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Antropología D Programa y Cuadernillo 2020

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Andrea V.P

Academic year: 2023

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CORE (Grs. Biología, Química, CC.AA., Dobles Grados) Grupo D

Antropología

Prof.: Dr. Ignacio Garay

Cuadernillo

Programa y selección de textos

2020

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Programa:

Unidad I: ¿Qué es la antropología filosófica?

Condiciones para filosofar: el asombro, el espíritu crítico, la visión profunda y la humildad. Qué es la antropología filosófica. Definición etimológica. Tres tipos de antropología. Definición real.

Unidad II: ¿Qué es el hombre?

Grados del ser viviente. La escala de la naturaleza. La constitución esencial del hombre: cuerpo, vida vegetativa, vida sensitiva y vida racional. La inteligencia, la voluntad y la libertad. La relación entre el cuerpo y el alma: concepción materialista, concepción espiritualista y concepción hilemórfica. El alma humana. Una prueba de su existencia. Propiedades del alma humana.

Unidad III: ¿Cuáles son los problemas del hombre actual?

El hombre light. Perfil psicológico: sus características. El homo videns. Soluciones al hombre light:

la tetralogía de la felicidad terrena.

La Logoterapia y la noodinámica. Víctor Frankl. La motivación de sentido. El hombre en busca de sentido. La actitud ante el sufrimiento. La meta más elevada de la vida humana.

La inteligencia emocional: noción e implicancias. IE y CI. Capacidades de la inteligencia emocional: nociones y funciones.

La relación entre varones y mujeres. Los hombres son de Marte las mujeres son de Venus. La vida en Marte y la vida en Venus. Cómo resuelven sus problemas los marcianos y las venusinas. Sus necesidades emocionales. Los que los estimula y lo que necesitan. Cómo sumar puntos con el sexo opuesto.

Bibliografía:

Aristóteles, De Anima, Gredos, Madrid, 2000.

Ayllón, José Ramón, En torno al hombre, Rialp, Madrid, 1992.

Burgos, Juan Manuel, Antropología: una guía para la existencia, Palabra, Madrid 2003.

Carman, C. C. & Garay, I., Lógica para Benavídez, Dunken, Buenos Aires, 2007.

Casaubón, J.A., Nociones generales de lógica y filosofía, Estrada, Buenos Aires, 1985.

Descartes, René, Meditaciones metafísicas, Alfaguara, Madrid 1977.

Frankl, V., El hombre en busca de sentido, Herder, Buenos Aires, 2004.

Garay, I., Selección de textos, inédito.

García Cuadrado, José Ángel, Antropología filosófica, EUNSA, Pamplona, 2008.

Goleman, D., La inteligencia emocional, Bantam Books, Buenos Aires, 1997.

Gray, J., Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, Océano, México, 2012.

Lewis, C. S., Los cuatro amores, RIALP, Madrid, 2012.ay

Ortega y Gasset, J., Estudios Sobre el amor, 17° Ed. Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, 1970.

Ortega y Gasset, J., ¿Qué es filosofía?, en «Obras completas», vol. VII, Revista de Occidente, Madrid, 1966-69.

Peck, M. S., The road less travelled, Arrow Books, London, 2006.

Quiles, I., ¿Qué es la filosofía?, Club de lectores, Buenos Aires, 1973.

Rojas, E., El hombre light, Planeta, Madrid, 1992.

Russel, B., Los problemas de la filosofía, Labor, Barcelona 1978.

Verneaux, R., Textos de los grandes filósofos: edad antigua, Herder, Barcelona, 1982.

Wilson, E., El amor a la sabiduría, Otium, 1979.

Yepes Stork, Ricardo, Fundamentos de antropología, EUNSA, Pamplona, 2009.

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Unidad I

¿Qué es la antropología filosófica?

Condiciones para filosofar El asombro

“Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía.

Nuestros ojos nos "hacen ser partícipes del espectáculo de las estrellas, del sol y de la bóveda celeste". Este espectáculo nos ha "dado el impulso de investigar el universo. De aquí broto para nosotros la filosofía, el mayor de los bienes deparados por los dioses a la raza de los mortales". Y Aristóteles: "Pues la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar:

empezando por admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poco a poco y se preguntaron por las vicisitudes de la luna y del sol, de los astros y por el origen del universo.

El admirarse impele a conocer. En la admiración cobro conciencia de no saber. Busco el saber, pero el saber mismo, no para satisfacer ninguna necesidad común. El filosofar es como un despertar de la vinculación a las necesidades de la vida. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a las cosas, al cielo y al mundo, preguntando qué sea todo ello y de dónde todo ello venga, preguntas cuya respuesta no serviría para nada útil, sino que resulta satisfactoria por sí sola”1.

El espíritu crítico a) La crisis

“Uno piensa en el cine cuando no va al cine, o cuando va y algo no funciona como debería funcionar. "Crisis" significa eso, algo que se rompe y, porque se rompe, hay que analizarlo. De ahí viene el término "crítica", que significa análisis o estudio de algo para emitir un juicio. Y de ahí también "criterio", que es razonamiento adecuado.

La crisis nos obliga a pensar. La crisis del mundo, la de nuestras relaciones -que a veces están a punto de naufragar-, la crisis de la economía, de la política. Pensar es consecuencia de alguna crisis. Si no, ¿para qué pensar? Si nos va bien en los negocios, ¿para qué pensar en los negocios?

Pero si nos va mal en la vida, podemos llegar a pensar: "¿Para qué necesito yo todo esto, para qué me sirve?, ¿mejora mi vida con ello?".

La crisis produce análisis, reflexión. Cuando el pensamiento es sistemático, cuando abarca los grandes temas de la vida y busca e indaga qué es el amor, qué es el bien, qué es la vida, qué es la felicidad, sin dejarse llevar por las preferencias individuales, se llama filosofía”2.

b) El despertar de la conciencia

“Suele suceder que las decoraciones se derrumben. Levantarse, tomar el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la comida, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante la mayor parte del tiempo. Sólo que un día se alza el "por qué" y todo comienza con esa lasitud teñida de asombro. "Comienza": esto es importante. La lasitud está al final de los actos de una vida maquinal, pero inicia al mismo tiempo el movimiento de la conciencia. La despierta y provoca la continuación. La continuación es la vuelta inconsciente a la cadena o el despertar definitivo”3.

1 Jaspers, K., La filosofía, Fondo de cultura económica, México, 1981, 25.

2 Barylko, J., La filosofía. Una invitación a pensar, Planeta, Buenos Aires, 1997, 12-13.

3 Camus, A., El mito de Sísifo, Losada, Buenos Aires, 2007, 25.

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La visión profunda

“En efecto, a menudo estamos muy seguros de lo que vemos y, sin embargo, lo que vemos es una apariencia, no es la realidad. Tengo compañeros a quienes he encasillado como simpáticos o antipáticos. De pronto me encuentro con alguien a quien no dudo en clasificar como antipático y, después de muchos años, descubro que en realidad es muy simpático, una persona encantadora.

Nada es lo que parece ser. Ni el mundo, ni la esposa de uno.

Le comento a un amigo del barrio estas vicisitudes y también las reflexiones que las originaron. El es profesor en la escuela secundaria. Me mira y se sonríe, con un dejo de ironía y otro de misericordia:

-¡Terminas de descubrir la filosofía! -me dice, y me golpea amistosamente en la espalda, como se estimula a un niño que acaba de decir o hacer algo brillante.

Lo miro en silencio, cohibido.

-Sí, eso es la filosofía. Estamos rodeados de apariencias. Cuando uno se despierta, quiere conocer la verdad, lo que se oculta detrás de las apariencias. En griego se dice aletheia, lo des-cubierto, es decir, la verdad. De eso se ocupa la filosofía.

_¿Y por qué no somos todos filósofos? -le pregunto.

-Primero, porque no todos nos despertamos. Algunos, mejor dicho una amplia mayoría, pasan la vida entre las apariencias y con ellas se satisfacen: apariencia de dicha, apariencia de amor, apariencia de alegría...

-¡Basta, basta -lo interrumpo-, no me amargues más!

-No se trata de amargarte, al contrario. Si despiertas y tomas conciencia de la apariencia, anhelarás el conocimiento de la verdad profunda, des-tapada, de la aletheia, como te decía. Ahí hallarás el bien, lo permanente, y eso te dará reposo, serenidad para deleitarte.

-¿Y cómo despertarse?

-Cuando la apariencia entra en crisis, cuando falla, si estás dispuesto a darte cuenta, se produce la fractura. La realidad se desgarra como un velo, ahí te detienes, y piensas. Perder la protección que brindan las apariencias es un dolor, pero saber que uno sale de la oscuridad a la luz es una dicha”4.

La humildad

“En nuestro tiempo, el filósofo Paul Feyerabend sostiene, en ¿Por qué no Platón?, que el pensamiento nunca debería dejar de ser diálogo para ser viviente. En los diálogos los personajes que hablan confrontan puntos de vista diferentes, y así es como se da lugar a la duda, y de ella surge el pensamiento. Du-da tiene la raíz dos. Quien tiene una idea no piensa, porque no du-da. Y si no tiene dos ideas que se contrapongan, lo mejor que puede hacer es recurrir al diálogo con otro. Eso aprendemos con Sócrates: si nos quedamos con nuestra propia idea, esta se nos vuelve una cárcel y no crecemos. Debemos abrimos al otro. Al otro humano, y al otro concepto”5.

4 Barylko, J., La filosofía. Una invitación a pensar, Planeta, Buenos Aires, 1997, 9-11.

5 Barylko, J., La filosofía. Una invitación a pensar, Planeta, Buenos Aires, 1997, 26.

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Definición etimológica de antropología filosófica

“La etimología de la palabra «Antropología»

proviene del griego anthropos (hombre) y logos (tratado o ciencia): así pues, nos encontramos frente a una ciencia o disciplina acerca del hombre10. Tres tipos de antropologías

“Así pues, a la hora de sistematizar los distintos saberes sobre el hombre se pueden distinguir, al menos, tres tipos de disciplinas:

a) Antropología física o etnografía. Es el estudio del hombre desde el punto de vista físico; es decir, estudia los rasgos corporales, morfológicos y fisiológicos de los individuos o grupos humanos, según las diversas localizaciones geográficas y climáticas. En otras palabras, realiza el tratamiento sistemático de las razas humanas y el origen de las

mismas. Esta disciplina aporta datos muy reveladores sobre la dimensión corpórea del hombre, pero resulta insuficiente porque metodológicamente no puede acceder a los aspectos espirituales del mismo. Se debe evitar el peligro de una visión reductivista del hombre que pretende agotar la realidad humana reduciéndola a un aspecto de la misma. Este reductivismo sólo es posible desde unos presupuestos cientificistas.

b) Antropología cultural o etnología. Esta disciplina se centra en el análisis de la historia, estructura y desarrollo de las diversas culturas humanas. «Es la ciencia que estudia los modelos típicos de comportamiento de un grupo humano para descubrir los códigos o reglas de hábitos o tendencias, tanto en el lenguaje, en las acciones, en las técnicas y en las creaciones como en sus normas socio- políticas, su filosofía, su arte y su religión».11 El objeto de estudio de la antropología cultural son los efectos y obras «objetivadas» del espíritu humano, pero no estudia directamente la naturaleza y esencia del ser humano. No obstante, proporciona datos muy valiosos que corresponde a la Antropología filosófica tratar desde la perspectiva metafísica.

c) Antropología filosófica o Filosofía del hombre. Es un estudio sistemático del hombre por sus causas últimas y principios esenciales del ser y obrar humanos. Éste es el centro de nuestra reflexión: nos proponemos estudiar al hombre en su globalidad. De esta manera los otros dos sentidos del término son asumidos pero desde una perspectiva diversa: «Ésta es, en parte, la tarea de la

"antropología filosófica"; ella podría establecer un fundamento último y unas metas unitarias a esa abigarrada serie de disciplinas especiales que hoy se ocupan del hombre: la física, la biología, la etnología, las ciencias psicológicas y sociales, las ciencias de la cultura, etc.».13 Para evitar la ambigüedad del término «Antropología» nos referiremos a ella también como «Filosofía del hombre» donde se aprecia de manera más explícita el carácter filosófico de la reflexión sobre el hombre.

10 Ibáñez Langlois, J. M., Introducción a la Antropología filosófica. 5ª edición. Pamplona, EUNSA, 1999, pp. 11-12

11 Vélez Correa, J. El hombre: un enigma. Antropología Filosófica. México, Consejo Episcopal Latinoamericano, 1995, p. 33

13 Ibáñez Langlois, J.M., Op. Cit, p. 14

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Definición real

La Filosofía del hombre, en cuanto disciplina filosófica, se propone como objeto de estudio el hombre en sus dimensiones esenciales. Es decir, mira al hombre no desde sus aspectos accidentales o cambiantes, sino desde la unidad que proporciona el saber último sobre la realidad.

«Esta "antropología filosófica” se propone la cuestión de "qué es el hombre" en su sentido más profundo y radical, que ha sido común a los filósofos de todos los tiempos».

Es precisamente la consideración filosófica (y en última instancia metafísica) lo que lleva a que se estudie al hombre en su globalidad, y no aspectos parciales del mismo. La parcialidad del objeto de estudio es propia de las ciencias particulares, que con métodos propios y diversificados se proponen analizar algunas dimensiones específicas de su objeto. (...)

Con esto queremos hacer ver que ninguna ciencia particular sobre el hombre (ya se llame paleoantropología, sociología, medicina, etc.) puede llegar al núcleo último de la realidad esencial del mismo. Corresponde a la Antropología filosófica realizar la síntesis de esas disciplinas particulares desde una perspectiva metafísica. En definitiva, podemos decir que «el objeto de la antropología filosófica es el estudio filosófico del hombre, es decir, el estudio de su esencia, para encontrar una respuesta a la pregunta: "quién es el hombre", tomado en la unidad y en la globalidad de su existir y de su naturaleza». La Antropología filosófica es la disciplina que tiene por objeto al hombre, estudiado por sus últimas causas y principios más radicales: estudia al hombre y sus operaciones esenciales en su globalidad.

El descubrimiento de la verdad esencial, ya lo hemos dicho, no puede ser total, porque siempre se podrá conocer más y mejor el «misterio» o «enigma» del hombre. Además, el conocimiento

sobre el hombre no es repentino. Para acceder a lo esencial del hombre es preciso partir de su obrar, que es lo más manifiesto para nosotros. Este proceso de acceso a la realidad esencial del hombre es lo que constituye el método o modo de proceder de la Antropología filosófica”6.

6 García Cuadrado, J. Á., Antropología filosófica. Una introducción a la filosofía del hombre, Pamplona, EUNSA, 2001, 22-30.

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Unidad II: ¿Qué es el hombre?

Grados del ser viviente a) La escala de la naturaleza

“Los seres vivientes realizan actos vitales, pero no todos los vivientes realizan todos los actos vitales; de allí que haya una gradación que va desde la superior a lo inferior, y que hablemos de los grados del ser viviente.

En rigor de verdad, hay una gradación previa, puesto que nosotros espontáneamente clasificamos las realidades del mundo de nuestra experiencia en:

1. Minerales 2. Vegetales 3. Animales 4. Hombres

De donde los grados del ser corpóreo son entonces cuatro:

1. Mineral 2. Vegetativo 3. Sensitivo 4. Racional

(…) los grados pueden estudiarse de dos maneras:

1) Como referidos a la distribución de lo viviente en el universo –y así digo que en el universo hay plantas, animales y hombres-, (…). En el universo de mi experiencia hay vivientes vegetativos (los vegetales), formalmente sensitivos (bestias) y formalmente racionales (los hombres);

2) Como presentes en un ser, o bien en otro ser de la naturaleza: así es que en el animal encuentro la vegetatividad que le es común con el vegetal y la sensibilidad que le es propia y que lo define. Y en el hombre encuentro lo vegeto-sensitivo que le es común con los restantes vivientes del universo, y la racionalidad que le es propia (…).

La persona humana

La constitución esencial del hombre a) Cuerpo

“En primer lugar, es indudable que en el hombre hay un cuerpo, que se mueve entre otros cuerpos de este mundo. Es, pues, el hombre un ente corpóreo y mutable, dotado de fuerzas físico-químicas como cualquier otro cuerpo.

b) Vida vegetativa

En segundo lugar, ese cuerpo no es un cuerpo inorgánico, como un trozo de azufre; se mueve a sí mismo, tiene movimiento inmanente, y por tanto hay en él vida; ante todo -yendo de lo inferior a lo superior-, vida vegetativa, con las tres potencias que son propias de este tipo de vida: nutrición, crecimiento y (posible) reproducción.

Esta vida vegetativa no niega las fuerzas físico-químicas que actúan en nuestro cuerpo; pero las absorbe o sublima para que sirvan a un modo de ser superior: el de la vida vege- tativa, en donde una especie de dirección interior las utiliza según un plan -el plan de la especie-

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para constituir un cuerpo orgánico con sus partes perfectamente diferenciadas y aptas para ese tipo de vida.

c) Vida sensitiva

En tercer lugar, el ente humano no se limita a estar implantado en el mundo, como una piedra o una planta; su ser es un ser-en-el-mundo, expresión ésta que dice algo más que el estar incluido en el mundo: el

hombre tiene al mundo como objeto, "frente" a sí; se comunica con él, cual los animales, por el conocimiento sensible (sentidos externos: vista, oído, olfato, gusto, tacto; sentidos internos:

sentido común o central, imaginación, memoria y "cogitativa" o "ratio

particularis" (en los animales: estimativa), y también como los animales, por los apetitos sensibles:

el concupiscible (tendencia hacia los bienes deleitables) y el irascible (tendencia hacia los bienes arduos). Tiene también, sin duda, la potencia de locomoción (movimiento de lugar, de locus: lugar y

motus: movimiento) (…), como los animales superiores. Esta vida sensible no niega la vida vegetativa -así como ésta no niega las fuerzas físico-químicas-, sino que a su vez la utiliza, sublima y absorbe en su propio nivel.

d) Vida racional

En cuarto lugar: Por todo lo dicho, hay algo más, y más importante: la existencia en éste de una vida racional. Efectivamente, todo lo individual es subsumido por el entender humano bajo lo universal: este hombre; esta casa; aquella piedra; un animal, y aún bajo lo trascendental: este ente, esto uno; este algo, etc.

La inteligencia

La inteligencia humana conoce lo universal (conceptos universales) y es capaz también de emitir afirmaciones o negaciones universales: "todo ente corpóreo es compuesto"; "todo hombre es racional"; "toda parte es menor que su todo", y aún trascendentales: "todo ente contingente se compone de esencia y ser".

También es capaz - y en esto es más típicamente racional- de llevar a cabo raciocinios con términos universales o trascendentales:

Todo animal es extenso.

Todo hombre es animal.

Luego, todo hombre es extenso.

(…)

Esta presencia de lo universal y de lo trascendental en el pensar humano es lo que en primer lugar lo distingue del animal irracional; el hombre, por su intelecto, es capaz de abstraer, de pasar de lo singular a lo universal o a lo trascendental; de este hombre a hombre; de Sócrates a filósofo; de esta piedra a ente.

La simple aprehensión intelectual (…) tiene por fruto el concepto; con esto superamos a los ani- males, reducidos a las imágenes y por lo tanto a lo singular, al aquí y ahora. Es el concepto lo que permite que el hombre haga ciencia, filosofía, arte, moral, técnica; es lo que hace posible que tenga religión, y todo ello no lo tienen los animales irracionales.

Asimismo, el intelecto humano es capaz de dedicarse a una actividad práctica, en busca del bien del hombre en cuanto tal (moral) o del bien de tal o cual artefacto (técnica); lo primero no se da en los animales; lo segundo muy imperfectamente; y, cuando se da con cierta perfección, se trata de

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la realización instintiva, siempre, del mismo tipo de obra: nido, hormiguero, colmena, tela de araña, etc. No aparece en ellos la inteligencia propiamente dicha, pues es la apertura de ésta a todo ente, lo que permite la universal amplitud y plasticidad de la técnica humana.

La voluntad

La voluntad es la capacidad de querer el bien. A todo poder de conocimiento sigue uno de apetito, pues la "forma" sensible o inteligible aprehendida aparece como la de algo bueno o malo al que la ha aprehendido; y el apetito es esa tendencia hacia lo bueno y ese rechazo de lo malo característico de la vida humana o animal. El apetito que sigue al conocimiento racional se llama voluntad. Si el objeto formal del intelecto es el ente, como verdad ontológica, el de la voluntad es lo bueno, que es el ente que, dotado de alguna perfección, es capaz de atraer a esa voluntad.

La libertad

a) La libertad humana consiste en la capacidad de auto conducirse hacia el bien. La conducta humana nos revela que la humana voluntad goza de libre albedrío o libre arbitrio: sin él, estarían demás mandatos, los consejos, las prohibiciones, las reglas de conducta. Pero a esta comprobación empírica, la antropología filosófica añade la demostración racional de la existencia del libre albedrío: dijimos que la voluntad tiene por objeto el bien o lo bueno; pero todo bien que se ofrezca al hombre en este mundo es limitado, es un bien; no es el Bien. Por eso no puede colmar, ni por tanto atraer necesariamente a ese poder de apetición trascendental que es la voluntad”7.

b) Libertad de (ausencia de límites externos) y libertad para (intencionalidad)

“Ser libre, en un sentido general, es no padecer impedimento, ni tener ataduras. Pero hemos visto que esa misma noción general puede darse en dos especies. Hay una libertad que consiste en una ausencia de necesidad (…). No sólo implica espontaneidad, sino también ausencia de toda necesidad, aun interna, y carencia de todo determinismo (…). Y aunque no es libertad de elección, aunque no es libre albedrío, merece también, en un sentido diferente, el nombre de libertad.

(…) el hombre (en cambio) se da a sí mismo los fines de su propia actividad. Por ser capaz de ir más allá de su sensación, transponiendo su instante, y

entrar en conocimiento del ser y de las naturalezas inteligibles, el hombre conoce lo que hace, y conoce el fin de sus actos, en cuanto fin; y se propone a sí mismo los fines de sus operaciones mediante su propia actividad intelectual (…).

c) Libertad dada y libertad adquirida

El libre albedrío es la raíz misma del mundo de la libertad; es una realidad metafísica que nos es dada con nuestra naturaleza racional; un bien que poseemos sin haberlo conquistado, y que tiene la función de libertad inicial. Pero esta raíz metafísica debe mostrar su vida en frutos de orden psicológico y de orden moral. Con nuestro propio esfuerzo, debemos llegar a ser personas dueñas de sí mismas, constitutivas de un todo independiente. Y esta ya es otra libertad. Un libertad no recibida, un bien que debe adquirirse a mucho precio. La hemos denominado libertad de espontaneidad o independencia, y tiene el carácter de libertad terminal”8.

7 Casaubón, J. A., Nociones generales de lógica y filosofía, Editorial Estrada, Buenos Aires, 1985, 150-152.

8 Maritain, J., Para una filosofía de la persona humana, Club de Lectores, Buenos Aires, 1984. 120-130.

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e) Martín Fierro

“Dios formó lindas las flores, Delicadas como son,

Les dio toda perfección Y cuanto él era capaz, Pero al hombre le dio más Cuando le dio el corazón.

Le dio claridá a la luz,

Juerza en su carrera al viento, Le dio vida y movimiento Dende el águila al gusano Pero más le dio al cristiano Al darle el entendimiento Y aunque a las aves le dio, Con otras cosas que inoro, Esos piquitos como oro Y un plumaje como tabla, Le dio al hombre más tesoro Al darle una lengua que habla Y dende que dio a las fieras Esa juria tan inmensa,

Que no hay poder que las venza Ni nada que las asombre,

¿Qué menos le daría al hombre Que valor pa´ su defensa?”9.

Relación entre cuerpo y alma

Concepción materialista (el hombre es sólo el cuerpo) a) No existen enigmas insolubles para la ciencia

“Se persiguen la limpieza y la claridad, rechazando las distancias oscuras y las profundidades inescrutables. En la ciencia no hay “profundidades”, hay superficie en todas partes: todo lo experimentable forma una red complicada no siempre aprehensible en su totalidad, sino que a menudo sólo resulta comprensible por partes. Todo es accesible al hombre y el hombre es la medida de todas las cosas. Aquí se muestra afinidad con los Sofistas no con los Platónicos, con los Epicúreos no con los Pitagóricos, con todos aquellos que aceptan el ser terrenal y el aquí y el ahora. Para la concepción científica del mundo no hay enigmas insolubles. La clarificación de los problemas filosóficos tradicionales nos conduce, en parte, a desenmascararlos como

9 Hernández, J., Martín Fierro, 2155-2175.

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pseudo problemas y, en parte, a transformarlos en problemas empíricos y de allí a someterlos al juicio de la ciencia de la experiencia10.

b) El alma es un cuento chino

“La ciencia moderna parece obedecer a un plan diabólico – rezongó. Primero se dirige al Homo Sapiens y le dice: <Mi pobre viejo, es mentira que Jehová te haya creado a su imagen y semejanza.

¿Quién es Jehová? ¡El Cuco! Lo inventaron los curas en la edad media para que te asustases un poco y no anduvieses por los cabarets de milonga corrida. En cuanto a la inmortalidad de tu alma, es un cuento chino. ¡Pedazo de alcornoque, ¿de dónde vas a sacar un alma?>.

-¡El alma –le interrumpió Lucio–. ¡Por favor! La he buscado con el bisturí en la sala de disecciones.

-¿Y la encontró?

-¡No me haga reír!

-Es claro – le explicó Samuel Tesler –, el alma no es un tumor de hígado”11. c) La mente es el cerebro

“La esencia de la neurofilosofía es la tesis de que el conocimiento de la mente pasa esencialmente por el conocimiento del cerebro. En mi lectura esto significa que, además de necesarias, las neurociencias resultan suficientes para agotar la comprensión de los fenómenos mentales12. d) La erosión del yo

“No es que la neurofarmacología pueda ahora proporcionar algo así como una decisiva demostración de la falsedad de esas maneras de ver, pero puede socavar ciertas tesis que favorecen lo muy diferentes que son los estados cerebrales y los estados mentales. Palmo a palmo ayuda a erosionar la convicción metafísica de que un yo está por medio, aparte de los montículos de material biológico ocultos bajo el cráneo. Puede ayudar a derivar el peso de la prueba hacia aquellos que niegan que pueda darse una ciencia de la mente”13.

e) Materialismo promisorio

“La victoria sobrevendrá más o menos del siguiente modo. Con el proceso de investigación sobre el cerebro, es plausible que el lenguaje del fisiólogo penetre más y más en el lenguaje ordinario y cambie nuestra visión del universo, incluso la del sentido común. De este modo, hablaremos cada vez menos de experiencias, percepciones, pensamientos, creencias, intenciones y objetivos, y cada vez más de procesos cerebrales, disposiciones al comportamiento y conducta patente. Así, el lenguaje mentalista pasará de moda y se usará únicamente en informes históricos, metafórica o irónicamente. Cuando se haya alcanzado este estadio el mentalismo será letra muerta y el problema de la mente y el cerebro se habrá resuelto”14.

f) La neuroética

“Por otro lado, la investigación neuroética pone en discusión nuestras ideas ordinarias acerca de la naturaleza de la acción consciente, de la racionalidad y por tanto de la libertad. Según muchos estudiosos las ciencias del cerebro nos mostrarían un sujeto depotenciado (deflacionado) por una pluralidad de agencias neurales, que deciden y se orientan en base a lógicas y mecanismos muy diversos de aquellos que ingenuamente atribuimos a nosotros

10 Hans Hahn, Otto Neurath y Rudlof Carnap, La concepción científica del mundo: el Círculo de Viena, Publicado originalmente como Wissenschaftliche Weltauffassung. Der Wiener Kreis (Wien: Artur Wolf Verlag). Redes (18): vol. 9, 1929, 103-149.

11Marechal, L., Adán Buenosayres, Planeta, Buenos Aires, 1994, 105.

12 Di Francesco, M., Neurofilosofia, naturalismo e statuto dei giudizi morali, en: Etica & Politica / Ethics & Politics, IX, Milano, 2007, 127.

13 Churchland, Patricia Smith, Neurophilosophy. Toward a Unified Science of the Mind/Body, MIT, Cambridge, Mass., 1986, 69.

14 Popper, K., Eccles, J., El Yo y su Cerebro, Labor, Barcelona, 1980, 110.

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mismos. En particular, las investigaciones sobre la naturaleza paralela y distribuida del funcionamiento cerebral, y la existencia de agencias cognitivas funcional y anatómicamente distintas ponen en tela de juicio la naturaleza unitaria y coherente del yo”15.

g) Cuando muere el cuerpo, muere todo el hombre

“Es evidente que así como nuestro andar es siempre una caída evitada, la vida de nuestro cuerpo es un morir incesantemente evitado, una destrucción retardada de nuestro cuerpo; y finalmente la actividad de nuestro espíritu no es sino un hastío evitado. Cada uno de nuestros movimientos respiratorios nos evita morir; por consiguiente luchamos contra la muerte a cada segundo, y también el dormir y el comer, el calentarnos al fuego son medios

de combatir la muerte inmediata. Pero la muerte ha de triunfar necesariamente en nosotros, porque le pertenecemos por el hecho mismo de haber nacido y no hace en último término sino jugar con su víctima antes de devorarla. Mientras tanto hacemos todo lo posible por conservar la vida, como inflaríamos una burbuja de jabón todo lo que se puede, aunque sabemos que al fin ha de estallar16.

Concepción espiritualista (el hombre es sólo el alma) a) El cuerpo como cárcel del alma (dualismo platónico)

Mientras tengamos nuestro cuerpo, mientras nuestra alma se halle unida a esta cosa nociva, nunca poseeremos el objeto de nuestros deseos, es decir, la verdad. En efecto, el cuerpo nos provoca mil dificultades por la necesidad de alimentarlo. Además de esto, las enfermedades que nos atacan nos impiden nuestra caza del ser. El cuerpo nos llena de amores, de deseos, de temores, de mil quimeras, de mil necedades, de tal modo que, por decir verdad, no nos deja ni una hora de sensatez. Porque, ¿qué es lo que provoca las guerras, las sediciones y los combates? El cuerpo y sus pasiones”17.

b) El cuerpo como obstáculo para conocer la verdad

“--En cuanto a la adquisición de la ciencia [dijo Sócrates], ¿es el cuerpo o no un obstáculo, cuando se asocia a esta investigación'? Voy a explicarme con un ejemplo. ¿Poseen la vista y el oído alguna verdad, o bien tienen razón los poetas al decirnos sin cesar que no oímos ni vemos nada verdaderamente? Y si estos dos sentidos no ofrecen seguridad, menos la ofrecerán aún los demás, porque son mucho más débiles. ¿No crees lo mismo?

--Completamente lo creo, dijo Simias.

--Pues entonces, replicó Sócrates, ¿cuándo el alma se apodera de la verdad? Está visto que cuando trata de examinar alguna cosa con la ayuda del cuerpo, éste la engaña radicalmente.

--Es cierto.

--Por consiguiente, ¿no se manifiesta la realidad al alma en el acto de pensar?

--Si.

--Y el alma ¿no piensa mejor cuando no está perturbada ni por la vista, ni por el oído, ni por el dolor, ni por el placer, sino cuando, por el contrario, a solas consigo misma y liberándose en la medida que le es posible de la compañía del cuerpo, se apega a lo que ella es?

15 Di Francesco, M., Neurofilosofia, naturalismo e statuto dei giudizi morali, en: Etica & Politica / Ethics & Politics, IX, 2007, 132.

16 Schopenhauer, A., El mundo como voluntad y representación, 342.

17 Platón, Fedón 65a-67b.

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--Es así (…).

--Entonces, ¿hay algo más puro que pensar con el pensamiento solo, liberado de todo elemento extraño y sensible, y aplicar inmediatamente el pensamiento en sí mismo y por sí mismo a la investigación de cada cosa en sí misma y por sí misma, sin ayuda de los oídos ni de las orejas, sin ninguna intervención del cuerpo que no hace más que perturbar al alma e impedirle que halle la sabiduría y la verdad siempre que tiene trato con él? Y si es posible llegar a conocer la esencia de las cosas, Simias, ¿no es por este medio?

--De maravillas, Sócrates, no puede hablarse mejor.

--De todo ello, continuó Sócrates, se desprende necesariamente que los verdaderos filósofos deben pensar y decirse entre sí cosas como estas. Tal vez hay algún camino que guíe a la razón en su investigación: mientras tengamos nuestro cuerpo, mientras nuestra alma se halle unida a esta cosa nociva, nunca poseeremos el objeto de nuestros deseos, es decir, la verdad. En efecto, el cuerpo nos provoca mil dificultades por la necesidad de alimentarlo. Además de esto, las enfermedades que nos atacan impiden nuestra caza del ser. El cuerpo nos llena de amores, de deseos, de temores, de mil quimeras, de mil necedades, de tal modo que, por decir verdad, no nos deja ni una hora de sensatez. Porque, ¿qué es lo que provoca las guerras, las sediciones y los combates? El cuerpo y sus pasiones. Todas las guerras proceden de la posesión de riquezas y nos vemos forzados a acumularlas a causa del cuerpo, para subvenir a sus necesidades. Y por ello tenemos tanta pereza para filosofar. Y lo peor de todo es que cuando casualmente nos deja algún tiempo libre y nos ponemos a reflexionar, interviene de súbito en medio de nuestras investigaciones, nos perturba, nos trastorna y nos hace incapaces de discernir la verdad. Está pues demostrado que, si queremos saber claramente algo, hemos de separarnos del cuerpo y mirar por medio del alma en sí misma las cosas en sí mismas. Y solamente entonces disfrutaremos de la sabiduría, de la que nos declaramos enamorados, es decir, después de nuestra muerte, y no durante nuestra vida. Y la misma razón nos lo dice. Pues si es imposible conocer nada distintamente mientras estamos unidos al cuerpo, una de dos: o bien no llegaremos nunca al saber, o llegaremos a él después de la muerte, porque entonces el alma será en sí misma y por sí misma, separada del cuerpo. Y mientras estemos en esta vida, no nos acercaremos al saber si no es con la condición de separarnos del cuerpo, de renunciar a todo trato con él, a menos que sea una absoluta necesidad, de no dejarnos contaminar por su naturaleza, de mantenernos limpios de sus contaminaciones hasta que el mismo Dios nos libere de él. Y así, libres de la locura del cuerpo, conversaremos, según espero, con hombres libres como nosotros, y conoceremos por nosotros mismos todo lo que es puro y sin mezcla. En esto, sin duda, consiste la verdad. Pero, al que no es puro, no le está permitido contemplar la pureza. Esto es, a mi parecer, amigo Simias, lo que los verdaderos amigos del saber deben pensar y hablar entre ellos. ¿No crees tú lo mismo que yo?

--Completamente, Sócrates. (…)

--- ¿Y la purificación (catarsis) no es, por ventura, lo que en la tradición se viene diciendo desde antiguo (las tradiciones órficas), el separar lo más posible el cuerpo del alma y el acostumbrarla a concentrarse y recogerse en sí misma, retirándose de todas las partes del cuerpo, y viviendo en lo posible tanto en el presente como en el después sola en sí misma, desligada del cuerpo como de una atadura?

--Así es, en efecto --dijo.

--¿Y no se da el nombre de muerte a eso precisamente, al desligamiento y separación del alma con el cuerpo?

--Sin duda alguna --respondió Simmias.

--Pero el desligar el alma, según afirmamos, es la aspiración suma, constante, propia tan solo de los que filosofan en el recto sentido de la palabra; y la ocupación de los filósofos estriba precisamente en eso mismo, en el desligamiento y separación del alma y del cuerpo. ¿Sí o no?

--Así parece. (…)

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--Luego, en realidad, oh Simmias --replicó Sócrates--, los que filosofan en el recto sentido de la palabra se ejercitan en morir, y son los hombres a quienes menos temeroso resulta el estar muertos”18.

c) La naturaleza del alma (pensamiento) y del cuerpo (extensión)

“Que cada sustancia tiene un atributo principal y que el del alma es el pensamiento como la extensión es el del cuerpo: Pero aunque un atributo cualquiera sea suficiente para darnos a conocer la sustancia, sin embargo, hay uno en cada sustancia que constituye su naturaleza y su esencia, del que dependen todos los demás. A saber, la extensión en longitud, anchura y profundidad, constituye la naturaleza de la sustancia corpórea y el pensamiento constituye la naturaleza de la sustancia pensante19.

d) El cuerpo como máquina operada por el alma (dualismo cartesiano)

“Concibamos, pues, aquí que el alma tiene su sede principal en la pequeña glándula que está en el centro del cerebro, de donde irradia a todo el resto del cuerpo por mediación de los espíritus, de los nervios e incluso de la sangre, que, participando de las impresiones de los espíritus, las puede llevar por las arterias a todos los miembros (…). Del mismo modo que, recíprocamente, la máquina del cuerpo está compuesta de tal manera que, por el mero hecho de que esta glándula es movida de diversa manera por el alma o por cualquier otra causa que acontezca, empuja a los espíritus que la rodean hacia los poros del cerebro, que los conducen a través de los nervios hasta los músculos, por cuya mediación les hace mover los miembros”20.

e) El hombre es sólo y esencialmente una cosa que piensa

“Por lo tanto, como sé de cierto que existo y, sin embargo, no advierto que convenga necesariamente a mi naturaleza o esencia otra cosa que ser pensante, concluyo rectamente que mi esencia consiste solo en ser una cosa que piensa… y tengo un cuerpo al que estoy estrechamente unido, con todo puesto que, por una parte tengo una idea clara y distinta de mí mismo, en cuanto que yo soy solo una cosa que piensa –no extensa- y, por otra parte, tengo una idea distinta del cuerpo, en cuanto que él es solo una cosa extensa – y no pensante- es cierto entonces que ese yo (es decir, mi alma, por la cual soy lo que soy) es enteramente distinta de mi cuerpo, y que puede existir sin él”21.

Concepción hilemórfica (el hombre es la unidad sustancial del alma y el cuerpo) a) Todo lo creado es bueno

Toda naturaleza, en cuanto naturaleza, es un bien; toda naturaleza no puede provenir más que del supremo y verdadero Dios. Porque todos los bienes (...) no pueden provenir sino del mismo bien supremo”22. b) El hombre, entre Dios y las bestias

“Entre dos extremos opuestos el uno al otro, la naturaleza humana ocupa el medio entre la naturaleza divina e incorpórea y la vida del irracional y de la bestia. En efecto, como es fácil

18 Platón, Fedón, 65a_68a.

19 Descartes, R., Principios, 1.

20 Descartes, R., Les passions de l´âme, a. 34 Oeuvres philosophiques, 3 vols., Garnier, París 1973, vol. 3, 979-980.

21 Descartes, R., Meditaciones metafísicas, VI.

22 San Agustín, De Nat. Boni, 1.

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comprobarlo, el compuesto humano participa de dos órdenes: de la divinidad tiene la razón y la inteligencia; del irracional, tiene su constitución corporal23.

c) El hombre es cuerpo y alma

“La integridad de su naturaleza requiere que el hombre conste simultáneamente de cuerpo y alma como materia y forma que poseen apetito recíproco y recíproca inclinación”24.

“Ni la sola alma, ni la sola carne, sino ambos es el hombre25. d) Ni sólo el cuerpo, ni sólo el alma

“Porque el hombre no es sólo el cuerpo o el alma sola, sino el que consta de alma y cuerpo. Esta es la verdad: que el alma no es todo el hombre, sino la mejor parte del hombre, ni todo el hombre es el cuerpo, sino la porción inferior del hombre; cuando ambas cosas están juntas se llama hombre”26.

d) Naturaleza y corrupción del cuerpo

“En nuestro cuerpo deben considerarse dos cosas: la creación de Dios y el castigo del mérito. Toda esta forma, postura, el caminar, el orden de los miembros, la disposición de los sentidos: ver, oír, oler, gustar, tocar; toda esta unión y distinción de partes, no pudo ser hecha sino por Dios, que ha hecho todas las cosas: las celestes y las terrestres, las superiores y las inferiores, las visibles y las invisibles. Entonces, ¿qué hay en él correspondiente al castigo?

El que la carne sea corruptible, frágil, mortal, indigente: todo esto no estará en el premio. No es que no estará el cuerpo, ya que el cuerpo resucitará. ¿Y qué no habrá entonces? Corrupción: pues esto corruptible se revestirá de incorrupción (I Cor. 15, 53) Por lo tanto, si la carne es para ti una cárcel, no es el cuerpo tu cárcel, sino la corrupción de tu cuerpo. Tu cuerpo Dios lo hizo bueno, porque Él es bueno; la corrupción la introdujo como justo, porque Él es juez”27.

e) La dignidad del cuerpo

“Una de las sorpresas que esperan al historiador del pensamiento cristiano es su insistencia sobre el valor, la dignidad y la perpetuidad del cuerpo humano. Casi todo el mundo considera la concepción cristiana del hombre como un espiritualismo caracterizado. ¿De qué sirve al hombre conquistar el universo si llega a perder su alma? Cultivar su alma, librar su alma purificándola y salvar su alma liberándola: ése es, según parece, el fin propio del Cristianismo. Agreguemos a esto que el Dios Cristiano es espíritu, y que, en efecto, es en espíritu y en verdad como Dios quiere ser adorado. ¿Cómo no esperar, pues que filósofos cristianos dirijan todo su esfuerzo a la parte espiritual del hombre, que es el alma, y descuiden ese elemento caduco, opaco al pensamiento, ciego a Dios, que es el cuerpo? Sin embargo, para escándalo de historiadores y filósofos, sucedió lo contrario. San Buenaventura, Santo Tomás, Duns Scoto, y aún diría San Francisco de Asís, son hombres que amaron la materia, respetaron su cuerpo, celebraron su alta dignidad y jamás quisieron separar su destino del de su alma. ¿Es posible hallar la explicación de ese hecho, y lo que nos enseña sobre la verdadera naturaleza del hombre cristiano? (...)

Lo que más particularmente importa notar es que la salvación anunciada por el Evangelio no esa sólo la salvación de las almas, sino la salvación de los hombres, es decir, de cada uno de esos seres individuales, con su carne, sus miembros, toda esa estructura de órganos corporales sin la cual

23 San Gregorio Niceno, De hominis opificio.

24 San Buenaventura, Breviloquio, XII.

25 San Agustín, De An et eius orig., II, 14, 20.

26 San Agustín, Ciudad de Dios.

27 San Agustín, En. In Ps., 141, 18.

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cada uno de ello sólo se sentiría la sombra de sí mismo y ni siquiera sería capaz de concebirse.

Cuando Jesucristo anunciaba a los judíos que reinarían con él, se refería a ellos y no solamente a sus almas. (...)

De modo que, pues ni el alma ni el cuerpo tomados aparte son el hombre, y lo que se llama con ese nombre es lo que nace de la unión de aquéllos, cuando Dios llamó al hombre a la resurrección y a la vida, no llamó a una de sus partes, sino al hombre total, es decir al alma y al cuerpo. (...)

Hoy se sorprendería a muchos cristianos diciéndoles que la creencia en la inmortalidad del alma en alguno de los más antiguos Padres es tan oscura que es casi inexistente. (...) En realidad, un Cristianismo sin inmortalidad del alma no hubiera sido absolutamente inconcebible, y la prueba está en que fue concebido. En cambio, lo que sería absolutamente inconcebible es un Cristianismo sin resurrección del Hombre”28.

f) San Francisco y cómo el alma se expresa a través de los gestos del cuerpo

“Honró a todos los hombres, lo que es decir no sólo los amó sino que a todos respetó. Lo que le diera su extraordinario poder personal era esto: que del papa al mendigo, del Sultán de Siria en su rica tienda hasta los ladrones harapientos arrastrándose por el bosque, nunca existió un hombre que se mirara en esos ojos pardos y ardientes sin tener la certidumbre de que Francisco Bernardone se interesaba realmente por él, por el interior de su propia vida individual desde la cuna al sepulcro, de que él en persona era estimado y tomado en serio y no meramente añadido a los restos de algún programa social o a los nombres de algún documento burocrático. Ahora bien, para esa particular idea moral y religiosa no hay otra expresión externa como no sea la cortesía.

No la expresa la exhortación que sólo es mero entusiasmo abstracto ni la beneficencia pues no es más que piedad. Sólo la puede transmitir el gesto grandilocuente que llamaríamos buenos modales. Podemos decir, si nos place, que san Francisco, en la desnuda y mísera simplicidad de su vida, se había asido, a pesar de todo, a un girón de lujo: a las formas de la corte. Pero mientras en una corte hay un rey y cien cortesanos, en esta particular historia hubo un cortesano entre cien reyes. Porque el Santo trató a la muchedumbre de hombres como si fuera una muchedumbre de reyes. Y ésta fue en realidad de verdad la única actitud con que podría conmover a esa parte del hombre que quería conmover. No podía conseguirlo ofreciendo oro ni pan pues es proverbial que cualquier truhán puede convertir la liberalidad en simple escarnio. Ni tampoco lo lograría prodigando atención y tiempo pues numerosos filántropos y burócratas benévolos lo hacen con escarnio en sus corazones mucho más frío y horrible. Ni planes ni propuestas ni arreglos eficientes pueden devolver la autoestima y el sentimiento de estar hablando con un igual al hombre quebrado. Puede lograrlo un gesto29.

g) Adan Buenos Ayres: vida, muerte y resurrección de los cuerpos

“Detenido en la esquina de Monte Egmont y Warnes, Adán leyó las dos letras de oro que relucían en el cortinado funeral de la carroza. R. F.

-Ramón Fernandez, o Rosa Fuentes, o Raúl Fantucci, o Rita Fieramosca, o René Forain o Roberto Froebel, o Remigio Farman, ¡o el diablo que lo adivine! ¿Me sacaré el sombrero?

Miró en torno suyo y vió que los hombres de la calle se descubrían reverentemente.

-Se descubren todos. ¿Por qué? Un odio instintivo a la muerte, pero un odio reverencial. Acaso imaginan que la guadañadora invisible, sentada en el alto pescante junto a los cocheros, los está

28 Gilson, E., El Espíritu de la Filosofía Medieval, 177.

29 Chesterton, G. K., San Francisco de Asis, Ed. Carlos Lolhé, Buenos Aires, 1988, 90-91.

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espiando recelosamente y cuenta y recuenta los saludos. "¡Que la muerte ignore nuestro rencor!

¡Que nos olvide todavía!" Por eso se descubren. Un cuerpo sin alma, una herramienta sin artesano, un buque sin piloto. ¡Al diablo la materia sin la forma! Yo no me descubro.

Pero algo fallaba en su orgulloso razonamiento, y Adán lo reconoció enseguida.

-Con todo, un alma inmortal habitó ese cuerpo que ya está disolviéndose: un alma usó en ese cuerpo de su terrible libertad y lo hizo cumplir mil gestos dignos o abominables, prudentes o locos, ridículos o sublimes. Y el incógnito R. F.

tendrá un día que buscar su cuerpo desertado en el cementerio de La Chacarita, y oirá la trompeta del ángel, y sentirá caer sobre sus hombros la última hoja del tiempo. Quia tempus non erit amplius. ¡Me sacaré el sombrero!”30.

El alma humana

Una prueba de la existencia del alma

“La vida racional del hombre, manifestada en esas dos potencias, intelecto y voluntad, revela que hay un principio de vida inmaterial, espiritual en el hombre, Porque los objetos nos revelan la naturaleza de los actos; los actos, las de las potencias; las potencias, la de la sustancia o principio sustancial de! que emanan.

Conociendo el hombre los objetos inmaterialmente (universalizados o trascendentalizados) en el concepto, el acto del que surge el concepto debe ser también inmaterial; luego, inmaterial ha de ser también la potencia de donde emana; por tanto, inmaterial, espiritual, debe ser el principio sustancial en que radica tal potencia31.

Propiedades del alma humana a) La inmaterialidad

“La inmaterialidad del alma humana se demuestra por un camino que ya indicamos varias veces:

por los objetos (formales) se conocen los actos que los alcanzan; por los actos, las potencias de donde aquéllos emanan, y, por las potencias, las sustancias o principios sustanciales.

Ahora bien; también hemos dicho que los objetos primeramente conocidos por el hombre son los entes materiales. Pero sólo pueden ser conocidos mediante un creciente proceso de inmaterialización: ver un cortaplumas es algo muy distinto que clavárselo en el ojo; el edificio

"Cavanagh", imaginado, no consta de cemento ni tiene el tamaño de tal edificio en su existencia real; con más claridad aún, el concepto es ya puramente inmaterial: el concepto de hombre no es ni bajo, ni alto, ni gordo ni flaco, ni rubio ni moreno, aunque los hombres extramentales tengan que poseer una u otra de esas determinaciones; el concepto de triángulo no es triangular; el concepto de universo no tiene las dimensiones inmensas de éste (mejor dicho: no tiene ninguna dimensión); podemos además pensar en espacios no euclidianos, pero no verlos ni imaginarlos; con mayor razón si pensamos en realidades o valores no-material:

los conceptos de derecho, deber, obligación, bondad o malicia morales, relación, santidad, belleza, intelecto, voluntad, espíritu puro, Dios, no sólo carecen de extensión y masa como conceptos, sino también como realidades.

30 Marechal, L., Adán Buenosayres, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1990, 333.

31 Casaubón, J. A., Nociones generales de lógica y filosofía, Editorial Estrada, Buenos Aires, 1985, 152.

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Por lo tanto, si los objetos entendidos en cuanto tales son inmateriales, y si a veces también lo son sus respectivos objetos incluso en su existencia real, los actos de entender que los alcanzan necesariamente han de ser también inmateriales. Si tales son los actos, las potencias de donde surgen serán también inmateriales. Por último, si así son las potencias, también lo serán las sustancias o principios sustanciales a que tales potencias pertenecen y en las que radican. En el caso del hombre no puede decirse que su sustancia total sea inmaterial (…) pero sí que lo es el principio sustancial de donde directamente emanan la inteligencia y la voluntad: el alma (…).

b) La espiritualidad

Pero el alma humana no es sólo inmaterial, sino también espiritual. Todo lo espiritual es inmaterial; pero no todo lo inmaterial es espiritual. Por ejemplo, los conceptos objetivos, los entes de razón, las relaciones, ciertos valores son inmateriales, pero no espirituales. La inmaterialidad es a veces "intencional", o meramente accidental; la espiritualidad es constitutiva de las sustancias reales que carecen de materia, y que pueden existir sin apoyo material. Tal es el caso del alma humana32.

c) La creatureidad

Para entender bien qué significa la creatureidad del alma humana tenemos que distinguir entre

producir” y “crear”. “Producir” significa transformar una materia preexistente. Por ejemplo, cuando se transforma la madera de un árbol para hacer una guitarra. La guitarra no sale “de la nada”, sino de la madera del árbol que ya existía anteriormente. Todas las cosas materiales comienzan a existir (en cuanto tales) mediante un proceso de producción (a partir de una materia preexistente) que también se llama “generación”. Pero el alma humana no está compuesta de materia, como ya hemos visto, y por eso no puede surgir a partir de la transformación de la materia, es decir, no puede generarse ni corromperse. Y dado que el alma existe, tiene que haber comenzado a existir, no a partir de una materia, sino “de la nada”. Y esto es precisamente lo que significa “crear”: causar algo a partir de la nada y que el alma humana tiene la propiedad de la creatureidad significa que el alma humana es creada, es decir, que no proviene de la trasformación de la materia, sino que es causada a partir de la nada.

Esta propiedad del alma humana tiene implicancias muy profundas. Una de ellas es que se puede tomar como una prueba de la existencia de Dios. Si el alma es creada, entonces es necesario que tenga un creador. Es decir, alguien que la haya causado. Cuando se produce algo a partir de una materia hace falta cierta fuerza para transformar esa materia. Esculpir una estatua en mármol requiere más fuerza que hacer un cenicero con plastilina. Pero mucha más fuerza hace falta para sacar algo de la nada. Es más, para ello se requiere un poder infinito. Y dado que sólo Dios tiene poder infinito (es decir, onmipotencia, lo puede todo), entonces sólo Dios puede crear y, por lo tanto, Dios es el creador del alma humana.

d) La inmortalidad

Así como distinguimos entre “producir” y “crear”, también podemos distinguir entre “morir” y

aniquilar”. Así como su puede producir una cosa a partir de la transformación de la materia (generación), también, a partir de otra trasformación de esa misma materia, esa cosa puede dejar de existir (siempre en cuanto tal) mediante un proceso de “corrupción” (por el cual la materia que las compone pierde su forma). Y esto es lo que llamamos “muerte”, la separación de las partes materiales que conforma una cosa y que provoca el cese de las funciones. Una vez más, así como todas las cosas materiales comienzan a existir a través de la generación, también todas

32 Casaubón, J. A., Nociones generales de lógica y filosofía, Editorial Estrada, Buenos Aires, 1985, 153-155.

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materiales mueren o se corrompen cuando se separan sus partes. Incluso también se puede hablar un poco metafóricamente de “muerte” de las cosas inanimadas como, por ejemplo, cuando se parte la madera de una guitarra y ésta deja de existir (de nuevo, en cuanto tal) se dice “palmó la guitarra”.

Pero dado que no está conformada por materia, entonces el alma humana es inmortal, es decir, no puede corromperse ni morir.

Sin embargo, al alma humana sí puede dejar de existir, no sólo en cuanto tal, sino también absolutamente. Porque así como el poder infinito de Dios puede crearla, es decir, “sacarla de la nada”, ese mismo poder infinito también la puede “aniquilar”, es decir, volverla a la nada, quitarle el ser.

(20)

Unidad III: ¿Cuáles son los problemas del hombre actual?

El hombre light

a) Perfil psicológico del hombre light

“Se trata de un hombre relativamente bien informado, pero con escasa educación humana, muy entregado al pragmatismo, por una parte, y a bastantes tópicos, por otra. Todo le interesa, pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que percibe, y, en consecuencia, se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial, ligero, frívolo, que lo acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos en su conducta. Todo se torna en él etéreo, leve, volátil, banal, permisivo. Ha visto tantos cambios, tan rápidos y en un tiempo tan corto, que empieza a no saber a qué atenerse o, lo que es lo mismo, hace suyas las afirmaciones como «Todo vale», «Qué más da» o

«Las cosas han cambiado». Y así, nos encontramos con un buen profesional en su tema, que conoce bien la tarea que tiene entre manos, pero que fuera

de ese contexto va a la deriva, sin ideas claras, atrapado -como está- en un mundo lleno de información, que le distrae, pero que poco a poco le convierte en un hombre superficial, indiferente, permisivo, en el que anida un gran vacío moral.

Las conquistas técnicas y científicas -impensables hace tan sólo unos años- nos han traído unos logros evidentes: la revolución informática, los avances de la ciencia en sus diversos aspectos, un orden social más justo y perfecto, la preocupación operativa sobre los derechos humanos, la democratización de tantos países y, ahora, la caída en bloque del comunismo.

Pero frente a todo ello hay que poner sobre el tapete aspectos de la realidad que funcionan mal y que muestran la otra cara de la moneda:

a) Materialismo: hace que un individuo tenga cierto reconocimiento social por el único hecho de ganar mucho dinero.

b) Hedonismo: pasarlo bien a costa de lo que sea es el nuevo código de comportamiento, lo que apunta hacia la muerte de los ideales, el vacío de sentido y la búsqueda de una serie de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes.

c) Permisividad: arrasa los mejores propósitos e ideales. (Y lleva a la) Revolución sin finalidad y sin programa: la ética permisiva sustituye a la moral, lo cual engendra un desconcierto generalizado.

e) Relativismo: todo es relativo, con lo que se cae en la absolutización de lo relativo; brotan así unas reglas presididas por la subjetividad.

f) Consumismo: representa la fórmula posmoderna de la libertad (…)

Si aplicamos la pupila observadora nos encontramos con que en él se dan los siguientes ingredientes: pensamiento débil, convicciones sin firmeza, asepsia en sus compromisos, indiferencia sui generis hecha de curiosidad y relativismo a la vez...; su ideología es el pragmatismo, su norma de conducta, la vigencia social, lo que se lleva, lo que está de moda; su ética se fundamenta en la estadística, sustituta de la conciencia; su moral, repleta de neutralidad, falta de compromiso y subjetividad, queda relegada a la intimidad, sin atreverse a salir en público”33.

b) El Homo videns

“En segundo lugar, y específicamente, la televisión empobrece drásticamente la información y la formación del ciudadano. Por último, como venimos diciendo en todo este trabajo, el mundo en imágenes que nos ofrece el video desactiva nuestra capacidad de abstracción y, con ella, nuestra capacidad de comprender problemas y afrontarlos (…).

33 Rojas, E., El hombre light, Planeta, Madrid, 1992, 13.

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Un hombre que pierde la capacidad de abstracción es por eso mismo incapaz de racionalidad (…) La verdad es que el mundo construido en imágenes resulta desastroso para la paidea (educación) del animal racional, y que la televisión produce un efecto regresivo en la democracia, debilitando su soporte y por lo tanto, la opinión pública (…).

Los medios de comunicación, y especialmente la televisión, son administrados por la subcultura, por personas sin cultura. (…) Actualmente proliferan las mentes débiles, que proliferan justamente porque se tropiezan con un público que nunca ha sido adiestrado para pensar (…) La ignorancia se ha convertido casi en una virtud, como si se restableciera a un ser primigenio incontaminado e incorrupto; con el mismo criterio, la incongruencia y el apocamiento mental se interpretan como una “sensibilidad superior (…)

En la escuela los pobres niños se tienen que “divertir”. Pero de este modo no se les enseña ni siquiera a escribir y la lectura va quedando cada vez más al margen. Y así, la escuela consolida al vídeo-niño en lugar de darle una alternativa”34.

c) Carta XII del Diablo a su sobrino

“Mi querido Orugario:

Evidentemente, estás haciendo espléndidos progresos. Mi único temor es que, al intentar meter prisa al paciente, le despiertes y se dé cuenta de su verdadera situación. Porque tú y yo, que vemos esa situación tal como es realmente, no debemos olvidar nunca cuán diferente debe parecerle a él. Nosotros sabemos que hemos introducido en su trayectoria un cambio de dirección que le está alejando ya de su órbita alrededor del Enemigo; pero hay que hacer que él se imagine que todas las decisiones que han producido este cambio de trayectoria son triviales y revocables.

No se le debe permitir sospechar que ahora está, por lentamente que sea, alejándose del sol en una dirección que le conducirá al frío y a las tinieblas del vacío absoluto.

Por este motivo, casi celebro saber que todavía va misa y comulga. Sé que esto tiene peligros; pero cualquier cosa es buena, con tal de que no llegue a darse cuenta de hasta qué punto ha roto con los primeros meses de vida cristiana: mientras conserve externamente los hábitos de un cristiano, se le podrá hacer pensar que ha adoptado algunos amigos y diversiones nuevos, pero que su estado espiritual es muy semejante al de seis semanas antes, y, mientras piense eso, no tendremos que luchar con el arrepentimiento explícito por un pecado definido y plenamente reconocido, sino sólo con una vaga, aunque incómoda, sensación de que no se ha portado muy bien últimamente.

Esta difusa incomodidad necesita un manejo cuidadoso. Si se hace demasiado fuerte, puede despertarle, y echar a perder todo el juego. Por otra parte, si la suprimes completamente -lo que, de pasada, el Enemigo probablemente no permitirá-, perdemos un elemento de la situación que puede conseguirse que nos sea favorable. Si se permite que tal sensación subsista, pero no que se haga irresistible y florezca en un verdadero arrepentimiento, tiene una invaluable tendencia:

aumenta la resistencia del paciente a pensar en el Enemigo. Todos los humanos, en casi cualquier momento, sienten en cierta medida esta reticencia; pero cuando pensar en Él supone encararse - intensificándola- con una vaga nube de culpabilidad sólo a medias consciente, tal resistencia se multiplica por diez. Odian cualquier cosa que les recuerde al Enemigo, al igual que los hombres en dificultades económicas detestan la simple visión de un talonario. En tal estado, tu paciente no sólo omitirá sus deberes religiosos, sino que le desagradarán cada vez más. Pensará en ellos de antemano lo menos que crea decentemente posible, y se olvidará de ellos, una vez cumplidos, tan pronto como pueda. Hace unas semanas necesitabas tentarle al irrealismo y a la falta de atención cuando rezaba, pero ahora te encontrarás con que te recibe con los brazos abiertos y casi te implora que le desvíes de su propósito y que adormezcas su corazón. Querrá que sus oraciones sean irreales, pues nada le producirá tanto terror como el contacto efectivo con el Enemigo. Su intención será la de "dejar la fiesta en paz".

34 Sartori, G., Homo videns, La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid, 2008.

(22)

Al irse estableciendo más completamente esta situación, te irás librando, paulatinamente, del fatigoso trabajo de ofrecer placeres como tentaciones. Al irle separando cada vez más de toda auténtica felicidad esa incomodidad, y su resistencia a enfrentarse con ella, y como costumbre va haciendo al mismo tiempo menos agradables y menos fácilmente renunciables (pues eso es lo el hábito hace, por suerte, con los placeres) los placeres de la vanidad, de la excitación y de la ligereza, descubrirás que cualquier cosa, o incluso ninguna, es suficiente para atraer su atención errante. Ya no necesitas un buen libro, libro que le guste de verdad, para mantenerle alejado de sus oraciones, de su trabajo o de su reposo; te bastará con una columna de anuncios por palabras en el periódico de ayer. Le puedes hacer perder el tiempo no ya en una conversación amena, con gente de su agrado, sino incluso hablando con personas que no le interesan lo más mínimo de cuestiones que le aburren. Puedes lograr que no haga absolutamente nada durante períodos prolongados. Puedes hacerle trasnochar, no yéndose de juerga, sino contemplando un fuego apagado en un cuarto frío. Todas esas actividades sanas y extravertidas que queremos evitarle pueden impedírsele sin darle nada a cambio, de tal forma que pueda acabar diciendo, como dijo al llegar aquí abajo uno de mis pacientes: "Ahora veo que he dejado pasar la mayor parte de mi vida sin hacer ni lo que debía ni lo que me apetecía". Los cristianos describen al Enemigo como aquél "sin quien nada es fuerte". Y la Nada es muy fuerte: lo suficiente como para privar a un hombre de sus mejores años, y no cometiendo dulces pecados, sino en una mortecina vacilación de la mente sobre no sabe qué ni por qué, en la satisfacción de curiosidades tan débiles que el hombre es sólo medio consciente de ellas, en tamborilear con los dedos y pegar taconazos, en silbar melodías que no le gustan, o en el largo y oscuro laberinto de unos ensueños que ni siquiera tienen lujuria o ambición para darles sabor, pero que, una vez iniciados por una asociación de ideas puramente casual, no pueden evitarse, pues la criatura está demasiado débil y aturdida como para librarse de ellos.

Dirás que son pecadillos y, sin duda, como todos los tentadores jóvenes, estás deseando poder dar cuenta de maldades espectaculares. Pero, recuérdalo bien, lo único que de verdad importa es en qué medida apartas al hombre del Enemigo. No importa lo leves que puedan ser sus faltas, con tal de que su efecto acumulativo sea empujar al hombre lejos de la Luz y hacia el interior de la Nada.

El asesinato no es mejor que la baraja, si la baraja es suficiente para lograr este fin. De hecho, el camino más seguro hacia el Infierno es el gradual: la suave ladera, blanda bajo el pie, sin giros bruscos, sin mojones, sin señalizaciones.

Tu cariñoso tío, Ecrutopo”35.

Soluciones al hombre light a) Volver a los valores

“En los últimos años Occidente ha vivido el mito del progreso indefinido, pero actualmente ya ha finalizado, porque está claro que los avances técnicos y científicos seguirán produciéndose, pero ya sin pensar que serán la única solución del hombre para obtener mayor calidad de vida. En general, podemos decir que es necesario una vuelta a otros valores por las siguientes razones:

1. El progreso material no puede colmar por sí mismo las aspiraciones humanas.

2. La tetralogía del hombre light es una convocatoria que a la larga fabrica un hombre vacío, hueco, sin contenido y sin puntos de referencia.

3. El hedonismo niega el valor del sufrimiento, porque desconoce lo que significa y la importancia que tiene para la madurez personal.

4. La permisividad producirá desde drogadictos a personas adictas a la pornografía, pasando por una violencia y agresividad cuyo final puede ser fatal. La patología familiar derivada de aquí

35 Lewis, C., Cartas del Diablo a su sobrino, Carta XII.

Referencias

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