Tomás Laguía, 1965: 18). La zona de Teruel reafirmó, y posiblemente amplió, su condición de territorio especializado en la ganadería a lo largo del siglo XVII, mante-niéndola en la centuria siguiente. La especialización ganadera pudo mantenerse merced a la demanda procedente de Valencia, donde la ganadería era relativamente escasa (Casey, 1993: 72-73). Valencia es pues el centro en torno al cual gira una parte importan-te de la economía del sur de Aragón. Queda así clara la caracimportan-terización de esimportan-te importan- territo-rio como de especialización agropecuaria dependiente de la demanda externa. Esto no es exclusivo del sur aragonés, pues ya Torras señaló tal circunstancia para el conjunto de Aragón en el siglo XVIII, mientras Marcos Martín muestra la progresiva especializa-ción agraria de las distintas regiones españolas29.

Respecto a la producción de cereales, se observa un crecimiento desde al menos 1660, el cual pudo verse favorecido por varios factores. El bajo nivel poblacional del que probablemente se parte en la segunda mitad del XVII permitiría concentrar la producción en las mejores tierras, obteniendo así unas favorables cosechas. Otros factores relevan-tes son el crecimiento demográfico interno y la demanda externa. Los datos demográfi-cos del XVII son prácticamente inexistentes, pero parece que el crecimiento de la pobla-ción en el corregimiento de Teruel fue superior al del resto de Aragón (Salas, 1991: 176). Este crecimiento pudo estar favorecido por la existencia de una industria textil disemina-da por los pueblos que disemina-daba trabajo a un buen número de artesanos o de labradores que

25 Sobre la exportación de lana turolense a Italia durante la Baja Edad Media, MELIS(1974). 26 Archivo de la Corona de Aragón, Consejo de Aragón, Leg. 1.369, 16/2.

27 PEIRÓ(2000: 145). Las tabernas de la ciudad de Teruel en el siglo XVI se aprovisionaban de vino

del Reino de Valencia: Archivo Histórico Provincial de Teruel, Libros de Administración de las taber-nas de la ciudad, Caja 18, Docs. 1, 2, 3, 4 y 5, Caja 19, Doc. 1.

28 Archivo Histórico Nacional (AHN), Consejos, Leg. 37.140, 37.117, 22.477, 6.841, 6.864 y 6.859. 29 TORRAS(1982: 29-30), MARCOSMARTÍN(2000: 584 y ss.).

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empleaban el tiempo que la agricultura les dejaba disponible (Peiró, 2000: 67, 106-107 y 223-227). Esto generó un aumento de la demanda de los productos alimenticios, tanto de cereales como de carne. Junto a esta demanda endógena, sin duda existió una exó-gena protagonizada por el mercado valenciano, ya mostrada; el papel de la demanda valenciana sin duda debió ser muy relevante en el proceso de crecimiento agrario del sur de Aragón.

La producción de cereales creció a lo largo del XVIII de forma extensiva, aplican-do más trabajo y roturanaplican-do zonas incultas o de bosque, como ponen de manifiesto dis-tintos testimonios de la época30. La roturación de nuevas tierras también se documenta

en Sánchez Salazar (1988: 61-67, 89 y 192-193)31, Peiró (2000: 88-90) y Fernández

Clemente (1986), además de en los pleitos que sobre roturaciones y reparto de tierras se plantean en varios pueblos del área estudiada32. El crecimiento extensivo de la

pro-ducción agraria es general en la España del siglo XVIII33. Sin embargo, en la España

interior este crecimiento se limita a alcanzar los niveles de las cosechas de los mejores momentos del siglo XVI (Marcos Martín, 2000: 512). Algunas zonas de España, sin embargo, conocieron también un crecimiento agrario no solamente extensivo sino apo-yado en elementos intensivos, que suponen el desarrollo de una agricultura comercial, como es el caso de Valencia o Murcia34.

El agotamiento del ciclo de crecimiento agrario a finales del siglo XVIII es un hecho general a la España del momento. El modelo de crecimiento extensivo, basado en la puesta en cultivo de nuevas tierras, habría llegado a su fin, víctima de los rendimien-tos decrecientes de las nuevas tierras. En el territorio estudiado, el declive productivo a partir de 1794 tendría algo que ver con el reflujo de la población que pudo ocasionar la crisis de la industria textil lanera, que se hunde definitivamente con la guerra de la inde-pendencia. Es verdad que algunas de las tierras roturadas, ganadas al bosque, pudieron bajar pronto sus rendimientos, como indican autores contemporáneos como Asso o Antillón. Sus testimonios, no obstante, cabe ponerlos en cuarentena, pues están carga-dos de apriorismos ideológicos, pues ambos son defensores de los bosques y tienden a

30 ASSO(1983: 105 y 108) denuncia los daños provocados por la Pragmática de 1773 sobre

rompi-mientos de baldíos en la zona de la bailía de Cantavieja y en la sierra de Albarracín. Estos novales hubieron de ser abandonados muy pronto, según Asso, por bajo rendimiento, dejando tras de sí la destrucción de los bosques. ANTILLÓN(2006: 105-121) escribe sobre un territorio cercano al aquí estudiado, la sierra de Albarracín, y describe también la destrucción del bosque y la extensión de las roturaciones a partir de mediados del siglo XVIII.

31 Sánchez Salazar se centra en Castilla, pero aporta datos sobre la extensión roturada en Aragón y

menciona las roturaciones ilegales de La Cañada de Benatanduz. También han llamado la atención sobre las roturaciones de la segunda mitad del siglo XVIII ANES(1974: 166) y GONZÁLEZENCISO

(1999: 236).

32 Hay pleitos en torno a roturaciones y reparto de tierras en Villarquemado, Santa Eulalia,

Manzanera, Cantavieja, Cella, El Pobo, Villel, Fuentes Calientes, Nogueruelas, Gúdar, Camarillas y Alobras: AHN, Consejos, legs. 22.388, 23.613, 22.375, 22.307, 22.510, 22.512, 22.592, 22.621, 22.739, 22.745, 22.861, 22.865, 22.900, 22.994 y 23.536.

33 ANES(1974: 155-163 y 428-438), MARCOSMARTÍN(1989: 143-146), SEBASTIÁNAMARILLA(2004: 152),

LLOPIS(2002a: 130-132), FLORISTÁN(2004: 680-681), GONZÁLEZENCISO(1999: 229-231), PÉREZ

SARRIÓN(1989: 243-245), RODRÍGUEZGALDO(1989: 73).

34 MARCOSMARTÍN(2000: 599), RUIZTORRES(1989: 111-116), PERISALBENTOSA(1995: 489-494 y

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considerar que de su tala devienen infinidad de males. Asso, por ejemplo, vincula la ruina de la industria lanera de la bailía de Cantavieja al hecho de que las gentes han abando-nado su trabajo para dedicarse al cultivo de las nuevas tierras roturadas como conse-cuencia de la Pragmática de 1773 sobre rompimiento de baldíos, lo cual es inexacto. No obstante, la caída de la producción de trigo a partir de 1771 y el repunte de los demás cereales puede estar indicando un agotamiento de las tierras y la necesidad de introdu-cir rotaciones entre el trigo y el resto de los cereales. Asimismo, las series de diezmos pueden haber perdido algo de precisión hacia el final del período. Pero pensar que otras producciones, no recogidas en los diezmos, puedan haber tomado el relevo de los ce-reales, como en otras regiones35, resulta inverosímil en este caso por las condiciones

geofísicas y climáticas de la zona.

Recientemente Llopis ha afirmado que la economía española llega a su techo productivo en torno a 1790, nivel difícil de superar sin acometer reformas institucionales. El freno a las roturaciones, una de las causas del parón productivo, no era de tipo medioambiental sino social. Las roturaciones estaban sometidas a una minuciosa regu-lación y «la extensión de cultivos estuvo muy condicionada por los intereses de los gru-pos e instituciones que controlaban la reserva de tierras susceptible de ser labrada con un mínimo de provecho»; las tierras potencialmente roturables estaban, en buena parte de España, en manos de los municipios, a su vez controlados por las oligarquías locales o los señores (Llopis, 2002a: 128-129). Tras la Guerra de la Independencia, una vez rotos esos frenos sociales, la superficie cultivada creció considerablemente (Llopis, 2003: 178-179 y 2002b: 174-175). En definitiva, la ampliación del área cultivada habría sido inferior a la posible durante el siglo XVIII merced a la oposición «de los grupos sociales e instituciones que controlaban el grueso de la reserva de tierras susceptibles de roturarse» (Sebastián Amarilla, 2004: 152-154).

A la cabeza de los interesados en frenar las roturaciones se hallaban los ganade-ros, sobre todo los grandes ganaderos trashumantes. En el sur de Aragón la ganadería trashumante tiene un peso decisivo y sus intereses estaban bien protegidos por las insti-tuciones políticas, tanto los concejos como la Comunidad de Teruel, que agrupaba un amplio número de localidades y velaba por el uso común de los pastos. Esta institución, como muestran sus ordenanzas, prohibía romper tierras de las pertenecientes al común de la misma sin su correspondiente permiso36. De hecho, hacia finales de la centuria se

detectan diversos pleitos entre vecinos de los pueblos y la Comunidad de Teruel por el rompimiento de tierras37. En la vecina Comunidad de Albarracín, donde los intereses

ganaderos eran predominantes, también se constata la oposición de la institución comu-nitaria al rompimiento de tierras38. En definitiva, creemos muy posible que uno de los

fre-nos fundamentales al crecimiento de la producción agraria, a finales del siglo XVIII, viniera de las dificultades existentes para la ampliación del área de cultivo, dada la

35 RUIZTORRES(1989:106-113), ARDIT(1989: 392), MARCOSMARTÍN(2000: 600).

36 Ordinaciones de la Comunidad de Teruel y villa de Mosqueruela hechas… en el año 1684,

Zaragoza, Pascual Bueno, 1685: «De la pena de los que artigarán, escaliarán y cerrarán en los montes, boalares o pardinas de la Comunidad». Las de 1725 disponen lo mismo.

37 AHN, Consejos, Leg. 22.150, 22.592, 22.745, 22.865, 22.900 y 22.994. 38 AHN, Consejos, Leg. 22.773 y 22.857 y MARTÍNEZGONZÁLEZ(2003: 317-326).

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defensa que de los pastos y los bosques realizaba la Comunidad de Teruel, en este punto defensora de los intereses de los ganaderos trashumantes.

4. CONCLUSIONES

En las páginas precedentes se han observado las producciones agrarias caracte-rísticas y su evolución en el sur de Aragón desde los años sesenta del XVII hasta comienzos del XIX, utilizando como fuente los diezmos del obispado de Teruel. La pro-ducción agraria crece desde los inicios del período hasta los años finales del Setecientos, con diversos altibajos muy propios de las agriculturas preindustriales. La recuperación de la crisis del siglo XVII se produce en fechas similares a las del área mediterránea y la expansión del XVIII sigue los modelos extensivos de la mayor parte del país. El territorio se halla muy vinculado a Valencia, de donde procede la demanda que estimula la producción ganadera y, en parte, la de cereales, entre los cuales predomina el trigo. La parte sur de Aragón, en una España donde avanza la especialización agraria regional, se reafirma como un área de dedicación ganadera fuertemente vinculada al dinamismo del litoral valenciano. El agotamiento de la tierra y los obstáculos para conti-nuar con el proceso de roturación de nuevas tierras, dado su control por parte de los ayuntamientos y de la Comunidad de Teruel, que defienden los intereses de los ganade-ros trashumantes, contribuyeron a frenar el proceso de crecimiento agrario. Después la Guerra de la Independencia acabó por quebrar la fase expansiva que había vivido la pro-ducción agropecuaria durante la centuria ilustrada.

AGRADECIMIENTOS

El presente trabajo forma parte de las investigaciones desarrolladas por el grupo consolidado de investigación «Blancas», financiado por el Gobierno de Aragón. Agradezco a D. Pedro Hernández, archivero diocesano de Teruel, las facilidades dadas para la con-sulta de los libros de cuarteación del obispado; sin su colaboración este estudio no hubie-ra sido posible. Una primehubie-ra versión de esta investigación se presentó en el seminario de Historia Moderna de la Universidad de Zaragoza, donde las sugerencias de los profesores Guillermo Pérez, Gregorio Colás, Eloy Fernández y José Antonio Mateos resultaron de especial utilidad. Finalmente, agradezco las sugerencias de los tres evaluadores anóni-mos de la Revista, las cuales han ayudado a corregir defectos del texto inicial.

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APÉNDICES

Los apéndices incluyen las cantidades recaudadas en especie en concepto de diezmo de los corderos y los cereales en el obispado de Teruel. Se dispone de datos desde comienzos del siglo XVII, pero sólo existe continuidad a partir de 1660. Las cifras de los apéndices son la suma del diezmo total –antes de dividirse entre los distintos beneficiarios del mismo– de setenta y seis localidades.

El diezmo de los corderos incluye el de los ganados estantes y el de los trashu-mantes, sin duda la mayoría. Los primeros abonan la totalidad del diezmo (10% de los corderos) en Teruel, mientras los segundos tributan la mitad del diezmo en Teruel (5% de los corderos) y la otra mitad en las parroquias donde invernan. Estos porcentajes deben ser tenidos en cuenta a la hora de valorar los datos de la Tabla 1. La Tabla 2 incluye el diezmo total de los cereales, separando el trigo de los demás cereales, que son el cente-no, la cebada, la avena y, con una presencia simbólica, el mijo y la espelta.

(26)

TABLA 1. DIEZMO DE CORDEROS DEL OBISPADO DE TERUEL

Años Corderos Años Corderos Años Corderos Años Corderos

1610 2.695 1697 8.067 1740 9.453 1783 9.626 1616 9.432 1698 7.817 1741 9.894 1784 10.447 1645 8.295 1699 1742 11.280 1785 9.640 1649 6.426 1700 1743 10.813 1786 8.333 1650 10.532 1701 9.115 1744 9.755 1787 10.862 1651 7.191 1702 13.244 1745 9.811 1788 12.843 1660 6.104 1703 1746 10.681 1789 8.718 1661 12.557 1704 10.903 1747 9.267 1790 10.790 1662 9.594 1705 7.831 1748 11.026 1791 10.931 1663 8.685 1706 6.171 1749 7.335 1792 11.067 1664 5.017 1707 11.344 1750 1793 10.734 1665 6.800 1708 8.102 1751 1794 11.085 1666 10.533 1709 9.001 1752 5.084 1795 5.984 1667 6.992 1710 11.144 1753 9.264 1796 12.348 1668 9.578 1711 9.076 1754 11.637 1797 10.697 1669 10.807 1712 9.982 1755 6.738 1798 7.302 1670 10.125 1713 7.971 1756 11.959 1799 11.477 1671 1714 8.901 1757 9.158 1800 11.325 1672 7.760 1715 9.209 1758 1801 9.153 1673 10.532 1716 7.960 1759 11.664 1802 6.468 1674 8.945 1717 7.848 1760 11.519 1803 8.411 1675 8.657 1718 10.713 1761 6.734 1804 10.599 1676 10.549 1719 9.226 1762 10.415 1805 10.134 1677 8.679 1720 9.785 1763 9.525 1806 8.694 1678 8.768 1721 10.534 1764 11.328 1807 10.933 1679 8.068 1722 10.104 1765 9.137 1808 7.610 1680 9.361 1723 10.894 1766 4.557 1809 10.905 1681 4.008 1724 1767 10.011 1810 4.063 1682 10.396 1725 1768 10.362 1811 9.376 1683 10.014 1726 1769 10.083 1812 6.063 1684 9.064 1727 1770 9.842 1813 1685 10.859 1728 1771 8.764 1814 8.101 1686 10.200 1729 5.383 1772 10.671 1815 8.862 1687 8.625 1730 10.055 1773 11.930 1816 9.234 1688 6.058 1731 9.510 1774 9.069 1817 8.989 1689 12.242 1732 11.428 1775 8.987 1818 10.661 1690 11.099 1733 11.292 1776 12.026 1819 9.967 1691 9.460 1734 10.669 1777 10.488 1820 7.416 1692 6.098 1735 6.523 1778 10.267 1823 2.180 1693 9.699 1736 11.676 1779 10.368 1824 10.202 1694 5.876 1737 1780 10.127 1825 9.470 1695 3.494 1738 10.603 1781 4.487 1826 9.217 1696 8.645 1739 10.210 1782 11.598 1827 8.607

(27)

TABLA 2. DIEZMO DE CEREALES DEL OBISPADO DE TERUEL

Años Trigo Otros cereales Total cereales Años Trigo Otros cereales Total cereales

(Fanegas) (Fanegas) (Fanegas) (Fanegas) (Fanegas) (Fanegas)

1610 10.420 8.019 18.439 1616 42.581 11.812 54.393 1645 28.501 9.915 38.416 1649 25.939 14.756 40.695 1650 38.183 14.743 52.926 1651 22.750 7.897 30.647 1660 32.463 15.127 47.590 1661 35.457 14.013 49.470 1662 48.729 17.877 66.606 1663 37.782 12.241 50.023 1664 32.226 12.662 44.888 1665 48.992 17.773 66.765 1666 46.289 18.882 65.171 1667 40.773 14.876 55.649 1668 34.517 11.021 45.538 1669 44.083 14.251 58.334 1670 44.931 17.994 62.925 1671 1672 42.825 15.771 58.596 1673 48.669 16.154 64.823 1674 49.205 21.659 70.864 1675 51.002 21.803 72.805 1676 42.094 18.203 60.297 1677 38.390 20.079 58.469 1678 49.239 20.028 69.267 1679 45.928 15.283 61.211 1680 39.245 10.835 50.080 1681 40.198 14.332 54.530 1682 39.005 11.243 50.248 1683 41.178 10.093 51.271 1684 54.308 14.085 68.393 1685 46.367 16.510 62.877 1686 45.502 17.042 62.544 1687 54.302 19.120 73.422 1688 42.730 15.564 58.294 1689 46.772 17.334 64.106 1690 64.784 24.543 89.327 1691 49.731 14.738 64.469 1692 55.423 18.279 73.702 1693 62.934 22.323 85.257 1694 43.061 11.979 55.040 1695 42.526 15.073 57.599 1696 51.164 14.991 66.155 1697 58.518 22.877 81.395 1698 50.407 17.605 68.012 1699 1700 1701 46.479 14.985 61.464 1702 48.205 13.062 61.267 1703 1704 59.321 19.910 79.231 1705 45.443 17.147 62.590 1706 47.669 12.726 60.395 1707 63.193 20.163 83.356 1708 54.600 22.834 77.434 1709 45.589 13.368 58.957 1710 46.686 15.546 62.232 1711 50.172 17.018 67.190 1712 42.534 12.777 55.311 1713 44.817 11.647 56.464 1714 59.966 20.481 80.447 1715 57.144 19.583 76.727 1716 47.665 14.021 61.686 1717 42.706 15.451 58.157 1718 66.169 18.489 84.658 1719 49.664 19.972 69.636 1720 57.270 20.905 78.175 1721 57.636 25.389 83.025 1722 56.295 24.015 80.310 1723 59.127 22.703 81.830 1724 1725 1726 1727 1728 1729 29.917 8.545 38.462 1730 58.151 17.096 75.247 1731 70.415 22.405 92.820 1732 52.723 19.654 72.377 1733 62.553 21.452 84.005 1734 51.498 18.545 70.043 1735 41.672 15.570 57.242 1736 55.911 19.313 75.224 1737 1 fanega=21,40 litros

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