89. En primer lugar, porque la forma de explotación a la que está sometida la clase obrera sólo puede ser eliminada si se suprime la propiedad privada de los medios de producción, origen último de toda explotación. Las clases explotadas de otros sistemas de producción pueden liberarse de la explotación sin poner necesariamente en tela de juicio la propiedad privada de estos medios, como es, por ejemplo, el caso de los siervos que, liberados de las relaciones serviles, se transforman en propietarios de los terrenos que antes les eran concedidos por el terrateniente como pago por su trabajo. En cambio, en el capitalismo, en que el proceso de producción requiere de muchos trabajadores que realizan tareas específicas dentro de un gran trabajo colectivo, la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción sólo puede ser eliminada para dar paso a la propiedad colectiva de ellos.
1. En la conceptualización del proceso de lucha de clases – teóricas, políticas y económicas- que se extiende entre 1955 y 1976- compartimos los análisis teórico-empíricos de dos investigaciones que cubren con precisión diversos períodos de ese largo e intenso tramo de la vida política y social argentina. El primero es una obra ya clásica de la sociología argentina: de Juan Carlos Marín, Los hechos armados. Argentina 1973-76, (1978), última edición Buenos Aires, La Rosa Blindada y PI.CA.SO. 2003. La edición de 1996, de los mismos editores, lleva como subtítulo La acumulación primitiva del genocidio. Marín en su capítulo I revisa y resignifica las luchas de clases de esos años, escritas casi “al calor de los hechos” y en sus prólogos y epílogo a las varias ediciones va actualizando la mirada, a la luz de los nuevos desarrollos de la realidad local y mundial. El segundo es Orígenes y desarrollo de la guerra civil en Argentina 1966-1976, Buenos Aires, Eudeba, 1998, de Pablo Bonavena; Mariana Maañón; Gloria Morelli; Flabián Nievas; Roberto Paiva y Martín Pascual, todos ellos ex alumnos y ex ayudantes de cátedra, casi todos hoy profesores, varios de ellos miembros de este equipo de investigación, y todos colegas y amigos más jóvenes, que, partiendo del trabajo de Marín citado antes realizan una tarea de soporte empírico de su primer capítulo, proveyéndolo de datos históricos, referencias teóricas y discurso pedagógico, con el plus autocorrectivo que proporciona el trabajo en cooperación. También con la humildad necesaria para advertirnos en la Introducción que “como sabemos que no hay verdades esclarecidas sino esclerosadas, tómese esta contribución como un momento , un estadio del conocimiento de los hechos abordados”. Lo mismo pretendemos del presente trabajo.
Esta condición económica, explica por qué la lucha de clases en Roma nunca daría lugar a una nueva forma de organización de la vida social. Solo si los esclavos se hubieran coaligado con el pueblo pobre de la ciudad, –los proletarios libres–, podrían haber logrado derrocar al viejo sistema y llegado a una nueva síntesis. La educación política era algo impensable fuera determinados círculos exclusivos. Es decir, el bloque social dominante sí contaba con una vanguardia intelectual, política y militar, un factor determinante con el que el pueblo nunca contó en la antigüedad clásica. El desarrollo de la técnica y de los procesos de producción eran rudimentarios, la especialización no demandaba escolarización alguna y la distribución social del trabajo implicaba tales condiciones de explotación y de arbitrariedad que resulta inimaginable que estos sectores sociales pudieran construir teoría propia y fundar corrientes de pensamiento, o movimientos políticos duraderos; que no revistieran formas religiosas; sobretodo porque (y muy especialmente entre los pobres) cualquier disidencia era penada con la muerte. Vemos aquí, si somos capaces de profundizar en el análisis, cómo las voluntades oprimidas y explotadas, libradas a su propia suerte, solo logran alcanzar espontánea- mente, grados precarios de autoconciencia, generalmente en las formas, con los métodos y con las categorías establecidas de cada época histórica; históricamente expresadas cómo misticismo, religiosidad y otras formas enajenadas de conciencia.
Otra área donde se palpa la necesidad de recuperar la herencia burguesa y de someterla a la crítica drástica, es la de los formatos y géneros que ha impuesto el negocio capitalista del medio de comunicación de masas. Hagamos particular referencia, a título ilustrativo, a la fotonovela y al comic. En el primer caso, en un proceso revolucionario se trata de utilizar un formato de mucha clientela y alta vulgarización, luchando contra la “memoria” colectiva que ha venido otorgando a este tipo de género pseudo-amoroso su significado caracterizado por los objetivos de fuga de la realidad y ensueño, es decir, disolver la connotación ideológica de este tipo de mensaje. La operación que consiste en cambiar el contenido de este género y que a grandes rasgos se resume en sustituir por nuevos valores la visión mistificada de la realidad que vehiculaba antes, es la expresión de la lucha de clases que se gesta en el interior mismo del medio durante la etapa transicional. Con la forma de presentar un determinado contenido que manipulaba el medio burgués, se trata de hacer pasar un nuevo contenido. Con una técnica connotada por sus servicios cumplidos en el régimen burgués, se trata de trasmitir un mensaje que apunta a crear un nuevo orden de valores. Si bien la problemática de readecuación del comic tiene mucho parecido con la de la fotonovela, reconoce también ciertos rasgos distintivos, los que imprimen las modalidades propias del género. Tributario de la sociedad que lo inauguró en el mercado, el comic estaba destinado a llenar el ocio de esta mismo sociedad, cimentando sus valores y realizando la conformación con su orden. Ahora no se trata de desvirtuar su función de entretenimiento, sino más bien de hacerle cumplir su función dentro de un nuevo concepto del ocio, y en el contexto global del cambio, utilizarlo como un agente que permita el afincamiento y lo internalización
Esta vuelta, un poco escolar, sobre la noción de clases, permite subrayar su valor agregado respecto de las simples descripciones de la jerarquía de las desigualdades sociales medidas a partir de una serie de criterios más o menos congruentes: el in- greso, el prestigio, la influencia, los niveles y los tipos de consumo, las condiciones de vida… Las clases son definidas por relaciones de clases, dominación, explotación, solidaridad, competencia… Estas relaciones distinguen las desigualdades de clases de las desigualdades de estratificación, que no suponen necesariamente conflictos y una conciencia de esos conflictos. Sabemos que el problema de los lazos entre cla- ses y estratificación está presente en el propio Marx, que pasa sin cesar de un modelo al otro: de dos o tres clases en El Manifiesto y en El Capital, a diez o doce clases en El 18 Brumario. En este último caso, Marx distingue fracciones de clase en función de sus desigualdades más que de sus relaciones sociales conflictivas, y la descripción de las desigualdades entre los grupos sustituye insensiblemente a la de la oposición estructural y frontal. Porque las clases se definen por los conflictos, se definen tam- bién por la conciencia de esos conflictos. “No hay clase sin conciencia de clase”. La clase social, empezando por la clase obrera, que se convierte en la “clase por exce- lencia”, tiene conciencia de su identidad social y cultural, conciencia de un “noso- tros” que la opone a los otros. Ella también tiene conciencia de sus intereses, es decir del hecho de que es explotada porque el salario no le restituye más que una parte de la riqueza producida. En fin, la clase es un movimiento conducido por or- ganizaciones de clase, asociaciones, sindicatos, partidos, por un proyecto –como decía Touraine. Vemos entonces que las desigualdades de clase no son desigualdades como las otras, distribuidas en escalas de ingresos, de poder o de prestigio; son des- igualdades que estructuran la conciencia de los actores, la vida social y la acción co- lectiva. Desde este punto de vista, las clasessociales no son solamente marcos estructurales y condiciones; son también, como lo mostró Thompson, construccio- nes históricas que producen a su vez modos de representación y de acción que es- tructuran las sociedades industriales. De hecho, todas las sociedades industriales europeas han conocido formas de estructuración y de representación de las clases a través de un espacio político en el que los partidos obreros (socialistas, comunistas, socialdemócratas, laboristas…) se oponen a los partidos burgueses. Las clases han entonces encajado el orden del sistema en el orden de las representaciones y de la acción colectiva, y es esto lo que dio al concepto un alcance y un aura excepcionales 2 .
Aristóteles intentaba responder a los problemas que plan- teaba este fenómeno —la lucha de clases— cuya causa ha- bía penetrado con tanta precisión. Procuraba introducir ra- cionalidad en este caos y conseguir estabilidad a las Polis. En este camino Aristóteles nos muestra otra faceta de su genio: La habilidad política. Tiene páginas verdaderamente maquiavélicas, donde prodiga amplias listas de cínicos pro- cedimientos y consejos que deben seguir los tiranos para mantenerse en el poder. Esto no le impide expresar repeti- damente su odio a los tiranos. Tal parece que el Sumo Bien no es otro que la estabilidad política a cualquier precio. Y por otra parte, intenta aportar a la estabilidad política a través de la legislación: la mejor constitución, Politeia, re- sultará de una sabia mezcla de elementos democráticos y aristocráticos. Todo esto no es más que puro idealismo, puesto que él mismo ha comprobado certeramente cuál es el fondo de la cuestión.
No basta, pues, con dominar algunas técnicas aisladas de comunicación, o tener ideas, conocimientos o estados de ánimo valiosos para transmitir, para llegar hasta los confines de la sociedad con los puntos de vista de una clase; hay que disponer, además, del poder económico y político necesarios, que le dan materialidad al mensaje masivo y aseguran su circulación. Pensemos, por ejemplo, en un diario obrero que se edite en un país capitalista. De partida, es poco probable que cuente con los mejores redactores disponibles; y aunque tuviera a su servicio a los más talentosos y políticamente bien orientados, sería difícil que poseyera una imprenta de alta tecnología para publicar sus escritos. Si así fuera, debería tener además una distribución eficiente en todo el país para sus ejemplares; y aun teniéndola, lo más probable es que fuera excluido de una cuota de publicidad suficiente (e indispensable, dado el bajo precio de los periódicos) para financiar su producción intelectual, el proceso de impresión y la distribución, por lo cual inevitablemente quebraría o quedaría, de una u otra forma, fuera de la competencia entre los grandes periódicos de ese país, sin considerar los problemas institucionales (político jurídicos) que debería enfrentar: censura, multas, clausuras, destrucción por la policía, el ejército o bandas armadas de la reacción. El grado de desarrollo económico de la sociedad, que determina el grado de desarrollo de los medios físicos de comunicación, y las relaciones de clases que se dan en ella, condicionan así los contenidos ideológicos y el significado mismo de la comunicación en cada época. Por ello, la historia de la comunicación no es sino la historia de la lucha de clases.
la lucha de clases. Apenas han transcurrido catorce años desde entonces, y el movimiento de mujeres proletarias ha conocido una gran expansión. Más de ciento cincuenta mil trabajadoras sindicadas constituyen el núcleo más activo en la lucha económica del proletariado. Muchos miles de mujeres políticamente organizadas se han alineado tras la bandera de la socialdemocracia: el órgano de las mujeres socialdemócratas [Die Gleichheit, editado por Clara Zetkin] tiene más de cien mil suscriptoras; el voto femenino es uno de los puntos vitales del programa de la social democracia.
La din?mica de la "lucha de clases" en el plano internacional LA DIN?MICA DE LA ?LUCHA DE CLASES? EN EL PLANO INTERNACIONAL C?mo la cuesti?n obrera ha sido el esc?ndalo de ayer, el problema de los pa?[.]
frente a esas dos concepciones de contenidos tan opuestos, que podríamos en- carnar en los nombres de Gentile y Lunacharsky, vimos en la clase anterior que otra corriente de la «nueva educación» se esforzaba en tomar una actitud inter- mediaria. Entre el fascismo de la burguesía y el socialismo del proletariado, aspi- raba a crear una educación que no tuviera que ver ni con uno ni con otro. ¿A qué clase social interpreta esa corriente? Es lo último que nos falta investigar. Cuando se escucha a los teóricos de la burguesía no puede haber muchas dudas respecto a lo que quieren; no las hay, y mucho menos, en las francas palabras del proleta- riado. Pero al ponernos en contacto con estos nuevos teóricos, cuyo nombre re- presentativo podría ser lo mismo Spranger que Wyneken, todo se vuelve inde- ciso, confuso, vacilante. Se tiene por momentos la impresión de que sospechan algo de lo que en el mundo está ocurriendo, pero que prefieren mejor no saberlo del todo. O para decirlo en el lenguaje de un lector de la Revista de Occidente, aquellos teóricos perescrutan el drama de parturición que presenciamos sin haber logrado todavía su propia Weltanschaung… Desarraigados de un sistema de con- vicciones, no están todavía instalados en otro. Se sienten por lo mismo como seres sin quicio y se forman, sobre todo lo que observan, opiniones que bizquean. Saben, por ejemplo, que la historia cambia y que las sociedades se transforman, pero como les asusta admitir la lucha entre las clases se contentan a lo sumo con la lucha entre las «generaciones». Saben también que las religiones son formas subalternas hace rato superadas, pero como no se animan a conducir hasta el fin su pensamiento, se detienen en una «religiosidad sin religión», que es como decir una humedad sin agua. Ambigua situación que los obliga a reconocer en el uni- verso la existencia de un «irracional», de una «finalidad» o de un «élan» que son a la postre otras tantas maneras de volver a aceptar un Dios de barbas blancas. 26
y multidimensional que categoriza y clasifica las distintas clases y segmentos de clase según la situación en la estructura ocupacional. La virtualidad de este enfoque reside en el estudio de la relación de los trabajadores no manuales con el movimiento sindical desde una perspectiva más amplia que la distinción y comparación según el status ocupacional (manuales versus no manuales). Tal perspectiva toma en consideración la situación de clase de los asalariados y, al tiempo, una serie de características del puesto de trabajo (posesión o no de bie- nes productivos). Ello nos permitirá considerar el grado de vinculación sindi- cal de los asalariados españoles teniendo en cuenta su posición en la estructura de clases. Lo que se pretende, más allá del análisis del comportamiento y supuesto carácter de los trabajadores de cuello blanco con respecto al movi- miento sindical, es plantear cuestiones más complejas que relacionen la matriz de clases con la afiliación sindical, de manera que al final seamos capaces de responder a la cuestión de las posibles relaciones entre los distintos segmentos de asalariados y la organización sindical.
, sobre el que la Asamblea Nacional sólo flota como un poder moral. Esta interpretación del 29 de enero confunde el lenguaje de la lucha en la tribuna, en la prensa y en los clubs, con su verdadero contenido. Luis Bonaparte, frente a la Asamblea Constituyente, no era un poder constitucional unilateral frente a otro, no era el poder ejecutivo frente al legislativo; era la propia república burguesa ya constituida frente a los instrumentos de su constitución, frente a las intrigas ambiciosas y a las reivindicaciones ideológicas de la fracción burguesa revolucionaria que la había fundado y que veía con asombro que su república, una vez constituida, se parecía mucho a una monarquía restaurada. Y ahora esta fracción quería prolongar por la fuerza el período constituyente, con sus condiciones, sus ilusiones, su lenguaje y sus personas, e impedir a la república burguesa ya madura revelarse en su forma acabada y peculiar. Y del mismo modo que la Asamblea Nacional Constituyente representaba al Cavaignac vuelto a su seno, Bonaparte representaba a la Asamblea Nacional legislativa todavía no divorciada de él, es decir, a la Asamblea Nacional de la república burguesa constituida.
tan-ce, es por el incremento de la intensidad del trabajo o de la extensión de la jornada laboral. En estos dos casos v crece por el desgaste del trabajador que se re- fleja en un aume[r]
rural, expulsada por los cambios sociales en el agro serrano.. No obstante, estas nuevas actividades capitalistas evidencian. una incapacidad estructural para 」セ・。イ su[r]
La historia de Descifrar tu mirada se desarrolla a partir de una relación amorosa entre Lisa y Marcos, protagonistas del libro, quienes entrelazan las luchas sociales fuera y dentro del salón de clases. Ella, una luchadora social que es violada en una agresión − como tantas que se viven y mueren cotidianamente− contra el pueblo de San Salvador Atenco, en México. Él, un profesor universitario, también comprometido desde el aula con la construcción de una sociedad con justicia, libertad y democracia, y dispuesto a conocer la verdadera causa por la que Lisa decidió abandonarlo después de haber estado presente en la defensa de Atenco. 8 Ese pueblo donde el gobierno había tendido una trampa a sus habitantes para vengarse, entre otras cosas, por no haber permitido la construcción de un aeropuerto para la ciudad de México. Ese pueblo −como tantos otros en nuestro mundo
Por una parte W. Reich quién como coordinador de la Clínica Popular de Berlín y fundador de su Seminario Técnico, era sumamente valorado, siendo de los pocos jóvenes admitidos aún antes de obtener su título de médico y de quien Richard Sterba supo decir, en su autobiografía: "…Su comprensión clínica, su habilidad técnica, unido a su talento para expresarse oralmente de una manera plástica, lo convertían en un profesor exquisito. Bajo su supervisión, el Seminario representaba una instancia tan sobresaliente del aprendizaje que incluso los miembros más antiguos participaban con asiduidad…cuya posición fue acentuándose paulatinamente hasta llegar a la siguiente afirmación: ‘El Psicoanálisis, como ciencia, está a la misma altura que las enseñanzas de la teoría social del marxismo: aquel trata los fenómenos del alma, éste último los sociales. Y sólo en tanto se analicen aspectos sociales en la vida anímica o, viceversa las anímicas en el ser de lo Social, ambas ciencias se comportan como auxiliares entre ellas.’ " 3
La libertad interna que se gesta con la actividad trasformadora es muy distinta al autorreconocimiento pues no se da en relación con el otro, es una libertad en el mundo del más allá. Para Hegel la libertad subjetiva de los individuos se traduce en construcción objetiva común (Anderson, 1995). En consecuencia, la libertad no se apoya en el mundo de lo concreto, depende de las determinaciones del pensamiento, lo que en términos filosóficos se denomina enajenación teológica. El hombre se subordina a dios. En la servidumbre, el trabajo no construye libertad en las relaciones sociales. Si no se presentase el miedo frente al vencedor, un miedo expresado en la conciencia del vencido, un miedo por perder la vida, el reconocimiento en el entorno social no se presentaría, lo que dificultaría el devenir de la autoconciencia —lucha natural al hombre— en saber de la conciencia independiente:
Un ejemplo, entre muchos otros personajes, podría ser Domingo Ramírez de Arellano. Sus intereses se diversificaron con la adquisición de una hacienda en Magdalena. [r]
No solo es necesaria una vanguardia, sino que la dinámica misma de la lucha de clases lo impone como tarea permanente. Ese es un denominador común en la experiencia de lucha de los pueblos del mundo. Esa es la experiencia de los procesos de transformación social en todo el mundo. Los ideólogos imperiales y sus lacayos nos califican y descalifican insultando la memoria de Lenin, o de Ernesto Guevara, o de cuantos millones de revolucionarios o revolucionarias que han muerto en las mazmorras del imperio asesino de niños, en las cárceles del fascismo transnacional, nos relatan nuestro propio martirio: cinismo de psicópatas. Perversión y crueldad burguesa. Eso es la guerra de clases. Guerra psicológica permanente. Los agentes de la propaganda enemiga, que lo mismo venden detergente mágico que soluciones políticas definitivas, no serán nunca capaces de entender el verdadero papel de los hombres dignos, de los hombres justos, de los hombres valientes, en la historia de la lucha de los pueblos. Los que mueren siendo libres, viven en la lucha y en las razones de los que luchan. Nacen y viven con cada generación que se presenta al combate por la justicia y la libertad. En esta trinchera... aquí nadie muere compañeros.