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Bruner Jerome - La educación puerta de la cultura

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Academic year: 2021

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(1)

Traduccion:

F i f k

Dtaz

(2)

CAP~TULO

7

La construcci6n

narrativa

de

la

realidad

;Qud se gana, de

hecho,

y qud se pierde, cuando 10s seres humanos dan sen-

rido

a1

mundo contanda historias sobre el misrno usando el

modo

narrativo de construir la

realidad?

La tipica respucsta a esta pregunta es una especie

de

lige-

r a a entregada en el nornbre del *mitodo cientifico)): No consentirds la auto-

decepcibn, ni pronunciacis proposiciones inverificabtes, ni comeceris contradic- cion, ni trataris la mera historia como causa, etc.

El

relato, segun tales mandamientos, no es e l material realista

de

la cjencia

y debe

ser evitado o con- verrido en proposiciones comprobables.

Si

la creacion

de

significado estuvjera siempre dedicada a obtener un entendimienrcl a(ciencifico*, rdes advertencias podrian ser sensacas. Pero ni el conocimiento comprobado

del

empiricisra ni las verdades auto-evidentes

del

racionalista describen el cntorno en el que la

gente

normal se dedica a dar sentido a sus experiencias; pongamos por caso, lo

que

sig- nifico un saludo ~guasdn* de un

amigo, o

lo que queria decir el IRA a1 no usar

la

palabra

apermanente. en su declaraci~n de alto a1 fuego

de

1394.

Estas son cuestiones que necesitan un relato.

Y

10s relatos necesitan una idea sobre las siruaciones humanas

de

ioteraccion, presupuestos sobre si 10s protagonistas se

entienden

enrre si, preconcepciones sobre criterios normativos.

Son

cuestiones

de

este tjpo ias que nos perrniten llegar con exito Je Io que alguien dijo a lo que queria decir,

de lo

que pawre str el caso a lo que eJ aen

redidad*.

Aunque el mttodo cientifico

no es

nada irrelevante a todo esto, sin

duda

campoco es la

unica via para entender el mundo.

Entonces, ;es que las incerpretaciones narrativas solo tratan de casos panicu-

lares,

es que son so10

relacos

idiosincdticos adaptados a La ocasidn? 10

hay

tam-

biCn algunos universales en las realidades que consrruven? En este capitdo qujero defender la idea

de que

si

hay

universdes y que- son escncides

para

vivir en una

cultura. Para

construir

mi

argumento,

quiero

ahora

muestrear nueve

de

esos

uni-

versales

de

las redidades narrativas, para responder a mi prepnta

inicial

sobre quC se gana y quC se pierde

a1

usar [ales interpretaciones en la formacidn

de

una

(3)

Podriamos empezar preguntando por qut,

de

forma bastante inesperada, tantos psicblogos nos hemos welto ran interesados por la construcci6n narradva de la realidad. ;Fue el nuevo postrnodernismo, que

f

nalmente !lev6 a 10s psic6lo-

g-0s a rechazar las conexiones estimulo-respuesta como las ((causasu

de

la con- ductai Probablemenre no. Pues

el

malestar que llev6 a1 nuevo inter& en

la

cons- trucci6n narradva

de

la

realidad

antecede rnucho al auge

del

posmodernismo

anri- fundacional

y

orientado perspecrivistamente. Probablemente

Sigmund

Freud ruvo mis que ver

con

el10 que Derrida o Foucault, aunque s610 sea por

proponer una #(realidad psiquican que parecia mis guiada por necesidades drarni- ticas que por estados

del

mundo objetivoi.

Y

la Nueva Mirada, al parricularizar nuesrras perspecuvas sobre como se percibe literalmente

la

influencia del mundo sobre

d

significado personal, tuvo un efecto cornparabl8.

M L

recientemente, h e tal vez la rebelibn contra el racionalismo genedizado de Piaget; la

idea de

que el desarrollo mental consistia en sdtos l6gicos hacia delante, nutridos por

la

cxperiencia generai con el entorno.

El

desarrollo mental result6 ser mucho mis

especifico a ciertos dominios que eso: por ejemplo, aprender c6mo funciona un

balancin no llwa automaticamenre, bajo nin& concepto, a entender lo que hacc funcionar una balanza equilibrada; si bien 10s

dos

estin gobernados por

principios fisisicos idknticos y e s t h descritos en la misma

regla

algebraica. i C d es el problema entonces!

La

apelacion

de Piaget a1 'dicalage'

-por qut 10s principios no siempre se

transferian de dominio a dominio- parecio no satisfacer a nadie.

El

nuevo man- tra (despu6

del

descubrimienro de que la especificidad

de

dominio tra la norrna rnis que la

exception

en el desarrollo 16gico) era que ta obtencibn

de

copoci- rniento sjempre estaba ~siruadv, dependia

de

10s mareriales, la tarea y como entendia las cosas el aprend2. Fueron tal v a

John

Seeley Brown y s u s alegas quienes plantearon La cuestion rnis sucintamente cuando propusieron hablar de la inteligencia no como algo que sencillamenre esti #en la cabezau, sino como

dgo

({distribuido~ en el mundo

de la

persona; incluyendo la caja de hercamienm con mecanismos de cdculo y heuristicos

y

arnigos accesibles a 10s que podia

Donald P. Spmw. Nutlllhvr Tmh~ ~ n d Huroncd Truth: Mtdning and Inrcrprct~non In Pq- c h o n d & ~ ( N u w a York W. W. Norton. 1782); Donald E. Pollunghomc. .Vmmntrc K n o w i i n g ~ d rhc H u m n Srirnrrr iAlbmy, N. Y.: 5 W Press, 19RR).

M. H. Erdeln, d New Luok ar the New Look: Pcrctptual Defense m d Vig'ilanwh, Pyrkolp

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Atimrron (San D~cgo: Aademic P r s s , 1704), pp. 269-286.

U n sorprendcnre c!rrnplo dc este numo tnfa~1.s se puede rncontrar cn un esrudio pnr Cuol

(4)

recurrir la persona'. En m a palabra, la indigencia refleja una r n i c r o - c u l m

de

la

praxis: ios libros

de

referencia que se usan, la notas que se toman normamenre, 10s programas y bases de datos de ordenador en 10s que se apoya uno. y,

td

vez Lo m;is imporcante

de

[ado,

la red

de amigos, colegas o mentores en yuienes se apoya uno en busca de reuoalimenraci6n, ayuda, consejo, induso

de

cornpaiiia sencilamenre.

Es

interesante que las posibilidades

de

gmar un Prernio

Nobel

aumenrcn inconrnensurablemente para

quien

ha rrabajado en un laboracorio donde a l g h otro ya ha ganado uno, no solo por la aestimulacidnw o la 4visibJi-

dadn,

sino porque

ha

cornparrido el acceso a una red

dc

disuibucion mis corn-

p l e d .

De manera que es probablemenre tan cierto para las ciencias como para la desordenada vida diaria que ia consmcci6n

de

significado no pertenece a alguna uperspectiva desde n i n g h l u p apoloniana6.

El

nifio pequeiio, incluso cuando se esta dedicando a enrrnder

el

mundo de la naturaleza, no deberia realrnente ser es~ereoti~ado como

un

upequeiio cientlficou', a no ser que uno

deje

lugar

para

la

mrnpiicaci6n narrativa de la vida de Los mundos descritos en

La

Doble

Hilice de

James Watson, en las memorias de

Rrchard

Fevnman o en 10s rnagisrrdes estu-

dios

de ,dibraham

Pais so bre AI bem Einstein? En

fin,

si se hacen aulas

de

ciencias m i s parecidas a 10s compiicados mundos de 10s profesionales

de

la ciencia -He- nos

del

humor de las hip6tesis salvajes,

el

dborozo de 10s prmdirnientos no convencionales- 10s

dividendos

en

mejor

rendimiento se hacen evidenres

' J. Seeley Brown, R C o h s y P. Duguid, situated Cognition and the Culme of tearning,

Educdrioml Re~eatrbm, I 8 ( 1988): 32-42.

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4mm&

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n

uman Development, 2 1 [ B a ~ l : Krager, 19901, pp. 10% 1 26.

(5)

rjpidarnente'. Aprender a ser un ciendfia no a lo mismo que uaprender c i e n c b ) :

s aprender una culrura, con toda la ancornitante cre3cion -no raciod)~

dc

signifi- a d o que ello implica.

A1

bwquejar nueve maneras en Ias que las construcciones narcacivas clan

forma a

la

redidades

que

crean, me ha resultado irnposible djstinguir ciaramenre entre lo que ts un modo narrativo de pmamiento y lo que es un (irexror o

dis-

iirrso narrarivo.

Cada

cud da foma al otro, igual que el pensamienro se hace inextricable a panic

del

lenguaje que lo expresa y a la larga le da forma; es el vieio dilema de Yeats, de como distinguir a1 bailarin de la dmza. Asi como nuesrra rxperiencia del mundo narurat tiende a imitar las categorias de

h

ciencia h i - liar, tam bien nursrra experiencia de 10s asuntos humanos viene a tomar la foma

Je las narraciones que usarnos para contar cosas sobre ellosiO.

Y

ahora a 10s nueve univeaales de las realidades narrativas.

1. Una

m m r a

& timpu cornet&. Una mxracion segmenta el tiempo, no mediante un reloj o metronorno. sino a W J V ~ S

del

desarrollo

de

acontecimientos

cruciales; al menos, entre pnncipios, micxtes

v

finales. Esd irreductiblernente

ligada

a1

aspecto, en

el

sentido que el ~rofesor tie gramarica da a ese timino.

El

riernpo

narrativo, como

ha

sefialado Itcoeur

.

'

, es (d tiempo humanamente

rel

wanten cuya

importancia viene dada p r 10s significados asignadas a 10s acontecimientos, ya sea

por 10s proqnisras

de

la narration o p r el narrador

d

conmrla; o por ambos.

A l p o s estudiosos ddicados a

la

narracidn, como

William

Labov, ubican a c ~ inherente temporalidad

de

la narraci6n en la secuencia

de dawulas

pmervadom

del

sigdcado que constinlye el propio drrcurso nmtivo". Pero, si bien isre a un

xgumento lingriisrlco util, puede oscurecer un aspect0 mis profundo

de

la natura-

;aa de la narracihn como mod0

de

pensamiento.

Es

indudable

que la secuencia ternpal de d5usulas p m e m

el

signi6ado en una secuencja como dEl rey murio;

La rejna se puso de Iuto~. Pero hay o m formas convencionales de rxpresar la

dun-

bilikd

personal apme

del

secuenciamientq estricto

de

&usulas; como 10s sdcos hacia at& y hacia adelante, la sindoque temporal y

demk.

Como s e d a insisten- re~nenre Nelson

Goodman,

hay rnuchas f o r m s de representar la secuencia

de

acon- rzcimientos humanos en una na~racion~~. En la pintura narrativa, por ejemplo, un

Murhos de 10s argumentos que nos ocuparin en este capido se hicieron phblicos antes en

discusion academia en 1981, en una coltccldn de ensaps riculada On N~wativr (W. J. T. Mit- chell, ed. [Chicago: University of Chiwgo Press, 19811). De hecho, algunos de 10s razonamientos de esre capitdo son rerlexiones sobre esa coleccion.

" Paul Ricoeur, Tionpoy narraci6n vol. 1 (Madrid: Crisrimdad. 1987).

I' W. Labov y J. Waletzky, e Narrarivc Andpis., en EII~VI on the Verbd and Visual Am (Seartie:

University of Washington Press, 1967); Labov. ~Specch Anions and Reactions in Personal Narra-

tiven, Gm'gctown iJn~vmiy Round- Tablr on i ~ n p g f i and L~nguutus 198 1, pp. 2 19-247.

(6)

observador impone una esrrucnur secuencid sin disfrurar def beneficio de

las

diu-

sdas en secuencia; en ias pelicdas de Robbe-Griller, como

El

AGO

Parado

en lz/Iafim-

bsd, la prolepsis y

la

analepsis jucpn astutarnente con la secuencia a la v a que Ia violan. Lo que subyace a nuestra capmcibn de una narracion es un

-

modelo mend),

de

su durabiiidad aspectual; uernpo que e s d sujeto no d o a 10s rdojes sino tarnbiin a

las

acciones hwnanamente relevanres que ocurren dentro

de

sus limit=.

2. Parriruhn'dradgenerir~. Las narraciones traran de (o se ~acrualizann en) casos parriculares. Pero la particularidad parece ser solo el vehiculo

de

la actuali- taci6n narrativa. Pues Ias hisrorias particdares se construyen como ajusradas a generos o tipos: chico-mdo-seduce-a-chica-guapa, cmorrisra-se-Ileva-su-mere- cido, el-poder-corrompe, lo que sea. Desde Aristriteles

hasra

hoy, 10s esrudiosos dedicados a la narracion y al teacro sc han desconcenado con

la

cuesrion gallina-

huevo cie si 10s generos .generan, historias concretas, e n el sentido de llevarnos a constkir secuencias de acontecirnientos sepitn su prescrjpcidn genirica o si 10s

g i n e m son meros pensamientos que ocurren despues para organizar las mentes

acadkmicas.

Dos argumentos me predisponen a tomar a 10s gineros como generadores

de

sus casos particulares.

El

primero es

el

de sentido corntin que &ma que cierras hiscorias, sencillamenre, se parecen, se asernejan a versjones

de

dgo rnh general, por

muy

particulares que Sean. Inevitablemence,

las

hstorias recuerdan a la

gence

de otras iguales. ;Son las distintas versiones

del

relato chico-malo-chica-papa nada mis que i nstancias

de

un cipo natural, en la medjda en que ias

Goldrtl Deli-

ct'our,

Granny

Smith

y Cox

Pippins

son versiones

del tipo

natural

manmna!

Enconces, ;qui clase de categorias son 10s gdneros?

fl

segundo argument0 se ~ l a n t e a ese poblema. Afirma que 10s caracteres y

episodios

de

las historias roman sus significados

de,

son ufunciones*

de,

estructu-

ras narrarivas que abarcan mL.

Las

historias como rotaiidades y sw *funciones* consrituuvas son, en este scntido, dernentns

de

tipos mis inclusivos. El proto-

colo de chico-malo-seduce-a-chica-papa requiere episodios

de

relleno y una serie

de

ellos serviri apropiadarnente. La ~tentacj6n

de

la chica guapw se puede obtener hacitndole un regdo cam,

hablindoia

de tu

Rolls

Royce, mencjonando a amigos farnosos y

demis

sipiendo con la lista.

El

propio regal0 caro pueden ser

orquidas exoticas, un p a l a en la opera o induso un

cordel

de oro interminable. Los detalles particdares

de

una narracion se iogran

al

cumplir una funci6n genb

rica. Yes a travPs

de

este ~ c u m ~ t i m i e n t o

de

una funcibnb que 10s d d e s narrati- vos se pueden vuiar o Grellenar* cuando son omiridos.

Me parece muy bien que Alaister Fowler diga que a n gtnero es mucho menos un cornpartimento que un contenido*". Esa puede ser la reacci6n de un

-

(7)

ie6ric0 lirerario enfreotado a critiws quisquillosos en una tipica dispura fronte-

:iza sobre 10s f<riposa de ginero. Para el rest0 de nosorros, 10s gtneros tienen una

tlrealidadu sorprendente, casi extraordinaria. Pero ;B6ndc esri esa

redidad?

;h

que sentido &re?

t'n ginem se suele caracterizar

como

un

ripo

de : m a o como una manera

de

lncepretx un taco. Mary r M c C d y escribio relatos cortos para revistas en varjos gineros; sobre todo en lo que Northrop Frye llamaba el genero de 111a ironian15. 3espuis orgmizo 10s relatos en

an

libro, secuenciindalos segun la edad

de

la

mujer protagonists, que era supuesrarnente elIa misma. Entre 10s relatos Aadi6

iomenrariw sobre su propia vida y lo

public0

rodo como una aucobiografia rim- iada Memoria

de

unlr Chica Cdrdfica. ;I-labia cambiado de ginero?

De

ahi en

adelante (y, sin

duda,

para su desaliento) ias lectoras celebraban mi invariable- rnlrnte cada relaro que publicaba como una nueva entrega de su autobiografia y no como ficcido, Pero tscc es un juego arriesgado, pues sC que leer un texro como una auto-revelation factual es casi de~pro~orcionado a leerio como un ielato de ficcionlb.

;Que

run entonces

los

generos y

d d d

estin?

$6mo

reconciliarnos sus varia-

das cams? Por una pane, un gdnero aexistew en un rexto; en su argument0 y su forma de narrar. Por otra, *existo como forma

de

dar senudo a un texto; como a1gun tipo de %{representaci6n~

del

mundo. <Per0 no estin tambien aten

el

mundau 10s generos? ;No hay conflictos

de

lealtad,

espirales

de

codicia, corrup-

ciones de1 poder? Bueno, no en ese sentido. Para cualquier relato, se puede deem

cualquier realidad narrativa de diversas maneras, convertida

en

cualquier g6nero: ~zomedia, tragedie romance, ironia, autobiograffa, lo qlre sea.

No es sorprendente entonces que lo que esm'bm 10s escritores y cdmo 'son Ieicios no siempre vaya en paalelo. Edna

O'Brjm

irnpaao a sus lectores iriande- ;es con sus novelas cemprmas.

Las

escribio en proresta conrra las situaciones

en

que se encuentm las mujeres; las Ieyeron como evploracianes lujoriosas

de la

infidelidad. Ltas novelas son aclamadas hoy induso en la respetable prensa dublinense por reflejar una sensibilidad nueva y pionera hacia las mujeres atrapa-

'' Northrop

Fy, Anatonry of Criticha: Four Eirqs (Princeron, N.

1.:

Princecon Universiry

P m , 1957).

'' En un esrudio de Cml Feldman y David Kalmar, por ejemplo. se ley6 un relato semi-autc- Siog&co de Primo Lwi sobre un episodio en ma parada de barco fluvial en la Rusia r u d , a unos sujcros como ~autobio~raftab, a ouo grupo como un rcrlato de aventuras. Pot tomar scilo uno de 10s hdazgm. el primer grup enwntrb a 10s personajes del relaro bastanre ainsustancialesb; 10s otros 10s enconmaron "interaantm. y rsugerentesm. Td es la rnfluencia del genero. induso sobtc 10s uerdles de un rrIaro texrualmcnte idlnrico. V t a e Carol Fleisher Feldman y David A. Mrnar. ,tAurobiography and Ficnon as Modes of Thought-. en David Olson y Nancy Torrance, eds..

.,Uodcs ~'Tbougbr: ErpLrdtionr in Culrwr and Cupinon [Cambridge: Cambridge Unlvcrsiry Press,

(8)

das entre las manos de nuestros tiernpos cambiantes y [as lecturas priblicas de O'Brien se llenan de 10s aplausos de hijas

de

madres que en tiempos anteriores estaban impactadas". Pues la construccion narmtiva esri influida profundamenre

por las circwlstancias culturdes e historicas. En ese sentido, Alaister Fowler dene razon a1 dccir que el ginero es rnis un contenido que un cornparrimento. 0, como lo pone Clifford

Geera,

10s generos se dihminanl8.

Esto no equivale a decir que los gineros concretos esten escritos en

el

genoma humano o incluso que representen ~universalesn culturales. Pero la exis- tencia de 10s generos es universal. N i n g h

Ienguaje

natural que se haya estudiado

carece de ellos: formas de conducir el discurso, formas de cansrruir 10s ternas

implicados en

el

discurso, reprros de

habla

e inciuso pauvnes

de

habla caracre- risticos

del

discurso. y a menudo tambiCn un lixico especidizado19. N o sabria- mos c6mo empezar a interprecar una narraci6n si no futramos capaces

de

formu- lar ma hipotesis inforrnada sobre

d

gCnero a1 que pertenece. Concluiria diciendo que 10s gineros son formas cdturalmente especia1iada.s de proyectar y comuni- car aspectos de la condicion humana.

iD6nde deja esto

J

r d i s t a impenitente que quiere aferrarse a

la

idea de que

10s gineros -ya se tornen como incerpretaciones o iomo modos

de

comunicar- tarnbien refleian una

uredidadn

del

mundo? Bueno, en cierco sentido su situa-

cion habrfa entretenido a Borges y a otros escritores

del

ureaiisrno magian. Ya

que tal realista se convertiria en una c6mica victima

de

10s diseiios Literarios de otros y haria el prirno. Pero, incluso para eso, esti protegdo por un universal de la cultura. Incluso

la

culturas rnh sofisticadas no pueden resistir

el

-to de sirena

de

10s gkneros que constmyen: se hace, por mandato o induso por ley, que ia urealidadb imite a nuesuos gineros literarios, Pobkmos nuestro mundo con caractera extraidos de gineros narrarivos, damos senudo a 10s acontecimientos asimilindolos a la forrna

de

la comedia, la

tragedia,

la ironia, el romance.

3. Las acciones tienm r u n e s . Lo que hace la gente en Ias narraciones nunca es por

casualidad,

ni esti estrictamente determjnado por causas y

ekctos;

estl

rnotivado por creencias, deseos, teorias, valores u orros nesrados intencionales,). Las acciones narrativas irnplican estados intencionales.

La

narrativa aperimental

en el Irisb T i m del 9 de sepriernbrc dt 1994. infomando sobre las audiencias rcplcws de muicm de la c h e media a quiena la Srta. O'Brim h b i a esrada leyendo sus novelas en la semana anterior. l 8 Clifford Geenz, rBlurred Genres: The Rcfigurauon of Social Thoughw, en Getm. Local

K n o w Furchcr Essays in intnprctiw Anrhropoh~ RJueva York: Basic Books, 1983) (4. en espaf~ol: cmmcimimw lord Barcelona: Pajdos Ikrica. ! 9941, pp. 19-35.

'' V k t Carol Fleisher FeIdman, ~ G e n m as M e n d Mndelsr, en Massirno Arnmaniti y Daniel N. Stern, eds.. PrghanalYsis and D t ~ l ~ p m m t : ~ ~ e s e n m ' o m and N a m ~ u c s (Nuwa York: New

(9)

a -Jeces describe la accion de td manera que rompt esra conexi611 entre la acci6n

)r 10s esrados intencionales que son su contexro y origen; un truco literario a veces usado, por ejemplo. por Michel LeiriszD. Pero induso la ficcion <(anti-narra-

ric-an cuenra con el hecho de que

el

lector la reconoced como una des-viacion de !o esperado, como h e r a de Io normal. Cuando 10s acontecimientos fisicos tienen rm papel en la Historia, lo uenen como ((context0 situacionalw; son interesanres oor los efecros quz tienen sabre 10s actos de 10s protagonistas, sus estados inten- cunales, sus arcunstancias morales (como cuando una torrnenra en el mar lleva a la cobardia de Lord Jim y

le

hace abandonar su barco

peregrine).

Como lo cspreso Baudelire. *LA t a m principal de un arrista es poner al hombre en el :ugar de la nacuralmn.

Pero 10s estados intencionales en ia narracibn nun= determinan cornpieta-

rnenre el curso de la acdon o el flujo

de

los acontecimientos. Siempre hay

alpin

elernento de liberrad irnplicado en ta narraci6n; alguna a~encia que puede inmis- zuirse en una supuesta cadena causal.

La

agencia presupone

la

elecci6n. Induso cuando la agencia se reduce casi a cero -corn0 en Las novelas y obras de teatro de Beckett, o en la novela ~anonimista* de Jules Romains

h

M u a t e

de

u n

Don

Xadie

su efecro se consigue por contrasre con la expecraciva narrativa.

Td

vez es la omnipresente posibilidad intrusiva de la eleccian humana quien pica a

la

narration contra Ia noci6n de causalidad en el dominio humano. Los estados intencionales no Mcausans cosas. Pues lo que causa algo no puede ser modrnente responsabie de

eilo:

Ia re~~onsabiljdad supone eleccion.

Lo

que se busca en la narracihn son 10s estados intencionales que

hay

((deuisu

de

las acciones: la narra- cion busca razones, no causas.

Las

razones se pueden juzgar, se pueden valor= en

2i

esquema normacivo

de

las cosas.

4.

Composition

benneniiltica. ;Qui significa

decir

pue

la

comprension

de

la ,larracion es herrneneuciza? En primer lugar, implica

gue

ninguna historia riene una inrerpreracion linica. Sus significados imputables son en principio inultjp~es. No hay ni un procedimiento racional para determinar si una dec- tura. en particular es necesaria como son necesarias {as verdades logicas, ni un mttodo mpinco para verificar cualquier lectura concrem.

El

objetivo

Jel

andi-

sis hermeneu tic0 es aportx una explicacidn convincente

y

no conrn Jictoria de lo que significa un relaco, una lectura que se acenga a 10s

detdles

particdares que la consriruyen. Esro genera

el

famoso ~circulo hermentutico*: intentar jus- &car la sadecuaciona de una lectura

de

un texto, no por refkrencia

4

rnundo observable o las leyes

de

la razhn necesaria, sino por referencia a otras lecturas dtemativas. Como

lo

expresa Charles Taylor, .Estamw inrentando establecer

Michael Leiris, Manhood- A journey Jiom L%riWrcrd lnro rhc F t e r t ~ Order of Kdity, d.

(10)

una lectura del texto completo y para ello apeiamos a lecturas de sus expresio- nes parciales; y siendo asi que estamos tratando del significado, de dar sentido, a l l i donde las expresiones solo rienen sentido o no en relaci6n con orras,

I=

Ieccuras de unas expresiones parcides dependen

de

las de otras y en d t i m o ttr- mino del todon''.

Ya que 10s signif cados de las partes

de

un relato son uhnci6nh del relaro total y, a la vez, $ relato r o d depende para su formacibn de las partes consriru- yentes apropiadas, la interpretacibn de relacos parece ser inevitablemenre herrne-

ntutica.

Como

si dijiramos,

hay

que hacer que las partes de un relato y su todo vivan juntos.

Y

cuando un relato capma nuestro incerts, no podernos raisrir la tentaci6n de hacer que sus partes wnbiCn

10

capturen. Eso es lo que crea la a m - pulsion hernleneutica de la n a r r a ~ i 6 n ~ ~ .

Algunos teriricos ljterarios y filkofos de la mente afirman que recurrimos a p r o d m i e n r o s herrnenkuticos s61o ~uamdo un texto o

el rnundo

que describe son

((confuses, incomplaos, nebulosos ...,s3.

No

abe dud3 de que

bajo

esu circunsmn-

cias sentimos mis que estamos cayendo en d mod0 incerpretativo. Pero

p

real- mente cierto que el pensarniento jrlterpretatjvo nos viene

dado

por una pobre

ilu-

minacion?

Cieno

tipo de narraci6n simplona llega a tentarnos a pensar que trata sencillamenre udel mundo

td

y como esn, sin necesidad de interpretacibn. La

h o s a invasion marciana aicreada,> por La Gums

de

h

M~ndos

de Orson Wellw

se limit6 a transmiur la inrerpreracion mediante una brillanre explotacion

de

her- mentutica ya preparada". La rerransmision h e un triunfo de lo que Roland Bart- hes

llama

rexto legible)~.

Ins

cevros ({legibiah funcionan desencadenando estruc-

turas natrativas convertidas en rutinas y muy ensayadas; 10s uescribiblesu,

provocando que

k

audienck Cree tmos propios: el lector como coautoP5. Los dos

" .tInterpreution and cht S u c t ~ c z r ot'Manr, en Paul Rabtnow y William M. Sullivan, inrqpre-

rive Soczif S&ce: A Reader (Berkeley: Univeszg af Cdifornia Prm, 1979), p. 28.

Sabernos muy porn sobre &mo realizan Ia hermeneurica Je la -d6n lla srw humanos. Tal

va su descuido por lm escudiwos de la m t e se pueda explicar por lo lejar quc queda canto de la tra-

didbn ncio&m wmo de la empitism. Hay un gran nuevo inter& por la n d m a y el uso de la narracibn. wmo en el psim& -Dodd P. Spence, Nmmve T d and H k d Truth: Mcmzng and l q w t a r i o n in P s y c h w ~ i s (Nueva Yo& W. W. Norton, 1982): Roy Schafer, W i * g u Lif:

Narrativc a d D d p c in Psychoam& (Nueva York: Basic Rooks, 1992)-; t n la escrirun de historia de vida - W ~ l l i i towell Randall. The Stork We Arc: An &ty on S e l f - C d n Uomnro: Universlr).

OF

Toronto Press, 1995)-; y en la p G c a dinica -Donald E. Polkinghomc, Narrarrvc Knmvrng d the H- 5 ~ c(Albany, s N.Y.: SUNY Press, 1988)-. Pero este mbajo solo se impliua ligenmcnte en el estudio de 10s proccs& psico16gi~os que consEiruyen la actividad hermcntutk

"

Charles Taylor, uInterpremtion and the Sciences of Man., en PAIIorophy und rhr Humun Sciences (Cambridge: Cambridge University Press, 1985), p. 1 5.

" Hadley Cmrril, Thc lnvasfinfim M Q ~ (Princeton, N.J.: Princeton Un~versiry Presr. 1340).

''

Roland Barthes, Tbc R e p n r i b i l i ~ of Fonw tXticnI Essays on MUSIC, A n , n d R q m m m f i ~ n

(11)

son herrnrnkutico~.

Las

interpreraciones autornacizadas de la narraciones son como dentornos por defecton en un ordenador.

O m caracteristica hermentuuca de la realidad narrarivizada es

la

ansiedad

que crea por saber ((par queu se cuenta h o r a un relaco bajo uestasa circunstancias v por +<esten

narrador.

Las narraciones casj nunca se tornan como utexros no sub- vencionadosx arrojados en nuesuo camino por el desrinoL6. Incluso cuando el lec- ror los toma de

la

manera & ((ficilu, casi nunca renuncia a su derecho a cuestio- nar 10s mocivos del narrador para conrar o su propio privilegio de interpretar lo que se ha contado a la luz

de

esos motivos. Las consuucciones narratlvas tit: la realidad nos Hevan a buscar una <<vozs, a pesar

de 10s

esfuerzos de 10s autores por aparecer como objetivos y de~a~asionados, como el narrador ornnjscienre.

H i l q

Putnam ha propuesro dos principios que tratan

de este

asunro.

El

pri-

mero, el Principio del Beneficio

de

la

Duda,

((nos prohibe asumir que

...

lo5 experros sean

de

hecho omniscienress;

el segundo, el

Principio de la Ignorancia lPazonabIe, nos

p h i b e

manrener que (ccualquier habiante sea filos6ficamence omnisciente (ni s~qujera inconscienremence)*? Juzgamos sus relatos en conso- nancia. Aunque Putnam no esra hablando especiftcamente de construcciones narrativas

de la

realidad, sus principios son particularmente relevantes. Tiene que

haber m&

de

ese tipo.

Por

ejemplo:

wTodo

narrador riene un punto

de

vista

y

renemos un

derecho

inalienable a cuestionarlo~.

5.

Canonicidad

impkcim.

Para que merezca la pena conmrta. una narration tiene que lr en contra

de

las expectativas, tiene que romper un prorocolo canonico o desviarse de lo que Hayden

White

ltarna la ~legitirnidadR~*. Las rupturas

de lo

canonico a menudo son

mn

convencionales como 10s protocolos que violan: retaros de la esposa uaicionada,

el

marido cornudo, el inocente despojado y dernis. ~ b n la mareria de las narraciones

*&iles

de Ieen). La malidad nacrativa

del

mundo, 0 e~ canfmica, o se ve como una desviaci6n de

alguna canonicidad

irnplicita .

Pero la convention y la canonicidad son hentes prodigiosas

de

aburri- miento.

Y

el aburrimiento. como la ((neczsidadn en el pmverbio, tambitn es padre

de

Ia invencibn. Algunos I l e p a & m a r que es el esfbem por superar el aburrimiento

lo

que crea el 4impulso Ijterari~a'~, que la h c i o n

del

propio Ien-

guaje literario es hacer que lo demasiado familiar resulte extrxiio

de

nuevo.

ffi Roy Harris. <HOW Does Writing Restructure Thought?* h n p g c and Gmmun~rarion, 9 11989): 99-106.

!' V h e Hilary Purnam. M i d L a n p g c , and R e d 9 (Cambridge: Cam bridgc Unlvcrstcy Press,

19751, p. 27a.

"

Hayden W h i r c , .The Value of Narradviry in [he Represenmrion of R d i r y * , en Mitchell, ed., On Narrmvc.

as Patricia M-r Spa&. B a k m : Thr Litmay Hisrory of a State of Mtnd (Chicago: Universiq

(12)

Dadas las salvaguardis

de

la verification incorporadas a1 modo 16@ccEpro- posicionai de construir la realidad, el mod0 narrative es el que mejor ayuda a creu una idea de frescura y excitation. En consecuencia, el narrador i n n o d o r se mnvierte en una L y r a culturd poderosa siempre que sus relatos parran

de

h o n e s narrarivos convencionales y lieven a hacernos ver dgo

de

lo que nadie se habia .dado cuenta* antes.

El

cambio

de

Hesiodo a Homero, Ia

llegada de

las ~caventuras inceriares,l en el Tristlam

S h a d y de

Laurence Stern,

la

llegada

de1

perspecrivismo de Flaubert, de ias epifanias de lo ordinario

de

Joyce o

del

reduc- cionismo psiquico de Beckett: cualquiera de estos movimientos pueden servir como ejempIos d e l poder de esa invenci6n narrativa. Cada cual invita a la exis- rencia a un nuevo ginero: Flaubert engendra a Italo Calvino o a Roger Barnes o a Malcolm Bradbuty o a David Lodge; Joyce engendra a Beckett; e induso se pueden ver reflejos del ya hace tiempo desaparecido Sterne en 1as novelas con- temporbeas de Don

DeLillo

o John

Updike

y en

las

obras dramaticas de John Guare.

A

la larga, 10s nuevos gineros se vuelven viejas

bmdidades. E

igualmente funciona la construction

de

la historia: es frecuente que 10s revisionisrnos mori- vados ideologicamente seduzcan a fuerza de pura frescura. Cualquiera que sea la ideologia populism encubierta que haya motivado a 10s historiadora franceses

de

10s Annaks, sus volumenes sobre la historia

de

la vida cotidiana son refiescantes por su contraste con las historjas de Y reyes, gabineres y tratados~ de las que diver- gen. Nada

de

esto ocurriria si 10s lectores no se hicieran dmplices con 10s escri- tores.

De

manera que,

en

sus resul tados, la real

idad

narraciva nos vincula a lo que se espera, lo que se legitima

y

lo que se acosrumbra. Pero esta vinculacion tiene un giro curioso. Pues la vincdaci6n can6njca

de

las teaiidades consmidas narra- tivamente corre el riesgo de crear aburrimiento.

De

manera que, a uav&

del

len- guaje y la invenci6n literaria, la narraci6n aspira a manrener su audiencia uhaciendo que lo ordinario sea de nuwo extraiio*'".

Y

asi, mientras que el crea- dor de realidades narrativas nos vincula a tas convenciones recibidas, gana un

poder cultural extraordinario a1 hacernos considera como nuevo la que antes &barnos por supuesto.

Y

nuesrra manera de construir las realidades narrativas -nuestra apertura a1 escepticismo hermeneutjco- nos prepara todavia m h para

seguir

la

versi6n fresca

del

narrador.

6. A m b t p d a d

de

la

wj&mcid. Aquello

wde

lo que tram una narration siem-

pre esti abierto a cuesuonamiento, por mucho que *cornprobernos* sus hechos. Ya que, a1

fin y

al caba, sus hechos son funcion

del

relato. El realism0 narrative,

* Para una bucna cxpresion de la perspecriva de Roman Jakobson, v& su nlinpisrics and Paeucsa, en T. Srbzok, cd.. Sryle in Language (Cambridge, Mass.: MIT Presr, 1960). V h e tam- bien su Lmnpgc in Lircranue (Cambridge: H a d University Press. 1987).

(13)

v 3 sea c(facrual>, corno en el pcriodismo o uficriciox, es una cuestifrn de conven- uones licerarias. La narrazibn crea o consrimye su referencia, la ((redidadb a la que sefida, de

d

manera que se hace ambigua

de

una manera en que no sucede con Ia referencia

del

fildsofo. La aromica ((unica mpresidn referente definidan se frusrra con

la

forma necesariamente 4funcionaln y proppiana en que la narracibn innsigue

la

recerencia.

Este estado anomdo de cosar llevo a Roman Jakobson a distinguir dos ((ej:jes)>

del

Irnguaje: uno horizontal y uno verrical.

El

cje vertical se ilustra

ubicando aaa

paiabra en una jerarquia de ariba-abajolabajo-arriba: pais-ciudad-barrio-bhque-

direction, Inellaterra-Londres-Bloomsbury-Calle

Tal-Calle

Tal

27b.

El

eje hori- zontal de ~akobson lo

da

el lugar

dr

una

palabra

y su

papel

en una oracihn. Asi,

cuchillo-tencdor-plato-~o-clarete-conversacin forman un eje horizontal cons- rruido en corno a una ~firmacion relacionah con una cena social.

Se

podria decir, entonces, que el eje horizontal es una line3 duo ssepenteanre a

lo largo

dc

3

un escenario conventional, de

tal

manera que

[(part~don

se convierte en un ele- rnentn

de

un escenario que encaja con ((eleccionesn y en otro con nbalonn.

Cada vez que

dgulen

x refiere a

algo

en 21 context0 Je una oracion, su refe-

rencia se hace nhorizonralmente* ambigua.

Y

esa es probablernente

la

r d n por la que un diccionario no ayuda m u c h a

decidir

si un ((partido, es una agrupa-

ci6n polirica o un encuentro deportivo.

Toda

esta mornalia es la que a

dgunos

nos h c e senrir incomodos frente a la comoda disrincion de Frege entre ((referen- ciao y .sentidow corno 10s dos aspectos

del

significado aplicado a la narracidn;'. %es- ias construcciones narracivG diiian la {creferencias 'con

us en ti do^

hasta tal

punro que la primera

llep

a ser tan solo un modo a traves

del cud

se expresa et segundo:

Mob! Dick

es una ballena y

el

libro que llwa ese nombre es un rdiato sobre su caza. ;Por qui entonces es una

ballena

blancd Meiville conto confiden- c i h e n t e a Hawthorne que

el

secret0

de1

libro era que

M o b y

Dick ((represen- taba~ a

la

agobiantomente ublanca, Cristiandad;

de

manera que e l cazaballenas dPequodu*era tripdado por p a g a n ~ s ~ ~ .

;De

qui rrata entonces

M o b Dick?

2Es

solo

ari en

el

caso de

la

~ficci6na) Seguro que no. Consideremos la entrega de panes

de

noticias. Sobre todo cuando son complejas, como por ejem-

plo lo son la mayoria

de

10s esdndalos publicos, se acaban ajustandu a una torma canonica. Per0 normalmenre esro no pasa hasta que 10s uhechosn se han

iiifiado para caber en esa forma; por mucho pue se pueda extender el proceso.

;POT

quk el Primer Ministro

de Irlanda,

cuando era Ministro de Industria y

Comercio, carnbio de pronto

de

opinion sobre la apomcion

de

seguros financia-

"

Gottiob Frege, * b r Sinn und Bedeutungn, Zcinshnfifirr Philo~ophrc und Philosophirchf Kritk, 100 i18'123: 15-50.

(14)

dos publicamente para cubrir envios de w o e a [raq gestionados por un t d ~ r . Larry Goodman, negociante muy rico y rnuy sospechoso? $orno pudo

Alberr

Reynolcls, el Primer Ministro en cuesuon, haber gastado el dinero public0 de esa manera cumdo .coda la gente que estaba a1 diax sabia quc la carne en cuestidn ni siqujera era de origen

idandb,

sino de otros paises de la Uni6n Eumpea?

De

manera que, a lo largo del aiio siguiente,

la

historia se hace cada v a mis contin- gente, mas cercada pot las circunstancias, menos vinculada a 10s patron= canbni- cos accesiblcs a1 consumidor ordinario

de

relatos (a1 votanre). Se establece

un

aburrimiento indignante.

4;De

qud va todo esto?, empieza a preguntar

la

gente. Ni siquiera un nTribund

de

la Came)) especial, encabezado por un J u a

de

la Corte Suprema irlandesa altarnente respetado. parecia poder darle una forma narrativa

al

escindalo. El Primer Minisuo muncia a Ia prensa que

ha

sido ((corn- pletarnence exoneradon por el ambiguo informe

del

Tribunal. La Oposidon

objeca. Reina el caos narrarivo.

Pero Ia

realidad

narrativa reivindica

la

ultirna palabra. Pocos

dias

despuds, la

prensa irlandesa incluia un relato liscando las tarifas pagadas a 10s procuradores contratados por el Tribunal

de

la C u n e para conducir su investigacibn. Eran muy dtas incluso para lo que suelen ser las tarifas

de

10s lerrados.

El

olor a corrupci6n y encubtimiento se hace insoporcable. Emerge una estructura narra- civa. No

hay

problema porque sea una version sobresimplificada

de

confianza trajcionada en Ias altas esfexas. Para entonces, ya prwalece una condicidn verda- deramente ~ ( ~ o s t m o d e r n ~ . En cuestidn

de

meses,

Irlanda

tiene nuevo Primer Ministro, aunque nunca se dio una version

dara,

al menos no una version ofi- cial,

de 10s

hechos nrealesu. No fueron tanto 10s hechos 10s que echaron abajo a1 Primer Ministro.

Dado el

esquema

de

las circunstancias y las tarifas I d e s , tsta wnia que ser una historia

de

corrupcion en las altaf esferas.

ta

necesidad narra- tiva lo requeria. Ahora podemos esperar a1 mrno

del

hisrocidor. iEra

el

Primer Ministro uen

realidad*

un inocence, un idiom o

un

pillo? h i es la vida en

el

compiejo mundo

de

las rdjdades narracivas.

Z

La

cmtralidrad

de

la pmbkmatica.

Los

relatos pivotan sobre normas que- '

brantadas. Hasta ahi ya estP daro. Eso coloca

la

nproblemdticax en

el

eje de

I=

realidades narrativas.

Las

hlstorias que merece

la

pena contar

y

que merece la pena construir suelen nacer de la problematica.

Recordemos la celebrada explicaci6n

de

Keneth

Burke

sobre

la

[(pincadau drarnathjca, que consiste en un Agente, ia Accibn, la Escena,

el

Objerivo y ek Instrumento. CTn desequilibxio en la t(raz6nn

conventional

entre cualesquiera de estos elementos

llwa

a la ProblemAtica que es e1 rmotorn de la narration.

La

Nora de

Urn

Casa & Muiiecas, por ejemplo, es un Agente rebelde en una Escena inapropiadarnente burguesa. Pero

la

~tntada

de Burke ahora parece episdmica- mente fina en esta era

de

escepticismo. Enfatiza el trance, la

fa'bzsh,

como si viniera dado. Su dramatism0 se interesa moral

y

~ntold~icarnente por un mundo

(15)

cultural cuyos arreglos e s t h establecidos: wexistem. Pero su Grumdric~

k

los .LIotims cs producto J c los diius vejnte.

Pues en la segunda mitad de nuestro sigio, el dramatismo se

ha

vue!to epistt- ;nice, atrapado no s61o por

40

que sucede*, sino tambien por el r ~ r n ~ ~ c a b a a s dr #:&no IIegamos a conocer o a construir nuestras

rdidades

en un mundo turbu-

~zcto, Ahon las ~problematicasr e s h no s6Jo en un dmjusce enue una protago-

n b u y su entornn, sino tarnbik en la lucha intcrna dc una yrocagurrisca solo para

,snsrmir ese entomo.

El

penpeaivisma temprano y u r m o ~ u c i o ~ i o ) ~ de FIaubert

1

: >ace a& v a mis explicit0 en

El

Lorn

de

Fhuhrtde

Julian Barnes; Itala Calvino ~ s n v i e r i e a la propia interpreracion en el ((problernafi en su

Si

en urn nocbe dp . i r t ~ h o un uiajance. En orro ghero,

Michael

Foucault 2scribe sobrc la anscruc-

L:on

de

la

Histona

y mbre rla arqueologia

del

sahem, 0 F.ric H&sbawm sobre la ,,invencibn*

ile

!as rracbciones. Una

obra

be

teauo de Broadway

de

principios

de

iils nwenta es sobre un joven negro que explota

la

~comccionu

de

una pareja wfis-

rrctda de bum3 posici6n

de

Nueva

York

hxiindosr pasar por un

amigo

de

univer-

xidad

de su

hi

jo y asi se s a m una e pasta gansa*.

Por

lo cual el autor,

John

Guare, es

demandado por un joven negro que afirma que la obra esraba calurnniosamente

hasada en

un

episodio ade

ia

vida realv recogdo en la ptensa, en

el

cud

21

esmvo implicado.

.El

encubrimientow se canvierte en un concept0 emblemdtico; *el hurno y 10s espeiosl>, en una metifom p p d a r . Et .giro hacia dentcon dc la noveh st anvierre ten un giro hacia dentra

de

la propia vida.

La

farma

de

la

prablemitica narrariva no es +dzfinitiva- hist6rica o

cultural-

rnente. Exprcsa un tiempo y circunstancia.

De

manera que 10s u r n i s r n o ~ reiatos c ~ q b i a n y sus conscrucciones

cambian

de orientation, per0 siempre con un resi-

duo de

lo

que imperaba anres.

Una

aconsolaci6n

de la

narracihne puede ser bu propia sensibilidad a

las

normas cambiantes.

Si

su permanencia arquecipica con- - -

suela, enroaces la orra cara de

la

rnoneda puede ser su c d c t e r qui&c?rico.

8.

Ncgnriahilidad

inhmntt.

El

ddicho

dc Coleridge

de

que al escuchar

un

rehro suspendemos la incredulidad se

refeda

a

la

ficci6n. Pero

m b i t n

es trans- pt~rtable a la wida real*. Aceptamos una cierta contestabiIidad esencial de 10s rdatos. Eso a lo que hace a I a narracih tan viable en

la

negociacibn c u l t d .

Tit

cxencas m versidn, yo cuento la mia y s61o

en

cootadas omiones necesitmos

la

iirigac~dn

-

pax solucionar

las

difereocias.

EF

Hcil que tomemos las versioncs altcr- narivas

de

un relato con una

actirud perspectivista,

mucho rnh que en

el

caso

de

Ics

argumenros

o comptobacionrs.

El

resehabie

libro de Judy

Dunn sobre

el

Inc~ernento del entendimiento social r n los niiios deja daro que la negociacion

n arrariva ernpieza temprano y es ubicua".

Puede

q ue imesta capacidad para con-

'' Judy Dunn, Tht Bcgitmrtlgs of S&l Undmtanding {Cabridge, Mu,: Harvard University Tress. 1988).

(16)

siderar rnirltiples construcciones narrativas la que aporte la flexibilidad que se necesim para la coherencia de la vida cultural.

9.

L>

txtmibilidad

hi~tdrico & la narration.

La

vida no se cornpone s6lo de una historia auro-suficiente despues de otra, cada cual insdada narrari-ente por su cuenta.

El

argumento, 10s personajes y

d

contexro parecen continuar y expandirse. Intentarnos estabilizar nuestros mundos con un panreon duradero de dioses que siguen actuando como perso naies. aunque cam bien

l a ,

circunstancias. Construimos una

((vidarp

creando un

Yo

para conservar la identidad que se des- pierra al &a siguiente siendo pdcticamenre el mjsmo. Parecemos ser genios de la chistoria continuada~.

Rondd

Dworkrn sugiere que 10s precedentes legala son como historias continuadasM. Jrnponemos una wherenda a1 pasado, lo uonverri- mos en Historia.

Entonces, ;tho cosemos 10s retales de nuestras narraciones para asegurar su continuidad

il&nitada?

;Y

cuinta con tinuidad veccsitamd ~ernijanre continui-

dad

no es un problema para las ciencias duras. Se apoyan en ~principios univer- sales*: la ley de la gravedad es para siempre, rnienrras

que

haya masa y espacio. Pero ula Historia* esti llena de detdes aprichosos que se siguen unos a otros y se ven como siguiendose unos

dc

ouos. .

;Por que es tan ii-resistibie la causalidad h i s t o r i d Tomemos un ejemplo

cli-

sico.'~l Papa Le6o

[I1

corona a Carlomago como

Sagado

Ernperador Romano el

DIa

de

Navidad

del

aiio 800 en el Vaticmo, cn prerencia de 10s

grand=

y podero- sos

de

lo que enconces era Europa. Inevitablemente, a algunos la parece un primer paso en

el

carnino hacia la Union

Europea

un milenio despuk. Nos resuita increi-

blemente

Gcil

movernos hacia a& y

hacia

delante

en el tiempo desde aquel lejano &a de Navidad:

hacia

a& hasta la preocupacion

del

Papa G npor

el

implacable

avance

musulmdn y

por la necesidad

del

Vaticano

de

cdrivar

aliados

para resistirlo; hacia delance

hasm

k

Guerra de 10s Treinta

Mos y el Tramdo

de W a a a que cer-

mind

con

ella

Lavasta literatura sobre

10s peligros del

hisroricismo no cuenta. Induso el bien

informado

no puede rwistir

la

tentacion.

Un

elemento

que

hace ~ o s i b l e esta expansividad de la Historia (y

la

autobio-

grafia)

es

la

concepcibn que parecemos tener sobre upuntos de inflexion)), aconce- cimientos clave en

el

tiempo en 10s que lo ((nuevo* reemplaza a lo uvieioe. Qujero explorar un poco esm ahora, pues pienso que 10s p n t o s de inflcxj6nm son un ingrebente crucial en esta caracteristica

de

la

realidad narrariva.

Hayden

White nos puede

ayudar

en estoj5. Siguiendo a 10s historiadores franceses

de

10s

Annab,

distingue entre annaks, chroniqws e himires historicas.

"

Ronald, Dworkin, Lawi Empire (Cambridge, Mass.: Harvard University Prtrs, 1988) (ed. en espaiiol: El imptrro de la jwriria, Barcelona: G e d i i , 1988).

" Hayden White, rrhe Value of Nartariviry in the Representarion o f Rrality, en W. 1. T. Mit-

(17)

i-n

annaie se compone de acontecirnientos se~eccionados con su fecha fijada ximadam madam en re, como, pongamos, t n los Amlet

de

St. Gu1k

-09 Invierno duo.

M u i o

d Duque Gortfried. 1 1 0 Afio durn, drftciente en cosechas.

.. 12 Inundaclones par todas parts.

114 Muere Pippin, Mayor

del

Palacio. -18 Charles arras0 con 10s siijones.

"2 1

Theudo

apuls6 a 10s sarracenos

de

Aquitania.

725 Los sarracenos llegaron por primera vez.

-3

1 Murid Bede el Bendito, presbitero.

732

Charles

lucho contra 10s sarracenos en Poitiers.

La lista se construye con ~~acontecimientos~~, siendo

ei

cesto

del

titmpo

r i a d o

unada aconreci6w. De manera que Ios prapios xconcecimiencos seleccio- nsuos por

el

andixta son pequefias inflexinnes d e la historia; candidates a inflc- xiones en ena Historia implicica. La muem

de Pippin

se gana un lugar en Ios xndea de St.

Gall:

los

hombres

herres

imporcm

en

la

polttica de

pdacio.

E1

ma-

!is[; de Sc. Gall. c.orna sus colegas desde enronccs: es un colcccior~isra de proble- miticas, siempre sensible a 10s {(aconrecimienros precipitantes~

de

Labov. h e d e n zlrerar ci a r r o

de

mantanas narratjvo, c:ear !as

condiciones para

el desrrona-

miento de un csrado

dc

cow levjcirno.

D e ahi

la

chmaiquc su funcion es explorar tales posjbilidades. Las ihroni-

q u r recopilan narmciones tamafio acontecimiento pata componer narraciones r;i~llano vida. Aclararian mejor

por

que importaba

Pippin,

tal vez encargrin- dose de la narraci6n de

un

reino.

Un

buen ejernplo es la deslegitimacion de1 p d e r europeo por

Napoletrn, con

d

Congreso de

Viena comn restauracion de

ia iegitimidad. Induso a1 contar esa chronique,

el

rema de la t(restauraci6n

de

la

!qitimidadl) esta apoyado

por

detalles tales como

el hecho de

que el

Conde

Rcsomovsh hera ernbajador ruso cn e [ Congreso; ;el mecenns d e 10s -inrnuc- tales. cuartetos intermedios

de

Beethoven! Esos tambkn fueron puntos de

i n t l ~ ~ i o n .

El

prohlerna de las histvies extcndidas es que es

diflcii

aiustarlas a la forma

hurnana de

la

narracibn. Se supone

que

las hi&imdan

cohekncia

y

conrjnuidad

z !as

chroniques.

Pero eso implica muchas dificuitades.

Ya

que las

bGtuires

van rnk

JIi de [as biografiar, r r ~ L ;1I1A dei dcance de los dpicos protagonistas que luchan

por

saiir de

una

Problemir~ca.

;C6mo se narrativiza una

dinastiit?

20

la transi-

cian rnarxiana del feudalismo

d

socialjsmo pasando por el capiraiismo?

Nn

lesulra sorprendenre quc la Historia a

lo g m d e se

mueva hacia la sociologia.

Y,

?cr !a misma razhn, 10s fdosofos

de

h

Historia suelen proponer que se [rare a la

r -.

Referencias

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