Y aunque al deslindarse de la versión “marxista-leninista” que funcionaba como ideología del “socialismo real”, se reafirme la validez del marxismo en sus aspectos medulares y en determi[r]
con lo que el autor indica de antemano que se trataría sólo de paseos, entradas y sa- lidas rápidas de un filósofo a los terrenos de la literatura. Las incursiones que confor- man el libro son sus ensayos –el núcleo duro de ese libro– donde además del estudio de la Generación del 98, se analiza con mucha agudeza la picaresca, parte de la obra de Garcilaso, Cervantes, García Lorca, sor Juana, José Revueltas, Octavio Paz, Alejandro Rossi, Jaime Labastida, Gogol, Kafka, la tragedia corneilleana, la concepción de lo trágico en Marx y Engels o la relación entre ideología, política y literatura en Lenin y Tolstoi, entre otros temas. En el resto de la compilación, se encuentran las incur- siones dedicadas a conmemorar y evocar hechos relevantes o personalidades a las que lo unió una línea de percepción y pensamiento muy cercana en el terreno literario –Emilio Prados, Antonio Machado, Miguel Hernández, Neruda, Juan Rejano y Ma- rinello–; por último, el libro incluye una serie de trabajos pequeños, conformados básicamente por una serie de crítica descriptiva que se hace con motivo de la presen- tación de libros. Ahí SánchezVázquez trabaja sobre libros de Valle-Inclán, Dámaso Alonso, León Felipe, Francisco Rebolledo y Óscar de la Borbolla; como se ve por la variedad de autores y sus temáticas, estas críticas no son programáticas o especializa- das en una rama de la filosofía o la literatura. Se trata, por el contrario, de presenta- ciones ocasionales, donde se practica la tradición de la literatura como conversación pública y crítica.
Considero que en el fondo ésta fue la motivación que llevó a Sán- chez Vázquez a descubrir en México su nueva vocación: la filosófica. Pero todo descubrimiento se realiza desde una situación específica. La de AdolfoSánchezVázquez era ante todo la del exilio, con todas sus tristezas y sus penurias, pero también sus esperanzas. “Se trataba de adoptarse a un modo que se desconocía por completo y de adaptarse en condiciones que no obstante la generosa hospitalidad significaba construirse una nueva vida marcada por el desgarrón terrible del des- tierro. Éramos eso: desterrados y no simple transterrados, como nos calificó después Gaos”. 3
Vayamos por partes y empecemos recordando algunos de los rasgos con los que SánchezVázquez trata de aclarar el sentido de la praxis. Bajo este concepto —nos dice— cae toda actividad humana de carácter consciente que incide en la rea- lidad objetiva. Es decir, se trata de la actividad consciente y material del hombre social. Por actividad consciente se entien- de aquella que no incluye el instinto o el impulso animal, sino solo la propiamente humana, que se orienta por los fines que se propone, ya se trate de los actos que inciden en la vida so- cial (como los que interesan a la política o a la moral) o de la actividad productiva a través del trabajo. Estas prácticas se orientan por fines o propósitos que anticipa la conciencia.
Sin embargo, el exilio dura muchos años. Perdida la esperanza de que las democracias occidentales derrocaran a Franco y restauraran la República, el exiliado no tiene más remedio que deshacer su maleta y buscar integrarse a la vida mexicana lo mejor que pueda. Dice SánchezVázquez: “Pero el tiempo que mata, también cura. Surgen nuevas raíces, raíces pequeñas y limitadas primero, que se van extendiendo después a lo largo de los hijos nacidos aquí, los nuevos amigos y compañeros, los nuevos amores, las penas y las alegrías recién estrenadas, los sueños más recientes y las nuevas esperanzas”. 16
Hay algo singular en el hecho de que un pensador reconocido por la congruencia y diversidad de su obra se resuelva a dar a la luz pública la obra poética que fraguó en sus años de juventud y primera madurez como un presagio o un preludio de su actividad crítica y de su filoso- far. La relación entre poesía y filosofía en el itinerario vital de adolfoSánchezVázquez no es desde luego fortuita. Es conocida su amistad y trato con los poetas del exilio español, su desinteresada cercanía y simpatía con figuras como Emilio prados, Manuel altolaguirre o León Felipe. Y son éstas dos de las notas que cabe destacar en el trazo de esta mínima semblanza poética: la simpatía y el interesado desinterés (para aludir a Schiller y a sus Cartas sobre la educación estética del hombre) no sólo hacia las personas sino ante todo hacia las obras poé- ticas y, más allá, hacia el fenómeno mismo de la creación de lo poético y lo artístico. Estas instancias irracionales e irreductibles ocupan en la obra de adolfoSánchezVázquez un lugar preponderante y un sitial de fundación. Es en el poema y la obra de arte donde el filósofo reconoce el espacio originario de la comunidad humana pretérita y porvenir; el poema y la obra de arte como moradas de la utopía, como espacios de “salvación” espiritual y moral de la utopía socialista y de los valores políticos defendidos en el frente y en la trinchera. pero ese reconoci- miento no se hubiese podido dar sin el trabajo realizado desde dentro de la creación, en la experiencia y la expresión de la escritura poética. Huelga decir que a su vez la publicación de estos poemas realza con un destello de autenticidad y desinteresado compromiso el filosofar de adolfoSánchezVázquez, sobre todo el que atiende o merodea la cuestión estética. como si hubiese una penúltima cortesía del filósofo en este exponer el “pulso ardiente” de su oficio lírico.
En su Diccionario de filosofía, Ferrater Mora recuerda el camino recorrido por este filósofo de gruesos lentes, curiosidad impertur- bable y un respeto meticuloso por las ideas de los otros. "SánchezVázquez —señala Ferrater— llegó a la filosofía por una práctica, la práctica literaria o poética, y se interesó pronto por el marxismo, bien que un marxismo abierto, renovador y crítico, no dogmático. Den- tro de ese amplio marco, ha trabajado sobre todo en cuestiones éticas y estéticas. Frente a toda concepción cerrada o normativa de la experiencia estética y del arte ha propugnado una teoría que per- mita dar razón de toda relación estética del hombre con la realidad.
Filosofía de la praxis tuvo un efecto renovador en el pensamiento marxis- ta y en general en el quehacer filosófico iberoamericano. Su influencia no se limitó al ámbito académico, sino también se extendió a la actividad política emancipadora. Nos dice el propio SánchezVázquez que la obra fue acogida en general favorablemente por los marxistas de la época. “De España y Chile me llegó en los años sesentas la estimulante noticia de que en plena clandes- tinidad, e incluso en las cárceles, se habían organizado círculos de estudio y seminarios en torno a Filosofía de la praxis”. 9
El ingeniero Pedro C. Sánchez apoyó más tarde la creación de la Dirección de Estudios Geográficos y Climatológicos dentro de la Secre- taría de Fomento, que entonces concentraba varias labores guberna- mentales; la creación de aquella Dirección implicó abrir nuevas áreas de desarrollo nacional.
Deslindándose con vehemencia del marxismo de Althusser, SánchezVázquez insiste en que la obra marxiana es indivisible. Si en sus análisis filo- sóficos sobre el concepto de praxis se basa principalmente en el Marx joven e intermedio, no lo hace necesariamente porque considere ahí a Marx como ‘más filosófico’, sino porque el tema de la praxis política y creativa está más en primer plano que en la crítica a la economía política, en la que, ante todo, está en discusión la forma de praxis reproductiva, que sostiene el mundo de los humanos. Esta posición privilegiada que la praxis creativa y sobre todo la político-revolucionaria ocupa en la Filosofía de la praxis de SánchezVázquez frente a otras formas de praxis, debe entenderse más por la historia de su propia vida que por reflexiones internas de pura teoría. Si se ocupa de Marx, ello se debe ante todo a su actividad política de la temprana juventud.
Este importante premio nos da la ocasión de recordar una vez más la labor incansable que SánchezVázquez ha desarrollado en México desde su llegada como exiliado en 1939. Primero en Morelia y después en la ciudad de Mé- xico, su preocupación por la política y la cultura ha sido una constante, siem- pre de acuerdo con un compromiso moral y teórico que trajo de España y perdura hasta la fecha: el marxismo. En este dominio, sus ideas se han ido afinando y depurando con el tiempo de acuerdo con un pensamiento riguro- so que aboga por una sociedad más justa, más igualitaria y más libre; un mar- xismo vivo y antidogmático que gira fundamentalmente alrededor de tres as- pectos básicos: el proyecto de transformación, la crítica de lo existente y el conocimiento.
Sánchez, como pensador crítico y creativo a la vez, pudo y supo cuestionar las imposiciones políticas ortodoxas del llamado socialismo real, que para él no era realmente socialista, a pesar que implicó una superación del sis- tema capitalista dominante. Morales (1985), citado por Gandler (2010), sostiene que la obra filosófica de AdolfoSánchezVázquez es sin duda alguna, uno de los pensamientos mayores del marxismo latinoamericano: anti- dogmático, en reconsideración constante a sus preguntas iniciales, dialogando con los marxismos europeos y abiertos a los nuevos problemas de nuestra sociedad. Pero, es necesario advertir que estas observaciones y críticas formuladas por Sánchez están basadas desde un ideal socialista, aspiración histórica de los pueblos y trabajadores del mundo, a pesar de los traspiés que hayan sufrido en procura de lograr mejores condiciones materiales y espirituales de vida social.
profundo de ese marxismo subyace una particular empatía con el pensamiento filosófico de Lenin —lo que en principio no es necesariamente una falta en cuanto el mismo SánchezVázquez ha sabido reconocer y resolver inteligen- temente aquellos puntos en los que el marxismo-leninismo ha “deformado u olvidado” algunas tesis de Marx. Escogimos el ámbito de la discusión que SánchezVázquez sostuvo contra Althusser en el curso de los años setentas del siglo pasado porque, a nuestro juicio, aquel episodio ilustra plenamente lo asen- tado: no es posible concebir el marxismo de SánchezVázquez sin Lenin, dado que el marxismo-leninismo específicamente filosófico es el horizonte teórico en el que se ha movido y mueve SánchezVázquez desde el primer momento —algo que en todo caso podremos reconocer con más firmeza cuando amplie- mos y profundicemos el análisis de sus conceptos de “materia”, “materialismo”, “objetividad”, “realidad” o “ciencia”.
La perspectiva de un largo exilio modera en SánchezVázquez, como en tantos otros, el activismo político que había alimentado la experiencia anterior. En el caso de AdolfoSánchezVázquez, esa cir- cunstancia incita a una reflexión razonada sobre el significado de aquellas opciones políticas. Es la voluntad de hallar respuestas teóricas a cuestiones prácticas el impulso que estimula su dedicación a la filoso- fía. Él mismo expresa muy gráficamente cómo llegó a la filosofía: "Una truncada práctica literaria y más precisamente poética me llevó a problematizar cuestiones estéticas y una práctica política me con- dujo a la necesidad de esclarecerme cuestiones fundamentales de ella y, de esta manera, casi sin proponérmelo, me encontré en el te- rreno de la filosofía ".3
AdolfoSánchezVázquez nació en Algeciras, Cádiz, en 1915. En 1935 inició sus estudios de filosofía en la Universidad Central de Madrid. Desde temprana edad se incorporó a la Juventud Socialista Unifica- da y participó activamente en la lucha republicana. Cuando comenzó la Guerra civil, se enlistó en el ejército, formando parte del comisa- n do de prensa y propaganda. En 1939 sobrevino la derrota; "los caminos se poblaron de caminantes y hombres fugitivos que mar- chaban al destierro con el dolor a cuestas", decía Pablo Neruda. Sale hacia Francia en febrero de 1939 y viaja a México en el buque Sinaia con sus "compañeros de bodega", Juan Rejano y Pedro Garfias. Arribó a Veracruz el 13 de junio de 1939 junto con otras oleadas de algunos de los más valiosos intelectuales de España, que se acogían al refugio generoso que les otorgó el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Ya en México, participa en la fundación de las revistas: Romance, España Peregrina y Ultramar. Los primeros años del exilio fueron los de la esperanza del retorno junto con una intensa activi- dad política y literaria. En su texto autobiográfico "Mi obra filosófi- ca", dice: "Una truncada práctica literaria y, más precisamente, poé- tica, me llevó a problematizar cuestiones estéticas, y una práctica política me condujo a la necesidad de esclarecerme cuestiones fun- damentales de ella y, de esta manera, casi sin proponérmelo, me encontré en el terreno de la filosofía". En 1941 se traslada a Morelia; en 1942 publica su libro de poesía El pulso ardiendo, y en 1943 regre- sa a la ciudad de México en donde prosigue sus estudios de filosofía
La devoción, el rigor, el sistema con que examina temáticamente el conjunto de la problemática que el joven Marx propone en los llamados Manuscritos de 1844 es ejemplar. Lo digo con independen- cia, insisto, de no compartir sus tesis centrales y de abrigar serias dudas respecto de la interpretación cardinal que lo anima. A mi jui- cio, habría hecho falta, y baste por hoy con este reparo, que AdolfoSánchezVázquez profundizara mucho más en el establecimiento de las relaciones entre los Manuscritos y El capita4 por una parte, y, por otra, con Hegel y Feuerbach, a partir de una nueva interpretación de los textos de estos autores clave en la formación del pensamiento de Marx.
Este primer libro de Adolfo Sánchez Vázquez nace de sus largas reflexiones y tiene por antecedentes otros trabajos del autor sobre el mismo tema, de manera que [r]
funciones, que auque no tan frecuentes como las otras, tienen su lugar marcado. Podemos citar tres más fuera de las intrínsecas al arte; se trata de: la función religiosa, la función antropológica y la función crítica. Comentemos pues, algo sobre ellas. SánchezVázquez encuentra que las primeras manifestaciones de la función religiosa del arte aparecen en los inicios de la Edad Media, aunque reconoce en este punto dichas funciones del mismo han cambiado desde lo que fueron tiempo atrás. En esta época, existe un nuevo cliente, que no es, fundamentalmente, el Estado, sino la Iglesia, como lo era en la Antigüedad. La función política del arte deja paso a su función religiosa como medio de fomento y difusión del culto. Aunque al comienzo de la Edad Media, el arte era proscrito por acentuar el culto a las imágenes que anunciaba el paganismo, con el tiempo, la Iglesia trata de promover la producción de las pinturas, de manera que lograba fortalecer así su contenido religioso. Esto lo conseguía con el objetivo que tenía, que era educar al pueblo. Algo que contribuyó a expandir este tipo de arte marcado por su función religiosa fue la presencia de iletrados que solo se acercaban a la Iglesia por las presencia de imágenes que una vez detestaron. “El arte no tiene de por sí un carácter sagrado, pero sirve como un instrumento eficaz para suplir la ignorancia de las masas a la vez que deleita a quienes tienes una sensibilidad y cultura privilegiadas.” 109 Sin embargo, el arte no está completamente expresado por lo más profundo del artista, sino por lo temas que manda la Iglesia. De esta manera el arte siempre se refiere a otra realidad, diferente a la interior, propia del artista mismo. El trabajo del artista es productivo solo en el sentido religioso del mismo, no materialmente, como obra en sí misma.
Sólo a la luz de esta necesidad apremiante de una teoría comparti- ble por todos los que impugnaban el orden establecido y capaz así de reunirlos puede entenderse y apreciarse la importancia que tuvo para esos jóvenes intelectuales el aparecimiento de una obra marxista como la adolfoSánchezVázquez. a partir de ella se volvía indudable que un marxismo diferente del que se había establecido como ideología del “socialismo soviético” era un marxismo posible.